MARTES DE LA SEMANA 14ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- Gn 32, 22-32
1-1.
La escena que leeremos es de las que pueden evocar en nosotros unas realidades de tipo místico, más allá de los conceptos rigurosamente claros. ¡Hay que dejarse impresionar por la densidad de símbolos tan expresivos! Para Jacob, la situación es dramática: vuelve a su país después de un exilio de veinte años... Se entera que su hermano Esaú le espera con un ejército... ese hermano a quien arrebató el derecho de la primogenitura y que juró vengarse, matándolo.
-Jacob se levantó, tomó a sus dos mujeres con sus dos siervas y sus once hijos, pasaron por el vado del torrente Yabboq... e hizo pasar también todo lo que poseía...
Comienza pues por asegurar, tanto como humanamente puede, todo lo que más aprecia.
¡Parece un hombre próximo a enloquecer!
-Jacob se quedó solo.
Siempre estamos solos ante las opciones más decisivas.
Jesús también luchará solo en el Huerto de los Olivos.
¿Y yo? Mis soledades, mis responsabilidades, ¿las sé afrontar?
-Aquella noche, alguien luchó con él hasta rayar la aurora.
Es de noche.
Un combate en la noche.
Contra un «desconocido».
La incertidumbre es lo peor en nuestra condición humana.
Puedo dejar que mi imaginación reconstruya ese combate que dura y dura toda una noche.
Trato de aplicarlo luego a mis debates, a mis luchas... a los combates de la humanidad.
¡Batirse hasta rayar el alba!
-Viendo que no le podía le tocó en la articulación femoral y se dislocó el fémur de Jacob mientras luchaba con aquél.
No es pues un combate ficticio, sino una lucha dura de la que se sale con heridas y señalado para toda la vida.
¡En adelante Jacob quedará cojo! ¡Un hombre cojo!
Jacob dijo: «No te soltaré hasta que me hayas bendecido.» El desconocido le preguntó:
«¿Cuál es tu nombre?» -Me llamo Jacob. -En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres.
Así, sin saberlo, se había batido contra Dios.
Lo que se juega en nuestras luchas es a menudo más grave de lo que parece. Jacob, como nosotros, acababa de vivir la gran batalla de la «oración» en la forma simbólica de la lucha contra Dios: ¡la Biblia tiene esas audacias! Jacob había recibido antes de su padre Isaac una «bendición divina»... pero ahora ya dudaba de ella. Todo parecía decirle que Dios le abandonaba. Y este abandono se concretizaba en él en el miedo terrible de afrontar la venganza de su hermano Esaú, al día siguiente al rayar el alba, junto al vado de Yabboq.
Entonces sacó fuerzas de flaqueza y durante toda la noche rogó a Dios y combatió: «Dame de nuevo aquella bendición de antaño... ¡sálvame!»
-Jacob... Israel...
Sabemos que el cambio de nombre tiene un profundo significado.
«Jacob», era el «astuto», «el que suplanta al otro», ese hermano menor que había tomado el lugar del primogénito.
«Israel» es «el vencedor de Dios" el que ha soportado la prueba de la fe y ha salido airoso. aunque "herido".
En mi oración puedo pensar en cada uno de esos símbolos para concretizarlos en mi propia aventura espiritual.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 166 s.
1-2. /Gn/32/04-31:
En la lectura podemos distinguir tres partes: La primera, yahvista, del v 4 al 14a (Jacob, ante el peligro que supone la cercanía de Esaú, divide todos sus bienes en dos campamentos. Es una explicación del nombre de Majanaím = campamentos). La segunda, elohísta, de 14b a 22 (Jacob envía sucesivos regalos para aplacar a Esaú. Se hace referencia también a Majanaím mediante la palabra minhah = ofrenda). La tercera comprende la lucha de Jacob en Penuel (22-33), yahvista, que al parecer explica el nombre del lugar por la experiencia del patriarca: "He visto a Dios cara a cara" (Pniel = cara de Dios). Una vez resueltas definitivamente las disensiones con Labán mediante un pacto, Jacob ha de enfrentarse con su hermano Esaú, cuyo rencor no se ha extinguido durante los veinte años de exilio de Jacob, como se puede constatar por las palabras que éste dirige a los siervos enviados a Esaú. La alusión al gran número de ganados y de siervos intenta conseguir la reconciliación fraterna halagando su avidez. No obstante, como el patriarca es un alma profundamente religiosa, a pesar de su astucia, no abandona el supremo recurso a la plegaria, abierta, sincera y espontánea. Dios es invocado como Dios de los padres, que lo ha bendecido y ha prometido bendecirlo con más esplendidez aún. Si un día Dios le hizo salir, ahora debe salvarlo de la mano de su hermano. Esta oración tiene una gran importancia en la historia de Jacob tal como ha sido concebida por la tradición yahvista.
El episodio de Penuel interrumpe el relato del encuentro inmediato con Esaú y tiene también una gran importancia dentro del conjunto de las narraciones sobre Jacob. El yahvista ha aplicado al patriarca una antigua tradición local que hablaba de un ataque nocturno de la divinidad. En tiempos primitivos eran frecuentes las leyendas de dioses o seres ultraterrenos que luchaban con algunos hombres, especialmente de noche. El resultado era muchas veces que de alguna manera estos hombres se apoderaban de una parte de la fuerza de aquéllos. En nuestro caso, esta lucha se presenta como un peligro mucho más temible que la presencia de Esaú y amenaza la vida misma del depositario de las promesas. Si Jacob consigue vencer, según nuestro relato, se debe sólo a la bondad divina. Quizá este suceso nocturno supone una purificación interior del patriarca. En todo caso tiene carácter típico, ya que en esta lucha se refleja la historia de Israel con Dios, especialmente dada la equiparación de Jacob e Israel (nombre honorífico otorgado por Dios, el cual, sin embargo, no quiere manifestar su propio nombre, si bien accede a bendecir al patriarca). Jacob se constituye de este modo como el hombre de la bendición.
Esta bendición legitima la arrancada fraudulentamente a Isaac, confirma la promesa de Betel (28, 14-15) y es una respuesta a la plegaria que el patriarca había dirigido a Dios (32,10s). Los altibajos de la vida, como el caso de Jacob, sirven con frecuencia para robustecer el espíritu y afinar la sensibilidad religiosa.
J.
MAS ANTO
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 99 s.
2.- Os 8, 4-7.11-13
2-1.
-Palabra del Señor: Los hijos de Israel han puesto reyes sin contar conmigo, han puesto príncipes sin saberlo yo.
Dios reivindica su derecho a decir una palabra en todos los dominios, incluso en la política.
Efectivamente, porque en su ámbito están constantemente comprometidos la moral y el bien de los hombres.
Es en el nombre mismo de Dios que los profetas han presentado a los gobiernos las exigencias de la justicia social, del respeto del derecho.
-Con su plata y oro se han hecho ídolos, para su propia destrucción... ¡Rechazo tu becerro de oro, Samaria! Mi cólera se ha inflamado contra vosotros: ¿hasta cuándo permaneceréis en la impureza?
El profeta habla en nombre de Dios para condenar la contaminación de la religión auténtica por la idolatría: el estricto monoteísmo -un solo Dios- poco a poco ha ido acomodándose a prácticas paganas. Por el hecho de vivir entre poblaciones cananeas los hebreos consienten en que se vayan introduciendo elementos del culto de Baal.
BAAL/TORO: Baal era un dios de la fecundidad de la naturaleza, simbolizado por un toro.
En su honor tenían lugar frenéticos ritos sexuales. Esas concepciones religiosas naturistas eran, por desgracia, muy populares porque daban la impresión de ser una súplica al dios de la fecundidad para obtener abundantes cosechas y sanos rebaños así como el nacimiento de muchos hijos en las familias. Los sacerdotes de Yavéh, el verdadero Dios, el Único, estaban tentados de consentirlo, explotando así las tendencias populares más elementales.
Leyendo al profeta Oseas, dejando de lado algunos detalles que manifiestan una civilización distinta a la nuestra, encontramos uno de los problemas de nuestro tiempo: la contaminación de la fe auténtica por el materialismo ambiental. El oro. La plata. La sexualidad. Ídolos también de HOY. Ídolos ilusorios incapaces de satisfacer el hambre profunda del hombre.
-Ese becerro de Samaria quedará hecho trizas. Puesto que sembraron viento, segarán tempestad. El trigo no dará harina; y la que diere la tragarán los extraños.
El castigo subraya la ilusión, el vacío total de esos ídolos, ¡que no son sino viento!
¡Esperan que Baal fertilice los campos! ¡Pues bien, el trigo será hueco, sin harina! Y, castigo supremo, el envilecimiento de la civilización conducirá a derrotas militares, con sus razzias clásicas: ¡los vencedores vacían los graneros y las bodegas!
Quien sabe si nuestra sociedad de "consumo" que es también sociedad de «placer» no contiene en su seno su propia destrucción. Los hombres, faltos de valentía y vacíos de todo ideal noble y profundo, se embrutecen progresivamente para desaparecer un día por extinción, por ¡«fin de raza»! ¿Qué diría Oseas, si regresara a la tierra hoy?
-Ahora el Señor recordará las culpas de su pueblo y contará sus pecados. Tendrá que volver a Egipto.
Ayer escuchamos la revelación sorprendente del amor de Dios. Hoy, oímos otra verdad complementaria y no menos importante. Israel tenía una vocación única entre todos los pueblos, debía ser el testigo de la Alianza.
Había sido liberado de la esclavitud de Egipto para esta misión: si no desempeña su papel, «volverá a la esclavitud».
De hecho, por su manera de vivir, está ya en ella.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 166 s.
2-2. /Os/08/01-14
El profeta, centinela de Dios, interpreta en este texto el sentido teológico de los grandes acontecimientos que afectan interna y externamente a la vida del pequeño reino de Israel.
Sus palabras explican la inminente llegada del ejército de Tiglat-Pileser, que desde hacía tiempo presionaba irresistiblemente hacia el oeste, como un juicio de Dios sobre Israel. En un momento en el cual se juega una política mundial de gran envergadura, el profeta interpreta la política de Dios. Vuelve a aparecer el binomio pecado-destrucción. El castigo es presentado como consecuencia natural del pecado, no como resultado de un juicio externo y arbitrario. Israel rechaza al Señor porque rechaza el bien. La contradicción que denuncia enérgicamente el profeta es que a pesar de este rechazo el pueblo sigue invocándolo en el culto y proclamando que es su Dios: «Me gritan: 'Te conocemos, Dios de Israel'. Pero Israel rechazó el bien» (v 2).
La réplica de Oseas es enérgica: el culto es una parodia de fe si no va acompañado por la práctica del bien. Las discrepancias entre el culto y la moral son provocativas, de aquí el juicio fuertemente sarcástico del profeta: «Efraín multiplicó sus altares para pecar, sólo para pecar le han servido... Inmolan y ofrecen víctimas y comen sus carnes, pero Yahvé no se complace en ellas» (11.13). Por tanto, no sirve decir: "¡Eres mi Dios!". Las palabras de religiosidad no pueden ser aceptadas en lugar de las obras, pero sí que las obras pueden ocupar el lugar de las palabras.
Es la misma denuncia de Jesús: «No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos» (Mt 7,21). He aquí la última gran recriminación: llegado el momento de peligro, Israel ha buscado su seguridad y su apoyo fuera de Dios: en Egipto, lugar de su esclavitud. Ahora bien, la fe significa precisamente apoyarse en el Dios experimentado en la liberación de Egipto.
Rehusar el avance con Dios en un movimiento hacia un futuro todavía abierto, para volver a la existencia materialmente asegurada en la esclavitud de Egipto es el pecado constante de lsrael.
F.
RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 743 s.
3.- Mt 9, 32-38
3-1.
El discurso misional del que el Evangelio de este día nos ofrece el marco y la introducción se ha conservado en diferentes tradiciones. Mc 6, 7-11 nos ofrece una versión muy breve que Lc 9, 3-5 recoge por su parte y la integra en el envío de los Doce al viaje misional. Pero Lc 10, 2-16 reproduce una versión larga del mismo discurso y la integra en el envío misional de los setenta y dos discípulos, fiel así a su preocupación por no mantenerse dentro de unas perspectivas demasiado estrechamente limitadas a las funciones de los Doce.
Mateo, por su parte, ha preferido hacer una amalgama de la versión larga y de la versión breve, pero añadiendo algunos elementos tomados, por ejemplo, del discurso escatológico. Este procedimiento amplía la perspectiva original de Cristo: se trata menos del envío concreto de los doce apóstoles con carácter misional a través de Galilea que de un pequeño tratado de misionología general.
a) El tema de la recolección inaugura el discurso (cf. Mt 9, 37-38; Lc 10, 2; Jn 4, 35-38) y, al igual que lo hace a propósito de los pescadores llamados a convertirse en pescadores de hombres, Cristo invita a los segadores de las mieses a convertirse en cosechadores espirituales.
La imagen de la recolección evoca la acción de Dios poniendo término a la historia humana, al inaugurar, mediante su juicio, el Reino de los últimos tiempos (v. 7; cf. Am 9, 13-15; Sal 125/126, 5-6; Jl 4, 13; Jer 5, 17; Mt 13, 28-29; Ap 14, 15-16). Esta recolección tiene, pues, un carácter de juicio: separa el trigo bueno de la cizaña. De ahí que no debe extrañar que los segadores sean víctimas de la persecución: serán corderos en medio de los lobos (Mt 10, 16).
b) Más importante parece ser la expresión de la conciencia que Cristo adquiere de su papel de rabí en su tierra. Al contrario de los rabinos de su tiempo, que se rodeaban de algunos discípulos en una escuela o a la puerta de una ciudad, Jesús quiere ser un rabino ambulante: no se trata de esperar a que los discípulos vengan a El, hay que ir a su encuentro y abordarles en su situación vivencial. Cristo no será, pues, como los sacerdotes del templo que reciben materias de sacrificio y dinero de los fieles, pero sin preocuparse de su salvación; tampoco será como los fariseos, que no se ocupan más que de las almas de excepción; va a las "ovejas perdidas" de Israel; perdidas y olvidadas (v. 35).
Si acepta tener discípulos, no lo será, a la manera de los rabinos de su tiempo, para razonar con ellos, sino para hacerles compartir sus periplos misionales y atraer su atención hacia las ovejas abandonadas (vv. 36 y 10, 1).
Esta perspectiva es absolutamente nueva en los hábitos de los rabinos de Israel y hace, automáticamente, de la misión una obra de "compasión" (v. 36) y de misericordia para con los pobres, los enfermos y los pecadores (vv. 7-8), "ovejas sin pastores" (v. 36) de las que ni sacerdotes, ni fariseos, ni rabinos se dignan preocuparse.
Es la Iglesia, en su totalidad de "pueblo de Dios", la que es responsable del evangelio de Jesucristo. El anuncio de esta Palabra define su misión en el mundo. El sacerdote no es un hombre aparte para esta misión común: participa como todo bautizado.
No hay ninguna razón particular, ni a causa de la misión, ni a causa del Reino, ni a causa de la encarnación de Jesucristo, para señalar al sacerdote en el plano humano signos sociológicos, políticos o culturales diferentes. El misterio del sacerdote en el seno de la comunidad cristiana no implica para nada un estatuto distinto, privilegiado, o exigencias de vida distintas a las que son exigidas por Cristo a todo bautizado. El apartamiento que requiere el sacerdocio es de orden estrictamente "teológico" y no sociológico.
Bautizados, sacerdotes, todos han de realizar su vida de hombre "en verdad" en la fidelidad a la Palabra de Dios. Que el sacerdote sea, por tanto, un hombre verdadero, en contacto directo con el mundo; que participe de la condición común de los hombres de su tiempo; que esté, como todo hombre, pero en razón de su título, comprometido en el trabajo de renovación y de transformación del mundo. De esta manera el "misionero" será verdaderamente ambulante y encontrará las "ovejas abandonadas".
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág.
131
3-2. MUDEZ:
-Presentaron a Jesús a un endemoniado mudo.
Jesús echó al demonio, el mudo habló.
Otra vez un pobre infeliz, un hombre que sufre...
Toda la humanidad sufriente iba hacia ti...
La mudez: una anomalía... Dios hizo al hombre dotado del habla: la palabra es uno de los grandes medios de comunicarse con los hermanos. Dios quiere que el hombre hable.
Seremos juzgados sobre las palabras que habremos dicho de más... Pero, ¿no hay también muchos silencios, mutismos, culpables? Señor, ven a echar de mí los demonios mudos... Ios demonios del silencio.
-Las multitudes decían admiradas: "Jamás se ha visto cosa igual" En cambio los fariseos decían: "Echa a los demonios con el poder del príncipe de los demonios."
Dos opiniones opuestas: las buenas gentes del pueblo se admiran... Ios fariseos interpretan sabihondamente y con maldad...
Mala fe. Poder diabólico que se viste con la apariencia de la verdad: ¡esos fariseos tienen plena conciencia de que defienden la verdadera religión!
-Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad.
Tenemos aquí lo que los exégetas llaman un "sumario": una especie de resumen de la actividad de Jesús que introducirá el segundo de sus grandes discursos.
Toda la actividad de Jesús se resume, en efecto, en estas palabras "enseña~ y "sana". Es el oficio o tarea del sacerdote y del cristiano.
Contemplo detenidamente esa actividad de Jesús... de pueblo en pueblo... instruye de manera oficial en las sinagogas los días que los fieles tienen allí su reunión... y también en las calles, a la orilla del agua, bajo un árbol... repartiendo beneficios a su alrededor y aliviando cualquier pena o dolor...
-Viendo al gentío, sintió compasión de ellos porque andaban maltrechos y derrengados como ovejas sin pastor.
Así comienza el segundo gran sermón de Jesús, llamado "Discurso misionero": Jesús enviará sus amigos en "misión" y les dará sus consignas... una especie de tratado teológico y práctico.
Es esencial hacer oración sobre esta frase -viendo las muchedumbres-: ella revela algo esencial en el corazón de Jesús. La misión de la Iglesia nace aquí, en ese sentimiento que Jesús experimenta ante el gran desamparo de los hombres.
La evangelización nace de esa misma observación, de esa misma mirada: "viendo" las muchedumbres...
¿Qué es lo que agota y aplasta hoy a los hombres? ¿Cómo puedo ser el "pastor" de mis hermanos? ¿Hacia qué pastos les conduciré? ¿Qué buena noticia les anunciaré?
-Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante y los obreros pocos. Por eso rogad al dueño que mande obreros a su mies.
Rogar. ¡Primera consigna misionera! El dueño o amo de la mies, es Dios que es el origen de la llamada.
La mies. Imagen de cumplimiento, de culminación, de maduración: un campo que ha sido suficientemente preparado y que está a punto para la cosecha.
¡Faltan "segadores"! Se perderá el trigo, la manioca, el arroz. Se perderán hombres: faltan "misioneros". Jesús es consciente hasta angustiarse. Ve la inmensidad de la tarea, de su tarea: espera colaboradores. Su primer reflejo: pedir que se ruegue al Padre.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 58 s.
3-3.
1. (Año I) Génesis 32,22-32
a) Leemos hoy otro episodio misterioso de la historia de Jacob, su lucha contra una persona que parece hombre, pero que no se sabe, por el relato, si es un espíritu, un ángel o el mismo Dios.
Esta vez, el viaje de Jacob es de vuelta. Han pasado bastantes años -unos veinte- de la visión de la escala. Viene de Mesopotamia, donde se había refugiado, y vuelve a su tierra de origen, Canaán, con sus dos mujeres (Lía y Raquel) y sus once hijos. Viene con miedo a las iras de su hermano Esaú, que no le perdona la trampa con la que le privó de sus derechos.
En esta circunstancia es cuando, durante la noche, le sucede la misteriosa lucha con el desconocido, en la que parece que Jacob queda victorioso, pero tocado en la articulación de su muslo y, por tanto, cojo. El lugar donde ha sucedido esto se llama «Penuel», que significa «he visto a Dios cara a cara».
De nuevo se legitima la elección de Jacob por parte de Dios, y también se justifica que ese lugar sea considerado después como sagrado.
b) Nuestros encuentros con Dios son misteriosos. A veces son pacíficos, como el de Jacob cuando la escala y los ángeles. Otras, más turbulentos, como éste de la lucha nocturna, pero que también termina en una bendición.
Parece que Jacob pasa por una crisis importante. Ha decidido volver a su tierra, pero tiene miedo de su hermano. Muchas veces nos toca sufrir, pronto o tarde, las consecuencias de nuestros fallos y trampas, y experimentamos en nuestra vida lo mismo que Jacob: que era de noche y «se quedó solo», a pesar de que llevaba tantas personas en su compañía.
Nuestra relación con Dios puede ser de forcejeo y combate. Ya nos dijo Jesús que «el Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11,12). Seguir a Cristo supone a menudo renuncias y valentía. Él también tuvo que luchar y venció en el gran combate de la redención de la humanidad. Ahora nos hace partícipes de esa victoria, dándonos fuerzas en nuestras luchas de cada día.
De noche, y solos, y en lucha. Nuestra vida: un camino con frecuencia nada fácil. Pero, como Jacob, eso nos ayuda a renovar la orientación de nuestras vidas, apoyados en Dios. En él se dio una transformación: de llamarse Jacob («el usurpador»), pasó a ser Israel («fuerte con Dios», o «Dios es fuerte»). Las pruebas de la vida nos tendrían que transformar, haciéndonos madurar y ayudándonos a pasar de «tramposos y suplantadores» a personas «fuertes con la fuerza de Dios».
Pablo les dice a sus cristianos que «nuestra lucha no es contra los hombres, sino contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal» (Ef 6,12). Pero ¿no tenemos en la Eucaristía el mejor alimento y la fuerza más eficaz para esta lucha?
El salmo -que haremos bien en rezar pausadamente, hoy, por nuestra cuenta- nos dirige hacia esta súplica confiada: «Señor, vengo a tu presencia, escucha mi apelación, atiende a mis clamores... yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío... tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha... y al despertar me saciaré de tu semblante».
1. (Año II) Oseas 8,4-7.11-13
a) El profeta enumera algunos de los grandes pecados de Israel, en su infidelidad a la Alianza con Dios.
No cuentan con Dios. No le piden consejo. Se construyen ídolos, toros y becerros como en tiempos de Jeroboam, para adorarlos, en vez de adorar al verdadero Dios. La religión de esos ídolos se presentaba más fácil y la moral, más permisiva que la de Yahvé y su Alianza.
Oseas anuncia castigos: «siembran vientos y cosechan tempestades». No se extrañen luego de que todo les vaya mal y sus campos y sus esfuerzos sean estériles. Ellos mismos se están cavando la fosa. «Volverán a Egipto». En efecto, está a punto de suceder la desgracia, el destierro del reino del Norte, igual o peor que la esclavitud en Egipto.
b) Cuando hablamos de idolatría, nos viene espontáneo pensar en unas estatuillas hechas de madera, barro o piedra, a las que los idólatras rinden culto, a pesar de saber que no son dioses, sino hechura de sus propias manos.
Pero todos somos idólatras cuando levantamos altares y prestamos nuestra atención a los dioses que nosotros mismos nos hemos fabricado. No serán estatuillas, pero sí el dinero, el poder, el placer, el éxito, una ideología... Somos idólatras cuando damos a los valores secundarios la importancia que sólo los últimos merecen, y entonces faltamos al primero y principal de los mandamientos: «no tendrás otro dios más que a mí».
¿Nos extrañaremos, luego, de nuestra esterilidad, de nuestros fracasos, del deterioro de la sociedad o de la Iglesia? El que siembra vientos recoge tempestades, a corto o largo plazo. El salmo, no sin ironía, describe este fallo básico: «sus ídolos son plata y oro, hechura de manos humanas... tienen boca y no hablan... que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos». Son ídolos que no valen nada y, sin embargo, hay gente que los sigue adorando y poniendo en ellos su confianza.
Nosotros, por el contrario, deberíamos ser el pueblo de la Alianza: «Israel confía en el Señor, él es su auxilio y su escudo». Deberíamos rendir culto sólo a Dios y relativizar todas las demás cosas, también a nosotros mismos.
2. Mateo 9,32-38
a) Jesús cura a un mudo. Probablemente, un sordomudo, porque el término que emplea Mateo puede significar ambas cosas.
La reacción ante el gesto de Jesús es dispar. La gente sencilla queda admirada: «nunca se ha visto en Israel cosa igual». Pero los fariseos no quieren reconocer la evidencia: «este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Jesús, además de su buen corazón, que siempre se compadece de los que sufren -él recorre pueblos y aldeas y se da cuenta de cómo sufre la gente-, está mostrando, para el que lo quiera ver, su dominio contra el mal y la muerte, su carácter mesiánico y divino.
La escena termina con un pasaje que introduce ya el capítulo que seguirá, el discurso «de la misión». Jesús se compadece de las personas que aparecen «extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor», y se dispone a movilizar a sus discípulos para que vayan por todas partes a difundir la buena noticia.
Pero lo primero que les dice no es que trabajen y que prediquen, sino que recen: «rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
b) También ahora el mundo necesita la buena noticia de Jesús.
¡Cuántas personas a nuestro alrededor están extenuadas, desorientadas, sordas a la Palabra más importante, la Palabra de Dios! Si saliéramos de nuestro mundo y «recorriéramos los caminos», nos daríamos cuenta, como Jesús, de las necesidades de la gente. ¿No se puede decir que «la mies es mucha» y que muchos están «como ovejas que no tienen pastor»? Es bueno recordar el comienzo de aquel documento tan famoso del Vaticano II, la «Gaudium et spes»: «El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo» (GS 1).
Ahora no va Jesús por los caminos. Pero vamos nosotros, y se escucha nuestra voz, la de la Iglesia. Todos estamos comprometidos en la evangelización, en que nuestros contemporáneos, jóvenes y mayores, oigan hablar de Jesús y se llenen de esperanza con su mensaje de salvación. Unos evangelizan desde su ministerio de responsables de la comunidad. Todos, desde su identidad de cristianos bautizados, «sacerdotes», o sea, mediadores de la palabra y de la alegría de Dios para con los demás.
Está bien que el primer consejo que nos da Jesús para el trabajo misionero sea la oración: «la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». Para que no nos creamos que todo depende de nuestros talentos o de las estructuras o de las instituciones. Es Dios el que salva, el que quiere que el mundo participe de su vida y de su alegría. Y es a él a quien debemos mirar, en primer lugar, los cristianos, en nuestra misión de anunciadores de la buena noticia.
Además, eso sí, pondremos todos los medios y energías para dar ese testimonio y hacer oír la voz de Dios en nuestros ambientes.
«Vengo a tu presencia, Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores» (salmo I)
«Siembran vientos y recogen tempestades» (1ª lectura II)
«Israel confía en el Señor: él es su auxilio y escudo» (salmo II)
«Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (evangelio)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 118-122
3-4.
Os 8, 4-7. 11-13 : Sembrar vientos y cosechar tempestades
Mt 9, 32-38 : Como ovejas sin pastor
Toda la actividad de Jesús es resumida en este texto. Él combina la enseñanza del verdadero sentido del las Escrituras en la sinagoga, con la proclamación de la venida del Reinado de Dios a los pobres y la acción efectiva en favor de los marginados, enfermos y endemoniados. Esta actividad tan intensa no nació de un programa político orientado a la obtención del poder, tampoco de un afán de ganar prestigio ni de un deseo de obtener lucro. Su actividad nace de su de un sentimiento de compasión ante el pueblo abandonado, confundido y explotado. Pueblo que tenía rostro concreto en los endemoniados, los ciegos, las mujeres proscritas, y que "andaba como ovejas sin pastor".
Jesús experimenta a Dios como Padre y por eso no soporta que su pueblo, que debía ser un pueblo de hermanos, ande sin rumbo, abandonado por los pastores que Dios les había dado desde antiguo. Jesús tenía los mismos sentimientos de Dios. Por eso se conmovía ante la gente cansada, decaída, que llevaba en su rostro el signo de la desesperación. Su respuesta ante esta urgencia nace, pues, de un sentimiento hondo y va dirigida a responder a las expectativas de este pueblo.
La respuesta de Jesús es muy sencilla. Parte de una toma de conciencia de la realidad (mucha cosecha y pocos obreros) y remite a la capacidad que tienen los seres humanos de transformar la realidad movidos por la fuerza de Dios (rueguen al dueño). De este modo, él no concentra la acción evangelizadora sobre sí mismo. Acorde a la voluntad de su Padre, forma una comunidad de discípulos. Ellos serán las manos, los pies y el cuerpo del Señor que guían al pueblo hacia mejores y más humanas situaciones A la vez, confía en que el Padre actúe oportunamente para que el pueblo "no ande como ovejas sin Pastor".
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-5.
Gn 32, 23-31: Has luchado contra Dios
Sal 16
Mt 9, 32-38: Predicando la Buena Noticia
La palabra traducida por mudo también denota sordera. Sordo es el rebelde a la palabra de Dios. Esta situación humana llevada al plano de la relación con Dios se refiere a aquel que no quiere escuchar la voz de Dios, que no quiere seguir su proyecto porque hay otras cosas que ensordecen. Bíblicamente el sordo-mudo es aquel que pierde el contacto con su propia realidad de hijo de Dios. Vive paralizado porque esta privado de la comunicación con el único que lo hace libre: Dios a través de su Palabra.
El que escucha la Palabra y la convierte en práctica de vida, se hace acreedor de las promesas mesiánicas de salvación inauguradas por Jesús al instaurar el Reino de Dios. Por eso, Jesús es presentado como el pastor que se compadece de la humanidad que anda como ovejas sin pastor. En consecuencia se resalta la necesidad de pedir al dueño de la mies que envíe muchos operarios que ayuden en la extensión y concreción del Reino.
Hombres y mujeres que con su vida y testimonio se dejen contagiar por la compasión de Jesús; es decir, sentir la pasión, el dolor y el sufrimiento humano, ayudando a limpiar la ceguera de aquellos que no ven los signos y acontecimientos que señalan el camino y la voluntad de Dios para con sus vidas. Liberándonos de la mudez que impide nuestra voz para proclamar la bondad de Dios Padre y entusiasmar a otros en este camino. Para ello se hace necesario desperalizarnos de todo lo que nos ata y que no nos deja vivir en radicalidad el seguimiento de Jesús.
En la persona de Jesús, Dios mismo venía a sanar a la humanidad. Y porque dicha obra salvífica es larga y lenta, debían darse signos visibles a gente para que creyera. Por eso Jesús debía sanar a los enfermos, y también hoy las comunidades cristianas deben dar signos de lo que predican, sanando al mundo actual de sus enfermedades y promoviendo la solidaridad y la justicia social.
Jesús es el buen pastor anunciado por los profetas. Pero Dios quiere que los mismos hombres trabajen por la salvación de sus hermanos. Rueguen, dice Jesús..., este es un llamado para que confiando en Dios que nos llama podamos asumir la invitación a ser los nuevos portadores de la Buena Nueva del Reino.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-6. CLARETIANOS 2002
Hoy os propongo que centremos nuestra mirada en el evangelio, aunque no resulta nada fácil porque no hay una unidad temática. La liturgia nos propone un fragmento que reúne piezas de diverso género: un milagro (la curación del mudo), un sumario de la actividad de Jesús y un prólogo a la elección de los doce y al envío misionero de los discípulos.
Fijémonos en el sumario y en el prólogo del envío. Los verbos del sumario nos ofrecen una síntesis del Jesús evangelizador: "recorría" las ciudades, "enseñando" en las sinagogas, "anunciando" el evangelio, "curando" las enfermedades.
Jesús, aparece, en primer lugar, como alguien que camina, que no espera a que la gente acuda a él sino que él mismo acude a donde está la gente. ¿Qué hace en su actividad itinerante? Enseña, anuncia y cura. Comunica una buena noticia y hacer ver que esa noticia sana a las personas por entero. Y como no se basta a sí mismo para poner tanta novedad en un mundo viejo, pide al Padre que le envíe colaboradores. Como veremos mañana, los doce son los pioneros de una lista interminable que llega hasta nosotros.
Meditando este sumario de Mateo siento una fuerte llamada a "salir a los caminos", a ir al encuentro de la gente, a tomar la iniciativa, a no permanecer anclado. Hay gente que necesita una dosis de esperanza y una curación. ¿Cómo les va a llegar si los discípulos de Jesús hemos sustituido el salir por el quedarnos, la audacia por el temor, las buenas noticias por los comentarios a pie de página, las curaciones por los diagnósticos infinitos, la esperanza por una pesimismo soterrado?
Os propongo para hoy algo muy simple. ¿Por qué no
llamamos por teléfono a esa persona que está necesitando ser escuchada? ¿Por qué
no enviamos un mensaje electrónico a alguien que necesita la terapia de la
esperanza? Es una gota en medio del océano, pero sin pequeñas gotas el océano
sería un desierto.
Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)
3-6. 2001
COMENTARIO 1
vv. 32-33a: Mientras salían los ciegos, le presentaron a un endemoniado mudo.
33Echó al demonio y el mudo habló.
Estrecha conexión de esta perícopa con la anterior y, a través de ella, con el
episodio de la mujer y la hija del jefe. Sigue el contexto de la liberación de
Israel de la muerte. El término griego kôphos significa sordo, mudo y sordomudo;
aquí se subraya la mudez. Este hombre es incapaz de comunicación. Su enfermedad
no es física, sino causada por un demonio.
En el episodio de los gadarenos (8,28-9,1), único en que se ha descrito la
liberación de endemoniados, el demonio equivalía al espíritu de violencia. Aquí,
«estar endemoniado» significa cerrarse a la comunicación. Nuevo símbolo de
Israel, que se cierra en sí mismo. La curación del sordomudo (cf. 11,5), como
la de los ciegos, alude a Is 35,5, texto profético que anuncia el éxodo
definitivo, la vuelta de los rescatados por el Señor (Is 35,10). Como la causa
de la ceguera era la concepción del Mesías como Hijo de David, la mudez se debe
a la mentalidad exclusivista, consecuencia del nacionalismo que implica esa
concepción del Mesías.
Para el éxodo definitivo, en el que Jesús, el «Dios entre nosotros» (1,23),
toma el puesto atribuido a Yahvé en el AT, se requiere, por tanto, renunciar al
nacionalismo exclusivista. Israel tiene que abrirse a la humanidad. Pero esta
exigencia de Jesús a Israel vale igualmente para cualquier otro pueblo.
v. 33a-34: -En cambio, los fariseos decían: Echa a los demonios con poder del
jefe de los demonios.
Dos son las reacciones al hecho. La primera, de las multitudes, que han sido
testigos de la enseñanza de Jesús (7,28) y han alabado a Dios por la autoridad
que comunica a los hombres (9,8) para liberar de los pecados. Su admiración se
expresa reconociendo que las acciones de Jesús no tienen precedente en Israel.
No están lejos de la fe. Los fariseos, en cambio, defensores fanáticos de la
superioridad y exclusivismo de Israel, afirman que la liberación que hace no
procede de Dios, sino que su acción y su designio destruyen el plan de Dios.
v. 35: Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de
ellos, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y
enfermedad.
En paralelo con 4,23, comienza aquí una nueva sección del evangelio (9,38-11,1),
constituida sobre todo por la instrucción a los Doce para la misión. 9,35-38
constituye la introducción a la misión y al discurso y describe la lastimosa
situación de Israel a los ojos de Jesús.
Se abre con un sumario de la actividad de Jesús (35), que describe su labor
incansable (cf. 4,23). En las sinagogas enseña, es decir, expone su mensaje
apoyándose en la Escritura; fuera de las sinagogas proclama la buena noticia de
la cercanía del reinado de Dios (4,17); además, cura a todos los enfermos, como
señal de la plena salvación que el reino ofrece al hombre.
v. 36:Viendo a las multitudes, se conmovió, porque andaban maltrechas y
derrengadas como ovejas sin pastor.
«Las multitudes están como ovejas sin pastor». La frase alude a Nm 27,17, donde
Moisés nombra a Josué precisamente para que el pueblo no se disperse. Nadie se
ocupa de este pueblo que se encuentra en situación desesperada.
v: 37: Entonces dijo a sus discípulos: La mies es abundante y los braceros
pocos...
Ante este espectáculo, Jesús expone la situación a sus discípulos. Usa un
término (gr. therismos) que significa «mies» y «siega». Se usa en 13,30.39,
aplicado a la separación final entre buenos y malvados, y «la siega» se atribuye
a los ángeles. «Los braceros» u obreros de que habla Jesús ejercen, pues, en la
historia la misma actividad que «los ángeles» harán en el momento final. Se ve
ahora el sentido de «los ángeles» que servían a Jesús, es decir, colaboraban con
él, en la escena del desierto: eran figura de los que colaboran en su misión. La
alusión indica que comienza el tiempo escatológico, la etapa final de la
historia, inaugurada con la presencia de Jesús y la cercanía del reinado de
Dios.
v. 38: por eso, rogad al dueño que mande braceros a su mies.
La petición se dirige al dueño de la mies, el Padre. Jesús no pide al Padre que
envíe segadores, pero recomienda a los discípulos que lo hagan. Es una manera
de prepararlos a la misión que sigue. La petición les hará tomar conciencia de
la necesidad y los dispondrá a responder a la llamada de Jesús.
COMENTARIO 2
Para su análisis y reflexión, este texto lo debemos dividir en dos partes: la
curación de un endemoniado mudo, vv. 32-34, y la compasión de Jesús hacia la
muchedumbre, vv. 35-38.
1. La curación de un endemoniado mudo: se refiere a aquel que no quiere escuchar
la voz de Dios, que no quiere seguir su proyecto porque hay otras cosas que
ensordecen. Bíblicamente el sordomudo es aquel que pierde el contacto con su
propia realidad de hijo de Dios. Vive paralizado porque está privado de la
comunicación con el único que lo hace libre: Dios a través de su Palabra.
2. La compasión de Jesús hacia la muchedumbre: el que escucha la Palabra y la
convierte en práctica de vida se hace acreedor de las promesas mesiánicas de
salvación inauguradas por Jesús al instaurar el Reino de Dios. Por eso, Jesús es
presentado como el pastor que se compadece de la humanidad que anda como oveja
sin pastor. En consecuencia se resalta la necesidad de pedir al dueño de la mies
que envíe muchos operarios que ayuden en la extensión y concreción del Reino.
Hombres y mujeres que con su vida y testimonio se dejen contagiar por la
compasión de Jesús; es decir, sentir la pasión, el dolor y el sufrimiento
humano, ayudando a limpiar la ceguera de aquellos que no ven los signos y
acontecimientos que señalan el camino y la voluntad de Dios en sus vidas;
liberándonos de la mudez que impide nuestra voz para proclamar la bondad de Dios
Padre y entusiasmar a otros en este camino. Para ello se hace necesario
deshacernos de todo lo que nos ata y que no nos deja vivir en radicalidad el
seguimiento de Jesús.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-7. DOMINICOS 2003
Jacob lucha con dioses y hombres
En la primera lectura de la misa de ayer dejábamos a Jacob caminando hacia Jarán
(Gén 28), en Mesopotamia, en busca de la casa de Labán, un hermano de Rebeca, su
madre. Hallándose ya en cercanía del lugar, se encontró en el campo con un pozo
del que solían sacar agua para los rebaños, y, junto al pozo, con la pastora
Raquel, una de las hijas de Labán.
Jacob y Raquel se conocieron, se alegraron de haberse conocido, y manifestaron a
Labán su deseo de matrimonio. Jacob, enamorado de Raquel, entró en casa de Labán,
su padre, y con él trabajó siete años como jornalero para merecer la esposa.
Pero el astuto Labán le otorgó primero a su hija Lía, con la que se casó, y,
después de otros siete años le otorgó también a Raquel.
Con trabajo, tiempo y habilidad, Jacob se hizo rico. Y esto suscitó la envidia
de los cuñados y de Labán. Por eso, temiendo ser traicionado y aplastado en el
lugar, acabó huyendo con sus dos esposas, sus esclavas y sus hijos, en dirección
a Canáan. Labán reaccionó con violencia. Pero después de perseguirlo y dar
alcance a sus hijas y nietos, hizo las paces con Jacob y los bendijo a todos.
Jacob, por su parte, yendo de camino, era atormentado por la idea de que su
hermano Esaú –el engañado, y ahora poderoso señor en Edom- seguiría ofendido,
enemistado con él, y que lo perseguiría y destruiría cuando tuviera ocasión.
¿Qué hacer? Decidió adelantarse a los hechos y le envió cuantiosos dones, para
calmar su ánimo, como así fue. Al final, Esaú le perdonó, le abrazó, y ambos
sellaron paz y amistad.
Pero no todo fue fácil en el camino de Jarán a Canaán. Uno de los días, antes de
reconciliarse con Esaú, Jacob vivió la experiencia de que nos habla el texto de
la primera lectura de hoy (Gén 32). Se trataba de una lucha fiera. Pudo ser
soñada y simbólica, pero está descrita para mostrarnos que Jacob tenía un valor
increíble. Según el texto, tanta fue su audacia en la pelea que ello le mereció
el cambio de su nombre, Jacob, por el de Israel (el que luchó con los dioses).
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, Tú eres nuestro Señor y nuestro Padre; Tú nos vas revelando
poco a poco tus entrañas llenas de amor misericordioso; Tú nos vas mostrando a
través de signos, acontecimientos, experiencias que vivieron patriarcas y
profetas, que significamos mucho para ti y que tienes de nosotros especial
providencia. Enséñanos a descubrir los secretos encerrados en tus Palabras y a
ponderar con rectitud el valor de las conductas humanas, mirando siempre las
cosas desde tu mente y tu voluntad. Amén.
Palabra de Dios
Libro del Génesis 32, 22-32:
“Las mujeres y esclavas de Jacob, despedidas por su padre, caminaban. Iban
aleccionadas por Jacob sobre el modo como debían calmar a Esaú con sus dones...
Una mañana, Jacob se levantó, tomó a las dos mujeres, a las dos siervas y a sus
once hijos, y cruzó el vado de Yacob... Por la noche él se quedó solo, y estuvo
luchando con un hombre hasta la aurora; y ese hombre, viendo que no podía con
Jacob, le hirió la articulación del muslo...
Como Jacob luchaba y dominaba, al llegar la aurora el hombre le dijo: suéltame
ya, que llega la aurura. Jacob le respondió: no te soltaré hasta que me
bendigas. Y el otro le preguntó: ¿cómo te llamas? Contestó: Jacob. Y él replicó:
Ya no te llamarás Jacob sino Israel, porque has luchado con dioses y hombres y
has podido... Y luego le bendijo”
En esta pintoresca narración tenemos, por una parte, el realismo de las viejas
costumbres sobre matrimonio, familias, trabajo, bodas, bienes. Por otra, el
encarecimiento del valor que caracteriza a las personas especialmente elegidas
por Dios para grandes obras. Cada uno podemos reflexionar sobre cuanto hemos
recibido del Señor y para qué lo tenemos.
Evangelio según san Mateo 9, 32-38:
“En aquel tiempo llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Jesús echó al demonio, y
el mudo habló. Y la gente decía admirada: Nunca se ha visto en Israel cosa
igual. Pero los fariseos decían: Éste echa los demonios con el poder del jefe de
los demonios.
Jesús recorría las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el
Reino de Dios y curando las enfermedades.
Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban... como ovejas sin
pastor... Y decía sus discípulos: la mies es mucha, pero los trabajadores son
pocos...”
En conjunto de este párrafo es muy rico: poder ejercido por Jesús y mala
disposición en los fariseos para reconocerlo; dedicación al anuncio del Reino
por todas partes ilustrándolo todo con signos curativos; entrañas de compasión
para con las gentes, y búsqueda de colaboradores apostólicos.
Momento de Reflexión
El rescoldo de la conciencia herida.
El relato de la historia de Jacob-Israel es una buena lección de vida en la que
varios personajes y diversas tradiciones nos hablan con elocuencia:
1º. Jacob es, por una parte, figura elegida, predestinada por Dios; pero, al
mismo tiempo, presenta varias otras caras:
La cara de la mala conciencia que le carcome a causa de la malicia del
desheredamiento a Esaú. El grito de ese pecado de injusticia le persigue y da
temblor, hasta que logra hacer las paces con su hermano.
La cara de la explotación que sufre a manos de Labán para ganarse a sus hijas
para esposas.
La cara de felicidad que se le pone cuando contempla a su pléyade de hijos y los
ama como a hijos de bendición.
2º. Labán es un egoísta, explotador, que vende incluso a sus hijas como
mercancías rentables, sirviéndose de las tradiciones imperantes.
3º. Esaú es el hombre que, tras odiar a su hermano por la traición cometida, y,
gozando de bienestar material, acaba dando mayor importancia a la paz y
fraternidad que a las herencias y bienes.
No se vio cosa igual a Jesús.
Esta expresión de la gente admirada y agradecida, que contrasta con la malicia
de fariseos y letrados, tiene sus buenas razones: Jesús es coherente en sus
palabras y acciones, anuncia el Reino y da amor. Jesús ve a las gentes
marginadas y siente profunda compasión de ellas. Jesús comprueba la ignorancia y
el descarrío de los humildes y ruega al Padre que envíe maestros dispensadores
de la sabiduría de la fe y confianza en Él.
Obremos nosotros como obraba Jesús y habremos colaborado a la implantación del
Reino de Dios en la tierra.
3-8. 2002
El texto comprende dos escenas perfectamente
delimitadas: en la primera (vv. 32-34) se relata la última de una larga serie de
gestos con autoridad; en la segunda (vv. 35-38) se señala el fin de toda la
sección de Mateo sobre la autoridad en palabras y acciones de Jesús (4, 23-9,
38), reproduciendo y explicitando el comienzo de 4, 23.
La primera escena presenta la actitud de Jesús frente a un endemoniado mudo. Se
señala la naturaleza de la enfermedad y el término empleado incluye también la
sordera. En este caso, sin embargo, se subraya la mudez que hace al hombre
incapaz de la comunicación con sus semejantes. La causa también es señalada: no
se trata de un defecto físico sino que tiene su raíz en la acción del demonio.
Jesús actúa sobre esta última y el mudo restablece la comunicación con las
restantes personas. Como en la curación de los ciegos que se ha relatado
precedentemente esta expulsión del demonio señala que en Jesús se ha realizado
la venida definitiva de Dios prometida para los tiempos mesiánicos.
Ante esta irrupción se producen dos tipos de reacciones: la admiración de la
multitud que reconoce su carácter único y la mala fe de los fariseos que le
atribuyen un origen demoníaco.
Y la distinta reacción que separa a la gente de la dirigencia religiosa de
Israel suministra el escenario para la segunda sección del relato.
Esta tiene como enseñanza central la compasión de Jesús por la multitud carente
de dirigencia por el motivo mencionado. La “autoridad” de Jesús no es un poder
de decisión frío sino que expresa la vulnerabilidad de Dios ante la miseria
humana. Jesús continúa la actitud de Dios que le ha llevado a hacer de Israel su
pueblo. El también “ve” las carencias de una multitud y acude a su grito
lacerante.
La expresión del orden pastoril “ovejas sin pastor” con que se describen estas
necesidades se transforma en otra de tipo agrícola: la mies pronta para la
cosecha que necesita trabajadores para la recolección. El discípulo debe
sentirse implicado en esta necesidad y, por consiguiente, debe dirigir su
petición al dueño del sembrado para que de respuesta adecuada a esa urgencia.
La actitud fundamental de la práctica de Jesús sólo puede expresarse
adecuadamente en términos de compasión. La compasión le ha llevado a pronunciar
el sermón de la montaña y la compasión le ha conducido a realizar gestos
poderosos de milagros, exorcismos y llamadas. A dicha compasión debe asignarse
la curación del endemoniado mudo y, más allá de ese episodio, el extravío y
falta de conducción que experimenta el pueblo. La dirigencia farisea, no puede
comprender la autoridad de Jesús y, por consiguiente, no puede responder a las
expectativas de la gente.
Ante esta situación, los discípulos deberán colocar como eje de su preocupación
esa actitud compasiva de su Maestro. De esa forma, se comienza a colocar el
fundamento de toda misión eclesial, centrada no en el progreso y éxito de la
institución eclesial sino en la preocupación por las dolencias y enfermedades
que puedan encontrarse en toda persona , indiferentemente si hacen parte o no de
ella.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-9. CLARETIANOS 2003
Cada relato del Génesis, elaborado al detalle, nos ofrece claves para entender y vivir la relación con Dios. La lucha de Jacob con un personaje anónimo hasta la aurora simboliza la lucha con Dios.
Los nuestros no son tiempos de lucha. Los sociólogos de la religión hablan de que hemos pasado de una etapa de tensión (entre teísmo y ateísmo) a otra de indiferencia (en la que es posible ser cualquier cosa, pero sin empeñarse demasiado en ello). Uno puede autodefinirse creyente, agnóstico (raramente ateo), religioso ... sin que nada de esto consiga atraparlo por entero. Hemos perdido el sentido agónico de la fe. Cansados de luchar, preferimos que la fe advenga como una lluvia suave, no como un trofeo conquistado.
Mateo resume la actividad de Jesús con cuatro verbos: caminar, enseñar, anunciar y curar. Los cuatro están en función de la vida de las personas: Al ver a las gentes, se compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas.
Ayer como hoy, los dedicados a caminar, enseñar, anunciar y curar son pocos. No abunda la actitud que pone en marcha este programa de vida: la compasión. Si resulta igual que una persona sea feliz o no, si da lo mismo creer que no creer, servir que medrar, ¿por qué voy a sentirme llamado por Jesús a hacer lo mismo que él?
La vocación de servicio por el Reino exige tres
condiciones: oración (Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su
mies), compasión (Se compadecía de ellas porque estaban como ovejas que no
tienen pastor) y lucha.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-10. Martes 8 de julio de 2003
Eugenio, Adriano, Priscila
Gen 32, 23-32: Te llamarás Israel, porque has luchado con dioses.
Salmo responsorial: 16, 1-3.6-8.15
Mt 9, 32-38: Jesús recorría todas las ciudades proclamando la Buena Noticia del
Reino
Texto: “Jesús recorría todas las ciudades
proclamando la Buena Noticia del Reino”
En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado.
El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada,
comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel». Pero los fariseos decían: «El
expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios». Jesús recorría
todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la
Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a
la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas
que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante,
pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe
trabajadores para la cosecha.
Comentario
El relato se relaciona narrativamente con el episodio anterior, de los ciegos;
aquí nos presenta un exorcismo muy brevemente relatado. El acento no está, en
este caso, en el milagro sino en la declaración de la multitud: Israel, tierra
donde Dios obró “signos y prodigios”, “maravillas”, “nunca vio nada igual”; la
obra de Jesús es inmensamente superior a todo lo obrado por los que fueron antes
que él. Algo totalmente novedoso ha comenzado.
Pero esta proclamación de la multitud también prepara lo que dirán los fariseos:
la atribución al “príncipe de los demonios” del poder manifestado por Jesús. Sin
embargo, no tenemos respuestas del Señor a esta acusación. Aquí termina este
relato y se da paso a la conclusión que queda abierta a la larga narración de la
obra y palabra de los misioneros, “trabajadores de la cosecha”.
Como desde el principio, Jesús predica “la Buena Noticia del Reino” (la Buena
Noticia que es el Reino) y a su vez manifiesta esa Buena Noticia y ese Reino con
los signos de la misericordia, que revelan que Dios se ha acercado para “cargar
con los dolores” de los que sufren. La compasión es el signo distintivo de los
“signos de poder”. No son manifestaciones de fuerza autoritaria, sino compasiva.
Las enfermedades y dolencias que curará Jesús son las mismas que podrán sanar
los suyos en la unidad discursiva que viene a continuación. Es interesante notar
que el par “enfermedades” y “dolencias” no los encontramos en los evangelios
sino en Mateo, y concretamente al comienzo de la predicación de Jesús, en esta
unidad y -como lo veremos- en el envío de los Doce. Es una síntesis del
ministerio de Jesús y de sus seguidores para el evangelista. Pero otra
característica de la compasión de Jesús es el abandono que tiene el pueblo de
sus dirigentes: son como ovejas sin pastor (Num 27,17; 1 Re 22,17; 2 Cr 18,16;
Ez 34,5; Jdt 11,19). La compasión es una actitud interior que mueve activamente
ante la necesidad del otro que sufre (Mt 9,36; 14,14; 15,32; 18,27; 20,34), hace
salir al encuentro del otro, del necesitado. Es interesante que ese verbo:
compadecerse, en todo el NT se encuentra sólo en los Evangelios Sinópticos y se
aplica exclusivamente a Jesús salvo en las parábolas del “Buen Samaritano” y del
“Hijo pródigo”, donde lo aplica al Samaritano y al padre respectivamente. Por el
contrario, la actitud de los dirigentes los lleva a estar fatigados o cansados y
por el piso (abatidos, arrojados). El contraste entre la actitud de los pastores
y la de Jesús es evidente.
La predicación de la “Buena Noticia del Reino” es abundante, porque es un reino
universal, no un reino que se dirige a unos pocos, a los “dueños de las llaves”,
“pastores”, sino a todos, y especialmente a los abandonados y sufrientes
(enfermos y dolientes). Precisamente por la universalidad de la predicación de
Jesús, es importante -¡y urgente!- que llegue a todos, y cuánto antes, por eso
es necesario pedir trabajadores... No son pocas las veces que la predicación e
instauración del Reino se expresa en una imagen de siembra (el grano de mostaza,
el sembrador, el trigo y cizaña, la viña y los frutos...), y si bien el reino ya
fue sembrado por la predicación, la vida y los signos de Jesús, ese Reino
necesita desarrollarse, manifestarse, necesita ser cosechado. Para ello hacen
falta trabajadores. Pero como todas las cosas de Dios, no “funcionan” por la
capacidad y la fuerza humanas, sino que parten de la iniciativa divina. Sólo
puede trabajar para el reino quien primero fue llamado. Como los profetas, como
los apóstoles, la vocación no es un signo de dignidad, sino una iniciativa
gratuita de Dios que da el primer paso y cuenta con nuestra colaboración. Pero
de él depende ser puestos en la cosecha para trabajarla.
Reflexión:
La situación del pueblo es de angustia y dolor generalizado, y de abandono de
sus clases dirigentes; precisamente los que deberían dedicarse intensivamente a
su cuidado. La imagen de las ovejas y los pastores, que es muy frecuente en el
Medio Oriente de estos tiempos, muestra la distancia -escandalosa por cierto-
entre las necesidades del pueblo y la actitud de la dirigencia religiosa y
política. Los dirigentes se aprovechan del pueblo en su provecho, pero en lugar
de conducirlos a la vida frecuentemente los conducen a la muerte, o los
abandonan a su suerte, a merced de los lobos, precisamente.
Los seguidores de Jesús, como su mismo maestro, deben estar movidos por
“entrañas” de compasión. Desde lo más profundo de su ser deben estar preocupados
por la salud y la vida del pueblo. Deben ser todo lo contrario de estos pastores
ausentes. Y, para poder comunicar una vida como la que el mismo Jesús comunicó
en su paso por nuestra historia, como Buen Pastor, los seguidores del Señor
deben pedir ser llamados por Dios, a fin de tener, de parte del Dios de la vida,
la capacidad de comunicar esa vida regalada.
Ante un pueblo abandonado por sus dirigentes, o librado a su suerte, u oprimido,
o desentendidos de sus “enfermedades y dolencias”, los seguidores de Jesús,
movidos a compasión deben trabajar para aliviar los dolores, para orientar a los
desorientados, para “bajar de la cruz a los pueblos crucificados”. Así
seguiremos las huellas de Jesús y así seremos fieles al llamado que nos hizo
desde el Bautismo. Y sólo así, los “pastores” de hoy, dedicados a calmar los
dolores del pueblo, seguirán verdaderamente las huellas de Aquel que movido por
la compasión predicaba el Reino, y lo mostraba con sus actitudes de solidaridad
con los que sufren.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-11.
Comentario: Rev. D. Joan Solà i Triadú (Girona,
España)
«Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»
Hoy, el Evangelio nos habla de la curación de un endemoniado mudo que provoca
diferentes reacciones en los fariseos y en la multitud. Mientras que los
fariseos, ante la evidencia de un prodigio innegable, lo atribuyen a poderes
diabólicos —«Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios» (Mt 9,34)—,
la multitud se maravilla: «Jamás se vio cosa igual en Israel» (Mt 9,33). San
Juan Crisóstomo, comentando este pasaje, dice: «Lo que en verdad molestaba a los
fariseos era que consideraran a Jesús como superior a todos, no sólo a los que
entonces existían, sino a todos los que habían existido anteriormente».
A Jesús no le preocupa la animadversión de los fariseos, Él continúa fiel a su
misión. Es más, Jesús, ante la evidencia de que los guías de Israel, en vez de
cuidar y apacentar el rebaño, lo que hacen es descarriarlo, se apiada de
aquellas multitudes cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor. Que las
multitudes desean y agradecen una buena guía queda comprobado en las visitas
pastorales del Papa a tantos países del mundo. ¡Cuántas multitudes reunidas a su
alrededor! ¡Cómo escuchan su palabra, sobre todo los jóvenes! Y eso que el Papa
no rebaja el Evangelio, sino que lo predica con todas sus exigencias.
Todos nosotros, «si fuéramos consecuentes con nuestra fe, —dice san Josemaría
Escrivá— al mirar a nuestro alrededor y contemplar el espectáculo de la historia
y del mundo, no podríamos menos de sentir que se elevan en nuestro corazón los
mismos sentimientos que animaron el de Jesucristo», lo cual nos conduciría a una
generosa tarea apostólica. Pero es evidente la desproporción que existe entre
las multitudes que esperan la predicación de la Buena Nueva del Reino y la
escasez de obreros. La solución nos la da Jesús al final del Evangelio: rogad al
amo de la mies que envíe obreros a sus campos (cf. Mt 9,38).
3-12. 2004
Comentarios
Servicio Bíblico Latinoamericano
Oseas 8,4-7.11-13: Siembran viento y cosechan tempestades
El pueblo de Israel, a pesar de todas las manifestaciones de amor que ha
recibido de Dios, ha roto su alianza, porque ésta supone que Dios debe ser para
el pueblo un dios exclusivo, soberano; y además, supone también el cumplimiento
de la ley. Todo esto ha hecho de Israel un pueblo diferente a los que lo rodean,
pero si pierde su especificidad será como cualquier otro, y volverá a Egipto
para recomenzar su historia.
El Profeta llega a predicar a Samaria y se enfrenta con el pueblo que ha roto el
compromiso de la Alianza, Yahveh como único Dios,y Oseas lo manifiesta en este
capítulo lleno de símbolos que es necesario interpretar pero que son signos de
la decadencia del reino del norte.
Se nombraron reyes sin contar conmigo. Desde el primer rey, Saúl, el pueblo
necesitaba la aprobación de Yahveh, pero en el reino del norte se sucedían reyes
y más reyes que eran asesinados en rebeliones contra el trono. Zacarías, Selum,
Pecajya entre otros, han muerto a manos de sus rivales. Esa fidelidad a su único
Dios se ha roto.
Con su plata y su oro se hicieron ídolos para su perdición. Con ironía Oseas
denuncia una segunda manifestación de la ruptura de la Alianza. Samaria era un
pueblo rico por su agricultura. Sus habitantes fabricaron pequeñas imágenes de
Baal y Astarté y los consideraban, como los cananeos, los promotores de su rica
agricultura. El profeta considera que los valores del pueblo se están perdiendo
y Yahveh también pierde su lugar.
Aunque inmolen víctimas en mi honor, al Señor no le agradan. Es el problema de
un culto que no trasciende en la vida, una religiosidad popular vacía de
contenido. Esos lugares de culto no tienen valor por el sincretismo con los
baales o porque se usan para disimular los pecados. Altares que sólo han servido
para pecar, porque en sus cultos están traicionando a Dios.
Siembran viento y cosechan tempestades. Si no era un refrán en ese entonces, el
uso popular actualmente nos permite penetrar en su significado. El profeta se
refiere al culto a los baales, a la naturaleza cuya fertilidad estaba asegurada
por los baales. Pero como el viento no produce frutos naturales sino
tempestades, las preocupaciones de los habitantes de Samaria producirán sus
frutos, no de acuerdo con la alianza ni la voluntad de Dios.
En una palabra, Israel se olvidó de su Hacedor y construyó palacios, y Judá
multiplicó sus ciudades fuertes. Se preparan para la guerra y olvidan que el
futuro está en manos de Dios.
Por todo esto se puede concluir que el que arroja a Dios de su vida, el que deja
de lado esa Alianza de amor que el Señor le propone, se aparte del bien y elige
al enemigo. Israel se aproxima al juicio, bien advertido. Y nosotros, el nuevo
Israel, ¿permanecemos del lado de quienes no confían en Dios sino en sí mismos y
en el poder de las fuerzas extrañas o estamos seguros en el Dios de Jesucristo?
Oseas nos propone una serie de preguntas que nos ayudan a contestar el anterior
dilema: ¿Quiénes detectan la autoridad en nuestros pueblos? ¿Los hemos elegido
pensando en sus capacidades para regir nuestros pueblos según el plan de Dios?
¿Qué prevalece en nuestra Iglesia de hoy, autoridades que se preocupan por los
pobres, los que sufren siguiendo la opción de Dios y de Jesucristo, o también
nos podrá decir el Señor que fueron elegidos sin haber contado con él? ¿En qué
se utiliza el dinero, en elegir nuevos altares, en fabricarnos nuevos ídolos, en
algo inservible o vano? ¿Nos apoyamos en las cosas que fabricamos o en el Señor?
Estas y muchas otras preguntas nos propone el texto de Oseas de la lectura de
hoy, para ayudarnos a esclarecer si hemos roto la Alianza o si permanecemos en
ella.
Salmo 113B (115): El Señor se ha acordado de nosotros y nos bendecirá
Entre los salmos de lamentación en algunos predomina la confianza en el Señor
que acude en favor del salmista suplicante. Y este salmo es uno de ellos.
Parece que el salmo se origina cuando los israelitas estaban en el destierro en
Babilonia, y allí los paganos en tono de burla les pregunta: ¿Dónde está tu
Dios?; en tono indignado el salmista responde contraponiendo su Dios a los
ídolos de los Babilonios, de fabricación humana, que no tienen poder, ni vida,
están muertos y en quienes ellos han puesto su confianza. Sólo hay que confiar
en el Señor como lo hace el pueblo de Israel, porque Dios es su auxilio y su
escudo.
El Señor no los ha abandonado, y el pueblo está seguro de que el Señor bendecirá
al pueblo de Israel, y ellos bendecirán a Dios por siempre.
Mt 9,32-38: Rogad al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies
Como todas las acciones de milagros, ésta no puede comprenderse aisladamente
sino dentro de todo el contexto del evangelio. Una serie de milagros ha venido
presentando el evangelista que concluye con la curación del hombre mudo. Se
llega al clímax de las narraciones con la respuesta de fe y no fe y el asombro
de las multitudes que pueden llegar a ser personas de fe auténtica o ser
desviadas por la no creencia de muchos líderes religiosos.
Cuando le presentan a Jesús un hombre mudo, los que lo llevaban creían que su
enfermedad era causada por un demonio. Estar endemoniado aquí es cerrarse a la
comunicación. Israel se ha cerrado a los otros pueblos, pero Israel debe abrirse
la humanidad, renunciar al nacionalismo exclusivista y comprender que el anuncio
de Jesús es universal.
En el momento de la sanación y el hombre habla, se producen dos reacciones: las
multitudes que han seguido a Jesús y conocen sus enseñanzas, no están lejos de
la fe cuando reconocen que las acciones de Jesús no tienen precedentes en
Israel. Por otra parte, los fariseos, defensores fanáticos de la exclusividad de
Israel y de su superioridad frente a los otros pueblos afirman que lo que ha
hecho Jesús no proviene de Dios.
Contrastan estas dos actitudes: el pueblo que acepta a Jesús y los fariseos que
lo rechazan. Estos siguen mudos porque se han cerrado a toda comunicación. Con
la calumnia quieren desacreditar sus acciones liberadoras de las ataduras que
todavía conserva Israel como si quisiera volver a la experiencia de la
cautividad en Egipto.
A pesar de todo, Jesús continuaba su misión, proclamando el reino por todos los
pueblos y ciudades porque estaba convencido de que el pueblo, como ovejas sin
pastor, necesitaban de él que se compadecía de ellos haciendo el bien y curando
las enfermedades a su paso.
La imagen de la mies lista para la recolección es frecuente en los profetas, en
relación con el juicio final. En este lugar, el evangelista quiere mostrar la
urgencia que tiene la misión evangelizadora. Pero el éxito de la misión depende
solo de Dios, hay que rogarle al dueño de la mies, es decir, la misión debe
mirarse desde la perspectiva y los criterios de Dios. La oración también es
indispensable en la tarea de difundir el Evanvelio.
3-13. CLARETIANOS 2004
Queridos amigos y amigas:
Si no recuerdo mal, hay una película titulada “El secreto de la pirámide”. Y una
marca de pizzas nos decía hace un tiempo que el “secreto” estaba en la masa.
También, si no me equivoco, hay una cadena de tiendas de ropa llamada “El
secreto de las mujeres” (en inglés). Es como si, más allá de lo que se ve,
hubiera algo más o menos oculto que explicara el valor de las cosas y de las
personas que, al conocerlo, éstas se nos hacen comprensibles.
Pues bien, me parece que Mateo, en su evangelio de hoy, nos revela uno de los
“secretos” de Jesús: la compasión. “Al ver a las gentes, se compadecía de
ellas”. Seguro que tiene más, porque la figura de Jesús es inmensa. Pero cada
vez tengo más claro que la compasión es uno de sus secretos.
Ello explica, entre otras cosas, que aquella mujer excluida entrase en la casa
de Simón el fariseo a besar y ungir los pies de Jesús. Porque sabía que no iba a
ser rechazada. Intuición femenina o lo que fuera, pero captó lo que el fariseo
ni olía: la compasión de Jesús.
Una com-pasión que no mira desde arriba diciendo “pobrecitos”, sino que es capaz
de padecer-con, sentir-con, para, desde ahí, actuar. Una compasión que tiene que
ver con dejar acercarse, prestar atención, sentarse a la misma mesa, llamar por
el nombre, percibir la necesidad, arrimar el hombro, estar ahí... Una compasión
tan humana... tan divina.
Si, en una nueva versión de una especie de “El Señor de los Anillos”, la puerta
del nuevo mundo que anhelamos estuviera guardada por siete candados, uno de
ellos (o dos, o cuatro...) los abriría la llave de la compasión. Porque, como en
tiempos de Jesús, sobran juicios duros, “buenas razones”, egoísmos... (¡también
entre los que nos decimos creyentes!) y falta compasión. Sólo quien se sabe
“barro” y se aprecia como tal (Génesis 2,7) puede respetar, querer y ayudar a
moldear, sin violencias, el “barro” de los demás.
El “secreto” de Jesús puede ser también el secreto de sus amigos/as. Te invito a
mirarle a fondo, a descubrir la compasión rezumando en sus palabras y gestos...
y a practicar, haciendo tú lo mismo. Para que apunte ese otro mundo que es
posible. Mucho ánimo.
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)
3-14. DOMINICOS 2004.
Jesús es motivo de esperanza
Israel, confía en el Señor. Él es nuestro auxilio y escudo.
Casa de Aarón, confía en el Señor. Fieles del Señor, confiad en él.
¡Dichosos los que tienen su confianza puesta en manos de Dios!
No siempre nuestras personas y nuestras instituciones son motivo de esperanza, y
alientan la vida noble, pero Jesús sí lo es y siempre alienta nuestra
existencia. No siempre los ciudadanos del mundo, e incluso los cristianos,
despertamos en los demás sentimientos de confianza y seguridad, en cambio Jesús
sí lo hace. La vida de Jesús, heroica y sencilla, luminosa y denunciadora de
pecados, cercana, tierna y comprometedora, es una fuente de amor y esperanza que
hasta los hombres alejados de la fe reconocen con admiración.
En la liturgia de hoy, al mismo tiempo que vivimos experiencias espirituales
viejas, renovemos nuestra fe y confianza en el Señor. Es el único que se lo
merece.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Oseas 8, 4-7.11-13:
“Así dice el Señor mirando a su Pueblo: Ellos se nombraron un rey en Israel sin
contar conmigo, se nombraron príncipes sin pedirme consejo. Y con su plata y oro
se hacían ídolos para hundirse...
Hijos de Israel, ¿hasta cuándo os empeñaréis en estar sucios?... Yo les
manifestaba mi doctrina y ellos la consideraban extraña. Sacrifiquen,
sacrifiquen sus víctimas y cómanse la carne e irriten al Señor. Él recordará sus
iniquidades, castigará sus pecados, y volverán a Egipto”
Evangelio según san Mateo 9, 32-38:
“En aquel tiempo llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Jesús echó al demonio, y
el mudo habló. La gente decía admirada: Nunca se ha visto en Israel cosa igual.
En cambio, los fariseos decían: Éste echa los demonios con el poder del jefe de
los demonios.
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas,
anunciando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las
dolencias, y al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban
extenuadas y abandonadas...”
Reflexión para este día
No se dan buenas cosechas en campos de ingratitud.
En esta idea puede resumirse el pensamiento y denuncias del profeta Oseas. Un
pueblo que abandona a su Dios para entronizar ídolos de plata y oro en sus
templos y plazas no es digno de una providencia divina sobre él. Sus ofensas
despiertan más bien la ira que la compasión: las espigas no tengan harina; y, si
la tuvieren, que se la coman ciudadanos extraños en busca del bien.
Para nuestra vida, baste recordar que, habiendo conocido la salvación de Dios
por la justicia y el amor predicados por Cristo, sólo en la justicia y amor
encontraremos el rostro de Dios y su providencia sobre nosotros. Sólo el
desprendimiento, alcanzado con humildad y perseverante desvalorización de cuanto
no es Dios, nos dispondrá a recibir al Espíritu que habita en nosotros. No
seamos espiritualmente campo de ingratitud sino almas ansiosas de rectificar una
y otra vez la propia conducta y de volver al Señor que las convoca. Así
fructificaremos para bien todos y gloria de Dios en Cristo.
3-15.
Curación de un mudo
Fuente: Catholic.net
Autor: Misael Cisneros
Reflexión:
“Después de que expulsó al demonio, comenzó a hablar el mudo.” Así sucede con
nuestra alma: aspira dones espirituales muy elevados y nosotros la tenemos
callada con un demonio que le impide hablar todas las cosas buenas de Dios. Este
demonio seguramente es nuestro orgullo y soberbia que nos mantiene tan
irreconciliables con Dios como lo pudiesen estar la noche y el día al mismo
tiempo. Sin embargo, para superar estos obstáculos que nos impiden ser santos
sólo nos queda la esperanza de ser curados por Cristo. Sólo con su presencia
permitiremos dejar hablar a nuestra alma todas esas palabras bellas que quiere
transmitir de Dios, del perdón, del consuelo, del amor, de la paz.
Hoy día Cristo no se olvida de nosotros. Él desea seguir curando enfermos y
expulsando demonios, pero “le faltan” pies y manos, “le faltan” corazones y
bocas, “le falta” la fuerza corporal de la juventud para que todos queden sanos.
Podría permitir que el mundo se convirtiese en un instante pero no lo hace por
respeto a nuestra libertad, el don más grande después de nuestra fe.
Qué hermosa lección sacaríamos de este evangelio si nos diésemos cuenta de esta
compasión que siente Jesucristo por nosotros. Compasión de ver a tantas ovejas
sin pastor y que sienten la necesidad de recibir la salud pero que no pueden por
falta de esos pastores entregados y generosos. Pidamos a Cristo que nos envíe
hombres y mujeres que no teman dar su vida para seguir a Cristo
incondicionalmente.
3-16.
Reflexión
En esta mundo individualista en el que muchos de nuestros hermanos viven solo
para sí, sin ver a los demás, Jesús nos recuerda que no estamos, ni viajamos
solos. Jesús vio a todas estas personas que necesitaban de alguien que los
instruyera, que los ayudara a mejorar su vida a descubrir y construir el Reino
de los cielos, y dice la Escritura que: “Tuvo compasión de ellos”. Si la
evangelización, y la promoción social a la que nos invita el evangelio no
avanza, o no avanza como debería, es por que a muchos de los cristianos nos
falta “sentir compasión” de aquellos que no conocen la verdad del Evangelio,
porque solo pensamos en nosotros mismos; porque es suficiente que yo conozca a
Jesús, me reúna con mis hermanos a orar y a dar gloria a Dios sin pensar que
también nosotros somos el medio para que otros lo conozcan y lo amen; porque el
Evangelio se separa de la caridad y del servicio y esto hace que se interprete
como una filosofía. Debemos orar al Señor que envíe operarios a la mies… Sí,
pero sería más importante, al menos en estos momentos de la historia, que
oráramos para que el Señor nos haga reconocer en nosotros mismos a estos
operarios, para que el Señor verdaderamente mueva nuestro corazón a la compasión
por los demás y al celo por el evangelio.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
3-17. Fray Nelson Martes 5 de Julio de 2005
Temas de las lecturas: En adelante te llamarás Israel porque has luchado con
Dios y has salido victorioso * La cosecha es mucha y los trabajadores pocos.
1. El que luchó contra Dios
1.1 Es bien extraño le texto de la primera lectura de hoy; reconozcámoslo. Pero
no es menos extraño que la compleja relación que nuestra voluntad suele tener
con la voluntad de Dios.
1.2 Dios, nuestro Dios, nos hace fuertes para que le venzamos: esta es la gran
paradoja. Le gusta ser vencido por aquello que, si él no nos lo diera, no
tendría poder alguno sobre él. Y esto que nos da es la oración que brota de la
fe, y la compasión que brota de sabernos amados sobre toda medida.
1.3 Tales son, pues, nuestras "armas" para ganarle a Dios: orar, creer,
compadecer. No podemos tener misericordia sin asemejarnos al Rey Compasivo. Y no
podemos ser semejantes a él sin tener una participación en su poder. De este
modo la paradoja no contradice el ser divino pero sí lo revela en una dimensión
que nuestras razones nunca hubieran podido imaginar.
2. Versiones encontradas
2.1 En el evangelio, por su parte, hay dos versiones encontradas: tenemos una
multitud "maravillada" por las obras que hace Jesús, pero también hay un cierto
grupo de escépticos que ya tienen una explicación bien clara y bien razonable:
Jesús está en alianza con las tinieblas.
2.2 Dicha esa explicación, ya han quedado tranquilos estos racionalistas del
siglo I. Y eso es lo dramático y lo triste: para ellos basta explicar; es un
ejercicio que los deja cómodos dentro de ellos mismos. No dan, no les interesa
dar el paso hacia fuera, a sanar, a curar, a limpiar, a sostener al hermano que
sufre. Sólo les interesa acallar sus mentes inquietas y quedarse luego orondos
dentro de su marco de explicaciones.
2.3 Nuestra fe es exactamente lo contrario de eso. Es razonable en su
exposición, ciertamente, pero sus razones no reemplazan la fascinación por un
Dios que "salió de sí mismo." Quien tenga capacidad para celebrar esa calidad de
amor tendrá también deseos de imitarlo.