MARTES DE LA SEMANA 13ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Gn 19, 15-29

1-1.

A pesar de la plegaria de Abraham, Dios no encontró en Sodoma los diez justos que hubieran permitido salvar la ciudad. Sin embargo, Dios acepta que Lot, sobrino de Abraham, se libre del castigo.

-¡Levántate! Toma a tu mujer y a tus dos hijas: no vayas a ser barrido por el castigo a la ciudad.

El relato de la destrucción de Sodoma, surgió sin duda a consecuencia de un cataclismo natural -como suele haberlos hoy también- y que arrasó una ciudad del valle del Jordán. Los redactores de este relato, utilizando de nuevo una leyenda popular le insuflaron una «significación» de Fe: el tema de la «huida de una ciudad» es un tema importante a lo largo de la Escritura. En el contexto rural que era el del conjunto del Pueblo de Israel, la «ciudad» era considerada como la estancia del mal y del pecado. Abandonar una ciudad, huir de ella, es reconocer su maldad, es «convertirse». Los hebreos serán así invitados a abandonar las ciudades monstruosas de Egipto (Éxodo 1, 11), y luego, de Babilonia, símbolo de la perversión pagana (Isaias 48, 20; Apocalipsis 18, 4). La huida de los discípulos de Cristo fuera de Jerusalén (Mateo 24, 16-20) reviste el mismo significado.

Ayúdanos, Señor, a saber «interpretar» todos los acontecimientos, todas las situaciones a la luz de la Fe. En su última Carta apostólica, el Papa Pablo VI aporta una apreciación matizada al fenómeno moderno de la urbanización. «En lugar de favorecer el encuentro fraternal y la mutua ayuda la ciudad desarrolla las discriminaciones y las indiferencias y se presta a nuevas formas de explotación y de dominio... Las fachadas esconden muchas miserias que los vecinos más próximos ignoran; y abundan otras miserias en que la dignidad del hombre falla: delincuencia, criminalidad, droga, erotismo...» El texto del Génesis se pronunciaba ya contra la ciudad de Sodoma para «poner un dique» a prácticas sexuales aberrantes.

-Mostraste, Señor, gran misericordia conservándome la vida.

Dios quiere «salvar». Este es otro tema de toda la revelación.

Así, Señor, si todavía HOY juzgas y condenas el anonimato, la promiscuidad, la malsana incitación de nuestras Sodomas modernas, lo que siempre quieres es «salvar» más que destruir.

Y esperas sin duda que los cristianos con otros muchos hombres de buena voluntad, actúen en nuestras ciudades y asuman responsabilidades a fin de inventar nuevos estilos de relaciones humanas, para que todos puedan realizarse. Señor, te ruego por...

-La mujer de Lot miró hacia atrás y se convirtió así en columna de sal.

La leyenda popular debió de explicar así la existencia de una roca de forma caprichosa, en la región estéril y salada del mar Muerto. El autor sagrado aprovecha este hecho para introducir una lección: el evangelio también nos repetirá que «no hay que mirar atrás» (Marcos 13, 16; Lucas 9, 62). «Que quien esté en el campo, no vuelva por la capa.» «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no es apto para el Reino de Dios.»

Es ésta una ocasión suplementaria para poner de relieve la profunda correspondencia entre el antiguo y el Nuevo Testamento. A pesar de grandes diferencias en los modos de expresión y en las situaciones concretas, humanamente... es siempre el mismo Dios el que nos habla. La historia de Abraham es un evangelio vivido por adelantado. Y por medio de esos relatos, Tú, Señor, nos hablas HOY.

Ayúdanos a no «retroceder», a no «mirar atrás»... a no echar de menos lo que nos mandas dejar. De esta manera los primeros apóstoles «abandonaron las redes» para seguir a Jesús.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 154 s.


2.- Am 3, 1-08; 4, 11-12

-Escuchad esta palabra que pronuncia el Señor contra vosotros, hijos de Israel: "De todas las familias de la tierra solamente a vosotros conocí; por eso os pediré cuenta de todas vuestras iniquidades".

Ningún pueblo escapará a la justicia de Dios. Y Amós afirma con un vigor no superado, la igualdad de todas las razas y de todas las naciones ante la justicia y la misericordia de Dios. Hay que leer (Amós 1, 3 a 2, 3) la lista de los crímenes de Damasco, de Gaza en Filistea, de Tiro en Fenicia, de Edom, de Ammon y Moab... vecinos paganos. Todos deberían obrar según su conciencia. Lejos de ser un privilegio, la elección particular de Israel es una mayor responsabilidad. Amós invita a profundizar la idea de Alianza: maestro de todos los pueblos, fiador de todas las conciencias humanas, Dios eligió un pueblo para que fuera el «testigo» de una cierta concepción de la existencia.

Llevo a la oración mi responsabilidad particular procedente de las gracias de elección con las que he sido colmado. Jesús dirá también lo mismo: «Yo os lo digo, en el Día del Juicio, habrá menos rigor para Sodoma, que para ti. » (Mateo 11, 24). Dios es coherente en sus ideas: Amós anuncia a Jesús.

-Ha hablado el Señor: ¿quién podría rehusar ser su profeta?

Seguramente debieron de preguntar a Amós: «después de todo, ¿quién nos prueba que hablas en nombre de Dios?» Amós responde afirmando muy firme, cuánto tiene su vocación de inesperado y de irresistible. Cuando Dios habla, ¿quién podría resistirle?

Señor, danos esa convicción fuerte como una evidencia, de que eres Tú quien nos llama en ciertos momentos de nuestras vidas. En lugar de quedarnos en el nivel elemental y banal del azar, de las influencias psicológicas, de los condicionamientos de la herencia o del medio... haz que sintamos, Señor, todo lo que hay de trascendente en ciertas llamadas que oímos, en unos compromisos que nos solicitan. Efectivamente, nada menos que el Señor Dios es quien nos habla en esos instantes: ¿quién podría rehusar su llamada?

-¿Ruge el león en la selva, sin que haya presa para él? ¿Cae el pájaro en el lazo sin que haya un cebo que le atraiga? ¿Suena el cuerno en una ciudad sin que se alarme el pueblo? ¿Llega el infortunio a una ciudad sin que el Señor sea el autor? El león ha rugido, ¿quién puede no espantarse? Dios ha hablado, ¿quién podría rehusar ser su profeta?

Imágenes vivas, inolvidables. Es realmente la experiencia de un hombre que ha hallado a Dios. Amós no dice "cómo" sucedió. Dice la impresión que le quedó grabada: la llamada de Dios, lo que ha sido tan fuerte para él como un rugido de león, como un cuerno que suena, como una trampa que se dispara. En cuanto a mí, ¿cuál es mi vocación? ¿Qué "rugido" de Dios he percibido? ¿Qué hay de irresistible en mi vida? ¿A qué tiendo a resistirme? ¿Qué es lo difícil? La dificultad es a veces señal del deber.

-¡Prepárate Israel a encontrar a tu Dios!

En lugar de la palabra «Israel» puedo poner mi propio nombre. «¡Prepárate... a encontrarte con tu Dios!» Dios no habita en lo alto, allá lejos. Se le encuentra en cada llamada de nuestra conciencia, en el hondón mismo de nuestras vidas. Cada instante nos trae una voluntad, un querer del Señor. ¡Prepárate a encontrarte con tu Dios! En la vida corriente se puede esquivar ese "encuentro", o bien no darse cuenta. ¡Cuán hábiles somos a cerrar los ojos y los oídos!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 154 s.


2-2. /Am/03/01-15

Amós es uno de los profetas que expresa con más eficacia el carácter absoluto de la llamada divina. Por otra parte, vivir significa para el profeta de Tecua ser solidario del misterio de Israel. Entre él y sus contemporáneos se establece un contraste de visión respecto al tiempo bíblico. Mientras que la gran mayoría del pueblo considera que la historia de salvación está ya terminada, construida, Amós insiste en la necesidad de construirla en cada momento, porque la historia de salvación está abierta a Dios y a la responsabilidad de los hombres. Este desacuerdo en la visión hace que la profecía se experimente como una injerencia incómoda y como un escándalo en el interior de la comunidad.

Para legitimar su derecho a proclamar el juicio de Dios, el profeta dirige a sus oyentes una serie de preguntas, ninguna de las cuales puede ser contestada negativamente. El antiguo pastor de Tecua solicita así, de una forma casi mayéutica, la atención y el asentimiento de su auditorio. Habiendo admitido la imposibilidad de negar la indisoluble conexión entre una serie de fenómenos bien conocidos, los destinatarios han de conceder igualmente la relación de causa y efecto entre el ser llamado y el profetizar. La palabra de Dios es tan imperativa como el rugir del león: «Rugiendo el león ¿quién no temerá?

Hablando el Señor, ¿quién no profetizará?» (v 8). El paso de la palabra divina a la historia se da en el mismo momento en que el profeta recibe la revelación. El profeta es uno de estos creyentes a quien Dios no confía únicamente un mensaje, sino su propia «preocupación»; no es únicamente un portavoz de Dios, sino su partidario y confidente. Es un creyente auténtico, no de fe endeble y vacilante. Asume su parte del misterio divino. El aspecto carismático del nabí (llamado) estriba en su inmediatez con Dios: el profeta es el hombre de Dios. A partir de aquí la palabra divina que transmite no es simplemente mensaje, sino también agente de grandes acontecimientos de la historia de este Dios que ha venido, que viene y que vendrá para salvar al hombre.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 732 s.


2-3. /Am/04/01-13

Una de las denominaciones más significativas dadas al profeta es «hombre de querella» ('îsh rîv). Lo que esto puede significar nos lo dice Os 4,1ss: «Oíd la palabra de Yahvé, hijos de Israel: el Señor pone pleito a los habitantes del país, porque no hay verdad, ni lealtad, ni conocimiento de Dios en el país. Perjuran, mienten, matan, roban, adulteran, oprimen, y la sangre se sucede a la sangre... Pero nadie protesta, nadie reprende».

Cuando Amós aparece súbitamente como un relámpago de tormenta en un mundo de refinada crueldad, sus palabras firmes y rigurosas nos dibujan la fisonomía de uno de los más valerosos hombres de querella del AT. Es él quien introduce en el profetismo la espontaneidad dinámica y valiente, desconocida desde la desaparición de Elías. Otros profetas maduraron a la sombra de un maestro; Amós conoce solamente la feroz llamada de Dios, que lo arrastra a hacer sentir sus exigencias en el corazón de la ciudad y a restituir la totalidad de una obligación: la alianza. Sus palabras están llenas de indignación moral: no condenan el progreso humano, sino el orgullo y la injusticia. Amós interpela a las mujeres de Samaría, comparándolas al ganado de la raza de Basán, meseta de Transjordania, famosa por sus bosques de encinas y por sus pastos, lugar donde crecían las vacas gordas que le recuerdan las voluminosas damas de la alta y corrompida sociedad israelita.

MUJER/CODICIA: Con este cumplido sarcástico, el pastor de Tecua arremete contra estos gavilanes femeninos, que con sus seductoras astucias susurran eficazmente al oído del marido: «trae de beber» (v 1). El profeta descubre en la codicia insaciable de las mujeres una de las causas determinantes de las injusticias sociales, origen de una pobretería que constituye el ágape seductor de los traficantes sin moral. En los vv 4-5 continúa la invitación sarcástica a participar en un culto en el cual puede hallarse todo menos a Dios, que lo rechaza distanciándose, tal como lo resaltan los adjetivos posesivos: «vuestros sacrificios», «vuestros diezmos». Amós es iconoclasta contra los que combinan ritualismo e iniquidad: denuncia la corrupción de la idea de pueblo escogido al identificar elección con favoritismo. El profeta denuncia el intento de convertir a Dios en el gran encubridor de las clases corrompidas, el intento de legitimar los privilegios, la expoliación, el afán de apoderarse de Dios para esclavizar al hombre.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 733 s.


3.- Mt 8, 23-27

3-1.

 VER Par DOMINGO 12B  MIGRO/TEMPESTAD


3-2.

-Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron.

La palabra "seguir" es aquí un término clave que encaja con el episodio precedente: por dos veces, antes del momento precisó de subir a la barca, Jesús, con plena conciencia de los riesgos y renuncias a los que hay que atenerse, dijo: "Seguidme".

¿Hacia qué aventura "embarcas" a tus discípulos?

-De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas.

El texto griego dice: "He aquí que sobrevino un gran seísmo". Un seísmo: uno de esos temporales violentos que hace temblar la tierra y que en suelo firme ya resulta ser horroroso, pero en una frágil barquilla es, con toda propiedad, algo alucinante. Las tempestades del Lago de Galilea tienen fama por ser súbitas y muy violentas: los vientos, forzados por las montañas que encajonan el lago, soplan a ráfagas sobre el agua y ponen en gran peligro cualquier embarcación que desgraciadamente se encuentre allí.

-Y Jesús dormía.

Lo inverosímil de ese detalle ilustra de maravilla el simbolismo que quiere subrayar: sí, es difícil creer en Dios...

¡Dios duerme!... Dios parece callar... Dios no toma de su mano su propia causa... ¿por qué no se manifiesta para calmar las "tempestades", en las que su Iglesia parece próxima a naufragar? ¿Por qué, Señor no intervienes en mi vida para salvarme de tal o cual cosa?

Ruego, hago oración. partiendo de estas situaciones de las que quisiera librarme.

-Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: "Sálvanos, Señor, que nos hundimos".

Es preciso, a veces, gritar así. Cuando no hay solución...

Cuando fallan las propias fuerzas... Cuando nuestra experiencia -¡eran marineros!- es irrisoria e inútil.

No queda hacer mas que esto: elevar el corazón, clamar a Dios. Es el último recurso.

-Jesús les dijo: "¿Por qué tenéis miedo? ¡Que poca fe!" Es el núcleo de este relato: "hombres de poca fe"... Jesús apela a la fe. Jesús se extraña. Jesús da confianza: "No tengáis miedo" Para "seguir" a Jesús, la Fe es condición esencial. Las exigencias, las renuncias no se comprenden más que en una perspectiva de Fe. Y cuanto mas humanamente desesperada y sin salida sea la situación más necesaria es la Fe.

¿Por qué no te manifiestas? ¿Por qué no intervienes, Señor?...

¿Y si la respuesta a esas preguntas se encontrara, precisamente, en la llamada de Jesús a la Fe? Hay situaciones extremas para las que todo apoyo humano desaparece: entonces uno se siente solicitado, arrastrado por la fe. De todos modos, cuando la muerte se aproxima, ¡no hay más solución que ésta! Pero, en el curso de la vida de todo hombre o mujer, hay otras muchas situaciones en las que la fe es el único recurso, el único medio de evitar el pánico desequilibrante: abandonarse a Dios... confiar en Dios...

No tengáis miedo... creced en vuestra Fe... id más lejos...

-Entonces Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago y sobrevino una gran calma. Aquellos hombres se preguntaban admirados: "¿Quién será éste que hasta el viento y el mar le obedecen?"

San Mateo subraya que Jesús tiene en sus manos el poder creador de Dios. Todo le obedece: las enfermedades, los demonios, los elementos.

Durante todo el día quiero mantener esa escena ante mis ojos: la tempestad, el sueño de Jesús, el grito de sus amigos, la llamada a una fe más grande y la paz que procede de la fe.

Cuando todo parece contrario o contradictorio, Jesús está, sin embargo, allí, y en mi barca... en la barca de la Iglesia...

¡Señor, suprime todo temor y todo miedo en mí!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 46 s.


3-3.

1. (Año I) Génesis 19,15-29

a) El castigo de Dios sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra se ha convertido en el prototipo de castigo contra la corrupción y la maldad.

La destrucción de estas ciudades, que se hallaban cerca del Mar Muerto, seguramente se debe a algún fenómeno natural: el fuego, un terremoto o, tal vez, una erupción, en un terreno que presenta características de tipo volcánico. Pero la intención religiosa del Génesis lo atribuye toda al juicio de Dios, que condena la maldad de sus habitantes. Así sucede muchas veces en la Biblia, como cuando se justifica la destrucción de Babel o de Babilonia o de Jerusalén.

La tradición de la «estatua de sal», en la que se ha convertido la esposa de Lot, probablemente también se originó en alguna caprichosa formación rocosa y salina de la zona, interpretada popularmente como la figura de una mujer. Aquí se presenta como consecuencia de haber «vuelto la mirada atrás», cosa que el ángel les había prohibido.

b) Si queremos salvarnos, debemos abandonar Sodoma, nuestra particular vida de pecado o de vida superficial.. A Lot y a su familia les costó decidirse. Se tuvieron que poner fuertes los ángeles enviados por Dios, porque no estaban convencidos de que necesitaran ser salvados. La mujer cayó en la tentación de mirar atrás. Siempre nos puede la comodidad, la costumbre, la inercia. El mismo Jesús nos dio el aviso, invitándonos a la fidelidad y a la decisión: «Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará» (Lc 17,32-33).

Estamos en medio de un mundo que, ciertamente, no nos ayuda a vivir en cristiano, sin llegar siempre a la depravación moral de Sodoma, y sus criterios van a menudo en dirección contraria al evangelio.

En nuestra lucha contra el mal y en nuestro seguimiento de Cristo, deberíamos ser más decididos. Jesús nos advirtió más de una vez que no miráramos atrás: «nadie que pone su mano en el arado y vuelve la vista atrás, es apto para el Reino de Dios» (Lc 9,62).

No vaya a ser que merezcamos el reproche que Jesús hizo a sus contemporáneos: «y tú, Cafarnaúm, te hundirás: porque, si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy» (Mt 11,23).

1. (Año II) Amós 3,1-8:4,11-12

a) El profeta Amós se encara valientemente con los dirigentes del pueblo israelita: «os tomaré cuentas por vuestros pecados... Prepárate a encararte con tu Dios». Dios les exige más que a los demás pueblos, porque también ha multiplicado con ellos, más que con ningún otro pueblo, sus signos de predilección.

El profeta no puede callar, porque Dios le ha mandado hablar. Para justificar esto, Amós, con su lenguaje de hombre de campo, encadena una serie de binomios lógicos de causa y efecto: así como un león que ruge muestra que ha conseguido una presa, o un pájaro que cae es porque había una trampa, o una trompeta que suena produce alarma en todo el pueblo, así también el profeta. Si Dios se lo manda, no puede dejar de denunciar el mal: «habla el Señor, ¿quién no profetiza?».

Por eso denuncia Amós los males de su época. Es un «profeta de la justicia social».

Como dice el salmo, dirigiéndose a Dios, «tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped: al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor».

b) Los cristianos podemos merecer unos reproches como los de Amós, con más motivos todavía que los de Israel, si no somos fieles a Dios.

Los israelitas eran duros y no se convertían. Ni siquiera el escarmiento de la catástrofe sufrida por Sodoma y Gomorra les duró mucho tiempo. Y nosotros ¿no tendríamos que escuchar el aviso del profeta: «os tomaré cuentas por vuestros pecados... prepárate a encararte con tu Dios?».

¡Cuántas voces proféticas nos llegan a nosotros! La Palabra de Dios nos llama a serle más fieles, y Dios nos ofrece su reconciliación en los sacramentos, y los pastores de la Iglesia repiten sus llamadas en favor de los valores del evangelio, y podemos ver múltiples ejemplos de integridad y generosidad en tantas personas que nos rodean. ¿Les hacemos caso o les prestamos oídos sordos? A nadie le gusta que le recuerden sus fallos. Pero tenemos que ser sinceros y oír lo que Dios nos dice: «Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel».

Ser cristianos -o religiosos, o sacerdotes- no es garantía de salvación. Cuanto más hemos recibido, más se nos exigirá. Ojalá podamos decir, con el salmo, a la vez que rechazamos la maldad de los cínicos de este mundo: «pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con toda reverencia».

2. Mateo 8,23-27

a) De hoy al jueves escuchamos otra serie de milagros de Jesús: hoy, el de la tempestad calmada.

En el lago de Genesaret se forman con frecuencia grandes temporales (la palabra griega «seismós megas» apunta a un «gran seísmo», a un maremoto). Los apóstoles quedaron aterrorizados, a pesar de estar avezados en su oficio de pescadores.

Despiertan a Jesús, que sigue dormido -debe tener un gran cansancio, un sueño profundo y una salud de hierro- con una oración bien espontánea: «Señor, sálvanos, que nos hundimos». Y quedan admirados del poder de Jesús, que calma con su potente palabra la tempestad: «¿quién es éste? hasta el viento y el agua le obedecen».

b) Seguir a Jesús no es fácil, nos decía él mismo ayer. Hoy, el evangelio afirma brevemente que cuando él subió a la barca, «sus discípulos lo siguieron»; pero eso no les libra de que, algunas veces en su vida, haya tempestades y sustos.

También en la de la Iglesia, que, como la barca de los apóstoles, ha sufrido, en sus dos mil años de existencia, perturbaciones de todo tipo, y que no pocas veces parece que va a la deriva o amenaza naufragio.

También en nuestra vida particular hay temporadas en que nos flaquean las fuerzas, las aguas bajan agitadas y todo parece llevarnos a la ruina.

¿Mereceríamos alguna vez el reproche de Jesús: «cobardes, ¡qué poca fe tenéis!»?

Cuando sabemos que Cristo está en la barca de la Iglesia y en la nuestra; cuando él mismo nos ha dicho que nos da su Espíritu para que, con su fuerza, podamos dar testimonio en el mundo; cuando tenemos la Eucaristía, la mejor ayuda para nuestro camino, ¿cómo podemos pecar de cobardía o de falta de confianza?

Es verdad que también ahora, a veces, parece que Jesús duerme, sin importarle que nos hundamos. Llegamos a preguntarnos por qué no interviene, por qué está callado. Es lógico que brote de lo más íntimo de nuestro ser la oración de los discípulos: «sálvanos, que nos hundimos».

La oración nos debe reconducir a la confianza en Dios, que triunfará definitivamente en la lucha contra el mal. Y una y otra vez sucederá que «Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma».

«Yo camino en la integridad, sálvame, ten misericordia de mi» (salmo I)

«Señor, guíame con tu justicia, yo entraré en tu casa con toda reverencia» (salmo II)

«Señor, ¡sálvanos, que nos hundimos!» (evangelio)

«Jesús se puso en pie y vino una gran calma» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 92-96


3-4.

Primera lectura : Amos 2, 6.13-16 Oprimen contra el polvo la cabeza de los míseros.

Salmo responsorial : 49, 16bc-17.18-19.20-21.22-23 Atención los que olvidan a Dios.

Evangelio : Mateo 8, 23-27 Sígueme.

La narración de un milagro implica siempre la relectura de un acontecimiento desde la fe. Y en este proceso de relectura no es fácil decir qué corresponde al acontecimiento original y qué al simbolismo que le añade la fe que lo interpreta. De todas formas, un milagro es esa bella síntesis donde la historia, la libertad, la fe y la gracia se unen para manifestar el amor de Dios y todas las implicaciones que él conlleva. Leído desde la cronología de la vida diaria, este relato es una bella historia de compañerismo: Jesús, campesino que no tiene experiencia del mar, es simplemente lógico que se asuste o se duerma al montarse en una barca. Y es también apenas lógico que en caso de peligro haga lo que pueda por ayudar a sus compañeros.

Pero, leída esta narración desde la fe, la cosa cambia. Ya no son los compañeros que transportan a un amigo, sino el mismo Dios que viaja en la misma barca... Y ya no es un puñado de compañeros, sino la representación de la misma iglesia... Y no se trata de una tempestad cualquiera, sino de los acontecimientos históricos que ponen en peligro la vida de la comunidad cristiana... Y lo que en un momento los discípulos pudieron haber leído como un suceso de dominio de las energías de la naturaleza, se convierte en un acontecimiento casi cósmico, en el que el mar y la naturaleza le obedecen a Cristo, como se relataba en el A.T. acerca de Yahvéh.

Aquí no hay exageración, ni mucho menos mentira. Hay sencillamente un descubrimiento, desde la fe, del significado hondo de las cosas. Es que un milagro es precisamente esto: el llegar a descubrir y admirar la presencia honda, secreta y misteriosa de Dios en nuestra vida. Para quien tiene fe viva, la vida está llena de este sobrenatural que es lo más natural en el diario vivir del cristiano. El sobrenatural no es una imaginación, sino la gran verdad de la vida humana. Quien no tenga ojos de fe, no descubrirá nunca las bellezas de lo simbólico y de lo liberador que encierra un milagro bíblico.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

El texto de Amós que leemos hoy posee un gran vigor literario. Engarza siete preguntas que son como siete truenos para despertar al pueblo de su modorra e invitarlo a la conversión. Casi podríamos decir que son un anticipo de la tormenta que nos narra Mateo.

Este relato de tormenta está íntimamente conectado con el fragmento de ayer. El que quiera seguir a Jesús debe estar dispuesto a correr su misma suerte. Ahora bien, en medio de las pruebas no debe olvidar que Jesús está a su lado para ayudarle a no sucumbir. El relato de la tempestad calmada ha tenido muchas interpretaciones alegóricas. A menudo la barca se ha entendido como figura de la iglesia que navega en la historia, zarandeada por dificultades de todo tipo, pero, en último término, confiada en la fuerza de su Señor. Hoy, sin embargo, no me he sentido atraído por esta interpretación sino que me he detenido en dos humildes palabras del relato de Mateo. Parecen insignificantes, pero han tirado de mí. Estas dos palabras son: "él dormía". He meditado varias veces en el sueño de José, por ejemplo, pero nunca se me había ocurrido meditar en el sueño de Jesús.

Quiero imaginar la escena. Jesús sube a la barca con sus discípulos y, en un momento determinado, acusa el cansancio y se duerme. Tan profundo es su sueño que ni siquiera percibe la tempestad que se ha desatado en el lago. El texto dice que los discípulos "se acercaron y lo despertaron". Jesús se duerme, no sólo porque está agotado, sino también porque se fía de los suyos, los considera expertos en navegación. Es curioso este dato: Jesús se fía de los suyos y los suyos, sin embargo, no acaban de fiarse de él.

Me parece una metáfora de nuestra situación actual. Jesús nos ha concedido su Espíritu y se fía de nosotros. Nos ha encargado pocas cosas: "Amaos", "Haced esto en memoria mía", "Dadles vosotros de comer". Nosotros, sin embargo, cuando experimentamos pruebas, en seguida nos ponemos nerviosos, nos lanzamos a multiplicar los análisis, repartimos responsabilidades y, lo que es peor, comenzamos a desconfiar: "Esto no tiene futuro", "Todos se meten contra nosotros", "El mundo va de mal en peor". Jesús duerme porque se fía de nosotros. Pero si nosotros no nos fiamos de él no tendremos más remedio que despertarlo y decirle con claridad: "Señor, sálvanos, que perecemos". Es probable que de vez en cuando necesitemos comprobar que el mismo que duerme plácidamente tiene poder para levantarse, increpar a los vientos y al lago y producir una gran calma.

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-6. DOMINICOS 2003

Lenguajes peligrosos
Hoy leemos en la liturgia un texto del Génesis sobre la destrucción de Sodoma y Gomorra: dos ciudades cercanas al Mar Muerto, terriblemente castigadas por Dios por sus maldades incorregibles.

En la Biblia, como conjunto de libros religiosos de muy diverso corte, es frecuente hablar siguiendo un esquema de discurso religioso, creyente, como éste: obra buena de la creación por Dios, perfección del hombre responsable en el seno de la creación, infidelidad persistente del hombre libre que se hace pequeño dios y señor, castigo de la maldad por medio de sequías, diluvios, hambre, guerras, destierros, fuego, destrucción.

Pero esa cadena de hechos un increyente o un científico pueden considerarla silenciando la acción creadora y correctora de Dios. Podrían decir: La obra del mundo es un hecho, está a la vista con sus perfecciones y sus limitaciones Como es obra imperfecta, en el mundo-naturaleza hay catástrofes, inundaciones... Y a esas imperfecciones los hombres añadimos desorden, injusticias, manipulaciones Consecuencia de ello es que con frecuencia nos hacemos víctimas de nuestros males.

Preguntémonos: ¿En qué medida los hombres, cuidando la Ecología, contribuiríamos a que la vida sobre la tierra fuera más sana y limpia..., y cuidando la conciencia moral, social, religiosa, contribuiríamos a que la vida en la intimidad de familias, personas, pueblos, fuera más feliz, pura, noble, justa, honrada? He ahí el interrogante que día a día debe preocuparnos e influir en el programa de nuestra existencia y convivencia.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, Tú nos hiciste a los hombres para que vivamos prudente, feliz y dignamente sobre la tierra; Tú nos diste inteligencia para comprender que nuestra existencia es bella y también probada, es gozosa y también ardua, es personal y también social y necesitada de mutua ayuda; haznos solícitos cuidadores contigo del cosmos y de los hombres, de los cuerpos y de los espíritus, solidarizándonos en las adversidades, evitando guerras y hambres, inculturas y falta de sentido. Amén.



Palabra de Dios
Génesis 19, 15-29:
“En aquellos días los ángeles urgieron a Lot: Vamos a tomar a tu mujer y a tus dos hijas para que no perezcan por culpa de Sodoma. Y como no se decidía, las agarraron de la mano..., las sacaron fuera de la ciudad... y dijeron a la mujer: Ponte a salvo, no mires atrás, no te detengas en la vega, ponte a salvo en los montes. Lot respondió a los ángeles: por favor..., yo no puedo salvarme en los montes, la desgracia me alcanzará... Ahí cerca hay una ciudad pequeña donde puedo refugiarme y salvar la vida; y el ángel accedió... Luego el Señor hizo llover desde el cielo azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra...”

Este texto nos da a entender, por un lado, que la iniquidad de los hombres merece ser castigada, y esto no porque Dios sienta sed de venganza, sino para que nos corrijamos; y, por otro, que a Dios le place la cautela y vigilancia sobre sus fieles.

Evangelio según san Mateo 8, 28-34:
“Un día subió Jesús a la barca, y los discípulos lo siguieron. De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas. Él dormía. Los discípulos lo despertaron gritándole: ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos! Él les dijo: ¡Cobardes! ¡Qué poca fe! Se puso en pie, increpó a los montes y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban: ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!”

Un nuevo signo de la colaboración del Señor con los hombres: Jesús, el Hijo de Dios, parece dormido, pero eso no significa falta de interés o despreocupación por nosotros; le gusta que acudamos a él, y no nos oculta la debilidad de nuestra confianza en su amor y poder. ¡Qué grande es el poder del hombre de fe profunda!



Momento de Reflexión
Dios nos quiere salvados del fuego y azufre.
No es fácil entender la teología del amor y la teología del fuego y azufre. El autor sagrado hace un esfuerzo por presentar el rostro humano de la ingratitud y pecado: rostro de desprecio, de pasiones desencadenadas, de egoísmos inmisericordes, de autosuficiencias que se engañan a sí mismas, de manipulación e injusticia... Y todo ello merece ser calcinado por una especie de ira vengadora que ponga las cosas en su punto y sensatez.

Pero ¿cómo aplicar al corazón de Dios, al amor divino, a la voluntad salvífica, esa figura y expresión humana? Dios no manda fuego y azufre. El fuego y el azufre simbolizan las consecuencias de la maldad que acaba siendo víctima de sus propias obras. Escuchemos, pues, la voz del ángel, de la conciencia, y salgamos de la ciudad del pecado, es decir, del mal vivir, para hallarnos a salvo, en manos del Señor, de la fe, de la gracia.

Admiración ante la ternura y el poder de Jesús.
Muchas veces nos puede suceder en la vida que, sintiéndonos unidos a Cristo, nos creamos defendidos de cualquier adversidad, viento, tormenta, zozobra. Nos engañamos. Aunque Cristo esté siempre a nuestro lado, Él no actúa como un aparato de seguridad, como una célula sensible que se altera mecánicamente y nos alerta del peligro.

Somos nosotros quienes hemos de experimentar nuestra pequeñez y debilidad ante los peligros, y quienes hemos de acudir al regazo y al poder o gracia del Señor para sentirnos fuertes a su lado, en su confianza.


3-7. CLARETIANOS 2003

La destrucción de Sodoma y Gomorra, mediante una lluvia de azufre y fuego digna de Spielberg, no parece un buen relato para comenzar la temporada estival. Sodoma y Gomorra son dos nombres que usamos, incluso en el habla coloquial, como símbolos de perversión y maldad. Hay personas que consideran que nuestra sociedad occidental padece el síndrome de estas ciudades bíblicas. Para ratificarlo enumeran todos los vicios imaginables. Desearían que también hoy lloviera azufre y fuego para purificar tanto mal.

El relato evangélico nos ofrece otra perspectiva. Ante el fuerte temporal que sacude la barca en la que navega Jesús con sus discípulos, la reacción de Jesús no es el castigo violento. El texto de Mateo dice: Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Jesús aparece como el señor de todo. No es extraño que los suyos exclamen asombrados: ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!

La manera antigua de reaccionar contra el mal exige indignación ética y violencia. La manera nueva que Jesús propone exige fe y calma. He ahí la gran diferencia.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-8. 2002

COMENTARIO 1

vv. 23-24: Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.

Los discípulos siguen a Jesús, aceptando el itinerario hacia los paganos. Mt utiliza un término extraño para designar el temporal: «seismo», que se aplica a los terremotos (cf. 24,7; 27,54; 28,2). In­sinúa así el sentido particular de la tempestad. La presencia de la barca que lleva a Jesús y a los discípulos produce el «terremoto»; es como si en el mar temblara la tierra. La barca y sus ocupantes están en peligro.

El termino «seismo/terremoto», que no se aplica al mar, señala la oposición al viaje de Jesús y los discípulos; simboliza la resis­tencia del paganismo a la misión.

v.25: Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: -¡Sálvanos, Señor, que perecemos!

Mateo no ha señalado que Jesús se echara a dormir. Sin embargo, los discípulos lo encuentran dormido. El sueño de Jesús, que sim­boliza su ausencia, indica solamente que los discípulos no son conscientes de su presencia hasta el momento del peligro.

vv. 26-27: E1 les dijo: -¿Por qué sois cobardes? ¡Qué poca fe! Entonces se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. 27Aquellos hombres se pre­guntaban admirados: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obe­decen?

El miedo de los discípulos ante la resistencia del paganismo muestra su falta de fe. Jesús se dirige a ellos antes que a la tempestad, cuya causa eran «los vientos» y el mar. Se admiran «los hombres», término contrapuesto a «el Hijo del hombre / el Hombre» (v. 20); son los que aún no poseen el Espíritu y, en la estrechez de su experiencia, no pueden comprender al Hombre-Dios. Su pregunta es una puerta para la fe.

La perícopa presenta numerosos paralelos con la siguiente, don­de Jesús libera a los endemoniados gadarenos. Estos salen a su encuentro como si esperasen su llegada, quieren impedir su acción y le suplican que no los atormente.

Todo esto supone que la tierra de los gadarenos sabía ya quién llegaba y para qué. Nótese, además, el paralelo entre «los vien­tos» (v. 26) y los «demonios» que expulsará Jesús (v. 31). Estos datos confirman que la tempestad que se opone a la ida de Jesús a Gadara representa la resistencia y oposición del paganismo a re­cibir el mensaje de Jesús. Son «los demonios» del país pagano los que provocan la tempestad para impedirlo. En este enfoque se explica también el pánico de los discípulos, que han seguido a Jesús en la misión (v. 23). Esta les parece superior a sus fuerzas. Ante la hostilidad del paganismo, la comunidad de Jesús (la barca) parece que va a ser destruida. La presencia de Jesús, sin embargo, aunque aparentemente inactivo («dormir» puede significar el tiem­po después de su muerte (cf. 9,24), basta para asegurar la persis­tencia de la comunidad. La acción de calmar los vientos y el mar está, por tanto, en paralelo, con la expulsión de los demonios en el episodio que sigue. Los discípulos no comprenden aún la calidad del Hombre-Dios.


COMENTARIO 2

Las dificultades y peligros que amenazan a toda vida cristiana suscitan sentimientos de desconfianza en los integrantes de la comunidad que pueden ver peligrar la propia existencia. Se hace necesario, por tanto, recrear a cada instante el sentimiento de confianza, capaz de triunfar sobre las amenazas del mal mediante la fe en la persona de Jesús.

El texto dirige la atención hacia una barca a la que sube Jesús y, en su seguimiento, también los discípulos, cumpliendo lo afirmado en el v.18 que “dio orden de pasar a la orilla de enfrente”. De dicha barca se dice que corre el riesgo de sucumbir al punto que “desaparecía entre las olas” como consecuencia de un gran temporal o “terremoto” que se produce en el mar.

Se trata entonces de una oposición que encuentran los discípulos en su viaje hacia el país pagano, situado en la orilla de enfrente del lago y, por tanto, el “sismo” mencionado quiere significar las resistencias que encontrarán Jesús y sus discípulos en su anuncio misionero en país pagano. Jesús, a pesar del peligro duerme y su sueño es expresión de una confianza a toda prueba que se subraya en contraposición a la actitud de los discípulos. Estos se acercan a El y lo despiertan con sus gritos angustiados: “Auxilio, Señor, que nos hundimos” (v. 25).

La reacción de Jesús es, primeramente, un reproche a la actitud de los discípulos. No tienen el coraje para afrontar las dificultades, son “hombres de poca fe”(cobardes). En orden a suplir esa deficiencia se coloca la acción subsiguiente de Jesús, que tiene las características de un exorcismo como aparece del empleo del verbo “dar orden”. La oposición de los vientos y el mar puede ser considerada como demoníaca ya que busca la destrucción de la comunidad salvífica.

En estas circunstancias, la comunidad debe ahondar su comunión con Jesús que se presenta como aparentemente inactivo, “duerme” pero, sin embargo, puede vencer las amenazas que ponen en peligro la existencia de la “barca” en que viajan Jesús y sus discípulos.

“Vientos” y “lago”, a pesar de su fuerza inconmensurable, están sometidos al “Señor” y a sus acciones. Estas llevan a los miembros comunitarios a la pregunta sobre el significado de Jesús que les posibilita un crecimiento en la fe. Dicho crecimiento es el único medio que da capacidad para triunfar sobre las dificultades y oposiciones que se encuentra en el camino.

El descubrimiento de la naturaleza de Jesús se convierte así en adquisición del coraje necesario para enfrentar el riesgo y las amenazas que asechan a la actuación de la comunidad en un medio hostil.

Las mismas dificultades, a primera vista insuperables, se presentan también hoy en una realidad en que el mensaje de Jesús encuentra la fuerte oposición de un mundo en que los valores anticristianos del neoliberalismo amenazan a cada paso la existencia comunitaria. El demonio de la búsqueda desenfrenada de posesión suscita un viento y un oleaje que amenazan hacer desaparecer la “barca de Jesús y sus discípulos. Sin embargo, la presencia de Jesús, aunque aparentemente inactivo, es suficientemente potente para mantener vivo el proyecto de Jesús en quienes lo siguen.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. Martes 1 de julio de 2003
Casto, Secundino, Ester

Gn 19, 15-29: Liberación de Job
Salmo: 25, 2-3.9-12
Mt 8, 23-27: Auxilio, Señor, que nos hundimos

Frecuentemente se suelen entender los textos evangélicos como relatos históricos acaecidos tal y como se cuentan; sin embargo, no es así. El evangelio de hoy hay que entenderlo en clave simbólica. Para la mayor parte de los teólogos, este suceso se denomina "la tempestad calmada" y ha sido considerado uno de los mayores milagros que hizo Jesús, un milagro de naturaleza, decían. Y, sin embargo, no estamos ante un milagro, sino ante un relato simbólico. Las circunstancias que aquí se describen no son reales. Uno no se explica cómo en medio de una fuerte tempestad, Jesús duerma; más aún, en el evangelio de Marcos, se dice que "sobrevino un torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la barca, y la barca empezaba ya a llenarse; él se había puesto en la popa, sobre el cabezal, a dormir" (Mc 6,38). Ponerse a dormir en esas circunstancias es poco verosímil. El sueño de Jesús es, por tanto, simbólico e indica la falta de sintonía entre éste y sus discípulos; como en el Huerto significará también la falta de sintonía entre los discípulos y Jesús. También la travesía en barca a la otra orilla del lago tiene carácter simbólico. En el v. 18 Jesús había dado orden a sus discípulos de pasar a la otra orilla en la que habitan los paganos, a los que el pueblo de Israel niega en principio la salvación. Jesús, sin embargo, no acepta ya el privilegio ni la superioridad de Israel sobre los demás pueblos, pues el designio de Dios consiste en unir a la humanidad dividida. Para mostrar este efecto de la salvación de Dios en los paganos, Jesús había dado orden a sus discípulos de pasar a la otra orilla, saliendo de Israel. Esta orden, sin embargo, produce una convulsión tan fuerte en ellos que es descrita a manera de una tempestad en el mar, a la que el evangelista no denomina maremoto, sino seísmo. Pero si la salvación es para todos, si los judíos ya no son los únicos herederos del privilegio divino, ¿qué será de la barca-pueblo representada por los discípulos? ¿Se hundirá? Por eso los discípulos, que otras veces parecen no entender a Jesús, piden auxilio. Y por esto, precisamente, Jesús los recrimina de cobardes y de gente de poca fe. Ellos tendrán que calmar ese torbellino de viento -que equivale a su mal espíritu (=viento), su espíritu exclusivista que les impide llegar a la otra orilla- para poder ir al mundo pagano y anunciar, aunque fuese a la fuerza como Jonás, que el Dios de Jesús es Dios de todos, también de los paganos. Y por si esto no quedase claro, nada más llegar a la otra orilla, Jesús curará a dos endemoniados, que tienen una legión de demonios, imagen con la que describían los judíos el mundo pagano. Así entendido, el relato de hoy adquiere un nuevo y profundo significado, y denuncia al mismo tiempo que nosotros, como los discípulos, tenemos dificultades para considerar al otro a nuestro nivel, para salir de nuestra tierra y atravesar el mar, dejando atrás nuestra ideología, para ofrecer a todos la liberación de Jesús, sin excluir a nadie.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. Reflexión

En medio de este mundo en el cual falta para muchos el trabajo, y que sufren por las enfermedades, las guerras y las epidemias que nos agobian, ¿podríamos decir que nuestra fe en Cristo permanece firme? Muchos hermanos para los cuales la vida en los últimos años se ha hecho pesada podrían estar tristes y apesadumbrados, incluso con miedo ante el incierto porvenir. Jesús nos dice hoy a todos: "no tengan miedo, hombres de poca fe". Jesús, a pesar de todo lo que nos parece, está a nuestro alrededor, navega con nosotros. El mismo nos lo dijo: "Yo estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos". Si los vientos se encrespan y el mar de la vida se agita, Jesús está con nosotros… Quizás duerme, pero está con nosotros. Mientras despierta, debemos achicar el agua, y remar hacia la orilla… de una cosa estamos seguros: Jesús no permitirá que la barca en la cual vamos naufrague. Si en tu vida la crisis ha llegado a tal punto que piensas que naufragarás, no pierdas la fe, despierta al Maestro, que él con una voz calmará todas tus ansiedades y pondrá serenidad en tu vida.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-11. Fray Nelson Martes 28 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: El Señor hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra * Dios una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.

1. Azufre y Fuego
1.1 La impresionante escena de la primera lectura impacta nuestra imaginación. No es difícil representarse el cuadro patético que además ha dibujado más de un artista: un diluvio de llamas que castigan las ruinas humeantes de lo que un día fuera lugar de seres humanos. Pero vayamos más allá de la escena como tal. Busquemos la enseñanza: la palabra detrás del acontecimiento.

1.2 Por una parte, este drástico castigo revela de modo dramático el estado de gravedad a que conduce el pecado como estructura. En efecto, nos hemos acostumbrado tal vez a mirar al pecado como un hecho personal que involucra sólo una responsabilidad individual ante Dios. Pero esto no es cierto. El pecado tiende a institucionalizarse. Va creando un tejido de complicidades que se vuelve pegajoso y casi omnipresente, hasta producir asfixia en los que no admitan inmiscuirse en él.

1.3 Es un poco lo que vemos también en nuestra sociedad. La prostitución o la corrupción administrativa, por citar sólo dos ejemplos, no son eventos aislados en vidas aisladas, sino verdaderas redes que se adueñan de sectores de ciudades y de amplias tajadas del presupuesto de un país. Estamos en ambos casos frente a pecados "estructurales", que no deberían ser evaluados simplemente como una colección de faltas personales, pues de hecho implican procesos, manejo de recursos e incluso leyes oficiales que hacen extraordinariamente difícil erradicar su presencia y su obra.

1.4 En otro sentido, la escena del Génesis en el día de hoy nos invita a saber superar el hecho mismo del castigo, cualquiera que sea su expresión concreta. Lo más interesante del pecado no es quedarnos viendo cómo se castiga sino permanecer buscando cómo superarlo. Cosa útil de aprender porque a veces nos preocupamos más de castigar culpables que de hacer bien a los inocentes.

2. La tormenta calmada
2.1 Si la primera lectura nos deja ver una espantosa tormenta de fuego, el evangelio de hoy hace el contraste mostrándonos a Jesús sosegando una tormenta de lluvia y viento en el Mar de Galilea.

2.2 De donde podemos aprender que el mismo Dios que manda la tormenta trae también la paz. Dios no deja de ser Dios ni en la guerra ni en la paz, ni en la tribulación ni en el consuelo, ni en la confusión ni en la claridad.

2.3 A nuestros ojos Dios puede parecer escondido cuando hay guerra o adormilado en la pereza de la inacción y la paz. Puede parecernos lejano en horas de tribulación o cariñoso en horas de consuelo. Distante cuando hay confusión y presente cuando vuelve la claridad.

2.4 Pero todas estas son interpretaciones NUESTRAS. Como muestra el evangelio de este día, hemos de saber en fe que Él es siempre Dios, y que su soberanía no tiene eclipses ni hay párpados en sus ojos. Todo lo conoce y en todo está su gobierno, sea que lo entendamos o que no nos lo parezca.