LUNES DE LA SEMANA 13ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- Gn 18, 16-33
1-1.
-Dijo el Señor a Abraham: «¡Su pecado es gravísimo!»
Señor, consideras realmente a Abraham como «Tu amigo». Le confías lo que se da en lo más íntimo de tu corazón. Eres un Dios Santo y no puedes pactar con el mal. No puedes admitir la maldad, la injusticia, la corrupción. Te desagrada el hombre perverso que quiere hacer el mal. Estás decidido a destruir el mal que va extendiéndose en la ciudad corrompida de Sodoma. Y confías tu propósito a Abraham.
Señor, ¿soy suficientemente amigo tuyo para que compartas, también conmigo, tu preocupación divina de «combatir el mal», de «hacer progresar el bien», en el mundo, en la ciudad donde habito, en la profesión en que trabajo? «¡Su pecado es gravísimo!»
-¿No perdonarás por los cincuenta justos que hubiere en la ciudad?
Abraham intercede a favor de toda la ciudad. Ruega a Dios por esta urbe, donde «hay tanto mal», en medio de tan «poco bien».
Miles de hombres malvados... y ¿quizá cincuenta hombres justos?
La fe me pone «en diálogo contigo» y me introduce en el misterio de la «salvación» de la humanidad. La fe me hace ver el mundo «desde un cierto ángulo»: lo veo como un mundo que hay «que salvar». Una humanidad a la que hay que ayudar a salir del mal. La fe me hace participar de tu manera de ver, Señor. Descubro los caminos de Dios.
Creyendo en Ti, Señor, adopto tu punto de vista: en el fondo y a pesar de las apariencias ¡quieres salvar a todos los hombres! Y los que son tus amigos, como Abraham, comparten tu preocupación.
¿Qué haré, HOY, para ser un salvador? ¿A quién puedo ayudar?
«¿Me atreveré a interpelar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza?»-
Abraham se siente a sí mismo pecador. Ante el Dios Santísimo, está al lado de la humanidad pecadora y pobre amasada de frágil barro. Quizá por esto, emprende la defensa de sus hermanos: se siente solidario porque hay también mal en él.
Señor, ayúdame a no juzgar, incluso cuando «combato el mal»... pensando que yo mismo participo también de ese pecado. Necesito ser «salvado» yo primero. Mi deseo de salvar a los demás no es una superioridad orgullosa: porque yo mismo he sido beneficiado, quisiera hacer llegar a otros el mismo beneficio: tu perdón.
Que mi fe, Señor, me ayude a profundizar en mi solidaridad con el mundo pecador, que diga yo de veras «perdónanos nuestras ofensas» -insistiendo sobre el «-nos»... contándome estar entre los pecadores-.
-¿Quizá se encuentren allí diez. - En gracia de esos diez no destruiré la ciudad.
A ese final tiende todo el relato. Ahí se revela la intención profunda de Dios: en realidad
Tú no deseas castigar sino salvar... Esto es ya el evangelio: por «un solo Justo», Jesús, ha llegado la salvación a todos los pecadores. ¡Qué misterio de bondad, Señor! Algunos justos son suficientes para salvar a toda la comunidad.
Concédeme la gracia, Señor, de ser de «los que contribuyen a salvar»... y no de los que contribuyen a merecer la desgracia...
Te doy gracias, Señor Jesucristo, a Ti que has dado tu vida por nosotros.
¡Concédenos la gracia de no condenar al mundo, sino de interceder por él, como tu amigo Abraham!
HOY, en mi familia, en mi oficio o profesión, en los grupos que frecuentaré, quiero «atraer el perdón» para todos.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 152 s.
2-1.
Los textos de las tres últimas semanas han evocado un contexto histórico: los tres siglos de monarquía de Israel, que van del siglo IX al siglo VI antes de Jesucristo.
Fueron tiempos tan agitados como los nuestros: guerras internacionales, lucha social, conflictos políticos, disturbios religiosos.
En ese contexto, unos «hombres de Dios», los profetas, intervienen.
Será su voz potente la que oiremos durante las ocho próximas semanas: Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Jeremías, Nahúm, Habacuc, Ezequiel...
Todos combaten «a mano limpia» sin armas; sólo por medio de la oración y de la palabra.
Son los más grandes «testigos de Dios» de toda la historia: defienden el proyecto de Dios -la Alianza, como decían- defendiendo a los humildes y oprimidos -defendiendo la Justicia, como decimos hoy.
Oigamos primero, esta semana, al áspero y valiente Amós que profetizó en el Reino de Samaria, bajo Jeroboan II, de 784 a 744.
-Palabra del Señor.
Es el estribillo que estalla como un trompetazo para despertar las conciencias. Los profetas tienen la audacia no sólo de hablar de Dios, sino de pensar que hablan «en su nombre»: Dios habla por su boca. Juan Bautista decía: "soy la voz que grita..."
Y sin embargo no era más que un pastor de Técoa, pueblecito a nueve kilómetros de Belén (Amós 1, 1).
Ayúdanos, Señor, a oír tu Palabra en la palabra de nuestros hermanos. Danos ese inmenso respeto a la palabra de los demás, que puede ser un eco de tu voz.
-Por tres crímenes de Israel, y por cuatro, lo he decidido y seré inflexible... Yo os estrujaré, como estruja el carro lleno de gavillas; el hombre ágil no podrá huir, ni el desenvuelto salvará su vida, y el más esforzado entre los bravos huirá desnudo... aquel día.
Amós es uno de los más grandes pintores literatos realistas. Con vivas imágenes describe la catástrofe histórica que está al llegar, si los hombres no se convierten. No nos apresuremos a quedarnos tranquilos, HOY, pensando que esos "profetas de calamidades" vivían en una época distinta a la nuestra, y que su lenguaje era, ciertamente excesivo. Jesús no habló de otro modo.
Decía también: "Si no os arrepentís, pereceréis todos de la misma manera.» (Lucas 13, 5)
El "día" de Dios será un día en el que nadie se burlará de Dios.
"Aquel día" nadie escapará a la justicia.
Pero, ¿cuáles son esos cuatro crímenes que suscitan la cólera de Amós, y de los cuales se atreve a decir que suscitan también la cólera de Dios?
1. Porque venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias.
2. Porque aplastan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles, y tuercen el camino de los humildes.
3. Porque hijo y padre acuden a la misma moza, para profanar mi santo Nombre.
4. Porque sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar, y beben el vino de los que han multado...
Injusticia social. Jueces corrompidos. Sexualidad aberrante. Afán de placer. Sociedad de consumo indiferente.
¡No! nadie se burlará para siempre de Dios. Dios es partidario de la moral más natural:
Nadie se mofa impunemente de la más elemental "conciencia" humana.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 152 s.
2-2. /Am/02/04-16
En el marco del gran juicio de las naciones (1,3-2,16), que constituye la primera parte del libro de Amós, son también denunciados los crímenes sociales de Israel: opresión del débil en la vida social y en los tribunales (el justo vendido por dinero, el inocente injustamente condenado por el interés de un par de sandalias), en la vida «familiar» (hijo y padre se acuestan con la misma sierva), en el culto, la más repugnante de las coartadas de las injusticias sociales ("beben el vino de los multados en la casa de su Dios»). Cada uno de estos crímenes manifiesta el mismo desprecio del hombre, comportamiento que Dios condena en los pueblos paganos vecinos. El Dios de Israel es un Dios exigente en el orden ético. Se esconde detrás de cada hombre despojado de sus derechos. Es aquí donde el desprecio del hombre adquiere su auténtica dimensión.
La responsabilidad de este comportamiento es más grave en un pueblo que ha recibido de Dios el don de su existencia (liberación de Egipto) y el del carisma de sus profetas, tal como le recordaba la liturgia de la fiesta de la alianza: «Yo os saqué de la tierra de Egipto y durante cuarenta años os conduje por el desierto para que ocuparais la tierra de los amorreos. Yo suscité profetas de entre vuestros hijos y nazireos de entre vuestros mancebos... Y vosotros hicisteis beber vino a los nazireos, y a los profetas les mandasteis, diciendo: No profeticéis» (vv 10-13).
Amós, como sus oyentes, sabía por tradición, y tal vez también por propia experiencia, lo mucho que la comunidad de Israel debía a los hombres de Dios, a los carismáticos nezîrîm y nevî`îm. La tarea determinante de esos hombres la sintetiza bien Oseas, en una visión retrospectiva de la historia, refiriéndose a Moisés: «Yahvé sacó a Israel de Egipto por medio de un profeta y por un profeta lo guardó» (Os 12,14). Por tanto, Amós considera que la profecía es un don de Dios a su pueblo. Sin embargo, Israel es acusado de haber resistido a los profetas.
De aquí el castigo de la privación: "Vienen días, dice Yahvé, en que mandaré yo al país hambre y sed; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahvé, e irán errantes de levante a poniente, vagando de norte a sur en busca de la palabra y no la hallarán» (8,11-12). Es la responsabilidad y el drama de unas oportunidades desaprovechadas.
F.
RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 731 s.
3.- Mt 8, 18-22
3-1.
VER Par DOMINGO 13C
3-2. FE/QUÉ-ES:
-Al ver Jesús que una multitud lo rodeaba ordenó que salieran para la orilla de enfrente...
¿Necesidad de silencio, de soledad? ¿Retirarse de su marco habitual? Trato de adivinar los sentimientos profundos de Jesús al tomar esa decisión. ¿Que me sugiere el Espíritu de Jesús, a través de esas palabras? El equilibrio humano corporal y espiritual... exige a veces ciertas decisiones ¿Cómo empleo mi tiempo libre, de descanso, de vacaciones?
-Se acercó un escriba a Jesús y le dijo: "Maestro, te seguiré vayas adonde vayas". Es hermoso. He aquí a un hombre que quiere "seguir" a Jesús... En esto consiste la vida cristiana, que no es ante todo:
-unos principios... Esto sería reducir la vida cristiana a una "moral"
-ni unos dogmas... Esto la reduciría a unos esquemas mentales...
Ser cristiano es seguir a Jesús... compartir su vida... imitarle...
La catequesis actual insiste mucho sobre este aspecto: la Fe no es ante todo un "saber", el catecismo no es ante todo una escuela donde "aprendes" unas verdades; es un aprendizaje de la "vida con" Jesús.
¿Qué lugar ocupa Jesucristo en mi vida? ¿Es realmente, para mí, el compañero de toda mi vida? ¿Qué tiempo paso "con" El?
-Jesús respondió al escriba: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza...
El instinto de seguridad, la necesidad de estabilidad están inscritos profundamente en la naturaleza humana: el hombre busca el calor de un refugio, un hogar, una casa de la que de alguna manera pueda disponer, unos objetos que le pertenezcan. Los animales tienen ese mismo instinto de propiedad: protegen la vida de sus pequeños por terrenos celosamente defendidos y con nidos bien mullidos.
Jesús, desde que salió de su casa familiar de Nazaret, dejando sola a su madre... no tiene ya su hogar propio, vive como nómada, como viajero, nunca en casa: "no tengo dónde reclinar mi cabeza". Renunció al calor de un hogar, renunció a toda propiedad. Quiero, en primer lugar, contemplar a Jesús en ese plan de vida. ¿Qué llamada representa esto para mí? ¡Cuán apegado estoy a mis comodidades. Señor! El escriba, ingenuamente, se imaginaba, quizá, que sería fácil "seguir" a Jesús. Jesús, lejos de dorarle la situación para atraerlo, como es tan corriente en las técnicas publicitarias, le muestra sólo las exigencias.
Seguirte, Señor, es hacer forzosamente cierta elección, es renunciar a una serie de cosas, por ejemplo a instalarme con excesivo confort. La cruz se perfila sobre toda vocación:
Seguir a Jesús es ponerse a vivir acompañado de un futuro condenado a la muerte, es vivir en la inseguridad... ¡sin un lugar donde reclinar la cabeza! Pero, Señor, Tú has caminado el primero por ese camino.
Nos pides lo que Tú mismo has vivido. Siempre, durante todo el curso de la historia, ha habido almas que, abrasadas por el fuego de esta palabra han hecho el voto de pobreza.
Pero, esta palabra se dirige a todos, con los matices que tal o cual responsabilidad familiar pueda aportar.
-Otro, ya discípulo, le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos." He aquí que, después del desprendimiento de los "bienes" Jesús invita, precisamente, al desprendimiento de la "familia" y no es el único pasaje del evangelio que va en este sentido.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 44 s.
3-3.
1. (Año I) Génesis 18,16-33
a) Ante la decisión de Dios de destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra escuchamos hoy la entrañable oración de Abrahán intercediendo por estas poblaciones, donde vivía su sobrino Lot, y que han pasado a la historia como símbolo del mal y la corrupción, en este caso, de aberraciones sexuales.
Dios trata a Abrahán como a un amigo: le comunica sus propósitos. Y Abrahán, acordándose de la promesa de que en él y su descendencia todos los pueblos hallarán la bendición de Dios, asume su papel y pide a Dios que, en atención a los justos que pueda haber en esas ciudades, les ahorre el castigo preparado. Se siente responsable también de los pueblos que no son estrictamente el suyo.
El diálogo es un regateo delicioso. Abrahán está convencido de la justicia de Dios y, a la vez, de su misericordia. Pero no se atreve a bajar del número de diez justos. Y, como no se encuentran tantos en Sodoma, cae el juicio de Dios sobre esta ciudad, como leeremos mañana.
El salmo subraya la actitud comprensiva de Dios, que va aceptando todas las rebajas que le pide Abrahán, porque lo que Dios quiere es la salvación y no la condenación de los hombres: «el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo». Rezamos de nuevo este salmo, que tan hermosamente canta el amor misericordioso de Dios.
b) En el NT sí se llegó al extremo de la misericordia de Dios: un solo justo, Jesús, se entregó por todos, para salvar a la humanidad entera.
Abrahán ya había dado muestras de magnanimidad para con su sobrino Lot dejándole elegir a él primero los pastos para sus rebaños. Ahora pide a Dios su salvación. Es una figura magnífica la suya, intercediendo por los demás. Como la de Moisés defendiendo a su pueblo y orando por él ante Dios, con los brazos alzados al cielo.
Pero Cristo Jesús en la cruz es un ejemplo todavía más admirable: él no ofrece sólo su oración, sino su vida misma, para salvar a la humanidad.
¿Sabemos interceder ante Dios por los demás, por esta humanidad en la que vivimos, por los jóvenes que, tal vez, criticamos, por la comunidad eclesial, por los pecadores y los alejados? En este mundo hay mucha corrupción, pero también hay muchas personas buenas, entre los mayores y entre los jóvenes. ¿Tenemos corazón solidario, o sólo nos acordamos de rezar por nosotros mismos? ¿sabemos apreciar también lo bueno que existe, o sólo nos dedicamos a juzgar y condenar? Abrahán es un buen modelo de corazón comprensivo y nos invita a hacer todo lo posible, por nuestra parte, para evangelizar y acompañar a las personas en la búsqueda de sentido para su vida.
En la Eucaristía, además de interceder por todo el mundo en la «oración universal», celebramos el memorial de la entrega de Cristo en la cruz. O sea, ponemos en la presencia de Dios Padre lo mejor que la humanidad ha sabido nunca ofrecerle, el sacrificio pascual de Jesús: «dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la victima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad» (Plegaria Eucarística III). Nuestra oración es eficaz a los ojos de Dios porque está apoyada en la de Jesús.
1. (Año II) Amós 2,6-10.13-16
Durante ocho semanas vamos a escuchar la voz de los profetas. Después de haber seguido, en los Libros de los Reyes, la agitada historia de Israel entre los siglos IX-VI antes de Cristo, ahora interpretamos esta misma historia, antes y durante el destierro a Babilonia, guiados por los profetas.
Dios ayudaba a su pueblo a recordar la Alianza que habían sellado con él. Los profetas de esta época -Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Jeremías, Ezequiel-, harán oír sus avisos y reproches, y también sus palabras de ánimo, para que el pueblo elegido sea, de verdad, modelo y faro de luz para todos los demás.
Esta semana vamos a leer al primero de estos profetas, Amós. Era un campesino, cultivador de higos, que vivía en Técoa, cerca de Belén, en el reino del Sur, Judea, pero que, no sabemos por qué, emigró al reino del Norte, o sea, a Samaria, y allí le alcanzó la llamada de Dios y se convirtió en profeta, portavoz de Dios, en tiempos del rey Jeroboam II, en el siglo Vlll antes de Cristo.
a) La primera página que leemos es una denuncia muy directa de los pecados de Israel y de sus clases dirigentes.
Se han olvidado de los continuos favores que les ha hecho Dios al sacarles de Egipto y defenderles de sus enemigos. Se han olvidado de la Alianza. Sobre todo, faltan a la justicia social: «venden al justo por dinero», la vida de un pobre vale menos que «un par de sandalias», oprimen y explotan a los débiles, no devuelven lo prestado...
Con un lenguaje directo, propio del hombre de campo que es, Amós echa en cara a los dirigentes del pueblo su pecado y les amenaza de un modo muy expresivo: también ellos serán aplastados, como aplastan a los pobres, y no podrán escapar al juicio de Dios, por mucho que intenten correr.
2. Mateo 8,18-22
a) Dejando por un momento la narración de los milagros, leemos hoy un breve pasaje con unos relatos de vocación.
Primero es un letrado y, luego, uno que ya era discípulo. Jesús les hace ver a ambos que su seguimiento va a ser difícil y radical. Que él «no tiene dónde reclinar la cabeza», o sea, que no esperen ventajas materiales, porque Jesús sigue una vida de peregrino, de apóstol itinerante, desarraigado y pobre.
Al discípulo le dice que deje «que los muertos entierren a sus muertos» y le siga con prontitud y radicalidad.
b) Nuestro pecado no siempre es directamente contra Dios, de idolatría, por adorar a otros dioses. Muchas veces, va contra el prójimo, al que oprimimos, aprovechándonos de su debilidad.
Pero, según Amós, Dios se solidariza con los débiles y considera como hecho a él lo que hacemos a los demás. Jesús dirá claramente: «lo que hiciereis a uno de estos, lo hacéis conmigo... estaba enfermo y me visitasteis».
Es un aviso del que se hace eco el salmo. En misa entonamos cantos de alabanza a Dios y le hacemos genuflexión. Pero luego, durante el día, tal vez tratamos mal a nuestro hermano: «sueltas la lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano: esto haces ¿y me voy a callar? Te acusaré, te lo echaré en cara».
No se trata sólo de las grandes injusticias sociales que hay en nuestra sociedad.
También entran en este mismo lote nuestras murmuraciones contra el hermano y nuestra falta de caridad. Tendríamos que hacer caso a los profetas que, también en nuestro tiempo, denuncian nuestras injusticias y nuestras desviaciones. Y a la Palabra de Dios que nos va iluminando para que confrontemos nuestros caminos con los de Dios.
b) A los que somos seguidores de Jesús, se nos recuerda que esto nos va a exigir desapego de los bienes materiales, incluso de nuestra familia. Que la fe cristiana no es fácil. Jesús no nos promete bienes materiales y éxitos según las medidas de este mundo. El mismo ha dejado su familia de Nazaret para dedicarse a su misión y camina por los pueblos, sin establecerse en ninguno. El evangelio de ayer concluía afirmando de Jesús que «tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades». Ése es su estilo y ése ha de ser el estilo de sus seguidores.
Jesús no nos está invitando a descuidar a los padres o a la familia. Tampoco, a que dejemos sin enterrar a los muertos. Sería inhumano y cruel. Con esas dos afirmaciones, tan paradójicas, está queriendo decir que su seguimiento es exigente, que pide decisión absoluta, que debemos estar dispuestos a ser peregrinos en la vida, desprendidos de todo, no instalados en nuestras comodidades.
Lo cual no sólo se cumple en los que abandonan la familia para hacerse religiosos o ser ministros en la comunidad o ir a los países de misión a evangelizar. Todo cristiano debe saber aplicar una justa jerarquía de valores a sus ideales. Seguir a Cristo y su evangelio supone, a veces, renunciar a otros valores más apetitosos según este mundo. Dentro de pocos días leeremos en el mismo evangelio de Mateo otra afirmación igualmente paradójica: «el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37).
Se trata de seguir a Jesús con poco equipaje, con menos apego a otras cosas. Esto lo saben muy bien los estudiantes o los deportistas o los comerciantes que persiguen sus objetivos sacrificando otras cosas que les gustarían. Y lo saben también quienes renuncian a su comodidad para dedicar su tiempo al apostolado o a la catequesis o como voluntarios en acciones de asistencia a los más necesitados. Hay valores más profundos que los visibles de este mundo. Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa.
«El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia» (salmo I)
«Te sientas a hablar contra tu hermano: esto haces ¿y me voy a callar? Te acusaré, te lo echaré en cara» (salmo II)
«Maestro, te seguiré adonde vayas» (evangelio)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 88-92
3-4.
Gn 18, 16-33: En él son benditas todas las naciones
Sal 102, 1-4.8-11
Mt 8, 18-22: Ven y sígueme
El texto de hoy es el de una unidad literaria que va de 8, 18 a 9,17 donde se narran tres milagros enmarcados en dos relatos de vocación (8, 18-22 y 9, 9-17).
Jesús ordena a sus discípulos ir a la otra orilla del mar de Galilea, frente a Cafarnaum, para huir de la muchedumbre. En el relato, el primero que manifiesta su deseo de seguir a Jesús es un escriba que pertenece a un grupo que habitualmente aparece como hostil a Jesús. El texto no afirma que sus palabras no tengan sinceridad; son la ocasión para que Jesús declare a quienes desean asumir los riegos del seguimiento, que deben estar dispuestos a no tener un hogar, una casa, una estructura que da seguridad y estabilidad y que deben asumir los riesgos de la inseguridad. De esta manera Jesús le explica al doctor de la ley las dificultades y exigencias de su seguimiento. El otro discípulo desea enterrar a su padre. Esto no significa que el padre ya hubiera muerto (el entierro se celebra normalmente el día de la muerte), sino que el discípulo quería esperar hasta el día de la muerte del padre para atenderlo. Pero una de las condiciones para seguir a Jesús es renunciar a todas las ataduras que generan los lazos familiares. No se puede esperar hasta que se hayan satisfecho todas las experiencias que generan las relaciones familiares, pues nunca se estaría en condiciones de asumir las exigencias de la llamada. El momento es ahora.
En este relato Jesús nos presenta las exigencias del seguimiento. Los discípulos de Jesús deben romper con el modelo de familia construido bajo los vínculos de la carne y de la sangre y asumir los riesgos y la inseguridad que genera la nueva familia de Jesús que esta construida por los vínculos que da el asumir un mismo proyecto y una misma misión: anunciar el Reino de Dios. El verdadero discípulo debe sentirse libre frente a los compromisos de su familia y de su ambiente para asumir con radicalidad las exigencias del evangelio.
Hoy en América Latina debemos redimensionar el contenido de la vocación y del seguimiento a Jesús. Las nuevas generaciones han de asumir las exigencias de la vocación dando una respuesta más efectiva y encarnada en la realidad de nuestros pueblos. La ruptura con todas las estructuras, incluso la propia familia, es un imperativo de la vida religiosa en la construcción de una nueva sociedad.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-5. CLARETIANOS 2002
Empezamos semana y mes. Empezamos también la
segunda mitad del año 2002. Esperemos que nos traiga mejores noticias que la
primera. A lo largo de esta semana vamos a leer varios fragmentos del libro de
Amós. Hoy lo llamaríamos un libro-denuncia, o un libro políticamente "no
correcto". El profeta le hace ver al pueblo lo que éste no quiere ver: que
"vende al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias". Ya no se trata
de pequeños oráculos de condenación sino de una verdadera querella que Dios
presenta contra los opresores. Israel, que tantas veces ha sido víctima de la
opresión de otros pueblos, reproduce en su interior una historia de injusticia y
de antifraternidad.
Cuando contemplamos la interminable crisis de Oriente Medio caemos en la cuenta
de que la historia se repite en sus trazos gruesos, como si nunca acabáramos de
aprender la lección. Pero esto no se da sólo en las relaciones internacionales
sino también en las relaciones interpersonales. Los agredidos se convierten en
agresores, como si nunca pudiéramos escapar del círculo de la violencia.
El evangelio de Mateo nos propone un fragmento que también podríamos calificar de duro. Jesús, con sus curaciones milagrosas, ha provocado en algunos el deseo de seguirlo. Es probable que cualquier maestro hubiera aprovechado el tirón popular para hacer demagogia, como suelen hacer a menudo los políticos. Jesús, por el contrario, les presenta a los espontáneos seguidores dos condiciones duras: la itinerancia en pobreza ("el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza") y la apuesta por la novedad del Reino ("deja que los muertos entierren a sus muertos"). Creo que no se trata de exigencias ascéticas reservadas a los atletas del espíritu, sino de algo mucho más rico y profundo. Jesús invita a sus seguidores a jugarse el tipo, a no andar encendiendo una vela a Dios y otra al diablo. No busca seguidores "diez", pero sí seguidores que no teman el riesgo de vivir como él.
Leyendo estas palabras he pensado en la
presentación "suave" que hoy solemos hacer del evangelio. Si todo vale, nada
merece la pena. El aburrimiento y la tristeza están asegurados.
Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)
3-6. DOMINICOS 2003
Composición de lugar
Las fiestas litúrgicas celebradas en varios días precedentes nos hicieron perder
el hilo de los acontecimientos acaecidos en la ‘historia’ de Abrahán, según el
libro del Génesis, y será conveniente recuperarlo para entender la primera
lectura del día de hoy.
En el capítulo 17 del Génesis se nos hablaba de que Dios, Saday, se le manifestó
a Abrahán y le pidió que suscribiera un pacto o alianza de fidelidad mutua, por
generaciones, y que la circuncisión de los hijos varones fuera el signo o sello
de esa alianza; y le prometió, además, que su mujer, Saray o Sara, tendría un
hijo, Isaac.
En el inicio del capítulo 18 se habla de que el Señor nuevamente se le apareció
a Abrahán en el encinar de Mambré (a 3 km al sur de Hebrón), bajo la figura de
tres peregrinos o viajeros que pasaban delante de la puerta de su casa. Abrahán,
al verlos, quiso obsequiarlos. Ellos se detuvieron unos momentos y le anunciaron
que el año siguiente su mujer, aunque ya anciana, tendría un niño. Después,
acompañados de Abrahán, siguieron su camino, teniendo en el horizonte a Sodoma y
Gomorra.
En la primera lectura de la liturgia de hoy se habla de esas dos poblaciones,
Sodoma y Gomorra. Dios y Abrahán las contemplan y las ven sumamente manchadas
por los pecados, símbolos de las infidelidades humanas que mancillan por doquier
a las conciencias.
Tan infieles e impuras son que el hedor de sus miserias morales llega al corazón
de Dios. La bondad del corazón de Dios, creador y padre, es traicionada por las
liviandades de sus criaturas, sus hijas, y no hay quienes lleven bandera de amor
y paz. Faltan en esas ciudades (símbolo del mundo) hombres buenos que aplaquen
la ira de Dios ofendido.
La tentación de Dios, en lenguaje humano, sería la de destruir la tierra entera.
¿Para qué mantenerla si es foco de ingratitudes, no de bondades? Es el momento
en que aparece la fuerza mediadora, humilde y suplicante de Abrahán: Señor, si
encuentro en la ciudad cincuenta inocentes, ¿perdonarás a la ciudad?
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro: Tú fuiste diseñador, creador y padre que nos hiciste
conforme a tu imagen de Ser inteligente, amigable, libre, sensible,
afectuoso...; Tú nos quisiste laboriosos, felices, creadores, agradecidos,
adoradores...; Tú nos honraste con el don de la libertad para ser responsables
de nuestros actos.
Nosotros te hemos ofendido siendo infieles por el mal uso de nuestra libertad,
y, si nos examinas con rigor, apenas encontrarás en la ciudad o en el mundo
cincuenta, treinta, diez, cinco justos.
Míranos con ojos de piedad y misericordia; acoge lo poco bueno que te ofrecemos
cada día, y no te canses de impulsarnos a vivir conforme a la dignidad y pureza
que corresponde a quienes fuimos hechos para vivir con nobleza de hijos tuyos.
Amén.
La Palabra de Dios
Libro del Génesis 18,16-33:
“Un día se apareció Yhavé a Abrahán en el encinar de Mambré. Le acompañan dos
señores... que dirigían hacia Sodoma... Abrahán se fue con ellos... Yhavé dijo a
Abrahán: La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave;
voy a comprobar sus acciones...
Abrahán le dijo: ¿es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay
cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás a la
ciudad...?
Respondió el Señor: Si encuentro cincuenta inocentes, perdonaré a la ciudad...;
y si hay cuarenta y cinco... o treinta... o diez..., tampoco la destruiré”.
Estamos en el inicio de un camino de salvación. Desde una altura que permite
reconocer al mundo y a los hombres, se percibe la maldad, la irresponsabilidad,
la vileza humana que merece su castigo. Y dos fuerzas se ponen en marcha: por un
lado, Dios que quiere perdonar y algunos hombres buenos que le ofrecen la
pequeñez de su amor, y, por otro, una inmensidad de ingratitudes que se suceden
en todas las épocas. Esa es la tensión de nuestra existencia en vida y fe.
Evangelio según san Mateo 8, 18-22:
“En aquel tiempo, viendo Jesús que le rodeaba mucha gente, dio orden de
atravesar a la otra orilla del lago.
Se le acercó un letrado y le dijo: Maestro, te seguiré a donde vayas. Y Jesús le
respondió: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, en cambio el Hijo
del hombre no tiene donde reclinar su cabeza. Otro, que era discípulo, le dijo:
Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. Y Jesús le respondió: Tú,
sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos”
En versión evangélica, mucho más cercana y comprensible para nosotros, Jesús, el
letrado y otros discípulos, nos ofrecen una explicación de la escena anterior.
El ideal de seguir a la Verdad, al Bien, a Cristo, al Amor, a la Justicia, nos
encanta a todos, como el ser libres. Pero no nos gustan las condiciones del buen
vivir en fidelidad espiritual: pobreza, desprendimiento, renuncia a muchas
complacencias, generosidad, altruismo...
Momento de reflexión
El mundo gira sobre el quicio de los santos.
Esa frase es bella, conforme al espíritu de la Biblia, pero su lectura no
resulta asumible sino en actitud religiosa, de fe. El santo nos interesa ‘si nos
va bien’.
En el mundo no parece comprobarse que los “santos” marquen los caminos de la
historia. Parece más bien que los marcan gentes sin piedad y sin moral refinada.
Sin embargo, a todos es evidente que muchos de los males que aquejan a la
humanidad (injusticias, guerras, fracasos, hambres, muertes por terremotos) se
vencerían si en el corazón de los hombres hubiera santidad: virtud, moralidad,
espíritu de solidaridad...
Tratemos, pues, de que esas actitudes virtuosas sean las que fomenten en mayor
proporción la formación de conciencias nobles y la imitación de los santos.
Hoy mismo, muchas calamidades que azotan a la humanidad no son obra de la
naturaleza, sino de la iniquidad humana; se aminorarían si quisiéramos escuchar
la voz de las conciencias responsables, limpias, santas.
Espíritu de santidad y seguimiento de Cristo.
El texto evangélico nos coloca ante una actitud noble de conciencia responsable.
Cierto letrado, herido de amor por los gestos de Jesús, le promete, sin
distingos, seguirle a dondequiera que vaya.
Pero Jesús le pone sus cautelas, para que su disposición interior no sea un
impulso momentáneo sino un proyecto firme: puedes seguirme, pero prepárate para
vencer todo tipo de dificultades, comenzando por la pobreza sincera. Si lo
aceptas, emprenderás el camino de la santidad. ¿Aceptó el letrado? No nos consta
que lo hiciera. Si lo hizo, bendito él.
En cambio, a un segundo interesado, que ya estaba en el discipulado de Jesús,
éste le fuerza a que intensifique los signos de fidelidad y a que no titubee: tú
colócate por encima de esos compromisos y arriésgate; ven en pos de mí.
Si somos ya de los ‘discípulos’, ¿oímos su voz en esta celebración litúrgica?
3-7. CLARETIANOS 2003
A partir de esta semana en la que muchos comienzan sus vacaciones u otro tipo de actividades distintas a las normales (cursos, ejercicios, experiencias de voluntariado, etc.) los comentarios a la Palabra serán breves. Sólo una pequeña chispa para estimular el deseo de dejarnos iluminar directamente por el texto bíblico.
El diálogo entre Abrahán y el Señor a propósito de la destrucción de Sodoma se parece mucho al que podemos oír en cualquier zoco de una ciudad árabe de Oriente Medio. Es como una negociación. El objetivo del relato es claro: mostrar, como canta el salmo responsorial de hoy, que el Señor es compasivo y misericordioso. Abrahán representa al creyente que sabe negociar con Dios, que no tira la toalla, que insiste. Puede parecernos un recurso demasiado antropomórfico para nuestra mentalidad actual, pero pone de relieve algo que la sensibilidad religiosa de hoy está evaporando: el carácter personal de Dios. Su misericordia no es una fuerza anónima, sino un amor que crea relaciones personales, que nos implica, que provoca nuestra búsqueda.
Los dichos de Jesús sobre su seguimiento acentúan
la radicalidad. Quien le sigue debe vivir como él (sin la seguridad que dan las
posesiones) y debe mirar siempre hacia delante (sin dejarse atrapar por lo que
está muerto).
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-8. 2001
COMENTARIO 1
v. 18: Al ver Jesús que una multitud lo rodeaba dio orden de salir para la otra
orilla. Jesús quiere evitar la popularidad de masa. "La otra orilla"
correspondía a regiones paganas de Galilea. La expulsión de los demonios con su
palabra (v. 16) preparaba lo que va a suceder en territorio pagano. Jesús se
dispone a salir de los límites de Israel.
v. 19: Se le acercó un letrado y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que
vayas. «Un letrado», cuya doctrina ha desacreditado Jesús con su discurso en el
monte (cf. 7,29). El letrado reconoce en Jesús un maestro superior a sí mismo y
se ofrece a seguirlo sin condiciones.
v. 20: Jesús le respondió: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
Aparece por primera vez en Mateo la expresión «el Hijo del hombre». No
articulada («hijo de hombre») significa «hombre», individuo de la especie
humana; el doble artículo «el Hijo del hombre» indica unicidad y excelencia: es
«el Hombre» acabado, el modelo de hombre, por poseer en plenitud el Espíritu de
Dios (3,16). El Hombre (= el Mesías) tiene una misión que cumplir, cuya urgencia
no le permite descanso. El letrado supone que el camino de Jesús tiene un
término. Jesús lo niega: toda su vida, hasta el momento de su muerte, va a ser
una pura entrega, sin instalación ni descanso. Tal es el camino «del Hombre». El
discípulo ha de participar en esta misión del maestro.
v. 21: Otro, ya discípulo, le dijo: Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi
padre. 22Jesús le replicó: Sígueme y deja que los muertos entierren a sus
muertos.
Se le acerca después un discípulo que quiere cumplir con los deberes de piedad
para con el padre difunto, poniéndolos por encima de la urgencia de la tarea.
Jesús lo disuade. La urgencia de la misión es tan grande, que no deja tiempo ni
para los deberes más elementales. Sin embargo, tomado literalmente, el dicho de
Jesús es tan brutal, que hay que pensar en un sentido teológico. «El padre»
representa la tradición, el modelo al que hay que ajustarse. De hecho,
«abandonar al padre» (4,22) significa independizarse de la tradición
transmitida por él. Jesús no tiene padre humano y el discípulo ha de renunciar
al propio. «Enterrar al padre» indica la veneración, el respeto y estima por el
pasado que representa. La orden de Jesús puede significar que el discípulo, que
ya lo sigue, tiene que desentenderse de ese pasado, romper su dependencia de
tradiciones humanas (cf. 23,9). «Los muertos» mencionados en primer lugar son
los que profesan esas tradiciones; «sus muertos» son figura de las tradiciones
mismas. El mundo de la tradición es un mundo de muerte. La tradición muerta
engendra muertos. El discípulo mostraba, por tanto, no haber roto
definitivamente con su pasado, considerarlo aún como un valor positivo.
La mención del padre pone este episodio en relación con la llamada de Eliseo,
que pidió permiso a Elías para despedirse de su padre (1 Re 19,20). La
diferencia está en que en el AT la tradición (el padre) estaba viva, mientras
que para Jesús está muerta. La escena remite, pues, a la llamada de Simón y
Andrés (4,19); la invitación que hace Jesús a seguirlo ofrece al mismo tiempo la
comunicación del Espíritu.
COMENTARIO 2
Jesús ordena a sus discípulos marcharse a la otra orilla del mar de Galilea,
frente a Cafarnaún, para huir de la muchedumbre. "La otra orilla" es la parte
oriental del mar de Galilea, el territorio pagano de la Decápolis. Este
versículo introductorio (v. 18) se convierte en marco de referencia para
entender la invitación de Jesús a todos sus seguidores a emprender la misión
entre los paganos y la presenta como un éxodo fuera del exclusivismo judío.
El primero que manifiesta su deseo de seguir a Jesús es un escriba. El texto no
da indicios para pensar que las palabras del escriba no tengan sinceridad; por
el contrario, se convierten en la ocasión para que Jesús declare a quienes
desean asumir los riegos del seguimiento, que deben estar dispuestos a no tener
un hogar, una casa, una estructura que den seguridad y estabilidad y que, por lo
tanto, deben asumir los riesgos de la inseguridad.
Después otro discípulo desea enterrar a su padre antes de seguir a Jesús.
"Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Esta expresión probablemente
no significa que el padre ya hubiera muerto sino que el discípulo quería esperar
hasta el día de la muerte del padre para atenderlo.
En este relato Jesús nos presenta las exigencias del seguimiento. Los discípulos
de Jesús deben romper con el modelo de familia construido bajo los vínculos de
la carne y de la sangre y asumir los riesgos y la inseguridad que genera la
nueva familia de Jesús que está construida por los vínculos que da el asumir un
mismo proyecto y una misma causa, la causa de los pobres: anunciar y construir
el Reino de Dios. Por tanto, el verdadero discípulo de Jesús debe sentirse libre
frente a los compromisos de su familia y de su ambiente para asumir con
radicalidad las exigencias del evangelio.
Hoy, en América Latina, debemos redimensionar el contenido de la vocación y del
seguimiento a Jesús. Las nuevas generaciones han de asumir las exigencias de la
vocación dando una respuesta más efectiva y encarnada en la realidad de nuestros
pueblos. La ruptura con todas las estructuras, incluso la propia familia, es un
imperativo de la vida religiosa en la construcción de una nueva sociedad.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-9. 2002
v. 20: En un mundo construido con los ladrillos
del egoísmo humano, se presentarán a cada paso, innumerables dificultades para
hacer realidad el seguimiento de Jesús en la propia vida. A menudo aparecerá la
conveniencia de descender a pactos y compromisos, la tentación, en nombre de un
pretendido “realismo”, de disminuir la radicalidad de las exigencias que
encierra la llamada. Por ello, en estos breves versículos, la palabra poderosa
de Jesús recuerda la necesidad de las rupturas necesarias para un auténtico
seguimiento.
Estos dos breves relatos tienen como elemento común la referencia “seguir” a
Jesús. Ambos y el relato de la tempestad calmada, que viene a continuación,
comienzan con el verbo, arriba mencionado, y señalan con una inusitada urgencia
la necesidad que tienen los discípulos y todo llamado de “salir para la orilla
de enfrente”.
Se trata de un movimiento local, pero detrás de él se apunta a un cambio más
profundo en el estilo de la vida de todo aquel que, en su vida, quiere actuar el
seguimiento.
Este nuevo estilo de vida implica la aceptación de las duras exigencias que
comporta. Los personajes que se dirigen a Jesús son anónimos, sólo se menciona
su condición: un escriba, en el primer caso, uno de los discípulos en el
segundo. Más allá de ese anonimato aparecen las condiciones que se deben cumplir
para responder a la llamada, válidas para todo el que emprenda el seguimiento de
Jesús.
La decisión tomada por el escriba recibe de Jesús una respuesta que pone de
manifiesto la condición del hijo del hombre, carente de hogar y de lugar de
descanso en el marco de una sociedad egoísta e inmisericorde. El discípulo, por
su parte, quiere actuar primeramente los deberes sociales que la sociedad le
impone respecto a su padre difunto. A él, Jesús le recuerda que es necesario
posponer todo otro deber para poder responder a la invitación. Esta se
convierte, por tanto, en la motivación fundamental de la existencia.
En uno y otro caso se afirma el carácter absoluto del discipulado que expone a
un “extrañamiento” de las condiciones en las que los hombres desarrollan su
vida. Hogar y familia pasan a segundo plano ante la urgencia que implica el ir
detrás de Jesús, de compartir su vida, totalmente dedicada a la actuación de la
voluntad divina.
También ésta es el marco desde el cual, el discípulo de Jesús debe juzgar el
valor de cada de sus acciones y debe ser consciente que ese marco determina la
mayor o menor bondad de cada una de ellas.
Los compromisos y pactos hechos con la intención de hacer más llevadero el
seguimiento son, en definitiva, renuncia a éste. Todo llamamiento a seguir a
Jesús implica una radicalidad total que debe ser conscientemente asumida por
cada integrante de la comunidad cristiana que, de esa forma, se convierte en
extranjero viviendo en su propia patria y es erradicado de sus propios
intereses.
Con ello deberá contar al asumir la decisión del seguimiento y ese es el único
horizonte en que puede desarrollarse y llegar a plenitud toda vocación
cristiana.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-10. Lunes 30 de junio de 2003
Jerónimo, GregorioSanto
Gn 18, 16-33: ¿Es que vas a desruir al inocente con el culpable?
Salmo: 102, 1-4.8-11
Mt 8, 18-22 : Este Hombre no tiene donde reclinar su cabeza
Jesús es un maestro tan exigente que podemos
desanimarnos pensando que es imposible cumplir lo que él propone. Su lenguaje
resulta tan radical y exigente que corremos el riesgo de considerarlo una utopía
en el sentido literal de la palabra: algo que no tiene lugar, que no puede
realizarse. Pero no. Como buen maestro, sus palabras se presentan, con
frecuencia, como formulaciones extremas, verdaderas utopías hacia las que hay
que caminar, aunque se diste mucho de alcanzarlas. El evangelio de hoy presenta
dos de ellas.
Un letrado, del grupo de los fariseos, que tal vez creía reunir todos los
requisitos para seguir a Jesús, le promete seguirlo adonde vaya. Los fariseos,
grupo al que pertenece el letrado, eran amigos del dinero, dice el evangelista
Lucas (16,14), y Jesús se apresura a recordarle el radical desprendimiento de
los bienes al que está llamado el discípulo: como el maestro no tiene ni
siquiera un hogar donde cobijarse ni un lecho donde reclinar la cabeza Pero ser
discípulo no quiere decir haber llegado a la meta, sino estar en el camino
mirando a la utopía de un mundo donde los bienes estén lejos de ser el centro de
atención y de interés.
Otro, ya discípulo, se acerca a Jesús rogándole ir a enterrar a su padre y Jesús
le responde con una frase, que si hubiésemos de entender al pie de la letra, nos
parecería inhumana: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
Dentro del contexto del evangelio el padre representa “la tradición”, el pasado
judío. Y el discípulo está llamado a mirar hacia delante dejando a los muertos
–los que siguen las viejas tradiciones- enterrar a sus muertos. Para seguir a
Jesús hay que romper con el pasado y aventurarse por el sendero de las
bienaventuranzas. ¿Estamos dispuestos?
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-11. ACI DIGITAL 2003
20. El Hijo del hombre: Es el título con que Jesucristo se presentaba como Mesías Rey según el profeta Daniel lo había aplicado en Dan. 7, 13 (Joüon). - ¡No tiene dónde reclinar la cabeza! Jesús hace aquí ostentación de su pobreza, como todo amigo y todo esposo que no quiere ser buscado por su fortuna sino por su atractivo y afecto preferente hacia su propia persona (cf. Luc. 9, 57 ss.). ¡Y qué mayor atractivo que ese mismo, de ver que Aquel por quien y para quien fueron hechas todas las cosas, careció de todas - desde el pesebre a la cruz - despreciándolas por amor nuestro y mirándonos a nosotros, a cada uno de nosotros, como su único tesoro, como el más preciado de todos los dones que el Padre le hizo! (Juan 10, 29 y nota). La suavidad de este asombroso amor es tanto más irresistible cuanto que lo vemos guardar luego esa pobreza para El solo, en tanto que todo lo temporal lo da por añadidura (6, 33) a quienes lo acepten a El y deseen ese Reino en el cual nos promete sentarnos a su mesa (Luc. 22, 29 s.).
3-12. 2004 Comentarios Servicio Bíblico
Latinoamericano
Estudio de los textos
A lo largo de esta semana nos acompañarán los textos del profeta Amós, el
tercero entre los doce profetas menores de la Biblia, anunciador de injusticias
y castigos, cuyas palabras fueron las primeras en ponerse por escrito, Era
natural de Técoa, una localidad cercana a Belén, situada a unos 20 Km al sur de
Jerusalén, posiblemente propietario de sicómoros y con pastores a su cargo. Su
vida estuvo determinada por la vocación profética, que tendería lugar entre los
años 760-750 a.C. A pesar de su procedencia sureña desarrolló esta actividad en
el reino del Norte (Betel, Samaría y Guilgal), lo cual provocó la violenta
reacción del sacerdote Amasías que lo expulsó de Israel, con lo que llegó al fin
de su ministerio. Profetizó en tiempos de Jeroboán II de Israel (ca. 787-747
a.C.) y Ocías de Judá (ca. 773-736 a.C.) En esta época Israel gozó de un tiempo
de prosperidad económica. Joás (ca. 802-787 a.C.), padre de Jeroboán, se había
librado de los arameos pagando tributo a los asirios, lo que le permitió
recuperar parte de los territorios israelitas de Transjordania. Esto, unido al
aumento de actividad comercial con los fenicios y a que las grandes potencias
permanecían en estado de letargo, hizo de la época de Jeroboán una de las más
prósperas de la historia de Israel. También Judá se vio en este tiempo
favorecida, se llegó a fortificar Jerusalén, se organizaron instalaciones
agrícolas junto al Mar Muerto y en el Négev, y Elat se convirtió en un activo
puerto comercial. Pero tras la muerte de Jeroboán comenzó el declive de Israel.
Su hijo Zacarías fue asesinado a los seis meses de reinado, corriendo la misma
suerte su asesino Salún, que reinó un mes. Con Menajén (ca. 746-737 a.C.) se
inició la cuenta atrás para la invasión asiria y la caída definitiva del reino
del Norte. El profeta Amós ataca la concepción de la historia de Israel y la
política internacional de sus vecinos, y hace una fina descripción de la
sociedad israelita del momento. Con la prosperidad económica se desencadenaron
la decadencia religiosa y la injusticia social. Para el profeta ambas cosas
están relacionadas: las injusticias sociales son la antítesis de la alianza con
Yhwh, el cumplimiento formal de las obligaciones religiosas no tiene sentido sin
la moral. De este modo ataca los males sociales de su tiempo, recuerda las
obligaciones de los israelitas y anuncia que Dios está a punto de destruir a su
pueblo. El anhelado “día del Señor”, lejos de salvación, será día de juicio y de
condenación. ¿Se estaba preparando la terrible invasión de los asirios?
El libro es una antología de oráculos y visiones pronunciados por Amós en Betel
y Samaría. Se puede estructurar del siguiente modo: primero encontramos el
título y encabezamiento (1, 1-2), a continuación aparecen una serie de oráculos
contra las naciones, primero contra los vecinos (1, 3-2, 3), y luego contra Judá
(2, 4-5) y contra Israel (2, 6-16). Una segunda parte se centra exclusivamente
en los pecados de Israel y está constituido por palabras y ayes (3, 1-6, 14). El
tercer bloque (7, 1-9, 4) lo forman cinco visiones pronunciadas contra Israel,
donde se insertan el conflicto que el profeta tiene con Amasías (7, 10-17),
narrado en prosa, y un oráculo contra la codicia (8, 4-14). La obra termina con
una doxología (9, 5-6), anuncio del castigo contra Israel (9, 7-10) y palabras
de futura restauración del pueblo de Dios (9, 11-15). El lenguaje utilizado es
muy directo, lleno de invectivas y amenazas, en muchas ocasiones aparece
relacionado con la sabiduría, de aquí toma figuras numéricas (cfr. Prov 30,
15s.; Sir 26, 5), antítesis y contrarios (cfr. Gen 2-3; Is 7, 14-17). Tiene
también características típicas de la profecía como la atribución de
sentimientos humanos a Dios (5, 21) y hace uso de imágenes referidas a la vida
rural (posiblemente manifestación de sus orígenes). El estilo de la narración
muestra que Amós pudo ser el responsable de la redacción, si bien se perciben
añadidos posteriores como los himnos (4, 13; 5, 8-9; 8, 8; 9, 5-6), los oráculos
contra Tiro (1, 9-10), Edom (1, 11-12) y Judá (2, 4-5) y, sobre todo, el colofón
(9, 11-15) que fue añadido en el postexilio por el deuteronomista junto a 1, 2,
dando así un carácter escatológico al libro.
Los oráculos contra las naciones que preceden al texto de hoy se basan en los
delitos cometidos por los pueblos en sus relaciones externas (invasiones,
deportaciones, etc.). La estructura es siempre la misma,
sentencia-delito-castigo. Todos comienzan del mismo modo, “por tres delitos y
por el cuarto no te perdonaré”, aunque en la descripción sólo se describe uno.
Se trata de una fórmula sapiencial que indica una larga lista de crímenes y
delitos de los que el último, que es el que desarrolla el texto, es el que ha
llegado a colmar la paciencia de Dios. La exposición de estos oráculos sigue los
puntos cardinales: nordeste (Damasco), poniente (Gaza), noroeste (Tiro), sureste
(Edom) y levante (Amón y Moab).
Nuestro texto se encuentra al final de los oráculos contra las naciones y al
comienzo de los que se dirigen contra Israel. Su extensión es significativamente
mayor que los anteriores. El tema desarrollado, uno de los más insistentes de
toda la obra, gira en torno al pecado de Israel contra Yhwh y contra el pueblo
(y no ya los crímenes de guerra, como ocurría con los anteriores oráculos).
Estamos ante uno de los oráculos más importantes que sirve además de nexo entre
la primera y la segunda parte del libro. Consideremos en primer lugar los
aspectos estilísticos de la narración. La fórmula de introducción señala el
origen del discurso y encuadra todo el mensaje: “Así dice el Señor”. Los
personajes principales son dos: “ellos” o Israel y Dios. Las acciones de los
primeros son negativas, las del segundo positivas. Ambas son puestas en
contraste, como si de un juicio se tratase. La sentencia no se hace esperar, el
Señor destruirá a su pueblo. La semántica de las expresiones y palabras más
importantes nos revela otros detalles significativos. Ya nos hemos referido al
sentido de la expresión numérica, tras ésta aparecen cuatro personajes. El justo
es el recto, aunque necesitado, la venta puede ser una alusión a la esclavitud.
El pobre designa al necesitado o desgraciado, venderlo por un par de sandalias
puede estar recogiendo un símbolo antiguo que ratificaba la transferencia de una
propiedad (Rut 4, 7), de modo que las transacciones se corroboraban cuando una
de las partes se quitaba la sandalia y la daba al otro. Aquí se refiere a que el
pobre ha sido injustamente despojado aunque se haya dado a esta acción la
apariencia de legalidad. Los míseros alude a los que no tienen defensa y se
encuentran a merced de los poderosos, y los indigentes son los “anawim”, los
humillados y resignados (más adelante el término abarcará a los que ponen su
total confianza en Dios), “torcer el camino” posiblemente sea la perversión en
los tribunales. Después de estos personajes nos encontramos con una acusación
que parece referirse a la prostitución sagrada, aunque también puede estar
detrás una crítica a los abusos sexuales cometidos por el padre y el hijo contra
una misma esclava (Ex 21, 7-11; Lev 18, 17; 20, 14). Las ropas empeñadas eran la
prenda de una deuda, pero según el Código de la Alianza el vestido del pobre
habría de serle devuelto al atardecer porque era lo único que tenía para pasar
la noche (Ex 22, 25-26; Dt 24, 12-13). Por último, el vino de multas puede
referirse al vino defraudado a los acreedores o al injustamente quitado en
calidad de multa. Iba asociado a los banquetes sagrados que tenían lugar después
de los sacrificios. A continuación Dios expone su parte, se enumeran sus
acciones salvíficas, la victoria sobre los amorreos (que aquí es sinónimo de
cananeos), y la salida de Egipto. Por último se habla del castigo, las vívidas
imágenes recuerdan que un poder aplastante hundirá a Israel, de lo cual, ni el
mejor preparado podrá salvarse. El juicio está servido. Dios es el señor de la
historia. El delito de Israel se soporta sobre sus injusticias sociales
cometidas contra los débiles bajo formas de legalidad. Por contra el Señor ha
presentado sus obras sustentadas en la misericordia que transciende esta
justicia o legalidad.
Tras la primera lectura nos encontramos con unas palabras del Salmo 49 (que
corresponde al 50 en la Biblia Hebrea). Seguramente se trata de una composición
para el culto, aunque no está clara la fiesta a la que se refiere (entronización
o renovación de la alianza). El tema desarrollado en este salmo gira en torno al
juicio de Dios por los pecados del pueblo. Contiene 23 versículos que son un
discurso divino estructurado del siguiente modo: introducción (vv. 1-6), donde
se presenta la llegada del Señor y se convoca la otra parte (pueblo) y los
testigos (la tierra de oriente a occidente, los cielos, etc.), discurso divino (vv.
7-21) compuesto por un exordio (v. 7), una primera parte (vv. 8-15), que
desenmascara la culpabilidad del hombre en sus deberes cultuales y que desemboca
en la petición de Dios (“ofrece a Dios una ofrenda de alabanza... invócame en el
día de angustia...”), y una segunda parte (vv. 16-21) que explicita los deberes
sociales de la alianza. Termina el salmo con una peroración (vv. 22-23), donde
se ofrecen dos salidas al culpable, el arrepentimiento, o bien el rechazo que le
llevaría a la destrucción. Temáticamente el Salmo 49 aparece unido al siguiente,
formando las dos partes de un pleito entre Dios y su pueblo. En el primero se
expresa la requisitoria divina, mientras que en el segundo tenemos la respuesta
humana desde el plano individual, que consiste en la confesión del pecado, ambos
son los elementos esenciales del género rib (palabra hebrea que significa
pleito), muy común en la Biblia (Num 12, 4ss.; 22, 32-35; 1Sam 12; 24; 1Re 8,
46-51; Esd 9-10; Dan 3, 24-25; Bar 1, 15-3, 8). Aunque quedaría por expresar la
decisión final de Dios-juez: el perdón o el castigo, o bien acudir a juicio ante
el tribunal. La finalidad, como aparece en otros textos, es el restablecimiento
de la justicia entre las dos partes que han constituido la alianza.
Los versos del salmo que nos presenta la liturgia de hoy corresponden a la
segunda parte y peroración. Dios sigue hablando, reprochando al pueblo su
infidelidad al pacto, ahora por las injusticias sociales cometidas. Permanecen
los mismos testigos, aunque el discurso se dirige no al pueblo, sino a un
interlocutor específico: el malvado (que no aparece en el texto que se nos
ofrece). Las palabras iniciales dibujan el ámbito en el que se va a desarrollar
el discurso: la infidelidad a la alianza por el comportamiento del malvado. La
interrogación refuerza la inocencia de una parte y la culpabilidad de la otra,
el acontecimiento central del pueblo de Dios (Ex 19, 1ss.) que nunca se había de
olvidar (Dt 6, 6-9) se detesta y sus mandatos se echan a la espalda (Prov 15,
12; Sir 32, 18). Se especifica a continuación el pecado en tres ámbitos: robo,
adulterio y calumnia. Los delitos están tomados del decálogo, el hecho de que
recoja sólo éstos nos indica la centralidad que se les concede. Se insiste en el
poder malvado de la lengua en los negocios y la vida ciudadana, lo cual revela
la importancia dada al lenguaje (cfr. Sal 31, 12.14; 34, 14; 41, 6-8; Sir 28,
17s.). Dios vuelve a manifestar su desacuerdo e indignación por el proceder
humano a través de sus preguntas, en ellas también se percibe el conocimiento
que tiene de los delitos cometidos (en el fondo permanece la acusación de
haberse fabricado un Dios a su propia imagen). El pueblo que prometía total
fidelidad (Ex 19, 8; 24, 3.7) ha hecho todo lo contrario y ha corroborado de
este modo su propia acusación así como la inocencia divina (Ex 19, 14; Is 44, 7;
46, 9; Jer 10, 6; Miq 7, 18). Por último se reclama la atención del malvado
(ahora es el que se olvida de Dios) a quien amenaza con la destrucción: o se
arrepiente sinceramente y ofrece acción de gracias (referido a la primera parte
del salmo), o sigue buen camino (referido a la segunda parte).
(Algunas indicaciones generales sobre el evangelio de Mateo se ofrecen en el
comentario del lunes de la semana XII.)
La lectura evangélica de hoy nos mantiene en la segunda parte del evangelio de
Mateo, dedicada a la predicación de Jesús anunciando el Reino de Dios a Israel
(4, 17-12, 50). El viernes 25 de junio iniciábamos una nueva sección de diez
milagros comprendida como la manifestación del Reino y la confirmación de la
identidad de Jesús (caps. 8-9). En primer lugar se nos presentaba la curación de
un leproso (8, 1-4), después la del criado del centurión (8, 5-13) y finalmente
se narraban diversas curaciones (8, 14-17). Aquí debemos ubicar el texto de hoy.
Mt 8, 18-22 es un relato que contiene prácticamente los mismos elementos que
aparecían en la segunda parte del evangelio de la fiesta de ayer (el dicho “las
zorras tienen madrigueras y los pájaros nido...” y “deja que los muertos
entierren a sus muertos”), sería bueno que repasásemos el comentario que
hacíamos. El tratamiento de los hechos es distinto al de Lucas, si bien la
narración se organiza en torno al seguimiento, en Mateo aparece un nuevo eje
vertebrador, la identidad de Jesús. Del seguimiento puede bastar lo dicho en el
comentario anterior, centrémonos en el segundo. La escena se sitúa de camino
hacia la orilla oriental del mar de Galilea. Jesús ordena partir hacia la otra
orilla para huir de la muchedumbre. La razón principal es buscar una ocasión
para insertar los relatos siguientes (la tempestad calmada y la curación de los
endemoniados gadarenos). En Lucas las sentencias están colocadas al comienzo de
la narración del viaje a Jerusalén, no existe un contexto preciso, Mateo, sin
embargo, centra los acontecimientos en Jesús (él es quien observa a la gente y
da órdenes de pasar a la otra orilla), y además, presupone la existencia de un
grupo de discípulos que lo acompaña (aunque todavía no ha descrito la formación
del mismo, excepto en el relato de 4, 18-22). El primer personaje que se acerca
es un letrado (en Lucas es simplemente "uno”) que le pide a Jesús que lo admita
en el grupo de sus discípulos. Sus palabras expresan la amplitud de la
resolución tomada, pero el título concedido a Jesús denota un desconocimiento de
su identidad. La respuesta se centra otra vez en Jesús mismo, su destino es el
destino de todo aquel que le sigue, en este caso, como decíamos en el comentario
de ayer, no tendrá residencia ni un lugar estable de permanencia. La expresión
empleada para referirse a sí mismo es la que utiliza Lucas, “Hijo del Hombre”,
aquí no tiene más sentido que el de automención (cfr. Ez 2, 1; Sal 8, 4), no
obstante también hay que tener presente el sentido mesiánico que la expresión
adquiere en el NT, refiriéndose en muchos casos a la pasión y resurrección de
Jesús (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33-34) y a su gloria futura (Mc 8, 38; 13, 26). En
el segundo relato quien desempeña el papel de interlocutor es “otro, que era
discípulo” (en Lucas es “otro”). La identidad de Jesús se pone de manifiesto más
que cómo se dirige a él el discípulo (“Señor”), en su respuesta, que exige una
adhesión total. El seguimiento tiene un carácter decisivo, el momento es ahora (cfr.
10, 37), y está por encima de las costumbres o de los lazos familiares (una
retrotraducción al arameo daría: “deja a los indecisos enterrar a sus muertos”).
Este segundo relato puede también interpretarse como el deseo del discípulo de
permanecer con su familia hasta el momento de la muerte del padre, sin que ésta
necesariamente haya tenido lugar.
Comentario teológico
A primera vista resulta difícil hacer una reflexión que unifique los textos de
este día. La primera lectura y el salmo hacen una crítica al comportamiento de
determinados grupos sociales respecto a otros, mientras que el evangelio se
centra en la radicalidad del seguimiento. Los primeros toman como punto de
partida a Dios, el segundo a Jesús. También la ambientación general de las
narraciones es distinta, en Amós y en el salmo se hace desde el género rib,
donde Dios es la parte acusadora y el pueblo el acusado, mientras que en Lucas
se trata de relatos de llamada que ilustran las condiciones que se ponen al
discípulo. Si nos fijamos, en las tres lecturas se están contraponiendo dos
modos de actuación: el humano y el divino.
El primero es puesto en evidencia por el segundo. Veámoslo con más detalle. Los
investigadores coinciden en afirmar que la próspera situación que atravesaba el
reino de Israel en tiempos de Amós provocó situaciones de injusticia social y de
decadencia religiosa, así lo vemos reflejado en el texto. Del ámbito social se
señala el abuso que los más poderosos cometen contra los más necesitados (en el
análisis descubríamos alusiones a la esclavitud del justo, el robo del pobre, la
injusticia cometida sobre los míseros y la perversión de los tribunales), y
respecto al culto se critican determinados actos como la prostitución sagrada
(aunque, como decíamos en el estudio de los textos, puede ser también una
alusión a los abusos sexuales), la falta de respeto a la fianza del pobre y los
banquetes sagrados. La reflexión está orientada a exponer la interdependencia
entre la alianza divina y el comportamiento humano, lo cual queda corroborado a
través de la segunda parte del texto, donde aparecen las más significativas
acciones de Dios en favor del pueblo (la salida de Egipto y la destrucción de
los pueblos que habitaban la tierra a la llegada de Israel). La ambientación
judicial contrapone la “legalidad” de los actos humanos a la justicia divina. El
salmo 49 continúa en este mismo tipo de lenguaje y temática, pero añade viveza.
En primer lugar se critica la actuación del pueblo en el culto (la falta de
sinceridad en la recitación de los preceptos), luego el comportamiento del
malvado en el ámbito social (robo, adulterio y crítica). De nuevo la alianza
divina es el referente que evidencia el pecado: el culto o la actuación
cotidiana no se comprenden al margen de lo pactado con Dios. El relato
evangélico expone igualmente esta contraposición. Si en el relato de Lucas el
centro se ponía en el Reino, aquí es Jesús, Él es quien se fija en la gente que
le rodea y da órdenes de pasar a la otra orilla y Él es también quien reprueba
las actitudes de quien quiere seguirle. La ambientación no es judicial, sino
puramente ilustrativa, a partir de dos relatos anecdóticos. Sin embargo, no es
artificial interpretar el papel de Jesús como juez del que quiere ser discípulo,
y el compromiso del seguimiento como alianza o pacto. Una vez más la “legalidad”
humana (el derecho, por ejemplo, a un lugar estable o el de enterrar a los
muertos) se contrapone a la justicia divina (las exigencias del seguimiento). No
obstante hay que tener presente el recurso de la hipérbole tan común en las
palabras de Jesús.
En todas estas situaciones se pone de manifiesto la unidad que existe entre el
comportamiento humano (en diversos ámbitos) y la relación con Dios. Se subraya
el pecado en términos judiciales, la “legalidad” de las acciones humanas se
contrapone a la fidelidad a la alianza. De este modo nuestra reflexión ha
llegado al elemento unificador que buscábamos al principio: la legalidad de las
acciones humanas y la fidelidad a la alianza. Lo primero nos lleva a una imagen
de Dios como juez y a una presentación de la relación humano-divina como un
pacto, se trata de una reflexión teológica que está muy presente a lo largo de
toda la Escritura, pero utilizada actualmente corre el riesgo de olvidar algunos
aspectos importantes. No cabe duda de que, por ejemplo, no sólo la acusación de
los comportamientos equivocados, sino la expresión de la protección divina del
más débil, son inherentes a esta visión de Dios como juez. También ayuda a
comprender la identidad de Jesús en relación con las exigencias que impone a los
que quieren seguirle. Pero no deja de ser una imagen de un Dios inmutable. Más
acertado puede resultar si hablamos de fidelidad a la alianza, entendida no como
un pacto, sino como encuentro. De este modo se recoge su constante y necesaria
actualización, entendiendo ésta como exigencia, y se evita la presentación de
los actos humanos contemplados exclusivamente como medios de retribución.
3-13. Condiciones de los seguidores de Jesús
Fuente: Catholic.net
Autor: Xavier Caballero
Reflexión:
El riesgo es parte sustancial de la condición humana. No se puede en este mundo
hacer nada serio sin exponerse, con frecuencia, al fracaso. Y, desde luego, la
única manera de no equivocarse nunca – es decir, de equivocarse siempre – es
renunciar a toda aventura por pura cobardía. Sí, estamos por el riesgo y contra
la seguridad. Estamos con la audacia frente a la comodidad. Creemos más humano
el atrevimiento que la renuncia sistemática al combate.
El evangelio de hoy es uno de esos que solemos calificar como “sólo para gente
intrépida. El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza....”Todo un
riesgo. Cuando nos acercamos a este pasaje podemos caer en el error de pensar
que se refiere sólo a los llamados al sacerdocio, a la vida consagrada, etc. Y
sin embargo, nos interpela a todos como cristianos. Forma parte de nuestra
vocación. La vocación no es un lujo de elegidos ni un sueño de quiméricos. Todos
llevan dentro encendida una estrella. A veces, la estrella es tan clara que
mucha gente no la ve. Y es que una de las cosas importantes de la vida es la de
descubrir cuál es meta”luego, buscarla como una mezcla, a partes iguales, de
ilusión y realismo. Sígueme, deja a los muertos sepultar a los muertos». Sólo
con realismo nos quedaremos a ras de tierra. Sólo con ilusión nos romperemos las
narices. No siempre es fácil. Pero, ¿es que puede ser un sacrificio amar a
Alguien?
Con frecuencia hay que tomar la cruz; pero si la cruz no llega a resultarnos
fuente de felicidad ¿cómo podemos decir que la creemos redentora? Somos
cristianos. Nuestra vocación está unida a la de Cristo. Repitamos hoy y hagamos
vida en nuestro interior, la oración de J. H. Newman: «Amado Señor, enséñanos a
sufrir contigo; haz que el sufrir por amor a ti, sea dulce para nosotros, y
santifica con tus méritos todos nuestros sufrimientos. A ti, Jesús, fuerza y
sostén del universo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén
3-14. Reflexión
En este pasaje Jesús les muestra a sus discípulos dos de las condiciones para
seguirlo: La primera es: estar dispuesto a todo y aceptarlo todo por amor y la
segunda es no ponerle condiciones... el Reino tiene prioridad. Es importante el
recordar estos dos elementos de la vida cristiana pues nos encontramos en un
mundo que ha hecho de nuestra vida una vida cómoda y placentera, lo cual es un
regalo de Dios que no debemos despreciar, sin embargo nos puede llevar, si no
estamos atentos, a rehusar el sacrificio que muchas veces implica el seguimiento
de Jesús y la observancia del Evangelio. Nuestros pies y nuestras manos deben
estar siempre dispuestas para la construcción del Reino, de manera que aun
despreciando nuestra comodidad, podamos ser testigos del amor de Dios. La pereza
(espiritual y física) solo producen hastío y limitan nuestro crecimiento en el
amor y el servicio. No condiciones a Jesús, mantén siempre como prioridad la
construcción del Reino y la vida evangélica y tu vida será efectivamente la de
una AUTENTICO discípulo.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
3-15.
Seguir a Jesús implica no tener descanso. No bien
hemos finalizado una tarea cuando ya tenemos que estar manos a la obra con la
próxima. No bien hemos concluido una parte de nuestro proceso de purificación, a
través de una prueba, cuando ya estamos a la puerta de la próxima. Es toda una
travesía espiritual la que hemos emprendido y debemos aceptar con toda la
apertura posible esta realidad de la travesía. Es a través de ella que iremos
consiguiendo el desapego necesario para seguir adelante. El uso de las palabras
de Jesús “deja que los muertos entierren a sus muertos” tiene una connotación
que va más allá del hecho mismo. Es cómo si dijera, deja
partir al que ha muerto y sigue con tu vida; deja fuera todo el apego a lo
personal y sígueme a mí, pues soy quién puedo darte vida eterna.
Jesús, abre mis oídos a tus palabras y permíteme seguirte hoy y siempre por
encima de todas las cosas.
Dios nos bendice,
Miosotis
3-16. Mateo 8,18-22: "Maestro, te seguiré adonde
vayas."
En este texto se nos propone dos modelos, dos disposiciones en el seguimiento de
Jesús.
Son dos discípulos, o dos pretendidos discípulos de Jesús, que, cautivados por
las palabras, quieren seguir al Maestro, que quieren imitar su modo de ser y de
vivir, dedicarse, como Él, a la propagación del Reino de Dios entre la gente.
El primer pretendiente denota una disposición inmejorable, que se desprende de
sus mismas palabras: "Te seguiré adonde vayas". Su expresión es rotunda, sin
amortiguaciones, sin excusas, sin timidez; actitud noble y generosa.
¿Qué lo motivó a tomar esta resolución? Antes que nada, el llamado interno del
Señor, quizás explicitado con aquella palabra: "Sígueme".
También nosotros escuchamos un día ese mismo llamado del Señor: Fue Dios el que
nos eligió para este modo concreto de ser y de vivir, en conformidad con la vida
del Señor Jesús.
La iniciativa la tomó Dios, aun sin quizá notarlo nosotros; pero ahora, que
estamos iluminados por la luz de la fe, sabemos que así fue y debemos postrarnos
ante la infinita bondad de nuestro Dios, que nos "eligió y nos predestinó" para
ser efectivo su Reino en el mundo.
Y nosotros respondimos lo mismo que aquel discípulo, aquel escriba: "Adonde
vayas, te seguiré". Y lo vamos siguiendo; con mayor o menos fidelidad, pero lo
vamos siguiendo. A fin de conseguir un más fiel seguimiento, convendrá que
reflexionemos sobre las condiciones que el Señor exige.
Así se lo demuestra al escriba: quizá este se dejó llevar solamente de su
entusiasmo, pero no pensó suficientemente en las condiciones duras que exige el
seguimiento del Señor. El Señor se las manifiesta y expone con todo el ejemplo
de dos animales: las zorras y los pájaros, que a pesar de ser tan normales,
hallan sus lugares de reposo y descanso. Pero el seguidor de Cristo, lo mismo
que el Maestro, sabe que no tiene donde reclinarse, es decir, no deberá tener
momento de reposo, no se deberá dar a sí mismo reposo, pues esa es su misión,
como apóstol: ir y venir a todas partes, llevando la Buena Noticia de la
salvación.
"Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos."
El segundo discípulo del que nos habla este texto también quiere seguir al
Maestro; más aun: explícitamente recibe el llamado, claro, exigente: "¡Sígueme!"
Nuestro llamado no fue, seguramente, menos claro, ni menos exigente; es el Señor
que nos llamó, el que nos dio una misión que cumplir; porque si nos llamó,
ciertamente nos llamó para algo.
La condición que el discípulo pone al Maestro, como condición previa a su
seguimiento, parece a primera vista totalmente legitima: "Enterrar a su padre".
Cuando yo me determiné a seguir al Señor, quizá fui mas generoso que ese
discípulo; no le puse condiciones; pero ahora, ¿sigo en la misma actitud? ¿Con
la misma generosidad? ¿No estoy juzgando que algunas concesiones que me estoy
permitiendo no se oponen al seguimiento del Señor? Aunque esas concesiones sean,
o parezcan, tan legitimas en sí, como el enterrar al propio padre......
Es que a la misión apostólica de la instauración del Reino de Dios, todo lo
demás es como muerto y sin valor; de ahí que los están viviendo en este mundo,
despreocupados del Reino de Dios y absorbidos por lo material, es como si
estuvieran muertos.
No nos fijemos en la fuerte expresión del Señor, sino en su significado: los
derechos de Dios sobre nosotros y sobre nuestra vida son superiores a los
derechos, incluso, de nuestros mismos padres sobre nosotros .
Vivencia:
Debo fijarme en los sacrificios que el seguimiento de Jesús propone no para
desanimarse, sino para guardarle total y absoluta fidelidad, aun en medio de las
dificultades y sufrimientos que ese seguimiento exija; negarme a mí mismo, a mis
comodidades y aun a mí mismo descanso.
Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.
3-17. DOMINICOS 2004
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Amós 2,6-10.13-16:
“Por cuatro pecados no perdonaré a Israel, dice el Señor: porque venden al justo
por dinero, y al pobre por un par de alpargatas; porque oprimen contra el polvo
la cabeza de los míseros y tuercen el camino de los indigentes; porque padre e
hijo van juntos a una mujer, infamando mi nombre santo; porque se acuestan sobre
ropas dejadas en fianza, junto a cualquier altar, y beben vino de multas en el
templo de Dios .
¿Olvidáis que yo destruí al amorreo..., que yo os saqué de Egipto y os conduje
por el desierto...? Pues, mirad: yo os aplastaré, como un carro lleno de
gavillas...”
Evangelio según san Mateo 8,18-22:
“En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de
atravesar a la otra orilla.
Entonces se le acercó un letrado y le dijo: Maestro, te seguiré a donde vayas.
Jesús le respondió: Mira, las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.
Otro, que era discípulo, le dijo: Señor, déjame ir primero a enterrar a mi
padre. Y Jesús le replicó: Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus
muertos”.
Reflexión para este día
¡Señor, si nos abandonas, sucumbimos!
Con esas palabras interpretamos los sentimientos del profeta Amós. Por nosotros
mismos, no resistimos las tentaciones de la carne y del espíritu. Cuando Amós
mira a su pueblo, cree encontrarse como entre cuerpos putrefactos. Percibía el
olor de la maldad y, por ello, fustigaba a las conciencias empecatadas con
expresiones de ruina, fracaso.
No nos engañemos, dice a los pretenciosos, pues si la ira de Dios actúa, el
veloz no encontrará huída, el fuerte no conservará su fuerza, el soldado no
salvará su vida,
el arquero no se mantendrá en pie, y el jinete no salvará su vida.
Volvamos, pues, a Dios, nuestra fuerza y salvación. Sólo en Él tenemos
esperanza. Decidámonos a vivir honestamente, y para ello pisemos en nuestras
obras sobre las huellas del amor y fidelidad a Cristo, Señor y Maestro.
3-18. CLARETIANOS 2004
La lectura del profeta Amós y el salmo hacen una
crítica feroz al comportamiento de ciertos grupos en el culto: hipocresía,
prostitución sagrada, culto vacío, y en el ámbito social: robo del pobre,
esclavitud del justo, perversión de los tribunales... en una narración de tipo
jurídico, Dios se identifica con el pobre, el marginado, y les echa en cara
estas injusticias como si a Él se le hicieran. Esa actitud infiel no responde a
la alianza que Dios ha hecho con su pueblo. ¡Cuántas veces profesamos la fe solo
de boquita! Nuestras palabras van por un lado y la vida por otro... y el Dios
que nos busca, que sale a nuestro encuentro para hacer alianza de amor con cada
uno de nosotros se queja, lo lamenta...
El evangelio se centra en la radicalidad del seguimiento de Jesús. Él, lo
primero, hasta incluso sugerir que los muertos entierren a sus muertos. Esto
parece contraponerse con la primera lectura, pues aquí Jesús parece impedir la
legalidad de las obras de misericordia... la exageración de las palabras de
Jesús nos hacen caer en la cuenta de que el seguimiento es un encuentro, más que
un contrato legal, siempre abierto a nuevas exigencias con tal de que pongamos a
Jesús en primer lugar y sepamos relativizar todo lo demás.
Vuestra hermana en la fe
Consuelo Ferrús, Misionera Claretiana
(rmiconsueloferrus@telefonica.net)
3-19. Fray Nelson Temas de las lecturas: ¿Será
posible que tú destruyas al inocente junto con el culpable? * Sigueme.
1. Encuentro de Dos Rostros del Amor
1.1 Podemos decir, hermanos, que en la primera lectura de hoy se encuentran dos
rostros del amor. Porque, si bien a primera vista el relato nos parece una
especie de "contienda", pronto nos damos cuenta que Abraham y Dios están ambos
del mismo lado.
1.2 Es muy hermoso ver a Abraham en su actitud de intercesor. Le habíamos visto
en su esterilidad, en su soledad, en el aparente fracaso de su existencia,
considerada individualmente. Es maravilloso descubrir que este hombre no se
encierra en su frustración ni se ahoga en su amargura. Muy al contrario, abre el
alma y vela por los intereses de Dios y por la salvación de cuantos puede, aun
en medio del fango de aquellas ciudades de tan triste memoria, Sodoma y Gomorra.
Esta es una lección para nosotros: no encerrarnos en lo que no nos ha salido
bien; aun en medio de nuestras derrotas podemos hacer que triunfe la causa de
Dios.
1.3 Dios, por su parte, nos muestra un rostro distinto del amor. Es el amor que,
como un rayo de infinita claridad, separa al mal voluntario del bien inocente.
Bien muestra el Señor que no está dominado por la ira. Escucha con paciente
caridad a aquel en quien ha despertado tan generosa intercesión y atiende a cada
uno de sus ruegos. Dios no está temblando de rabia. Está protegiendo al bien que
todavía es débil del mal que se pretende fuerte. Y esto también es amar.
1.4 Necesitamos del amor que nos manifiesta Abraham, ciertamente inspirado y
movido por Dios, para descubrir los tesoros de la compasión. Necesitamos también
del amor celoso que Dios mismo manifiesta en la escena que hemos visto hoy para
cuidar del que no puede cuidarse aún.
2. No es tan fácil
2.1 Jesús despierta entusiasmo, pero también lo tiempla, como se tiempla el
metal con agua helada después de sacarlo del horno encendido. El metal que se
deja enfriar a su propio ritmo se endurece, claro está, pero no alcanzará su
mejor dureza si no es templado.
2.2 Así obra también Jesucristo, como vemos en el evangelio de hoy. A aquel que
le dice: "te seguiré adondequiera que vayas" le echa un poco de agua fría, no
para desanimarlo sino para templar su carácter y mejorar la calidad de su
decisión.
2.3 No nos extrañe entonces que al seguir a Cristo nos pasen tantas cosas que
nos desagradan o que tratan de desanimarnos. Muchas veces es voluntad del mismo
Cristo que seamos probados no para que retrocedamos sino para que demos con
mejor vigor cada paso.
2.4 Conviene decir una palabra sobre el otro encuentro que nos presenta el
evangelio de hoy. Cuando el otro entusiasta, o mejor: medio entusiasta,
manifiesta su condición, "permíteme ir primero a enterrar a mi padre", Jesús le
dice una frase que puede costarnos entender: "deja que los muertos entierren a
sus muertos". No es que el hombre estuviera en trance de duelo y Cristo le
pidiera que abandonara los asuntos del funeral. La expresión de aquel hombre,
sepámosla entender, alude a "déjame esperar a que mi padre muera", cosa que no
implicaba unas horas ni unos días, sino seguramente años enteros. Cristo le hace
ver ese tiempo y lo contrasta con la urgencia del anuncio del reino de Dios.