MIÉRCOLES DE LA SEMANA 12ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Gn 15, 1-12.17-18

1-1.

-Me voy sin hijos...

-Mira al cielo y cuenta las estrellas. Así será tu descendencia...

Sorprendente diálogo. El gran sufrimiento humano de Abraham es no tener hijos. Así se lo confía a Dios. Este es también un problema de vida concreta. Y Dios «promete» .

¡Una descendencia tan numerosa como las estrellas! Es inverosímil. Aparentemente es imposible.

Y nosotros, miles de años después, sabemos que esa promesa se ha realizado. Millones de judíos, de árabes y de cristianos honramos a Abraham como a nuestro padre.

Pero él, en aquella época sólo veía que era viejo, que su mujer era estéril y que no tenía hijos.

Así pues, Señor, Tú diriges nuestra mirada hacia el futuro.

Eres dueño de lo imposible. El mundo no ha terminado. El porvenir está entre tus manos divinas. Nuestra Fe, también debe dirigirnos a nosotros «hacia el porvenir».

¿Qué haré hoy para trabajar en el sentido de Dios? Aunque no pueda ver el resultado de ello. La historia avanza hacia su cumplimiento.

-Abraham creyó en Dios y el Señor lo declaró justo.

Confiar en Dios.

Los años pasan y el hijo prometido no llega. ¿Serán engañosas las promesas divinas?

Abraham, sin embargo, sigue confiando. Continúa esperándolo todo de El.

Dame, Señor, esta perseverancia y esta obstinación en la fe.

Me detengo en un momento de silencio para evocar lo que espero, HOY, de Dios: tal gracia, tal liberación del pecado... que dura desde tiempo. Continúo creyendo en ti, Señor.

Lo que prometiste se realizará.

-Un sombrío y profundo sopor invadió a Abraham... Espesas tinieblas...

La fe, la certeza de Dios no suprimen cualquier angustia y obscuridad. En ciertos días esa espera interminable debió de parecerle muy dura a Abraham.

Así en nuestras vidas, hay también noches vacías, oscuras, momentos en los que la prueba nos pone los nervios de punta.

Ello es quizá un «signo» de que el Señor pasa, como en la vida de su amigo Abraham.

-Aquel día firmó el Señor una alianza con Abraham.

Dios actúa a menudo en nosotros cuando estamos vacíos de nosotros mismos y completamente receptivos a su acción. Cuando todo parece perdido, como en la Pasión, es cuando la salvación pascual está cerca.

Esta «Alianza» entre Dios y Abraham se expresa por ritos tomados de los usos de las tribus nómadas de la época: las dos partes contratantes se comprometen, aceptando ser despedazados como animales abiertos en canal, si dejan de cumplir la palabra dada. Pero Yavéh -Dios- pasa solo entre las víctimas, en forma de un «fuego», porque solamente su fidelidad queda realmente comprometida.

Es algo emocionante ver a Dios así comprometido, aceptando la forma misma de un contrato algo salvaje, un contrato como el que hacían entre sí las hordas brutales de nómadas que sólo podían contar con la violencia. HOY todavía, Señor, quieres pactar «Alianza» con el hombre.

Sé que, por tu parte, esta alianza será sólida.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 144 s.


2.- 2 R 22, 08-13.23, 1-3

2-1.

-«He hallado el libro de la Ley en el Templo del Señor...»

Un pequeño acontecimiento, en apariencia banal y que llega por azar.

En 622, bajo el reinado del rey Josías, unos obreros, que trabajaban en el Templo, «descubren» un libro -es el Deuteronomio-, que había sido perdido -o «escondido»- en ese lugar unos años antes.

A todos los hombres les sucede algo parecido; y en algunos de esos acontecimientos parece «perderse la Palabra de Dios»... y en otros, se «la encuentra de nuevo»...

He de llevar todo esto a la oración.

Señor, ¿me sucede a menudo dejar escapar una ocasión? Tal encuentro, tal lectura, tal enfermedad, tal alegría, tal pena... en la que Tú estás ahí, escondido, ¡presto a ser encontrado de nuevo!

-Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestiduras.

Es el signo de su arrepentimiento, de su deseo de conversión.

El Deuteronomio encontrado es todo él una llamada a la Alianza: el tono del Deuteronomio es envolvente como una confidencia... Dios ama... Dios espera ser amado... Dios nos invita a amarle.

Pensando en los pecados de su pueblo en este inmenso olvido que dura hace tanto tiempo, el rey Josías tiene el corazón traspasado y rasga sus vestiduras. Pero si nosotros nos olvidamos de Dios. Dios no nos olvida jamás. Durante nuestras largas ausencias, perdura ahí y sigue amándonos siempre. El descubrimiento de este Amor trastorna a Josías y le suscita sentimientos de gozo y de arrepentimiento.

-El rey hizo convocar a todos los ancianos, con todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo, desde el menor al mayor.

En el fondo, uno no se convierte solo. Todo aquel que descubre o que redescubre de nuevo a Dios provoca una especie de reacción en cadena: "¡Todo el que se eleva, eleva el mundo!"

Que sepa yo pensar en mis propias responsabilidades. En los que dependen de mí. En todo lo que les falta cuando abandono a Dios. En todo el provecho que reciben cuando mi vida es vida según Dios.

¿Me preocupo de hacer partícipes a los demás de mis propios descubrimientos?

¿Tengo que comunicar una «buena nueva» a todos los que amo?

-Leyó ante ellos todo el contenido del libro de la alianza, hallado en el templo.

Josías organiza pues una especie de gran liturgia, una celebración de la Palabra.

El secretario había leído el texto al rey.

Ahora el rey lo lee a todo el pueblo.

Como en el evangelio, los hechos se desarrollan en cascada: los obreros encuentran el libro cuando estaban trabajando, lo llevan al sumo Sacerdote Helcías, éste convoca a Safan, secretario del rey, Safan advierte al rey Josías que propone la Alianza a todos los habitantes de Jerusalén.

La Palabra de Dios pasa de mano en mano, de boca en boca, de oído en oído. ¡Dios necesita a los hombres!

-El rey estaba de pie junto a la columna, y concertó ante el Señor la «alianza» que le obligaba a seguir al Señor, y a guardar sus mandamientos con todo el corazón y toda el alma...

Comienza una reforma, una nueva fase de vida.

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma...»

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 144 s.


2-2. /2R/20/01-19

Aunque el protagonista de los dos episodios de esta lectura es el rey Ezequías, el rey se mueve totalmente en la órbita de Dios, que le comunica sus designios a través de la palabra del profeta. La señal tiene este significado: promesas y amenazas se cumplirán con la misma seguridad con la que retrocede la sombra del sol en la escalinata de Acaz.

La embajada del rey de Babilonia está relacionada con la curación de Ezequías, pero cada uno de los episodios tiene su significación. En el primero el Señor, dueño de la vida, hace anunciar al rey su muerte sin indicarle el motivo. La decisión divina de poner fin a una vida es un misterio inexplicable. Pero en este caso Dios escucha la plegaria de Ezequías: le concede quince años más de vida y protección contra el peligro asirio. En su oración recuerda Ezequías su buen comportamiento como un motivo para que el Señor le escuche.

El Señor le hace decir que lo curará en atención a su oración y a sus lágrimas, y que protegerá la ciudad por amor a él mismo -la había escogido como residencia- y por amor a David -que también Dios había elegido-. Como si dijera que los favores concedidos a David, aunque exigían de sus hijos un buen comportamiento, no se adquirían con el buen comportamiento.

El segundo episodio parece indicar un juicio moral sobre la actitud de Ezequías con los embajadores de Babilonia. Así lo entendió el libro de las Crónicas cuando reprochaba a Ezequías que no cumplió con el ideal de humildad propuesto en el salmo 131 (2 Cr 32,25-26). Pero en aquella situación histórica de rivalidad entre Babilonia y Asiria, tal embajada no podía ser únicamente una visita de cortesía y de admiración: era una insinuación de alianza contra el enemigo común. Si Ezequías se hubiera confiado más en el corazón de Yahvé, como Isaías lo pedía en el tiempo de Acaz, no hubiera caído en la trampa de abrir la puerta a los futuros deportadores de Judá. Ezequías encuentra bien la palabra de Yahvé, no porque sea indiferente a lo que pasará después de su muerte, sino porque, teniendo Yahvé motivo para ejecutarla desde ahora, ha diferido su cumplimiento.

G. CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 764 s.


3.- Mt 7, 15-20

3-1.

Ver Paralelo DOMINGO 08C


3-2.

Parece decir: no juzguéis al hombre por las apariencias, que son frecuentemente engañosas, sino por lo que hace. Ni las palabras ni las intenciones, sino la práctica. Si las palabras y las intenciones siguen una dirección y la práctica otra, la segunda es la que revela el corazón del hombre, sus opciones profundas, sus verdaderos intereses. Las palabras y las intenciones son a menudo una tapadera, un engaño (para sí mismo y para los otros).

Sin embargo, la comparación se puede entender también de otra manera. Hay semillas que cuando las ves te parecen inocuas, y hay árboles que te parecen fascinantes al verlos; solamente si tienes paciencia (y sensatez) para esperar a los frutos sabrás cómo son realmente. Así se desmienten los falsos profetas; no por las muchas palabras que dicen (palabras con frecuencia fascinantes), ni por los diversos gestos que hacen; debes valorarlos basándote en los frutos que aquellas palabras y aquellos gestos no tardarán en producir.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 83


3-3.

-Cuidado con los profetas falsos, esos que se os acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.

En el Antiguo Testamento, Dios había advertido a menudo que nos pusiéramos en guardia contra los "falsos profetas".

Jesús subraya aquí cuán semejantes son exteriormente a los profetas auténticos: se visten con la capa de la buena doctrina y de la buena moral... por lo tanto son difícilmente reconocibles. Así el gran peligro para la Iglesia no procede forzosamente de sus enemigos externos, fácilmente conocidos, sino de aquellos que aparentando una vida normal... son de hecho, "lobos" rapaces, incluso cuando pretenden hablar en el nombre de Dios.

-Por sus frutos los reconoceréis.

Jesús es realista. "Mirad y ved cómo actúan..." El verdadero valor de una persona se manifiesta por lo que hace.

Por ejemplo, se puede hablar mucho de la Iglesia y no obedecerla prácticamente.

Jesús se ha enfrentado durante toda su vida a los escribas y fariseos, que eran aparentemente gentes muy religiosas.

La docilidad al Espíritu y la humildad son los frutos por los que se reconoce al profeta auténtico.

-¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos.

¡Un "buen" fruto! La calidad de una fruta depende de la calidad del árbol.

Señor, transforma mi corazón para que sea como una ¡fruta buena! de la que puedan alegrarse y alimentarse los demás.

Y para esto ¡que sea bueno el árbol! La raíz, el tronco, las ramas, todo el conjunto... para que los frutos sean sabrosos. Sí, Ios gestos y las palabras exteriores no adquieren su valor auténtico mas que cuando son la expresión de una fidelidad interior a Dios y a la Iglesia.

-Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos.

Es un buen criterio, para evaluar la autenticidad de un profeta, de un movimiento, o de una opinión, el considerar a la larga, sus resultados... ¿Cuáles han sido las consecuencias concretas de esta acción, de esta opinión? La vida humana es "una": todo se relaciona... pensamientos, voluntades, actos.

¿Cuál es la orientación general de mi vida? Uno encuentra a veces a almas inquietas que se imaginan que han roto su vida por un pecado mortal accidental...

Ahora bien, Jesús nos dice aquí que lo que cuenta es la trama general de una vida.

-Todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego.

Mateo agrupó aquí unas fórmulas sobre el árbol, que seguramente fueron dichas en circunstancias diversas. Notemos, por ejemplo, la correspondencia con la alegoría de la viña, en san Juan 15, 6... donde Juan insistía sobre la unión con la vid para tener vida y dar fruto.

Mateo insiste sobre la urgencia de la conversión: el juicio de Dios está cerca.

¿Habremos sido un árbol sano? ¿Cuál habrá sido nuestra fecundidad? ¿Qué frutos sabrosos han sido los nuestros? Todo ello, en este contexto, se dice de los falsos profetas ¡árboles echados al fuego! Pero esto es verdad para cada uno de nosotros, si no nos preocupamos de dar fruto para la vida eterna.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 36 s.


3-4.

1. (Año I) Génesis 15,1-12.17-18

a) «Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán». La doble promesa que Dios le había hecho -posesión de la tierra y descendencia numerosa- tarda en cumplirse. Dios se la vuelve a hacer, esta vez ya en forma de alianza.

El gesto con el que se ratifica esta alianza nos puede parecer extraño, pero era expresivo en la cultura de entonces: se descuartizaban animales, se colocaban en dos filas y los dos contrayentes pasaban por en medio (Dios pasó en forma de fuego). La intención simbólica es: si alguno de los dos no cumple su palabra, que le suceda como a estos animales.

No todo es fácil ni llano en el camino de Abrahán. Siente miedo, la duda le tienta («no me has dado hijos»), tiene que espantar los buitres que bajan sobre los animales muertos, le invade un sueño profundo «y un terror intenso y oscuro cayó sobre él». Pero, una vez más, el patriarca confía plenamente en Dios: «Abrahán creyó al Señor y se le contó en su haber».

b) En la vida de un creyente no todo son días de sol y de claridad.

También a nosotros nos rondan las dudas y el temor e incluso, alguna vez, la noche oscura y el «terror intenso y oscuro». Seguro que podemos decir, mirando a nuestra historia, que algunas veces «el sol se puso y vino la oscuridad». Nos da pena, como a Abrahán, ser estériles, que nuestro trabajo no produzca frutos visibles. ¿Quién no quiere tener, de alguna manera, descendientes que continúen nuestra obra o poseer un trozo de tierra?

Tenemos que mirarnos en el espejo de Abrahán. Y de Cristo, que nos da un ejemplo todavía más pleno de confianza en Dios: «a tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu». No sólo le tenemos que servir cuando todo es fácil y nos sale bien. También, cuando no vemos el final del túnel. Cuando estamos bien establecidos y nos invitan al éxodo, o cuando, como a Abrahán, nos obligan a plantar tiendas de peregrino y levantarlas al cabo de poco. ¿Nos fiamos de Dios? ¿se puede decir que no sólo «creemos en Dios», sino que «creemos a Dios»? A Abrahán se le llama «patriarca de la fe» porque creyó en circunstancias difíciles, cuando las apariencias parecían ir en contra de las dos promesas que Dios le hacía. Para todos, también para los cristianos, es un ejemplo magnífico de fidelidad a Dios.

El salmo nos invita a esta actitud: «que se alegren los que buscan al Señor, recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro... él se acuerda de su alianza eternamente, de la alianza sellada con Abrahán».

1. (Año II) 2 Reyes 22,8-13; 23,1-13

a) En tiempos del joven rey Josías, que fue de los pocos buenos y fieles a Dios, aconteció el hallazgo, en el Templo, del libro de la Ley, el Deuteronomio.

Entre lo que decía el libro, con las palabras de la Alianza, y lo que estaba sucediendo en la historia del pueblo, no había ningún parecido. El rey teme con razón que Dios debe estar muy enojado y que así se explican las calamidades que pasan. La lectura solemne del Deuteronomio lleva a todos, autoridades y pueblo, a renovar y suscribir la Alianza con Dios.

Va a ser un paréntesis -no demasiado largo, porque Josías muere joven- de fidelidad a Dios en medio de una historia llena de idolatrías y de injusticias. El salmo recoge esta voluntad de conversión: «muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente... guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo».

b) Hay períodos en la historia, también en la de la comunidad cristiana, en que hace falta algún «hallazgo», por parte de reyes como Josías, o de profetas como Jeremías -que es el que le ayudó en su programa de reforma religiosa- para que todos recapacitemos y volvamos al camino de la sensatez.

Serán pocas todas las llamadas a la «nueva evangelización». Cada generación nueva se tiene que enterar de la Buena Noticia de la salvación que Dios ofrece en Cristo Jesús y en su comunidad. Y esta evangelización es más urgente cuando el ambiente es pagano, o neo-pagano. Demasiado fácilmente nos olvidamos del «libro de la Ley», descuidamos el evangelio de Cristo, su estilo de vida y la lista de sus bienaventuranzas, dejándonos llevar por idolatrías de todo tipo.

Los cristianos no sólo debemos preocuparnos de ser nosotros mismos fieles a la llamada que hemos sentido de Dios, sino también, de ayudar a otros -niños, jóvenes, alejados- a redescubrir a Dios en sus vidas, a volver a escuchar, si lo han olvidado, el libro de la Palabra de Dios.

Sacerdotes, catequistas, misioneros, profetas, padres, educadores de la fe, maestros cristianos: éstos son el nuevo Josías y el nuevo Jeremías que quieren ayudar a este mundo a descubrir, en los valores cristianos, la verdadera respuesta a sus preguntas y problemas.

2. Mateo 7,15-20

a) Jesús previene a sus seguidores del peligro de los falsos profetas, los que se acercan «con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces».

Les da una consigna: «por sus frutos los conoceréis». La comparación es muy expresiva: un árbol puede ser muy bonito en su forma y en sus hojas y flores, pero si no da buenos frutos, no vale. Ya se puede cortar y que sirva para leña.

b) Tanto el aviso como la consigna son de plena actualidad. Porque siempre ha habido, junto a persecuciones del exterior, el peligro interior de los falsos profetas, que propagan, con su ejemplo o con su palabra, caminos que no son los que Jesús nos ha enseñado.

El criterio que él da lo debe aplicar la comunidad cristiana siempre que surgen nuevos movimientos o personas que llaman la atención, y de los que cabe la duda de si están movidos por el Espíritu de Dios o por otros móviles más interesados.

Pero es también un modo de juzgarnos a nosotros mismos: ¿qué frutos producimos? ¿decimos sólo palabras bonitas o también ofrecemos hechos? ¿somos sólo charlatanes brillantes? Se nos puede juzgar igual que a un árbol, no por lo que aparenta, sino por lo que produce. De un corazón agriado sólo pueden brotar frutos agrios. De un corazón generoso y sereno, obras buenas y consoladoras.

Podemos hablar con discursos elocuentes de la justicia o de la comunidad o del amor o de la democracia: pero la «prueba del nueve» es si damos frutos de todo eso. El pensamiento de Cristo se recoge popularmente en muchas expresiones que van en la misma dirección: «no es oro todo lo que reluce», «hay que predicar y dar trigo», «obras son amores y no buenas razones»...

Pablo concretó más, al comparar lo que se puede esperar de quienes siguen criterios humanos y de los que se dejan guiar por el Espíritu de Jesús: «las obras de la carne son fornicación, impureza, idolatría, odios, discordia, celos, iras, divisiones, envidias... en cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, fidelidad, dominio de sí» (Ga 5,19-26).

«Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro» (salmo I)

«Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón» (salmo II)

«Por sus frutos los conoceréis» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 70-73


3-5.

Gn 15, 1-12.17-18: Dios lo aceptó como justo

Sal 104, 1-4.6-9

Mt 7, 15-20: Los frutos del árbol bueno

De nuevo Jesús hace una advertencia a sus discípulos, llama la atención sobre un peligro que puede acechar a la comunidad. El problema de los falsos profetas. ¿Quiénes eran esas personas?. No son los "falsos maestros", sino aquellos que pretenden tener una nueva revelación contraria a las enseñanzas de Jesús y tienen un desfase entre lo exterior y lo interior. La piel de oveja con la que se disfrazan significa que se presentan como pacíficos e indefensos y la imagen de "lobos rapaces", significa la manera de ellos comportarse, es decir, la actitud de destruir la comunidad.

Mateo da una norma a la comunidad para saber reconocer a estos "falsos profetas": la calma. Saber esperar hasta que cada cual vaya dando sus frutos. Entonces se verán los actos concretos que distinguen al verdadero del falso profeta. La clave para detectar a los "falsos profetas" son, pues, sus obras.

El texto hace una comparación de los "falsos profetas" con espinos y cardos, para desacreditarlos de ese modo. Luego refuerza la imagen anterior con otra comparación del árbol y los frutos a fin de dar mayor precisión a su mensaje sobre lo bueno y lo malo, lo cual hace pensar directamente en los actos del hombre. Esta idea la amplía diciendo que los árboles que no dan buenos frutos son arrojados al fuego; es decir, que a los "falsos profetas" les espera el juicio destructor de Dios. Con una nueva invitación a desenmascarar a los lobos vestidos con piel de oveja a través de sus obras, el evangelista redondea la primera parte del texto.

En teoría, tenemos un criterio bastante claro para dilucidar quien es el verdadero profeta: el que nos orienta de acuerdo con el mensaje y la forma de vida de Jesús. En la práctica puede que este criterio no funcione. Sin embargo, estamos llamados a estar atentos y a no dejarnos entusiasmar por tantos personajes que se cubren con el ropaje de Jesús y en su mensaje nos llevan a fomentar divisiones, mentiras y favoritismos, aun en el campo religioso; estas actitudes nos ponen en contra del verdadero contenido evangélico.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-6. CLARETIANOS 2002

Del evangelio brota una luz que nos es imprescindible para iluminar esta época que nos ha tocado en suerte vivir. Una de las características es la desorientación. Nos llegan tantas informaciones y tan diversas que a menudo no sabemos con qué carta quedarnos. Unos nos dicen que nuestros obispos son unos sinvergüenzas a los que haríamos bien en no hacerles el más mínimo caso. Otros insisten en que seguir a pies juntillas las indicaciones de nuestros pastores es la forma de ser fieles a Jesús. Para algunos, lo esencial es denunciar un día sí y otro también los trapos sucios de nuestra comunidad. Para otros, lo verdaderamente revolucionario es aprender a perdonar. Creo que los ejemplos se multiplican.

Jesús nos da un criterio de discernimiento claro. Las palabras no importan demasiado. Podemos ser víctimas de todos los engaños del inconsciente humano. Lo que cuenta son los frutos: "Por sus frutos los conoceréis". ¿Cuáles son los frutos de unos y de otros? No tenemos necesidad de inventar nada. Nos los ofrece Pablo en la carta a los Gálatas (5,19-23). Creo que es útil recordarlos. Cuando uno se mueve desde sus propios intereses, aunque use palabras altisonantes y supuestamente proféticas, lo que produce es: "impureza, desenfreno, idolatría, enemistades, discordias, rivalidad, ira, egoísmo, cismas, envidias ...". Cuando uno actúa realmente movido por el Espíritu de Dios sus frutos son: "amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe mansedumbre y dominio de sí mismo".

La indignación ética que nos producen algunos hechos (generalmente de los demás, no nuestros) es una reacción humana comprensible, pero no es necesariamente un fruto del Espíritu. A menudo, esa indignación es sólo fruto de nuestro resentimiento, de nuestras envidias, de nuestros fracasos acumulados, de nuestros miedos. Naturalmente esto no significa que no debamos denunciar lo que nos parece antievangélico. Lo que importa es siempre preguntarse "de dónde" arranca mi actitud (¿del odio, del miedo, del deseo de venganza, del narcisismo herido? ¿O, más bien, del deseo de verdad, de vida nueva, de libertad?) y "a dónde" conduce (¿a la autoafirmación, al ajuste de cuentas, a cerrar mi herida, a "dar a cada uno su merecido"? ¿O, más bien, al perdón, a un futuro más auténtico, a la comprensión?).

La vida está llena de ocasiones en las cuales tenemos que ensayar esta propuesta de Jesús. Y no siempre es fácil actuar como Él nos propone.

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-7. DOMINICOS 2003

Dios en nuestros caminos
A veces las personas piadosas nos imaginamos que el proceso de la ‘Historia de salvación’ tuvo lugar en circunstancias excepcionales, sustrayendo de la realidad cuotidiana a patriarcas y profetas. Eso es un engaño.

Hoy nos puede servir de ejemplo la persona de Abrahán: Salió de Mesopotamia, camino de Canaán, como otros pastores que peregrinaban buscando buenos pastos para sus ganados y seguridad para sus familias. Recorrió de norte a sur la Palestina, como otros pastores, con sus familias, hasta llegar al Negueb. Y de allí, por angustia en las cosechas y pastos, se marchó a Egipto, donde, por fascinación de la belleza de su esposa, según el relato, fue acumulando riqueza en tierras y ganados. Pero hubo de emigrar de Egipto, pues Dios parecía castigar la inmoralidad de su esposa y el faraón, y regresó a la región del Negueb. Allí, vistas las dificultades para mantener la economía y la paz entre los pastores suyos y los de Lot, ambos se dividieron las tierras y montes de pastoreo, y cada cual hizo su vida. Inmersos en las contiendas de grupos, ciudades, pequeños reinos, participaron incluso en guerras, y se atuvieron a las condiciones que en cada lugar eran tradicionales.

En ese contexto aparentemente tan rutinario es donde Dios estaba con Abrahán y donde Abrahán contaba con Dios, aunque no lo pareciera:

Dios bendecía a Abrahán, y las riquezas de éste se multiplicaban. Pero ese mismo Dios le sometía a prueba, pues no le concedía descendencia. ¿Era eso amor? Abrahán, agradeciendo lo uno y lamentando lo otro, confiaba y confiaba, pero clamaba ante Él suplicándole un heredero. Ante la insistencia de su buena voluntad, de sus oraciones y fidelidades, Dios acabó revelándosele en todo su poder, majestad y bendición: Tendrás hijos, y serán tantos como las estrellas del cielo o las arenas del mar...



Palabra de Dios
Libro del Génesis 15, 1-12.17-18:
“En aquellos días Abrahán recibió en visión la palabra del Señor: No temas, Abrahán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante.

Abrahán contestó: ¿de qué me sirven tus dones, si soy estéril?... No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará.

La palabra del Señor le respondió: No te heredará ése sino uno salido de tus entrañas... Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes... Así será tu descendencia...”

Este párrafo supone conocidos los capítulos 13 y 14 del Génesis. En ellos Abrahán, con su sobrino Lot recorría Palestina con sus rebaños, bajaba a Egipto, se enriquecía y volvía a subir a Palestina donde participaba en algunas guerras entre reyezuelos. Transcurrido un tiempo, acontecía el suceso aquí narrado y se establecía el compromiso del Señor con Abrahán: la Alianza.

Evangelio según san Mateo 7, 15-20:
“Jesús dijo un día a sus discípulos: cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de cordero, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.

A ver: ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos... El árbol que no da frutos buenos se tala y se echa al fuego. Es decir, por sus frutos los conoceréis”.

El realismo de Jesús, que conoce muy bien las miserias humanas, pone los puntos sobre las íes: en el mundo hay demasiadas palabras buenas y obras malas, demasiadas promesas que acaban en infidelidades. Sólo es bueno en verdad el árbol y el hombre que da frutos buenos. Lo demás resulta engañoso.



Momento de reflexión
Mira al cielo y cuenta las estrellas.
Varios detalles conviene subrayar en el texto del Génesis.

Primero, el contraste que se da entre la abundancia de bienes materiales que posee Abrahán y la ausencia de hijos en su hogar. No cabe comparación entre los frutos de la tierra y los “frutos del vientre”.

Segundo, la providencia divina. Dios que llamó a Abrahán e hizo alianza con él, no abandonará nunca al elegido; estará con él, aunque las apariencias engañen.

Tercero, la mirada de esperanza para el futuro. Si Dios cuenta con cada uno de nosotros, hay que vivir hoy pensando en el mañana: hoy sembramos la semilla, mañana recogeremos la cosecha.


El valor de la verdad.
Jesús no nos oculta en su enseñanza estas grandes verdades: Hoy y mañana, aquí y en cualquier parte del mundo, permanecerá la tensión entre el misterio de la Verdad y el de la iniquidad. Va acompañando siempre al hombre en el ejercicio de su libertad. La Verdad divina y la verdad humana son tan bellas que sólo se desposan con corazones limpios, no conceden intimidad a espíritus turbios. A su vez, la iniquidad es tan fea que reside y se mueve desde su ocultamiento en corazones sucios, retorcidos.

Si nosotros somos hijos de la verdad y del amor, hagamos las obras de la Verdad y del Amor, y vivamos a plena luz, en sinceridad, en claridad. Ese es nuestro futuro.

ORACIÓN:

Señor, tú conoces muy bien que en nuestra débil naturaleza la palabra es fácil y el compromiso es difícil. Ayúdanos a ser coherentes, a decir la verdad y a rubricarla con la vida. Que nuestras obras no contradigan tu verdad y amor. Amén.


3-8. CLARETIANOS 2003

Ayer nos alejamos por un día de Abrahán, pero hoy volvemos a caminar con él. Nos interesa mucho el capítulo de hoy, que podríamos titular así: “El retraso de Dios”. ¿Qué fue de la promesa de un hijo y una tierra? Abrahán siente que pasa el tiempo y que Dios no cumple su palabra. O sea, que Abrahán siente lo mismo que sentimos nosotros a menudo, cuando leemos que Dios no deja a la humanidad de su mano y, al mismo tiempo, observamos que las desgracias se multiplican.

La escena de Abrahán saliendo de su tienda para contemplar el cielo estrellado es de una belleza sobrecogedora. Si es de noche mientras lees esto, asómate a la ventana. Contempla el cielo. Si no, puedes acercarte a este mirador del firmamento. La impresión de enormidad es inevitable. Pues bien, así es siempre Dios: desbordante, inmenso. Seducido por esta visión, a pesar de sus dudas y temores, Abrahán creyó al Señor y se le contó en su haber.

Jesús, en el evangelio de Mateo, nos da una pista para movernos en tiempos y espacios movedizos. Hoy, sin duda, estamos viviendo así. Basta asomarse a los mensajes que nos llegan a través de los medios de comunicación. Es como una batalla en la que no sabemos bien quién es “el bueno” y quién es “el malo”. Nos sentimos tan manipulados, tan engañados, que a menudo declinamos todo esfuerzo de discernimiento. La regla de Jesús es muy simple: “No os fijéis sólo en las palabras, en la apariencia, en el ropaje”. La verdad de una persona y de una idea se miden por los frutos de amor que produce: Por sus frutos los conoceréis. Muy claro, ¿verdad?

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-9. 2001

COMENTARIO 1

vv. 15-16: Cuidado con los profetas falsos, esos que se os acer­can con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. 16Por sus frutos los conoceréis; a ver, ¿se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?

Previene Jesús contra el engaño de las palabras. Hay quienes llegan a la comunidad pretendiendo falsamente hablar en nombre de Dios (falsos profetas). De los profetas falsos, se contrasta la suavidad de su len­guaje (ovejas) con su realidad interior (lobos rapaces), que los caracteriza como individuos que buscan sin escrúpulos su propio interés. El criterio para distinguirlos es su modo de obrar.



vv. 17-19: Así, los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. 18Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos, 19y todo árbol que no da fruto bueno se corta y se echa al fuego.

Para Jesús, las obras brotan espontáneamente de la realidad interior. No moldean ellas la índole del hombre (doctrina farisea), sino que son el reflejo infalible de sus actitudes profundas. El obrar no determina la actitud, sino que nace de ella.

Vuelve el tema de la limpieza de corazón (5,8; cf. 15,19). No hay vida interior indepen­diente de la exterior: las obras delatan lo interior del hombre.

No valen, por tanto, las protestas de ortodoxia ni la dulzura de las palabras, sino la realidad de la conducta. La insistencia sobre las plantas sin fruto y sobre el fruto bueno y malo ponen la adver­tencia de Jesús en el terreno de lo que sirve o no sirve para la vida. Los falsos profetas tienen un influjo dañino sobre la comu­nidad, y quien produce muerte está destinado a la muerte (19).

v. 20: Total, que por sus frutos los conoceréis.

Este colofón repite el criterio expuesto antes (v. 16), mostrando su importancia. Lo que no contribuye a la vida no es de Dios. Pueden identificarse estos falsos profetas con los que se eximen de «uno de estos mandamientos mínimos y lo enseñe así a los hombres»

La comparación con el fruto y el árbol, y la suerte del árbol malo, ya presentes en la predicación del Bautista (3,8.10), hacen ver que la metáfora del árbol que da frutos malos se refiere a los que no han hecho una enmienda sincera, es decir, a los que no han hecho más que exteriormente la opción propuesta por Jesús en las bienaventuranzas (cf. 7,26s). Estos procedieron con la comu­nidad cristiana como pretendían hacer los fariseos y saduceos res­pecto al bautismo de Juan (3,7): aparentar la enmienda (bautismo) sin romper realmente con la injusticia del pasado. Mateo denuncia, pues, la infiltración en la comunidad cristiana de la hipocresía fari­sea (decir, pero no hacer, cf. 23,3), como lo hará de nuevo en la perícopa siguiente y en otros pasajes (cf., p. ej., 13,36-43; 22,11-14).


COMENTARIO 2

De nuevo Jesús hace una advertencia a sus discípulos y llama la atención sobre un peligro que puede acechar a la comunidad: el problema de los falsos profetas.

Mateo da una norma a la comunidad para saber reconocerlos: la calma prudente. Saber esperar hasta que cada cual vaya dando sus frutos. Entonces se verán los actos concretos que distinguen al verdadero del falso profeta. La clave para detectar a los "falsos profetas" son, pues, sus obras.

El texto hace una comparación de los "falsos profetas" con espinos y cardos, para desacreditarlos de ese modo. Luego refuerza la imagen anterior con otra comparación: la del árbol y los frutos, a fin de dar mayor precisión a su mensaje sobre lo bueno y lo malo, lo cual hace pensar directamente en los actos del hombre. Esta idea la amplía diciendo que los árboles que no dan buenos frutos son arrojados al fuego; es decir, que a los "falsos profetas" les espera el juicio destructor de Dios. Con una nueva invitación a desenmascarar a los lobos vestidos con piel de oveja a través de sus obras, el evangelista redondea la primera parte del texto.

En teoría, tenemos un criterio bastante claro para dilucidar quién es el verdadero profeta: el que nos orienta de acuerdo con el mensaje y la forma de vida de Jesús. En la práctica puede que este criterio no funcione. Sin embargo, estamos llamados a estar atentos y a no dejarnos entusiasmar por tantos personajes que se cubren con el ropaje de Jesús y en su mensaje nos llevan a fomentar divisiones, mentiras y favoritismos, aun en el campo religioso; estas actitudes nos ponen en contra del verdadero contenido evangélico.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. 2002

La comunidad de Mateo atribuía un rol de primera línea a la enseñanza. De allí la importancia que tienen en dicha comunidad la función del profeta, junto a la del sabio y del escriba, en la transmisión del mensaje de Jesús (cf Mt 23, 34). Se hacía, por tanto, necesario delimitar los límites de esos carismas poniendo en guardia sobre el peligro de los falsos profetas (v. 15) y ofreciendo, a la vez, un criterio de discernimiento que permitiera distinguir la verdadera de la falsa profecía (vv. 16-20).

Esta preocupación es aguda en el tiempo posterior a la primera generación cristiana. Encontramos un reflejo de esta preocupación, sobre todo, en las epístolas pastorales donde se vuelve a cada paso sobre la “sana doctrina”, pero también se encuentran advertencias sobre este punto en la obra de Lucas (cf Hch 20, 29).

Este último texto presenta un universo sumamente cercano a Mt 7, 15. En ambos casos se los califica de “lobos” a los falsos profetas, se señala su agresividad y se describe a la comunidad como un rebaño. Sin embargo más que el contenido de la enseñanza, que aparece en primer plano tanto en Lucas cuanto en las epístolas pastorales, Mateo remite a la actuación conforme a la importancia que asigna a la práctica como único criterio de verificación de una enseñanza. Este criterio hace inválida la conducción del fariseísmo ya que sus miembros “dicen pero no hacen”, el mismo criterio confiere “autoridad” a la enseñanza de Jesús que luego de cada discurso pone por obra sus palabras y el mismo criterio se erige como la piedra de toque según la cual debe juzgarse la transmisión del proyecto de Jesús.

Por ello se recurre a una comparación de la actuación profética con la naturaleza de los árboles que “dan” (en el griego se dice “hacen”) o no dan frutos buenos. La capacidad de fructificación es el criterio último para determinar la utilidad de un árbol. Zarzas y espinos no pueden producir uvas ni higos. La naturaleza de cada fruto está en íntima relación con la naturaleza del árbol. La incapacidad de un árbol para producir frutos buenos indica su falta radical de bondad.

De allí surge la conclusión de los vv. 19-20 con la presentación del final que espera a los árboles que no han sido capaces de producir buenos frutos y que no hace más que sancionar la realidad en curso.

De esta forma, Mateo retoma uno de los criterios decisivos que el Antiguo Testamento ofrece para juzgar todo tipo de profecía. Dicho criterio reside en la coherencia entre la vida y el mensaje anunciado. Se exige, por tanto, a cada miembro de la comunidad, sobre todo de los que deben desempeñar un rol en la transmisión de la enseñanza de Jesús, una coherencia de vida que sirva de verificación de esa enseñanza. Fuera de ese ámbito las mejores verdades pierden su eficacia.

La invitación a que sean las acciones las que proclamen el mensaje de Jesús, la invitación a la coherencia de vida es el punto culminante del sermón de la montaña y de ella depende la autenticidad del seguimiento de Jesús.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. Miércoles 25 de junio de 2003

Gen 5, 1-12.17-18: Abrán creyó y Dios hizo una alianza con él.
Salmo responsorial: 104, 1-4.6-9
Mt 7, 15-20:Por sus frutos los conocerán

Jesús insiste de nuevo en la limpieza de corazón, en la ausencia de doblez y previene contra los falsos profetas, aquellos que utilizan a Dios para hablar en nombre propio; que aparentan ser por fuera mansos, como ovejas, pero por dentro son lobos rapaces que destruyen la comunidad. ¿Cómo distinguir un falso de un verdadero profeta? El criterio son las obras. Cada uno irradia fuera lo que lleva por dentro. Quien con su conducta edifica la comunidad, es bueno; quien la desmembra o dispersa, es malo. Quien da vida, es bueno; quien quita vida, malo. Todo aquél que oprime, reprime o suprime la vida de la comunidad es un falso profeta, está en pecado, alejado del Dios de la vida. Los malos profetas generan muerte y dispersión, como el lobo con los rebaños. Dentro de la comunidad son falsos profetas los que se eximen de poner en práctica los mandamientos mínimos, esto es, las bienaventuranzas, ese camino que lleva a la dicha por el amor y entrega a los demás y por la renuncia voluntaria al dinero.

Por eso, en la comunidad todo árbol que no da fruto sano se corta y se echa al fuego. El árbol que da frutos dañinos se parece a quien no da señales de enmienda y conversión. Quien no esté dispuesto a convertirse, a cambiar su mente, a dar su adhesión al mensaje de Jesús, condensado en el sermón del monte, ha comenzado ya un camino que lleva a la nada, a la propia destrucción: se corta y se echa al fuego. Todo el que dice y no hace está fuera de la comunidad cristiana; aún permaneciendo en ella, pues se identifica con los fariseos de los que Jesús dijo: “Todo lo que os digan, hacedlo y cumplidlo..., pero no imitéis sus obras, porque ellos dicen, pero no hacen” (Mt 23,3). Y es que la vida del profeta tiene que estar acompañada de obras antes que de palabras o, mejor, de palabras respaldadas por la vida.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-12. DOMINICOS 2004

Obras, frutos, son amores y verdades

Fe y obras nos llevan a la vida en Dios.
Presumir de grandeza espiritual, no conjuntando fe y obras, es traicionar a la vida según el Espíritu.
Palabras y compromiso real de vida hacen al hombre cabal.

El mensaje del Evangelio en la liturgia de este día es tan claro –en sentido humanista y religioso- que cualquiera lo entiende. El profeta, el malo o buen ciudadano, el mal padre, el bueno o mal político, se descubren no tanto en las palabras volanderas como en las obras que realizan. Las palabras pueden ser buenas, pero si resultan engañosas, carentes de compromiso, ¿de qué nos sirven? Hay que confirmar las palabras con las obras. Los frutos, las obras, acaban siendo expresión auténtica, firmada, de la verdad y amor profundos del corazón. Si, además, tienen el encanto de haberlas hecho bellamente y con alegría, su aroma es todavía mejor. Hacer el bien y hacerlo bien, ese es el ideal humano y cristiano. Eso es lo perfecto.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Segundo libro de los Reyes 22, 8-13; 23,1-3:
“En aquellos días, el sumo sacerdote, Helcías, dijo al cronista Safán: he encontrado en el templo el libro de la Ley... Safán lo leyó y fue a dar cuenta de ello al rey Josías...

El rey ordenó a Helcías...: Id a consultar al Señor por mí, por el pueblo y por todo Judá, a propósito de ese libro que han encontrado, porque el Señor estará enfurecido contra nosotros, pues nuestros padres no obedecieron los mandatos de este libro, cumpliendo lo prescrito en él.

Recibida la respuesta solicitada, el rey subió al templo y les leyó el encontrado libro de la Alianza. Y a continuación selló ante el Señor la Alianza... Y el pueblo la suscribió”.

Evangelio según san Mateo 7, 15-20:
“Jesús dijo un día a sus discípulos: cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de cordero, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver: ¿acaso se cosechan uvas de zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos... Al árbol que no da frutos buenos se tala y se echa al fuego. Es decir, por sus frutos los conoceréis”.


Reflexión para este día
La palabra del Señor es vida y luz.
En la historia de Israel es muy importante la página que hemos leído del libro de los reyes, en el reinado de Josías. Prueba de ello es que en el Libro de los Reyes Josías, rey y reformador, es, con David, el que sale mejor valorado por la tradición deuteronómica. La tradición canta su grandeza de espíritu de Josías por su fidelidad a Yhavé.

Esa actitud de reconocimiento y alabanza se debe a dos motivos: primero, a que tuvo audacia para suprimir el culto a dioses extranjeros en varios lugares, centrando así la religiosidad en el Único Dios y en Jerusalén; segundo, a que tuvo la fortuna de que durante su reinado se encontrara el códice del libro del Deuteronomio (al menos la parte legislativa del mismo, en sus capítulos 5 al 28).

Enaltecer el culto y estimular la fe en el Pueblo, firmando y sellando de nuevo la Alianza entre Israel y Yhavé, es acontecimiento de extraordinario valor. (Añadamos, como detalle, que el rey Josías murió en la batalla contra los egipcios en Megido, el año 509 a. C.)


3-13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

“Guardaos de los falsos profetas”, son los doctores de mentira que seducen al pueblo con apariencias de piedad, persiguiendo en el fondo solamente sus intereses. Se impone saber elegir, saber discernir: no toda palabra en nombre de Dios es de Dios.

“Por sus frutos los conoceréis”. Jesús nos habla como un experto agricultor al presentar estas imágenes sobre los árboles y sus frutos. Los años en Nazaret, sus largas caminatas por los senderos de Galilea y el continuo ir y venir de gente sencilla de los campos y caseríos, le hicieron como un campesino más. ¡Con qué expresión tan persuasiva habla del sembrador, de la semilla que crece sin que nadie sepa cómo...! Habla de uvas y de espinos, de higos y de cardos ... Los frutos no engañan.

Mercedes, soltera y sin hijos, desde que se jubiló no piensa en otra cosa que en ayudar a los demás. Toda la vida lo ha hecho, pero ahora que es mayor, es como una obsesión. Sus amigas de residencia le dicen que está loca, pues cuando uno se pensiona lo que tiene que hacer es descansar y disfrutar de la vida. Ella les responde que actuando así es feliz.

- “Yo sé que ayudando a los pobres, uno nunca se equivoca”.

Y sigue explicando que sus amigas de la residencia tienen que tomar pastillas para dormir.

- “Yo llego tan cansada a casa que nada más acostarme me quedo dormida”.

¿Qué fácil es conocer a estas profetisas de nuestro tiempo, verdad?

Vuestro hermano en la fe,
Carlos Latorre (carlos.latorre@claretianos.ch)


3-14.

Comentario: Rev. D. Antoni Oriol i Tataret (Vic-Barcelona, España)

«Por sus frutos los reconoceréis»

Hoy, se nos presenta ante nuestra mirada un nuevo contraste evangélico, entre los árboles buenos y malos. Las afirmaciones de Jesús al respecto son tan simples que parecen casi simplistas. ¡Y justo es decir que no lo son en absoluto! No lo son, como no lo es la vida real de cada día.

Ésta nos enseña que hay buenos que degeneran y acaban dando frutos malos y que, al revés, hay malos que cambian y acaban dando frutos buenos. ¿Qué significa, pues, en definitiva, que «todo árbol bueno da frutos buenos (Mt 7,17)»? Significa que el que es bueno lo es en la medida en que no desfallece obrando el bien. Obra el bien y no se cansa. Obra el bien y no cede ante la tentación de obrar el mal. Obra el bien y persevera hasta el heroísmo. Obra el bien y, si acaso llega a ceder ante el cansancio de actuar así, de caer en la tentación de obrar el mal, o de asustarse ante la exigencia innegociable, lo reconoce sinceramente, lo confiesa de veras, se arrepiente de corazón y... vuelve a empezar.

¡Ah! Y lo hace, entre otras razones, porque sabe que si no da buen fruto será cortado y echado al fuego (¡el santo temor de Dios guarda la viña de las buenas vides!), y porque, conociendo la bondad de los demás a través de sus buenas obras, sabe, no sólo por experiencia individual, sino también por experiencia social, que él sólo es bueno y puede ser reconocido como tal a través de los hechos y no de las solas palabras.

No basta decir: «Señor, Señor!». Como nos recuerda Santiago, la fe se acredita a través de las obras: «Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe» (Sant 2,18).


3-15. Los falsos profetas

Fuente: Catholic.net
Autor: Buenaventura Acero

Reflexión

Vivimos en un mundo frenético en sus comunicaciones, y en buena parte de sus actividades laborales y comerciales. Donde se valora quien produce más y se margina a quien no alcanza los ratings de ventas.

Donde la competencia profesional se evalúa constante e implacablemente y se contabiliza con avaricia los resultados. En donde se busca sólo a personas que encabecen proyectos de éxito, etc. La lógica evangélica es, si cabe, más comprometedora.

Para ser un buen discípulo, no basta emplearse a fondo, como lo haríamos al ocupar un cargo de responsabilidad en una empresa hoy en día. No basta siquiera ser original, presentar de manera nueva, atrayente o asequible el mensaje, el producto o el servicio. Aun poniendo en juego todas las dotes humanas de que disponemos, hemos de partir de la base que en todo ello sólo somos instrumentos en las manos de Dios. Porque dar fruto es comunicar a los demás una experiencia, una fe que hemos recibido como un don. Es darla no como quien comparte algo que tiene en “posesión”, porque la fe no se posee y es sólo de Dios.

Pero Él nos ha concedido comunicar nuestra vivencia, conscientes que Dios añadirá la parte que le corresponde. Se requiere dejarse guiar por el Espíritu Santo, y sobretodo humildad y confianza, para estar más pendientes de Dios y de su voluntad, que de nosotros mismos. Nuestras virtudes y capacidades, así como nuestros defectos y limitaciones, son también parte de ese plan de Dios. Por sus frutos los reconoceréis... es la llamada colaborar en la obra de Dios si nos prestamos con decisión y humildad.


3-16. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

Estudio de los textos

(Algunas indicaciones generales sobre los libros de Reyes se ofrecen en el comentario del lunes 21 de junio.)

La intrincada y apasionante historia del pueblo judío nos lleva ahora a un episodio vivido en tiempos del rey Josías. Éste reinó sobre Judá después de Ezequías, Manasés y Amón, entre los años 640 al 609 a.C., su historia se narra en 2Re 22-23. Es el rey más alabado por el deutronomista. Ascendió al trono a la edad de ocho años. El año 18 de su reinado procedió a la reparación del templo que estaba seriamente dañado (2Re 22, 3.5.6; 23, 23; 2Cro 34, 11), cuando fue descubierto un rollo de la Ley. Tras este hallazgo llevó a cabo una gran reforma religiosa consistente en centralizar de nuevo el culto en Jerusalén, terminando con el influjo de las religiones canaea y asiria. Josías fue el rey que obtuvo la liberación del poder asirio, algo que vino propiciado por la situación en la que éste se encontraba, amenazado de muerte por intrigas palaciegas tras la muerte de Asurbanipal (633 a.C.) y por las rebeliones de sus enemigos cada vez más fuertes (medos, babilonios, escitas y egipcios). Nínive caerá el año 612 a.C. El faraón Nekao II (ca. 609-694 a.C.) en una campaña en la que trataba de auxiliar a Asira contra los medos, se apoderó de Siria y Palestina y terminó con la vida del rey Josías, cerca de Meguido (2Re 23, 28-30, cfr. 2Cro 35, 20-27). A su muerte (que predijo de un modo distinto la profetisa Hulda, como encontramos en 22, 20) Jeremías compuso una elegía funeraria (Lam 4, 20; 2Cro 35, 25).

El texto que hoy encontramos en la primera lectura forma parte, como acabamos de ver, de la narración de la historia de este rey. Situemos brevemente la lectura en su contexto. Tras la sacudida del acoso asirio que leíamos ayer, hallamos la historia de los reyes Manasés y Amón, ambas son figuras cuyo comportamiento reprueba el redactor y a las que dedica poca atención. Tras estos se llega al reinado de Josías. La Biblia centra su atención en el episodio del hallazgo del libro de la Ley y la posterior reforma religiosa que llevó a cabo, basada prácticamente en la destrucción de los templos y objetos rituales que no fueran de la religión yahvista. Tras su muerte la narración bíblica prosigue describiendo el reinado de Joacaz.

2Re 22, 8-13; 23, 1-3 está dividido en dos partes, aunque está centrado en todo momento en el Libro de la Ley (2Cro 34, 3). En la primera se narra el hallazgo del rollo por el sumo sacerdote Helcías y la reacción del rey y la segunda refiere la ratificación de la alianza por parte de todo el pueblo. Vamos a analizar brevemente el pasaje.

El año 18 de su reinado Josías ordenó al escriba Safán (Jer 36, 11-12) que fuese al templo y que diese la orden de fundir el dinero recogido del pueblo para pagar a los que estaban realizando los trabajos de reparación de la Casa de Dios. Entonces, el sumo sacerdote Helcías comunicó al escriba el hallazgo del rollo de la Ley. Hasta aquí, y en lo que toca a lo recogido en el texto que estudiamos, no parece sino simplemente una narración histórica. Sin embargo es interesante detenerse en algunos detalles. Por ejemplo, el motivo del hallazgo (que no aparece directamente en el texto pero que viene narrado justamente en los versículos anteriores) son las obras del templo (en torno al año 622 a.C., aunque para Crónicas la reforma se llevó a cabo mucho antes, alrededor del 629 a.C. –2Cro 34, 3) cuya descripción parece un duplicado de las llevadas a cabo anteriormente por Joaz (2Re 12, 4-16). Otro detalle importante es la descripción del contenido del libro. En el texto no aparece, pero por las posteriores medidas llevadas a cabo por el rey se puede descubrir que pudo ser un Protodeuteronomio, que contendría básicamente la parte legislativa del actual (caps. 12-26.28): centralización del culto, presentación del rey ideal, medidas que hay que llevar a cabo para la reforma religiosa, maldiciones (Dt 28, 15ss.; 29, 21ss.) y renovación de la alianza (a la que se refiere la última parte del texto). Los investigadores creen que el libro al que el texto se está refiriendo tuvo su origen en el reino del Norte y tras la conquista asiria los supervivientes lo llevaron a Jerusalén donde fue reelaborado. Sería el mismo que ochenta años antes utilizó Ezequías en su reforma (2Re 18, 4). Un segundo nivel, teológico, en la primera parte de la narración lo encontramos en la reacción del rey. El redactor está expresando las características del auténtico monarca fiel a la Ley. Lo más importante es el deseo de que Dios ratifique el hallazgo. No lo dice el texto, pero a quienes se dirigen los emisarios reales es a la profetisa Hulda (22, 14), mujer desconocida (cfr. 2Cro 34, 22-28) que gozaría de una reputación que aún no tenían los canónicos Jeremías y Sofonías. Respecto a la “cólera divina” puede que se esté haciendo una alusión a la caída de Judá (587 a.C.) a la que se refieren también otros textos anteriores (1Re 8, 46-53; 9, 3-9; 2Re 17, 19-20; 20, 16-18; 21, 10-15).

La segunda parte del texto sigue también coordenadas teológicas, más que históricas. Detalles importantes son, por ejemplo, la causa de la reacción del rey. Se trata de las palabras de la profetisa Hulda que el texto bíblico señala justo antes de lo que en este tenemos (amenaza de la destrucción de Jerusalén y reconocimiento divino de la actitud del rey). Destaca también el tipo de reunión que recuerda a la confederación de tribus de Siquén (Jos 24), la alusión al libro como código de la alianza que así es como se presenta el Deuteronomio (Dt 5, 2; 28, 69) y la ratificación de la alianza por el pueblo que recuerda al mismo evento del Sinaí y Siquén.

La respuesta litúrgica a la primera lectura son unos versículos del Salmo 118. Este salmo es una composición didáctico-sapiencial, escrito bajo la óptica deuteronomista (probablemente esté compuesto tras el exilio). Contiene 176 versículos divididos en 22 estrofas de 8 dísticos cada una, cuya letra inicial comienza por una de las del alfabeto hebreo. Por su longitud la liturgia de las Horas lo ha distribuido a lo largo de las cuatro semanas (la mayoría en el tiempo de la hora intermedia). Es un salmo formulado en forma individual, centrado en la Torah (en sus distintas denominaciones: ley, precepto, decreto, estatuto, mandato, mandamiento, orden, disposición, norma, regla, instrucción, etc.) y el proceder del sabio. A lo largo del mismo se encuentran súplicas, lamentos, afirmaciones de confianza, alabanzas, acción de gracias, etc. Es el salmo más largo de todo el salterio que viene justo a continuación del más breve (solo 2 versos). Dadas las múltiples propuestas de lectura y estructuración, lo más oportuno es atenerse a lo escrito, es decir, al orden del alfabeto que es lo que manda y en torno a él se articula todo lo que tenga que ver con la Torah (de ahí que su calidad poética deje bastante que desear, se trata de un juego literario). Los versículos que se nos presentan (33-37.40) pertenecen a la estrofa que comienza con la letra he. Todos ellos tienen a Dios como sujeto de la acción, el orante no es más que quien lleva a efecto la acción divina. El “camino” es con frecuencia un sinónimo de la Ley o del comportamiento moral (Prov 4, 11).

(Algunas indicaciones generales sobre el evangelio de Mateo se ofrecen en el comentario del lunes pasado.)

Mt 7, 15-20 es exactamente la continuación del texto de ayer. El tema tratado sigue moviéndose en torno a la ética y a la moral del creyente, los recursos literarios continúan también en la misma dinámica (sentencias categóricas que dan comienzo al discurso, imágenes tomadas de la vida cotidiana y uso de términos contrarios, y conclusión). Lo interesante, junto con la agudeza de la composición literaria, son las nuevas vetas que se van abriendo en torno al tema central. El texto puede quedar dividido en dos partes. La primera abarca tan solo la sentencia inicial de Jesús, referida a los falsos profetas. Está compuesta de una primera afirmación a la que se le añade una metáfora que gira entre dos polos opuestos (oveja-lobo), el término negativo queda subrayado con el adjetivo empleado (rapaces). La segunda parte ilustra el tema tratado en la primera. Se trata de una composición perfecta. Utiliza la técnica del sandwhich, comenzando y terminando con idéntica sentencia. Tras la primera, por la evidente respuesta de la pregunta formulada el lector, éste queda automáticamente formando parte de la narración: Una vez ahí, el lector se funde con el emisor y la fluencia de los ejemplos de términos polares le resulta evidente, por esto mismo, el quiebre final (el dicho del fuego) no es para nada forzado, sólo un añadido que cuadra perfectamente. Para terminar, como ya hemos dicho, se usa la misma oración con la que comenzaba esta composición. Algunos detalles más a tener en cuenta son, por ejemplo, los “profetas falsos”, de ellos tenemos referencias en el AT (Dt 13, 2-6; Ez 22, 28; Jer 5, 31; 6, 13; 23, 9-14, o los omnipresentes “profetas de Baal”), en el NT (Mt 21, 11.24; Hech 13, 6; 2Pe 2, 1; 1Jn 4, 1; Ap 16, 13) y en otros escritos cristianos (Didajé 11, 7-12 dice: “Por el comportamiento se dará a conocer el falso profeta y el verdadero profeta... Todo profeta que enseña la verdad, si no practica lo que enseña, es falso profeta”). “Frutos” se refiere a la conducta concreta (cfr. 12, 33-35; Sir 27, 6; Sant 3, 12). El ejemplo del árbol y de las zarzas lo hallamos también en Lc 6, 43-45. Por último, la imagen del árbol que se corta y arroja al fuego también se halla en Lc 3, 9; 13, 6-9 y Jn 15, 6.

Comentario teológico

Esta vez es la corte de las más importantes personalidades la que se da cita en la lectura del libro de los Reyes. Bajo la forma que casi podríamos llamar “novela edificante” la teología deuteronomista dibuja el comportamiento ejemplar de las instituciones: el templo, el rey y su escriba, el sumo sacerdote, el profeta, los ancianos, los habitantes de la gran ciudad de Jerusalén, y el eje central en torno al cual gira toda la existencia: la Torah y la alianza divina. El orden de presentación no es arbitrario ni casual. Primero, la figura sagrada, el sumo sacerdote, es quien da razón del centro de la religiosidad judía, el libro de la Ley, hallado en el único ámbito sagrado, el templo. Así comienza el camino que sigue la Torah y que le lleva hasta el rey, el heredero de las promesas davídicas y cuya razón de ser depende precisamente del pacto entre aquel y Yhwh. Entonces Josías realiza el tradicional gesto de rasgarse las vestiduras y recorre de este modo la historia “pecadora” de su pueblo y sus mandatarios y se recuerda a sí mismo sus deberes con Dios. De su fidelidad dependerán los días de su reinado y el bienestar de Israel. La Torah se pone de nuevo en marcha, ahora necesita la confirmación de otra de las instituciones más prestigiosas antes del exilio, la profecía (el texto litúrgico no da cuenta de ello, aunque sí deja el campo abierto para que se pueda hacer una breve referencia). Basta que recorramos los ciclos de Elías y Eliseo para advertir la influencia decisiva de esta institución sobre la monarquía, son los voceros de Dios que orientan y exigen un determinado comportamiento moral del pueblo o del rey con Dios. Hulda es la profetisa encargada. No sorprende que se trate de una mujer, ejemplos importantes del oficio de la profecía desarrollado por mujeres los hallamos en otros lugares de la Escritura, por ejemplo María, la hermana de Aarón (Ex 15, 20), la juez Débora (Jue 4, 4), la esposa de Isaías (Is 8, 3), Noadías (Neh 6, 14) o Ana, en el NT (Lc 2, 36). La meta final a donde llega el Libro Sagrado es “Todo Israel”. Las figuras que antes no han pasado ahora tienen cabida, los ancianos (de gran arraigo a juicio del redactor, pues ya estuvieron presentes en el entorno del pacto sinaítico), todo el pueblo y el único lugar que albergaba la presencia del Dios verdadero, el templo de Jerusalén. Allí, como ocurrió en la idealizada asamblea de Siquem (Jos 24, 1-28) se renueva la alianza de Yhwh con su pueblo (Deut 5, 2; 28, 69) con la fórmula estereotipada del Shemá (Dt 6, 4-9). La Ley, de este modo, ha recorrido todos los órdenes sociales de Israel, se ha puesto frente a sus instituciones que con una sola voz han expresado una renovación total de sus intenciones.

Sal 118, 33.34.35.36.37.40 recoge, con el mismo tema de la primera lectura, el ámbito individual, utilizando un género literario. Se abre, por tanto, una nueva perspectiva. Cada invocación se dirige a Dios como Hacedor de la Ley tras la cual se expresa la actitud del perfecto cumplidor de la voluntad divina. Resulta interesante leer el salmo desde esta última vertiente. Por ejemplo, de ser mostrada la ley fluye espontáneamente su fiel cumplimiento. Para cumplirla, el mismo Dios ha de indicar el modo y la actitud. También es acción de Dios que uno se guíe por sus mandamientos, que le dedique todo el corazón (el ámbito de la inteligencia y la voluntad) o que no se desvíe con vanidades. Este primer nivel de lectura nos revela que Dios es el sujeto activo. Pero aún cabe otro nivel, el que se expresa en la convicción del orante: la certeza de ser escuchado por Dios, o el verse entre dos polos (dejarse instruir por Dios o escuchar el propio corazón), o descubrir dónde se encuentra su verdadera plenitud. Y hasta un tercer nivel: lo que surge gratuitamente de la simbiosis de voluntades: la alegría y la vida. La Torah está llegando a ocupar un puesto más importante, si cabe, que el que tenía en la lectura de Reyes, estamos en el pórtico de entrada de lo que más tarde podemos catalogar como hipostatización de la Sabiduría, entendiendo por sabio aquel que cumple los preceptos divinos expuestos en la Ley.

El texto evangélico continúa desarrollando la cuestión del comportamiento moral cristiano. La perspectiva abierta gira en torno a la valoración que ha de hacer el seguidor de Jesús de determinados comportamientos aplicados a los profetas. No es un tema nuevo, lo hallamos repetido en múltiples ocasiones, por ejemplo, en los escritos paulinos o joánicos, aunque en estos casos aplicado a grupos de judaizantes o gnósticos. Sin embargo el texto mateano, más que fijarse en cuestiones doctrinales, su atención se centra en el comportamiento. Tal como estamos viendo, para el primer evangelio, ésta es la categoría central que pone a prueba la validez de cualquier tradición, institución o denominación. Aunque la profecía fuese, como así deducimos del mismo texto, un ministerio apreciado en las comunidades, éste ha de acreditarse con las obras. Implícitamente el texto puede recoger también una advertencia o una velada crítica dirigidas a la comunidad. En definitiva, lo que en texto anteriores sirvió para delimitar una praxis personal cristiana, ahora sirve para poner las bases de una nueva comprensión de este ministerio.

En un intento de agrupar la temática tratada en los textos de hoy, podemos hacer uso de uno de los símbolos utilizados por el primer evangelista. El árbol y los frutos en muchas ocasiones abarca en la tradición sapiencial el campo semántico de la Ley divina. En los textos es clara la relación que se establece entre ley y cumplimiento, o entre la palabra dada y el compromiso práctico. Aunque la Ley fue abolida con Jesús (cfr. Rom 3, 21-26; Gal 3, 1ss.) su significado transciende en su persona. Él es el “nuevo árbol de la Ley”, la hipostatización totalmente cumplida.


3-17.

Reflexión

Hay hermanos a los que les gusta “aparentar” y hacerse pasar como personas muy piadosas mediante actos puramente externos, siendo que estos actos externos deben ser un claro reflejo de lo que se vive interiormente. El cristianismo, por el hecho de ser un estilo de vida centrado en el Evangelio, no puede ser disimulado. Los frutos, es decir lo que emerge naturalmente de la persona en situaciones cotidianas, manifiestan en realidad lo que se es. Si somos cristianos, esto se debe notar en nuestra manera de vestir, de hablar, de reaccionar y sobre todo de amar y servir. Nuestro trato diario con las personas con las que convivimos debe estar impregnado del “buen aroma de Cristo”; nuestra solicitud para ayudar a los necesitados debe ser movida no por intereses personales sino por compasión, como quien ve en el hermano necesitado al mismo Jesús que dijo: “Cuando lo hiciste por uno de mis hermanos lo hiciste por mi”; nuestra apariencia diaria debe manifestar que somos templo del Espíritu. Si verdaderamente eres discípulo de Jesús deja que él se transparente en tu vida siendo congruente entre lo que crees y lo que vives.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-18.

De ¿qué depende ser un árbol sano y dar buenos frutos? En algunas ocasiones pensamos que depende de nuestro esfuerzo. Hacemos un paralelo entre el cuidado del árbol y nosotros mismos. Creemos que por que ayudamos a plantas o a los árboles en su proceso de crecimiento, podemos aplicar dichas técnicas, cuidados y conocimientos a nosotros mismos y crecer o dar frutos por el cuidado que ponemos en nuestro crecimiento. Sin embargo, dar frutos no depende tanto de nuestro esfuerzo, de nuestro cuidado. Depende más bien de dónde estén plantadas nuestras raíces. Esa es la única verdad. Si nuestras raíces están en tierra fértil, abonada por Dios, no hay dudas de que seremos árboles sanos y que estaremos dando buenos frutos. De no ser
así, no vale todo el cuidado que pongamos en nuestras ramas.

Señor te pido que pueda seguir recibiendo del abono que es tu palabra para que tu Espíritu Santo pueda correr como savia por todo mi ser y así dar los frutos que esperas.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-19.

I. El Señor insiste en repetidas ocasiones en el peligro de los falsos profetas, que llevarán a muchos a su ruina espiritual (Mateo 24, 11). En el Antiguo Testamento también se hace referencia a estos malos pastores que causan estragos en el pueblo de Dios (Jeremías 23, 9-40). Pronto aparecieron también en el seno de la Iglesia. San Pablo los llama falsos hermanos y falsos apóstoles ( San Pablo 2, 44; 2 Corintios 11, 26; 1 Corintios 11, 13), y advierte a los primeros cristianos que se guarden de ellos. San Pedro los llama falsos doctores (2 Pedro 2, 1). En nuestros días también han proliferado los maestros del error; ha sido abundante la siembra de malas semillas, y han sido causa de desconcierto y de ruina para muchos. El Señor nos señala que tanto los verdaderos como los falsos apóstoles se conocerán por sus frutos; los predicadores de falsas doctrinas y reformas no acarrearán más que la desunión del tronco fecundo de la Iglesia y la turbación y la perdición de las almas.

II. Los árboles sanos dan frutos buenos. Y el árbol está sano cuando corre por él savia buena. La savia del cristiano es la misma vida de Cristo, la santidad personal, que no se puede suplir con ninguna otra cosa. Por eso no debemos separarnos de Él. En el trato con Jesús aprendemos a ser eficaces, a estar alegres, a comprender, a querer de verdad, a ser, en definitiva, buenos cristianos. La vida de unión con Cristo necesariamente trasciende el ámbito individual del cristiano en beneficio de los demás: de ahí brota la fecundidad apostólica, ya que “el apostolado, cualquiera que sea, es una sobreabundancia de vida interior” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios). Si se descuidara esta honda unión con Dios, nuestra eficacia apostólica se iría reduciendo hasta ser nula, y los frutos se tornarían amargos, indignos de ser presentados al Señor.

III. Así como el hombre que excluye de su vida a Dios se convierte en árbol enfermo con malos frutos, la sociedad que pretende desalojar a Dios de sus costumbres y sus leyes produce males sin cuento y gravísimos daños para los ciudadanos que la integran. El fenómeno del laicismo pretende suplantar la moral basada en principios trascendentes, por ideales y normas de conducta meramente humanos, que acaban siendo infrahumanos. El hombre y la sociedad se deshumanizan cuando no tienen a Dios como Padre amoroso que da leyes para la conservación de la naturaleza humana y para que las personas encuentren su propia dignidad y alcancen el fin para el que fueron creadas. Ante frutos tan amargos, los cristianos debemos se sal y luz allí donde estamos. Por la gracia de Dios y la intercesión de San José, podremos dar abundantes frutos si nuestra vida se mantiene informada por la luz de Cristo.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal,
Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

Reflexión personal

Cuando más tratamos con Jesucristo, más nos vamos trasnformando en Él. Pero cuando menos oración tenemos, ya no es suficiente con llamarnos católicos, no es suficiente llamarnos hijos de la Iglesia Católica, y no es suficiente si nos falta las obras de caridad, de respeto cristiano, de tener el corazón divididos. Pues muchos hablan de Cristo, pero no heredan el Reino de los cielos, y lo encontramos en distintos pasajes de los Santos Evangelios. Engañar a un sacerdote católico es claramente perder la amistad con Jesucristo, más aún si se critica a todos los buenos sacerdotes por la debilidad de uno solo por ejemplo, es ir contra Cristo, contra Dios.

El no huir de las malas compañias es no crecer en la perfección cristiana. El aceptar lo que es contrario a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, ¿no será porque no nos hemos decidido caminar con Cristo con todo el corazón y con toda el alma?

En el sentido espiritual, es más fácil reconocer el fruto de tal árbol, si es bueno o malo, que si conocemos la botánica. Y es más fácil cuando más permanecemos con Jesucristo, en la intimidad, en la soledad, esta soledad no es total, porque Cristo está a nuestro lado, tenemos a nuestro santo ángel de la guarda, tenemos a nuestra querida Madre del Cielo, que nunca nos abandona y continuamente intercede por nosotros.

Fijémonos en tantos piadosos sacerdotes y religiosos, ellos tienen la hermosa experiencia de tratar con Cristo contínuamente, noche y día, nunca se sienten solos. Cuando sienten una tentación terrible, no duda en acudir inmediatamente a Aquel que le puede librar del enemigo infernal. Y este ejemplo de las almas consagradas fieles a Cristo, lo siguen muchos seglares, hombres y mujeres casados que han permitido que Cristo sea el fundamento, el centro de esa familia, y por eso con la Gracia y el Amor de Dios supera todos los obstáculos que en algún momento les podría parecer muy dificil pero con Dios que todo lo puede, siguen avanzando, son frutos del árbol bueno, dignos de Dios, frutos para la vida eterna.

Los que no tienen a Cristo se dedican así mismo y al mundo, pueden evitarlo, pero no quiere, su pereza, su amor al mundo, sus palabras ociosas, chistes, bailes, tabaquismo, y todo lo mundano separa al tibio del amor de Cristo, y no adelante, caen una y otra vez en los mismos errores porque no piden ayuda al Señor que los libre del mal.

En la meditación de «Hablar con Dios» éste párrafo nos avisa respecto a los maestros del error:

En nuestros días también han proliferado los maestros del error; ha sido abundante la siembra de malas semillas, y han sido causa de desconcierto y de ruina para muchos.

Estos maestros del error, no solamente se encuentra en las diversas sectas: personas que no tienen ninguna simpatía con la Santa Iglesia Católica. Aparece también otro peligro y muy grave, los llamados «Católicos progresistas», sí, se definen católicos, pero no aprueban las decisiones del Papa, no aceptan los dogmas de la Iglesia Católica, ven con cierto agrado, la conducta libertina de los enemigos de la castidad, enemigos de la moral. Su forma de pensar es bastante confusa, para ellos mismos, se mezclan pensamientos ateos, protestantes y anticatólicos muchas veces, en ocasiones pueden hablar bien de la Iglesia Católica como hablar mal de ella. Los frutos de estos no provienen del Espíritu Santo.

Nuestro deber de cristianos es ayudarles a ellos, no con nuestras palabras tratando de convencerles, sino orando por ellos porque el Señor sabe hacer muy bien todas las cosas, y orar por nosotros mismos, para que el Señor nos ayude en todo lo que podamos hacer por su santo Amor y Gloria.

Nuestro Señor Jesucristo y los apóstoles y la misma Iglesia Santa nos avisa que vigilemos, y la mejor vigilancia es ser fiel a Cristo, perseverar en la oración, consultar con nuestro director espiritual, que ellos tienen más experiencia que nosotros y nos ayudará.


3-20. Fray Nelson Miércoles 22 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Abrahán creyó al Señor * Por sus frutos los conocerán.

1. La promesa de un hijo
1.1 Si recordamos bien, lo primero que Dios anunció a Abraham fue una tierra. Le dijo aquella vez: "sal de tu tierra y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré" (Gén 12,1). Dios empieza por poner a Abraham en camino. Era un hombre sin nada de descendencia pero con mucha ascendencia. Quiero decir: toda su vida miraba al pasado, al origen; no tenía cómo mirar hacia adelante, hacia el futuro.

1.2 Dios no le revela en un primer momento cuál podrá ser este futuro. Simplemente, según oímos esta misma semana, lo puso en camino... "a la tierra que yo te mostraré". Dios introdujo el futuro en la vida de un hombre que sólo tenía pasado.

1.3 Abraham ya conocía su historia, pero su futuro era como una pared, como un hueco sin fondo, como una imagen de la nada. El tiempo va pasando, y Dios invita a Abraham a mirar los cielos. Lo confronta con el infinito; le mueve a hundir sus ojos cansados en el firmamento cielo sin límites y a renovar en la danza de esas estrellas su esperanza agotada.

1.4 Un día el hambre de vida ha vuelto al alma de Abraham. Es el tiempo de preguntar a Dios y es el tiempo de que Dios responda. Ahora nuestro Abraham quiere vivir y por eso se rebela ante la muerte. No quiere lo que parecía fatal al principio de su camino: la nada.

1.5 Y Dios le responde. Le anuncia vida, le trae vida, le colma de vida.

1.6 Y Abraham creyó. Vio las estrellas, y en ellas creyó ver esa multitud de hijos que un día íbamos a ser todos nosotros. Nos vio en los cielos, y lloró agradecido.

2. "Por sus frutos..."
2.1 Jesús nos enseña en el evangelio de hoy a estimar los acontecimientos, proyectos y personas fundamentalmente por sus frutos. Es cosa que podemos aplicar de muchos modos a nuestro tiempo.

2.2 En los países donde se ha despenalizado el aborto, ¿ha significado eso un menor número de abortos?

2.3 Las propagandas de "sexo seguro", que terminan siendo invitaciones a la promiscuidad, ¿han disminuido la incidencia de VIH en la población civil?

2.4 Los países y naciones que anuncian mayores libertades y que se consideran la vanguardia de la democracia, ¿protegen verdaderamente todas las vidas, incluyendo las de los que parecen inútiles a los intereses de este mundo porque están enfermos, son limitados metales, o simplemente ya son ancianos?

2.5 Las promesas de la ciencia y la tecnología que atoraron nuestros oídos durante décadas enteras, ahora se demuestran falsas por las nuevas guerras, por los desastres ecológicos, por la afirmación cada vez más vigorosa de la desigualdad entre los pueblos. ¿Quién mintió? ¿Quién y con qué propósitos anunció frutos que todavía no nos llegan?

2.6 Es actual, entonces, muy actual la Palabra de Dios.