SÁBADO DE LA SEMANA 9ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Tb 12, 1.5-15.20

1-1.

-Tobías llamó a su hijo y le preguntó: "¿Qué podemos dar a ese hombre que te acompañó?" Le rogaron que aceptase la mitad de todo lo que habían traído.

Todo ello es hermoso, como un cuento de hadas. ¡Quizá,decimos, es demasiado hermoso! Pero, en el fondo, ¿no es mejor que el espíritu se empape de esa generosidad, antes que entretenerse en una literatura que sólo nos presenta vicios y lodo?

Sin embargo sigue siendo verdad que existen gentes capaces de agradecimiento y de juego limpio en un mundo en que dominan los interesados y los aprovechados.

Tendré hoy especial cuidado de expresar mi agradecimiento.

-Rafael les dijo entonces: "Bendecid a Dios y proclamadlo...

La oración, el ayuno y la limosna valen más que montones de oro..."

¿Estoy de veras convencido de ello?

¿Qué lugar ocupan en mi vida la oración, la ascesis, el compartir? La oración ha llenado todo este libro de Tobías. ¿Llena también cada uno de mis días? La ascesis o capacidad que tiene el hombre de dominar sus deseos, sus pulsiones, la ejerzo yo también con mis rechazos concretos a abandonarme a mis caprichos y con la tenacidad en mantener mis propósitos? El compartir es ser capaz de privarme de algo, de aceptar las molestias que se deriven de nuestra atención a los demás ¿Acepto con alegría y con buen humor todo lo que puede estorbar a mis proyectos? ¿Qué es lo que hago exclusivamente «para ellos» y no «para mí»?

Ser hombre de ese temple, de oración, de renuncia, de amor, vale más que montones de oro.

-Porque la limosna libra de la muerte, purifica los pecados y obtiene la misericordia y la vida eterna... Cuando tú orabas con lágrimas, cuando abandonabas tus comidas para enterrar a los muertos... Yo presentaba tu oración al Señor.

¡La limosna purifica los pecados! ¡Obtiene la vida eterna! Amar... dar... Dios nos lo repite en todas las páginas de la Escritura. Pero, cuidado; la palabra «amor» es engañosa, ambigua. Cuando decimos «amo la primavera»... no es la primavera a la que amamos, sino a «nosotros mismos».

Cuando una madre, digna de ese nombre dice: «amo a mis hijos»... es porque es capaz de sacrificarse por ellos.

Así el mejor punto de referencia del verdadero amor, es la «capacidad de sacrificarse» por amor: «no hay más grande amor que el dar la vida por aquellos que se ama». (Juan 15, 13).

«Cuando abandonabas tus comidas... cuando eras capaz de sufrir molestias por los demás. . .» decía ya, con mucha experiencia humana el autor del libro de Tobías.

-Y porque eras agradable a Dios, fue necesario que la tentación te pusiera a prueba.

He ahí una concepción muy positiva de la tentación: el banco de prueba, el lugar donde se verifica la calidad de una cosa.

Ante la prueba, nos viene la idea de preguntarnos: «qué es lo que yo he hecho a Dios?»

Tobías, con toda la tradición espiritual de sabios y santos, nos dice aquí que la prueba no es precisamente un castigo, sino que puede considerarse como una misteriosa prueba de amor, de un amor exigente .

-Soy "Rafael", uno de los siete ángeles que están siempre presentes ante el Señor. Es hora que retorne junto a Aquél que me ha enviado. En cuanto a vosotros, bendecid a Dios y proclamad sus maravillas.

¿No os recuerdan estas palabras el final del evangelio?

El antiguo Testamento, si sabemos leerlo, nos prefigura el Nuevo .

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 114 s.


2.- 2Tm 4, 1-08

2-1.

-Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos... Proclama la "Palabra".

La fórmula es extremadamente solemne. Lo que Pablo va a decir ¡es grave! De hecho, vuelve de nuevo a uno de sus temas preferidos: el evangelio... proclamado... Ha entregado toda su vida a esta tarea. La transmite a su discípulo y a todos los obispos del futuro.

Guardada toda proporción, yo soy también responsable de esta «Palabra», en «presencia de Dios y de Cristo».

¿Cómo asumo esta responsabilidad? ¿acerca de mis hijos? ¿acerca de aquellos con quienes convivo?

-Insiste a tiempo y a destiempo, denuncia el mal, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.

Hay pues muchas maneras de «proclamar la Palabra de Dios»: el anuncio de la buena nueva, la refutación de los errores, la lucha contra el mal en todas sus formas, la exhortación alentadora a los que están pasando una prueba, la enseñanza o doctrina.

A veces, Señor, llego a justificarme de apenas «proclamar nunca tu Palabra», constatando que las ocasiones de hablar de Ti son raras; no es corriente decir «Dios»... pronunciar «Jesús» en una conversación...

Pero, precisamente, hay mil maneras de «proclamar la buena nueva de Dios»: mantenerse firmes ante la adversidad extrayendo fuerzas de la fe en tu resurrección...

Hacer el trabajo de cada día con afán de perfección, pensando que participamos en llevar a termino tu creación... seguir comprometidos en el servicio de los hermanos en un sector colectivo de la vida en sociedad, pensando lo que Tu dijiste: «he venido a servir y no a ser servido»... educar a los hijos según los valores evangélicos... Iuchar contra el mal, en uno mismo y en los sectores donde eso sea posible... visitar a los enfermos o a los que viven en soledad... etc., etc.

¡Muchas vidas de hombres y mujeres "proclaman el evangelio"! ¡Hay también otras muchas que lo contradicen! Manifiéstate, Señor, a través de nuestras pobres vidas.

-Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros... apartarán sus oídos de la verdad.

De todos modos, ya sea con "palabras" ya sea con «hechos» la proclamación de la Palabra de Dios debe ser auténtica: siempre existirá el peligro de «manifestarse uno mismo» en lugar de manifestar «la verdad de Dios»... existirá siempre el peligro de dejarse seducir por las «filosofías» o las «ideologías» humanas, en lugar de proclamar el puro evangelio... existirá siempre el peligro de seguir a «maestros» humanos, consignas de grupos o de capillitas, en lugar de permanecer en la ancha corriente de la Iglesia universal...

Señor, danos el gusto de la santa doctrina, el amor de la verdad, la docilidad a la Iglesia y al Espíritu Santo.

-Pero tú, permanece prudente, soporta los sufrimientos, trabaja en la extensión del evangelio, cumple con fidelidad tu ministerio.

«Trabaja en la extensión del evangelio»... es un verdadero trabajo que requiere también competencia, empeño, habilidad, capacidad de escuchar y hablar, conocimiento de los procesos de la «comunicación», don de sí, oración.

«Cumple tu ministerio»... es un verdadero servicio a la humanidad. ¡Nuestros hermanos lo necesitan más que el pan! ¿Quién se lo ofrecerá?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 114 s.


3.- Mc 12, 38-44

3-1.

La viuda ha dado de su indigencia, en oposición a los ricos que dan de su poder y de sus privilegios. En este aspecto contradice el proverbio según el cual nadie da lo que tiene; esta mujer, en cambio, solo posee lo que ha dado.

¿Se puede ver en ella una imagen de Dios? Si este no nos hubiera dado más que de su abundancia, estaría perfectamente representado por los donan- tes ricos y no por el óbolo de la viuda; en este caso carecería de sentido la importancia que Jesús atribuye al gesto de la mujer necesitada que ofrece parte de lo que ella necesita. ¿Y si Dios, a su vez, diera también de lo que, por ser parte de El, necesita? ¿Si nosotros renunciáramos a otra clase de dones para contentarnos solamente con sus actos manifestados en Jesucristo? Tal vez comprenderíamos entonces que ser Dios es servir y dar, no de lo que uno tiene, sino de lo que es. Jesús, pobre y al servicio de todos, no es un paréntesis en la vida de Dios, sino la manifestación de la propia condición de Dios; Jesús no es el turista rico, incluso desbordante de simpatía, que viene a visitar las tierras subdesarrolladas de la humanidad; es el servidor de todos, el esclavo por antonomasia, pues su modo de ser Dios es la pobreza.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 29


3-2.

-En su enseñanza, Jesús les decía "Guardaos de los escribas, que gustan de pasearse con flamantes túnicas y de ser saludados en las plazas.

Hay cristianos que todavía se escandalizan de los esfuerzos que está haciendo la Iglesia para despojarse de todo aparato.

Hay que reconocer que este esfuerzo que sigue haciendo está en la más pura línea evangélica.

El riesgo de la Iglesia de todos los tiempos es de caer en la tentación terrible del prestigio, de los privilegios, de las "largas vestiduras" y de los títulos rimbombantes.

Señor, habitúanos cada vez más a una Iglesia despojada y pobre, a sacerdotes-como-todo-el-mundo... sin derechos particulares.

-Quieren ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes.

Ayuda, Señor, a los cristianos a no proponer los primeros puestos, los puestos de honor para los que están encargados de representarte.

Que el pueblo cristiano en conjunto, sacerdotes y fieles, viva en la simplicidad evangélica, sin dejarse arrastrar por las fastuosidades mundanas.

-Mientras devoran las casas de las viudas y simulan largas oraciones: tendrán un juicio muy severo".

¡Oh! Líbranos, Señor, de estas hipocresías y de estas injusticias que desfiguran tu Iglesia, algunas veces.

-Un día, estando Jesús sentado frente al arca de las ofrendas, miraba cómo la gente echaba dinero en ella. Muchos ricos echaban grandes cantidades. Una viuda pobre avanza y echa dos moneditas.

Qué contraste entre esos escribas devotos que "devoran los bienes de los pobres"... y esta pobre viuda que "da todo lo que tiene".

He aquí la verdadera Iglesia, la que Jesús ama.

-Esta pobre viuda ha echado en el arca más que todos los otros. Pues todos han dado algo de lo que les "sobraba", pero ella, de su misma "indigencia".

Debo meditar sobre estas dos palabras empleadas por Jesús.

Nociones sencillas.

--la indigencia: es el estado del que no tiene lo necesario para vivir.

--lo necesario: es lo que corresponde a la vida normal.

--lo superfluo: es todo lo que hay más allá de lo necesario.

Naturalmente, no son valores aritméticos fijos. Pero con todos los matices convenientes debemos reconocer que hay demasiadas diferencias entre las condiciones de los hombres, en un mismo país y, sobre todo, de un país a otro.

Señor, ayúdanos según tu voluntad a reducir esas desigualdades contrarias a tu plan divino. Ayúdanos a dar lo que nos sobra a los que están en la indigencia, ayúdanos a compartir...

¡Tú que nos has puestos como ejemplo a pobres que daban de lo que necesitaban!

-Ella dio todo lo que tenía, todo su sustento.

La imagen misma de Dios.

"Dios, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos" dirá san Pablo a los Corintios (2, 8-9)para animarles a compartir.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 368 s.


3-3.

1. (año I) Tobías 12,1.5-15.20

a) Final de la novela. El ángel se manifiesta como tal. Es Rafael, el mensajero de Dios.

No acepta lo que le quieren ofrecer -la mitad de la suma cobrada- y les invita a bendecir y dar gracias a Dios.

El autor del libro aprovecha para que el lector saque las lecciones de toda esta historia:

- a Dios le agrada la oración y el ayuno y la limosna

- la fidelidad de la familia de Tobías en medio de un mundo pagano es ejemplar

- las oraciones de los fieles suben a la presencia de Dios y le son agradables

- las pruebas de la vida las permite Dios para su bien: «por eso tuviste que pasar por la prueba».

Son claves para entender la historia y sobre todo para ordenar la vida de un creyente según el plan de Dios.

b) La Palabra de Dios es siempre como un espejo en el que se nos invita a que nos miremos, sacando las consecuencias coherentes.

Nuestra vida, ¿está construida sobre estos valores que aparecen alabados en el libro de Tobías?

- ¿valoramos la oración, en nuestra relación con Dios? aquí somos invitados a bendecir a Dios, a dirigirle nuestra oración en todo momento, a divulgar a otros sus maravillas;

- ¿valoramos la limosna, en nuestro trato con los demás? ¿tenemos un corazón siempre pronto a ayudar al que nos necesite? ¿apreciamos esas obras que -con un nombre antiguo pero con una realidad muy actual- se llaman «obras de misericordia»?;

- ¿valoramos el ayuno, como control de nosotros mismos?: aquí se nos dice que «los que cometen pecados son enemigos de sí mismos»; ¿somos fuertes en la defensa de nuestra identidad cristiana en medio de la sociedad?;

- ¿perdemos fácilmente la esperanza cuando nos sobrevienen las pruebas de la vida, o sabemos conservar la confianza en Dios?

A Tobías y Sara les ayudó el ángel del Señor. También en nuestra vida hemos de creer que la cercanía de Dios se nos manifiesta de mil modos: no sólo por su Hijo Jesús, nuestro Maestro, Guía y Alimento en la Eucaristía, sino también con la cercanía de la Virgen y los Santos, y también la de los ángeles, a quienes invocamos cada día en la misa, cantando con ellos el «Santo», o en nuestra oración de conversión, «yo confieso», o en nuestra oración por los difuntos, pidiéndoles que los acompañen hasta la presencia de Dios.

1. (año II) 2 Timoteo 4,1-8

a) Acabamos hoy la lectura de esta carta con una patética despedida de Pablo: «Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente».

El puede hacer un buen resumen mirando hacia atrás: «He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe, ahora me aguarda la corona merecida». Le aplicamos hoy muy oportunamente las palabras del salmo: «No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones».

Pero todavía le quedan fuerzas para querer asegurar el futuro de las comunidades. El viejo león está alerta, porque vendrán maestros falsos «a la medida de sus deseos» y hay que prevenir a la comunidad contra ellos. Por eso recomienda a Timoteo: «Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia».

b) El ejemplo de Pablo y sus recomendaciones sobre el futuro de la comunidad nos iluminan también a nosotros y nos invitan a un discernimiento de nuestros caminos.

Ojalá pudiéramos decir que nuestra vida, hasta ahora, ha sido parecida a la de este gran gigante de la fe: que estamos dedicando a la salvación de la humanidad nuestras mejores luces y energías. Que hemos combatido el combate y recorrido la carrera hasta la meta. Es para lo que vale la pena vivir: para ayudar a los demás y hacer algo útil para la salvación de la humanidad, unidos a Cristo.

Los tiempos que anunciaba Pablo, en que «se volverán a las fábulas» y aparecerán maestros falsos, que siguen sus gustos personales y no los criterios de Cristo, son también los nuestros. No nos extrañe que los responsables de la comunidad, desde el Papa al último obispo o párroco. se sientan obligados a ejercer corresponsablemente el discernimiento de espíritus y de doctrinas, y que a veces se vean movidos a «proclamar, reprender, reprochar, exhortar», como Pablo invitaba a hacer. Es un ministerio nada fácil, el del discernimiento, pero que viene exigido por el respeto y el amor a la Palabra auténtica de Cristo, que se ha encomendado a la Iglesia para que la anuncie y la interprete y la lleve e la vida.

2. Marcos 12, 38-44

a) Hoy es el último día en que leemos a Marcos. Falta todavía la pasión, muerte y resurrección de Jesús, pero eso lo leemos en la Semana Santa y en la Pascua. El lunes empezaremos el evangelio de Mateo.

Esta última página es un contraste entre los letrados y la pobre viuda.

A los letrados judíos «les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias», «buscan los asientos de honor y los primeros puestos». Además de orgullosos, son también avaros, «devoran los bienes de las viudas».

Mientras que la viuda pobre se acerca al cepillo del Templo y de un modo discreto, sin imaginar que le están mirando nada menos que el Mestas y sus discípulos, deposita allí dos reales: «Ha echado en el cepillo más que nadie, porque ha echado todo lo que tenía para vivir».

b) ¿En cuál de las dos estampas quedamos retratados nosotros?

¿De qué vamos por la vida: buscando los primeros lugares o tratando de hacer el bien sin llamar la atención? ¿idólatras del dinero o desprendidos? ¿dando lo que nos sobra o dándonos a nosotros mismos, y sin factura?

A la buena mujer no le aplaudieron los hombres, que no se hubieran dado ni cuenta si no llega a ser por la observación de Jesús. Pero Jesús sí se dio cuenta y la puso como modelo para generaciones y generaciones de cristianos. Y le aplaudió Dios: «el Señor, que ve en lo oculto, te lo recompensará», había dicho Jesús en el sermón de la montaña.

Dios lo ve todo. Los que han recibido diez talentos, pueden dar más. Los que sólo uno, menos. Pero Dios ve el corazón. No todos son líderes, ni salen en los periódicos. Dos reales, pero dados con amor. En nuestra vida de cada día ¿cuánto tiempo y cariño y atención damos, tanto a Dios como al prójimo?

«Eras agradable al Señor, por eso tuviste que pasar por la prueba» (1ª lectura, I)

«Bendecid al Señor y divulgad sus obras maravillosas» (1ª lectura, I)

«Bendito sea Dios» (salmo, I)

«Estate siempre alerta, cumple tu tarea de evangelización» (1ª lectura, ll)

«Me van faltando las fuerzas, no me abandones» (salmo, II)

«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 259-263


3-4.

Primera lectura : 2ª a Timoteo 4, 1-8 Estoy a punto de ser sacrificado, y el Señor me premiará con la corona merecida.

Salmo responsorial : 70, 8-9.14-15ab.16-17.22 Mi boca contará tu auxilio, Señor.

Evangelio : Marcos 12, 38-44 Esa pobre viuda ha echado más que nadie.

Una de las cualidades del Reino es su rechazo a la hipocresía y su consiguiente predilección por la sinceridad, principalmente cuando ésta se encuentra en los pequeños, en los oprimidos, en la gente sin importancia. Por eso, frente a los arrogantes e interesados sacerdotes que, con apariencia de oración, devoraban la hacienda de las viudas, Jesús propone otra figura, la de la viuda, mujer digna y sin complejos. Ella, frente a su extremada pobreza, deposita con dignidad en la alcancía de las ofrendas sus dos moneditas, eso que era lo único que poseía y que ciertamente le hacía falta para vivir.

El Evangelio resalta este hecho por su predilección por el oprimido. La religión cristiana es la religión de los oprimidos y de todos aquellos que asuman su causa. Esta es la única manera para que una religión sea camino o mediación del Reino. Una religión que no quiera tomar partido por el sufre la injusticia, cualquiera que ésta sea, está tomando ya posición en favor del opresor. Cuando se quiere tener una religión que no incomode ni cuestione a nadie, lo único que se consigue es degenerar y desacreditar la religión, la cual termina siendo absorbida por los intereses egoístas tanto individuales como institucionales.

Jesús toma aquí partido por un ser triplemente oprimido: en cuanto pobre, en cuanto mujer y en cuanto viuda. Alabándola a ella y poniéndola como modelo de pertenencia al Reino, evangeliza a los vanidosos, a los ambiciosos y a los opresores, quienes deben darse cuenta de parte de quién está Dios. La manera más limpia y honesta de evangelizar al opresor es la de hacer que caiga en cuenta de que hay que estar, como Dios y como Jesús, de parte del oprimido. Toda otra posición corre el riesgo de someter el anuncio del Reino a las presiones, deformaciones, manipulaciones e intereses del poder. La historia de la Iglesia es una comprobación de esto.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Tob 12, 1.5-15.20: Bendice a Dios y proclama sus maravillas Tob 13, 2.6-8

Mc 12, 41-44: Ella ha dado de su pobreza

El texto de hoy nos presenta la enseñanza de Jesús sobre el contenido de la verdadera religión en dos cuadros opuestos. Cada uno tiene su propio personaje: por un lado, los escribas hipócritas, ansiosos de dinero, avaros y asesinos y por el otro, una viuda pobre, que convierte toda su riqueza en limosna para el templo, quedándose sin nada, en las manos de Dios, en quien confía profundamente. Entre estos dos polos sitúa Jesús a sus discípulos.

Los dos cuadros se encuentran muy bien relacionados el uno con el otro, marcando a través de su presentación un llamativo contraste. Los escribas son parte de la religión israelita. Son especialistas en la Sagrada Escritura y conocedores de la ley; interpretan la palabra de Dios en favor de lo pobres. Jesús llama la atención sobre la actitud de los escribas que han convertido la religión en principio de honor propio y egoísta, lo cual les da puestos, privilegios y seguridades materiales. Su experiencia religiosa se convierte en signo de dominación que se expresa en dos fórmulas contrapuestas pero complementarias: aparentar ante Dios y aprovecharse de los otros. Los escribas son juzgados por Jesús con un juicio condenatorio por aprovecharse de su cargo, y sobre todo de su función religiosa oficial para su propio provecho.

Por otro lado nos encontramos con la viuda pobre que pone en el tesoro del templo todo lo que tiene. En contraste con el escriba que pervierte la religión haciéndola mentira y engaño para su propio provecho, la viuda como signo de la verdadera religión entiende y cumple el sentido más profundo de la piedad israelita como ejercicio de gratuidad, es decir, confiar plenamente en la providencia divina, lo que se traduce en un gesto de gratuidad total para con los demás entregando aún la propia vida. De esta manera la viuda pobre del evangelio, en su misma pobreza, sin ser profesional de la escritura como los escribas, como mujer abandonada, que no tiene marido, carece de familia y de recursos económicos es presentada por Jesús como signo de Dios y parte de su reino.

Marcos con este contraste expresa a través de los escribas la incredulidad del Israel oficial: su vanagloria, egoísmo, acaparamiento de los bienes ajenos con excusa de oraciones y la viuda pobre que expresa dónde está el camino para la fe auténtica: la pobreza como entrega de la propia vida por los demás. El texto es un llamado para que revisemos nuestro modelo religioso construido según el modelo del Israel oficial, con puestos y jerarquías, con privilegios y categorías, con fuerzas de poder que se entremezclan con la compra-venta de ritos y sacramentos. Estamos llamados a vivir nuestra experiencia religiosa como un compromiso con los más pobres y oprimidos de la tierra desde la entrega generosa y gratuita de la propia vida, así asumimos el mensaje salvífico del evangelio como un gesto de amor liberador.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6. 2001

COMENTARIO 1

v. 38: Entre lo que enseñaba, dijo: «¡Cuidado con los letrados! Esos que gus­tan de pasearse con sus vestiduras y de las reverencias en la calle,»...

Jesús previene al pueblo contra los letrados (¡Cuidado!) y pone en evi­dencia su conducta. Muestran un ansia desmedida de honores: visten de manera especial para señalar su categoría y recibir muestras de respeto (vestiduras, reverencias) y aceptan con gusto las señales de deferencia (pri­meros puestos). Al reconocimiento de su superioridad corresponde la sumisión del pueblo.



v. 39: ... «de los primeros asientos en las sinagogas y de los primeros puestos en los banquetes»;...

Por su deseo de preeminencia y prestigio, quieren ser siempre «pri­meros», ponerse por delante de los demás. Es lo contrario de lo que debe suceder entre los seguidores de Jesús (9,35; 10,44). Subrayando su supe­rioridad, crean la desigualdad y afirman su poder sobre el pueblo. Y eso en todos los terrenos: lugares públicos (la calle), asamblea religiosa (las sinagogas), actos sociales (los banquetes).



v. 40: ... «esos que se comen los hogares de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos tales recibirán una sentencia muy severa.»

En el ámbito privado, utilizan la religión para aprovecharse de gente desamparada e indefensa, cuyo prototipo eran las mujeres viudas (cf. 7,6s). Ellos, los hombres ejemplares, se hacen intercesores ante Dios; disfrazan su ansia de dinero de buena obra, y sus víctimas tienen todavía que estarles agradecidas por la injusticia de que son objeto. Su sentencia será muy severa porque explotan a los más desvalidos usando el nombre de Dios.

Jesús no hace acusaciones vagas e imprecisas, invita a la gente a darse cuenta de lo que tienen ante los ojos. Quiere que el pueblo adquie­ra espíritu crítico y así se haga libre: que no se someta a superioridades inmerecidas, que no tribute respetos impuestos, que dé a las personas su valor real. La apariencia de virtud de los letrados es falsa, en realidad están muy lejos de Dios (cf. 7,6s). Si el pueblo es capaz de ver los hechos, no se dejará guiar por tales maestros.



v. 41: Se sentó enfrente de la Sala del Tesoro y observaba cómo la gente iba echando monedas en el tesoro; muchos ricos echaban en cantidad.

Terminados los encuentros con los dirigentes, Jesús se sienta ante la Sala del Tesoro, punto neurálgico del templo explotador. Su postura lo presenta como antagonista permanente de ese lugar, que almacena el expolio hecho al pueblo por los dirigentes.

La multitud, aunque ha quedado impresionada por la enseñanza de Jesús en la que denunciaba la explotación (11,18), y a pesar de ser vícti­ma de ésta, sigue apoyando al templo (iba echando monedas). El halo reli­gioso de que la institución se rodea tiene más fuerza que la denuncia de Jesús. Un grupo numeroso, los ricos, contribuyen con grandes sumas de dinero (echaban en cantidad); su generosidad muestra que aprueban los métodos de la institución injusta y la sostienen con gusto.



v. 42: Llegó una viuda pobre y echó dos ochavos, que hacen un cuarto.

A la gente y a los ricos se contrapone la figura de una viuda pobre, miembro débil, indefenso, de la sociedad (viuda, 12,40) y sin relieve social (pobre). Su oferta es insignificante; no es en realidad una contribu­ción al sostenimiento del templo, sino un acto de devoción, un símbolo de amor.



v. 43: Convocando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el tesoro más que nadie»,...

Jesús convoca a los discípulos, que no habían comprendido su exi­gencia de dejar la riqueza (10,23-26). Les enseña a interpretar los hechos: compara el comportamiento de los ricos y el de la viuda pobre. Su dicho es solemne (Os aseguro) y enuncia una paradoja: lo que es menos vale más, lo poco del pobre vale más que lo mucho del rico. Va a explicarlo a continuación.



v. 44: «Porque todos han echado de lo que les sobra; ella, en cambio, sacándo­lo de su falta, ha echado todo lo que tenía, todos sus medios de vida».

Da un juicio general: todos han echado de lo que les sobra: es una multitud que no se entrega, para la que Dios no es el valor supremo. Dar de lo superfluo significa no dar lo esencial, que es la persona. No son los ricos de Israel quienes valen a los ojos de Dios, sino los que ponen su confianza en él.

Con su óbolo, la viuda se da a sí misma; hace de Dios el valor supre­mo, por encima de su propia persona, y hace depender su vida de él, pues no tiene más medios de subsistencia. Las expresiones todo lo que tenía, todos sus medios de vida reflejan el mandamiento principal cita­do antes por Jesús (12,30: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu cora­zón, etc.»). Este ha de ser el criterio de los discípulos: una entrega par­cial, como la de los ricos, aunque muy aparente, tiene menos valor que una entrega total, aunque de apariencia modesta. Lo que vale es la totali­dad del don. La viuda es ejemplo de un amor total a Dios, expresado en el total desprendimiento del dinero; es la antítesis de los dirigentes, infieles a Dios por su amor al dinero.

La viuda representa al Israel fiel a Dios. Los discípulos, en cambio, estiman más la gloria que la entrega. Cuando se trató el tema de la rique­za, ellos se extrañaron de la exigencia de Jesús al rico y se preguntaban: «Entonces, ¿quién puede subsistir?» (10,26); la respuesta que les dio Jesús: «Con Dios todo es posible» (10,27), es la que se hace patente en el comportamiento de la viuda, que da todo lo que tenía para vivir. Esta con­fianza equivale a la del discípulo (10,21: «tendrás en Dios tu tesoro»). En ella, no en el esplendor, está la verdadera gloria de Israel.


COMENTARIO 2

En la sociedad del tiempo de Jesús la única forma de escalar posición y de adquirir poder, era a través del estudio de la ley y con él llegar a ser letrado. De esta forma se conseguía ser bien visto entre la gente y gozar de prestigio. El conocimiento de la ley y el manejo de la Palabra de Dios, en esos tiempos como en éstos, traía consigo la pretensión de disponer de Dios. Por ello, no hay grupo judío al que Jesús trate más duramente que a los letrados. En nuestras circunstancias religiosas cristianas, equivaldrían al gremio clerical de los teólogos. Este gremio cree que tiene el don del conocimiento y de la sabiduría. Y como están convencidos de comprender mucho mejor que todos, especialmente por sobre la gente simple y sencilla, las cosas de Dios, creen que pueden disponer a su antojo sobre las conciencias de los demás.

Los escribas en el tiempo de Jesús eran personas engreídas y arrogantes, creyeron que con su luz íntima podían iluminar las tinieblas de los demás, y no se percataron de que los pobres, con su simplicidad, le podían dar una profunda lección: que, finalmente, lo que viene de Dios y lo que lo manifiesta, no es la erudición, sino el amor y la justicia.

Frente a la casta de los letrados, el Evangelio sabiamente nos presenta a una pobre viuda que echó en el arca del templo sus dos moneditas, que era todo lo que tenía. En la dinámica de Dios no vale dar cosas. Para Dios lo más importante es darse, cosa que se le imposibilitaba a los letrados por tanta sabiduría y por tanta erudición. La gran ofrenda fue la de la viuda. No fueron aquellas dos monedas que depositó en la alcancía, sino ella misma, precisamente por eso, para Jesús, ella fue quien dio más.

Con esta figura de la viuda pobre, alabada por Jesús, el evangelista Marcos lleva a su final esa serie de controversias y enseñanzas de Jesús en el Templo. La viuda contrasta en el episodio con los muchos ricos, pero en el contexto total contrasta con los letrados judíos, que, apegados a las riquezas, se aprovechan de su posición para explotar a los más humildes y pobres. La figura de la viuda resplandece al final de esta serie de episodios en los cuales se destaca el conflicto entre Jesús y los grandes del judaísmo de su tiempo.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

Jesús se sienta frente a la Sala del Tesoro, corazón del templo judío y expresión del sistema explotador del mismo, pues éste se alimenta no sólo del dinero de los ricos, sino también del de los pobres que deben comprar animales para ofrecerlos a Dios y de este modo obtener su perdón.

En el evangelio de hoy se oponen dos actitudes: la de los letrados y los ricos y la de la viuda pobre. Los letrados, de los que hay que guardarse, buscan la ostentación, les gusta ser respetados y ocupar los primeros puestos en la vida litúrgica (sinagoga) y en la vida social (banquetes), pero, sobre todo, son amantes del dinero de los seres más desamparados, como las viudas cuyos bienes se comen con pretexto de largos rezos. Los ricos, por su parte, dan a Dios del dinero que les sobra, pero no se entregan a él en totalidad, pues Dios no es para ellos el valor supremo.

La viuda, por su parte, no sólo no se queda con lo de los demás, sino que da a Dios todo lo que tiene, lo que ella necesita para vivir, afirmando con esto que Dios es el valor supremo y que su vida no depende del dinero, sino de ese Dios que da la vida a quien se entrega a él por amor. Esta viuda sabe que el primer mandamiento es amar al Señor con todo su corazón y lo pone en práctica dando de lo que le hace falta para vivir y confiando en la generosidad de ese Dios que da la vida a todos.

Jesús aprecia este gesto frente al de los ricos, pues el Dios de Jesús no quiere corazones partidos, sino la entrega total a él. La viuda sabe que tendrá en Dios su tesoro, pero los ricos prefieren reservar parte de su tesoro como garantía de vida y seguridad.. Por eso, dice el evangelio que “esos tales recibirán una sentencia severísima”.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. ACI DIGITAL 2003

40. El ilustre Cardenal Newman comenta a este respecto: "Sí, el Cristo debe venir algún día tarde o temprano. Los espíritus del mundo se burlan hoy de nuestra falta de discernimiento; mas quien haya carecido de discernimiento triunfará entonces. ¿Y qué piensa el Cristo de la mofa de estos hombres de hoy? Nos pone en guardia expresamente, por su Apóstol, contra los burlones que dirán: "¿Dónde está la promesa de su venida?" (II Pedro 3, 4). Preferiría ser de aquellos que, por amor a Cristo y faltos de ciencia, toman por señal de su venida algún espectáculo insólito en el cielo, cometa o meteoro, más bien que el hombre que por abundancia de ciencia y falta de amor, se ríe de este error". Véase 24, 42 - 44; Marc. 12, 33 s.; I Tes. 5, 2; II Pedro 3, 10; Apoc. 3, 3; 16, 15.

42. Véase Mat. 24, 45 - 51; 25, 21; I Cor. 4, 2; I Pedro 4, 10.

44. Lo colocará al frente de toda su hacienda. Comp. con el v. 37. Allí habla en plural y se dirige a todos. Aquí habla en singular como en Mat. 24, 47 y se dirige a Pedro, a quien había prometido las llaves del Reino (Mat. 16, 19).


3-9.

La viuda pobre, para quien toda esperanza era Dios

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Juan J. Ferrán

Encontramos este relato en Mc 12, 41-44.

Nos encontramos ante una escena que nos enseña la perspicacia de Cristo y el espíritu de observación que le caracterizan. Acababa de instruir a los suyos sobre el peligro de la vanidad, del apego a las cosas materiales, de la búsqueda de la fama, y toma asiento frente al arca del Tesoro. Desde allí ve cómo algunos ricos echaban mucho en el arca del Tesoro. Pero descubrió también a una pobre viuda que echó sólo dos monedas. Hasta allí todo normal. Unos echan más y otros echan menos. Entonces llama a sus discípulos y les dice algo que impresiona y que solo él podía conocer: Esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba; ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir. No hay más comentarios, ni la escena continua. Lo ha dicho todo. Sobre todo, ha descubierto en aquella mujer una actitud espléndida: el comportamiento de alguien que solo lo espera todo de Dios. Otra vez nos encontramos ante una mujer sin nombre, no sabemos si joven o mayor, de quien sólo sabemos que era viuda.

A veces resulta difícil comprender la realidad de la virtud teologal de la esperanza. La esperanza a nivel humano es una de las once pasiones más fuertes de la persona (amor, esperanza, deseo, gozo, odio, aversión, temor, tristeza, ira, audacia, desesperación) y consiste fundamentalmente en el sentimiento que confía poder poseer el bien ausente. Este sentimiento sostiene al ser humano a pesar de las dificultades. Pero lógicamente lo importante para nosotros es la esperanza teologal que es la que nos mantiene a los cristianos de pie en medio de las dificultades que se oponen a la salvación.

La esencia de la esperanza cristiana es el deseo de Dios como bien supremo nuestro, deseo que se asienta firmemente en la bondad y omnipotencia divinas que nos asegura el alcanzar la salvación eterna, es decir, a Dios mismo. Es el amor de Dios hacia nosotros quien nos asegura esta posibilidad y quien logra que no pongamos nuestro corazón en los bienes de la tierra, sino más bien en los bienes del cielo. Este deseo de Dios es realmente el que estimula el camino del bien. Quien no espera algo, no lucha por ello. Cuando más fuerte es el deseo, más fuerte es la lucha. En nuestra sociedad desgraciadamente para muchas personas Dios no es el Bien primero, ni el Bien supremo. Por eso, vemos a tantas personas mirar tanto hacia las cosas de la tierra, correr animosamente detrás de ellas, desgastarse por lo que perece, y mirar tan poco a las cosas de allá arriba.

Cuando el corazón humano se deja arrebatar por Dios y lo experimenta fuertemente, entonces la esperanza de poder poseer a Dios se convierte en la fuerza que mueve la vida. Basta ver cómo la esperanza de Dios ha hecho santos a niños, jóvenes y adultos, mujeres y hombres, que han sido capaces de dar la vida por él. También es verdad que la falta de ilusión por Dios conduce a muchos otros cristianos a la mediocridad, a la tibieza, al pecado. Son las leyes de la vida. Así es el corazón humano y así responde. No olvidemos, sin embargo, que es Dios quien acreciente en nosotros este deseo e incluso quien inspira los medios para poderlo realizar mediante una vida santa.

Debemos meternos dentro de nosotros mismos para constatar hasta qué punto Dios se ha convertido en el deseo de los deseos, en la aspiración suprema de nuestra vida, en el valor primero, en la ilusión que nos anima cada día. Poca respuesta habrá en la vida a las cosas de Dios, si Dios no es todo para nosotros, como lo era para S. Pablo: Para mí la vida es Cristo. Todo lo considero basura con tal de alcanzar a Cristo, mi Señor. Hay que pedirle a Dios que acreciente en nosotros cada día más este deseo.


3-10.

Comentario: Rev. D. Enric Prat i Jordana (Sort-Lleida, España)

«Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas»

Hoy, como en tiempo de Jesús, los devotos —y todavía más los “profesionales” de la religión— podemos sufrir la tentación de una especie de hipocresía espiritual, manifestada en actitudes vanidosas, justificadas por el hecho de sentirnos mejores que el resto: por alguna cosa somos los creyentes, practicantes... ¡los puros! Por lo menos, en el fuero interno de nuestra conciencia, a veces quizá nos sentimos así; sin llegar, sin embargo, a “hacer ver que rezamos” y, menos aún a “devorar los bienes de nadie”.

En contraste evidente con los maestros de la ley, el Evangelio nos presenta el gesto sencillo, insignificante, de una mujer viuda que suscitó la admiración de Jesús: «Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas» (Mc 12,42). El valor del donativo era casi nulo, pero la decisión de aquella mujer era admirable, heroica: dio todo lo que tenía para vivir.

En este gesto, Dios y los otros y los demás pasaban delante de ella y de sus propias necesidades. Ella permanecía totalmente en las manos de la Providencia. No le quedaba ninguna otra cosa a la que agarrarse porque, voluntariamente, lo había puesto todo al servicio de Dios y de la atención de los pobres. Jesús —que lo vio— valoró el olvido de sí misma, y el deseo de glorificar a Dios y de socorrer a los pobres, como el donativo más importante de todos los que se habían hecho —quizá ostentosamente— en el mismo lugar.

Todo lo cual indica que la opción fundamental y salvífica tiene lugar en el núcleo de la propia conciencia, cuando decidimos abrirnos a Dios y vivir a disposición del prójimo; y cuando el valor de la elección no viene dado por la cualidad o cantidad de la obra hecha, sino por la pureza de la intención y la generosidad del amor.


3-11. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

El evangelio presenta la escena con la cual se concluyen las controversias de Jesús con las autoridades de Israel en Jerusalén en el capítulo 12 de Marcos.

En primer lugar el Señor desenmascara la hipocresía y la falsedad de los maestros de la ley que con sus actitudes y su comportamiento han desnaturalizado la práctica religiosa auténtica. Su piedad es una vil mentira delante de Dios: conocen la Escritura pero se aprovechan de ella para provecho personal, frecuentan asiduamente la sinagoga pero su corazón está lejos de la justicia y la humildad, hacen oraciones ostentosas para ser vistos y alabados por los otros. Y es también una mentira delante de los seres humanos: se preocupan sobre todo de lo exterior pues gustan de vestirse en forma diversa para ser tenidos como importantes, buscan que su valor sea reconocido por los demás y por eso buscan los puestos de honor en las sinagogas y ser saludados en público, se aprovechan de los demás utilizando los bienes de los pobres para sus propios intereses (vv. 38-39).

De estos profesionales de la religión afirma Jesús: “Estos, que devoran los bienes de las viudas, con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso” (Mc 12,40). La viuda, el huérfano y el forastero, eran figuras bíblicas que representaban a los pobres y desvalidos, objetos del amor providente de Dios que los defiende y les hace justicia frente al opresor (Dt 10,16-29; Ex 22,21-23). Los escribas eran unos explotadores que se aprovechaban de los pobres para obtener ganancias económicas. Por eso estaban irremediablemente condenados al juicio condenatorio del Dios que es justicia y amor en favor de los últimos de la tierra.

En segundo lugar Jesús ofrece como modelo de vida a una pobre viuda que, en clara oposición con los profesionales de la religión en Israel, vive la fe como experiencia de confianza en Dios y la manifiesta en gestos de gratuidad hacia los demás. Jesús contempla a esta viuda pobre mientras está sentado frente a las arcas del templo observando cómo la gente va echando dinero en ellas. Mientras muchos ricos echaban grandes sumas de dinero, ella “echó dos monedas de poco valor” (v. 42). Jesús, que primero ha acusado de incoherencia y de injusticia a los maestros de la ley, ahora presenta a esta viuda como modelo de vida para el discípulo cristiano: “Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en las arcas más que todos los demás. Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras que ella ha echado desde su pobreza todo lo que tenía para vivir” (literalmente en griego: holon tòn bíon autēs, “toda su vida”) (Mc 12,44).

Esta viuda representa lo mejor de la piedad del verdadero Israel. Ella no ha pervertido la religión del templo. Para ella, como para Jesús, el templo es “casa de oración” (Mc 11,17). Por eso va al lugar santo y pone su vida en las manos de Dios. Colocando aquellas moneditas en las arcas sagradas, lo da todo para el culto divino y para el bien de otros pobres. Esta mujer también representa el ideal del discípulo cristiano. Desde su pobreza y su abandono, sin ser una profesional de la Escritura y sin conocer siquiera a Jesús, pone en práctica su doctrina y vive el ideal evangélico de la gratuidad del amor. Esta pobre viuda, que no parece haber sido discípula explícita de Jesús, se convierte en auténtico símbolo del Mesías, que ha venido a “dar su vida” (en griego: tēn psichēn autou) (Mc 10,45). Con su gesto de abandono amoroso en Dios y de gratuidad total, anticipa la muerte de Jesús por la salvación de todos. Es una verdadera encarnación del reino de Dios y un espejo de su gracia, ya que ha ofrecido todo lo que es y todo lo que posee.

Este evangelio pone de relieve el valor del pobre y su potencial evangelizador. La viuda pobre y desconocida del Templo no ha pasado a los libros de historia. Sin embargo ha participado activamente en la historia de la salvación y se ha convertido en modelo de vida para los creyentes de todos los tiempos. Ella nos enseña que sólo quien es verdaderamente pobre da todo lo que es y lo que posee, pues sólo el pobre se entrega totalmente a Dios y vive con gozo la gratuidad del amor porque no se siente dueño de nada, ni se apega a nada.

La medida de la dignidad en la Iglesia no está ni en el vestido que se lleva puesto, ni en la fama de la que se puede gozar, ni en el poder que se puede ejercer, sino solamente en la donación humilde y amorosa. El amor no se mide ni por la cantidad económica, ni por la grandeza de las obras, sino por la cualidad interior. ¡Dos moneditas, si son dadas con amor, son más valiosos que todo los bienes de la tierra juntos!


3-12. Generosidad de la viuda

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Juan Gralla

Reflexión:

“Dar” es la acción del generoso. Dar una limosna, por ejemplo, en el campo material. Pero también dar de mi tiempo, compartir mis conocimientos con los demás o contagiar mi alegría con una sonrisa son manifestaciones de esta virtud.

Hay muchas maneras de “dar”, y muchas motivaciones para nuestra donación. ¿Se puede hablar de generosidad cuando lo hacemos por interés, esperando recibir algo a cambio? Tampoco es generoso quien da, pero sólo un poco de lo mucho que podría, como nos muestra el Evangelio. ¿Y qué decir de quien “es generoso” para que los demás digan: “qué bueno es...”?

Madre Teresa dijo (y vivió, por supuesto) que hay que “amar hasta que nos duela”. ¡Ya tenemos un buen termómetro para saber si somos realmente generosos! Si mi donación es costosa, voy por buen camino. Si no me exige sacrificio alguno, es seguro que puedo dar mucho más. Y este “dar” se identifica con la generosidad cuando se hace pensando en el bien del otro, cuando se da por amor.


3-13. 2004

LECTURAS: 2TIM 4, 1-8; SAL 70; MC 12, 38-44

2Tim. 4, 1-8. El Señor nos pide una fidelidad total y comprometida en la proclamación y en el testimonio de su Evangelio. A tiempo y destiempo hemos de anunciar el Nombre de Dios, para que sea fuente de salvación para todos los que crean en Él. Pero no podemos hacer relecturas, no podemos querer acomodar el Evangelio para que se convierta en connivencia con el pecado. Muchos querrán sólo ser halagados; querrán escuchar campanillas en su oído; querrán que el Evangelio no se convierta en fuego que los purifique, sino que sólo les halague los oídos, aun cuando lo que se les anuncie no sea la verdad sino simples fábulas e inventos humanos. La fidelidad al Evangelio nos puede acarrear la misma muerte. Ojalá y sepamos poner totalmente nuestra vida en manos de Dios, de tal forma que nuestra entrega sea como una ofrenda de libación en honor de Dios. Confiados totalmente en Él para iniciar en serio nuestro camino hacia Él como cuando se desatan las amarras de los barcos, se levan anclas y se inicia el camino hacia la meta final. Junto con Cristo estamos librando la batalla continua contra el pecado. Si permanecemos fieles al Señor y a su Evangelio, al final el justo juez nos dará la corona con que reviste a los que le permanecieron fieles. Esa corona será la justificación plena en la presencia divina. Vivamos plenamente unidos y confiados a Cristo; seamos fieles en el anuncio de su Evangelio. Tengamos fijamente la mirada puesta en Cristo, autor y consumador de nuestra salvación.

Sal. 70. Permanezcamos siempre fieles al Señor, que jamás nos ha abandonado ni ha dejado de amarnos. A través de nuestra historia personal el Señor nos ha dado muchas pruebas de su amor, de su cercanía, de su bondad, de su misericordia para con nosotros. Todo esto es la garantía de que nos dará, finalmente, la plena unión con Él en la eternidad. Por eso debemos permanecer siempre fieles al Señor, que nos ama. Nuestra vida completa debe convertirse en una continua alabanza de su Santo Nombre. Por medio nuestro los demás han de escuchar y sentir al Señor, que se dirige a ellos por medio de su Iglesia, sacramento de salvación para toda la humanidad. Puestos en manos del Señor, totalmente confiados en Él, encaminemos nuestros pasos hacia la plena unión con Aquel que nos ama, y que nos ha llamado con santa llamada para que estemos con Él eternamente.

Mc. 12, 38-44. Jesucristo, siendo de condición divina, no consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Quienes creemos en Él y vamos tras sus huellas no podemos buscar honores personales, ni podremos pretender enriquecernos económica y materialmente a costa del Evangelio. El Señor nos quiere al servicio de los demás. Hemos de aprender a despojarnos de todo para entregarlo todo, consagrarlo todo a Dios, aun cuando nuestra vida parezca insignificante a los ojos del mundo. Dios sabrá recibir lo que, siendo suyo, finalmente se le devuelve y se le consagra. Él hará que quienes somos suyos seamos los portadores de su Evangelio, de su amor, de su gracia, de su salvación. Pues Dios ha escogido lo despreciable de este mundo, lo que no cuenta a los ojos de los hombres para convertirlo en instrumento de salvación para todos. No busquemos, pues, nuestra gloria, sino la gloria de Dios, ya que Dios es el único que nos elevará para que recibamos, no la gloria humana, sino la Gloria del Hijo de Dios que ha reservado para los que le vivan fieles.

En la Eucaristía Jesús lo ha todo dado por nosotros. Su cuerpo se entrega por nosotros y su Sangre se derrama para el perdón de nuestros pecados. ¿Habrá más amor que aquel del que da su vida por los que ama? De su plenitud hemos recibido gracia sobre gracia. Él ha querido enriquecernos con su pobreza, despojándose de todo por nosotros. Él no se ha reservado nada para sí, nos lo ha dado todo, nos lo ha revelado todo para que seamos uno con Él y en Él seamos hechos hijos de Dios. Vivamos, pues, nuestra plena unión con Él haciendo nuestros su vida y su Espíritu, de tal forma que podamos no sólo llamarnos hijos de Dios sino serlo en verdad.

Aprendamos de Cristo a vivir dándolo todo por nuestro prójimo. No nos convirtamos en mercaderes de la fe. No seamos opresores de nuestro prójimo, no provoquemos más pobreza, dolor y sufrimiento. No queramos aprovecharnos de la fe sencilla de nuestro prójimo para despojarlo de sus bienes. Anunciemos el Evangelio con las palabras, pero sobre todo con la vida misma, con el testimonio personal de quien ha experimentado el amor de Dios. Pongámonos en manos de Dios, dándolo todo por el bien y la salvación de nuestro prójimo, sabiendo que Dios velará siempre por nosotros y que, al final, nos concederá la participación de los bienes eternos, con los cuales coronará nuestra entrega y nuestra fidelidad al Evangelio, que nos ha confiado.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber confiar totalmente nuestra vida en manos de Dios, para que, guiados por su Espíritu, demos testimonio de la verdad sin esclavitudes a lo pasajero, sino con la mirada puesta en lo que será nuestra única recompensa, los bienes eternos en Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-14. ARCHIMADRID 2004

SEMBRAR A TIEMPO Y A DESTIEMPO

“Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir”. Uno de los más graves problemas por los que pasa nuestra sociedad actual es la de la educación. Formar ciudadanos para la convivencia y el bien común no es tarea fácil. No se trata ahora de entrar en disquisiciones de orden político o sociológico, sino de ver, a través de la Palabra de Dios, cuál es el orden querido por Él, y cómo beneficia al hombre. San Pablo, en la carta que dirige a Timoteo, le urge a dejar tras de sí cualquier respeto humano, cualquier complejo, a la hora de anunciar el Evangelio. También hay una característica que define a todo cristiano en su vocación apostólica: la paciencia.

Hablar de paciencia es sinónimo de dedicación y tiempo. Cuando hablamos de cuestiones que atañen a lo más profundo de nuestro ser, hay que empezar por el principio. Dios nos ha creado y, en condiciones normales, venimos al mundo en el seno de una familia. Cuando Cristo nació bajo el amparo de María y José, no se trataba de mero azar, sino que fue “conscientemente” querido por la Providencia divina. El comportamiento de Jesús, a lo largo de su vida en el mundo, hacía referencia constante, directa e indirectamente, a la familia: parábolas, milagros, predicaciones, sentencias… Incluso a la hora de su muerte, quiso que su madre estuviera al pie de la Cruz, para recordarnos que, también ella, era madre de la Iglesia.

Olvidar el papel fundamental que ejercen los padres en la educación de sus hijos es marginarlos y alienarlos. Cuando cada vez son más las voces que reclaman una vuelta al orden natural, en otros aspectos de la vida como puede ser el de la familia, parece vislumbrarse un odio irracional contra un derecho sagrado y perenne, garante de la dignidad humana. Aún resuenan en nuestros oídos las barbaries de genocidios cometidos contra la humanidad (nazismo, comunismo, terrorismo), pero un holocausto más cruel se produce con el consentimiento de organismos nacionales e internacionales que, presuntamente, han de velar por el bien de todos los hombres. La indefensión de niños que no podrán ver la luz, rupturas de familias “amparadas” por la sociedad del bienestar, manipulación de la vida con fines “terapéuticos”… ¿No es esto la “crónica de una muerte anunciada” para la humanidad?

“He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe”. La paciencia y la formación están íntimamente unidas con la perseverancia. No podemos olvidar que Cristo ha vencido al pecado y a la muerte, pero este triunfo no es una excusa para “cruzarnos de brazos”. La perseverancia en el “día a día” nos hará más fuertes en la esperanza. Tú y yo no vamos a cambiar el mundo “de hoy para mañana”, pero somos sembradores de pequeñas semillas que germinarán en el momento oportuno, y su fruto, aunque lo recojan otros más tarde, tendrá el sabor y el aroma de lo más divino. ¡Ése es el compromiso de Dios con los que le son fieles!

“Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie”. Para Dios cualquier obra hecha en su nombre, aunque sea la más insignificante, tiene un valor infinito. No desprecies lo más cotidiano de tu vida por falta de motivaciones. De vez en cuando tendrás que “escarbar” en tu interior para descubrir cómo el Espíritu Santo realiza su tarea como el más genial de los artesanos. De ese actuar de lo divino fue protagonista ejemplar la Virgen María. Ella escondía los misterios de Dios en su corazón, pero la semilla que llevaba en su seno dio el mayor de los frutos de la historia de la humanidad: Jesucristo, Salvador del mundo, Rey del Universo.


3-15. Fray Nelson Sábado 4 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Den gracias al Señor. Yo subo al cielo, a donde está Dios * Esa viuda pobre ha echado en la alcancía más que todos.

1. Consejos de Vida
1.1 No dejemos pasar la serie de consejos de la primera lectura, puestos en boca del Arcángel Rafael. Algunos se refieren a Dios: alabarlo, contar sus maravillas, darle gracias, orarle con sinceridad.

1.2 Otros se refieren al prójimo: hacer el bien a todos, llevar una vida honesta, dar limosna. Otros tienen que ver con uno mismo: la generosidad con otros purifica el propio corazón; la honradez atrae vida abundante. Por contraste, el pecado es un modo de odiarse uno mismo. Son consejos de vida. Cosas sencillas, reales, prácticas y ciertas.

2. Cómo Valora Dios
2.1 El evangelio de hoy, por su parte, nos ayuda a descubrir un aspecto bello y profundo de la mirada divina: cómo valora Dios las cosas.

2.2 Un modo de interpretar el texto de hoy es desde las matemáticas: no interesa la CANTIDAD sino la PROPORCIÓN.

2.3 Si lo que da es, o parece, mucho, pero es poco en proporción a lo que podrías dar, los ojos de Dios consideran eso en realidad como poco, porque, según la expresión de Cristo hoy, has dado "de lo que sobra;" si, en cambio, lo que das parece poco, pero es una proporción muy grande de lo que podías dar, cual sucedió a esta viuda de hoy, entonces eso es mucho a los ojos de Dios.