JUEVES DE LA SEMANA 9ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Tb 6, 10-11a. 7, 1. 9-17. 8, 4-10

1-1. - La oración de Tobías, el anciano ciego y la de Sarra, la joven injuriada... han sido escuchadas. Acompañado de Rafael, el hijo de Tobías va a casa de Sarra.

-Hay aquí un hombre llamado Ragüel, tu pariente, miembro de tu tribu y que tiene una hija llamada Sarra.

El autor insiste, evidentemente en esos vínculos raciales.

En aquel tiempo las bodas se concertaban «entre personas del mismo clan». No olvidemos que el problema capital de los exiliados y emigrados fue siempre conservar su identidad y su fe. La familia es la célula esencial donde se transmiten las tradiciones, las convicciones profundas. Y el momento decisivo es el del matrimonio. De él depende todo el porvenir. Porque los exiliados tienen el gran riesgo de ser progresivamente asimilados a las naciones paganas por el hecho natural de casarse.

Ruego por los jóvenes que se preparan al matrimonio: que sean muy conscientes de lo que en él está en juego y de las consecuencias en el porvenir que pueden vislumbrarse a través de sus relaciones. Señor haz que crezca en nosotros el sentido de nuestras responsabilidades.

-Entraron en casa de Ragüel que lo recibió muy contento.

Hablaron y Ragüel ordenó que mataran un cabrito y prepararan la mesa.

No será una comida ordinaria sino festiva: preparan un cabrito. ¡Sentido de la hospitalidad! ¿Sabemos también nosotros, en el ajetreo de nuestras vidas, encontrar el tiempo de acoger?

-Rafael dijo: ¿No temas dar tu hija a Tobías: es fiel a Dios y con él debe casarse; he ahí por qué nadie la ha tenido por esposa".

Más allá del simplismo aparente de ese razonamiento, admiro la "lectura de fe" que hace Rafael del "acontecimiento": la fatalidad de la muerte de los prometidos podría dejarse solamente al nivel de la «mala suerte» o de la mala magia... pero se puede también acceder a ese nivel más profundo de la fe. Sí, todo acontecimiento puede interpretarse en una síntesis más vasta, la de proyecto de Dios.

En todo lo que me sucede ¿procuro ver más allá de las apariencias inmediatas? En particular el «encuentro de dos seres» que van a casarse ¿es solamente un juego del azar, una simple pulsión hormonal, una costumbre sociológica, una ocasión de placer...? o bien ¿hay algo más en el interior de esos condicionamientos tan reales? Dios está ahí, activo, en todo acto humano decisivo.

La actitud de FE es procurar descubrir el proyecto de Dios y corresponder a él. Eso no dispensa de los análisis humanos lúcidos.

-Ragüel dijo entonces: «Veo ahora que Dios ha atendido mi oración y comprendo que El os ha conducido a los dos hasta mí, para que mi hija se case con un hombre de su tribu, según la ley de Moisés... ¡Yo te la doy!» Luego tomó la mano derecha de su hija y la puso en la de Tobías diciendo: «Que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob sea con vosotros. Que El mismo os una y os colme de su bendición." Mandó traer una hoja de papiro y escribió el contrato matrimonial.

Acabado esto empezaron el banquete bendiciendo a Dios...

Esta escena es muy relevante.

No hay «sacerdote», ni «santuario», ese matrimonio aparentemente es un matrimonio civil, profano, todo pasa en el plan humano ordinario. Vemos «la aprobación de los padres»... «la evocación de la Ley»... «la mano en la mano»... «el contrato en buena y debida forma»... «el banquete de boda»...

Sin embargo nada hay exclusivamente profano: Dios se encuentra en el hondón de las realidades humanas. La teología HOY también como en aquel tiempo nos dice que son los mismos esposos, los «ministros» de su sacramento: ¡felices los esposos que, a lo largo de su vida conyugal, acceden a la conciencia de darse recíprocamente la gracia de Dios!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 110 s.


1-2. /Tb/06/02-18

Tras la despedida de los padres empieza la narración del viaje de Tobías y el ángel, en la cual resplandece nuevamente la fe y la obediencia del hijo de Tobit.

Llegados a la orilla del Tigris, Tobías baja a bañarse. Allí tiene lugar el episodio del pez, que, por designio divino, será el instrumento que sanará a Tobit y Sara. El hígado, el corazón y la hiel de determinados peces poseen virtudes curativas. Concretamente, Plinio habla del poder curativo de la hiel respecto a enfermedades de los ojos. El proceso de la misma narración confirmará posteriormente la utilidad del acto de obediencia que hace Tobías sin ver su inmediato provecho. Porque el ángel dice a Tobías que el corazón y el hígado obrarán como exorcismos liberadores (v 8). A partir del versículo 9 se inicia el desarrollo del plan divino respecto a la boda de Tobías y Sara, hija de Raguel. En Nm 36,6-8 se habla de la obligación que tenían las hijas de Salfajad: «Se casarán dentro de los clanes de la tribu paterna». Así, pues, Tobías, como miembro de la misma tribu y familia, era el primero que tenía derecho a casarse con la hija de Raguel. El ángel, verdadero instrumento del beneplácito divino, insiste en este sentido.

Sin embargo, Tobías conoce las desgracias de Sara con los siete maridos que se acercaron a ella en la cámara nupcial. El ángel tranquiliza a Tobías: el hígado y el corazón del pez alejarán de Sara el espíritu maligno, el cual, después de oler el humo producido por la quema de las mencionadas vísceras, jamás volverá a ella.

Con todo, es preciso no olvidar la plegaria al Dios omnipotente. Por encima de todo remedio humano están la misericordia y la salvación, que sólo pueden venir de aquel Señor que siempre se compadece de los hombres. Más aún: Sara estaba reservada a Tobías desde la eternidad. Este pensamiento encierra una realidad profundísima: la providencia eterna de Dios para con sus escogidos. Tal pensamiento debe infundir siempre gran confianza a todos los que viven en paz con Dios.

J. O`CALLAGHAN
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 368 s.


1-3. /Tb/07/09-16  /Tb/08/04-14

El encuentro de los dos jóvenes con la familia de Raguel tiene el encanto y la sencillez propios de la era patriarcal. Los semitas poseían esta cordialidad y la consideraban como una de sus obligaciones características.

Los vv 9-16 nos cuentan el matrimonio de Tobías y Sara, que tiene cierto parecido con el de Rebeca e Isaac (Gn 24). A pesar de la invitación a participar de los alimentos y bebidas, Tobías tiene muy presente el motivo de su llegada a casa de Raguel y quiere supeditar todo al cumplimiento de su misión: recibir los dineros y casarse dentro de la tribu de su padre. Al fin y al cabo, Tobías tenía el máximo derecho a recibir a Sara como esposa. Así lo reconoció Raguel, el cual le ofreció de hecho su hija. De nuevo quiere el autor que reconozcamos en los acontecimientos la mano providente de Dios, que, por una serie de circunstancias, hace que se vuelvan a encontrar en el gozo imprevisible de unas bodas unos parientes atribulados.

En la ceremonia de la boda podemos distinguir dos partes: en primer lugar, la entrega de la mujer por parte del padre, junto con la bendición que la acompaña; en segundo lugar, el documento escrito como testimonio de la validez de la unión. La redacción de un documento para confirmar la validez de la boda data de tiempo muy antiguo; consta ya en el art. 128 del código de Hammurabi.

Al principio de la segunda perícopa vemos cómo Tobías cumple fielmente los consejos del ángel. Las lágrimas de Edna se explican perfectamente por la historia de calamidades que habían acompañado las primeras noches de los matrimonios anteriores de Sara. Esta vez era distinto. El designio de Dios había de cumplirse, pero no podía faltar la colaboración humana. De ahí la bellísima plegaria de Tobías, que comienza con una triple invocación, continúa con la explicación del motivo y termina implorando una vejez feliz.

La preparación de la tumba y el recuerdo de Raguel contrastan con la inesperada y agradable sorpresa de encontrarlos durmiendo a los dos, Tobías y Sara. Realmente esta vez no era como las anteriores. El auxilio del Señor no falta allí donde la plegaria es constante y sincera: precedida de toda una vida «por las sendas de la verdad y de la justicia».

J. O`CALLAGHAN
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 369 s.


2.- 2Tm 2, 8-15

2-1.

-¡Acuérdate de Jesucristo, descendiente de David, resucitado de entre los muertos: éste es mi evangelio!

El himno cantado ahora en muchas iglesias ha honrado de nuevo esa fórmula de san Pablo que él llama "su evangelio".

¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo, hijo de David! Esto resume nuestra fe.

La «resurrección» atestigua el carácter divino de Jesús.

La «filiación davídica» atestigua que es un verdadero hombre.

Jesús no es sólo un ser celeste, sino un hombre completo, enraizado en un linaje familiar.

Oh Cristo, si Tú no fueras más que un hombre, no podrías aportarme lo que espero de Ti, esa solidez, esa promesa de vida eterna...

Pero si Tú no fueras más que Dios, no hubieras podido revelarnos tu amor de un modo tan próximo a nosotros...

-Por El estoy sufriendo, hasta llevar cadenas como un malhechor.

Para Pablo hay un lazo entre el sufrimiento del apóstol, el suyo, y el sufrimiento de Cristo: ambos realizan un misterioso designio del Padre.

Ruego por todos los que sufren.

¡Pero la «Palabra de Dios» no está encadenada!

Una convicción íntima que endereza a un hombre.

Una certeza que permite a un «prisionero» ser totalmente libre. Pero ¡qué valentía! Y al precio de ¡qué resistencia y aguante!

-Pero todo esto lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación por Jesucristo con la gloria eterna.

El sufrimiento es redentor. Hace estar en comunión con Jesús, a quien se imita. Y hace colaborar en la salvación de los hombres.

No se trata de una verdad evidente.

A primera vista el sufrimiento es más bien destructivo. Y, por desgracia, lo es para muchos hombres. Para llegar a lo que san Pablo afirma y vive en su propia carne, es necesario tener una fe profunda y contemplar detenidamente la Pasión de Jesucristo.

-Esta afirmación es cierta: "si morimos con El, viviremos con El".

Evidentemente. Una identificación contigo, Señor: "Morir-con para vivir-con..."

Estas palabras son muy duras. En el texto griego, el termino «con» está incluido en el verbo.

Quien sufre y llega a esa convicción de fe, encuentra en ello el sentido definitivo de su estado de sufriente, de enfermo, de anciano: vivir con Jesús, imitar su vida, participar en su obra de salvación.

-Procura presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel transmisor de la Palabra de la verdad.

Rectitud. Fidelidad.

Que los responsables de tu Iglesia HOY, estén llenos de cualidades. Y que el conjunto de los fieles confíen en los que han recibido esa gracia de «pastores».

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 110 s.


3.- Mc 12, 28b-34

3-1.

-Un escriba se acerca a Jesús y le pregunta:

Jesús es preguntado, Jesús es abordado en la calle.

¿Suelo preguntar muchas cosas a Jesús?

-"¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?"

A los escribas les gustaba mucho discutir sobre la Ley. ¿Tenemos también esta afición, esta voluntad de búsqueda, por las cosas de Dios? ¿Sabemos buscar lo esencial?

-Jesús le da esa respuesta: "Escucha Israel, el primero es: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas." (Dt 6, 5)

Amar.

Primer mandamiento Dios.

El primer amado.

La acumulación de esos términos -"corazón, alma, mente, fuerza"- quiere significar una plenitud de amor que comprende todas nuestras facultades de amar.

Es preciso que el amor arda en nosotros de pies a cabeza, del espíritu al cuerpo, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana, de la infancia a la vejez.

¿Amo yo a Dios? ¿Qué hago para probarle mi amor?

-El segundo es éste: "Amaras a tu prójimo como a ti mismo".

Amar.

Segundo mandamiento.

El prójimo.

Segundo amor.

Hay que ser fiel a esos dos mandamientos distintos.

Como reacción a una cierta espiritualidad de huida del mundo, se ha tenido demasiada tendencia a decir que el segundo reemplazaba el primero. ¡No! Evidentemente esto es burlarse del pensamiento de Jesús. No basta con amar al prójimo. Hay también, y en primer lugar, que amar a Dios.

-Díjole el escriba: "Muy bien, Maestro... Sí, esto es mejor que todas las ofrendas y todos los sacrificios."

El también conocía perfectamente su Biblia, cita a 1 Samuel 15, 22.

-Viendo Jesús cuán atinadamente había respondido le dijo: "No estás lejos del Reino de Dios." Es el único pasaje en todos los evangelios, en que

Jesús felicita a un escriba. Habitualmente más bien tuvo muchos disgustos con esta clase de gentes demasiado seguros de sus conocimientos religioso y bloqueados en sus certidumbres.

Incluso en los pasajes paralelos de Mateo (22, 35) y de Lucas (10, 25), se subraya abiertamente que la pregunta fue hecha con malevolencia "como una zancadilla". Marcos quiso terminar esta serie de controversias con una nota positiva.

Ninguna categoría humana es desechada a priori por el Señor.

Seguramente hubo escribas que pasaron a ser discípulos. Te ruego, Señor, por los que buscan la verdad con lealtad. Y te ruego también por los que están bloqueados y ya no tratan de buscar. Ayúdanos a todos a permanecer abiertos y disponibles.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 364 s.


3-2.

1. (año I) Tobías 7,1.9-17; 8,4-10

a) Ahora es Tobías hijo el que aparece como protagonista.

Acompañado por el personaje misterioso, que ellos no saben que es el arcángel Rafael, emprende viaje hasta la casa del pariente Ragüel, a cobrar una deuda pendiente de hacía años. El joven Tobías es retratado con rasgos de persona muy creyente, como su padre.

Al llegar a casa de Ragüel, el amor a primera vista entre el joven Tobías y Sara crea una situación penosa, hasta que el ángel les asegura que no se va a repetir el caso de los siete novios anteriores. El matrimonio tiene lugar según las costumbres sociales del tiempo, en familia, con la bendición del padre y la escritura matrimonial y el banquete. Todo ello en un clima de fe y de acción de gracias a Dios, incluidas las tres noches de oración intensa.

b) El amor viene de Dios. Ha sido Dios el que, ya desde Adán y Eva, como muy bien recuerda Tobías, ha pensado en esta admirable complementariedad entre hombre y mujer y ha instituido el matrimonio.

Leyendo esta página edificante, uno no puede por menos de pensar en la diferencia con los modos en que ahora se lleva a cabo en muchos casos el noviazgo y el matrimonio de los jóvenes. Ciertamente no con esta fe, esta actitud de oración y esta madurez que demuestran Tobías y Sara.

¿Les falta alguien que haga de ángel y les ayude a discernir, preparar, profundizar y enfocarlo todo, no sólo desde las perspectivas humanas, sino desde la fe en Dios? Así es como se pondría la mejor base para una vida matrimonial más estable y feliz.

1. (año Il) 2 Timoteo 2,8-15

a) Es admirable la fe de Pablo, que, encerrado en una incómoda cárcel, anima a su discípulo Timoteo en su camino.

Pablo entiende su propio sufrimiento como un modo privilegiado de unirse a Cristo: «por el que sufro hasta llevar cadenas». Lo único que le preocupa es que pueda frenarse la carrera de la Palabra de Dios en el proceso de la evangelización del mundo. Pero también de esto está seguro: «La Palabra de Dios no está encadenada».

La página de hoy cita probablemente un himno que la primera comunidad había compuesto, un himno cristológico lleno de ánimos para la vida: «Acuérdate de Jesucristo resucitado... si morimos con él, viviremos con él, si perseveramos reinaremos con él». Es lo que le ha animado a él y lo que quiere que siga animando a Timoteo.

b) Seamos o no responsables de una comunidad, nos van bien los consejos y los ejemplos de Pablo:

- deberíamos sentir admiración por los ánimos de este anciano que está en la cárcel y se preocupa del bien de todos: «lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación»,

- todo lo que sufrimos lo deberíamos ofrecer por Cristo, como Pablo, que interpreta el sufrimiento como participación en el dolor redentor de Cristo; es nuestra aportación a la gran tarea de la difusión del evangelio, «por el que sufro hasta llevar cadenas»,

- nos dice Pablo a nosotros, como a Timoteo, que seamos «obreros irreprensibles que predican la verdad sin desviaciones», y que evitemos las innecesarias «disputas sobre palabras», que «no sirven para nada y son catastróficas para los oyentes»,

- la entrega pascual de Cristo debe ser nuestro modelo supremo: «acuérdate de Jesucristo... si con él morimos, viviremos con él».

Cuando comulgamos en la Eucaristía, recibimos a Cristo como «Cuerpo entregado por» y como «Sangre derramada por»: o sea, nos identificamos con su Pascua, entendida como muerte y resurrección. Nuestra vida entera se suma a esa entrega de Cristo para el bien de toda la humanidad.

2. Marcos 12,28-34

a) Esta vez la pregunta es sincera y merece una respuesta de Cristo, a la vez que una alabanza al letrado ante su buena reacción.

Habría que estar agradecido a este buen hombre por haber formulado su pregunta a Jesús. Le dio así ocasión de aclarar, también para beneficio nuestro, cuál es el primero y más importante de los mandamientos.

Jesús, en su respuesta, une los dos que ya aparecían en el AT: amar a Dios y amar al prójimo.

b) También a nosotros nos conviene saber qué es lo más importante en nuestra vida.

Como los judíos se veían como ahogados por tantos preceptos (248 positivos y 365 negativos), complicados aún más por las interpretaciones de las varias escuelas de rabinos, también nosotros nos movemos en medio de innumerables normas en nuestra vida eclesial (el Código de Derecho Canónico contiene 1752 cánones).

La gran consigna de Jesús es el amor. Eso resume toda la ley. Un amor en dos direcciones.

El primer mandamiento es amar a Dios, haciéndole lugar de honor en nuestra vida, en nuestra mentalidad y en nuestra jerarquía de valores. Amar a Dios significa escucharle, adorarle, encontrarnos con él en la oración, amar lo que ama él.

El segundo es amar al prójimo, a los simpáticos y a los menos simpáticos, porque todos somos hijos del mismo Padre, porque Cristo se ha entregado por todos. Amar a los demás significa, no sólo no hacerles daño, sino ayudarles, acogerles, perdonarles.

Jesús une las dos direcciones en la única ley del amor. Ser cristiano no es sólo amar a Dios. Ni sólo amar al prójimo. Sino las dos cosas juntas. No vale decir que uno ama a Dios y descuidar a los demás. No vale decir que uno ama al prójimo, olvidándose de Dios y de las motivaciones sobrenaturales que Cristo nos ha enseñado.

Al final de la jornada estaría bien que nos hiciéramos esta pregunta: ¿he amado hoy? ¿o me he buscado a mí mismo? Esto no es necesario que se proyecte siempre a nuestras relaciones con el Tercer Mundo o con los más marginados de nuestra sociedad (direcciones en que también debemos estar en sintonía generosa), sino que debe tener una traducción diaria en nuestras relaciones familiares y comunitarias con las muchas o pocas personas con las que a lo largo del día entramos en contacto.

Momentos antes de ir a comulgar con Cristo se nos invita a darnos la paz con los más cercanos. Es un buen recordatorio para que unamos las dos grandes direcciones de nuestro amor.

«Dios ha acogido en su presencia mis rezos y mis lágrimas» (1ª lectura, I)

«Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos» (salmo, I)

«Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, si con él morimos, viviremos con él» (1ª lectura, II)

«Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas» (salmo, II)

«Amarás al Señor tu Dios, amarás a tu prójimo: no hay mandamiento mayor que estos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 252-255


3-3.

Primera lectura : 2ª a Timoteo 2, 8-15. La Palabra de Dios no está encadenada. Si morimos con él, viviremos con él.

Salmo responsorial : 24, 4bc-5ab.8-9.10.14 Señor, enséñame tus caminos.

Evangelio : Marcos 12, 28b-34 Este es el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste.

En medio de la multitud reunida surge la pregunta de un maestro de la ley muy inquieto por lo que decía Jesús. Quería saber cuál era el primer mandamiento a cumplir. Allí mismo viene la inmediata respuesta del Hijo de Dios, que resulta sorprendente ya que puntualiza que sólo en la medida que se ame al prójimo se amará también a Dios. Y como obras son amores», todo ello quiere decir que en tanto que amemos a nuestros semejantes se plenificará en nosotros el amor a Dios.

En el tiempo de Jesús, a pesar de todas las dificultades que acarreaba para la gente del pueblo el modelo de sociedad jerarquizada, por lo marginados que estaban, no dejaba de haber personas lúcidas y dispuestas también a comprometerse con el advenimiento de una nueva sociedad. Tenían la experiencia de que la vivencia del amor no es institucionalizable ni normatizable, porque no permite ninguna manipulación que lo pueda falsear. Para ellas la fe en Dios se debilitaría cuando aquello que la rodea (ritos, formas, normas... y no el amor mismo) se quiere convertir en lo más importante.

Las comunidades nuestras, testigos del amor de Dios en cada manifestación de solidaridad, acogen con mucho interés la afirmación de Jesús cuando expone abiertamente que el amor al prójimo, en nuestra iglesia, desborda todo lo demás; o sea, que la centralidad de nuestro quehacer debe estar puesto en eso y no tanto en los ritos, oraciones, ayunos, limosnas, etc, porque son relativamente de menos valor que el amor. Si nos convencemos de que en el amor al prójimo está el corazón de nuestra fe no será necesario reglamentar sus manifestaciones porque el amor brotará espontáneamente en cualquier momento.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Tob 6, 10-11a; 7, 1-9-17; 8, 4-10: Dios ha escuchado mis oraciones

Sal 127, 1-5

Mc 12, 28b-34: El primero de los mandamientos

El amor a Dios y al prójimo es proclamado por Jesús como el mandamiento fundamental y único con el que se regulan las relaciones del hombre con Dios y con los demás hombres. Al presentar Marcos este texto, quiere indicar que si el Israel oficial, representado en el letrado del pasaje, no aceptó el mensaje de Jesús, no fue porque no tuviera en el Antiguo Testamento elementos claros y suficientes para comprenderlo, ya que toda la historia de Israel es la historia de la manifestación del amor de Dios a su pueblo y por tanto el amor que el hombre debe a Dios tiene una proyección concreta en el amor a los demás hombres.

En esta línea, el texto nos remite a la consideración de la eficacia del amor; nos advierte que el amor concreto debe partir de las necesidades del hermano a quien se ama. El amor no son palabras que se dicen nada más, no son discursos demagógicos que se pronuncian para tranquilizar la conciencia. El amor eficaz quiere decir, luchar incansablemente por eliminar las causas que producen la muerte de los oprimidos de la tierra.

De esta manera, la obligación de amar al hermano se ha convertido para Jesús en un imperativo del seguimiento que se concretiza en la vida fraterna. Jesús invitó a sus discípulos a una vida de amor fuerte y concreto. Con sus enseñanzas los exhortó frecuentemente sobre el tema del amor a los hermanos, como testimonio de seguimiento y testimonio de vida cristiana: "Si alguno dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve no puede amar a Dios a quien no ve", nos dice Juan en su primera carta, que posiblemente es resonancia del texto de Marcos. Por tanto el amor es concreto y eficaz o no debe llamarse amor; es decir, debe partir de las necesidades del hermano a quien se ama. Claro que la eficacia no se puede limitar al simple asistencialismo social o a un paternalismo individualista que solo resuelve problemas puntuales y que lleva a que la práctica de la caridad cristiana sea una experiencia alienante.

El amor al hermano se debe traducir hoy en América Latina en un compromiso por construir un nuevo orden social a partir de la organización del pueblo empobrecido para eliminar las causas que producen la muerte. Nuestro anuncio del Evangelio debe estar acompañado por el testimonio profético que denuncie y desenmascare las estructuras políticas y económicas del neoliberalismo que generan la muerte en nuestro continente. Esta es la única manera, no solamente de amar al prójimo, sino de permitir que el amor de Dios se manifieste en el mundo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Después de fariseos y saduceos, hoy llega un escriba; pero escriba que es "una buena persona". Por eso Jesús se abre a él. Hacer preguntas es señal de inquietud, de ganas de hacer las cosas mejor. Y el escriba va a la pregunta primera y raíz: ¿Qué mandamiento es el primero? Eco de la del joven rico: ¿Qué tengo yo que hacer para alcanzar la vida eterna? Pregunta que hoy formulamos así: ¿Qué quieres de mí, Señor?.

Y a grandes preguntas grandes respuestas. No hay un mandamiento mayor que este: Amarás al Señor, amarás al prójimo. Cuando hay sinceridad de corazón, qué fácil es sintonizar en la búsqueda de la verdad: "Muy bien, Maestro, tienes razón", dice el escriba. "No estás lejos del Reino de Dios" replica Jesús. Tan fácil de enunciar el amor a Dios y al otro, tan difícil de conjugar en la vida. Cuántas reflexiones, diálogos, discusiones sobre el ejercicio de este amor. Siempre en dialéctica fe-vida, horizontalismo-verticalidad, espiritualismo-secularismo, oración-compromiso. Es cierto que nadie aprueba, en sus Palabras, el divorcio fe-vida, pero lo hechos nos demienten. El horizontalismo que se vuelca en el compromiso puede olvidarse de la fuente de su entrega: el amor de Dios que se derrama o Cristo que se desvive hasta la muerte. Por fustigar ideas espurias de Dios, puede borrar la presencia misma de los divino. ¿Por qué hemos conocido tantos casos de gente buenísima, embarcada en la lucha social, que, poco a poco, se ha quedado seca de Dios?

No corre mejor suerte el espiritualismo vertical. Los Santos Padres tienen palabras muy fuertes contra el culto vacío, que se olvida de los pobres. Tampoco arregla mucho la cosa mirar sólo al pobrecillo, al mendigo objeto de acciones caritativas, mientras se descuida la lucha por un mundo justo, que hace más iguales a los hombres que Dios hizo iguales.

Unos y otros hemos de abandonar mucha retórica de palabras y purificar nuestras actitudes. Lo dice el profeta y poeta: "Primero sea el pan, después la libertad/ . La libertad con hambre es una flor encima de un cadáver/. Donde hay pan allí está Dios/. Jesús es el pan vivo/. El universo es nuestra mesa, hermanos" (Casaldáliga).

Vuestro amigo,

Conrado Bueno Bueno
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

v. 28: Se le acercó un letrado que había oído la discusión y notado lo bien que respondía, y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»

Hasta ahora se han presentado grupos, ahora lo hace un individuo, un letrado, que, según el esquema de Mc, es fariseo. En dos ocasiones (3,22; 7,1) han sido letrados de Jerusalén los que han vigilado la activi­dad de Jesús y se han opuesto a ella. Este hombre es una excepción. Aunque pertenece al círculo de los adversarios de Jesús (11,27b), su con­ciencia personal domina sobre su pertenencia al grupo dirigente. No pretende comprometer a Jesús, sino que, al ver la maestría con que inter­preta la Escritura, busca solución a una cuestión muy debatida. El fondo de su pregunta es éste: qué es lo más importante para Dios según la tra­dición de Israel, cuál es la expresión suprema de su voluntad y lo prima­rio en el comportamiento del hombre.



vv. 29-31: Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel: el Señor nues­tro Dios es el único Señor; amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas". El segundo, éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay ningún mandamiento mayor que éstos».

Jesús comienza su respuesta haciendo suyo el llamamiento a Israel de Dt 6,4-5 (Escucha, Israel). No solamente va a enunciar el mandamiento, sino que va a proclamarlo, tomando la exhortación de Moisés al pueblo; pero no nombra a Moisés ni cita explícitamente la Escritura, hace un lla­mamiento personal suyo, que es una invitación implícita a la enmienda (cf. 1,15).

Recuerda a todo Israel que su único Señor es Dios, no los dirigentes que explotan al pueblo (11,17), ni el César que lo somete (12,16) ni el dios de muertos (12,27). Rectifica la pregunta del letrado: en la antigua alian­za no había un solo mandamiento principal, sino dos, pues el amor-fide­lidad a Dios era inseparable del amor-lealtad al prójimo. Para ser verda­dero, el amor a Dios tenía que traducirse en amor al hombre.

Dios era el valor absoluto (con todo tu corazón, etc.), el hombre, relati­vo (como a ti mismo), pero el mandamiento tendía a crear una sociedad de iguales. Su práctica habría sido la preparación para la plena realidad del Mesías.

Con la afirmación que sigue (no hay ningún mandamiento mayor que éstos) relativiza Jesús todos los demás, que aparecen como secundarios, accesorios, dispensables. Son estos dos los que deben regular la vida del israelita; ninguna otra práctica es esencial. Del amor a Dios no se deriva el culto religioso, sino el amor al hombre, su imagen.

Jesús echa así abajo la pretensión de muchas piedades religio­sas, entre ellas la farisea, que pretenden honrar a Dios olvidándose del hombre.

El ideal de amor propio del Reino será propuesto en la institución de la eucaristía (14,22-25; cf. 10,45; 13,37).



vv. 32-33: El letrado le dijo: «Muy bien, Maestro, es verdad lo que has dicho, que es uno solo y que no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a uno mismo supera todos los holocaustos y sacrificios».

El letrado manifiesta su pleno acuerdo con Jesús (Muy bien) y ahora, ante la respuesta de éste, lo llama Maestro. Funde en un solo bloque la relación con Dios y con el prójimo y explicita la relativización hecha antes genéricamente por Jesús: el culto religioso según la Ley pierde su importancia. Invierte la escala de valores existente, según la cual el obje­tivo primordial de la vida del hombre era dar culto a Dios; se alinea con los profetas contra los sacerdotes (cf. Os 6,6: «misericordia quiero, no sacrificios; conocimiento de Dios [= justicia], no holocaustos»). En el templo, donde están Jesús y el letrado, se pretende dar culto a Dios opri­miendo y explotando al pueblo: han eliminado el amor al prójimo.



v. 34: Viendo Jesús que había respondido inteligentemente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.

Jesús aprecia la respuesta del letrado (inteligentemente), viendo que es un hombre a quien interesa la verdad. Quien está por el bien del hombre no está lejos del Reino. Jesús abre al letrado el horizonte del reinado de Dios, que deja atrás toda la antigua época (1,15). Hay en sus palabras una invitación implícita: ya que ha aprobado su primera respuesta, des­pués de la frase elogiosa (no estás lejos) debería buscar mayor cercanía. La dificultad está en que el letrado quiere ser fiel a Dios, pero dentro de su tradición, sin deseo de novedad. Ha reconocido en Jesús un maestro, pero, como aparece en la perícopa siguiente, no puede darle su adhesión como Mesías.

Al ver el acierto y el rigor de las respuestas de Jesús, que ha puesto en su sitio a los saduceos y corregido al letrado, nadie se atreve a hacerle más preguntas.


COMENTARIO 2

El evangelista, al añadir este nuevo episodio, tiene buen cuidado de entroncarlo lo mejor posible en el anterior, que también él había adjuntado. Se dice que estando todavía Jesús discutiendo con los saduceos, se acercó un letrado. Este es presentado como no perteneciente al grupo saduceo, sino casi seguramente al fariseo, ya que se dice que la respuesta de Jesús a los saduceos acerca de la resurrección de los muertos que él había podido escuchar, le había parecido muy buena. Su concordancia con Jesús lo mueve a hacerle la pregunta.

La pregunta del letrado busca conocer la opinión de Jesús acerca del cuál es el primer mandamiento. Los letrados fariseos basados en la Biblia y en la tradición oral, la llamada halaká, contaban seiscientos trece entre mandamientos y prohibiciones. Par ser irreprochables según la ley había que respetarlos todos. La vida de un judío piadoso estaba absolutamente regulada prácticamente en todos los aspectos. Era natural que un tal cúmulo de mandamientos, que una tal regulación de la vida a la cual parecía no habérsele escapado nada, era una carga pesada que había que asumir, un yugo que era indispensable llevar. Jesús responde al letrado con la misma intuición con que el original Israel había formulado los mandamientos para regular la vida del pueblo y para hacer de la experiencia de la vida un espacio de humanidad y no de imposibilidad para asimilar a Dios y para la convivencia fraterna. Jesús sintetiza toda la ley en dos mandamientos indispensables para vivir en armonía con el Creador y con toda la obra de su creación.

Un elemento que hay que recalcar de la respuesta de Jesús es: que nuestro propio reconocimiento de Dios, que es a la base del amor de Dios como respuesta agradecida, supone necesariamente el reconocimiento de nosotros mismos. Si uno no valora su propio yo, nunca podría razonablemente experimentarlo en todas sus implicaciones frente al Tú que es Dios. En otras palabras: para amar a Dios es preciso valorarnos a nosotros mismos y valorar y amar al hermano, signos visibles del amor de Dios en esta historia humana.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

El letrado se presenta ante Jesús, no para tentarlo, como en otras ocasiones (Mc 8,11; 10,2 y 12,15), sino con el deseo de conocer la respuesta a un tema debatido por las distintas escuelas rabínicas de la época. Entre el inmenso bosque de mandamientos que se encuentran en la Escritura, más los de la tradición oral añadidos por los fariseos, ¿cuál es el primero que el ser humano debe observar en su comportamiento cotidiano?

El letrado quiere oírlo de boca de Jesús, un rabino con criterios propios que enseña con autoridad. Y Jesús no parece dudar al responder citando Deuteronomio 6,4-5 que formaba parte del shemac, proclamación de fe que expresa la creencia judía en la unicidad de Dios y la lealtad de su pueblo a la voluntad divina y a los mandamientos. [En tiempos de Jesús esta oración era parte integrante de la liturgia del templo, pero después de la destrucción de éste pasó a la liturgia sinagogal como parte de las oraciones de la mañana y de la tarde. Es probable que incluyera también el texto del Decálogo. (Los judíos en la actualidad rezan esta oración dos veces al día, por la mañana y por la tarde, al amanecer y al anochecer. La oración está compuesta en su totalidad por Dt 6,4-9; 11,13-21 y Nm 15,37-41, seguidos y precedidos por diferentes bendiciones. Se le denomina shema, pues esta es la palabra con la que comienza el texto de Deuteronomio 6,4 (en castellano, “Escucha, Israel”)].

Pero sorprende que Jesús, a quien el letrado le pregunta por el primer mandamiento, añada un segundo, igual al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Y sorprende aún más que el letrado dé la razón a Jesús diciendo que estos mandamientos valen más que todos los holocaustos y sacrificios. Lo que Dios quiere ante todo es que lo amemos a El amando al prójimo.

Al final de su vida, Jesús corregiría este mandamiento encargándonos encarecidamente “amarnos unos a otros como él nos amó”, ofreciendo su vida por todos nosotros. Éste el verdadero holocausto que agrada al Dios de Jesús, que ya no se complace con sacrificios de animales.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

La voluntad de Dios encuentra su máxima y definitiva expresión en el doble mandamiento evangélico del amor a Dios y al prójimo, el cual da sentido y unidad a toda la existencia cristiana y es al mismo tiempo el mejor antídoto contra la casuística farisea de la ley y el espiritualismo etéreo que descuida el compromiso concreto en la vida. Hoy Jesús nos ofrece la clave fundamental para cumplir la voluntad de Dios, que “vale más que todos los holocaustos y sacrificios” (Mc 12,33): el amor íntegro a Dios como único Señor y el amor activo y desinteresado hacia el prójimo.

El evangelio pertenece al conjunto de relatos polémicos con el que se concluye el ministerio de Jesús en el evangelio de Marcos. Jesús ha llegado finalmente a Jerusalén y se enfrenta con los representantes del judaísmo oficial en una serie de controversias religiosas sobre temas fundamentales de la fe. En el texto que se lee hoy un “maestro de la Ley” le pregunta: “Maestro, ¿cuál es el primer mandamiento de todos?” (Mc 12, 28). La pregunta refleja una de las preocupaciones más grandes del judaísmo de la época de Jesús, que buscaba afanosamente establecer un “principio unificador” de las distintas formulaciones de la voluntad de Dios.

Los grandes maestros judíos intentaban encontrar y proponer una pauta que diera unidad a toda la revelación divina en su aspecto normativo. Y esto desde hacía ya muchos siglos. Basta recordar el intento del profeta Miqueas en el s. VIII a. C., el cual quiere sintetizar en una frase toda la voluntad de Dios para el ser humano: “Se te hace saber, oh ser humano, lo que es bueno, lo que el Señor pide de ti: tan sólo respetar el derecho, amar la fidelidad y obedecer humildemente a tu Dios” (Miq 6,8). El maestro Hillel, 20 d.C., había propuesto este principio unificador: “No hagas al prójimo lo que a ti te resulta odioso, esto es toda la ley. El resto es sólo explicación”.

Igualmente, un siglo después, el famoso maestro judío Akiba, comentando Lv 19,18 (“ama a tu prójimo como a ti mismo”), afirma: “este es un gran precepto y un principio general de la ley”. No es exacto afirmar que para la tradición judía los 613 preceptos (miswôt), de los cuales 365 eran negativos y 248 positivos, eran colocados todos al mismo nivel. Además de la distinción jurídica y formal entre preceptos graves y secundarios, pequeños y grandes, generales y específicos, siempre existió en Israel la preocupación por encontrar un principio que diera unidad a la voluntad de Dios manifestada en tantas normas y establecer un cierto orden y jerarquía.

La novedad del evangelio no consiste, por tanto, en el hecho que establezca como principio unificador el valor supremo del amor. Esto se repite a menudo en la tradición bíblica y fue enseñado sin cesar por los maestros judíos. Cuando Jesús afirma que el primer mandamiento es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mc 12,30), hace referencia al núcleo esencial del credo religioso del israelita piadoso que recita dos veces al día el Shemá: “Escucha Israel, Yahvéh es nuestro Dios, Yahvéh es uno. Amarás a Yahvéh, tu Dios, con todo tu corazón...” (Dt 6,5).

Jesús retoma el fundamento de la fe de Israel y lo propone a sus discípulos como el primero y el más importante de los mandamientos: el amor íntegro y total a Dios como único Señor. La originalidad de la propuesta de Jesús se encuentra sobre todo en la segunda parte de su respuesta, donde define el segundo mandamiento con una fórmula bíblica, tomada del “código de santidad” del libro del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18). Jesús se refiere al mandamiento del amor al prójimo colocándolo al mismo nivel que el primero, en cuanto pertenece a la misma categoría de principio unificador y fundamental: “No hay mandamiento más importante que éstos” (Mc 12,31).

La perspectiva de totalidad y de radicalidad que asume el amor de Dios y del prójimo, como principio unificador de vida, queda confirmada por la respuesta del escriba, el cual afirma que esta doble vertiente del amor “vale más que todos los holocaustos y sacrificios” (v. 33). El amor propuesto por Jesús no es una simplificación de los mandamientos de la ley, sino la clave de toda la ley. Él no quiere presentar una normativa compuesta de dos preceptos primarios en relación con los otros, sino más bien ofrecer la perspectiva de fondo con la cual vivir toda la ley. Sólo el amor a Dios y al prójimo da sentido y valor a las acciones humanas; sólo en el amor la religiosidad es una experiencia razonable y humanizante. El interés de Jesús no es simplemente construir una escala de valores, sino llevar al ser humano a la raíz y a la esencia de toda experiencia religiosa y ética: el amor íntegro a Dios como único Señor y el amor activo, misericordioso y desinteresado hacia los demás.


3-9.


3-10.