MARTES DE LA SEMANA 9ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Tb 2, 10-23

1-1.

-Un día Tobías, fatigado después de su trabajo, volvió a su casa, se recostó contra una tapia y se durmió. Mientras dormía, del nido de unas golondrinas cayó excremento caliente sobre sus ojos y quedó ciego.

Empecemos por admirar el arte del narrador. Es una escena tan precisa y tan viva que se recuerda toda la vida aunque se haya oído contar una sola vez.

Primera lección: los justos no son artificialmente preservados de la desgracia. Dios no interviene constantemente en las leyes del universo para hacer excepciones. El azar de ese grotesco accidente sugiere, sin necesidad de largos razonamientos, que no hay que hacer a Dios responsable de muchas «pruebas» que nos llegan como ésta por la conjunción de unas circunstancias ordinarias y ridículas.

Segunda lección: nuestra fidelidad a Dios se pone a prueba en los acontecimientos más banales. Más frecuente que las grandes catástrofes cósmicas anunciadas por los apocalipsis, son las adversidades corrientes, que por desgracia provienen simplemente de la condición humana. "Excremento caliente que cae en los ojos". A menudo es conveniente desdramatizar, con algo de humor, si es posible, muchas de las cosas que nos suceden y que son ¡de ese tipo! La mayor parte de las veces el Reino de Dios se hallará en hechos en apariencia minúsculos... que podían no haber sucedido. Humildad. Realismo. Aceptación profunda de nuestra contingencia de criaturas limitadas.

-Pero Dios permitió esa prueba para dar a la posteridad el ejemplo de su paciencia.

Tercera lección: el mal puede a veces resultar un bien. El autor afirma que, aunque Dios no haya querido ese accidente estúpido... lo ha "permitido" para que creciera el mérito de Tobías. Cuando se cree en Dios, es evidente que se cree que Dios no puede querer el mal: el que ama, sólo quiere el bien para los que ama... Ahora bien, Dios es Amor absoluto, el Padre por excelencia. Sin embargo, el mal que existe en el mundo parece ir en contra de esa convicción. ¡El mal cuestiona a Dios! Y es natural que nuestra primera reacción sea rebelarnos. Pero se trata de hallar en nuestra fe la certeza de que Dios lo «permite» tan sólo para que resulte un mayor bien. Esto es lo que Tobías vivió.

Ayúdanos, Señor, a ver el bien que Tú quieres sacar de esas pruebas que nos llegan, sea por el juego de las leyes naturales, sea por culpa de algunos hombres, sea por nuestra propia culpa. Todo el tema de la Redención está ya ahí: ¡la cruz que se transforma en resurrección, la muerte que es vencida por la vida!

-Tobías fue siempre temeroso de Dios, por lo mismo no le reprochó la ceguera de que estaba afectado, sino que perseveró inquebrantablemente en el temor de Dios, glorificándole todos los días de su vida.

Sentimos que surge aquí el relato edificante. ¡Es casi demasiado hermoso!

A menudo nos resulta difícil aceptar la prueba. Pero, finalmente, ¿no es la fidelidad nuestra mejor actitud, como creyentes? Ayúdanos, Señor, a conservar la esperanza en la noche, cuando ya nada vemos. Cuando la «ceguera» cae sobre nuestros ojos de carne, refuerza en nosotros, Señor, esa luz interior que iluminaba la vida de Tobías.

-Ana, su mujer, iba cada día al taller de hilados y tejidos y traía a casa el sueldo ganado por su trabajo. Un día recibió además un cabrito. Tobías oyó balar al animal y dijo a su mujer: "Cuida que no sea producto de un robo; devuélvelo a los amos".

Su fidelidad no es tan sólo meritoria respecto a Dios, sino que tiene la misma delicadeza de conciencia respecto a los hombres .

-Furiosa, su mujer le injurió.

No hay peor prueba que ese tipo de abandono.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 106 s.


2.- 2P 3, 12-15a.17-18

2-1.

-Hermanos, esperad con impaciencia la venida del "Día del Señor".

La Esperanza. «Esperar el Día de Dios».

¡Si fuera verdad que los cristianos viviésemos así en la esperanza! A menudo, por desgracia, no esperamos nada.

Y estamos desanimados. Ese «Día de Dios», convendría incluso que lo adelantáramos trabajando para su advenimiento. Trabajar en vistas al fin del mundo. Estar a la espera de la venida del «reino de Dios».

-Ese Día en el que los cielos, en llamas, se disolverán y los elementos abrasados se disgregarán.

Esas palabras nos evocan una destrucción completa: nos sugieren que no se pasa de este mundo al otro en una continuidad total. El mundo de Dios no es solamente la prolongación del actual mundo humano. No hay que imaginarse la eternidad como una continuidad indefinida del tiempo. No hay que imaginarse la salvación divina como una simple exaltación de la promoción y de la civilización humana. ¡Hay una ruptura!

Cuando se pasa del «día de los hombres» al «Día de Dios»... es como si con el fuego se destruyera una ciudad para construir otra nueva.

No nos escandalicemos de estas palabras aparentemente pesimistas. De otra parte no son más que imágenes que no han de ser tomadas en sentido material. Dejémonos captar, por el contrario, por la esperanza extraordinaria que esas palabras sugieren: así será para permitir el advenimiento radical del mundo de Dios, mundo de justicia, de belleza, de amor, de santidad... ¡se llevará a cabo la destrucción total de toda injusticia, de toda fealdad, de todo egoísmo, de todo mal!

Señor, haznos participar desde ahora de ese mundo nuevo.

-Porque esperamos, según la promesa del Señor, unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.

No hay aquí ningún pesimismo, sino al contrario, hay una espera alegre y dinámica... capaz de suscitar el entusiasmo y de dar un sentido a todas nuestras actividades.

Los cristianos, lejos de ser unos resignados, deberíamos encontrarnos entre los primeros en hacer crecer en la tierra esa justicia que estallará triunfante en el mundo nuevo prometido por Dios.

Dios es una fuerza viva de «novedad»... de renovación.

Lo mejor no está a nuestra espalda, sino delante de nosotros. Lo mejor no está en el pasado sino en el porvenir. Los cielos y la tierra son ya muy hermosos. Pero no son más que un pálido bosquejo de la maravilla que serán «los cielos nuevos y la tierra nueva».

-En la espera de ese día, hermanos muy queridos, esforzaos en ser hallados en paz ante el Señor, sin mancilla y sin tacha, irreprochables.

No se trata de una espera pasiva. «Esforzaos para...» Cristo, por su parte, espera también algo de nosotros: la nitidez. Una vida nítida, sin mancilla. Un objeto limpio, un trabajo limpio, el más perfecto posible. Sin mancha alguna.

¡Ayúdanos, Señor, a poner en todas las cosas ese «acabado perfecto» que esperas de nosotros!

-Vosotros estad alerta... No os dejéis arrastrar por el error... No abandonéis la firmeza...

Progresad en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

A El la gloria, ahora y hasta el día de la eternidad.

Llevar a la oración cada una de esas expresiones.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 106 s.


3.- Mc 12, 13-17 

3-1.

Ver DOMINGO/29A 


3-2. /Mc/12/17.

Con su respuesta, Jesús no pone a Dios y al César en el mismo plano y mucho menos considera como independientes ambas realidades. Afirma la primacía de Dios (y por consiguiente la libertad de conciencia), pero la primacía de Dios y la libertad de conciencia no privan al estado de sus derechos.

La frase de Jesús se puede acentuar de diversas formas. En un contexto religioso, en donde la afirmación de la primacía de Dios corre el riesgo de privar a la sociedad de su autonomía, el acento recae en "dad al César lo que es del César". Pero en una sociedad en donde la intromisión del estado se convierte en idolatría pública, el acento caerá en "dad a Dios lo que es de Dios", afirmando de este modo la libertad de conciencia y la repulsa decidida de todo tipo de idolatría política.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981. Pág.170s


3-3.

Este pasaje pertenece al relato de las "tentaciones" a que los escribas, fariseos y saduceos someten a Jesús. Los partidarios de Herodes lanzan el primer ataque, muy atentos a denunciar cualquier alusión hiriente al César. Creen, efectivamente, que Cristo pronunciará pronto alguna palabra en ese sentido, puesto que su pretensión de ser el Mesías no podrá tardar mucho en enfrentarse con el emperador.

La pregunta es clásica en el mundo de los sabios encargados de interpretar la ley: "¿Está permitido...?" ¿Está permitido pagar el impuesto (considerado por los judíos como una obligación religiosa) al César, príncipe extranjero que no es de la raza de David y no tiene, por tanto, ningún derecho divino a reinar sobre el pueblo? Cristo responde con un argumento ad hominem: vosotros aceptáis la autoridad y los favores del imperio romano; aceptad también sus prescripciones y someteos a sus exigencias. No se pronuncia, pues, respecto a la legitimidad del poder; se limita a hacer constancia de que es aceptado y que, como tal, exige obediencia. Al actuar así, Jesús desacraliza el concepto de impuesto, que no es ya, como lo era para los judíos, un acto religioso en beneficio del templo y un reconocimiento de la teocracia, sino un acto profano regulado por el bien común.

De esta forma quedan los inquisidores reducidos a su sitio y al mismo tiempo confirmados en su celo prorromano. Por eso añade Cristo un inciso: "y dad a Dios lo que es de Dios". Es decir: actuad de forma que vuestra obediencia cívica no esté en contradicción con vuestros deberes para con Dios.

De donde se sigue una doble lección: la autoridad civil tiene derecho a la obediencia, sobre todo la de quienes se benefician de las ventajas que representa (Rom 13, 1-8; Tit 3, 1-3; 1 Pe 2 13-3, 17), pero esa obediencia no puede contradecir una obediencia superior: la que se debe a Dios.

La distinción que el Evangelio establece entre lo que es del César y lo que es de Dios no implica una contradicción intrínseca.

Realmente es algo que cae fuera de toda duda. El Reino de Dios no margina a los reinos terrestres asumidos por Dios en Jesucristo.

Querer dar a Dios lo que le es debido supone necesariamente también que se dé al César lo que le pertenece. El Reino de Dios no es de este mundo en el sentido de que no es uno más entre los reinos terrestres; pero está en el mundo, en el sentido de que es extensible a todos los reinos de acá abajo. No se podrá, por tanto, ser auténticamente cristiano al margen de las realidades de este mundo, y todo intento de marginación desemboca al final en un estilo de vida que es también marginal al verdadero Dios.

La Iglesia no tiene, pues, por qué reclamar un lugar a ella reservado, un lugar en donde establecerse, puesto que es el signo visible del mundo reconciliado con Dios. No puede tampoco aspirar a ejercer su imperio sobre el mundo profano y secularizado; porque no es precisamente transformando el mundo en cristiandad, sino enviándole sus miembros sin orden preestablecido como representará para él su salvación final en Jesucristo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 11s


3-4.

Sus adversarios le encierran en un dilema: ¿es lícito o no pagar el impuesto al César?

Trampa grosera, cuando es bien sabido que aquel impuesto estaba considerado como el signo de la sujeción a Roma. Los zelotes prohibían a sus seguidores pagarlo, mientras que los fariseos, opuestos a ello en principio, se acomodaban a la práctica, y los herodianos adulaban al poder establecido. Por lo tanto, cualquiera que sea la respuesta que dé Jesús, se meterá en dificultades; sus enemigos tendrán así un buen pretexto, sea para desacreditarle ante la población o para acusarle de rebelión contra el ocupante.

¡A pillo, pillo y medio! Jesús empieza pidiendo a sus impugnadores que le muestren un denario con la efigie del emperador, prueba de que ellos mismos utilizan esa moneda y de que, por lo tanto, aceptan beneficiarse de cierto orden político. A continuación, les pregunta acerca de la efigie y la inscripción que lleva la moneda: "¿De quién es esta cara y esta inscripción?". Replanteada en el contexto del hombre, creado a imagen de Dios, la pregunta no tiene nada de anodina. En efecto, aquí se oponen dos poderes: el religioso y el civil. ¿De quién es imagen el hombre, en último término? De Dios. El poder político no es más que una realidad humana; como tal, sólo tiene un valor relativo. La obediencia a Dios, por el contrario, es absoluta. A él le pertenece la vida entera. Jesús mismo lo manifestó en la cruz.

DIOS CADA DIA
 SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 157


3-5. H/IMAGEN-SEMEJANZA-D

"... y dad a Dios lo que es de Dios", es decir, actuad de forma que vuestra obediencia cívica no esté en contradicción con vuestros deberes para con Dios.

De donde se sigue una doble lección: la autoridad civil tiene derecho a la obediencia, sobre todo la de quienes benefician de las ventajas que representa (Rm 13, 1-8) Tf 3, 1-3; 1 P2, 13-3, 17) pero esta obediencia no puede contradecir una obediencia superior; la que se debe a Dios.

La distinción que el Evangelio establece entre lo que es del César y lo que es de Dios no implica una contradicción intrínseca. El reino de Dios no margina los reinos terrestres.

Querer dar a Dios lo que le es debido supone necesariamente también que se dé al César lo que le pertenece. No se podrá, por tanto, ser auténticamente cristiano al margen de las realidades de este mundo.

La Iglesia debe ser el signo visible del mundo reconciliado con Dios. La misión del cristiano no es convertir el mundo en cristiandad sino manifestar al mundo.

v. 14: Así debiera ser el cristiano: sus enemigos le dicen el más bello de los elogios que un hombre pueda recibir:

-aquél que dice siempre la verdad

-el hombre incorruptible que no participa en tejemanejes, que no se arrastra ante los poderosos de turno, que no vende su conciencia..., resistente a todo chantaje, tráfico de influencias, transfuguismo.

-el hombre de buen consejo acerca de "los caminos de Dios".

Poder. Para Jesús los términos de la alternativa no son Dios y César, sino Dios y todo tipo de movimiento humano, aun llamado de liberación, que de alguna manera intente ocupar el monopolio de lo absoluto, que sólo a Dios corresponde. El poder, aun el poder liberador, lleva en sí el virus de la pretensión absolutista que más tarde o más temprano se desarrollará. Por eso, un profeta se mantiene siempre a una discreta distancia de toda clase de poder.

Jesús, viendo su hipocresía... ¿Dónde está la hipocresía? En el hecho de plantear una pregunta que es un simple pretexto para poner en apuros al Maestro. No hay una búsqueda auténtica de la verdad. Es una pregunta detrás de la cual se esconde una decisión negativa ante Jesús, tomada de antemano. El relato nos pone, por tanto, en guardia contra un discutir que no se propone aprender porque ha tomado ya antes una actitud de cerrazón ante Jesús.

"Traedme un denario, que lo vea". Evidentemente él no la tiene en el bolsillo. La tienen ellos y en este momento Jesús se toma la revancha. El detalle está cargado de ironía: de modo que también vosotros, los puros, los justos, los que os oponéis al poder romano, tenéis que ver con él. Traficáis, defendéis vuestros intereses. No dudáis en mancharos las manos con una moneda que tiene impresa la imagen del emperador y una inscripción claramente blasfema: Tiberio César, hijo del divino Augusto. Todo esto está condenado por la Ley, va contra uno de los mandamientos. Esos mandamientos que vosotros tenéis siempre en la boca.

"¿De quien es esta imagen y esta inscripción?" v. 16. El dinero, hecho a imagen del César, pero el hombre está hecho a imagen de Dios. Y es urgente restituir a Dios su imagen impresa en el hombre, siempre expuesta a todas las rapiñas.

Muchas veces identificamos nuestra causa, nuestros intereses, con los de Dios. Jesús hace entender que se puede estar contra el César sin que por ello necesariamente se está de parte de Dios.


3-6.

-Los adversarios de Jesús le enviaron algunos de los fariseos y herodianos para tenderle una trampa con alguna pregunta.

Los representantes de las grandes familias sacerdotales de Jerusalén... los miembros del Consejo supremo de la nación... los jefes políticos de la época...

La "política" es hoy un aspecto importante de la vida de los hombres en sociedad: es a este nivel más amplio que se toman las decisiones más importantes que interesan a la vida y al desarrollo completo del conjunto de los ciudadanos. El Papa y los obispos no dejan de recordarnos que ningún cristiano debe quedarse al margen. Sobre un asunto tan grave... en un momento tan crítico... dentro de un contexto ambiguo de recelo en que se busca enredarlo todo... ¿cuál va a ser la actitud de Jesús?

-"Maestro, sabemos que eres veraz, que no atiendes a respetos humanos, porque no miras la calidad de las personas, sino que enseñas según la verdad el camino de Dios..."

¡Son los adversarios los que reconocen todo esto! En todo el tiempo que andan espiándole, no han conseguido atraparle en falta. Es uno de los más bellos elogios que un hombre pueda recibir.

Jesús es reconocido por sus propios enemigos como

--"aquél que dice siempre la verdad..."

--"el hombre incorruptible, que no participa en ninguna combina, en ningún tejemaneje, que no se arrastra ante los poderosos del día..."

--"el hombre de buen consejo acerca de "los caminos de Dios"...

Esto podrían ser ya unas consignas esenciales "para una práctica cristiana de la política' . ¡Jesús enseña "el camino de Dios"! Esta es su misión. Es también la misión de la Iglesia. A cada uno su parte.

-¿Es lícito pagar el tributo al Cesar, o no? La habilidad del poder político consiste habitualmente en mezclar las cuestiones religiosas con cuestiones estrictamente políticas... ¡el "camino de Dios", y los impuestos! Es verdad que las cosas están ligadas: nada de lo que interesa al hombre deja a Dios indiferente. ¿Cuál va a ser la respuesta de Jesús?

-"Traedme una moneda, que yo lo vea..." Hay que estudiar la cuestión, reflexionar, analizar. Hay que ver antes de juzgar y de actuar.

-"¿De quién es esa imagen e inscripción?..." Hay que hacerse preguntas, y hay que hacerlas a los demás... buscar juntos.

-Entonces Jesús dijo:

"Dad al César lo que es del César" "Y a Dios, lo que es de Dios".

Jesús reconoce una autoridad civil en el mundo, y pide a los cristianos cumplir sus deberes respecto a la autoridad política.

Pero indica también con nitidez que hay que discernir... no mezclar los dominios.

Distinguir lo que es de Dios y lo que es del César, sin oponer, en lo posible, el uno al otro.

Colaborar lealmente al bien común de la ciudad de los hombres.

Pero ser tan fiel a Dios como a las autoridades civiles.

Admirable equilibrio del pensamiento de Jesús. ¿Sabemos hoy evitar las mismas zancadillas?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 360 s.


3-7.

1. (año I) Tobías 2,10-23

a) Sigue la historia de Tobías padre, al que, a pesar de ser tan buena persona, le viene una prueba muy dura.

Por un accidente tonto queda ciego. Como dice el texto, «Dios permitió esta desgracia para que como Job diera ejemplo de paciencia». Y a fe que es ejemplar la reacción del buen hombre, que sigue dando gracias a Dios, a pesar de que sus parientes se burlan de él y de que su mujer, Ana, también pierde la paciencia y tiene un pronto un poco duro con su marido (que a su vez tampoco fue muy oportuno en su pregunta sobre el cabrito).

El paralelismo de Tobías con Job es subrayado claramente por el libro, por la reacción de ambos ante las desgracias que les suceden.

b) ¿Cómo reaccionamos nosotros ante las pruebas que nos depara la vida?

Hay temporadas en que parece que se acumulan las malas noticias y no tenemos suerte en nada: salud, vida familiar, trabajo. ¿Nos rebelamos ante Dios? ¿o hacemos como Tobías y seguimos confiando en él día tras día?

Un cristiano creyente no se muestra agradecido a Dios sólo cuando todo le va bien, sino también cuando le acontece alguna desgracia. No sólo cuando el ambiente le ayuda, sino también cuando los comentarios de los demás son irónicos u hostiles. Un buen cristiano no pierde el humor ni la esperanza por nada. Deja siempre abierta la puerta a la confianza en Dios.

Además, podemos también reflexionar sobre cómo reaccionamos ante una persona cercana a nosotros a quien le pasan estas desgracias: ¿contribuimos con nuestra palabra amable a devolverle la esperanza, o nuestros comentarios todavía le hunden más?

2. (año II) 2 Pedro 3,12-15.17-18

a) Acabamos hoy esta breve selección de la carta de Pedro.

Y lo hacemos con una mirada hacia delante: el cristiano vive en una tensión hacia el futuro. La venida del Señor -sea próxima o lejana- ilumina y da sabiduría a nuestro camino.

El lenguaje es apocalíptico («cielos consumidos por el fuego y derretidos los elementos»), pero no pesimista, sino al contrario, optimista: «nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva».

Eso sí, debemos estar preparados, de modo que «os encuentre en paz con él», «irreprochables», «no os arrastre el error y perdáis pie», «creced en la gracia y el conocimiento de Jesucristo».

b) Nos hace sabios mirar al futuro. Como le conviene al viajero recordar de cuando en cuando el destino de su billete. Como le anima al sembrador la esperanza de la cosecha. Como le estimula al estudiante pensar en el examen final. Como le motiva al deportista la meta final de la carrera.

A los cristianos, tanto ayer como hoy, Pedro nos invita a «crecer», a seguir adelante con esmero, que «no nos arrastre el error» que nos amenaza continuamente a nuestro alrededor. Que no «perdamos pie» en las trampas de este mundo. La vida cristiana está llena de alegría y a la vez de estímulo y exigencia.

La Eucaristía que celebramos es alimento, luz y fuerza para el camino, «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». Con la mirada puesta en la Pascua de Jesús, hace dos mil años, y a la vez en su manifestación final definitiva.

Celebrando mientras tanto, con densidad, el hoy de cada día, en el que sentimos su presencia y su fuerza.

2. Marcos 12,13-17

a) Una comisión de fariseos y partidarios de Herodes viene a Jesús, no para saber, sino para tenderle una trampa. Aunque la apariencia sea de preguntar con sinceridad:

«Sabemos que enseñas el camino de Dios sinceramente».

El asunto de los impuestos pagados a Roma era espinoso, porque venían a ser como el símbolo y el recordatorio de la potencia ocupante: si decía que había que pagarlos, se enemistaba con el pueblo; si decía que no, podían acusarle de revolucionario.

Jesús respondió saliendo con elegancia por la tangente. A veces, ante preguntas de economía o política, o cuando veía que la pregunta no era sincera, prefería no contestar o lo hacía a su vez con otras preguntas. Aquí ni afirma ni niega lo de los tributos, sino que les da una lección sobre la relación entre lo político y lo religioso: «Dad al César lo del César y a Dios lo de Dios».

b) Es bueno distinguir los planos. Los judíos tenían la tendencia a confundir lo político con lo religioso. En el AT, por la estructura de la monarquía, todo parecía conducir a esta confusión. La espera mesiánica -de la que Pedro y los otros discípulos son buenos ejemplares- identificaba también la salvación espiritual con la política o la económica, cosa que una y otra vez Jesús tuvo que corregir, llevándoles a la concepción mesiánica que él tenía.

El César es autónomo: Cristo a su tiempo pagará el tributo por sí y por Pedro. La efigie del emperador romano en la moneda (en su tiempo, Tiberio) lo recuerda.

Pero Dios es el que nos ofrece los valores fundamentales, los absolutos. Las personas hemos sido creadas «a imagen de Dios»: la efigie de Dios es más importante que la del emperador. Jesús no niega lo humano, «dad al César», pero lo relativiza, «dad a Dios».

Las cosas humanas tienen su esfera, su legitimidad. Los problemas técnicos piden soluciones técnicas. Pero las cosas de Dios tienen también su esfera y es prioritaria. No es bueno identificar los dos niveles. Aunque tampoco haya que contraponerlos. No es bueno ni servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo político para los religiosos. No se trata de sacralizarlo todo en aras de la fe. Pero tampoco de olvidar los valores éticos y cristianos en aras de un supuesto progreso ajeno al plan de Dios.

También nosotros podríamos caer en la trampa de la moneda, dando insensiblemente, contagiados por el mundo, más importancia de la debida a lo referente al bienestar material, por encima del espiritual. Un cristiano es, por una parte, ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida económica, profesional y política. Pero es también un creyente, y en su escala de valores, sobre todo en casos de conflicto, da preeminencia a «las cosas de Dios».

El magisterio social de la Iglesia, antes y después de la «Gaudium et Spes» del concilio Vaticano II, nos ha ayudado en gran manera a relacionar equilibradamente estos dos niveles, el del César y el de Dios, de modo que el cristiano pueda realizar en sí mismo una síntesis madura entre ambos.

«No se abatió ni se rebeló contra Dios por la ceguera» (1ª lectura, I)

«No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor» (salmo, I)

«Que os encuentre en paz con él, irreprochables» (1ª lectura, II)

«Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo» (salmo, II)

«Él os mantenga íntegros en la fe, inconmovibles en la esperanza y, en medio de las dificultades, perseverantes hasta el fin en la caridad» (bendición del I de enero)

«Tú no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 244-247


3-8.

Primera lectura : 2ª Pedro 3, 12-15a.17-18 Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.

Salmo responsorial : 89, 2.3-4.10.14.16 Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Evangelio : Marcos 12, 13-17 Lo que es del César páguenselo al César, y lo que es de Dios a Dios.

La esperanza que Jesús alimenta en los pobres y desechados del modelo de sociedad jerárquica auspiciada por los responsables de las instituciones judías, es perseguida con celo por éstas, que no pierden la oportunidad cada vez que se presenta el momento oportuno para tenderle una celada. En este pasaje, los enviados del templo y las autoridades civiles, creen tener todo previsto para acusarlo. Consideran que la pregunta que le han hecho no la va a responder con facilidad porque el dilema que le han puesto no le permitirá salir airoso. Lo que Jesús responda nos va a hacer recordar aquel cuento de alguien que fue por lana y regresó trasquilado.

Al preguntarle a Jesús si era lícito o no pagar el tributo ellos esperaban que respondiera optando por una u otra alternativa. En caso de afirmarlo iba a ser condenado por los judíos, y en caso que lo negara iba a ser condenado por los romanos. Ante tal encerrona, Jesús descubre el propósito de sus contradictores. La respuesta que les ofrece apunta más a desnudarles la hipocresía que disimulan, haciéndoles caer en su propia trampa. Su respuesta parte de una argumentación rabínica, la cual era utilizada para dirimir conflictos.

El procedimiento usado era sencillo, primero se buscaba si la solución estaba dada en la ley; luego pasaban a buscarla en la tradición de los antiguos padres o maestros y finalmente acudían a la tradición. El argumento de Jesús se va a centrar en este último procedimiento.

La lección dejada por Jesús a la comunidad va en miras a descubrir quiénes son los que han alcahueteado al opresor convirtiéndose así en los verdaderos culpables de la desgracia del pueblo. Entonces, los líderes del pueblo no tienen por qué señalar lo mal que la gente actúa si ellos son los más corruptos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-9.

Tob 2, 9-23: ¿Dónde ha quedado tu esperanza

Sal 111, 1-2.7-9

Mc 12, 13-17: Entre Dios y el César

Aparentemente el texto hace referencia a una trampa que los fariseos y herodianos tienden a Jesús. Pero la intención de Marcos es hacer referencia, una vez más, a la oposición del Israel oficial (fariseos y herodianos) al mensaje de Jesús

El Imperio Romano, sin piedad y con toda su fuerza, venía ahogando al pueblo con sus políticas salvajes de economía, generando esclavitud y servidumbre. Durante muchos años este imperio había vivido de los pueblos más pobres y tenía al pueblo judío pisoteado con la bota en el cuello. Hacía muchos años existía en medio de la población un descontento desde las clases populares y por todos los medios se buscaba la forma de liberarse del yugo imperial y decretar un tiempo de libertad y de vida para toda a población.

Este descontento era mayor con la clase poderosa de la población que se había convertido en vasallo del Imperio y había vendido al pueblo por puestos de poder o por cantidades de dinero que le sirvieran para vivir bien el resto de la vida.

A Jesús se le acercan los fariseos y herodianos para ponerlo a prueba y para pedirle claridad frente a lo político y lo económico. Pareciera que iban con el descontento del poder romano encima, pero no. Ellos solo iban a molestar a Jesús y a ponerle una trampa frente al mesianismo. Jesús se les adelanta y les da duro por la incapacidad de aceptar su Mesianismo ya que ellos sólo comprendían al Mesías desde el poder y desde las riquezas.

La respuesta de Jesús va a dejarlos estupefactos ya que el maestro va a hacer distinción entre el poder político y el mesianismo que él ha aceptado: "Den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios" . Deja muy claro que el tipo de mesianismo de Jesús no es del estilo político ni de poder como los discípulos y algunos líderes del pueblo querían que Jesús asumiera. Jesús, para el evangelista Marcos, es el Mesías sencillo, humano, y sobre todo el Mesías sin poder. Para Marcos, Jesús es el Mesías de Dios, que tendrá que pasar por la cruz a causa del poder judío y romano que se han confabulado para asesinarlo.

Pareciera que Jesús con su respuesta hubiera ganado en la controversia presentada por los fariseos y los herodianos, pero es evidente que no los ha convencido. La suerte de Jesús ya esta echada; las autoridades religiosas y políticas ya han condenado a Jesús y no necesitan más pruebas para ratificar su sentencia.

Nosotros en América Latina tenemos que asumir el mesianismo de Jesús desde los empobrecidos, desde los vencidos de la historia y desde este Mesías sencillo y empobrecido que nos presenta Marcos. Comenzar a crear nuevos espacios y nuevas realidades que nos impulsen a defender los derechos de nuestros hermanos pequeños y sencillos. Con mucha facilidad asumimos a un Jesús Rey o a un Jesús muy encumbrado; estas imágenes no responden a la realidad de vida de nuestro continente.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-10. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Los fanatismos, las intransigencias, la violencia de todo género lleva, al fondo, una raíz: absolutizamos lo que es contingente y muy relativo. Al César, sí, ¿por qué no? Pero sólo Dios es digno de una entrega absoluta.

Metámonos en la escena. Frente a Jesús, hipócritamente halagado, herodianos y fariseos, nacionalistas y colaboracionistas. Salta la pregunta trampa: ¿Dios o el César? Cualquier respuesta llevaba la sentencia de muerte. Pagar el tributo era algo sacrílego, era apoyar al régimen romano de ocupación. No pagarlo era atentar contra la autoridad. Y Jesús acepta el reto. No va directamente al trapo (como aquella vez que le preguntan: ¿Serán muchos los que se salven?) Jesús se eleva sobre las mezquindades que, con frecuencia, nos absorben. No importa dar al César, lo que importa es dar a Dios lo que le pertenece, que es todo. Es el único absoluto. El César, tan finito, no tiene la categoría de ser el contrincante de Dios. También el César está referido al dominio absoluto de Dios. Aun pagado el tributo, queda clara la primacía de Dios, el primer mandamiento: amarás al Señor y a Él solo servirás.

Cuántos ríos de tinta, y a partir de este texto, han corrido sobre las relaciones entre Dios y el César, entre la Iglesia y la sociedad civil. Mientras escribo, sigue la tormenta explosiva desencadenada por la Pastoral "Preparar la paz"de los Obispos vascos. Tal vez, a todos nos venga bien una ración de serenidad, de tolerancia y de sabiduría. Si no absolutizáramos las cosas, no descargaríamos tanta bilis, tanto sofoco, tanta encendida beligerancia. Ni los nacionalismos de cualquier sentido, ni las unidades patrias, ni lenguas, ni culturas, ni ciclos históricos, ni regímenes políticos, ni estilos de sociedad, nada es absoluto, nada tiene que ocuparnos absolutamente la vida. ¿Esto significa que todo da lo mismo? De ninguna manera. Puedo defender ideas y causas que me parecen valiosas, pero lo hago sin fanatismos; lo hago desde la convicción de que el que está en la otra orilla también puede tener su verdad y su gracia en lo que proclama y defiende. De hecho, todo poder humano, aun con tonos liberadores, lleva dentro el vértigo de la absolutización. Pero verlo así sólo les está concedido a los profetas. Por eso, Jesús fue condenado a muerte por la crema de la política y la religión...pero también le abandonaron sus fieles: estaban desengañados.

Vuestro amigo,

Conrado Bueno Bueno
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-11. COMENTARIO 1

V. 13 Entonces le enviaron unos fariseos y herodianos para cazarlo con una pregunta.

Los dirigentes se sirven de un grupo compuesto por fariseos (obser­vantes de la Ley) y partidarios de Herodes (3,6; 8,15; cf. 6,21). Llevan el encargo de proponer a Jesús una pregunta que, responda lo que respon­da, lo pondrá en una situación difícil. Los fariseos son antirromanos; los herodianos, en cambio, que aceptan un tetrarca/rey aliado de Roma, son colaboracionistas. Aunque hace tiempo que ambos grupos habían deci­dido acabar con Jesús (3,6), ahora simulan un desacuerdo.



v. 14 Llegaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie, porque tú no miras lo que la gente sea. No, tú enseñas el cami­no de Dios de verdad. ¿Está permitido pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?»

Para preparar el terreno, empiezan adulando a Jesús. No sólo lo lla­man respetuosamente «Maestro», sino que alaban su independencia y su sinceridad, que expone fielmente el camino de Dios sin dejarse intimidar por la posición social de las personas (tú no miras lo que la gente sea). Pre­tenden que un maestro tan insigne y tan valiente les dé una respuesta inequívoca que dirima el desacuerdo entre ambos grupos.

Le proponen entonces la pregunta comprometedora, presentada como un deseo de fidelidad a la Ley divina. Enuncian primero la cues­tión de principio, si es conforme a la Ley el pago del tributo (¿Está permi­tido?); lo presentan luego como un problema de conciencia que les afecta personalmente (¿pagamos o no pagamos?) y sobre cuya solución no están de acuerdo.

La cuestión gira, por tanto, en torno a la fidelidad a Dios, formulada así en el primer mandamiento: «El Señor nuestro Dios es el único Señor» (Dt 6,4); pagar el tributo significaba, en cambio, reconocer como Señor al César. La pregunta que hacen implica la siguiente: Los israelitas ¿no somos infieles a Dios si reconocemos por señor al César pagándole el tri­buto?

Pagar el tributo implicaba al mismo tiempo la renuncia a la propia independencia y libertad nacional. Precisamente, cuando Roma nom­bró el primer gobernador en Judea e impuso el tributo, se originó, en nombre de la fidelidad a Dios, la rebelión armada de Judas Galileo (año 6 d.C.).

Si Jesús diera una respuesta afirmativa (acatamiento al César, posi­ción de los herodianos) se acarrearía el descrédito ante el pueblo, contra­rio al régimen romano; si la respuesta fuera negativa (declaración de rebeldía, ideología farisea y zelota) sería detenido por la autoridad romana. De un modo o de otro, estaría acabado.



v. 15 Jesús, consciente de su hipocresía, les repuso: «¡Cómo!, ¿queréis ten­tarme? Traedme una moneda que yo la vea».

Jesús sabe que el escrúpulo que fingen es una hipocresía: aparentan una fidelidad a Dios que no corresponde a la realidad de su vida, pues los dirigentes que envían a estos emisarios son explotadores del pueblo (11,17), que no han hecho caso del mensaje de Juan Bautista (11,30-33).

Los acusa de querer tentarlo (1,13); de hecho le están insinuando que, si quiere conservar su prestigio ante el pueblo (11,18; 12,12), tiene que dar respuesta negativa, dispuesto a acaudillar un movimiento antirro­mano (cf. 1,24.34; 11,9s).

Les pide una moneda. Como la moneda del tributo era la acuñada por el emperador pagano, no la llevan consigo, tienen que ir a buscarla a un cambista.



v. 16 Se la llevaron, y él les preguntó: «¿De quién son esta efigie y esta leyenda?» Le contestaron: «Del César».

Jesús la examina y les pregunta; ellos tienen que admitir que tanto la efigie como la leyenda indican que la moneda pertenece al César: el dominio político está basado en la dependencia económica; aceptar el dinero del César significa reconocer su soberanía.



v. 17 Jesús les dijo: «Lo que es del César, devolvédselo al César, y lo que es de Dios, a Dios». Y se quedaron de una pieza.

Respuesta de Jesús: ellos han hablado de «pagar» (14), como si ese dinero fuese suyo; Jesús los corrige y habla de devolver, indicándoles que el dinero no es suyo, sino del César (lo que es del César, devolvédselo al César). Ahora ellos, bajo pretexto de fidelidad a Dios, dicen querer recha­zar el dominio del César, pero quedándose con su dinero. Pero, mientras usen ese dinero, símbolo e instrumento del poder del César, estarán mostrando su sumisión a Roma; sólo renunciando a él dejarán de reco­nocer al César como señor.

En cuanto a la fidelidad a Dios que decían preocuparles, si quieren serle fieles de verdad tienen que devolverle el pueblo del que se han apoderado (y lo que es de Dios, [devolvédselo a Dios]) y renunciar a explo­tarlo en beneficio propio (11,17).

El objetivo de los dirigentes es su propio lucro: pretenden rebelarse contra el dominio del César despojándolo de su dinero, como se han rebelado contra Dios despojándolo de su pueblo (12,2ss). Se aprovechan del César, protestando de su dominio, y roban a Dios, alardeando de fidelidad a él.

Sorpresa ante la respuesta. Jesús ha renovado la denuncia de infideli­dad a Dios que había hecho con la parábola, y es ilusorio todo intento de emanciparse del César si no hacen caso a Dios. Al fin y al cabo, lo que hacen los romanos con la nación judía no es diferente de lo que hacen ellos, los dirigentes judíos, con el pueblo. Pero por su amor al dinero siguen siendo infieles a Dios y siguen sometidos al César.


COMENTARIO 2

El texto evangélico que nos propone la liturgia hoy ha sido uno de los textos más mal interpretado a lo largo de la tradición cristiana. Más aún: con este texto se han sustentado tantas ideas a favor del poder que dichas tesis y definiciones ponen en tela de juicio la vida y la obra del Maestro de Nazaret.

En la reflexión de esta perícopa nos quedaremos con las palabras conclusivas de Jesús. "Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". La conclusión de Jesús es obvia. Si la moneda del tributo es del César, devuélvansela a él, pues le pertenece, pero no le reconozcan al César divinidad por que ésta solamente compete a Dios. El énfasis de la afirmación de Jesús no reside en la primera parte: "Den al César lo que es del César", sino en la segunda: "Den a Dios lo que es de Dios". Las dos frases son adversarias. La moneda del impuesto fue acuñada por el César, es de él; el que la tenga debe devolvérsela; pero la divinidad es de Dios. Jesús no puede aceptar que el César usurpe el puesto de Dios. Jesús vuelve a enseñarle al pueblo que la divinidad es sólo de Dios y ningún ser humano, ni ninguna estructura, puede arrogarse el derecho de declararse Dios; de esta forma los que van a poner a prueba a Jesús salen incriminados de participar en la idolatría al César.

Esta frase, con la que culmina Jesús el diálogo con los fariseos y con los herodianos, se ha convertido como en un refrán que hace brillar un comportamiento justo y equilibrado. "Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", es como la síntesis de lo que todo ser humano debe hacer en su vida. Qué triste que el pueblo haya acuñado esta sentencia de Jesús en un refrán que mide las acciones justas y equilibradas. Pero da mayor tristeza la forma como la Iglesia, a lo largo de la historia, entendió esta sentencia: la entendió como la relación adecuada entre lo temporal y lo espiritual, entre el maridaje que tenía que haber entre la estructura de poder y el cristianismo. Asumamos este texto con el mismo sentimiento que lo asumió Jesús y la primitiva comunidad cristiana, para no terminar absolutizando lo relativo y relativizando lo absoluto.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-12. 2002

Esta es la segunda vez que los fariseos y los partidarios de Herodes actúan de mutuo acuerdo para tentarlo. Se trata de una extraña pareja: los primeros no aceptaban el dominio de Roma sobre Israel, convencidos de que Dios es el único rey del pueblo; los segundos, sin embargo, son partidarios de Herodes, delegado del poder romano en Palestina y, por tanto, colaboracionistas del régimen romano.

Entre ambos formulan una doble pregunta difícil de responder, tratándose de dos grupos tan opuestos: ¿Está permitido pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? La primera pregunta es teórica; la segunda, práctica. Pagar el tributo significa reconocer como Señor al César y no a Dios, además de aceptar la pérdida de la soberanía nacional como hecho consolidado.

Si Jesús responde afirmativamente, se pone en contra del pueblo que veía con malos ojos la dominación romana; si responde negativamente será detenido y preso por las autoridades romanas, como subversivo del orden establecido. No parece haber salida.

Pero Jesús buscará una tercera vía: pide la moneda y al ver que lleva grabada la efigie del César responde: Lo que es del César devuélvanselo al César, y lo que es de Dios, a Dios. Y los dejó asombrados.

Jesús no acepta que haya dos poderes autónomos e independientes: el César y Dios, que se han repartido el mundo a partes iguales, sino uno sólo con una sola finalidad: dar y no quitar la vida al pueblo. Por eso Jesús responde con una doble orden: en primer lugar, devolver el dinero -lo que es del César- al César, esto es, no usar ni siquiera el dinero que lleva la efigie del César para no aceptar su señorío, y, en segundo lugar, devolver a Dios lo que es de Dios, expresión con la que se indica al pueblo del que se han apoderado. Los fariseos deben renunciar a beneficiarse del dinero del César y a explotar al pueblo y a aprovecharse de él, como lo hacían hasta en el recinto más sagrado, en el templo, donde incluso el perdón de Dios se conseguía con dinero (haciendo comprar incluso a la gente pobre animales, previo cambio de la moneda del César por la del templo, para ofrecerlos como víctimas expiatorias a Dios, beneficiándose en estas transacciones comerciales las autoridades religiosas.

La respuesta de Jesús deja desarmados a los dos grupos. Sorprendente y radical maestro que muestra que la dominación que ejercen los romanos con el pueblo judío, lo hacen también a su manera los dirigentes religiosos de este pueblo. Y Dios no está por la opresión, sino por la liberación del pueblo.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-13.

Reflexión

A veces podemos caer en la tentación de pensar que el evangelio y la vida cristiana se reducen a la mera vida espiritual. El evangelio de hoy nos muestra que esto no es así. La vida del evangelio toca todas las áreas de la vida y entre ellas la económica y la de la justicia. Hemos escuchado a Jesús decir: “Den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Este es el principio de la justicia equitativa, que todavía estará lejos de la justicia Cristiana, ya que ésta va más allá. Pagar nuestros impuestos, entregar las utilidades, pagar lo que se debe, son deberes ELEMENTALES de justicia. El retener los sueldos, no pagar COMPLETAMENTE las utilidades, buscar la manera de engañar “al cesar” no son, o no deben ser prácticas cristianas. La injusticia no tiene cabida en la vida del cristiano. Demos a cada uno lo que le es propio (sea material, afectiva, social o espiritualmente) y nuestra vida se llenará de paz y de alegría.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-14. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

La primera lectura tomada de la segunda carta de Pedro refleja las expectativas escatológicas de la primera comunidad cristiana. La expresión “cielos nuevos y tierra nueva” designa la renovación total del universo al final de la historia. Esta esperanza cristiana no es alienante, sino que se convierte en la fuerza más estimulante para que los creyentes asuman su responsabilidad histórica. Experimentando en lo más profundo de su ser el consuelo de Dios en medio de las luchas de cada día, el cristiano vive orientado radicalmente hacia el bien, anuncia la palabra de Dios con valentía, supera el temor a las fuerzas hostiles al evangelio incluso en los momentos de más dura persecución y se mantiene fiel en el seguimiento de Cristo esperando con firmeza su manifestación gloriosa. Con razón el autor de la segunda carta de Pedro exhorta a sus lectores: “Por tanto, queridos, esforzaos con esa esperanza por mostraros en paz, sin mancha ni tacha” (v. 15).

En el evangelio, los fariseos y los herodianos se acercan a Jesús con una pregunta para ponerlo a prueba. Lo interrogan sobre la obligación de pagar o no el tributo a Roma, la potencia imperial a la que estaba sometida la pequeña provincia de Judea. Con su astuta pregunta (Mc 12,14: “¿es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?”) intentan que Jesús caiga en una trampa, ya sea criticando la autoridad del César o aceptando pagar el tributo a Roma.

En el primer caso, si Jesús hubiera criticado el tributo al emperador, se habría enfrentado directamente al imperio a través de una postura política claramente antiromana, dando la razón al partido de los zelotas, instigadores de la objeción fiscal y de la revolución armada; en el segundo caso, si Jesús hubiera aceptado el pago de los impuestos al imperio, estaría aceptando la autoridad divina del emperador a través de una posición política filoromana, en abierta contraposición con la religión de Israel y la forma de pensar de la gran mayoría de los judíos de su tiempo.

Jesús se sitúa a otro nivel. No sólo rechaza la alternativa César o Dios, sino que hace referencia a la coherencia y al compromiso de la relación del ser humano con Dios: “Dad al César lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios” (Mc 12,17). Jesús respeta la autonomía del poder político, pero al mismo tiempo afirma implícitamente que las estructuras políticas (representadas en este caso por el emperador romano) no pueden nunca ser divinizadas. Sólo Dios es Dios.

Jesús acompaña sus palabras con un gesto al estilo de los antiguos profetas. Toma una moneda, en la cual estaba la imagen del emperador romano y pregunta: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?” (v. 16). Cuando le responden que en la moneda está la imagen del emperador, les invita a dar al emperador lo suyo y a Dios lo que sólo a él le corresponde (v. 17). La imagen de César en la moneda constituía para un hebreo piadoso un verdadero pecado idolátrico, ya que se violaba con ello la afirmación del primer mandamiento que prohibía las imágenes (Ex 20,4). El gesto de Jesús es claro: la moneda, marcada con la imagen del César, debe darse al emperador; el ser humano creado a imagen de Dios (Gen 1,26), en cambio, debe entregarse radicalmente sólo a Dios su Creador.

La salida de Jesús es genial. Reconoce la autonomía del estado, pero al mismo tiempo proclama su límite: el ser humano pertenece solamente a Dios. Jesús reconoce al poder civil su legítima autonomía, rechazando cualquier sueño teocrático. Dios no es ni una alternativa al César, ni su rival. Dios está en otro plano muy diverso del emperador romano. Dios es el Señor de la historia y el Señor de todo ser humano, creado a imagen suya.

Al mismo tiempo Jesús enseña que ningún poder político, ningún gobierno, ningún “César” de este mundo, puede constituirse “dios” y “señor del ser humano”. La tiranía de los poderes dictatoriales y la injusticia de las estructuras políticas que atentan contra los seres humanos y se erigen en amos de la historia, pretenden ocupar el lugar de Dios y usurpar su soberanía sobre el ser humano.

Naturalmente el tema es mucho más amplio y exigirá siempre reflexión y discernimiento de parte de la comunidad cristiana en cada situación histórica. Lo que es claro es que el evangelio nos invita a superar dos tentaciones: la tentación “teocrática” y la tentación “espiritualista”. La primera se manifiesta en la falta de reconocimiento de la autonomía y legitimidad de las realidades sociales y políticas; la segunda en la actitud intimista e egoísta de quien renuncia a comprometerse en el ámbito social y político en favor de la justicia y la paz. La Palabra de Dios invita a ver la historia y las estructuras de este mundo con actitud de fe. Sólo la fe nos permitirá descubrir la presencia de Dios en medio de los acontecimientos del mundo y dar siempre a Dios lo que es de Dios.


3-16.

El tributo al César

Fuente: Catholic.net
Autor: Omar Benjamín López

Reflexión:

¿Qué es lo que está permitido hacer al hombre en cada momento? ¿El bien o el mal? ¿Acaso no hay tiempo para volver a amar? ¿Puede el católico guardase el amor al prójimo por las circunstancias que le rodean? Antes se litigaba sobre el sábado. Hoy en cambios vamos por lo fundamental, el amor. En el amor está la curación de todos los verdaderos males que existen en el mundo. En el amor se encuentra la felicidad que errantes buscamos todos los hombres. En el amor está la salvación. Y allí es donde radica la parte oscura de la felicidad... ¿se es capaz hoy de amar? No basta con decirlo, pensarlo e incluso desearlo. Hay algo más. Hace falta actuar. Las ideas no detienen la caridad de Cristo; los discursos no sofocan la realidad del amor; las buenas intenciones no estancan la curación de un enfermo. Todos los enfermos sabemos lo que significa estar sano. Lo sabemos justamente porque estamos enfermos, fríos y sin amor. Necesitamos el calor que derrita nuestro hielo. Un calor que ha traído Cristo “para que el mundo arda”.

Sólo que aún falta un requisito esencial: extender la mano. Quien no acerca la mano al fuego, jamás se quemará. Quien no se acerca a Cristo, no sufre con quien sufre y no extiende la mano al que lo necesita... Jamás quedará sano. Y Jesús vuelve a pedirnos que la extendamos, aunque sea sábado. ¿Acaso no la hemos extendido tantas veces para alejarlo? ...y hemos tirado la piedra y escondido la mano. Y hoy Jesús ha querido venir para hacernos de nuevo la invitación. No hagamos que se retire por el hecho de que no hemos querido extender la mano... al amigo, al necesitado y al prójimo.


3-17.

Comentario: Rev. D. Manuel Sánchez (Sevilla, España)

«Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»

Hoy, de nuevo nos maravillamos del ingenio y sabiduría de Cristo. Él, con su magistral respuesta, señala directamente la justa autonomía de las realidades terrenas: «Lo del César, devolvédselo al César» (Mc 12,17).

Pero la Palabra de hoy es algo más que saber salir de un apuro; es una cuestión que tiene actualidad en todos los momentos de nuestra vida: ¿qué le estoy dando a Dios?; ¿es realmente lo más importante en mi vida? ¿Dónde he puesto el corazón? Porque... «donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12,34).

En efecto, según san Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César». A lo largo de su vida, Jesucristo plantea constantemente la cuestión de la elección. Somos nosotros los que estamos llamados a elegir, y las opciones son claras: vivir desde los valores de este mundo, o vivir desde los valores del Evangelio.

Siempre es tiempo de elección, tiempo de conversión, tiempo para volver a “resituar” nuestra vida en la dinámica de Dios. Será la oración, y especialmente la realizada con la Palabra de Dios, la que nos vaya descubriendo lo que Dios quiere de nosotros. El que sabe elegir a Dios se convierte en morada de Dios, pues «si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23). Es la oración la que se convierte en la auténtica escuela donde, como afirma Tertuliano, «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio». ¡Sepamos, por tanto, elegir lo que nos conviene!


3-18. 2004

LECTURAS: 2PE 3, 12-15. 17-18; SAL 89; MC 12, 13-17

2Pe. 3, 12-15. 17-18. Dios es el Creador de todo. A pesar de las insidias del mal y de nuestra propia concupiscencia, que muchas veces nos ha alejado del amor a Dios y al prójimo, Dios jamás ha dejado de amarnos. Él ha creado un cielo nuevo y una tierra nueva, pues por medio de la entrega de su propio Hijo nos ha concedido el perdón de nuestros pecados y nos ha concedido participar de su misma vida; y ha infundido en nosotros su Espíritu Santo. Así no sólo ha restaurado en nosotros la imagen y semejanza de Dios, que había deteriorado el pecado, sino que nos ha sellado con su Espíritu para que seamos en el mundo y su historia, un signo vivo de su presencia salvadora para toda la humanidad. Que Dios nos conceda crecer en su gracia y en su conocimiento para que, permaneciendo fieles al Señor, podamos santificar su Nombre constantemente y algún día participemos de su gloria eternamente.

Sal. 89. Dios no sólo es el Creador de todo, sino que con su Providencia conserva y dirige todo, para que todo encuentre en Él su plenitud. Nuestra vida, frágil y pasajera, puesta en las manos de Dios, colabora para que todo se realice conforme al Plan salvador de Dios. Para que todo realmente cobre su auténtica dimensión no podemos actuar en el mundo guiados por nuestros egoísmos, sino sólo por el amor que procede de Dios. Iluminados y guiados por el Espíritu de Dios que habita en nosotros podremos ser ocasión de júbilo, y no de dolor, para los demás. Dios habita en nosotros para que, en su Nombre, podamos construir una sociedad más fraterna, guiada por el amor desde el principio hasta el final de la vida de cada uno de nosotros. Siendo y viviendo siempre fieles al Señor podremos contemplar cómo su Obra de Salvación llega a su cabal cumplimiento entre nosotros y, finalmente, participaremos de su Gloria eternamente.

Mc. 12, 13-17. Nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Más aún, gracias a la Redención llevada a cabo por Cristo, hemos sido revestidos de Él y hemos sido re-creados conforme a la imagen del Hijo de Dios. Debemos devolverle, darle a Dios lo que es de Dios. Dios nos ha concedido el Año de Gracia, para que volvamos a Aquel que es nuestro legítimo Dueño. Puesto que todo ha sido creado para la Gloria de Dios, no porque necesite más gloria que la suya propia, sino porque nos la quiere comunicar, la totalidad de nuestra vida debe realizarse siempre como una continua alabanza a su Santo Nombre. Dios nos ha llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en su Vida Divina. Para este fin hemos sido creados y esta es la razón fundamental de nuestra dignidad. A nosotros corresponde amar y servir a Dios y ofrecerle toda la creación. Perteneciendo a Dios, pero habiendo sido esclavizados y deteriorados por el pecado, Él nos ha renovado y salvado por Cristo. Volvamos como hijos en el Hijo a Aquel que nos creó y nos llamó con santa llamada para que seamos suyos eternamente.

El Señor nos reúne para purificarnos de nuestros pecados y podernos presentar, tanto a su Padre Dios, como al mundo, santos, como Él es Santo, sin mancha ni reproche. Creados a imagen y semejanza de Dios, el Señor quiere quitar de nosotros la mancha del pecado y concedernos una dignidad mayor: hacernos hijos de Dios por nuestra fe y unión a Él. Aun cuando esto se ha llevado a cabo en nosotros por medio del Bautismo, cuando nos reúne para celebrar el Memorial de su Pascua Él vuelve a realizar su Alianza nueva y eterna con nosotros, para que seamos dignos hijos de Dios. Al participar nosotros de la Eucaristía nos estamos comprometiendo a vivir con la dignidad de hijos de Dios, pero también a convertirnos en testigos del amor de Dios, que hemos experimentado. Con humildad pidámosle al Señor que nos ayude a devolverle a Dios lo que le pertenece, nuestra vida completa, creada por Él con gran amor y con la intención de que estemos con Él eternamente.

En medio de las realidades de cada día, los cristianos no podemos eludir nuestras responsabilidades terrenas. Sin embargo no podemos elevar el poder temporal a la dignidad que sólo le corresponde a Dios. No podemos trabajar por las cosas temporales y por la construcción de la ciudad terrena como si eso fuese lo único que le diese sentido a nuestra vida. Dios, Creador de todo, nos quiere al servicio del bien de los demás. No podemos oprimirlos, buscando el poder temporal, o queriendo conservarlo mientras pisoteamos la dignidad y los derechos fundamentales de los demás. Dios puso la vida en nuestras manos para que la convirtamos en una continua alabanza de su santo Nombre. Pero también debemos colaborar para que la vida de todos aquellos que nos rodean, o que han sido encomendadas a nuestros cuidados pastorales, familiares, políticos o laborales, vuelvan a Dios, disfrutando de Él ya desde ahora por vivir con la debida dignidad, de hijos de Dios y hermanos nuestros, que les corresponde.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de no sólo buscar nuestro bien personal, sino de preocuparnos del bien de todos para que el amor fraterno, nacido del amor a Dios, se haga realidad entre nosotros. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-19. ARCHIMADRID 2004

¿A QUIÉN ESPERAMOS?

“Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos”. ¡Vaya manera de comenzar una carta! San Pedro no se anda con “chiquitas”. Para algunos podría sonar a cierta amenaza, o género apocalíptico, tal y como la emprende el vicario de Cristo en su segunda carta. Con lenguaje de nuestros días, podríamos asegurar que la experiencia de Cristo en medio de sus discípulos fue “muy fuerte”. No se trataba de la continuidad de algo a lo que estaban acostumbrados (la ley, el templo, los sacerdotes…), sino que la ruptura con todo lo anterior fue radical. El mismo Jesús había dicho que Él venía a renovar todas las cosas. Y la Ascensión de la que tantos habían sido testigos, no fue el final de nada, sino el comienzo de todo.

“Mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables”. No hay desperdicio alguno en esta carta. Cristo anunció su segunda venida, ya definitiva, y todos la esperan como “agua de mayo”. San Pedro apela a esa predisposición, necesaria por nuestra parte, para poder completar en nuestra carne la Pasión y Resurrección de Jesús. Si hemos sido incorporados al Cuerpo Místico de Cristo, no se trata de vivir entre nubes, sino de construir a “golpe” de rectitud de intención nuestra vida con Él.

“Considerad que la paciencia de Dios es nuestra salvación”. Esperar al Hijo de Dios no es cuestión de sentarse en la “parada del autobús”, y mirar de vez en cuando el reloj porque hoy viene con retraso. La paciencia a la que alude el apóstol es la que tiene como alimento la virtud teologal de la Esperanza. “Saber esperar”, expresión empleada por santos de nuestro tiempo, es reconocer que todas nuestras expectativas están fijadas en una persona: Jesucristo. Por eso, ninguno de nuestros actos caerán en “saco roto”, sino que se prolongan hasta alcanzar el deseo de Dios: nuestra salvación. Una consecuencia de tal espera es nuestra perseverancia: “Estad en guardia para que no os arrastre el error de esos hombres sin principios, y perdáis pie”… ¡Bendita “tensión” sobrenatural!

“Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios”. Los agravios comparativos nunca van a solucionarnos nada. Intentar hacer de Dios un “monigote” con el que jugar en ratos libres, es arrogarnos el papel de directores de ficción. Tolkien, el autor de “El Señor de los Anillos”, en uno de sus primeros libros, entendía la Creación como una gran orquesta sinfónica. En cuanto alguien “se iba de tono” (¡admirable respeto por la libertad!), un desorden empañaría la obra divina (¡buena analogía del pecado!). Dios respeta mis actos hasta tal punto, que otros, siempre siguiendo la ley natural y el bien común, han de respetar mis decisiones como venidas del mismo Dios. Hasta ese punto llega la imagen del ser humano a identificarse con su Creador. Por eso, resulta tan milenaria la veneración de los cristianos por los estados y gobiernos en cuanto al desvelo y cuidado por sus ciudadanos (siempre, por supuesto, que se cuide el principio de subsidiariedad y bien común).

“Se quedaron admirados”. También nos admiramos nosotros de la Virgen María, que guardaba en su corazón los prodigios de Dios que hizo en ella, y que ahora nos dispensa, con su amor maternal, a cada uno de nosotros.


3-20. Fray Nelson Jueves 2 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Señor, que los dos juntos vivamos felices hasta la vejez * Este es el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste.

1. Aprendamos qué cosa es el matrimonio
1.1 La oración de Tobías antes de consumar su matrimonio con Sara es un ejemplo muy bello de piedad y amor a Dios pero también es una catequesis preciosa sobre el sentido del matrimonio. Tobías dice qué quiere excluir y qué quiere incluir de su intención de matrimonio.

1.2 Quiere excluir ante todo la simple satisfacción de sus pasiones; quiere incluir la compañía: "que vivamos juntos hasta la vejez." Es clave esa diferencia: la pasión, por contraste, no quiere que la pareja envejezca y por eso prefiere cambiarla o buscar otra.

1.3 Tobías nos enseña también el contexto de amor que hace posible a la pareja. Su plegaria no es una lista de peticiones en primer lugar, sino una alabanza: "Bendito seas, Dios de nuestros padres y bendito sea tu nombre por los siglos de los siglos." Pasa al reconocimiento del señorío de Dios, y de ahí al reconocimiento de su plan para con la pareja humana. Su amor a Sara queda inscrito en el amor de Dios hacia la humanidad.

2. Directo a la esencia
2.1 Una pregunta directa provocó una respuesta directa: Uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?" Jesús le respondió: "El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos".

2.2 Es bueno recordar ese lenguaje escueto porque en un mundo plagado de fachadas y máscaras es fácil acostumbrarse a disculparlo todo o justificarlo todo o venderlo todo. El orden empieza siempre con un pensamiento claro en la mente; una idea llena de luz atrae a otras. Y hoy Jesús nos da esa clave fundamental, ese primer principio que iluminó su alma santa y que quiere iluminar también nuestras vidas.

2.3 La palabra fundamental en la respuesta de Jesucristo no la podemos perder: AMA. El resto de su respuesta es esencial también, porque todo depende de a quién ames y con qué amor. Tal fue el regalo que nos dio con su vida y su muerte. Bien podemos resumir la existencia de Cristo diciendo que fue una gran cátedra de amor en la que aprendimos que hemos de amar para vivir y hemos de aprender a amar para vencer a la muerte y alcanzar la vida que no muere.