MARTES DE LA SEMANA 8ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Si 35, 1-15

1-1. LITURGIA/V   CUA/SACRIFICIO  SCDO-COMUN:

Ben Sira, el autor del libro del Eclesiástico es a la vez un entusiasta de la liturgia y un fiel observante de la ley. El texto de hoy unifica esas dos tendencias del pensamiento del Sirácida. Y la confrontación de estas dos tendencias conduce a una maravillosa reflexión sobre el sacrificio espiritual, en lo que va a insistir bastante la liturgia cuaresmal.

En lugar de las ofrendas, la obediencia; en lugar de los sacrificios, la caridad; en lugar de las expiaciones, la conversión.

Dios fue educando progresivamente a su pueblo para que pasara de los sacrificios cruentos del principio al sacrificio de ofrenda espiritual inaugurado por Cristo. En esta evolución podemos distinguir varias etapas.

-La etapa "cuantitativa", en la cual los judíos ofrecen el diezmo y la primicia de sus bienes. Se trata en este caso de un sacrificio de ricos, porque la riqueza y abundancia de sus bienes, se manifiesta hasta en sus sacrificios, asegurándoles una importancia mayor cuanto mayor fueran las cosas ofrecidas, y, por tanto, un valor religioso mayor.

Es un tipo de sacrificio que tiene lugar sin comprometer verdaderamente a quienes participan en él: el campesino judío pone la víctima que el sacerdote sacrifica de acuerdo con las rúbricas. Sólo la víctima se compromete... pero ella no lo sabe. Estamos aún muy lejos de ese sacrificio ideal en el que sacerdote y víctima coincidan en una sola persona. La reacción de los profetas contra este tipo de sacrificio, será violenta, pero estéril. Lo veremos en las primeras lecturas de los días de cuaresma.

Hay que esperar al exilio para que tomen forma las primeras realizaciones de un sacrificio espiritual.

La prueba y el destierro pusieron fin a los sacrificios cuantitativos del templo antiguo y en su lugar surgió un tipo de sacrificio pobre, a la medida de la miseria del momento, pero lleno de sentimiento de acción de gracias, de penitencia o de humildad. El contenido del sacrificio se convierte en un sentimiento y en un compromiso; la víctima se ofrece a sí misma sin necesidad de que haya por medio un animal y Dios va apareciendo cada vez más como un Dios que no pide sacrificios sangrientos, sino obediencia y amor.

El /sal/039 canta ese maravilloso descubrimiento de que Dios ya no espera sacrificios para darle gracias por su curación, sino una actitud de obediencia y una fidelidad total a su ley.

El autor de la carta a los Hebreos pone este salmo en labios de Cristo para definir la naturaleza del sacrificio de la cruz: /Hb/10/05-09: "Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo, Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!"

La esencia del sacrificio de Cristo no reside en primer término en la inmolación de una víctima, por muy selecta que sea, sino en la actitud de obediencia a la voluntad del Padre manifestada por Cristo.

Lo que agrada a Dios no es la promesa o el sacrifico que propongo hacer durante la cuaresma sino toda la vida humana vivida ante Dios.

/Rm/12/01-02: "Os exhorto, hermanos, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios, tal será vuestro sacrificio espiritual".

La verdadera liturgia grata a Dios no es la que se celebra solemnemente en la Iglesia, sino la que se celebra en la calle, en las casas, en las escuelas, en los ambientes de trabajo todos los días de la semana, para apartarse del mal, combatir la injusticia. Esto es lo que agrada a Dios. La mayoría de los cristianos vuelven al A.T. al empezar la cuaresma. "Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". No se deja todo mientras no se deja uno a sí mismo. Mientras no me despoje de mi voluntad propia y me conduzca y me mueva solamente la voluntad de Dios.

Que el Señor os ayude a cada uno de vosotros a descubrir el valor de la vida diaria como ofrenda espiritual y culto verdadero.


1-2. SC-ESPIRITUAL:

En el transcurso de la historia de Israel se asiste a una lenta progresión de la noción de «sacrificio»: Como en todos los pueblos vemos primero una sociedad rural que ofrece «sacrificios sangrientos» de animales... luego, con los profetas vemos surgir la idea de que lo que agrada a Dios no es esto sino el «sacrificio espiritual», es decir, «toda la vida humana vivida ante Dios».

En Jesucristo sabemos bien que el sacrificio fue la ofrenda misma de su obediencia al Padre y de su amor por la humanidad.

Esta doctrina esencial se inicia ya en la sabiduría de Ben Sirac.

-Observar la ley es hacer muchas ofrendas. Atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión.

El salmo 49 decía: «No voy a reprenderte por esos sacrificios que me ofreces. No tomaré de tu casa los becerros ni los machos cabríos de tu aprisco... ¿Qué es eso de cantar mis mandamientos? limpia tu corazón primero y no difames a tu hermano...».

En efecto, el sacrificio grato a Dios es la vida recta del hombre, sus esfuerzos para cumplir los mandamientos de Dios.

-Dar gracias es hacer oblación de flor de harina. Hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza.

La alegría en la vida es la verdadera acción de gracias a Dios.

El amor-caridad en la vida es la verdadera alabanza a Dios.

-Desviarse del mal, agrada al Señor. Apartarse de la injusticia, es un sacrificio de expiación.

Siempre la misma idea: el verdadero culto no es la sucesión de los ritos escrupulosamente cumplidos... ¡es la vida cotidiana! La verdadera liturgia grata a Dios no es la que se celebra solemnemente en la misa del domingo, sino la que se celebra en la calle, en las casas, en las escuelas, en los ambientes de trabajo todos los días de la semana para: apartarse del mal, combatir la injusticia... ¡he ahí lo que agrada al Señor! Señor, ayuda a cada uno de los cristianos a redescubrir sin cesar el valor de su vida cotidiana como «ofrenda espiritual» y como culto verdadero.

San Pablo repitió esa misma idea: «Os exhorto, hermanos a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios, tal será vuestro sacrificio espiritual.» (/Rm/12/01-02).

-No vayas con las manos vacías ante la presencia del Señor...

Los ritos son necesarios, claro está, pero adquieren valor cuando se les confiere un contenido real: el ofertorio de una misa debería estar grávido de toda una secuencia de vida y de responsabilidad. El pan y el vino, «frutos de la tierra y del trabajo del hombre» de hecho no son más que representantes de esta vida cotidiana. ¡No vengas con las manos vacías !

-En todos tus dones, muestra un rostro alegre, consagra los diezmos con contento. San Pablo, también dirá que "Dios ama al que da con alegría". (2 Co 9, 7). ¿Tienen nuestras liturgias ese carácter alegre?

-Da con mirada generosa, según tus posibilidades.

La ofrenda ritual debería ser la que corresponde a nuestra vida.

-No busques ganarte a Dios con presentes. Porque el Señor es un juez que no hace acepción de personas.

Ser desinteresado. El culto no es un regateo «doy para que me des".

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 94 s.


1-3. /Si/35/01-18

El Eclesiástico toca hoy un tema interesante: ¿qué sentido pueden tener las ofrendas y sacrificios que ofrece al Señor el justo, es decir, el que se aparta del mal y de la injusticia?

¿No le basta comportarse con justicia para presentarse ante el Señor? ¿Hace falta realmente añadir ofrendas, diezmos y primicias? El sabio responde con toda claridad: «Hay que presentar ofrendas porque "esto es lo que pide la ley" (v 4). Y a continuación ensalza la ofrenda y el sacrificio del justo y lo anima a ofrecer su sacrificio con corazón generoso y alegre. De este modo parece, al menos a primera vista, que salva el precepto cultual. Pero no ha explicado la razón del mismo. ¿Por qué el testimonio y la paz de la buena conciencia tienen que apoyarse en la observancia de las disposiciones cultuales o rituales? ¿Significa esto que no basta hacer el bien y practicar la justicia? Bien mirado, en el marco de las ideas subyacentes al texto, el planteamiento es diferente. En efecto, si apartarse del mal y de la injusticia es la condición que hace las ofrendas aceptables al Señor, esta misma condición justifica el precepto cultual, ya que urgir las ofrendas implica exhortar al bien y a la justicia, requisito necesario para que sean aceptables. Así, pues, el precepto no tiene su justificación en sí mismo, sino en su exigencia de bondad y de justicia. Quien hace la ofrenda y no se comporta con justicia está lejos de cumplir el precepto.

CULTO/JUSTICIA: La segunda parte del texto (11-18) es aún más penetrante que la primera. El pobre y el oprimido, el huérfano y la viuda, los desvalidos y desamparados constituyen la piedra de toque para la justicia de los justos. Claman, se lamentan y lloran ante el Señor. Y tales llantos y lamentos son una prueba de fuego que difícilmente dejará en pie la justicia de ningún justo. Desde este punto de vista, quizá podríamos preguntarnos hoy por el sentido del cumplimiento de los preceptos cultuales: ¿son válidos cuando no llevan a alargar la mano a los pobres, oprimidos y desamparados?

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 393 s.


2.- 1P 1, 10-16

2-1.

-Hermanos, sobre esta salvación investigaron e indagaron los profetas que anunciaron la gracia destinada a vosotros... El Espíritu de Cristo estaba presente en ellos. Ahora, por medio de los que os trajeron e1 evangelio, os lo ha comunicado el Espíritu Santo enviado del cielo...

Tanto en el ritual judío como en la celebración cristiana de la vigilia pascual, se lee el pasaje de Éxodo, 12: la comida pascual, el cordero inmolado cuya sangre salva de la esclavitud y de la muerte.

San Pedro, en su homilía «actualiza ese mensaje»: lo que los antiguos profetas anunciaban, ¡sucede «HOY» y se realiza para vosotros! Y Pedro, siguiendo la costumbre de los primeros apóstoles, afirma la continuidad absoluta del Antiguo y del Nuevo Testamento: es el mismo Espíritu el inspirador de los «profetas» antiguos... y el de los «predicadores actuales del evangelio»...

En mi vida, ¿creo yo de veras que el Espíritu está ahí, presente en estas Palabras divinas escritas... y que está presente también en mi corazón para que yo las comprenda? ¿Qué espera de mí el Espíritu?

-Por lo tanto, tened alertado vuestro espíritu como servidores preparados para el servicio.

Es por nuestro propio «espíritu» vigilante que podremos captar al «Espíritu».

El cristiano, ante todo es un hombre siempre alerta, siempre atento al Espíritu, disponible, despierto, vivo, vigilante. Y para expresar esto Pedro utiliza espontáneamente una imagen de Jesús que recuerda bien: manteneos bien ceñida la cintura y con vuestras lámparas encendidas, como el servidor siempre pronto a la acción...

Imagen viva, muy simpática. Pero, ¿ocurre siempre así? o, por el contrario: vivimos medio dormidos, aburridos, dejándonos llevar por la pasividad? ¡Ven Señor, mantén mi mente despierta! ¡hazme vigilante, disponible!

-Poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la revelación de Jesucristo.

No hay ninguna razón para hundirse en el pesimismo.

Pedro no habla de desesperanza sino de esperanza perfecta. El mundo no se dirige hacia la nada o la perdición, sino ¡hacia la "revelación de Jesucristo"!

Pedro recuerda. Había visto y oído a Jesús en Palestina.

Vivía en la esperanza de volver a verle. Y trataba de comunicar esa esperanza a sus oyentes. En griego la palabra «revelación» es el término «apocalipsis», «levantar el velo que cubre una cosa». Sí, Señor Jesús, Tú estás ahí, presente, pero escondido bajo un velo. Un día ese velo se rasgará y te veré. Haz que te encuentre HOY en mi vida y en mi oración. Y ¡que la espera de tu encuentro, cara a cara, al final de mi vida, ilumine de esperanza y de alegría cada uno de mis días en la tierra!

-No os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia. Más bien así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta.

¡Solamente esto! He ahí la espiritualidad aconsejada a esos recién bautizados que están escuchando a Pedro: ¡el ideal es muy alto! Imitar a Dios. En eso también Pedro repite lo que había oído decir a Jesús: sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. La gracia de mi bautismo es una llamada a la perfección. Pedir el bautismo para un niño es lanzarlo a esa maravillosa aventura, de ser ¡un «hombre perfecto»!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 94 s.


3.- Mc 10, 28-31

3-1. VCR/CZ:

No hay camino cristiano sin "via crucis". No hay arte de vivir según el Evangelio sin morir a sí mismo. La resurrección está unida a la cruz, y la vida a lo que Dios tiene que arrancar de nuestra vida para conducirnos a la suya. La renuncia es una palabra que hoy se quiere olvidar; sin embargo, no habrá vino de calidad si el viñador no podó la cepa. Si la poda, lo hace también por amor a la planta que debe producir fruto. El hombre que renuncia no es un mutilado. Es, como dice Jean-Cleaude Barrault en "Sourvenirs pour demain", un hombre que se apasiona por todo y no tiene apego a nada. Renunciar no es perder la vida.

El Reino, que es riqueza, sólo puede colmar a los enamorados de la vida, pues éstos distinguen lo que es esencial: su pobreza y su necesidad de que les salven.

El evangelio de este día tiene un aire falsamente "moral". Y se engañaría quien pensara que Jesús nos invita a una superación cada vez mayor en el respeto a una ley cada vez más exigente. Lo que ocupa el centro de estas páginas es la salvación. "Entonces, ¿quién puede salvarse?" -"Es imposible para los hombres, no para Dios". El cristianismo, aunque predica un determinado arte de vivir, nunca se reducirá a una moral. Si hemos de reconocer que ante Dios somos pobres, es para recobrar nuestra condición original, cuando salimos desnudos de las manos de Dios. La salvación, lo mismo que la creación, siempre será una gracia.

DIOS CADA DIA. SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 143 s.


3-2. J/CENTRO

-Aquí Pedro, tomando la palabra dijo a Jesús: "Bien ves que nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido."

Jesús ha pedido al joven rico que lo venda todo y lo siga.

Pedro se alegra de hacer resaltar inmediatamente lo que ellos han hecho. Quizá haya algo de vanagloria en esa intervención de Pedro... pero sus palabras son también la expresión de una infinita generosidad.

-Jesús declaró: "En verdad os digo: Nadie, que por amor de mí y del Evangelio haya dejado ...

De paso, notamos de nuevo la exorbitante pretensión de Jesús. La persona que dice esto es o un desequilibrado mental o un hombre verdaderamente extraordinario. Ahora bien, Jesús a lo largo de su vida ha probado ser inteligente, equilibrado, humilde, estar sano. Hay pues que admitir que tenía una conciencia lúcida y precisa del papel que iba a desempeñar en la historia de la humanidad.

Sí, millones de hombres y de mujeres, desde dos mil años, lo han dejado todo "por su causa".

¿En qué me afecta esta cuestión? ¿Qué plegaria me sugiere?

-Una casa, hermanos, hermanas, un padre, una madre, hijos o un país...

¡No es por desprecio a estas cosas, tan buenas en sí, por lo que uno las deja! No es por falta de amor. Jesús ha repetido una y otra vez que hay que amar a sus hermanos, a su padre, a su madre...

Hay pues aquí una motivación escondida y poderosa: para abandonar cosas tan grandes, hay que hacerlo por algo que es mucho más grande aún.

¿Qué sentido doy a mis renuncias? ¿Tengo yo una actitud meramente negativa? o bien ¿hago una opción, una elección que sobrepasa todo esto?

-Sin que reciba, ya en este tiempo, el céntuplo...

Renunciar a muchas cosas, por amor a Jesús, no es renunciar a la felicidad. Jesús promete a aquellos que le seguirán que serán personas colmadas, ya aquí abajo.

Se recibe cien veces más de lo que se abandona, dice Jesús.

-Casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, tierras, con algunas persecuciones...

Comparad la lista de las cosas abandonadas y de las que se centuplican. En un punto hay falta: no se reciben cien "padres", pues el Padre sigue siendo único...

En un punto hay aumento: ¡se reciben "persecuciones" al céntuplo! La felicidad prometida, ese céntuplo prometido, esta plenitud de relaciones de amor... no se adquieren sin sufrimientos y sin persecuciones.

El sentido global de esta palabra de Jesús es, sin embargo, netamente gozoso. Si no lo sentimos así, es sin duda porque hoy vivimos bastante mal el evangelio. Muchos testimonios históricos nos prueban que los primeros cristianos vivieron en un clima de generosidad y de alegría. También los primeros lectores de san Marcos, en Roma, por ejemplo: "tenéis persecuciones, es verdad, pero mirad también qué maravilIosa vida tenéis... dais vuestras casas, las abrís a todos, pero en todas partes estáis en casa, recibís una hospitalidad total... quizá habéis renunciado a ciertos lazos familiares pero vivís con lazos de amistad profunda con múltiples hermanos y hermanas..."

-Y la vida eterna en el mundo venidero.

En definitiva, para el que cree que la "vida eterna" no es charlatanería, es verdad que es mucho más lo que se gana que lo que se renuncia.

-Muchos de los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros.

Nuestro mundo está falseado. ¡Hay que invertir los valores para ver acertadamente!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 348 s.


3-3.

1. (año I) Sirácida 35,1-15

a) ¿Qué es más importante, los sacrificios rituales del Templo o una vida según la voluntad de Dios? La comparación entre la «liturgia» y la «caridad» se plantea muchas veces, tanto en el AT como en el NT. Aquí el Sirácida trata de conseguir un equilibrio entre las dos dimensiones en la vida del creyente.

Sí, tienen sentido los sacrificios rituales en el Templo. El sabio enumera diversas clases de sacrificios: los de comunión, los de flor de harina, los de alabanza, los de expiación.

Recomienda que se hagan las ofrendas que recomienda la ley: «no te presentes a Dios con las manos vacías», «el sacrificio del justo es aceptado» por Dios. Estas ofrendas no tienen que ser raquíticas y además valen el doble si se hacen de buen grado: «Honra al Señor con generosidad ... cuando ofreces, pon buena cara». Dios no se dejará ganar en generosidad: «El Señor sabe pagar y te dará siete veces más».

Pero a la vez el Sirácida afirma que lo principal no son los sacrificios rituales, externos, sino la ofrenda interna, total, del creyente. A Dios no le pueden resultar agradables los ritos externos si a la vez no guardamos sus mandamientos, o no tenemos una actitud de acción de gracias, o no damos limosna y hacemos favores a los demás, o si no nos apartamos del mal y la injusticia. Si creemos que con unas ofrendas podemos comprar a Dios, estamos equivocados: «No le sobornes, porque no lo acepta».

El salmo, como siempre, hace eco a esta palabra: «escucha, pueblo mío: no te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mi», «ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos... al que sigue buen camino, le haré ver la salvación de Dios».

b) Hay recomendaciones del AT que podemos aplicar a nuestra vida tal cual, sin grandes esfuerzos teológicos ni alegóricos. Como esta de la liturgia que tiene que ir acompañada de buenas obras en la vida. También aquí aparece la caridad como piedra de toque, como «la prueba de nueve», para saber si los sacrificios rituales son sólo apariencia o vienen de lo más profundo.

Podíamos pensar, equivocadamente, que con unas oraciones o unas limosnas al templo ya agradamos a Dios y somos buenos cristianos. Haremos bien en hacer caso al sabio Sirácida. Está bien que recemos y llevemos medallas y ofrezcamos sacrificios a Dios. Pero todo esto debe ir acompañado de lo que él afirma que es la verdadera religión: cumplir la voluntad de Dios, hacer favores al prójimo, dar limosna a los pobres, apartarse del mal, hacer el bien, ser justo. Está bien que ofrezcamos cosas. Pero sobre todo debemos ofrecernos nosotros mismos. Como hizo Jesús, que no ofrecía en el Templo dinero o corderos, sino que se entregó a sí mismo en el altar de la cruz.

Además, todo ello hecho con buena cara, sin darnos importancia, sin aparentar que nos cuesta ni llamar la atención para que todos comenten lo santos que somos. Recordemos los consejos de Jesús en el sermón de la montaña, cuando nos decía que tanto la oración como la limosna como el ayuno los debemos realizar sin buscar el aplauso de los hombres, sino con sencillez y autenticidad interior: el Padre, que ve en lo escondido, nos lo premiará.

Ir a misa, sí. Rezar, sí. Pero a la vez tener buen corazón con los demás. Y vivir en actitud de humilde alabanza ante Dios. Los sacrificios «rituales», y a la vez el sacrificio «vital» de nuestra persona.

1. (año Il) 1 Pedro 1,10-16

a) Si ayer hablaba Pedro de la herencia y la esperanza que nos concede Dios en su misericordia, hoy sigue con el tema, pero situándolo como en tres etapas:

- en el pasado, los profetas del AT, inspirados ya por el Espíritu de Jesús, escrutaban el futuro y «predecían la gracia destinada a vosotros», porque «se les reveló que aquello no era para su tiempo, sino para el vuestro»;

- ahora, los predicadores cristianos, también inspirados por el Espíritu, nos anuncian la buena noticia: que en Cristo Jesús, en su muerte y resurrección, se cumple todo lo anunciado antes;

- y todavía queda otra perspectiva, la del futuro: «estad interiormente preparados para la acción, a la expectativa del don que os va a traer la revelación de Jesucristo».

Mientras tanto, el autor de la carta quiere que los cristianos se controlen, que vivan en la obediencia, que no se amolden a los deseos de antes, sino que vivan en santidad, imitando la santidad del mismo Dios: «Seréis santos porque yo soy santo».

b) Los cristianos vivimos entre la memoria y la profecía, entre el ayer y el mañana. Y sobre todo en la vivencia del presente, del hoy, atentos a los valores fundamentales de nuestra salvación, la salvación que nos ofrece Dios por Cristo, la comunión en su vida.

Si miráramos más de dónde venimos y a dónde vamos, viviríamos más lúcidamente nuestro presente. No sólo porque nuestra existencia estaría transida de esperanza, sino también porque asumiríamos con decisión el compromiso de vivir vigilantes, no dormidos ni indolentes, sino con disponibilidad absoluta, guiados por Cristo, con la consigna de no amoldarnos ya a los criterios de este mundo sino a los de Dios.

Cada Eucaristía nos hace ejercitar esta actitud de memoria del pasado, de profecía abierta al futuro y de celebración vivencial del presente: «Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa (hoy), anunciáis la muerte del Señor (ayer) hasta que venga (mañana)» (I Corintios 11,26).

Por eso la Eucaristía, con la luz de la Palabra y la fuerza de la comunión, nos va ayudando a ordenar nuestros pensamientos, a ir creciendo en la unidad interior de toda la persona, en marcha desde el ayer al mañana, viviendo el hoy con serenidad y empeño. La Eucaristía es nuestro mejor «viático», nuestro alimento para el camino.

2. Marcos 10,28-31

a) Ayer el joven rico se marchó triste, sin decidirse a seguir a Jesús. Hoy Pedro, que sí le ha seguido, se lo recuerda: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». El resto ya se sobreentiende (y Mateo lo explícita en su evangelio): ¿qué recibiremos en cambio?

La respuesta de Jesús es esperanzadora y misteriosa a la vez: «Recibirá en este tiempo cien veces más y en la edad futura vida eterna». No se trata de cantidades aritméticas y tantos por ciento. La respuesta se refiere a la nueva familia que se crea en torno a Jesús: dejamos un hermano y encontramos cien. Ya habla Jesús cuáles eran los lazos de esta nueva familia: «¿Quién es mi madre y mis hermanos? Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34s).

b) En el fondo de la interpelación de Pedro está su concepto político e interesado del mesianismo, un concepto todavía muy poco maduro. ¿Pregunta acaso una madre cuánto le van a pagar por su trabajo? ¿pone un amigo precio a un favor? ¿pasó factura Jesús por su entrega en la cruz? Los discípulos buscan puestos de honor, recompensas humanas, soluciones económicas y políticas. Jesús y su Espíritu les irán ayudando a madurar en su fe, hasta que después de la Pascua se entreguen también ellos gratuita y generosamente al servicio de Cristo Jesús y de la comunidad, hasta su muerte.

Una experiencia de ese ciento por uno que promete Jesús la tienen tantos cristianos laicos que desde su condición en la sociedad entregan sus mejores energías a trabajar por el Reino de Dios. Ya saben lo que es la generosidad de Dios en este mundo, a la vez que esperan en el otro la vida eterna prometida al siervo bueno y fiel.

De un modo especial esta experiencia la tienen los que han abrazado la vida religiosa o el ministerio ordenado dentro de la comunidad como estado permanente de vida. Han entrado en la dinámica de este otro género de familia y parentesco: los hermanos y los hijos los cuentan por centenares y miles. No han formado familia propia, pero no por eso han dejado de amar: al contrario, están más plenamente disponibles para todos, movidos de un amor universal, no por una paga a corto plazo.

Unos y otros saben también que sigue siendo verdad una palabra muy breve pero muy realista que Marcos ha añadido a la lista de las ventajas: «con persecuciones». Jesús promete la vida eterna, después, y ya desde ahora una gran satisfacción. Pero no asegura el éxito y la felicidad y el aplauso de todos. En todo caso, la felicidad del que se sacrifica por los demás. Lo que sí promete es la cruz y las persecuciones. Una cruz que estaba incluida también en su programa mesiánico y que varias veces ha asegurado que les tocará llevar también a sus discípulos. Lo que vale cuesta. A la Pascua salvadora se llega por el vía crucis del Viernes Santo. El amor muchas veces supone sacrificio. Pero vale la pena.

«El que observa la ley hace una buena ofrenda» (1ª lectura, I)

«Cuando ofreces, pon buena cara» (1ª lectura, I)

«Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios» (salmo, I)

«Estad preparados, en la espera del don que os traerá la revelación de Jesucristo» (1ª lectura, II)

«Recibirá cien veces más en este tiempo, y en la edad futura, vida eterna» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 217-221


3-4.

Eclo 35, 1-15: Dios da con generosidad

Sal 49, 5-8.14.23

Mc 10, 28-31: Nosotros te hemos seguido

El texto de hoy es la tercera parte del gran tríptico planteado por Jesús en torno a la riqueza y, en consecuencia, es continuación del texto del día anterior.

Marcos no quiere plantear el tema de la riqueza en teoría; lo acentúa para confrontar la manera de ser y de actuar de los discípulos. Por eso ha construido la enseñanza de Jesús a partir de estas tres grandes partes:

El texto nos plantea que la pobreza por el Evangelio no puede quedarse en una simple renuncia a los bienes materiales, ni mucho menos en un paternalismo expresado en darle a los bienes un fin social. El mensaje de Jesús pide más: organizar toda la vida en función de los valores del Reino. De esta manera los discípulos se convierten en punto de referencia frente al rico y frente a todos aquellos que han puesto sus bienes por encima del Reino de Dios.

Así pues, los verdaderos seguidores de Jesús son aquellos que asumen de una manera incondicional el camino del Reino. En nombre de ellos Pedro toma la palabra y dice: "Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Es decir, los discípulos han asumido una actitud y una forma de ser en coherencia con la propuesta de Jesús, han renunciado a las riquezas de este mundo para estar en total disponibilidad para asumir los valores del Reino planteado por Jesús.

Jesús le responde a Pedro: "Yo les aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno". En la respuesta podemos ver cómo Marcos une de manera magistral dos temas: la riqueza, representada en las figuras del principio y del final: "la casa y la hacienda"; y la familia, representada en las figuras del centro: "hermanos, hermanas, madre, padre, hijos". La casa recoge de una manera global la idea de todos los bienes, tanto familiares como materiales. Por tanto, los discípulos de Jesús lo han dejado todo rompiendo con aquellas cosas que generan apegos en la vida: la familia tradicional que encadena con sentimientos que no dejan vivir la libertad; y las riquezas que generan egoísmo, injusticias y desigualdad.

Jesús exige romper con estas estructuras que generan apegos para vivir los principios de una nueva vida que lleva a sus seguidores a que descubran que donde se deja uno (posesiones), se recibe ciento y se construye una nueva familia, amplia y extensa que no está unida por los vínculos de la sangre y de la carne, sino por la comunión con el proyecto del Reino, donde se deben compartir los bienes de la tierra en solidaridad y comunión fraterna. De esta forma, la ruptura (dejar el modo viejo de vivir: el egoísmo y la acumulación) se vuelve para Jesús en un principio nuevo de vida porque, paradójicamente, la donación total se convierte en espacio de abundancia de bienes y familia.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

¿Habéis deseado alguna vez ser santos? ¡Hay que ver cómo va cambiando nuestra idea de santidad cuando nos dejamos educar por la Palabra de Dios! Cuado era niño pensaba que ser santo era ser perfecto, no tener ningún defecto. Ahora, esa idea de la santidad, aparte de irreal, me parece casi repugnante. Quien no tiene pecado no puede ser perdonado. Y a quien no se le perdona no aprende a amar. Por eso ahora me gusta la definición de santo que dio el teólogo Paul Tillich: "Santo es un ser humano de quien Dios tiene misericordia". La invitación a la santidad que se nos hace hoy en la carta de Pedro me parece que es una invitación a dejarnos curar por la misericordia de Dios. ¿Qué pasa, entonces, con nuestras conductas? No pasa nada. Siguen siendo algo incoherentes -lo serán siempre- pero bastante más humildes y agradecidas.

Sé por experiencia que resulta más fácil dejar "casa, hermanos y hermanas, o madre o padre" que dejar el control sobre nosotros mismos y las ataduras a una imagen redonda y perfecta. Desde aquí entiendo un poco más las palabras de Jesús que cierran el evangelio de hoy: "Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros".

"Señor, no dejes que por querer ser santo acabe siendo un monstruo de orgullo y narcisismo. Aúpa mi pobre humanidad sobre los hombros de tu perdón y transforma tú todo lo que hay en mí que no se parece a ti".

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández, cmf (gonzalo@claret.org)


3-6. CLARETIANOS 2003

El comienzo de este evangelio me parece significativo: “Pedro se puso a decirle a Jesús: ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Parece como si Pedro, siguiendo la recomendación del libro del Eclesiástico, no quisiera presentarse a Dios con las manos vacías. Él puede estar satisfecho. Puede exhibir sus renuncias y sus preferencias, lo mismo que las de sus compañeros. Y, con este aval, puede esperar su recompensa. Ha ofrecido y espera recibir. Parece lógico. Pero lógico según criterios que arrinconan la gratuidad oblativa de la ofrenda. En realidad, Pedro trasforma la ofrenda en una inversión, que sigue la lógica del “doy para que me des”. Ofrece tanto como espera recibir y así condiciona su entrega. Difícilmente entendería que alguien dijera: “No me tienes que dar porque te quiera, / porque, aunque lo que espero no esperara, / lo mismo que te quiero te quisiera”. Ésta es otra lógica. Es la lógica de la gratuidad. Del amor sin esperas, ni condiciones.

A Pedro, lo mismo que a nosotros, no nos vendría nada mal una pizca de gratuidad, para no intentar sobornar al Señor con nuestras obras, nuestras ofrendas y nuestros sacrificios. Tenemos que hacernos conscientes de que a Él no le damos, sino lo que Él nos ha regalado de antemano con absoluta generosidad, tal como dice la lectura del Eclesiástico. Si nos hacemos conscientes de este regalo, entonces el don se convierte en tarea para nosotros, entrando en la “lógica” de Dios. Se convierte en una tarea de gratitud por los dones recibidos, que nos hace prorrumpir en cánticos de alabanza y acción de gracias a quienes nos vemos agraciados de esta manera. Y se convierte también en una tarea de gratuidad a la hora de negociar con estos talentos, sin esconderlos en un hoyo. “Negociar” no es la palabra correcta, ya lo sé. Pero puede indicarnos la realidad de que no podemos quedarnos, cantando aleluyas en nuestro interior, mientras dejamos el mundo intocado en la tiranía de la injusticia y de la opresión. Puede indicarnos que no podemos hacer el mal a la gente y que le tenemos que hacer todo el bien posible. “Apartarse del mal es agradable a Dios, apartarse de la injusticia es expiación”, como dice la primera lectura. Esto nos indica el mal que hay que evitar. Pero también nos dice que hacer favores y dar limosna se convierte positivamente en “sacrificio de alabanza”. Lo cual se hace más cierto todavía, si uno no se contenta con hacerlo de manera individual y puramente asistencial, sino que entra en los conflictos de la historia, denunciando las injusticias estructurales y anunciando y realizando las alternativas de un nuevo orden de cosas, hasta el punto de entregar la vida en el empeño, “sin pedir condecoración por haber donado su corazón”.

Entregar la vida gratis es entrar en la “lógica” de Dios. Es un “aroma que llega hasta el Altísimo”. Y, ciertamente, esta “ofrenda memorial no se olvidará”, porque a Dios nadie le gana en generosidad. Es un buen “pagador”, que da a los obreros de su viña, sin merecerlo, hasta “siete veces más”, según el libro del Eclesiástico, y hasta “cien veces más” en este tiempo “y en la edad futura la vida eterna”, según el texto del evangelio de Marcos.

José Vico Peinado cmf. (jvico@planalfa.es)


3-7. 2001

COMENTARIO 1

v. 28 Pedro empezó a decirle: «Pues mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos venido siguiendo».

Pedro se hace portavoz del grupo; no se conforma con el principio enunciado por Jesús; quiere saber qué les va a tocar a ellos. Atribuye al grupo dos méritos: haberlo dejado todo, que responde a la verdad (1,18.20) y haber seguido siempre a Jesús, que, como se ha ido viendo a lo largo de los episodios precedentes, no responde a la verdad: acompa­ñan a Jesús materialmente, pero las actitudes del grupo están muy lejos de las de él (8,32; 9,10.32.34; 10,13).



vv. 29-30 Jesús declaró: «Os lo aseguro: No hay ninguno que deje casa, her­manos o hermanas, madre o padre, hijos o tierras, por causa mía y por causa de la buena noticia, que no reciba cien veces mas: ahora, en este tiempo, casas, her­manos y hermanas, madres, hijos y tierras -entre persecuciones - y, en la edad futura, vida definitiva».

Por eso, la respuesta de Jesús no se refiere en particular al grupo de discípulos (seguidores procedentes del judaísmo), sino a cualquier seguidor que lo abandone todo para manifestar su adhesión a él y dedi­carse a la propagación del mensaje. En el Reino o sociedad nueva no habrá miseria, sino afecto y abundancia para todos, pero sin desigualdad ni dominio; en efecto, comparando las dos enumeraciones que hace Jesús, la de lo que el seguidor deja y la de lo que encuentra, se advierte que en la segunda se omite la mención del padre, figura de la autoridad. Como se trata de la etapa terrena del Reino, todo eso se verificará en medio de la hostilidad de la sociedad (entre persecuciones); y esos segui­dores, por supuesto, heredarán la vida definitiva.



v. 31 «Pero todos, aunque sean primeros, han de ser últimos, y esos últimos serán primeros».

Termina la sección con un colofón que sintetiza los episodios anterio­res: no se puede pertenecer al Reino o comunidad de Jesús conservando un protagonismo y superioridad social basados en el poder y prestigio de la riqueza, como en el caso del rico que se acercó a Jesús. En la comu­nidad todos han de adoptar la actitud de Jesús, la de hacerse «último de todos (no buscar preeminencia ni protagonismo) y servidor de todos (traducir el seguimiento en servicio)». De ahí el dicho de Jesús: Todos, aunque sean primeros (caso del rico), han de hacerse últimos, desprendién­dose de lo que lo hace «primero» (10,21; cf. 9,35). No se puede entrar en el Reino manteniendo una posición (cf. 10,21.23-35) que crea dependen­cia dentro del grupo. Ahora bien, todos esos que se hacen últimos serán primeros, pues su opción (renuncia a la ambición y práctica del servicio mutuo) creará para todos igualmente una comunidad de amor y abun­dancia (cf. 10,29s).

Es decir, el progreso de la comunidad no está en la existencia de mecenas o protectores que, desde una posición de privilegio, compartan su riqueza con ella, creando una humillante dependencia e inevitable jerarquía, sino en la labor común de todos como iguales, sin estridentes diferencias de nivel, creando así entre todos una comunidad fraterna plenamente solidaria y próspera.


COMENTARIO 2

La propuesta que Jesús hace frente a la riqueza (Mc 10, 23-27) escandaliza a los discípulos. Jesús no se declara tan enemigo de la opulencia como partidario y convencido de la solidaridad.

Muchos cristianos que salieron de Judea por las persecuciones de las autoridades religiosas, encontraron refugio en la generosidad de los cristianos de Galilea y Antioquía. La solidaridad de los cristianos con toda la gente en calamidad, perteneciente o no a la Iglesia, permitió que muchas familias no sólo encontraran comida y techo en tierras extranjeras, sino que también recibieran afecto, fraternidad y acogida.

Ahora bien, debemos tener en cuenta que esto lo hicieron personas humildes, de muy pocos recursos. Familias y comunidades que apenas tenían lo necesario para vivir. Sin embargo, "la casa" no resultó pequeña cuando se hizo necesario acoger a los desplazados. Y cuando les correspondió a ellos mismos emprender el éxodo, no temieron buscar a quienes consideraban sus "hermanos, hermanas, padres, madres e hijos".

Hoy, tenemos el mismo desafío. Nuestras iglesias, comunidades o grupos cristianos por más que sean pobres, pequeños y frágiles, pueden ayudar a aliviar el dolor de las personas que han dejado todo atrás. Y no para ofrecerlos un techo o un plato de comida; Esto es importante, pero es más importante ofrecerles afecto y fraternidad de modo que se sientan acogidos por una red de manos amigas.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. 2002

Dios no quiere que sus seguidores tengan puesto su corazón en la riqueza. Por eso Jesús invita al rico a dejar todos los bienes antes de entrar en la comunidad. ¿Cómo procurarse entonces dentro de ésta la subsistencia material si en ella no hay ricos y los que forman parte de ella lo han dejado todo para seguir a Jesús?

En el evangelio de ayer Jesús respondía a esta pregunta diciendo que esto que parece “imposible humanamente hablando, no lo es para Dios, porque todo es posible para Dios”. Convencidos de esto o tal vez esperando una vida mejor, Pedro y sus compañeros lo habían dejado todo para seguir a Jesús.

Ante esta situación Jesús responde con una promesa: “No hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y la buena noticia que no reciba en este tiempo cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura vida eterna”. Jesús les anuncia que esa generosidad y desprendimiento real de los bienes materiales y de la familia de sangre tendrá una recompensa aquí en la tierra y que además sus seguidores heredarán también la vida definitiva.

Los miembros de la comunidad cristiana o seguidores de Jesús, recibirán en la tierra mucho más de lo que dejaron: un nuevo hogar y una nueva familia entre cuyos miembros no habrá desigualdad ni dominio. Jesús omite de la lista la mención del padre de familia, símbolo de la autoridad, pues la comunidad será una comunidad de iguales. Esta sobreabundancia a la que solamente se llega por medio del compartir lo que se tiene y lo que se es no librará al discípulo de las persecuciones, de la hostilidad por parte de la sociedad, que no acepta este nuevo modo de ser y de vivir en el que el valor supremo no es el dinero sino el amor solidario; los seguidores de Jesús, además, heredarán la vida definitiva. ¿Nos creemos esto? Sabremos que lo vivimos en la medida en que nos desprendamos de nuestros bienes para seguir a Jesús en la comunidad practicando el amor solidario, que impide que mientras uno tienen de todo, otros carezcan de lo necesario.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. DOMINICOS 2003

Espíritu oferente y espíritu egoísta
El que guarda los mandamientos, dice el Eclesiástico,  ofrece sacrificio de acción de gracias, y Dios se complace en ello.
Quien se presenta ante el Señor no debe hacerlo con las manos vacías, dice la ley. Mas ¿qué llevaremos en las manos?
Si no quieres ser mezquino en tu vida, Honra al Señor y a los hombres con generosidad. Esa es buena ofrenda.
Esos tres pensamientos, tomados de la liturgia de la Palabra en su primera lectura, pueden servirnos en el día de hoy para iluminar nuestro camino espiritual hacia Dios, hacia la Verdad, hacia el Amor, hacia los hombres, nuestros hermanos. No olvidemos nunca que los ojos de Dios nos miran siempre con amor. Y, por tanto, nosotros debemos entender razonablemente que Él sonríe con predilección cuando nuestras dádivas y sacrificios rebosan de caridad, de amor, de delicadeza.
Hagamos, pues, que todas nuestras ofrendas lleven un cierto sello de familia, el sello de hijos agradecidos en cuya felicidad se incluye la felicidad de los demás, y se agranda con ella.
¿Puede haber algo más bello en el corazón del hombre que una ofrenda de acción de gracias, a manos llenas, porque somos solidarios en la felicidad de los demás?
ORACIÓN:
Danos, Señor un corazón grande para amar, para sentir la felicidad de los demás como propia, para no gustar del placer de cosa alguna que no sea grata en el cielo y en la tierra. Amén.
 
En la Palabra esté la Acción de Gracias
Libro del Eclesiástico 15, 1-15:
“El que observa la ley hace una buena ofrenda. El que guarda los mandamientos ofrece sacrificio de acción de gracias. El que hace favores ofrenda flor de harina. El que da limosna ofrece sacrificio de alabanza... No te presentes ante Dios con las manos vacías... La ofrenda del justo enriquece el altar... El sacrificio del justo es aceptado, su ofrenda memorial no se olvida. Honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en tus ofrendas; y cuando ofreces algo, pon buena cara...”
Ahí tenemos un florilegio del obrar virtuoso, un compendio de actitudes que conllevan mérito y hacen las delicias de todo el mundo honrado. Perlas a conservar y disfrutar.
Evangelio según san Marcos 10, 28-31:
“En cierta ocasión, tras oír los consejos que dio el Señor al joven rico, Pedro se puso a decirle a Jesús: Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús, mirándole, le dijo: Os aseguro, Pedro, que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, ése recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más..., y después, la vida eterna...”
En este texto se nos ofrece una especie de plenitud de ofrenda, como se pedía en la lectura anterior, y como sugirió Jesús al joven rico. En lenguaje extremoso, chocante, Jesús viene a decir que, ante la importancia y amor al Reino, todo lo demás vale muy poco. ¡Duras palabras!

Momento de Reflexión
Hacer el bien de buena gana.
Es hermosa la lección del Eclesiástico. Podemos apreciarla desde tres ángulos.
Psicológicamente es hermosa, porque el bien, hecho con amor y buena cara, es dos veces meritorio, da paz e incita a la comunicación espiritual.
Convivencialmente es hermosa, porque a las personas que saben hacer el bien, y lo hacen como si no hicieran nada de particular, todos las queremos en familia, comunidad, sociedad.
Evangélicamente es hermosa, porque ese es el espíritu que Jesús nos ha inculcado como adecuado para anunciar la llegada del Reino a nuestro corazón.
¡Qué bien habla Pedro a Jesús!
 Parece una impertinencia y una presunción lo que dice el pescador Pedro a Jesús: “lo hemos dejado todo”. Pero es casi verdad lo que dice, porque dejaron la barca, los peces, la cercanía familiar, y le siguieron. No es poco.
Lo que tal vez no dejaron del todo fue su mentalidad un tanto utilitarista, y una cierta esperanza de que con el profeta Jesús las cosas les pudieran ir mejor.
¡Pequeñez humana de la que no nos despojamos fácilmente! Pero la respuesta “espiritual” y “convivencial” de Jesús lo suple todo: "porque lo habéis dejado y me habéis seguido vais a ser más felices, con más amigos, con más grandes ideales ..., y, al final, ya sabéis que el Padre os recibirá".


3-10. ACI DIGITAL 2003

30. Centuplicado. Todos los verdaderos pobres son ricos. "¿No os parece rico, exclama S. Ambrosio, el que tiene la paz del alma, la tranquilidad y el reposo, el que nada desea, no se turba por nada, no se disgusta por las cosas que tiene desde largo tiempo, y no las busca nuevas?". A diferencia de San Mateo (19, 27 ss.), no se habla aquí del que deja la esposa, y se acentúa en cambio que esta recompensa se refiere a la vida presente, aun en medio de las persecuciones tantas veces anunciadas por el Señor a sus discípulos. Cf. Luc. 18, 29: Respondióles: "En verdad, os digo, nadie dejará casa o mujer o hermanos o padres o hijos a causa del reino de Dios".


3-11. Fray Nelson Martes 24 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: El que guarda los mandamientos ofrece un sacrificio de acción de gracias * Recibirán cien veces más en esta vida, con persecuciones; y en el otro mundo, vida eterna.

1. El sentido de una ofrenda
1.1 La primera lectura nos enseña cómo hacer ofrendas. No se trata de "comprar" a Dios, ni de comprar su amor, su benevolencia o sus favores. Veamos.

1.2 La vida misma es una ofrenda agradable a Dios, cuando es una vida recta y justa: "cumplir la ley vale tanto como hacer muchas ofrendas; obedecer los mandamientos es como ofrecer sacrificios de reconciliación. Ser agradecido es como ofrecer la mejor harina a Dios, y dar limosna es como hacer sacrificios de alabanza. Lo que agrada al Señor es que te apartes del mal; si te apartas de la injusticia, obtendrás el perdón de tus pecados" (Sir 35,1-5). Por ello también la ofrenda no es un reemplazo de lo que la vida no ha sido, pues hay una indicación elocuente: "el sacrificio del justo es aceptado, su ofrenda no se olvidará" (Sir 35,9), y también: "no confíes en ofrendas de cosas mal habidas, porque él es un Dios justo, y trata a todos por igual" (Sir 35,15)

1.3 Ofrecer nuestras cosas y ofrecernos a Dios es un acto de justicia y una expresión de gratitud, por eso "no te presentes al Señor con las manos vacías" (Sir 35,6). Lo que damos a Dios es un reconocimiento ante nuestra conciencia y ante los hermanos de la generosidad divina, y por esto ofrendamos de buena gana y con abundancia: "honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en tus ofrendas; cuando ofreces, pon buena cara, y da los diezmos con alegría. Da al Altísimo como él te dio: generosamente, según tus posibilidades" (Sir 35,10-12). Una ofrenda generosa nos hace entender la lógica de Dios que no es la del comercio, en que se recibe tanto como se da, sino la lógica del amor y la alegría, en que todo se multiplica perfecta y maravillosamente: "siete" veces (Sir 35,13).

2. "Lo hemos dejado todo para seguirte"
2.1 Es también un género de ofrenda lo que nos presenta el evangelio de hoy. Pedro dice al Señor: "nosotros lo hemos dejado todo para seguirte" (Mc 10,28). El apóstol, en efecto, hace una ofrenda semejante al holocausto de la ley antigua, en que todo debía ser consumido por el fuego. "Lo hemos dejado todo" significa: "lo hemos ofrecido todo".

2.2 La primera lectura nos ha hablado de la generosidad de Dios, que sabe dar siete veces más de lo que le damos, es decir, que multiplica con perfección nuestros dones. Ello se cumple en las palabras y promesas de Jesús en el evangelio, aunque en una proporción aún mayor: "recibirá en esta vida cien veces más en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y tierras" (Mc 10,30).

2.3 Pero hay una apostilla: "con persecuciones". Tiene su gracia esa pequeña anotación. Y su lógica: entrar en la dinámica del Reino de Dios multiplica todo, ¿por qué no podría multiplicar las dificultades? Según esto, participar de la propagación del Reino no es asegurar una vida sin problemas sino vivir con una intensidad mayor y desde una perspectiva distinta las dificultades y gozos de esta vida. Es como una lupa que nos permite reconocer mejor la trama escondida detrás del dolor y detrás de la alegría de la vida. Donde el modelo "Reino de Dios" realmente gana es al final: "y en el otro mundo, la vida eterna".

2.4 Jesús añade una de sus frases paradójicas favoritas: "muchos que ahora son primeros serán últimos, y muchos últimos primeros", expresión que advierte sobre la limitación de nuestro conocimiento de esa vida definitiva y verdadera. Entre las subidas y bajadas de los bienes terrenales, entre la multiplicación de bendiciones y de persecuciones es fácil confundirse y llamar felices a los perdedores o considerar desgraciados a los agraciados.