SÁBADO DE LA SEMANA 7ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Si 17, 1-13

1-1.

Meditación de Ben Sira en torno a los primeros capítulos del Génesis; es Ben Sira el primero de los autores bíblicos que se ocupa sobre el particular, realzando la importancia de estos capítulos.

La idea principal del Siracida parece ser la unidad del cosmos en torno al hombre (vv. 2-4) garantizada por la sumisión de este a la ley (vv. 5-8, 11, 14). Esta visión es probablemente de origen estoico: la filosofía griega veía en la razón del hombre el fermento de la unidad cósmica (cf. el tema de la inteligencia en el v.7), mientras que Ben Sira introduce en esta visión el tema de la fidelidad a la ley y hace de la razón el instrumento de sumisión a la voluntad de Dios y el medio de ratificar su alianza.

El papel del hombre en la naturaleza sobrepasa en mucho al de la razón y la ley: el hombre presta, en efecto, su voz a toda la creación para que alabe a Dios (vv. 10,13).

H/MUNDO/FUNCION: Ben Sira tiene, pues, una visión optimista de la creación y del papel del hombre dentro de ella. Este papel del hombre dentro de la creación está precisado en tres niveles: es, en primer lugar, el organizador de la naturaleza, sobre la que tiene pleno poder, por el hecho de ser imagen de Dios (v. 3). Según Ben Sira, la técnica desplegada por el hombre en él para dominar el universo es presencia de Dios en el mundo, signo de su fuerza (v. 3) y objeto del "estupor" que la creación manifiesta al propio Dios (v. 4). Si Ben Sira viviese en nuestra época, no dudaría de la presencia de Dios en el corazón de los progresos científicos y de las conquistas técnicas.

El papel del hombre en la creación es también de orden ético. No basta vencer el espacio o instalar en cada hogar la electricidad y el gas. No basta reducir las distancias materiales si el hombre permanece separado de su hermano, si en su corazón se hospeda la violencia y guía su mano, si la paz se convierte en un mito de la que se habla mucho pero sin eficacia. El hombre no espiritualiza al mundo mediante su inteligencia solamente, sino también mediante su victoria sobre sí mismo y por el ejercicio libre del amor.

Pero Ben Sira atribuye, además, una tercera dimensión al papel del hombre en la creación: la de la religión. El hombre tiene como misión "religar" la creación a Dios mediante la alabanza y la acción de gracias. Esta alabanza está implícitamente presente cuando el cristiano trabaja en los dos niveles anteriores (Rom 12, 1), convencido de su auténtico sacerdocio y de que Dios está unido a él en sus esfuerzos; pero tal alabanza debe hacerla explícita en determinados momentos, en los tiempos fuertes que le propone la liturgia para celebrar la "misa en el mundo".

Ahora bien: estas tres funciones del hombre en el mundo están hoy en peligro de desaparecer: el hombre está próximo a triunfar sobre la primera de ellas: ha humanizado el universo liberándose de la empresa de lo sagrado y triunfando sobre las cosas, el tiempo y el espacio.

Pero esta victoria le enajena al mismo tiempo que le lleva al anquilosamiento, ya que esta tecnificación no desemboca en un humanismo proporcionado al avance de la técnica; las tecnocracias tienen sumida a la humanidad en un estado infantil y alienante de su libertad.

Este humanismo paralelo a la tecnificación actual no será posible sino después de una revolución profunda y una reforma completa de las estructuras de la sociedad, y especialmente de las tocantes a la cultura.

Finalmente, la tercera, función del hombre en el mundo es la religión. Esta función sufre, igualmente, en la actualidad una crisis, en parte porque el tipo de liturgia que le es propuesto o que él mismo elabora es todavía tributario de la época en que el hombre no ejercía ningún dominio sobre la naturaleza. El pleno y auténtico ejercicio de la función litúrgica del hombre solo se encontrará el día en que el hombre haya rehecho la unidad profunda de su nueva existencia, en el mundo y con respecto a Dios.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 308


1-2.

Ben Sirac, que medita los primeros capítulos del Génesis, pone en evidencia el papel del hombre en la creación.

1º El hombre es un ser frágil y dependiente.

-El Señor formó al hombre de la tierra y de nuevo lo hará volver a ella. Le dio un tiempo determinado y unos días contados.

Señor, concédeme ser a la vez optimista y realista... que tanto sepa yo ver la magnitud de la empresa que me confías, como mi debilidad.

2º El hombre fue encargado por Dios de transformar la naturaleza mediante la ciencia.

-Dióles también poder sobre las cosas de la tierra. Los revistió de una fuerza como la suya y los hizo a su imagen. Les dio juicio, una lengua, ojos, oídos y un corazón para pensar.

Los llenó de saber e inteligencia...

Así la empresa del hombre sobre la naturaleza, la técnica que permite al hombre dominar las cosas, son como una presencia de Dios que va terminando su creación.

Si Ben Sirac viviese hoy se maravillaría de los progresos científicos. ¿Tengo yo también esa mirada positiva?

Se preconiza hoy, a veces, un retorno a la naturaleza.

Ahora bien, hay en ello una cierta ilusión: la naturaleza labora tanto para la vida como para la muerte. Y la situación de nuestros antepasados que no tenían máquinas ni médicos, no era muy de envidiar. Nuestra civilización técnica a pesar de sus excesos no es un mal sino un bien: es verdaderamente una nueva posibilidad de dominar la naturaleza según la orden dada por Dios al hombre.

3º El hombre no desempeña su papel más que siendo un «ser moral».

ETICA/PROGRESO: -Les enseñó el bien y el mal. Los miró al corazón. Les dijo: «Guardaos de toda iniquidad.» Y a cada cual le dio órdenes respecto de su prójimo.

La ciencia y la técnica no bastan, por sí mismas a promover el bien de la humanidad y de la creación. Los problemas de «polución de la naturaleza», la «rarefacción de las materias primas», muestran que la ciencia puede contribuir también a la destrucción. No basta llegar a la luna, domesticar el átomo, distribuir electricidad al mundo entero... es preciso también que el hombre sepa distinguir «el bien del mal», que domine sus violencias y sus instintos, que se abra al amor del prójimo.

La victoria sobre la naturaleza puede traer consigo nuevas y temibles alienaciones si no va acompañada de la victoria del hombre sobre sí mismo. Al universo técnico le falta un suplemento espiritual, es decir, un «alma». Sin ética, la ciencia puede llegar a ser mortífera.

La inteligencia sin amor puede ser más dañina que la falta de inteligencia. Señor, te ruego por los sabios, por todos los que ocupan cargos de alta responsabilidad.

4º El hombre, en fin, tiene una misión «religiosa»: es el encargado de la alabanza.

CREACION/ALABANZA 

-Puso su mirada en sus corazones, para mostrarles las grandezas de sus obras, por eso alabarán su nombre santo, narrando la grandeza de sus obras.

El hombre es el cantor de la creación. Por su inteligencia es el único que puede elevar conscientemente a Dios la acción de gracias del conjunto del cosmos.

Para ello Dios le dio «¡su propia mirada!». Fórmula admirable

¡Sé yo maravillarme? ¿Sé yo alabar a Dios con todas las cosas buenas del universo?

¿Contribuyo a que las liturgias en las que participo sean celebraciones "alegres, gozosas" donde toda la creación, todas las artes puedan participar en esa exultación?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 90 s.


1-3. /Si/16/24-30 /Si/17/01-14

El saber que se transmite de generación en generación incluye la tradición sobre el origen del mundo y del hombre. La afirmación central de esta doctrina dice que todo proviene del Señor: "El Señor creó al principio sus obras" (16,26). Por eso, las obras del Señor están sometidas a un orden, a una especie de mandamiento del que no se pueden apartar. Se diría que los versículos 26-28 expresan la admiración que se siente al contemplar los astros del firmamento, que se mueven sin hambre ni fatiga y sin desviarse jamás de su ruta ni chocar unos con otros. La tierra es distinta. De hecho, tras ordenar los cielos «el Señor se fijó en la tierra», la contempló con una mirada especialmente bondadosa «y la colmó de sus bienes» (29), llenándola de vida. A continuación, «el Señor formó al hombre de la tierra» sin liberarlo del polvo, ya que «le hizo volver de nuevo a ella» (17,2). El hombre es el único ser que el Señor «hizo a su propia imagen» (3). Domina a los animales, que le tienen miedo. Ha recibido inteligencia, lengua y ojos, oídos y corazón, capacidad para conocer y distinguir el bien y el mal.

Además, el Señor «le mostró sus maravillas para que viera la grandeza de sus obras» (8), para que celebren su gloria y cuenten sus grandes hazañas. Más tarde les otorgó el don de la ley, fuente de vida, e «hizo con ellos alianza eterna enseñándoles sus mandamientos. Sus ojos vieron la grandeza de su gloria y sus oídos oyeron la majestad de su voz. Les ordenó abstenerse de la idolatría» (14) y les dio mandamientos sobre el prójimo. Todo proviene del Señor, y todo lo que hace el Señor es bueno. No obstante, la existencia del mal en el mundo y en la vida constituye un enigma y no resulta fácil conciliarla con esa doctrina. De hecho, cuando nos miramos a nosotros mismos o cuando observamos lo que nos rodea no podemos menos de preguntarnos qué ha sido del hombre que salió de las manos del Señor como imagen suya. Con todo, parece preferible creer que todo es bueno, dado que tampoco los hombres están tan seguros de que aquello que llaman mal -y realmente les hace mal- sea realmente el Mal temido y temible.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 388


2.- St 5, 13-20

2-1.

Es la conclusión de la Epístola de Santiago que considera ahora algunos casos particulares:

cuando se está contento...

cuando se está enfermo...

cuando uno se siente pecador...

-Hermanos, ¿sufre alguno entre vosotros? ¡Que ore! Esto parece muy sencillo.

Es la reacción de la gente sencilla, de la gente de pueblo, ¡de todos los pueblos! Sucede incluso que algunos no saben rezar más que en este caso: cuando las cosas marchan mal... Pero es normal. Lo que no es normal es que no sepamos dirigirnos suficientemente a Dios, cuando marchan bien.

Señor, te confío mis preocupaciones. Me detengo a expresarlas concretamente... a orar partiendo de mis dificultades, de mis penas.

-¿Está alguno alegre? ¡Que cante salmos! Esto parece también muy sencillo.

Cuando se es feliz, ¡se «canta»!

Pues bien, seamos de los que «cantan» a Dios. No es por azar que la reforma litúrgica ha sido pensada sobre todo para «hacer participar» a la asamblea del canto y de la plegaria expresada corporalmente.

Y aun estando solo, en una plegaria silenciosa es preciso que yo sea un alma alegre, un alma que canta ante Dios, un alma de acción de gracias y de alabanza. Hay ciertamente muchas cosas buenas que puedo contar a Dios. ¡Tantas maravillas que ha hecho! ¡Tantas cosas buenas que me da!

Señor, te alabo por tus maravillas. Las expreso concreta y detenidamente... orar partiendo de mis alegrías, de lo que me hace feliz.

-¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los «ancianos» -los presbíteros- de la Iglesia que oren sobre él y le unjan con óleo, en el nombre del Señor.

Esto se llamaba antes la Extremaunción... El Concilio ha pedido que se renueve este sacramento, llamándolo en adelante la Unción de los enfermos... y dándolo más generosamente siempre que sea conveniente. No es un sacramento de agonizantes.

Desde el comienzo de la Iglesia, se ve que los Apóstoles, -los Doce- escogieron a unos presbíteros para que colaborasen con ellos y ocupasen algunos cargos en las comunidades. Cada pequeña comunidad de cristianos está estructurada. La familia del enfermo llama a un presbítero; quien no es ahora solamente Don Tal o Cual... es Cristo quien visita a este enfermo. El sacerdote reza y hace la unción "en el nombre del Señor", y no en nombre propio. Dios necesita de los hombres. Dios necesita de los sacerdotes.

-Si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.

Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados.

Mirad pues otro "sacramento" testificado aquí. Incluso si no tiene precisamente la «forma» con que podemos haberlo conocido.

La confesión es también uno de esos sacramentos esenciales que todos debemos redescubrir y renovar. La Liturgia Penitencial colectiva va en el sentido de la más pura tradición -aunque aparezca para algunos como una novedad-: los primeros cristianos debieron «confesarse» sin duda los unos a los otros, con toda simplicidad.

No se nos pide esto. Pero no estamos nunca dispensados de dar a ese rito una dimensión comunitaria y eclesial: mi perdón compromete o frustra el conjunto.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 90 s.


2-2. /St/05/12-20

Sinceridad. Verdad y honradez en la palabra. "Que vuestro sí sea un sí y vuestro no un no" (v 12). Que se comprometan de verdad en lo que dicen, sin ninguna necesidad de tener que apuntalar su palabra con apoyos que por sí solos no son garantía de verdad. «No juréis ni por el cielo ni por la tierra...».

A continuación nos ofrece un conjunto de referencias a la oración. Según parece, ésta se configura en cada caso, vitalmente, según la situación en que nace. Es la vida que ora. Así, el que sufre, que ore; el que está contento, que cante salmos. El que esté enfermo y no pueda valerse, que haga llamar a los presbíteros para que oren sobre él. Como si no hubiera ningún instante en la vida del creyente que fuera extraño al impulso de la plegaria.

Por otra parte, los pecados son como una ley de enfermedad de la cual necesitan ser curados, y es precisamente la oración de unos por otros la que garantiza la curación.

Santiago muestra una gran confianza en la eficacia intercesora de la oración. Al referirse a la plegaria que llama «de fe» espera que el enfermo se ponga bueno y que le sean perdonados sus pecados (cf. v 15). Más adelante hace otra afirmación general en el mismo sentido: «La oración intensa del justo puede mucho» (16); es decir, vale mucho. Y como prueba de cuanto dice, alude a lo que se cuenta de Elías, que, aun no siendo un hombre diferente de los demás, obtuvo por su plegaria el control temporal de la lluvia en aquellas tierras.

La carta de Santiago concluye con la referencia conocida con el nombre de "la corrección fraterna". La caridad cristiana se extiende incluso más allá de no hacer acepción de personas, de dar vestido y alimento a quien pasa necesidad, de no tropezar ni ofender de palabra... A quien verdaderamente la vive, ella le provee de una mano larga y acogedora de amigo y de hermano, e inquieta por buscar y hacer volver al pecador que vea descarriado de la verdad. Tal vez el nombre de corrección que se le da no sea el más adecuado. Más bien, el texto parece sugerir lo valiosa que es para la conversión del pecador esta mano amiga que ama y ayuda.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 635 s.


3.- Mc 10, 13-16

3-1. INFANCIA-ESPIRITUAL:

-Presentáronle unos niños para que los tocase; pero los discípulos los reprendían.

Viéndolo Jesús se enojó... y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos.

Marcos, Mateo y Lucas cuentan esta escena. Pero es interesante comparar los tres relatos: solamente Marcos ha notado que Jesús se enojó... sólo Marcos dijo que los abrazaba... (Mt 19, 13-15; Lc 18, 15-17).

Esto nos revela un Jesús muy "humano", próximo a nosotros... un Jesús que se enoja cuando no está de acuerdo... un Jesús tierno, amoroso, sensible, un Jesús que abraza...

¡Esto pone más en evidencia el contraste entre su actitud y la actitud de los apóstoles, "que regañaban a los niños! ¡Cuando se acaricia a un niño, cuando se besa a un niño, cuando se defiende a los niños... se continúa una actitud profunda de Jesús! Para Jesús ningún ser es insignificante: el mas pequeño, el más débil, el más indefenso, es el más sagrado.

-"Dejad que vengan a mí los niños, y no se lo estorbéis, porque de ellos y de los que se semejan a ellos es el Reino de Dios".

No se trata pues tan sólo de un amor natural, encantador, es una toma de posición teológica, como diríamos hoy: para Jesús, el Reino de Dios no está reservado exclusivamente a los adultos. Los niños son capaces de entrar en relación con Dios de un modo muy auténtico.

Las comunidades primitivas, a las que Marcos se dirigía conocían ya la controversia que subsiste aún en nuestros días: ¿hay que bautizar a los niños pequeños, hay que integrarles a la vida de la comunidad litúrgica, hay que hacerles participar de la eucaristía? Ahora bien, el Judaísmo tendía a considerar al niño como cantidad desdeñable durante su tierna edad: la entrada verdadera en la Sinagoga se hacía alrededor de los doce años. Y en la sociedad romana en tiempo de san Marcos, era todavía más rotundo: el niño estaba en una situación de total dependencia de los adultos.

Las tomas de posición de Jesús "en favor de los niños", en este contexto tienen una resonancia capital: el niño no es insignificante, ¡es una persona! Y delante de Dios tiene un valor infinito. Múltiples palabras de Jesús lo prueban.

-En verdad os digo: "quien no acoge el Reino de Dios como lo hace un niño, no entrará en él.

No solamente el niño es capaz de una verdadera relación con Dios... sino que, en este punto preciso se da como ejemplo a los adultos.

Tratemos de comprender bien la profundidad de este texto capital: no es una exhortación a cualquier infantilismo, ni siquiera una nostalgia de la inocencia y del frescor puro de nuestros años jóvenes... Es una invitación a ponernos en relación con Dios en una total "dependencia" de El: el niño es aquí el símbolo de la disponibilidad, de la dependencia, de la obediencia. El niño no calcula, se da todo él, de una pieza, sin discutir, sin hacer comentarios... mientras que el adulto tiende a perderse en el análisis complicado de sus razonamientos.

El niño dado como ejemplo a los adultos es el que se echa en brazos de su madre y ¡que confía plenamente en ella... para todo! El niño no puede vivir si no es amado. Vive de este amor. Depende vitalmente de este amor. Es para él una cuestión de vida o muerte.

Pues bien, Jesús nos dice: sed así ante vuestro Padre del cielo. Es también una cuestión de vida o muerte: "¡el que no acepta el Reino como lo hace un niño, no entrará en él!" Hay toda una concepción teológica sobre la "gracia", sobre la vida sobrenatural, en esta fórmula aparentemente tan benigna y tan sencilla.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 344 s.


3-2.

1. (año I) Sirácida 17,1-13

a) La página de hoy es como un eco al libro del Génesis, una meditación de sus primeros capítulos, en concreto la creación del hombre. Es un himno de alabanza a Dios por haber creado la raza humana.

El hombre es obra de Dios, está hecho nada menos que a imagen de Dios. ha recibido la facultad de dominar la tierra y todo ser viviente. Ha recibido de Dios boca, lengua, ojos, oídos, inteligencia: para que sepa alabar a Dios y reconocer su presencia. Ha recibido de Dios también otras cosas más profundas: la alianza y una «ley que da vida». De esta ley destaca el sabio dos direcciones fundamentales: una referente al mismo Dios (que eviten la idolatría) y otra «acerca del prójimo».

En resumen, es una visión optimista del hombre. Su grandeza en la creación y a la vez su dependencia de Dios, porque «sus caminos están siempre en la presencia de Dios y no se ocultan a sus ojos».

b)No está mal que recordemos este cuadro tan positivo en todas las direcciones: en nuestro trato con los demás, en nuestra mirada hacia nosotros mismos, en nuestra relación con Dios y con el cosmos.

Ante todo, el aprecio de nosotros mismos. Somos imagen de Dios, porque nos ha comunicado su inteligencia. Nos ha dado un cuerpo que encierra bienes maravillosos.

¿Hemos pensado alguna vez que somos realmente millonarios? ¿cuánto nos costaría comprar un ojo que vea, un oído que tenga el mecanismo necesario para oir, unos pies que sepan caminar, una mente que piense y entienda, unas manos tan trabajadoras como las que ya tenemos de natural, un corazón que late y ama y es el motor de nuestro organismo?

Todo nos lo ha dado Dios. Esta lectura nos invita ante todo a saber apreciar nuestro propio cuerpo y nuestra naturaleza racional. Somos débiles, y a veces se complican las funciones de nuestra persona y enfermamos, pero gozamos de tantos bienes a lo largo de la vida, que apreciamos de veras sólo cuando nos faltan.

Somos invitados, además, a admirar y amar a ese Dios que nos ha pensado y creado. Dios nos conoce, nos ha amado desde siempre, le estamos presentes en todo momento.

Como dice el Salmo de hoy, «él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos de barro: como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles». No está mal que recordemos que el primer mandamiento nos urge a evitar toda idolatría: «No tendrás otro Dios más que a mí».

Pero esto tiene consecuencias también para con el aprecio que debemos tener a los demás, hermanos nuestros, imágenes de Dios como nosotros y coherederos del mismo destino de hijos. Apreciar al prójimo es saber respetar la dignidad de toda persona y tener una actitud de cercanía y ayuda para con todos.

La página del Sirácida, como la del Génesis, es un recordatorio también de nuestra relación de respeto para con el cosmos. Somos los reyes de la creación. Dios nos ha encomendado el cuidado de este mundo: «Le encomendaste el universo entero para que. sirviéndote sólo a ti, su creador, dominara todo lo creado» (plegaria eucarística IV).

Demos gracias a Dios por los bienes que nos concede y revisemos nuestra relación armónica con todos: con Dios, con las demás personas, con la naturaleza cósmica y con nosotros mismos.

1. (año II) Santiago 5,13-20

a) Para el cristiano, la oración debería impregnar todas las circunstancias de su vida, ayudándole a estar unido a Cristo en los momentos de alegría, los de dolor y los de enfermedad.

Santiago, en esta última página de su carta, muestra una gran confianza en el poder de la oración. Ayer traía el ejemplo de Job para invitar a la paciencia: hoy recuerda el de Elías para ilustrar lo que puede la oración de un creyente. Elías, «que era un hombre de la misma condición que nosotros», rezó primero para que no lloviese y luego para que lloviese, según quería subrayar el castigo o el perdón de Dios. En ambas ocasiones su oración fue eficaz.

El pasaje que se refiere, en la lectura de hoy, a los presbíteros de la comunidad que oran sobre un enfermo, a la vez que le ungen con óleo, se ha interpretado siempre como un primer testimonio del sacramento cristiano de la Unción de enfermos: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia y que recen sobre él, y la oración de fe salvará al enfermo y el Señor lo curará».

La carta termina con un gran elogio de la corrección fraterna: el que logra recuperar a un hermano que se estaba desviando, se salvará de la muerte él mismo y sepultará un sinfín de pecados.

b) Nos irían mucho mejor las cosas si «oráramos nuestra vida». O sea, si las diversas experiencias de nuestra historia, tanto las alegres como las tristes, las convirtiéramos en oración y en comunicación con Dios. Por ejemplo, si en los momentos de enfermedad hiciéramos nuestras las palabras del salmista: «Señor, mis ojos están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes indefenso».

UNE: De modo particular hoy se nos invita a revisar nuestra postura ante el sacramento de la Unción de los enfermos, que, por desgracia, desde hace siglos está demasiado unido a la idea de la muerte. Por más que se ha cambiado el nombre de Extremaunción por el de Unción de enfermos, está resultando difícil desligar la recepción de este sacramento, pensado para los enfermos cristianos, de la idea de los moribundos.

En la Unción, por la mediación de la Iglesia, se nos comunica la fuerza salvadora de Cristo Jesús, vencedor del mal y de la muerte. Se nos quiere aliviar en nuestra dolencia, por la gracia del Espíritu. Es expresiva la palabra que el sacerdote dice mientras unge al enfermo en la frente y en las manos: «Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad».

En otra oración se pide a Cristo Jesús que cure el dolor del enfermo, sane sus heridas, perdone sus pecados, ahuyente todo sufrimiento y le devuelva la salud espiritual y corporal. Palabras que nos invitan a no tener miedo a este sacramento y a presentarlo como la ayuda que Dios ha pensado darnos en nuestra enfermedad, para transmitirnos la salud del cuerpo y del alma o al menos aliviarnos de nuestros males y darnos la fuerza para soportarlos.

2. Marcos 10,13-16

a) De nuevo son los niños los protagonistas de la enseñanza de Jesús, en una escena muy breve pero hermosa y esperanzadora.

Los niños eran muy poco considerados en su época. No valÍa la pena gastar tiempo con ellos. Los apóstoles no tienen paciencia y riñen a los padres que los traen. Pero Jesús, que atendía a todos, sobre todo a los pobres y abandonados de la sociedad, tiene tiempo también para los niños, les abraza y bendice: «Dejad que los niños se acerquen a mí».

Además les pone como modelos para los que quieran entrar en el Reino de Dios: «De los que son como ellos es el Reino de Dios».

b) ¿Qué cualidades de los niños tendríamos que copiar nosotros para merecer estas alabanzas y garantías de Jesús?

Porque se nos dice que para salvarnos tendremos que ser como ellos y «aceptar el Reino de Dios como un niño». Ya había dicho Jesús a Nicodemo (Jn 3) que el que no «vuelva a nacer» no entrará en el reino de los cielos, o sea, que hay que «hacerse de nuevo niño».

Jesús ya sabe que los niños no sólo tienen virtudes: también saben ser caprichosos y egoístas. Pero lo importante para Jesús es que los niños viven en una situación de indefensión, son «insignificantes", necesitan de los demás, no son autosuficientes porque carecen de medios. Son receptivos y abiertos a la vida y a los demás.

De igual modo nosotros, si nos sentimos llenos de nuestras propias riquezas y confiados en nuestras fuerzas, seguro que no recurriremos a Dios ni estaremos convencidos de que necesitamos ser salvados, ni aceptaremos el Reino de Dios. Eso sólo sucederá si somos como niños, inseguros de nosotros, convencidos de la necesidad que tenemos de Dios. No se nos invita, claro está, a un infantilismo espiritual. Pero sí a no ser complicados, a tener confianza en Dios, a sentirnos hijos en su familia y estar disponibles y receptivos a su

Palabra y su gracia. Las personas sencillas, sin complicaciones excesivas, son las que saben convivir con los demás y también las que acogen mejor los dones de Dios.

De paso, no estaría mal que copiáramos la actitud de Jesús acogiendo amablemente a los niños, que entonces y ahora también saben poner a prueba la paciencia de los mayores. Una comunidad eclesial que celebra con gozo el bautismo de los niños, que luego les acompaña en su proceso de formación cristiana y les prepara para recibir en la Confirmación el don del Espíritu y para acudir a la mesa eucarística durante toda su vida, es la que imita al Jesús que les atendía y les bendecía: «Dejad que los niños se acerquen a mí».

«La misericordia del Señor sobre sus fieles dura siempre» (1ª lectura, I)

«Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus hijos» (salmo, I)

«¿Sufre alguno de vosotros? Rece» (1ª lectura, ll)

«El que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 205-210


3-3. SANTOS CON PAÑALES

"Cada cosa a su tiempo y en su lugar"... Lo escribía en la pizarra, al comienzo de cada sesión de catequesis, el Padre Marcelino, un capuchino de larga barba blanca, cuya presencia imponía, a la vez, un enorme respeto y una inmensa ternura. Él me preparó para la Primera Comunión, él me enseñó a confesar mis pecados con sencillez, él abrió mis ojos a la alegría de recibir a Jesús Sacramentado. Pocos días después de comulgar por primera vez, manifesté en casa el deseo de acudir todos los días al Santo Sacrificio, y mi padre se encargó de que mis ansias se vieran cumplidas. Él venía conmigo cada tarde a la iglesia, para que yo no me quedase con hambre. No he podido olvidar las enseñanzas de aquel capuchino; aún hoy, después de muchos años, las transmito a los niños tal y como las recibí de sus labios. Tampoco he podido olvidar el gozo de aquellas comuniones de la infancia, ni la oración con que mis padres me enseñaron a dar la bienvenida a Jesús cuando comulgaba: "gracias, Dios mío, por todo lo que me has dado".

Anoto estos recuerdos de infancia porque quisiera con ellos resaltar la gravedad del mandato de Jesús: "Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis". Sabe el Señor, mejor que nadie, que el alma del niño es como cera; que cuanto se imprime en ella con cariño queda grabado para siempre; que muchos adultos extraviados han vuelto a la fe porque no supieron olvidar sus devociones de infancia... Y se complace Jesús en la cercanía de los niños, porque los niños se entienden con Él mejor que nadie. Os contaría mil anécdotas, mil historias... Pero, si tenéis hijos pequeños, vosotros podríais contarme otras mil a mí. Por aquí ronda un chiquitín -cuatro añitos- que, al entrar en la capilla, se desata de los brazos de mamá y corre hacia el Sagrario gritando: "¡Jesús, Jesús!". Luego, en su peculiar liturgia, se encamina al Crucifijo, lo señala con el dedo y dice: "¡Jesús pupa!"... Y, después, se queda mirando el paño que cubre las caderas del Crucifijo, lo confunde con un pañal, y exclama mientras levanta su mano: "¡Jesús caca!"

Papás y mamás que me leéis: ¡Cuidado con los niños, que son de Dios! Si los exponéis durante horas al televisor, criaréis infelices. Al Padre Marcelino no puede sustituirlo nunca el recuerdo de Bisbal o de Ainoa... Pero si los exponéis a Dios, criaréis santos. Enseñadles a rezar, rezad con ellos cada noche e invitadlos a que se arrodillen ante el cuadro que debe haber sobre el cabecero de su cama, llevadlos a la iglesia para que os vean hacer con devoción la visita al Santísimo, acercadlos a Misa aunque armen ruido -ya les iréis enseñando a estar calladitos-, leedles vidas de santos... Y, sobre todo, hacedles caso cuando os hablen de Dios u os pregunten por Él. "Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis"... Enseñadles a amar a la Virgen y a besar con ternura infantil sus imágenes. Os aseguro que no podéis hacerles un bien mayor.

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3-4. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Nada cesa definitivamente en la vida. Los ojos nunca mueren. Siguen viviendo nuestras raíces y, al fondo de todas ellas, sigue existiendo un niño. No dejamos de ser niños. Y no hay nadie que no tenga nostalgia de aquellos años. Sencillamente porque en aquella época amábamos. Amábamos a nuestro pare y a nuestra madre. A su sombra vivíamos, en ellos confiábamos, a su lado nada temíamos. Estando en los brazos de nuestra madre vivíamos felizmente.

Las cosas son así y no les demos vueltas. Uno que ha tenido una madre, un rostro, un pecho, una sonrisa frente a sus ojos para que estos recojan luz personal y no s´lo luz natural, vive en una relación de confianza primordial, de alegría originaia, de real felicidad. El mundo le parece algo bueno, sano, cabal, que le es regalado por la vida para acogerlo y no para hacerle daño.

Ni el dolor, ni el pecado, ni la ofensa han introducido todavía en él la desconfianza, el recelo, el desamor.

Jesús, en el evangelio de hoy, nos invita a ser como niños: "Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos". Nos está invitando, pues, a ser como ellos, pero pensando en Dios, nuestro Padre. Nos invita a vivir a la sombra de Dios Padre, confiados en Él, seguros de Él.

Si viviéramos de este modo ...

Vuestro amigo.

Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)


3-5. CLARETIANOS 2003

Empezamos el tercer mes del año. Pronto, en el hemisferio norte, comenzará la primavera tras un invierno que ha sido duro. Esperemos que nos traiga también una buena dosis de esperanza.

Lo que Ben Sira nos ofrece hoy es –digámoslo con una palabreja muy en boga– una “relectura” de los relatos de la creación que se nos ofrecen en los dos primeros capítulos del Génesis. El mensaje central es este: Dios hizo al hombre a su propia imagen. Por eso, como canta el salmo 102, siente ternura por sus hijos, porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos de barro. En momentos de plenitud personal cuando nos aupamos sobre la peana de nuestra buena salud, de nuestros éxitos profesionales, de nuestra creatividad, nuestra condición de “imágenes de Dios” tiene algo de decorativo, como si fuera la guinda que ponemos sobre un pastel que hemos preparado con nuestras fuerzas. Pero llega un momento en el que el pastel se va desmoronando. Entonces, lo que parecía decorativo salta al primer plano. Recuerdo la conversación con un anciano que cuando me explicaba que se sentía hijo de Dios no podía contener las lágrimas. ¡Como si hubiera tardado toda una vida en comprender lo que en momentos de plenitud apenas resuena! Esto es sabiduría.

Los discípulos de Jesús aparecen otra vez en el ignominioso papel de guardaespaldas del Maestro. El miércoles pasado estaban empeñados en prohibir que un espontáneo echara demonios porque no es de los nuestros. Hoy dificultan el acercamiento de un grupo de niños a Jesús. El texto de Marcos dice literalmente que los discípulos los regañaban. Ya hemos dicho en varias ocasiones que para la mentalidad judía un niño no es un símbolo de bondad, inocencia y pureza, sino de desvalimiento. No era común esa imagen emocionalmente idealizada que tenemos del niño en nuestras sociedades contemporáneas. Los niños no tenían libre acceso a Jesús porque eran seres que no contaban. Por eso, como el mismo texto indica, fueron presentados. Jesús aprovecha la circunstancia para aclarar que de los que son como ellos es el Reino de Dios. Es decir, de los que no cuentan, de los que son regañados, de los que tienen dificultades de acceso a él, de los que tienen que ser presentados por otros, de los que, en medio de su impotencia, desean ser tocados.

En el relato de hoy Jesús aparece con una personalidad llena de contrastes. Por una parte, se enfada con los discípulos, no quiere que se conviertan en barrera los que están llamados a ser servidores. Por otra, abraza, bendice e impone las manos a los niños. Más allá de las resonancias sacramentales de estos gestos, descubrimos a un Jesús humano, que sabe reaccionar como conveniente en cada momento.
Hasta otra ocasión. Feliz fin de semana.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

v. 13 Le llevaban chiquillos para que los tocase, pero los discípulos se pusie­ron a conminarles.

Chiquillos, como en 9,36: nuevos seguidores de Jesús, no procedentes del judaísmo, que aceptan plenamente su programa. Los discípulos quie­ren impedir que se acerquen a Jesús y les conminan como si tuviesen un mal espíritu (como Pedro a Jesús en 8,32). Aparece de nuevo la tensión entre los dos grupos (cf. 9,37).



v. 14 Al verlo Jesús, les dijo indignado: «Dejad que los chiquillos se me acer­quen, no se lo impidáis, porque sobre los que son como éstos reina Dios».

Jesús se indigna. Su prohibición: no se lo impidáis, relaciona esta perícopa con la del exorcista (9,39), figura de un seguidor no israelita. Tienen derecho al contacto con Jesús porque, gracias a su opción, Dios reina sobre ellos; de los que son como éstos (lit. «de estos tales»), es decir, de los que se hacen «últimos de todos y servidores de todos» (9,35).



v. 15 Os lo aseguro: «quien no acoja el Reino de Dios como un chiquillo, no entrara en él».

Jesús termina con un dicho solemne (Os lo aseguro): La actitud de estos seguidores es la necesaria para entrar en el Reino, cuya primicia es la comunidad cristiana. Para ellos, el Reino ya no está cerca (1,15): su opción por Jesús ha colmado la distancia que lo separaba y entran en él. Son modelo de aceptación/acogida del reinado de Dios.



v. 16 Y, abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos.

Como hizo Jesús antes con un «chiquillo» (9,36), también aquí abraza a éstos, mostrándoles su identificación y afecto. Ya se ha notado la correspondencia entre «abrazar» y «ser hermano, hermana y madre» de Jesús (3,35). Al gesto del abrazo se une la bendición de Jesús, la abun­dante comunicación de vida a los que han producido (4,24s).

COMENTARIO 2

Los niños en la antigüedad eran el símbolo de la total indefensión. (En esto sí que se parecen los tiempos actuales a los de entonces). En caso de guerra, hambre o enfermedad eran los que primero sufrían. Cuando a un individuo lo insultaban llamándolo "niño", no le querían decir que era inmaduro tanto como decirle que era vulnerable, débil o indefenso. Cuando una persona reconocida como un médico, o un Maestro llegaba a una aldea, la gente buscaba estar cerca de él para recibir influjos benéficos. Las madres buscaban que los niños recibieran alguna bendición que los protegiera de la enfermedad y de la muerte.

Los discípulos querían evitar que los niños tocaran a Jesús porque eso no estaba bien para una persona reconocida y admirada como su maestro. Sin embargo, Jesús se empeña en subvertir el orden de cosas y les permite que se acerquen para darles una bendición. Exhorta a los discípulos a cambiar su manera de ver las cosas de manera que comprendan que en la nueva comunidad el puesto principal lo ocupan las personas sencillas e insignificantes.

Esta actitud de Jesús está en la línea de los "últimos" avances de la humanidad. Hasta hace sólo cien años, los niños no han sido considerados jurídicamente como personas, sino como propiedad de los padres, y eran puestas a trabajar tan pronto como eran capaces. Ha sido sólo después de la primera guerra mundial del pasado siglo que en la recién creada Liga de las Naciones se comenzó a pasar de los planteamientos "caritativos" a la consideración de que el niño es un sujeto con derechos, lo cual todavía es hoy día un desafío bien grande para las creencias o prejuicios muy arraigados en muchas personas y sociedades. El informe anual de UNICEF sobre la "Situación mundial de la infancia" podría ser un buen complemento para la meditación de esta página del evangelio de hoy.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

Una vez más insiste Jesús en la importancia de acoger en la comunidad a los que no cuentan, representados esta vez por los niños. Los niños en nuestra sociedad son con frecuencia el centro de atención de la familia. Cuanto más desarrollado es un país, más desciende el nivel de natalidad y los niños son más valorados. No sucedía lo mismo en tiempos de Jesús. Los niños eran sinónimo de los últimos, de los que no cuentan; no se sentaban a la mesa a comer con los padres, sino con los criados. Niño y criado era con frecuencia sinónimos: ambos pertenecían al grupo de los sometidos, de los dependientes.

Jesús no quiere una comunidad en la que haya unos que cuenten y otros no; donde haya dominadores y dominados, señores y siervos. Sus discípulos, sin embargo, no estaban en esa onda y, por ello, cuando ven que acercan los niños a Jesús, los conminan para que se dispersen como si se tratase de demonios. Jesús se indigna por la actitud de los discípulos y les anuncia que el reino de Dios -del que la comunidad cristiana es una primicia- es de los que son como niños, o lo que es igual, de quienes se han hecho como niños: servidores y últimos. Para entrar en él hay que deponer todo deseo de preeminencia, de poder , de dominación y de señorío. El discípulo debe saber que la comunidad no tiene nada más que un Señor que se ha hecho servidor de todos hasta la muerte. No es el discípulo más que el maestro. ¿Estamos de acuerdo en esto?

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. DOMINICOS 2003

Ternura de Dios, infancia del hombre
Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles. Él conoce nuestra masa y se acuerda de que somos barro. Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como flor del campo, que el viento roza, y ya no existe; su terreno no volverá a verla (Salmo 102).
Con esas palabras del salmo interleccional nos introducimos en la liturgia de hoy, y saludamos a la santísima virgen MARÍA, obra perfecta de la creación entre las obras de Dios.
Y lo hacemos rememorando nuestra infancia física y espiritual. A ello nos animan los textos bíblicos hoy utilizados. El libro del Eclesiástico se dirige a nosotros sentándonos al calor del fuego amoroso de la creación del cosmos y del hombre por las manos de Dios padre; y el Evangelio nos devuelve a la sencillez de la infancia que aproxima a Dios y a los niños.
Si unimos el don de la creación, por la que existimos, el fuego de amor que anima la creación y la mantiene, y la cercanía del Señor que nos enseña a vivir en el espíritu de criaturas agradecidas, tenemos trazado un cuadro existencial en el que puede y debe darse nuestra amistad, solidaridad, compromisos de hijos-amigos.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, Padre creador, Hijo iluminador, Espíritu impulsor, haced que todos los mortales adquiramos conciencia de “criaturas amadas”, que todas actuemos en actitud solidaria, que todas miremos a Jesús y a María como modelos de fidelidad a imitar, y que en todas las cosas  descubramos la huella o imagen del Creador. Amén.

Palabra y Espíritu sobre la arcilla
Libro del Eclesiástico 17, 1-13:
“El Señor formó al hombre de la tierra, y le hizo volver de nuevo a ella; le concedió un plazo de días contados y le dio dominio sobre la tierra; lo revistió de un poder como el suyo, y lo hizo a su propia imagen. El Señor impuso el temor al hombre en todo viviente, para que él dominara a bestias y aves. Les formó a los hombres con boca y lengua y ojos y oído,  y con mente para que pudieran entender; y los colmó de inteligencia y sabiduría, y les enseñó el bien y el mal...”
Hermosa gavilla en que se recogen todos los dones creados en el hombre: boca, lengua, ojos, oídos, inteligencia, voluntad, conciencia moral, sabiduría... Todo, como obra de Dios que hace al hombre a su imagen.
Evangelio según san Marcos 10, 13-16:
“En aquel tiempo, presentaron a Jesús unos niños para que los tocara, y los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis. De los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazaba a los niños y los bendecía imponiéndoles las manos”.
Esas palabras de Jesús se engarzan perfectamente con el relato anterior de la creación del hombre a imagen de Dios. Dios, como padre, crea al hijo a su imagen, y lo lleva en sus entrañas como una madre lleva a su hijos, y les cuida en su desvalimiento. Quien no se deja cuidar por Dios, como niño, ha equivocado su papel en la historia salvífica.

Momento de reflexión
De la dignidad a la responsabilidad.
El tono del libro del Eclesiástico no puede ser más halagüeño para la criatura humana que Dios creó; y el catálogo de dones y perfecciones no puede ser más similar a la descripción hecha en el libro del Génesis.
El Eclesiástico reconoce la obra del Señor, se maravilla de ella, descubre los destellos especiales de los seres inteligentes y libres, y deja suavemente insinuada la responsabilidad consiguiente.
Atención a esa responsabilidad que se otorga al hombre. Ella es la que ha de medir, en su ejercicio noble, el grado de la respuesta que damos al Creador. Quien nos dio vida, ojos, lenguaje, corazón, sentimientos, inteligencia, nos dio responsabilidad y conciencia moral. Obrar como si no la tuviéramos sería un craso error humano y religioso. Miremos a Cristo naciendo, luchando, muriendo, resucitando, porque se entregó hasta la consumación.
Responsabilidad e infancia: De los que son como niños se forma el Reino de Dios. 
Vale la pena que valoremos cada palabra. No es que los niños –por su condición inmadura- sean un modelo de generosidad, de sacrificio, de abnegación por los demás. Apliquémoslo a la infancia que en los tiempos se cultiva: niños consentidos en sus deseos, prematuramente adultos para que consuman, intensamente caprichosos y derrochadores, mal educados en el uso de su libertad a fuerza de concesiones sin cuento.
No es ese aspecto deficiente -motivado en gran parte por los mayores- lo que Jesús aplaude. Lo bueno que Jesús aplaude en los que “son como niños” es que saben ponerse en brazos de sus padres, saben confiarse en sus mayores, y reciben y dan su mejor cariño.
Querer recibir amor de Dios y darle amor, es la puerta del Reino.
Santa María, Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a todos a ser como niños,  sencillos como palomas y prudentes como serpientes.


3-9. Fray Nelson Sábado 21 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: El Señor hizo a los hombres conforme a su propia imagen * El que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.

1. Dos libros, un mensaje
1.1 Es maravilloso encontrar en los libros sapienciales de la Biblia ese vínculo que une la revelación de Dios en la obra de la creación y su revelación en la historia de nuestra salvación.

1.2 Es así que observamos cómo en el pasaje de la primera lectura de hoy se mencionan las obras propias de la creación, que son como un "primer libro" de la revelación divina, y después, en secuencia natural, las palabras de la Ley, que vienen siendo como un "segundo libro" de su revelación a nosotros, según esa gesta imponente que traviesa los siglos y que tendrá su culminación en Jesucristo: la gesta de nuestra redención.

1.3 Por creación tenemos inteligencia; por redención tenemos la gracia de escuchar su Palabra. Por creación tenemos el oído; por redención, qué oír. por creación tenemos ojos; por redención la maravillosa posibilidad de contemplar un día el rostro de nuestro Hacedor y Redentor.

2. "Dejad que vengan a mí"
2.1 Cuando miramos a los apóstoles en su improvisada tarea de niñeros exasperados la escena resulta cómica ante nuestros ojos. Menos gracioso es pensar todo lo que el mundo, nuestro mundo contemporáneo, hace para que los niños NO se acerquen a Jesús. Y por eso, como mensajeros de la santa indignación que sufrió Nuestro Señor en aquel momento, es deber nuestro hacer todo para que el deseo de su corazón se cumpla y los niños le puedan conocer, y recibir su abrazo y su bendición.

2.2 Para que los niños NO se acerquen a Jesús el mundo intenta borrar toda frontera entre el bien y el mal, de modo que la palabra "pecado" nunca aparezca, la noción de culpa no exista y el único motor de la vida sean los propios intereses, gustos o beneficios personales. Un niño así malformado en su alma jamás descubrirá su propia responsabilidad ante Dios y ante los hermanos, y por consiguiente jamás sentirá que necesita de la gracia divina para alcanzar su genuino y pleno ser. Como nos ha enseñado el Papa Juan Pablo II: desaparecida la noción de pecado, desaparece la noción de la gracia.

2.3 Para que los niños NO se acerquen a Jesús nuestro mundo los vuelve supersensibles a sus placeres y super insensibles al dolor del prójimo. Obsesionados por sus demandas de disfrute sin límites no tienen ojos para aquellos a quienes Jesucristo dedicó lo mejor de su tiempo, su amor y sus fuerzas.

2.4 Pero lo más importante de lo que venimos diciendo es que semejante estado de cosas NO es definitivo ni estamos condenados simplemente a ver desmoronarse primero la niñez y luego la juventud. El mismo Jesús que con su amor se abrió paso hasta abrazar y bendecir los niños, está vivo y actuante entre nosotros. Su mismo celo por la gloria de Dios y por la salvación de los hombres hará maravillas en todos los que nos pongamos a su servicio y nos dejemos cobijar en su corazón.