MARTES DE LA SEMANA 7ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Epístola de Santiago 4,1-10.

¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones. ¡Corazones adúlteros! ¿No saben acaso que haciéndose amigos del mundo se hacen enemigos de Dios? Porque el que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. No piensen que la Escritura afirma en vano: El alma que Dios puso en nosotros está llena de deseos envidiosos. Pero él nos da una gracia más grande todavía, según la palabra de la Escritura que dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Sométanse a Dios; resistan al demonio, y él se alejará de ustedes. Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Que los pecadores purifiquen sus manos; que se santifiquen los que tienen el corazón dividido. Reconozcan su miseria con dolor y con lágrimas. Que la alegría de ustedes se transforme en llanto, y el gozo, en tristeza. Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.

Salmo 55,7-11.23.

¡Quién me diera alas de paloma para volar y descansar!
Entonces huiría muy lejos, habitaría en el desierto.
Me apuraría a encontrar un refugio contra el viento arrasador y la borrasca.
Confunde sus lenguas, Señor, divídelas, porque no veo más que violencia y discordia en la ciudad,
rondando día y noche por sus muros. Dentro de ella hay maldad y opresión,
Confía tu suerte al Señor, y él te sostendrá: nunca permitirá que el justo perezca.


Evangelio según San Marcos 9,30-37.

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1.- Si 2, 1-13

1-1. TEMOR-DE-D HTSV/HT-HM

Quien se decide empezar a vivir al servicio del Señor no emprende un camino fácil. Las dos lecturas de hoy no disimulan las dificultades sino que las resaltan. Será imprescindible vigilar y guiar el corazón, valentía y serenidad de espíritu para perseverar en este camino. Porque inexorablemente vendrá la hora de la prueba, "de la desgracia".

La desgracia, que puede venir de cualquier parte, se ve y se sufre, y sacudirá los cimientos de la voluntad de servir al Señor, al que no vemos ni gozamos. Y servir al Señor significa mantenerse firme ante cualquier prueba y en medio de ella rechazar toda confianza en los hombres, incluso en uno mismo y abandonarse en brazos del Señor. No confiar, por tanto, en nada de lo que se ve, sino sólo en el Señor invisible.

Pero esto es fácil de decir. En realidad el asedio del mundo visible a la voluntad del hombre que se decide servir al Señor será constante y tenaz, imprevisible e insospechado. Las pruebas serán como de fuego y humillación al hombre que confía en el Señor, como el fuego prueba el oro.

Por otra parte, el Eclesiástico precisa hoy qué entiende por temor del Señor. No se trata de un sentimiento que aturde y agobia, que provoca rigidez mental o pequeñez de espíritu, anulando la voluntad.

El temor del Señor nace más bien de la mirada clara que lleva a descubrir que sólo el Señor es digno del servicio del hombre; sus palabras, las únicas a las que se puede hacer caso; sus caminos, los únicos que vale la pena seguir, su ley, la única que merece ser obedecida.

El es el único Señor verdadero, como lo ha demostrado con su inalterable y continua fidelidad a la confianza que se ha puesto en él. Solamente de él y de nadie más, se puede decir que "es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro".

El temor de Dios, es decir, el sentido religioso de la existencia, es una tarea: una pedagogía de parte de Dios (Dt 8,5): Date cuenta de que Yavhé tu Dios te corregía como un hombre corrige a su Hijo" Pero es también un aprendizaje de parte del hombre, como no es enseñanza teórica, sino práctica, el hombre debe entregarse a ella de lleno. La vida se aprende viviendo y Dios quiere enseñar por la vida para la vida.

Esto incluye experiencias múltiples y también pruebas. Por eso el hombre ha de comenzar este aprendizaje contando de antemano con las experiencias duras que le va a presentar la vida, pero que entran en la pedagogía de Dios: y las debe afrontar con valentía y constancia.

Pero no se trata de una simple valentía humana, sino de algo más profundo y sólido: el hombre descubre en la prueba la mano exigente que deja sufrir y la mano fuerte que sostiene y fortalece.

Este descubrimiento llena al hombre de confianza, y así, lo que es destino común del hombre, se convierte para él en experiencia de Dios: y toda su vida adquiere sentido, como historia personal de salvación.

Hay un error profundo en dividir la historia en "historia sagrada" e "historia profana" como si la historia de la salvación ocurriera al margen de la historia de la humanidad. Sólo hay una historia, la historia de la salvación es la salvación en la historia y se está dando desde el principio de la creación.

La vida y la historia poseen una dimensión invisible a los ojos de la carne, un misterio "más allá interior". Lo mismo que la mirada del artista cuando contempla un cuadro penetra mucho más profundamente que la del hombre de la calle; o el enamorado cuando lee la carta de la novia ve mucho más allá de ese trozo de papel que tan fácilmente se arruga, así el cristiano frente al hombre, frente al mundo, y frente a su historia personal, "ve más allá" que los demás hombres. Es un vidente, San Pablo cuando escribe a Tito, llama a los cristianos los hombres del "superconocimiento" epignosis.

Los hombres que carecen de ojos para ese "más allá interior" creen que Dios no existe; en cambio los hombres del "superconocimiento" lo descubren en las mismas realidades en que aquellos no vieron nada.

El evangelio nos dice que el discípulo de Cristo debe entrar generosamente -lo mismo que Jesús- en el plan del Padre, que no resulta nada agradable humanamente, sino que exige sacrificio.

Jesús camina con el deseo de encajar su vida en la voluntad del Padre: de muerte y resurrección. Nosotros caminamos con Cristo -pero haciendo el tonto- viendo quién va a ser tenido como más importante.

Debemos pedir la sabiduría de Dios.


1-2.

-Hijo mío, si te dispones a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, permanece firme y valiente, no te atormentes cuando llegue la adversidad.

El optimismo fundamental, apoyado en la convicción de la sabiduría de Dios, no impide a Ben Sirac ser realista: desde el segundo capítulo, cuida de advertir a su discípulo que la prueba no le será dispensada. El libro de Job abordó ya esa cuestión de modo inolvidable. En efecto, el creyente, como el no-creyente, ve el mal que hay en el mundo. Las maravillas de orden global reinante en la «naturaleza» no le impiden ver también los desórdenes que la afean: los millones de hombres que mueren de hambre, los cataclismos colectivos, los sufrimientos individuales, la enfermedad, la muerte. A diferencia de Job, Ben Sirac no plantea preguntas radicales sobre el mal. Hombre práctico, se contenta con dar consejos concretos sobre las actitudes a tomar cuando viene la prueba.

1º Tener paciencia, aceptar, esperar el final

-Sé fiel, no te separes para que seas exaltado al fin de tu vida.

Todo lo que te sobrevenga, acéptalo; en los reveses de tu humillación, sé paciente.

Es la sabiduría elemental de la mayoría de los pueblos: hay que acomodarse al dolor lo mejor posible. .. siempre que se presente .

Pero no está prohibido pensar que las cosas se arreglarán, de ahí la invitación a «esperar», a «tener paciencia»; ver la prueba como algo temporal que un día terminará. Vieja filosofía de siempre. ¿Qué ponía Ben Sirac tras esas palabras «sé fiel para que seas exaltado al final"? ¿Veía una glorificación, una "exaltación" de los que han padecido? ¿Cómo, dónde, cuándo? Y nosotros, con las luces más precisas que la Pascua aporta al Viernes Santo, ¿qué ponemos detrás de esas palabras? Leo de nuevo, lentamente las exhortaciones del sabio, aplicándolas a Jesús en su misterio pascual... a mis propias pruebas... y a las pruebas del mundo.

2.° La prueba es fuente de purificación, de valores, «templa los caracteres".

-Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios, en el crisol de la humillación.

Es mejor no usar a menudo ese argumento con los que vemos que sufren. No hay nada peor, a veces, que dar «buenos consejos» a los que están sufriendo. No obstante, convendría que nos aplicáramos ese argumento a nosotros mismos.

Es un hecho de experiencia que si la prueba es a veces destructora, por lo menos aparentemente, también tiene, a menudo, un misterioso poder de valorización del hombre.

Es un crisol. En él se decantan las impurezas y las gangas y aparece lo esencial del metal.

3.° Lo ideal sería vivir la prueba «en compañía» de Dios.

-Confiate a El y El te sostendrá... Espera en El.

Los que adoráis a Dios, contad con su misericordia... Confiaos a El y no os faltará la recompensa. Los que adoráis a Dios, esperad sus beneficios: gozo eterno y misericordia.

El drama extremo es, precisamente, que el sufrimiento pueda hacernos dudar de Dios.

Pero, aquí también, la experiencia corriente nos muestra que el hombre de Fe puede hallar en la "presencia" de Dios un reconfortante del cual suele verse privado el ateo. Pero no es algo automático. Ese "compañerismo" que Dios ofrece a los que sufren ha supuesto para El vivir personalmente la cruz del hombre, en Jesucristo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 82 s.


1-3. /Si/02/01-18

Quien se decide a ponerse al servicio del Señor, no emprende un camino fácil. El texto de hoy no disimula las dificultades, sino que las resalta. Será imprescindible vigilar y guiar el corazón, valentía y serenidad de espíritu para perseverar en este camino. Porque inexorablemente vendrá la hora de la prueba, "de la desgracia". La desgracia, que puede venir de cualquier parte, se ve y se sufre, y sacudirá los cimientos de la voluntad de servir al Señor, al que no vemos ni gozamos. Y servir al Señor significa mantenerse firme ante cualquier prueba y en medio de ella rechazar toda confianza en los hombres -incluso en uno mismo- y abandonarse en brazos del Señor, el único cuya misericordia va unida a la grandeza (18). No confiar, pues, en nada de lo que se ve, sino sólo en el Señor invisible.

Pero esto es fácil de decir. En realidad, el asedio del mundo visible a la voluntad será constante y tenaz, imprevisible e insospechado. Las pruebas serán como de fuego y humillarán al hombre que confía en el Señor, como el fuego prueba el oro. El mundo y los hombres no son insensibles al agravio de negarles toda confianza.

TEMOR/QUÉ-ES: Por otra parte, el Eclesiástico precisa hoy qué entiende por temor del Señor. No se trata de un sentimiento que aturde y agobia, que provoca rigidez mental o pequeñez de espíritu, anulando la voluntad. El temor del Señor nace más bien de la mirada clara que lleva a descubrir que sólo el Señor es digno del servicio del hombre; sus palabras, las únicas a las que se puede hacer caso; sus caminos, los únicos que vale la pena seguir; su ley, la única que merece sumisión. Al mismo tiempo, el Señor es el único ante el cual puede humillarse el hombre (15-17). E1 es el único Señor verdadero, como lo ha demostrado con su inalterable y continua fidelidad a la confianza que los hombres han puesto en él. Solamente de él, y de nadie más, se puede decir que «es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro» (11). Sin embargo, el temor del Señor es el único camino por el que el hombre llega a ser libre y a liberarse por completo.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 378 s.


2.- St 4, 1-10

2-1.

¿De dónde esos conflictos? Santiago está inquieto por los conflictos que surgen en las comunidades cristianas.

1º.El deseo de gozar. Todos esos instintos que luchan dentro de vosotros. Estáis llenos de codicia. Primera causa de discordias: el amor propio, la codicia, el deseo de los bienes materiales. Todo empieza en el fondo de nuestro corazón.

2º.La envidia a los demás. Cuántas tristezas provienen del hecho de compararnos con los demás. Señor, enséñanos a ser realistas y aceptar sinceramente nuestras limitaciones, nuestro temperamento. Ayúdanos a alegrarnos de las cualidades de los demás.

3º.La oración mal hecha. Llegamos a querer utilizar a Dios y traerlo a nuestra voluntad.

La envidia pasa a ser plegaria. Es una oración centrada en mí mismo. No dirigida más frecuentemente a las necesidades de los demás que a las propias.

4º.El amor del mundo. Adúlteros... "El amor de este mundo es adulterio contra Dios" (·Agustín-SAN). No se pueden tener "dos amores". No se puede servir a dos amos.

¿Le amo?¿Le prefiero a todo lo demás? Pregunta fundamental que debemos hacernos de vez en cuando. Que debe ser ocasión de un encuentro regular con Jesús en el sacramento de la reconciliación: No te he amado bastante, Señor. Vengo a reconciliarme contigo, a repetirte que a pesar de mis caídas, te amo.

5º.El orgullo. Creerse más y mejor que los demás. Imaginarse que nuestras ideas son las mejores.


2-2.

-¿De dónde esas guerras, de dónde esas luchas entre vosotros?

Santiago está inquieto por los conflictos que surgen en las comunidades cristianas e intenta dilucidar las razones de ellos. ¡Tema de actualidad!

1º. El deseo de gozar. Todos esos instintos que luchan dentro de vosotros. Estáis llenos de codicia...

Primera causa de discordias, de conflictos. El amor propio, la codicia, el deseo de los bienes materiales, del dinero. Todo empieza en el fondo de nuestro corazón.

¡Señor! sana nuestros corazones de sus malos deseos.

2º. La envidia a los demás. Sois envidiosos, de ahí los conflictos.

Se desea lo que el prójimo posee, o sus logros, si son mejores que los nuestros. Cuántas tristezas provienen del hecho de compararnos con los demás.

Señor, ayúdanos a ser realistas y a aceptar francamente nuestras limitaciones, nuestro temperamento. Ayúdanos a alegrarnos de las cualidades de los demás.

3º. La oración mal hecha. Vuestra oración es mala porque pedís riquezas para malgastarlas en vuestras pasiones desordenadas...

Sí, llegamos a querer utilizar a Dios hasta obtener tanto como el vecino: la envidia pasa a ser plegaria... ¡es el colmo!, como si nuestras plegarias quisieran intentar poner a Dios al servicio de nuestros cálculos egoístas! Señor, que mi plegaria sea «abierta», orientada hacia Ti y no hacia mí, y más frecuentemente dirigida a las necesidades de los demás que a las propias.

4º El amor del mundo. ¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es hostilidad contra Dios? «El "amigo del mundo" se hace "enemigo de Dios"».

Son palabras de la Biblia: amar al mundo más que a Dios, es una especie de «adulterio», es romper nuestra unión con Dios. «No se puede servir a dos amos», decía Jesús.

«No se pueden tener dos "amores"», dice Santiago.

¿Cuál es mi actitud profunda ante Dios? ¿Le amo? ¿Le prefiero a todo lo demás?

Pregunta fundamental a la que evidentemente nos resulta difícil contestar. Pero que hay que hacernos de vez en cuando. Ocasión de revisión de vida sobre lo «esencial». Ocasión también de un encuentro regular con Jesús en el sacramento de la «reconciliación»: no te he amado bastante, Señor... vengo a reconciliarme contigo, a repetirte que, a pesar de todo ¡te amo!

5º. El orgullo. Dios resiste a los orgullosos, pero da su gracia a los humildes.

Todavía una fuente de «conflictos».

Creerse más que los demás. Imaginarse que nuestras ideas son las mejores. Mirando desde lo alto a los «progresistas» cuando se cree estar en la estricta verdad de la Iglesia... Mirar desde lo alto a los «integristas» cuando se cree pertenecer a la única tendencia de futuro de la Iglesia..

Ayúdanos, Señor, a descubrir la parte de verdad de aquellos que no piensan como nosotros. Danos esa humildad profunda que consiste en relativizar nuestras propias opciones, y a poner algo de humor a nuestras opciones demasiado tajantes, demasiado seguras.

Te ruego, Señor, que la Iglesia y los cristianos avancemos hacia un mayor respeto a los pluralismos, a las diversidades, a las complementariedades. Sánanos de nuestros orgullos, de nuestros sectarismos.

Cuando, HOY, se analizan las fuentes de los múltiples conflictos que oponen o enfrentan a los hombres entre sí, se está siempre intentando contentarse con un análisis sociológico. Santiago, por su parte, nos remite a nuestra «intimidad», a nuestras motivaciones profundas.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 82 s.


2-3. /St/04/01-12

Si el presente texto de Santiago hubiese sido dirigido a una comunidad concreta, reflejando su situación real, se tendría la impresión de que se trataba de una situación realmente desastrosa y de personas nada sosegadas. Pero dado que no podemos decir si eso era así, es claro que el texto, leído en un horizonte más amplio, nos pone frente a esa fuente inexplicable y tenebrosa del hombre de ayer, de hoy y de mañana. En efecto, ¿acaso no se pelean los hombres también hoy? Y las pasiones y concupiscencias, ¿no están llevando todavía a emprender guerras y a matar? El gran enigma del hombre ha sido siempre el mismo: el de su adulterio continuado. Quien le ama de verdad y cuya amistad el hombre desea -y el hombre lo sabe muy bien- no es otro que Dios, el Espíritu. Sin embargo, de hecho, el hombre se hace amigo de quien no le ama y por quien -en el fondo- tampoco siente amor: el mundo. Hay una cierta y misteriosa incongruencia en la raíz del comportamiento humano. ¿Por qué hace la guerra si lo que quiere es la paz? ¿Por qué mata si ama la vida, a la que llama «sagrada»? ¿Se trata tal vez de un callejón sin salida, angustioso e insuperable?

El texto de hoy, basándose en un pensamiento de Proverbios, ofrece un camino de salida para esta situación. «Dios se enfrenta con los arrogantes pero a los humildes concede gracia» (6). «Humillaos ante el Señor, y él os levantará» (10). Humillarse ante Dios, y no delante de los hombres, es el camino que lleva al conocimiento realista de sí mismo y de la propia situación. Sentir la propia miseria, gemir y llorar en la intimidad del espíritu, vivir la tristeza de no ser lo que uno quisiera, no comporta ningún descrédito ante Dios. Todo lo contrario. Más bien lleva a comprender qué desencaminado va el que se erige en juez de los demás, e incluso de sí mismo. Pues «uno solo es legislador y juez; el que puede salvar y condenar» (12). Viendo las cosas como son, habría que estar agradecidos a Dios de que no nos escuche todo lo que pedimos, ya que pedimos mal, con la intención -a veces ignorada- de mezclarlo en nuestras pasiones (cf. v 3).

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 634

2-4.


3.-Mc 9, 29-36  

3-1.

Ver DOMINGO 25B


3-2. HIJO-DEL-HOMBRE

-Jesús y sus discípulos atravesaban la Galilea, queriendo que no se supiese. Pues les enseñaba diciendo: "El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres."

Como Jesús no quiere que se utilice el titulo de "Hijo de Dios" utiliza constantemente el de "Hijo del hombre".

Contrariamente a lo que, a primera vista, podría creerse, no se trata de una insistencia sobre la "humanidad" de Jesús.

De hecho, los primeros cristianos procedentes del judaísmo y el mismo Jesús, daban a este título un significado muy denso: era para ellos una evocación del Mesías anunciado por Daniel, 7-13-l4, y que subraya muy fuertemente su origen celeste y la obra divina que debía llevar a cabo. Pero este título de "Hijo del hombre" era menos provocativo que el de "Hijo de Dios" pues significando más o menos lo mismo, lo decía algo más veladamente.

-Le darán muerte y al cabo de tres días resucitará.

Es el segundo anuncio de la Pasión.

Todo el evangelio de san Marcos nos encamina hacia esa cumbre. Curiosa biografía de un hombre: no es su vida lo que parece importante, sino su muerte... Es verdad que ese hombre anuncia a la vez siempre e imperturbablemente "¡que revivirá... después!". Es como si su vida primera no fuera la más importante.

¿Estamos efectivamente convencidos de que Jesús vive hoy? El misterio pascual es lo esencial de nuestra Fe.

Este es el privilegio único y radical de Jesús; ningún otro gran hombre ha tenido la pretensión de liberar al hombre de esta última fatalidad que es la muerte. Ni Buda, ni Mahoma ni ninguna ideología humanista han propuesto solución alguna a esta gran angustia del hombre que sabe que morirá.

Solamente Jesús, serenamente, sencillamente dijo: "le darán muerte y ¡tres días después resucitará!" Jesús es aquel que se dirigía hacia la muerte en medio de una gran paz total... porque sabía que, detrás de la puerta sombría, le esperaba: no la nada desesperante, sino los brazos del Padre.

La nueva liturgia de difuntos canta: "En el umbral de su casa, nuestro Padre te espera, y los brazos de Dios se abrirán para ti.

-Y los discípulos no entendían esas palabras y temían preguntarle.

El evangelio no embellece en absoluto a los apóstoles. Son pobres gentes como todos nosotros. Más bien insiste en calificarles de mente obtusa, limitada, estrecha. Ciertamente nos representan bien cerca de Jesús. Es una buena muestra de humanidad corriente, más bien mediana. Verdaderamente uno se pregunta de qué modo la Iglesia, y todo su inmenso movimiento histórico, hubiese podido surgir únicamente de sus imaginaciones o de sus proyectos, como a veces se dice. Verdaderamente sucedió algo. Efectivamente fueron transformados por un acontecimiento... fueron levantados por encima de sí mismos, e investidos de una fuerza y de una inteligencia que no venía de ellos. Siempre es así hoy en la Iglesia: no se la puede juzgar simplemente desde un punto de vista estrictamente humano.

-¿Qué discutíais en el camino? Ellos se callaron porque habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor.

He aquí su nivel de reflexión y de ambición. ¡Humanidad corriente, mediana!

-Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. En su Pasión, a la que alude, Jesús se hizo el último, el servidor. Así, el anuncio de la Cruz, no es sólo para El, sino también para nosotros. No hay otro camino para seguir a Jesús, que el de pasar por la muerte para llegar a la vida.

¿Es esto, desde ahora, mi vida cotidiana?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 336 s.


3-3.

1. (año I) Sirácida 2,1-13

a) La segunda página de este libro de sabiduría, el Eclesiástico o Sirácida, es un aviso muy realista: «Prepárate para las pruebas».

Se ve que la sabiduría, aunque es don de Dios y participación en su sabiduría eterna e insondable, es también aprendizaje y tarea por nuestra parte, y requiere valentía, fidelidad, perseverancia, aplicación. Si vienen pruebas, también exige el saberlas aguantar y sacar provecho de ellas.

Cuando nos llegan estas pruebas, que se toman como venidas de la mano de Dios, hay que poner la confianza en él y no dejarse llevar del pesimismo ni de la negligencia. El autor recurre a la historia, que está llena de personas que nos dan ejemplo de constancia y fidelidad a Dios, porque en las dificultades confiaron en él: «¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?».

b) Han pasado muchos siglos desde el tiempo del Sirácida. Pero continúa la misma situación: los que queremos seguir los caminos de Dios e ir asimilando su sabiduría, nos encontramos con dificultades internas y externas, y nos sentimos a veces desanimados, porque nos parecen insuperables las pruebas de la vida. Resulta mucho más fácil seguir los criterios de la sabiduría de este mundo.

Pero las pruebas nos vienen bien: nos hacen madurar, nos acrisolan, como el fuego al oro. Las pruebas nos hacen pensar, nos invitan a relativizar tantas cosas y a dar importancia a las que valen la pena. Si nos desanimamos, es porque no confiamos suficientemente en Dios. Con su fuerza no hay dificultad insuperable. Con su luz vamos adquiriendo la verdadera sabiduría que nos trae también la felicidad.

Para no caer en la impaciencia y el pesimismo, que bloquean nuestra vida, tendremos que decirnos a nosotros mismos lo de Ben Sira: «Confía en Dios, que él te ayudará, espera en él y te allanará el camino». Y lo del salmo: «Confía en el Señor y haz el bien, porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles. Encomienda tu camino al Señor y él actuará». Hay momentos de oscuridad, sí, pero a la noche siempre le sigue la aurora. Hay crisis, pero los túneles llegan a su final y aparece la luz. Hay Viernes Santo, y es trágico, pero desemboca en el Domingo de la resurrección. Confiemos en Dios. Eso iluminará de sabiduría nuestra jornada.

1. (año II) Santiago 4,1-10

a) Ayer hablaba Santiago de la verdadera sabiduría. Hoy desenmascara con palabras duras a los que en la comunidad crean división y no paz.

Desde luego, la situación no es muy halagüeña. Se ve que es muy antiguo lo de las tensiones en una comunidad. Santiago habla de guerras y contiendas: «Codiciáis, matáis, ardéis en envidia, os hacéis la guerra». Somos complicados. Él lo atribuye a dos causas: el orgullo que tenemos dentro, con envidias y ambiciones, y a la falta de una buena oración, o sea, a la falta de una perspectiva desde Dios. Estamos de espaldas a Dios y amamos el mundo y sus criterios. Somos adúlteros, según Santiago. Luego no es de extrañar que haya todo lo que hay. Los soberbios no saben hacer otra cosa que engendrar guerras, domésticas o mundiales.

b) Lo que de veras nos da sabiduría, y por tanto la actitud justa en la vida cara a nosotros mismos y a los demás, es la unión con Dios, nuestra fe en él, nuestra oración sincera, que nos sitúa en los justos términos ante él y ante todos. La oración no puede estar desconectada de nuestras actitudes vitales en general.

Si estamos en armonía y en sintonía con los criterios de Dios, lo demás viene por añadidura: seguro que también irá bien la relación con los demás. Como no podemos ser orgullosos en la presencia de Dios, tampoco lo seremos con los demás. Es Dios el que nos da los mejores dones. Pedírselos a él es reconocer su primacía y relativizar nuestra propia importancia. Pues eso es lo que nos motiva para un trato mucho más humilde con los demás.

¿Cómo podría compaginarse una oración sincera ante Dios, el Padre de todos, con la división y las relaciones de odio con los demás, hermanos nuestros e hijos del mismo Dios? ¿cómo puede ser eficaz la oración ante Dios de uno que está pagado de sí mismo y mal dispuesto para con los demás?

Nuestra oración debe ser humilde: «Someteos...acercaos a Dios... sed sinceros, lamentad vuestra miseria, humillaos ante el Señor, que él os levantará». Una oración que está viciada de raíz por el orgullo y la falta de caridad, no puede ser agradable ante Dios. Si fuéramos más humildes, nos entenderíamos mucho mejor con los demás, nuestra oración sería más eficaz y nosotros mismos seríamos mucho más felices.

2. Marcos 9,29-36

a) Jesús anuncia por segunda vez a sus discípulos su pasión y su muerte, para irles educando en lo que significa ser seguidor suyo.

Pero tampoco esta vez parecen muy dispuestos ellos a entender lo que les está queriendo decir. Lo que les preocupa, y de eso discuten en el camino, es «quién será el más importante». Ya se ven en el Reino del Maestro, ocupando los puestos de honor.

¿Cómo van a entender que se les hable de cruz y de muerte? Eso sí, ahora Pedro no le lleva la contraria, para no recibir la dura reprimenda de la primera vez.

Jesús, ya en la tranquilidad de casa, les da una lección para que vayan corrigiendo sus miras: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y pone a un niño en medio de ellos y dice que el que acoge a un niño le acoge a él. Precisamente a un niño, que en el ambiente social de entonces era más bien marginado de la sociedad y tenido en muy poco.

b) La lección de la servicialidad la puede dar Cristo porque es el primero que la cumple. Toda su vida está en esa actitud de entrega por los demás: «No he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida por los demás». Es una actitud que manifestará plásticamente cuando le vean ceñirse la toalla y arrodillarse ante ellos para lavarles los pies. Pero sobre todo cuando en la cruz entregue su vida por la salvación del mundo.

También nosotros podemos tener dificultades en querer entender la lección que Jesús dio a los apóstoles. Tendemos a ocupar los primeros lugares, a buscar nuestros propios intereses, a despreciar a las personas que cuentan poco en la sociedad y de las que no podemos esperar gran cosa. Eso de buscar los primeros puestos no pasa sólo en el mundo de la política. También nos puede pasar en nuestro mundillo familiar o comunitario. A nadie le gusta ser «servidor de todos» o «ser el último de todos».

La salvación del mundo vino a través de la cruz de Cristo. Si nosotros queremos colaborar con él y hacer algo válido en la vida, tendremos que contar en nuestro programa con el sufrimiento y el esfuerzo, con la renuncia y la entrega gratuita. Seguimos a un Salvador humilde, aparentemente fracasado, el Siervo de todos, hasta la Cruz. El discípulo no puede ser más que el maestro.

«Prepárate para las pruebas, mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes en el momento de la prueba» (1ª lectura, I)

«Confía en Dios, que él te ayudará, espera en él y te allanará el camino» (1ª lectura, I)

«Dios se enfrenta a los soberbios y da su gracia a los humildes» (1ª lectura, II)

«Encomienda a Dios tus afanes que él te sustentará» (salmo, II)

«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 188-192


3-4.

Primera lectura: Santiago 4, 1-10: Pedís y no recibís, porque pedís mal.

Salmo responsorial: 54, 7-8.9-10a.10b-11a.23: Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.

Evangelio: San Marcos 9, 29-36: El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos.

Jesús trata, en lo que más se pueda y cada vez que sea necesario, que no se sepa mucho de su presencia en campos y ciudades, siempre y cuando no vaya en plan evangelizador anunciando la Buena Nueva; menos aún cuando va enseñándoles a sus discípulos; manifestándoles, en este momento, los sucesos que van a rodear su asesinato y resurrección. Pero se ve aún lo difícil que es para los discípulos comprender la pasión, muerte y resurrección de Jesús, asuntos sobre los que también sienten temor de dialogar.

Los discípulos todavía están preocupados más por el poder que por entregar incondicionalmente la vida por el hermano como propone Dios a través de él. A pesar de haber escuchado, directamente de labios de Jesús, todos los requerimientos para la construcción del Reino, todavía muchos de sus discípulos continuaban atados a las estructuras mentales de la sociedad jerarquizada y vertical de la que provenían. El poder era para ellos su gran debilidad; fácilmente se convertía en motivo de discusiones y disputas. Jesús, quien lo sabía muy bien, les puntualiza que no se puede ser el primero en su Reino si no se abandona toda tentativa de poder, asumiendo comprometidamente el servicio y la entrega por los demás.

La comunidad debe ser consciente de que, al cristiano que desee seguir a Jesús, toda búsqueda del poder le hará imposible la entrega y la renuncia a la búsqueda de intereses personales. La comunidad debe aprender a asumir la pobreza como proyecto de vida evangélica.

Debe quedar claro que quien desee ser seguidor de Jesús debe ser un servidor integral, especialmente -es lógico- de los que más lo necesitan, de los abandonados, de los postergados, los que nadie atiende, aquellos de los que nadie se acuerda. Amar es servir. Quien no vive para servir, no sirve para vivir (en cristiano). Un cristiano que no sirve, no sirve como cristiano. "Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada".

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Ya hemos dicho otras veces cómo, ante todo, el cristianismo es un estilo de vida que en ocasiones es diametralmente distinto al del mundo, y de nuevo hoy se los hace ver Jesús a los Doce. Hoy, en particular, resalta Jesús el valor de los puestos. De ordinario el criterio del mundo es que el que está más alto debe ser servido por los demás. Para Jesús es al contrario: el que está hasta arriba, el primero es el servidor de todos. Si los políticos, los empresarios, los jefes, supervisores, los mismos padres de familia y los líderes religiosos entendiéramos esto, las cosas en el mundo no estarían como están. Muchos que alcanzan a tener poder y dominio sobre los demás buscan en general sacar provecho de su posición y servirse de aquellos a los cuales deben servir. Es por esto que las estructuras no podrán cambiar mientras el corazón del hombre no cambie, se convierta y tome verdaderamente en serio su compromiso como cristiano. A nadar se aprende nadando y a servir sirviendo? no desaprovechemos este día que Dios nos regala para descubrir el gozo de servir a los demás, y de usar nuestra posición para beneficio de los que depende de nosotros.

Ernesto María, Sac.


3-6.

¿Servir a los demás si queremos ser los primeros? Parece una locura. ¡Qué lección tan dura nos está dando Cristo en este evangelio!

Cristo es el primero de entre todos los hijos de Dios. Él es de quien se puede resumir su vida: "pasó haciendo el bien". Nada lo hizo por su propia cuenta, todo por la salvación de los hombres, sus hermanos.

Servir a los demás es el centro del cristianismo. Lo decían los paganos del siglo I: "¡Mirad cómo se aman y cómo están dispuestos a morir unos por otros!" Éste es el secreto del primer puesto, la caridad para con todos. Si quieres estar en el primer puesto olvídate de ti mismo y piensa en hacer feliz a la persona que encuentras a tu derecha, y cuando ella ya lo sea, procura con la de la izquierda. Sigue así hasta que todas las personas a tu alrededor sean verdaderamente felices. No te preguntes tanto si tú eres feliz, más bien pregúntate si son felices los que viven a tu alrededor. Entonces, cuando los veas a todos felices, te inundará una felicidad desconocida hasta entonces.

No es una locura el servir a los demás. Si eres cristiano es porque quieres imitar a Cristo, tu maestro y señor, que murió para salvarte de la muerte. Si Él pudo, ¿por qué tú no?


3-7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Quizás pocas veces hemos vivido en un mundo tan competitivo como el nuestro. La oferta de trabajo se ha convertido más bien en un bien escaso por el qe hay que luchar con todo tipo de medios: conocimiento de idiomas, proliferación de másters. En cierta manera, está desapareciendo el sentido de la solidaridad entre los alumnos, el famoso préstamo de apuntes, por ejemplo, porque el compañero ha dejado de serlo para convertirse en un competidor. Todos quieren ser los más importantes. Todos quieren ocupar los primeros puestos. La competitividad está haciendo desaparecer la solidaridad.

No es ciertamente esta una buena noticia, pero, ¿cómo habrá que entender en este nuestro mundo eso que nos dice hoy el evangelio: "Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor"? ¿Tendrán los humanos que dejar de aspirar a ser los primeros y, una vez que han escaldo las cumbres de la sociedad, deberían volver al llano?

Resulta extremadamente difícil de entender que sea algo deshonesto y antievangélico ir en cabeza mientras esto no le sirva a uno para figurar y para dominar sino para amar y para ayudar. Porque se puede ayudar desde todas partes, pero también desde arriba. Y ¿por qué no va a rimar con el espíritu del evangelio aspirar a estar en lo alto mientras esto no sea más que para alumbrar?

No, el evangelio no está en contra de la excelencia y de la calidad sino en contra de la indecencia y de la indignidad. Así, vistas las cosas, Jesús fue el primero en todo, el primero en humanidad. Que este ejemplo sea el que tengamos delante en nuestras vidas estemos donde estemos en la sociedad.

Vuestro amigo.

Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)


3-8. CLARETIANOS 2003

El libro del Eclesiástico aborda hoy un asunto sobre el que nuestra sensibilidad choca a menudo con el mensaje de la Palabra. Nos cuesta conciliar la misericordia de Dios con las “pruebas” de la vida o con las “pruebas” que Dios nos manda (“¡Ay, ay, qué trabajos nos manda el Señor!”). Más aún, estamos tentados de pensar que las pruebas son signos de que Dios se ha olvidado de nosotros. A este respecto, la enseñanza del escriba judío es clara: Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios, prepárate para las pruebas ... Pégate a él, no lo abandones, y al final serás enaltecido.

Este es más que un consejo extraído de la sabiduría popular, más que una máxima semejante a la que podemos encontrar en diversas tradiciones religiosas. Es el “guión” de la experiencia de Jesús. Él, el Hijo, fue sometido a la prueba y “se pegó” a la misericordia del Padre. En él descubrimos que las pruebas son ocasiones para descubrir la profundidad insondable de la misericordia. Nunca sabemos lo que Dios nos quiere hasta que no experimentamos su “distancia”.

Me llama la atención la frecuencia con la que Jesús se dirige a sus discípulos o a la gente para preguntarles ¿De qué discutíais por el camino? Preguntas parecidas a esta aparecen en varios relatos evangélicos, incluido el que leemos hoy. Detrás de ellas descubro a un Jesús que quiere compartir nuestras zozobras, las cosas que nos preocupan, las que no entendemos. ¿Cómo responderíamos hoy si sintiéramos la pregunta dirigida a nosotros? Se me ocurren muchas respuestas apresuradas. Hoy discutimos sobre la guerra contra Irak, sobre la salud de nuestro anciano papa, sobre la violencia que no cesa, sobre las dificultades para anunciar el evangelio ... Jesús toma en serio nuestros asuntos. No nos ofrece un surtido de respuestas, pero sí un criterio que nunca haremos nuestro del todo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y por si hubiera alguna duda, coloca a un niño en el centro, lo abraza y dice: El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.

¿Habéis caído en la cuenta de que las personas que se dedican a servir no suelen hacer de las preguntas un rompecabezas? Tienen inquietudes, dudas, perplejidades, pero todas ellas constituyen un acicate para seguir entregándose, no una excusa para mantenerse indefinidamente en tierra de nadie. A veces tengo la impresión de que nuestras múltiples discusiones en el camino no son sino mecanismos de defensa para no entregarnos, con la vana ilusión de que lo haremos en serio el día que veamos las cosas con claridad. ¡Estamos apañados!

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-9. 2001

COMENTARIO 1

vv. 30-31 Se marcharon de allí y fueron atravesando Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de ciertos hombres, y lo mataran; pero, aun­que lo maten, a los tres días resucitará».

Viaje hasta Cafarnaún. Mientras caminan a través de Galilea, el inte­rés de Jesús está centrado en los discípulos. Ante la incomprensión que éstos siguen mostrando, Jesús reitera la enseñanza sobre el destino del Hijo del hombre (8,31), término que lo designa a él y, tras él, a sus segui­dores. La enseñanza se hace más genérica que en 8,31: el anuncio de la entrega, muerte y resurrección del Hijo del hombre carece de todo deta­lle que las vincule a un pueblo o agente determinado; esa hostilidad a muerte puede darse en cualquier cultura.

Se establece por primera vez la oposición entre «el Hijo del hombre», el Hombre en su plenitud, y «hombres» que no la conocen ni aspiran a ella. Se insiste en el hecho de la muerte (lo matarán. . aunque lo maten), pero para vaciarla de su contenido, haciendo resaltar la resurrección, la continuidad de la vida. Jesús quiere calmar la angustia de sus discípulos ante la perspectiva de una muerte sin combate ni gloria, inculcándoles que ésta no es una amenaza ni un fracaso, porque no es el final.



vv. 32-33a Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle. Y llegaron a Cafarnaún.

La incomprensión de los discípulos es total, son refractarios a esa enseñanza. Tienen miedo de preguntar a Jesús, porque vislumbran que la explicación no correspondería a su expectativa de triunfo. No ven sen­tido en una vida después de la muerte. Llegan a Cafarnaún.



v. 33b Cuando llegó a la casa, les preguntó: « ¿ De qué hablabais por el camino?»

La casa/hogar (gr. oikia) en Cafarnaún es figura de la comunidad de Jesús, que integra a los dos grupos de seguidores, como apareció en 2,15 (discípulos y «pecadores»), cuando fue mencionada por primera vez. Jesús hace a los discípulos una pregunta que va a resultarles emba­razosa.



v. 34 Ellos guardaron silencio, pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el mas grande.

El silencio de ellos revela su obcecación (3,4: de los fariseos; cf. 7,25: «espíritu mudo y sordo») y lo improcedente del tema que han discutido: quién tenía rango superior o mayor categoría en el grupo. Domina en ellos la ambición de preeminencia, a la que incita el sistema jerárquico judío, radicalmente opuesta a la enseñanza anterior de Jesús (9,31).



v. 35 Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si uno quiere ser primero, ha de ser último de todos y servidor de todos».

Jesús se sentó, porque esta casa/comunidad es su morada estable; si, estando en la misma casa, tiene que llamar a los Doce (los mismos discí­pulos en cuanto constituyen el Israel mesiánico) es porque están distan­ciados de él, aunque no físicamente; su lejanía está causada por su resis­tencia a aceptar el destino del Hijo del hombre (9,31-32); Jesús va a recordarles lo que significa «estar con él», primera finalidad de su consti­tución como grupo (3,14).

En primer lugar, los corrige: tienen que renunciar a toda pretensión de rango. Usa para ello la oposición ser primero-ser último de todos y servi­dor de todos. Quien se hace último de todos y servidor de todos tiene la misma actitud de Jesús y se coloca a la cabeza de los demás (primero), es decir, sigue a Jesús más de cerca. «Hacerse último y servidor» equivale a «renegar de sí mismo» renunciando a toda ambición egoísta, primera condición del seguimiento (8,34). Este dicho da pie a la escena siguiente.



v. 36 Y cogiendo a un criadito, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo...

El criadito (lit. «el chiquillo» o pequeño servidor, cf. Mt 18,2s) es al mismo tiempo el último de todos (por su edad) y el servidor de todos (por su oficio); cogiendo: Jesús no necesita llamarlo, porque está a su lado, «está con él», tiene su misma actitud: su presencia en la casa/comuni­dad, sin pertenecer al grupo de los Doce, indica que «el chiquillo» repre­senta al otro grupo de seguidores, los que no proceden del judaísmo (3,32.34; 4,10; 5,24b; 7,14; 8,34; 9,25). Jesús lo pone en medio, como modelo para los discípulos; lo abrazó, gesto de amor e identificación, que corres­ponde a la relación anunciada por Jesús para con todo el que realiza el designio de Dios (3,35: «ése es hermano mío y hermana y madre»).



v. 37 "El que acoge a un chiquillo de éstos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado".

Cuando son enviados (el que acoge, cf. 6,11), estos seguidores llevan consigo la presencia de Jesús y del Padre.

COMENTARIO 2

Al grupo de seguidores de Jesús le ha quedado grande el mensaje que Jesús viene proclamando desde el inicio de su ministerio público. A ellos, que son el producto de una sociedad vertical, se les hace difícil asumir que el Hijo de Dios tenga que padecer en manos de las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén y ,menos aun, comprenden que tiene que ser crucificado, como eran crucificados los hombres rotulados como revoltosos por el Imperio romano.

Para el grupo de Jesús, el poder era su más grande debilidad. Ellos eran hijos de una sociedad que siempre les presentó el poder como el valor supremo. Esa fue la gran dificultad que Jesús siempre tuvo con el grupo de sus discípulos. Toda la vida ministerial de Jesús, la pasó erradicando de los suyos el poder de dominio que corrompía el proyecto original de Dios Padre, y que había desequilibrado la obra creadora de Dios.

Los discípulos siempre estuvieron esperanzados en que su Maestro arrebataría el poder en algún momento y allí ellos ocuparían los cargos de más alta importancia en el gobierno que se institucionalizara. Ellos en su conciencia vivieron alejados de la propuesta de Jesús: vivir lejos de todo tipo de poder y de todo aparato de gobierno. Jesús había asumido el Reino como el lugar de los sin poder y de los empobrecidos de la historia. Sus discípulos poco entendieron este mensaje profundo de Jesús.

La Iglesia también debe asumir a radicalidad la propuesta de no poder que Jesús asumió y vivir dicha propuesta con todas las consecuencias a lo que eso conlleve. Vivir en pobreza y al servicio de los pobres, es la única obligatoriedad en el cristianismo. Esta actitud es necesaria para extirpar de nosotros el poder de dominio que tanto daño hace en nuestra historia.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. 2002

Jesús necesita tiempo para estar con los discípulos y contagiarlos de su mentalidad haciéndoles abandonar sus viejos anhelos de poder, de triunfo y de éxito. Por el camino les anuncia su pasión y resurrección. Pero los discípulos no entienden que el camino del Mesías pase necesariamente por la muerte; no sólo no entienden sino que les da miedo preguntar.

Cuando llegan a Cafarnaún Jesús se interesa por saber de qué habían venido hablando por el camino. Pero ellos no quieren responder, pues sus pensamientos y anhelos distan mucho de los de su maestro. Ellos desean ser los primeros; Jesús dice que para ello es necesario hacerse últimos y servidores de todos. Y por si no quedase claro coge a un criadito (un chiquillo), el último de todos por edad y el servidor de todos por oficio; lo pone en medio, como modelo que hay que imitar; lo abraza, en señal de amor e identificación e invita a hacer lo mismo a los discípulos diciendo que quien acoge a estos últimos de la sociedad, acoge a Jesús y quien acoge a Jesús acoge al Padre. Con esa acción Jesús enseña a sus discípulos que el camino para la identificación con el Padre, pasa necesariamente por hacerse últimos, renunciando al poder y al triunfo y sirviendo incondicionalmente a los demás. Sólo desde el servicio desinteresado a los demás podemos crear una sociedad de personas libres, iguales y solidarias.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. DOMINICOS 2003

Corazón firme, entregado, humilde

Hijo mío, mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes ante las pruebas (Eccl.)

El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres... (Jesús)

El que quiera ser primero, que sea el último... (Jesús)

Esas tres líneas, que corresponden a tres pensamientos de la liturgia de la Palabra en este día, son tres fuentes de alimentación para nuestro espíritu, a condición de que nuestro espíritu tenga hambre y sed de verdad, justicia, amor.

Sin una entereza de ánimo que se bata en lucha con las dificultades es imposible alcanzar cotas altas de personalidad, de audacia, de compromiso con la realidad.

Si no asumimos en forma perseverante que la entrega a los demás y la realización obras grandes conllevan siempre un tanto de sufrimiento y una gota de sangre, no entenderemos que la encarnación del Hijo de Dios haya culminado en una cruz.

Si la caridad vestida de sencillez no es nuestro traje habitual, nos cansaremos muy pronto en el seguimiento de las huellas de Cristo. Sólo una caridad excelente hace prodigios de amor y conversión. Recordemos al respecto unas palabras de Josefa Segovia hablando sobre los frutos de una caridad ardiente:

 “La caridad tiene el don especial de ablandar los corazones más duros.

Primero ablanda al propio corazón que se ejercita y actúa; después, los corazones sobre los que actúa.

La caridad llega a donde no llega la ciencia, ni el dinero, ni la amistad, ni los lazos de parentesco, ni el más encendido amor humano”. Llega al alma y la transfigura. Que sea a así nuestra caridad. Amén.
 
Palabras para un vivir probado
Libro del Eclesiástico 2, 1-13:
“Hijo mío, en la medida en que te acerques a servir al Señor, has de ir preparándote para las pruebas. Mantén, pues, el corazón firme, sé valiente y no te asustes en el momento de la adversidad. Pégate al Señor, no lo abandones, y, al final, serás enaltecido.
Acepta cuanto te suceda, aguanta enfermedad y pobreza, porque el oro se acrisola en el fuego... Los que teméis al Señor esperad en su misericordia, y no os apartéis de ella para no caer...
¿Quién gritó al Señor y no fue escuchado? El Señor es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro”

Toda la fuerza del discurso está en que, dada nuestra debilidad, necesitamos trabajar con valentía, apoyándonos en el Señor, y mantenernos firmes en el bien. Si lo intentamos, incluso en nuestras caídas aparecerá el rostro misericordioso y perdonador de quien nos ama.

Evangelio según san Marcos 9, 29-36:
“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea. Jesús no quería que nadie se enterara por dónde andaba, porque iba instruyendo a sus discípulos. Y les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo hacerle preguntas.
Cuando llegaron a Cafarnaúm, estando ya en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Jesús entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos...”

Impresionante contraste. En el primer párrafo, Jesús anuncia su persecución y muerte, y los discípulos no le entienden (ni quieren entenderle). En el segundo, los discípulos disputan sobre temas de interés material, y Jesús tiene que amonestarles para que se percaten de que su Reino no es de este mundo.

Momento de Reflexión

Aceptación, confianza.   

El Sirácida nos explica hoy una lección de vida espiritual y de equilibrio psicológico que se repite con frecuencia en la Biblia y que hemos de meditar. Es la doctrina sobre la aceptación de los hechos con buen espíritu.

En efecto, la doctrina y actitud de aceptación de los hechos, tal como se dan, sean deseados o no deseados, sean placenteros o dolorosos, hay que asumirla con buen espíritu. Quien no sabe asumir la realidad y sacar partido de ella estará siempre al borde de la crisis, desesperación y angustia, pues es razonable que el hombre al que se le concedió el don de la vida, y vida responsable, esté siempre presto a acoger lo que place y rehuya la adversidad y pruebas.

La vida humana no está diseñada para sufrir, sino más bien para gozar y ser feliz, pero está dotada con capacidad muy notable para acoger también el infortunio en su programa, como parte de la vida real.

Aceptemos lo que nos sobreviene; trabajemos en superarlo todo con la ayuda de Dios y de los hombres; y confiemos siempre en el Señor que nos ama.

Cristo lo aceptó todo con amor. Los discípulos no le secundaban. 

En el Evangelio de hoy Jesús nos habla una vez más de esa realidad que está salpicada de dolor y gozo, de sufrimiento y de felicidad. El texto dice también que Jesús reservaba momentos íntimos, de silencio y soledad, para “instruir a sus discípulos” en la verdad.

Pero, ¿en qué verdad los instruía? En esta sublime verdad: que Dios es Padre y nos envió al Hijo para salvarnos e implantar el Reino; que ese Reino padece violencia, y que el Maestro ha de ser perseguido y muerto; y que nuestra debilidad se resiste al mensaje salvífico porque éste abre caminos sembrados de espinas y los discípulos no queremos entenderlo.


3-12. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos, paz y bien.

A todos nos gustaría estar seguros de lo que hacemos. Saber que cada una de nuestras decisiones nos va a conducir, pasito a pasito, más cerca de la felicidad. Dicho de otra forma, sería estupendo tener un carné de cristiano, expedido en la parroquia más próxima, firmado y sellado por la autoridad competente (eclesiástica, por supuesto) y que asegurara el acceso directo al cielo. Pero la vida es de otra manera. Los esposos no tienen tampoco ese carné que garantice la felicidad, pero se esfuerzan cada día por hacer al otro más feliz. Los religiosos no llevamos en la cartera una tarjeta de identificación con el sello elegido por Dios. Simplemente, intentamos no tentar a Dios, y cumplir lo mejor posible con nuestros compromisos, libremente asumidos. Vivimos en un mundo de cambios, de relativismo y de prisas. No hay mucho tiempo para pensar. Y a veces, cuando tenemos que decidir algo importante, no siempre escuchamos lo que Dios tiene que decirnos. Tenemos miedo, decidimos regirnos por otros criterios. Sólo nos acordamos de santa Bárbara cuando truena. Y no es extraño que Jesús, a veces, pase a la otra orilla. Es posible que le aburramos con nuestros agobios, con nuestras dudas, con nuestros miedos.

¿Tú también le pides señales a Dios? ¿Tú también eres de los que quiere tener todo bajo control, y no le deja ni un pequeño hueco al Espíritu, para que actúe? Si no quieres que Jesús pase a la otra orilla, fíate de Él. Reza un poquito, y pídele fuerzas para hacer aquello que descubras que tienes que hacer. Y si no sabes cómo hacerlo, lee este relato:

Aquella tarde, la comunidad monástica hacía, en su oratorio, una plegaria de intercesión. Una tras otra, se escuchaban las oraciones de los monjes: "Señor, te pido", "Señor, te pido", "Señor, te pido". También el Abad hacía su plegaria: "Señor, te pido...". Por fin, todos callaron largamente. Hasta que de nuevo se dejó oír la voz del Abad: "Ahora, Señor, dinos en qué podemos ayudarte; te escuchamos en silencio". Al cabo de un rato concluyó: "Gracias, Padre, porque quieres contar con nosotros". Y todos los monjes respondieron al unísono: "Amén". (Porque habían comprendido que la oración, como el amor, tiene dos tiempos: dar y recibir, y que si falta uno de ellos, se muere).

Vuestro hermano en la fe,

Alejandro J. Carbajo Olea, C.M.F.
(alejandrocarbajo@wanadoo.es)


3-13. DOMINICOS 2004

¡Saber pedir y saber recibir Gracia!

Un corazón corrompido es nido de discordias.
Una mente obcecada nunca alumbra bien los caminos.
¿Por qué culpamos a Dios de cosas que brotan de nuestro interior?

Duras son las palabras de Santiago.

Andamos todos los hombres sobrados de codicia, envidias, búsqueda de honores y poder, y no recapacitamos en que con nuestras actitudes interiores dificultamos el éxito de nuestra oración, el fomento de la fraternidad, la mutua solicitud de ayuda, la formación de hombres nuevos para la paz y bienestar de la mayoría consciente.

A este respecto, el texto de Santiago es casi apocalíptico: ‘Pecadores, lavaos las manos; hombres necios, sed sinceros, lamentad vuestra miseria, llorad y haced duelo; que vuestra risa se convierta en llanto’.

Menos mal que el final es animador, estimulante: ‘Humillaos ante el señor, que él os levantará’.


La luz de la Palabra de Dios
Carta de Santiago 4, 1-10:
Queridos hermanos: ¿De dónde proceden las guerras y las discordias entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis y ardéis de envidia y no alcanzáis nada... No tenéis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones... ¿No sabéis que amar al mundo es odiar a Dios? El que quiere ser amigo del mundo, se hace enemigo de Dios...”

Evangelio según san Marcos 9, 29-36:
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea, no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.

Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Pero ellos no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle...”


Reflexión para este día
Jesús les instruía y no le entendían
Es admirable el realismo de muchas páginas del Evangelio.

En el texto que hoy leemos hubiera sido más halagador silenciar las imperfecciones de los discípulos, pero eso implicaría ficción, engaño, fabricar irrealidades. Es verdad que los discípulos no se enteraban de muchas cosas que enseñaba Jesús.

¿Cómo iba a ser de otra forma, si el pensamiento del Maestro rayaba en lo sublime, y su actitud era previsora de largos acontecimientos, mientras que ellos se mantenían en la superficie de los problemas? Su ‘hombre interior’ es débil, pobre; pero poseen excelente voluntad de superación.

Por otra parte, el párrafo del Evangelio es muy importante en la historia de salvación.

Nos hace suponer que cuando Jesús está hablando a los discípulos, su predicación pasa por momentos de crisis, por la oposición a su palabra desde egoísmos e incredulidad.

Nos hace ver que Maestro y discípulos entran en una especia de retiro, soledad, conversación a fondo, porque se acercan momentos definitivos del profetismo del Maestro...

En la lucha de quien es Vida, Verdad, Salvación, todavía quedan horas de amargura, caminando hacia Jerusalén. Pero al final triunfará incluso sobre la muerte y nos salvará a todos.


3-14. CLARETIANOS 2004

Servíos los unos a los otros

El contraste es tan drástico como evidente. Mientras Cristo, el Señor, anuncia su pasión y muerte, sus discípulos más cercanos discuten acaloradamente sobre quién ha de ser el más importante. Mientras estos sueñan con un reino de poder y dominio, Jesús les desenmascara: el que quiera ser el primero que sea el último y, además, servidor de todos. Por si no quedaba claro, recurre a una parábola en acción. Toma un niño, lo pone en medio, lo abraza, y exclama: quien acoge a un niño a mí me acoge. El niño era la imagen del desvalido, del que nada cuenta.

Una vez más queda evidente. Jesús es otra cosa, tiene otra lógica, dice locuras para los que no están en su onda. En la hora suprema de la despedida, en la víspera de su muerte, desconcierta a los suyos. Sí, es el Maestro, y, por ello, se arrodilla y les lava los pies a sus discípulos. ¿Por qué resaltar sólo el gesto del pan y del vino, y dejar en penumbra la liturgia de hacerse siervo y servidor?

Que el servir es un valor que cotiza mucho se observa a todas horas. El Papa se firma “siervo de los siervos de Dios” y el Obispo dice de sí mismo “indigno siervo tuyo”, en el momento solemne de la Plegaria Eucarística.

Durante mis tiempos juveniles, en los campamentos se coreaba la consigna: “Vale quien sirve, servir es un honor”. Necesitamos organización, jerarquía, autoridad, ¿pero cómo? La regla de oro es el servicio. Y servir es no buscarse a sí mismo, no pretender protagonismos, es estar en segundo plano, es hacer crecer al otro, es dar la vida. Juan Pablo II, en el documento “ Ut omnes unum sint ”, suplicaba que le enseñaran a ejercer el Primado desde esta perspectiva. Desde luego no es difícil recorrer páginas de literatura eclesiástica y ver salpicada la prosa de términos mundanos como príncipe de la Iglesia, púrpura, dignidades, tronos, palacios, escudos, títulos. La anécdota es reveladora. En el sínodo de Obispos, un prelado del Perú exhorta a sus colegas al abandono de los tratamientos de Excelencia; acaba su parlamento y escucha del eminentísimo moderador: “Gracias, Excelencia”. Se hicieron eco los periódicos.

Quede claro que esta actitud de servicio es justa y necesaria para todo seguidor de Jesús. En cualquier cargo o situación puede brotar la vena de la soberbia, de la altanería, de la vanidad, del afán de figurar. Cuidado.

Conrado Bueno Bueno
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-15.

Comentario: Rev. D. Jordi Pascual i Bancells (Salt-Girona, España)

«El Hijo del hombre será entregado»

Hoy, el Evangelio nos trae dos enseñanzas de Jesús, que están estrechamente ligadas una a otra. Por un lado, el Señor les anuncia que «le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará» (Mc 9,31). Es la voluntad del Padre para Él: para esto ha venido al mundo; así quiere liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna; de esta manera Jesús nos hará hijos de Dios. La entrega del Señor hasta el extremo de dar su vida por nosotros muestra la infinidad del Amor de Dios: un Amor sin medida, un Amor al que no le importa abajarse hasta la locura y el escándalo de la Cruz.

Resulta aterrador escuchar la reacción de los Apóstoles, todavía demasiado ocupados en contemplarse a sí mismos y olvidándose de aprender del Maestro: «No entendían lo que les decía» (Mc 9,32), porque por el camino iban discutiendo quién de ellos sería el más grande, y, por si acaso les toca recibir, no se atreven a hacerle ninguna pregunta.

Con delicada paciencia, Jesús añade: hay que hacerse el último y servidor de todos. Hay que acoger al sencillo y pequeño, porque el Señor ha querido identificarse con él. Debemos acoger a Jesús en nuestra vida porque así estamos abriendo las puertas a Dios mismo. Es como un programa de vida para ir caminando.

Así lo explica con claridad el Santo Cura de Ars, Juan Bautista Mª Vianney: «Cada vez que podemos renunciar a nuestra voluntad para hacer la de los otros, siempre que ésta no vaya contra la ley de Dios, conseguimos grandes méritos, que sólo Dios conoce». Jesús enseña con sus palabras, pero sobre todo enseña con sus obras. Aquellos Apóstoles, en un principio duros para entender, después de la Cruz y de la Resurrección, seguirán las mismas huellas de su Señor y de su Dios. Y, acompañados de María Santísima, se harán cada vez más pequeños para que Jesús crezca en ellos y en el mundo.


3-16. El primero es el último de todos

Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González

Reflexión:

A los discípulos de Jesús no les entraba en la cabeza el que su Maestro tuviera que pasar por el túnel del sufrimiento, que para ser el primero se tenga que ser el servidor de todos, que en las nuevas categorías del Reino de Cristo el niño ocupe un lugar primordial. No era fácil para ellos dejar la concepción en la que se habían educado desde su infancia. Pero para ser discípulos de Cristo tenían que cambiar. Debían aceptar que el sufrimiento es camino de redención para Jesucristo, y lo sigue siendo para los cristianos de hoy.

La cultura en la que vivimos y la mentalidad de nuestros contemporáneos está hecha al cambio. Se cambia más fácilmente que antes de trabajo, de computadora, de coche, de casa, de país... Se cambian también los modos de pensar y vivir, los valores de comportamiento, y hasta la misma religión.

El cambio está a la orden del día, y quien no cambia, pronto pasa a formar parte de los retros. Pero, ¡claro!, no todo cambio es bueno para el hombre. Ni todo cambio indica progreso. Hay cambios que son una desgracia, como el tener que dejar el país y la familia para buscar trabajo. El cambio al que la liturgia nos invita es el cambio desde Dios. Es decir, aquel cambio que Dios quiere y espera del hombre para que sea más hombre, para que viva mejor y más plenamente su dignidad humana. El cambio que Dios quiere es el de la injusticia a la justicia, del abuso al servicio de los demás, de la infidelidad a la fidelidad, del odio al amor, de la venganza al perdón, de la cultura de muerte a la cultura de la vida, del pecado a la gracia y a la santidad.


3-17. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

Tenemos dos perícopas bien definidas. La primera (vv. 30-32) tiene como escenario una travesía por la Galilea y como tema el segundo anuncio de la pasión y resurrección, incomprendida nuevamente por sus discípulos. Jesús sale de la casa donde estaba instruyendo a sus discípulos con destino a Cafarnaúm. En la travesía por Galilea intenta pasar inadvertido, sabiendo que en esta región tenía una muchedumbre de admiradores que lo buscaban permanentemente (Mc 1,32.37.39.45; 3,7-8...), y no quiere interrumpir su camino que ahora tiene como meta a Jerusalén, con algunas paradas intermedias, Cafarnaúm por ejemplo

El v.32 complementa las razones del pasar inadvertido: quiere concentrase sólo en la instrucción de los discípulos. El tema de su pasión, muerte y resurrección es algo que sólo sus discípulos pueden conocer. La enseñanza tiene como sujeto al Hijo del Hombre. El verbo “ser entregado” está en voz pasiva, lo que indica que el que lo va a entregar es el mismo Dios. Jesús sabía que su pasión y su muerte a manos de los hombres o autoridades judías y romanas, era parte del designio divino, que exige entregar hasta la propia vida por la salvación de los hermanos. La muerte y resurrección de Jesús hacen parte del proyecto del Reino de Dios, que Jesús asumió concientemente en solidaridad con la causa de una humanidad liberada y resucitada. Algunas interpretan esto como una actitud sádica de Dios, como si Dios se complaciera con el juego de la sangre, el martirio y la muerte. “La voluntad de Dios alcanza la muerte de Jesús, porque hasta ese punto llega la injusticia y la maldad que el ser humano ha hecho contra sus semejantes. Lo que complace a Dios no es el dolor y el sufrimiento de su Hijo en cuanto tales, sino el amor y la obediencia de donde proceden”.

Los tres días, hay que entenderlos en sentido escatológico más que cronológico, pues equivalen al tiempo máximo que Dios interviene por un justo injustamente condenado. La resurrección a los tres días significa entonces la acción de Dios que interviene para exaltar la opción y la Causa de Jesús. Queda establecida la contraposición entre los hombres que quieren matarlo y Dios que decide resucitarlo. Igual que en el primer anuncio, los discípulos no entienden, se muestran incapaces de asumir la muerte de Jesús como parte de su proyecto de vida. Pareciera que la luz radiante de la transfiguración se hubiera apagado nuevamente, que el espíritu mudo se hubiera posesionado de ellos y les impidiera crecer en la fe. No se atreven a preguntar porque temen un nuevo reproche de Jesús o simplemente por que no quieren caer en ridículo.

La segunda perícopa (vv. 33-35) tiene que ver con una nueva instrucción sobre quien quiera ser el primero que sea el último. Nos encontramos ahora en Cafarnaúm, probablemente en la casa de Pedro, allí donde Jesús había curado la suegra de éste. Jesús aprovecha para preguntarle a los discípulos su tema de conversación en el camino. No recibe respuesta, pues los discípulos saben que han estado tentados del orgullo y el poder. Esto nos permite entender porque en el fondo los discípulos no aceptan la suerte dolorosa de Jesús, pues significaría aceptarlo para ellos mismos. Significaría aceptar la pequeñez y la debilidad, cuando ellos esperan grandeza y poder. Jesús llama a los doce y se sienta como todo un maestro para explicar a través de dos sentencias, nuevas características del verdadero discípulo. En la primera, Jesús no prohíbe que alguien quiera ser el primero, solo que debe hacerse al final de la fila. Y ser el primero haciéndose el último consiste sencillamente en ser el servidor de todos. La palabra griega que se utiliza en este caso es “diakonia”, que designa a los que cumplían oficios serviles a favor de otros. Con este nombre también se designaban en las comunidades cristiana primitivas a todos los que tenían un oficio, comenzando por los apóstoles.

La segunda sentencia, busca precisar en quién reside la auténtica grandeza. El protagonista es un niño, quienes en la antigüedad no alcanzaban los derechos que los niños han logrado hoy. En tiempos de Jesús un niño era símbolo de ignorancia, inmadurez e insignificancia. Se les equiparaba con los criados o esclavos. A pesar de todo esto, el niño por su grado de dependencia e indefección se convierte en preocupación permanente para sus progenitores, pues sin la atención de sus padres no logrará sobrevivir. Así, el más pequeño, se convierte en el más importante porque requiere la atención y el cuidado de los mayores. Jesús pone al niño “en medio de ellos”, es decir, en medio de los discípulos. La enseñanza es para ellos y es necesario que todas sus miradas estén colocadas en el niño, del que deben aprender que siendo el más pequeño, es el más grande. Inmediatamente lo abraza como signo de ternura y acogida. Se trata de abrazar con alegría y solidaridad el compromiso de ser el servidor de todos. Renunciar a ser el servidor, a ser el más pequeño, significa renunciar a Jesús, porque solo el que acoge su vocación de servicio como se acoge a un pequeño, acogerá a Jesús y al mismo Dios que lo a enviado.


3-18.

Santa Teresa del Niño Jesús (l873-l897) carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Oración 20

“El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser le primero, sea vuestro esclavo.” (Mt 20,26ss)

Jesús ¡con qué humildad, oh divino Rey de la gloria, os sometéis a vuestros sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre los que os aman y los que son, por desgracia, fríos y tibios en vuestro servicio! Ya peden adelantar o retrasar la hora del santo sacrificio, estáis siempre pronto a descender del cielo a su llamada!...¡Oh, Amado mío, qué dulce y humilde de corazón me parecéis bajo el velo de la blanca Hostia! NO podéis abajaros más para enseñarme la humildad. Por eso quiero, para responder a vuestro amor, desear que las hermanas me pongan e el último lugar, participar de vuestras humillaciones, a fin de “tener parte con vos” (Jn 13,8) en el reino de los cielos.

Pero conocéis, Señor, mi debilidad; cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco haber cometido muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también orgullo. Quiero, por tanto, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en vos. Puesto que todo lo podéis , dignaos hacer nacer en mi alma la virtud que deseo. Para obener esta gracia de vuesra infinita misericordia, os repetiré muchas veces: “Jesús manso y humilde de corazón, haced mi corazón semejante al vuestro.” (cf Mt 11,29)


3-19. ARCHIMADRID 2004

LOS BAJITOS

Me contaba un señor amigo mío que cuando él hacía el servicio militar (en aquellos tiempos en que se empezaban a descubrir las ventajas de la lanza frente a las hachas de piedra), tenían un sargento tan borrico que siempre les hacía formar por estatura entre grandes gritos y amenazando con que los tres últimos en formar irían al calabozo. Los tres más bajitos del regimiento se pasaron el tiempo de la “mili” en el calabozo. El sargento tenía su lógica (más bien escasa) pero la estatura era la que era y si hubiese visto a un soldado con tacones seguramente lo desterraba.

A veces nosotros tenemos nuestra lógica que, comparada con la de Dios, se queda también bastante escasa. A los apóstoles parece que no les bastó el “apártate de mí, Satanás” del otro día a Pedro y cuando oían a Jesús hablar de que “El hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto a los tres días resucitará.” ellos se ponían a pensar en otras cosas por no preguntarle y luego sus pensamientos derivaban hacía sí mismos, a sus cargos personales. Es una tontería tener miedo a preguntarle a Dios, “acercaos a Dios y Dios se acercará a vosotros”, pero es igual de estúpido el pretender que Dios te conteste lo que tú desearías oír. Los niños (que escasean cada vez más en número y en espíritu) dicen la verdad de lo que piensan: La señora que parece una foca, la que tiene bigote, el tipo que huele mal,… son políticamente incorrectos y diplomáticamente un fracaso pero ¿es que nadie se atreve a decir a alguien, que le huelen las axilas peor que una jaula de monos y que no estaría de más usar desodorante? Quizá sea para no ofenderle, pero ¿será “mejor” pensar para mis adentros que ese señor es un guarro?. Si le preguntas a Dios te contestará pero seguramente no como tú quisieras. Ante la muerte te encontrarás la resurrección, ante la enfermedad la cruz redentora, ante la pobreza tu codicia, ante tu soledad tu egoísmo. Frente algunas cosas tendrás que pedirle al Señor que afiance tu fe, ante otras que te ayude a cambiar realmente de vida, a no andar con componendas y medias tintas.

Hoy el apóstol Santiago nos echa un buen rapapolvo, no es políticamente correcto ni parece que quiera ampliar su círculo de amistades, pero piensa despacio si realmente no es necesario que de vez en cuando nos ayuden a sacudir el polvo del camino, tantas pequeñas (o grandes) manías o pecados que se van quedando en nuestro corazón y en nuestra vida y además te lo dice desde el cariño, como te dice las cosas Dios porque te quiere.

Mañana nos dirán “acuérdate que eres polvo y al polvo volverás” o “conviértete y cree en el Evangelio” según el gusto del sacerdote. Seguramente te llenes de propósitos de cambio y de conversión para esta cuaresma. Te animo a que no lo vivas solo, busca un buen sacerdote que te dé aliento, te apoye, te oriente y- de vez en cuando- te regañe con cariño, y notarás que crecerás, que ya no eres siempre de los tres últimos en formar. Pídele hoy a tu madre la Virgen que te oriente en la búsqueda de ese sacerdote y decídete a dejarle a Dios hablar en tu vida.


3-20.

LECTURAS: SANT 4, 1-10; SAL 54; MC 9, 30-37

Sant. 4, 1-10. ¡Cuántas divisiones entre los hombres, y cuántas guerras se han generado propiciadas por la codicia y la ambición por lo pasajero. Se es capaz de mentir, de levantar falsos contra los demás con tal de justificar nuestras acciones provocadas por las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de nosotros mismos. Quienes creemos en Cristo no podemos continuar siendo esclavos del mal, del pecado y de la muerte, que han sido vencidos por medio del Misterio Pascual del Señor. Quien se diga hijo de Dios pero continúe sometido al diablo no podrá convertirse en un signo creíble del Señor, pues, a pesar de proclamar su Nombre ante las naciones, sus obras estarán siendo ocasión de burla, de descrédito y de ofensa al Señor. Acerquémonos a Dios para que Él se acerque a nosotros; resistamos al malo, no con nuestras armas, ni con nuestras solas fuerzas, sino auxiliados por el Señor, que ha prometido venir y hacer su morada en los corazones rectos y sinceros. Pongamos en Él nuestra confianza y Dios saldrá en defensa nuestra para librarnos de nuestro enemigo y de la mano de todos los que nos odian, y para afianzar nuestros pasos en el camino del bien de tal forma que lleguemos a vivir fraternalmente unidos y podamos seamos capaces, por la presencia de su Espíritu en nosotros, de pasar haciendo el bien a todos a imagen de como lo hizo Jesucristo en favor nuestro.

Sal. 54. Jesús ha rogado a su Padre por nosotros; no le ha pedido que nos saque del mundo, sino que nos preserve del mal. Al final de nuestra vida el Señor nos llevará como en alas de águila hacia las moradas eternas. Pero mientras llega ese día no podemos vivir como cobardes, encerrándonos lejos del mundo, no por cumplir una vocación venida de lo Alto, sino por miedo ante el compromiso que todos tenemos de vivir en medio del mundo como la levadura, que va haciendo fermentar la masa para que se convierta en pan sabroso, y deje de ser una masa amorfa a merced de cualquier doctrina. Quien posee el Espíritu de Dios y se ha dejado dominar por Él se convierte en un signo profético del amor, de la salvación y de la entrega de Dios, para salvar a todos aquellos que habían sido dominados por el pecado y que estaban destinados a la muerte. Si realmente somos hombres de fe no pasemos de largo ante el pecado y la miseria del hombre; no huyamos del mundo, no seamos cobardes al tener que enfrentar las estructuras de pecado. Vayamos a cumplir nuestra misión como Luz con todos los riesgos que ha de afrontar, con amor, quien ha sido elegido por el Señor para esta misión: Nosotros, que formamos la Iglesia y familia de Dios.

Mc. 9, 30-37. Jesús se está encaminando hacia Jerusalén para celebrar la Pascua, su Pascua, mediante la cual nos dará el perdón de nuestros pecados, reconciliándonos así con el Padre, Dios; nos dará vida nueva y nos hará hijos dignos de Dios para celebrar la Pascua eterna. Pero para llegar a ella es necesario convertirse en el último de todos y en el servidor de todos, pues no es la importancia, conforme a los criterios humanos, la que nos hace dignos hijos de Dios, sino el seguimiento de Cristo, que por nosotros se hizo el último de todos y el servidor de todos. Por eso nuestro esfuerzo principal para hacer llegar a los demás la Buena Nueva del amor y de la Misericordia de Dios, debe llevarnos a hacer cercano a Dios a los que son como los niños por vivir desprotegidos, o azotados por la pobreza, por la injusticia o por el desprecio de los poderosos. Sepamos que quien recibe a esos "niños" está recibiendo al mismo Cristo, y, junto con Él, a Aquel que lo envió.

En la Eucaristía, que estamos celebrando, el Señor nos ha acogido en su casa para hacernos partícipes de su amor, de su perdón y de su misericordia. Conociendo cada uno de nosotros su propio interior no podemos negar nuestros propios pecados. Sin embargo, a pesar de todo eso Dios nos amó y se entregó por nosotros en Cristo Jesús, nuestra paz y nuestra reconciliación. Él es el Siervo de YaHWeH que se hizo Siervo del hombre para conducirlo de vuelta a la Casa Paterna. Y ese retorno, y ese encuentro con nuestro Dios y Padre es lo que estamos celebrando en esta Eucaristía, pues Cristo no sólo nos ha convocado para que contemplemos su amor y para que recibamos sus dones, sino para unirnos a Dios como hijos suyos por nuestra comunión de Vida con el Enviado del Padre. Por eso aprovechemos este momento de amor y de gracia del Señor para con nosotros.

Ojalá y no hagamos de nuestra Iglesia una comunidad de fieles que, en lugar de estar al servicio de los pecadores y de los que nada tienen, se case con los ricos y con los poderosos de este mundo. Cuando uno busca, no tanto anunciar el Evangelio, sino servirse de Él para los propios intereses, en lugar de llamarse discípulo de Cristo vendría a ser un hipócrita o, incluso, un mercader del Evangelio. Volvamos la mirada hacia los pecadores; nosotros mismos lo somos. Y el Señor nos ha amado y su misericordia le ha llevado a perdonarnos mediante la Sangre derramada de su propio Hijo, y nos ha llamado con santa llamada para que seamos portadores de la gracia y del perdón de Dios. No tenemos otra misión ni otros intereses; líbrenos Dios de proclamar otra cosa que no sea a Jesucristo, y a Éste, crucificado para el perdón de nuestros pecados. Volvamos la mirada hacia los pobres, pues Cristo se hizo pobre por nosotros, para cargar con nuestras pobrezas. Él vino como Salvador del hombre en todos los aspectos; por eso, en lugar de buscar a Cristo para que nos llene las manos con bienes temporales lo hemos de buscar para ser generosos como Él lo ha sido para con nosotros, no para enriquecernos, sino para que seamos fieles administradores de sus bienes en favor de los demás.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir como amigos de Dios y no como amigos del mundo; que, por nuestra unión a Dios por medio de Cristo Jesús, nos convirtamos en esforzados servidores a favor del Reino, para hacerlo llegar a todos los hombres, especialmente a aquellos por quienes Jesús sintió una especial predilección, los pobres y los pecadores. Amén.

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3-21. Fray Nelson 3. Textos para leer
Martes 17 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: Prepárate para la prueba * El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quisiera ser el primero, que sea el último de todos.

1. "Prepárate para la prueba..."
1.1 Una advertencia realista y saludable: "prepárate para la prueba". Así nos hablan los que bien nos aman, los que conocen el camino y saben que no es cariño ocultar las dificultades ni es dulzura crear ilusiones engañosas. "Prepárate para la prueba" : no te asustes, no decaigas, no te rindas.

1.2 Sin embargo, hay diferencia entre la resistencia de un estoico y la perseverancia de un santo. La fuente de la fortaleza cristiana está en aquella frase: "pégate al Señor". La clave no es: "juega a ser un superhombre"; ni tampoco: "haz de cuenta que nada sucede"; ni menos: "anestésiate; aprende a huir". La gran clave es: "pégate al Señor".

1.3 ¿Y de dónde sacamos razones para pegarnos al Señor? De la historia. De los testimonios que conocemos. De aquello que nos ha sido predicado y hemos comprobado que en verdad sucede en las vidas de personas concretas como nosotros, frágiles como nosotros, incluso: pecadoras como nosotros. De ahí nace nuestra confianza absoluta.

2. Un Mesías incomprensible
2.1 El evangelio de hoy nos propone un tema distinto pero próximo al del Eclesiástico. La cruz es la prueba suprema de la misión y del ser mismo de Cristo. Si el Eclesiástico nos decía "prepárate para la prueba", Jesucristo parece haber leído y entendido esto en su alma generosa, pues de lo que habla con sus discípulos es de su propia cruz, y bien se ve que desea que ellos se instruyan en esa ciencia de la cruz.

2.2 Mas este lenguaje y este "modelo" de Mesías resulta incomprensible para aquellos hombres, afanados por otros asuntos, sobre todo es averiguar quién era el más importante. Sabemos que esta era una pregunta que les ocupaba mucho de su tiempo y de su corazón, pues no es esta la última vez que les encontraremos discutiendo sobre sus relaciones de importancia y poder.

2.3 Entonces Jesús, como adaptándose a su reducida atención, utiliza una estrategia pedagógica: acerca a un niño y lo pone en medio de todos. ¡Un niño! ¡Cuántas cosas dice esa imagen de este niño abrazado por Jesús! Ese es el abrazo con que Dios mismo abriga, anima y fortalece el nuevo comienzo que sólo podía venir por el sacrificio de la Pascua. Ese es el abrazo que envuelve toda la confianza, toda la ternura, toda la cercanía del Señor para quien quiera ser verdadero discípulo y no prematuro maestro.

2.4 Es buena idea sentirnos niños ante los milagros del amor de Cristo. Niños que se admiran con gozo sabiendo que el pan ya no es pan, sino Cuerpo de Cristo. Niños que saludan con alegría al viento de la gracia y aplauden con libertad el ritmo prodigioso del amor divino. Niños que saben mostrar la ropa que ensuciaron y entregarla sin los dramas falsos que viene de un orgullo mal disimulado. Niños, en fin, que saben descansar en el abrazo de Cristo y escuchar en su corazón palpitante la canción de Dios.