SÁBADO DE LA SEMANA 2ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Segundo Libro de Samuel 1,1-4.11-12.19.23-27.

Después de la muerte de Saúl, David volvió de derrotar a los amalecitas y permaneció dos días en Siquelag. Al tercer día, llegó un hombre del campamento de Saúl, con la ropa hecha jirones y la cabeza cubierta de polvo. Cuando se presentó ante David, cayó con el rostro en tierra y se postró. "¿De dónde vienes?", le preguntó David. El le respondió: "Me he escapado del campamento de Israel". David añadió: "¿Qué ha sucedido? Cuéntame todo". Entonces él dijo: "La tropa huyó del campo de batalla y muchos del pueblo cayeron en el combate; también murieron Saúl y su hijo Jonatán". Entonces David rasgó sus vestiduras, y lo mismo hicieron todos los hombres que estaban con él. Se lamentaron, lloraron y ayunaron hasta el atardecer por Saúl, por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, porque habían caído al filo de la espada. "¡Tu esplendor ha sucumbido, Israel, en las alturas de tus montañas! ¡Cómo han caído los héroes! ¡Saúl y Jonatán, amigos tan queridos, inseparables en la vida y en la muerte! Eran más veloces que águilas, más fuertes que leones. Hijas de Israel, lloren por Saúl, el que las vestía de púrpura y de joyas y les prendía alhajas de oro en los vestidos. ¡Cómo han caído los héroes en medio del combate! ¡Ha sucumbido Jonatán en lo alto de tus montañas! ¡Cuánto dolor siento por ti, Jonatán, hermano mío muy querido! Tu amistad era para mí más maravillosa que el amor de las mujeres. ¡Cómo han caído los héroes, cómo han perecido las armas del combate!".

Salmo 80,2-3.5-7.

Escucha, Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño; tú que tienes el trono sobre los querubines,
resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Señor de los ejércitos, ¿hasta cuándo durará tu enojo, a pesar de las súplicas de tu pueblo?
Les diste de comer un pan de lágrimas, les hiciste beber lágrimas a raudales;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros.


Evangelio según San Marcos 3,20-21.

Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


 

1.- Hb 9, 2-3.11-14

1-1.VER SEGUNDA LECTURA DE CORPUS CICLO/B


1-2.

-Cuando se presentó Cristo como sumo sacerdote de los bienes futuros...

¡Sorprendente fórmula! ¡Jesús, "el sumo sacerdote de la felicidad"!

No precisa de ningún comentario. Sólo hay que saborear detenidamente esa función sacerdotal de Jesús. Quiere nuestro bien. Trabaja en ello, para ello dio toda su vida. Y esta felicidad, que es total y nos colma, está en marcha, ¡«viene»!

-A través de una «tienda» mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo.

Alusión al Santo de los Santos, ese santuario más recoleto del Templo -llamado el "Tabernáculo" o «Tienda»-, donde el sumo sacerdote judío entraba una vez al año, cuando el pueblo celebraba el gran perdón del Kippur.

Jesús había dicho: «Destruid ese Santuario y yo construiré otro no edificado por hombres.» (Marcos, 14-58.) Además, a la muerte de Jesús los evangelistas muestran el «velo» del Templo rasgado en dos (Marcos, 15-37). Como afirmando que la sede del Santo de los santos es destruida.

En adelante, el verdadero lugar de nuestro acceso a Dios es el Cuerpo de Cristo... santuario «mayor» y más «perfecto» que el antiguo santuario, ¡construido por Dios mismo!

-Es así que penetró en el santuario del cielo... una vez para siempre.

Y allí nos introduce con El. Porque Jesús no es sólo el «camino del cielo» como suele decirse, es ya el cielo realizado: «nos resucitó y nos hizo sentar en el cielo.» (Efesios, 2-6).

Sí, el cielo ha comenzado en la medida en que vivimos «en el Cuerpo de Cristo»», desde aquí abajo.

-Esparciendo no sangre de animales, sino la suya propia.

El tema de la sangre es muy importante en toda esa Epístola. No acabamos de comprender el simbolismo que todo esto contiene porque en occidente prácticamente no tenemos nunca ocasión de asistir a un «sacrificio ritual», como los hay todavía en el culto de algunas religiones. Se degüella un animal en honor de un dios y se comulga en lo sagrado untando con sangre caliente las manos, el rostro y el dintel de la puerta de la casa.

La sangre es símbolo de la «vida». Sólo Dios tiene poder sobre la vida.

En muchas civilizaciones que están mucho más en contacto directo con la naturaleza que nosotros está prohíbido beber la sangre. Para los hebreos la sangre es algo sagrado (Lv 17,11; 14; Dt 12, 23), el uso de la sangre se reserva exclusivamente para hacer «ofrenda a Dios». Así pues, cada vez que la Escritura trata de la sangre podríamos reemplazar ese término por el de «vida ofrecida»: cuando Jesús ofrece su sangre en la cruz es sólo el gesto exterior y visible que expresa la ofrenda interior que hace de su vida... cuando nos da su sangre en comunión eucarística, es el signo exterior concreto que expresa que nos da su vida.

-Obtuvo así una redención definitiva. Pues si la simple aspersión con sangre de un animal proporcionaba una pureza exterior a los contaminados... La sangre de Cristo hace mucho más: impulsado por el Espíritu eterno, Jesús se ofreció a sí mismo a Dios... Y su sangre purificará nuestra conciencia de las obras muertas para que podamos rendir culto al Dios vivo.

Jesús se ofreció. Sacrificó no la vida de otro sino la suya.

Y dio así la mayor prueba de amor a Dios y a los hombres.

Y en su ofrenda nos invita a ofrecer también nuestra vida en culto espiritual.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 30 s.


1-3. /Hb/09/01-10

Con el pasaje de hoy, el autor llega a formular la razón definitiva de su acusación de ineficacia contra el culto antiguo. En primer lugar entiende todo el proceso ritual del día de la Expiación como símbolo de su propio fracaso. La entrada en el Santo de los Santos es para el autor, como para todo israelita, el acercamiento a Dios. Pues bien: la abundante cantidad de limitaciones -una sola persona, una sola vez al año, con sangre expiatoria por sus propios pecados y por los de los demás- es clara señal de que no es ésta la verdadera entrada del hombre ante Dios.

Del símbolo pasa Heb a la realidad, leída -no es preciso repetirlo- a la luz de la revelación que constituye para él la cruz de Jesucristo. En el tiempo presente "se ofrecen dones y sacrificios que no pueden transformar en su conciencia al que practica el culto, pues se relacionan sólo... con observancias externas" (9-10). La cruz de Jesús ha enseñado al autor dónde está realmente el problema del hombre; la perdición del hombre es su pecado, no entendido más o menos imaginativamente como una barrera que impide el paso a Dios o como una mancha en la conciencia, sino como un alejamiento de Dios voluntario, consciente y libre. El problema del hombre está en él mismo, en lo que el hombre tiene de decisión libre, responsable, de sí mismo ante Dios. Salvar al hombre es «limpiarlo de su pecado» (9,13-14), "perfeccionarlo" (10,14), «acercarlo a Dios» (7,19; 10,19-20), "hacer lo perfecto en la conciencia" (9,9), es decir, posibilitar la verdadera recuperación de su libertad en Dios y para Dios.

Todo el antiguo culto intentaba tender un puente imposible entre la «conciencia» y los «preceptos carnales» (9,9-10). Por definición era el intento de hallar la «purificación» del hombre a base de realidades situadas fuera de él mismo y de su decisión. Es imposible que actos o cosas exteriores al hombre -ritos de carne (9,9), sangre de animales (10 4) o lo que sea- puedan cambiar la sede del pecado humano, la decisión libre y personal. El culto antiguo fue un engaño continuo y repetido (10, 1-4). Con esto Heb nos enseña a aplicar la cruz de Cristo como criterio para discernir todo lo que pretende presentarse como salvador o liberador del hombre.

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 561 s.


2.- 2S 1, 1-04.11-12.19.23-27

2-1.

-El duelo... El dolor de David...

Se acaba de anunciar a David que Saúl y su hijo Jonatán han muerto en el combate, en los montes de Gelboé. A pesar de todas las dificultades que le ha ocasionado, David está profundamente conmovido por esta muerte.

Lejos de alegrarse por ella -ahora podrá reinar en su lugar- entona una elegía.

-Entonces, tomando David sus vestidos los desgarró, y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él. Se lamentaron, lloraron y ayunaron hasta la noche por Saúl y por su hijo Jonatán.

La Biblia es un espejo de la humanidad donde se reflejan todos los verdaderos sentimientos humanos.

No es necesario poner entre paréntesis ciertos aspectos de nuestras vidas. Nuestra vida entera con nuestras alegrías y nuestras penas es la que ha de desarrollarse y expresarse ante Dios. Señor, te ofrecemos nuestras vidas, nuestras penas. Mira, Señor, nuestras lágrimas y nuestras angustias.

Señor, oye los gemidos de los que sufren. Señor, no cierres los oídos a las lamentaciones de los que están separados.

-Al llegar Jesús junto a la tumba de Lázaro, lloró...

Dijeron entonces los judíos: "Ved como lo amaba.» David amaba a Jonatán, y lloró también la muerte de su amigo. Jesús amaba a Lázaro y a Marta y a María, y lloró la muerte de su amigo.

Profunda humanidad de Dios. No me avergüenzo de llorar delante de ti, Señor. Tú sabes lo que es esto. «Da, Señor, el descanso eterno a nuestros difuntos.»

-¿Cómo han caído los héroes?

Para David, Saúl continuaba siendo el (<ungido» del Señor, el rey consagrado por la unción divina. Y es profundamente escandaloso que un hombre elegido por Dios conozca un tal destino. La pregunta queda sin respuesta. "¿Cómo han caído?" La muerte nos deja desamparados siempre.

Serán precisos muchos siglos para que la humanidad reconozca, en Jesús, a la vez:

--la unción divina, signo de la eleccion irreversible de Dios...

--y la muerte escandalosa, signo de la condición humana...

Pero, únicamente la resurreccion da la respuesta definitiva.

«Espero la resurrección de los muertos, y la vida del mundo futuro». Este es el último artículo del credo y la última respuesta de Dios a nuestros interrogantes.

-Jesús dijo: «Todo está terminado»... luego, bajando la cabeza expiró.

En cada una de las misas, "confesamos tu muerte, Señor, proclamamos tu resurrección,

Ven, Señor Jesús.» Por el m¿sterio de tu muerte y de tu resurrección, ayúdanos, Señor.

Ayúdanos a no temer demasiado a la muerte. Ayúdanos a pensar en ella alguna vez, no como en un pensamiento sombrío, sino como en una realidad que viene... y que Tú has querido compartir para liberarnos de ella.

-¿Cómo caiste, Jonatán? Tu amistad era delicia para mí.

Debemos prepararnos para el reencuentro con los nuestros.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 30 s.


2-2. /1S/31/01-04 /2S/01/01-16

No deja de tener una trágica grandeza la figura de Saúl. Pese al resultado negativo de la consulta hecha en Fuendor (lectura de ayer), acepta su destino y va al combate y a la muerte. Derrotado el ejército de Israel, emprende la huida. Cayeron muertos sus tres hijos y, por último, es descubierto él mismo por los arqueros filisteos y malherido. Entonces, para no dejarles la gloria de haberle matado, se lanza él mismo sobre su espada o, según otra tradición también recogida aquí, se hace matar por uno de los suyos.

Había reinado en Israel unos ocho años. Casi desde el principio, poco después de haber sido ungido rey por Samuel, lo vemos ya abrumado por la reprobación divina que Samuel le ha revelado. Encendido de celos contra David, víctima de una depresión o melancolía, no desertó de su puesto, hasta morir, frente a sus soldados, en la batalla de la montaña de Gelboé. Su destino es un misterio. Pero el hecho de que Dios quisiese traspasar el reino a David no prejuzga de ninguna manera la suerte eterna de Saúl. No podemos convertir su reprobación política en una reprobación religiosa.

David, que últimamente había entrado con sus hombres como mercenario al servicio del rey de Gad, se pudo ahorrar el drama de conciencia de tener que combatir al lado de los filisteos contra Saúl, Jonatán y los israelitas. Providencialmente, los oficiales filisteos no se fían de aquella tropa de hebreos y obligan al rey Aquís a despedirlos. David hace ver que le desagrada esa desconfianza, pero está muy contento de ello. En Sicelag, la ciudad fronteriza que Aquís le había designado como residencia para que vigilase las incursiones de la gente del desierto, le llega la noticia del desastre de Gelboé. Su reacción es característica. La muerte de Saúl supone la desaparición del rival político, pero David no sólo no ha combatido con los filisteos contra Saúl, sino que inicia públicamente un gran duelo por su muerte, y al saber que los habitantes de Yabés Galaad se han arriesgado a cobrar los cadáveres de Saúl y sus hijos, profanados por los filisteos, y los han sepultado con honor, les dirige un mensaje de elogio y de bendición (2 Sm 2,4-7). Además, ordena matar al mensajero que esperaba unas buenas albricias por haberle traído, juntamente con la noticia de la muerte de su enemigo, la diadema y el brazalete reales, un mensajero que además decía que él mismo habia rematado a Saúl. David, conjugando una vez más virtud y política, declara crimen digno de muerte matar al rey de Israel, que es lo que él está a punto de ser.

H. RAGUER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 677 s.


3.- Mc 3, 20-21

3-1.

-Jesús entra en una casa, y allí, de nuevo, acude la muchedumbre...

Al principio de su vida pública, ya hemos visto a Jesús suscitar el entusiasmo de las gentes sencillas. ¡Marcos presenta a menudo a Jesús acosado por la muchedumbre! ¡La muchedumbre! ¡La multitud! Es una de las características del evangelio. Jesús, ni únicamente, ni principalmente, no se puso en contacto con personas individuales: son muchedumbres numerosas las que le rodean, al principio. Estas irán disminuyendo a medida que Jesús vaya presentando exigencias más precisas, y misterios más difíciles de admitir.

Las muchedumbres de hoy... ¿qué hacen?, ¿qué desean? ¿Estamos atentos a los grandes movimientos colectivos que levantan a masas enteras?

-Tanto que no podían ni comer.

Jesús, totalmente entregado a su tarea.

Jesús, absorbido por su trabajo misionero.

Jesús, no tiene tiempo ni para comer.

Jesús, "hombre comido" por las gentes.

Jesús no tiene tiempo ni de pensar en Sí mismo.

Contemplo detenidamente todas esas cosas.

Nos quejamos a menudo de no tener tiempo de hacer tal o cual cosa y creemos que esto es una característica de nuestro siglo XX.

Pues bien, Jesús vivió todo esto, esta sohrecarga, esta carrera contra el tiempo, cuando no se llega a todo lo que hay que hacer, cuando uno se siente hundido por el trabajo y las preocupaciones.

Gracias, Señor, por haber vivido esta experiencia de nuestra condición humana.

Ayúdanos a salir adelante en nuestras tareas.

Ayúdanos a guardar el equilibrio.

Ayúdanos a saber encontrar tiempo para hacer lo esencial.

Ayúdanos a saber encontrar tiempo... para la oración, por ejemplo.

-Oyendo esto sus familiares, salieron para llevárselo, pues decían: "¡Está fuera de Sí!"

He aquí lo que se decía en familia. "¡Está loco!" Evidentemente, la imagen que ahora daba, ¡era tan diferente de la que había dado durante los treinta años tranquilos en su pueblo! Va a meternos en líos. Se temen represalias de las autoridades. Si la cosa va mal puede repercutir en nosotros...

Saben muy bien que los fariseos y los herodianos estaban de acuerdo para suprimirlo.

Los "adversarios" de Jesús son de dos tipos:

--en primer lugar su parentela (Marcos 3, 20-21) que quiere recuperarle, tenerle.

--y luego los escribas (Marcos 3, 22-30) que le acusan de estar "poseído del demonio".

Inmediatamente, Jesús pondrá las cosas en su punto: su verdadera parentela, su verdadera familia, no es la de la sangre, sino la de la Fe (Mc 3, 31-35).

¿Cómo reaccionamos, cuando vemos que ciertos miembros de nuestras comunidades toman actitudes más comprometidas, más arriesgadas? También nosotros, ¿consideramos "poco razonables", ciertas decisiones proféticas de la Iglesia de hoy? En la gran mutación del mundo, ¿no es conveniente, conservar fría la cabeza... y hacer a la vez algunas locuras?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 284 s.


3-2.

1. (año I) Hebreos 9,2-3.11-14

a) Hablando todavía del sacerdocio de Cristo, la carta compara dos elementos importantes del Templo de Jerusalén (o sea, del AT) con la nueva realidad de Jesús: el Templo mismo y los sacrificios.

Explica, ante todo, cómo funcionaba el Templo: con un recinto anterior, llamado «santo», y otro más interior y oculto, llamado «santísimo». El sumo sacerdote de turno entraba en el «santísimo» una vez al año, en la fiesta de la Expiación, para ofrecer al Señor sacrificios por el pueblo. Pero Jesús ha entrado en otro Templo mucho mejor, el del cielo, a través de la «cortina» de su muerte pascual. Allí ha sido constituido Sacerdote y Mediador nuestro ante Dios.

En cuanto al sacrificio, los sacerdotes de la antigua Alianza ofrecían una y otra vez sacrificios de animales, por sus pecados y por los del pueblo, porque la sangre de los animales no era eficaz para conseguir para siempre la salvación. Mientras que Cristo se ha ofrecido a sí mismo, no unos animales, y su Sangre nos ha conseguido de una vez por todas la liberación.

b) En los prefacios del Tiempo Pascual damos gracias a Dios por este sacerdocio perfecto de Cristo, por la eficacia de su sacrificio personal en la Cruz, que hace inútiles ya todos los demás sacrificios, y también porque en él, ahora resucitado y glorificado junto a Dios, permanece vivo el sacerdocio y el sacrificio:

- Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado»,

- él no cesa de ofrecerse por nosotros, de interceder por todos ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre»,

- él, con la inmolación de su cuerpo en la cruz, dio pleno cumplimiento a lo que anunciaban los sacrificios de la antigua alianza, y ofreciéndose a si mismo por nuestra salvación, quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar».

Todos los esfuerzos humanos fracasan a la hora de conseguir la salvación. No nos salvamos a nosotros mismos, por muchos «sacrificios de animales» que hagamos. Es Cristo Jesús quien nos ha salvado y el que también ahora sigue en el cielo intercediendo por nosotros. El es el verdadero Sacerdote, que ha asumido nuestra debilidad y nos reconcilia continuamente con su Padre.

Todos los demás sacerdotes -los ministros ordenados en la Iglesia- participan de este sacerdocio de Cristo. Todos los demás templos -nuestras iglesias y capillas- son imagen simbólica del verdadero Templo en el que sucede nuestro encuentro con Dios, el mismo Cristo Jesús. Todos los demás sacrificios -también la ofrenda que cada día hacemos de nuestra vida a Dios son participación del sacrificio de Cristo. En cada Eucaristía entramos en ese movimiento de entrega de Jesús, nos sumamos a su sacrificio único, colaborando así a la salvación nuestra y del mundo.

1. (año II) 2 Samuel 1,1-4.11-12.19.23-27

a) Con un desastre militar termina el reinado y la vida de Saúl, y también la de sus hijos, entre ellos Jonatán, el amigo de David. Desde luego Saúl no tuvo suerte en la vida. Ocho años de reinado, para dejar a la historia una imagen bien patética.

Es conmovedora la reacción de David, que siempre había respetado al ungido de Dios, al rey, aunque éste le persiguiera. Valdría la pena hoy coger la Biblia y leer entero -aquí está resumido- el poema que el segundo libro de Samuel pone en labios de David, cantando los méritos del rey Saúl y de su amigo Jonatán y doliéndose de su triste final.

Refleja un corazón noble. Aunque el hecho de la desaparición de Saúl en el fondo le favoreciera -dejó de ser un perseguido y se le abrió el camino para el trono-, parecen sinceros y muy finos los sentimientos que aquí expresa David.

b) Tendríamos que revisar nuestro corazón. ¿Somos capaces de sentir este profundo dolor ante la desgracia de los demás? ¿incluso cuando le sucede algo malo a alguien que no nos mira bien? ¿solemos reconocer los valores que tienen los otros y alabarlos en público? Jesús sí, era un hombre que mostraba estos sentimientos de amor y amistad, de tristeza y lágrimas. Lloró por la muerte de su amigo Lázaro: «Ved cómo lo amaba». Lloró por la suerte de Jerusalén, la ciudad que amaba por encima de las demás.

Además, ¿no nos enseñó Jesús el perdón a los enemigos? ¿y no nos dio él mismo un ejemplo magnífico en su muerte, perdonando a los que le crucificaban? ¿somos capaces de perdonar, aunque sepamos que hablan mal de nosotros? El ejemplo de David nos estimula a tener sentimientos más nobles en nuestra vida.

El salmo apunta hacia otra lección. En situaciones catastróficas para el pueblo, el salmista nos invita a poner nuestra confianza en Dios, «que guía a José como un rebaño», que conduce nuestra historia. Y con valentía se atreve a interpelarle: «despierta tu poder y ven a salvarnos», «¿hasta cuándo estarás airado, mientras tu pueblo te suplica?», «que brille tu rostro y nos salve».

2. Marcos 3,20-21

a) El evangelio de hoy es bien corto y un tanto paradójico. Sus mismos familiares no comprenden a Jesús y dicen que «no está en sus cabales», porque no se toma tiempo ni para comer.

Ciertamente no lo tiene fácil el nuevo Profeta. Las gentes le aplauden por interés. Los apóstoles le siguen pero no le comprenden en profundidad. Los enemigos le acechan continuamente y le interpretan todo mal. Ahora, su clan familiar -primos, allegados, vecinos- tampoco le entienden. Además de su ritmo de trabajo, les deben haber asustado las afirmaciones tan sorprendentes que hace, perdonando pecados y actuando contra instituciones tan sagradas como el sábado. Se cumple lo que dice Juan en el prólogo de su evangelio: «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron». Algunos le aplaudieron mientras duró lo de multiplicar los panes. Pero luego se sumaron al coro de los que gritaban «crucifícale».

Entre estos familiares críticos, no nos cabe en la cabeza que pudiera estar también su madre, María, la que, según Lucas, «guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» y a la que ya desde el principio pudo alabar su prima Isabel: «dichosa tú, porque has creído». Pero a Jesús le dolería ciertamente esta cerrazón de sus paisanos y familiares.

b) También en el mundo de hoy podemos observar toda una gama diferente de reacciones ante Cristo. Más o menos como entonces. Desde el entusiasmo superficial hasta la oposición radical y displicente.

Pero, más que las opiniones de los demás, nos debe interesar cuál es nuestra postura personal ante Cristo: ¿le seguimos de verdad, o sólo decimos que le seguimos, porque llevamos su nombre y estamos bautizados en él? Seguirle es aceptar lo que él dice: no sólo lo que va de acuerdo con nuestra línea, sino también lo que va en contra de las apetencias de este mundo o de nuestros gustos.

Si es el Maestro y Profeta que Dios nos ha enviado, tenemos que tomarle en serio a él, como Persona, y lo que nos enseña. Y eso tiene que ir iluminando y cambiando nuestra vida.

Podemos recordar además otro aspecto de este evangelio: que también nosotros podemos ser objeto de malas interpretaciones por llevar en medio de este mundo una vida cristiana, que muchas veces puede despertar persecuciones o bien sonrisas irónicas. Eso nos puede pasar entre desconocidos y también en nuestros círculos más cercanos, incluidos los familiares. Deberíamos seguir nuestro camino de fe cristiana con convicción, dando testimonio a pesar de las contradicciones. Como hizo Cristo Jesús. Con libertad interior.

«La sangre de Cristo se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha» (1ª lectura, I)

«Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo» (salmo, I)

«Que brille tu rostro, Señor, y nos salve» (salmo, II)

«¿Hasta cuándo estarás airado, mientras tu pueblo te suplica?» (salmo, II)

«Habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora intercede por nosotros» (prefacio después de la Ascensión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 66-70


3-3.

Primera lectura: 2 de Samuel 1, 1-4.11-12.19.23-2
¡Cómo cayeron los valientes en medio del combate!

Salmo responsorial: 79, 2-3.5-7
Que brille tu rostro, Señor, y nos salve.

Evangelio: San Marcos, 3, 20-21
Su familia decía que no estaba en sus cabales.

El relato de Marcos empieza con un dato sorprendente: los parientes de Jesús, al oír que él se estaba volviendo loco, resuelven ir por él. La locura era signo de posesión diabólica. Calificar de loco a alguien ha sido siempre una buena forma de excluirlo, anularlo y condenarlo. Con Jesús quisieron aplicar también esta táctica. Si sus enemigos tuvieran éxito en ella, la figura de Jesús se derrumbaría por sí misma. Por eso, ante el comentario callejero de la locura de Jesús, era natural que reaccionara su familia, afectada por el problema. Había que disuadir a Jesús de esa Causa que anunciaba y que sólo traía riesgos (posiblemente un apedreamiento, ya que la locura era considerada posesión diabólica).

En el caso de Jesús, seguir el dictamen de la familia significaba abandonar la Causa del Reino. Y no siempre la familia es la que mejor comprende el proyecto radical de uno de sus miembros.

La propuesta del Reino, en efecto, iba muy lejos. Implicaba una comunidad no basada en la carne y en la sangre, sino cimentada en los valores del amor y de la justicia. La igualdad, la solidaridad y la fraternidad universal significaban romper con el modelo de familia tradicional. Había que sentirse hermano del que hasta entonces era considerado excluido, impuro, forastero, enemigo, pecador...

Por eso Jesús no podía estar de acuerdo con sus parientes que, dejándose llevar de la calificación de loco que le daban sus enemigos, trataban de retirarlo de su misión. El evangelista no excluye a la madre de Jesús de este episodio.

Pero Jesús hizo lo que la Causa del Reino le pedía: rechazó la acusación de loco o demoníaco, tampoco se plegó al paternalismo familiar (lo que hubiera significado una negación de la causa de la justicia), y dejó bien establecido -como lección permanente para el futuro- que el modelo de fraternidad del Reino está por encima y va más allá de cualquier lazo familiar, y establece algo más duradero, menos vulnerable: un amor abrasado que se basa en la justicia y la lleva a su plenitud.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Hebreos 9, 2-3.11-14: Entró para siempre en el santuario

Salmo responsorial: 46, 1-9

Marcos 3, 20-21: Lo creyeron fuera de sí

Ayer comparábamos la antigua y la nueva alianza, guiados por el autor de la carta a los Hebreos, que vamos leyendo paso a paso. Hoy la comparación es muy sugestiva: se trata del antiguo templo o santuario judío, en Jerusalén, en el cual ejercían su ministerio los sacerdotes de esa antigua alianza. Se trataba de sacrificios de animales cuya sangre se derramaba por tierra y cuyas carnes, en todo o en parte, eran quemadas sobre el altar en honor a Dios, dándole gracias y bendiciéndolo. Pero en cambio, Jesús nuestro Señor y salvador, el mediador de la nueva alianza, ejerce su sacerdocio delante de Dios mismo, y ofrece su propia vida en sacrificio, su propia sangre derramada en la cruz. No porque Dios necesite sangre para dignarse perdonar nuestros pecados, sino porque esa sangre de Jesús, derramada por los poderes injustos de este mundo, manifiesta hasta dónde es capaz de llegar Dios en su amor por nosotros: hasta ponerse inerme en nuestras manos en la persona de su Hijo. Nuestra Eucaristía es la conmemoración del perfecto sacrificio de Cristo, es la comunión en su amor, es el vínculo de caridad que nos mantiene unidos como comunidad, el estímulo para que también nos entreguemos al servicio de los demás en la transformación del mundo injusto y pecador.

El Evangelio que acabamos de leer llama la atención por su brevedad. Como si lo que se dijera fuera muy importante y debiéramos pensarlo bien. La familia de Jesús fue a buscarlo para llevárselo de regreso a casa, pues pensaban que estaba loco. No es la única opinión que la gente se hizo, y todavía se hace, sobre Jesús. Escucharemos otras muchas opiniones sobre su persona: que estaba endemoniado, que era la reencarnación de un antiguo profeta, que era peligroso, blasfemo, revolucionario, ingenuo... En todo caso no era ni es posible permanecer indiferente ante su persona, ante su predicación y su compromiso.

Preguntémonos también nosotros, y respondámonos personal y comunitariamente: ¿Quién es Jesús? ¿Por qué nos reunimos en su nombre? ¿Por qué vamos a celebrar su Eucaristía? ¿Vale la pena seguir llamándonos cristianos, seguir creyendo y esperando en Él? ¿No estaría loco de verdad? ¿Y no estaremos locos nosotros que pretendemos ser discípulos suyos?

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

No lo tienen fácil en este mundo los profetas. Como no lo tuvo fácil Jesús. Su mensaje no acababa de calar en el corazón de las gentes. Las multitudes le aplauden, pero no le siguen, los apóstoles le siguen pero no le comprenden, los enemigos presumen de que le comprenden pero le interpretan mal. Ni siquiera sus familiares se hacen cargo de lo que significa Jesús. De seguro que les resultaba extraño su género de vida y su comportamiento. ¿Cómo estar de acuerdo con aquellas palabras que Jesús dice a los pecadores perdonándoles los pecados? ¿Cómo no escandalizarse de lo que profería acerca del templo? Ni siquiera su madre, que tan amorosamente guardaba las palabras de su Hijo en su corazón y que tenía el alma limpia desde el primer momento, pudo llegar a entender acabadamente a Jesús. Porque ¿quién de entre los humanos puede abarcar a Dios?

Jesús, a la vista está, no era como los demás hombres. Ni siquiera como los otros profetas, que estaban animados por el Espíritu de Dios como por un principio extraño. Jesús poseía el Espíritu como algo natural y veía las cosas al estilo de Dios. Por eso no acababa de ser comprendido por los hombres.

Siempre sucede lo mismo. Lo plausible para los hombres no es en todo momento lo honesto para Dios. Lo políticamente correcto no coincide en muchas ocasiones con lo éticamente justo. Un profeta dice a su tiempo y contra su tiempo lo que Dios le manda decir, que, aunque parezca lo contrario, conviene a los hombres.

No es fácil ser profeta. Hay que estar muy identificado con Jesús para serlo de verdad. Eso sí, seguirlo siempre nos viene bien.

Patricio García Barriuso cmf. (cmfcscolmenar@ctv.es)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

v. 20 Fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud que ellos no podían ni comer.

La constitución del Israel mesiánico, que sustituye e invalida el antiguo (1, 15; 2,21s), es un desafío a las autoridades judías y provoca una doble reacción popular. Mucha gente del pueblo, evidentemente descontenta del sistema, se apiña "en la casa" (gr. oikos, cf. 2,1; ahora la casa del nuevo Israel), mostrando que aprueba la iniciativa de Jesús, pero sin adherirse a él de modo estable ni comprometerse a fondo. La presencia de esta multitud impide a Jesús exponer el mensaje y que los Doce pue­dan asimilarlo (comer pan).



v. 21 Al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio.

Por el contrario, al constatar el gran eco popular de la constitución del nuevo Israel, los parientes de Jesús, apegados a la tradición religiosa, juzgan demencial esa iniciativa y se proponen impedir su actividad.



COMENTARIO 2

El Evangelio que acabamos de leer llama la atención por su brevedad. Como si lo que se dijera fuera muy importante y debiéramos pensarlo bien. La familia de Jesús fue a buscarlo para llevárselo de regreso a casa, pues pensaban que estaba loco. No es la única opinión que la gente se hizo, y todavía se hace, sobre Jesús. Escucharemos otras muchas opiniones sobre su persona: que estaba endemoniado, que era la reencarnación de un antiguo profeta, que era peligroso, blasfemo, revolucionario, ingenuo... En todo caso no era ni es posible permanecer indiferente ante su persona, ante su predicación y su compromiso. Preguntémonos también nosotros, y respondámonos personal y comunitariamente: ¿Quién es Jesús? ¿Por qué nos reunimos en su nombre? ¿Por qué vamos a celebrar su Eucaristía? ¿Vale la pena seguir llamándonos cristianos, seguir creyendo y esperando en Él? ¿No estaría loco de verdad? ¿Y no estaremos locos nosotros que pretendemos ser discípulos suyos?

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

El evangelista señala que «su fama se extendió en seguida por todas partes, llegando a toda la comarca circundante de Galilea» (1,28).

Pero el camino liberador emprendido por Jesús es considerado subversivo por los fariseos y letrados que creen que hay que parar a quien tanto bien hace, hay que apresar a quien tanto libera, hay que minar el prestigio de quien enseña con tal autoridad. Y por eso lo consideran blasfemo por perdonar los pecados al paralítico (2,7); de dudosa conducta moral, por acep­tar en su grupo y comer con muchos recaudadores y descreídos (2,16) o porque sus discípulos no ayunan (1,18) o porque cogen espigas en día de sábado (2,25). Minucias, al fin y al cabo, frente a tanto bien...

Ante la liberación que Jesús brinda al pueblo, los fariseos, junto con los herodianos -extraña pareja- se alían para acabar con Él (3,6). Acto seguido, a los fariseos se suman los parientes más cercanos de Jesús que «fueron a echarle mano, pues se decía que había perdido el juicio».

A una persona tan libre y tan subversiva como Jesús, que va contra toda ley y toda institución que oprima, reprima o suprima la vida, hay que quitarla de en medio para que no ponga patas arriba el sistema; esto es lo que deciden los fariseos y los herodianos con el pretexto de que actúa con el poder de Belcebú, o de que está loco, como dicen sus fami­liares...

Puede ser interesante destacar que esta decisión de matar a Jesús aparece ya tan al principio del evan­gelio de Marcos (3,6). Qué pudo hacer Jesús, qué fuerza de provocación hubo de tener su palabra y su obra, para desatar tamaña decisión en sus enemigos y tan de entrada... Nadie podrá decir que Jesús resultó ser modelo de «prudencia política, tacto diplomático, sentido de realismo»... Es importante considerarlo en estos tiempos en que el «radicalismo» y el «utopismo» del Evangelio no gozan de mucha admiración en estos tiempos tan rastreramente realistas y sin utopías...

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. ACI DIGITAL 2003

16. Sobre esta precedencia de la fe véase Hech. 2, 41: "Aquellos, pues, que aceptaron sus palabras, fueron bautizados y se agregaron en aquel día cerca de tres mil almas". La primera función ministerial es la de la palabra, que engendra la fe. A la profesión de fe sigue el Bautismo, en nombre de la Santísima Trinidad, que es el rito de introducción al reino de Jesucristo; y Col. 2, 12: "Habiendo sido sepultados con Él en el bautismo, donde así mismo fuisteis resucitados con Él por la fe en el poder de Dios que le resucitó de entre los muertos. Sepultados con Él: Fillion hace notar que el mejor comentario de este pasaje lo da el mismo S. Pablo en Rom. 6, 3 s., y que el Bautismo era administrado originariamente por inmersión y figuraba así, primero la muerte y sepultura del hombre viejo, y luego la resurrección del hombre nuevo (cf. Const. Apost. 3, 17). Por la fe, etc.: es decir, que esta fe en la resurrección del Hijo hecha por el Padre ha de ser anterior al Bautismo. Así lo dice el Señor en Marc. 16, 16 y lo vemos en Hech. 2, 41; 8, 36 s., etc. Como observa el Cardenal Gomá, el Bautismo es posterior a la profesión de fe, y esta fe viene de la palabra, la cual es, como él dice, "la primera función ministerial". En el bautismo de los párvulos se supone que éstos piden previamente esa fe a la Iglesia, y luego hacen profesión de ella por medio de los padrinos.


3-9. DOMINICOS 2004

La luz de la Palabra de Dios
Libro segundo de Samuel 1, 1-4. 11-12.19.23-27:
“En aquellos días, después de la muerte de Saúl, David volvía de derrotar a los amalecitas y se quedó dos días en Secilag. Al tercer día llegó del campamento uno de los hombres de Saúl, con los vestidos rotos y cubierta de polvo su cabeza...

Le preguntó David: ¿De dónde vienes?... Me he escapado del campamento israelita... La tropa ha huido de la batalla, ha habido muchas bajas...y hasta han muerto Saúl y su hijo Jonatán...

David rasgó sus vestiduras... y dijo: ‘¡Ay , la flor de Israel herida en las alturas!’...

Evangelio según san Marcos 3, 20-21:
“En aquel tiempo, volvía Jesús con sus discípulos a casa. Pero se juntó tanta gente en torno a él que no le dejaron ni comer. Al enterarse sus familiares, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”.


Reflexión para este día
Los santos a veces parece que no están en sus cabales
Todas las frases del fragmento tomado del Evangelio de Marcos en este día están llenas de contenido realista y aleccionador.

Jesús, cansado en su cuerpo por las correrías apostólicas, necesita descanso, y lo busca. Pero nunca cierra del todo la puerta de su retiro, por si la caridad le llama y le urge.

El pueblo, por su parte, trata de premiar a Jesús cargando sobre sus hombros mayor fatiga, aunque parezca cansado. Es lección de vida: Al que ama se le pide más amor; al caritativo, más caridad; al buen servidor, más servicios. Esa es la realidad humana, que sólo Dios sabrá premiar de verdad.

Y los familiares, que no vislumbran la grandeza escondida en el amor de Jesús, lo miran con desprecio, como a un loco que los deshonra con su palabra, mensajes, viajes, milagros, enfrentamiento con los sacerdotes, escribas, fariseos...

Haznos, Señor, fuertes en la lucha de la verdad, del bien, del amor. Danos entrañas de misericordia, aunque a veces parezcamos ilusos, locos, enfermos de amor. Al final, sólo Tú serás el fiel premiador de nuestra voluntad de servicio.


Oración ecuménica:
Señor, a imitación de ti, servidor misericordioso, amigo de la verdad y de la unidad, concédenos ser solícitos animadores de la comunión entre las Iglesias, para que un día todos sean Uno, como tú lo deseas. Amén.


3-10.

Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«Está fuera de sí»

Hoy vemos cómo los propios de la parentela de Jesús se atreven a decir de Él que «está fuera de sí» (Mc 3,21). Una vez más, se cumple el antiguo proverbio de que «un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio» (Mt 13,57). Ni que decir tiene que esta lamentación no “salpica” a María Santísima, porque desde el primero hasta el último momento —cuando ella se encontraba al pie de la Cruz— se mantuvo sólidamente firme en la fe y confianza hacia su Hijo.

Ahora bien, ¿y nosotros? ¡Hagamos examen! ¿Cuántas personas que viven a nuestro lado, que les tenemos a nuestro alcance, son luz para nuestras vidas, y nosotros...? No nos es necesario ir muy lejos: pensemos en el Papa Juan Pablo II: ¿cuánta gente le sigue, y... al mismo tiempo, cuántos le interpretan como un “tozudo-anticuado”, celoso de su “poder”? ¿Es posible que Jesús —dos mil años después— todavía siga en la Cruz por nuestra salvación, y que nosotros, desde abajo, continuemos diciéndole «baja y creeremos en ti» (cf. Mc 15,32)?

¡O a la inversa! Si nos esforzamos por configurarnos con Cristo, nuestra presencia no resultará neutra para quienes interaccionan con nosotros por motivos de parentesco, trabajo, etc. Es más, a algunos les resultará molesta, porque les seremos un reclamo de conciencia. ¡Bien garantizado lo tenemos!: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Mediante sus burlas esconderán su miedo; mediante sus descalificaciones harán una mala defensa de su “poltronería”.

¿Cuántas veces nos tachan a los católicos de ser “exagerados”? Les hemos de responder que no lo somos, porque en cuestiones de amor es imposible exagerar. Pero sí que es verdad que somos “radicales”, porque el amor es así de “totalizante”: «o todo, o nada»; «o el amor mata al yo, o el yo mata al amor».

Es por esto que el Santo Padre nos ha hablado de “radicalismo evangélico” y de “no tener miedo”: «En la causa del Reino no hay tiempo para mirar atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza» (Juan Pablo II).


3-11. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

¿Quién era Jesús según sus contemporáneos? Es una pregunta que podemos hacerle al evangelista Marcos y que él, de muy buena gana nos responde. Parece complacerse en presentarnos una especie de encuesta sobre la popularidad de Jesús y sobre lo que la gente, de distintos estratos sociales, profesiones y procedencias, piensan de Él.

Marcos nos dice que para algunos Jesús es un profeta, o Juan Bautista que ha resucitado, o Elías a quien Dios ha mandado finalmente de los cielos para inaugurar los tiempos finales del Mesías, como esperaban muchos judíos piadosos. Para algunos fariseos está endemoniado y por eso es capaz de expulsar los demonios, para otros, o para los mismos, es un blasfemo que se atreve a suplantar a Dios perdonando los pecados.

De todos modos parece un subversivo del orden sagrado de la ley judía, pues hace curaciones en sábado, no ayuna Él ni enseña a ayunar a sus discípulos. Éstos, por su parte, están asombrados, en algunos momentos no entienden nada, en otros, sienten verdadero pavor ante la fuerza con que domina los elementos de la naturaleza. Incluso sus parientes han ido a buscarlo creyéndolo fuera de sí, es decir, en palabras menos elusivas, creyéndolo loco.

Casi a la mitad del evangelio de Marcos Jesús mismo hará la pregunta a sus discípulos: "¿y ustedes, quién dicen que soy yo?". Sabemos que Pedro respondió en nombre de los demás apóstoles: "Tú eres el Mesías", pero se imaginaban un Mesías guerrero victorioso que encabezaría los ejércitos de Israel para expulsar a los romanos y que reinaría en Jerusalén como los antiguos reyes, dándoles a ellos cargos y prebendas. Les faltaba mucho por aprender de Jesús.

Y para nosotros hoy ¿quién es Jesús? ¿Qué le responderemos a la gente que nos pregunte por Él?


3-12.

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997) fundadora de las Misioneras de la Caridad
“Il n’y a pas de plus grand amour”, Lattès l997 pag 90

Jesús, un hombre que se deja “comer”.

Cuando Jesús vino a este mundo lo amó hasta tal extremo que dio la vida por él. Vino para satisfacer nuestra hambre de Dios. ¿Cómo lo hizo? El se convirtió en Pan de Vida. Se hizo pequeño, frágil, desarmado por nosotros. Las migajas de pan son tan pequeñas que incluso un bebé puede mascarlas, incluso un moribundo puede tragarlas. Jesús se convierte en pan de vida para apaciguar nuestra hambre de Dios, nuestra hambre de amor.

No creo que nosotros habríamos sido capaces de amar a Dios si Jesús no hubiese venido a ser uno de nosotros. Ha venido a ser uno como nosotros, excepto en el pecado, para hacernos capaces de amar a Dios. Creados a imagen de Dios hemos sido creados para amar, porque Dios es amor. Por su pasión, Jesús nos ha enseñado cómo podemos perdonar por amor, cómo podemos olvidar con humildad. ¡Encuentra a Jesús y encontrarás la paz!


3-13.

LECTURAS: 2SAM 1, 1-4. 11-12. 17. 19. 23-27; SAL 79; MC 3, 20-21

2Sam. 1, 1-4. 11-12. 17. 19. 23-27. A David le duele la muerte de Saúl, que se había levantado en contra suya, pero en contra del cual él jamás quiso levantar la mano, pues, decía, era el ungido de Dios; y por eso, mientras fuera el Rey de Israel, merecía todo respeto; lo contrario sería ir en contra de la voluntad de Dios. Esto es para nosotros un gran ejemplo de cómo hemos de amar y respetar a las autoridades legítimamente constituidos, especialmente dentro de la Iglesia, viviendo sin rebeldía en contra de quienes Dios puso al frente de su Pueblo, conforme a su voluntad soberana. Puesto que ha muerto también Jonatán, su amigo íntimo, David eleva una elegía de dolor tanto por él como por su padre. En el fondo vislumbramos aquellas palabras en las que se nos dirá que a Dios le llena de pesar la muerte de los suyos. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Y no importan nuestras grandes miserias; Dios simplemente quiere que estemos con Él eternamente, pues a nadie creó para su condenación; por eso Dios no se recrea en la muerte de los suyos. Dejémonos amar por Dios y permitámosle llevar adelante en nosotros su obra de salvación.

Sal. 79. Cuando se cierna el dolor sobre nuestra propia vida no podemos vivir como los que no tienen esperanza. Podrán abandonarnos todos; podría, tal vez, nuestra madre olvidarse de nosotros; Dios, en cambio, jamás se olvidará de nosotros. A Él podemos acudir confiados, sabiendo que es nuestro Padre, lleno de amor y de ternura por sus hijos. Dios nos ama; Él siempre quiere el bien para nosotros. Si alguna desgracia nos ha sucedido por culpa nuestra, es tiempo de recapacitar y de volver a Dios, rico en misericordia para cuantos con sinceridad lo invocan. Y Dios tendrá compasión de su pueblo. Roguémosle al Señor que no nos deje ser nosotros los causantes de las desgracias, del dolor, del llanto de los demás; sino que seamos motivo de paz, de gozo y de esperanza para todos.

Mc. 3, 20-21. ¿Quién se ha vuelto loco? Jesús cumple su Misión con una fidelidad amorosa a la voluntad de su Padre Dios. Él no busca el poder temporal, pues su Reino no es de este mundo. Su entrega no es primero un sí y luego un no. Su compromiso es total y, de un modo consciente, Él sabe que camina hacia la entrega de su propia vida por nosotros. A esos extremos lleva el amor verdadero. Pero la gente quería llevárselo para hacerlo rey. Quien no ha entendido el camino del Evangelio puede querer aprovecharse de Él para lograr sus propios intereses mundanos. ¿No será esto último una verdadera locura? Cristo no vino para que vivamos como los gobernantes de este mundo, sino como los siervos que son capaces de dar su vida por aquellos a quienes fueron enviados a servir. Dios espera de su Iglesia una verdadera lealtad al Evangelio y a la Gracia que se le ha confiado. Quien sólo aprovecha su fe para ocupar puestos, incluso dentro de la Iglesia, y olvidarse del servicio que se ha de dar a los demás para conducirlos a Cristo a costa, incluso, de la entrega de la propia vida, podemos decir que es el que ha quedado embrutecido por el poder y que sus sueños, al margen del servicio que Cristo nos ha enseñado, le han vuelto loco.

En esta Eucaristía celebramos la Victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Pareciera que el Señor hubiera sido derrotado por las fuerzas del mal. Sin embargo, en Cristo la muerte no tiene la última palabra, sino la vida. Él se ha levantado victorioso sobre la serpiente antigua o Satanás. Y Cristo nos hace partícipes de su Victoria cuando entramos en comunión de vida con Él. Por eso la participación en la Eucaristía es para nosotros todo un compromiso de fidelidad al camino que Cristo nos ha mostrado. No podemos inventarnos caminos que nos hagan sólo proclamadores del Evangelio con las palabras, contemplando el sufrimiento de los demás mientras nosotros llevamos una vida de poltronería. Cristo nos quiere totalmente comprometidos en la salvación integral de aquellos a quienes hemos sido enviados. Por eso, junto con Cristo sepamos entregar nuestra vida para que todos tengan vida, no por nosotros, sino por la Fuerza santificadora, que es el Espíritu Santo que habita en la Iglesia de Cristo.

Quienes amamos a Cristo, quienes escuchamos su voz y nos comprometemos a vivir conforme a su Evangelio podremos tal vez ser tildados de locos, de ilusos, de soñadores. Sin embargo sólo quien en verdad vive unido a Dios y comprometido en la salvación de todas las personas podrá hacer suyo el camino de Cristo, no quedándose en una utilización del Evangelio para el propio provecho, sino que sabrá salir al encuentro de los pecadores para hacerles cercano el perdón y el amor de Dios; y sabrá salir al encuentro del hombre que sufre para manifestarle la misericordia divina no sólo con palabras, sino con obras que le ayuden a recobrar la vida con mayor dignidad. Ojalá y no nos dejemos dominar por intenciones torcidas que nos lleven a buscar dignidades o aplausos humanos. Dios espera de nosotros una vida de fe totalmente comprometida con el Evangelio. Seamos esa Iglesia del Señor que vive no para servirse del Evangelio, sino para estar al servicio del Evangelio hasta sus últimas consecuencias.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber amar a Dios haciendo nuestra la Misión que le confió a su Hijo Jesús; y amar a nuestro prójimo no sólo para hablarle de Dios, sino para manifestárselo desde una vida convertida en un signo del amor, de la misericordia y de la cercanía de Dios para todos los hombres. Amén.

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3-14. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

¡Vaya papelón el de la familia de Jesús! Pero se puede comprender, al menos en parte. Jesús se había separado del clan familiar, y parece que no se había atenido a un principio fundamental del judaísmo de la época: la cohesión del grupo por encima de todo, la supeditación total del individuo a dicho grupo de pertenencia. Desde hará cosa de 20 años, algunos investigadores americanos vienen señalando los rasgos de las sociedades mediterráneas. Dicen que en este mundo de la cuenca del Mare nostrum se entiende a la persona, no como un ser independiente, sino ante todo como vinculado. Esta referencia y dependencia del grupo ha recibido un nombre técnico: hablan de "personalidad diádica". El caso es que Jesús rompió el molde de esa personalidad y aparece como sorprendentemente libre de los lazos y ataduras familiares. Se comprende, por tanto, que esa conducta escandalosa, que mermaba la autoridad de los parientes y podía cuestionar la respetabilidad de la familia, suscitara en ésta el deseo de reintegrar a Jesús en su lugar, de hacerle volver "a sus cabales", o sea, al puesto que tenía asignado en aquella cultura y aquel grupo familiar.

Hay otras interpretaciones del verbo que la traducción litúrgica ha interpretado por "no estar en sus cabales". Podemos desentendernos de ellas. Lo que sí advertimos en Jesús es una interpelación a cada uno de nosotros. ¿Qué consistencia personal tenemos? ¿Qué voz obedecemos más: consignas que circulan por ahí y que se nos han colado de rondón, sin someterlas a análisis, como evidencias indiscutibles y principios sacrosantos, o más bien lo que hemos escudriñado de la realidad a la luz de la Palabra de Dios y lo que hemos discernido como eventual voz del Espíritu? ¿Tenemos miedo a pensar por nosotros mismos y a hablar desde nosotros mismos? ¿Somos la voz de su amo, más que la voz del Señor? ¿Actuamos desde reflejos condicionados, o desde cierta reflexión personal que sabe poner filtro a los mensajes que sutil o machaconamente nos envían desde fuera?

Vuestro amigo
Pablo Largo
(pldomizgil@hotmail.com)


3-15. ARCHIMADRID 2004

CONSECUENCIAS Y CONSECUENTES

“Se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer”. La actividad del Señor sigue siendo desbordante, su único interés: anunciar la Palabra de Dios y acoger y enseñar a aquellos que caminaban “como ovejas sin pastor”. En tiempos de nuestro Señor no debían conocer la jornada intensiva o partida, las 35 horas laborales o el fin de semana, los días de libre disposición o los “moscosos”, el derecho a vacaciones pagadas y el fin terapéutico del ocio. Vivir el Evangelio tiene unas consecuencias y exige de nosotros que seamos consecuentes, seguir a Cristo no es una tarea para unos instantes al día es una tarea para toda la vida, para cada instante.

Consecuencias del seguimiento a Cristo: Trato constante con el Señor con el que no dejamos de dialogar y de poner en sus manos cada situación de nuestra vida; disposición permanente para servir a los demás aunque parezca que “abusen” de nuestra buena voluntad; renuncia de derechos, incluso buenos y nobles, para que otros puedan gozar del derecho de conocer y seguir a Cristo y palpar el amor de Dios en la práctica de la caridad y, unido a todo esto, (“vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”), desprecio de muchos -incluso de los más cercanos-, por ser consecuente con el Amor de Dios.

Consecuentes con el seguimiento de Cristo: Preparando cada día los momentos de dialogo con nuestro Dios y el encuentro con Cristo en la Santa Misa, tratando a todos (hasta a los “malos”, los aprovechados, los “trepas y pelotas”, los falsos y mentirosos) como hijos de Dios, de tal manera que puedan oír de tus labios y de tu vida una palabra de aliento; arrancando de nuestra vida el “no puedo” y sustituirlo por “haré lo posible” y pedir luces en la oración para tomar las mejores decisiones; cuidando a tu familia, a los tuyos, para que sean los primeros que puedan acudir a ti y encuentren las palabras de aliento de Jesús.

¿Te parece una esclavitud?. Tienes razón, es la esclavitud de María (“he aquí la esclava del Señor”) que entrega su vida por amor al que realmente nos ama y es el mismo Amor, del que entregándose se hace realmente libre pues hace cada cosa del día porque quiere, porque ama, del que cambia a otros “señores”, que te hacen esclavo de tantos “dimes y diretes”, por el Señor que te ama como a un hijo y es el primero en estar a tu servicio. Hoy, sábado, ¿te imaginas a María triste cuando dijo el “fiat”, “hágase” aunque intuyese las consecuencias que le traería?, ¿Te imaginas a María no siendo consecuente con el amor de Dios?, le costó pero cuando no entendía entonces confiaba y “guardaba todas estas cosas en su corazón”.

Más vale entregarse que lamentarse como David por Saúl y Jonatán, si todos hubiéramos estado siempre anunciando el Evangelio no tendríamos las Iglesias divididas y el Cuerpo de Cristo roto. María, madre buena, ayúdanos a ser consecuentes para que todos seamos uno y así el mundo crea.


3-16. Fray Nelson Sábado 22 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: Con su propia sangre, Cristo entró para siempre en el santuario * Sus parientes decían que estaba trastornado.

1. Cristo entró en el Santuario
1.1 La Carta a los Hebreos llega a un punto culminante el día de hoy: es la entrada de Cristo en el Santuario. Este sacerdote nuestro no oficia en templos de la tierra sino en el cielo. Lo suyo no es una figura hecha por mano humana, no es un símbolo de que Dios nos perdona, sino realidad. Es la culminación de todo y más de lo que podíamos desear o imaginar en esta tierra.

1.2 El autor de esta Carta destaca la superioridad del sacrificio de Cristo de varios modos: su sangre es superior a la de los animales; su inmolación no se repite; él obra no según una ley temporal, la de Moisés, sino según el Espíritu Eterno; es víctima más perfecta; es sacerdote de su propia ofrenda.

1.3 Lo importante en este tema y lo que hace que se insista tanto en que el sacrificio del Señor es perfecto radica en que esa es la fuente de nuestra absoluta confianza en el perdón que recibimos y en la gracia que nos hace capaces de obrar de otro modo, apartándonos de las "obras muertas". Lo que nos ha traído Cristo Jesús es "definitivo"; su fruto es "eterno".

2. Un evangelio de locura
2.1 El texto del evangelio de hoy, aunque brevísimo, puede bien dividirse en dos partes, y es interesante por cierto lo que resulta.

2.2 Primera parte: Jesús en casa con los discípulos y muchísima gente que lo busca. Segunda parte: sus parientes (literalmente: "los de él" ) aseguran que está trastornado. Es interesante unir esas dos partes: si alguien convoca a tantos enfermos y aquejados de males es porque se entrega demasiado. Y entregarse demasiado... es una locura.

2.3 Para fortuna nuestra, sin embargo, Jesús no se curó de esa locura, que lo llevó al extremo de tanto amor, que se llama la Cruz. Y basten estas palabras, que ninguna homilía debería exceder demasiado el texto que comenta.


3-17.

Reflexión:

Heb. 9, 2-3. 6-7. 11-14. Ya no entramos en un templo construido por manos humanas para ofrecerle un sacrificio a Dios. Entramos, más bien, en la persona, en la humanidad de Cristo; no vamos a ver, como espectadores, la realización del Sacrificio, sino que nosotros mismos nos involucramos en él, con un compromiso personal que nos lleva a ser solidarios unos de otros, pues no ofrecemos a Dios algo externo a nosotros, sino nuestra misma persona que, llena del Espíritu Santo, vive en obediencia a la voluntad del Padre, y en un amor sincero y comprometido con Dios y con el prójimo. Por eso, por nuestra unión a Cristo, podemos decir que en el Sacerdote y en el Pueblo sacerdotal, cuando ofrecemos el sacrificio grato a Dios, coinciden en nosotros tanto el sacerdote como la víctima. Por ello hemos de vivir en una continua conversión y en un continuo crecimiento en el amor. Sólo así tendremos una esperanza cierta de participar eternamente de la Gloria de nuestro Dios, Señor y Sumo Sacerdote, Jesucristo, pues ya desde ahora seremos gratos a nuestro Dios y Padre.

Sal. 47 (46). Si es que sube a los cielos, es que antes bajó a nuestra tierra. El Hijo de Dios se anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo. En todo fue obediente, obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz. Así nos enseñó el camino del amor fiel, mediante el cual el Padre Dios nos reconocerá como a sus hijos amados, en quienes Él se complace. Mediante su amor, convertido en servicio y en entrega para nuestra salvación, el Hijo de Dios, Cristo Jesús, regresa a su Padre, llevando consigo a todos los que creemos en Él. Pero nuestro camino no es fácil; pues también a nosotros corresponde cargar nuestra cruz de cada día e ir tras las huellas de Cristo. E ir tras las huellas del Señor significa que también nosotros hemos de vivir en el amor fiel a nuestro Dios y Padre, para que hagamos en todo su voluntad, amando y sirviendo a nuestro prójimo para que también él, junto con nosotros, alcance la salvación eterna. Y para que esto llegue a ser realidad hemos de estar dispuestos incluso a entregar nuestra vida, con tal de que todos lleguen al conocimiento de la Verdad y participen de la Vida eterna.

Mc. 3, 20-21. ¿Quién se ha vuelto loco? Jesús cumple su Misión con una fidelidad amorosa a la voluntad de su Padre Dios. Él no busca el poder temporal, pues su Reino no es de este mundo. Su entrega no es primero un sí y luego un no. Su compromiso es total y de un modo consciente, Él sabe que camina hacia la entrega de su propia vida por nosotros. A esos extremos lleva el amor verdadero. Pero la gente quería llevárselo para hacerlo rey. Quien no ha entendido el camino del Evangelio puede querer aprovecharse de Él para lograr sus propios intereses mundanos. ¿No será esto último una verdadera locura? Cristo no vino para que vivamos como los gobernantes de este mundo, sino como los servidores que son capaces de dar su vida por aquellos a quienes fueron enviados a servir. Dios espera de su Iglesia una verdadera lealtad al Evangelio y a la Gracia que se le ha confiado. Aquel que sólo aprovecha su fe para ocupar puestos, incluso dentro de la Iglesia, y olvidarse del servicio que se ha de dar a los demás para conducirlos a Cristo a costa, incluso, de la entrega de la propia vida, podemos decir que es el que ha quedado embrutecido por el poder, y que sus sueños, al margen del servicio que Cristo nos ha enseñado, le han vuelto loco.

En esta Eucaristía celebramos la Victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Pareciera que el Señor hubiera sido derrotado por las fuerzas del mal. Sin embargo, en Cristo no la muerte sino la vida es la que tiene la última palabra. Él se ha levantado victorioso sobre la serpiente antigua o Satanás. Y Cristo nos hace partícipes de su Victoria cuando entramos en comunión de vida con Él. Por eso la participación en la Eucaristía es para nosotros todo un compromiso de fidelidad al camino que Cristo nos ha mostrado. No podemos inventarnos caminos que nos hagan sólo proclamadores del Evangelio con las palabras, contemplando el sufrimiento de los demás, mientras nosotros llevamos una vida de poltronería. Cristo entró en su Gloria llevando su propia sangre, que manifiesta ante el Padre la fidelidad amorosa a su Voluntad, y el amor que nos tiene hasta el extremo para salvarnos a costa de todo. Por eso Cristo nos quiere totalmente comprometidos en la salvación integral de aquellos a quienes hemos sido enviados. Por eso, junto con Cristo, sepamos entregar nuestra vida para que todos tengan vida, no por nosotros, sino por la Fuerza santificadora, que es el Espíritu Santo, que habita en la Iglesia de Cristo y actúa desde ella para la salvación del mundo entero.

Los que amamos a Cristo, los que escuchamos su voz y nos comprometemos a vivir conforme a su Evangelio, podremos tal vez ser tildados de locos, de ilusos, de soñadores. Sin embargo sólo quien en verdad vive unido a Dios y comprometido en la salvación de todas las personas, podrá hacer suyo el camino de Cristo, no quedándose en una utilización del Evangelio para el propio provecho, sino que sabrá salir al encuentro de los pecadores para hacerles cercano el perdón y el amor de Dios; y sabrá salir al encuentro del hombre que sufre para manifestarle la misericordia divina no sólo con palabras, sino con la propia entrega, con obras que le ayuden a recobrar una vida más digna. Ojalá y no nos dejemos dominar por intenciones torcidas, que nos lleven a buscar dignidades o aplausos humanos. Dios espera de nosotros una vida de fe totalmente comprometida con el Evangelio. Seamos esa Iglesia del Señor que vive no para servirse del Evangelio, sino para estar al servicio del Evangelio hasta sus últimas consecuencias.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber amar a Dios y de hacer nuestra la Misión que le confió a su Hijo Jesús; que nos conceda amar a nuestro prójimo no sólo para hablarle de Dios, sino para manifestárselo desde una vida convertida en un signo del amor, de la misericordia y de la cercanía, de la entrega y del perdón que Dios ofrece a todo el mundo. Amén.

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