VIERNES DE LA SEMANA 2ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primer Libro de Samuel 24,3-21.

Entonces reunió a tres mil hombres seleccionados entre todo Israel y partió en busca de David y sus hombres, hacia las Peñas de las Cabras salvajes. Al llegar a los corrales de ovejas que están junto al camino, donde había una cueva, Saúl entró a hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva, estaban sentados David y sus hombres. Ellos le dijeron: "Este es el día en que el Señor te dice: 'Yo pongo a tu enemigo en tus manos; tú lo tratarás como mejor te parezca'". Entonces David se levantó y cortó sigilosamente el borde del manto de Saúl. Pero después le remordió la conciencia, por haber cortado el borde del manto de Saúl, y dijo a sus hombres: "¡Dios me libre de hacer semejante cosa a mi señor, el ungido del Señor! ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor!". Con estas palabras, David retuvo a sus hombres y no dejó que se abalanzaran sobre Saúl. Así Saúl abandonó la cueva y siguió su camino. Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: "¡Mi señor, el rey!". Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró y le dijo: "¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina? Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: 'No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor'. ¡Mira, padre mío, sí, mira en mi mano el borde de tu manto! Si yo corté el borde de tu manto y no te maté, tienes que comprender que no hay en mí ni perfidia ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. ¡Eres tú el que me acechas para quitarme la vida! Que el Señor juzgue entre tú y yo, y que él me vengue de ti. Pero mi mano no se alzará contra ti. 'La maldad engendra maldad', dice el viejo refrán. Pero yo no alzaré mi mano contra ti. ¿Detrás de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga!. ¡Que el Señor sea el árbitro y juzgue entre tú y yo; que él examine y defienda mi causa, y me haga justicia, librándome de tu mano!". Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, este exclamó: "¿No es esa tu voz, hijo mío, David?", y prorrumpió en sollozos. Luego dijo a David: "La justicia está de tu parte, no de la mía. Porque tú me has tratado bien y yo te he tratado mal. Hoy sí que has demostrado tu bondad para conmigo, porque el Señor me puso en tus manos y tú no me mataste. Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja seguir su camino tranquilamente? ¡Que el Señor te recompense por el bien que me has hecho hoy! Ahora sé muy bien que tú serás rey y que la realeza sobre Israel se mantendrá firme en tus manos.

Salmo 57,2-4.6.11.

Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad, porque mi alma se refugia en ti; yo me refugio a la sombra de tus alas hasta que pase la desgracia.
Invocaré a Dios, el Altísimo, al Dios que lo hace todo por mí:
él me enviará la salvación desde el cielo y humillará a los que me atacan. ¡Que Dios envíe su amor y su fidelidad!
¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra!
porque tu misericordia se eleva hasta el cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra!


Evangelio según San Marcos 3,13-19.

Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


 

1.-Hb 8, 6-13

1-1.

Para el autor, la caducidad de la primera alianza queda demostrada por el mero hecho de haber sido sustituida. Y aduce como prueba un texto del profeta Jeremías (31, 31-34). La antigua alianza había sido grabada en piedra del Sinaí; pero, si en el pensamiento de Dios aquella alianza suponía una conversión del hombre, su resultado fue un fracaso: condujo a una obediencia externa, meramente legalista.

Por el contrario, la segunda alianza, cuyo mediador fue Jesús, es toda ella interior. En efecto, en Jesús, la voluntad de Dios alcanzó el deseo del hombre; por esta razón, los mandamientos no estaban ya escritos en piedra, sino en el corazón del que al entrar en el mundo dijo: "Aquí estoy para hacer tu voluntad" (Sal/039). Así inscribió Jesús en su carne la imagen de Dios.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 44


1-2.

Los caps. 8 y 9 de la carta a los hebreos constituyen evidentemente su parte principal. El autor mismo, por otra parte, ha precisado en Heb 8, 1 que comenzaba el punto capital de su exposición. Se trata, en efecto, de presentar la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el de los demás sacerdotes terrestres. El mismo autor ha confirmado que el sacerdocio de Cristo no era de orden terrenal: el mismo Cristo no sería en la tierra sacerdote, sino un simple "laico" (Heb 8, 4; cf. 7, 13-14). Si es sacerdote no lo es partiendo de criterios particulares que el autor va a buscar precisamente en la vocación "celeste" de Jesús, es decir, en su pertenencia al mundo divino (Heb 8, 1-5). El pasaje que se lee hoy en la liturgia no acomete aún el estudio de esos criterios, que no aparecen sino hasta Heb 9, 11; vuelve a insistir una vez más en que el sacerdocio de Cristo no puede ser analizado conforme a los criterios "terrestres" habituales como el sacerdocio de la primera alianza, por ejemplo.

a) Los criterios elaborados para definir el sacerdocio de la antigua alianza (y también todo sacerdocio terrestre) no pueden valer para definir el sacerdocio de Cristo, puesto que este último dimana (v. 6) de una alianza mejor por dos razones:

En primer lugar, porque la primera alianza no ha sido irreprochable (v. 7) y ha merecido la desaprobación de Dios por la desobediencia con que los judíos se han comportado respecto a ella (v. 8; cf. 31, 30-33). En segundo lugar, porque no se basa ya, como la primera, sobre disposiciones externas, sino sobre un espíritu que anida en el corazón mismo de todo hombre (laico o sacerdote) que le permite adoptar una actitud personal y libre frente a la voluntad de Dios (vv. 10-12). La presencia del Espíritu en el corazón de cada uno implica que la religión no será ya una religión de autoridad en la que un cierto especializado anuncia desde fuera las normas queridas por Dios, puesto que cada cual llegará directamente al conocimiento de Dios (v. 11); aun cuando sea pecador, el hombre no tiene por qué recurrir a ritos exteriores de abluciones o de sacrificios para conseguir su rehabilitación: el conocimiento interior de Dios implica arrepentimiento y perdón. (v. 12).

b) Esto equivale a decir que Cristo extrae su sacerdocio del Espíritu de Dios que habita en El, el cual le proporciona el conocimiento perfecto de la voluntad de amor de su Padre, un conocimiento que supone obediencia espontánea y libre, y también perdón de los pecados para toda la humanidad. Aquí es donde Cristo ejerce un ministerio de orden radicalmente nuevo (v. 6), que constituye su mediación y su sacerdocio.

Los criterios que caracterizan a este nuevo sacerdocio, y que en Cristo alcanzan una plenitud única, se verifican igualmente en cada uno de los cristianos: presencia interior del Espíritu, conocimiento de la voluntad del Padre capaz de perdonarlos, libertad frente a las tablas exteriores de la ley, etc. Lo que el antiguo sacerdocio decididamente vetusto (v. 13), no podía transmitir a los fieles, Cristo es capaz de comunicarlo, y en este sentido su ministerio es una mediación extraordinaria.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 65


1-3. J/ALIANZA

El sacerdocio nuevo y excepcional de Cristo ha hecho surgir una ley nueva y una alianza nueva también. Una alianza que reemplazaría la antigua. Habría sido anunciado ya en el A. T. Para exponer este pensamiento el autor de la carta a los Hebreos presenta una larga cita de Jeremías. El autor quiere decir: si los profetas miraron hacia el futuro, hacia un alianza ideal y perfecta -porque se dieron cuenta de la insuficiencia de la alianza antigua- sería ilógico que nosotros continuásemos mirando hacia el pasado -a lo insuficiente e imperfecto- cuando ya ha sido hecha realidad la antigua promesa.

Fijémonos en la contraposición entre las dos alianzas. La experiencia de la alianza antigua fue negativa. En ella el hombre no obedeció a Dios. Consiguientemente Dios, se alejó del hombre. ¿Por qué ocurrió esto? Sencillamente porque las exigencias de la voluntad divina le fueron impuestas al hombre desde fuera.

No era un principio interno que determinase al hombre en su actuación.

La nueva alianza fundamenta las relaciones entre el hombre y Dios en una base completamente distinta. Una base nueva que no quiere decir una ética nueva, ya que los preceptos divinos son inalterables.

La base nueva consiste en el nuevo principio determinante de la alianza, el principio de la presencia operante de Dios en el corazón humano -gracia no es simplemente "normativo" desde el exterior, sino creador de la fuerza necesaria, en el interior mismo del hombre, para que puedan ser cumplidas y obedecidas con gozo las exigencias de la alianza. Principio de intimidad, de amistad, gracias al cual las relaciones del hombre con Dios y del hombre con el hombre se hacen posibles, humanas, cordiales. Basadas en un conocimiento amoroso de Dios.

¿Cómo puede lograrse una alianza basada en principio tan distinto, un principio que al mismo tiempo humaniza y diviniza? Esto no puede ser iniciativa del hombre ni, mucho menos, puede ser obra y realización del hombre. Esto será posible solamente gracias a la misericordia de Dios que perdona los pecados del hombre. El fundamento último de esta nueva relación con Dios está, por tanto, en la voluntad de perdón, de misericordia y de gracia, que Dios, generosamente, gratuitamente, ofrece al hombre.

-Pero cuando hablamos de esta voluntad de perdón, de misericordia y de gracia por parte de Dios, corremos el peligro de perdernos en abstracciones, en teorías, en filosofías. El autor de la carta a los Hebreos lo ve de forma más concreta y tangible. Esta voluntad de Dios de perdón, de misericordia y de gracia ha adquirido en el tiempo -y de una vez para siempre- un rostro y un nombre humanos. Todos esto es y se llama Jesús. Jesús es esa alianza ideal, la última, la definitiva.


1-4.

-Ahora Jesús ha obtenido un "ministerio" tanto más elevado...

El griego pone: «La liturgia» -el ministerio sacerdotal- que Jesús tiene que asegurar...» El es, en efecto, el verdadero celebrante de nuestras liturgias. A través de las miserias humanas del sacerdote celebrante, ¿sabemos ver la perfección de Aquel a quien representa?

-En cuanto que es Mediador de una Alianza más perfecta...

Cuando dos enemistados no logran reconciliarse, se acude a un «mediador» que tratará de acercar los distintos puntos de vista de ambos para restablecer entre ellos la alianza.

Suele decirse que el mejor mediador es el hombre «neutral» que no puede ser tildado de favorecer más a uno que a otro. De hecho, el verdadero mediador es el que interiormente se siente vinculado a los dos campos y muy intensamente afectado por la división de los que desea reconciliar. Así Jesús, mediador perfecto, se sentía totalmente solidario de Dios y totalmente solidario de los hombres... puesto que, en la intimidad misma de su ser, era a la vez hombre y Dios.

En la persona misma de Jesús queda anudada la alianza, ya infrangible en adelante. Gracias, Señor, por ser, hasta tal punto solidario con nosotros.

-Pues si aquella primera Alianza fuera irreprochable no habría lugar para una segunda.

El autor mostrará ahora a esos hebreos cristianos que no ha sido para ellos ninguna desventaja pasarse a la Iglesia de Cristo: la nueva Alianza es superior a la antigua... y está en continuidad con ésta porque había sido anunciada y deseada por los mayores representantes de la teología y de la espiritualidad judía, es decir, de los profetas.

Citará un largo pasaje de Jeremías apoyando su demostración. (Jr 31, 31-34)

-«He aquí que vienen días, dice el Señor, que concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva Alianza, no como la Alianza que hice con sus padres. Ellos no permanecieron fieles a mi alianza; entonces yo me desentendí de ellos.

La antigua Alianza era ciertamente demasiado frágil, puesto que dependía demasiado de las buenas disposiciones humanas.

-Pondré mis leyes en su mente; las grabaré en su corazón.

Es Dios el que actúa.

Y su gracia, como motor del corazón del hombre, inserta en él la ley de Dios, su voluntad, de modo que esa ley no sea exterior sino esté inscrita en el interior, permitiendo así una especie de obediencia espontánea y libre.

Efectivamente ¡esto es lo que necesitamos, Señor! Danos primero lo que Tú nos pides. Haz que mi vida corresponda a tu querer de modo natural.

-Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

He ahí el pacto ahora concluso: es como unas nupcias, una unión definitiva, para lo mejor y para lo peor.

Y el sacramento del matrimonio humano así lo significa (Efesios, 5-32). Mi relación contigo, Señor, ¿tiene ese carácter de relación personal e íntima... a la vez que comunitaria, en Iglesia, en pueblo?

-Seré indulgente con sus faltas y no me acordaré más de sus pecados.

El perdón forma parte de la alianza de amor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 28 s.


2.- 1S 24, 3-21

2-1.

Acosado David por la envidia y la locura de Saúl se ve obligado a llevar la vida de un resistente. El Libro de Samuel toma a veces el aire de un relato sobre las «aventuras de un guerrillero». David huye, trata de hacerse invisible, se esconde en las cuevas y arma trampas astutamente.

-David perdona a Saúl el daño que quería hacerle.

Con tres mil hombres persigue Saúl a David. Un día, por casualidad, para hacer sus necesidades, Saúl entra en una cueva donde está escondido David. Este podría vengarse porque se encuentra en estado de legítima defensa, y es la guerrilla: se contenta con cortarle una punta del manto.

Con ello, en ese tiempo de violencias y de costumbres brutales, el autor del libro sagrado quiere, ciertamente, decirnos algo: David es un hombre que contrasta con su época. No se deja llevar por la violencia ni el odio. Sabe ser generoso con su perseguidor.

David vive ya un valor evangélico esencial.

«Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian.»

Sí, Señor, ésta será mi oración del DÍA DE HOY. Que la fuerza del evangelio del perdón penetre nuestro duro mundo... los hombres se dañan, se odian, se desprecian, se envidian... por doquier hay heridas abiertas...

Por doquier el perdón es la única solución, la del evangelio, la de David.

Yo mismo, ¿a quién debo perdonar HOY?

-Tus ojos han visto que el Señor te ha puesto en mis manos en la cueva, pero no he querido matarte, te he perdonado.

Además del perdón, hay aquí otro valor evangélico también esencial: el respeto a la vida.

Ante su adversario que quiere su muerte, David se niega a matarle.

No es necesario ser cristiano para reconocer en todo hombre una dignidad eminente. El respeto a la vida es patrimonio de la humanidad. Pero ha sido preciso que Cristo nos revelara toda su profundidad. En cuanto a David, no se trata de una simple bondad del corazón, ni de una debilidad de carácter -toda su vida muestra que no es un débil-. De hecho el respeto embarga a David: ¡Dios está presente en ese hombre! ¡Saúl es el ungido del Señor! ¡Ese hombre ha sido consagrado por Dios! Efectivamente, a los ojos de Dios toda vida es preciosa, «tiene un precio».

-Saúl declaró: Tú eres más justo que yo, porque tú me favoreces y yo te hago daño...

Ahora sé que reinarás sobre Israel.

También Jesús conoció la tentación de la venganza, cuando Pedro le ofreció su espada, y hubiera sido legítimo que se defendiera. Finalmente, si Jesús se entregó a sus verdugos, si no tuvo una palabra para defenderse de los que le ultrajaban, si a todos perdonó, fue porque no dejó de «ver a los hombres con la mirada de su Padre». En el más pobre, en el más sucio y descuidado, en el más inhumano, en el más pecador, Jesús veía siempre a «un ser amado de Dios». Es ésta una moral nueva, que apunta ya en el corazón de David, el antepasado del Mesías. «Sed misericordiosos, como vuestro Padre celestial es misericordioso». Imitar a Dios. ¡Qué empresa! Jesús en su persona, «derribó el odio y la enemistad» (Efesios 2, 14).

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 28 s.


3.- Mc 3, 13-19

3-1.

Hasta aquí, el grupo de los discípulos era de cinco: Simón, Andrés, dos hermanos...

Santiago y Juan, otros dos hermanos... y Leví. En ese punto de su relato, Marcos nos narra la Institución solemne de los "doce".

-Jesús subió a un monte.

Es el lugar de las grandes decisiones, un lugar solitario propicio para la oración... un lugar también de amplios horizontes, desde donde se ve a lo lejos...

Contemplo a Jesús subiendo por el sendero que conduce a la cumbre.

Es una alusión a Moisés subiendo al Sinaí para dar al pueblo de Dios las leyes que le constituyen como tal.

-Llamó a los que quiso y vinieron a él.

La primera característica de esta vocación, es la voluntad soberana del amo: llama a "los que quería". Eres Tú, Señor, quien toma la iniciativa. Señor, ¿estoy donde tú quieres? La segunda característica es la proximidad con Jesús: vinieron "a El", junto a El. Vivir en la intimidad de Jesús. Pertenecer a su grupo. Reflexionar, rezar, trabajar con Jesús. A fuerza de frecuentar a Jesús, deberán, en tres años, llegar a pensar y actuar como El. Cuando Jesús habrá desaparecido visiblemente, ellos tendrán que representarle... hacerle presente. Señor, ¿vivo yo suficientemente "junto a ti"?

-Designó a doce... instituyó pues a los doce...

La palabra se repite en el intervalo de dos lineas.

¿Es una torpeza redaccional de Marcos? ¿Es una insistencia? Para Marcos, Jesús no ha "llamado" simplemente a los doce... los ha establecido, los ha "hecho", los ha "instituido".

Al escoger este número simbólico de "12", Jesús tiene una intención muy precisa: funda el nuevo Pueblo de Dios, estableciendo los doce patriarcas a los que conferirá la responsabilidad de este pueblo.

¿Cuál es mi actitud profunda hacia la Iglesia institucional? Cristo ha confiado inmensas iniciativas a su Iglesia: pero hay algo que El mismo ha fijado, y es la estructura jerárquica de la Iglesia, símbolo expresivo de la "iniciativa divina". La humanidad no se otorga la salvación a si misma, la recibe de Dios... y los "ministros" de esta salvación son el signo de que esta salvación "viene de Dios", es otorgada por Dios.

-Para que le acompañaran y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar a los demonios.

Es la reanudación de la famosa jornada de Cafarnaúm, que daba un resumen de toda la actividad de Jesús (Mc 1, 21-30): Los Doce han sido pues instituidos para hacer lo que hacía Jesús.

"Enviados"... es la traducción de la palabra griega: "apóstoles".

Para "predicar": es la primera misión de los apóstoles.

Como Jesús, y con El, hemos de proclamar la "buena nueva" del Reino de Dios.

"Para expulsar a los demonios": es la segunda misión de los apóstoles. Como Jesús y con El, hay que combatir el mal del hombre, quitar el pecado del mundo, hacer que progrese el amor, ¡expulsar a los malos demonios del hombre! Por medio de su Iglesia, de los Doce y de sus sucesores, Jesús continúa actuando.

Y cada cristiano está asociado a esta obra, con su palabra y su trabajo, donde quiera que se halle en su medio familiar, o en su medio de trabajo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 282 s.


3-2.

1. (año I) Hebreos 8,6-13

a) Siguiendo con el tema de Cristo como nuestro Sacerdote y Mediador, la carta a los Hebreos subraya que la Alianza nueva supera en mucho a la antigua. El «Nuevo Testamento», que significa «Nueva Alianza», no es que haya suprimido al Antiguo, pero sí lo ha llevado a la plenitud y ha supuesto un paso decisivo hacia delante.

Con ello estamos entrando en el tema central de toda la carta, la superioridad del sacerdocio de Cristo, con todas las consecuencias para los que han decidido seguirle.

Para el autor de esta carta, la Alianza del AT ha fracasado, no ha producido los frutos que Dios esperaba, porque sus destinatarios han sido infieles. Ya el profeta Jeremías -único caso en todo el AT- anunciaba solemnemente, como escuchamos hoy en la larga cita que se hace de él, que Dios ha pensado una Nueva Alianza. Esta será más interna que ritualista, impresa en el corazón y no en tablas de piedra. Y espera que encuentre fieles más constantes.

De esta Alianza es de la que es Mediador Cristo Jesús: le ha tocado un ministerio (en griego «leiturguía», liturgia) mucho mejor que el de los sacerdotes del Templo, porque es Mediador de una Alianza mucho mejor.

El salmo nos hace cantar que, al menos par parte de Dios, «la misericordia y la fidelidad se encuentran». Se trataría de que también por la nuestra fuera así.

b) Nosotros pertenecemos al «Nuevo Testamento», o sea, a la «Nueva Alianza».

¿De veras nuestra fe es interior, escrita en el corazón, o seguimos con la tentación de lo meramente exterior y ritualista, como los israelitas? ¿Cedemos fácilmente al cansancio o a la añoranza, como los lectores de esta carta, a los que insistentemente hay que recordarles que Dios espera fieles más perseverantes para con su Alianza?

En la Eucaristía recibimos «la Sangre de la Nueva y eterna Alianza». No sólo creemos en Cristo. Participamos de la vida que nos comunica, primero en su Palabra y luego en el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre. En consecuencia, a lo largo de la jornada, se supone que vivimos según el espíritu de esta Nueva Alianza.

1. (año II) 1 Samuel 24,3-21

a) Es pintoresca la escena que leemos hoy, en que David perdona la vida a su perseguidor Saúl, que entra casualmente en una cueva en la que no sabe que están David y los suyos.

Saúl, victima de su temperamento inestable, se deja recomer de los celos y, en una operación militar en toda regla, persigue a David, que se ve obligado a convertirse en jefe de guerrilleros. Ya había intentado eliminarle en varias ocasiones, que no hemos leído en esta selección de lecturas de la Misa.

El relato pone de relieve la grandeza de corazón de David y además el respeto que siente por el ungido de Dios, perdonando a su enemigo, a pesar de que los suyos le incitan a acabar con él casi en nombre de Dios. Una vez más aparece el carácter voluble de Saúl que, llorando, reconoce su propia falta y llega a aceptar a David como el futuro rey.

b) Mucho podríamos aprender de ambos personajes.

Por parte de David, la capacidad de perdonar. Todos tenemos ocasiones en que nos sentimos ofendidos. Podemos adoptar una postura de venganza más o menos declarada, o bien optar por el perdón, sabiendo encajar con humildad lo que haya habido de ofensa.

Más ahora, en el NT, porque Cristo nos ha enseñado que sus seguidores debemos ser capaces de perdonar hasta setenta veces siete. A Pedro le tuvo que mandar que devolviera la espada a la vaina, porque no es con la violencia como se arreglan las cosas.

Por parte de Saúl, podríamos tal vez vernos reflejados en sus altibajos de humor y en esa sensación tan humana de la envidia y los celos cuando otros tienen mejores cualidades que nosotros. Ojalá no sea ése el caso. Pero también podemos aprender de él que, cuando llega el momento, sabe reconocer sus propios fallos y se vuelve atrás.

¿Somos de las personas que guardan sus rencores días y días? ¿o somos capaces de olvidar, de deshacer la espiral de la violencia y las revanchas? Jesús dijo: bienaventurados los misericordiosos, los obradores de paz. Y nos dio el ejemplo, cuando murió en la cruz perdonando a los que le llevaban a la muerte.

Marcos 3,13-19

a) Marcos nos cuenta la elección de los doce apóstoles.

Por una parte está la multitud que oye con gusto la predicación de Jesús y se aprovecha de sus milagros. Por otra, los discípulos, que creen en él y le van reconociendo como el Mesías esperado. Ahora, finalmente, él elige a doce, que a partir de ahora le seguirán y estarán con él en todas partes.

Apóstol, en griego, significa «enviado». Estos doce van a convivir con él y los enviará luego a predicar la Buena Noticia, con poder para expulsar demonios, como ha hecho él. O sea, van a compartir su misión mesiánica y serán la base de la comunidad eclesial para todos los siglos.

El número de doce no es casual: es evidente su simbolismo, que apunta a las doce tribus de Israel. La Iglesia va a ser desde ahora el nuevo Israel, unificado en torno a Cristo Jesús.

b) «Llamó a los que quiso». Es una elección gratuita. También a nosotros nos ha elegido gratuitamente para la fe cristiana o para la vocación religiosa o para el ministerio sacerdotal.

En línea con esa lista de los doce, estamos también nosotros. No somos sucesores de los Apóstoles -como los obispos- pero sí miembros de una comunidad que forma la Iglesia «apostólica».

No nos elige por nuestros méritos, porque somos los más santos ni los más sabios o porque estamos llenos de cualidades humanas.

Probablemente también entre nosotros hay personas débiles, como en aquellos primeros doce: uno resultó traidor, otros le abandonaron en el momento de crisis, y el que él puso como jefe le negó cobardemente. Nosotros seguro que también tenemos momentos de debilidad, de cobardía o hasta de traición. Pero siempre deberíamos confiar en su perdón y renovar nuestra entrega y nuestro seguimiento, aprovechando todos los medios que él nos da para ir madurando en nuestra fe y en nuestra vida cristiana.

Como los doce, que «se fueron con él» y luego «los envió a predicar», también nosotros, cuando celebramos la Eucaristía, «estamos con él» y al final de la misa, cuando se nos dice que «podemos ir en paz», en realidad «somos enviados» para testimoniar con nuestra vida la Buena Noticia que acabamos de celebrar y comulgar.

«Haré con la casa de Israel una alianza nueva» (1ª lectura, I)

«Perdonaré sus delitos y no me acordaré ya de sus pecados» (1ª lectura, I)

«Muéstranos, Señor tu misericordia y danos tu salvación» (salmo, I)

«Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti» (salmo, II)

«Llamó a los que quiso y se fueron con él» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 62-65


3-3.

Primera lectura: 1 de Samuel 24, 3-21
No extenderé la mano contra él, porque es el ungido del Señor.

Salmo responsorial: 56, 2-4.6.11
Misericordia, Dios mío, misericordia.

Evangelio: San Marcos 3, 13-19
Llamó a los que quiso y los hizo sus compañeros.

Marcos resume en tres puntos el discipulado: "estar con Jesús, anunciar el Reino y expulsar demonios".

En primer lugar, compartir la vida con el Maestro significa aprender directamente de su comportamiento lo que hay que hacer. Si el discípulo aprende esta primera y gran lección, en los momentos de dificultad bastará que se pregunte qué haría el Maestro, para encontrar la respuesta segura. Estar con Jesús no es aprender lo que él hizo, para repetirlo después. Significa algo más: adquirir sus criterios, para tener la libertad de hacer nuevas cosas -las que exige cada tiempo, cada lugar, cada cultura, cada nueva historia- pero siempre de acuerdo a lo haría el mismo Jesús.

En segundo lugar, hay que decir que el seguimiento de Jesús no está pensado sólo desde la individualidad. Se trata de un proyecto de humanización que hay que compartir con otros, que debe ser anunciado. Para eso habrá que romper fronteras y enfrentar nuevas circunstancias histórico-culturales. La lista de los que "estuvieron con Jesús" se abre con Pedro y se cierra con Judas. La fidelidad de Pedro hacia Jesús es proverbial, precisamente por haber pasado por la infidelidad y por haberla superado. Pedro y Judas, símbolos de fidelidad e infidelidad, resumen la historia de la iglesia y la historia personal de cada discípulo. Lo importante es que no cerremos con una traición nuestra relación con Jesús.

En tercer lugar, Jesús da a los Doce el poder de expulsar demonios. Recojamos esta figura con toda la carga teológico-cultural del tiempo de Jesús. Demonio era el símbolo donde se acumulaba lo negativo de la historia: enfermedad, injusticia, pecado... El poder de expulsar demonios no debe ser visto tanto como poder de hacer milagros y exorcismos, sino como la capacidad de humanizar al ser humano, para acercarlo al diseño original -que es Jesús- de ser la imagen más fiel de Dios Padre.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Hb 8, 6-13: Una alianza nueva.

Sal 84, 8.10-14

Mc 3, 13-19: Jesús elige a los doce.

La carta a los hebreos subraya la novedad del sacerdocio de Jesús, a partir de la novedad misma de la alianza que con él se inaugura.

Los doce, por el contrario, aluden a la continuidad con el Antiguo Testamento: el número simbólico que representa al Pueblo de Dios como conjunto, a las doce tribus de Israel.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Hebreos 8, 6-13: Todos conocerán al Señor

Salmo responsorial: 84, 8-14

Marcos 3, 13-19: Llamó a los que El quiso

En el pasaje de la carta a los Hebreos que acabamos de leer, el autor introduce un concepto capital del mensaje bíblico: Dios ha pactado con nosotros una alianza nueva, es decir, se ha comprometido y nos ha comprometido, intermediario Jesucristo, a ser nuestro Dios, a tomarnos como pueblo y familia suya. Esta nueva alianza está en contraste con la del AT, la que pactó antes de la venida de Cristo con el pueblo de Israel, invalidada no por infidelidad de Dios sino del pueblo. Solamente que nosotros, los cristianos, a veces actuamos como los antiguos israelitas, nos aprovechamos de la bondad de Dios, no realizamos lo que dice el texto citado por el autor de Hebreos: eso de tener la ley de Dios en nuestra mente, de guardarla escrita en nuestros corazones, de ser el pueblo de Dios para que Él, y no otro cualquiera, sea nuestro Dios. Eso que todos conozcamos a Dios, desde el mayor hasta el menor, hasta el punto de no necesitar ya más enseñarnos unos a otros; eso de estar seguros de que Dios ha perdonado nuestros delitos y no se acuerda ya de nuestros pecados. Si Cristo es el mediador de una nueva alianza de Dios con nosotros, ¿cómo es que permanecemos en el egoísmo, la indiferencia ante el dolor de los demás, la ambición desmedida, la incapacidad de comprender y perdonar, la indecisión frente al compromiso que se nos reclama? Personal y comunitariamente deberíamos examinarnos sobre nuestra fidelidad a la nueva alianza pactada por Dios con nosotros en la cruz de Jesucristo.

En el Evangelio, Jesús hace compañeros suyos a doce discípulos, escogidos de entre la multitud que lo seguía; les da poder sobre los demonios y los envía a predicar. Estos doce, cuyos nombres gloriosos nos trae hoy el Evangelio, fueron el comienzo de la Iglesia a la que todos pertenecemos por la fe, el amor y el bautismo, así como los doce hijos de Jacob fueron el comienzo de las tribus de Israel. ¿Acaso Jesús no nos ha llamado a cada uno por nuestro nombre? ¿Acaso no nos sentimos compañeros de Jesús, como los doce, enviados a predicar la Buena Noticia, a expulsar los demonios a conformar la Iglesia? A veces pensamos que eso es asunto de los curas y de las monjas, y no asumimos el lugar y el papel que nos corresponden al lado de Jesús. ¿Qué hubiera pasado si los doce apóstoles hubieran actuado, como tantas veces actuamos nosotros? ¿O si todos hubieran entregado a Jesús como Judas? Hoy deberíamos sentir el llamado de Jesús a seguirle, a ayudarle en la tarea de la predicación del Evangelio y de la construcción de la Iglesia. Lo deberíamos sentir todos, hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos. Porque a todos nos sigue llamando y enviando Jesús.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6. CLARETIANOS 2003

Llamó a los que quiso

Elección. Jesús eligió a los que quiso. Lo hizo no para crear un una secta, un grupo cerrado, un club de fans que le vitorearan por sus acciones y milagros sino para asociarlos estrechamente a su misma misión y destino, para preparar a los futuros guías de las comunidades cristianas. Ninguno de los elegidos fue un superhombre, tampoco fueron personas influyentes en la estructura social, ni sabios maestros, ilustrados intelectuales o gente de la aristocracia. Quizás le hubieran ido mejor las cosas si se hubiera rodeado de gente más reconocida pero como se ve, para realizar su obra, Jesús, prefirió lo que no contaba socialmente, para que así se manifestase mejor la acción y la fuerza salvadora de Dios.

Miremos nuestra vida. ¿Vivimos auténticamente lo que somos? ¿Profundizamos en las primeras motivaciones de nuestro seguimiento de Jesús para crecer más y más en el conocimiento de su persona, de su obra y de su mensaje? Con el paso del tiempo,¿avanzamos, nos estancamos o retrocedemos en el seguimiento del maestro? ¿Somos audaces para invitar a otros a embarcarse con alegría y generosidad en la gran aventura del seguimiento? ¿Compartimos la vocación en los ambientes en los que nos movemos? ¿Nuestro estilo de vida es el de los resignados o el de los esperanzados, el de los aburguesados o el de los disponibles?

Salvador León (ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-7. 2002

COMENTARIO 1

v. 13 Subió al monte, convocó a los que él quería y se acercaron a él.

El nuevo Israel se forma en el monte, determinado, símbolo de la esfe­ra divina, la del Espíritu, en contacto con la humana (en oposición al monte Sión, lugar del templo); su identidad no está en la Ley de Moisés, sino en el Espíritu de Jesús. No es convocado directamente por Dios, como el antiguo, sino por Jesús, el Hombre-Dios, presencia de Dios en la tierra. La frase "a los que él quería" describe el amor de Jesús a Israel, repre­sentado por los israelitas que han respondido a su llamada. No se perte­nece a este nuevo Israel por el mero origen étnico: la respuesta a la con­vocación (se acercaron a él) implica la adhesión a Jesús y, al mismo tiempo, el alejamiento de la institución judía, con la que Jesús ha roto (cf. 3,1-7a). La escena cumple la profecía de Jl 3,5 LXX, donde se anunciaba que Dios convocaría al resto de Israel para enviarlo como portador de buenas noticias: Jesús ejerce de nuevo una función divina.



vv. 14-15 Entonces constituyó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar a los demonios.

Doble finalidad de la convocación: para que estuviesen con Jesús, es decir, para que prestasen adhesión incondicional a su persona y mensa­je; para enviarlos a predicar, encargándoles una misión universal: en con­traste con el sentido de privilegio y el etnocentrismo del antiguo, el nuevo Israel ha de ponerse al servicio de la humanidad; aparece de nuevo la conexión entre proclamación y expulsión de demonios (= fana­tismos violentos que destruyen la convivencia humana, cf. 1,39).



v. 16a Así constituyó a los Doce.

Esta frase señala la creación del nuevo Israel. El número doce (alu­sión a las doce tribus), símbolo del Israel primigenio y del escatológico, incluye a todos los seguidores de Jesús procedentes del judaísmo. La lista de los Doce comienza con los antes llamados (1,16-21a), significan­do que para formar parte del Israel mesiánico hay que haber optado antes por seguir a Jesús.



16b-17 A Simón, y le puso de sobrenombre «Pedro»; a Santiago de Zebe­deo y a Juan su hermano, y les puso de sobrenombre «Boanerges», es decir, «Truenos».

Los nombres de la lista forman tres grupos: El primero está formado por los que reciben un sobrenombre: a Simón le pone el de Pedro/Piedra, indicando su obstinación (8,32s; 9,5; 10,28; 14,27-31), que lo llevará hasta negar a Jesús 14,66-72); los hijos de Zebedeo reciben el sobrenombre de Truenos, por su espíritu autoritario (cf. 9,38), unido a la ambición de poder (cf. 10,35-37).



18 ... a Andrés y Felipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomas y Santiago de Alfeo, a Tadeo y Simón el Fanático...

En el segundo grupo entran los ocho nombres siguientes y está enca­bezado por Andrés (separado de Simón Pedro, de quien ya no se le llama hermano); nunca hablan ni toman iniciativa alguna en el evange­lio; ninguno de ellos, excepto Andrés (cf. 13,3), volverá a ser mencionado por su nombre; estos ocho nombres representan el conjunto de los israe­litas anónimos que han dado su adhesión a Jesús.



19 ... y a Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

En el tercer grupo se encuentra Judas Iscariote, el traidor, que prefi­gura la parte del pueblo judío que pedirá la muerte de Jesús (Judas-Judea-judío, cf. 15,11-15).

La constitución del nuevo Israel consuma la ruptura de Jesús con la institución judía; significa que el antiguo Israel ha dejado de ser pueblo escogido y destinatario de las promesas. La lista no incluye a Leví, por­que éste, cuando fue llamado por Jesús y lo siguió (2,14), estaba excluido de Israel por su condición de «pecador/descreído» (2,15). No pertene­ce al grupo de discípulos, sino al de «pecadores» que siguen a Jesús (cf. 2,15).

El espíritu del grupo está aún distante del de Jesús. El primero de la lista, Simón Pedro, ha mostrado su reformismo violento (1,29-31); el últi­mo antes de Judas, Simón el Fanático (zelota), está en la misma línea de intransigencia y reformismo nacionalista. Falta mucho para que den una adhesión incondicional a la persona y mensaje de Jesús.



COMENTARIO 2

Marcos resume en tres puntos el discipulado: "estar con Jesús, anunciar el Reino y expulsar demonios".

En primer lugar, compartir la vida con el Maestro significa aprender directamente de su comportamiento lo que hay que hacer. Si el discípulo aprende esta primera y gran lección, en los momentos de dificultad bastará que se pregunte qué haría el Maestro, para encontrar la respuesta segura. Estar con Jesús no es aprender lo que él hizo, para repetirlo después. Significa algo más: adquirir sus criterios, para tener la libertad de hacer nuevas cosas -las que exige cada tiempo, cada lugar, cada cultura, cada nueva historia- pero siempre de acuerdo con lo que haría el mismo Jesús.

En segundo lugar, hay que decir que el seguimiento de Jesús no está pensado sólo desde la individualidad. Se trata de un proyecto de humanización que hay que compartir con otros, que debe ser anunciado. Para eso habrá que romper fronteras y enfrentar nuevas circunstancias histórico-culturales. La lista de los que "estuvieron con Jesús" se abre con Pedro y se cierra con Judas. La fidelidad de Pedro hacia Jesús es proverbial, precisamente por haber pasado por la infidelidad y por haberla superado. Pedro y Judas, símbolos de fidelidad e infidelidad, resumen la historia de la iglesia y la historia personal de cada discípulo. Lo importante es que no cerremos con una traición nuestra relación con Jesús.

En tercer lugar, Jesús da a los Doce el poder de expulsar demonios. Recojamos esta figura con toda la carga teológico-cultural del tiempo de Jesús. Demonio era el símbolo donde se acumulaba lo negativo de la historia: enfermedad, injusticia, pecado... El poder de expulsar demonios no debe ser visto tanto como poder de hacer milagros y exorcismos, sino como la capacidad de humanizar al ser humano, para acercarlo al diseño original -que es Jesús- de ser la imagen más fiel de Dios Padre.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. ACI DIGITAL 2003

13. A los que Él quiso: Nótese la libre elección divina: "No me elegisteis vosotros, sino que Yo os elegí" (Juan 15, 16). Cf. Rom. 8, 28 ss.; 9, 15 ss.; Ef. 2, 10; II Tim. 1, 9.

17. El apodo de Boanerges, que significa "hijos del trueno", demuestra que Juan estaba lejos de ser un sentimental, como lo representa a veces el arte, con menoscabo de la sólida piedad. Léase en Lucas 9, 53 y nota: "Mas no lo recibieron, porque iba camino de Jerusalén". Los samaritanos y los judíos se odiaban mutuamente. Jesús, cuya mansedumbre contrasta con la cólera de los discípulos, les enseña cómo hay muchos samaritanos mejores que los judíos.


3-9. DOMINICOS 2004

La luz de la Palabra de Dios
Primer libro de Samuel 24, 3-21:
“Un día Saúl, con tres mil soldados de todo Israel, marchó en busca de David y su gente hacia las Peñas de los rebecos; llegó a unos apriscos de ovejas, junto al camino, donde había una cueva, y entró en ella... David y los suyos estaban en lo más hondo de la misma, y le dijeron a David:... Haz con él lo que quieras. Pero David respondió: ¡Dios me libre de hacer el mal a mi señor, el ungido del Señor; no extenderé la mano contra él! ... Cuando Saúl salió de la cueva..., David salió detrás de él y le gritó: ¡Majestad!... ¿Por qué haces caso de lo que dice la gente, que David anda buscando tu ruina...?”

Evangelio según san Marcos 1, 13-19:
“En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña, llamó a los que quiso, y se fueron con él.

Luego a doce de ellos los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Estos eran Santiago del de Zebedeo...”


Reflexión para este día
La maldad sale de los malos corazones
Subrayemos el contraste que se da hoy entre la oración de Enrique Susón, la celotipia perseguidora del rey Saúl, y la fidelidad del joven David.

Susón, optando por el amor total de adhesión e identificación con Cristo, desprecia cualquier valor que se oponga o aminore ese amor único. Y todo lo hará en el mundo como ‘siervo de la divina sabiduría’.

Saúl, envilecido por el veneno de la celotipia, todo lo desprecia, por peligroso que sea, para alcanzar la ruina de David, al que -desde su ceguera pasional- considera traidor y malvado.

David, según el texto del libro de Samuel, es un ejemplo de honestidad: respeta al rey, ungido del Señor; trabaja por él y por el pueblo en las batallas; no se aprovecha de oportunidades que le facilitarían la venganza a su ofensor...

Sólo al final del relato bíblico, en un momento de lucidez para Saúl, salta la moraleja. La mente del rey queda iluminada por las palabras y gestos sinceros, respetuosos y afectuosos de David. Así la verdad y el bien salen triunfantes, aunque haya sido a precio muy alto.

Abramos a tiempo las ventanas a la luz, para que seamos agraciados con sus dones.


Oración ecuménica:
Señor Jesús, enséñanos a vivir en fidelidad a ti, y haz que todos los cristianos caminemos hacia la Unidad y Paz, que Tú y todas las almas limpias de corazón desean.

Que nuevamente la Iglesia sea comunidad indivisa, formada por miembros vivos, adheridos a Ti como sarmientos a la Vid. Amén.


3-10.

Comentario: Rev. D. Llucià Pou i Sabaté (Vic-Barcelona, España)

«Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso»

Hoy, el Evangelio condensa la teología de la vocación cristiana: el Señor elige a los que quiere para estar con Él y enviarlos a ser apóstoles (cf. Mc 3,13-14). En primer lugar, los elige: antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos (cf. Ef 1,4). Nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.

¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (Sant Josepmaria).

Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. «Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).

Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo. Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.


3-11. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

La montaña representa el lugar del encuentro con Dios: Moisés y el pueblo de Israel recibieron la Ley en la cumbre del Sinaí; allí se refugió el profeta Elías cuando era perseguido por los reyes idólatras de su pueblo. Salomón construyó el templo de Dios sobre el monte Sión, en la ciudad de Jerusalén.. Los salmos cantan la presencia de Dios sobre las altas montañas del Hermón en la cordillera del Antilíbano.

Hoy Marcos nos dice que Jesús hizo lo mismo, subió a una montaña, para designar a sus doce compañeros. De manera tan gráfica y concreta se nos dice en la Biblia que estos acontecimientos son capitales en la historia de nuestra salvación. Quien haya experimentado la emoción de escalar una cumbre y contemplar desde allí el panorama circundante, comprenderá la imagen bíblica de la montaña como escenario de esos encuentros cercanos con la majestad y la bondad de Dios.

Comentario
Los doce compañeros que Jesús escogió fueron enviados a predicar y a expulsar los demonios. Ellos vivieron y proclamaron el evangelio siempre a favor de los que más sufren y de los que más necesitan el amor misericordioso de Dios. Nosotros somos cristianos porque los compañeros de Jesús cumplieron su misión, por eso nos alegramos de que los evangelistas nos hayan conservado sus nombres que son como los nuestros, nombres de seres humanos de carne y hueso que Jesús quiso asociar a su obra.

Por eso decimos que la Iglesia está fundada sobre el cimiento de los apóstoles y por eso nos sentimos responsables, también nosotros, de predicar y de vivir el evangelio, para que nuestros nombres sean asociados a los de los apóstoles, los compañeros de Jesús.
 


3-12.

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897) carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Manuscrito A, 2 rº -vº

El misterio de la vocación

No voy a hacer otra cosa sino: comenzar a cantar lo que he de repetir eternamente -¡¡¡las misericordias del Señor!!! (cf Sal 88,1)...Abriendo el Santo Evangelio, mis ojos han topado con estas palabras: “habiendo subido Jesús a un monte, llamó a sí a los que quiso; y ellos acudieron a él.” (Mc 3,13) He aquí, en verdad, el misterio de mi vocación, de toda mi vida, y el misterio, sobre todo, de los privilegios que Jesús ha dispensado a mi alma... El no llama a los que son dignos, sino a los que le place, o como dice san Pablo: “Dios tiene compasión de quien quiere y usa de misericordia con quien quiere ser misericordioso. No es, pues, obra ni del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que usa de misericordia.” (Rm 9,15-16)

Durante mucho tiempo estuve preguntándome a mí misma por qué Dios tenía preferencias, por qué no todas las almas recibían las gracias con igual medida. Me maravillaba al verle prodigar favores extraordinarios a santos que le habían ofendido, como san Pablo, san Agustín, y a los que él forzaba, por decirlo así, a recibir sus gracias; o bien, al leer la vida de los santos a los que nuestro Señor se complació en acariciar desde la cuna hasta el sepulcro, apartando de su camino todo lo que pudiera serles obstáculo para elevarse a él... Jesús se dignó instruirme acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza, y comprendí que todas las flores creadas por él son bellas, que el brillo de la rosa y la blancura de la azucena no le quitan a la diminuta violeta su aroma ni a la margarita su encantadora sencillez...Jesús ha querido crear santos grandes, que pueden compararse a las azucenas y a las rosas; pero ha creado también otros más pequeños, y éstos han de contentarse con ser margaritas o violetas, destinadas a recrearle los ojos a Dios cuando mira al suelo. La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos.


3-13. Reflexión

Estos son los nombres de las columnas de la Iglesia. Ellos aprendieron del Maestreo y una vez que descendió el Espíritu Santo, se dedicaron a predicar y a expulsar a los demonios (forma genérica en que Marcos presenta la misión de Cristo) es decir a continuar la labor que el Maestro había iniciado. No fue, no ha sido y no será tarea fácil hacer una realidad el Reino de los cielos pues hay todavía muchos a quienes es necesario predicar, y hay todavía muchos demonios que hay que expulsar: es mucho el trabajo por hacer. Por ello la Iglesia sigue necesitando hombres y mujeres, que estén dispuestos a dejarlo todo para consagrar su vida a estar con el Maestro para luego continuar su misión entre los hombres. Si aun no has decidido el futuro de tu vida, ¿has pensado que tú pudieras ser uno de estos llamados? Al menos tenlo como una posibilidad.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-14. Elección de los doce

Fuente: Catholic.net
Autor: Ignacio Sarre

Reflexión:

Siendo Dios, Cristo nos podría haber salvado de muchas maneras. Le habría bastado un soplo, un abrir y cerrar de ojos, el simple deseo de redimirnos. Pero sus caminos no son como los nuestros. Quiso obrar “a su manera”.

Los hombres pedimos ayuda cuando la necesitamos, cuando no podemos hacer algo por nosotros mismos. Cristo quiso que le ayudáramos, aunque Él podía hacerlo todo. Y sin duda, podía hacerlo mejor que nosotros.

Eligió a doce hombres. Detrás del nombre de los doce apóstoles, yacen escondidos los de miles y millones de hombres elegidos por Dios para continuar su misión. Y no sólo se trata de sacerdotes y almas consagradas. Todos los bautizados estamos llamados a ser sus apóstoles.

Con esta elección, no recibimos un título honorífico. Ante todo se trata de un compromiso. El de ser mensajeros del amor de Dios con nuestra vida, con nuestro modo de actuar, de hablar, de pensar... Al llamarnos, Cristo no nos impone una carga. Al contrario, nos da la oportunidad de dar un sentido pleno a nuestra vida en este mundo, buscando lo más llevadero y trascendente. La mejor empresa a la que podemos dedicarnos: ayudarle a Cristo en la salvación de la humanidad.


3-15.

El que Jesús hiciera a 12 sus compañeros no es pura casualidad. Es una simbología de lo que fueran las 12 tribus de Israel. Todo el reinado de Israel se consolidó bajo el reinado de David. Ahora le tocará a un descendiente del Rey David consolidar el reino de los cielos. No se trata en estos momentos de reunir a los elegidos de Dios y reunirlos bajo un mismo territorio; ahora se trata de llegar a todo ser humano y mostrarle el poder de Dios, por eso Jesús envía a los 12 a predicar el evangelio y les da poder para echar demonios. Pero mucho más allá de la simbología o el paralelismo que podamos hacer con la lectura está implícito un elemento clave a la hora de extender ese reino, la decisión de quienes son llamados. Jesús nos llama, pero nos corresponde a nosotros decidir ir con él, seguirle y aceptar la misión que el nos encomienda. Seguir a Jesús debe ser una acción consciente que ponga en práctica nuestra misión y le permita utilizarnos en la construcción del reino de los cielos.

Señor Jesús, te pido que me permitas cada día renovar mi decisión de seguirte; y que en tiempos de crisis como los que vive nuestro país en este momento pueda ejecutar la misión de ser portadora de esperanza para tu pueblo.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-16. LECTURAS: 1SAM 24, 3-21; SAL 56; MC 3, 13-19

1Sam. 24, 3-21. ¿Quién es justo, sino sólo Dios? ¿Quien de nosotros pudiera decir que no tiene pecado, para lanzar la primera piedra contra los pecadores? Dios quiere que reconozcamos nuestra propia realidad, aquella que sólo Él conoce, pues ante Él estamos como desnudos: todo está patente ante sus ojos. Él podría habernos condenado; pero el amor que nos tiene le llevó a enviarnos a su propio Hijo para que, libres de pecado, podamos presentarnos santos, purificados y hechos hijos suyos ante Él. No condenemos y no seremos condenados; no juzguemos y no seremos juzgados. Y aun cuando tengamos a nuestro enemigo a la altura de nuestra mano jamás nos hagamos justicia, pues nosotros hemos sido enviados como signos del amor de Cristo. El juicio le corresponde a Dios; y Él nos tiene paciencia y retarda su juicio hasta el final de nuestra vida. Mientras, como un Padre amoroso, espera nuestro retorno para recibirnos llenos de alegría en su casa. Amemos, por tanto, a nuestros hermanos, como nosotros hemos sido amados por Dios.

Sal. 56. Dios es nuestro poderoso refugio; quienes confiamos en Él jamás seremos defraudados. Sin embargo esto no elude nuestras responsabilidades, ni puede hacernos temerosos en el anuncio del Evangelio. Dios nos quiere fuertes en la fe y en el testimonio de la Buena Nueva que nos ha confiado, sabiendo que, aun cuando los demás nos persigan y acaben con nuestra vida, Dios nos levantará victoriosos al final del tiempo. Sin embargo, nosotros no buscamos morir por el Evangelio, sino el anunciar el Evangelio, aceptando, con amor, todas las consecuencias que podrían venírsenos como consecuencia del cumplimiento de la Misión que el Señor nos ha confiado.

Mc. 3, 13-19. De entre la multitud Jesús escoge doce, a los que da el nombre de Apóstoles. Hay una finalidad: Para que se queden con Él; para mandarlos a predicar y para que tuvieran el poder de expulsar a los demonios. En primer lugar hay que tener una experiencia personal del Señor. Un enviado debe convivir con quien le envía y saber cuáles son sus planes, sus proyectos; en este caso, conocer el plan, el proyecto de salvación de Dios sobre la humanidad. Y no sólo conocer la voluntad de Dios, sino ser uno mismo objeto de esa voluntad salvífica. Entonces podrá uno ir no sólo como profeta, sino como testigo del amor y de la misericordia de Dios. Quien va, no en nombre propio, sino en Nombre de Jesús, participa de su Misión, la que Él recibió del Padre; y participa también de su poder para vencer al mal. Así, el enviado se convierte en la prolongación de Jesús en la historia; es el memorial del Señor que continúa salvando, que continúa liberando al hombre de sus esclavitudes y que continúa entregando su vida para que a todos llegue el perdón de Dios y la Vida y el Espíritu que Él ofrece a quienes crean en Él.

Para quienes hemos sido llamados como testigos de Cristo en el mundo, el reunirnos para la celebración de la Eucaristía se convierte para nosotros en una necesidad que nos lleva tanto a estar con el Señor, como a escuchar su Palabra para hacerla nuestra, para conformar a ella nuestra vida. Sólo después de haber estado con el Señor podremos anunciar con verdad su Nombre a los demás. Cristo nos quiere siempre unidos a Él. Y nuestra unión a Él se realiza, especialmente en la Eucaristía; pero también se realiza a través de nuestra unión a quienes Él escogió como apóstoles suyos y como sucesores de ellos en la Iglesia. Quien viva fiel en la escucha y en la puesta en práctica de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, puede decir que entra en intimidad con Cristo y permanece en la Verdad. Por eso, a la par que vivimos nuestra unión con el Señor en la celebración del Memorial de su Pascua, aprendamos a vivir unidos a aquellos que legítimamente han sido constituidos en Pastores del Pueblo de Dios.

Dios ha enviado a su Iglesia a proclamar el Evangelio. La Buena noticia del amor de Dios no podemos proclamarla sólo por habernos convertido en eruditos de la predicación. Quien no entre en una relación de intimidad con el Señor no puede sentirse autorizado a proclamar el Evangelio de Salvación a los demás, pues no son los medios humanos, sino el Espíritu Santo el que da la eficacia necesaria al anuncio del Evangelio para que se convierta en Palabra de Salvación para el mundo. A partir de vivir unidos a Jesucristo por la fe podremos ver con sus ojos el mundo y su historia; entonces podremos sentir como nuestras las miserias de los demás y buscaremos soluciones adecuadas a las mismas, no desde nuestras imaginaciones, sino desde el corazón amoroso y misericordioso de Dios. Quien vive lejos de Dios y se dedica a proclamar su Nombre, lo único que hará es tratar de pasar como un sabio, conforme a los criterios del mundo, esperando la alabanza de los demás por sus discursos bien elaborados, pero será incapaz de involucrarse en la acción salvífica de Dios aceptando incluso dar su vida por los demás.

Roguémosle a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir de tal forma unidos a Jesucristo que no sólo anunciemos su Nombre a los demás con las palabras, sino que nuestra vida misma se convierta en un signo de su amor salvador para todos los hombres. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-17. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

Hace dos días contemplé un vídeo sobre el Everest. El año pasado, el hijo de Edmund Hillary quería emular en cierto modo la hazaña de su padre, con motivo de los 50 años de la primera ascensión a la cima más alta del mundo, protagonizada por su progenitor. ¿Sólo por él? ¿Sabéis cómo se llamaba el sherpa que lo acompañó y que conquistó con él la cima? Quizá no. Yo, ciertamente, no lo sabía.

Esto me hace recordar unos versos de Bertold Brecht, en que un obrero lector pregunta:

Tebas, la de las siete puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
(...) El joven Alejandro conquistó la India.
¿El solo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse
su flota. ¿No lloró nadie más?

No sucede tal cosa en los evangelios. Es verdad que no nos dan la lista de los que Jesús llamó y que se acercaron a él. Pero se consigna el nombre de los Doce. Y éstos no son precisamente una corte de admiradores. Jesús, apunta Marcos, los llamó para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios. Acto seguido figuran con su nombre propio Simón Pedro, Santiago, Juan... y los demás colaboradores de Jesús. La comunidad de Jesús no es una claque o conjunto de alabarderos que jalean al maestro. Simboliza a su lado la presencia del Reino de Dios y actúa al servicio del Señorío divino sobre esta tierra nuestra. Jesús los conoce por su nombre y el evangelio nos los da a conocer con esa seña de identidad. No son una simple masa amorfa y anónima que sólo hace bulto. No son figurantes en la escena evangélica. Ellos, con su identidad y con toda su humanidad concreta, forman parte de la nueva familia de Jesús y representan al Israel definitivo de Dios. ¿Conocemos nosotros sus nombres? ¿Conocemos el nombre del compañero de E. Hillary? Os ahorro, a los que no lo podáis evocar, esa primera seña de identidad del sherpa: se llamaba Tensing Norgay. Aprendamos a escribir la historia de forma más cabal, la de nuestras parroquias, la de nuestras comunidades religiosas, la de los grupos humanos de que formamos parte. Aprendamos estos días los nombres de quienes oran y trabajan en nuestro entorno por la unidad de los cristianos.

Vuestro amigo
Pablo Largo
(pldomizgil@hotmail.com)


3-18. ARCHIMADRID 2004

ESOS MOMENTOS TAN DELICADOS

Hoy es viernes, preludio de descanso para muchos y la primera lectura nos deja todo preparado para hacer un poco de teología marrón, pues hoy podemos colegir de ese intrincado mundo que es la monarquía y las casas reales, con tantas reservas y misterios, que “los reyes también tienen apretones”. Ciertamente la corte del rey Saúl no tendría ningún parecido con la fastuosidad de la corte francesa de Luis XIV, pero ricos o pobres, antiguos o modernos, los reyes, digámoslo finamente: tienen que dar salida a lo que previamente ha entrado. Por mucha fibra que pongas en tu dieta, muchos bífidus activos que ingieras, seas noble o plebeyo, en cualquier momento te puede venir un apretón. Hay apretones en falso, o sea, mucho esfuerzo, mucho ruido y pocas nueces. Hay apretones eternos, que son como un parto sin epidural, y apretones repetitivos que vuelven una y otra vez a la carga cuando parecía que todo había acabado. Debe haber tantos tipos de apretones como personas e incluso más, seguro que todos podríamos contar un gran abanico de posibilidades. Pero sin duda pocos tan vergonzantes como el apretón de Saúl que le llevó a hacer sus deposiciones en la casa de su enemigo. Ya se puede comprender que toda la dignidad se pierde cuando alguien es testigo de tu lucha contra el intestino; el porte, la pose se descompone (nunca mejor dicho) en esa lucha interna contra el peor enemigo que suele ser uno mismo y su vientre, ¿cómo obedecer la voz de mando de alguien a quién has oído hablar por el… “tubo de escape”?. No es extraño pues que, ante esta situación, los hombres de David le animen a que saque partido de esa debilidad del rey: “Este es el día que te dijo el Señor”. Si hubiera hecho eso David también la hubiera “fastidiado” (la palabra es otra, ya me entiendes), porque descubrir la debilidad del otro no da derecho a atropellarlo. Eso es lo que honra a David: “Dios me libre de hacer eso a mi señor, el ungido del Señor.”

Todos, en la Iglesia y fuera de ella, somos humanos; tenemos nuestras debilidades pero no podemos usarlas para hacernos daño. No podemos airear la vida de los demás impunemente, ni creernos libres de “caer en tentación” como si no existiese el pecado para nosotros. Recuerda que seguimos en la semana de oración por la unidad de los cristianos, no seas como esos “impecables” que parece que no usaron pañales de pequeños y que en el cuarto de baño de su casa han puesto un vivero de bonsáis pues no les hace falta para “lo demás”. Mientras tanto ellos se dedican a airear las debilidades de los cristianos o buscan la diferencia en el pecado que es común a todos los hombres excepto a Cristo y a su madre la Virgen. Jesús conocía las debilidades de Pedro, de Santiago, de Juan, de Felipe, de Tomás, hasta de Judas pero a todos les ofrece su misericordia, su palabra, su llamada a ser apóstoles pues él es el “Dios que hace tanto por mí”.

Trata a todos como a hijos de Dios, como verdaderos hermanos, tapa sus vergüenzas y ayúdales a que las presenten ante el Señor que es el único entrañablemente misericordioso. Encamínalos a la Virgen que, como madre buena, no se va a escandalizar de “esas cosas” y no seas rencoroso pues tal vez acabes, al final, metiéndote en el baño del enemigo a para dar salida a la pobreza de tus miserias. Fin de la teología marrón.


3-19. Fray Nelson Viernes 21 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: Es mediador de una alianza mejor * Llamó a los que quiso y los hizo sus compañeros.

1. Una alianza perfecta
1.1 La antigua alianza era imperfecta; la nueva es perfecta. ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia? Ambas son alianzas entre Dios y el hombre. ¿Qué hace perfecta, y por lo tanto eterna, a la alianza en la Sangre de Cristo?

1.2 La antigua alianza resultó imperfecta, dice Dios, porque "ellos no fueron fieles a mi alianza y por eso los rechacé" (Heb 8,9). Todo en una alianza radica en la palabra "fidelidad"; destruida la fidelidad poco o nada queda de la alianza. Así entendemos qué fallaba en el antiguo pacto: aunque señalaba apropiadamente los términos, no podía hacer nada frente al problema de la infidelidad. Sólo podía señalar y condenar el mal, pero no sanar las heridas que causa ni dar la gracia necesaria para destruir su encanto y su fuerza.

1.3 Esto es lo nuevo que trae la nueva alianza. En el pacto nuevo, sellado en la Sangre de Jesucristo, encontramos por fin una respuesta al problema de la infidelidad humana. Jeremías, citado aquí por la Carta a los Hebreos, ya lo había explicado, aunque algo veladamente: "Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Nadie tendrá ya que instruir a su hermano diciendo: Conoce al Señor, porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor" (Jer 31,33-34).

1.4 La alianza perfecta está escrita "en el corazón". No es un precepto externo que tenga que ser intimado por una presión externa o por una exhortación continua. Las alianzas antiguas, hasta la de Moisés, indicaban exteriormente cuál es el bien y cuál el mal pero existían sólo como indicadores, y por lo tanto carecían de poder frente a las insinuaciones del mal. La alianza nueva, la perfecta, indica, pero sobre todo, mueve; impulsa interiormente; transforma el propio ser. Frente a esta novedad maravillosa entendemos por qué de la anterior alianza se dice: "lo que se vuelve viejo y anticuado, está a punto de desaparecer" (Heb 8,13), con lo cual el autor de esta Carta desea que sus lecotres comprendan los límites irreversibles de la alianza que hasta entonces conocían.

2. Los Judíos mesiánicos
2.1 Un tema un poco polémico relacionado con esta enseñanza radica en esta pregunta: ¿es lícito practicar los ritos de la antigua alianza dentro de la nueva? Existe un grupo religioso, los "Judíos Mesiánicos", que reconocen en Jesús al Mesías (Mashiaj) esperado por Israel, predican, como nosotros, que Él es el Hijo de Dios, y el que tenía que venir al mundo. Algunos de estos judíos mesiánicos se consideran "cercanos" o incluso "hermanos" con la Iglesia Católica, otros, en cambio, se ven y proclaman como hostiles a lo que ellos consideran engaños de esta misma Iglesia. Estamos, pues, ante una realidad compleja, de la que sin embargo hay que estar enterado, porque tarde o temprano aparecerá en el camino.

2.2 Utilizan sí, con preferencia los términos hebreos para referirse tanto a la Escritura como a los puntos centrales de nuestra fe: Jesús es Yeshúa, el Espíritu Santo es Ruaj haKodesh; el nombre de Dios lo suelen escribir omitiendo una vocal, para indicar que es un nombre impronunciable: Di-s. Un sacerdote es un cohén y un obispo es un bishof; la Eucaristía se llama Seudat y el bautismo tevilá; el Evangelio es la Besurá, mientras que el Antiguo Testamento es el Tanak y el Nuevo Testamento es B´rit Hajadashá. Conservan, sin embargo, prácticas judías como el servicio sinagogal, llamado Avodá y otras oraciones y bendiciones del judaísmo tradicional. ¿Qué decir de todo esto?

2.3 Por ahora nuestro propósito es más informativo que otra cosa. Creo que sí es importante no dejarnos seducir por el ambiente de misterio y del encanto de los nombres extraños. Buscar y amar nuestras raíces judías puede traer inmensos bienes y puede convertirse en un puente de diálogo con los actuales judíos, o mejor: con las diversas ramas del judaísmo no cristiano. Además, el amor a la lengua y las costumbres hebreas puede servir de "diccionario existencial" que nos ayuda a comprender los términos mismos de la Escritura desde una perspectiva distinta al marco demasiado conceptual y objetivante de nuestras tradiciones filosóficas occidentales.

2.4 Por otro lado, la práctica de tantos ritos hebreos y la cercanía racial y cultural con judíos indiferentes, suspicaces o adversos al cristianismo puede traer graves consecuencias, como por ejemplo, relativizar todo aquello que de modo más o menos arbitrario se estime como "demasiado católico"; por decir algo: el enunciado del dogma trinitario o de la explícita divinidad de Jesucristo.

2.5 Aún más: las severas advertencias de Pablo contra los Gálatas, que empezaban a dar grandísima importancia a la circuncisión y a la práctica de la ley, no han sido contradichas por la Escritura ni por la tradición centenaria de la Iglesia: " Mirad, yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, Cristo de nada os aprovechará. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley. De Cristo os habéis separado, vosotros que procuráis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído" (Gál 5,2-4). El peligro de fondo entonces no está en la interpretación teológica ni en la celebración litúrgica, sino en el corazón mismo de nuestra fe, es decir, en el cimiento que nos permite reconocernos salvos por la sola gracia de Dios. Sobre este tema, que requiere más estudio, oración y caridad, tengamos prudencia y paciencia, sin buscar novedades sólo por ser novedades, y sin huir de nuestras raíces.


3-20. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Heb 8, 6-13: Jesús es mediador de una alianza nueva
Sal 84, 8.10-14.: La misericordia y la fidelidad se encuentran.
Mc 3, 13-19: Jesús llamó a los que él quiso

El Antiguo Testamento cuenta la historia de un Dios que busca a su pueblo y un pueblo que se aleja o que se ampara en otros dioses. Dice el profeta Jeremías: “haré con la casa de Israel y con la casa de Judá una alianza nueva... perdonaré sus delitos y no me acordaré ya de sus pecados”. Así es Dios: grande y misericordioso, aunque nos empeñemos en hacerlo a nuestra imagen y semejanza. Lo mismo que en el evangelio, lo mismo que contigo y conmigo y con nuestras comunidades. ¡Cuántas veces nos invade el pesimismo y la desesperación, y cuántas el Señor nos sorprende desvelando nuestros miedos... y amándonos! ¡Y cuántas veces lo hace con la presencia y las palabras de quienes nos rodean! Y nos avergonzamos y nos estremece.

Pedro, Santiago, Juan, Andrés... nombres e historias de quienes conocieron a Jesús y lo siguieron... Nombres que como el tuyo y el mío han sido pronunciados por Dios, como si se hubiese arrepentido y creyese que las personas podemos cambiar. Ellos ya desempeñaron su tarea, ahora nos toca a nosotros ser sus "apóstoles para expulsar demonios”. Nuestras manos son sus manos, nuestras palabras las suyas. Vino a perdonar, a buscar lo que estaba perdido, porque quería hacer una alianza nueva.

Y una esperanza: dice el profeta Jeremías que “yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”...


3-21.

 Reflexión

Estos son los nombres de las columnas de la Iglesia. Ellos aprendieron del Maestreo y una vez que descendió el Espíritu Santo, se dedicaron a predicar y a expulsar a los demonios (forma genérica en que Marcos presenta la misión de Cristo) es decir a continuar la labor que el Maestro había iniciado. No fue, no ha sido y no será tarea fácil hacer una realidad el Reino de los cielos pues hay todavía muchos a quienes es necesario predicar, y hay todavía muchos demonios que hay que expulsar: es mucho el trabajo por hacer. Por ello la Iglesia sigue necesitando hombres y mujeres, que estén dispuestos a dejarlo todo para consagrar su vida a estar con el Maestro para luego continuar su misión entre los hombres. Si aun no has decidido el futuro de tu vida, ¿has pensado que tú pudieras ser uno de estos llamados? Al menos tenlo como una posibilidad.

Pbro. Ernesto María Caro


3-22. Elección de los doce apóstoles

Fuente: Catholic.net
Autor: P Juan Pablo Menéndez

Reflexión

Cada construcción en el mundo tiene sus cimientos. Ninguna casa puede mantenerse en pie sin fundamentos sólidos. Es por eso que antes de iniciar a construir hay que cavar lo más profundo posible para poner una base sólida a la construcción. Y si se quiere una torre, entonces hay que escarbar muy profundamente para tener un buen cimiento.

Lo mismo quiere hacer hoy Cristo. Su misión es salvar a la humanidad, pero sabe que con una vida tan corta no lo puede hacer. Por eso decide edificar una ciudad, en la que puedan encontrarle en cualquier momento del día. Por eso, después de una noche de oración en diálogo personal con su Padre, pone los primeros fundamentos a su proyecto.

Allí están. Son doce, y hasta hoy se encuentran bien cimentadas esas bases. Se prolongan en la persona del Santo Padre y de todos los Cardenales y Obispos, quienes son los sucesores directos de los primeros apóstoles. En ellos está puesto todo el peso de la ciudad de Dios, y a ellos hay que acudir cuando se necesite. Son los cimientos de la Iglesia. Nos representan a Cristo y hay que seguirlos con fe.


3-23. 256. Vocación a la santidad

I. Cristo elige a los suyos, y este llamamiento es su único título. Jesús llama con imperio y ternura. Nunca los llamados merecieron en modo alguno la vocación para la que fueron elegidos, ni por su buena conducta, ni por sus condiciones personales. Es más, Dios suele llamar a su servicio y para sus obras, a personas con virtudes y cualidades desproporcionadamente pequeñas para lo que realizarán con la ayuda divina. El Señor nos llama también a nosotros para que continuemos su obra redentora en el mundo, y no nos pueden sorprender y mucho menos desanimar nuestras flaquezas ni la desproporción entre nuestras condiciones y la tarea que Dios nos pone delante. Él da siempre el incremento; nos pide nuestra buena voluntad y la pequeña ayuda que pueden darle nuestras manos.

II. La vocación es siempre, y en primer lugar, una elección divina, cualesquiera que fueran las circunstancias que acompañaron el momento en que se aceptó esa elección. Por eso, una vez recibida no se debe someter a revisión, ni discutirla con razonamientos humanos, siempre pobres y cortos. La fidelidad a la vocación es fidelidad a Dios, a la misión que nos encarga, para lo que hemos sido creados: el modo concreto y personal de dar gloria a Dios. El Señor nos quiere santos, en el sentido estricto de la palabra, en medio de nuestras ocupaciones, con una santidad alegre, atractiva, que arrastra a otros al encuentro con Cristo. Él nos da las fuerzas y las ayudas necesarias. Que sepamos decirle muchas veces a Jesús que cuenta con nosotros, con nuestra buena voluntad de seguirle, allí donde nos encontramos; sin límites, ni condiciones.

III. El descubrimiento de la personal vocación es el momento más importante de toda la existencia. De la respuesta fiel a esta llamada depende la propia felicidad y la de otros muchos, y constituye el fundamento de otras muchas respuestas a lo largo de la vida. Esforzarse para crecer en la santidad, en el amor a Cristo y a todos los hombres por Cristo es asegurar la fidelidad y, por tanto, la alegría, el amor, una vida llena de sentido. Hemos de hacer como San Pablo cuando Cristo se metió en su vida: se entregó con todas sus fuerzas a buscarle, a amarle y a servirle.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-24.

Reflexión:

Heb. 8, 6-13. El Espíritu Santo que reposa en Jesús, lo abre a la fidelidad a la voluntad del Padre Dios, que es lo único que nos hace gratos a Él. Por eso los que, por medio de la fe, hemos unido nuestra vida al Señor Jesús, participamos de su mismo Espíritu, Espíritu de amor que se constituye en la Ley nueva puesta en nuestra mente y escrita en nuestros corazones. Es el Espíritu Santo el que nos convence, el que nos hace conciencia de nuestra condición de pecadores y nos pone en camino de conversión, con la firme esperanza de que en Cristo el Padre Dios perdonará nuestra maldad y no se acordará más de nuestros pecados. Acerquémonos, pues, al trono de la gracia; abramos nuestra mente y nuestro corazón al Don del Espíritu Santo; dejémonos conducir por Él. Reconozcamos nuestros pecados; volvamos a Dios, rico en misericordia, y encaminémonos seguros, llevando en adelante una vida recta, hacia la posesión de la Patria eterna, en que no llegaremos a un lugar lejano para contemplar a Dios, sino que entraremos al Santo de los Santo, en la intimidad con Dios por pertenecer a Cristo Jesús. Que esto se vaya realizando ya desde ahora por nuestra comunión con Cristo y por nuestra fidelidad al Espíritu de Dios, que habita en nosotros.

Sal. 85 (84). Muchas veces hemos vuelto al Señor y le hemos pedido perdón; y Él, lleno de misericordia, nos ha recibido siempre con gran amor, como un Padre recibe a sus hijos amados. Ciertamente nos vemos constantemente acosados por una diversidad de tentaciones; y muchas veces nuestra misma concupiscencia nos aleja del amor sincero a Dios y al prójimo. Nosotros mismos nos convertimos en obradores de iniquidad; o nos convertimos en víctimas de la maldad de gente sin sentimientos humanos, capaces de todo con tal de lograr sus turbios intereses. ¿Hasta cuándo nos veremos libres de todos estos males, y viviremos en un auténtico amor fraterno? Sabemos que la obra de salvación es la obra de Dios en nosotros. A nosotros corresponde estar abiertos a los dones de Dios, y esforzarnos en manifestarlos a través de una vida recta. Abramos nuestro corazón para que en Él habite el Señor, y que esa justicia que viene del cielo produzca abundantes frutos de salvación, manifestando, con obras, que realmente vamos tras las huellas de amor y de entrega del mismo Cristo, hasta que algún día lleguemos a habitar eternamente con Él en su Gloria.

Mc. 3, 13-19. De entre la multitud Jesús escoge doce, a los que da el nombre de Apóstoles. Hay una finalidad: Para que se queden con Él; para mandarlos a predicar y para que tuvieran el poder de expulsar a los demonios. En primer lugar hay que tener una experiencia personal del Señor. Un enviado debe convivir con quien le envía y saber cuáles son sus planes, sus proyectos; en el caso de los apóstoles: conocer el plan, el proyecto de salvación de Dios sobre la humanidad. Y no sólo conocer la voluntad de Dios, sino ser uno mismo objeto de esa voluntad salvífica. Entonces podrá uno ir no sólo como profeta, sino como testigo del amor y de la misericordia de Dios. Quien va, no en nombre propio, sino en Nombre de Jesús, participa de su Misión, la que Él recibió del Padre; y participa también de su poder para vencer al mal. Así, el enviado se convierte en la prolongación de Jesús en la historia; es el memorial del Señor que continúa salvando, que continúa liberando al hombre de sus esclavitudes, y que continúa entregando su vida para que a todos llegue el perdón de Dios, y la Vida y el Espíritu que Él ofrece a quienes crean en Él.

Para los que hemos sido llamados como testigos de Cristo en el mundo, el reunirnos para la celebración de la Eucaristía se convierte, para nosotros, en una necesidad que nos lleva tanto a estar con el Señor, como a escuchar su Palabra para hacerla nuestra, y para conformar a ella nuestra vida. Sólo después de haber estado con el Señor podremos anunciar con verdad su Nombre a los demás. Cristo nos quiere siempre unidos a Él. Y esto se realiza especialmente en la Eucaristía; pero también se realiza a través de nuestra unión a quienes Él escogió como apóstoles suyos y como sucesores de ellos en la Iglesia. Quien viva fiel en la escucha y en la puesta en práctica de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, puede decir que entra en intimidad con Cristo y permanece en la Verdad. Por eso, a la par que vivimos nuestra unión con el Señor en la celebración del Memorial de su Pascua, aprendamos a vivir unidos a aquellos que legítimamente han sido constituidos por el Señor en Pastores de su Pueblo.

Dios ha enviado su Iglesia a proclamar el Evangelio. La Buena noticia del amor de Dios no podemos proclamarla sólo por habernos convertido en eruditos de la predicación. Quien no entre en una relación de intimidad con el Señor no puede sentirse autorizado a proclamar el Evangelio de Salvación a los demás; pues no son los medios humanos, sino el Espíritu Santo el que da la eficacia necesaria al anuncio del Evangelio, para que se convierta en Palabra de Salvación para el mundo. A partir de vivir unidos a Jesucristo por la fe podremos ver con sus ojos el mundo y su historia; entonces podremos sentir como nuestras las miserias de los demás, y buscaremos soluciones adecuadas a las mismas, no desde nuestras imaginaciones, sino desde el corazón amoroso y misericordioso de Dios. El que vive lejos de Dios y se dedica a proclamar su Nombre, lo único que hará es tratar de pasar como un sabio, conforme a los criterios del mundo, esperando la alabanza de los demás por sus discursos bien elaborados, pero será incapaz de involucrarse en la acción salvífica de Dios, aceptando incluso dar su vida por los demás.

Roguémosle a Dios que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir de tal forma unidos a Jesucristo que no sólo anunciemos su Nombre a los demás con las palabras, sino que nuestra vida misma se convierta en un signo de su amor salvador para toda la humanidad. Amén.

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