JUEVES DE LA SEMANA 2ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primer Libro de Samuel 18,6-9.19,1-7.

A su regreso, después que David derrotó al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salían a recibir al rey Saúl, cantando y bailando, al son jubiloso de tamboriles y triángulos. Y mientras danzaban, las mujeres cantaban a coro: "Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles". Saúl se puso furioso y muy disgustado por todo aquello, pensó: "A David le atribuyen los diez mil, y a mí tan sólo los mil. ¡Ya no le falta más que la realeza!". Y a partir de ese día, Saúl miró con malos ojos a David. Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores de su proyecto de matar a David. Pero Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David, y lo puso sobre aviso, diciéndole: "Mi padre Saúl intenta matarte. Ten mucho cuidado mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y no te dejes ver. Yo saldré y me quedaré junto con mi padre en el campo donde tú estés; le hablaré de ti, veré que pasa y te lo comunicaré". Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David, y le dijo: "Que el rey no peque contra su servidor David, ya que él no ha pecado contra ti. Al contrario, sus acciones te reportan grandes beneficios. El se jugó la vida cuando derrotó al filisteo, y el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Si tanto te alegraste al verlo, ¿por qué vas a pecar con sangre inocente, matando a David sin motivo?". Saúl hizo caso a Jonatán y pronunció este juramento: "¡Por la vida del Señor, no morirá!". Jonatán llamó a David y lo puso al tanto de todo. Luego lo llevó a la presencia de Saúl, y David quedó a su servicio como antes.

Salmo 56,2-3.9-14.

Ten piedad de mí, Señor, porque me asedian, todo el día me combaten y me oprimen:
mis enemigos me asedian sin cesar, son muchos los que combaten contra mí.
Tú has anotado los pasos de mi destierro; recoge mis lágrimas en tu odre: ¿acaso no está todo registrado en tu Libro?
Mis enemigos retrocederán cuando te invoque. Yo sé muy bien que Dios está de mi parte;
confío en Dios y alabo su palabra;
confío en él y ya no temo: ¿qué pueden hacerme los hombres?
Debo cumplir, Dios mío, los votos que te hice: te ofreceré sacrificios de alabanza,
porque tú libraste mi vida de la muerte y mis pies de la caída, para que camine delante de Dios en la luz de la vida.


Evangelio según San Marcos 3,7-12.

Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1.- Hb 7, 25-8, 6

1-1. VER DOMINGO 31B


1-2.

Jesús puede salvar de modo definitivo a los que por El se llegan a Dios... Fórmula admirable que podemos «gustar» en la meditación. La humanidad es una inmensa caravana que trata de avanzar hacia Dios, pero que en el fondo es incapaz de abrirse camino. Al entrar Jesús en el cielo con su humanidad nos facilita entrar con El. Santa Teresa de Ávila decía: «Quiero ver a Dios».

Todos tenemos el mismo deseo. Pero ¿cómo entrar donde está Dios? Tenemos más bien experiencia de nuestros pecados, de nuestras dificultades de amar y de orar. Entonces Jesús nos abre la puerta de par en par, de «manera definitiva».

-Pues está siempre vivo para interceder por ellos.

Otra fórmula, también célebre.

Está «siempre vivo», su resurrección es la garantía de la eternidad de su misión respecto a nosotros.

«Para interceder por nosotros». Jesús no deja de orar, de suplicar a su Padre por nosotros, por mí, por todos los pecadores. En este momento ¡Cristo intercede ante Dios por mí! ¡Lo está haciendo siempre !

-Porque así tenía que ser nuestro sumo sacerdote.

¡Oh, sí! ¡Señor!

-Santo, inocente, sin mancha, separado ahora de los pecadores, y encumbrado por encima de los cielos.

Son los atributos de la divinidad.

-No necesita ofrecer sacrificios cada día como lo hacen los sumos sacerdotes... porque esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose El mismo.

EU/SC/QUÉ-ES: Partiendo de ese texto, la teología afirma que no hay más que un solo sacrificio, ofrecido de una vez por todas: el del Calvario. Cabría decir entonces: ¿por qué tenemos que celebrar repetidas misas? ¿No es esto volver al Antiguo Testamento? Es evidente que Cristo, una vez resucitado, no muere otra vez (Romanos 6,9). La misa tiene un objetivo preciso: el de ser para cada época y para cada lugar el signo eficaz de ese don de sí mismo que hizo Cristo una vez al ofrecer su vida. Y como no deja de "interceder por nosotros", es decir, de mantenerse en estado de ofrenda, la misa es el instante privilegiado en el que lo encontramos... uniendo a la suya nuestra propia ofrenda, la de la Iglesia de hoy y la del mundo de hoy.

Ayúdanos, Señor, a descubrir mejor el sentido de la eucaristía. Ya no es, ciertamente, un sacrificio cruento. La escena exterior del Gólgota sucedió sólo aquel viernes.

Pero todo lo esencial de la escena, que tenía lugar entonces en el corazón de Cristo es perenne: HOY y para siempre continúa la ofrenda de amor a Dios su Padre y a los hombres sus hermanos.

Con demasiada frecuencia presto poca atención a esa gran realidad, la «misa sobre el mundo», como decía el P. Teilhard de Chardin, a esta ofrenda actual, que es fuente de todo amor si sabemos estar en comunión con ella.

-Tenemos un Sumo Sacerdote tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos.

Es decir, su poder y su eficacia. Tenemos un abogado de nuestra causa cerca de Dios.

¿Qué podrían nuestros pecados ante tal defensor? Sí: nuestra naturaleza humana ha sido realmente entronizada en la intimidad del Padre.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 26 s.


1-3. /Hb/08/01-13

Empieza la sección central (8,1-9,28). La encabeza un exordio solemne (8,1-2) que expresa la vivencia personal-comunitaria de la fe («tenemos un sumo sacerdote») y resume la teología sacerdotal de Heb («celebrante del santuario»). Esto introduce las explicaciones siguientes, a cuya luz puede entenderse el sentido de tales expresiones. Heb se mueve en un mundo hecho todo él de categorías cultuales que para nosotros resultan enigmáticas y alejadas; para nosotros, las categorías cultuales están tan marcadas por el mundo sacrificial del culto antiguo que corremos el peligro de entender lo que Heb dice de Jesucristo según comprensión veterotestamentaria, con un simple barniz cristiano. Es preciso un esfuerzo para entender que Heb utiliza categorías cultuales tomadas del Antiguo Testamento -sacrificio, sangre, ministro, acercarse a Dios-, pero las llena de un contenido tan genuinamente cristiano que da de ellas una visión insospechadamente nueva, desautorizando la misma realización antigua. El núcleo es que el único sacerdote es Jesucristo, y que el único sacrificio eficaz fue su muerte en cruz.

La primera parte de la sección está dedicada a criticar el antiguo culto (8,3-9,10), explicando y fundamentando el juicio emitido antes: fue ineficaz (7,18-19). En 8,3-5, el autor lo califica de culto terrestre, «esbozo y sombra del celeste». El culto «celeste», el único auténtico, que ha puesto de manifiesto el carácter de puro «esbozo» y «sombra» de cualquier otro, no es una liturgia celeste entendida con exuberancia imaginativa, sino estrictamente la muerte de Jesús en la cruz. La cruz es el verdadero culto celeste, infinitamente alejado de todo el que es terrestre. En Heb, el contraste tierra-cielo no es cósmico o espacial, sino espiritual.

La carta critica también la antigua alianza (8,7-13) utilizando casi exclusivamente palabras de Jeremías (31,31-34). Tanto la descripción de la antigua como el anuncio de la nueva se mueven en términos de facticidad. Los antiguos «quebrantaron [de hecho] mi alianza» (v 9); en la nueva, en cambio, «escribiré mi ley en su corazón... todos me conocerán, desde el pequeño al grande» (10-11). Aquélla es el fracaso de los intentos hechos al margen de Jesucristo («no transformó nada»); ésta es en cambio, la eficacia de Jesucristo y de su obra: de hecho, los hombres conocen a Dios, lo aman y siguen su voluntad.

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981. Pág. 560 s.


2.- 1S 18, 6-9. 19, 1-7

2-1.

Después de la inverosímil y rocambolesca página de David y Goliat -que no obstante es portadora de una gran lección universal-, la página de hoy contrariamente está llena de humanidad. Se nos explica que, con la gracia de Dios, David poseía varias ventajas muy humanas que aseguran su popularidad:

1) Sus éxitos militares se multiplican. Es un hombre inteligente y hábil.

2) Su belleza física le gana ya la admiración de las mujeres.

3) Sus reales cualidades humanas le obtienen fieles amistades, entre ellas la de Jonatán, hijo de Saúl.

En el interior de esas situaciones muy corrientes, se juega también el destino del pueblo de Dios. Hay que aceptar esas lecciones aparentemente opuestas y contradictorias.

-Cuando David regresó victorioso, salían las mujeres de todas las ciudades para cantar danzando al son de los tamboriles, de los cantos de alegría y de los símbolos. Las mujeres danzando cantaban a coro ese refrán: «¡Saúl mató a millares, y David a millones!» ¡Qué secuencia de cine podría hacerse con ese escenario! ¡Cuán humano es esto y cuán ambiguo! Comparación: millares... millones... Así es la humanidad de siempre. Se va tras el que triunfa, y se abandona al que ha fracasado, aunque sea sólo en parte. Señor, ten piedad de los pobres de los que malogran sus vidas, de los que apenas tienen éxitos.

-Saúl se irritó mucho y desde aquel día miraba a David con ojos de envidia.

Este es el precio del éxito: la envidia de los demás. Esto es también muy humano y muy ambiguo. Es a la vez un "feo defecto" y «una manera de compensar» lo que tiene de excesivo la admiración precedente.

Señor, líbranos de esas comparaciones desmesuradas, y de esas envidias

Señor, líbranos del orgullo y de esa suficiencia por la que nos atribuiríamos a nosotros mismos el resultado de los dones que hemos recibido. "¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?" (I Corintios 4, 7)

Ahora bien, Jonatán, hijo de Saúl amaba mucho a David, y le advirtió: «Mi padre, Saúl, te busca para matarte, anda sobre aviso.» La amistad entre dos jóvenes. David y Jonatán.

Este es también un valor muy humano, que sirve aquí, los designios de Dios. Cualquier realidad puede ser a la vez positiva y negativa, constructiva y negativa. Se juzga al árbol por sus frutos, dirá Jesús.

Pienso en mis amistades.

¿Sirven a mi expansión, a mi crecimiento, y al designio de Dios? Jesús, también conoció ese sentimiento: entre los doce, estaba Juan, «a quien amaba».

Ayúdame, Señor, a poner todas mis facultades de afectividad a tu servicio y al servicio del mundo.

Que jamás llegue a ser yo esclavo de ellas. Por el contrario, te pido que todas mis amistades y afectos sean útiles.

-Jonatán habló en favor de David a Saúl, su padre...

Se atreve a comprometerse por su amigo con riesgo, sin duda, de ser mal visto él mismo.

Mi amistad ¿me hace «aprovechón» del otro, para mi placer y mi expansión? o bien ¿significa para mí el servicio al otro, la disposición a la renuncia de mis propios beneficios para el bien del otro?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 26 s.


3.- Mc 3, 7-12

3-1.

-"Jesús con sus discípulos" se retiró hacia la ribera del lago... y muchas gentes le seguían de la misma Galilea y también de Judea, de Jerusalén, de la Idumea, la Transjordania, del país de Tiro y de Sidón...

De manera manifiesta, ¡Marcos insiste en toda esta geografía! No son sólo los judíos de Palestina quienes corren tras de Jesús, sino gentes de todas las comarcas y regiones vecinas: algunos paganos sin duda, atraídos por su Palabra y por sus curaciones.

Ser misionero. Atraer al evangelio.

Cuestionar a los que buscan al verdadero Dios.

Que tu Iglesia, Señor Jesús, sea toda ella misionera, como Tú. ¡Judea, Idumea, Transjordania, Tiro, Sidón! No llega aún a la apertura internacional, total, de Pentecostés, pero es ya el primer signo. ¿Cómo es la apertura de mi corazón?

-Oyendo lo que hacía, acudían a El. Dijo a sus discípulos que le preparasen una barca para que el tropel de la gente no le oprimiese.

Jesús apretujado por la muchedumbre, en medio del gentío, Jesús popular. Mientras los escribas y fariseos se han clasificado de golpe en el grupo de la oposición... la "muchedumbre está entusiasmada. Marcos subraya así el contraste, en verdad sorprendente, entre la hostilidad de que Jesús es objeto por parte de los círculos dirigentes... y la popularidad de que es objeto por parte de las gentes sencillas, pobres.

Estas muchedumbres se volverán un día contra El. Pero por el momento lo andan buscando.

-Pues curaba a muchos, y cuantos padecían algún mal se echaban sobre El para tocarle.

Maravillosa escena concreta en la que uno encuentra toda la vehemencia y la simplicidad de las gentes del pueblo. Hasta aquí, Marco no nos da ni un solo discurso de Jesús. El Jesús que nos describe no es hablador, actúa, sana.

Y es esto lo que ellos vienen a buscar junto a El: su curación.

Jesús es el salvador: el anti-mal. Cuando se tiene un mal, cuando se sufre, uno se precipita sobre El para tocarle. ¡El me librará! ¡Ayúdame, Señor, a trabajar contigo! A luchar contra el mal, con todas mis fuerzas, en el día de hoy. El mal bajo todas sus formas: la enfermedad, la ignorancia, el hambre, el odio, la indiferencia. la soledad, el pecado.

Te ofrezco, Señor, todo mi trabajo de este día: quiero trabajar en la promoción de algunos seres, levantar el ánimo a algunas personas, sanar algunos sufrimientos, alegrar a algunos de nuestros hermanos, aliviar algunas penas... ¡contigo!

-Los espíritus impuros al verle se prosternaban ante él y "gritaban" diciendo: tú eres el Hijo de Dios. El, con imperio, les mandaba que no le diesen a conocer.

Consigna del silencio. Jesús rehúsa el triunfo y la popularidad que tan ambiguos son. Los demonios saben "quien" es Jesús, y le gritan. El entusiasmo popular, lejos de manifestar lo esencial de la persona de Jesús, se arriesga a que todo fracase, poniendo el acento sobre aspectos secundarios. Tu reino, Señor, no es una "empresa' ordinaria. Va progresando lentamente; discretamente, en lo secreto de los corazones. La Fe no es un grito. Es un modesto descubrimiento interior... que se purifica poco a poco.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 280 s.


3-2.

1. (año 1) Hebreos 7,25-8,6

a) Ante la añoranza que algunos cristianos sentían de los valores que habían abandonado al convertirse a Cristo (el Templo, los sacrificios, el culto. el sacerdocio), el autor de la carta insiste en mostrar cómo Jesús es superior a todo el AT, sobre todo a su sacerdocio.

Enumera los varios aspectos en que era deficiente el sacerdocio de antes y perfecto el de Cristo. Los sacerdotes del Templo eran pecadores, tenían que ofrecer sacrificios primero por sus propios pecados, porque estaban llenos de debilidades, lo hacían diariamente y con víctimas que no eran capaces de salvar. Estos sacerdotes estaban «al servicio de una copia y vislumbre de las cosas celestes», en un Templo construido por manos humanas.

Mientras que Cristo Jesús, santo, inocente y sin mancha, no necesita ofrecer sacrificios cada día, porque lo hizo una vez por todas, no tiene que ofrecerlos por sus propios pecados, y no ofrece sacrificios de animales, porque se ha ofrecido a sí mismo. Es el sacerdote del Templo construido por Dios, el santuario del cielo, donde está glorificado a la derecha de Dios, como Mediador nuestro.

El salmo recoge uno de estos aspectos. Jesús no ofreció víctimas distintas de sí mismo, sino su propia persona: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, no pides sacrificio expiatorio: entonces yo digo, aquí estoy para hacer tu voluntad». Por eso, «Jesús puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor».

b) Eso es lo que representa Jesús para nosotros.

También los sacerdotes de hoy, por muy dignamente que presidan la Eucaristía o perdonen los pecados en el sacramento de la Reconciliación, son débiles y pecadores.

Tienen que rezar primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Si presiden y absuelven y bendicen, es en nombre de Cristo Jesús.

Pero nos debe llenar de confianza saber que tenemos un Sacerdote santo, glorificado junto a Dios, Cristo Jesús. Que vive y está siempre intercediendo por nosotros.

Jesús, un Sacerdote que en cada misa actualiza para nosotros su entrega de la Cruz y nos hace entrar en su misma dinámica sacrificial, invitándonos a ofrecer a Dios nuestra vida. Por eso pedimos a Dios que su Espíritu «haga de nosotros ofrenda permanente», o que «seamos víctima viva para tu alabanza».

Jesús es un Sacerdote que en el sacramento de la Reconciliación nos comunica su victoria contra el pecado y el mal. Que nos alivia y ayuda en la enfermedad por medio de la Unción. Que nos bendice en todo momento de nuestra vida. Que nos une en la Liturgia de las Horas a su alabanza al Padre y a su súplica por este mundo.

¿Nos dejamos llenar de confianza por esta convicción? ¿vivimos en unión con este Sacerdote?

1. (año II) 1 Samuel 18,6-9; 19,1-7

a) A Saúl, lleno de complejos y depresiones psicológicas, sólo le faltaba escuchar el cántico de las muchachas a favor de David para ser presa de los celos. Por otra parte, bastante explicables, porque David tenía más carisma y se estaba mostrando como un buen líder militar, no sólo en su duelo singular con Goliat, sino también en otras acciones que se le habían encomendado después.

Menos mal que su amigo Jonatán, el hijo de Saúl, le sigue fiel y le avisa de lo que se está tramando contra él. Más aún, Jonatán logra convencer a su padre de que abandone ese plan y prometa respetar la vida de David. No acabará ahí el conflicto, porque Saúl es muy voluble de carácter.

Son historias muy humanas de amistad y enemistad y celos. También a través de ellas escribe Dios la historia. David queda siempre en buena luz, a pesar de sus fallos: con cualidades humanas que le atraen la amistad de hombres y mujeres, con un corazón grande que le llevará a perdonar a Saúl su perseguidor, y con una gran fe en Dios, a quien, a pesar de sus pecados, intenta seguir toda su vida. En el salmo ponemos en boca de David estas palabras: «Me atacan y me acosan todo el día: en Dios confío y no temo".

b) La historia se repite en nuestra vida familiar o comunitaria.

¿Dónde quedamos retratados nosotros en este relato tan humano? ¿somos psicológicamente tan inseguros como Saúl? ¿nos dejamos llevar por los celos y la envidia cuando otros triunfan y reciben aplausos y nos hacen un poco de sombra? Si hubiera tenido un poco de humor, Saúl hubiera encajado el canto, que tampoco era como para tomarlo demasiado en serio, porque un poco de poesía épica se permite para celebrar un episodio así.

¿Sabemos ser buenos amigos, como Jonatán, tendiendo puentes, quitando hierro a las tensiones, para que las cosas no lleguen a mayores? El joven Jonatán, el hijo del rey, posible sucesor suyo, podría haber tenido motivos de celos con David, porque su amigo era mucho más popular que él. Pero no se dejó llevar del resentimiento y fue a su amistad.

Las historias del AT son espejos en los que nos podemos mirar y hacer un poco de examen sobre cuáles son nuestras reacciones en el trato con los demás.

2. Marcos 3,7-12

a) Después de las cinco escenas conflictivas con los fariseos, el pasaje de hoy es una página más pacífica, un resumen de lo que hasta aquí había realizado Jesús en Galilea.

Por una parte su actuación ha estado llena de éxitos, porque Jesús ha curado a los enfermos, liberado del maligno a los posesos, y además predica como ninguno: aparece como el profeta y el liberador del mal y del dolor. Nada extraño lo que leemos hoy: «Todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo».

Pero a la vez se ve rodeado de rencillas y controversias por parte de sus enemigos, los fariseos y los letrados, que más tarde acabarán con él. De momento Jesús quiere -aunque no lo consigue- que los favorecidos por sus curaciones no las propalen demasiado, para evitar malas interpretaciones de su identidad mesiánica.

b)Jesús, ahora el Señor Resucitado, sigue estándonos cerca, aunque no le veamos. Nos quiere curar y liberar y evangelizar a nosotros. Lo hace de muchas maneras y de un modo particular por medio de los sacramentos de la Iglesia.

En la Eucaristía es él quien sigue hablándonos, comunicándonos su Buena Noticia, siempre viva y nueva, que ilumina nuestro camino. Se nos da él mismo como alimento para nuestra lucha contra el mal. Es maestro y médico y alimento para cada uno de nosotros.

¿Cuál es nuestra reacción personal: la de la gente interesada, la de los curiosos espectadores, o la de los que se asustan de su figura y pretenden hacerle callar porque resulta incómodo su mensaje? Además, ¿intentamos ayudar a otros a que sepan quién es Jesús y lo acepten en sus vidas?

«Él no cesa de ofrecerse por nosotros, de interceder por nosotros ante ti» (prefacio de Pascua)

«Vive siempre para interceder en su favor» (1ª lectura, I)

«Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad» (salmo, I)

«Acéptanos a nosotros juntamente con él» (plegaria eucarística para misas con niños, I)

«Y junto con él nos ofrezcamos a ti» (plegaria eucarística para misas con niños, II)

«Te pedimos que nos recibas a nosotros con tu Hijo querido» (plegaria eucarística para misas con niños, lll)

«En Dios confío y no temo» (salmo, II)

«Jesús pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal» (prefacio común VIII)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 57-61


3-3.

Primera lectura: 1 de Samuel 18, 6-9;19,1-7
Mi padre Saúl te busca para matarte.

Salmo responsorial: 55, 2-3.9-10.11-12.13
En Dios confío y no temo.

Evangelio: San Marcos 3, 7-12
Los espíritus inmundos gritaban: "Tú eres el Hijo de Dios".

Estar enfermo significaba ser tenido por un endemoniado que debía estar separado de Dios en razón de su impureza. Si lo impuro era la enfermedad, los pobres nunca tendrían acceso a la pureza, ya que por falta de recursos, tendrían que seguir cargando con su enfermedad y con su impureza. Entonces lo que hace Jesús es destruir esas distancias y sacar a los impuros del estado en que se encuentran. Por esto es tildado por las autoridades de ser un tipo peligroso que puede afectar a la estabilidad de la religión judía, ya que considera iguales a puros e impuros. Las leyes declaradas por las autoridades sobre la pureza e impureza, que el judaísmo consideraba muy importantes, son las que separan a las personas de Dios. Jesús se enfrenta a esta situación e ignora positivamente estas leyes, y no considera a esos funcionarios de la Ley como dignos de calificar sobre tales atribuciones.

La muchedumbre de impuros separada de Dios debe ser reconstruida, hay que curarlos. Pero ahí aparece el peligro de que quienes sean curados sólo experimenten la curación exterior y no la interior, que a la postre es la verdadera, porque lo que Jesús pretende es reconstruir al ser humano desde dentro. Cuando el cambio interior no se da, aparece en las gentes el triunfalismo fanático de declarar a Jesús Hijo de Dios asociándolo más con la fama o en un poder terrenal.

Si Jesús no quiere que lo descubran, es porque considera que su entrega debe hacerse sin vanidad y sin búsqueda de honores. Este es el aniquilamiento del ego vanidoso o la entrega total por el otro que Jesús practica y que debe hacerse en silencio. Y es importante este silencio, para no caer en la tentación del orgullo, porque al pueblo le han enseñado a buscar un Dios triunfalista, difícil de encontrar en la humillación del ser humano.

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3-4.

Hb 7, 25 - 8,6: Jesús es el Sumo Sacerdote que debíamos esperar

Sal 39, 7-10.17

Mc 3, 7-12: Habían oído hablar de todo lo que hacía.

Del evangelio de hoy podemos destacar ese versículo 8, que encierra un aspecto importante. La gente acudía a Jesús, dice Marcos, «al oír lo que hacía». No dice que acudía a él al oír lo que decía, sino lo que hacía. Lo que hacía Jesús se hacía oír. Su práctica hacía ruido. Probablemente, también lo que decía corría de boca en boca, porque su palabra no era abstracta o inoperante, sino concreta, referida a la práctica y desencadenadora de praxis. Su decir, seguramente, también era una forma de hacer: su «práctica teórica». Decir y hacer, simultáneamente, como formas de práctica.

Hay momentos, dice Martí, en los que la única forma de decir es hacer. Y hay también es verdad que hay formas de decir que son más eficaces -hacen más- que muchas formas de hacer. En un cierto punto, los términos son convertibles. Lo decisivo no es utilizar un término u otro, sino la perspectiva (práctica o no) en la que encuadramos nuestra acción o nuestra palabra. Jesús, en todo caso, fue siempre orientado a la práctica, a la construcción del Reino de Dios, ya fuera con su palabra, con su testimonio personal o con sus acciones concretas de liberación.

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3-5.

Hebreos 7,25-8,6: El es nuestro sacrificio

Salmo responsorial: 39, 7-12

Marcos 3,7-12: Expulsó a los espíritus malos

El autor de la carta a los Hebreos, que venimos leyendo ya hace varios días, nos advierte en la lectura de hoy que estamos en "lo principal de toda la exposición", en el mensaje central de su escrito. Ya lo había dicho de diversas maneras, y en diversos tonos; hoy nos lo dice nítida, inequívocamente: "tenemos un sumo sacerdote, sentado a la derecha de la Majestad". Es Jesucristo mismo, que no ofrece sacrificios reiterados, de ovejas y cabras, como los sacerdotes antiguos, ni los ofrece en un santuario terrenal, construido por manos humanas. Nuestro sumo sacerdote se ofrece a sí mismo, en un sacrificio perfecto que es la realización misma de la voluntad de Dios, como dice el salmo responsorial, y lo ofrece ante la presencia viva de Dios. Sacrificio que nos salva, nos alcanza el perdón de los pecados, nos abre las puertas de la gracia y la felicidad, en la medida en que asumamos, también nosotros, la voluntad de Dios. Por el Evangelio conocemos esa voluntad de Dios: que vivamos, que nos realicemos plenamente como seres humanos los que hemos sido adoptados como hijos de Dios.

Después de las controversias de Jesús con los fariseos, a propósito del sábado y del ayuno, hoy nos presenta el Evangelio una escena diferente: Jesús va con sus discípulos a la orilla del lago y le sigue mucha gente. El evangelista menciona las regiones del país de Jesús y algunas fronterizas: Galilea, Judea, Idumea que quedaba al sur, en el desierto, la Transjordania y hasta Tiro y Sidón, dos ciudades ricas y famosas que todavía existen al norte del actual Israel. ¿Qué buscan estas gentes? Ser sanadas, liberadas de los demonios que les atormentan. Llegan incluso a arrojarse sobre Jesús para tocarlo, hasta que él tiene que subirse a una barca. Jesús ya no nos sana milagrosamente de nuestras enfermedades, pero nos libera del egoísmo, hace que nos ayudemos los unos a los otros, que ayudemos especialmente a los enfermos de nuestra comunidad, que carguemos con sus dolores y problemas como él cargó con los de sus contemporáneos que lo buscaban. ¿O no es así? ¿No nos importan los que sufren a nuestro alrededor? ¿No queremos que exista un orden social justo, en el cual sean atendidas las necesidades de todos, especialmente de los más débiles? ¿No debemos trabajar y luchar para que sea así? El ejemplo de Jesús nos urge a asumir estas responsabilidades.

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3-6.

Tanta era la atracción de Cristo en vida que en la playa no había lugar para él. Sube a una barca para poder enseñarles a todos las cosas del Reino. Cristo desea subir a una barca. Allí hay muchísimas, pero Él sólo subirá a una. Es la primera vez que Cristo hace una cosa semejante. Él quiere hablarle a la gente, pero se encuentra impedido por el poco espacio. Él te pide permiso para subir a la barca de tu vida y desde allí llamar a todos a la felicidad. Él puede cambiar tu vida, como lo hizo con sus apóstoles. Eran rudos pescadores, y terminaron dando su vida por la extensión del Reino. Ahora te toca a ti. Dios te quiere subir a su barca para cambiar tu vida y la de los hombres que escuchen su voz a través del medio que eres tú. No te preocupes si no te sientes apto para ser instrumento de Dios, Él hará todo si tú le das tu sí. Y ya verás cómo serás feliz haciendo felices a los demás.

P. José Rodrigo Escorza


3-7. CLARETIANOS 2002

Con Jesús todo cambia, es como si se volviera a nacer. Jesús cura. Ya en las primeras páginas del evangelio es "el Salvador", el que da la salud (de cuerpo y alma). Apenas a comenzado a enseñar cuando ya los enfermos acuden a él. Le son llevados de todas partes. Parece como si en torno a él se abriera un vacío y hacia él se precipitara un torbellino. Vienen ellos, se les conduce, se les transporta, y él va por entre la muchedumbre doliente y "salía de él una fuerza que los curaba a todos".

Jesús siente el sufrimiento de los hombres. La compasión mueve su corazón., Deja que la miseria se acerque a él, pero él es más fuerte que ella.

No conocemos ninguna palabra del Señor que nos lo muestre idealista, convencido de que podría desaparecer el dolor en este mundo. Jesús sencillamente lucha contra el mal en esta tierra. De una manera misteriosa, pues a algunos los cura, a otros simplemente les ayuda a llevar los males, siempre se ofrece a limpiar el corazón de la gente, para que en él se refleje nítidamente el rostro de Dios, en todo momento da esperanza de que el mal se va a acabar un día en la patria bienaventurada. En Jesús se ve un sentido al dolor.

El sufrimiento humano es para algo. Y cuesta a muchos de nuestros contemporáneos encontrar un sentido a esta realidad que nos visita frecuentemente en la vida. No es poco curar de tanto en tanto el mal en el mundo y hallarle un sentido. Así se puede vivir serenamente en la vida. ¿Te parece poco?

Patricio García Barriuso cmf. (cmfcscolmenar@ctv.es)


3-8. CLARETIANOS 2003

Jesús uno de los nuestros

Uno de ellos. Jesús es acosado por las muchedumbres. Debe subir a una barca para no ser estrujado. Acuden a Él de todas las regiones de Palestina. Expulsa a los demonios y sana toda dolencia y aflicción. Es el Hijo de Dios y es el hombre entregado a los demás, sin sombra de egoísmo. Sus milagros, su santidad, su profetismo...no crean ninguna separación con la multitud, al contrario, es aclamado, es querido, las multitudes piensan que Jesús está a su disposición. Esta muchedumbre está lejos de admitir un Mesías paciente, humilde, siervo.

En el fondo, Jesús no parece fiarse demasiado del entusiasmo de la gente. La gente lo busca más por el deseo de una curación que de una sincera conversión, más por su poder taumaturgo que por su propio mensaje. Por eso Jesús no se embriaga del fervor popular, de los vítores y aplausos, de triunfalismos y vanas glorias.

Miremos nuestra vida. Queremos dar gloria a Dios con nuestra vida y nuestra obras, pero ¿a quién de nosotros no le gustas “los primeros puestos”, las alabanzas, los honores? Ante tanta gente hambrienta de felicidad, cargada de dolencias...¿ejercemos una pastoral de sanación al estilo de Jesús? ¿Por quiénes se conmueve nuestro corazón? ¿A quiénes estamos evangelizando? ¿Quiénes nos ven advierten el misterio profundo de nuestra identidad o lo tapamos con adornos vanidosos?

Salvador León (ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-9. COMENTARIO 1
v. 7a Jesús, junto con sus discípulos, se retiró en dirección al mar.

Las actitudes y actividad de Jesús encuentran un eco muy favorable incluso fuera del territorio judío, pero las multitudes de oprimidos que acuden a él quieren forzarlo o tentarlo a asumir el liderazgo de una rebe­lión. Jesús se niega.



vv. 7b-8 Una muchedumbre enorme procedente de Galilea, de Judea y de Jeru­salén, de Idumea, Transjordania y las comarcas de Tiro y Sidón, una enorme muchedumbre que se había ido enterando de todo lo que hacía, acudió a él.

Al conocer la actividad de Jesús en favor de los oprimidos, por enci­ma de toda ley religiosa, acude una muchedumbre tanto judía (Galilea, Judea, Jerusalén) como pagana (Idumea, Transjordania, Tiro y Sidón) (universalidad), que ve en él un liberador.



vv. 9-10 Dijo a sus discípulos que le tuvieran preparada una barquilla por causa de la multitud, para que no lo oprimieran, pues, como había curado a muchos, se le echaban encima para tocarlo todos los que padecían algún tormen­to.

Pero esta muchedumbre no busca escuchar a Jesús ni espera a conocer su mensaje, sino que pretende imponerle un programa de actuación violenta (se le echaban encima), según conciben ellos la liberación. El ansia de salir a cualquier precio de su situación quiere forzar la libertad de Jesús; él se niega a dejarse avasallar y amenaza con marcharse.



v. 11 Y los espíritus inmundos, cuando percibían su presencia, se postraban ante él y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios».

Ante esto, los exaltados de la muchedumbre, que siguen animados del espíritu de violencia («los espíritus inmundos»), cambian de táctica y se ponen a disposición de Jesús, reconociendo su calidad divina (el Hijo de Dios, en sentido mesiánico judío). Reaparece la tentación de poder anunciada en «el desierto» (cf. 1,13.24).



v. 12 Pero él les conminaba una y otra vez a que no le dieran publicidad.

Jesús no rechaza a estos hombres, que, aunque de modo equivocado, buscan justicia y libertad, pero no cede a sus deseos y les prohíbe propa­gar la idea de su liderazgo. Se acentúa de nuevo la renuncia de Jesús al poder político, que en realidad no libera, sino que somete a una nueva dependencia; la verdadera liberación se basa en el desarrollo del ser humano, de su libertad, autonomía y solidaridad. Estas multitudes, sin embargo, son los peces que habrán de pescar sus seguidores (1,17: «pes­cadores de hombres»). De hecho, la expresión repetida antes (70: muche­dumbre enorme; 8: enorme muchedumbre) alude a Ez 47,10 LXX, donde se habla de una cantidad enorme de peces y se menciona a los pescadores.

El programa de Jesús incluye la misión universal con judíos y paga­nos sin distinción. Ya no hay un pueblo elegido y las naciones, sino una masa oprimida, judía o pagana, a la que hay que ofrecer la liberación.



COMENTARIO 2

Estar enfermo significaba ser tenido por un endemoniado que debía estar separado de Dios en razón de su impureza. Si lo impuro era la enfermedad, los pobres nunca tendrían acceso a la pureza, ya que por falta de recursos, tendrían que seguir cargando con su enfermedad y , por lo tanto, con su impureza. Entonces lo que hace Jesús es destruir esas distancias y sacar a los impuros del estado en que se encuentran. Por esto es tildado por las autoridades de ser un tipo peligroso que puede afectar a la estabilidad de la religión judía, ya que Jesús considera iguales a puros e impuros.

La muchedumbre de impuros separada de Dios debe ser reconstruida, tiene que ser sanada. Pero ahí aparece el peligro de que quienes sean curados sólo experimenten la curación exterior y no la interior, que a la postre es la verdadera, porque lo que Jesús pretende es reconstruir al ser humano desde dentro. Cuando el cambio interior no se da, aparece en las gentes el triunfalismo fanático de declarar a Jesús Hijo de Dios asociándolo más con la fama o en un poder terrenal.

Si Jesús no quiere que lo descubran, es porque considera que su entrega debe hacerse sin vanidad y sin búsqueda de honores. Este es el aniquilamiento del ego vanidoso o la entrega total por el otro que Jesús practica y que debe hacerse en silencio. Y es importante este silencio, para no caer en la tentación del orgullo, porque al pueblo le han enseñado a buscar un Dios triunfalista, difícil de encontrar en la humillación del ser humano.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. 2002

Tras la confrontación con los fariseos, Jesús se retira en dirección al mar. Éste representa la frontera con los pueblos paganos, frontera que Él ha venido a abolir. Rechazado por los suyos, Jesús se abrirá a to­dos. De hecho, la acción liberadora de Jesús crea unas inmensas expectativas en el pueblo oprimido que acude a El de todas partes. Todos, judíos y paganos, podrán entrar a formar parte de su reino, un reino con vocación universal...

Jesús toma precauciones con esta multitud que «se le echa encima para tocarlo» y arrebatarle de este modo la liberación, como si ésta fuese algo que se consigue por arte de magia, con un leve contacto y no como resultado de un largo proceso de fe, de adhe­sión a su persona y estilo de vida.

También los espíritus inmundos, es decir, toda aquella gente imbuida de falsas ideas mesiánicas, quie­ren ver en Jesús ese Mesías davidico que liberaría al pueblo mediante el poder y la fuerza. Pero Jesús no se identifica con ese tipo de Mesías, que se impone por la fuerza, y manda callar... La verdadera liberación del pueblo se conseguirá no mediante la fuerza, la domi­nación o la opresión de los demás, sino mediante la práctica individual y comunitaria de un amor capaz de dar la vida para dar vida. La liberación se basa en el desarrollo del ser humano en libertad, autonomía y amor solidario. ¿Estarán dispuestas las multitudes a seguir este camino? Parece que no, pues al final tam­bién dejarán solo a un maestro que despertó tantas expectativas. ¿Y nosotros?

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. DOMINICOS 2004

 La luz de la Palabra de Dios
Primer libro de Samuel 18, 6-9; 19, 1-7:
“Cuando volvieron de la guerra, después de haber matado David al filisteo, las mujeres de todas las poblaciones de Israel salieron al camino cantando…: “Saúl mató a mil, David a diez mil”.

Esto le sentó muy mal a Saúl..., y a partir de aquel día le tomó ojeriza a David...

Jonatán, hijo de Saúl y amigo de David, dijo a David: mi padre te busca para matarte...; escóndete en sitio seguro...

Luego Jonatán habló a su padre...: David no te ha ofendido... No vayas a pecar derramando sangre inocente... Saúl hizo caso a Jonatán..., y David siguió en palacio, como antes”.

Evangelio según san Marcos 3, 7-12:
“Un día Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y le siguió una muchedumbre de gentes de Galilea.

Al enterarse de las cosas que hacía, acudió también mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón...

Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer”



Reflexión para este día
Buena acogida a Jesús compasivo.
La buena acogida a Jesús está visible hoy en la prolija enumeración que hace Marcos de la procedencia de gentes que acudían a él.

Eran gentes atraídas por su poder taumatúrgico, por su autoridad en la enseñanza y por su cercanía a los problemas (que no los solucionaba, pero sí los compadecía). Jesús quería estar al lado de los que sufrían para dar ánimo a su corazón.

Hoy, lo curioso del texto evangélico es la pintoresca confesión de la “divinidad” de Jesús (hijo amado de Dios) por parte de los espíritus inmundos; y, en respuesta, la orden de que guardaran silencio sobre ese misterio.

El evangelista quiere ver probablemente en la escena conjunta (incluidas las palabras misteriosas de los “espíritus”) dos cosas: la voz del pueblo fiel que se admira y aclama a Jesús como a un líder, profeta, salvador, y el poder y triunfo de Jesús sobre el mal.

Pero en la psicología de Jesús, esa clamorosa confesión o reconocimiento o gratitud admirativa no sintonizaba con sus planes no clamorosos de anunciar el advenimiento del Nuevo Reino de Dios. Éste debía ir apareciendo y divulgándose a base de signos de amor, de gracia, de liberación, de fe, de esperanza, de confianza... Toda precipitación o exaltación fácil, superficial, pintoresca, sería contraproducente.

Oración ecuménica:
Señor, haz que la luz de tu verdad y la fuerza de tu gracia nos hagan a todos discípulos fieles que pregonan el mensaje de amor y paz, de fraternidad y unión, que nos dejaste en el Evangelio. Amén.


3-12.

Comentario: Rev. D. Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser-Girona, España)

«Le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón»

Hoy, todavía reciente el bautismo de Juan en las aguas del río Jordán, deberíamos recordar el talante de conversión de nuestro propio bautismo. Todos fuimos bautizados en un solo Señor, una sola fe, «en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Cor 12,13). He aquí el ideal de unidad: formar un solo cuerpo, ser en Cristo una sola cosa, para que el mundo crea.

En el Evangelio de hoy vemos cómo «una gran muchedumbre de Galilea» y también otra mucha gente procedente de otros lugares (cf. Mc 3,7-8) se acercan al Señor. Y Él acoge y procura el bien para todos, sin excepción. Esto lo hemos de tener muy presente durante el octavario de oración para la unidad de los cristianos.

Démonos cuenta de cómo, a lo largo de los siglos, los cristianos nos hemos dividido en católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, y un largo etcétera de confesiones cristianas. Pecado histórico contra una de las notas esenciales de la Iglesia: la unidad.

Pero aterricemos en nuestra realidad eclesial de hoy. La de nuestro obispado, la de nuestra parroquia. La de nuestro grupo cristiano. ¿Somos realmente una sola cosa? ¿Realmente nuestra relación de unidad es motivo de conversión para loa alejados de la Iglesia? «Que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17,21), ruega Jesús al Padre. Éste es el reto. Que los paganos vean cómo se relaciona un grupo de creyentes, que congregados por el Espíritu santo en la Iglesia de Cristo tienen un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32-34).

Recordemos que, como fruto de la Eucaristía —a la vez que la unión de cada uno con Jesús— se ha de manifestar la unidad de la Asamblea, ya que nos alimentamos del mismo Pan para ser un solo cuerpo. Por tanto, lo que los sacramentos significan, y la gracia que contienen, exigen de nosotros gestos de comunión hacia los otros. Nuestra conversión es a la unidad trinitaria (lo cual es un don que viene de lo alto) y nuestra tarea santificadora no puede obviar los gestos de comunión, de comprensión, de acogida y de perdón hacia los demás.


3-13. 2004.  Servicio Bíblico Latinoamericano

Hoy el evangelista Marcos nos presenta un nuevo sumario de la actividad de Jesús. Nos dice que se retiró a la orilla del lago seguido por sus discípulos. Se trata del lago de Galilea, también llamado de Tiberíades o de Genesaret, y llamado "mar" exageradamente, en algunos pasajes.

Para nosotros los cristianos es el lago de Jesús, de tantos de sus milagros, el lago en donde pescaban algunos de sus discípulos, en cuyas fértiles orillas el Maestro enseñó y proclamó la Palabra. El evangelio de Jesús es de este mundo, de nuestra tierra y nuestras aguas, fue proclamado en nuestra propia casa humana y se ha extendido por todo el mundo.

No es una doctrina abstracta y desencarnada, elaborada en una oficina de planeación. Jesús lo proclamó a los cuatro vientos en un lugar concreto y definido de nuestro planeta.

También nos dice Marcos que Jesús se retiró con sus discípulos y que hasta el lugar de su retiro llegaban gentes de todas partes. Una procesión de hombres y mujeres de toda edad y condición, mayoritariamente pobres que querían presentarle a sus enfermos para que los curara, porque habían oído la fama de sus milagros y exorcismos.

También ahora, veinte siglos después, las multitudes siguen acudiendo a Jesús, a su Palabra y a su comunidad de discípulos que es la Iglesia. Anhelan escuchar un mensaje de salvación que les devuelva la esperanza y la alegría de vivir.

Es el carácter universal del evangelio destinado a todos los seres humanos, incluso a los endemoniados, es decir, a los que no son dueños de sí mismos porque padecen enfermedades degradantes, físicas y morales. Ellos confiesan que Jesús es el Hijo de Dios al ponerse confiadamente en manos de sus benefactores cristia


3-14. Reflexión

El pasaje que nos presenta hoy san Marcos nos dice que: “Una multitud lo seguía”. Y nos aclara que lo seguían “porque había sanado a muchos” por lo que todos querían tocarlo.. Sin embargo, ¿cuántos de esta multitud estaban dispuestos a vivir de acuerdo con la enseñanza del Maestro, a vivir de acuerdo con el Evangelio? ¿Cuántos de los que fueron sanados y liberados de espíritus inmundos, ya una vez libres de sus males, continuaron viviendo según el estilo de vida propuesto por Jesús? Al parecer pocos, pues en la escena del juicio de Jesús no hubo nadie que dijera nada en su favor. Es triste que todavía entre nosotros los cristianos se repita la misma historia, que la gente continúe buscando los milagros del Señor, en lugar de buscar al Señor de los milagros. Es lamentable que muchas persona, una vez que han recibido la gracia que tanto necesitaban, no vuelvan a acordarse del Señor, sino hasta que una nueva necesidad aparezca en el horizonte de su vida. ¿Tú estás buscando que Jesús resuelva tu vida, o de vivir de acuerdo con el evangelio de Jesús?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-15. Juan Casiano (hacia 360-435) fundador del monasterio de Marseille
Conferencia 13, SC 54, pag. 156

“Venid a mí todos, los de Galilea, de Idumea, de Tiro y de Sidón”

Dios no ha creado al hombre para que se pierda sino para que tenga vida eterna. Este designio es inmutable. .. Porque “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). Esta es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos. Dice Jesús “que ninguno de estos pequeños se pierda” (Mt 18,14). Y en otro lugar está escrito: “Dios no desea que se pierda una sola alma; difiere el cumplimiento de la sentencia para que pueda volver el descarriado” (cf 2Sm 14,14; 2P 3,9). Dios es veraz, no miente cuando asegura con juramento: “Por mi vida, no quiero la muerte del pecador sino que se convierta de su mala conducta y viva.” (Ez 33,11)

¿Se puede, entonces, pensar sin cometer un grave sacrilegio, que Dios no quiere la salvación de todos sino sólo de unos cuantos? Quien se pierde se pierde contra la voluntad de Dios. Cada día nos llama a gritos: “Convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué vais a morir, pueblo de Israel? (Ez 33,11) Y de nuevo insiste: “Por qué persisten en el engaño y se niegan a volver? Endurecieron su rostro más que la roca y se niegan a convertirse.” (Jr 8,5; 5,3) La gracia de Cristo está siempre a nuestra disposición. Como quiere que todos los hombres se salven, los llama sin cesar a todos: “Venid a mí, todos los que estáis cansado y agobiados y yo os aliviaré.” (Mt, 11,28)


3-16.

LECTURAS: 1SAM 18, 6-9; 19, 1-7; SAL 55; MC 3, 7-12

1Sam. 18, 6-9; 19, 1-7. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Y, a pesar de que Jonatán sabe que es sucesor en el trono de su padre para reinar sobre Israel, él reconoce que Dios ha escogido a David; y no duda en reconocerle como el legítimo sucesor y en defenderle de las insidias que ha tramado su padre para acabar con David. Dios nos pide amarnos como Él nos ha amado a nosotros. Debemos reconocer en los demás a verdaderos hijos de Dios por su unión en la fe a Cristo. Por eso jamás hemos de dudar en defenderles de las insidias a que muchas veces les somete el enemigo, o Satanás, para acabar con ellos. A nosotros corresponde no sólo interceder por ellos, sino esforzarnos por conducirlos a Cristo para que en Él encuentren el perdón, la misericordia de Dios y la posibilidad de volver a caminar como testigos a favor del Evangelio.

Sal. 55. Dios se ha puesto de nuestro lado. Él ha salido en defensa nuestra por medio de Jesús, su Hijo, nuestro Salvador. Pero no sólo ha venido Él de un modo personal a ponerse de parte del hombre que sufre vejaciones por parte de gente injusta; una vez cumplida su misión entre nosotros, nos confió a nosotros, su Iglesia, continuar esa obra de salvación en el mundo. Por eso, puesto que no actuamos a nombre propio, sino en Nombre de Jesucristo, no podemos dedicarnos a destruirnos unos a otros, sino más bien hemos de estar al servicio del bien de los demás, preocupándonos de dar voz a los desvalidos y de salir en defensa de los oprimidos.

Mc. 3, 7-12. El resto fiel de Israel será el inicio del nuevo pueblo de Dios. De entre ellos Dios escogerá a quienes estarán al frente de la Comunidad de creyentes. Muchos de ellos recibirán el bautismo y la efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Pero no hay que buscar a Jesús como si fuese un talismán, o como si fuera un curandero echándonos encima de Él para ser curados de nuestros diversos males. Antes que nada hemos de hacer nuestra la Salvación que Él nos ofrece. Por eso hemos de aprender a escuchar su Palabra y a vivir totalmente comprometidos en hacerla vida en nosotros, pues de nada nos serviría el recibir los dones de Dios si no lo recibimos a Él mismo en nuestra propia vida.

Dios nos quiere cercanos a Él. Esa cercanía se ha hecho realidad por medio del Hijo de Dios que ha asumido nuestra naturaleza humana. Él no ha venido a condenarnos, a perseguirnos ni a destruirnos. Él ha venido como Salvador nuestro, lleno de amor por nosotros. Su amor ha llegado hasta el extremo, pues ha dado su vida por nosotros, para que, unidos a Él, seamos hechos hijos de Dios y podamos participar eternamente de la Gloria que le corresponde como a Hijo amado del Padre. Por medio del Bautismo hemos entrado en comunión de vida con el Señor; y al participar de esta Eucaristía estrechamos los lazos que nos unen a Él. Pero no sólo unimos cada día de un modo mejor nuestra vida a Cristo, sino que, al mismo tiempo, asumimos el compromiso de convertirnos en un signo de su cercanía, de su amor, de su bondad y de su misericordia para cuantos nos traten. Así la Iglesia se convierte en portadora de Cristo y de su acción salvadora para todos los hombres.

A imagen de Cristo preocupémonos de hacer el bien a todos. No podemos cerrar los ojos ante las injusticias que se ciernen, especialmente, sobre los más desprotegidos. No vamos a convertirnos en salvadores de la humanidad por iniciativa propia. Es misión de la Iglesia preocuparse del bien de aquellos a quienes ha sido enviada para proclamarles el Evangelio no sólo con los labios, sino con sus actitudes, y con su preocupación especialmente por aquellos que son oprimidos por personas injustas y deshonestas. Es cierto que, como consecuencia de nuestra fidelidad al Evangelio, podríamos sufrir persecuciones con la intención de apagar la voz profética de la Iglesia; sin embargo Jesucristo, en quien hemos puesto nuestra confianza, estará siempre a nuestro lado y nos dará fuerzas para cumplir con la misión que Él mismo nos confió. No sólo hemos de creer en Cristo; además hemos de creerle, creer que el camino que nos ha mostrado es el único que nos conduce a la perfección del Padre y al gozo eterno de Él. Por eso aprendamos a vivir como discípulos del Señor y a tomar nuestra cruz de cada día e ir tras las huellas de Cristo, fortalecidos con el Espíritu Santo, para que vayamos colaborando en la desaparición del reino del mal entre nosotros y vayamos siendo fieles colaboradores para que el Reino de Dios llegue cada día con mayor fuerza entre nosotros.

Roguémosle a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir fielmente nuestro compromiso de fe, de tal manera que estando siempre al servicio del Evangelio, nos esforcemos por dar a conocer a Cristo para que, comprometidos con Él, nuestro vida vaya siendo un signo del amor salvador de Dios para todo el mundo. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-17. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

Recordamos las palabras de Jesús el día de su entrada en Jerusalén: "Si éstos callaran, hablarían las piedras". Se refería a los niños que lo aclamaban con sus hosannas. Hoy hallamos, en el relato evangélico, algo más fuerte: no son ya los niños, son los espíritus inmundos los que claman: "Tú eres el Hijo de Dios". Esta es la confesión de fe que aparecerá más tarde en la confesión de un pagano: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios".

Jesús les manda callar. ¿Por qué? Podemos aventurar una conjetura, que parece sensata teniendo en cuenta otro texto que está en línea con el pensamiento de Marcos. Me refiero al himno de la carta a los filipenses. Después de haber tocado Jesús el fondo de la kénosis o vaciamiento de sí, es exaltado por el Padre y recibe el "Nombre-sobre-todo-nombre". Y ahora sí, ahora ya ha llegado la sazón de que "al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo , y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre".

Durante su vida terrestre y ministerio, Jesús debe, por un lado, llevar adelante su obra mesiánica. Para eso ha venido. Pero, por otro lado, debe rehuir toda "glorificación prematura" y ser trasparente al misterio que revela y a la realidad que instaura. Lo contrario equivaldría a convertirse en un ídolo, o, como dice Tillich, en un héroe nacional y religioso, seductor pero, a la postre, desastroso. Digámoslo con las palabras de un teólogo católico: Jesús expresa “simultáneamente la intención de afirmar su absoluta representación de la verdad de Dios en la historia y la de negar toda subordinación de tal representación a la afirmación histórica de sí” (P. Sequeri). Así que Jesús tiene que actuar y actúa; pero al propio tiempo manda callar. Así lo ordena al leproso (Mc 2,44), que no le hizo ningún caso (2,45), y así lo ordena a los espíritus inmundos. Esa es la ley de la trasparencia, cuyo paradigma es Jesús.

Vuestro amigo
Pablo Largo
(pldomizgil@hotmail.com)


3-18. ARCHIMADRID 2004

¡¡¡ES POSIBLE!!!

Juan Pablo II es mayor, sería una estupidez decir que está hecho un chavalín y pedirle que saltase a la comba o corriese al lado del “Papa-móvil”. Es mayor pero no está mayor, está como “un joven de 84 años”, como nos decía en Cuatro Vientos durante su última visita a España. Es mayor porque los años no pasan, se quedan pero está joven pues cree lo que dice, tiene esperanza, confía plenamente en Jesucristo, se sabe servidor de la Iglesia y cauce de reconciliación, quiere mostrar al mundo a su único amor: Dios encarnado en las entrañas de María.

Sé que puede resultar petulante hablar así de alguien, pero me permito la licencia y tengo la confianza de quedarme muy corto. El Papa confía en la unión de las Iglesias y no cejará en ello, derrochando esfuerzo y cariño por acercarse a los hermanos de otras confesiones pues sabe que la tarea, imposible para el hombre, es posible para Dios que cambia los corazones. Sabe que Cristo atrae a multitudes “de Galilea, de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania y de las cercanías de Tiro y Sidón”, del mundo entero. Sabe que hasta los que tienen el “espíritu inmundo” y parecen insalvables, si se encuentran con Cristo gritarán: “Tú eres el Hijo de Dios”. Esa confianza en el hombre y en la acción de Dios le llevan a dar la vida hasta el último aliento, a hacer como Jonatán y hablar al Rey del universo del hombre para salvarle. Si Jonatán hubiese dicho a David: “Has ofendido a mi padre, escóndete, vete a otra tierra, olvida tu pasado y escoge otro rey que cualquiera se enfrenta a mi padre que está muy ofendido” lo hubiera hecho por cobardía y hubiera traicionado a su amigo David. Si el Papa “tirase la toalla”, si sólo se dirigiese a los católicos fieles, si tuviese miedo a enfrentarse al mundo entero, habría traicionado al hombre, habría traicionado a la Iglesia, habría traicionado a Cristo.

Tú y yo no somos el Vicario de Cristo (espero), no tenemos grandes responsabilidades públicas ni salimos a diario en los periódicos y seguramente no nos escuche mucha gente pero nuestra responsabilidad no es menor. “En Dios confío y no temo” repetimos en el salmo de hoy. Léelo despacio, saboréalo, compáralo con tu vida y comienza tu trabajo cotidiano. Pon todo tu empeño, ofréceselo al Señor por la Iglesia, por la unión de los cristianos, por los enemigos de Dios y de la Iglesia, por los que viven como si no tuviesen fe y por los que lucharán hoy denodadamente por no perderla. Pon personas concretas, caras con nombre y apellidos, a tu esfuerzo por hacer bien lo que tienes que hacer, a los sinsabores y maledicencias que hoy tengas que aguantar; pídele al Espíritu Santo que digas esas palabras que tienes que decir en un momento concreto del día y hazlo “con acción de gracias”. Entonces estarás trabajando tanto como el Papa por la unión de los cristianos, y el Santo Padre sabrá que no está solo, que cuenta contigo y conmigo para que, junto con María, esta humanidad sea también joven, joven como Cristo, “el mismo ayer, hoy y siempre”.


3-19.

Comentario: Rev. D. Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser-Girona, España)

«Le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón»

Hoy, todavía reciente el bautismo de Juan en las aguas del río Jordán, deberíamos recordar el talante de conversión de nuestro propio bautismo. Todos fuimos bautizados en un solo Señor, una sola fe, «en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Cor 12,13). He aquí el ideal de unidad: formar un solo cuerpo, ser en Cristo una sola cosa, para que el mundo crea.

En el Evangelio de hoy vemos cómo «una gran muchedumbre de Galilea» y también otra mucha gente procedente de otros lugares (cf. Mc 3,7-8) se acercan al Señor. Y Él acoge y procura el bien para todos, sin excepción. Esto lo hemos de tener muy presente durante el octavario de oración para la unidad de los cristianos.

Démonos cuenta de cómo, a lo largo de los siglos, los cristianos nos hemos dividido en católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, y un largo etcétera de confesiones cristianas. Pecado histórico contra una de las notas esenciales de la Iglesia: la unidad.

Pero aterricemos en nuestra realidad eclesial de hoy. La de nuestro obispado, la de nuestra parroquia. La de nuestro grupo cristiano. ¿Somos realmente una sola cosa? ¿Realmente nuestra relación de unidad es motivo de conversión para loa alejados de la Iglesia? «Que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17,21), ruega Jesús al Padre. Éste es el reto. Que los paganos vean cómo se relaciona un grupo de creyentes, que congregados por el Espíritu santo en la Iglesia de Cristo tienen un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32-34).

Recordemos que, como fruto de la Eucaristía —a la vez que la unión de cada uno con Jesús— se ha de manifestar la unidad de la Asamblea, ya que nos alimentamos del mismo Pan para ser un solo cuerpo. Por tanto, lo que los sacramentos significan, y la gracia que contienen, exigen de nosotros gestos de comunión hacia los otros. Nuestra conversión es a la unidad trinitaria (lo cual es un don que viene de lo alto) y nuestra tarea santificadora no puede obviar los gestos de comunión, de comprensión, de acogida y de perdón hacia los demás.


3-20. Fray Nelson Jueves 20 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: Ofreció sacrificios de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo * Los espíritus impuros gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero Jesús les prohibía que lo diesen a conocer.

1. Inocente y, a la vez, Compasivo
1.1 Hay algo extraño en el corazón humano; algo que no debería ser pero que de hecho se da: la inocencia suele ir unida a la dureza. No debería ser así, repito, pero así es. Así era también en tiempos de Jesús. Los que se sentían más limpios y puros eran duros, a veces incluso crueles, con sus hermanos pecadores. El ejemplo típico son los fariseos, pero la cosa va más allá de una opción religiosa o de un modo de mirar la Ley.

1.2 Jesús es una maravillosa excepción a esa regla fastidiosa, gracias a Dios. Inocente como ninguno, puro y alejado de todo pecado, no por ello se distancia de los impuros, ni de los enfermos, ni de los marginados. Casi uno diría que son sus predilectos. Y eso es maravilloso: he aquí a la inocencia, no vestida de petulancia ni rodeada de la típica coraza de juicios fulminantes hacia el resto del universo, sino ungida de compasión.

1.3 La Carta a los Hebreos lo expresa de modo sencillo y elocuente. Cristo es "el sumo sacerdote que nos hacía falta: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima de los cielos" (Heb 7,26), pero a la vez "puede obrar con benignidad para con los ignorantes y extraviados, puesto que él mismo está sujeto a flaquezas" (Heb 5,2). Separado de los pecadores por la santidad está cerca de los pecadores por la benignidad, o si mejor decimos, por la exquisita ternura de su compasión inagotable.

2. Los falsos "evangelizadores"
2.1 El evangelio de hoy nos presenta una escena de lo que podríamos llamar los "falsos evangelizadores". Los demonios gritan algo que es cierto pero que Jesús no quiere que sea dicho, o por lo menos no de esa forma. Su aullido asustado es: "Tú eres el Hijo de Dios" (Mc 3,11). Varias cosas podemos aprender de esta escena tenebrosa, pues ningún versículo sobra en la Escritura Santa.

2.2 Creo que ante todo podemos aprender que la verdad es más que un enunciado. O dicho de modo más profundo: la verdad no es solamente un "contenido". Decir la verdad es más que decir algo cierto. En esta escena el demonio decía cosas ciertas, pero de algún modo no estaba diciendo la verdad. ¿Por qué? Miremos un ejemplo. Supongamos un empleado en una empresa. El jefe le dice: "necesito que hoy no salgas antes de las cinco de la tarde". A las cuatro y media el empleado pasa por el frente del escritorio del jefe, de camino a la puerta de salida. El jefe lo mira. El empleado empieza a hacerla una tonta canción de burla: "¡tú eres el jefe!, ¡tú eres el jefe de esta gran empresa!", mientras se ríe y sigue de salida. ¿Dijo la verdad ese empleado? La carga de desobediencia y de burla quita todo el sentido de verdad que las palabras, es decir, el contenido en cuanto tal, tenía. Algo así sucede con las palabras del diablo. La acción de Cristo no frena un testimonio ni detiene a un evangeli zador, sino que reprime la venganza del enemigo que, aun diciendo la verdad, pretende herir, desconcertar, burlarse, destruir.

2.3 Alabemos, pues, a Cristo Señor, y reconozcamos en él, con conciencia sincera y humilde, a nuestro Salvador.


3-21. Predicación y curación de enfermos

Fuente: Catholic.net
Autor: P Juan Pablo Menéndez

Reflexión

Tanta era la atracción de Cristo en vida que en la playa no había lugar para él. Sube a una barca para poder enseñarles a todos las cosas del Reino.

Cristo desea subir a una barca. Allí hay muchísimas, pero Él sólo subirá a una. Es la primera vez que Cristo hace una cosa semejante. Él quiere hablarle a la gente, pero se encuentra impedido por el poco espacio. Él te pide permiso para subir a la barca de tu vida y desde allí llamar a todos a la felicidad.

Él puede cambiar tu vida, como lo hizo con sus apóstoles. Eran rudos pescadores, y terminaron dando su vida por la extensión del Reino. Ahora te toca a ti. Dios te quiere subir a su barca para cambiar tu vida y la de los hombres que escuchen su voz a través del medio que eres tú. No te preocupes si no te sientes apto para ser instrumento de Dios, Él hará todo si tú le das tu sí. Y ya verás cómo serás feliz haciendo felices a los demás.


3-22.

255. Una tarea urgente: dar doctrina

I. Vemos en el Evangelio de la Misa a tanta gente necesitada que acude a Cristo (Lucas 6, 19; 8, 45). Y les atiende, porque tiene un corazón compasivo y misericordioso. Las muchedumbres andan hoy tan necesitadas como entonces. También ahora las vemos como ovejas sin pastor, desorientadas, sin saber a dónde dirigir su vida. La humanidad, a pesar de los progresos, sigue padeciendo la gran falta de la doctrina de Cristo, custodiada sin error por el Magisterio de la Iglesia. Las palabras del Señor siguen siendo palabras de vida eterna que enseñan a huir del pecado, a santificar la vida ordinaria, las alegrías, las derrotas y la enfermedad..., y abren el camino de la salvación. En nuestras manos está ese tesoro de doctrina para darla a tiempo y a destiempo (2 Timoteo, 4, 2). Ésta es la tarea verdaderamente apremiante que tenemos los cristianos.

II. Para dar la doctrina de Jesucristo es necesario tenerla en el entendimiento y en el corazón: meditarla y amarla. Necesitamos conocer bien el Catecismo, esos libros “fieles a los contenidos esenciales de la Revelación y puestos al día en lo que se refiere al método, capaces de educar en una fe robusta a las generaciones cristianas de los tiempos nuevos” (JUAN PABLO II, Catechesi tradendae). Os entrego lo que recibí (1 Corintios, 11, 23), decía San Pablo. Id y enseñad..., nos dice a todos el mismo Cristo. Se trata de una difusión espontánea de la doctrina, de modo a veces informal, pero extraordinariamente eficaz, que realizaron los primeros cristianos como podemos hacerlo ahora: de familia a familia, entre los compañeros de trabajo, en la calle, en la Universidad: estos medios se convierten en el cauce de una catequesis discreta y amable, que penetra hasta lo más hondo de las costumbres de la sociedad y de la vida de los hombres.

III. Al advertir la extensión de esta tarea –difundir la doctrina de Jesucristo- hemos de empezar por pedirle al Señor que nos aumente la fe. Debemos tener en cuenta que sólo la gracia de Dios puede mover a voluntad para asentir a las verdades de la fe. Por eso, cuando queremos atraer a alguno a la verdad cristiana, debemos acompañar ese apostolado con una oración humilde y constante; y junto a la oración, la penitencia, quizá en detalles pequeños, pero sobrenatural y concreta. Señor, ¡enséñanos a darte a conocer! Santa María, ¡ayúdanos para que sepamos ilusionar a otros muchos en esta noble tarea de difundir la Verdad!

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-23.

Reflexión:

Heb. 7, 23-8, 6. Jesucristo entró en la verdadera tienda de la presencia, levantada por el Señor, y no por un hombre. Ofreció un sólo sacrificio para el perdón de nuestros pecados y se sentó para siempre en los cielos, a la derecha del trono de Dios. Los que creemos en Él, en Él tenemos asegurado el perdón de nuestros pecados y la vida eterna. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, Memorial de la Pascua de Cristo, no lleva a efecto un sacrificio diferente, sino que lo hace presente entre nosotros, para que al participar del único Sacrificio del Señor, nos beneficiemos de él y, al entrar en comunión de Vida con Cristo, tengamos ya desde ahora una prenda segura de su eterna Gloria, de la que hemos de participar eternamente si le vivimos fieles. Unamos nuestra vida a Cristo, y caminemos bajo el régimen del amor y de la gracia, pues si para los Hebreos el cumplimiento de la Ley les aseguraba el ingreso y la permanencia en la tierra prometida, para nosotros la fe en Cristo, nuestra unión a Él, la participación en su Sacrificio y la fidelidad al mandamiento del amor, nos asegura y pone en camino hacia la consecución de lo que son nuestras más grandes ilusiones y esperanzas: La vida eterna, junto con Cristo, a la diestra del Padre Dios. Vivamos, pues, conforme a esta fe depositada en Él.

Sal. 40 (39). Mucho más que holocaustos y sacrificios, al Señor le agrada la fidelidad a su voluntad. Aquel que viva como discípulo descuidado, escuchando al Señor pero no poniendo en práctica lo que Él nos pide, no tiene por qué presentarse ante el Señor para escuchar su Palabra y después vivir como si no lo conociera. El culto que le tributamos al Señor va más allá de ofrecerle el Sacrificio Eucarístico; debe llegar a nuestra vida diaria, de tal forma que se convierta toda ella en una continua ofrenda de suave aroma en su presencia. Y ser fieles a la voluntad del Señor sobre nosotros mira a anunciar el Evangelio no sólo con los labios, sino con las actitudes, con las obras y con la vida misma; sólo entonces podremos decir que anunciamos al mundo entero la justicia de Dios, pues nuestras buenas obras hablarán de que hemos sido justificados, y que nuestras obras manifiestan que realmente ha llegado a nosotros la salvación, como los primeros beneficiados de la Buena Nueva de salvación que anunciamos a los demás.

Mc. 3, 7-12. El resto fiel de Israel será el inicio del nuevo pueblo de Dios. De entre ellos Dios escogerá a quienes estarán al frente de la Comunidad de creyentes. Muchos de ellos recibirán el bautismo y la efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Pero no hay que buscar a Jesús como si fuese un talismán, o como si fuera un curandero echándonos encima de Él para ser curados de nuestros diversos males. Antes que nada hemos de hacer nuestra la Salvación que Él nos ofrece. Por eso hemos de aprender a escuchar su Palabra y a vivir totalmente comprometidos en hacerla vida en nosotros, pues de nada nos serviría el recibir los dones de Dios si no lo recibimos a Él mismo en nuestra propia vida.

Dios nos quiere cercanos a Él. Esa cercanía se ha hecho realidad por medio del Hijo de Dios, que ha asumido nuestra naturaleza humana. Él no ha venido a condenarnos, sino a entregar su vida para que, junto con Él, entremos en el Santuario no construido por manos humanas. Él ha venido como Salvador nuestro, lleno de amor por nosotros. Su amor ha llegado hasta el extremo, pues ha dado su vida para que, unidos a Él, seamos hechos hijos de Dios, y podamos participar eternamente de la Gloria que le corresponde como a Hijo amado del Padre. Por medio del Bautismo hemos entrado en comunión de vida con el Señor; y al participar de esta Eucaristía estrechamos los lazos que nos unen a Él. Pero no sólo unimos cada día de un modo mejor nuestra vida a Cristo, sino que, al mismo tiempo, asumimos el compromiso de convertirnos en un signo de su cercanía, de su amor, de su bondad y de su misericordia para cuantos nos traten. Así la Iglesia se convierte en portadora de Cristo y de su acción salvadora para todos los hombres.

A imagen de Cristo preocupémonos de hacer el bien a todos. No podemos cerrar los ojos ante las injusticias que se ciernen, especialmente, sobre los más desprotegidos. No vamos a convertirnos en salvadores de la humanidad por iniciativa propia. Es misión de la Iglesia preocuparse del bien de aquellos a quienes ha sido enviada para proclamarles el Evangelio, no sólo con los labios sino con sus actitudes, y con su preocupación constante especialmente por aquellos que son oprimidos por personas injustas y deshonestas. Es cierto que, como consecuencia de nuestra fidelidad al Evangelio, podríamos sufrir persecuciones con la intención de apagar la voz profética de la Iglesia; sin embargo Jesucristo, en quien hemos puesto nuestra confianza, estará siempre a nuestro lado y nos dará fuerzas para cumplir con la misión que Él mismo nos confió. No sólo hemos de creer en Cristo; además hemos de creerle, creer que el camino que nos ha mostrado es el único que nos conduce a la perfección del Padre y al gozo eterno de Él. Por eso aprendamos a vivir como discípulos del Señor y a tomar nuestra cruz de cada día e ir tras las huellas de Cristo, fortalecidos con el Espíritu Santo, para que vayamos colaborando en la desaparición del reino del mal entre nosotros y vayamos siendo fieles colaboradores para que el Reino de Dios llegue cada día con mayor fuerza entre nosotros.

Roguémosle a Dios que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir fielmente nuestro compromiso de fe, de tal manera que estando siempre al servicio del Evangelio, nos esforcemos por dar a conocer a Cristo para que, comprometidos con Él, nuestro vida vaya siendo un signo del amor salvador de Dios para todo el mundo. Amén.

Homiliacatolica.com


3-24.

Reflexión

El pasaje que nos presenta hoy san Marcos nos dice que: “Una multitud lo seguía”. Y nos aclara que lo seguían “porque había sanado a muchos” por lo que todos querían tocarlo.. Sin embargo, ¿cuántos de esta multitud estaban dispuestos a vivir de acuerdo con la enseñanza del Maestro, a vivir de acuerdo con el Evangelio? ¿Cuántos de los que fueron sanados y liberados de espíritus inmundos, ya una vez libres de sus males, continuaron viviendo según el estilo de vida propuesto por Jesús? Al parecer pocos, pues en la escena del juicio de Jesús no hubo nadie que dijera nada en su favor. Es triste que todavía entre nosotros los cristianos se repita la misma historia, que la gente continúe buscando los milagros del Señor, en lugar de buscar al Señor de los milagros. Es lamentable que muchas persona, una vez que han recibido la gracia que tanto necesitaban, no vuelvan a acordarse del Señor, sino hasta que una nueva necesidad aparezca en el horizonte de su vida. ¿Tú estás buscando que Jesús resuelva tu vida, o de vivir de acuerdo con el evangelio de Jesús?

Pbro. Ernesto María Caro