MARTES SANTO

 

LECTURAS:

1ª: Is 49, 01-06 = DOMINGO 02A 

2ª: Jn 13, 21-33. 36-38 


1.

-Oídme, islas lejanas; atended, pueblos apartados.

En una época en la que cada pueblo vivía, más que hoy, encerrado en sí mismo, porque se tenían menos noticias y menos medios de comunicación... esas llamadas al universalismo son sorprendentes.

El mismo Jesús no salió del pequeño círculo de Palestina y países limítrofes, sin embargo se sabía enviado al mundo entero. Se dirigía a ese mundo entero: «oídme, islas lejanas... atended, pueblos apartados...»

¿Es mi corazón universal? ¿misionero? Como Jesús, como San Pablo, ¿tengo ansias de que el evangelio sea anunciado a los que no lo conocen? «¡Desgraciado de mí, si no evangelizo!» (1 Corintios 9, 16) ¿Qué hago para ello?

-Desde el seno materno, el Señor me llamó. Desde las entrañas de mi madre, pronunció mi nombre.

Gratuidad total de la llamada y del amor de Dios.

Ningún mérito por parte de este servidor.

Es un «don» recibido, sin que él interviniera; ha sido amado antes de haber sido capaz de contestar.

¡Dios es el primero en amar! «En esto consiste su amor: no hemos amado nosotros a Dios, es El quien nos ha amado» (/Jn/04/07)

Experiencia humana, sobre la que hay que pararse un instante. Pensar en el amor de mi madre, de mi padre. Ser «hijo», es precisamente estar bajo el efluvio de un amor, antes de poder corresponderle: el amor paterno y materno precede y suscita el nuestro.

-Hizo de mi boca una espada afilada, me protegió en la sombra de su mano, hizo de mí una flecha aguda, en su carcaj me guardó. Me dijo: «Tú eres mi siervo».

Ser un perfecto instrumento para Dios. Estás a disposición de Dios. Siempre dispuesto a servirle.

Señor, a ejemplo de Jesús, aumenta mi disponibilidad.

-Pues yo decía: «Me he fatigado por nada; en vano e inútilmente he gastado mis fuerzas...»

Traicionado, abandonado, renegado... Jesús pudo tener tales pensamientos.

Pensamientos de profundo desaliento. La impresión de que «no se está haciendo nada», que se pierde el tiempo trabajando en la obra de Dios, que se gastan «inútilmente» las propias fuerzas.

Tan sólo los «abandonados» pueden adivinar hasta dónde llegó la derelicción, el desamparo de Jesús.

Los que no tienen a nadie, los que están desalentados, ¿pueden contar un poco conmigo? Y Jesús, ¿puede contar un poco conmigo?

-Y sin embargo, mi derecho subsistía a los ojos del Señor, mi recompensa está en mi Dios.

Sí, yo era apreciado a los ojos del Señor: Mi Dios es mi fortaleza.

En el fondo de mi desaliento, en lo más profundo de la tentación de la nada, esa fue la «reacción» de Jesús. La contemplo detenidamente. Trato de imitarlo.

-Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Israel... Haré de ti la luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.

Dinamismo misionero. Limitarse a lo del propio grupito, a su clan... es muy poco.

;Presentemos nuestros corazones abiertos al soplo de Dios! ¡Universal! Jesús, al morir, era consciente de esta necesidad. Un corazón grande como el mundo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
. Pág. 164 s.


2.

Después de la meditación de ayer que se situaba históricamente en Betania el lunes por la tarde... saltamos directamente a la tarde del jueves, durante la ultima cena.

-Jesús dijo: "Uno de vosotros me entregará" Se miraban los discípulos unos a otros, sin saber de quién hablaba.

Jesús toma la iniciativa de anunciar la traición.

Está solo. Nadie entiende en esto nada.

Uno de los discípulos, el amado de Jesús...

Juan subraya esto. Y es a ese título que él interviene. La amistad.

-Estaba recostado junto a Jesús. Simón Pedro le hizo señal, diciéndole: "Pregúntale de quién habla". El discípulo, inclinándose hacia el pecho de Jesús, le dijo: "Señor, ¿quién es?"

Es una escena que ha sido representada por muchos pintores.

Familiaridad.

Sí, Tú, Señor, has aceptado estos gestos sencillos. No te has avergonzado de haber necesitado este afecto... de poder hablar con verdaderos amigos...

Por otra parte, vemos una vez más en el Evangelio, las funciones complementarias, en la Iglesia: Pedro toma la iniciativa - prioridad oficial-, pero es Juan el que hace el encargo delicado.

Cada uno tiene su sitio particular. Todos no pueden hacer todo. Ayúdame, Señor, a cumplir bien mi cometido, y en mi sitio. Durante estos días santos, quisiera, a mi manera, vivir contigo, Señor. Ofrecerte mi amistad. Procuraré pensar mucho más en ti en el curso de estos días venideros.

-"Aquel a quien yo mojare y diere un bocado". Se lo da a Judas... y Jesús le dice: "Lo que has de hacer, hazlo pronto." Ninguno de los que estaban a la mesa conoció a qué propósito hacía aquello. Judas tomando el bocado, se salió luego.

Era de noche.

Todo se hace con palabras veladas... en una especie de pudor sigiloso, entre Jesús y Judas... como si Jesús no quisiera perjudicar a Judas: los demás no entienden lo que está pasando.

Hasta aquí llega la lucidez de Jesús frente a su muerte: es El quien dirige las operaciones; es El quién decide la hora: "lo que has de hacer, hazlo pronto,". Mi vida, nadie la toma, soy Yo quien la da. He aquí mi Cuerpo entregado por vosotros.

-Así que salió, dijo Jesús: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre, y Dios ha sido glorificado en él... Dios también le glorificará pronto." Palabras asombrosas. Como ayer son también una anticipación. La "gloria" ya está ahí, desde que la muerte ha sido decidida, desde que el traidor ha salido para su faena.

-Hijitos míos, todavía estaré un poco con vosotros... Yo me voy.

Tú no piensas en ti, sino en ellos. Van a quedarse solos. Pedro adivina algo, sin duda. Y ¡propone "seguir" a Jesús!

-"¿Darás por mí tu vida?... En verdad te digo que no cantará el gallo antes que tres veces me niegues."

¡Pobre Pedro! Y sin embargo él se creía muy generoso, y lo era, a su modo. Jesús le anuncia su propia traición, algunos minutos después de la de Judas. Entonces, de repente, el silencio debió de ser muy denso en el grupo.

Tu soledad ¡oh Jesús! es total. Has ido hasta el límite de la condición humana. El hombre, que más solo se encuentre a la hora de la muerte, puede reconocerse en ti.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984 .Pág. 168 s.


3.

1. Hoy leemos el segundo «canto del Siervo» en Isaias.

El Siervo es llamado por Dios ya desde el seno de su madre, con una elección gratuita, para que cumpla sus proyectos de salvación: «me llamó desde las entrañas maternas y pronunció mi nombre».

Dos comparaciones describen al Siervo: será como una espada, porque tendrá una palabra eficaz («mi boca, una espada afilada»), y será como una flecha que el arquero guarda en su aljaba para lanzarla en el momento oportuno.

La misión que Dios le encomienda es «traerle a Jacob, reunir a Israel... más aún: ser luz de las naciones, para que la salvación de Dios alcance hasta el confín de la tierra».

En este segundo canto aparece ya el contrapunto de la oposición, que en el primero de ayer no aparecía. El Siervo no tendrá éxitos fáciles y más bien sufrirá momentos de desánimo: «yo pensaba: en vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».

Le salvará la confianza en Dios: «mi salario lo tenía mi Dios». Confianza que subraya muy bien el salmo: «a ti, Señor, me acojo, no quede yo derrotado para siempre... sé tú mi roca de refugio... porque tú fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud».

2. FIDELIDAD/CRISIS: Jesús es el verdadero Siervo, luz para las naciones, el que con su muerte va a reunir a los dispersos, el que va a restaurar y salvar a todos.

También en él podemos constatar la «crisis» que se notaba en el canto de Isaias. Jesús no tuvo aparentemente muchos éxitos. Algunos creyeron en él, es verdad, pero las clases dirigentes, no. Hoy escuchamos que uno le va a traicionar: lo anuncia él mismo, «profundamente conmovido». También sabemos qué van a hacer sus seguidores más cercanos: uno le negará cobardemente, a pesar de que en ese momento asegura con presunción: «daré mi vida por ti». Los otros huirán al verle detenido y clavado en la cruz. La queja del Siervo («en vano me he cansado») se repite en sus labios: «¿no habéis podido velar una hora conmigo?... Padre, ¿por qué me has abandonado?». En verdad «era de noche». A pesar de que él es la Luz.

3. Nuestra atención se centra estos días en este Jesús traicionado, pero fiel. Abandonado por todos, pero que no pierde su confianza en el Padre: «ahora es glorificado el Hijo del Hombre... pronto lo glorificará Dios».

A la vez que admiramos su camino fiel hacia la cruz, podemos reflexionar sobre el nuestro: ¿no tendríamos que ser cada uno de nosotros, seguidores del Siervo con mayúsculas, unos siervos con minúsculas que colaboran con él en la evangelización e iluminación de nuestra sociedad? ¿somos fieles como él?

Tal vez tenemos momentos de crisis, en que sentimos la fatiga del camino y podemos llegar a dudar de si vale o no la pena seguir con la misión y el testimonio que estamos llamados a dar en este mundo. Muchas veces estas crisis se deben a que queremos éxitos a corto plazo, y hemos aceptado la misión sin asumir del todo lo de «cargar con la cruz y seguir al maestro». Cuando esto sucede, ¿resolvemos nuestros momentos malos con la oración y la confianza en Dios? ¿podemos decir con el salmo: «mi boca contará tu auxilio... porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza»?

Estos días últimos de la Cuaresma y, sobre todo, en el Triduo de la Pascua tenemos la oportunidad de aprender la gran lección del Siervo que cumple con radicalidad su misión y por eso es ensalzado sobre todos.

«En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas» (1ª lectura)

«A ti, Señor, me acojo, inclina a mí tu oído y sálvame» (salmo)

«Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud» (salmo)

«Uno de vosotros me va a entregar» (evangelio)

J. (·ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 114-116


4.

Primera lectura : 49, 1-6 Estaba yo en el vientre y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre

Salmo responsorial : 70, 1-2.3-4a.5-6ab.15.17 Mi boca contará tu auxilio.

Evangelio : Juan 13, 21-33.36-38 Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar

Es difícil llegar a comprender la profundidad de los sentimientos de Jesús en vísperas de su muerte. Y es también muy difícil llegar a saber qué pudo sentir su corazón cuando al hecho inexorable de su muerte se añadía la humillación de la traición de los propios compañeros. Es fácil que el corazón naufrague, cuando se le añade amargura sobre amargura. El grupo de Jesús -su pequeña iglesia- iba a quedar golpeada por la definitiva ausencia del Maestro. Y a esto se iba a añadir la permanente posibilidad de la traición de los discípulos. Jesús no excluye a nadie. La traición no es solamente patrimonio de Judas; lo es también de los llamados discípulos fieles. Más aún, la traición puede anidar en el alma de los llamados a ser dirigentes.

Jesús no pierde el ánimo, a pesar de que presiente lo que significa para el grupo su ausencia y la traición. Y entre contradicciones, nos da la lección de que cuando una obra está marcada con la justicia del Padre, éste se encargará, junto con su Espíritu, de no dejarla morir, pese a las amenazas. Es la fe en su Padre quien lleva a Jesús más allá de la derrota. Y es la justicia de su causa quien mantiene viva su esperanza. Una causa no deja de ser justa porque sea traicionada. El gran peligro de una causa es que pierda en su interior el contenido de justicia y quede así igualada a una causa más de lucha por el poder.

En la iglesia de Jesús hay que acostumbrarse a vivir con la posibilidad de la traición a Jesús y al evangelio. Pero sobre todo, hay que estar convencidos de que la traición puede generarse en cada uno de nosotros mismos. Cuando lleguemos a olvidar los contenidos de justicia, de misericordia, de perdón, de asunción de la causa de los oprimidos y marginados... no nos extrañemos de que la traición esté rondando nuestra propia casa.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


5.

La primera lectura nos ayuda a entender el sentido de la pasión y muerte de Jesús. El es el profeta anunciado. Su palabra es como una flecha puntiaguda que anuncia y da testimonio de la presencia de Dios. Aunque parezca que está abandonado a su suerte, Dios mismo es garante de la vida del profeta. En el contexto de esas palabras proféticas se entiende el relato del Evangelio de hoy. Jesús anuncia a los discípulos que uno de ellos le traicionará. Pero esa traición no será ocasión de muerte sino de vida. La traición será el momento de la glorificación de Jesús. Desde su especial relación con el Padre, Jesús es capaz de entender estos últimos acontecimientos de su vida en una perspectiva salvífica. En realidad, da la impresión de que el mismo Jesús empujó a Judas a la traición.

Quizá, podemos suponer, debió ser el final de un largo proceso. Quizá Judas se sintió traicionado en sus expectativas. Él creía realmente que Jesús era el Mesías. Pero también creía que Jesús se había traicionado a sí mismo, al rechazar a los que habían querido hacer de Él un salvador político. Ahí fue donde dejó de ver el sentido en lo que Jesús hacía.

No valía la pena seguir con aquella historia. Es más, había que terminarla, darle un final.

¡Pobre Judas! No había entendido nada. Jesús era capaz de ver ese final en otra perspectiva bien diferente. La pregunta que nos podemos hacer es: ¿con qué ojos leemos los acontecimientos, buenos y malos, de nuestra propia historia?

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6.

Cruz, escándalo y gloria

Lecturas de la Misa

Isaías 49, 1-6: "Escuchadme, islas. Atended, pueblos lejanos.... Habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo.... Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel: te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra".

En este texto se declara la vocación universal del Siervo de Yavé y la convocatoria de todos los pueblos a la salvación por medio del Mesías.

Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38: "Un día Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos se miraron unos a otros, perplejos.... Le dijeron: Señor, ¿quién es? Y él contestó : Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan, se lo dio a Judas.. Detrás del pan entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: Lo que has de hacer, hazlo pronto..."

En este texto Jesús habla muy claro de su muerte, por traición, y está dispuesto a ella. Pero los discípulos no aciertan a entender lo que el Maestro dice, y ni siquiera sospechan que habla de su muerte en la Cruz. Pedro se muestra incluso fanfarrón en su perorata a favor del Maestro. Después le defraudará, como los demás.

Reflexión para el día de hoy.

¡Oh Cruz! ¡Oh Cruz!

El Hijo de Dios, el que vivía con el Padre y el Espíritu, y no podía morir, en un momento de aparente frenesí de amor se vistió con la naturaleza de hombre, anonadándose. Así es como pudo, primero, presentarnos el mensaje de salvación e ir avanzando hacia la muerte redentora, camino del Calvario ; y, después, mostrarnos su rostro de gloria, triunfante de la muerte, transfigurado en luz de vida. Esto es lo que celebramos en la Semana Santa: la muerte y la vida .

Pero hoy, martes, podemos atrevernos a preguntar si todo esto que celebramos en la Semana Santa no tiene un poco de locura colectiva bajo capa de fe. ¿Cómo es posible en el Hijo de Dios un morir, infamado, y un resucitar, glorioso?

¡Oh cruz! ¡Cuántos misterios encierras y nos ocultas! Si te abraza un hombre, y tú le abrazas, ambos morís. Pero si te abraza Dios, y tú le abrazas, ¿quién muere en tus brazos?

Nunca en la historia de las religiones se encontró tamaño problema: unir en un mismo ser y en un madero a quien, por un lado, no podía morir, por ser divino e inmortal, pero, por otro, estaba abocado a la muerte, por ser pasible y humano ..... La mente no alcanza a comprender este misterio de vida y muerte; el corazón se resiste a creerlo, y muchos que oyen la voz de los cristianos que lo narran menean la cabeza con desdén...

¡Duras palabras son esas!, decían los discípulos Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre, durante su predicación del Testamento Nuevo en el amor habló muchas veces a sus discípulos diciendo que, al final de las jornadas de su vida, se prepararan a presenciar un desenlace fatal, la muerte del Maestro. Éstos se resistían casi violentamente a que les quisiera catequizar y educar en ese sentido, previendo la dureza de tal acontecimiento... ¿Cómo es posible, se decían, que muera en cruz el Mesías, Hijo de Dios? ¿No vino a nosotros para vivir y dar vida a los demás? ¿A qué viene entonces decir que sube a Jerusalén y que allí le aguardan quienes serán sus verdugos y le crucificarán?

Ver en la cruz a Jesús ¿no sería como verlo despojado de su divinidad ...?

Sin embargo, Jesús insistía en que la muerte del Hijo del hombre sería camino de vida, paso previo a su transfiguración definitiva, y que ellos debían creerlo y tratar de comprenderlo.

En verdad, con Jesús se abría un mundo nuevo, un pensamiento nuevo, una actitud vital totalmente nueva. Pero ¿cómo comprenderlo? ¿cuál sería su precio?....

Escándalo y locura de la cruz

Para la mentalidad judía, "ser divino" y ser capaz de "morir en una cruz" eran realidades que no casaban; y lo mismo "ser Mesías" y "sucumbir en una cruz". El salvador de Israel estaba llamado a vestirse de poder y majestad, no de humillación y vergüenza. Por tanto, si Cristo moría en cruz, no era el Mesías esperado. La cruz era un escándalo, jamás un honor y gloria.

En esas perspectivas mesiánicas colmadas de gloria, ¡qué difícil tenía que ser para los judíos adherirse a Cristo y asumir el mensaje cristiano! Andaba por medio nada menos que la cruz. Por contraste, en la comunidad cristiana, como discipulado de Jesús, el misterio de que el Mesías, el Salvador, Cristo, muriera en una cruz se encontraba en la base de su fe, aunque no sólo la cruz, sino ella unida a la Resurrección del Crucificado.

Y ¿qué decir de la mentalidad pagana?. Para los cultos pensadores griegos que entraban en contacto con el judaísmo y cristianismo, hablar en religión nada menos que de una cruz era una locura. La cruz no podía decir relación alguna con lo divino, aunque se dijera encarnado. ¿Cómo podían los cristianos hablar de la oblación que hizo de sí mismo el Mesías, Jesús, fundador de la religión, y ser estimados sensatos, si esa actitud les colocaba fuera de la órbita de la razón humana?

El testimonio de san Pablo

Esa locura y escándalo las sufrió san Pablo en sus correrías fundacionales de comunidades cristianas. No sólo sufrió la burla de los paganos sino incluso la actitud escandalizada de algunos "judeo-cristianos" que, a pesar de haberse convertido a Cristo, seguían estimando "escándalo" el acontecimiento de la "cruz" a la que Jesús fue clavado (Gál 5,11). ¿No sería mejor, se decían, borrar semejante escena de las catequesis cristianas? Entre los fieles de Filipos llegó a haber, en el lenguaje de Pablo, algunos "enemigos de la cruz de Cristo" (Filp 3,18)

¿No era prudente que los cristianos dieran primacía a otras experiencias del Espíritu, evadiéndose de la cruz y de sus imposiciones? Tal vez fue este escándalo de la cruz lo que movió a algunos cristianos a negar incluso la verdadera humanidad de Jesús, reduciendo su imagen externa a mera apariencia de hombre (I Jn 5,6).

Sin embargo, para la auténtica fe cristiana, aunque produzca pavor y estremecimiento, la cruz es el signo máximo de la inmolación de Jesucristo, es un gesto incomparable por el que muestra que su vivir es un vivir para los demás....

¡Oh cruz, en que muere el Señor!

A pesar de las dificultades de comprensión de un Dios, hecho hombre, que muere en la cruz, ahí está la culminación de la obra redentora de Cristo, hijo de Dios e Hijo del hombre. Sin la cruz, no tendríamos en la historia de la religión cristiana las dos experiencias de mayor alcance: muerte y resurrección. Todos, Iglesia, comunidades cristianas, y cada cristiano en particular, morimos un poco con este Cristo que muere crucificado, y todos resucitamos con él. Esa es nuestra fe.

DOMINICOS


7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Hay mucha gente que lleva meses preparando las celebraciones de estos días. En algunas regiones del mundo la Semana Santa tiene tanto arraigo popular, ha generado tantas tradiciones, que exige una "puesta en escena" compleja y costosa: cofradías, procesiones, espectáculos, ... Los seres humanos, cuando sentimos que algo nos va, somos capaces de muchos sacrificios, de mucho entusiasmo.

¿Es posible preparar del mismo modo nuestro itinerario interior? La liturgia de estos días nos ayuda a vivir intensamente el triduo sacro. Hoy martes, y mañana miércoles, somos invitados a espabilar el oído para no perdernos ninguna palabra. El profeta Isaías comienza con una exhortación a escuchar: "Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos". La escena que Juan describe está llena de confidencias que sólo pueden percibirse con un oído fino: la pregunta del discípulo amado, la respuesta de Jesús, la admonición a Judas, el diálogo entre Jesús y Pedro.

Me parece que el martes santo es un día ideal para el silencio y la escucha, para caer en la cuenta de un par de verdades que sostienen nuestra vida.

Primera: existimos porque el Señor nos ha llamado en las entrañas maternas, porque ha pronunciado nuestro nombre. ¿Te sientes un don nadie, producto del azar, poco querido por tus padres o por las personas que te rodean? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre! ¿Te parece que tu vida es una sucesión de acontecimientos sin sentido? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre! ¿Crees que no merece la pena confiar en el futuro? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre!

Segunda: el Señor quiere hacer de nosotros una luz para que su salvación llegue a todos. ¿Te parece que tu vida no sirve para nada? ¡Tú eres luz! ¿Tienes la impresión de que nunca cuentan contigo para lo que merece la pena? ¡Tú eres luz! ¿Atraviesas un período de oscuridad, de desaliento, de prueba? ¡Tú eres luz!

No quisiera olvidar ese ejercicio de diálogo a cuatro bandas que se da entre Jesús, el discípulo amado, Simón Pedro y Judas, en una cena trascendental en la que Jesús se encuentra "profundamente conmovido".

El discípulo amado y Pedro formulan preguntas: "Señor, ¿quién es?", "Señor, ¿adónde vas?", "Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora?". Quién, adónde, por qué. En sus preguntas reconocemos las nuestras. Por boca del discípulo amado y de Pedro formulamos nuestras zozobras, nuestras incertidumbres.

Judas interviene de modo no verbal. Primero toma el pan untado por Jesús y luego se va. Participa del alimento del Maestro, pero no comparte su vida, no resiste la fuerza de su mirada. Por eso "sale inmediatamente". No sabe/no puede responder al amor que recibe.

Jesús observa, escucha y responde a cada uno: al discípulo amado, a Judas y a Simón Pedro. La intimidad, la traición instantánea y la traición diferida se dan cita en una cena que resume toda una vida y que anticipa su final. Lo que sucede en esta cena es una historia de entrega y de traición. Como la vida misma.

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández (gonzalo@claret.org)


8. CLARETIANOS 2003

En este Martes Santo, el evangelio nos ayuda a profundizar en el polo del resentimiento, que ayer apareció insinuado. Este polo está representado por dos personajes conocidos: Judas (Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado) y, en un grado diferente, Simón Pedro (¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces).

Lo que más me impresiona del relato es comprobar que la traición se fragua en el círculo de los íntimos, de aquellos que han tenido acceso al corazón del Maestro. Me he detenido en estas palabras: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.

Es muy probable que los que os asomáis diariamente o de vez en cuando a esta sección os consideréis seguidores de Jesús. Yo mismo me incluyo en esta categoría, sin saber a ciencia cierta lo que quiero decir cuando afirmo ser uno de los suyos. La Palabra nos va ofreciendo cada día muchas pequeñas luces para ir descubriendo diversos aspectos del seguimiento. Hoy nos confronta con nuestras traiciones.

La palabra “traición” es muy dura. Apenas la usamos en nuestro vocabulario. Hemos buscado eufemismos como debilidad, error, distancia, etc. Pero ninguna de estas palabras tiene la fuerza del término original. Hablar de traición supone hacer referencia a una relación de amor y fidelidad frustrada. Sólo se traiciona lo que se ama. ¿Estaremos nosotros traicionando a Jesús a quien queremos amar?

Lo traicionamos cuando abusamos de promesas que no vienen refrendadas por nuestra vida.

Lo traicionamos cuando, en medio de nuestros intereses, no tenemos tiempo para “perderlo” gratuitamente con él.

Lo traicionamos cuando le hacemos decir cosas que son sólo proyección de nuestros deseos o mezquindades.

Lo traicionamos cuando volvemos la espalda a los “rostros difíciles” en los que él se nos manifiesta.

Lo traicionamos cuando lo convertimos en un objeto más al alcance de nuestros caprichos.

Lo traicionamos cuando damos por supuesta su amistad y no lo buscamos cada día.

Lo traicionamos cuando repetimos mucho su nombre pero no estamos dispuestos a dejarnos transformar por él.

Dejemos que este Martes Santo su mirada nos ayude a descubrir nuestras sombras.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


9. 2001

COMENTARIO 1

Jesús pone el acento en quien lo va a entregar: "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar" (v. 21; cf. 6,70.71; 12,4). Al ver que, a pesar de su amor, uno de los suyos va a la ruina y a la muerte, Jesús se estremece y los discípulos se quedan sorprendidos "sin poderse explicar por quién lo decía" (v. 22).

Se menciona ahora por primera vez al discípulo predilecto (v. 23). Su figura se contrapone a la de Simón Pedro, pues aquél acepta el amor de Jesús y responde a él con su cercanía ("estaba reclinado inmediato a Jesús"). Este discípulo es la figura mas­culina de la nueva comunidad bajo los rasgos del amigo íntimo, identifi­cado con Jesús (la figura femenina, en papel de "esposa", estará repre­sentada por María Magdalena, cf. 20,13-16).

El discípulo puede permitirse un gesto de total intimidad ("reclinán­dose ... le preguntó", vv. 24-25). Pedro, sin embargo, no está inmediato a Jesús, no com­prende su amor ni acepta ser amado (13,8).

La respuesta de Jesús no revela el nombre del traidor ni lo señala; Jesús no rompe con el que va a traicionarlo aunque lo señala como "aquél para quien yo voy a mojar el trozo y a quien se lo voy a dar" (v. 26). Jesús no ha venido a juzgar, sino a salvar (12,47). Ofrecer a un comensal un trozo de alimento era señal de deferencia. Aquí no se específica de qué es el trozo: Juan juega con la ambi­güedad pan / carne; tampoco dice en qué lo moja Jesús, creando otra ambigüedad, la de salsa / sangre. Lo que Jesús ofrece a Judas es su misma persona dispuesta a aceptar la muerte. Lo invita a rectificar y ser de los suyos, a comer su carne y sangre y unirse a él (6,56). Jesús responde al odio con amor, poniendo su vida en manos de su enemigo. Toca a Judas ha­cer su última opción.

Juan evita decir que Judas comió el trozo (v. 27), lo que habría signifi­cado la voluntad de asimilarse a Jesús. Más adelante se explicará lo que hace con él: "tomó el trozo y salió en seguida"(v.30). El gesto de amistad de Jesús no encuentra en Judas una respuesta positiva, antes al contrario, aumenta su antagonismo. Judas se identifica con los principios y valores del sistema. Así interioriza (entró en él) a Satanás, el dinero-poder, que lo hace agente suyo y homicida (8,44). Jesús ha mostrado a Judas su amor hasta el fin, pero no intenta forzarlo; le ha dejado plena libertad de opción, aun a costa de su propia vida, y Judas se ha dado su propia sentencia; es inútil prolongar la si­tuación ("hazlo pronto") (v. 28).

Judas administraba los fondos del grupo (cf 12,6): "Algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: «Compra lo que necesitamos para la fiesta», o que diese algo a los pobres" (v. 29). Se dan aquí dos interpreta­ciones de las palabras de Jesús, que muestran la falta de comprensión del mensaje por parte de los discípulos. Comprar significa dependencia del sistema económico explotador (prueba de Jesús a Felipe, 6,5s). Dar a los pobres fue la propuesta de Judas para el precio del perfume.

Judas sale llevándose el trozo (V. 30), la vida de Jesús, para entregarla y entra en la tiniebla ("era de noche"), en el ámbito de los enemigos de Jesús, llevándose la luz, para extinguirla (1,5).

Jesús interpreta la salida de Judas, como había interpretado el lavado de los pies (13,12). Jesús ha puesto libremente su vida en manos de sus enemigos, por amor al hombre, para salvarlo. Así manifiesta al máximo su gloria / amor, y el amor manifestado es el de Dios mismo, tan grande que, traducido por Jesús en términos humanos, llega al don de la propia vida por los hombres.

"Cuando salió, dijo Jesús: Acaba de manifestarse la gloria del Hombre y, por su medio, la de Dios; y, por su medio, Dios va a mani­festar su gloria y va a manifestarla muy pronto" (vv. 31-32). En la primera parte (v. 31) ocupa el primer plano la manifestación de la gloria / amor de Dios a través del de Jesús; en la segunda (v. 32) se trata de la comunicación a los hombres de ese amor / gloria de Dios, el Espíritu, a través de Jesús. La gloria / amor de Jesús se manifiesta en dar su vida y expresa el amor de Dios al hom­bre. La de Dios se manifiesta en el don del Espíritu, que se hace por medio de Jesús.

De las palabras anteriores, Pedro ha retenido solamente las que anunciaban la marcha de Jesús (cf 13,33): "Adonde me voy no eres capaz de seguirme ahora, pero, al fin, me seguirás" (v. 36). Pedro no se fija en lo que le toca como discípulo. Jesús le repite lo que ha dicho antes, pero indicán­dole que en el futuro llegará a seguirlo, pero Pedro no se conforma cuando le dice: "Señor, ¿por qué no soy capaz de seguirte ya ahora? Daré mi vida por ti" (v. 37). Se declara dispuesto a dar la vida por Jesús, pero no se da por enterado del mandamiento del amor a los demás; se vincula solamente a su Señor. Vuelve a singularizarse entre sus compañeros, queriendo mostrar a Jesús una adhesión mayor que la de ellos; cree que Jesús no lo conoce suficientemente. No entiende que no se trata de morir por Jesús, sino de dar la vida, con y como Jesús, por el bien de los hom­bres. Su generosidad manifiesta su profunda incomprensión: nadie puede sustituir a Jesús en su función liberadora y manifestadora del amor del Padre. Siguiendo a Jesús, el hombre no se sacrifica a Dios, sino que se hace don suyo a los demás hombres, así como Dios mismo, por el Espíritu, se hace don para el hombre.

"Replicó Jesús: ¿Que vas a dar tu vida por mí? Pues sí, te lo aseguro: Antes que cante el gallo me habrás negado tres veces" (v. 38). Ironía de Jesús. Pedro ha mostrado su arrogancia y su ignorancia. Jesús no necesita sacrificios por él ni los acepta. Dios no absorbe al hombre, sino que lo empuja a amar. Pedro pretende vincularse sola­mente a Jesús, sin comprender que éste es inseparable del grupo.

Pedro, que se ofrece a morir por su Señor, al ver derrumbarse su falsa idea de Mesías, acabará negándolo. Su relación con Jesús no es tanto la adhesión a su persona (amor) cuanto al papel mesiánico que le atribuye. Sus negaciones serán indicio de una profunda decepción.


COMENTARIO 2

Es difícil llegar a comprender la profundidad de los sentimientos de Jesús en vísperas de su muerte. Y es también muy difícil llegar a saber qué pudo sentir su corazón cuando al hecho inexorable de su muerte se añadía la humillación de la traición de los propios compañeros. Es fácil que el corazón naufrague, cuando se le añade amargura sobre amargura. El grupo de Jesús -su pequeña iglesia- iba a quedar golpeada por la definitiva ausencia del Maestro. Y a esto se iba a añadir la permanente posibilidad de la traición de los discípulos. Jesús no excluye a nadie. La traición no es solamente patrimonio de Judas; lo es también de los llamados discípulos fieles. Más aún, la traición puede anidar en el alma de los llamados a ser dirigentes.

Jesús no pierde el ánimo, a pesar de que presiente lo que significa para el grupo su ausencia y la traición. Y entre contradicciones, nos da la lección de que cuando una obra está marcada con la justicia del Padre, éste se encargará, junto con su Espíritu, de no dejarla morir, pese a las amenazas. Es la fe en su Padre la que lleva a Jesús más allá de la derrota. Y es la justicia de su causa la que mantiene viva su esperanza. Una causa no deja de ser justa porque sea traicionada. El gran peligro de una causa es que pierda en su interior el contenido de justicia y quede así igualada a una causa más de lucha por el poder.

En la iglesia de Jesús hay que acostumbrarse a vivir con la posibilidad de la traición a Jesús y al evangelio. Pero sobre todo, hay que estar convencidos de que la traición puede generarse en cada uno de nosotros mismos. Cuando lleguemos a olvidar los contenidos de justicia, de misericordia, de perdón, de asunción de la causa de los oprimidos y marginados... no nos extrañemos de que la traición esté rondando nuestra propia casa.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10. 2002

Ayer, a propósito de la lectura evangélica, nos pre­guntábamos por la responsabilidad de la condena a muerte de Jesús. Hablábamos de las autoridades reli­giosas judías de esa época, del representante del po­der imperial romano. Hoy nos preguntarnos por nues­tra propia responsabilidad. Resulta fácil juzgar a los demás, espantarnos por el pavoroso destino de Judas que vendió a su maestro, por la cobardía de Pedro que lo negó ante soldados y sirvientes; sin caer en cuenta de nuestras múltiples traiciones y negaciones cuando no somos capaces de asumir consecuentemente las exigencias de nuestro compromiso cristiano.

Hagamos hoy como el discípulo amado, ese mis­terioso discípulo que se recuesta con íntima familia­ridad sobre el pecho de Jesús, que lo acompaña hasta la cruz y recibe en su casa a la madre desamparada, que corre al sepulcro para llegar el primero a la fe en la resurrección de su maestro.

¿Quién era este discípulo? La exégesis actual piensa en un discípulo anónimo, tal vez oriundo de Jerusa­lén, distinto del apóstol Juan. Podría ser un persona­je influyente hasta el punto de poder hacer entrar a Pedro en el patio del palacio del sumo sacerdote. Po­dría ser, también, el dueño de la casa donde se cele­bró la cena. Se trataría, en todo caso, de un amigo de Jesús, de un auténtico discípulo suyo, incapaz de trai­cionarlo, incapaz de negarlo. Un cristiano a carta ca­bal, «como Dios manda». Un modelo para los cristia­nos de todos los tiempos.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


11. DOMINICOS 2003

Hoy la liturgia comienza con esta antífona tomada del salmo 26, 12:

No me entregues a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos que respiran violencia.

 

Preguntémonos: ¿Quién ora y suplica a Dios en ese salmo?

En el martes de la Semana santa todo nos habla de Jesús de Nazaret.

En él se concentra y vive el espíritu de todas las profecías y oraciones del Antiguo Testamento. Él es el Mesías que experimenta

 

la intensidad del dolor redentor, asumido con amor,

la necesidad del amor que mantiene en pie todas las cosas,

la disponibilidad absoluta a la voluntad del Padre,

la amargura por cuantos, como Él, sufren injusticias, desprecios, marginaciones.

 

Quienes en estos días de Semana Santa no hayan recibido el don de la fe,

para poder celebrar la pasión de Cristo como hijos de Dios, hermanos de Jesús, pecadores que reconocen sus infidelidades, no comprenderán tal vez ésos y otros pensamientos religiosos que iremos rumiando  al leer o escuchar a Isaías y a Jesús de Nazaret:

Al profeta Isaías, en su pre-visión del Mesías como el gran liberador del pueblo elegido y de todos los hombres,

y a Jesús, en su amonestación amigable y dolor profundo, porque uno de los discípulos lo va a entregar.

 

En cambio, quienes hemos recibido esa gracia, la de la fe en Cristo, Hijo de Dios, encarnado, al asociarnos al Señor y elevar nuestras plegarias, hemos de procurar sentir a nuestro lado a cuantos se hallan necesitados de redención.

Hagámoslo ORANDO:

 

Dios todopoderoso y lleno de misericordia,

te damos gracias por tu amor, por la presencia de tu Hijo y por su pasión.

Concédenos vivir intensamente las celebraciones de la pasión de tu Hijo encarnado, y haz que nos decidamos a acompañar a cuantos –como Él- son injustamente condenados en el mundo, y así alcancemos el perdón de nuestros pecados. Amén.

 

LECTURA DEL PROFETA ISAÍAS 49, 1-6 :

Segundo cántico del Siervo, la misión:

“Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: estaba yo en el vientre de mi madre y el Señor me llamó... Él hizo de mi boca una espada afilada, me escondió bajo la sombra de su mano... y me dijo:”Tú eres mi siervo, en ti seré glorificado.

Mientras yo pensaba: “en vano me he cansado; en viento y en nada he gastado mis fuerzas”... Pero el Señor, que desde el vientre me formò siervo suyo, ahora habla...: Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel: te hago luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta el confín de la tierra”

 

En este texto debemos considerar que el Siervo de Yavé (Jesús, Mesías) se nos presenta como realizador de dos misiones o de dos vertientes complementarias de su vocación salvífica: primero, como realizador de las esperanzas del pueblo elegido, Israel; segundo, como luz de todos los pueblos, pues es voluntad de Dios que toda la creación  -obra buena suya-  cante la gloria de su Creador por la boca, mente y corazón del hombre .

En este fragmento se afirma el hecho de la salvación de todos; pero no se hace referencia al camino doloroso que habrá de recorrer ese Siervo para alcanzar el triunfo final.

Nosotros, por habernos compenetrado ya con el Evangelio, sí conocemos ese camino: el Hijo de Dios, hecho hombre, se someterá a los azares de la historia y sufrirá marginación y muerte a manos de los hombres, a pesar de haber escuchado de sus labios el mensaje de justicia, amor y paz que ha de hacer nuevas todas las cosas. La Semana Santa nos hace revivir esa experiencia de amor y de dolor.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 13, 21-33. 36-38:

Durante la última cena,“Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.  Los discípulos se miraron unos a otros, perplejos, por no saber de quién lo decía...

Uno de ellos..., le preguntó: Señor, ¿quién es? Y Jesús le contestó: Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.

Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida... Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.

Y Jesús, cuando Judas salió, dijo: Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él...”

 

Este texto evangélico produce una emoción singular en cualquier lector piadoso y sensible. Pocos pasajes se le asemejan: por su profundidad psicológica, por la fuerza de sus símbolos, por las perspectivas teológicas que nos abren. Hagámoslo tema de nuestra meditación-reflexión. En cada uno de nosotros ¿hay un Judas?

 

MENSAJE DE LA PALABRA  Y GESTOS DE JESÚS 

 

1. Profundidad en la psicología de Jesús:

El Maestro está profundamente conmovido por la magnitud de la revelación que va a hacer: un discípulo va a tricionar al Maestro con el que ha compartido su vida, dones, predicación... 

¡Quien mucho ama mucho sufre con la ingratitud del amado!

 

2. Profundidad en la sorpresa de los discípulos :

Los discípulos se sienten débiles, pobres, desagradecidos; pero en la conciencia de casi todos es inimaginable una traición de tal calidad que conlleve la entrega del Maestro. ¡Para eso hace falta no sólo ser débil y pecador sino ser muy pecador y traidor!

 Demos gracias a Dios porque Él ha favorecido a la naturaleza humana con cierta dosis de bondad, y porque a la conciencia limpia le repugna hacer el mal.

 

3. Profundidad en el gesto de caridad:

Jesús unta el pan, lo entrega, y habla al corazón; no quiere la muerte y ruina del pecador sino que se arrepienta y viva.

¡Gracias, Señor, gracias!

 

4ª.Profundidad en la ceguera de Judas (y acaso en la mía).

Al desoír la palabra y despreciar el gesto de Jesús, Satanás tomó posesión del corazón del discípulo, privándole de toda luz.

¡Todo se hizo noche en el alma! ¡Es como perder a Dios!

 

5º Desahogo de Jesús.

Una vez esculpida en el corazón de Judas la traición a su Maestro, y dicho el adiós, resulta sorprendente humanamente, y grandioso en el plano divino,  escuchar de labios de Jesús esta exclamación de entrega que contempla el triunfo final de salvación:

Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él .

Jesús  se lanza a consumar la obra de nuestra redención y de retorno al Padre.


12.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «No me entregues a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia» (Sal 26,12)

Colecta (del misal anterior y, antes, del Gregoriano): «Dios Todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la Pasión del Señor que alcancemos tu perdón».

Comunión: «Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros» (Rom 8,32).

Postcomunión: «Señor, tú que nos has alimentado con el cuerpo y la sangre de tu Hijo, concédenos que este mismo sacramento, que sostiene nuestra vida temporal, nos lleve a participar de la vida eterna».

Isaías 49,1-6: Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. El Siervo de Yahvé expone su propia misión. Ha sido llamado para hablar en nombre de Dios. Su palabra es como espada penetrante que discrimina los corazones. Dios está con él, lo protege, aunque la dureza de su misión le obligue a lamentarse del silencio de Dios. Él es su recompensa... Todo esto es una prefiguración de Cristo y de su obra redentora.

San Andrés de Creta habla de Cristo como luz:

 «La Encarnación de Cristo es como el sol que penetra e ilumina las almas, las cuales ya no permanecen a oscuras por causa de las tempestades de este mundo, que les envanecen y aturden, o por efecto de la abundancia de las riquezas y de las dotes y cualidades que les ofuscan y pervierten. La gloriosa Luz de Cristo es Luz que de verdad ilumina. Cristo es en verdad “Luz de las naciones”, el verdadero Siervo de Dios» (Versos Yámbicos).

–En el Salmo 70 encontramos como una especie de oración de un anciano abandonado, pero que no ha perdido la esperanza en el auxilio de Dios. Es, por eso, la oración de la Iglesia en la hora de la prueba y también de toda alma atribulada que busca en medio de las tinieblas que la rodean la Luz esplendorosa de Cristo:  «A Ti, Señor, me acojo; no quede yo derrotado para siempre; Tú, que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído y sálvame. Sé Tú mi Roca de refugio, el Alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres Tú, Dios mío, Líbrame de la mano perversa. Porque Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud... Mi boca cantará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy canto tus maravillas».

Juan 13,21-33.36-58: Uno de vosotros me ha de entregar... No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces. Jesús anuncia la traición de Judas y la negación de Pedro. Cuando sale el traidor subraya el evangelista que era de noche. Es la hora del poder de las tinieblas. Pero también aquella en la que el Padre glorificará al Hijo, puesto que para Jesús la gloria de la resurrección es inseparable de la muerte en la Cruz... Comenta San Agustín:

 «Uno de vosotros me entregará. Uno de vosotros, en el número, no en el mérito; en apariencia, no en la virtud; por la convivencia corporal, no por el vínculo espiritual; compañero por adhesión del cuerpo, no por la unión del corazón; que, por lo tanto, no es de vosotros, sino que ha de salir de vosotros... No era, pues de ellos, Judas, porque, si de ellos hubiese sido, con ellos hubiera permanecido...

«La flaqueza humana los hacía recelar a unos de otros. Cada cual conocía su propia conciencia, pero desconocía la de su vecino; cada uno estaba tan cierto de sí mismo como incierto de su vecino; cada uno estaba tan cierto de sí mismo, como inciertos estaban los otros de cada uno y cada uno de los otros...

«Era ya de noche. Y también el que salió era noche. El día habló al día, esto es, Cristo a sus discípulos, y la noche anunció a la noche de la sabiduría, esto es, Judas a los infieles judíos para que viniesen a Él y, persiguiéndole, le prendiesen» (Tratado 612 y 62, sobre el Evangelio de San Juan).


13. DOMINICOS 2004

Hagamos presente el derecho y la justicia



La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Isaías 49,1-6
Escuchadme, islas; prestad atención, pueblos lejanos: El Señor me ha llamado desde el vientre de mi madre, desde el seno ha pronunciado mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, con la sombra de su mano me guardó; hizo de mí una flecha aguzada, en su aljaba me escondió. Y me dijo: Tú eres mi siervo, Israel, en quien me glorificaré. Yo decía: En vano me he afanado, para nada he gastado mis fuerzas. Pero mi derecho está en las manos del Señor, mi recompensa en mi Dios.

Y ahora ha hablado el Señor, que desde el seno me formó para ser siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él y reunir con él a Israel -pues glorioso era yo a los ojos del Señor y mi Dios era mi fortaleza-; y dice: Poca cosa es que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de nuevo a los supervivientes de Israel. Yo te he puesto como luz de las gentes, para que llegue mi salvación hasta los extremos de la tierra.

Evangelio: Juan 13,21-33
Al decir esto, se sintió profundamente conmovido y dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me entregará».

Los discípulos se miraban unos a otros, pues no sabían de quién hablaba. Uno de los discípulos, el preferido de Jesús, estaba junto a Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería. Entonces él, recostándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?».

Y Jesús respondió: «Aquel a quien yo dé un trozo de pan mojado».

Mojó el pan y se lo dio a Judas, el de Simón Iscariote. Y tras el bocado entró en él Satanás. Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales supo por qué le dijo esto. Algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía que comprase todo lo que se necesitaba para la fiesta, o que diese algo a los pobres. Judas tomó el bocado y salió en seguida. Era de noche. Tan pronto como Judas salió, Jesús dijo: «Ahora ha sido glorificado el hijo del hombre y Dios en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios lo glorificará a él y lo glorificará en seguida».

«Hijos míos, voy a estar ya muy poco con vosotros. Me buscaréis, pero os digo lo mismo que dije a los judíos: Adonde yo voy no podéis ir vosotros.»

Simón Pedro le preguntó: «Señor, ¿a dónde vas?».

Jesús respondió: «Adonde yo voy, no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde».

Pedro dijo: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti».

Jesús le contestó: «¿Que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que tú me niegues tres veces.



Reflexión para este día.
El profeta Isaías insiste en las características del “del Siervo de Yahvé, del Ungido del Señor”. Hoy destaca vocación del Ungido: “Ser luz y salvación para todas las naciones”.

“El Señor me llamó en las entrañas maternas. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”.
Esta es la luz esplendorosa que ilumina nuestra celebración de la Pasión del Señor: “Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros”. Jesús asumió la voluntad del Padre y se constituyó en “artífice de la salvación” de la humanidad entera. Supo responder al Padre hasta el último suspiro. Así, nos respondía a nosotros, mendigos de perdón y salvación.

En el Evangelio de hoy, Jesús predice a los Apóstoles lo que en breve le va a suceder: Su arresto, la traición de Judas y la negación de Pedro. Se lo anuncia en un ambiente de despedida y rebosante de emoción.

“Jesús, profundamente conmovido dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Pedro, te aseguro que me negarás tres veces”.
Jesús les había dicho que ellos “serían sus testigos y luz del mundo”. Ahora tiene que experimentar la conmoción y el desgarro de la cobardía y traición de sus íntimos. El Señor vive la dolorosa experiencia de la traición y el abandono de los suyos. Les había mirado y elegido con amor desde “el seno materno”, y han tenido miedo de vivir el compromiso de esa llamada de Jesús.

Los cristianos de la actualidad somos los llamados, los convocados por el Señor. Con nuestro sí, libre y responsable, hemos decidido creer y seguir a Jesucristo. Pero debe certificarlo nuestra conducta real. Me permito hacer unas preguntas:

¿Tenemos miedo, cobardía de pensar, sentir y manifestarnos como cristianos auténticos?.

¿Somos fieles a nuestro seguimiento de Jesús, guiándonos por la verdad de su Evangelio?.

¿Nos relacionamos con los demás, nos acercamos a los más pobres con los mismos sentimientos de Jesús?.


14.

Comentario: Rev. D. Lluís Roqué i Roqué (Manresa-Barcelona, España)

«Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él»

Hoy contemplamos a Jesús en la oscuridad de los días de la pasión, oscuridad que concluirá cuando exclame: «Todo se ha cumplido» (Jn 19,30); a partir de ese momento se encenderá la luz de Pascua. En la noche luminosa de Pascua —en contraposición con la noche oscura de la víspera de su muerte— se harán realidad las palabras de Jesús: «Ahora el Hijo del hombre es glorificado, y Dios es glorificado en Él» (Jn 13,31). Puede decirse que cada paso de Jesús es un paso de muerte a Vida y tiene un carácter pascual, manifestado en una actitud de obediencia total al Padre: «Aquí estoy para hacer tu voluntad» (Heb 10,9), actitud que queda corroborada con palabras, gestos y obras que abren el camino de su glorificación como Hijo de Dios.

Contemplamos también la figura de Judas, el apóstol traidor. Judas mira de disimular la mala intención que guarda en su corazón; asimismo, procura encubrir con hipocresía la avaricia que le domina y le ciega, a pesar de tener tan cerca al que es la Luz del mundo. Pese a estar rodeado de Luz y de desprendimiento ejemplar, para Judas «era de noche» (Jn 13,30): treinta monedas de plata, “el excremento del diablo” —como califica Papini al dinero— lo deslumbraron y amordazaron. Preso de avaricia, Judas traicionó y vendió a Jesús, el más preciado de los hombres, el único que puede enriquecernos. Pero Judas experimentó también la desesperación, ya que el dinero no lo es todo y puede llegar a esclavizar.

Finalmente, consideramos a Pedro atenta y devotamente. Todo en él es buena voluntad, amor, generosidad, naturalidad, nobleza... Es el contrapunto de Judas. Es cierto que negó a Jesús, pero no lo hizo por mala intención, sino por cobardía y debilidad humana. «Lo negó por tercera vez, y mirándolo Jesucristo, inmediatamente lloró, y lloró amargamente» (San Ambrosio). Pedro se arrepintió sinceramente y manifestó su dolor lleno de amor. Por eso, Jesús lo reafirmó en la vocación y en la misión que le había preparado.


15. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
 

1ª Lectura
Is 49,1-6
1 Escuchadme, islas; prestad atención, pueblos lejanos: El Señor me ha llamado desde el vientre de mi madre, desde el seno ha pronunciado mi nombre. 2 Hizo de mi boca una espada afilada, con la sombra de su mano me guardó; hizo de mí una flecha aguzada, en su aljaba me escondió. 3 Y me dijo: Tú eres mi siervo, Israel, en quien me glorificaré. 4 Yo decía: En vano me he afanado, para nada he gastado mis fuerzas. Pero mi derecho está en las manos del Señor, mi recompensa en mi Dios. 5 Y ahora ha hablado el Señor, que desde el seno me formó para ser siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él y reunir con él a Israel -pues glorioso era yo a los ojos del Señor y mi Dios era mi fortaleza-; 6 y dice: Poca cosa es que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de nuevo a los supervivientes de Israel. Yo te he puesto como luz de las gentes, para que llegue mi salvación hasta los extremos de la tierra.

Salmo Responsorial
Sal 71,1-2
1 A ti, Señor, me acojo: que jamás quede yo defraudado; 2 libérame, sálvame, pues tú eres justo; atiéndeme, ven corriendo a liberarme;

Sal 71,3-4
3 sé tú mi roca de refugio, la fortaleza de mi salvación; sí, tú eres mi roca y mi fortaleza. 4 Dios mío, líbrame de la mano del malvado, de las garras del criminal y del violento;

Sal 71,5-6
5 pues tú eres mi esperanza, Señor, mi confianza desde mi juventud, oh Dios. 6 Desde el seno materno me he apoyado en ti, tú eres mi protector desde el vientre de mi madre; en ti he esperado siempre.

Sal 71,15
15 me paso todo el día publicando tus actos de liberación y de justicia, aunque para mí son incalculables.

Sal 71,17
17 Oh Dios, desde mi juventud me has instruido, he anunciado hasta aquí tus maravillas;

Evangelio
Jn 13,21-33
21 Al decir esto, se sintió profundamente conmovido y dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me entregará». 22 Los discípulos se miraban unos a otros, pues no sabían de quién hablaba. 23 Uno de los discípulos, el preferido de Jesús, estaba junto a Jesús. 24 Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería. 25 Entonces él, recostándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». 26 Y Jesús respondió: «Aquel a quien yo dé un trozo de pan mojado». Mojó el pan y se lo dio a Judas, el de Simón Iscariote. 27 Y tras el bocado entró en él Satanás. 28 Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales supo por qué le dijo esto. 29 Algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía que comprase todo lo que se necesitaba para la fiesta, o que diese algo a los pobres. 30 Judas tomó el bocado y salió en seguida. Era de noche. 31 Tan pronto como Judas salió, Jesús dijo: «Ahora ha sido glorificado el hijo del hombre y Dios en él. 32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios lo glorificará a él y lo glorificará en seguida».

LAS DESPEDIDAS
33 «Hijos míos, voy a estar ya muy poco con vosotros. Me buscaréis, pero os digo lo mismo que dije a los judíos: Adonde yo voy no podéis ir vosotros.

Jn 13,36-38
36 Simón Pedro le preguntó: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús respondió: «Adonde yo voy, no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». 37 Pedro dijo: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». 38 Jesús le contestó: «¿Que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que tú me niegues tres veces.

* * *

Is 49, 1-6: Yahveh desde el seno materno me llamó, desde las entrañas recordó mi nombre

El cántico empieza con la vocación, la llamada y la misión. ¿A quién se dirige? Es difícil identificar al siervo. Podría ser Ciro, podría ser Israel. Pero sea quien fuera, el texto se enmarca dentro de la tradición de la vocación profética. La llamada comienza en las raíces de su existencia.

La vocación es para la palabra, palabra que es como espa­da afilada; si por un tiempo el siervo estuvo escondido es preciso que hable. Si fracasó en su primer intento al querer convertir a Israel y mantenerlo unido a Yahvé, también otros profetas fracasaron en su intento. Por lo tanto, la misión sigue en pie y se ensancha. Israel es un pueblo grande que tiene su papel en la his­toria universal. Lo que Dios va a realizar en favor de Israel será un acontecimiento internacional, visible para todas las na­ciones. Israel es "luz de las naciones" y la liberación del pueblo deportado y su fidelidad al Señor serán el testimonio del Dios de Israel, y un llamamiento a los demás pueblos para que se unan a él y se dejen salvar con él.

El Nuevo Testamento recoge el versículo 6 para evocar la misión de los apóstoles (Hch 13,47). También Lucas habla de Jesús en 2,32 evocando las palabras de este poema.


Salmo: 70, 1-6.15.17: Señor tu eres mi roca y mi salvación

Este salmo pertenece al género literario de los salmos de lamentación individual. El salmista está en un gran problema y acude al Señor con la confianza que le dio el haberse apoyado en el Señor desde antes de nacer. Ahora anciano también confía en que el Señor no lo rechazará y lo librará de los enemigos que atentan contra su vida y se burlan de él. Ciertamente el anciano ha perdido algunas facultades pero esto no significa que el Señor lo haya abandonado. Antes bien, sus canas son garantía de la experiencia y prueba de sabiduría. El seguirá alabando al Señor y pregonando sus obras para que las generaciones lo reconozcan por siempre.


Jn 13, 21-33.36-38: Antes de que el gallo cante me habrás negado tres veces

De manera diferente a los sinópticos, Juan narra la reunión de Jesús con sus discípulos para compartir una cena (no hay institución de la Eucaristía pero sí el sermón del pan de vida cap 6). Allí les anuncia la traición de uno de sus discípulos y lo identifica porque Jesús le entregará el trozo de pan que ha mojado previamente. (En los sinópticos, Judas moja el pan).

Judas toma el trozo y en aquél momento, dice el texto, entró en él Satanás. Por eso Jesús le pide que lo que vaya a hacer lo haga pronto. Judas sale sin aprovechar la última oportunidad que el Señor le da para adherirse a él, y obstinado sale a consumar su traición. Jesús interpreta lo sucedido.

Pero no solo Judas traiciona a Jesús. Pedro, según las palabras de Jesús no es capaz de seguirlo a donde él se va a marchar. Pedro insiste y ofrece su vida por Jesús, a lo que Jesús le replica: antes de que el gallo cante me habrás negado tres veces.

Pedro no ha entendido que no se deja amar, ni tampoco deja amar: quiere que Jesús no muestre el amor por el ser humano. Tampoco comprende el sentido de la muerte de Jesús, muy diferente a su propia muerte que manifestaría su amor a Jesús pero no el amor de Dios al hombre. Seguir a Jesús no consiste en dar la vida por él sino en darla con él, Jesús que muere por todos los hombres.

El carácter de Pedro es explosivo. Recordemos su actitud cuando el Señor va a lavarle los pies. Para Pedro Jesús es el líder de la pequeña comunidad, es el Mesías y su muerte no debe ser como la de los demás hombres y por eso quiere evitarla. No ha caído en la cuenta de que Jesús es el Camino y el Camino hacia Dios es el camino hacia el hombre.

A Pedro se le ha derrumbado la idea que él tenía de Jesús-Mesías y por eso acaba negándolo. Por muy arrogante que parezca es débil. La negación de Pedro no es una derrota, ni el triunfo de los enemigos de Jesús, porque nadie podrá arrebatar de su mano lo que el Padre le ha entregado (10,28ss).

Quien se identifica con Jesús se identifica con al amor, pero no un amor de solo manifestaciones externas que se agotan, sino un amor como principio e identidad de vida, un amor que no se agota y que significa entrega, comprensión (Cfr. 1 Cor 13).


16.

Reflexión

Podemos imaginar la situación en la mesa: Uno de ustedes me va a traicionar, dice Jesús… pero ¿quién? Seguramente que todos nosotros de haber estado en la mesa hubiéramos dicho a nosotros mismos ¿Será posible que yo sea el que va traicionar al Maestro? Y la verdad es que la respuesta es “SI”. Cada vez que, a pesar de que sabemos que lo que vamos a hacer es contra la fe, contra nuestro prójimo, contra Dios mismo, y lo realizamos, estamos actuando de la misma manera que judas: Estamos traicionando la confianza de Jesús. El nos llama amigos, nos ha llamado para seguirlo y para ser un instrumento de su amor y de su gracia, y en lugar de ello preferimos nuestros propios caminos nuestros propios métodos y metas. El mismo Pedro, que amaba con todo su corazón a Jesús, que decía estar dispuesto a morir por él, lo traicionará no una, sino tres veces. Y es que no tenemos fuerza para ser fieles, aun esta fuerza viene de Dios. El amor al Maestro y el poder del Espíritu que mora en nosotros, son los únicos elementos que nos hacen ser verdaderamente fieles. Busquemos en estos días, crecer más en el amor, para que el Espíritu se fortalezca y podamos experimentar una Pascua maravillosa.

Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


17.Anuncio de la traición

Fuente: Catholic.net
Autor: José Cisneros
 
Reflexión

El evangelio nos dice que Jesús se conmovió profundamente y declaró: “Uno de vosotros me traicionará”. La traición de Judas causó un gran dolor en el corazón de Jesús. Mientras más crecía el odio de Judas más aumentaban los gestos de amor de parte del Maestro. Al final Judas dejó crecer demasiado el mal que había en él.

Jesús no permanece indiferente ante nuestros pecados. Se conmueve por la ingratitud de los suyos. Así también podemos entender el gozo profundo que Él siente cuando hacemos un esfuerzo de arrepentimiento para retornar a su amor. A la luz de esto entendemos mejor el significado de sus palabras cuando dice: “Hay más gozo delante de los ángeles de Dios por un sólo pecador que se arrepiente ...” (Lc 15, 7).

En el evangelio de hoy encontramos por primera vez la expresión “el discípulo que Jesús amaba”, es decir, el nombre con el que Juan se refiere a sí mismo en su evangelio. Reclinar la cabeza sobre el pecho de Jesús es un signo del conocimiento íntimo y profundo que Él tenía del Maestro. Juan vive cerca del corazón de Jesús. Este debe ser también nuestro hogar. Veamos toda la realidad, las personas, los acontecimientos, no con ojos humanos, sino con los ojos de Dios.


18. CLARETIANOS 2004

Queridas amigos y amigas:

Aunque no se puede generalizar, parece que –en general- es más fácil superar las consecuencias de un terremoto que las de un atentado. Cuando hay por medio un factor “humano”, la realidad -aunque más “entendible”- aparece como más “increíble”: “¿Cómo han podido?”...

La “catástrofe” que se le viene encima a Jesús no tiene nada de natural, sino que está llena de factores “humanos”. Uno de ellos es Judas. Uno de los doce, uno de sus elegidos, uno de los que buscó para continuar su tarea, con el que caminó sus caminos, con el que compartió su pan. Judas: tan cerca... y tan lejos. “¿Cómo ha podido?”...

A nuestra medida, todos llevamos un Judas dentro. Aquél que, suponiendo que está cerca, en realidad, está lejos... o muy lejos de Jesús y de su Evangelio. El que, básicamente, traiciona su amistad, su confianza, su misión. El que se vende al mejor postor. El de las palabras bonitas, pero cuya vida va por otro lado. El que se justifica por pertenecer a un grupo (Iglesia, Parroquia, Congregación, Movimiento, Grupo...) pero en el fondo no vive el amor. El de los argumentos complejos que no hacen sino esconder su egoísmo. El que se lo permite casi todo, pero no pasa la mínima a los demás. El que vive más en la letra que en el Espíritu... Tan cerca y tan lejos. Judas representa esa parte de nosotros que aún necesita convertirse. “Era de noche” dice el Evangelio. Y lo sigue siendo cuando vivimos ahí, porque estamos hechos para cosas mayores.

Siempre es tiempo para ir abandonando lo que haya en ti de Judas. Lo primero es darse cuenta. Al que se le da reconocerlo, ya ha recorrido gran parte del camino. Lo segundo es pedir otro “papel”. Esta Semana se reparten muchos. Quizá estaría bien empezar a “representar” alguno aparentemente discreto: el de la mujer que ayer ungió los pies a Jesús; el de Simón de Cirene, que ayuda en el camino; el de Verónica, que limpia el rostro; el del ladrón arrepentido... Si te atreves con algo más fuerte, ahí están Juan, el amigo cercano de Jesús; Pedro, el que sabe llorar su negación; María, al pie de la cruz; Magdalena, testigo de la Vida...

Busca tu papel. El que más te encaje en cada momento. Aquél desde el que servir más y mejor. Y empieza a practicar. Contando con los errores, celebrando los éxitos, coordinándote con los demás... Hasta que te salga bonito. Hasta que te salga de dentro. Hasta que lo hagas tuyo. Único e irrepetible. Con la mirada puesta en el Maestro...

Vivir es un arte. Feliz misión.
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)


19. HOMILÍA PARA EL MARTES 06 DE ABRIL  MARTES SANTO (San Celso)

LECTURAS: IS 49, 1-6; SAL 70; JN 13, 21-33. 36-38

Is. 49, 1-6. Dios nos llamó a la vida pronunciando nuestro propio nombre. Pero no nos creó sólo para que estemos en el mundo de un modo inútil. Él quiere que seamos testigos suyos ante todos los pueblos. Aquella salvación que parece se había centrado sólo en un pueblo, elegido por Dios como suyo, debe abrirse a todas las naciones. Todos estamos llamados a la santidad; y todos también estamos llamados a convertirnos en luz de las naciones para que la salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra. La Iglesia no sólo se evangeliza a sí misma; no sólo se preocupa de que sus miembros conozcan cada día de un modo más perfecto al Señor y crezcan en santidad y justicia; sino que debe convertirse también en evangelizadora, de tal forma que su experiencia personal de Cristo llegue a todos los pueblos; entonces el Señor de la Iglesia será el Señor de la humanidad entera.

Sal. 70. Que Dios esté siempre junto a nosotros, no sólo como poderoso defensor, sino como nuestro Padre, pues Él es quien nos llamó a la vida. Desde el seno de nuestra madre nuestra vida se va desarrollando conforme a sus designios de amor y de salvación. Por eso, en los momentos de angustia no nos olvidemos del Señor, y sabiendo que Él nos ama, acudamos a Él para confiar en Él toda nuestra vida. El Señor, clavado en la cruz, nos da muestra de esta esperanza y confianza que siempre hemos de depositar en Dios nuestro Padre, cuando con sencillez le dice: En tus manos encomiendo mi espíritu. Puestos en manos de Dios, Él velará por los suyos para siempre.

Jn. 13, 21-33. 36-38. Está llegando la hora en que el Hijo del Hombre debe ser glorificado ante Dios, su Padre. No basta haber estado con Jesús para llamarse discípulo y amigo suyo. Es necesario vivir en la fidelidad a Él. Hasta los más íntimos pueden convertirse en traidores, cuando no han sabido vivir y caminar en el amor verdadero a Jesucristo. El Señor nos quiere libres de toda maldad; puros y santos como Él es Santo. Pero si nosotros nos convertimos en egoístas, que sólo buscan sus propios intereses, estamos abriendo las puertas de nuestra vida al maligno, y en lugar de hacer el bien haremos el mal a los demás y nos convertiremos para ellos en ocasión de escándalo y de alejamiento del Señor. Vayamos tras las huellas de Cristo. El Señor nos invita a llegar, incluso, al testimonio supremo de nuestra fe. Ojalá y estemos maduros para ello.

Estamos celebrando el Memorial de la entrega de Jesús por nosotros. A Él nadie le quita la vida; Él la entrega porque quiere. Y lo quiere no por una especie de masoquismo, sino porque acepta amarnos hasta sus últimas consecuencias. Él volverá a la casa del Padre, llevando consigo a la humanidad entera convertida en una Comunidad de hijos de Dios. La Eucaristía nos reúne, ya desde ahora, en torno a Dios, nuestro Padre, gracias a que Jesús, para el perdón de nuestros pecados, murió clavado en una cruz, y, mediante su sangre derramada, selló entre Dios y nosotros una Alianza nueva y eterna, uniéndonos de un modo más íntimo de como se unen el esposo y la esposa, pues el Matrimonio no es sino apenas un reflejo de lo que es la unión entre Cristo y su Iglesia. Por eso la participación en la Eucaristía va más allá de ser un simple acto de culto a Dios, pues es la forma en que volvemos a la intimidad con el Señor, con el cual queremos permanecer para siempre, convertidos, en hijos en el Hijo.

¿Derrotados? ¿Vencidos? Pareciera que a veces la vida se nos convierte en una ingratitud. Nos preocupamos de los demás; ponemos el mejor de nuestros esfuerzos en la evangelización pero pronto nos quedamos sólos. Tal vez unos pocos que medio parecen comulgar con nuestro seguimiento del Señor sigan a nuestro lado luchando por el bien de todos. En medio de lo que muchos podrían considerar un fracaso, recordemos aquello que san Pablo nos indica: Yo sembré, Apolo regó, pero Dios es el que da el crecimiento. Tal vez podríamos haber programado muchas actividades pastorales; tal vez podríamos haber preparado lo mejor posible nuestras celebraciones litúrgicas; tal vez podríamos haber hecho demasiada propaganda para que se acudiera a algunas actividades organizadas por los grupos apostólicos; y al final nos topamos con una indiferencia tal vez generalizada. Jesús, al final, es traicionado por dos de sus más íntimos amigos, y al pie de la cruz sólo habrá un contado número de fieles seguidores suyos. La mayoría habría cambiado como las hojas agitadas por cualquier viento. Pero saber amar hasta dar la vida por los que uno ama es lo único que abrirá canales para que la vida de Dios sea recibida por más y más personas en el mundo. La Iglesia no puede buscar deslumbrar a quienes la escuchan para dejarlos ciegos y paralizados, sino alumbrar el camino de los hombres para que se comprometan en el bien y caminen como hijos de Dios. Vivamos tras las huellas de Cristo con gran amor.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de amarlo con un corazón humilde, elevando a Él nuestra alabanza; pero que nos conceda amarlo también en los pobres, en los que viven desprotegidos. Sólo entonces la riqueza de Dios no la guardaremos en una bolsa para buscar nuestros propios intereses, sino que sabremos que los dones que Dios nos concede son para que los administremos en favor de los demás. Así viviremos realmente siguiendo a Cristo, ya desde ahora, sin negar que somos hijos de Dios, pues nuestras obras darán a conocer que Dios está en nosotros y nosotros en Dios. Amén.


20. ARCHIMADRID 2004

COMO UNA MADRE… MÁS QUE UNA MADRE

Adentrados en el tiempo sagrado de la Semana Santa, uno tiene la impresión de que la consideración de los misterios de Dios necesitan un ritmo bien distinto a lo que estamos acostumbrados: “Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre”. Ni volvemos atrás, ni miramos al futuro… Dios nos observa desde un eterno presente, y quiere que nos incorporemos a esa consideración divina de su presencia en la creación. Por eso, la Semana Santa es un tiempo privilegiado para ello. El anonadamiento de Dios hace “saltarse” las reglas de lo medible, para transformar cada una de las pasiones de los hombres (sus sufrimientos, lamentos, dolores…) en su propia Pasión. Y no lo hace de manera anónima o abstracta, sino que reconoce el nombre y apellidos de cada uno de los que hizo a su imagen y semejanza. De hecho, la figura de las “entrañas maternas”, se escapa a cualquier idealización o antropomorfismo que podamos tener de Dios… Él, va más allá. Mientras que los seres humanos nos dejamos llevar, al fin y al cabo, por tantos afectos que nos atan a las cosas y a las personas, el amor de Dios deslumbra y atraviesa esos afectos para ir al núcleo del alma: su entrega, sin condiciones ni restricciones.
Una madre es capaz de estar en el lecho del dolor de un hijo enfermo y que sufre. Dios, en cambio, “se hace” dolor. Una madre es capaz de dar la vida por el hijo condenado. Dios, en cambio, “se hace” condenar, a la vez que entrega su vida. ¿No es esto llevar la libertad hasta las últimas consecuencias? Muchos, durante estos días, mirarán a otro lado al ver a ese Cristo flagelado y vilipendiado; pero ésos ignorantes, olvidan que también Dios, no sólo los ama a ellos también, sino que “se hace” sufrimiento en esos corazones amargados; porque, quizás, ni amaron, ni fueron tratados con ternura.
“Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”. ¡Sí!, ése somos tú y yo. Y no se trata de una mera metáfora. Más allá de cualquier sentimiento de culpabilidad, se encuentra la realidad del pecado. Podemos pensar que nuestra vida está, si acaso, impregnada de “pecadillos”… ¡vamos!, “lo que todo el mundo”. Pero hay un pecado que cuesta realmente reconocer, y que sumergido en lo hondo de nuestra soberbia, nos impide ver las cosas tal y como son en realidad. Ese pecado no es otro, sino pensar que a Dios poco le debemos, y que son nuestros méritos los que nos salvan. Sin embargo, la maternidad de Dios conoce nuestra debilidad y nuestra arrogancia… ¿Por qué, si no, sólo María permaneció junto a la Cruz de su Hijo? Ella es la llena de gracia y, por tanto, atravesada por la infinitud del amor de Dios, supo permanecer junto al Amor.
“Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde”. La arrogancia de Pedro le llevó negar al Señor en tres ocasiones. La nuestra, quizás se multiplique por mil. Pero, ahora, lo importante es respetar el “tiempo” de Dios, y lo que sólo puede realizar Él. Él que no sólo es digno de admiración, sino de contemplación y adoración. Ya vendrá la cruz que a cada uno nos corresponde; esas cruces que nos acompañan cotidianamente, y que despreciamos, en tantas ocasiones, porque creemos no ser merecedores de ellas (el insulto recibido, las prisas que nos agobian, el mirar a otra parte cuando nos piden ayuda…).
¡Sí!, llega la “hora” de Dios… dejémonos, por tanto, empapar de su eterna ternura y, como una madre… más que una madre, hundamos nuestro rostro en las llagas del amor, infinitamente misericordioso, de Cristo crucificado.