SÁBADO DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 28, 16-20. 30-31 

2ª: Jn 21, 20-25 


1.

-Cuando entramos en Roma, se le permitió a Pablo vivir en una casa particular con un soldado que le custodiara... Permaneció dos años enteros... en una casa que había alquilado.

Mientras espera su juicio y su muerte.

Ha llegado, pues, a esa ciudad de Roma. Capital.

En sólo dos años la huella de Pablo quedará en Roma, lo mismo que la de Pedro que morirá allá también.

Pablo se encuentra ahora en el centro. El centro de un inmenso Imperio pagano.

Hoy todavía son dignos de contemplar la suntuosidad de las ruinas de los Foros y de los numerosos Templos. En esa civilización brillante y decadente a la vez y que aparece a la luz del día, segura de su fuerza... Pablo humildemente, obstinadamente, desde su casita particular desconocida, propaga el evangelio en el corazón de algunos hombres y mujeres, una «levadura que levantará toda la pasta».

A menudo suelo pensar, Señor, que HOY todavía tu evangelio se encuentra frente a un mundo impermeable; masivamente alejado de las perspectivas de la fe. Concédenos, Señor, confiar en el progreso de tu evangelio, sin acciones ruidosas, por el apostolado humilde, por la oración perseverante de los cristianos que te han encontrado. San Pablo, tan sólo con algunas decenas de cristianos, en la Roma inmensa... ¡rogad por nosotros!

-Tres días después de nuestra llegada, convocó a los principales Judíos... «Hermanos, no he hecho nada contra «nuestro» pueblo... pues precisamente por la esperanza de Israel, llevo yo esas cadenas.»

Sin pérdida de tiempo, emprende la evangelización de Roma. Tres días después de su llegada convoca a cuantos puede. Y como de costumbre empieza por los de «su» pueblo, y se apoya en la escritura para poner de manifiesto que la fe en Jesús es la prolongación de toda la tradición de Israel. "Innovador" y a la vez «tradicionalista»...

Tiene toda la novedad del evangelio, infusa en toda la fidelidad a la tradición recibida de las generaciones precedentes. El Antiguo Testamento era portador de una "esperanza", que Jesús ha realizado.

El Antiguo Testamento era una preparación: Conservado violentamente como norma intangible, pasó a ser caduco... leído y releído en la perspectiva de la novedad de Jesucristo, conserva todo su valor.

-Recibía a todos los que iban a verle, proclamando el Reino de Dios y enseñaba con toda valentía lo referente al Señor Jesús.

Ayúdanos, Señor, a que sepamos aprovechar toda ocasión para proclamar la «buena nueva». Y en primer lugar ayúdanos a conocer mejor ese «reino» de Dios, a conocer mejor «todo lo concerniente a Jesús».

Ante todo, Señor, que yo te deje «reinar» en mí, que tu voluntad se haga en mi propia vida a fin de que pueda hablar válidamente de ti a todos aquellos que de algún modo se acerquen a mí, como lo hacía Pablo en su casa de Roma. Fue durante esos dos años de su presencia en Roma cuando Pablo escribió sus Epístolas a los Colosenses, a los Efesios y el breve escrito a Filemón.

Los Hechos de los Apóstoles terminan aquí. La historia final de Pablo acaba en algo vago, en la noche. Posiblemente al cabo de dos años sería liberado... emprendería un nuevo viaje misionero... Encarcelado otra vez, morirá en Roma, bajo la persecución de Nerón, hacia el año 67.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 256 s.


2.

Nos encontramos delante del pasaje final del libro de los Hechos. En él se nos informa, sucesivamente de la llegada de Pablo a Roma acompañado desde el Foro de Apio y Tres Tabernas por los hermanos de la ciudad, que habían salido a su encuentro; de la situación de arresto domiciliario en que queda (vv 15-16), y del encuentro, alocución y reto final a los judíos (17-29). De pronto, el libro se cierra bruscamente indicando que, a pesar de todo, durante dos años siguió predicando Pablo el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesús con toda libertad y sin estorbos.

Esta llegada a Roma del Apóstol de los gentiles por antonomasia reviste un significado teológico extraordinario, porque con ella se terminaba de alguna manera el encargo que el Resucitado había dado a los apóstoles (1,8). Es muy comprensible, pues, y bueno será manifestarlo, que en este pasaje final de los Hechos resuenen con una intensidad especial las líneas de fuerza de la teología redaccional que informa toda la obra lucana.

Aunque Pablo dirige su última defensa y discurso misionero a los judíos de Roma y enfáticamente les lanza un desafío decisivo, los verdaderos destinatarios son los judíos en general y el pueblo de Israel. El principio básico que orienta esta apología cristiana frente a los judíos ya queda dibujado paradigmáticamente en las palabras de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14-30). Es un principio que puede advertirse en numerosos relatos de la obra lucana y que aparece de nuevo aquí por última vez. Si bien Israel era en el plan de Dios, y en la actuación de los apóstoles, el destinatario privilegiado del evangelio, debido a su continuado rechazo, la historia de salvación empezaría a tener su centro de gravedad entre los gentiles. Se recurre a un texto famoso de Is 6,9-10 ya citado en otros lugares del NT con idéntica finalidad (Mt 13,l4-15; Jn 12,40), con el fin de ilustrar este destino paradójico.

Este motivo teológico vibra por doquier en lo que llamaríamos técnica o propósito redaccionales de Lucas, y en este pasaje alcanza su cima. Todo el Evangelio de Lucas manifiesta una verdadera gravitación progresiva hacia Jerusalén y su templo, centro de la presencia y heredero de las promesas de la alianza; pero, tras el rechazo de Jesús y de su privilegiada oferta de salvación, el libro de los Hechos, si bien reitera el anuncio de la buena nueva a partir de Jerusalén y recuerda constantemente a los judíos su primacía, revela que la salvación se va alejando de Jerusalén en círculos concéntricos. El verdadero templo y la verdadera Jerusalén. el lugar de la presencia divina y de la salvación serán ahora Jesús y su Iglesia. Los gentiles han tomado el relevo de los judíos y Roma de Jerusalén. Lucas ya dijo todo lo que tenía que decir. Por eso su obra se cierra de una manera aparentemente abrupta.

F. CASAL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas  de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 228 s.


3.

-Entonces, Simón Pedro, viendo a Juan, el discípulo que Jesús amaba, dijo a Jesús: "Señor, ¿y éste que?" Jesús le contestó: Si yo quiero que este permanezca hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme".

Jesús acaba de anunciar a Pedro el "género de muerte" que va a tener: una muerte violenta, forzada, un martirio, una coerción. Pedro que sabe cómo murió Jesús, hace cincuenta días, podría tenerse por dichoso de "dar gloria a Dios" por una muerte parecida a la de Jesús. Pero, y es muy natural, tiene miedo. Y en su turbación hace una pregunta: "Y Juan, ¿morirá mártir?" Dame, Señor, la gracia de vivir mi destino personal, el que Tú has escogido para mí, sin compararme con los demás.

-Se divulgó entre los hermanos la voz de que aquel discípulo no moriría.

Sí, los primeros cristianos estaban, como nosotros y como todos los hombres, sujetos al error. Se equivocaron a veces.

Lo que es precisamente sorprendente es que unos hombres frágiles, parecidos a la media de la humanidad, hubieran podido fundar una obra que perdura aún. Hay aquí una fuerza más que humana. En medio de sus errores han estado protegidos en lo esencial: podemos confiar en la Iglesia... ella tiene la verdad esencial y puede trasmitirla a veces a través de expresiones aproximativas.

Y nosotros mismos, en el día de hoy, estamos "rodeados de flaqueza" (Hb 5, 2). Algunas de nuestras opiniones pueden falsearse por interpretaciones demasiado humanas. Resulta verdad ahora igual que entonces, que la Verdad de Dios pasa poco a poco a través de la Iglesia.

-Pero, no dijo Jesús a Pedro que no moriría sino...

Es volviendo a meditar constantemente el evangelio, es decir, las palabras de Jesús, como la Iglesia verifica su Fe... en la humildad, en la docilidad a esta Palabra. Este relato ha sido probablemente compuesto después de la muerte de Pedro en Roma.

¿Quién debía sucederle? Algunos pensaban que Juan, único superviviente de los doce, debía ser el sucesor.

Sabemos, históricamente, que la Iglesia de aquel tiempo hizo otra elección: un humilde sucesor de Pedro en Roma, tomó de hecho la sucesión... ¡incluso en vida de otro apóstol, Juan! En lugar de un Apóstol "inmortal", designado para siempre y que regiría la Iglesia hasta el fin de los tiempos -utopía sostenida por los partidarios de Juan, apoyándose en una Palabra mal comprendida de Jesús-, la Iglesia, seguidora de Jesús prefirió la permanencia del Espíritu en una sucesión de distintos hombres... asegurando así a la Iglesia una mayor facultad de adaptación.

Mañana celebramos la Pascua de Pentecostés.

Te ruego, Señor, por esta Iglesia, tan humana y tan divina, testigo de tu Verdad, en medio incluso de sus balbuceos y de sus búsquedas de todos los tiempos.

La muerte de Pedro, hacia los anos 64-67 en los jardines de Nerón debió de plantear a la Iglesia primitiva una engorrosa cuestión: su "primado" tan evidente en todos los relatos del evangelio, era una prerrogativa personal que se acababa con él... o debía pasar a sus sucesores... y ¿a quién elegir como sucesor.. .? Esta cuestión es central en el Ecumenismo.

Mañana, es ¡Pentecostés! La Iglesia es incomprensible sin el Espíritu. Hoy todavía, así creo yo, este mismo Espíritu anima las decisiones aparentemente más humanas de tu Iglesia. Mi Fe es una inmensa confianza en tu obra: tú estás siempre presente, tú trabajas siempre en el corazón del mundo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 260 s.


4.

1. Hechos 28,16-20. 30-31

a) El último pasaje de los Hechos que leemos resume los dos años que Pablo estuvo en Roma en su primer cautiverio. Nos saltamos, por tanto, lo que se cuenta de su viaje por mar, lleno de peripecias, y su estancia en Malta.

En Roma estaba alojado en una casa, con un arresto domiciliario vigilado. Pero nadie le impedía hacer lo que él siempre había querido hacer: evangelizar, anunciar a Cristo Jesús. Y ahora precisamente en el centro del imperio y del mundo: Roma.

Llamó ante todo a los principales de los judíos, ante los que se justificó y les dio su versión del proceso que había tenido lugar en Jerusalén contra él. Pero también predicó a otros muchos, «enseñando la vida del Señor Jesucristo con toda libertad».

No fue en este cautiverio en Roma cuando dio testimonio con su muerte. Al ser liberado, visitó otras comunidades y seguramente viajó a España, como ya había anunciado que iba a hacer. En una segunda detención en Roma es cuando su confesión de Cristo terminó en el martirio, hacia el año 67.

b) Con arresto domiciliario o no, a Pablo nada le impide predicar a Cristo. Ahora da testimonio de Jesús en Roma, como ya le había anunciado el Señor en una visión. Y como había encargado a los discípulos el día de la Ascensión: que dieran testimonio de él empezando en Jerusalén y llegando hasta los confines de la tierra.

Es incansable este apóstol. La fe inquebrantable que tiene en Jesús le mueve en todo momento y da sentido a toda su actuación. Y cuando se trata, no de sus derechos personales, sino de la evangelización, se defiende con inteligencia, para que la Palabra no quede nunca encadenada.

También nosotros, al final de la Pascua, y en vísperas de recibir de nuevo la gracia del Espíritu en la fiesta de Pentecostés, tendríamos que aprender mayor generosidad y decisión en nuestra vida de cristianos, en nuestro seguimiento de Jesús, el Señor Resucitado.

En ciertas ocasiones podemos sentirnos también nosotros en parte coartados por la sociedad o por sus leyes, o mal interpretados en nuestras intenciones. Pero si de veras creemos en el Resucitado, que sigue presente, y confiamos en su Espíritu, que sigue siendo vida, fuego, savia y alegría de la comunidad eclesial, la energía de la Pascua debería durarnos y notársenos a lo largo de todo el año en nuestro estilo de vida.

2. Juan 21, 20-25

a) La escena de ayer, con el diálogo de Jesús y Pedro, sigue hoy, a partir de la invitación hecha a Pedro: «sígueme».

Este pasaje probablemente se tuvo que añadir en el evangelio de Juan para salir al paso de unos malentendidos que había sobre Juan, el discípulo amado de Jesús, a quien algunos parecían atribuir la inmortalidad o poco menos, y que a otros resultaría extraño que no le hubieran asignado como sucesor de Pedro cuando éste murió mártir en Roma.

Pedro tiene una intervención poco afortunada sobre si también tenía que seguirles Juan. La respuesta de Jesús fue un tanto seca, volviéndole a decir que él le siguiera, sin preocuparse de Juan.

El evangelio de Juan termina afirmando que Jesús «hizo muchas otras cosas», pero que no caben en los libros.

b) La escena de Pedro preocupado por Juan, que bien pudo ser debida a unos ciertos celos, nos demuestra que la fe va madurando muy poco a poco. Que todos somos débiles, y tendemos a mezclar en nuestra actuación motivos espirituales y otros muy humanos y no tan confesables.

Pero Pedro maduró por obra del Espíritu, y nos dio más tarde magníficos testimonios de su amor a Jesús. Él todavía no sabe que irá a Roma y que allí, después de un apostolado también lleno de valentía y de entrega, confesará con su vida a Cristo ante las autoridades romanas, él que le había negado ante una criada.

Mientras tanto, el evangelio de Juan parece como si no acabara: hay muchas otras cosas de Cristo que no caben en los libros. Ahí estamos nosotros, los que creemos en Jesús dos mil años después, los que no le hemos visto pero le seguimos. Los que estamos desplegando la Pascua en la historia que nos toca vivir. Los que hemos celebrado estas siete semanas, que concluirán con el don mejor del Resucitado, su Espíritu. Nosotros, que estamos intentando vivir en cristiano y anunciar ante el mundo que Cristo Jesús es el que da sentido a toda la historia y a nuestra vida. Y que nos estamos dejando llevar por el Espíritu de Jesús a la verdad plena, a la verdad encarnada en cada generación.

Porque la finalidad de todo el evangelio, como dice Juan en su primera conclusión, es que todos crean «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre» (Jn 20,31).

«Los discípulos se dedicaban a la oración en común» (entrada)

«Concédenos conservar siempre en nuestra vida la alegría de estas fiestas de Pascua» (oración)

«Porque el Señor es justo y ama la justicia, los buenos verán su rostro» (salmo)

«Jesús dijo a Pedro: Sígueme» (evangelio)

«Ayúdanos a pasar de la vida del pecado a la nueva vida del Espíritu» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 158-160


5.

Primera lectura: Hechos 28, 16-20.30-31 Estoy preso sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres.

Salmo responsorial: 10, 5-6.8 Los buenos verán tu rostro Señor.

Evangelio: Juan 21, 20-25 Dijo Jesús a Pedro: sígueme.

En los versículos anteriores, Pedro había recibido una insinuación de Jesús sobre su futuro personal: sería, por el martirio, testigo de Jesús. A partir de esta insinuación de Jesús, Pedro entró en curiosidad para saber el futuro de Juan, su compañero. Con esto Pedro podía caer en la tentación de saber el futuro de los demás, descuidando así el papel que jugarán y las sorpresas que ofrecerán, a lo largo de la historia, la libertad y la gracia. Es grande la tentación que ordinariamente se tiene de creer en las premoniciones del futuro. Nos parece que una premonición de esta clase da seguridad y tranquilidad.

Pero se nos olvida también el gran daño que hace tener en la mente aferrado el futuro. ¿Y la libertad del ser humano qué papel juega entonces? ¿Y la gracia de Dios no nos podrá dar algunas sorpresas? El gran daño que hace el apoyarse en las lecturas del futuro es el de la pasividad que se crea en nuestro interior frente a la historia que, por haber sido ya establecida, nos parece que es intocable, incambiable. El gran daño que nos hacen los anuncios del futuro es el de pervertir nuestra espiritualidad, el de deformar la realidad de la libertad del ser humano, el de desfigurar la imagen de Dios, Señor de la historia y el de matar todas las energías de nuestro interior destinadas a nuevas propuestas más justas de sociedad.

Por eso lo respuesta de Jesús a Pedro, sobre el destino de Juan, es sabia. No se lo revela. De esta manera Pedro, frente a cualquier hermano, queda abierto al amor, al servicio, a la ayuda diaria que hay que prestar, sin saber el camino que tomará la historia. El determinar el futuro enfría o destruye al amor. Es mejor que el amor esté vivo, aunque se tenga que vivir en incertidumbre. La incertidumbre compromete más la libertad, le da mayores posibilidades a la gracia y le abre siempre nuevos caminos al amor.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6.

Las lecturas del día de hoy nos presentan las conclusiones del evangelio de Juan y del libro de los Hechos de los Apóstoles. Son conclusiones abiertas que dejan en manos de la comunidad la tarea de continuarlas escribiendo.

En los Hechos se narra la llegada de Pablo a Roma. Con la ayuda de Dios ha sorteado todas las dificultades del camino. Al llegar al corazón del imperio insiste en llamar a su pueblo. Su alocución está llena de alusiones eruditas a la Escritura, buscando mediante la interpretación rabínica convencer a sus paisanos. Estos responden negativamente, y muy pocos acogen el camino de Jesús. Pablo termina dándole razón al Espíritu y reconociendo que el Evangelio es para todas las naciones: "Con razón habló el Espíritu Santo a sus padres por medio del profeta Isaías". De este modo, diciendo "sus padres", rompe el nacionalismo exacerbado que lo condujo a prisión; y citando el pasaje que habla de la obstinación de Israel (Is 6, 9-10), clausura su empeño de que Israel se convierta. En adelante serán todas las naciones las elegidas para escuchar el mensaje del Señor.

Pablo continúa proclamando el mensaje de Jesús. Anuncia el Reino de Dios y a Jesús de Nazaret como el Señor. El reinado de Dios era el centro de la predicación de Jesús. Y la presentación de Jesús de Nazaret como "el Señor" prescinde de la necesidad de las naciones paganas de participar en el Israel histórico. Pablo ha realizado su éxodo y vive ahora como hombre libre en el nuevo pueblo de Dios.

El evangelio de Juan se nos presenta como obra del discípulo amado y de su comunidad. En este pasaje se pone en evidencia toda la importancia que tiene para la lectura del evangelio la comprensión de la situación histórica que vivió la comunidad joánica.

Se distinguen claramente dos tiempos que están entrecruzados en el texto: el tiempo de Jesús de Nazaret y el tiempo del Espíritu. El primero refleja la visión, particular y original, que la comunidad "del discípulo amado" tenía de Jesús de Nazaret. El segundo tiempo, íntimamente ligado al primero, comprende la situación de la comunidad a partir del conflicto que vivió Jesús con las autoridades del Templo. De este modo, a la vez que se da una catequesis sobre el Maestro, se actualiza su mensaje para la situación concreta de la comunidad.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Los estudiosos del cuarto evangelio han tratado de averiguar la identidad del discípulo amado. Tradicionalmente se decía que era el apóstol Juan. Ahora hay quienes lo identifican con Lázaro, el hermano de Marta y María. Para otros no corresponde a ningún discípulo en concreto, sino que es una personificación del discípulo ideal.
Lo hemos visto aparecer los dos últimos días de la historia de Jesús: es el que en la cena se ha apoyado en el pecho del Maestro (cap. 13); el que ha estado junto a la cruz y ha recibido de labios del propio Jesús la entrega de su madre (cap. 19); el que vio cómo el soldado traspasaba con su lanza el costado de Jesús (cap. 19). Hemos vuelto a verlo a partir de la mañana del día primero de la semana: es el que no ha necesitado ninguna aparición, sino un signo, equívoco por más señas, para entender las Escrituras y creer en la resurrección de Jesús (cap. 20); en fin, es el que lo reconoce a distancia, cuando les habla desde la orilla del lago (cap. 21).

Se trate -como se supone con fundamento- de un discípulo con nombre y apellidos cuya identidad queda oculta bajo la designación consabida, o se trate del discípulo ideal, es para nosotros un modelo de verdadero discipulado. Integra las dos tablas del díptico que compone el discipulado cabal: presencia junto a Jesús en la cena y presencia junto al Crucificado-Exaltado en el Calvario, lo que lo convierte en el gran testigo de la gloria del Señor, la gloria de su amor entregado, de su cuerpo entregado.

Integra estas otras dos tablas: ver y creer. Un ver no como el de Tomás, sino un abrirse a los signos menudos y algo ambiguos de una vida nueva, a las huellas de las más variadas pascuas. El sepulcro vacío es para él el negativo fotográfico en que vislumbra certeramente el misterio de la Resurrección de su Señor.

Integra estas otras dos tablas finales: ver y dar testimonio. Así se asemeja a Jesús, el que ha dado testimonio de lo que ha visto y ha contado lo que ha oído. Y así cumple el misterio de la vida tal como lo revela el evangelio y como se atisba ya en realidades menores: un misterio que consiste en recibir y dar, en abrirse para acoger y abrirse para entregar. Recibamos sin miedo, con avidez, a fondo, y demos sin cicatería, con generosidad, a fondo. Cada cual según la medida del don.

Vuestro amigo.

Pablo Largo, cmf (pldomizgil@hotmail.com)


8. CLARETIANOS 2003

Llegamos al final de los Hechos. El texto no habla del martirio de Pablo. Lo presenta en Roma, en una especie de arresto domiciliario. Allí va a transcurrir un par de años recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el Reino de Dios y enseñando la vida del Señor Jesucristo con toda libertad, sin que nadie lo molestase. El tenor positivo de estas frases hace pensar que Lucas es casi un ferviente partidario de vivir con un soldado a la puerta de casa. En fin, por encima de estas circunstancias, importa subrayar cómo vive Pablo esta situación por dentro. Se lo dice claramente a la comunidad judía de Roma: Por la esperanza de Israel llevo estas cadenas. Todo lo soporta porque –como él mismo ha escrito a los cristianos de la Urbe– nada nos separará del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

Llegamos también al final del evangelio de Juan. Se hace una referencia a la enigmática figura del discípulo amado, sobre el que se han hecho tantas conjeturas que no merece la pena perdernos en ellas. En el texto de hoy se vincula esta figura al discípulo que se recostó en el pecho de Jesús en la última cena y –lo que ahora importa más– al que testimonia la verdad de lo contenido en el evangelio. Lo escrito no es más que un símbolo porque si se escribieran una por una (todas las cosas que hizo Jesús) no cabrían ni en todo el mundo. No hay pruebas de que el redactor de esta afirmación fuera andaluz.

Mañana celebraremos la solemnidad de Pentecostés con la que termina el tiempo pascual. Os invito a echar un vistazo a los cincuenta días transcurridos:

¿Cómo ha sido la Pascua de este año 2003? ¿Hemos experimentado alguna victoria “en tanta guerra”?

¿En qué caminos se nos ha hecho más visible la presencia del Resucitado?

¿Hemos metido nuestros dedos en algunas heridas para comprobar que efectivamente era Él?

¿Con qué animo nos disponemos a celebrar la irrupción del Espíritu y a seguir caminando en la vida ordinaria?

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


9. COMENTARIO 1

v. 20: Al volverse, Pedro vio al discípulo predilecto de Jesús, que iba siguiendo, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»

Jesús invita a Pedro a comenzar el seguimiento (cf 13,36) Es la invitación que hizo a Felipe al principio del Evangelio (1,43). Pedro tiene que volver a los principios y aprender todo lo que no había aprendido. Se vuelve, para comenzar su seguimiento, y ve al que nunca ha dejado de seguir a Jesús.

v. 21: Pedro, entonces, al verlo, le preguntó a Jesús: Señor, y éste, ¿qué? 22Le respondió Jesús: Y si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme a mí. 23De ahí que se corriera la voz entre los hermanos de que el discípulo aquel no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: «Si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa?»

Pedro está inseguro y por eso reacciona preguntando; quiere saber qué será del otro, para imitarlo y no desviarse. Pero no importa lo que pase con el otro; la ruta de cada uno es independiente; mientras sigo viniendo, haciéndose presente en la comunidad, hasta que acabe la creación de la humanidad (20,17). No hay más modelo que Jesús ni más camino que el suyo (Tú sígueme a mí). El Espíritu se identifica con él. Se deshace de este modo un equívoco (v. 23). La palabra hermanos es apelativo de los cristianos.

v. 24: Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es digno de fe.

La comunidad presenta el testimonio del evangelista, autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. Esta afirmación asegura al lector que la figura de Jesús descrita en el Evangelio responde al significado profundo de su persona La comunidad ha aceptado este testimonio y lo refrenda; sus miembros saben que es digno de fe, es decir, que corresponde a su experiencia personal de Jesús.

v. 25: Pero hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribiesen una por una, pienso que los li­bros que se escribieran no cabrían en el mundo.

Se trata de una hipérbole o exageración: lo escrito es sólo una muestra de lo que hizo Jesús. Para conocer a Jesús no hace falta la plena información histórica, basta penetrar su significado profundo.



COMENTARIO 2

En los versículos anteriores, Pedro había recibido una insinuación de Jesús sobre su futuro personal: sería, por el martirio, testigo de Jesús. A partir de esta insinuación de Jesús, Pedro entró en curiosidad para saber el futuro de Juan, su compañero. Con esto Pedro podía caer en la tentación de saber el futuro de los demás, descuidando así el papel que jugarán y las sorpresas que ofrecerán, a lo largo de la historia, la libertad y la gracia. Es grande la tentación que ordinariamente se tiene de creer en las premoniciones del futuro. Nos parece que una premonición de esta clase da seguridad y tranquilidad.

Pero se nos olvida también el gran daño que hace tener en la mente aferrado el futuro. ¿Y la libertad del ser humano qué papel juega entonces? ¿Y la gracia de Dios no nos podrá dar algunas sorpresas? El gran daño que hace el apoyarse en las lecturas del futuro es el de la pasividad que se crea en nuestro interior frente a la historia que, por haber sido ya establecida, nos parece que es intocable, incambiable. El gran daño que nos hacen los anuncios del futuro es el de pervertir nuestra espiritualidad, el de deformar la realidad de la libertad del ser humano, el de desfigurar la imagen de Dios, Señor de la historia, y el de matar todas las energías de nuestro interior destinadas a nuevas propuestas más justas de sociedad.

Por eso la respuesta de Jesús a Pedro, sobre el destino de Juan, es sabia. No se lo revela. De esta manera Pedro, frente a cualquier hermano, queda abierto al amor, al servicio, a la ayuda diaria que hay que prestar, sin saber el camino que tomará la historia. El determinar el futuro enfría o destruye al amor. Es mejor que el amor esté vivo, aunque se tenga que vivir en incertidumbre. La incertidumbre compromete más la libertad, le da mayores posibilidades a la gracia y le abre siempre nuevos caminos al amor.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10. 2002

Terminando el tiempo pascual, los cincuenta días de celebración gozosa de la resurrección del Señor, terminamos también de leer el libro de los Hechos de los Apóstoles. Porque la primera consecuencia de la fe en la resurrección de Jesús es el comienzo entusiasta de la misión apostólica, entre judíos y paganos, para anunciarles la Buena Nueva, el Evangelio del amor misericordioso de Dios por todos los seres humanos; amor hasta la muerte, la de Cristo en la cruz, y hasta la vida, la existencia nueva de los bautizados que esperamos confiados el don de la vida eterna por Jesucristo. Esto fue lo que hicieron los apóstoles según hemos leído en el libro de los Hechos: predicar el evangelio, fundar y congregar las comunidades cristianas, dar testimonio de Jesús por todas partes.

Hoy se nos dice que Pablo, llegado a Roma, estuvo en una especie de prisión domiciliaria: podía vivir en una casa alquilada bajo la custodia permanente de un soldado romano. Podía recibir visitas y seguramente estaba acompañado de discípulos y discípulas que le servían, acompañaban y ayudaban en la predicación. Hasta se nos indica que eso duró dos años.

Fiel al esquema que ha seguido a lo largo del libro, el autor nos dice que Pablo predicó primero a los judíos, llamándolos a su casa. La colonia judía en Roma era muy numerosa, poseían varias sinagogas y hasta se han encontrado en el subsuelo de Roma cementerios exclusivamente judíos que datan de la época. Pablo les hace una especie de resumen de cómo han sido sus relaciones con el pueblo elegido, manifiesta amor y respeto por sus paisanos, y les asegura que no tiene ninguna intención de acusarlos ante los tribunales paganos.

Al final de la lectura encontramos dos afirmaciones importantes: que Pablo predicaba el Reino de Dios, y que enseñaba la vida de Jesús. Esto con toda libertad, y sin estorbos. El Reino de Dios había sido, según los evangelios sinópticos (Mt, Mc, Lc) el contenido fundamental de la predicación de Jesús. En las palabras del Señor, en sus milagros de curación y de liberación de endemoniados, en sus controversias con los fariseos legalistas, en su oferta de perdón a los pecadores, en todas sus acciones llenas de humanidad y de respeto, de compasión y afecto por los seres humanos, especialmente por los más pobres y necesitados, se manifestaba la voluntad de Dios en marcha, es decir, la toma de posesión de su reinado, nada parecido a los opresivos imperios de la tierra, explotadores, injustos, inhumanos. Es una hermosa síntesis de toda predicación cristiana: el reinado de Dios y la vida de Jesús; el uno para el otro: Jesús para el Reino, el Reino como misión y tarea de Jesús.

Lo mismo podríamos hacer también nosotros, máxime no estando en prisión domiciliaria como Pablo. Anunciar en nuestra propia ciudad, con nuestros gestos y palabras, el reinado de Dios y la vida de Jesús.

La lectura evangélica ha consistido en los últimos versículos del evangelio de Juan. Después de hacer que Pedro le confiese su amor, y por tres veces, como para reparar la triple cobarde negación de la noche de su arresto, Jesús le ha confiado el pequeño rebaño que es la Iglesia, y le ha anunciado el precio mortal de su renovado amor: será amarrado por otros que lo llevaran a donde no quiere, es decir, al martirio. Pero el “discípulo amado” por Jesús los sigue de cerca y Pedro pregunta a Jesús por la suerte de este personaje. La más antigua tradición de la Iglesia lo ha identificado con Juan, el hijo de Zebedeo, hermano de Santiago. Ha estado presente en la cena y se ha recostado confiadamente en el pecho del Maestro, para preguntarle por la identidad del traidor. Ha estado presente también al pie de la cruz y ha recibido de Jesús moribundo el encargo de velar por su madre. También ha corrido con Pedro hasta el sepulcro, cuando María Magdalena les dio la noticia del hallazgo de la tumba vacía. Y a la orilla del lago, después de una noche infructuosa de pesca, ha sido el primero en reconocer a Jesús en el hombre misterioso que les pregunta si tienen algo para comer. Ahora sigue a Pedro y a Jesús que dialogan. Y es objeto de una extraña profecía: que si Jesús quiere que él permanezca hasta su muerte a Pedro no le debe importar. Es la gratuidad del amor: a Pedro se le anuncia el martirio, al discípulo amado un destino glorioso; no porque haya hecho cosas mejores que Pedro, sino simplemente porque también ha amado mucho al Señor, hasta merecer tan honroso título.

Al final de la lectura nos enteramos de que este discípulo amado es el que ha dado testimonio de todo lo que contiene el evangelio y de que él mismo lo ha escrito. Y los primeros cristianos que leyeron el 4º evangelio estaban convencidos de la veracidad de su testimonio. Tal vez ellos mismos añadieron la nota según la cual los hechos y las palabras de Jesús fueron muchos más de los narrados; que de escribirse todos no habría lugar suficiente en el mundo para los libros que los contuvieran.

Por el bautismo que nos asocia íntimamente a la muerte y resurrección de Jesús, también fuimos hechos apóstoles, fuimos enviados a predicar el Evangelio como Pedro, como Juan, Como Pablo. No podemos vivir nuestra fe de cristianos en el anonimato y en la pasividad. Debemos, al contrario, abrirnos a testimoniar nuestra fe, a difundir el evangelio, la alegre noticia del amor de Dios por todos nosotros.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


11. DOMINICOS 2003

Acojamos al Espíritu en oración

Hoy es víspera de la celebración litúrgica de Pentecostés, es decir, de la efusión del Espíritu Santo sobre María Virgen, y sobre los apóstoles y discípulos. Con tal fuerza se dio esa efusión que hizo de los apóstoles testigos invencibles de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús.

La forma en que se nos presenta el acontecimiento de gracia, bajo signos como la llama o la paloma o el viento, es elemento secundario. Lo que importa es la invasión del espíritu humano por el Espíritu divino, la transformación de la debilidad en fortaleza, 

la iluminación de la noche oscura con la claridad de Cristo, el cambio radical de una actitud humana por el empuje de una experiencia de Dios.

Al modo como María y los discípulos se encontraban reunidos en el Cenáculo, expectantes, ansiosos, necesitados de nueva luz y calor para poder salir a comunicar al mundo la Buena Noticia del Señor, también nosotros podemos hacer del día de hoy un momento feliz de encuentro con Dios y con los hombres, dejándonos animar por el Espíritu.

Sabemos muy bien que no hay día ni hay lugar donde no actúe el Santo Espíritu que lo llena todo, y que no hay persona alguna que no sea objeto de su amor y de su gracia. Pero  la celebración comunitaria y solemne de los grandes acontecimientos que han dirigido la historia de salvación invita a mayor interiorización de esas verdades en nuestras conciencias.                             

Repitamos, pues, la escena bíblica: Los discípulos se dedicaban a la oración en común. Lo hacían junto a algunas mujeres, entre ellas María, la Madre de Jesús...  (Antífona)

HIMNO-ORACIÓN:

Ven, Espíritu divino,  manda tu luz desde el cielo...
Ven, dulce huésped del alma,  descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,  brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas  y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,  divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro...
Riega la tierra en sequía,  sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde  calor de vida en el hielo...

Reparte tus siete dones,  según la fe de tus siervos...,
salva al que busca salvarse  y danos tu gozo eterno. Amén.

 

Lecturas de la Vigilia de Pentecostés

Lectura del profeta Joel 2, 28-32:

“Así dice el Señor Dios: Un día derramaré mi espíritu sobre toda carne: profetizarán vuestros hijos e hijas, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. 

También sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días...”

Todos vivimos bajo la acción del Espíritu que Dios Padre  y el Verbo nos han enviado. Nada en el mundo es extraño al Espíritu de Dios. Tomemos conciencia de ello, pues si somos fieles podremos hacer maravillas.

Lectura de la carta de san Pablo a los romanos 8, 22-27:

“Hermanos: Sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados...

Cuando esperamos lo que no vemos, esperamos con perseverancia... El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad... e intercede por nosotros con gemidos inefables...”

La creación entera es un milagro de Dios, y habla de Él en el silencio lo mismo que en la tormenta. En cambio nosotros, llamados a ser ‘hijos’, nos olvidamos muchas veces de quién es nuestro Creador y Padre. Pues, sepamos que en Él y sólo en Él estamos salvados.

Evangelio según san Juan 7, 37-39 :

“El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba: el que tenga sed que venga a mí; el que cree en mí que beba. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado”.

Para nosotros se ha dado ya el Espíritu y se está dando continuamente. Dejémosle que grite desde nuestro interior iluminado por la fe.

 

Momento de reflexión

Reavivemos en nosotros los sentimientos

Sentimientos que Pablo trata de leer en el corazón del mundo y del hombre: ¿gemimos de verdad aguardando ser “hijos de Dios” y nos movemos impulsados por el Espíritu?

Sería una lástima que en vez de vivir con esos gemidos de amor puro y de esperanza, nos resignáramos a ser juguetes de caprichos humanos, sociales, que nada tienen que ver con los intereses del Reino, con la situación de peregrinos en tierra de paso.

El Espíritu viene en ayuda de todos

Jóvenes y mayores, ricos y pobres, letrados e iletrados, blancos y negros; es decir, viene sobre mí: se derrama como gracia, como fuerza que me sostiene en la debilidad, y no hay estado de vida, edad, profesión, servicio en el que yo no pueda experimentar las exigencias del Espíritu para hacer el bien.  

Me comprometeré hoy a examinar mi conducta y discerniré los signos de la presencia del Espíritu que me convoca a la verdad, al amor, a la acción, al compromiso.

Jesús quiere de mí (y de todos los creyentes) que tenga sed

Sed de él, de verdad, de amor, de justicia... ¿Tengo yo sed de Dios, de justicia, de amor, de comunión...?  Si tengo sed, iré a Jesús  por el camino de una fe ardiente y beberé copiosamente en su manantial para mantenerla sumamente activa. Beberé en las fuentes: Oración, Sacramentos, Palabra, Gestos de caridad, Doctrina de salvación. ¡ESPÍRITU, VEN!


12. Sábado 7 de junio de 2003  Roberto, Claudio

Hch 28, 16-20.30-31: se cumplió el programa misionero de Jesús
Salmo responsorial: 10, 5-6.8
Jn 21, 20-25: Jesús protege al discípulo amado

Hechos 28, 16-20.30-31: se cumplió el programa misionero de Jesús

Leemos dos fragmentos del texto que cierra del libro de Lucas, Hechos de los apóstoles. El primer fragmento es el comienzo de la actividad apostólica de Pablo en Roma, en la casa donde cumple prisión domiciliaria. Lucas presenta a Pablo, inocente y procesado, prisionero por causa de la esperanza de Israel, platicando con los dirigentes judíos (28,16-20).

En los siguientes versículos 21-29 (que no entran en nuestra lectura) Pablo replantea a los judíos el problema central de los primeros años del cristianismo, la continuidad y la ruptura entre cristianos y judíos. Y se esfuerza Pablo en exponerles el Reino de Dios, para llevarlos a Cristo con argumentos de la ley de Moisés y de los profetas. Y, frente a los judíos que no llegan a creer, aduce Pablo lo de Isaías: “se ha embotado el corazón de este pueblo... para no convertirse” (que Mateo cita en 13,14-15 para explicar que algunos judíos sean incapaces de comprender las parábolas de Jesús sobre el Reino de Dios). Muestra así Lucas a Pablo ofreciendo el evangelio del Reino y la salvación a los judíos, para concluir diciéndoles: “sepan que Dios ofrece la salvación a los paganos, y ellos sí la acogerán” (28,28-29).

Los dos versículos finales de nuestra lectura de hoy (28,30-31) son el epílogo del libro de Lucas: Pablo recibe a todos los que van a verlo en su prisión domiciliaria, donde se dedica “con toda libertad” a anunciar el Reino de Dios según Jesús, el Señor. Queda cumplido el programa misionero que trazó Jesús, anunciado por Lucas al comienzo de este libro (Hch 1,8).

Juan 21, 20-25: Jesús protege al discípulo amado

Estos seis versículos finales del cuarto evangelio, que leemos hoy en la eucaristía, son la conclusión y solución redaccional a la cuestión de “precedencia” entre Pedro y el discípulo amado. Solución que cobra fuerza en las enigmáticas palabras de Jesús que cierran el epílogo (“si yo quiero que él permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti qué”?, cf 21,20-23). Todo se aclara un poco más en la conclusión (21,24-25) que es la nota redacciones final. Esta nota asegura que lo escrito en este evangelio, está garantizado por la autoridad testimonial del discípulo amado. Autoridad fundada en el alto grado de intimidad con que lo distinguió Jesús. No sabemos quién fue este “discípulo amado”, pero sabemos que para la comunidad joánica fue alguien digno de veneración y autoridad, porque gozó de la máxima intimidad con Jesús (cf Jn 13,25 y 21,20).

SE CUMPLE HOY LA PALABRA PROCLAMADA

El testimonio final de Pablo en Hechos, nos pone ante el horizonte abierto de nuestra misión cristiana: practicar y anunciar “testimonialmente” el Reino de Dios según Jesús, el Señor. Y el testimonio final de la comunidad joánica en el evangelio de hoy (que nos presenta el secreto de la gran autoridad del “discípulo amado” como testigo de Jesús) nos señala el secreto para gozar de experiencia y autoridad testimonial: la unión y la initimidad personal con Jesús, como discípulos y discípulas al servicio de su Causa. Sin la amorosa amistad personal con Jesús, no es posible ser “testigos” suyos y de su Causa. Porque es esa amorosa amistad personal con Jesús lo que nos hace capaces, no sólo de creer en él y de esperar en él y amarle, sino de creer como él cree, de esperar con su esperanza, y de amar con su amor. Sólo así entenderemos su Causa tal como es, y la haremos creíble en la historia.

¿Cabe mejor “mensaje” de la Palabra de Dios en vísperas de Pentecostés? El Espíritu nos da la más íntima amistad con Jesús, nos da su fe, su esperanza, su fidelidad, su amor que es el amor con que el Padre lo ama a él y él ama al Padre y nos ama a cada uno de sus discípulos y discípulas, y a todas las personas de la humanidad. Y la eucaristía es nuestro pentecostés sacramental, una fuente inagotable de amistad y unión íntima con Jesús, y de compromiso de fidelidad en la misión que prosigue cotidianamente, en nuestros mundos humanos e inhumanos, la misión de Jesús, el Testigo mayor del amor y la vida del Reino.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


13. ACI DIGITAL 2003

22. S. Agustín interpreta este privilegio de Jesús para su íntimo amigo, diciendo: "Tú (Pedro) sígueme, sufriendo conmigo los males temporales; él (Juan), en cambio, quédese como está, hasta que Yo venga a darle los bienes eternos". La Iglesia celebra, además del 27 de diciembre, como fiesta de este gran Santo y modelo de suma perfección cristiana, el 6 de mayo como fecha del martirio en que S. Juan, sumergido en una caldera de aceite hirviente, salvó milagrosamente su vida. Durante mucho tiempo se creyó que sólo se había dormido en su sepulcro (Fillion).

24. Este v. y el siguiente son el testimonio de los discípulos del evangelista, o tal vez de los fieles de Efeso donde él vivía.

25. El mundo no bastaría: la Sabiduría divina es un mar sin orillas (Ecli. 24, 32 y nota). Jesús nos ha revelado los secretos que eternamente oyó del Padre (15, 15), y tras El vendría Pablo, el cual escribió tres décadas antes que Juan y explayó, para el Cuerpo místico, el misterio que había estado oculto por todos los siglos (Ef. 3, 9 ss.; Col. 1, 26). Quiso Jesús que, por inspiración del Espíritu Santo (15, 26; 16, 13) se nos transmitiesen en el Evangelio sus palabras y hechos; no todos, pero sí lo suficiente "para que creyendo tengamos vida en su nombre" (20, 30 s.; Luc. 1, 4). Sobre este depósito que nos ha sido legado "para que también nos gocemos" con aquellos que fueron testigos de las maravillas de Cristo (I Juan 1, 1 - 4), se han escrito abundantísimos libros, y ello no obstante, Pío XII acaba de recordarnos que: "no pocas cosas... apenas fueron explicadas por los expositores de los pasados siglos", por lo cual "sin razón andan diciendo algunos"... que nada le queda por añadir, al exégeta católico de nuestro tiempo, a lo ya dicho por la antigüedad cristiana". Que "nadie se admire de que aún no se hayan resuelto y vencido todas las dificultades y que hasta el día de hoy inquieten, y no poco, las inteligencias de los exégetas católicos, graves cuestiones", y que "hay que esperar que también éstas... terminarán por aparecer a plena luz, gracias al constante esfuerzo", por lo cual "el intérprete católico... en modo alguno debe arredrarse de arremeter una y otra vez las difíciles cuestiones todavía sin solución". Y en consecuencia el Papa dispone que "todos los restantes hijos de la Iglesia... odien aquel modo menos prudente de pensar según el cual todo lo que es nuevo es por ello mismo rechazable, o por lo menos sospechoso. Porque deben tener sobre todo ante los ojos que... entre las muchas cosas que se proponen en los Libros sagrados, legales, históricos, sapienciales y proféticos, sólo muy pocas cosas hay cuyo sentido haya sido declarado por la autoridad de la Iglesia, y no son muchas más aquellas en las que sea unánime la sentencia de los santos Padres. Quedan, pues, muchas otras y gravísimas, en cuya discusión y explicación se puede y debe ejercer libremente la agudeza e ingenio de los intérpretes católicos" (Encíclica "Divino Afflante Spiritu", setiembre de 1943).


14. 2004  SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Llegamos a la última parte de los Hechos de los Apóstoles:
Pablo camino a Roma: 27, 1 - 28, 31
Pablo en Roma: 28, 11-31 (años 58-60)
Es en esta sección donde están los textos de la liturgia de hoy. Veamos los textos dentro de la totalidad de la sección.

Pablo camino a Roma: 27, 1 - 28, 10 (año 58)

El viaje a Roma tiene 3 partes: de Cesarea a Malta (27, 1-44), en Malta (28, 1-10) y de Malta a Roma (28, 11-14). En 27, 1 reaparece el "nosotros", que había desaparecido desde 21, 26 cuando Pablo se somete a la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén. Ahora que Pablo abandona Cesarea irrumpe el "nosotros", que acompaña a Pablo durante todo el viaje y que desaparece justo cuando Pablo, al entrar en Roma, convoca a las autoridades judías (28, 16). En forma semejante el "nosotros" había aparecido en 21, 1 cuando Pablo partió de Mileto rumbo a Jerusalén y acompaña a Pablo hasta la casa de Santiago en Jerusalén. El "nosotros" representa, como ya dijimos, la comunidad del Espíritu y aparece cuando Pablo responde a la voluntad del Espíritu. Al salir de Cesarea (abandonando Palestina para siempre) y enrumbarse hacia Roma, está otra vez en el movimiento misionero del Espíritu.

En este largo relato de viaje de Cesarea a Roma, es fácil distinguir entre lo que es un relato común de viaje (que Lucas pudo haber conocido en la literatura de su tiempo) y los añadidos redaccionales de Lucas, donde aparece su teología propia sobre la persona de Pablo. Es en estos añadidos redaccionales que encontramos las claves de interpretación de todo el relato. Pablo en sus cartas cita, entre los hechos que lo acreditan como ministro de Cristo, el siguiente: "tres veces naufragué; un día y una noche pasé en alta mar" (2 Cor 11, 25). En consonancia con esta tradición, Lucas también interpreta teológicamente el viaje y naufragio de Pablo. Lucas ve en estos hechos la representación simbólica de la muerte y resurrección de Pablo. Si Pablo, a imitación de Jesús, vivió el viaje a Jerusalén (20, 1 - 21, 15), y en Jerusalén y Cesarea, el juicio ante el poder judío y romano (21, 16 -23, 35), también ahora a Pablo le toca vivir en su viaje a Roma la muerte y resurrección de Jesús. Además de esta clave teológica global, aparecen algunos detalles redaccionales en el relato de Hch, que también sería necesario interpretar teológicamente. Lucas en primer lugar destaca la humanidad y colaboración de los representantes del poder romano. El centurión Julio permite a Pablo visitar a la comunidad de Sidón y ser atendido por ellos (27, 3), escucha el consejo de Pablo de destruir el bote para que no escapen los marineros (27, 31-32), salva a Pablo cuando los soldados lo quieren matar (27, 42-44) y cuando Pablo llega a Roma se le permite permanecer en casa particular, con un soldado que lo custodiara (28, 16). En segundo lugar, Lucas resalta el protagonismo práctico y profético de Pablo durante el viaje y el naufragio: Pablo advierte a los marineros del peligro de salir a alta mar desde Creta (27, 9-11 y 21), Pablo anima a los náufragos con una profecía personal, asegurándoles que nadie perderá su vida (27, 22-25), Pablo aconseja a todos que tomen alimentos (27, 33-38). Pablo también aparece dominando la naturaleza: para él la tormenta es sólo una tormenta, no tiene ningún sentido mítico; la serpiente que lo muerde, no le hace daño alguno (28, 3-6), sana al padre de Publio, principal de la isla de Creta, y a otros enfermos (28, 8-9).

Pablo en Roma: 28, 11-31 (años 58-60)
La estructura básica del texto es así:

(1) relato del triunfo de Pablo en su llegada Roma: vv.11-15

(2) última actividad de Pablo en Roma en una casa: vv.16-28
- se le permite permanecer en una casa: v. 16
- resumen del proceso judicial de Pablo a los principales judíos: vv. 17-22
- testimonio de Pablo a los judíos: vv.23-24
- conversión de Pablo: vv.25-29

(3) predicación de Pablo en una casa durante dos años (epílogo): vv. 30-31

Triunfo de Pablo en su camino hacia Roma (vv. 11-15). De Malta a Siracusa (Sicilia). Tres días en Siracusa. De Siracusa a Regio (extremidad sur de Italia). De Regio a Putéoli (principal puerto de Italia-350 km.): encuentro con los hermanos durante 7 días. De Putéoli al Foro Apio (65 km de Roma) y Tres Tabernas (50 km. de Roma): en cada lugar encuentro con los hermanos venidos de Roma (entre Putéoli y Roma son 5 días de viaje a pié). En ningún momento Pablo aparece con cadenas o actuando sin libertad. Es un verdadero triunfo, donde Pablo va encontrando a los hermanos, e. d. a los miembros de las comunidades cristianas de Putéoli y de Roma. Pablo da gracias a Dios y cobra ánimo. Según el relato en Roma ya hay cristianos. La finalidad del texto, por lo tanto, no es narrar la fundación de la Iglesia en Roma, sino el triunfo en Roma del Evangelio del Reino de Dios predicado por Pablo.

En una casa en Roma: diálogo con los principales judíos (vv. 16-24): Pablo es tratado con privilegio por las autoridades romanas, pues se le permite vivir bajo custodia militar en una casa particular, donde puede recibir gente y predicar (v. 16). Este versículo hace inclusión con el v.30: en ambos se menciona la casa, que en Hch es claramente un espacio eclesial, pues la Iglesia cristiana sólo se reúne por las casas. En el v. 16 aparece por última vez el "nosotros", que representa, como ya hemos dicho, la comunidad del Espíritu. En el v. 17 los principales judíos entran en esta casa y en el v. 25a salen de esta casa. En este diálogo, el Espíritu no participa, por eso desaparece el "nosotros". El Espíritu aparece en el v. 25b cuando Pablo por fin da razón al Espíritu Santo y se convierte a su estrategia misionera.

El diálogo de Pablo con las autoridades judías de Roma (vv.17-22) resume todo el proceso judicial de Pablo, narrado desde el capítulo 21 hasta ese día. En síntesis Pablo afirma su total inocencia ante la ley judía y romana. Pablo sufre el juicio únicamente "por la esperanza de Israel" (la resurrección universal); el mismo testimonio dio en 23, 6 / 24, 15 y especialmente en 26, 6-8, con lo cual se identifica con la tradición judeo-cristiana más radical de corte farisea. Justifica también su apelación al César como necesaria, pues los romanos querían dejarlo libre y los judíos se oponían. Las autoridades judías se desinteresan del asunto, sólo quieren ahora conocer su pensamiento. El testimonio de Pablo (v. 23) es sobre el Reino de Dios. Este tema aparece aquí y en el v. 31 (última frase de los Hch.) y hace inclusión con 1, 3 donde Jesús resucitado enseña sobre el Reino de Dios, también en una casa. El Reino de Dios es predicado también en lugares estratégicos en Hechos: 8, 12 /14, 22 y 19, 8; en 20, 25 en forma abreviada con el mismo sentido. Pablo predica el Reino de Dios tomando como punto de partida la Ley y los Profetas (e.d. la Biblia) y como punto de llegada Jesús. Como siempre, el testimonio de Pablo es aceptado por unos y rechazado por otros (v. 24).

Finalmente: conversión de Pablo (vv. 25-28): En este último diálogo con los judíos Pablo llega a una conclusión solemne y definitiva: el pueblo judío, como pueblo, rechaza la salvación de Dios; esta salvación es ahora ofrecida a los gentiles; ellos la acogerán. Una escena semejante tenemos en 13, 44-49 en Antioquía de Pisidia; en 18, 5-7 en Corintio y en 19, 8-9 en Éfeso. Pero ahora hay una diferencia decisiva: ya no se trata de una prioridad teológica y pastoral (primero los judíos, después los gentiles), sino de una conclusión definitiva: el pueblo judío ya no es el destinatario prioritario y necesario de la predicación evangélica. Pablo siempre esperó una conversión masiva del pueblo judío, por lo menos la conversión de una comunidad completa y significativa, como condición previa o etapa anterior a la conversión de los gentiles. Pablo subordinaba la conversión de los gentiles a la conversión primera del pueblo judío. Desde los inicios de Hechos, el Espíritu Santo empuja a los primeros misioneros, y también a Pablo, directamente hacia los gentiles. Ahora Pablo finalmente da la razón al Espíritu Santo. Podemos decir que finalmente Pablo se convierte al Espíritu Santo y orienta definitivamente su estrategia misionera directamente a los gentiles. No excluye a los judíos, pues siempre hay algunos que creen en su mensaje (v. 24), pero Pablo desde ahora no hace del pueblo judío y de la Sinagoga el lugar prioritario y necesario de su misión evangelizadora.

En Antioquía, Corintio y Éfeso Pablo rompe con los judíos cuando hablaba en sus sinagogas. Ahora Pablo habla en la casa, e.d. en la Iglesia cristiana doméstica. Los judíos han entrado en la casa y ahora se retiran de ella. Estamos ya en el contexto de la Iglesia cristiana. Cuando los judíos salían de la casa, Pablo dijo "una sola cosa". Se trata de lo último que Pablo dice en el relato de los Hechos. Es su última palabra, pero también su palabra definitiva. Como dijimos, Pablo da razón definitivamente al Espíritu Santo: "Con razón (kalos) habló el Espíritu Santo a vuestros padres..." (v.25). Pablo dice "vuestros" padres, porque ya se siente fuera del pueblo judío (así también Esteban en 7, 51-52). Lucas utiliza el texto de Is. 6, 9-10, texto conocido por la Iglesia apostólica, pues es citado con el mismo sentido por Marcos (4, 12), Mateo (13, 13-15), Lucas (8, 10) y Juan (12, 39-40); también por Pablo mismo en Rom 11, 8. En su evangelio, siguiendo a Marcos, Lucas usa el texto reducido de Isaías. Deja para el final de Hch el texto largo, tal como lo usa Mateo. Dada la importancia del texto y la dificultad de traducirlo, doy aquí una versión asequible y fiel al original:
"Ve a ese pueblo y dile:
por mucho que oigan no entenderán,
por mucho que miren no verán,
porque está embotado el corazón de este pueblo.
Son duros de oído y han cerrado los ojos:
para no ver, ni oír, ni entender con la mente,
ni convertirse para que yo los sane".
Luego viene la frase solemne y definitiva de Pablo:

"Sepan, pues, que esta salvación de Dios
ha sido enviada a los gentiles;
ellos sí que la oirán" (v.28).

Epílogo a toda la obra de Lucas (28, 30-31): En el epílogo se nos dice que Pablo permaneció dos años en una casa, lo que hace inclusión con el v.16 donde se menciona igualmente la casa. La casa aquí es el espacio de la pequeña comunidad cristiana. Los Hechos comienzan en una casa (1, 13 y 2, 1) y terminan ahora en una casa; el texto va de una casa en Jerusalén a una casa en Roma. Después de dos años de custodia militar, el preso era condenado o liberado. Lucas no dice nada sobre el destino del preso Pablo. En lugar de esa información nos dice que Pablo:
"predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo, con toda valentía sin estorbo alguno".

Muchos autores se preguntan porqué Lucas no narra el destino final de Pablo, si fue liberado o muerto. Algunos piensan que el libro termina ex-abrupto, que posiblemente se perdió el final del libro, que el texto quedó truncado, que el libro fue terminado antes que se produjera el desenlace final del juicio de Pablo. Estas afirmaciones nacen de una mala comprensión de Hch. Lucas no pretende escribir una biografía de Pablo. En ese caso era lógico que narrara su liberación final o su condenación. Tampoco Lucas quiere narrar la historia de la misión o de los orígenes del Cristianismo. En ese caso sería una muy mala historia, pues omite cantidad de datos fundamentales para dicha reconstrucción histórica. Lo que Lucas realmente nos narra el triunfo de la misión, el triunfo de la Palabra de Dios, el triunfo del Espíritu Santo, desde Jerusalén hasta Roma como punto de partida para la misión hasta el extremo de tierra (1, 8). Lo que Lucas especialmente nos narra, al interior de esa historia de la misión, es la conversión al Espíritu de los personajes claves de la misión: Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé, Marcos, y finalmente Pablo. Cuando estos personajes se convierten al Espíritu, ya no se habla más de ellos en Hch. Ahora que Pablo se convierte finalmente al Espíritu, Lucas puede ya terminar tranquilamente su obra. Ahora, al final de su obra, nos narra la conversión final de Pablo al Espíritu: su orientación misionera definitiva hacia los gentiles. Las dos últimas palabras de Hch son fundamentales y finales: "con toda valentía sin obstáculo alguno". La valentía (parresía) dice relación al Espíritu Santo (cf.4, 29). Pablo está ahora totalmente en la estrategia del Espíritu. La ausencia total de obstáculos (akolutos) se refiere a los obstáculos que el mismo Pablo ponía a la misión. El principal obstáculo para la misión a los gentiles era el carácter prioritario y necesario que Pablo daba a la conversión del pueblo judío. Ahora que Pablo deja esta estrategia y da definitivamente razón al Espíritu Santo, desaparece el obstáculo que Pablo mismo colocaba a la misión. La fidelidad al Espíritu es la nota final con la cual termina el libro de Lucas. Es un final lógico y coherente.

Reflexión pastoral sobre 27, 1 - 28, 31
1) Lo más importante en esta sección y el punto culminante en la narración de Lucas, es la conversión final de Pablo al Espíritu Santo. Estudiemos atentamente en el texto el proceso de esta conversión. ¿Cómo se da esta conversión de Pablo al Espíritu hoy en la Iglesia? ¿Vive la Iglesia misma este proceso de conversión?

2) Hagamos una síntesis de la relación de Pablo con el Espíritu Santo en Hch desde 15, 36 hasta 28, 31. ¿Como se da esta relación hoy en la Iglesia? ¿Cómo la Iglesia vive hoy su total fidelidad al Espíritu?

3) ¿Predicamos nosotros hoy el Reino de Dios y enseñamos todo lo referente al Señor Jesús con toda valentía y sin estorbo alguno? ¿Logramos nosotros hoy en la Iglesia esa plenitud espiritual a la cual llegó Pablo?

4) Al terminar el estudio de los Hch podemos ya decir que tenemos este libro en nuestras manos, en nuestra mente y en nuestro corazón. Después de entender lo que Lucas, a través del relato de Hch, comunica a su Iglesia (representada por Teófilo), podemos también nosotros hoy discernir, a través del mismo relato de Hch, lo que el Espíritu comunica a nuestra Iglesia de hoy. Terminado este estudio del sentido literal e histórico del texto de Hechos de los Apóstoles, comienza ahora el trabajo principal de descubrir el sentido espiritual del texto para nuestra Iglesia hoy.


15. DOMINICOS 2004

¿Y dejas, Pastor santo tu grey...?

Los discípulos se dedicaban a la oración en común.

Lo hacían junto a algunas mujeres, entre ellas María, la Madre de Jesús... (Antífona)

Hoy es víspera de la celebración litúrgica de Pentecostés, es decir, de la efusión del Espíritu Santo sobre María Virgen, y sobre los apóstoles y discípulos. El Espíritu vino sobre ellos con tal fuerza –dice el texto sagrado- que los convirtió en testigos invencibles de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Pues también nosotros, al modo de María y de los discípulos que se encontraban reunidos en el Cenáculo, hagamos del día de hoy un momento feliz de encuentro fraterno animados por el Espíritu, para salir a comunicar al mundo la Buena Noticia del Señor.

Ven, Espíritu divino...
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito,
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amén.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura del profeta Joel 2, 28-32:
“Así dice el Señor Dios: derramaré mi espíritu sobre toda carne: profetizarán vuestros hijos e hijas, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. También sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días...”

Lectura de la carta de san Pablo a los romanos 8, 22-27:
“Hermanos: sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados...

Cuando esperamos lo que no vemos, esperamos con perseverancia. Así también el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad... e intercede por nosotros con gemidos inefables...”

Evangelio según san Juan 7, 37-39 :
“El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba: el que tenga sed que venga a mí; el que cree en mí que beba. (Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva). Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado”.



Reflexión para este día
Tratemos de reavivar los sentimientos que Pablo trata de leer en el corazón del mundo y del hombre: ¿gemimos de verdad aguardando ser “hijos de Dios” y nos movemos impulsados por el Espíritu?

Sería una lástima que en vez de vivir con esos gemidos de amor puro y de esperanza, nos resignáramos a ser juguetes de caprichos humanos, sociales, que nada tienen que ver con los intereses del Reino de Dios, con los peregrinos en esta tierra de paso.

El Espíritu viene en ayuda de todos: jóvenes y mayores, ricos y pobres, letrados e iletrados, blancos y negros.

Cada cual podemos decir: el Espíritu viene también sobre mí, se derrama como gracia, como fuerza que me sostiene en la debilidad.

No hay estado de vida, edad, profesión, servicio en el que yo no pueda experimentar las exigencias del Espíritu de Dios.

Haré, pues, bien en examinar mi conducta y discernir los signos de la presencia del Espíritu que me convoca a la verdad, al amor, a la acción, al compromiso.

Jesús quiere de mí (y de todos los creyentes) que tenga sed: sed de él, sed de verdad, de amor, de justicia... No puedo defraudarlo.


16. CLARETIANOS 2004

SIEMPRE ES TIEMPO DEL ESPÍRITU

Mañana vendrá el Espíritu Santo
Mañana vendrá el Espíritu Santo. A lo largo del tiempo de pascua –en un fecundo anacronismo-, hemos ido contando, con el libro de los Hechos, las maravillas que el Espíritu Santo hizo en la Iglesia nacida de Pentecostés, cuya memoria mañana haremos. Curioso. Durante toda esta semana que acaba las oraciones de la Misa han sido un clamor pidiendo la venida del Espíritu. En la Vigilia de hoy, junto a los signos, podríamos contemplar la transfiguración que el Espíritu puede hacer en nosotros. Siguiendo estas oraciones, sabemos que el Espíritu Santo nos anima a hacer la voluntad del Padre, a dar testimonio con nuestras obras, a dedicarnos a servir a Dios ya sus criaturas, a vivir con mayor plenitud las riquezas de nuestra fe, a pensar lo que a Dios es grato, a obrar lo que es concorde con su voluntad. Y todo, porque el Espíritu tiene su morada en nosotros, nos hace templos de su gloria y nos enciende en el fuego que abrasa a los santos. Ven, Espíritu Santo.

Con el fin de Pascua, llega el fin de libro de los Hechos y del Evangelio de Juan que nos han acompañado durante este tiempo. Es la culminación de la obra de Jesús, la culminación de la obra de Pablo.

¿Muchas cosas o solamente una?
El Evangelio de Juan tiene dos textos de conclusión. En los dos insiste: Muchas cosas dijo Jesús, muchos signos hizo Jesús. Pero, en el fondo, todo es una misma cosa. Jesús pasó haciendo el bien, simplemente. Después de predicar el amor y la justicia, después de revelarnos que teníamos un Padre en el cielo, lo ajusticiaron. Y al tercer día resucitó. Todo fue contado con un fin: para que creamos, para afirmar nuestra fe en Jesús, Mesías, Hijo de Dios vivo. Y esta fe no es una seca formulación; es vida, vida eterna. Todo viene avalado por la garantía del testigo directo de los hechos. Es el discípulo al que Jesús tanto quería, el que recostó su cabeza sobre el pecho del Maestro.

Encadenado, y tan libre
Son palmarios los frutos pascuales del Resucitado. Está clara la fuerza del Espíritu en Pablo. Prisionero, encadenado, pero predicando el Reino de Dios, anunciando cuanto se refiere a Jesucristo. Y siempre, con libertad.

Pablo sí que ha cumplido el mandato de predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra. (¿Se desplazó hasta España?). Se ha hecho realidad el deseo de Jesús: “Seréis mis testigos”. El Maestro puede premiar ya a quien ha llevado a efecto su deseo de predicar a todos los pueblos, también a los gentiles. Bien puede exclamar: “He conservado la fe, he acabado mi carrera”.

Conrado Bueno Bueno
(cmfcsespino@planalfa.es)


17.

Comentario: Rev. D. Fidel Catalan i Catalan (Cardedeu-Barcelona, España)

«Lo ha escrito y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero»

Hoy leemos el final del Evangelio de san Juan. Se trata propiamente del final del apéndice que la comunidad joánica añadió al texto original. En este caso es un fragmento voluntariamente significativo. El Señor Resucitado se aparece a sus discípulos y los renueva en su seguimiento, particularmente a Pedro. Acto seguido se sitúa el texto que hoy proclamamos en la liturgia.

La figura del discípulo amado es central en este fragmento y aun en todo el Evangelio de san Juan. Puede referirse a una persona concreta —el discípulo Juan— o bien puede ser la figura tras la cual puede situarse todo discípulo amado por el Maestro. Sea cual sea su significación, el texto ayuda a dar un elemento de continuidad a la experiencia de los Apóstoles. El Señor Resucitado asegura su presencia en aquellos que quieran ser seguidores.

«Si quiero que se quede hasta que yo venga» (Jn 21,22) puede indicar más esta continuidad que un elemento cronológico en el espacio y el tiempo. El discípulo amado se convierte en testigo de todo ello en la medida en que es consciente de que el Señor permanece con él en toda ocasión. Ésta es la razón por la que puede escribir y su palabra es verdadera, porque glosa con su pluma la experiencia continuada de aquellos que viven su misión en medio del mundo, experimentando la presencia de Jesucristo. Cada uno de nosotros puede ser el discípulo amado en la medida en que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo, que nos ayuda a descubrir esta presencia.

Este texto nos prepara ya para celebrar mañana domingo la Solemnidad de Pentecostés, el Don del Espíritu: «Y el Paráclito vino del cielo: el custodio y santificador de la Iglesia, el administrador de las almas, el piloto de quienes naufragan, el faro de los errantes, el árbitro de quienes luchan y quien corona a los vencedores» (San Cirilo de Jerusalén).


18. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

Llegamos a la última parte de los Hechos de los Apóstoles:

Pablo camino a Roma: 27, 1 - 28, 31

Pablo en Roma: 28, 11-31 (años 58-60)

Es en esta sección donde están los textos de la liturgia de hoy. Veamos los textos dentro de la totalidad de la sección.


Pablo camino a Roma: 27, 1 - 28, 10 (año 58)

El viaje a Roma tiene 3 partes: de Cesarea a Malta (27, 1-44), en Malta (28, 1-10) y de Malta a Roma (28, 11-14). En 27, 1 reaparece el "nosotros", que había desaparecido desde 21, 26 cuando Pablo se somete a la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén. Ahora que Pablo abandona Cesarea irrumpe el "nosotros", que acompaña a Pablo durante todo el viaje y que desaparece justo cuando Pablo, al entrar en Roma, convoca a las autoridades judías (28, 16). En forma semejante el "nosotros" había aparecido en 21, 1 cuando Pablo partió de Mileto rumbo a Jerusalén y acompaña a Pablo hasta la casa de Santiago en Jerusalén. El "nosotros" representa, como ya dijimos, la comunidad del Espíritu y aparece cuando Pablo responde a la voluntad del Espíritu. Al salir de Cesarea (abandonando Palestina para siempre) y enrumbarse hacia Roma, está otra vez en el movimiento misionero del Espíritu.

En este largo relato de viaje de Cesarea a Roma, es fácil distinguir entre lo que es un relato común de viaje (que Lucas pudo haber conocido en la literatura de su tiempo) y los añadidos redaccionales de Lucas, donde aparece su teología propia sobre la persona de Pablo. Es en estos añadidos redaccionales que encontramos las claves de interpretación de todo el relato. Pablo en sus cartas cita, entre los hechos que lo acreditan como ministro de Cristo, el siguiente: "tres veces naufragué; un día y una noche pasé en alta mar" (2 Cor 11, 25). En consonancia con esta tradición, Lucas también interpreta teológicamente el viaje y naufragio de Pablo. Lucas ve en estos hechos la representación simbólica de la muerte y resurrección de Pablo. Si Pablo, a imitación de Jesús, vivió el viaje a Jerusalén (20, 1 - 21, 15), y en Jerusalén y Cesarea, el juicio ante el poder judío y romano (21, 16 -23, 35), también ahora a Pablo le toca vivir en su viaje a Roma la muerte y resurrección de Jesús. Además de esta clave teológica global, aparecen algunos detalles redaccionales en el relato de Hch, que también sería necesario interpretar teológicamente. Lucas en primer lugar destaca la humanidad y colaboración de los representantes del poder romano. El centurión Julio permite a Pablo visitar a la comunidad de Sidón y ser atendido por ellos (27, 3), escucha el consejo de Pablo de destruir el bote para que no escapen los marineros (27, 31-32), salva a Pablo cuando los soldados lo quieren matar (27, 42-44) y cuando Pablo llega a Roma se le permite permanecer en casa particular, con un soldado que lo custodiara (28, 16). En segundo lugar, Lucas resalta el protagonismo práctico y profético de Pablo durante el viaje y el naufragio: Pablo advierte a los marineros del peligro de salir a alta mar desde Creta (27, 9-11 y 21), Pablo anima a los náufragos con una profecía personal, asegurándoles que nadie perderá su vida (27, 22-25), Pablo aconseja a todos que tomen alimentos (27, 33-38). Pablo también aparece dominando la naturaleza: para él la tormenta es sólo una tormenta, no tiene ningún sentido mítico; la serpiente que lo muerde, no le hace daño alguno (28, 3-6), sana al padre de Publio, principal de la isla de Creta, y a otros enfermos (28, 8-9).


Pablo en Roma: 28, 11-31 (años 58-60)

La estructura básica del texto es así:


(1) relato del triunfo de Pablo en su llegada Roma: vv.11-15

(2) última actividad de Pablo en Roma en una casa: vv.16-28

- se le permite permanecer en una casa: v. 16

- resumen del proceso judicial de Pablo a los principales judíos: vv. 17-22

- testimonio de Pablo a los judíos: vv.23-24

- conversión de Pablo: vv.25-29

(3) predicación de Pablo en una casa durante dos años (epílogo): vv. 30-31

Triunfo de Pablo en su camino hacia Roma (vv. 11-15). De Malta a Siracusa (Sicilia). Tres días en Siracusa. De Siracusa a Regio (extremidad sur de Italia). De Regio a Putéoli (principal puerto de Italia-350 km.): encuentro con los hermanos durante 7 días. De Putéoli al Foro Apio (65 km de Roma) y Tres Tabernas (50 km. de Roma): en cada lugar encuentro con los hermanos venidos de Roma (entre Putéoli y Roma son 5 días de viaje a pié). En ningún momento Pablo aparece con cadenas o actuando sin libertad. Es un verdadero triunfo, donde Pablo va encontrando a los hermanos, e. d. a los miembros de las comunidades cristianas de Putéoli y de Roma. Pablo da gracias a Dios y cobra ánimo. Según el relato en Roma ya hay cristianos. La finalidad del texto, por lo tanto, no es narrar la fundación de la Iglesia en Roma, sino el triunfo en Roma del Evangelio del Reino de Dios predicado por Pablo.

En una casa en Roma: diálogo con los principales judíos (vv. 16-24): Pablo es tratado con privilegio por las autoridades romanas, pues se le permite vivir bajo custodia militar en una casa particular, donde puede recibir gente y predicar (v. 16). Este versículo hace inclusión con el v.30: en ambos se menciona la casa, que en Hch es claramente un espacio eclesial, pues la Iglesia cristiana sólo se reúne por las casas. En el v. 16 aparece por última vez el "nosotros", que representa, como ya hemos dicho, la comunidad del Espíritu. En el v. 17 los principales judíos entran en esta casa y en el v. 25a salen de esta casa. En este diálogo, el Espíritu no participa, por eso desaparece el "nosotros". El Espíritu aparece en el v. 25b cuando Pablo por fin da razón al Espíritu Santo y se convierte a su estrategia misionera.

El diálogo de Pablo con las autoridades judías de Roma (vv.17-22) resume todo el proceso judicial de Pablo, narrado desde el capítulo 21 hasta ese día. En síntesis Pablo afirma su total inocencia ante la ley judía y romana. Pablo sufre el juicio únicamente "por la esperanza de Israel" (la resurrección universal); el mismo testimonio dio en 23, 6 / 24, 15 y especialmente en 26, 6-8, con lo cual se identifica con la tradición judeo-cristiana más radical de corte farisea. Justifica también su apelación al César como necesaria, pues los romanos querían dejarlo libre y los judíos se oponían. Las autoridades judías se desinteresan del asunto, sólo quieren ahora conocer su pensamiento. El testimonio de Pablo (v. 23) es sobre el Reino de Dios. Este tema aparece aquí y en el v. 31 (última frase de los Hch.) y hace inclusión con 1, 3 donde Jesús resucitado enseña sobre el Reino de Dios, también en una casa. El Reino de Dios es predicado también en lugares estratégicos en Hechos: 8, 12 /14, 22 y 19, 8; en 20, 25 en forma abreviada con el mismo sentido. Pablo predica el Reino de Dios tomando como punto de partida la Ley y los Profetas (e.d. la Biblia) y como punto de llegada Jesús. Como siempre, el testimonio de Pablo es aceptado por unos y rechazado por otros (v. 24).

Finalmente: conversión de Pablo (vv. 25-28): En este último diálogo con los judíos Pablo llega a una conclusión solemne y definitiva: el pueblo judío, como pueblo, rechaza la salvación de Dios; esta salvación es ahora ofrecida a los gentiles; ellos la acogerán. Una escena semejante tenemos en 13, 44-49 en Antioquía de Pisidia; en 18, 5-7 en Corintio y en 19, 8-9 en Éfeso. Pero ahora hay una diferencia decisiva: ya no se trata de una prioridad teológica y pastoral (primero los judíos, después los gentiles), sino de una conclusión definitiva: el pueblo judío ya no es el destinatario prioritario y necesario de la predicación evangélica. Pablo siempre esperó una conversión masiva del pueblo judío, por lo menos la conversión de una comunidad completa y significativa, como condición previa o etapa anterior a la conversión de los gentiles. Pablo subordinaba la conversión de los gentiles a la conversión primera del pueblo judío. Desde los inicios de Hechos, el Espíritu Santo empuja a los primeros misioneros, y también a Pablo, directamente hacia los gentiles. Ahora Pablo finalmente da la razón al Espíritu Santo. Podemos decir que finalmente Pablo se convierte al Espíritu Santo y orienta definitivamente su estrategia misionera directamente a los gentiles. No excluye a los judíos, pues siempre hay algunos que creen en su mensaje (v. 24), pero Pablo desde ahora no hace del pueblo judío y de la Sinagoga el lugar prioritario y necesario de su misión evangelizadora.

En Antioquía, Corintio y Éfeso Pablo rompe con los judíos cuando hablaba en sus sinagogas. Ahora Pablo habla en la casa, e.d. en la Iglesia cristiana doméstica. Los judíos han entrado en la casa y ahora se retiran de ella. Estamos ya en el contexto de la Iglesia cristiana. Cuando los judíos salían de la casa, Pablo dijo "una sola cosa". Se trata de lo último que Pablo dice en el relato de los Hechos. Es su última palabra, pero también su palabra definitiva. Como dijimos, Pablo da razón definitivamente al Espíritu Santo: "Con razón (kalos) habló el Espíritu Santo a vuestros padres..." (v.25). Pablo dice "vuestros" padres, porque ya se siente fuera del pueblo judío (así también Esteban en 7, 51-52). Lucas utiliza el texto de Is. 6, 9-10, texto conocido por la Iglesia apostólica, pues es citado con el mismo sentido por Marcos (4, 12), Mateo (13, 13-15), Lucas (8, 10) y Juan (12, 39-40); también por Pablo mismo en Rom 11, 8. En su evangelio, siguiendo a Marcos, Lucas usa el texto reducido de Isaías. Deja para el final de Hch el texto largo, tal como lo usa Mateo. Dada la importancia del texto y la dificultad de traducirlo, doy aquí una versión asequible y fiel al original:


"Ve a ese pueblo y dile:

por mucho que oigan no entenderán,

por mucho que miren no verán,

porque está embotado el corazón de este pueblo.

Son duros de oído y han cerrado los ojos:

para no ver, ni oír, ni entender con la mente,

ni convertirse para que yo los sane".

Luego viene la frase solemne y definitiva de Pablo:


"Sepan, pues, que esta salvación de Dios

ha sido enviada a los gentiles;

ellos sí que la oirán" (v.28).


Epílogo a toda la obra de Lucas (28, 30-31): En el epílogo se nos dice que Pablo permaneció dos años en una casa, lo que hace inclusión con el v.16 donde se menciona igualmente la casa. La casa aquí es el espacio de la pequeña comunidad cristiana. Los Hechos comienzan en una casa (1, 13 y 2, 1) y terminan ahora en una casa; el texto va de una casa en Jerusalén a una casa en Roma. Después de dos años de custodia militar, el preso era condenado o liberado. Lucas no dice nada sobre el destino del preso Pablo. En lugar de esa información nos dice que Pablo:

"predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo, con toda valentía sin estorbo alguno".

Muchos autores se preguntan porqué Lucas no narra el destino final de Pablo, si fue liberado o muerto. Algunos piensan que el libro termina ex-abrupto, que posiblemente se perdió el final del libro, que el texto quedó truncado, que el libro fue terminado antes que se produjera el desenlace final del juicio de Pablo. Estas afirmaciones nacen de una mala comprensión de Hch. Lucas no pretende escribir una biografía de Pablo. En ese caso era lógico que narrara su liberación final o su condenación. Tampoco Lucas quiere narrar la historia de la misión o de los orígenes del Cristianismo. En ese caso sería una muy mala historia, pues omite cantidad de datos fundamentales para dicha reconstrucción histórica. Lo que Lucas realmente nos narra el triunfo de la misión, el triunfo de la Palabra de Dios, el triunfo del Espíritu Santo, desde Jerusalén hasta Roma como punto de partida para la misión hasta el extremo de tierra (1, 8). Lo que Lucas especialmente nos narra, al interior de esa historia de la misión, es la conversión al Espíritu de los personajes claves de la misión: Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé, Marcos, y finalmente Pablo. Cuando estos personajes se convierten al Espíritu, ya no se habla más de ellos en Hch. Ahora que Pablo se convierte finalmente al Espíritu, Lucas puede ya terminar tranquilamente su obra. Ahora, al final de su obra, nos narra la conversión final de Pablo al Espíritu: su orientación misionera definitiva hacia los gentiles. Las dos últimas palabras de Hch son fundamentales y finales: "con toda valentía sin obstáculo alguno". La valentía (parresía) dice relación al Espíritu Santo (cf.4, 29). Pablo está ahora totalmente en la estrategia del Espíritu. La ausencia total de obstáculos (akolutos) se refiere a los obstáculos que el mismo Pablo ponía a la misión. El principal obstáculo para la misión a los gentiles era el carácter prioritario y necesario que Pablo daba a la conversión del pueblo judío. Ahora que Pablo deja esta estrategia y da definitivamente razón al Espíritu Santo, desaparece el obstáculo que Pablo mismo colocaba a la misión. La fidelidad al Espíritu es la nota final con la cual termina el libro de Lucas. Es un final lógico y coherente.


Reflexión pastoral sobre 27, 1 - 28, 31

1) Lo más importante en esta sección y el punto culminante en la narración de Lucas, es la conversión final de Pablo al Espíritu Santo. Estudiemos atentamente en el texto el proceso de esta conversión. ¿Cómo se da esta conversión de Pablo al Espíritu hoy en la Iglesia? ¿Vive la Iglesia misma este proceso de conversión?

2) Hagamos una síntesis de la relación de Pablo con el Espíritu Santo en Hch desde 15, 36 hasta 28, 31. ¿Como se da esta relación hoy en la Iglesia? ¿Cómo la Iglesia vive hoy su total fidelidad al Espíritu?

3) ¿Predicamos nosotros hoy el Reino de Dios y enseñamos todo lo referente al Señor Jesús con toda valentía y sin estorbo alguno? ¿Logramos nosotros hoy en la Iglesia esa plenitud espiritual a la cual llegó Pablo?

4) Al terminar el estudio de los Hch podemos ya decir que tenemos este libro en nuestras manos, en nuestra mente y en nuestro corazón. Después de entender lo que Lucas, a través del relato de Hch, comunica a su Iglesia (representada por Teófilo), podemos también nosotros hoy discernir, a través del mismo relato de Hch, lo que el Espíritu comunica a nuestra Iglesia de hoy. Terminado este estudio del sentido literal e histórico del texto de Hechos de los Apóstoles, comienza ahora el trabajo principal de descubrir el sentido espiritual del texto para nuestra Iglesia hoy.


19. 2004

LECTURAS: HECH 28, 16-20. 30-31; SAL 10; JN 21, 20-25

Hech. 28, 16-20. 30-31. Llevo estas cadenas a causa de la esperanza de Israel. Pareciera Pablo dar la razón de las persecuciones que ha sufrido, de los falsos testimonios que le han hecho, de lo que será el testimonio supremos de su fe: el derramamiento de su sangre. La fidelidad del apóstol y de todo testigo del Evangelio no puede dejar instalados en sus maldades a los pecadores. Mientras no se provoque una auténtica conversión al Señor es inútil proclamar el Evangelio sólo para salir del paso, o para brillar personalmente. Aquellos que nos escuchan deben sentirse compelidos, interrogados, juzgados por la Palabra. Cuando se inicie el proceso de conversión, y la salvación anide en las personas, estaremos conociendo que el Espíritu Santo está llevando adelante la obra de Jesucristo en nosotros. No temamos a las persecuciones, ni a la muerte por dar testimonio de nuestra fe. Llegada nuestra hora estemos dispuestos a ir a nuestra plena unión con Dios, en la gloria que Él ha reservado para los que le vivan fieles.

Sal. 10. Dios se deleita en los justos, a quienes ve como a sus hijos amados en quienes Él se complace. Pero no se olvida de los pecadores. Él no quiere castigar ni destruir al pecador sino que se convierta y viva. En su gran amor hacia nosotros nos envió a su propio Hijo, para el perdón de nuestros pecados y para hacernos participar de su Vida y de su Espíritu, haciéndonos así hijos suyos. Aprovechemos este tiempo de gracia del Señor, pues Él ha venido a buscar y a salvar todo lo que se había perdido; Él es el Buen Pastor que busca la oveja descarriada, hasta encontrarla para llevarla sobre sus hombros de vuelta al redil. Dejémonos encontrar, salvar y amar por el Señor de tal forma que, renovados en Cristo, seamos una continua alabanza del Nombre de nuestro Dios y Padre.

Jn. 21, 20-25. Sígueme. Nuestro seguimiento del Señor debe ser consecuencia de haberlo conocido, de amarlo y de estar totalmente comprometidos con Él y con su Evangelio. Nosotros debemos ser los primeros en hacer nuestra la Vida nueva que Dios nos ha ofrecido en Cristo Jesús, su Hijo, Hermano y Señor nuestro. Pero esa vida que Dios nos ha comunicado no podemos encerrarla, sino que la hemos de proclamar al mundo entero para que a todos llegue la salvación de Dios. A través del tiempo la Iglesia de Cristo continuará escribiendo esa historia del amor de Dios no sólo mediante sus palabras, sino también mediante sus obras, sus actitudes y su vida misma. Esto nos debe llevar a no romper la unidad en la Iglesia, y a saber respetar los carismas que Dios ha derramado a manos llenas en su Iglesia para el bien de la misma. Son Pedro y los apóstoles, al igual que sus sucesores, quienes sabrán discernir esos carismas e impulsarlos para que cada uno, a la medida de la gracia recibida, pueda colaborar para que el Reino de Dios llegue cada día con mayor fuerza entre nosotros. Así, unidos en torno a Cristo, caminando tras sus huellas llegaremos, finalmente ahí donde Él, nuestra Cabeza y Principio, nos ha precedido.

Reunidos en torno a Cristo para celebrar la Eucaristía no venimos como extraños que sólo se dedican a rezar. Venimos como los amigos íntimos de Cristo para escucharlo y para ser testigos de su Muerte y Resurrección. Venimos a fortalecer nuestra unión en el amor fraterno. Venimos para alimentarnos en la Mesa en que el Señor mismo se convierte en nuestro Pan de Vida. En la Eucaristía resuena en nuestro corazón aquel mandato de Cristo: Ámense los unos a los otros como yo los he amado. Para el cumplimiento de esta misión el Señor nos comunica su Espíritu Santo, que no es un espíritu de cobardía sino de valentía y de fortaleza para que vayamos a dar testimonio de la verdad en el mundo.

La Iglesia, que somos nosotros, extendida hasta el último rincón de la tierra, debe hacer cercano a Cristo a todos los pueblos. Por medio de la Iglesia el mundo debe continuar escuchando a Cristo, debe seguirlo tocando, debe seguirlo contemplando. Nosotros tenemos esta altísima dignidad, pero también esa gravísima responsabilidad. Tal vez muchos traten de apagar la voz del enviado y acabar con la vida del testigo. Pero no tengamos miedo. No podemos, por querer ganarnos el aprecio de los malvados, que no quieren convertirse, hacer acomodos o relecturas de la Palabra de Dios. El Señor nos quiere como testigos de su amor, de su gracia, de su misericordia. Todo esto debe generar una auténtica conversión en aquellos que escuchan a Cristo por medio de su Iglesia. Si por dar testimonio de la verdad somos crucificados, no olvidemos que detrás de la cruz está la resurrección y la vida eterna.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser leales a la misión evangelizadora que nos ha confiado. Que Él derrame en abundancia sobre nosotros su Espíritu Santo para que nos conduzca y lleguemos a lograr, juntos, la salvación eterna. Amén.

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20. ARCHIMADRID 2004

SEÑOR Y DADOR DE VIDA

“El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia él lo odia. Porque el Señor es justo y ama la justicia: los buenos verán su rostro”. El mundo anda revuelto… y “el Espíritu Santo viene a inundar los corazones con el fuego de su Amor”. No son palabras bonitas, sino la respuesta concreta de una buena mujer ante las quejas de tantos por las horas que nos han tocado vivir. La visión sobrenatural no es poner cara de “no se sabe qué”, sino mirar los acontecimientos y los problemas de cada jornada con gallardía y optimismo. Es ver el rostro de Dios, tal y como nos dice el salmista hoy, desde la perspectiva con que la ponen en práctica los que se quieren: con amor.

Amar la justicia es amar la Providencia de Dios. No podemos quedarnos en la pequeñez de los que atesoran “basura”. Se nos han encomendado maravillas para que vuelvan a Dios con el esfuerzo y el trabajo de cada uno de nosotros. ¡Sí!, no se trata de vivir pasivamente nuestra unión con Cristo, sino que el sudor de nuestra frente dará testimonio de que hemos puesto los medios necesarios para rechazar la violencia, buscar la justicia, y encontrarnos con aquél que nos pide consuelo y ayuda. La Iglesia no es una “ONG” que da asilo y alimentos con la mejor de sus sonrisas filantrópicas, sino que, ella misma, es el “gran hospital” de los enfermos del alma (niños y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, sanos y agonizantes…), y que tienen al Espíritu Santo como “Señor y dador de Vida”.

El pecado es el gran drama de este siglo XXI. Aunque volvamos la mirada al activismo que nos domina, o al placer en el que creemos encontrar consuelo, la muerte (¡la de verdad!), sonríe irónicamente ante los “imprescindibles”, los “necesarios”, los “indispensables”… y promueve, muy sutilmente, todo tipo de “urgencias” que habían de realizarse “ayer”. Un cristiano (¡el de verdad!), no sólo predica que Jesucristo ha vencido al pecado y a la muerte, sino que con su propia vida es capaz de decir “¡no!” a todo aquello que le aparte de su Señor.

“Señor, y éste ¿qué?”. A veces nos paramos en las comparaciones que no vienen a cuento. Hablamos de “mentiras piadosas”, “envidias buenas”… pero, en realidad, seguimos buscando el tesoro en el lugar inadecuado. Otros tienen cosas de las que nosotros carecemos, un buen motivo para dar gracias a Dios, sí, pero además es conveniente recordar las mismas palabras que dirigió Jesús a Pedro: “¿a ti qué? Tú sígueme”. ¿Es que somos tan torpes de “entendederas” para comprender que sólo Cristo es capaz de colmar todas mis ambiciones y deseos? ¡Mira que somos “cabezotas”! No sólo necesitamos tropezar doscientas veces en la misma piedra, porque aunque un ángel de Dios me recordara “en carne mortal” mis continuas torpezas, aún sería lo suficientemente hábil para razonarle lo contrario.

Mañana es Pentecostés. Es hora de ponernos en marcha, junto con toda la Iglesia, para anunciar los grandes dones de Dios. No nos importen los “dimes” y “diretes” de lo que opinen otros. Nosotros a lo nuestro: unidos a María, Madre de la Iglesia, y esposa del Espíritu Santo, somos reconocidos como predilectos de Dios: “El Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo; sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres”.


21. Fray Nelson Sábado 14 de Mayo de 2005

1. Criterios para una decisión
1.1 El episodio de hoy, en que se trata de buscar quién debía reemplazar a Judas Iscariote en el grupo de los Doce, nos enseña varias cosas sobre cómo obraron los apóstoles buscando primero la voluntad de Dios. Es interesante aprender de ellos, especialmente de Pedro, porque también nosotros podemos encontrarnos en situaciones que tienen semejanza con la que ellos vivieron. Vayamos pues por esos criterios.

1.2 Lo primero es que Pedro ve en lo sucedido el “cumplimiento de la Escritura”. Muchas cosas y muchas voluntades intervinieron en el proceso religioso y en el juicio civil contra Jesús. Pedro se levanta por sobre todas esas “causas segundas” y descubre que en el fondo lo que se está realizando es el plan de Dios.

1.3 Dios no es un ingenuo que se la pase imaginando historias rosadas donde nadie se equivoca ni tiene malas intenciones. Por el contrario: Dios sabe, mejor que nadie, la carga de maldad que puede acumular el alma humana y conoce hasta el fondo, como lo demuestra Cristo Crucificado, el poder de la perversidad. Mas esa corrupción de nuestra naturaleza no detiene el designio de Dios, y eso es lo que ha llegado a entender Pedro. Dios es más grande que nuestras traiciones y sabe sacar bienes de los males.

1.4 Por eso no hay que escandalizarse más de la cuenta si vemos que incluso servidores de Dios traicionan a Dios, como lo hizo el Iscariote. Nada pasa inadvertido a sus ojos y nadie le da sorpresas a Dios.

2. El estilo de Jesús
2.1 Lo segundo que hace Pedro es acudir al criterio de Jesús, es decir, el respeto por el número doce. Este número es importante no como quien distribuye las vicepresidencias de una gran compañía, sino como un mensaje, como un símbolo que habla del Nuevo Israel. Jacob tuvo doce hijos, cuenta el libro del Génesis.

2.2 Los Doce, ese grupo cercano al Mesías y testigo de su mensaje, son una opción de Jesús, y Pedro la respeta. La maldad de uno no destruye la bondad de la idea de Jesús, y es esa idea, ese mensaje del Señor, es lo que Pedro quiere que se respete con toda su fuerza de significado.

3. Oración
3.1 Los apóstoles no eligen ellos, propiamente hablando. El relato es muy preciso: oraron diciendo: “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, señala a cuál de estos dos has elegido...”. Así como saben que el pasado está en manos de la sabiduría de Dios que sacará bienes de los males, así están convencidos de que el futuro pertenece a Dios, y por eso no quieren imponer su decisión sino buscar la decisión de Dios.

3.2 Ahora bien, la oración tiene un punto de partida: “Presentaron a dos: a José, apellidado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías”. ¿Quiénes fueron los que “presentaron” a estos dos “candidatos”? Obviamente, los miembros de la comunidad, es decir, esos cerca de ciento veinte hermanos de que habla el relato al principio. El punto de partida de la oración es lo que nosotros conocemos y lo que a nosotros nos preocupa; pero el desenlace de la oración es lo que no conocemos y sólo Dios conoce; lo que no encontramos y que sólo Él puede darnos.