MIÉRCOLES DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 20, 28-38 

2ª: Jn 17, 11b-19 = PASCUA 07B


1.

Esta segunda parte del discurso de despedida de Pablo está consagrado, sobre todo, a los deberes pastorales de sus sucesores en la dirección de la Iglesia de Efeso.

Pablo les recuerda, en primer lugar, el carácter sagrado de este cargo (v. 28). Les anuncia, después, los peligros que amenazan sobre su comunidad y les hace una llamada a la vigilancia constante (vv. 29-31). Finalmente, implora la gracia de Dios (vv. 32 y 36) antes de hacerles algunas recomendaciones para que sean desinteresados según él mismo lo ha sido (versículo 33-35).

a) El v. 28 relaciona la carga pastoral con la vida trinitaria: el Espíritu promueve a hombres para que cumplan la tarea de guardianes en la Iglesia del Padre, que ha sido adquirida por la Sangre del Hijo.

Cuando Pablo se dirige a lo Ancianos de Mileto, la función de estos últimos no es todavía muy precisa: "presbíteros" o "ancianos", se les llama también "episcopos" o "guardianes", y además deben "apacentar" un rebaño. Sin embargo, la relación entre su cargo pastoral y la vida trinitaria es, por el contrario, bien clara. A Pablo le gustan estos sumarios trinitarios en los que el Padre toma la iniciativa de la vocación de salvación, el Espíritu la realiza mediante su obra santificadora, haciéndonos partícipes de la gloria del Hijo (2 Tes 2, 13-14; 1 Cor 6, 19-20; 2 Cor 13, 13; Ef 1, 3-14; 4, 4-6; Tit 3, 4-6, etc.).

Se trata aquí de un simple cliché literario. La Iglesia es realmente el pueblo de lo redimidos, liberados por una sangre mucho más eficaz que la del cordero pascual. La Iglesia es la esfera donde el Espíritu ejerce de manera privilegiada su acción santificadora de la humanidad; la Iglesia es, finalmente, la heredad particular que el Padre se reserva para manifestar la gloria de su nombre.

Para realizar este triple designio precisamente, la Trinidad confía la Iglesia a hombres. Estos deben comunicar la santidad del Espíritu a sus semejantes, deben responder de la Sangre de Cristo derramada por sus hermanos y velar por la integridad del dominio del Padre.

b) De esta esencia trinitaria del cargo pastoral se desprenden algunas actitudes y responsabilidades. En primer lugar, la vigilancia frente a todos aquellos que pudieran usurpar el dominio divino: enemigos externos (v. 29), estos judíos que quieren introducir su legalismo en el seno de la comunidades cristianas (Gál 2, 4; 2 Cor 11, 4; Mt 7, 15; 24, 5; Jn 10, 1-12); enemigos internos, estos que favorecen las sectas (v. 30), que confunden el Evangelio y sus raciocinios (Gál 1, 6-9; 4, 17; 5, 7-12; Rom 16, 17-18; Col 2, 4-8; Ef 4, 14; 5,6; 2 Tim 2, 14-18, etc.).

c) En segundo lugar, la confianza en el poder de la Palabra y de la gracia (v. 32). Ya en la primera parte del discurso Pablo demostró cómo él no se había dejado dominar por el miedo nunca y cómo había asumido sus responsabilidades con valentía (vv. 20 y 27). Pide a sus sucesores que adopten esta actitud también: que tengan conciencia de su propia debilidad, pero confianza en el poder de la Palabra. Este poder es tan fuerte que Pablo no confía la Palabra a los pastores, como debería suceder en toda transmisión de poderes, sino que confía los pastores a la Palabra.

d) Finalmente, el desinterés (vv. 33-35). Pablo rechazó siempre vivir a expensas de sus auditores o de su ministerio (Act 16, 11-15): ahora justifica ese desinterés en nombre del valor teologal de su ministerio. El no se preocupa de su subsistencia, quedando, de esta forma, más libre para atender a los más pobres, porque la Palabra es lo suficientemente potente en él.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969
.Pág. 263


2.

Continuamos hoy con el discurso de despedida a los «Ancianos» de Efeso.

Recordemos que el término «ancianos» traduce la palabra griega «presbytres» que en francés ha dado «pretes» -y en castellano "presbíteros". Más allá de las cuestiones teóricas sobre esta cuestión del origen del sacerdocio, constatábamos que Pablo da sus últimas consignas a los jefes de la comunidad.

-Tened cuidado de vosotros... y de toda la grey

Los sacerdotes están al servicio de la comunidad. Pero han de cuidar también su propio estilo de vida que implica una responsabilidad, un testimonio o un contra-testimonio.

Te ruego, Señor, por los que Tú has elegido para esta labor y este género de vida.

-1. Grey, para la cual el Espíritu Santo os ha puesto como vigilantes y guardianes.

El ministerio pastoral no es algo que solamente proceda de la comunidad ni es una delegación de poder por parte del grupo. Es un papel, una tarea confiada por Dios, recibida de Dios. No es un cargo que uno mismo toma, ni que recibe de los hombres... sino que ¡se recibe del Espíritu!

Responsabilidad misteriosa. Plegaria por aquellos que la han recibido.

-2. Para conducir la Iglesia de Dios...

Dios, aquí, es el Padre. Toda la Trinidad es evocada, para definir el ministerio. La «comunidad» cuyos presbíteros son responsables es, en la tierra, el reflejo de otra «comunidad». Las tres Divinas Personas, a la vez distintas e íntimamente unidas, son el modelo de la Iglesia.

Toda familia que se quiere cristiana, toda agrupación de hombres que se llaman cristianos, toda comunidad, todo equipo de sacerdotes, de laicos, de religiosas... ha de contemplar a menudo su modelo: la Trinidad... tres que no son más que uno.

-3. Que El se adquirió con la sangre de su Hijo.

Aquí está la evocación de la segunda persona de la Trinidad. Vemos que Pablo no las ha puesto según el orden clásico: primero el Padre, luego el Hijo, después el Espíritu. La prolongada reflexión de los teólogos, el peso de los libros que estudian racionalmente la Trinidad a través de la historia, no cuentan aún en el surgir de la Fe que encontramos aquí.

Sí, esta frase trinitaria, que define el «ministerio» de los Ancianos -Presbíteros- es también una definición de la Iglesia. El Concilio la recoge cuando afirma: «La Iglesia se manifiesta como un pueblo reunido por la Unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

Me detengo a contemplar ese Misterio de amor que une a las tres personas divinas.

Trato de aplicarlo a la Iglesia de HOY. Los sacerdotes tienen la responsabilidad de hacer esto y también yo, allá donde me encuentre tengo que realizar esto: una «comunión», un grupo humano unido ¡que sea, en la tierra, «reflejo de Dios»! ¡Qué lejos estamos de ello, Señor! Perdón por deformar tanto tu Imagen.

-Vigilad, pues se introducirán entre vosotros lobos crueles...

Ser "pastor" de un rebaño es batirse contra «lobos»: un combate contra fuerzas enemigas. La Iglesia está compuesta de pecadores. Constantemente está corriendo el riesgo, desde el interior -"entre vosotros"- de ser descompuesta, de no poder establecer con ella una comunión.

-«Es más feliz el que da que el que recibe» ha dicho el Señor Jesús.

Esta es una frase de Jesús, citada por Pablo, que no se encuentra en los evangelios. Es la última palabra de Pablo a los Ancianos, al despedirse de ellos y decirles «adiós».

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 250 s.


3.

-Padre Santo, guarda en la fidelidad a tu nombre a esos que me has dado. Mientras yo estaba con ellos yo los guardaba en la fidelidad a tu nombre... Guárdales del mal...

"Guardar"... Es el tercer verbo de la plegaria de Jesús repetido tres veces.

-"Desde ahora yo no estaré en el mundo; ellos se quedan en el mundo... cuando Yo estaba con ellos, los guardaba..."

Paradoja de la situación de los creyentes: han sido llamados por Jesús, y Jesús se va. Jesús es consciente de la gran dificultad en que pone a sus apóstoles desapareciendo.

-Ellos no son "del mundo"... Como Yo no soy del "mundo"... Como Tú me enviaste "al mundo"... Así Yo los envié a ellos "al mundo".

Tal es la tensión paradójica en la que Jesús ha introducido a sus amigos: estar en el mundo sin ser del mundo.

Una solución a esta tensión, para preservarles, para guardarles... sería retirarlos del mundo. Pro, no...

-No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del "mal".

El creyente no es un ser aparte. Incluso el monje, en cierta medida, no puede vivir totalmente separado, "retirado del mundo": su vocación peculiar, indispensable, debe estar inserta en el mundo donde realizará su misión profética.

Pero la palabra de Jesús, con mayor razón, se aplica a los laicos, a los sacerdotes y a los obispos: "Yo no pido que les retires del mundo..." El Concilio ha reemprendido y valorizado esta doctrina: (P.O. 3) (A.A. 2).

Para los sacerdotes: "Situados aparte en el seno del pueblo de Dios no para estar separados de este pueblo, ni de cualquier hombre, sea el que sea. No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de una vida, distinta a la terrena; pero tampoco serían capaces de servir a los hombres si permanecieran extraños a su existencia y a sus condiciones de vida".

Para los laicos: "Lo propio y peculiar del estado laico es vivir en medio del mundo y de los asuntos profanos: han sido llamados por Dios a ejercer su apostolado en el mundo -a la manera de la levadura en la masa-, gracias al vigor de su espíritu cristiano."

¿Cuáles son mis presencias en el mundo, en qué lugares y obras me he comprometido?

-Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad, pues tu palabra es verdad. Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los envié a ellos al mundo. Y Yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en la verdad.

"Consagrar" o también "santificar" según una traducción más próxima al griego, -es el cuarto verbo de la plegaria de Jesús, que aquí se repite tres veces.

Sólo Dios es "santo, pero comunica algo de su santidad a los creyentes. El cristiano "enviado al mundo" ha sido enviado para vivir en el mundo la santidad de Dios... como Jesús fue enviado por el Padre para "santificar" al mundo...

El cristiano es, primero, "un hombre", como todos los demás... pero es también un "consagrado": Jesús dice que es la "verdad", ¡la que obra esto en ellos! ¡Cuántos cristianos, por desgracia, son poco conscientes de esta extraordinaria dignidad! Yo mismo, ¿soy consciente de estar en comunión con el Dios santo? ¿Qué cambios origina esto en mi vida?

¿Qué deseo de perfección? ¿Tengo hambre de absoluto? ¿Dejo que Dios trabaje en mi interior? ¿Voy en busca del bien, de lo bello, de lo verdadero? Ten piedad de nosotros, Señor, y continúa tu plegaria para que seamos consagrados, de verdad.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 254 s.


4.

1. Hechos 20, 28-38

a) La segunda parte del discurso de despedida de Pablo, antes del emocionante adiós junto al barco, se refiere al futuro de la comunidad y a la actuación de sus responsables.

La primera frase es muy densa: «Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo». O sea:

- la comunidad o la Iglesia es de Dios Padre,

- que se la ha adquirido o comprado con la Sangre de su Hijo, Jesús,

- ha sido el Espíritu quien ha puesto a estos presbíteros como responsables y pastores de la comunidad,

- y tienen que tener cuidado de ellos mismos y del rebaño a ellos confiado.

El protagonista es Dios Trino, por una parte: «ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra, que es gracia».

Y por otra, la comunidad. Los pastores han sido nombrados para que cuiden de ella, librándola de los peligros que la acechan: lobos feroces deformarán la doctrina e intentarán arrastrar a los discípulos. Los buenos pastores deberán estar alerta, como lo había estado siempre el mismo Pablo. Además, deberán mostrarse desinteresados en el aspecto económico. De nuevo se pone Pablo como ejemplo, porque nunca quiso ser carga para la comunidad. Y cita unas palabras de Jesús que no aparecen en los evangelios: «más vale dar que recibir».

b) El cuadro que traza Pablo de una comunidad cristiana sigue teniendo una actualidad admirable.

Su punto de referencia tiene que seguir siendo Dios: «os dejo en manos de Dios». Pero también en manos de unos pastores responsables, que tienen que dedicarse, con vigilancia y amor, a cuidar de la comunidad, animándola, defendiéndola de los peligros, dando ejemplo de entrega generosa.

Toda la comunidad, basada en la Palabra y la gracia de Dios, sintiéndose animada por el Espíritu de Jesús, debe tender a «construirse» y «tener parte en la herencia de los santos», con un sentido de pertenencia mutua y de corresponsabilidad.

¿Tenemos esta visión dinámica y conjunta de nuestra comunidad? Todos somos llamados a la tarea común, en la que entra el apoyo en Dios, pero también la vigilancia contra los errores y desviaciones, y el amor generoso en la entrega por los demás.

Como menos conocidas, por no estar en los evangelios, tendríamos que hacer hoy nuestras las consignas de Jesús que nos recuerda Pablo, y que pueden dar sentido a nuestro trabajo en y por la comunidad: «Más vale dar que recibir. Más dichoso es el que da que el que recibe».

2. Juan 17,11-19

a) Jesús, en su oración al Padre, se preocupa de sus discípulos y de lo que les va a pasar en el futuro.

Igual que durante su vida él los guardó, para que no se perdiera ni uno (excepción hecha de Judas), pide al Padre que les guarde de ahora en adelante, porque van a estar en medio de un mundo hostil: «no ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal».

Sigue en pie la distinción: los discípulos de Jesús van a estar «en el mundo», son enviados «al mundo» («como tú me enviaste al mundo, así los envio yo al mundo»), pero no deben ser «del mundo» («no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo»).

Jesús quiere que sus discípulos, además, vivan unidos («para que sean uno, como nosotros»), que estén llenos de alegría («para que ellos tengan mi alegría cumplida») y que vayan madurando en la verdad («santifícalos en la verdad»).

b) También el programa de Jesús para los suyos es denso y dinámico. Y está hablando del futuro de su comunidad. O sea, de nosotros.

Estamos en este mundo concreto, al que tenemos que saber ayudar, sin renegar de él.

No pedimos ser sacados del mundo. Es a esta nuestra generación, no a otras posibles, a la que tenemos que anunciar el mensaje de Cristo, con nuestras palabras y sobre todo con nuestras obras. El Vaticano II nos ha renovado la invitación a dialogar con el mundo, en el que los laicos, por ejemplo, están más sumergidos, pero también los religiosos y los ministros ordenados.

Eso si: se nos encomienda que no seamos «del mundo», o sea, que no tengamos como mentalidad la de este mundo que para el evangelista Juan es siempre sinónimo de la oposición a Dios-, sino la de Cristo. Que no sigamos las bienaventuranzas del mundo, sino las de Cristo. Nuestro punto de referencia debe ser siempre la Verdad, que es la Palabra de Dios. No las verdades a medias o incluso las falacias que a veces nos propone el mundo.

En la Eucaristía, y siempre que rezamos el Padrenuestro, pedimos a Dios: «no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal». Que puede traducirse también «del Maligno».

Andamos empeñados en una lucha entre el bien y el mal. Con la confianza puesta en Dios, todos deseamos vernos libres del mal y ayudar a los demás a unirse también a la victoria de Cristo contra el pecado y la muerte. Sobre todo cuando recibimos en la comunión al «que quita el pecado del mundo».

«Concede a tu Iglesia vivir unida en el amor, según tu voluntad» (oración)

«Más vale dar que recibir: más dichoso es el que da que el que recibe» (1ª lectura)

«El Espíritu os recordará todo lo que os he dicho» (aleluya)

«Que ellos tengan mi alegría cumplida» (evangelio)

«No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal» (evangelio)

«La participación en esta Eucaristía, aumente, Señor, nuestra santidad» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 149-152


5.

Primera lectura: Hechos 20, 28-38 Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar.

Salmo responsorial: 67, 29-30.33-35a.35b-36c Reyes de la tierra, cantad a Dios.

Evangelio: Juan 17, 11b-19 Santifícalos en la verdad, en la verdad: Tu Palabra es verdad.

El mundo, entendido como creación, es algo bueno y bendito por Dios. Es el escenario de la realización humana. Sin embargo, el mundo puede ser dominado por las fuerzas del mal y entonces se convierte en terreno abonado para el ejercicio de todo tipo de egoísmo. En este sentido, el mundo puede llegar a ser el Reino de los poderosos, para quienes el ser humano sólo vale por su rendimiento económico. En esta clase de mundo injusto se encuentran los discípulos, que van ser confrontados por las mismas fuerzas que están eliminando a Jesús. Aunque estos discípulos aún son débiles en el seguimiento del Reino, sin embargo no son del mundo, no están aún atrapados por él.

Jesús ruega, con toda su alma, para que el Padre los preserve del mundo y del Maligno. Esto significa que la tarea del discipulado es instaurar, como lo ha hecho Jesús, un modelo de convivencia humana alternativo al que el Maligno ha logrado establecer. Para esto los discípulos necesitan ser preservados de estas fuerzas negativas, que llevan a pensar la sociedad como un campo en el que son necesarias las clases sociales y la existencia de ricos y poderosos, para que los pobres tengan de qué vivir. Preservar del Maligno a estos discípulos es impedir que su conciencia sea atrapada por el poder del egoísmo.

Sin embargo, Jesús no se contenta con guardar una posición sólo preventiva frente al Mundo injusto. Es necesario que a esta clase de mundo le llegue también el mensaje de salvación, la invitación a la conversión. En la medida en que se anuncie el Eu-angelio, la Buena Noticia de que de los pobres (y pobres de espíritu) es el Reino de los Cielos, el Mundo sabrá que Dios no puede estar con su proyecto de injusticia, con un sistema que produzca pobreza y exclusión. Por eso Jesús habla de que así como él fue enviado al mundo, a dar la Buena Noticia a los pobres, así también él envía a sus discípulos a que hagan lo mismo. La manera de "ev-angelizar" al Mundo es hacerle saber que Dios está con los pobres contra la injusticia.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6.

Pablo continúa su discurso de "despedida". Pone en guardia a la comunidad de creyentes contra una excesiva seguridad en sí mismos. El judaísmo que ha sido instigado con la predicación de Pablo no se replegará. Por el contrario, la acción de Pablo fue un detonante que le trajo no pocos problema a la comunidad. Paganos y judíos la emprendieron contra los cristianos por cuenta de la radicalidad de Pablo en presentar a Jesús como el «Mesías de Israel» y como el «Señor ».

El peligro mayor, sin embargo, no viene de fuera, sino que nace en el seno de la comunidad. De esto nos dan una tremenda evidencia las cartas que Pablo dirige a todas las comunidades que él asiste con su testimonio y enseñanza. El mensaje de Jesús no es un almíbar en el que se deleiten los oídos más cultos. Por el contrario, la palabra de Jesús siempre crea controversias y genera cambios.

El evangelista, en el capítulo diecisiete, pone en clara relación las tres personas de la Trinidad y la comunidad de discípulos. La familia divina está en permanente diálogo con toda la comunidad humana. El Padre cuida de sus hijos. Ellos enfrentan una historia adversa y tienen en el Padre un garante de su obra: la comunidad continúa la obra del Hijo asistida por la fuerza del Espíritu. Por esto, Jesús insiste en no desvincular a la comunidad de los problemas concretos de la historia. Dios acompaña a su pueblo en el único y definitivo escenario de la realidad histórica.

"No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal". El mundo es el único escenario donde cada ser humano decide su salvación o condenación. La comunidad cristiana está en el mundo no para marginarse de él, sino para dar testimonio de un camino de salvación. Este testimonio se verifica en su opción por el Dios de la vida. Una elección que la lleva a tomar una actitud de oposición frente a la injusticia institucionalizada. Opción que se concreta en el servicio del pueblo sencillo.

Aunque la comunidad esté protegida por Dios, no está exenta de cometer errores que incluso la pueden llevar al pecado. La comunidad comprometida en el seguimiento de Cristo no está por encima de las miserias humanas. Los seguidores de Jesús, al estilo del Maestro, deben esforzarse por comprender la situación humana y tratar de remediarla desde adentro, desde la misma humanidad sometida al pecado y a la corrupción. Los cristianos no ocupan un lugar inmarcesible y superior. Están al mismo nivel que las demás religiones y culturas.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

¿Recordáis que decíamos anteayer que Jesús hablaba desde una duración muy especial, muy suya? Hoy lo pillamos in fraganti. Le oímos esta confidencia al Padre: "cuando yo estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste".

Pero no vamos a volver sobre esa duración singular de Jesús. Nos vamos a detener en lo que Jesús comparte con los suyos. Concretamente, hoy se nos indican dos bienes de los que nos hace particioneros: uno, la alegría; el otro, la palabra que el mismo Padre le había dado a él. Con esto remachamos lo que recordábamos ayer: que Jesús no se había reservado nada, sino que les había dado a conocer a los discípulos todo lo que había oído a su Padre.

En el nuevo testamento se nos presenta todo un paquete de "trasferencias" que Jesús hace a los discípulos. Aquí no se ofrece la lista completa, que no es tan corta, ni tiene nada que envidiar a la reclamada por las administraciones autonómicas al gobierno central de la nación. Se apuntan sólo dos, pero ¡vaya dos entregas! Nada menos que la alegría de Jesús y la palabra de Dios. La de la alegría la venimos oyendo y, ¡ojalá!, recibiendo, o sea, oyéndola por dentro, durante todo este tiempo de Pascua. Con ella prendida en el ojal, en la comisura de los labios, en la sonrisa de toda la cara, nos podemos acercar a Nietzsche que señalaba condiciones: "para que yo creyera en su redentor, tendrían que cantar otras canciones y sus discípulos deberían parecer más redimidos". No es una alegría muda. Se articula en esas "otras canciones" que pedía el filósofo, en la palabra que Dios nos da. En la alegría vivimos la comunión, con la palabra nos abrimos a la comunicación.

Estamos cerrando ya el tiempo de Pascua. Los discípulos, en sus experiencias pascuales, fueron los primeros en vivir estos dos regalos: el de la alegría, tanta que casi no se lo podían creer, una alegría que no consiste en acunarse en un estado emocional placentero¸y el de la palabra, pues las experiencias pascuales culminaban en el envío. Encuentro y envío son dos momentos inseparables de toda experiencia pascual y de toda dinámica pascual. Si durante este tiempo nos hemos abierto a la acogida de estos regalos, si hemos crecido en ellos y si nos hemos reafirmado una vez más en la dedicación a la misión recibida, no se ha frustrado la Pascua en nosotros.

Vuestro amigo.

Pablo Largo, cmf (pldomizgil@hotmail.com)


8. CLARETIANOS 2003

La última semana del tiempo pascual es una semana “testamentaria”. Las lecturas nos presentan el testamento de Pablo (Hechos de los Apóstoles) y el testamento de Jesús (evangelio de Juan).

Pablo, despidiéndose de los responsables de la comunidad de Éfeso, les hace una sentida exhortación al cuidado de la comunidad, a la alerta frente a los “lobos feroces”, y al trabajo gratuito en favor de los necesitados. Al hablar de este último aspecto cita dos dichos de Jesús, casi dos refranes, que han debido de llegarle por tradición oral: Más vale dar que recibir y Más dichoso es el que da que el que recibe. Es verdad que en una cultura autosuficiente como la nuestra se necesita mucha humildad para saber recibir, pero tendríamos que seguir profundizando en la sabiduría evangélica del “dar”. Hoy, por lo general, damos cosas. Por todas partes hay campañas a favor de las iglesias necesitadas, de los enfermos de SIDA, de los desempleados, etc. Pero pocas veces se trata del dar de la viuda, que es el modelo favorito de Jesús. En un contexto de relativa abundancia, damos de lo que no sobra. Podemos así tranquilizar la conciencia, pero nos quedamos sin experimentar el fruto evangélico que acompaña a quien da lo que necesita para vivir. Nos hemos hecho tan calculadores (presupuestos, balances, proyectos, etc.) que cualquier acción desprogramada nos parece asistencialismo. Y, sin embargo, la donación de uno mismo se resiste a la planificación, porque no depende de lo que yo quiero hacer con mi vida sino de lo que los demás (casi siempre de forma imprevista) necesitan.

Jesús le pide al Padre por sus discípulos, por los que me has dado: para que no se pierdan, sean uno, tengan alegría, sean preservados del mal y santificados en la verdad. Fortalecidos por estos dones del Padre, podrán ser enviados. Por eso, el fragmento testamentario de hoy termina con un envío: Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Mientras medito estas palabras, pienso si nuestros “envíos” de hoy van acompañados por los dones que Jesús pide al Padre; es decir, por la unidad, por la alegría, por la verdad. ¿No os parece que nuestras acciones individualistas, tristes y de mera apariencia están llamadas al fracaso?

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


9. 2002

COMENTARIO 1

v. 11b: Padre santo, guárdalos unidos a tu persona -eso que me has entregado-, para que sean uno como lo somos nosotros.

Comienza el evangelio por una petición de Jesús por los suyos. El apelativo Padre santo prepara la petición final de esta oración: conságralos/santifícalos con la verdad. La unión con el Padre se realiza por la comunicación de su Espíritu (14,16s), que, al crear la relación de amor con el Padre, lo hace presente y mantiene en el ámbito de su presencia. El objetivo último es la unidad (cf. 21-23; 14,20), efecto de la comunidad de Espíritu. Como entre Jesús y el Padre, se trata de la unidad que produce el amor.

v. 12: Mientras estaba con ellos, yo los guardaba unidos a tu persona -eso que me has entregado-, y los protegí; ninguno de ellos se perdió, excepto el que iba a la perdición, y así se cumple aquel pasaje.

Hasta ahora, constituyendo el grupo y viviendo con él, Jesús lo ha mantenido unido al Padre, presente en él. En adelante, la situación cambia: la experiencia del Padre ha de ser interior. Así llegarán a su es­tado adulto. Un discípulo, Judas, no ha respondido, ni siquiera en el úl­timo momento (13,26), al amor de Jesús; éste se refiere al pasaje de Sal 41,10, citado en 13,18.

v: 13: Pero ahora me voy contigo, y hablo así en medio del mundo para que es­tén colmados de mi propia alegría.

El tema de la alegría ha aparecido en el discurso, significando la que producen el fruto y la experiencia del amor de Jesús y del Padre (15,11). Aquí es la de saberse queridos por el Padre, que los hará objeto de su solicitud (cf. 15,1).

vv: 14-15: Yo les he entregado tu mensaje, y el mundo les ha cobrado odio porque no pertenecen al mundo, como tampoco yo pertenezco al mundo; 15no te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del Perverso.

El Padre había entregado los discípulos a Jesús, sacándolos del mundo (v. 6). Jesús les ha transmitido el mensaje del Padre, que es el del amor, haciendo efectiva su separación. Al cumplir el mensaje, los discípulos se han situado fuera de la esfera del mundo, y esto suscita odio, como ha sucedido con Jesús (15,18-25). La ruptura con el mundo no comporta, sin embargo, un alejamiento material (v. 15). Han de perma­necer en medio de la sociedad, pues en ella han de crear la alternativa, pero sin ceder a las amenazas o halagos del sistema perverso. El Per­verso es "el Enemigo" (8,44; 13,2), "Satanás" (13,27), el dios-dinero, principio inspirador (8,44: "padre") del sistema de poder e injusticia. Ceder a la ambición y al deseo de provecho personal llevaría a los discí­pulos a ser cómplices de la opresión; la comunidad se habría pasado a las filas del "mundo". Nada peor podría sucederle que ostentar por un lado el nombre de Jesús y por otro asociarse a la injusticia, en conni­vencia con los poderes que dieron muerte a Jesús.

vv. 16-17: No pertenecen al mundo, como tampoco yo perte­nezco al mundo. 17Conságralos con la verdad, verdad que es tu mensaje.

Jesús menciona de nuevo la ruptura de los discípulos, que corres­ponde a la suya propia; introduce así la petición siguiente, punto culmi­nante de esta oración. La verdad toma ahora el lugar de la unción ritual; con­sagrar/santificar está en relación con el Espíritu Santo/santificador (14,26; cf. 1,33; 20,22) y con el Padre (11), del que procede el Espíritu (15,26); el Espíritu Santo es al mismo tiempo el Espíritu de la verdad; Jesús enuncia en este pasaje la relación entre "consagración" y "ver­dad". El Espíritu es la vida-amor del Padre y el principio de vida (3,6); al ser comunicado al hombre, produce una nueva experiencia de vida-amor que, en cuanto percibida y formulada, es la verdad (8,31s). Consa­grar con la verdad significa, por tanto, comunicar el Espíritu. El Padre consagró a Jesús para su misión (10,36); Jesús le pide que consagre a los discípulos (unción mesiánica) de manera semejante a la suya. La verdad se formula en el mensaje del amor y la vida, que equivale al manda­miento (Sal 119,142) (13,34). Gloria, amor y Espíritu son equivalentes. El Espíritu da la experiencia del amor del Padre; esta experiencia, cono­cida, es la verdad; proclamada, el mensaje; como norma de vida, el mandamiento; traducida en la entrega, la "gloria" o resplandor visible del amor, que manifiesta a Dios en medio del mundo.

v. 18: Igual que a mí me enviaste al mundo, también yo los he enviado a ellos al mundo 19y por ellos me consagro yo mismo, para que también ellos estén con­sagrados con verdad.

La misión de los discípulos, tiene el mismo fundamento que la de Jesús, la consagración con el Espíritu, y las mismas consecuencias, la persecución por parte de la sociedad hostil (15,18-25; 16,1-4a). Jesús es­taba ya consagrado por Dios para su misión (10,36); sin embargo, afirma que se consagra él mismo por los discípulos (19), aludiendo a su muerte. La consagración con el Espíritu no es pasiva, exige la colabora­ción. Por parte de Dios consiste en capacitar para la misión que él con­fía, comunicando el Espíritu; por parte del que la recibe, en comprome­terse a responder hasta el fin a ese dinamismo de amor y entrega. Un don no llega a ser tal hasta que no es aceptado; la muerte de Jesús, mostrando la aceptación del don hasta lo último, le dará su realidad plena y definitiva. Su muerte, que permitirá la efusión del Espíritu, hará posible la consagración de los discípulos.


COMENTARIO 2

Seguimos leyendo hoy el discurso de despedida de Pablo ante los presbíteros de la comunidad de Efeso que había hecho llamar a Mileto. En alguna oportunidad ya habíamos hablado de este género literario presente tanto en el AT como en el NT. Es el llamado género de “testamento”, en donde se ponen en boca de un personaje importante, consejos para los destinatarios de la obra, advertencias, anuncios y explicación de doctrinas o creencias determinadas. Así tenemos por ejemplo en Gn 49, 1-28 la despedida de Jacob, una especie de testamento para sus doce hijos, y todo el libro del Deuteronomio que no es otra cosa que el gran “testamento de Moisés”, supuestamente pronunciado en forma de largos discursos, en las estepas de Moab, al pie del monte Nebo, antes de subir a la montaña en donde el gran caudillo desaparecería. Así también las últimas palabras de David moribundo a Salomón su hijo en 1Re 2, 1-9 e, incluso, el salmo de despedida que se le atribuye en 2Sm 23, 1-7. El género conoció un gran desarrollo en la literatura apocalíptica de carácter apócrifo, en donde encontramos libros titulados, por ejemplo: “Testamento de los Doce Patriarcas”.

La despedida que el autor pone en boca de Pablo, en Hch 20, 18-35 se asemeja mucho a los pasajes y textos que hemos mencionado. Pablo, en primer lugar, hace advertencias “pastorales”, muy acertadamente llamadas así porque se emplean las imágenes del rebaño, los pastores, los lobos al acecho. Quienes ejercían y ejercen cargos de responsabilidad en las comunidades cristianas, no pueden dejar de sentirse interpelados. Vienen enseguida avisos de pureza y salvaguarda doctrinal, pues en la época en que el libro de los Hechos de los apóstoles fue compuesto, hacia los años noventa del siglo I, ya comenzaban a presentarse en las comunidades desviaciones doctrinales que amenazaban la unidad de las iglesias y la recta comprensión y vivencia del cristianismo. Finalmente Pablo se pone como ejemplo de pastor y de guardián de la fe: con su solicitud incansable y con su desinterés absoluto, pues hace gala de haber trabajado con sus manos para ganar su propio sustento y el de sus compañeros, con el fin de no comprometer la libertad del evangelio.

El último párrafo de la lectura de hoy es conmovedor, se trata de los gestos de despedida entre el apóstol y sus interlocutores: oran juntos de rodillas, los que lo despiden lloran, abrazan y besan a Pablo que va a marchar a Jerusalén y a quien, temen, no volverán a ver más. Finalmente lo acompañan hasta el barco, pues el viaje era por vía marítima.

¿No es un ejemplo para todos nosotros: para nuestros pastores y para nosotros, los fieles? ¿No son actuales las palabras de Pablo, cuando nuestras comunidades experimentan el asedio de tantos “lobos rapaces” y la enseñanza pura de Jesús es tantas veces tergiversada y mal interpretada? Finalizando el tiempo pascual debemos cerrar filas en torno al Evangelio y a Jesucristo, el pastor supremo de nuestras vidas, para seguir siendo la auténtica Iglesia que El y los apóstoles quisieron.

Todo lo que dijimos acerca de la lectura de Hechos puede aplicarse a la lectura de Juan: se trata de una parte de la “oración sacerdotal” de Jesús, en el capítulo 17 del 4º evangelio, conclusión de los discursos de despedida de los capítulos 13 al 16. Jesús también deja aquí, en estos textos, como tantos personajes del AT, como Pablo en Mileto, un testamento de amor y de cuidado para con sus discípulos. Los ha instruído acerca de su misión, les ha revelado todo lo que el Padre les encomendó, les ha advertido de las luchas y persecuciones en el mundo, y les ha prometido el Espíritu Paráclito que continuará su obra a lo largo de los siglos.

Ahora Jesús ora, pide al Padre por sus discípulos. En primer lugar pide que el Padre los guarde unidos, y luego, le pide que los preserve de los males y las seducciones del mundo. Este mundo que, como tantas veces hemos dicho, no es el cosmos de la creación querido y amado por Dios, sino las fuerzas de la historia humana, rebeldes a la voluntad del Señor.

Deberíamos sentirnos halagados y agradecidos: Cristo ora por nosotros al Padre, intercede por nosotros. Si seguimos estando desunidos y si el mundo nos seduce con sus insidias, se debe solamente a nuestros pecados. Si las iglesias cristianas tienden tan anhelosamente a la unidad, y batallan por el evangelio en el mundo de las injusticias y la violencia, se debe a la oración de Jesús que no deja de pedir por nosotros ante el Padre.

Finalmente Jesús nos envía a sus discípulos, como el Padre lo envió a El. Somos sus misioneros para transformar el mundo rebelde en un mundo de hijos obedientes de Dios. Así nos consagraremos en la verdad, es decir, nos habremos puesto incondicionalmente en el camino de cumplir siempre y únicamente la voluntad de Dios, como Jesús.

1. Juan Mateos, El evangelio de Juan. Texto y comentario. Ediciones El almendro, Córdoba 2002 (en prensa).

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


10. DOMINICOS 2003

Oración en la confianza

La liturgia de hoy nos introduce en el contexto íntimo en que  Pablo y Jesús nos revelan su intimidad, cada cual a su modo.

Pablo, que ayer se hallaba en Mileto, hoy está en Éfeso, y habla a los presbíteros y venerables de su iglesia, y lo hace con especial ternura, audacia y lágrimas, porque se encuentra en el momento de la despedida. Sus palabras son una delicia.

Jesús, que prosigue su oración-despedida, antes de subir nuevamente al Padre, se presenta a sí mismo a Él, y nos presenta a todos, especialmente a sus discípulos predilectos convocados a misiones de mayor riesgo. En las palabras que dice está su corazón.

Disponiendo de esos textos litúrgicos, en vísperas de Pentecostés, ¿para qué buscar e intentar saborear otra experiencia de vida en el Espíritu sino ésa? Hagamos “oración” sirviéndonos de cada uno de los pensamientos bíblicos ofrecidos y pregonados, dispongámonos a recibir la luz y fuerza pentecostal, y lancémonos a la conquista del mundo para Cristo.

ORACIÓN:

Padre lleno de amor, concede a tu Iglesia, congregada por el Espíritu Santo,  dedicarse plenamente a tu servicio y vivir unida en el amor, según tu voluntad; y a cada uno de nosotros haznos fieles servidores tuyos y de nuestros hermanos los hombres. Amén.

 

Palabras de luz y vida

Hechos de los apóstoles 20, 28-38:

“Pablo siguió hablando a los principales de Éfeso a los que había llamado, y les dijo: tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió por la sangre de su Hijo. Ya sé que cuando yo os deje se meterán entre vosotros lobos feroces que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de entre vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra, que es gracia... A nadie he pedido dinero, oro ni ropa... Estas manos han ganado lo necesario... Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados...”

Este texto es una página antológica del Pablo integral que ha quemado tres años de vida en servicio de maestro, pastor, colaborador y amigo; que derrama lágrimas en la despedida como derramó gotas de sudor en su trabajo; que vive temeroso de maestros insinceros y desleales; que pone como signo de buen obrar el ser solícitos por los demás.

Evangelio según san Juan 17, 11-19:

“Jesús siguió orando, y levantando los ojos al cielo, dijo: ¡Padre santo! , guarda en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Mientras he permanecido con ellos, yo he guardado en tu nombre a los que me diste y los custodiaba... Pero ahora voy a ti... Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo sino que los guardes del mal... Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo...”

Nuevamente podemos leer este texto de Juan en paralelo con el texto de la carta de Pablo en su despedida de Corinto. ¡Qué entrañas de amor y misericordia! Jesús confiesa lo que ha hecho y cómo lo ha hecho; reconoce la dificultad que sobrevendrá a los discípulos; pide para ellos protección divina; y los envía al mundo, a evangelizarlo.

 

Momento de reflexión

Abrazaban a Pablo, y lloraban.

Resulta emocionante a un alma sensible ponerse místicamente a los pies de este Pablo, para escuchar cuanto dice hoy en su carta. Quien hoy habla no es un Pablo austero y frío sino un pastor y padre solícito y previsor, programador de vida y trabajo, y tierno como una madre. Está feliz por lo que ha dado; teme que su mensaje sea tergiversado; y todo lo deja en manos de Dios por eso, no es de extrañar que, “cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y que Pablo rezara; que sus discípulos se echaron a llorar y que, abrazándolo, le besaban”.

Estas son las verdaderas dimensiones del apóstol: enseñar con firmeza la doctrina y dedicarse con amor y caridad a colaborar con los mismos destinatarios de la Palabra.

Unidad, armonía, integración, complementariedad de aspectos. Así es la realidad y la verdad.

Pongámonos a los pies de Jesús.

Como los discípulos ante Pablo, sería emocionante que también nosotros nos pusiéramos a los pies de Jesús, escucháramos su oración y compartiéramos sus sentimientos. La ternura espiritual, afectiva, comprometida, es parte de la oración y encuentro con el Señor.

Él nos ha guardado y custodiado con amor de predilección. Él, por habernos amado, nos ha dado la Palabra de la verdad, una palabra que contradice muchas palabras del mundo: odios, injusticias, insolidaridad, soberbia... Él, al volver al Padre, pide para nosotros esto:

que no nos retiremos del mundo sino del mal del mundo,

que sepamos sufrir en medio del mundo,

que nos santifiquemos en la verdad movidos por el Espíritu del Padre.

Y en esa disposición “nos envía al mundo”, al modo como “el Padre envió  a su Hijo”.


11. Miércoles 4 de junio de 2003

Hch 20, 28-38: emotivo testamento de Pablo
Salmo responsorial: 67, 29-30.33-36
Jn 17, 11-19:frente a la maldad que domina el mundo

Hechos 20, 28-38: emotivo testamento de Pablo

Segunda parte del discurso con que, según este relato de Lucas, se despide Pablo de la comunidad de Éfeso. Todo el discurso es muy emotivo, por las confidencias personales que Lucas pone en boca de Pablo. En el fragmento de hoy, la emotividad sube de tono por el anuncio de los problemas y dificultades que tendrá que sufrir la comunidad. (Lo que mencionan los versículos 29-30, son problemas reales que se daban en la comunidad de Lucas). Y se desborda la emoción, cuando “todos” rompen a llorar abrazando y besando a Pablo por el adiós definitivo. En la exhortación final a “trabajar para socorrer a los necesitados”, brilla con fuerza el dicho o enseñanza de Jesús:“hay más dicha en dar que en recibir” (20,35).

Juan 17, 11-19: frente a la maldad que domina el mundo

Este fragmento de la oración-testamento de Jesús, refleja su preocupación y su entrega por el futuro de sus discípulos frente a la maldad y la mentira que dominan el mundo. Él los ha enviado como el Padre lo envió a él. Jesús les ha dado la palabra del Padre. Su palabra es Su verdad, Su bondad, Su presencia amorosa que da vida. Y quiere Jesús que los discípulos sean enteramente del Padre (como lo es él) viviendo y sirviendo su misma vida, unidos a él (y entre sí) para dar el mismo testimonio que él da de la verdad: “Tu palabra es la verdad” (17,17). “La palabra se hizo carne”, y por ello: “Yo soy la verdad y la vida”: la verdad de la bondad del Padre que comunica Su vida, a quienes crean en Su palabra de vida testimoniada por Jesús.

En el mundo quedan los discípulos, y han de dar testimonio en el mundo. Por eso pide Jesús al Padre que, sin sacarlos del mundo, los proteja de la mentira, la maldad y la injusticia que dominan el mundo. Porque la “verdad” (la palabra del amor del Padre que a todos da vida verdadera) crea hostilidad entre los discípulos fieles a Jesús y la mentira que domina el mundo. La misma hostilidad que mata a Jesús. Y Jesús se ofrece por sus discípulos, para que ellos también lleguen a ofrecerse por la misma verdad y la misma causa que él, testimoniando y comunicando esa vida frente a la mentira, la codicia y la maldad que ocultan la verdad y matan la vida; y así malean el “mundo” haciéndolo inhumano, injusto, cruel.

Ese significado joánico de “mundo” (la perversión que rechaza y se opone al testimonio de Jesús y a su Causa) y el significado joánico de “verdad” (la bondad del Padre que da verdadera vida) dan a este fragmento de la oración-testamento de Jesús, esa enorme fuerza teológica e histórica expresada en Juan 3,16ss: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo para que quienes crean en él tengan vida en plenitud”.

SE CUMPLE HOY LA PALABRA PROCLAMADA

Los cristianos y cristianas de hoy tenemos la responsabilidad de conectar, con lucidez espiritual e histórica, esas cuestiones que nos plantea el evangelio de hoy, con las tragedias que dividen a la humanidad en dos humanidades ferozmente contrastantes en sus niveles de vida y de muerte: una humanidad minoritaria de élite, que vive demasiado bien, junto a otra humanidad mayoritaria y maldita, que malvive y muere; una reducida humanidad exclusiva, que resulta excluyente de la gran humanidad excluida; una mini-superhumanidad, al lado de una infrahumanidad inmensa. ¿Cabe mayor deshumanización del “mundo”? Nos corresponde querer y saber conectar vitalmente la preocupación y súplica de Jesús, leídas hoy en su oración-testamento, con todo lo que amenaza y mata diariamente la vida de millones de personas, al tiempo que aniquila la vida animal y vegetal, y elimina el aliento vital de la tierra.

Bien nos viene, ante esta seria responsabilidad, el consejo de Pablo al despedirse de Éfeso: “debemos trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: “hay más dicha en dar que en recibir” (Hch 20,35). Palabras que Jesús extremó en aquello de que la dicha mayor es de quien se da, hasta dar su vida por los demás (cf Jn 15, 13). ¿Puede ser otra la mística del seguimiento de Jesús y de su Causa, en un “mundo” tan injusto y deshumanizado?

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


12. ACI DIGITAL 2003

9. No se puede pasar en silencio una declaración tan asombrosa como ésta. Jesús vino a revelarnos ante todo el amor del Padre, haciéndonos saber que nos amó hasta entregar por nosotros a su Hijo, Dios como El (3, 16). Y ahora, al declararnos su propio amor, usa Jesús un término de comparación absolutamente insuperable, y casi diríamos increíble, si no fuera dicho por El. Sabíamos que nadie ama más que el que da su vida (v. 13), y que El la dio por nosotros (10, 11), y nos amó hasta el fin (13, 1), y la dio libremente (10, 18), y que el Padre lo amó especialmente por haberla dado (10, 17); y he aquí que ahora nos dice que el amor que El nos tiene es como el que el Padre le tiene a El, o sea que El, el Verbo eterno, nos ama con todo su Ser divino, infinito, sin límites, cuya esencia es el mismo amor (cf. 6, 57; 10, 14 s.). No podrá el hombre escuchar jamás una noticia más alta que esta "buena nueva", ni meditar en nada más santificante; pues, como lo hacía notar el Beato Eymard, lo que nos hace amar a Dios es el creer en el amor que Él nos tiene. Permaneced en mi amor significa, pues, una invitación a permanecer en esa privilegiada dicha del que se siente amado, para enseñarnos a no apoyar nuestra vida espiritual sobre la base deleznable del amor que pretendemos tenerle a El (véase como ejemplo 13, 36 - 38), sino sobre la roca eterna de ese amor con que somos amados por Él. Cf. I Juan 4, 16 y nota.

11. Porque no puede existir para el hombre mayor gozo que el de saberse amado así. En 16, 24; 17, 13; I Juan 1, 4, etc., vemos que todo el Evangelio es un mensaje de gozo fundado en el amor.

14. Si hacéis esto que os mando, es decir, si os amáis mutuamente como acaba de decir en el v. 12 y repite en el v. 17, porque el mandamiento del amor es el fundamento de todos los demás (Mat. 7, 12; 22, 40; Rom. 13, 10; Col. 3, 14).

15. Notemos esta preciosa revelación: lo que nos transforma de siervos en amigos, elevándonos de la vía purgativa a la unión del amor, es el conocimiento del mensaje que Jesús nos ha dejado de parte del Padre. Y El mismo nos agrega cuán grande es la riqueza de este mensaje, que contiene todos los secretos que Dios comunicó a su propio Hijo.

16. Hay en estas palabras de Jesús un inefable matiz de ternura. En ellas descubrimos, no solamente que de El parte la iniciativa de nuestra elección; descubrimos también que su Corazón nos elige aunque nosotros no lo hubiéramos elegido a Él. Infinita suavidad de un Maestro que no repara en humillaciones porque es "manso y humilde de corazón" (Mat. 11, 29). Infinita fuerza de un amor que no repara en ingratitudes, porque no busca su propia conveniencia (I Cor. 13, 5). Vuestro fruto permanezca: Es la característica de los verdaderos discípulos; no el brillo exterior de su apostolado (Mat. 12, 19 y nota: "), pero sí la transformación interior de las almas. De igual modo a los falsos profetas, dice Jesús, se les conoce por sus frutos (Mat. 7, 16), que consisten, según S. Agustín, en la adhesión de las gentes a ellos mismos y no a Jesucristo. Cf. 5, 43; 7, 18; 21, 15; Mat. 26, 56.


13. ACI DIGITAL 2003

11. Véase 18, 36; Mat. 16, 16 ss. y notas.

12. El hijo de perdición es Judas. Véase Marc. 14, 21; S. 40, 10; 54, 14; Hech. 1, 16. Hijo de perdición se llama también al Anticristo (II Tes. 2, 3).

15. Es lo que imploramos en la última petición del Padre nuestro (Mat. 6, 13).

17. "Vemos aquí hasta qué punto el conocimiento y amor del Evangelio influye en nuestra vida espiritual. Jesús habría podido decirle que nos santificase en la caridad, que es el supremo mandamiento. Pero El sabe muy bien que ese amor viene del conocimiento (v. 3). De ahí que en el plan divino se nos envió primero al Verbo, o sea la Palabra, que es la luz; y luego, como fruto de El, al Espíritu Santo que es el fuego, el amor". Cf. S. 42, 3.

19. Por ellos me santifico: Vemos aquí una vez más el carácter espontáneo del sacrificio de Jesús. Cf. 14, 31 y nota. En el lenguaje litúrgico del Antiguo Testamento "santificar" es segregar para Dios. En Jesús esta segregación es su muerte, segregación física y total de este mundo (v. 11 y 13); para los discípulos, se trata de un divorcio del mundo (v. 14 - 16) en orden al apostolado de la verdad que santifica (v. 3 y 17).


14. 2004  SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

El texto litúrgico de estos dos días versa sobre el discurso de Pablo en Mileto a los prebíteros de Éfeso (20, 17-38). Es un texto unitario que no se puede desmembrar y que es necesario ver en su conjunto. Estamos también en la última sección de Hechos de los Apóstoles. Damos la estructura básica de esta sección y después comentamos toda la subida de Pablo a Jerusalén (19, 1 -21, 15), donde se sitúa el discurso de Pablo. Este discurso tiene el carácter de un testamento de Pablo. Ya no estamos en un viaje misionero de Pablo, sino en el "camino de la cruz" de Pablo, muy semejante al camino de Jesús.

Subida a Jerusalén y viaje a Roma: 19, 21 - 28, 31
Esta parte la podemos dividir en tres partes:

(1) Subida de Pablo a Jerusalén: 19, 21 - 21, 15
(2) Estadía de Pablo en Jerusalén y Cesarea: 21, 16 - 26, 32
(3) Pablo camino a Roma y misión final en Roma: 27, 1 - 28, 31

Cada una de estas secciones corresponde a las tres últimas etapas de la vida de Jesús: subida a Jerusalén (Lc. 9, 51 - 19, 27), juicio, pasión y muerte en Jerusalén (Lc.19, 28 - 23, 56) y Resurrección (Lc. 24). Pablo no muere físicamente en Jerusalén, pero ahí enfrenta repetidamente la muerte. Su muerte misma está representada en la naufragio rumbo a Roma (27) y su triunfo en Roma es su resurrección (28). Lucas no pretende una biografía de Pablo, sino narrarnos el triunfo de la Palabra de Dios, obra que el Espíritu Santo realiza a través de los misioneros itinerantes y las pequeñas comunidades.

Subida de Pablo a Jerusalén: 19, 21 - 21, 15

Pablo toma la decisión de ir a Jerusalén y Roma: 19, 21-22: En el v. 21 tenemos el comienzo de algo nuevo y marca una nueva gran sección de Hch que va hasta el final. Por lo importante del versículo, damos aquí una traducción lo más literal posible:
"Y cuando se cumplieron estas cosas,
Pablo decidió en su interior (puso en el espíritu) ir a Jerusalén,
atravesando Macedonia y Acaya,
diciendo: después de estar yo allí,
es necesario que yo también vea Roma.

El verbo principal ("decidió en su interior") expresa la decisión de Pablo de ir a Jerusalén. Pablo toma esta decisión "diciendo" que la voluntad de Dios (expresada por el griego "dei" = "es necesario") es que vaya a Roma. Es decir: Pablo toma la decisión de ir a Jerusalén, sabiendo que la voluntad de Dios es que vaya a Roma. Pablo toma la decisión de ir a Jerusalén, pues ya da por terminada su misión en Macedonia (Tesalónica, Filipos, Berea, Atenas), Acaya (Corintio), Asia (Éfeso), Frigia y Galacia. Éfeso era la última ciudad que tenía que evangelizar en esta parte oriental del Imperio. Pablo ahora (19, 21), después de evangelizar Éfeso y Asia, da por cumplida la misión que le había encomendado el Espíritu. Por eso dice el texto: "cuando se cumplieron estas cosas". Lo que sigue ahora hasta el final del libro, no es ya la "misión" de Pablo, sino su "pasión, muerte y resurrección": viaje a Jerusalén (últimas visitas, despedidas y testamento), su juicio y pasión en Jerusalén y Cesarea, y su "muerte y resurrección" en Roma. No es un viaje misionero, sino martirial.

Este cambio en la vida de Pablo y su planificación como aparece en Hch, corresponde a lo que sabemos directamente de Pablo por su propios escritos. Según Rom 15, 17-33 su plan es resumidamente el siguiente: Pablo da por terminada su misión en la parte oriental del Imperio, que describe trazando una línea desde Jerusalén hasta el Ilírico (punto extremo occidental, en Macedonia, de la vía Ignacia que lleva a Roma). En toda esta región Pablo "ha dado cumplimiento al Evangelio de Cristo" (Rom 15, 19), es decir, Pablo considera esta región como ya evangelizada: no tiene ya "campo de acción en estas regiones" (Rom 15, 23). Ahora Pablo traza una nueva línea: Roma-España. En el plan de Pablo Roma no es un punto de llegada, sino simplemente de partida para su nuevo plan de evangelización de la parte occidental del Imperio. España era realmente "el fin de la tierra" (extremo occidental del mundo mediterráneo) hasta donde quería llevar Pablo la predicación. Este plan de Pablo responde a la estrategia de Lucas en Hch 1, 8 de dar testimonio "hasta el fin de la tierra". Pero Pablo, antes de ir a Roma, quiere hacer un viaje a Jerusalén para llevar una colecta a la comunidad de los santos (para ello léase Rom. 15, 25-33 / 1 Cor 16, 1-4 y 2 Cor 8-9). El fin de esta colecta es afianzar la unidad de las Iglesias surgidas tanto del judaísmo como de la gentilidad (Rom 15, 27). Pablo quiere consolidar esta unidad, antes de emprender su nueva etapa de Evangelización de Roma a España. Su viaje a Macedonia y Acaya antes de ir a Jerusalén es para recoger la colecta. Pablo teme que la colecta no sea aceptada en Jerusalén (Rom 15, 30-32), pero mantiene a pesar de todo su plan.

En Hch 19, 21 aparece fundamentalmente el mismo plan: Éfeso-Jerusalén (pasando por Macedonia y Acaya) y luego Jerusalén-Roma. No se dice nada del proyecto Roma-España, pero está implícito, pues según 1, 8 el Evangelio debe llegar hasta el fin de la tierra. Está claro que Roma es el centro del Imperio, de ninguna manera el fin de la tierra. Si Pablo llega a Roma es para que, desde Roma, el Evangelio llegue al fin del mundo. El cambio más notorio en Hch es que Lucas omite la colecta, que es según las cartas de Pablo el gran y único motivo de éste para ir a Jerusalén. Lucas conoce este colecta, pues la menciona de paso en 24, 17, pero la ignora sistemáticamente en todo el largo relato del viaje a Macedonia, Acaya y Jerusalén. El motivo de esta omisión posiblemente es el fracaso histórico de Pablo en Jerusalén, sobre todo de su colecta para los santos de esta comunidad. Lucas, que escribe más de 30 años después de los sucesos trágicos para Pablo en Jerusalén, omite el motivo de la colecta y le da a todo este viaje un nuevo sentido: se trata ahora de la "pasión, muerte y resurrección" de Pablo. Este es presentado ahora no como misionero, sino como discípulo de Jesús que, como su maestro, debe ir a Jerusalén para sufrir su pasión (véase la semejanza entre Lc 9, 51 y Hch 19, 21). De este largo viaje, no misionero, sino martirial, que va desde 19, 21 hasta el final del libro en 28, 31 nos ocuparemos ahora.

Revuelta de los orfebres en Éfeso: 19, 23-40: Lucas ya había cerrado el ciclo de la misión de Pablo, y con el sumario de 19, 20 daba por concluida la evangelización de Éfeso, ¿porqué entonces inserta este relato entre la decisión de Pablo de partir de Éfeso (19, 21) y la partida de hecho (20, 1)? ¿Cuál es el sentido global del relato? Es propio del estilo de Lucas intercalar un relato en medio de una narración diferente. Véase por ejemplo cómo intercala 12, 1-24 en el relato diferente que comienza en 11, 29-30 y contunúa en 12, 25. El relato del tumulto en Éfeso no pertenece ya a los relatos misioneros de Pablo (que terminaron en 19, 20), sino al relato de su "pasión" camino hacia Jerusalén.

La contradicción fundamental en el relato es entre la idolatría popular y el "Camino" (e.d. el movimiento de Jesús). La idolatría está relacionada a una estructura económica de producción de artesanía religiosa, que proporcionaba no pocas ganancias a sus productores. El sistema económico está ligado al templo de la diosa Artemisa, cuya grandeza adora todo el Asia y el mundo entero. La ciudad de Éfeso es famosa por su diosa, lo que funda un nacionalismo religioso local. La idolatría popular está así articulada a la economía, al templo y a la ciudad. Los que obtienen ganancias económicas de este sistema económico-religioso-político ven en el Evangelio de Pablo un peligro mortal para sus ganancias, para el Templo, para la diosa y para la ciudad. En el relato se proponen dos formas para resolver esta contradicción. Por un lado, Demetrio busca la solución en un tumulto popular, violento, confuso e ilegal, que quiere linchar a Pablo y compañeros. Por otro lado, el magistrado de la ciudad, con los asiarcas (diputados del consejo regional de Asia) proponen que se convoque una asamblea legal, donde se presente cualquier posible reclamación en audiencias legales y ante los procónsules constituidos. El relato opta por la legalidad en contra del tumulto. El tumulto no favorece al "Camino", pero sí lo favorece la legalidad romana. Este es un tema muy típico de Lucas, que está presente a lo largo de toda la pasión de Pablo, así como en la pasión del mismo Jesús. Veremos más adelante que es el tribuno romano el que salva a Pablo de la muchedumbre que quiere lincharlo en el Templo (21, 27- 40), también el tribuno salva a Pablo de la conjuración de los judíos que quieren matarlo (23, 12-24) y finalmente Pablo apela al Cesar para salvar su vida (25, 1-12). Esta prioridad de la legalidad romana, que Lucas muestra conocer muy bien, sobre el tumulto y la conjura ilegal, podría ser el tema que justifica la intercalación de esta narración del tumulto en Éfeso, después que Pablo ha tomada la decisión de ir a Jerusalén. Es una narración que podemos también interpretar dentro del relato de la pasión de Pablo (19, 21 - 28, 31) si bien pertenece a la sección de la misión (15, 36 - 19, 20).

Las 7 etapas del viaje de Pablo de Éfeso a Jerusalén
(20, 1 - 21, 15)

(1) De Éfeso a Corinto: 20, 1-2 (Pablo se despide de los discípulos de Éfeso, recorre Macedonia y va a Corinto).
(2) Pablo en Corinto: 20, 3a (tres meses: dic.55 - feb. 56, donde escribe posiblemente la carta a los Romanos).
(3) De Corinto a Tróade: 22, 3b-6
(conjura de los judíos, regreso por Macedonia; de Filipos a Tróade)
(4) Pablo en Tróade: 20, 7-12
(siete días; primer día de la semana: Eucaristía y Resurrección de Eutico)
(5) De Tróade a Mileto: 20, 13-16
(6) Pablo en Mileto: 20, 17-38
(Discurso de despedida a los Presbíteros de Éfeso).
(7) De Mileto a Jerusalén: 21, 1-15
Estadías en Tiro (7 días) y en Cesarea

Tenemos cuatro relatos de viajes y 5 estadías principales: en Corinto, en Tróade, en Mileto, en Tiro y en Cesarea. Las estadías tienen todas el carácter de despedida y testamento: en Corinto habría escrito la carta a los Romanos (no está en Hch, pero lo deducimos por otros textos), en Tróade Pablo habla toda la noche a la comunidad (nada se dice sobre el contenido) y en Mileto tenemos el texto mismo del discurso de despedida o testamento de Pablo. En Mileto, Tiro y Cesarea tenemos los 3 anuncios del Espíritu para que Pablo no vaya a Jerusalén.

De Éfeso a Tróade (20, 1-6): Pablo se despide de los discípulos de Éfeso y recorre Macedonia exhortando a los fieles con largos discursos (20, 1-2a). Por las cartas sabemos que Pablo recorre Macedonia para recoger la colecta para Jerusalén, pero Lucas ignora este motivo y da a este viaje un carácter de despedida y testamento. La conjura de la judíos (v.3) y la elección de 7 acompañantes de Pablo (v.4) podría tener como contexto la colecta. Llama la atención la ausencia de delegados de Filipos y Corinto, de donde vendría fundamentalmente el dinero. En Corintio se quedó tres meses (v.3a). En 20, 5 aparece otra vez en el relato el "nosotros", que seguirá hasta 21, 18. El "nosotros" ya había aparecido en 16, 10-17 y aparecerá posteriormente en 27, 1 - 28, 16. Muchos ven aquí un indicio de una fuente (itinerario de viaje) utilizado por Lucas. Otros (Rius-Camps y Juan Mateos) interpretan este "nosotros" como sintonía de Pablo con el Espíritu Santo ("la comunidad del Espíritu"), con la cual Lucas se identifica. No es que Lucas se integre físicamente al viaje de Pablo (nunca estuvo presente), sino que se identifica con Pablo cuando éste es fiel al Espíritu. Pablo quiere embarcarse en Corintio para Siria, posiblemente en un barco donde iban muchos judíos a celebrar la Pascua en Jerusalén. El descubrimiento de la conjura de los judíos lo hace desistir y se va a Filipos, donde celebrará la Pascua (20, 3b-6). De ahí tomará una ruta más larga y más lenta, pero también más segura, hacia Jerusalén. En Tróade se junta con los 7 delegados de las comunidades que lo acompañan y se queda ahí 7 días (20, 5-6).

En Tróade (20, 7-12): El primer día de la semana (el último de su estadía en Tróade) Pablo habla a la "comunidad del Espíritu" ("nosotros") reunida "para la fracción del pan" (20, 7). El primer día de la semana es el Domingo, que según la costumbre judía comienza en la tarde del Sábado. Pablo habla a la comunidad toda la noche (del sábado al domingo). El discurso de Pablo hasta la media noche está resumido en el verbo "argumentar" (dia-legomai v.7), que es el tipo de discurso que Pablo siempre tiene con los judíos (cf. 17, 2-3.17/ 18, 4 / 19, 8-9). Pablo alargó este tipo de argumentación de una manera tal, que el joven Eutico se quedó dormido y se cayó de la ventana. Eutico posiblemente representa aquí a las jóvenes comunidades, a quienes ya no interesa este tipo de argumentación de Pablo. Por eso Pablo cambia su discurso: desde la Eucaristía a media noche hasta la mañana, Pablo ya no argumenta, sino conversa (homiléo v.11). Pablo termina su discurso de toda la noche y se marcha. Posteriormente, es incorporado el muchacho vivo. Posiblemente se quiere aquí simbolizar la sustitución de Pablo por la joven comunidad que nace, representada por Eutico.

De Tróade a Mileto (20, 13-16): se nos da un itinerario minucioso. Hay dos detalles importantes. Pablo viaja junto con el "nosotros" (la comunidad del Espíritu), pero de Tróade a Aso (unos 40 kilómetros), el "nosotros" viaja en barco y Pablo va caminando. Quizás Lucas busca aquí dejar claro que Pablo y el "nosotros" son diferentes. Pablo por propia cuenta está decidido ir a Jerusalén, la "comunidad del Espíritu" quiere ir a Roma a la nueva misión. Por eso están separados. Pero en Aso Pablo se encuentra con el "nosotros" y lo toman a bordo, para seguir ahora juntos. El otro detalle es que Pablo evita pasar por Éfeso, pues tiene prisa de llegar a Jerusalén para Pentecostés. Pablo teme que la comunidad de Éfeso lo retenga por más tiempo, pero también es posible que Pablo tema que la comunidad, inspirada por el Espíritu, lo presione para no ir a Jerusalén, como sucederá posteriormente en las comunidades de Tiro (21, 3-4) y de Cesarea (21, 8-14). Pablo no va a Éfeso, pero desde Mileto manda llamar a los presbíteros de Éfeso. Entre Éfeso y Mileto hay 60 Km. Quizás este desplazamiento de los presbíteros de Éfeso a Mileto tomó más tiempo que una visita de Pablo a Éfeso, lo que confirma que el problema no es el tiempo, sino la presión que hace el Espíritu sobre Pablo por medio de las comunidades para que no vaya a Jerusalén.

En Mileto: discurso a los Presbíteros de Éfeso (20, 17-38): En Mileto tenemos el importante discurso de Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso (20, 17-38). Es el único discurso de Pablo en Hch dirigido a los cristianos, pues todos los demás discursos tienen como auditorio a personas y grupos fuera de la comunidad cristiana. Pablo siempre escribe sus cartas a las comunidades, a toda la Iglesia, a todos los santos. Aquí se dirige sólo a los presbíteros. El género literario es el de Testamento, género muy conocido en la Biblia, como por ejemplo el Testamento de Jesús en Lc 22, 14-38 o Jn 14-17. Las cartas pastorales, especialmente la 2 Tim, tienen también el estilo de Testamento. Estos testamentos son redactados normalmente por los discípulos, donde ellos expresan cómo entienden la mente o el pensamiento profundo de sus maestros. Lucas quiere en este discurso darnos un resumen del mensaje de todo el libro de Hch, especialmente del capítulo 15 a 28. El discurso de Pablo en Mileto nos revela no tanto la mente de Pablo, sino cómo Lucas entendía a Pablo en el contexto de su Iglesia varias décadas después; puede darnos claves importantes para entender todo el libro de Hch., pues en él Lucas refleja mejor su intención al escribir este libro.

El discurso lo podemos dividir en 4 partes:
(1) vv. 18-21: Memoria de su ministerio en Asia.
(2) vv. 22-24: Situación actual de Pablo.
(3) vv. 25-31: Exhortación a los Presbíteros.
(4) vv. 32-35: Testamento (Pablo deja la Palabra y su Testimonio).

Pablo se dirige a los Presbíteros de la Iglesia de Éfeso, que son los responsables de las comunidades. En el v.28 se les llama también Episcopos, cuya función pastoral es la de vigilar y conducir la comunidad. En tiempos de Pablo las comunidades no tenían mayor estructura, no existe todavía esa diferencia entre clero y laicos, sino una variedad no orgánica de carismas, como apóstoles, profetas y maestros (13, 1), evangelistas (Felipe 21, 8), profetisas (las hijas de Felipe 21, 9), etc. Los presbíteros son simplemente los animadores de las comunidades. En todo el N.T. nunca son llamados "sacerdotes" Pablo, al despedirse, no deja estructuras, sino sólo los encomienda "a Dios y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio"(v.32).

En la primera parte del discurso (vv.18-21) Pablo (en realidad Lucas) hace una evaluación de su ministerio en Asia: en medio de persecuciones Pablo predica, enseña y da testimonio, en publico y por las casas, a griegos y judíos. Esta memoria del pasado legitima a Pablo como modelo o norma para los presbíteros. Pablo enseña todo, no oculta nada a la comunidad: es fiel a la totalidad e integridad de la tradición.

En la segunda parte de su discurso (vv. 22-24) encontramos dos frases contrapuestas: (1) Pablo atado por su propia decisión (literal: atado en el espíritu, cf. 19, 21: "Pablo puso en su espíritu...") va a Jerusalén no sabiendo lo que le espera. (2) El Espíritu Santo en cada ciudad testifica diciendo que le esperan cadenas y aflicciones. El espíritu de Pablo se opone al Espíritu Santo. Pablo se orienta a Jerousalem (nombre sacro, que expresa la institucionalidad judía), el Espíritu Santo, por el contrario, se revela en cada ciudad, donde viven las comunidades. Pablo no sabe lo que le espera; el Espíritu Santo declara que le esperan cadenas y aflicciones. La antítesis es perfecta y expresa la tragedia de Pablo: su decisión de ir a Jerusalén es contraria al Espíritu Santo. Las comunidades, donde se revela el Espíritu, sí lo saben. La estrategia del Espíritu, avalada por las comunidades, es la misión a los gentiles (de Roma al fin del mundo). Pablo, al ir a Jerusalén, pone en peligro su vida y la estrategia del mismo Espíritu Santo. Por eso Pablo agrega en el v.24 esa enigmática frase, que más o menos dice así: no importa si vivo o muero, lo importante es que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús. El ministerio de Pablo, no es la confrontación con los judíos en Jerusalén, sino la predicación del Evangelio a los gentiles a partir de Roma. Pablo momentáneamente arriesga su vida contradiciendo al Espíritu, pero al mismo tiempo mantiene su fidelidad al mismo Espíritu.

La tercera parte del discurso (vv.25-31) es fundamentalmente una exhortación pastoral a los responsables de las comunidades de Éfeso. La idea central aquí es la siguiente: Pablo ha predicado todo el Evangelio a las comunidades. Ahora el se va para siempre. Los responsables de las comunidades son ahora los encargados de este Evangelio. Pablo ya no tiene ninguna responsabilidad en Éfeso. Nace aquí el concepto de Tradición Apostólica, no como una ortodoxia a conservar, sino como una fidelidad a la integridad del Evangelio predicado. Pablo pasa ahora esta responsabilidad a los presbíteros de Éfeso, que han sido puestos por el Espíritu Santo como vigilantes (episkopoi) para pastorear la Iglesia de Dios (v.28). Hecho este "traspaso" de la responsabilidad apostólica, Pablo señala los peligros que se ciernen sobre la comunidad: los lobos crueles y los hombres perversos que buscarán destruirla.

En la cuarta parte del discurso (vv. 32-35), Pablo encomienda a los responsables de las comunidades a la Palabra de Dios, la cual tiene el poder para construir la casa (v.32). Pablo no deja estructuras u organizaciones, solamente la Palabra de Dios. Ese es el único poder de la comunidad: la Palabra de Dios. Esa Palabra es la que puede construir la casa, e.d. la Iglesia de Dios. Además de la Palabra de Dios, Pablo deja su ejemplo, como norma para la comunidad. El apóstol ha trabajado con sus manos con dos objetivos: para proveer a sus necesidades y la de sus compañeros, y para socorrer a los pobres. ¿Cómo podríamos hoy re-actualizar este ejemplo y esta norma fundamental que deja Pablo a los presbíteros de Éfeso?

Lucas presenta los tres anuncios del Espíritu a Pablo, en paralelismo antitético con los tres anuncios de Jesús sobre su muerte y resurrección camino a Jerusalén. Los 3 anuncios del Espíritu a Pablo son: aquí en Mileto (20, 23), en Tiro (21, 4) y en Cesarea (21, 10-14). El Espíritu habla a través de las comunidades proféticas: anuncia a Pablo cadenas y aflicciones, le prohíbe que suba a Jerusalén, pues ahí será atado por los judíos y entregado a los romanos. En el Evangelio de Lucas son los discípulos los que no entienden y se resisten, ahora es Pablo el que no entiende y el que se resiste. En el caso de Jesús, su ida a Jerusalén es voluntad del Padre, en el caso de Pablo es su propia voluntad, contra la del Espíritu. ¿Porqué Pablo actúa de esta forma? El relato de Lucas quiere mostrar dos cosas. Por un lado, lo importante para Pablo de su enraizamiento personal en la tradición del Pueblo de Israel; Pablo quiere demostrar que la misión a los gentiles está en continuidad con esta tradición. Por otro lado, Pablo busca apasionadamente la unidad de la Iglesia: quiere que las Iglesias venidas de la gentilidad estén en comunión con la Iglesia madre de Jerusalén. Este fue el motivo de la colecta, tal como aparece en Rom 15, 26 ("si los gentiles han participado en sus bienes espirituales, ellos a su vez deben servirles con sus bienes temporales"), pero Lucas como ya vimos omite mencionar la colecta en este contexto. Lucas al narrar la resistencia de Pablo al Espíritu, y todo lo que sufrió por dicha resistencia, quiere darle toda la fuerza posible a los motivos de Pablo. Cuando Lucas escribe su libro posiblemente está respondiendo a la doble acusación contra Pablo: de haber roto con la tradición de Israel y la de poner en peligro la unidad de la Iglesia.

De Mileto a Jerusalén (21, 1-15): es la última etapa de este largo viaje desde Éfeso hacia Jerusalén. Tenemos aquí un detallado itinerario: Mileto-Cos-Rodas-Pátara-Tiro-Tolemaida-Cesarea-Jerusalén. En tres lugares hay un encuentro con las comunidades: en Tiro, Tolemaida y Cesarea. En Tiro, Pablo y el grupo "nosotros" (que había desaparecido durante el encuentro de Pablo con los presbíteros de Éfeso) permanece 7 días con los discípulos. Aquí tenemos el segundo anuncio del Espíritu: "los discípulos, iluminados por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerousalem (nombre sacro)" (21, 4). En Tolemaida, también encuentra a los "hermanos" y se quedan ahí un día. La tercera estadía, en Cesarea, es la más importante (21, 8-14). Aquí encontramos una concentración de profetas: Felipe, el evangelista, uno de los 7 Helenistas (6, 1-7); las 4 vírgenes profetisas, hijas de Felipe; el profeta Agabo, que ya lo habíamos encontrado en la Iglesia de Antioquía, fundada por los Helenistas (11, 27-30). En Cesarea tenemos el tercer anuncio del Espíritu, que ahora habla por boca del profeta Agabo: Pablo será tomado preso por los judíos en Jerousalem y entregado a los romanos. El grupo "nosotros" y "los de aquel lugar" también se unen al anuncio del Espíritu: "le rogamos (a Pablo) que no subiera a Jerousalem" (v.12). Pablo resiste la orden del Espíritu: "yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerousalem por el nombre del Señor Jesús". La respuesta de Pablo es muy semejante a la respuesta de Pedro a Jesús, durante su discurso de despedida: "Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte" (Lc 22, 33). Jesús reprende a Pedro por su arrogancia y anuncia su triple negación. La reacción de la comunidad de Cesarea ante la "arrogancia" de Pablo es de resignación: "Hágase la voluntad del Señor" (22, 14). Lo mismo dice Jesús en el huerto de los Olivos (Lc.22, 42).

Reflexión Pastoral sobre 19, 21 - 21, 15:
viaje de Pablo a Jerusalén

1) Pablo da por terminada la evangelización en la parte oriental del Imperio romano ("desde Jerusalén, en todas las direcciones, hasta el Ilírico") y ahora decide ir a Roma y desde allí hasta el fin de la tierra. Pablo realmente cree en la fuerza de la Palabra de Dios que él ha anunciado, cree en su obra evangelizadora. Al despedirse de los presbíteros de Éfeso los encomienda a esta Palabra, que tiene la fuerza de construir el edificio (20, 32). ¿Tenemos nosotros hoy esta fe de Pablo en la eficacia de la Palabra de Dios? ¿Creemos realmente que la Palabra de Dios que anunciamos tiene el poder de construir la Iglesia? Pablo en sus planes de viaje demuestra un espíritu misionero cuyo horizonte en todo el mundo habitado y conocido (de Jerusalén a España). ¿Tenemos hoy este universalismo misionero de Pablo?

2) Pablo decide ir a Roma (objetivo misionero), pasando antes por Jerusalén. La subida de Pablo a Jerusalén sigue los pasos de la subida de Jesús a Jerusalén. Pablo ahora ya no hace un viaje misionero, sino un viaje martirial, como discípulo de Jesús. Va consolidando las comunidades ya fundadas, se despide de ellas y les deja su testamento. Hagamos un estudio global de este nuevo rostro de Pablo y sistematicemos los puntos fundamentales de su testamento espiritual (especialmente su discurso en Mileto: 20, 17-38).

3) Pablo en su viaje a Jerusalén va luchando con el Espíritu Santo. La voluntad del Espíritu es que Pablo no vaya a Jerusalén, sino directamente a Roma para continuar desde ahí la misión hasta el fin de la tierra. ¿Cuáles son los motivos de Pablo para ir a Jerusalén, a pesar de la oposición del Espíritu? ¿Cómo el Espíritu se manifiesta a Pablo? ¿Porque Lucas nos narra este viaje de Pablo a Jerusalén? ¿Que quiere enseñarnos con este viaje?


15. DOMINICOS 2004

Padre, guárdalos en tu nombre

Ven, Espíritu divino...
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Huésped, descanso, tregua, brisa, gozo, consuelo... Todo eso y mucho más significa la presencia amorosa del Espíritu en nuestras vidas, porque nos ayuda a entender cada momento y cada circunstancia con ecuanimidad y fortaleza, sin dar lugar al desaliento.

A la luz de ese Espíritu vivía Pablo en sus viajes misionales, y movido por ese Espíritu divino actuaba Jesús, camino del desierto, de Galilea o de Jerusalén...

Aprendamos también nosotros a leer, según ese Espíritu las palabras de la liturgia en este día. Pablo, que ayer hallaba en Mileto, hoy está en Éfeso, hablando a los presbíteros y venerables de su iglesia, y lo hace con especial ternura, audacia y lágrimas, porque se encuentra en el momento de la despedida. Y Jesús, que se dispone a volver al Padre, para enviarnos su Espíritu, prolonga la oración por sí mismo y por nosotros. Participemos de ella.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 20, 28-38:
“Pablo siguió hablando a los principales de Éfeso , y les dijo: tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar...

Ya sé que cuando yo os deje se meterán entre vosotros lobos feroces que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos.

Estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra, que es gracia, y tiene poder para construiros...

A nadie he pedido dinero, oro ni ropa... Estas manos han ganado lo necesario... Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados...”

Evangelio según san Juan 17, 11-19:
“Jesús siguió orando, con los ojos levantados hacia el cielo: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste y los custodiaba... Ahora voy a ti...

Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo sino que los guardes del mal... Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo...”



Reflexión para este día
Pablo, movido por el Espíritu, enseñó con firmeza la doctrina y se dedicó a servor con amor y caridad a los mismos destinatarios de la Palabra.

Por eso, muchas almas sensibles le abrieron el corazón al escuchar cuanto decía con voz de padre, amigo, confidente...;y “cuando terminó de hablar, se pusieron de rodillas, ... y se echaron a llorar y, abrazándolo, le besaban”.

Estas son las verdaderas dimensiones del apóstol: Unidad, armonía, integración, complementariedad de aspectos, verdad encarnada...

Nosotros, hoy, a imitación de aquellas buenas gentes, pongámonos espiritualmente a los pies de Jesús y compartamos sus sentimientos y súplicas. Él nos ha guardado y custodiado con amor de predilección. Él, por habernos amado, nos ha dado la Palabra de la verdad, una palabra que contradice muchas palabras del mundo: odios, injusticias, insolidaridad, soberbia... Y al volver al Padre pide para nosotros que no nos retiremos del mundo sino del mal del mundo sino que sepamos sufrir en medio de él, santificándonos en la verdad.


16. CLARETIANOS 2004

CONSAGRADOS EN LA VERDAD

Comunidad más que de nombre
Rezan de rodillas, lloran, se abrazan, se besan, les da mucha pena, porque un hermano se va. He aquí un estilo de comunidad cristiana. Aquí no hay distancias, protocolos, boato. Los verbos expresan que todo se realiza desde un intensa cercanía . Dicen los que saben mucho de Biblia que los Hechos idealizan las primitivas comunidades cuando de ellas afirman que “tenían un solo corazón y una sola alma”.

Claro que todos sabemos que en la comunidad de Corinto no faltaban los pecados más nefandos. Pero, en todo caso, el talante que se dibuja nos apunta a la sencillez, a la participación, al sentido familiar, a la espontánea y visible presencia de lo divino. Por ejemplo, en la elección de Matías o de los siete diáconos. El esquema es casi idéntico: todos oran, Pedro o los doce convocan a los hermanos y les indican la necesidad, el pueblo elige y presenta, los apóstoles imponen las manos. No se llenan la cabeza de problemas sobre democracias o jerarquías. Todos en su puesto. Precisamente Pablo nos va describir la calidad de los pastores.

Un estilo de cura
Antes de ir a la muerte, nos pinta cómo puede ser un buen pastor, un buen cura u obispo. Sea lo primero saber el hontanar secreto: es el Espíritu Santo quien les alienta en la tarea. Desde aquí señala cuatro frentes: tener cuidado y guardar el rebaño, ser centinela, exponer la buena doctrina. Todo aderezado con las notas del desprendimiento de bienes y de honores y cultivando un tono tierno y familiar, como el que resplandece en la descripción de la despedida. Sí , saltarán dificultades, desde fuera, “como lobos”, y desde dentro de la comunidad. Pero en el problema encuentra la solución: “Os dejo en manos de Dios y de su palabra que es gracia”.

Repaso este retrato paulino sobre los pastores y, la verdad, no encuentro nada de esas cosas que tanto hoy nos ocupan, como la vestimenta o ciertas prácticas y costumbres. Lo mejor, como entonces, caminar, codo con codo, con su pueblo. Para unos y otros pidió Jesús lo mismo en la Última Cena. Veamos.

Letanía testamentaria
Como una letanía a la que respondemos “Te rogamos, óyenos”. Con la marca de la víspera de su muerte, oliendo a palabras testamentarias. Cinco son las invocaciones de esta rogativa: Padre santo, guárdalos en tu nombre; Padre santo, que ellos mismos tengan mi alegría cumplida; Padre santo, santifícalos en la verdad; Padre santo, conságralos en la verdad. Todo es oración de súplica confiada. Una confianza totalmente justificada. Es que son “los que Tú me has dado”. Además, por todos ellos se consagra. Antes de veinticuatro horas será víctima en la cruz. Y , desde allí, cumplida su misión, envía a los suyos al mundo. A continuar su misma tarea. Meditar estas palabras, y hacerlas oración, significa estremecerse, dar gracias, sentir alegría.

Conrado Bueno Bueno
(cmfcsespino@planalfa.es)


17. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

El texto litúrgico de estos dos días versa sobre el discurso de Pablo en Mileto a los prebíteros de Éfeso (20, 17-38). Es un texto unitario que no se puede desmembrar y que es necesario ver en su conjunto. Estamos también en la última sección de Hechos de los Apóstoles. Damos la estructura básica de esta sección y después comentamos toda la subida de Pablo a Jerusalén (19, 1 -21, 15), donde se sitúa el discurso de Pablo. Este discurso tiene el carácter de un testamento de Pablo. Ya no estamos en un viaje misionero de Pablo, sino en el "camino de la cruz" de Pablo, muy semejante al camino de Jesús.

Subida a Jerusalén y viaje a Roma: 19, 21 - 28, 31
Esta parte la podemos dividir en tres partes:

(1) Subida de Pablo a Jerusalén: 19, 21 - 21, 15
(2) Estadía de Pablo en Jerusalén y Cesarea: 21, 16 - 26, 32
(3) Pablo camino a Roma y misión final en Roma: 27, 1 - 28, 31

Cada una de estas secciones corresponde a las tres últimas etapas de la vida de Jesús: subida a Jerusalén (Lc. 9, 51 - 19, 27), juicio, pasión y muerte en Jerusalén (Lc.19, 28 - 23, 56) y Resurrección (Lc. 24). Pablo no muere físicamente en Jerusalén, pero ahí enfrenta repetidamente la muerte. Su muerte misma está representada en la naufragio rumbo a Roma (27) y su triunfo en Roma es su resurrección (28). Lucas no pretende una biografía de Pablo, sino narrarnos el triunfo de la Palabra de Dios, obra que el Espíritu Santo realiza a través de los misioneros itinerantes y las pequeñas comu­nidades.

Subida de Pablo a Jerusalén: 19, 21 - 21, 1

Pablo toma la decisión de ir a Jerusalén y Roma: 19, 21-22: En el v. 21 tenemos el comienzo de algo nuevo y marca una nueva gran sección de Hch que va hasta el final. Por lo importante del versículo, damos aquí una traducción lo más literal posible

"Y cuando se cumplieron estas cosas,
Pablo decidió en su interior (puso en el espíritu) ir a Jerusalén,
atravesando Macedonia y Acaya,
diciendo: después de estar yo allí,
es necesario que yo también vea Roma.

El verbo principal ("decidió en su interior") expresa la decisión de Pablo de ir a Jerusalén. Pablo toma esta decisión "diciendo" que la voluntad de Dios (expresada por el griego "dei" = "es necesario") es que vaya a Roma. Es decir: Pablo toma la decisión de ir a Jerusalén, sabiendo que la voluntad de Dios es que vaya a Roma. Pablo toma la decisión de ir a Jerusalén, pues ya da por terminada su misión en Macedonia (Tesalónica, Filipos, Berea, Atenas), Acaya (Corintio), Asia (Éfeso), Frigia y Galacia. Éfeso era la última ciudad que tenía que evangelizar en esta parte oriental del Imperio. Pablo ahora (19, 21), después de evangelizar Éfeso y Asia, da por cumplida la misión que le había encomendado el Espíritu. Por eso dice el texto: "cuando se cumplieron estas cosas". Lo que sigue ahora hasta el final del libro, no es ya la "misión" de Pablo, sino su "pasión, muerte y resurrección": viaje a Jerusalén (últimas visitas, despedidas y testamento), su juicio y pasión en Jerusalén y Cesarea, y su "muerte y resurrección" en Roma. No es un viaje misionero, sino martirial.

Este cambio en la vida de Pablo y su planificación como aparece en Hch, corresponde a lo que sabemos directamente de Pablo por su propios escritos. Según Rom 15, 17-33 su plan es resumidamente el siguiente: Pablo da por terminada su misión en la parte oriental del Imperio, que describe trazando una línea desde Jerusalén hasta el Ilírico (punto extremo occidental, en Macedonia, de la vía Ignacia que lleva a Roma). En toda esta región Pablo "ha dado cumplimiento al Evangelio de Cristo" (Rom 15, 19), es decir, Pablo considera esta región como ya evangelizada: no tiene ya "campo de acción en estas regiones" (Rom 15, 23). Ahora Pablo traza una nueva línea: Roma-España. En el plan de Pablo Roma no es un punto de llegada, sino simplemente de partida para su nuevo plan de evangelización de la parte occidental del Imperio. España era realmente "el fin de la tierra" (extremo occidental del mundo mediterráneo) hasta donde quería llevar Pablo la predicación. Este plan de Pablo responde a la estrategia de Lucas en Hch 1, 8 de dar testimonio "hasta el fin de la tierra". Pero Pablo, antes de ir a Roma, quiere hacer un viaje a Jerusalén para llevar una colecta a la comunidad de los santos (para ello léase Rom. 15, 25-33 / 1 Cor 16, 1-4 y 2 Cor 8-9). El fin de esta colecta es afianzar la unidad de las Iglesias surgidas tanto del judaísmo como de la gentilidad (Rom 15, 27). Pablo quiere consolidar esta unidad, antes de emprender su nueva etapa de Evangelización de Roma a España. Su viaje a Macedonia y Acaya antes de ir a Jerusalén es para recoger la colecta. Pablo teme que la colecta no sea aceptada en Jerusalén (Rom 15, 30-32), pero mantiene a pesar de todo su plan.

En Hch 19, 21 aparece fundamentalmente el mismo plan: Éfeso-Jerusalén (pasando por Macedonia y Acaya) y luego Jerusalén-Roma. No se dice nada del proyecto Roma-España, pero está implícito, pues según 1, 8 el Evangelio debe llegar hasta el fin de la tierra. Está claro que Roma es el centro del Imperio, de ninguna manera el fin de la tierra. Si Pablo llega a Roma es para que, desde Roma, el Evangelio llegue al fin del mundo. El cambio más notorio en Hch es que Lucas omite la colecta, que es según las cartas de Pablo el gran y único motivo de éste para ir a Jerusalén. Lucas conoce este colecta, pues la menciona de paso en 24, 17, pero la ignora sistemáticamente en todo el largo relato del viaje a Macedonia, Acaya y Jerusalén. El motivo de esta omisión posiblemente es el fracaso histórico de Pablo en Jerusalén, sobre todo de su colecta para los santos de esta comunidad. Lucas, que escribe más de 30 años después de los sucesos trágicos para Pablo en Jerusalén, omite el motivo de la colecta y le da a todo este viaje un nuevo sentido: se trata ahora de la "pasión, muerte y resurrección" de Pablo. Este es presentado ahora no como misionero, sino como discípulo de Jesús que, como su maestro, debe ir a Jerusalén para sufrir su pasión (véase la semejanza entre Lc 9, 51 y Hch 19, 21). De este largo viaje, no misionero, sino martirial, que va desde 19, 21 hasta el final del libro en 28, 31 nos ocuparemos ahora.

Revuelta de los orfebres en Éfeso: 19, 23-40: Lucas ya había cerrado el ciclo de la misión de Pablo, y con el sumario de 19, 20 daba por concluida la evangelización de Éfeso, ¿porqué entonces inserta este relato entre la decisión de Pablo de partir de Éfeso (19, 21) y la partida de hecho (20, 1)? ¿Cuál es el sentido global del relato? Es propio del estilo de Lucas intercalar un relato en medio de una narración diferente. Véase por ejemplo cómo intercala 12, 1-24 en el relato diferente que comienza en 11, 29-30 y contunúa en 12, 25. El relato del tumulto en Éfeso no pertenece ya a los relatos misioneros de Pablo (que terminaron en 19, 20), sino al relato de su "pasión" camino hacia Jerusalén.

La contradicción fundamental en el relato es entre la idolatría popular y el "Camino" (e.d. el movimiento de Jesús). La idolatría está relacionada a una estructura económica de producción de artesanía religiosa, que proporcionaba no pocas ganancias a sus productores. El sistema económico está ligado al templo de la diosa Artemisa, cuya grandeza adora todo el Asia y el mundo entero. La ciudad de Éfeso es famosa por su diosa, lo que funda un nacionalismo religioso local. La idolatría popular está así articulada a la economía, al templo y a la ciudad. Los que obtienen ganancias económicas de este sistema económico-religioso-político ven en el Evangelio de Pablo un peligro mortal para sus ganancias, para el Templo, para la diosa y para la ciudad. En el relato se proponen dos formas para resolver esta contradicción. Por un lado, Demetrio busca la solución en un tumulto popular, violento, confuso e ilegal, que quiere linchar a Pablo y compañeros. Por otro lado, el magistrado de la ciudad, con los asiarcas (diputados del consejo regional de Asia) proponen que se convoque una asamblea legal, donde se presente cualquier posible reclamación en audiencias legales y ante los procónsules constituidos. El relato opta por la legalidad en contra del tumulto. El tumulto no favorece al "Camino", pero sí lo favorece la legalidad romana. Este es un tema muy típico de Lucas, que está presente a lo largo de toda la pasión de Pablo, así como en la pasión del mismo Jesús. Veremos más adelante que es el tribuno romano el que salva a Pablo de la muchedumbre que quiere lincharlo en el Templo (21, 27- 40), también el tribuno salva a Pablo de la conjuración de los judíos que quieren matarlo (23, 12-24) y finalmente Pablo apela al Cesar para salvar su vida (25, 1-12). Esta prioridad de la legalidad romana, que Lucas muestra conocer muy bien, sobre el tumulto y la conjura ilegal, podría ser el tema que justifica la intercalación de esta narración del tumulto en Éfeso, después que Pablo ha tomada la decisión de ir a Jerusalén. Es una narración que podemos también interpretar dentro del relato de la pasión de Pablo (19, 21 - 28, 31) si bien pertenece a la sección de la misión (15, 36 - 19, 20).

Las 7 etapas del viaje de Pablo de Éfeso a Jerusalén
(20, 1 - 21, 15)

(1) De Éfeso a Corinto: 20, 1-2 (Pablo se despide de los discípulos de Éfeso, recorre Macedonia y va a Corinto).
(2) Pablo en Corinto: 20, 3a (tres meses: dic.55 - feb. 56, donde escribe posiblemente la carta a los Romanos).
(3) De Corinto a Tróade: 22, 3b-6
(conjura de los judíos, regreso por Macedonia; de Filipos a Tróade)
(4) Pablo en Tróade: 20, 7-12
(siete días; primer día de la semana: Eucaristía y Resurrección de Eutico)
(5) De Tróade a Mileto: 20, 13-16
(6) Pablo en Mileto: 20, 17-38
(Discurso de despedida a los Presbíteros de Éfeso).
(7) De Mileto a Jerusalén: 21, 1-15
Estadías en Tiro (7 días) y en Cesarea

Tenemos cuatro relatos de viajes y 5 estadías principales: en Corinto, en Tróade, en Mileto, en Tiro y en Cesarea. Las estadías tienen todas el carácter de despedida y testamento: en Corinto habría escrito la carta a los Romanos (no está en Hch, pero lo deducimos por otros textos), en Tróade Pablo habla toda la noche a la comunidad (nada se dice sobre el contenido) y en Mileto tenemos el texto mismo del discurso de despedida o testamento de Pablo. En Mileto, Tiro y Cesarea tenemos los 3 anuncios del Espíritu para que Pablo no vaya a Jerusalén.

De Éfeso a Tróade (20, 1-6): Pablo se despide de los discípulos de Éfeso y recorre Macedonia exhortando a los fieles con largos discursos (20, 1-2a). Por las cartas sabemos que Pablo recorre Macedonia para recoger la colecta para Jerusalén, pero Lucas ignora este motivo y da a este viaje un carácter de despedida y testamento. La conjura de la judíos (v.3) y la elección de 7 acompañantes de Pablo (v.4) podría tener como contexto la colecta. Llama la atención la ausencia de delegados de Filipos y Corinto, de donde vendría fundamentalmente el dinero. En Corintio se quedó tres meses (v.3a). En 20, 5 aparece otra vez en el relato el "nosotros", que seguirá hasta 21, 18. El "nosotros" ya había aparecido en 16, 10-17 y aparecerá posteriormente en 27, 1 - 28, 16. Muchos ven aquí un indicio de una fuente (itinerario de viaje) utilizado por Lucas. Otros (Rius-Camps y Juan Mateos) interpretan este "nosotros" como sintonía de Pablo con el Espíritu Santo ("la comunidad del Espíritu"), con la cual Lucas se identifica. No es que Lucas se integre físicamente al viaje de Pablo (nunca estuvo presente), sino que se identifica con Pablo cuando éste es fiel al Espíritu. Pablo quiere embarcarse en Corintio para Siria, posiblemente en un barco donde iban muchos judíos a celebrar la Pascua en Jerusalén. El descubrimiento de la conjura de los judíos lo hace desistir y se va a Filipos, donde celebrará la Pascua (20, 3b-6). De ahí tomará una ruta más larga y más lenta, pero también más segura, hacia Jerusalén. En Tróade se junta con los 7 delegados de las comunidades que lo acompañan y se queda ahí 7 días (20, 5-6).

En Tróade (20, 7-12): El primer día de la semana (el último de su estadía en Tróade) Pablo habla a la "comunidad del Espíritu" ("nosotros") reunida "para la fracción del pan" (20, 7). El primer día de la semana es el Domingo, que según la costumbre judía comienza en la tarde del Sábado. Pablo habla a la comunidad toda la noche (del sábado al domingo). El discurso de Pablo hasta la media noche está resumido en el verbo "argumentar" (dia-legomai v.7), que es el tipo de discurso que Pablo siempre tiene con los judíos (cf. 17, 2-3.17/ 18, 4 / 19, 8-9). Pablo alargó este tipo de argumentación de una manera tal, que el joven Eutico se quedó dormido y se cayó de la ventana. Eutico posiblemente representa aquí a las jóvenes comunidades, a quienes ya no interesa este tipo de argumentación de Pablo. Por eso Pablo cambia su discurso: desde la Eucaristía a media noche hasta la mañana, Pablo ya no argumenta, sino conversa (homiléo v.11). Pablo termina su discurso de toda la noche y se marcha. Posteriormente, es incorporado el muchacho vivo. Posiblemente se quiere aquí simbolizar la sustitución de Pablo por la joven comunidad que nace, representada por Eutico.

De Tróade a Mileto (20, 13-16): se nos da un itinerario minucioso. Hay dos detalles importantes. Pablo viaja junto con el "nosotros" (la comunidad del Espíritu), pero de Tróade a Aso (unos 40 kilómetros), el "nosotros" viaja en barco y Pablo va caminando. Quizás Lucas busca aquí dejar claro que Pablo y el "nosotros" son diferentes. Pablo por propia cuenta está decidido ir a Jerusalén, la "comunidad del Espíritu" quiere ir a Roma a la nueva misión. Por eso están separados. Pero en Aso Pablo se encuentra con el "nosotros" y lo toman a bordo, para seguir ahora juntos. El otro detalle es que Pablo evita pasar por Éfeso, pues tiene prisa de llegar a Jerusalén para Pentecostés. Pablo teme que la comunidad de Éfeso lo retenga por más tiempo, pero también es posible que Pablo tema que la comunidad, inspirada por el Espíritu, lo presione para no ir a Jerusalén, como sucederá posteriormente en las comunidades de Tiro (21, 3-4) y de Cesarea (21, 8-14). Pablo no va a Éfeso, pero desde Mileto manda llamar a los presbíteros de Éfeso. Entre Éfeso y Mileto hay 60 Km. Quizás este desplazamiento de los presbíteros de Éfeso a Mileto tomó más tiempo que una visita de Pablo a Éfeso, lo que confirma que el problema no es el tiempo, sino la presión que hace el Espíritu sobre Pablo por medio de las comunidades para que no vaya a Jerusalén.

En Mileto: discurso a los Presbíteros de Éfeso (20, 17-38): En Mileto tenemos el importante discurso de Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso (20, 17-38). Es el único discurso de Pablo en Hch dirigido a los cristianos, pues todos los demás discursos tienen como auditorio a personas y grupos fuera de la comunidad cristiana. Pablo siempre escribe sus cartas a las comunidades, a toda la Iglesia, a todos los santos. Aquí se dirige sólo a los presbíteros. El género literario es el de Testamento, género muy conocido en la Biblia, como por ejemplo el Testamento de Jesús en Lc 22, 14-38 o Jn 14-17. Las cartas pastorales, especialmente la 2 Tim, tienen también el estilo de Testamento. Estos testamentos son redactados normalmente por los discípulos, donde ellos expresan cómo entienden la mente o el pensamiento profundo de sus maestros. Lucas quiere en este discurso darnos un resumen del mensaje de todo el libro de Hch, especialmente del capítulo 15 a 28. El discurso de Pablo en Mileto nos revela no tanto la mente de Pablo, sino cómo Lucas entendía a Pablo en el contexto de su Iglesia varias décadas después; puede darnos claves importantes para entender todo el libro de Hch., pues en él Lucas refleja mejor su intención al escribir este libro.

El discurso lo podemos dividir en 4 partes:
(1) vv. 18-21: Memoria de su ministerio en Asia.
(2) vv. 22-24: Situación actual de Pablo.
(3) vv. 25-31: Exhortación a los Presbíteros.
(4) vv. 32-35: Testamento (Pablo deja la Palabra y su Testimonio).

Pablo se dirige a los Presbíteros de la Iglesia de Éfeso, que son los responsables de las comunidades. En el v.28 se les llama también Episcopos, cuya función pastoral es la de vigilar y conducir la comunidad. En tiempos de Pablo las comunidades no tenían mayor estructura, no existe todavía esa diferencia entre clero y laicos, sino una variedad no orgánica de carismas, como apóstoles, profetas y maestros (13, 1), evangelistas (Felipe 21, 8), profetisas (las hijas de Felipe 21, 9), etc. Los presbíteros son simplemente los animadores de las comunidades. En todo el N.T. nunca son llamados "sacerdotes" Pablo, al despedirse, no deja estructuras, sino sólo los encomienda "a Dios y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio"(v.32).

En la primera parte del discurso (vv.18-21) Pablo (en realidad Lucas) hace una evaluación de su ministerio en Asia: en medio de persecuciones Pablo predica, enseña y da testimonio, en publico y por las casas, a griegos y judíos. Esta memoria del pasado legitima a Pablo como modelo o norma para los presbíteros. Pablo enseña todo, no oculta nada a la comunidad: es fiel a la totalidad e integridad de la tradición.

En la segunda parte de su discurso (vv. 22-24) encontramos dos frases contrapuestas: (1) Pablo atado por su propia decisión (literal: atado en el espíritu, cf. 19, 21: "Pablo puso en su espíritu...") va a Jerusalén no sabiendo lo que le espera. (2) El Espíritu Santo en cada ciudad testifica diciendo que le esperan cadenas y aflicciones. El espíritu de Pablo se opone al Espíritu Santo. Pablo se orienta a Jerousalem (nombre sacro, que expresa la institucionalidad judía), el Espíritu Santo, por el contrario, se revela en cada ciudad, donde viven las comunidades. Pablo no sabe lo que le espera; el Espíritu Santo declara que le esperan cadenas y aflicciones. La antítesis es perfecta y expresa la tragedia de Pablo: su decisión de ir a Jerusalén es contraria al Espíritu Santo. Las comunidades, donde se revela el Espíritu, sí lo saben. La estrategia del Espíritu, avalada por las comunidades, es la misión a los gentiles (de Roma al fin del mundo). Pablo, al ir a Jerusalén, pone en peligro su vida y la estrategia del mismo Espíritu Santo. Por eso Pablo agrega en el v.24 esa enigmática frase, que más o menos dice así: no importa si vivo o muero, lo importante es que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús. El ministerio de Pablo, no es la confrontación con los judíos en Jerusalén, sino la predicación del Evangelio a los gentiles a partir de Roma. Pablo momentáneamente arriesga su vida contradiciendo al Espíritu, pero al mismo tiempo mantiene su fidelidad al mismo Espíritu.

La tercera parte del discurso (vv.25-31) es fundamentalmente una exhortación pastoral a los responsables de las comunidades de Éfeso. La idea central aquí es la siguiente: Pablo ha predicado todo el Evangelio a las comunidades. Ahora el se va para siempre. Los responsables de las comunidades son ahora los encargados de este Evangelio. Pablo ya no tiene ninguna responsabilidad en Éfeso. Nace aquí el concepto de Tradición Apostólica, no como una ortodoxia a conservar, sino como una fidelidad a la integridad del Evangelio predicado. Pablo pasa ahora esta responsabilidad a los presbíteros de Éfeso, que han sido puestos por el Espíritu Santo como vigilantes (episkopoi) para pastorear la Iglesia de Dios (v.28). Hecho este "traspaso" de la responsabilidad apostólica, Pablo señala los peligros que se ciernen sobre la comunidad: los lobos crueles y los hombres perversos que buscarán destruirla.

En la cuarta parte del discurso (vv. 32-35), Pablo encomienda a los responsables de las comunidades a la Palabra de Dios, la cual tiene el poder para construir la casa (v.32). Pablo no deja estructuras u organizaciones, solamente la Palabra de Dios. Ese es el único poder de la comunidad: la Palabra de Dios. Esa Palabra es la que puede construir la casa, e.d. la Iglesia de Dios. Además de la Palabra de Dios, Pablo deja su ejemplo, como norma para la comunidad. El apóstol ha trabajado con sus manos con dos objetivos: para proveer a sus necesidades y la de sus compañeros, y para socorrer a los pobres. ¿Cómo podríamos hoy re-actualizar este ejemplo y esta norma fundamental que deja Pablo a los presbíteros de Éfeso?

Lucas presenta los tres anuncios del Espíritu a Pablo, en paralelismo antitético con los tres anuncios de Jesús sobre su muerte y resurrección camino a Jerusalén. Los 3 anuncios del Espíritu a Pablo son: aquí en Mileto (20, 23), en Tiro (21, 4) y en Cesarea (21, 10-14). El Espíritu habla a través de las comunidades proféticas: anuncia a Pablo cadenas y aflicciones, le prohíbe que suba a Jerusalén, pues ahí será atado por los judíos y entregado a los romanos. En el Evangelio de Lucas son los discípulos los que no entienden y se resisten, ahora es Pablo el que no entiende y el que se resiste. En el caso de Jesús, su ida a Jerusalén es voluntad del Padre, en el caso de Pablo es su propia voluntad, contra la del Espíritu. ¿Porqué Pablo actúa de esta forma? El relato de Lucas quiere mostrar dos cosas. Por un lado, lo importante para Pablo de su enraizamiento personal en la tradición del Pueblo de Israel; Pablo quiere demostrar que la misión a los gentiles está en continuidad con esta tradición. Por otro lado, Pablo busca apasionadamente la unidad de la Iglesia: quiere que las Iglesias venidas de la gentilidad estén en comunión con la Iglesia madre de Jerusalén. Este fue el motivo de la colecta, tal como aparece en Rom 15, 26 ("si los gentiles han participado en sus bienes espirituales, ellos a su vez deben servirles con sus bienes temporales"), pero Lucas como ya vimos omite mencionar la colecta en este contexto. Lucas al narrar la resistencia de Pablo al Espíritu, y todo lo que sufrió por dicha resistencia, quiere darle toda la fuerza posible a los motivos de Pablo. Cuando Lucas escribe su libro posiblemente está respondiendo a la doble acusación contra Pablo: de haber roto con la tradición de Israel y la de poner en peligro la unidad de la Iglesia.

De Mileto a Jerusalén (21, 1-15): es la última etapa de este largo viaje desde Éfeso hacia Jerusalén. Tenemos aquí un detallado itinerario: Mileto-Cos-Rodas-Pátara-Tiro-Tolemaida-Cesarea-Jerusalén. En tres lugares hay un encuentro con las comunidades: en Tiro, Tolemaida y Cesarea. En Tiro, Pablo y el grupo "nosotros" (que había desaparecido durante el encuentro de Pablo con los presbíteros de Éfeso) permanece 7 días con los discípulos. Aquí tenemos el segundo anuncio del Espíritu: "los discípulos, iluminados por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerousalem (nombre sacro)" (21, 4). En Tolemaida, también encuentra a los "hermanos" y se quedan ahí un día. La tercera estadía, en Cesarea, es la más importante (21, 8-14). Aquí encontramos una concentración de profetas: Felipe, el evangelista, uno de los 7 Helenistas (6, 1-7); las 4 vírgenes profetisas, hijas de Felipe; el profeta Agabo, que ya lo habíamos encontrado en la Iglesia de Antioquía, fundada por los Helenistas (11, 27-30). En Cesarea tenemos el tercer anuncio del Espíritu, que ahora habla por boca del profeta Agabo: Pablo será tomado preso por los judíos en Jerousalem y entregado a los romanos. El grupo "nosotros" y "los de aquel lugar" también se unen al anuncio del Espíritu: "le rogamos (a Pablo) que no subiera a Jerousalem" (v.12). Pablo resiste la orden del Espíritu: "yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerousalem por el nombre del Señor Jesús". La respuesta de Pablo es muy semejante a la respuesta de Pedro a Jesús, durante su discurso de despedida: "Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte" (Lc 22, 33). Jesús reprende a Pedro por su arrogancia y anuncia su triple negación. La reacción de la comunidad de Cesarea ante la "arrogancia" de Pablo es de resignación: "Hágase la voluntad del Señor" (22, 14). Lo mismo dice Jesús en el huerto de los Olivos (Lc.22, 42).

Reflexión Pastoral sobre 19, 21 - 21, 15:
viaje de Pablo a Jerusalén
1) Pablo da por terminada la evangelización en la parte oriental del Imperio romano ("desde Jerusalén, en todas las direcciones, hasta el Ilírico") y ahora decide ir a Roma y desde allí hasta el fin de la tierra. Pablo realmente cree en la fuerza de la Palabra de Dios que él ha anunciado, cree en su obra evangelizadora. Al despedirse de los presbíteros de Éfeso los encomienda a esta Palabra, que tiene la fuerza de construir el edificio (20, 32). ¿Tenemos nosotros hoy esta fe de Pablo en la eficacia de la Palabra de Dios? ¿Creemos realmente que la Palabra de Dios que anunciamos tiene el poder de construir la Iglesia? Pablo en sus planes de viaje demuestra un espíritu misionero cuyo horizonte en todo el mundo habitado y conocido (de Jerusalén a España). ¿Tenemos hoy este universalismo misionero de Pablo?

2) Pablo decide ir a Roma (objetivo misionero), pasando antes por Jerusalén. La subida de Pablo a Jerusalén sigue los pasos de la subida de Jesús a Jerusalén. Pablo ahora ya no hace un viaje misionero, sino un viaje martirial, como discípulo de Jesús. Va consolidando las comunidades ya fundadas, se despide de ellas y les deja su testamento. Hagamos un estudio global de este nuevo rostro de Pablo y sistematicemos los puntos fundamentales de su testamento espiritual (especialmente su discurso en Mileto: 20, 17-38).

3) Pablo en su viaje a Jerusalén va luchando con el Espíritu Santo. La voluntad del Espíritu es que Pablo no vaya a Jerusalén, sino directamente a Roma para continuar desde ahí la misión hasta el fin de la tierra. ¿Cuáles son los motivos de Pablo para ir a Jerusalén, a pesar de la oposición del Espíritu? ¿Cómo el Espíritu se manifiesta a Pablo? ¿Porque Lucas nos narra este viaje de Pablo a Jerusalén? ¿Que quiere enseñarnos con este viaje?


18.

Muchas veces pensamos que, aceptar a Jesús en nuestras vidas y seguir su palabra, su ejemplo, será un salir del mundo. Sin embargo, en su oración por cada una de nosotras y nosotros Jesús específica claramente al Padre que no está orando para que nos saque del mundo, sino para que, en estando en el mundo, nos guarde del mal que en el mundo existe. Guardarnos no significa tampoco que no nos enfrentaremos al mal, sino que, ese mal no tocará nuestro verdadero ser que es Dios mismo. No hay principio de exclusión en los que han decido seguir a Jesús, sino principio de salvación, de vida eterna que empieza aquí y ahora, extendiendo en el mundo el reino de los cielos.

Señor permíteme que, siguiéndote a ti sea capaz de darme a las demás personas y saber que mi trabajo es en el mundo y que nada ni nadie podrá hacerme daño pues tú me guardas del mal.

Dios nos bendice,

Miosotis


19. 2004.

LECTURAS: HECH 20, 28-38; SAL 67; JN 17, 11-19

Hech. 20, 28-38. Pablo, forzado por el Espíritu, se encamina hacia Jerusalén, sin saber lo que ahí le espera. Antes de iniciar su viaje, puesto que él ya no estará con las comunidades, que el Señor ha fundado por su medio, las pone en manos de Dios. Pues el dueño no es Pablo, sino Dios mismo. Él velará por los suyos, y su Palabra los santificará, los hará crecer en la fe y los hará partícipes de la herencia reservada a los consagrados. Aquellos a quienes se les confió el ministerio de estar al frente del Pueblo de Dios, deben ser los primeros beneficiados por la Palabra de Dios, que santifica al hombre. Ellos deben cuidar de la Iglesia de Dios; ésta es tan querida y tan valiosa a los ojos del mismo Dios que la adquirió para sí con la sangre de su propio Hijo. ¿Cómo se va a descuidar lo más precioso para Dios? ¿Acaso los Ministros Consagrados defraudarán la confianza que Dios depositó en ellos?

Sal. 67. Mientras gozamos del Año de Gracia del Señor, acerquémonos a Él llenos de amor y de confianza. No vengamos sólo a ofrecerle tributos externos; vengamos a ofrecernos nosotros mismos. El Señor quiere que nosotros seamos suyos, y que lo glorifiquemos con una vida intachable. Algún día vendrá, lleno de gloria. Entonces habrá terminado el año de gracia, y el Señor aparecerá como juez de todas las naciones. Pero quienes le hayamos vivido y perseverado fieles hasta el final no tendremos ningún temor, pues permaneceremos de pie en su presencia. Por eso, ya desde ahora, dejemos que la Gloria del Señor resplandezca sobre el rostro de su Iglesia porque nuestras buenas obras manifiesten que, en verdad, Dios permanece en nosotros y nosotros en Él.

Jn. 17, 11-19. Nuestro Dios y Padre, a pesar de nuestras grandes fragilidades, miserias y pecados, nos ha amado sin medida. Él envió a su propio Hijo, la Palabra eterna, para que, hecho uno de nosotros, nos santificara perdonándonos nuestros pecados mediante su muerte en la cruz, y dándonos nueva vida mediante su gloriosa resurrección. Desde entonces nuestra vocación mira a llegar a poseer los bienes eternos, pues Dios nos ha hecho coherederos de los mismos, junto con su Hijo. Pero mientras vamos como peregrinos por este mundo, quienes hemos sido santificados por el Señor, somos enviados por Él para que, en su Nombre, hagamos llegar la salvación a todos los hombres. Por eso, confiados plenamente en el Señor, no podemos huir del mundo; debemos permanecer en él como testigos de Cristo. Y puesto que nuestra naturaleza es frágil debemos dejarnos conducir por el Señor, y fortalecer por su Espíritu, de tal forma que el anuncio de la salvación no lo hagamos sólo con los labios, sino con una vida íntegra. Que el Señor nos libre del mal y nos haga auténticos testigos suyos.

El Señor nos quiere fraternalmente unidos por el Amor que procede de Él. Hoy nos reúne en torno a su Mesa para hacernos partícipes de su Vida y de su Espíritu. Su Palabra, pronunciada sobre nosotros, nos santifica, nos purifica y, al encarnarse en nosotros, nos hace ser un signo creíble de su amor en el mundo. El Señor, como nuestro Buen Pastor, no sólo vela por nosotros sino que nos alimenta y fortalece para que no nos dobleguemos ante las insidias del mal ni de nuestra propia concupiscencia. Su oración ante el Padre Dios, elevada junto con su Iglesia en esta Eucaristía, se convierte para nosotros en la garantía de que seremos sus testigos y los constructores fieles de su Reino entre nosotros. Elevemos, junto con Él, nuestra oración de alabanza al Padre Dios y, junto con Él, pidamos la fuerza necesaria para no dejarnos dominar por el mal.

El Señor nos quiere no sólo fraternalmente unidos, sino trabajando constantemente por la unidad, de tal forma que el amor, que procede de Él y que habita en nuestro corazón, nos haga auténticos constructores de unidad y no de división. Al paso del tiempo han surgido lobos rapaces, que no han tenido compasión del rebaño, que han anunciado doctrinas perversas y han destruido la unidad en torno a nuestro único Dios y Padre. Él nos ama a todos y quiere que seamos un solo rebaño bajo un solo Pastor, Cristo Jesús. Santificados por la Palabra de Dios somos enviados al mundo para santificarlo, no para destruirlo. Que Dios nos conceda la Fuerza de su Espíritu Santo para que podamos vivir como testigos de Cristo, y no como predicadores de inventos nuestros, que no han nacido de Dios sino de una visión demasiado corta o mal interpretada del amor que Él nos ha manifestado por medio de su Hijo amado.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir una auténtica unidad en torno a Cristo, de tal forma que algún día podamos vivir esa unidad en plenitud en la Casa del Padre. Amén.

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20. ARCHIMADRID 2004

UN HOMBRE DEVUELTO AL MUNDO

“Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre”. Ser sacerdote es ser el mismo Cristo. Siendo éste el punto de partida, san Pablo da unos consejos a los sacerdotes de Éfeso. El argumento empleado es el de la sangre derramada por Jesús. Todo sacerdote será pastor de la Iglesia en la medida en que se identifique con el sacrificio de Cristo. Más aún, las manos, los gestos y las palabras del sacerdote serán prestadas a Jesús para llevar a cabo el gran milagro de convertir el pan y el vino, depositados en el altar, en su Cuerpo y en su Sangre.

Sentadas estas premisas, Pablo vierte sus sentimientos (“durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular”) con verdadero celo sacerdotal. El que actúa “en el nombre” y “en la persona” de Cristo no es un ser ajeno al sufrimiento de los hombres. Todo lo contrario, es un hombre como los demás (sacado del mundo y devuelto a él), para hacer de “puente” entre lo divino y lo humano. Dispensador de los misterios de Dios, recoge las palabras del Señor, haciéndolas suyas: “Hay más dicha en dar que en recibir”.

La alegría de los hombres es la alegría del sacerdote, la tristeza de los que lloran es la tristeza del sacerdote. No es un plañidero, sino que administra la medicina oportuna para curar las heridas del corazón y del alma. Y esa fuerza, recibida del Espíritu Santo, resulta ser el bálsamo de la verdadera reconciliación entre los hombres, y de éstos con Dios.

“Se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar…”. San Pablo, que es conocido por la dureza empleada para sí, muestra su ternura sacerdotal ante aquellos que quizás no vuelva a ver. La única acción que pueda acortar distancias, en el tiempo y en el espacio, es la de la oración. La eternidad, una vez más, entra en el límite de las horas para derrochar en la condición humana lo que es perenne e infinito. Dios, más allá de cualquier anonadamiento, resulta tan asequible que es posible hablarle como un “Tú”. Él, no sólo escucha, sino que hace llenar el alma de la fortaleza capaz de acometer cualquier empresa. Lo que para los hombres puede resultar heroísmo, para el que reza se hace cotidiano: llevar a cabo la voluntad de Dios.

“Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros”. La unidad es la bandera del sacerdote, que enarbola ante todos los hombres de buena voluntad. La diversidad y la diferencia encuentran su punto de inflexión en un solo Señor y en una sola fe. Los enemigos de Dios pretenderán la dispersión y la ruptura, pero el amor es más grande que cualquier discrepancia. El Espíritu Santo, que asiste permanentemente a la Iglesia, es el encargado de preservar a sus hijos de todo mal y contradicción. Estando en el mundo, el sacerdote, que es odiado por su entrega al débil y enfermo, siempre actuará contracorriente, acudiendo con presteza al que se encuentra hambriento de Dios.

“Por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad”. Enemigo de la mentira, el sacerdote busca siempre la auténtica adecuación entre el querer de Dios y su puesta en escena en el mundo. En ocasiones verdaderamente difíciles, la tentación ante los respetos humanos y la vanidad, encontrarán su contrapeso en el abrazo sincero a la Cruz. No sólo se trata de admirar la soledad de una cruz, sino de besar, una a una, las llagas del crucificado. Éste es el colmo de la verdad, el escándalo para aquellos que sólo encuentran satisfacción en la podredumbre de las cosas que mueren. El sacerdote, ya es víctima, altar y sacrificio… Y ya nadie podrá arrebatarle el amor de sus amores.

Pienso en María, madre de los sacerdotes, y me brota un profundo agradecimiento, porque me contempla con ternura y ve en mí, a pesar de mí, a su propio hijo, Cristo.


21.

Comentario: Rev. D. Josep Vall i Mundó (Barcelona, España)

«Yo le he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado»

Hoy celebra la Iglesia en las diócesis de Catalunya la fiesta de san Fructuoso, obispo y mártir, y de sus diáconos mártires Augurio y Eulogio. Del martirio de los tres estamos bien informados por la Actas auténticas, en concreto, por la denominada Passió dels sants màrtirs Fructuós o Fruitós, Auguri i Eulogi. Murieron en la hoguera un día como hoy, el 21 de enero del año 259, bajo los emperadores Valerio y Galerio. Comienza la misa de estos santos con estas bonitas palabras, que sintetizan perfectamente su vida de entrega y amor en su servicio episcopal y diaconal: «Más encendidos por el amor de Cristo que por las llamas del fuego, Fructuoso, Augurio y Eulogio, como los tres jóvenes lanzados al horno, con alegría dieron testimonio de la resurrección que esperaban».

Todos los cristianos hemos de dar testimonio de Cristo. Incluso dando la vida misma si fuera necesario. «Si el grano de trigo no muere, queda solo» (Jn 12,24), es decir, no da fruto. Nuestros santos tarraconenses dieron mucho fruto a lo largo de sus vidas, como ministros de Cristo, con la palabra y la acción; pero al final lo dieron del todo, como tantos otros mártires de aquellos tiempos de persecuciones, entregando la vida en un cruel martirio. Ante el lloroso pueblo de Dios que asistía en el Anfiteatro tarraconense, Fructuoso los animaba diciéndoles: «No os faltará pastor, y el amor y la promesa del Señor no podrán fallar, ni en este mundo ni en el otro. Porque esto que estáis viendo es debilidad de una hora». Tarragona siempre ha destacado por sus buenos pastores.

Tertuliano, el escritor cristiano, había ya afirmado, pocos años antes, que «la sangre de los mártires es semilla de cristianos». Así sucedió enseguida en la ciudad imperial. El cristianismo, desde aquella Sede, se extendió rápidamente hacia otros lugares. ¡Qué bien nos viene recordar aquellos versos del poeta pre-cristiano romano Virgilio, aplicados a Fructuoso y a sus dos diáconos!: «Se pone ahí un renuevo de planta fructuosa / y no pasa largo tiempo, y un árbol gentil / hacia el cielo levanta su ramaje fértil / maravillándose la hoja nueva / y de unos frutos que no son suyos».


22. Fray Nelson Miércoles 11 de Mayo de 2005

Temas de las lecturas: Ahora los dejo en manos de Dios, que puede hacerlos crecer y alcanzar la herencia prometida * Padre, que ellos sean uno, como nosotros.

1. Confiados pero no ingenuos
1.1 La primera lectura de hoy nos presenta un apóstol lleno de sentimiento pero también lleno de claridad. Siente, desde luego, y le duele partir; pero también sabe que los ojos que lloran porque él se va podrán también mentir cuando se haya ido. Pablo habla con confianza, pero no con ingenuidad. Es cercano pero no manipulable. Se le puede conmover pero no engañar.

1.2 Pablo apela a su propio ejemplo: “acuérdense de que durante tres años, día y noche, no me cansé de exhortarlos hasta con lágrimas a cada uno de ustedes...” ¡Feliz testigo que puede invitar a leer la verdad en la vida!

1.3 Y termina diciéndoles: “ahora les encomiendo a Dios”. Ha sabido llegar, ha sabido servir; ha sabido orar, y ahora demuestra que sabe también partir. Si su corazón se apega es como el seno que quiere dar leche a la criatura, no como el que busca ganancias de esta tierra o como el que depende del afecto que se le brinda. Es generoso y es libre. Como es generoso, se da; como es libre, sabe irse.

2. El Verbo Cuidar
2.1 Las peticiones entrañables de Jesucristo en su despedida nos hacen recordar al verbo “cuidar” del que hemos meditado en otras ocasiones.

2.2 Cuidar es reconocer que la vida es precaria y que hay que obrar en consecuencia. Es un acto de sensatez y de amor por el que admitimos con serenidad que somos frágiles, y que todo lo bueno que hay en nosotros también es frágil: ¿no lo es acaso la paz? ¿No lo son la sabiduría, la pureza, la justicia, la humildad? ¡Casi nos parece que ese es el sello del bien: ser débil!

2.3 Y en efecto, si somos pobres en el bien no es porque nos hayan faltado bienes, sino porque los hemos perdido. Aprender a cuidar es entonces un acto de gratitud a Dios y a quienes nos hacen el bien. Es también una actitud de misericordia; es como la raíz del amor. Y de hecho, ¡cuánto amamos a quienes nos han cuidado!

2.4 Cuidar supone conocer y valorar lo que somos y tenemos, y entender que el torrente del bien no puede detenerse en nosotros. No es, pues, un justificación para el egoísmo, porque cuidar no es simplemente conservar. Más bien: cuidar es lograr que cada uno y cada cosa alcance su meta; que sea lo que puede ser, lo que está llamado a ser. Es obstinarse en dar la oportunidad al que tal vez la necesita y no la ha tenido.

2.5 ¿Qué hemos de cuidar? Todo. El mundo, casa del hombre. Y al hombre, a cada hombre. Hay que cuidar el cuerpo y su salud; el alma y su virtud; la familia y su unidad; la sociedad y su justicia. Hemos de cuidar de cada uno, sabiendo que no lo volveremos a tener en esta tierra; y apreciar en su medida el tiempo que tenemos, los recursos que se nos han dado, las ocasiones que ya no vuelven, la hermosura del instante, la gracia del día presente.

2.6 Dios nos conceda participar de su providencia amorosa, sublime cuidado de su amor de Padre.


23.

Consagrarme en la verdad. Esa es la enseñanza que Jesús me deja hoy. Es saberme hija de Dios y mantenerme firme y vivir esa filiación lo que me guardará mientras esté en este mundo. Jesús ha ganado para mí la consagración. Ha pedido a Dios Padre que me proteja para que no me pierda. Pero debo vivir la única verdad de mi vida. Soy una hija amada por Dios. Es esa verdad la que me hace libre del mundo y de sus ataduras.

Señor, hoy te pido por todas aquellas personas que no saben que te pertenecen, que son tus hijas e hijos, para que, una vez conociendo la verdad puedan participar de la gloria que nos ha reservado tu Hijo Jesús.

Dios nos bendice, Miosotis