SÁBADO DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 18, 23-28 

2ª: Jn 16, 23-28 


1.

-Procedente de Efeso, Pablo desembarcó en Cesarea, subió a saludar la Iglesia de Jerusalén y bajó a Antioquía... Luego, recorrió Galacia y Frigia.

En esta época, la comunión y la unidad de la Iglesia, no la hacen, ante todo, unas reglas jurídicas, sino una intensa «comunicación de experiencias y de oraciones». Cada "iglesia" está en comunicación con las demás. En todas ellas se proclama la misma Palabra y la misma Fe.

-Apolo, originario de Alejandría, había llegado a Efeso.

Así se extiende el evangelio: por un viajero que se desplaza por asuntos de su oficio. Mi trabajo, ¿es para mí ocasión de ser tu testigo, Señor?

-Era un hombre elocuente, versado en las Escrituras; y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba lo referente a Jesús, si bien conocía solamente el bautismo de Juan.

En esa Iglesia primitiva no existen todavía las distinciones que ahora nos son familiares. Apolo no ha esperado a tener la verdad total para hablar de Jesús. Sólo conoce una parte, ¡se quedó en lo del bautismo de Juan Bautista! Pero da a conocer lo que sabe.

También para mí el descubrimiento de Jesucristo es sin duda muy imperfecto. Ayúdame, Señor, a hablar de Ti lo mejor que pueda, con mis propias palabras. Ayúdame, Señor, a saber reconocerte en las palabras y en la vida de aquellos que te conocen aún imperfectamente.

-Habiéndolo oído, Priscila y Aquila lo tomaron consigo y le expusieron más exactamente el «camino» que lleva a Dios.

Un hogar cristiano, unos laicos cristianos se encargan de Apolo para ayudarle a avanzar en su fe.

¡Descubrir el "camino que conduce a Dios"! Señor, pon cerca de los que andan buscando, a laicos cristianos capaces de prestar ese servicio: ser un punto de referencia en el camino que conduce hasta Ti.

¿Hay a mi alrededor quienes andan buscando? ¿Les presto atención? ¿Cómo es mi plegaria?

-Queriendo Apolo ir a Grecia, los hermanos le animaron a ello y escribieron a los discípulos para que le hicieran una buena acogida.

Decididamente, ¡la labor apostólica marcha! Y se pone de relieve la importancia de la «acogida».

Un grupo no es verdaderamente cristiano si no permanece «abierto». Una comunidad cristiana no es un Club, reservado al que «presenta el carnet de socio».

Corinto dará acogida a un cristiano procedente de Alejandría y de Efeso.

¿Cómo son acogidos los extraños en nuestras comunidades?

-Una vez allí, fue de gran provecho a los creyentes, con el auxilio de la gracia, porque demostraba por las Escrituras que Jesús era el Mesías, el Cristo.

Llegará a tener tanto éxito en Corinto, que provocará incluso clanes en torno a su nombre: «yo, soy de Apolo... yo, soy de Pablo...».

Por el momento, san Lucas se regocija de la elocuencia de Apolo. Y da gracias a Dios por la calidad de sus sermones.

Señor, ayúdanos a poner nuestras dotes personales al servicio del evangelio y de nuestros hermanos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 244 s.


2. ORA/EFICACIA

-Sí, en verdad os digo...

Fórmula solemne de Jesús cuando va a decir algo importante.

-Cuanto pidiereis al Padre, os lo dará en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre.

Ver su plegaria acogida...

Rogar "en nombre de Jesús"...

¿Qué quiere decir esto? Imagino que esta acogida, no puede ser reconocida más que en la Fe; pues bien sabemos que a menudo, nada parece cambiar después de una plegaria.

Pero, ¿es seguro que nada cambia? Si yo tuviera más Fe, vería también esta acogida de la que Tú, Señor, nos hablas. Dentro de unos instantes Jesús anonadado al pie de un olivo, hará también una oración aparentemente no acogida: "Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz". Pero, ¿no ha sido acogido? ¿Cómo?

-Pedid y recibiréis, a fin de que vuestro gozo sea completo.

La oración, fuente de gozo... fuente de expansión... fuente de equilibrio. El mundo occidental, ¿no debería retornar a esta fuente? Orar. Pasar tiempo en la contemplación, en el reposo en Dios: quién sabe si no veremos volver esto desde las planicies del Ganges, o las arenas del desierto... o quizá también del hastío de nuestras vidas occidentales materializadas y encerradas en el "cerco de hierro" de una humanidad, a la que se le ha hecho creer que no hay nada más, que no tiene salida, que el hombre está encerrado en sí mismo...

Pero ¡no! Hay una abertura: hay un mundo divino, próximo, cercano a ti, que te envuelve por doquier... y en el que la oración puede introducirte. Imposible experimentarlo en lugar de los demás. Hay que penetrar uno mismo en ello.

Orad a fin de que vuestro gozo sea completo.

-Llega la hora en que ya no os hablaré más en parábolas, sino que os hablaré claramente del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me habéis amado y creído que Yo he salido de Dios.

¿Qué significan estas palabras? La abolición de las distancias. Entre Dios y los creyentes, hay una comunicación directa... que viene, por parte de Dios, de una actitud de amor -el Padre mismo os ama-... y por parte del hombre, de una actitud de fe y de amor -porque me habéis amado y habéis creído en mí.

Entre el universo invisible y el universo visible, no hay muros.

De la tierra, suben sin cesar plegarias, de amor y de fe.

Del cielo, descienden sin cesar gracias y palabras divinas, de amor.

-Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre.

Sí, en verdad Jesucristo es "la comunicación" entre estos dos mundos, que no están cerrados el uno al otro.

El ha venido de ese mundo invisible, divino, celeste; que nos envuelve por todas partes.

El nos lo ha revelado. Ha desvelado lo que estaba escondido en Dios: todo se resume en una sola palabra... Dios ama... Dios es Padre... Dios es amor...

Ha vuelto a ese mundo invisible, divino, celeste, a ese mundo donde el amor es rey, a ese mundo donde el amor hace dichoso, a ese mundo donde las relaciones entre las Personas son totalmente satisfactorias, logradas, ¡y perfectas! ¿Vamos nosotros a beber, de vez en cuando, a esta fuente?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 248 s.


3.

1. Hechos 18, 23-28

a) Empieza otro viaje apostólico de Pablo, el tercero, siempre desde Antioquía, su lugar de referencia, y pasa por las comunidades «animando a los discipulos». El centro de este viaje se situará en Éfeso. Pero la lectura de hoy es como un paréntesis en la historia de Pablo, porque se refiere a Apolo.

Apolo era un judío que se habia formado en Alejandría de Egipto, y hablaba muy bien, porque era experto en la Escritura, o sea, en el Antiguo Testamento. Aunque conocia sólo el bautismo de Juan, pero predicaba en las sinagogas sobre Jesús.

Áquila y Prisca, el matrimonio amigo de Pablo, «lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino del Señor». Y así Apolo llegó a ser un colaborador muy válido en la evangelización, reconocido también por Pablo. Le enviaron a Grecia a predicar, y «su presencia contribuyó mucho al provecho de los creyentes».

b) ¿Qué hubiéramos hecho nosotros si se presenta en nuestra comunidad un laico que predica sobre Jesús por libre, tal vez con un lenguaje no del todo ajustado?

En Éfeso el laico Apolo tuvo la suerte de encontrarse con unas personas, colaboradoras de Pablo, que le acogieron y le ayudaron a formarse mejor. Y así lograron un buen catequista y predicador de Cristo, al que la comunidad de Antioquia concedió un voto de confianza, encomendándole una misión nada fácil en Grecia.

Una vez más somos invitados a ser abiertos de corazón, a saber reconocer el bien donde está. Nadie tiene el monopolio de la verdad. El criterio no tiene que ser ni la edad ni el sexo ni la raza ni si se pertenece o no al clero. Es verdad que Cristo encomendó la última responsabilidad y el magisterio decisivo a los apóstoles y sus sucesores. Pero la historia de la primera comunidad nos enseña que también este ministerio se tiene que desarrollar con una mentalidad abierta, sabiendo reconocer signos de la voz del Espíritu también en los laicos y en toda la comunidad.

Los laicos, afortunadamente cada vez más, tienen un papel importante en la tarea de la evangelización encomendada a toda la Iglesia. Es una de las consignas más comprometedoras del Vaticano II, a partir de la «nueva» eclesiología de la Lumen Gentium.

Tanto en el nivel eclesial como en el más doméstico de nuestro entorno, deberíamos saber apreciar los valores que hay en las personas: y si las vemos imperfectas, no condenarlas en seguida, sino ayudarles a formarse mejor, buscando no nuestro lucimiento o una ortodoxia fría, sino que progrese el Reino de Dios en nuestro mundo, sea quien sea el que evangelice y haga el bien, con tal que lo hagan desde la unidad con la Iglesia.

2. Juan 16, 23-28

a) En el evangelio, Jesús sigue profundizando tanto en su relación con el Padre como en las consecuencias que esta unión tiene para sus seguidores: esta vez respecto a su oración.

Ahora que Jesús «vuelve al Padre», que es el que le envió al mundo, les promete a sus discípulos que la oración que dirijan al Padre en nombre de Jesús será eficaz. El Padre y Cristo están íntimamente unidos. Los seguidores de Jesús, al estar unidos a él, también lo están con el Padre. El Padre mismo les ama, porque han aceptado a Cristo. Y por eso su oración no puede no ser escuchada, «para que vuestra alegría sea completa».

b) La eficacia de nuestra oración por Cristo se explica porque los que creemos en él quedamos «incardinados» en su viaje de vuelta al Padre: nuestra unión con Jesús, el Mediador, es en definitiva unión con el Padre. Dentro de esa unión misteriosa -y no en una clave de magia- es como tiene sentido nuestra oración de cristianos y de hijos.

Cuando oramos, asi como cuando celebramos los sacramentos, nos unimos a Cristo Jesús y nuestras acciones son también sus acciones. Cuando alabamos a Dios, nuestra voz se une a la de Cristo, que está siempre en actitud de alabanza. Cuando pedimos por nosotros mismos o intercedemos por los demás, nuestra petición no va al Padre sola, sino avalada, unida a la de Cristo, que está también siempre en actitud de intercesión por el bien de la humanidad y de cada uno de nosotros. La clave para la oración del cristiano está en la consigna que Jesús nos ha dado: «permaneced en mí y yo en vosotros», «permaneced en mi amor».

Por eso el Padre escucha siempre nuestra oración. No se trata tanto de que él responda a lo que le pedimos. Somos nosotros los que en este momento respondemos a lo que él quería ya antes. Orar es como entrar en la esfera de Dios. De un Dios que quiere nuestra salvación, porque ya nos ama antes de que nosotros nos dirijamos a él. Como cuando salimos a tomar el sol, que ya estaba brillando. Como cuando entramos a bañarnos en el agua de un río o del mar, que ya estaba allí antes de que nosotros pensáramos en ella. Al entrar en sintonía con Dios, por medio de Cristo y su Espíritu, nuestra oración coincide con la voluntad salvadora de Dios, y en ese momento ya es eficaz.

Aunque no sepamos en qué dirección se va a notar la eficacia de nuestra oración, se nos ha asegurado que ya es eficaz. Nos lo ha dicho Jesús: «todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido» (Mc 11,24). Sobre todo porque pedimos en el nombre de Jesús, el Hijo en quien somos hermanos, y por tanto también nosotros somos hijos de un Padre que nos ama.

«Os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa» (entrada)

«Reparte también entre nosotros los dones de tu Espíritu» (oración)

«Aclamad a Dios con gritos de júbilo, porque Dios es el rey del mundo» (salmo)

«Si pedís algo al Padre en mi nombre os lo dará» (evangelio)

«Que esta Eucaristía nos haga progresar en el amor» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 138-140


4.

Primera lectura: Hechos 18, 23-28 Emprendió Pablo otro viaje y recorrió Galacia y Frigia animando a los discípulos.

Salmo responsorial: 46, 2-3.8-9.10 Dios es el Rey del mundo.

Evangelio: Juan 16, 23-28 Si piden algo al Padre en mi nombre, se lo dará.

A pesar de la autonomía que van a tener quienes ya estén comprometidos con el proyecto del Reino, van a necesitar recurrir a la oración sin que este hecho se tenga que constituir en una manifestación candorosa o exclusivamente piadosa. La oración servirá para encontrar iluminación del Padre en medio de las persecuciones, saber cómo superar la soledad, sobreponerse a las tentaciones, organizar la fundación de nuevas iniciativas en favor del Reino, etc.

Jesús deja aclarado a quienes se adhieran a su propuesta de salvación que es al Padre directamente a quien deben pedir la ayuda requerida. El pedido debe ir siempre en dirección a que el compromiso adquirido con la entrega de la vida por la causa del Reino sea cada vez permanente. Luego, quien así lo quiera va a empezar a experimentar cómo su vida se inserta cada vez más en el proyecto de Jesús que también del Padre y del Espíritu, sintiendo cómo en los actos de su vida va día a día transparentando la Divinidad.

Las sugerencias de Jesús están encaminadas a puntualizar que la oración es un ir sumergiéndose en el ámbito de la influencia de la Divinidad hasta que alcancemos la necesaria claridad crítica frente a los actos de la vida. Cuando Jesús dice que "todavía no han pedido nada" significa que en el sentido profundo de su Causa no le han pedido a Dios nada de lo que Él quiere que le pidan; que es la instauración del Reino, incluso a expensas de la propia vida. Logrado esto ya no se tendrá que pedir nada, porque Dios sabrá exactamente qué es lo que cada uno necesitará para vivir; por ejemplo: qué cualidades desarrollar, qué camino a tomar o dejar.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


5.

El tema de la cosecha es uno de los más fecundos y abundantes en la Biblia. Jesús tenía en gran estima las labores del campo. Precisamente el evangelio de Marcos tiene una comparación agrícola que no aparece en ningún otro texto (Mc 4, 26-29). Allí nos pone bien claro cuál actitud debemos asumir en la espera: la paciencia histórica.

Muchas personas se afanan por construir un mundo justo. Y ésta es la más noble de las causas. Sin embargo, a veces caen en un pragmatismo exagerado, confundido con el necesario "sentido práctico". La parábola de la semilla que crece por sí misma nos explica el dinamismo del reino. Este no depende de nuestras buenas disposiciones ni de nuestros muchos esfuerzos. El Reino de Dios contiene en sí mismo el propio germen de su desarrollo. Necesita sólo de la cooperación de los "trabajadores del Reino". Estos abonan el terreno, pero saben que el resultado no está en su labor, sino en la fertilidad de la tierra y en la calidad de la semilla.

De este modo se comprende cómo el Reino crece al calor de nuestros esfuerzos, pero también, a pesar de ellos. El reino de Dios irrumpe en nuestra realidad cuando la comunidad humana está bien dispuesta y ha dado lo mejor para que los frutos sean buenos y abundantes.

El tema agrícola recuerda también la comparación propuesta por Isaías (Is 55, 10-11). La palabra de Dios es como una lluvia abundante: tiene su camino de ida y vuelta; un ciclo ecológico que renueva la tierra y anima la creación entera. La Palabra de Dios transforma a las comunidades bien dispuestas a la acción del Espíritu.

Las promesas de Dios se realizan hoy en nuestros pueblos. Las comunidades de fe resisten el embate de los publicistas de la desesperanza. El pueblo mantiene la esperanza y sabe que el Reino crece, incluso aunque no tengamos conciencia de ello (Mc 4, 26-29). La Palabra de Dios los anima en este caminar y se muestra como una lluvia vivificadora. Las comunidades de fe, conformadas por el pueblo sencillo, reciben la Biblia como una lluvia anhelada y la hacen circular por los infinitos cauces de las interpretaciones específicas. De este modo, la Biblia comunica la vida a mujeres, niños, negros, indígenas, campesinos, gente de la ciudad, obreros y todo aquél que la convierta en un «río de agua viva».

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

La entrada en escena de Apolo, alguien que llega hablando de Jesús, que rebate a los judíos para confesar al verdadero Mesías, me sugiere la entrada de un laico en una comunidad predicando a Jesús, quizá no con un lenguaje muy adecuado, pero sí con una intención profundamente honesta. Áqulila y Prisca "lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino del Señor". Hicieron con él toda una labor de acogida y formación. ¿El fruto? Todo un catequista, un evangelizador que, dada su elocuencia, llegará incluso a causar divisiones: "yo soy de Pablo", "yo de Apolo". San Pablo tendrá que intervenir con decisión para salvar la unidad de Corinto; ni de Pablo, ni de Apolo; ni del que planta, ni del que riega, ni del que cosecha: todos de Cristo, el Señor.

Una vez más se nos invita a ser abiertos de corazón, a saber reconocer dónde está el bien, el don de Dios. A saber percibir signos de la voz del Espíritu también en los laicos y en toda la comunidad. La misión evangelizadora de los laicos no es de suplencia, sino de compromiso intrínseco. La invitación es a saber apreciar los valores de las personas, aunque suenen a nuevo, a desestabilizador; aunque sea necesario echarles una mano a tallarse un poco mejor, como los diamantes ganan aristas para alcanzar sus mejores quilates. El Espíritu a lo largo de toda la historia de la Iglesia ha suscitado muchos "desestabilizadores" a los que hoy anteponemos el "san" o el "santo" delante de su nombre. No ahoguemos iniciativas. Discernamos bien y ayudemos a hacerlas crecer. Ojalá que al final de nuestra vida pudieran decir: "Pasó haciendo crecer a los demás". Ojalá nos creamos lo que dijo el card. Roncalli (Juan XXIII): "estamos en la tierra no para custodiar un museo, sino para hacer crecer un jardín lleno de vida y destinado a un futuro glorioso". Ojalá que entre todos logremos hacer realidad el sueño de una Misión compartida. Entonces ya sólo nos quedará decir como Jesús: Misión cumplida.

Se lo podemos pedir con la confianza de que "quien pide algo al Padre en mi nombre, se lo dará". Pero con la convicción también de que para un cristiano orar es unirse a la oración de Cristo al Padre. Es mirar lo creado situándose en el corazón de Dios, es abrir las manos y estar dispuesto a que el Señor las llene de nombres: hombres, mujeres, niños, ancianos que necesitan ser servidos y amados. ¡Qué inapreciable servicio de amor el ayudar a otros a ser evangelizadores y testigos del Resucitado en el mundo! ¿Te apuntas?

Vuestro amigo.

Carlos M. Oliveras, cmf (carlosoliveras@hotmail.com)


7. 2002

COMENTARIO 1

v. 23b: Sí, os lo aseguro: Si le pedís algo al Padre en unión conmigo, os lo dará.

Declaración solemne: Los discípulos tienen pleno ac­ceso al Padre, cuya paternidad los abraza a ellos. El acceso existe en unión con Jesús. No es Jesús un mediador que distancie del Padre; al contrario, lleva a los discípulos hasta él. Jesús subraya la eficacia de la peti­ción (si le pedís algo... os lo dará). Al poner como única condición que sea hecha en unión con él, su objeto ha de estar incluido en el ámbito de la obra de Jesús (10,10: yo he venido para que tengan vida y les rebose). Todo lo que contribuye a la vida individual o comunitaria, o a la comunicación de vida a otros, puede ser objeto de petición.

v. 24-26: Hasta el presente no habéis pedido nada en unión conmigo; pedid y recibiréis, así estaréis colmados de alegría. 25Hasta aquí os he hablado en comparaciones. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en comparaciones, sino que os informaré sobre el Padre claramente. 26Ese día pediréis en unión conmigo; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

Jesús exhorta a pedir con la seguridad de recibir. La experiencia del Padre asequible y generoso llena de alegría. Se refiere a la hora de su vuelta. Su información sobre el Padre no serán explicaciones de pa­labra, sino la que procura la experiencia del Espíritu. Éste hará super­flua toda comparación, el conocimiento del Padre les será connatural.

vv. 27: porque el Padre mismo os quiere, ya que vosotros me queréis de verdad y creéis firmemente que yo salí de Dios.

No existe un Dios severo y un Jesús mediador (el Padre mismo os quiere), sino un Dios Padre que ama a los hombres Y que hace pre­sente su amor en Jesús. El amor del Padre a los discípulos tiene por fundamento la adhesión de éstos a Jesús, su cariño a él como amigos y su fe en su procedencia. Como Jesús (15,15), también el Padre quiere a los discípulos como a amigos (querer, no "amar"). Ni uno ni otro do­minan al hombre; están a su favor y se ponen a su servicio (6,11; 13, 4ss).

De hecho, Dios ofrece su amor al mundo entero (3,16), pero el amor no es completo mientras no sea mutuo. Su amor, dador de vida, es ayuda eficaz, pero sólo adquiere realidad cuando encuentra respuesta. No se impone, se ofrece como don gratuito.

v 28: Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y voy con el Padre.

Jesús resume su itinerario: desde el Padre hasta el Padre (cf. 13,3). Salir del Padre significa no sólo ser enviado por él (5,36.38), sino ser Jesús la realización del proyecto que Dios tenía desde el principio (1,1.14).


COMENTARIO 2

Ayer leíamos en el libro de los Hechos de los Apóstoles cómo Pablo había puesto fin a su estadía en Corinto para regresar a Siria, a visitar la comunidad de Antioquía la Grande, de la cual había partido para este su segundo viaje misionero. Hoy leemos que, después de permanecer un tiempo en ésa capital de Siria, emprendió un nuevo viaje, el tercero según el esquema del libro de los Hechos, visitando las comunidades de Frigia y Galacia, ambas regiones de Anatolia, la actual Turquía. Terminando por establecerse en Efeso, la capital de la provincia imperial de Asia. Se trataba de otra de las grandes ciudades del Imperio y del mundo antiguo, en la desembocadura del río Meandro, un poco al sur del litoral asiático sobre el mar Egeo. Era pues un puerto activísimo, como Corinto, con la cual mantenía un intenso tráfico comercial pues están casi frente a frente. Ambas ciudades existen todavía aunque han perdido la importancia que tenían en los tiempos de Pablo. Éfeso era una típica ciudad helenística, es decir, de cultura griega, a las actividades comerciales se sumaban, para hacerla próspera y famosa, las peregrinaciones al santuario de la diosa Artemisa, diosa de la fecundidad, la Venus romana, confundida también con la diosa lunar Diana, la cazadora nocturna. El templo de la diosa era una de las maravillas de la antigüedad, en sus dependencias se practicaba la prostitución sagrada y los comerciantes de la ciudad se enriquecían con la venta de recuerdos, ofrendas y exvotos que compraban los peregrinos.

La estadía de Pablo en Efeso fue larga, de más o menos dos años. Desde allí mantuvo correspondencia con sus comunidades, evangelizó la ciudad y, por medio de sus colaboradores, evangelizó también toda la región de Asia. Hoy oímos hablar, en la lectura, de un tal Apolo, un judeocristiano elocuente que arribó a Éfeso y a quien los compañeros de Pablo, Áquila y Priscila, que se encontraban también en la ciudad, terminaron de evangelizar y enviaron a Grecia, concretamente a Corinto, con cartas de recomendación. Este Apolo aparecerá mencionado precisamente en la 1ª carta a los Corintios pues sus partidarios entusiastas, conformaban uno de los bandos en que se había dividido la comunidad (1Cor 1, 12; 3, 5).

La mención de ciudades importantes en las cuales es predicado el Evangelio, nos lleva a reflexionar sobre las dificultades de vivir la fe y, sobre todo, de proclamarla a los demás, en el contexto de las grandes metrópolis de nuestra época. ¿Cómo emular a Pablo y a los demás apóstoles que fueron capaces de formar comunidades cristianas, activas y misioneras, en las grandes ciudades del Imperio Romano? ¿Cómo vivir nuestra fe de cristianos al ritmo que se impone en nuestras capitales de millones y millones de habitantes? Es todo un reto para nuestra creatividad y nuestro fervor misionero, pues no podemos mantener la concepción romántica de los “países o territorios de misión”: lugares en continentes remotos, entre gentes pobres y abandonadas. New York, Tokio, Buenos Aires, Kinshasa, Montreal, Sydney, Bogotá, Ciudad de México, Bombay, Lima, etc. Todas ciudades de varios millones de habitantes serían los lugares a donde iría Pablo y sus compañeros a predicar el Evangelio, si ellos tuvieran que hacerlo en nuestro tiempo. Ahora nos toca a nosotros, cristianos del siglo XXI.

Pedir es una actitud muy común entre nosotros: pedimos favores, excusas, servicios, dinero cuando nos hace falta, responsabilidad a nuestros gobernantes, seguridad, etc. A lo largo de los siglos los seres humanos se han dirigido a sus dioses pidiéndoles favores y beneficios, perdón y ayuda, iluminación e inmortalidad. Hoy, en la lectura evangélica tomada de san Juan, de los discursos de despedida de Jesús durante su última cena, el Señor nos dice que pidamos seguros de que vamos a recibir. Que pidamos al Padre en su nombre, es decir, por mediación suya, confiándonos en sus méritos, que son los del Hijo muy amado de Dios, que entregó su vida para cumplir la voluntad del Padre dándonos la salvación.

Uno pide cuando tiene confianza en que va a recibir. Otro ámbito de nuestra vida en donde pedimos fácilmente es el de la familia: los hijos piden a los padres y viceversa, los esposos se piden entre sí, sabiendo todos que el amor y el respeto, la confianza y la ternura de los unos por los otros les llevará a darse mutuamente. Así Jesús nos dice que pidamos al Padre, como hijos confiados, sabiendo que hemos entrado a formar parte de la misma familia de Dios, porque Cristo salió del Padre, vino al mundo y volvió a Dios, para llevarnos con Él, para que conformásemos con El, mediante la fuerza y el amor del Espíritu, una familia unida, cuya dimensión terrena es la Iglesia, pero que tiene una dimensión celeste, trascendente, la de la vida plena de Dios.

Pedir implica estar dispuesto a dar. El único que no tiene necesidad de pedir es Dios, y sin embargo quiso ponerse en ese transe, enviando a su Hijo al mundo: Jesús, que pidió agua a la samaritana, que pidió a sus oyentes fe en sus palabras y en sus acciones, que pidió a sus discípulos constancia y valor en la tribulación, y paciencia antes de la venida del Espíritu consolador. Por eso Dios está dispuesto a darnos siempre con generosidad, porque conoce nuestras carencias, nuestras grandes y pequeñas necesidades. Pero mal haríamos en pedir a Dios, en nombre de Jesucristo, si no estuviéramos dispuestos a dar a nuestros hermanos cuando nos piden algo, sobre todo a nuestros hermanos pobres y necesitados, que esperan de nosotros una palabra, una sonrisa, un gesto de comprensión y de respeto, una ayuda efectiva en sus tribulaciones. Cuando recibimos lo que pedimos nos llenamos de alegría, pero cuando damos, dijo Jesús, nuestra alegría es más grande todavía (Hch 20, 35) y la Escritura nos garantiza que “Dios ama al que da con alegría” (Prov 22, 8; 2Cor 9, 7).

1. Juan Mateos, El evangelio de Juan. Texto y comentario. Ediciones El almendro, Córdoba 2002 (en prensa).

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


8.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Pueblo adquirido por Dios, proclamad las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Aleluya» (1 Pe 2,9).

Colecta (del Gelasiano, Gregoriano y Sacramentario de Bérgamo): «Mueve, Señor nuestros corazones para que fructifiquen en buenas obras y, al tender siempre hacia lo mejor, concédenos vivir plenamente el misterio pascual».

Ofertorio: «Santifica, Señor, estos dones, acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros transfórmanos en oblación perenne».

Comunión: «Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen la gloria que me has dado» (Jn 17,24).

Postcomunión: «Después de recibir los santos misterios, humildemente te pedimos, Señor, que esta eucaristía, celebrada como memorial de tu Hijo, nos haga progresar en el amor».

Hechos 18,23-28: Apolo demostraba con la Escritura que Jesús era el Mesías. La figura de Apolo, judío alejandrino, que predica en Efeso y pasa luego a Corinto, es desconcertante y al mismo tiempo sugestiva. Se nos presenta como elocuente y muy versado en la Escritura, lo que ayuda a mostrar la verdadera personalidad de Cristo Jesús. Hizo una excelente labor apostólica. Del mismo modo, la Escritura nos habla de Cristo y a Cristo hemos de ver en ella. San Ireneo dice:

 «Si uno lee con atención las Escrituras, encontrará que hablan de Cristo y que prefiguran la nueva vocación. Porque Él es el tesoro escondido en el campo (Mt 13,44), es decir, en el mundo, ya que el campo es el mundo (Mt 13,38); tesoro escondido en las Escrituras, ya que era indicado por medio de figuras y parábolas que no podían entenderse según la capacidad humana, antes de que llegara el cumplimiento de lo que estaba profetizado, que es el advenimiento de Cristo. Como dice el profeta Daniel (12,4-7) y el profeta Jeremías 23,20... Por esta razón, cuando los judíos leen la ley en nuestros tiempos, se parece a una fábula, pues no pueden explicar todas las cosas que se refieren al advenimiento del Hijo de Dios como hombre. En cambio, cuando la leen los cristianos, es para ellos un tesoro escondido en el campo, que la cruz de Cristo ha revelado y explanado. Con ella, la inteligencia humana se enriquece y se muestra la sabiduría de Dios manifestando sus designios sobre los hombres, prefigurándose el reino de Cristo y anunciándose de antemano la herencia de la Jerusalén santa...» (Contra las herejías 4,26,1).

–El salmo responsorial es en parte el de ayer, el Salmo 46: «Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán. Porque de Dios son los grandes de la tierra y Él es excelso. Dios es el Rey del mundo. Pueblos todos batid palmas».

Juan 16,23-28: El Padre os ama, porque vosotros me queréis y habéis creído. Comenta San Agustín:

 «¿Nos ama Él porque le amamos nosotros, o más bien le amamos porque nos ama Él? Responde el mismo evangelista en su carta: “Nosotros le amamos porque Él nos ha amado primero”. Nosotros hemos llegado a amar porque hemos sido amados. Don es enteramente de Dios el amarle. Él, que amó sin haber sido amado, lo concedió para ser amado. Hemos sido amados sin tener méritos para que en nosotros hubiera algo que le agradase. Y no amaríamos al Hijo si no amásemos también al Padre. El Padre nos ama porque amamos al Hijo, habiendo recibido del Padre y del Hijo el poder amar al Padre y al Hijo, difundiendo la caridad en nuestros corazones el Espíritu de ambos, por el cual amamos al Padre y al Hijo, amando también a ese Espíritu con el Padre y el Hijo. Ese amor filial nuestro con que honramos a Dios, lo creó Dios, y vio que era bueno; por eso Él amó lo que Él hizo. Pero no hubiera creado en nosotros lo que Él pudiera amar si, antes de crearlo, Él no nos hubiese amado» (Tratado 102,5 sobre el Evangelio de San Juan).


9. DOMINICOS 2004

¿Y dejas, Pastor santo tu grey...?

Orad, pedid al Padre en mi nombre lo que necesitáis y lo recibiréis.
Salí del Padre y vine al mundo, ahora dejo el mundo y voy al Padre

Oremos con el poeta, preparando nuestro espíritu para la fiesta de la Ascensión del Señor a los Cielos. Él es el norte de nuestra vida. Mirando a él hemos de hacer la jornada de peregrinos por este mundo que es, a la vez, valle de lágrimas y camino hacia la eternidad dichosa.

¿Y dejas, Pastor, Santo, tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto; y tú, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados, de ti desposeídos, ¿a dónde volverán ya sus sentidos?

Danos su respuesta Pablo en su tercer viaje apostólico, y dénnosla todos los servidores del Reino que nos enseñaron con su ejemplo a vivir mirando a la tierra y al cielo. Sus corazones estuvieron abiertos a los demás, y a través de ellos volvieron sus sentidos a la alegría de creer, esperar, amar a Dios y con Dios.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 18, 23-28:
“Pasado un tiempo en Antioquía, Pablo emprendió otro viaje y recorrió Galacia y Frigia animando a los discípulos. {Mientras Pablo andaba de camino}, cierto día, llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría. Era hombre elocuente y muy versado en la Escritura. Le habían instruido en el camino del Señor y era muy entusiasta. Aunque no conocía más que el bautismo de Juan, exponía la vida de Jesús con mucha exactitud.

En Éfeso se puso a hablar públicamente en la sinagoga, y cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino del Señor. Después él decidió pasar a Acaya y los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos para que lo recibiesen... Su presencia, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de los creyentes...”

Evangelio según san Juan 16, 23-28:
“Jesús prosiguió su discurso a los discípulos comentando sus motivos de tristeza y gozo, y les añadió: en aquel día de gozo no me preguntaréis nada.

En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, para que vuestra gloria sea completa.

Os he hablado de esto en comparaciones: viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente...”


Reflexión para este día
En la víspera de la Ascensión admiremos una vez más el don que Dios hizo a la Iglesia en la persona de Pablo de Tarso. Fue fuerte de carácter, maestro en la Escritura, converso radical. Pasó de ser enemigo a ser incondicional de Jesús. Firme en sus decisiones, esparció como nadie la semilla del Evangelio, y acaso llegara incluso a nuestras costas mediaterráneas en Tarragona.

Pero abramos también, al mismo tiempo, nuestros labios a la alabanza de otros muchos servidores heroicos de la Palabra y del Amor, como Priscila, Aquila y Apolo que hoy nos visitan en la liturgia. Discípulos de Jesús, y de sus primeros seguidos, somos todos los demás. A ellos sea nuestra alabanza.

Y en memoria de Jesús, que sube al Cielo, al Padre, escuches sus cálidas palabras de despedida:

Vosotros todavía no habéis llegado a persuadiros y a compenetraros con la idea de vivir en el Padre, en las entrañas de Dios Padre, dirigiéndoos a él en mi nombre; tenéis que asimilar esta gran verdad: sois hijos en el Hijo, sois mis hermanos, y tenéis que encontraros siempre en el hogar del Padre y del Hijo.

A vosotros, que me queréis y confiáis en mí, os digo: Yo salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y me voy al Padre. Creédmelo y vivid en esa fe.


10. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Y éste Apolo... ¿quién es?; ¿quién le ha adoctrinado?; ¿qué credenciales tiene?. No acompaña a ningún apóstol. Parece que va por libre...

En aquellos tiempos –y hoy en día también- había falsos apóstoles, falsos predicadores ambulantes que se aprovechaban de las comunidades y vivían a costa de ellas. Es fácil caer en la tentación de cerrarse a quien no se conoce... en lugar de buscar el bien donde está; de poner en práctica las palabras del Maestro: “por sus frutos los conoceréis”. Eso fue lo que hicieron Priscila y Aquila. Se fijaron en los frutos que producía el mensaje de Apolo. No lo etiquetaron, no se dejaron llevar por lo más fácil: ¿es o no de los ‘nuestros’?. ¡Qué fácil es marcar la línea que delimita a “los nuestros” de los que no lo son! ¿Quiénes eran los “suyos” de Jesús?

Más aún, Priscila y Aquila se creyeron en la obligación de apoyar a Apolo, de compartir con él su experiencia de fe, de explicarle “con más detalle el camino del Señor”. Le animaron, fortalecieron su fe al calor de la acogida fraterna, de compartir el pan y la Palabra. Y, finalmente, no lo consideraron “obra suya”, sobre la que tuvieran algún derecho, sino que, una vez que han podido compartir su vida de fe, le invitan a que siga respondiendo a la llamada a seguir evangelizando y le envían a otros lugares.

¿Son ésas las actitudes que vivimos en nuestra comunidad?; ¿somos nosotros los que, como Priscila y Aquila, alentamos estas actitudes, o somos los que propiciamos que se cierre nuestra comunidad al mensaje de otros?

El dinamismo que creó el universo entero, que llevó al Padre a enviar a su Hijo al mundo, que llevó a éste a derramar el Espíritu sobre nosotros, es el que nos lleva a abrir nuestros ojos y nuestro corazón a todas las “semillas” del Reino que nos rodean, para acogerlas y dejarlas germinar en nosotros.

Pidamos al Señor que nos ayude a ver a los que nos rodean y lo que nos rodea con los ojos de Cristo.
Vuestro hermano en la fe,

Juan Ángel Artiles Roberto
(jaarcmf@yahoo.es)


11.

Comentario: Rev. D. Xavier Romero i Galdeano (Cervera-Lleida, España)

«Salí del Padre (...) y voy al Padre»

Hoy, en vigilias de la fiesta de la Ascensión del Señor, el Evangelio nos deja unas palabras de despedida entrañables. Jesús nos hace participar de su misterio más preciado; Dios Padre es su origen y es, a la vez, su destino: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28).

No debiera dejar de resonar en nosotros esta gran verdad de la segunda Persona de la Santísima Trinidad: realmente, Jesús es el Hijo de Dios; el Padre divino es su origen y, al mismo tiempo, su destino.

Para aquellos que creen saberlo todo de Dios, pero dudan de la filiación divina de Jesús, el Evangelio de hoy tiene una cosa importante a recordar: “aquel” a quien los judíos denominan Dios es el que nos ha enviado a Jesús; es, por tanto, el Padre de los creyentes. Con esto se nos dice claramente que sólo puede conocerse a Dios de verdad si se acepta que este Dios es el Padre de Jesús.

Y esta filiación divina de Jesús nos recuerda otro aspecto fundamental para nuestra vida: los bautizados somos hijos de Dios en Cristo por el Espíritu Santo. Esto esconde un misterio bellísimo para nosotros: esta paternidad divina adoptiva de Dios hacia cada hombre se distingue de la adopción humana en que tiene un fundamento real en cada uno de nosotros, ya que supone un nuevo nacimiento. Por tanto, quien ha quedado introducido en la gran Familia divina ya no es un extraño.

Por esto, en el día de la Ascensión se nos recordará en la Oración Colecta de la Misa que todos los hijos hemos seguido los pasos del Hijo: «Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo». En fin, ningún cristiano debiera “descolgarse”, pues todo esto es más importante que participar en cualquier carrera o maratón, ya que la meta es el cielo, ¡Dios mismo!


12. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

Estructura de la misión de Pablo en la ciudad de Éfeso:

18, 18b - 19, 20


a) Preparación de la misión: 18, 18b-28

(1) Viaje de Pablo rumbo a Siria: 18b-23a

(estaciones en Éfeso, Cesarea, Jerusalén, Antioquía)

(2) Recorrido por las regiones de Galacia y Frigia: 23b

(3) Apolo en Éfeso y Corintio: 24-28

b) Misión en Éfeso: 19, 1-20

(1) Pablo llega a Éfeso- los 12 discípulos en Éfeso: vv.1-7

(2) Predicación en la sinagoga (tres meses): v. 8

(3) Ruptura con la sinagoga- enseñanza en la escuela de Tirano (dos años): todos los habitantes de Asia oyen la Palabra del Señor: vv.9-10

(4) Conflicto con los magos: vv. 11-19

c) Sumario final (a toda la sección 15, 36 - 19, 19):

La Palabra del Señor crecía y se robustecía: v.20

La liturgia de este día nos presenta un texto que se inscribe en la preparación del viaje a Éfeso (18, 18b-28).

Pablo se embarca rumbo a Siria (vv. 18b-23a): Las noticias de viaje que nos da Lucas, después que Pablo se despide de los hermanos de Corintio, se resumen así:


- Pablo se embarca rumbo a Siria, con Priscila y Aquila.

- En Cencreas Pablo se corta el pelo por razón de un voto.

- Llegan a Éfeso y ahí Pablo se separa de Priscila y Aquila.

- Pablo se embarca y se marcha de Éfeso.

- Desembarca en Cesarea.

- Sube a saludar a la Iglesia (de Jerusalén).

- Pablo baja (de Jerusalén) a Antioquía.

El viaje de Pablo está geográficamente claro, pero las incógnitas son muchas. Lucas no nos dice el porqué de todo este viaje, como tampoco nos explica porqué pasa por Jerusalén y para qué se dirige a Antioquía. Además, llama la atención lo apretado y sucinto del relato (en 5 versículos Pablo recorre 1500 millas). Además: ¿cual es el sentido del voto y porqué se introduce redaccionalmente en el relato la corta estadía en Éfeso si no se va a quedar ahí? Una explicación global podría ser la siguiente: Pablo ya ha completado su misión en Macedonia y Acaya (en las ciudades de Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas y Corintio). Ahora quiere emprender la misión en Asia, tomando como centro la ciudad de Éfeso. Antes de emprender esta nueva misión, Pablo quiere saber como van las cosas por Jerusalén y Antioquía. Pablo puede suponer que a estas Iglesias han llegado noticias de su predicación a los gentiles y de sus continuas dificultades con los judíos en las sinagogas. Pablo no puede emprender una nueva e importante misión sin aclarar su actuación con las Iglesias de Jerusalén y Antioquía.

Lo que hemos dicho lo podemos corroborar con algunas noticias fundamentales de sus cartas. En su carta a los Gálatas Pablo nos narra su difícil encuentro con las columnas de la Iglesia de Jerusalén (2, 1-10) y luego su confrontación con Pedro y Bernabé en Antioquía, con motivo de la llegada a esa ciudad de algunos del grupo de Santiago (2, 11-14). En ambas ocasiones Pablo defendió con energía lo que él llamó "la verdad del Evangelio" (2, 5.14). Por causa de esta verdad del Evangelio, Pablo puso seriamente en peligro la unidad de la Iglesia. Ahora que esa verdad estaba más o menos asegurada, después de su misión en Macedonia y Acaya, Pablo va ahora a Jerusalén para manifestar su fidelidad a Israel y asegurar la unidad de la Iglesia.

La misma situación se va repetir posteriormente en Hechos 19, 21: Pablo ha decidido ir Roma, pero antes de ir a Roma, quiere pasar por Jerusalén. Estos sucesos ocupan el resto de los capítulos de Hechos, que más adelante comentaremos.


Podríamos resumir lo dicho así:

(1) Pablo, después de evangelizar Macedonia y Acaya, decide ir al Asia (Éfeso):19, 1-20, pasando antes por Jerusalén y Antioquia: 18, 18-22.

(2) Pablo, después de evangelizar el Asia (Éfeso), decide ir a Roma, pasando por Macedonia y Acaya y luego por Jerusalén: 19, 21.

La intencionalidad es la misma: siempre que Pablo emprende una misión importante ( Asia o Roma), decide antes pasar por Jerusalén. La misión a los gentiles debe ser siempre discutida y aprobada por la Iglesia judío-cristiana de Jerusalén. La misión a los gentiles, guiada por la verdad del Evangelio, no debe poner en peligro la unidad de la Iglesia.

En este contexto entendemos el sentido del voto que Pablo hace en Cencreas: Pablo va a Jerusalén y desea con un signo concreto ponerse en comunión con los judíos y con la Iglesia de Jerusalén. Con el voto Pablo apunta hacia Jerusalén, porque dicho voto tenía que completarse con una ofrenda en Jerusalén. No podía hacerse un voto o una ofrenda en tierra de gentiles. Si Pablo ha hecho un voto, está implícito que ha decidido ir a Jerusalén.

Ahora también entendemos porqué Lucas introduce la corta actividad de Pablo en Éfeso (18, 19b-21a) antes del viaje a Jerusalén. Los versículos19a y 21b constituyen el marco histórico del itinerario de Pablo: éste llega a Éfeso con Priscila y Aquila, ahí se separa de ellos, se embarca y se marcha de Éfeso rumbo a Cesarea. Lucas ha introducido en esa noticia sobre el itinerario de Pablo el relato sobre su actividad en Éfeso: 19b-21a. Es una sección claramente redaccional. La intención de Lucas es conceder a Pablo el mérito de fundar la Iglesia en Éfeso. Es Pablo y no Apolo (cf. 18, 24-26) el primer evangelizador de Éfeso. Esta preocupación Lucas la toma de la tradición y es coherente con lo que Pablo dice en Rom 15, 20-21 ("no anunciar el Evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido, para no construir sobre cimiento ajeno"). Lucas nos dice que los judíos de Éfeso rogaron a Pablo con insistencia que se quedara más tiempo (18, 20). Pablo no accedió y les dijo: "volveré a Uds. otra vez si Dios quiere" (v.21). Pablo pone este condición posiblemente recordando cuando el Espíritu Santo les impidió predicar en Asia (16, 16). También puede hacer referencia a cómo le va a ir en Jerusalén y Antioquía, de lo cual depende su misión futura en Asia.

Pablo recorre las regiones de Galacia y Frigia: 18, 23: Después de estar un tiempo en Antioquía, Pablo recorre las regiones de Galacia y Frigia (v.23). Este versículo hace inclusión con 16, 6, donde Pablo atraviesa Frigia y la región de Galacia (se nombra en sentido inverso). No tiene sentido, como se hace normalmente, poner en 18, 23 el comienzo del "tercer" viaje de Pablo (Primer viaje: 13, 1 - 14, 28. Segundo viaje: 15, 36 - 18, 22. Tercer viaje: 18, 23 - 21, 15). Se aplica el esquema, que no es de Lucas, de hacer comenzar cada viaje en Antioquía, y hacerlo terminar en Jerusalén. El así llamado primer viaje, como ya vimos, no es el primer viaje de Pablo, sino la primera misión de la Iglesia Helenista de Antioquía. La misión de Pablo propiamente comienza en 15, 36. No me parece apropiado hablar de un segundo viaje, sino de una nueva etapa en la actividad misionera de Pablo. Esta nueva etapa comienza en 18, 18 y termina en 19, 20, que corresponde a la misión de Pablo en Asia (Éfeso como centro). En 19, 21 no comienza un nuevo viaje misionero de Pablo, sino su viaje martirial (como discípulo y testigo de Cristo) a Jerusalén y Roma (19, 21 - 28, 31).

Apolo en Éfeso y Acaya: 18, 24-28: Apolo es un judío originario de Alejandría, hombre instruido, que dominaba las Escrituras. Es claramente cristiano, pues "había sido instruido en el camino del Señor y con fervor de Espíritu hablaba y enseñaba con exactitud lo referente a Jesús" (v.25). Lucas lo llama judío, con un sentido étnico, no religioso. Apolo actúa con "fervor de Espíritu", lo que es una referencia explícita al Espíritu Santo (cf. Rom 12,11). Lo que llama la atención, en el texto que comentamos, es que después de la presentación tan elogiosa de Apolo, se nos dice dos cosas inesperadas: que solamente conocía el bautismo de Juan y que Priscila y Aquila le expusieron más exactamente el Camino. Antes se nos había dicho que enseñaba con exactitud (akribos) lo referente a Jesús; ahora le exponen con más exactitud (akribésteron) el Camino. ¿Que significan estas dos cosas? Aquí posiblemente tenemos el reflejo de una situación histórica muy relevante para los orígenes del Cristianismo. La explicación la podemos encontrar en Alejandría. Esta ciudad era el principal centro literario del mundo Helenista, tanto judío como gentil. Aquí se hizo la traducción griega de la Biblia Hebrea llamada Septuaginta (LXX), se escribió el libro de Sabiduría poco antes de la era cristiana y aquí también floreció el filósofo judío Filón. Aquí en Alejandría Apolo se convirtió al cristianismo (según el v. 25: "había sido instruido = en katechemenos; la versión occidental lo hace explícito). Esto quiere decir que el cristianismo ya había llegado a Alejandría al menos en los años 50 (Pablo deja Corintio en Junio del 52 y llega a Éfeso en Diciembre 52 aproximadamente. La llegada de Apolo a Éfeso es entre esas dos fechas). Mi interpretación es que en Alejandría había un cristianismo, no inferior, sino simplemente diferente. Si Apolos es un digno representante de este cristianismo alejandrino, podemos decir que era un cristianismo donde se conocía con exactitud la tradición de Jesús y se tenía la experiencia del Espíritu Santo, aunque sólo se conocía el bautismo de Juan. Recordemos que el bautismo cristiano sólo se menciona en Mt. 28, 19 en los cuatro evangelios. La instrucción de Priscila, por lo tanto, se refiere a una tradición diferente a la alejandrina, que según Lucas es la tradición de Pablo, tradición originada en Jerusalén y Antioquía. Priscila no corrige el cristianismo alejandrino de Apolo, sino que simplemente lo pone en contacto con otra tradición. Muy curioso es que Apolo, teniendo el bautismo de Juan, no es bautizado otra vez en el nombre del Señor Jesús. Posiblemente, porque Apolo ya tenía el Espíritu Santo, como ya comentamos. Diferente es el caso de los 12 "bautistas" de 19, 1-6 que no conocen el Espíritu Santo y son por lo tanto bautizados (cf. más adelante). El relato de Apolo es un testimonio importantísimo sobre el cristianismo temprano de Alejandría (antes del año 50) y sobre el pluralismo de tradiciones y prácticas apostólicas en el cristianismo primitivo (ya antes del 70).

Apolo quiere ir a Corintio (18, 27-28). Los hermanos (cristianos) de la comunidad de Éfeso (posiblemente todavía pertenecientes a la sinagoga) lo animan y escriben una carta de presentación a los discípulos de Corintio (que ya se organizaban al margen de la sinagoga). Apolo ya en Corinto no predica en la sinagoga, sino en público (quizás en el foro u otro lugar público). Lo que Pablo nos cuenta de Apolo en la primera carta a los Corintios es coherente con este cuadro de Apolo en Hechos de los Apóstoles: Apolo aparece como cabeza de una de las fracciones cristianas en Corintio (lo que prueba su identidad diferente), lo que genera divisiones que Pablo reprende enérgicamente (cf.1 Cor1,12); pero Pablo no por eso deslegitima a Apolo (3,4-6: "yo planté, Apolo regó...") y lo presenta como modelo de apóstol junto a sí mismo (cf 4, 6. 9: "me he puesto como ejemplo a mi y a Apolo...nosotros los apóstoles...").


13. Pedid y recibiréis.

Fuente: Catholic.net
Autor: Fernando Pascual

Reflexión

¿Para qué rezar, si no conseguimos nada? ¿Para qué rezar, si a veces sentimos un muro de soledad a nuestro alrededor? Puede ser que no recemos con fe, o que no pidamos lo que nos conviene.

Santa Teresa del Niño Jesús escribía lo siguiente: "Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría" (Santa Teresa del Niño Jesús, ms. autob. C 25r).

Entonces sí vale la pena rezar, pues sólo se ve la luz en medio de la oscuridad cuando miramos hacia delante, cuando descubrimos que Cristo pasó antes que nosotros por la prueba de la cruz, y ahora está con Dios Padre, y nos espera, y nos prepara un lugar.

También el cristiano puede ganar mucho si sabe orar en el nombre de Cristo, si no se deja aplastar por el dolor o el fracaso.

Toca a Dios decidir si nos concede eso que pedimos desde lo más profundo del corazón. Pero incluso cuando no llega el regalo que pedimos, no nos faltará el consuelo de saber que estamos en sus manos. ¿No es eso ya vivir en oración, el mejor regalo que podemos recibir de nuestro Padre de los cielos?


14. 2004

LECTURAS: HECH 18, 23-28; SAL 46; JN 16, 23-28

Hech. 18, 23-28. Nada de celos apostólicos. Todos debemos involucrarnos en el anuncio del Evangelio. Más aún, quienes tienen más clara la doctrina del Señor tienen obligación de enseñarla a sus hermanos, no para atiborrarlos de conceptos en su cabeza, sino para ayudarles a dar un testimonio cada vez más creíble y eficaz del Nombre del Señor; testimonio nacido no sólo del estudio, sino de la experiencia personal del Señor que dará una nueva orientación a la vida de su enviado. Esto nos debe llevar a preocuparnos con toda lealtad de la mutua evangelización, así como nos dedicamos a la evangelización de los no creyentes, pues la Iglesia no sólo debe ser evangelizadora, sino también evangelizada. Tal vez haya muchos sectores de nuestra Iglesia que vivan casi como paganos; círculos en los que ya no se conozca a Dios. El Señor nos envía a evangelizar a quienes jamás han oído hablar de Él porque, aun cuando se les bautizó, jamás se les habló del Señor y se dejó que la vida de fe se marchitara demasiado pronto. Abramos nuestros ojos hacia el interior de la Iglesia para que procuremos trabajar en favor de la salvación, no sólo del mundo, sino también de nosotros mismos.

Sal. 46). Dios, que está por encima de todo lo creado, ha elegido a su Pueblo Santo para manifestar en Él su amor y su misericordia. Pero esa elección de Dios no puede encerrarse en un sólo grupo. Dios llama a todos los pueblos, junto con sus gobernantes, para que participen de la salvación que Él ofrece a todos. Pues Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad. Por eso debemos dirigirnos al mundo entero cuando cumplimos con la misión de evangelizar a todos, conforme al mandato del Señor.

Jn. 16, 23-28. Orar, orar en el Nombre de Jesús. Esto significa que Él será el que, como Hijo, se dirija al Padre Dios desde nosotros. Y el Padre Dios nos ama porque hemos creído en Aquel que Él nos envió, y que sabemos que procede del Padre. Por eso Él escucha la oración que su Hijo eleva desde nosotros. Pidamos que nos conceda en abundancia su Espíritu; pidamos que nos dé fortaleza en medio de las tribulaciones que hayamos de sufrir por anunciar su Evangelio. No nos centremos en cosas materiales. Ciertamente las necesitamos; y, sin egoísmos, desde nuestras manos Dios quiere remediar la pobreza de muchos hermanos nuestros. Pero pidámosle de un modo especial al Señor que nos ayude a vivir y a caminar como auténticos hijos suyos, para que todos experimente la paz y la alegría desde la Iglesia, sacramento de salvación en el mundo.

Reunidos en esta celebración del Memorial del Misterio Pascual de Cristo, estando en comunión de vida con Él, desde Él dirigimos nuestra oración de alabanza y de súplica a nuestro Dios y Padre. El Señor escucha el clamor de sus hijos. Él nos concederá todo lo que le pidamos, siempre y cuando no vengamos a Él con un corazón torcido, buscando sólo nuestros intereses egoístas. Dios nos quiere como testigos suyos en el mundo. Él nos concederá todo lo que necesitemos para cumplir fiel y eficazmente con esa Misión que nos confía. Por eso la celebración de la Eucaristía más que un acto de piedad, es todo un compromiso para llenarnos de Dios y para poder llevarlo a la humanidad entera, desde la experiencia que de Él hayamos tenido en su Iglesia.

Al recibir los dones de Dios nosotros también debemos escuchar el clamor de los pobres y de los más desprotegidos. En la medida de todo aquello que el Señor nos ha concedido, debemos concederle a nuestro prójimo el cumplimiento de sus legítimos deseos, expresados como una oración cuando contemplamos las diversas desgracias en que ha caído. Dios quiere continuar salvando, haciendo el bien y socorriendo a la humanidad que ha sido deteriorada por el pecado y azotada por la pobreza. Seamos un signo creíble del amor de Dios para nuestros hermanos. Por eso no sólo debemos pretender ser escuchados por Dios; también nosotros debemos escuchar a los demás para remediar sus males y fortalecerles en el camino de la vida. Aprendamos a estar a los pies de Jesús por medio de la escucha fiel de aquellos que, como sucesores de los apóstoles, nos transmiten la verdad sobre Jesucristo. Pero no nos guardemos lo aprendido y vivido. Llevémoslo a los demás con el ardor de la fe y del amor que proceden del Espíritu que Dios ha derramado en nuestra propia vida.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de sabernos amar como verdadero hermanos, buscando siempre el bien unos de otros, hasta que juntos podamos gozar de los bienes eternos, como hijos amados de nuestro Dios y Padre. Amén.

www.homiliacatolica.com


15. ARCHIMADRID 2004

EL DÍA "D"

¡Hoy es el gran día!. Los invitados tienen que estar en su sitio. Los protagonistas, de punta en blanco, estarán nerviosos. Todo tiene que resultar como en los ensayos pero sin dudas ni vacilaciones. Los padres estarán emocionados y , aunque quieran disimular sus sentimientos, alguna lagrimilla correrá por sus mejillas. Es el momento tan esperado por los personajes principales de hoy y, cuando llegue el momento central de la ceremonia, entre las luces de los “flashes” de los fotógrafos, darán un paso fundamental en su vida bajo la mirada atenta de los familiares y amigos. Yo estaré allí, a fin de cuentas puse la fecha de este día tan importante: ¡hoy, once niños de mi parroquia hacen su primera comunión!.

Tal vez el comienzo del comentario te ha llevado a confusión (sin intención por mi parte) y pensases que seguíamos hablando de la boda del Príncipe de Asturias. Tal vez para ellos y su familia sea el acontecimiento más importante de hoy, como lo será su primera comunión para los niños de mi parroquia. Para casi todos, al menos para mí y seguramente para ti, el momento más importante de hoy será cuando te acerques a comulgar. Apolo “hombre elocuente y muy versado en la Escritura. Lo habían instruido en el camino del Señor y era muy entusiasta.” El entusiasmo con que deberíamos acercarnos a recibir a Cristo-Eucaristía tendría que ser similar al de Apolo. Los acontecimientos importantes no son los que más salen en los medios de comunicación, es más, suelen ocurrir en el silencio, pasando desapercibidos para los ojos de muchos.

“Os he hablado de esto en comparaciones: viene la hora en que ya no os hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.” La Cruz es la forma clara del hablar de Jesús. Es la máxima expresión del amor del Padre por los hombres, por los que no duda en “entregar a su propio Hijo.” No hay lugar para las dudas, no hay parábolas ni comparaciones, es –en medio de la historia de los hombres-, el sufrimiento del “rey del mundo” por cada una de sus criaturas, por cada uno de nosotros. La muerte de Cristo y su resurrección es la palabra clara, precisa e inequívoca de que “el Padre mismo os quiere” y ese acontecimiento se repite y actualiza en cada Eucaristía, te unes a ese Misterio del amor de Dios cada vez que comulgas.

No hubo muchos testigos de la crucifixión, nuestra Madre la Virgen, San Juan, las santas mujeres, algunos curiosos con mayor o menor morbo y los ejecutores de la sentencia. Desde el banco de tu parroquia te haces testigo de ese momento. Tienes un lugar privilegiado entre los testigos de la resurrección e incluso, en los momentos de duda o dificultad, puedes introducir tu dedo en las llagas del Señor como el incrédulo Tomás.

¿No es esto suficiente para ser entusiasta?. Vive cada Misa con la misma intensidad con que (mañana, tarde y noche) nos enseñan la boda real, con los mismos nervios de los niños que hoy hacen su primera comunión. Si te entusiasma, entusiasmarás y harás a tu alrededor almas de Eucaristía que acompañen a María e ilusionen al mundo.

¡Ah!, felicidades a los nuevos esposos “porque de Dios son los grandes de la tierra, y él es excelso.”


16. Fray Nelson Sábado 7 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: El judío Apolo demostró, por medio de la Escritura, que Jesús era el Mesías * El Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que salí del Padre.

1. Mirando hacia Jesucristo
1.1 El episodio de este predicador itinerante, Apolo, podría parecer un simple accidente o una anécdota. En realidad ilustra una verdad muy importante: todo el Antiguo Testamento miraba hacia Jesucristo.

1.2 Apolo, incluso con su instrucción incompleta, ha llegado a entender que los términos de la antigua alianza quedaban como en suspenso y que sólo podrían encontrar conclusión en los hechos y dichos de Jesús de Nazareth.

1.3 Sin embargo, algo le faltaba a este hombre, con toda su elocuencia. ¿Qué específicamente? El texto no lo dice. Nos habla de una especie de profundización o de mayor precisión. Hay una ligera pista, sin embargo: al llegar a Acaya, Apolo animó a los que "por gracia habían creído." Es tal vez una indicación de la nueva ruta que tomó la predicación de Apolo, más orientada ahora hacia la gracia y la fe.

2. Unidos al Hijo
2.1 En el evangelio encontramos expresiones sublimes del amor de Dios manifiesto en la voz entrañable de Jesucristo. Este es un texto para contemplar en adoración y gratitud inacabables. Ya conocíamos por los sinópticos aquella promesa maravillosa: "pidan y se les dará" (Mt 7,7). Adquiere un nuevo tono en el momento de la cena de despedida. Cuando parece que se aleja y no hay modo de retenerlo, un modo muy suyo de asegurar que está cercano es darnos el secreto de su "Nombre": pidan "en mi Nombre," les dice (Jn 16,24).

2.2 Todo este pasaje habla en verdad de unidad con el Hijo. ¿Habíamos oído cosa tan hermosa como "no es necesario que les diga que yo voy a interceder ante el Padre por ustedes, porque el Padre mismo los ama"? ¡Casi parece que Él se quita sólo por asegurarnos hasta dónde estamos ya en Él y Él en nosotros!

2.3 Esta unidad ha de ser asegurada precisamente por la frase que oímos al final. Es la hora de las revelaciones decisivas y Cristo declara la verdad de su propia misión. Hay una salida desde el Padre hacia el mundo y una salida desde el mundo hacia el Padre. Ahí está dicho todo. No es un accidente. No es tampoco el puro resultado de las maquinaciones de sus enemigos. Hay un plan, que no por misterioso es menos real, y ese plan atraviesa cada fibra del universo para levantarlo todo en ofrenda a la gloria del Padre.