VIERNES
DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA
LECTURAS
1ª: Hch 15, 22-31
2ª: Jn 15, 12-17 (Ver Jn 15, 9-17 = PASCUA 06B)
1.
-Entonces los Apóstoles y los Ancianos -presbíteros- con la Iglesia entera, decidieron elegir de entre ellos algunos hombres y enviarlos a Antioquía.
Se busca cuidadosamente el acuerdo de todo el mundo respecto a la decisión tomada. Es preciso que la Iglesia de Antioquía, de donde surgió el conflicto, esté al corriente de la deliberación y de las decisiones. Se envía pues una delegación de Jerusalén a Antioquía.
-Se les confió la siguiente «carta»: «...Hemos sabido que algunos de entre nosotros os han perturbado con sus palabras...» Es lo que se llama hoy reconsiderar una cosa. Que humildad en ese principio de la carta. La comunidad de Jerusalén reconoce sus fallos.
-«El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido que...
Unánimemente, dice el texto, el primer Concilio ha decidido no imponer una "sobrecarga" a los gentiles: nada de circuncisión... las prescripciones de la Ley de Moisés ya no son obligatorias...
¡Esta decisión es grave; es una novedad capital!
No es cosa de HOY solamente decir: «la Iglesia cambia todas nuestras costumbres». Y esta decisión conciliar es serena y firmemente atribuida al Espíritu Santo. Señor, concédenos el amor de la Iglesia, y la confianza en las decisiones de la Iglesia.
-Debéis solamente 1) Absteneros de carnes sacrificadas a los ídolos, 2) De sangre y de animales estrangulados, 3) De uniones ilegítimas...
¡Estas son las pocas exigencias concretas propuestas a todos, antiguos gentiles, y antiguos judíos! Abandonar totalmente a los ídolos... privarse de comer ciertas carnes... restaurar una sexualidad normal en el marco de la pareja monogámica.
Si uno piensa en las costumbres paganas de la época, se da cuenta de que la conversión a Cristo pedía un verdadero cambio de mentalidad, unos comportamientos nuevos, una vida nueva. Creer en Cristo y pedir el bautismo es cambiar de vida, es entrar en nuevas exigencias.
¡Señor, cambia nuestros corazones; conviértenos! También nosotros, a menudo, nos vemos tentados a vivir como paganos. Lo aplico a mi propia vida.
-Los delegados, después de despedirse, bajaron a Antioquía donde reunieron la Asamblea y entregaron la carta. La leyeron, y los hermanos se regocijaron de aquel aliento.
Después del primer Concilio, Pablo partió pues de nuevo hacia sus comunidades. Cuida de que se apliquen las decisiones tomadas. "obedecer"... "observar" unas decisiones...
Estas palabras no están de moda, precisamente HOY. Sobre todo, si se tiene en cuenta que en esas decisiones suele haber siempre uno u otro punto que no corresponde exactamente a lo que yo solo habría decidido.
Cualquier obediencia a una decisión colectiva -de un grupo o de un responsable- toma la apariencia de un sacrificio de los propios puntos de vista. En familia, en un equipo de trabajo, en la Iglesia, ¡esto resulta siempre verdad! «Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.»
Señor, ayúdanos a vivir esas «diversidades», y esos "esfuerzos hacia la unidad". Haz de nosotros unos artesanos de la progresión misionera de la Iglesia. Abre tu Iglesia a los gentiles. ¡Abre nuestros corazones a tus proyectos!
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 230 s.
2.
-He aquí mi mandamiento...
Jesús acaba de decir que es preciso guardar "sus" mandamientos, para permanecer en su amor.
Podríamos preguntarnos lo que esto significa, lo que hay que hacer concretamente.
Jesús nos lo explicará. He aquí...
Pero la cosa debe de ser mucho más senciIla de como nos la imaginamos: pues no está en plural -mis mandamientos-, sino en singular -un solo mandamiento-.
-"Amaos los unos a los otros como Yo os he amado"
Este es "el" mandamiento, "su" mandamiento.
Es el mandamiento en el cual tienes más empeño. Cuando amo a los demás, hago lo que Tú llevas más adentro en el corazón. ¡Amar! ¡Amar! ¡Amar! Una vez más es preciso que me entretenga en mirar mi vida concreta de hoy bajo esta luz. ¿Cumplo yo este mandamiento? ¿Cómo se traduce para mí el amor que he de dar? ¿Qué formas toma? ¿Qué es lo que se espera a mi alrededor?
"Los unos a los otros" ¿Quién es para mí el otro? ¿A quién encontraré? ¿De quién soy responsable? ¿Quién espera algo de mí? ¿Cuál es mi actitud hacia los que me rodean, mi familia, mis colegas de trabajo? Pero, ¿a dónde nos arrastras, Señor? ¿Hasta dónde nos pedirás amar?
-Como Yo os he amado.
¡Hasta aquí!
-Nadie tiene amor mayor que el de dar la vida por sus amigos.
Hasta dar la vida.
Señor Jesús, Tú te das como modelo de amor: ¡Tú lo has dado todo! Tú has sacrificado tu vida. Tú no has reservado nada para ti. La medida del amor es la cruz. Sin prisas, contemplo largamente tu cruz; te miro "dando la vida por amor... Señor, ¿Cómo podría imitarte, si Tú mismo no vienes a amar en mí?
-Sois mis amigos si...
Todavía este "si" inquietante. ¡Cómo quisiera ser tu amigo, Señor!
-Si hacéis lo que Yo os mando.
"El" mandamiento, es amar.
-Ya no os llamo "siervos", porque el siervo no sabe lo que hace su Señor. Ahora os digo "amigos" porque todo lo que oí de mi Padre, os lo he dado a conocer los primeros lectores de Juan, que leían el texto en griego, encontraban aquí la palabra "doulos" que era la empleada para una categoría social que existía entonces, los "esclavos" Jesús opone la esclavitud a la amistad...
No somos "esclavos" de Jesús, sino amigos de Jesús! Nos ha dicho todo lo que El sabía de Dios. Estas fórmulas increíbles nos dejan con una impresión, ¡que no se puede definir!
Tenemos todavía tanto a descubrir sobre Dios!
-No me habéis elegido vosotros a mí, sino que Yo os elegí a vosotros.
¡Felizmente, en un cierto sentido! Este es también un pensamiento que hay que matizar. A la vez que Jesús se presenta como nuestro "amigo" no deja por ello de ser nuestro "amo":
El se reserva toda iniciativa... de El recibimos todo lo que hay de bueno en nosotros. ¡Gracias, Señor!
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág.
234 s.
3.
1. Hechos 15, 22-31
a) Después del esfuerzo de discernimiento que supuso la reunión de Jerusalén, nos enteramos de las conclusiones a las que llegaron los discípulos, convencidos de que les asiste el Espíritu: «hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros...». La carta que envían con los delegados personales desde Jerusalén a todas partes donde hay convertidos del paganismo, sobre todo a Antioquía, tiene detalles muy interesantes:
- desautoriza a los que «sin encargo nuestro os han alarmado e inquietado»,
- alaba cordialmente a «nuestros queridos Pablo y Bernabé, que han dedicado su vida a la causa de Nuestro Señor Jesucristo»,
- la decisión a la que llegan es «no imponeros más cargas que las indispensables»: por tanto queda reafirmada la convicción teológica de que la salvación viene de Jesús, y no hará falta que pasen por la ley de Moisés los que se convierten del paganismo: ha triunfado la tolerancia y la interpretación pluralista de Pablo y Bernabé;
- aunque sí se exigen las tres condiciones que había enumerado Santiago y que les parecieron a todos razonables: huir de la idolatría y de la fornicación, y no comer sangre o animales estrangulados.
La decisión fue muy bien recibida: «al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron mucho».
El salmo recoge esta sensación: «te daré gracias ante los pueblos, Señor, tocaré para ti ante las naciones».
b) Cuando nuestras comunidades -la familiar o la religiosa o la parroquial o la diocesana - se reúnen y se esfuerzan por discernir cuál es en concreto la voluntad de Dios, las decisiones que tomamos deberían parecerse a las de Jerusalén.
Porque a veces, en la historia y también en el presente, nos empanamos en imponer a otros cosas que no son necesarias, cargas que no son imprescindibles: por ejemplo la uniformidad en aspectos no centrales. Esto puede pasar también en las condiciones que cada uno de nosotros impone a las personas con quienes convivimos para que «gocen de nuestra aceptación»: muchas veces no somos tolerantes, ni pluralistas, ni respetamos las diferencias de carácter, de cultura, de opinión.
En toda discusión debería triunfar la caridad, la visión liberal, tolerando muchos detalles periféricos y centrándonos en lo importante. Cuando tomamos una decisión comunitaria, ¿podríamos decir con sinceridad que «hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros»? ¿o nos dejamos llevar de intereses o de cerrazones debidas a nuestra inercia o nuestra comodidad? Nuestras decisiones, además de ser ortodoxas y conformes a toda ley, ¿son alentadoras, como la de Jerusalén? ¿llenan de alegría a los interesados? Para Lucas, la alegría es una señal clara de que se ha actuado conforme al Espíritu.
2. Juan 15,12-17
a) El pensamiento de Jesús, en la última cena, progresa como en círculos. Ya había insistido en que sus seguidores deben «permanecer» en él, y que en concreto deben «permanecer en su amor, guardando sus mandamientos».
Ahora añade matices entrañables: «no os llamo siervos, sino amigos», «no sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido». Y sobre todo, señala una dirección más comprometida de este seguimiento: «éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado». Antes había sacado la conclusión más lógica: si él ama a los discípulos, estos deben permanecer en su amor, deben corresponderle amándole. Ahora aparece otra conclusión más difícil: deben amarse unos a otros.
No es un amor cualquiera el que encomienda. Se pone a sí mismo como modelo. Y él se ha entregado por los demás, a lo largo de su vida, y lo va a hacer más plenamente muy pronto: «nadie tiene amor más grande que el que la vida por sus amigos».
b) «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado». La palabra de Jesús no necesita muchas explicaciones. El fruto de la Pascua que aquí se nos propone es el amor fraterno. Un amor que ciertamente no es fácil. Como no lo fue el amor de Jesús a los suyos, por los que, después de haber entregado sus mejores energías, ofrece su vida. Es el amor concreto, sacrificado, del que se entrega: el de Cristo, el de los padres que se sacrifican por los hijos, el dei amigo que ayuda al amigo aunque sea con incomodidad propia, el de tantas personas que saben buscar el bien de los demás por encima del propio, aunque sea con esfuerzo y renuncia.
En la vida comunitaria -y todos estamos de alguna manera sumergidos en relaciones con los demás- es éste el aspecto que más nos cuesta imitar de Cristo Jesús. Saber amar como lo ha hecho él, saliendo de nosotros mismos y amando no de palabra, sino de obra, con la comprensión, con la ayuda oportuna, con la palabra amable, con la tolerancia, con la donación gratuita de nosotros mismos.
Cuando vamos a comulgar, cada vez somos invitados a preparar nuestro encuentro con el Señor con un gesto de comunión fraterna: «daos fraternalmente la paz». No podemos decir «amén» a Cristo si no estamos dispuestos a decir «amén» al hermano que tenemos cerca, con el que vivimos, aunque tenga temperamento distinto o incluso insoportable. No podemos comulgar con Cristo si no estamos dispuestos a crecer en fraternidad con los demás.
El Cristo a quien comemos en la Eucaristía es el «Cuerpo entregado por», «la Sangre derramada por». La actitud de amor a los demás es consustancial con el sacramento que celebramos y recibimos.
«Danos, Señor, una plena vivencia del misterio pascual» (oración)
«Que la alegría de estas fiestas sea siempre nuestra fuerza y nuestra salvación» (oración)
«Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme» (salmo)
«Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado» (evangelio)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 114-116
4.
La carta enviada desde la comunidad de Jerusalén a las iglesias de otras nacionalidades y culturas es un arreglo provisional. El libro de la praxis de los apóstoles nos mostrará cómo la tendencia judaizante es contraria al cristianismo. Las prohibiciones impuestas desde Jerusalén corresponden a un antiguo código (Lv 17s) que reglamentaba la convivencia de los paganos junto a Israel. De este modo, Santiago salva el privilegio de su pueblo y la buena voluntad de los paganos. Este acuerdo, sin embargo, mostrará sus limitaciones conforme la presencia de extranjeros crezca.
El Evangelio continúa las palabras de Jesús referentes al amor cristiano. Este es por excelencia un amor fraternal. No está fijado a los vínculos de sangre ni al "amor a la Patria". Ni siquiera es un amor que se centre exclusivamente en los integrantes de la propia congregación. Es un amor abierto a la humanidad, especialmente a la humillada, pobre y excluida. El amor cristiano manifiesta el amor del Padre en la medida en que vemos a los demás como personas dignas de nuestro afecto y respeto.
Un amor tan profundo sólo es posible si el discípulo opta por la propuesta de Jesús. Por esta razón, el texto insiste en la fidelidad a la Palabra de Jesús. Esta no es una más dentro de otras comunicaciones. Dios nos ha dado en Jesús su comunicación más personal. "Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les dará".
El discípulo no es un simple subalterno. Es ante todo un amigo personal de Jesús. Esta amistad es el ambiente donde el discípulo crece en diálogo constante y en atención permanente a su maestro.
El discípulo se siente llamado. Los discípulos y discípulas del Señor no están congregados en la comunidad por un asunto ocasional. Ellos son parte viva de la comunidad y están destinados a desarrollarse allí como personas autónomas, libres y maduras. "Esto es lo que les mando: que se amen unos a otros".
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
5. CLARETIANOS 2003
En los ambientes eclesiásticos no es infrecuente
oír, con un tono un poco irónico, esta expresión: “Hemos decidido el Espíritu
Santo y nosotros”. A renglón seguido puede venir cualquier cosa. La fórmula
proviene del fragmento de los Hechos de los Apóstoles que leemos hoy. Se
corresponde con el tercer tiempo de la asamblea de Jerusalén. Las resoluciones
tomadas se comunican a través de una carta dirigida a los hermanos de Antioquía,
Siria y Cilicia convertidos al paganismo. De todo este asunto cabe destacar:
La valentía de Pablo y Bernabé para afrontar abiertamente el conflicto. De no
haberlo hecho, se hubiera producido un grave cisma.
El discernimiento realizado entre todos los implicados, incluida la comunidad madre de Jerusalén. No se toma una decisión “desde arriba” sino que se llega a un acuerdo.
La comunicación del resultado mediante una carta, pero sobre todo, mediante el envío de dos personas (Silas y Judas) que os referirán de palabra lo que sigue. Las mediaciones personales son infinitamente más importantes (y más eficaces) que cualquier documento.
El fruto de todo el proceso es un nuevo impulso misionero: Al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron mucho.
No digo que hoy tengamos que seguir al pie de la letra este proceso, pero ¿no os parece que encontramos como un “guión básico” para saber cómo afrontar las dificultades que surgen en el seno de nuestras comunidades e incluso el conflicto intraeclesial?
Los versículos del evangelio de Juan se centran en
la quintaesencia del mensaje de Jesús: el amor. Del amor se puede hablar de
muchas maneras. Jesús, en este pasaje de Juan, elige un símbolo: la amistad. En
la Biblia aparecen muchas referencias a la amistad. Jesús destaca tres:
El amigo no es un simple conocido o un socio, sino alguien con quien se comparte
la intimidad, lo más profundo de nuestro ser: A vosotros os llamo amigos porque
todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
El amigo siempre está dispuesto a hacer lo que el amigo le pide: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
El amigo demuestra la verdad de su amor estando dispuesto a entregar la propia vida si fuera necesario: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
He oído en más de una ocasión que llamar a Jesús
“amigo” está bien en la etapa de la adolescencia, pero que luego este concepto
resulta pequeño y que conviene sustituirlo por otros de más densidad dogmática:
Cristo, Señor, etc. Quien así piensa, ¿habrá meditado en alguna ocasión sobre
este pasaje de Juan?
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
6. DOMINICOS 2003
Avanzamos en la semana y seguimos completando litúrgica y doctrinalmente el mensaje del Espíritu y el mensaje de los responsables de la Iglesia primitiva reunida en Asamblea o Concilio en Jerusalén.
Es bueno que de cuando en cuando los cristianos del siglo XXI volvamos los ojos a aquella Iglesia para darnos cuenta de que tanto los asuntos a resolver como las gracias recibidas del Señor en uno y otro tiempo son parecidas.
¿Qué hizo el Concilio Vaticano II sino tomar el pulso a la cultura, sociedad y vida religiosa en la segunda mitad del siglo XX, para discernir en ellas lo que el Espíritu aprobaba y alababa y lo que Él mismo pedía que se corrigiera?
¡Cuánto bien nos hizo este concilio Vaticano y cuán poco nos hemos aprovechado de su mensaje integral!
En nuestro siglo XXI amemos a la Iglesia, obra de Cristo y de su sangre derramada, trabajemos en ella, con ella y por ella, y colmémosla de amor, porque sólo el amor nos hará comprender y experimentar su verdad salvífica y lamentar con dolor las evidentes deficiencias de muchos de sus miembros.
ORACIÓN:
Señor Jesús, concédenos que cuando descubramos tu rostro en la Iglesia, estemos seguros de que la amamos. Cuando no comprendamos y lamentemos sus errores, pero le seamos fieles, estemos seguros de que la amamos. Cuando arda en nuestro corazón y en nuestra mente el mensaje evangélico, sintamos que la amamos. Cuando sobrellevemos con paciencia los desprecios que se le hacen, y queramos dar motivos de esperanza, sintamos que la amamos. Cuando en ella se muestre la verdad con humildad, se sugiera sin imponer, y se encienda la luz de acogida en los caminos de conversión, gocemos con que la amamos. Amén.
“Concluida la deliberación, los apóstoles y los presbíteros, con toda la Iglesia, acordaron elegir a algunos de entre ellos para que se fueran a Antioquía con Pablo y Bernabé.
Los elegidos fueron Judas, Barsaba y Silas, miembros eminentes de la comunidad. Y les entregaron esta carta: ‘Los apóstoles, los presbíteros y los hermanos, saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo... En vista de lo sucedido entre vosotros, os enviamos a Silas y Judas para que os digan de palabra lo que sigue: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que no os contaminéis con la idolatría, que no comáis sangre ni animales estrangulados y que os abstengáis de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud”... Los fieles, al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron mucho”.
Este documento tiene las limitaciones propias del momento en que se promulga, pero supone un esfuerzo eclesial realizado en caridad. Con razón los fieles de Antioquía se alegraron. Comenzaban a ver la singularidad de la vida en Cristo, con su gracia y libertad.
“Jesús continuó hablando a sus discípulos: este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos; y vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
A vosotros ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
Pero sabed que no sois vosotros los que me habéis elegido, sino que soy yo quien os ha elegido, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure...”
El rico contenido de este párrafo salta a la vista: importancia suma del mandamiento del amor fraterno, amistad del creyente que llega a la intimidad con Cristo, grandeza de la revelación que nos hace hijos de Dios, delicadeza de Dios que siempre se adelanta a nuestras acciones y señala nuestro camino de felicidad.
Repasemos algunas decisiones del concilio de Jerusalén:
Primera, hay que vivir en la novedad de Cristo, no según costumbres pasadas. |
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Segunda, no hay que imponer la circuncisión a los convertidos desde cualquier religión no judía, ni tampoco hay que imponer otros sacramentos, tradiciones, usos propios de la anterior historia espiritual de Israel. |
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Tercera, sólo han de imponerse algunas obligaciones mínimas, como el no caer en idolatría. |
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Cuarta, los grandes asuntos de la vida y de la fe se han de tratar en asamblea de responsables: apóstoles, presbíteros, hermanos. Todos somos responsables. |
(Ciertos detalles secundarios, como el de abstenerse de carnes inmoladas a los ídolos, fueron un obsequio, una atención a la Ley judaica, y por ello muy pronto quedaron anulados)
¿Obramos nosotros como la comunidad primitiva eclesial, siendo corresponsables en las decisiones, o preferimos más bien vivir sin asumir responsabilidades?
En cuanto al texto evangélico, digamos que la secuencia es desarrollo de las mismas ideas anteriores: si somos amados de Dios y de Cristo, como hijos y hermanos, y gozamos de su intimidad, no nos corresponde vivir con psicología de extraños, de siervos, sino de amigos verdaderos.
¿Qué es propio de un amigo verdadero? Estar al tanto, con amor, de lo que sabe y acontece al amigo. Pues, prueba de que Jesús es nuestro amigo y nos quiere bien son estos detalles: habernos revelado los secretos del Padre, y recordarnos que en el amor de amistad es él quien primero nos ofreció la amistad, no nosotros. ¡Cuánto tenemos que agradecérselo!
7. ACI DIGITAL 2003
14. Si hacéis esto que os mando, es decir, si os amáis mutuamente como acaba de decir en el v. 12 y repite en el v. 17, porque el mandamiento del amor es el fundamento de todos los demás (Mat. 7, 12; 22, 40; Rom. 13, 10; Col. 3, 14).
15. Notemos esta preciosa revelación: lo que nos transforma de siervos en amigos, elevándonos de la vía purgativa a la unión del amor, es el conocimiento del mensaje que Jesús nos ha dejado de parte del Padre. Y El mismo nos agrega cuán grande es la riqueza de este mensaje, que contiene todos los secretos que Dios comunicó a su propio Hijo.
16. Hay en estas palabras de Jesús un inefable matiz de ternura. En ellas descubrimos, no solamente que de El parte la iniciativa de nuestra elección; descubrimos también que su Corazón nos elige aunque nosotros no lo hubiéramos elegido a El. Infinita suavidad de un Maestro que no repara en humillaciones porque es "manso y humilde de corazón" (Mat. 11, 29). Infinita fuerza de un amor que no repara en ingratitudes, porque no busca su propia conveniencia (I Cor. 13, 5). Vuestro fruto permanezca: Es la característica de los verdaderos discípulos; no el brillo exterior de su apostolado (Mat. 12, 19 y nota), pero sí la transformación interior de las almas. De igual modo a los falsos profetas, dice Jesús, se les conoce por sus frutos (Mat. 7, 16), que consisten, según S. Agustín, en la adhesión de las gentes a ellos mismos y no a Jesucristo. Cf. 5, 43; 7, 18; 21, 15; Mat. 26, 56 y notas.
8.
Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
Entrada: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Aleluya».
Colecta (compuesta con textos del Gregoriano y del Sacramentario de Bérgamo): «Danos, Señor, una plena vivencia del misterio pascual, para que la alegría que experimentamos en estas fiestas sea siempre nuestra fuerza y nuestra salvación».
Ofertorio: «Santifica, Señor, con tu bondad, estos dones, acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros transfórmanos en oblación perenne»
Comunión: «El Crucificado resucitó de entre los muertos y nos rescató»
Postcomunión: «Después de recibir los santos misterios, humildemente te pedimos, Señor, que esta eucaristía, celebrada como memorial de tu Hijo, nos haga progresar en el amor».
–Hechos 15,22-31: Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables. Decreto final del primer Concilio del cristianismo. Esto abrió una amplia perspectiva al desarrollo de la misión apostólica. Se subraya la unión de caridad en la primitiva Iglesia: «El Espíritu Santo y nosotros». La sagrada Eucaristía produce y consagra esa unión y caridad, que es la auténtica ley del Espíritu y lo verdaderamente indispensable en nuestra vida cristiana. San Agustín expone así que la caridad es madre de la unidad:
«No están todos los herejes por toda la tierra, pero hay herejes en toda la superficie de la tierra. Hay una secta en África, otra herejía en Oriente, otra en Egipto, otra en Mesopotamia. En países diversos hay diversas herejías, pero todas tienen por madre la soberbia; como nuestra única Madre Católica engendró a todos los fieles cristianos repartidos por el mundo. No es extraño, pues, que la soberbia engendre división, mientras la caridad es madre de la unidad (Sermón 46, sobre los Pastores).
–La vocación de los gentiles es el cumplimiento del universalismo mesiánico. Por eso damos gracias a Dios ante todos los pueblo y cantamos para Él ante las naciones con el Salmo 56: «Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar. Despierta gloria mía; despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora. Te daré gracias ante los pueblos, Señor, tocaré para Ti ante las naciones; por tu bondad que es más grande que los cielos, por tu fidelidad que alcanza a las nubes. Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria».
–Juan 15,12-17: Esto os mando: que os améis unos a otros. El mandamiento supremo de Cristo consiste en la caridad fraterna, que llega hasta el don de la propia vida en favor de los seres amados. Jesús da a conocer a los discípulos elegidos por Él mismo todo cuanto conoce del Padre. La revelación del Padre no es otra cosa que Jesucristo y es revelación por el amor, para el amor y en el amor. El amor de los discípulos entre sí será el fundamento y la condición de la permanencia gozosa en ellos de Jesús, después de su partida de este mundo. San Juan Crisóstomo dice:
«El amor que tiene por motivo a Cristo es firme, inquebrantable e indestructible. Nada, ni las calumnias, ni los peligros, ni la muerte, ni cosa semejante será capaz de arrancarlo del alma. Quien así ama, aun cuando tenga que sufrir cuanto se quiera, no dejará nunca de amar si mira el motivo por el que ama. El que ama por ser amado terminará con su amor apenas sufra algo desagradable..., pero quien está unido a Cristo jamás se apartará de ese amor» (Homilía sobre San Mateo 60).
Y San Bernardo afirma:
«El amor basta por sí solo y por causa de sí. Su premio y su mérito se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo para amar. Gran cosa es el amor, con tal que se recurra a su principio y origen, con tal que vuelva el amor a su fuente y sea una continua emanación de la misma» (Sermón 83).
9. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
Los Hechos de los Helenistas:15, 1-35
Asamblea de Jerusalén confirma a la Comunidad de Antioquía
Esta sección de los Hch es una sección fuertemente unificada. No se puede
desmembrar. El mensaje está en la totalidad del relato. Por eso propongo ver
esta sección en su conjunto.
Estructura de 15, 1-35:
a) Antecedentes de la Asamblea de Jerusalén: vv. 1-5
- en Antioquía: vv. 1-2
- camino a Jerusalén: v. 3
- en Jerusalén: vv. 4-5
b) Asamblea en Jerusalén donde habla Pedro: vv. 6-12
- reunión de los apóstoles y presbíteros: v.6
- discurso de Pedro: vv. 7-11
- intervención de Bernabé y Pablo: v. 12
b') Asamblea donde habla Santiago: vv. 13-21
- Santiago toma la palabra: v.13
- discurso de Santiago: vv. 14-18
- Juicio de Santiago: vv. 19-21
a') Acuerdos y reacciones: vv. 22-35
- en Jerusalén: elección de los delegados para ir a Antioquía: v. 22
- Carta a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia: vv. 23-29
- en Antioquía: recepción de la carta de Jerusalén: 30-35
Todo el capítulo está focalizado en la Iglesia de Antioquía: es ahí donde surge
el conflicto (vv. 1-2) y es a esta Iglesia donde llega la carta de los apóstoles
y presbíteros de Jerusalén (vv. 30-35). La asamblea de Jerusalén se realiza en
función de la Iglesia de Antioquía, fundada por los Helenistas y que recién
termina su primera misión. Así se confirma lo que hemos subrayado que la sección
6, 1 - 15, 35 es la sección de los Helenistas: el movimiento de Jesús, como
movimiento misionero y del Espíritu, va desde Jerusalén hacia Antioquía. Los
misioneros portadores del Espíritu son los 7 Helenistas, los cuales reciben
legitimación y apoyo por parte de Pedro, Bernabé y Pablo.
Antecedentes de la Asamblea de Jerusalén: vv. 1-5: Algunos de Judea bajan a
Antioquía y exigen la circuncisión a los hermanos venidos de la gentilidad como
condición para ser salvos. Esto produjo una gran agitación y discusión en
Antioquía y Pablo y Bernabé son enviados por la Iglesia a Jerusalén (v.3). Ya en
13, 3 la Iglesia había enviado al mismo equipo, elegido directamente por el
Espíritu Santo. Los enviados atraviesan Fenicia y Samaria, territorio ya
evangelizado por los Helenistas (en11, 19: Fenicia y en 8, 5ss: Samaría),
"contando la conversión de los gentiles". Cuando llegan a Jerusalén ya no
informan sobre la conversión de los gentiles, sino únicamente "cuanto Dios había
hecho juntamente con ellos". Enviados por la Iglesia Helenista de Antioquía son
recibidos por la Iglesia Hebrea de Jerusalén (los apóstoles y presbíteros). En
Jerusalén algunos de la secta de los fariseos que habían abrazado la fe son los
que plantean de nuevo el problema: es necesario circuncidar a los gentiles
convertidos y mandarles guardar la ley de Moisés. La circuncisión implicaba la
observancia de toda la ley.
Asamblea donde habla Pedro: vv. 5-12: En el discurso hay dos partes: los vv.
7b-9 y vv. 10-11. En la primera parte Pedro recuerda lo sucedido en casa de
Cornelio "desde los primeros días". En la segunda parte, cuyo tono es conclusivo
("ahora pues...") Pedro plantea el problema de la salvación de todos por la
gracia del Señor Jesús. Hay dos frases, una en cada parte del discurso, que
están en paralelo:
- Dios comunicó el Espíritu Santo a los gentiles "como a nosotros" (v.8)
- Nosotros nos salvamos por la gracia "del mismo modo que ellos" (v. 11)
En la primera frase el paradigma de referencia es el primer Pentecostés en
Jerusalén sobre los 12 apóstoles y los demás que estaban con ellos. Los gentiles
en casa de Cornelio recibieron el Espíritu según ese paradigma.
En la segunda frase el paradigma de referencia es la salvación de los gentiles.
Los judíos creyentes en Cristo se salvan según ese paradigma.
El referente principal del primer paradigma son los 12 apóstoles, y el referente
secundario son los gentiles convertidos. En el segundo paradigma Pedro invierte
los referentes, ahora el referente principal son los gentiles, y el referente
secundario son los judíos cristianos. En el primer paradigma se explicita que
Dios "no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus
corazones por la fe" (v.9). Lo insólito y extraordinario en la segunda parte del
discurso de Pedro, es que Pedro ahora, invirtiendo los referentes, afirma que la
salvación de los judíos creyentes sigue el paradigma de la salvación de los
gentiles, es decir, que ellos los judíos creyentes son salvos por la gracia del
Señor Jesús igual que los gentiles. Si el Pentecostés en casa de Cornelio siguió
el paradigma del primer Pentecostés, ahora el vuelco insólito es que la
salvación de los judíos cristianos sigue el paradigma de la salvación de los
gentiles (nosotros somos salvos "del mismo modo que ellos"). La consecuencia "a
fortiori" (obligada) es que no se debe imponer el yugo de la ley sobre ningún
discípulo de Jesús, ni sobre los gentiles, ni sobre los mismos judeo-cristianos.
El discurso de Pedro es tremendamente radical y refleja de la doctrina de Pablo
en sus formulaciones también más radicales. Pedro ha logrado la total
identificación con el Espíritu, por eso Lucas no lo menciona más en su libro.
Lucas sigue a sus personajes hasta su obediencia total al Espíritu, después no
los menciona más. Para Lucas es suficiente seguirlos hasta ese punto, pues no
está haciendo una biografía de sus personajes, sino mostrando cómo éstos van
madurando hasta la total identificación con el Espíritu Santo. En el v. 7 la
versión occidental del texto griego comenta acertadamente que Pedro se levantó
para hablar "bajo la inspiración del Espíritu". Después del discurso de Pedro
toda la asamblea cayó. El texto occidental nuevamente comenta que "los
presbíteros dieron su asentimiento a lo que Pedro les había dicho" (lo que
históricamente es muy difícil de imaginar). Luego Bernabé y Saulo (en ese orden)
cuentan "todas las señales y prodigios que Dios había realizado por medio de
ellos entre los gentiles", con lo cual confirman la base histórica sobre la cual
se fundamenta la argumentación de Pedro.
Asamblea donde habla Santiago: vv. 13-21: Cuando Bernabé y Pablo terminaron de
hablar, Santiago tiene que pedir ahora expresamente que lo escuchen a él:
"escúchenme". Santiago tiene un discurso (vv. 14-18) y una sentencia o juicio (vv.
19-21). Santiago resume primero el discurso de Pedro, pero lo distorsiona
completamente. Es curioso que Santiago llame a Pedro con su nombre hebreo
Simeón, para recordarle su pasado Hebreo. Pedro claramente había establecido el
paradigma de salvación de los gentiles como referencia para la salvación de los
judío-cristianos. Ahora Santiago subordina la salvación de los gentiles a la
restauración de Israel. Esto está implícito en el v. 14 y explícito en el
oráculo de Amos que Santiago cita como prueba escriturística en los vv. 15-18.
Pedro había recordado la conversión de Cornelio como un evento de "los primeros
días". Ahora Santiago contrapone que la restauración de Israel es algo conocido
"desde la eternidad", frase que Santiago agrega por su cuenta a la cita bíblica.
Después de su discurso, Santiago dicta sentencia, en forma enfática y
autoritaria: "Por esto juzgo yo" (dio ego krino). Toda la asamblea ha tenido una
cierta apariencia de juicio. La Iglesia de Antioquía es impugnada. Pedro hace la
defensa. Bernabé y Pablo aportan las pruebas. Santiago dicta sentencia. En la
sentencia o juicio de Santiago hay dos aspectos.
Primero: "que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios". El
sentido de la frase es que se deje de molestar (negación + infinitivo presente),
e.d. que se deje de exigir algo que se considera indebido (ese es el sentido del
verbo "par-enochleo tini"). Está claro aquí que Santiago juzga que no se debe
exigir a los gentiles convertidos la circuncisión. Esto es un triunfo para la
Iglesia de Antioquía.
Segundo: Santiago opina que solamente se les debe escribir a los gentiles
convertidos de Antioquía que cumplan ciertas exigencias legales: que se
abstengan de la carne sacrificada a los ídolos, de la impureza (uniones
irregulares), de los animales estragulados y de la sangre (v. 20 y 29).
Estas normas configuraban el estatuto jurídico mínimo que el pueblo judío exigía
a los extranjeros que vivían en medio de ellos. El objetivo de estas exigencias
legales era hacer posible la convivencia de los extranjeros con los judíos,
cuando éstos vivían en medio del pueblo judío. Santiago no pide que los gentiles
sean circuncidados (es decir integrados al pueblo judío), pero si pide que los
gentiles cristianos cumplan estas leyes mínimas de pureza legal para que puedan
convivir con los judío-cristianos. Este debió ser el verdadero problema que se
estaba viviendo, el problema de la convivencia y comensalidad entre cristianos
judíos y gentiles, tal como se refleja en Hch 11, 3 y Gal 2, 12-14. La solución
de Santiago es razonable, pero tiene la desventaja de asimilar a los gentiles
convertidos que se han integrado a la Iglesia, con la situación de los
extranjeros que viven en medio del pueblo judío. Es decir: se sigue considerando
la Iglesia como una Iglesia judeo-cristiana, en la cual viven algunos gentiles
conversos, que deben observar ciertas leyes para poder convivir con los
judío-cristianos. Santiago afirma la vigencia permanente de ley, pero no quiere
que los gentiles cristianos influyan negativamente en los judíos cristianos,
para que éstos dejen de observar la ley. Pedro, por el contrario, había
propuesto una libertad total frente a la ley tanto para los gentiles como para
los judíos creyentes. En Pedro la referencia principal es la comunidad de los
gentiles convertidos, en Santiago la referencia principal es la comunidad de los
judíos cristianos.
Después de la Asamblea: vv. 22-35: Los Apóstoles y presbíteros, de acuerdo con
toda la Iglesia, deciden enviar una carta a los gentiles cristianos de Antioquía,
Siria y Cilicia. Lo que deciden es en realidad sólo lo que ya Santiago ha
decretado y sentenciado. La opinión de Pedro es dejada de lado. Hay una
decisión, de común acuerdo (homothumadón: v.25), de elegir a Judas y Silas para
enviarlos junto con Bernabé y Pablo. La decisión sobre lo que se debe exigir a
los gentiles cristianos es una decisión compartida: "Hemos decidido el Espíritu
Santo y nosotros" (v. 28). Es una solución de compromiso: cada parte cedió algo:
Pedro aceptó las 4 leyes de pureza legal para permitir la convivencia entre
judíos y gentiles conversos, y Santiago aceptó no imponer la circuncisión a los
gentiles convertidos. Para Lucas, y para el lector de Hch, Pedro ha representado
la opinión del Espíritu Santo, Santiago, con los presbíteros de Jerusalén, la
opinión del nosotros . La carta es recibida con gozo en Antioquía, pero Judas y
Silas, que eran profetas, tuvieron que exhortar con un largo discurso a los
hermanos y confortarlos; también Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía,
enseñando y anunciando la Buena Nueva, la Palabra del Señor. Con todo esto la
Iglesia de los Helenistas fue confirmada en su identidad y en su fe. Aquí Lucas
da por terminada la sección dedicada a los Helenistas (6, 1 hasta 15, 35).
Reflexión pastoral
1) En el capítulo 6 fue el grito de las viudas Helenistas en Jerusalén, ahora el
grito de los gentiles convertidos en Antioquía, lo que hizo patente un problema
serio en la Iglesia. (Usamos sistemáticamente la palabra Helenista con mayúscula
para referirnos al grupo específico de los 7 Helenistas en Hch 6, 1-7, tal como
lo definimos comentando esa sección. La palabra helenista con minúscula designa
únicamente una característica cultural: lengua y cultura griega. Helenista con
mayúscula designa además un grupo específico en el libro de Hechos: un grupo
profético, crítico de la ley y del Templo, grupo misionero, lleno del Espíritu
Santo, que llevará el Evangelio a los samaritanos y gentiles, y constuirá un
modelo distinto de Iglesia en Antioquía. Además Lucas presenta esta grupo, como
discípulos más fieles del Jesús histórico).
En el cap. 6 fue el problema de la discriminación de los Helenistas, ahora el
problema de la discriminación de los gentiles convertidos. En ambos casos lo que
estaba en juego, además del sufrimiento de personas concretas, era el problema
institucional y teológico de la misión fuera de Jerusalén (más allá de la ley y
del Templo), hacia los samaritanos y pueblos gentiles. El problema se superó en
ambos casos con una asamblea de toda la comunidad. Especialmente en la segunda
asamblea (cap.15) hubo discusión y posiciones contrapuestas, pero al fin se
logró un consenso: "Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros". Un consenso
humano, pues hubo una solución de compromiso, donde cada parte cedió algo. Un
consenso del Espíritu, pues finalmente triunfó la posición de no imponer a los
gentiles la circuncisión, que era el problema fundamental para la continuación
de la misión y responder así a la estrategia del Espíritu (1, 8). ¿Cómo la
Iglesia hoy en día enfrenta sus conflictos internos? ¿Cuáles son estos
conflictos y cuál es la metodología que nos presenta Lucas para solucionarlos?
2) Es el momento de hacer una síntesis de toda la actividad de los Helenistas
desde el capítulo 6, 1 hasta 15, 35. Los Helenistas aparecen aquí como el grupo
misionero, portador del Espíritu. Hagamos memoria de toda la trayectoria
histórica y teológica de los Helenistas y meditemos cómo esta trayectoria, como
totalidad, nos permite descubrir hoy en la Iglesia un movimiento misionero y del
Espíritu, que cada día aparece como más necesario, urgente y legítimo. A la luz
de Hch 6-15 imaginemos cómo sería esa trayectoria de los Helenistas hoy en la
Iglesia.
3) Hagamos una síntesis de la trayectoria de Pedro en Hechos de los Apóstoles.
Primero, en forma muy sumaria, de su actuación en los primeros 5 capítulo de Hch.
Luego, en Hch del cap. 6 al 15: especialmente en su actuación en la asamblea de
6, 1-7, en los Hechos de Pedro en 9, 32 - 11, 18 y 12,1-25, y ahora en la
asamblea de 15, 1-35. ¿Cómo presenta Lucas a Pedro?: como Jefe de la Iglesia de
los Hebreos en Jerusalén, como discípulo, como misionero y finalmente como
hombre fiel al Espíritu. A la luz de esta trayectoria de Pedro ¿Cómo pensamos
teológica e institucionalmente a los que ejercen el ministerio jerárquico hoy en
la Iglesia?
4) Lucas presenta a la Iglesia de los Hebreos en Jerusalén, dando testimonio de
Jesús en Jerusalén, en contradicción con las autoridades judías, pero en
continuidad con la tradición del pueblo de Israel. Santiago, el hermano del
Señor, junto con los presbíteros de Jerusalén, piensan la misión en continuidad
con las instituciones de Israel. Santiago asume una posición moderada, favorable
a la Iglesia de Antioquía en lo de la circuncisión, pero también celoso de un
tipo de convivencia y comensalidad entre judíos y gentiles cristianos, que no
dañe la tradición e identidad de Israel. Lucas, que no logra ocultar su clara
identificación con el grupo de los Helenistas y con el movimiento misionero,
llevado adelante por el Espíritu, nunca hace una presentación negativa de los
Hebreos o de Santiago, pues también ve en ellos una identidad y una misión
necesarias. Lucas es muy cuidadoso de presentar la conciliación final de ambos
grupos y la ausencia de una ruptura grave o definitiva entre ellos. ¿Se da
también hoy en día en la Iglesia un grupo como el de los Hebreos y una función
como la de Santiago, el hermano del Señor? ¿Cuál sería la identidad y la misión
necesaria y legítima de un grupo de este tipo en la Iglesia de hoy? ¿Cómo se dan
los conflictos hoy entre "Hebreos" y "Helenistas" y cómo se superan manteniendo
cada uno su identidad y misión específica?
5) Una última reflexión fundamental sería identificar en el texto, del cap. 6 al
15, la trayectoria concreta del Espíritu Santo en el movimiento de Jesús. Dónde
y cuándo es exactamente nombrado, cuál es su función específica, su estrategia y
objetivos. Cuál es la relación del Espíritu con algunas personas determinadas.
Hagamos una reflexión global sobre el Espíritu Santo en Hch 6 al 15, y
posteriormente reflexionemos sobre la realidad del Espíritu hoy en la Iglesia.
10.Reflexión
El amor cristiano tiene una característica muy particular: ha de ser semejante
al de Cristo. Jesús en este evangelio no deja lugar a dudas de cómo ha de ser
nuestro amor: “ámense… de la misma manera que yo los he amado”. Entre las notas
que nos pudieran ayudar a entender y a vivir este tipo de amor, te propongo: El
amor de Cristo fue un amor SOLIDARIO. Dejó su trono del cielo para servirnos,
para ser uno de nosotros. Renunció a su “dignidad” para ser uno más entre los
humanos. Fue un amor COMPASIVO. Por ello no podía ver una enfermo, un
hambriento, un atormentado sin que él hiciera algo concreto por éste. No vino
solo a darnos ordenes y sermones sino a aplicar su amor y caridad con los más
necesitados. Fue un amor TOTAL Y ENVOLVENTE. Para Jesús no había clases
sociales, culturas, buenos o malos, justos o pecadores, romanos o judíos. Los
amó a todos, los envolvió a todos de manera total. Junto a él nadie se sentía
excluido. Si verdaderamente queremos cumplir el mandamiento de Jesús nuestro
amor ha de ser también: solidario, compasivo, total y envolvente.
Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
11.
Que hermosas las palabras de Jesús a nuestros
oídos el día de hoy: “Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed en
mí” Es una frase para repetir en todo momento. En medio de la enfermedad, en
medio de crisis económicas, familiares, con amistades, laborales. “Que no
tiemble vuestro corazón, sólo cree en Dios y cree en mí” Debo creer plenamente
que todo esto pasará. Creer que Jesús, a quien he decidido aceptar en mi corazón
y por tanto centro de mi vida, me conducirá hacia aguas tranquilas, que hará mi
copa rebosar y que ha ido al cielo a preparar mi morada eterna. En el corazón
que habita Jesús el miedo no existe; y si sentimos que está, es solo una ilusión
de algún falso yo que todavía anda rondando en nuestro interior.
Digamos a Jesús como aquel centurión, “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”
Dios nos bendice,
Miosotis
12. Fray Nelson Viernes 29 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles
más cargas que las estrictamente necesarias * Este es mi mandamiento: que se
amen unos a otros.
Más información.
1. Lo que estaba prohibido y... sigue prohibido
1.1 En un tiempo estuvo como de moda en los medios académicos teológicos hacer
este planteamiento, que trajo bastantes confusiones: “la moral cristiana no mira
tanto a los actos como a las actitudes; la moral de los actos es propia de la
antigua ley, y es lo que se encuentra en los Diez Mandamientos; la moral de las
actitudes mira al amor y a la intención, y es la propia de nosotros, los que
vivimos en el régimen nuevo y en el Nuevo Testamento”.
1.2 Ese planteamiento tiene como aspectos positivos que marca el avance entre
una legislación que se queda en lo realizado, es decir, en el solo acto, y lo
ubica en una perspectiva más integral, sobre todo tomando en cuenta ese factor
básico que es la intención. Además, con este planteamiento la vida moral
adquiere una jerarquización clara, en la que el amor tiene el primer puesto que
le corresponde.
1.3 Las dificultades vienen cuando tratamos de darle un rostro específico a ese
“amor”. Porque el amor es una palabra que cada uno puede acomodar a su gusto o
conveniencia. Amor se llama a veces a la más tormentosa y ciega de las pasiones;
amor se dice a veces de la más sublime y generosa caridad por los pobres. Dejar
a la palabra amor sin un contenido específico, que es el que dan los actos
específicos, es terriblemente engañoso.
1.4 De otra parte, la actitud que descalifica a los Diez Mandamientos deja sin
oficio a la razón humana en la búsqueda del bien moral. En efecto, como lo ha
enseñado muchas veces el Magisterio, los Mandamientos son como la expresión de
la Ley Natural, es decir, de aquel bien humano que la razón puede descubrir al
examinar las condiciones en que se desenvuelve nuestra vida. Sin los
Mandamientos la propuesta moral cristiana se reduce a un deseo vago de bondad en
el que finalmente todo cabe. Una postura tan inocua como esta aparenta ser un
lugar de encuentro y diálogo entre las diversas religiones, pero en realidad no
dice nada porque termina aprobando todo.
1.5 La primera lectura de hoy trae toda esta temática a nuestra consideración
porque no era distinto el problema que tenían que enfrentar los apóstoles,
reunidos en Concilio en Jerusalén, cuando estudiaban el espinoso asunto del
alcance de la ley judía en la predicación del Evangelio a los paganos.
1.6 Las determinaciones de esta reunión de los apóstoles, a la que usualmente se
le considera como el Primer Concilio Ecuménico de la Iglesia, nos muestran
varias cosas. En primer lugar, observemos que lo mandado no es un amor genérico
ni una “moral de actitudes” sino preceptos específicos que atienden a las
circunstancias concretas en que viven los destinatarios de tal legislación
cristiana.
1.7 En segundo lugar, notemos el aspecto limitado, en espacio y tiempo, de lo
allí establecido. Así como es un extremo afirmar que la nueva ley equivale al
capricho de lo que cada quien llame “amor”, así también es extremista pensar que
toda legislación tiene un valor máximo y una validez eterna. Las prescripciones
de los apóstoles tienen un contexto particular, que es el de aquellas
comunidades que, si bien nacen del paganismo, se hallan en un contexto de
conocimiento de la Ley de Moisés. Lo prescrito, pues, quiere ser respetuoso de
esa Ley, para no poner obstáculos al Evangelio, sin por ello poner en ella el
centro de nuestra fe ni la fuente de nuestra salvación.
2. Nos han ordenado amar
2.1 Cristo nos ha enseñado el amor y nos ha ordenado amar. En ese orden son las
cosas: aprender qué es amar y vivir en el amor.
2.2 La medida es alta y su mandato es exigente. ¡Lo que pide no es menos que lo
que pedía la ley antigua! Cristo pone como medida del amor nada menos que “dar
la vida”. Tanto no pedía la Ley de Moisés. Pero la Ley Antigua tampoco daba
tanto, tampoco nos transformaba tanto, tampoco construía tanto en nosotros.
2.3 De aquí podemos aprender dos cosas: primera, que es falso que la Nueva Ley
sea menos o menor que la Antigua. Pide más, infinitamente más. Pero, en segundo
lugar, la Ley Nueva es superior a la Antigua porque trae en sí el vigor para ser
cumplida.
2.4 Tal es, en efecto, la maravillosa ley del amor: que tanto ilumina cuanto
impulsa y tanto mueve cuanto esclarece. La ley mosaica podía ayudarnos a
encontrar lo malo pero no a sentir repulsión hacia ello; podía enseñarnos el
camino del bien pero nos dejaba inermes ante el atractivo del mal. La Ley Nueva,
por el contrario, nos hace fuertes interiormente, a través de la experiencia de
ser amados, y luego nos dirige hacia el bien, a través del llamado a amar.