SÁBADO DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 13, 44-52 (Ver PASCUA 04C)

2ª: Jn 14, 7-14 


1.

-El sábado que siguió a la predicación de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, casi toda la ciudad se congregó para oír la palabra de Dios.

Ocho días después, ¡la "buena nueva" había recorrido toda la ciudad! En el mercado, en las calles, en las tiendas, en las casas, entre los vecinos. Y todos, curiosos de saber más cosas, se reunieron alrededor de Pablo.

-Los Judíos al verlo se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias cuanto Pablo decía.

Viraje decisivo en la historia de la Iglesia. Los apóstoles, después de haber predicado primero a los judíos en las sinagogas, se verán obligados a dirigirse preferentemente a los gentiles... en los que hallaban a unos oyentes más receptivos.

-Entonces, dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios... pero, ya que la rechazáis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad, que nos volvemos a los gentiles.»

El pueblo del Antiguo Testamento había sido elegido primero. Es verdad. Pero no podía monopolizar la salvación de Dios. Su elección tenía que extenderse a todos los pueblos: esto estaba previsto y anunciado por los profetas. El Dios del universo-mundo ama a todos los hombres y quiere salvarlos a todos. Guardar para sí la gracia de Dios es una aberración.

Esto se aplica también a nosotros. Si tenemos la suerte de haber recibido la Fe, no tenemos un privilegio que podamos guardar celosamente para nosotros solos: ¡tenemos una responsabilidad!

¿Cuál es mi actitud, ante el esfuerzo de la Iglesia para dirigirse cada vez más a «los del exterior"? ¿Cómo aprecio y juzgo los esfuerzos misioneros, que quieren llegar a grupos y a ambientes no evangelizados?

-Al oír esto, los paganos se alegraron y se pusieron a glorificar a Dios... Pero los Judíos incitaron a mujeres distinguidas y a notables del país y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé.

Pablo y Bernabé son expulsados de Antioquía de Pisidia por los que no aceptan la apertura hacia los paganos. ¡Perdón, Señor, por la cerrazón de nuestros corazones!

¡Perdón, Señor, por los obstáculos que ponemos al evangelio! Ten piedad de nosotros cada vez que nos interponemos entre Tú y los hermanos, cada vez que los bautizados no están abiertos al dinamismo de la "misión", cada vez que se encierran en las «relaciones entre ellos». Señor, que el paganismo y la indiferencia que nos rodean, en vez de amedrentarnos, sean una llamada, una invitación insistente a no cerrarnos entre nosotros.

-En cuanto a los discípulos, sacudiendo ante ellos el polvo de sus pies, se fueron a Iconio ¡llenos de gozo y del Espíritu Santo!

Los discípulos hacen lo que había dicho Jesús; no llevarán el polvo de Antioquía pegado a sus sandalias (Mt 10,14; Lc 10,11)

Perseguidos, expulsados, están «llenos de gozo y del Espíritu.» ¿Tengo en mi interior ese gozo que ningún fracaso empaña? Cuando se cierra ante mí una camino ¿me siento quizá llevado a desanimarme, en lugar de buscar sencillamente otra solución? Y todo esto en el gozo... no en la amargura. Pensando que el Espíritu Santo se sirve de todo para sus proyectos! incluso de lo que aparentemente es contrario.

El «gozo», y el «Espíritu de Dios», van unidos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 220 s.


2.

Los vv. 7-12 de este Evangelio forman parte del Evangelio del quinto domingo del Tiempo pascual (primer ciclo); véase allí el comentario. Nuestro análisis se centrará sobre todo en los cuatro últimos versículos.

a) Los apóstoles creen que podrían ver al Padre como ven al Hijo.

También Felipe lo pide: "Muéstranos al Padre" (v. 8).

Cristo responde que el Padre no es accesible a las miradas, sino a la contemplación, y que esta última se apoya en el signo por excelencia del Padre: el Hijo (v. 10) y sus obras (v. 11).

Todavía falta descubrir el misterio del Hijo: percibir su relación con el Padre, su papel mediador, la significación divina de sus obras.

Esta contemplación del Padre en la persona y la obra del Hijo se extiende además a las mismas obras del cristiano (versículo 12), que se convierte así en el signo de la presencia del Padre en el mundo.

b) Es en esta búsqueda del Padre donde la oración cristiana adquiere su verdadero significado (vv. 13-14). Pedir "en el nombre de Jesús" equivale, efectivamente, a solicitar la presencia de Cristo en el actuar humano, a fin de que este último sea verdaderamente signo de la presencia de Dios en el mundo.

La palabra "Dios" ha representado en las antiguas religiones y en una cierta filosofía "teísta", una realidad que se bastaba a sí misma y que se podía "mostrar". Los apóstoles comparten esta opinión cuando solicitan ver al Padre.

Ahora bien: el mundo secularizado en el que vive el cristiano de hoy pone en duda a este Dios del teísmo y de las religiones. La creencia occidental en un ser supremo que dirige los asuntos del mundo se esfuma y no llegan a exponerse datos objetivos sobre su persona, comparables a los que se expresan en la ciencia. La desaparición de esta creencia no es necesariamente un mal y no alcanza más a la fe bíblica que la desaparición de los antiguos "dioses".

La respuesta de Cristo a los apóstoles es significativa: no les revela nada del Padre, porque para esto habría debido recurrir a los argumentos del teísmo, pero les remite al desvelamiento de Dios en Él mismo: "Quien me ve a Mí, ve al Padre". Desde entonces, creer en Dios o creer en el Padre es confesar que hemos sido conocidos, amados y redimidos por Otro que apenas conocemos, pero que obra por nuestra salvación y hace llamadas a nuestra responsabilidad. Es aceptar también otros modos de conocimiento que los de la inteligencia pura, que realzan las relaciones interpersonales. Es por esto por lo que la oración juega un gran papel en la relación del cristiano con el Padre, y por lo que la Palabra "Dios" es sustituida por la palabra "Padre".

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 145


3.

-Si me conocierais, conoceríais también a mi Padre...

"¿Si me conocieseis?" Creían sin duda conocerle.

Pero, nunca se conoce del todo a Jesús. Nunca se le descubre por entero. El conocimiento total de Jesús, es descubrir su identidad con el Padre.

-Desde ahora le conocéis y le véis.

¡Esto lleva muy lejos!

-Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta", "¡Tanto tiempo hace que estoy con vosotros! respondió Jesús, y ¿aún no me habéis conocido? Felipe, quien me ve a mí, ve también al Padre.

Es una de las afirmaciones más fuertes de Jesús. Unidad con Dios.

Viéndote, ¡se ve a Dios! por así decir.

Escuchándole, ¡es a Dios a quien se oye!

Siguiéndole, ¡se sigue a Dios!

Señor Jesús, no te miro bastante. Ayúdame a contemplarte más, a meditar tu palabra con mayor regularidad.

-¿No crees que Yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Jesús es un hombre lleno de Dios.

Hay que dejarse impregnar por estas palabras. Ha habido un hombre, Jesús de Nazaret, un hombre de carne y hueso, muy real, un hombre que pisaba el suelo con sus dos pies, un hombre que tenía amigos, relaciones humanas, un hombre que comía y bebía con sus amigos... y este hombre, en el mismo instante, estaba en "comunicación con Dios", "se identificaba a Dios", "no hacía sino uno con Dios".

Y era todo lo contrario de un loco. Un hombre equilibrado por excelencia. Un hombre humilde. Un hombre sin ambición ni orgullo: un hombre que se arrodillaba delante de sus amigos para lavarles los pies.

-Creed al menos a causa de mis obras.

Si sólo hubiese afirmado estas cosas, se podría dudar... esto resultaría "increíble". Pero los actos que ha hecho hacen pensar que era verdad. En particular, ¡ha resucitado!

-En verdad os digo: Aquel que cree en mí, ése hará también las obras que Yo hago. Y las hará incluso mayores.

¿Es esto verdad, Señor?

¿Las "obras-que-Tu-has-hecho"? La encarnación. La predicación de la Palabra de Dios.

La Redención. La Fundación de la Iglesia.

Tú dices que esto es lo que hoy nos toca hacer a nosotros.

"Cuando seremos alimentados con tu Cuerpo y con tu Sangre, concédenos ser un solo Cuerpo y un solo Espíritu, en ti...

Si el creyente puede hacer tu Obra, y aún mayores que Tú, es que es uno contigo. La "misión" es tu obra: y Tú nos la has confiado.

-Porque Yo voy al Padre, y lo que pidiereis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

Nada mejor para hacernos humildes en nuestros aciertos y nuestras realizaciones: estas "grandes obras" que se hacen por nuestras manos, no vienen de nosotros sino del Padre... han sido merecidas por el Hijo que ofreció su vida, y que intercede por nosotros... son el fruto de la oración y de la gracia.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 224 s.


4.

1. Hechos 13, 44-52

a) Se ve que la predicación de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia convenció o al menos interesó a muchos. Porque al sábado siguiente «toda la ciudad acudió a oír la Palabra de Dios». Eso suscitó la envidia de los judíos y empezaron a insultarles y contradecirles, haciéndoles imposible hablar en la sinagoga. Hasta llegar a una violenta persecución y la expulsión de la ciudad.

Aquí toman Pablo y Bernabé la decisión que repetirán en muchas ciudades: si son rechazados por los judíos, van a predicar a los paganos. Siempre siguen el mismo orden: «anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios, pero como la rechazáis, nos dedicaremos a los gentiles». Que era para lo que Dios había elegido particularmente a Pablo.

Ya en el Benedictus, Zacarías anunciaba a Jesús como «luz para alumbrar a las naciones». La historia, guiada sabiamente por el Espíritu, aunque parezca con líneas torcidas, va llenando de fe a toda la tierra. Como ya prometía el salmo, y repetimos responsorialmente hoy, «los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios».

La conclusión de Lucas la hemos oído varias veces: «los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo».

b) Las andanzas de Pablo nos demuestran que cuando un cristiano tiene una convicción y está lleno de fe, nadie le puede hacer callar. Si no le dejan en la sinagoga, evangelizará a los paganos. Si no puede en la escuela, lo hará en las estructuras post-escolares. Todo depende de si tiene algo que comunicar. Que era el caso de Pablo y sus compañeros. Ni las persecuciones ni la expulsión les hacen desistir de su empeño misionero.

No tendríamos que asustarnos demasiado, por tanto, de que la historia o las leyes civiles vayan poniendo a veces cortapisas a la evangelización. Si la comunidad cristiana está viva, ya encontrará el modo de seguir anunciando a Cristo. Si no lo está, la culpa de su silencio o de su esterilidad no será de las leyes ni de la persecución.

2. Juan 14, 7-14

a) En el evangelio de hoy nos encontramos en el corazón mismo de la revelación que Jesús hace de su propia persona: su relación con el Padre.

La pregunta de Felipe -siempre hay preguntas sencillas de alguien que a Juan le sirven para seguir profundizando en la manifestación de Jesús- conduce a la afirmación más decisiva: «yo estoy en el Padre y el Padre en mí... el Padre permanece en mí y él mismo hace las obras».

Las consecuencias son riquísimas. Al Padre nadie le ha visto: pero el que ha visto a Jesús, ya ha visto al Padre. El que cree y acepta a Cristo, ha creído y aceptado al mismo Dios. Jesús es la puerta, el camino, la luz, y en él tenemos acceso a Dios Padre. También el éxito de nuestra oración queda asegurado: «lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré».

Tenemos en Jesús al mediador más eficaz: su unión íntima con el Padre hará que nuestra oración sea siempre escuchada, si nosotros estamos unidos a Jesús.

b) Nosotros, como Felipe, no hemos visto al Padre. Y además, a diferencia de Felipe, no hemos visto tampoco a Jesús. Aunque él ya nos dijo que «dichosos los que crean sin haber visto».

Pero nosotros sí creemos en él. Le seguimos como al verdadero Maestro. Le comemos como al verdadero Pan. Nos dejamos guiar por él, que es la verdadera Luz. Y sabemos que estamos en el recto camino para la vida, para llegar a Dios.

En la Eucaristía tenemos una experiencia sacramental de la presencia de Cristo Jesús en nuestra vida: una experiencia que nos ayuda a saberle «ver» también presente a lo largo de nuestros días, en la persona del prójimo, en nuestro trabajo, en nuestras alegrías y dolores. Convencidos de que unidos a él, «también haremos las obras que él hace, y aún mayores», como nos ha dicho hoy.

«Concédenos vivir en plenitud el misterio pascual, para que demos fruto abundante de vida cristiana» (oración)

«Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios» (salmo)

«Cristo, sabemos que estás vivo. Rey vencedor, míranos compasivo» (aleluya)

«Que esta Eucaristía nos haga progresar en el amor» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 97-99


5.

Primera lectura : Hechos 13, 44-52 Yo te haré luz de los gentiles, para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra.

Salmo responsorial : 97, 1.2-3ab.3cd-4 Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Evangelio : Juan 14, 7-14 Quien me he visto a mí ha visto al Padre.

Jesús reafirma la necesidad de reconocer en él al Padre. A la petición de Felipe "Señor, déjanos ver al Padre", responde con otra pregunta: "¿y todavía no me conoces?" El conocimiento que pide Jesús a Felipe es algo más profundo que una mirada superficial o a la mera apariencia física. Se trata de pasar de un pensamiento lógico, racional y frío, a un pensamiento que involucre otras dimensiones, que tenga ojos para la realidad interior que encierra lo simbólico de la historia y la cultura. Sólo así se capta qué Dios se revela en Jesús y cómo la corporalidad de Jesús es sacramento.

Esta es la mirada de fe que pide Jesús a Felipe en su momento. Se necesita entonces una disposición mental, afectiva y espiritual que involucre todos los valores del ser humano, incluida su corporeidad, su afectividad, su sensibilidad, su cultura. Para aceptar a Jesús como sacramento del Padre, la fe en Dios presupone y necesita de una mentalidad global, totalizadora, que supere la dualidad cuerpo-espíritu.

Nuestra sociedad, marcada por un pensamiento dual, ha creado ámbitos donde prima lo espiritual sobre lo material, y de esta manera se sataniza lo que tenga que ver con la naturaleza o con lo físico. Se demoniza el cuerpo y es motivo de discriminación y rechazo. Es decir, se termina negando la cultura. Jesús se propone a sí mismo como mediación a través de sus obras. Hay aquí una valoración del cuerpo como lugar teológico en el que se descubre a Dios, desde el que se dialoga con Dios y desde donde es posible participar y contribuir activamente en la construcción de una nueva sociedad: "...el que cree en mí hará también las obras que yo hago"... (v. 12). Esa visión integral Dios-naturaleza-vida, es una concepción muy profunda típica de nuestras culturas tradicionales. Valorada y llena de justicia, sería el gran aporte de los pueblos profundos de Nuestra América frente a los múltiples problemas que hoy nos aquejan.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

En todos los tiempos, en todos los lugares, las gentes hondas han querido ver a Dios, ver al que nos ve. Felipe, en el evangelio de hoy, también le dice a Jesús: "Muéstranos al Padre, muéstranos a Dios".

Felipe recibe una respuesta sorprendente: "Quien me ha visto a mí ha visto al Padre, ha visto a Dios". Porque Dios no es algo que está arriba, ni abajo. Está entre los hombres. Tiene un nombre: se llama Jesús. Es un judío de Galilea, no de Arabia. Jesús es el rostro del Padre, la imagen acabada del Padre. Está entre nosotros, acompaña nuestra existencia, vela por nuestra vida, tiene compasión de los enfermos, atiende a los pobres. Sus predilectos son los excluidos, los pecadores, los menospreciados de la sociedad. Va en busca de la oveja descarriada a la que trae sobre los hombros. Jesús, el rostro del Padre, nos da esperanza a los humanos de que un día, después de haber llenado nuestra vida de humanidad en esta tierra, se nos regalará la inmortalidad en la patria. Jesús estaba haciendo visible a Dios.

Las gentes hoy se preguntan dónde está Dios. Allí donde hay hombre y mujeres que tienen la mirada limpia y el corazón pacífico para acoger a sus semejantes, allí donde hay alguien de nuestro barro y de nuestra carne que ama y se adentra por un camino que le puede costar la existencia a favor de sus hermanos, allí donde existen gentes que no se preocupan del mañana porque a cada día le basta su afán y viven en las manos de Dios con la despreocupación de los lirios del campo y de los pájaros del cielo, allí está Dios. Dios anda entre los pucheros, decía Santa Teresa. Dios anda entre las cosas de esta vida. No, Dios no guarda silencio. Dios está hablando constantemente. Otra cosa es que el hombre padezca sordera y no le oiga. ¿Lo oyes tú? ¿Lo ves tú?

Vuestro amigo.

Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)


7. CLARETIANOS 2003

El apóstol Felipe, cuya fiesta celebramos hace un par de semanas, le formula una petición a Jesús que cualquiera de nosotros podría suscribir: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. La respuesta de Jesús es tan nítida como la petición: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Acerquemos este juego de pregunta-respuesta a nuestra situación:

Empecemos por la petición Muéstranos al Padre. Hace tres semanas me hablaron de una experiencia que los monjes coptos ofrecen en las riberas del Nilo a las personas que “buscan a Dios”. Sobre la arena, han construido un pequeño poblado semicircular con casitas individuales en torno a una casa central, de la que mana un surtidor de agua que, por pequeños canales, llega a cada una de las casitas, en las que se hospedan los peregrinos. El lugar se llama “anaforá”, que en griego significa “llevar hacia arriba” (es decir, ofrenda). La casa central representa a Cristo. Él es el agua viva que vivifica todo cuanto baña. Quince días en ese lugar van despojando a sus moradores de muchas cosas accesorias. El desierto los confronta con su misterio interior. Todas las preguntas que nos dan vueltas en la cabeza se van reduciendo a una sola: ¿Hay alguien ahí? Buscar al Padre es dar cauce a esa infinita nostalgia de sentido y de fundamento que se alberga en nuestro interior.

Vayamos ahora a la respuesta: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. La casa central de Anaforá simboliza a Cristo. En él se hace visible el Misterio invisible de Dios. Por eso necesitamos fijar nuestros ojos en Él, sorber sus palabras, ponernos a sus pies. Sin Cristo, la búsqueda de Dios naufraga en el mar de la subjetividad. Si tenemos alguna duda al respecto, examinemos nuestras etapas de alejamiento del Maestro. ¿Qué fe ha surgido? ¿Qué experiencia de Dios?

Pero el tesoro de Cristo no se impone; se propone mediante la fuerza del testimonio y, en el momento adecuado, a través de la palabra.

Buen fin de semana. No estaría mal un pequeño tiempo de “anáfora”.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


8. 2002

COMENTARIO 1

vv. 7-8: 7Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre; aunque ya ahora lo conocéis y lo estáis viendo presente. 8Felipe le dijo: -Señor, haz que veamos al Padre, y nos basta.

El Padre está presente en Jesús. La petición de Felipe denota su falta de comprensión. Había visto en Jesús al Mesías que podía de­ducirse de la Ley y los Profetas (1,43-45); no ha comprendido que Jesús no es la realización de la Ley, sino del amor y la lealtad de Dios (1,14.17). En el episodio de los panes (6,5-7) no comprendía la alterna­tiva de Jesús y todavía sigue en las categorías de la antigua alianza. Ve en Jesús al enviado de Dios (cf. 12,13), pero no la presencia de Dios en el mundo.

vv. 8-10: 9Jesús le contestó: -Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has lle­gado a conocerme, Felipe? Quien me ve a mí está viendo al Padre; ¿cómo dices tú: «Haz que veamos al Padre»? ¿Crees que yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo? Las exigencias que yo propongo no las propongo como cosa mía: es el Padre, quien, viviendo en mi, realiza sus obras.

Jesús le contesta con una queja. La convivencia con él, ya pro­longada, no ha ampliado su horizonte. La presencia del Padre en Jesús es dinámica (10); a través de él ejerce su actividad. Las exigencias de Jesús reflejan las múltiples facetas del amor, lo concretan y lo acrecien­tan; por eso comunican Espíritu y vida (3,34; 6,63) y hacen presente a Dios mismo, que es Espíritu (4,24); formulan la acción del Padre en Jesús y, por su medio, con los hombres.

vv. 11-12: 11Creedme: yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo; y si no, creedlo por las obras mismas.

12Sí, os lo aseguro: Quien me presta adhesión, hará obras como las mías y aun mayores; porque yo me voy con el Padre 13y cualquier cosa que pidáis en unión conmigo, la haré;

Entre Jesús y el Padre hay una total sintonía. El último criterio de identificación y sintonía son las obras.

La obra de Jesús ha sido sólo un comienzo, el futuro reserva una la­bor más extensa (v. 12). Las señales hechas por Jesús no son, pues, irrepe­tibles por lo extraordinarias; son obras que liberan al hombre, ofrecién­dole vida. Con este dicho da ánimos a los suyos para el futuro trabajo; la liberación ha de ir adelante. Jesús cambia el rumbo de la historia; toca a los suyos continuar en la dirección marcada por él. Los discí­pulos no están solos en su trabajo ni en su camino, pues Jesús seguirá ac­tuando con ellos.

vv. 13b- 14: así la gloria del Padre se manifestará en el Hijo. 14Lo que pidáis unidos a mi, yo lo haré.

A través de Jesús, el amor del Padre (su gloria) se­guirá manifestándose en la ayuda a los discípulos para su misión. La oración de la comunidad expresa su vinculación a Jesús (v. 14); se hace desde la realidad de la unión con él y a través de él, pidiendo ayuda para realizar su obra.


COMENTARIO 2

Nosotros los cristianos nos atrevemos a afirmar y anunciar que hemos visto el rostro del verdadero Dios. Que El nos ha mostrado su amor paternal en la persona de Jesús quien pudo decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”. Afirmamos, creemos, que la Palabra de Jesús es la misma Palabra definitiva de Dios, que sus obras son las que Dios le ha encomendado hacer y que ahora Jesús, constituido en gloria a la derecha del Padre, es la imagen verdadera y perfecta de Dios. Esto lo afirmamos y creemos apoyándonos, entre otras, en palabras como las que Jesús ha dirigido hay a sus apóstoles en el cenáculo. En las palabras de Jesús, en su evangelio, vemos colmadas nuestras expectativas: el anhelo de justicia y de verdad, de belleza y de amor, de vida y felicidad que experimentamos todos los seres humanos. Encontramos en ellas una razón absolutamente válida para luchar por la dignidad de los seres humanos, pisoteada por los poderes del mundo, para reclamar justicia para todas las víctimas del egoísmo, la soberbia y la ambición de los tiranos de la historia.

Incluso sabemos que podemos dirigir nuestra voz a Jesús glorificado, apoyándonos en su promesa: “Lo que pidan en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”.


Nosotros los cristianos nos atrevemos a afirmar y anunciar que hemos visto el rostro del verdadero Dios. Que El nos ha mostrado su amor paternal en la persona de Jesús quien pudo decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”. Afirmamos, creemos, que la Palabra de Jesús es la misma Palabra definitiva de Dios, que sus obras son las que Dios le ha encomendado hacer y que ahora Jesús, constituido en gloria a la derecha del Padre, es la imagen verdadera y perfecta de Dios. Esto lo afirmamos y creemos apoyándonos, entre otras, en palabras como las que Jesús ha dirigido hay a sus apóstoles en el cenáculo. En las palabras de Jesús, en su evangelio, vemos colmadas nuestras expectativas: el anhelo de justicia y de verdad, de belleza y de amor, de vida y felicidad que experimentamos todos los seres humanos. Encontramos en ellas una razón absolutamente válida para luchar por la dignidad de los seres humanos, pisoteada por los poderes del mundo, para reclamar justicia para todas las víctimas del egoísmo, la soberbia y la ambición de los tiranos de la historia.

Incluso sabemos que podemos dirigir nuestra voz a Jesús glorificado, apoyándonos en su promesa: “Lo que pidan en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


9. DOMINICOS 2003

Canto a la belleza

Bella es la arcilla, bella la piedra; bello es el río y bella su ribera. Bella la vida en la flor, los arbustos, los ayedos y las espigas doradas. Bello es el pensamiento, bella la luz; bello el corazón que sabe amar. Bello el horizonte del hombre, débil y pobre, pero hijo amado de Dios.

Al inicio de esta celebración sabatina, recordemos lo que somos los creyentes:  “un pueblo adquirido por Dios, para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de las tinieblas y entrar en su luz maravillosa”.

Somos de Dios, vivimos en la luz de Dios y estamos llamados a proclamar por doquier  la gloria de nuestro Dios. Pascua es luz, es belleza, es esperanza, es semilla de gloria. ¿Cabe mayor belleza? Hemos sido llamados a salir de las tinieblas para entrar en su luz maravillosa, que es Cristo, nuestro Señor.

En la celebración de hoy, sábado, compartamos esa alegría y esa belleza  suplicando a la Virgen María, nuestra madre, que mantenga y anime nuestra conciencia de hijos en su Hijo, y que a todos los hombres alcance el resplanador de esa luz.

ORACIÓN:

Señor Jesús, Hijo de Dios, resplandor de la gloria del Padre, te agradecemos la luz de la fe, la hermosura del amor, la ternura de tu providencia. Aunque no comprendemos bien la presencia del dolor en nuestras vidas, y tratamos de que nuestros hermanos los hombres sufran lo menos posible, queremos ponernos en manos del Padre; sólo Él sabe cómo incluso en el sufrimiento amado culmina la belleza de la virtud y estás tú acompañándonos. Amén.

 

Palabra, Verdad, Misión

Hechos de los apóstoles 13, 44-52 :

“El sábado siguiente casi toda la ciudad de Antioquía acudió a oír la palabra de Dios. Al ver el gentío que se reunía, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo.

Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones: ‘teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicaremos a los gentiles’.

Así nos ha mandado el Señor: ‘Yo te haré luz de los gentiles para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra’.

Cuando los gentiles oyeron decir esto, se alegraron mucho y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna, creyeron...”

Respuesta de gozo en la fe, en la acogida del mensaje salvífico revelado a todos los pueblos. Y, por contraste, tristeza por la cerrazón de mente que a veces no nos permite descubrir el lenguaje de los signos por los que Dios se nos manifiesta. ¡Iremos a hablar a quien quiera escucharnos, judíos o gentiles! ¡Belleza de salvación!

Evangelio según san Juan 14, 7-14:

“Jesús continuó hablando a sus discípulos, y les dijo: Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto. Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le replica: hace tanto tiempo que estoy con vosotros ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre... ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?... Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre, y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré...”

Este es un colmo de la belleza espiritual: descubrir en el rostro, corazón, amor de Cristo, el rostro, corazón y amor del Padre, Dios. Pero esto solamente se concede si se realiza el hondo trabajo de creer, de ponerse en manos de Dios. ¡Hagámoslo!

 

Momento de reflexión

Profundicemos en la experiencia de Pablo y Bernabé, de judíos y gentiles

Pablo y Bernabé se sentían llamados inicialmente a evangelizar a los hijos del pueblo de Israel, herederos de las promesas, pero se vieron defraudados, pues los judíos no querían escuchar la lectura de la Biblia que tenía en Cristo su plenitud. Por eso, Pablo les dice: ‘no os consideráis dignos de la  vida eterna’, es decir, vosotros mismos os condenáis.

Y para no perder el tiempo y la palabra, Pablo toma la opción de dedicarse a evangelizar a los gentiles (a griegos y a cualquier otro pueblo o cultura no judía). La sangre de Cristo no se derramó en vano; es nuestra común salvación.

¿Qué haremos nosotros? Habremos de cantar su gracia allí donde se nos quiera escuchar

La alegría de los “gentiles” ante el anuncio de una salvación personal, para todos, por medio de  Cristo, expresa muy bien que cuando uno accede a la fe comienza a iluminarse en forma nueva el horizonte de su vida. Nunca daremos suficientes gracias a Dios por ello.

Cristo, rostro del Padre.

En el texto del evangelio Jesús explicita más aún que la fe y confianza en Él es fuente de luz y vida..

A tanto puede llegar la perspectiva religiosa del ser humano (según la quiere Cristo) que encuentre en el rostro y vida de Jesús el rostro y vida del Padre, porque ambos son Dios, y uno vive en el otro.

Acoger esta doctrina, este don o regalo salvífico, y supera cualquier escala de valores meramente humanos, pues abre horizontes divinos.

Esa es nuestra dignidad y grandeza de hijos en el Hijo, de hijos amados del Padre, aunque todo haya de darse entre nieblas de fe. Quien cree de verdad acaba viviendo en la confianza y entrega sin límites.


10. ACI DIGITAL 2003

10. Es notable que ya en el Antiguo Testamento el Padre (Yahvé) habla del Mesías llamándolo "el Varón unido conmigo" (Zac. 13, 7). Cf. 16, 32.

12. Una de las promesas más asombrosas que Jesús hace a la fe viva. Desde el cielo El la cumplirá

13. En este v. y en el siguiente promete el Salvador que será oída la oración que hagamos en su nombre. Esta promesa se cumple siempre cuando confiados en los méritos de Jesucristo y animados por su espíritu nos dirigimos al Padre. Es la oración dominical la que mejor nos enseña el recto espíritu y, por eso, garantiza los mejores frutos (Mat. 6, 9 ss.; Luc. 11, 2 ss.).


11.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Pueblo adquirido por Dios, proclamad las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y entrar en su luz maravillosa. Aleluya» (1Pe 2,9).

Colecta (del Sacramentario de Bérgamo): «Dios Todopoderoso y eterno, concédenos vivir siempre en plenitud el Misterio Pascual para que, renacidos en el Bautismo, demos frutos abundantes de vida cristiana y alcancemos finalmente las alegrías eternas».

Ofertorio: «Santifica, Señor, con tu bondad estos dones, acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros transfórmanos en oblación perenne».

Comunión: «Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy, y contemplen la gloria que me has dado. Aleluya» (Jn 17,24).

Postcomunión: «Después de recibir los santos misterios, humildemente te pedimos, Señor, que esta Eucaristía, celebrada como memorial de tu Hijo, nos haga progresar en el amor».

Hechos 13,44-52: Nos dedicamos a los gentiles. En vista de la oposición suscitada por los judíos de Antioquía de Pisidia, Pablo declara que, puesto que ellos lo rechazan, se dedicará a los gentiles. Ante esto, los judíos declaran una persecución: Pablo y Bernabé son expulsados y parten a Iconio. Aceptar con sencillez, humildad y generosidad la Palabra de Dios, así quedaremos llenos de la alegría del Espíritu Santo, camino hacia la vida eterna, no obstante las dificultades y la misma persecución, pues, como dice San Agustín: 

«El vendaval que sopla es el demonio, quien se opone con todos sus recursos a que nos refugiemos en el puerto. Pero es más poderoso el que intercede por nosotros, el que nos conforta para que no temamos y nos arrojemos fuera del navío. Por muy sacudido que parezca, sin embargo en él navegan no sólo los discípulos, sino el mismo Cristo. Por esto, no te apartes de la nave y ruega a Dios. Cuando fallen todos los medios, cuando el timón no funcione y las velas rotas se conviertan en mayor peligro, cuando se haya perdido la esperanza en la ayuda humana, piensa que sólo te resta rezar a Dios» (Sermón 63).

Y San Juan Crisóstomo anima también:

«No desmayéis, pues, aunque se haya dicho que os rodearán grandes peligros, porque no se extinguirá vuestro fervor, antes al contrario, venceréis todas las dificultades» (Homilía sobre San Mateo, 46).

–La  persecución hace que el Evangelio se extienda por otras partes y así, al anuncio de la resurrección de Jesús, se difunde por doquier y todas las naciones conocen la revelación de la victoria del Señor. Esto es lo que motiva que la Iglesia cante y proclame la misericordia y la fidelidad del Señor y lo hace ahora con el Salmo 97: «Cantaré al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia; se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel –la Iglesia, el alma cristiana–. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad».

Juan 14,7-14: Quien me ha visto a Mí ha visto a mi Padre. Una pregunta del Apóstol Felipe ofrece a Jesús la ocasión propicia para dar cuenta de su íntima unidad con el Padre: Quien ve a Cristo, ve al Padre y el Padre habla y actúa en Cristo y los discípulos de Éste actuarán por Él, resucitado, y su oración será escuchada. No quedan desamparados. Esta es la fe y confianza de la Iglesia en medio de todas sus dificultades y persecuciones. San Agustín comenta esta materia en sus Tratados 70 y 71 sobre el Evangelio de San Juan. He aquí un párrafo:

«Así, pues, prometió que Él mismo haría aquellas obras mayores. No se alce el siervo sobre su Señor, ni el discípulo sobre su Maestro. Dice que ellos harán obras mayores que las suyas, pero haciéndolas Él en ellos y por ellos, y no ellos por sí mismos. A Él se dirige la alabanza...Y ¿cuáles son esas obras mayores? ¿Acaso que su sombra, al pasar, sanaba los enfermos? Pues es mayor milagro sanar con la sombra que con el contacto de la fimbria de su vestido. Esto lo hizo Él mismo; aquello por ellos, pero ambas cosas las hizo Él, pues es el gran Mediador» (Tratado 71, 3)


12. DOMINICOS 2004

Señor, muéstranos al Padre

Proclamemos la grandeza de quien nos llamó.
Salgamos de las tinieblas para entrar en la luz maravillosa,
que es Cristo, nuestro Salvador . A él sea la gloria.

Esa antífona podemos recitarla hoy en la liturgia como intención del día. Con ella nos unimos al ‘Magnificat’ de María, la humilde sierva amada, hija de Dios agradecida y feliz. Y conviene que lo hagamos, como nos sugiere san Pedro, con una conciencia clara de que somos “pueblo adquirido por Dios, para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de las tinieblas y entrar en su luz maravillosa”. Somos de Dios, vivimos en la luz de Dios y proclamamos su gloria.

Deseemos y supliquemos que todos los pueblos tengan esos mismos sentimientos, pues por todos vino el Hijo de Dios hasta nosotros, y de todos es madre María.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 13, 44-52:
“El sábado siguiente, en Antioquía, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios {que exponía Pablo}.

Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia, y replicaban con insultos a las palabras que Pablo predicaba.

Vista su actitud, Pablo y Bernabé les dijeron sin contemplaciones: teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos ha mandado el Señor: “Yo te haré luz de los gentiles para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra”.

Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron mucho y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna, creyeron....”

Evangelio según san Juan 14, 7-14:
“Jesús continuó hablando a sus discípulos, y les dijo: Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.

Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta.

Jesús le replica: hace tanto tiempo que estoy con vosotros ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre... ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?...

Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.

Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre, y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré..”



Reflexión para este día
La caridad de Cristo sea con vosotros ardientemente. Así nos lo desea Pablo y hemos de deseárnoslo puntualmente todos. En esa caridad de Cristo, pensemos cómo Pablo y Bernabé se sentían llamados ante todo a evangelizar a los hijos de Israel, herederos de las promesas. Eran parte de su familia y de su historia. Pero pronto se vieron defraudados. Sus hermanos de tradición no querían reconocer que, según la Escritura, Cristo era la plenitud de la revelación. Pablo se lo recrimina: ¿No os consideráis “dignos de la vida eterna”, siguiendo a Cristo? Pues nosotros seguiremos otros caminos anunciando el mensaje del Reino.

¡Qué pena es no poder compartir todos unidos el misterio, la gracia y la alegría de Cristo, como es voluntad de Dios! ¡Qué pena es no descubrir todos juntos el rostro de Dios en Cristo, mediante la fe y el compromiso con Él! En nuestra debilidad, entendamos como dichas para nosotros las palabras de Jesús a Felipe y a los apóstoles: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí.


13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Hoy cantamos a la victoria de nuestro Dios en el mundo. Una victoria que se traduce en justicia, paz y fraternidad. De la mirada a nuestro mundo surge, con dolor, contemplar escenas de violencia, terrorismo, injusticia y pobreza.

El “sin sentido” del mal y el pecado insertos en el discurrir del mundo y de la historia. Son escollos para que triunfe la victoria de nuestro Dios. Niegan y destruyen la vida humana. Todo lo contrario al “Sueño de Dios” de felicidad y redención para todos.

No podemos quedarnos impasibles ante tanto dolor provocado por aquellos que atacan la dignidad con tantas formas de violencia. Nuestro grito de denuncia ha de ser claro y contundente.

Como clara ha de ser nuestra adhesión a todas las víctimas de estos pecados. Cada uno, desde su situación vital, tiene que descubrir cómo hace efectiva esta actitud, de denuncia por un lado, y de solidaridad por otro.

Tenemos muchas formas de seguir haciendo vida la victoria de nuestro Dios sobre el mal. Busca la tuya y llévala a cabo, día a día, en tu entorno. Sigue irradiando la fidelidad y misericordia de Dios “a todos los pueblos”.

Vamos a centrarnos en la frase final. Nos habla del poder de la oración. Es la continua actualización de nuestra fe porque nos supone el encuentro asiduo con Dios que alimenta, vivifica y renueva nuestra vida espiritual.

La oración supone en nosotros la actitud de pobreza espiritual. Reconocemos nuestra debilidad y que necesitamos que todo nos llegue de Dios. Todo lo contrario a la autosuficiencia, al creernos prepotentes o que no necesitamos nada de Dios para vivir.

Jesús mismo se ha anticipa a nosotros en esto. Su actitud era de continua oración al Padre. De ahí nació toda la acción por el Reino.

Por ello, la oración tiene que ser una parte esencia de nuestro discurrir cotidiano, que ha de configurar nuestro ser y actual. Nuestros sentimientos, actitudes, hechos, palabras... serán de un modo u otro si nacen del encuentro continuo y profundo con el Señor y su Palabra.

Como dijo el Papa Juan Pablo II: ”no importa lo que haces sino lo que eres”. Lo esencial es ser personas de oración. De ahí emanará toda acción encaminada al Reino. Acción que estará llena de sentido y no se reducirá a un mero activismo porque todo lo que es grande en este mundo... proviene de Dios.

Vuestra hermana en la fe,

Mª Luz García (filiacio@teleline.es)


14.

Comentario: Rev. D. Iñaki Ballbé i Turu (Rubí-Barcelona, España)

«Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré»

Hoy, cuarto Sábado de Pascua, la Iglesia nos invita a considerar la importancia que tiene, para un cristiano, conocer cada vez más a Cristo. ¿Con qué herramientas contamos para hacerlo? Con diversas y, todas ellas, fundamentales: la lectura atenta y meditada del Evangelio; nuestra respuesta personal en la oración, esforzándonos para que sea un verdadero diálogo de amor, no un mero monólogo introspectivo, y el afán renovado diariamente por descubrir a Cristo en nuestro prójimo más inmediato: un familiar, un amigo, un vecino que quizá necesita de nuestra atención, de nuestro consejo, de nuestra amistad.

«Señor, muéstranos al Padre», pide Felipe (Jn 14,8). Una buena petición para que la repitamos durante todo este sábado. “Señor, muéstrame tu rostro”. Y podemos preguntarnos: ¿cómo es mi comportamiento? Los otros, ¿pueden ver en mí el reflejo de Cristo? ¿En qué cosa pequeña podría luchar hoy? A los cristianos nos es necesario descubrir lo que hay de divino en nuestra tarea diaria, la huella de Dios en lo que nos rodea. En el trabajo, en nuestra vida de relación con los otros. Y también si estamos enfermos: la falta de salud es un buen momento para identificarnos con Cristo que sufre. Como dijo santa Teresa de Jesús, «si no nos determinamos a tragar de una vez la muerte y la falta de salud, nunca haremos nada».

El Señor en el Evangelio nos asegura: «Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14,13). Dios es mi Padre, que vela por mí como un Padre amoroso: no quiere para mí nada malo. Todo lo que pasa —todo lo que me pasa— es en bien de mi santificación. Aunque, con los ojos humanos, no lo entendamos. Aunque no lo entendamos nunca. Aquello —lo que sea— Dios lo permite. Fiémonos de Él de la misma manera que se fió María.


15. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

1ª Lectura
He 13,44-52
44 El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a escuchar la palabra de Dios.

PREDICAN A LOS PAGANOS
45 Los judíos, al ver tanta gente, se enfurecieron y se opusieron con blasfemias a lo que Pablo decía. 46 Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda libertad: «A vosotros había que anunciar antes que a nadie la palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos vamos a los paganos. 47 Así nos lo mandó el Señor: Te he puesto como luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra». 48 Los paganos, al oírlo, se llenaron de alegría y aplaudieron la palabra del Señor; y todos los que estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe. 49 La palabra del Señor se difundía por todo el país. 50 Pero los judíos soliviantaron a las mujeres religiosas y nobles y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los echaron de su territorio. 51 Éstos sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a Iconio. 52 Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.

Salmo Responsorial
Sal 98,1
1 Salmo Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra, su santo brazo, le alcanzó la victoria;

Sal 98,2-3
2 el Señor ha dado a conocer su victoria, ha revelado a las naciones su justicia; 3 se acordó de su amor y su lealtad para con la casa de Israel; todos los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Sal 98,3-4
3 se acordó de su amor y su lealtad para con la casa de Israel; todos los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. 4 Aclamad al Señor toda la tierra, alegraos, regocijaos, cantad,

Evangelio
Jn 14,7-14
7 Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. Y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». 8 Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». 9 Jesús le dijo: «Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que os digo no las digo por mi propia cuenta; el Padre, que está en mí, es el que realiza sus propias obras.11 Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Creedlo al menos por las obras mismas».

PODER DE LA FE Y DE LA ORACIÓN
12 «Os aseguro que el que cree en mí hará las obras que yo hago y las hará aún mayores que éstas, porque yo me voy al Padre; 13 y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el hijo. 14 Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré».

* * *

Los textos de los Hch de la liturgia de estos tres diás nos narra la misión de Bernabé y Pablo en la ciudad de Antioquía de Pisidia. No hay que confundir esta Antioquía en el corazón de Asia, con la Antioquía en Siria, donde los Helenistas fundan la Iglesia. Esta misión es importante, pues aquí se dará el vuelco de la misión hacia los gentiles.

Los misioneros llegan a Antioquía de Pisidia y el sábado van directamente a la sinagoga. Lucas presenta esta visita en forma muy semejante a la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret, que también tiene un carácter programático (Lc. 4, 16-30). Jesús fracasa en su visita a Nazaret, Pablo por el contrario tiene un éxito enorme en Antioquía.

El discurso de Jesús en Nazaret tiene un talante liberador y universalista. El discurso de Pablo es más bien davídico y nacionalista. En la sinagoga escuchan a Pablo tanto judíos como gentiles temerosos de Dios. El sábado siguiente "se congregó casi toda la ciudad para escuchar la Palabra de Dios" (14, 44).

Este éxito de Pablo, posiblemente entre los gentiles temerosos de Dios, provoca la envidia de los judíos (posiblemente de los dirigentes de la sinagoga), que empiezan a contradecir con blasfemias cuanto Pablo decía. Este es el momento cumbre de todo el viaje, cuando Pablo y Bernabé, en forma valiente y solemne, hacen una declaración con carácter programático sobre el sentido de la misión:

"Era necesario anunciarles a Uds. en primer lugar la Palabra de Dios,

pero ya que la rechazan...nos volvemos a los gentiles.

Pues así nos lo ha ordenado el Señor:

Te he puesto como luz de los gentiles,

para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra" (vv.46-47).

La estrategia misionera de Pablo y Bernabé es predicar primero a los judíos para conseguir su conversión. La misión a los gentiles viene después y está subordinada a esta conversión primera de Israel. Pablo se vuelve ahora momentáneamente a los gentiles, únicamente porque los judíos han rechazado la salvación que Pablo les ofrece. Si se hubiera iniciado un movimiento significativo de conversión de los judíos, Pablo no se hubiera dirigido inmediata y directamente a los gentiles.

Pablo justifica ahora su vuelco hacia los gentiles, interpretando su conversión y elección por parte del Espíritu, a la luz de la Palabra de Dios en Is.49, 6 que ahora Pablo atribuye a Cristo. Esta decisión de Pablo de dirigirse ahora a los gentiles no significa, sin embargo, que Pablo abandone su estrategia y cómo él entiende su vocación. En la próxima ciudad adonde van, Iconio, Pablo y Bernabé entran del mismo modo (es decir: como de costumbre) en la sinagoga de los judíos (14, 1).

Pablo sigue buscando la conversión de Israel. Si su estrategia fracasa, no es porque sea errónea, sino por culpa de los dirigentes judíos o de algunos judíos incrédulos que la hacen fracasar. La gran novedad que Lucas nos presenta en Antioquía de Pisidia, no es un cambio en la estrategia de Pablo, sino su vuelco hacia los gentiles, después que los judíos rechazan el Evangelio. Pablo, manteniendo su estrategia original, se vuelve ahora a los gentiles con plena conciencia, seguridad y valentía.

Lucas subraya con fuerza lo positivo de este vuelco hacia los gentiles: "los gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra de Señor.....y la Palabra del Señor se difundía por toda la región" (v. 48-49). A pesar de la expulsión de los misioneros: "los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo" (v. 52).

Esta expulsión fue organizada por un grupo de mujeres distinguidas que adoraban a Dios junto con los principales de la ciudad, ambos incitados por los judíos. Es curioso que esta persecución sea realizada por la élite poderosa de la ciudad. Esto nos hace pensar que la predicación de la Palabra del Señor a los gentiles tuvo una connotación social de opción por los más despreciados dentro de la ciudad.

Esta presentación tan positiva del vuelco hacia los gentiles revela la intención de Lucas. Posiblemente Lucas no está de acuerdo con la estrategia de Pablo y se alegra que lo hechos están empujando la misión directamente hacia los gentiles. La misión directa a los gentiles, sin subordinarla a la conversión de los judíos, es para Lucas la voluntad del Espíritu Santo, es la obra para la cual Pablo y Bernabé fueron elegidos.

Se tiene también la impresión que Bernabé, en contra de Pablo, también piensa como Lucas. Quizás Juan Marcos, más en sintonía con Bernabé que con Pablo, se volvió a Jerusalén, cuando Pablo desplazó a Bernabé en la conducción de la misión.


16.

Muestranos al Padre

Fuente: Catholic.net
Autor: Miguel Ángel Andrés

Reflexión:

“La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre” (Gaudium et Spes 1) El Santo Padre describe al cristiano como un hombre que camina hacia la casa del Padre. Esta meta es la que explica y rige todo su obrar.

¡Queremos ver al Padre! Con esas palabras el cristiano recorre la vida como un verdadero hijo de Dios, como hombre resucitado. De ahí nace un caminar alegre y lleno de esperanza. Bajo ese deseo los mártires pudieron soportar los más atroces tormentos. Y está claro el porqué, pues no es sólo un deseo humano noble y bueno, sino una ayuda continua del Espíritu Santo. Como dicen algunos cantos, él es la mano de Dios que cura al hijo enfermo cuando éste lo necesita, consuela al afligido, fortalece al débil y cuida al que ya avanza por la vía que conduce al cielo.

Cristo, con su muerte y resurrección, nos ha donado y asegurado esta esperanza y esta asistencia. No divaguemos más en nuestro caminar. Vayamos a la oración y pidamos al Padre que nos permita vivir con el deseo de llegar a Él al final de la vida, amparados por su misericordia y guiados por su Espíritu de Amor.


17. 2004

LECTURAS: HECH 13, 44-52; SAL 97; JN 14, 7-14

Hech. 13, 44-52. En Jesús Dios se ha hecho cercanía a nosotros. Ya no lo buscamos con la mirada fija en el cielo. Algún día lo contemplaremos cara a cara. Pero, mientras, lo vamos descubriendo en las huellas que nos ha dejado. Lo descubrimos de un modo especial en nuestro prójimo, pues el Señor no sólo nos ha perdonado, reconciliado y renovado, sino que se ha querido identificar con cada uno de nosotros. Reconocerlo en el camino de la vida puede costarnos trabajo; nosotros mismos lo hemos de transparentar no sólo cuando hagamos arder el corazón de los demás al explicarles las escrituras, sino también cuando sepamos partir nuestro propio pan para saciar el hambre de los más pobres y desprotegidos. Tal vez esta forma de buscar, de reconocer, de amar y de servir al Señor moleste los oídos de quienes se conforman con amar a Dios en el templo, pero después lo desprecian, maldicen, persiguen y asesinan en su prójimo. Pero el enviado debe cumplir su misión; no importa que sea perseguido, expulsado de la comunidad y condenado a muerte. En la medida en que ayudemos a nuestro prójimo a descubrir el amor al prójimo como una forma de amar a Dios estaremos propiciando una verdadera paz y alegría cristianas. Por eso tratemos de ir tras las huellas de Cristo y no tras de nuestras propias imaginaciones.

Sal 97. Dios se ha levantado victorioso sobre sus enemigos. Y a nosotros, que somos no sólo su pueblo sino sus hijos, nos ha hecho partícipes de su victoria, manifestándonos así su amor y su lealtad hacia nosotros. Por eso, quienes le pertenecemos, debemos convertirnos en una continua alabanza de su santo Nombre ante todos los pueblos y naciones, para que, con nuestro ejemplo, les ayudemos a ir hacia el Señor para encontrarse con Él y para vivir también su compromiso de fe con Él.

Jn. 14, 7-14. Sólo para aquel que no sabe cuál es el destino de su vida no existe un camino cierto y seguro. Si al final de nuestra existencia terrena queremos estar, junto con Cristo, gozando de la Gloria del Padre, no hay otro camino que el mismo Cristo. En Él se nos ha manifestado nuestro Dios como Padre amoroso y misericordioso, cercano a nosotros y dispuesto a todo, con tal de salvarnos y llevarnos a la participación de su vida eterna. Y no son sólo las palabras de Jesús las que nos hacen entender quién es Dios para nosotros; son sus obras las que nos hacen experimentar el amor que Dios nos tiene. Especialmente la obra de la Redención nos hace comprender a Dios como un Padre lleno de amor, de ternura y de misericordia para con nosotros.

Hoy el Señor, en esta celebración del Memorial de su Misterio Pascual, nos ha hablado invitándonos a ir tras su camino, el que Él recorrió con gran amor. Quienes entramos en comunión de vida con Él, entramos también en comunión de Misión con Él. Él nos ha dicho que para llegar a gozar con Él eternamente de la gloria del Padre ya sabemos cuál es el Camino. El Camino es Cristo. Si lo confundimos con un dios poderoso y opresor; si lo confundimos con un Dios a quien sólo llenamos de humo de incienso probablemente al decir que por medio del Bautismo nos hemos hecho uno con Él, queramos vivir oprimiendo a los demás y aplastándolos con nuestro poder; o queramos que todos nos llenen de honores. Pero el Señor, puesto al servicio del hombre para salvarlo, dio su vida por los pecadores y se inclinó ante los pobres para remediar sus males. Al entrar en comunión de vida con Cristo, ya sabemos cuál es el Camino, el único camino que nos conduce al Padre, y que no podemos modificar a nuestro arbitrio o conveniencia.

Quien contemple la vida del Cristiano debe contemplar al mismo Cristo. Ir tras las huellas de Cristo es caminar con su Iglesia, su esposa, que es la huella de su amor y de su entrega que Él ha dejado a la humanidad para que vaya, con seguridad, al encuentro definitivo del Padre Dios. Ojalá y podamos decir que en verdad vivimos nuestro compromiso de amor con Cristo y con toda la humanidad, y que si no quieren creer por nuestras palabras que lo crean por nuestras obras, pues ellas hablan de que realmente permanecemos en Dios y vivimos conforme a las enseñanzas y al ejemplo que Cristo nos dio.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber ir tras las huellas de Cristo, hasta lograr nuestra perfección en Dios. Unidos al Señor, que Él nos conceda ser un signo de su amor para el mundo entero, tanto con nuestras palabras como por nuestras obras. Amén.

www.homiliacatolica.com


18. ARCHIMADRID 2004

EL CUIDADO DE NUESTRA MADRE LA IGLESIA

Hace unas semanas la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó la Instrucción “Redemptionis Sacramentum”, sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía. Se trata de un gran documento, que clarifica aspectos muy importantes de la liturgia, de manera especial todo lo que concierne a la Santa Misa. Ya desde el principio plantea distintos interrogantes que muchos se hacen acerca de las normas litúrgicas: “¿No serían suficientes la creatividad, la espontaneidad, la libertad de los hijos de Dios y un ordinario sentido común? ¿Por qué el culto a Dios debe estar reglamentado por rúbricas y normas? ¿No sería suficiente instruir a la gente sobre la belleza y la naturaleza sublime de la liturgia?”.

“Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra”. Cuando tratamos las cosas de Dios, es importante diferenciarlas de las cosas de los hombres. De esta manera, muchas veces se ha criticado a la Iglesia el que no exista la “libertad” suficiente para actuar conforme a los sentimientos o las iniciativas personales. Esta manera de ver la realidad está fuera lugar, ya que se trata de algo, no sugerido, sino instituido por el mismo Jesucristo. El Vaticano II lo dice muy claro: “Por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia” (Sacrosanctum Concilium, 7). No se trata aquí de dar lecciones de teología o liturgia, sino de recordar que es Dios quien nos ha llamado, y no nosotros quienes le hemos elegido. Esta diferencia no es algo sutil, más bien es la esencia de toda vocación divina. Cuando san Pablo recrimina a los judíos su actitud por volver la espalda a sus palabras, les recuerda que el mandato recibido es de Dios, no un empeño suyo. Y si somos sinceros ante el mundo que vivimos, descubriríamos que muchos males que nos azotan son motivados por haber olvidado lo esencial: sólo Dios conoce el corazón del hombre y, por tanto, lo que éste necesita.

Siguiendo con la Instrucción litúrgica: “Si la Misa es la representación sacramental del sacrificio de la Cruz, y en el santísimo sacramento de la Eucaristía se encuentra presente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, por lo tanto, Cristo entero está verdadera, real y substancialmente presente, es claro que las normas litúrgicas concernientes a la sagrada Eucaristía merecen nuestra atención. No se trata de rúbricas meticulosas, dictadas por mentes legalísticamente estructuradas”. (Un pequeño paréntesis explicativo: las “rúbricas” son esas letras en rojo que el sacerdote puede leer en el misal, y que le ayudan a celebrar mediante esos “gestos” o “actitudes” que expresan lo que se está celebrando). Aquí entramos de lleno en el Misterio. Y, como todo misterio, nuestra actitud ha de ser de contemplación y, en nuestro caso, de agradecimiento. El capricho humano debe dejar paso a la acción de Dios, que quiere mostrar su generosidad con el derroche de tanta gracia divina. ¿Vamos a usurpar un papel que no nos corresponde?, ¿no resulta más fácil dejarnos ayudar por el que sabe qué es lo mejor para nuestra alma?

“Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré”. Es en la oración donde realmente encontramos la mejor de las maneras para tomar la iniciativa. Si rezamos, y rezamos bien, nos iremos identificando cada vez más con el querer de Dios. Y es en la Eucaristía donde nuestras plegarias se “materializarán” en el sacrificio de Cristo por la salvación de todos nosotros. ¿No merecen, por tanto, una dignidad y atención especiales las rúbricas que acompañan a lo que será nuestro “alimento” por excelencia?

A María le corresponde un puesto preeminente en todo lo que toca a su Hijo. Por eso nos unimos a las palabras finales de la Instrucción sobre la Eucaristía: “Por intercesión de la Santísima Virgen María, ‘mujer eucarística’, resplandezca en todos los hombres la presencia salvífica de Cristo en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre”.


19. Fray Nelson Sábado 23 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: Ahora nos dirigiremos a los paganos * Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.

1. ¿Qué detiene al Evangelio?
1.1 Cuando uno medita, como hacemos en tiempo de Pascua, en todas las riquezas, bondades y bellezas del Evangelio de Cristo, no puedo sino preguntarse por qué una noticia tan llena de bondad para todos aún no llega a todos. La primera lectura de hoy puede darnos claves de comprensión en este sentido.

1.2 Pablo y Bernabé tenían un modo de obrar muy claro en la difusión del Evangelio. No iban simplemente de un lado a otro. ¿Qué hacían? Su punto de partida evidente son las comunidades judías de la dispersión, o “diáspora”.

2. Historia de una dispersión
2.1 Y aquí hay algo admirable, que conviene conocer y meditar despacio. Los judíos, según la promesa que Dios hizo a Abraham, habitaban la tierra que les fue prometida, bien que con sobresaltos por los ataques de las naciones vecinas y con incoherencias por sus propios pecados de injusticia e idolatría.

2.2 Acosados por los intereses de esos otros pueblos y debilitados interiormente por su conciencia de infidelidad, terminaron siendo desterrados a comienzos del siglo VI a. C. Tuvieron entonces que ir a Babilonia y a otras naciones. Esto dio origen a la “dispersión”. Y aunque un número de ellos regresó a Jerusalén y a Judea cuando Ciro de Persia lo permitió a finales del mismo siglo VI a. C., la mayor parte nunca regresó a la tierra que Dios había prometido.

2.3 Las comunidades judías de la dispersión tuvieron como centro de vida espiritual ya no el templo ni los sacrificios, sino la sinagoga, lugar de estudio y de oración en torno a las Santas Escrituras, que correspondían entonces a lo que nosotros llamamos hoy el Antiguo Testamento.

2.4 Cuando Pablo y Bernabé empiezan su misión de predicación del Evangelio no parten de cero sino de su propia experiencia. Ellos como judíos han encontrado en Jesucristo que Dios ha cumplido las promesas que fueron hechas a los patriarcas y pregonadas por los profetas. Y es eso precisamente lo que llevan como noticia gozosa a las comunidades de judíos de la dispersión. Era un ambiente que Pablo especialmente conocía bien, porque él mismo había nacido en Tarso, en la actual Turquía, a cientos de kilómetros de la amada Jerusalén.

3. ¿Demasiado tarde?
3.1 Así pues, enviados por el Espíritu Santo y acompañados del mandato y la oración de la Iglesia, Bernabé y Pablo avanzan por el Asia Menor, la actual Turquía, con su noticia feliz: ¡Dios ha enviado la redención a su pueblo! ¡Dios ha cumplido su promesa!

3.2 Esta noticia encuentra varios tipos de acogida. Hay alegría, pero también perplejidad; alabanza a Dios, pero también dura oposición e incluso persecución. ¿Por qué?

3.3 Una posible explicación es que la noticia, por decirlo así, llegó demasiado tarde para algunos. Imaginemos un naufragio y pensemos que los marineros han llegado a acostumbrarse tanto al bote salvavidas que luego no quieren buscar la playa ni subir al barco que viene a rescatarlos. En ese bote salvavidas ya se han definido modos de autoridad y posiciones sociales; ya hay una organización que resulta beneficiosa y gratificante para los dirigentes. lo que debía ser un modo temporal de superar un momento trágico se ha convertido en un modo de vida. Ellos, pues, no quieren perder el cargo de “General en Jefe del Bote Salvavidas” para convertirse en simples “náufragos”, junto con sus compañeros de infortunio. Nace así la desconfianza en los líderes, que pronto da paso a la envidia y luego a la sorna, la burla cruel, la intriga y la persecución abierta. La consecuencia de todo esto: oposición al Evangelio entre los judíos.

3.4 ¡Atención! A nosotros nos puede suceder lo mismo. Esta vida, si la miramos en su conjunto es también una estación, un momento de paso. Y todos los habitantes de esta tierra somos como náufragos de una desventura que se llama el pecado.

3.5 Todo, pues, lo que hacemos en este bote salvavidas que es nuestra condición temporal ha de ser visto como un recurso temporal, como algo que no debemos apropiarnos. Desde la orilla, Cristo, el Cristo de la Pascua, nos aguarda a todos, pues todos hemos sido salvos sólo por su gracia. Los cargos, los ministerios, las dignidades eclesiásticas, los estudios avanzados, las experiencias pastorales no pueden ser barreras que nos separan ni ganchos que nos amarran al bote salvavidas. Pasando el mar, en la playa está Jesús, y allí, teniendo invitado a su pueblo de redimidos, prepara una fogata de amor... con los maderos del bote salvavidas.