JUEVES
DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA
LECTURAS
1ª: Hch 13, 13-25
2ª: Jn 13, 16-20
1.
Esta lectura cuenta el viaje de Pablo a Antioquía de Pisidia (vv.13-15) y el principio de su discurso en la sinagoga de esta ciudad.
a) Deseoso de proclamar la salvación a los judíos Pablo lleva, en primer lugar (Act 13, 15-44ñ; cf. Act 14, 1-2; 16, 13; 17, 1-5; 18, 4-7, 19; 19, 8-10, etc.), la Palabra a sus sinagogas en forma de homilía tras las lecturas de la Ley y de los profetas (v. 15), como lo había hecho el mismo Jesús (Lc 4, 16-22). No sería sorprendente que alguna que otra cita bíblica de su relato la haya sacado de estas lecturas sinagogales: el apóstol anuncia en todo caso la realización de lo que las lecturas anunciaban para los últimos tiempos: "a vosotros..." (v. 26), "por El se os ..." (v. 38).
Pero al esgrimir otra vez los judíos su argumentación (Act 13, 45-47), Pablo se vuelve entonces hacia los paganos (Act 13, 48-52).
b) Cuando Cristo o Pablo anuncian que el acontecimiento actual cumple una antigua profecía, no se consagran solamente a un juego de palabras simbólico o a un procedimiento poético. Declarando la realización de las condiciones que hacen del acontecimiento actual un eslabón de la historia de la salvación (vv. 17-25), una maravilla del designio de Dios y una anámnesis de la obra de Cristo, Jesús o su ministro autentifican la red de relaciones interpersonales que tejen este acontecimiento.
Por consiguiente, la oración que la asamblea formula después de tal proclamación es una "Eucaristía" compuesta de una acción de gracias al Padre por las maravillas que realiza, de una anámnesis de Cristo, cuya obra realizada una vez por todas se renueva, sin embargo, en el presente de cada vida, de una epíclesis del Espíritu, a fin de que confiera al acontecimiento presente las cualidades necesarias para hacer de él realmente una etapa de la historia de la salvación.
El recordar que el cristianismo es una historia de la salvación ha permitido liberar a la fe de una explicación demasiado exclusivamente filosófica. Pero de rechazo se llegó a no hacer de ella más que teología o exégesis.
Se perciben mejor, hoy que todo se mueve tan de prisa, los peligros de esta "vuelta atrás". Los mismos exegetas han ayudado a reconocer que los Evangelios no eran, ante todo, relatos históricos; los liturgistas han medido por fin la dislocación cultural entre los ritos antiguos que ellos veneraban y la mentalidad moderna. Por fin, lo moralistas han sido llevados a constatar que muchos problemas surgen en la conciencia de que no se resuelven en una simple imitación del pasado.
La manera en que la Iglesia vive la Escritura o el Evangelio no es solamente comentar estos libros como si el recuerdo del pasado bastara para definir el presente. La verdadera forma, para la Iglesia, de leer el Nuevo Testamento, es volverlo completamente "nuevo", subrayando, como San Pablo, la actualidad del Señor resucitado. Se ha socializado demasiado la Biblia, puesto que es el punto de apoyo de una proclamación de la actualidad del Señor en todo y en todos, en la vida de cada hombre.
Ahora bien: la actualidad del misterio de Cristo está por buscar en el mundo. Esto no quiere decir solamente que la Iglesia deba adaptar al gusto del día una doctrina antigua. Esto significa más bien que debe anunciar a Jesucristo a partir de lo que está a punto de pasar, que debe anunciar la resurrección a partir de lo que es ya resurrección en el mundo. Para esto hace falta la fe, y la Iglesia debe implorar a Dios para obtenerla.
HOY/HOMILIA: Una homilía que se contentara con explicar lo que pasó "en aquel tiempo" y no fuera sensible a la actualidad de Cristo en nuestro tiempo, no sería una palabra de fe. La homilía es, al contrario, el medio por el cual la liturgia se convierte en celebración de la vida de Cristo resucitado en la humanidad de los hombres.
En un tiempo en que la contestación tiende a rechazar el peso de la historia, la Iglesia no tiene algo mejor que hacer que aferrarse a ella.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág.
139
2.
Desde ahora, los Hechos de los Apóstoles relatarán la misión de Pablo y de Bernabé. Los relatos estarán llenos de nombres de provincias y de ciudades que podremos seguir en un mapa: «bajaron a Seleucia, y de allí zarparon para Chipre... En Pafos se hicieron a la vela y llegaron a Perge de Panfilia... Desde Perge siguieron hasta Antioquía de Pisidia
-El sábado, Pablo y Bernabé entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Después de la lectura de la Ley y los Profetas, Pablo fue requerido a que tomase la palabra. En Antioquía de Pisidia -en las altiplanicies de la Turquía actual- existen todavía las ruinas de esa Sinagoga del tiempo de san Pablo. Cada sábado se reunía allí la comunidad judía. Se cantaban los salmos, se leía la Ley. Se pedía luego a uno de los asistentes que hiciera un comentario. Esto es lo que el Concilio ha reinstaurado, en la Liturgia de la Palabra con la que comienzan nuestras misas. Y es esto lo que Jesús hizo durante toda su vida, cada sábado en la sinagoga de su pueblo. Es lo que Pablo se dispone a hacer. El Antiguo Testamento, "proyecto" de Dios, no es anulado sino que culmina con la nueva Alianza en Jesucristo.
¿Qué amor siento por la Biblia y por el pueblo judío?
-El Dios de Israel eligió a nuestros padres... Les hizo salir de Egipto... Les alimentó en el desierto... Les dio la posesión de ese país... Les suscitó un rey, David.
Pablo repite toda la historia de Israel.
Dios intervino en esa Historia nacional, tan humana: ser liberado de la servidumbre...luchar por la supervivencia... defenderse contra los invasores vecinos... y elegir el propio gobierno... Se trata de hechos extremadamente «políticos» como decimos hoy.
San Pablo, al igual que toda la gran tradición de los profetas, sabe que Dios está presente en todo esto. Dios se interesa por lo humano... Incluso Dios se ha «encarnado» en lo humano, en una historia y una geografía, en una cultura y una tradición. La gloria de Dios es el hombre totalmente abierto, realizado. Y esta apertura o plenitud querida por Dios, es a la vez corporal y espiritual, temporal y eterna.
Ayudar al crecimiento. Promocionar a alguien o a todo un grupo humano. Contribuir al «desarrollo». ¡Es Voluntad de Dios! HOY, como ayer. La Iglesia no cesa de recordárnoslo con insistencia. ¿Cuál será, HOY, mi participación en esa gran obra divina? ¿en mi familia, mi ambiente, mis relaciones?
-De la descendencia de David, Dios, según su promesa ha suscitado para Israel un Salvador Jesús.
San Pablo pasa así, espontáneamente, del Antiguo al Nuevo Testamento. No basta con referirse al pasado. No basta con repetir o comentar los Libros de la Escritura. Hay que descubrir el misterio «actual» de Cristo que nos salva hoy.
La Iglesia no tiene que poner al gusto del día una antigua doctrina; sino que, en la fidelidad a lo antiguo, debe proclamar la actualidad de la acción salvadora de Jesús. En este momento, ¡Jesús salva! La Iglesia quiere contemplar esa acción de Cristo en todos los acontecimientos de hoy.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 216 s.
Juan acaba de concluir el relato de la escena del lavatorio de pies (Jn 13, 1-11) y, según las costumbres, interrumpe un momento la narración para comentar el alcance de este gesto.
a) El lavatorio de pies hace resurgir la incompatibilidad entre el trabajo de esclavo que Jesús acaba de realizar y su dignidad personal (v. 13). Esta incompatibilidad será la suerte de todas las autoridades en la Iglesia (v. 16), porque se presenta como la ley que rige todas las relaciones entre humanos en la comunidad cristiana (vv. 14-15). El amor fraternal, en efecto, no es solamente una ley, ni tampoco una imitación de Jesús, es su misma manera de actuar puesta a nuestra disposición.
b) Jesús ha llevado a su colmo este amor fraternal, ya que se ha hecho esclavo de aquel que iba a traicionarle y todavía participaba en la comida fraternal de despedida (v. 18). En el momento mismo en que Jesús se despoja de Sí mismo para entregarse a las manos de Judas, revela una dignidad inconmensurable: Él "es" (v. 19). Juan jamás ha empujado tan lejos a Jesús en las declaraciones sobre su divinidad. Ciertamente, El ya ha reivindicado este título "Yo soy" que es divino (Jn 6, 35; 8, 12, 24, 58), pero reivindicarlo en un contexto semejante de muerte y traición es muy revelador: Dios es, pero la única prueba que aporta para decir que El es, es la de morir; El es eterno, y la única manera de expresarlo es poner un término a su condición humana; El es poderoso, y el único procedimiento al cual recurre para afirmar este poder es servir a aquel que El podría juzgar y derribar.
No hay, pues, un Dios eterno y todopoderoso a descubrir por la filosofía. El Dios manifestado por Jesús no es de aquel orden. El "es" de una manera totalmente distinta de lo que puede "ser" un hombre, que le es posible ser en la muerte misma. ¡Dios "es" muerto y este es el misterio que se revela de Dios! La muerte es prometida en el rango de la mejor revelación de Dios. El Hijo de Dios, que se beneficia de la vida divina, no puede más que morir en el servicio y el amor fraternal.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág.
141
4.
Este texto de hoy es continuación del relato del lavatorio de los pies. En estos 20 primeros versículos del cap. 13 está expuesta la constitución de la comunidad: es la ley fundamental de la iglesia, por la que deberá regirse. No se trata, por tanto, de entender en sentido moral el ejemplo decisivo de Jesús, sino de deducir de ese ejemplo de Jesús y de sus palabras, la ley, el modelo, la estructura fundamental de la comunidad de Jesús: la Iglesia.
Por eso, el lavatorio de los pies y el discurso de despedida que le sigue se interpretan falsamente cuando se entienden como discursos piadosos, que pretenden una edificación interior. Lo que pretenden es demostrar la estructura de la comunidad de Jesús. El mismo Jesús da la aplicación directa de esa acción simbólica que acaba de realizar: lavar los pies de sus discípulos.
"Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa y les dijo: ¿comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor" y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros".
Estos dos títulos que Jesús pone por delante: Maestro y Señor, y que los discípulos reconocen, muestra que lo que Jesús ha hecho y está diciendo no puede ser una comunicación abstracta o piadosa sino una instrucción autorizada y obligatoria. Siendo el Maestro y el Señor, se ha hecho esclavo de todos. Y si la comunidad de discípulos reconoce en Jesús a su Maestro y Señor, también debe sacar las consecuencias de esa confesión, sin contentarse con una simple confesión de labios. Está obligada al ejemplo de Jesús, o lo que es lo mismo, está obligada a su compromiso de amor hasta la muerte de Cruz.
"También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros": al pie de la letra quiere decir: también vosotros estáis obligados. No depende del arbitrio de la comunidad seguir o no esta conducta de Jesús sino que al confesar a Jesús como Maestro y Señor, tenemos el deber, la obligación, de seguir su ejemplo.
¿Qué ejemplo es el suyo? El lavatorio de los pies como símbolo del compromiso total de Jesús de la entrega de su vida hasta la muerte.
Ahora encaja perfectamente el comienzo de la lectura de hoy: "os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica".
Nosotros esto lo sabemos y lo aceptamos como una bella teoría que nos llega a emocionar. Pero Jesús no se fía de las bellas teorías y nosotros tampoco debemos fiarnos, porque las bellas teorías nos engañan falsamente y nos hacen creer que ya seguimos el ejemplo de Jesús porque al escuchar sus palabras nos emocionamos muy fácilmente.
Ser muy realistas y revisar nuestra vida: ¿De qué modo mi vida es un "servicio hasta la muerte", no hasta la muerte física que no llegará, sino un servicio hasta la muerte de mi tiempo, de mi dinero, de mi comodidad, de mi razón humana, de mis sentimientos? ¿De quien soy "servidor hasta la muerte"? El marido de la mujer, la mujer del marido, los padres de los hijos, los hijos de los padres, de tu vecino, de tu jefe, de tu empleado... Y ahora viene algo realmente paradójico, algo que parece arrancado de esas páginas del teatro del absurdo que estuvo de moda hace años.
"Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy".
"YO SOY". La fórmula de la revelación de Dios a Moisés: yo estoy aquí con vosotros. Jesús se ha apropiado este título varias veces en su vida. Pero ahora dice a sus discípulos cuál es el momento en que ellos descubrirán que ese título pertenece realmente a Jesús: cuando Judas lo traicione y lo entreguen a la muerte.
Jesús es Dios, pero la única prueba que aporta para decir que El es, es la de morir. El es eterno y la única manera de demostrarlo es dejar que se ponga término a su vida humana.
El es poderoso y el único procedimiento al cual recurre para afirmar este poder es ponerse dócilmente en las manos de aquel discípulo a quien El podría juzgar y derribar. El Dios de Jesús no es el Dios lógico de las filosofías y de la razón humana.
Jesús anuncia que la muerte es el momento característico de la revelación de Dios.
"Os aseguro: el criado no es más que su amo..." La cruz, el servicio a los demás hasta la muerte de mi tiempo, comodidad,... es donde puedo descubrir el poder de Cristo resucitado, donde puedo tener experiencia del "yo soy" de Jesús.
5.
Entramos en las últimas reuniones de Jesús con sus discípulos, conversaciones habidas en el marco mismo de su Pasión... las últimas confidencias, podría decirse, de alguien que sabe que se va.
-Antes de la fiesta de Pascua, Jesús lavó los pies a sus discípulos y les dijo: "Sí, en verdad os digo: No es el servidor mayor que su amo, ni el enviado mayor que aquel que le envía."
Subrayamos, una vez más, prescindiendo de la diferencia de estilo, la profunda correspondencia entre el evangelio de Juan y los sinópticos. "El discípulo no está por encima de su maestro, ni el siervo por encima de su señor" (Mt 10, 24). Y las disputas de los apóstoles sobre sus prelaciones están en la memoria de todos: "Llegaron a querellarse para saber cuál de ellos había de ser tenido por mayor. Yo, dijo Jesús, estoy en medio de vosotros como quien sirve." (Lc 22, 24).
Jesús, sin duda, ha insistido a menudo sobre este tema: servir.
Hacer a menudo revisión de vida sobre este asunto. ¿De qué modo mi vida es un "servicio"? ¿De qué modo soy "servidor"? ¿De quién soy el "servidor"'? ¿Hasta adónde llega mi servicio? La palabra "ministro" es latina y se traduce por "servidor".
Los "ministerios", en la Iglesia, son servicios: el Concilio Vaticano II ha insistido mucho sobre esta noción, que viene en línea recta del evangelio.
-Si sabéis esto, seréis "dichosos" si lo practicáis.
¡Seamos dichosos imitando a Jesús-servidor! Y Jesús, una vez más, no se fía de bellas teorías, e insiste en la práctica humilde: estar en estado de servicio vale más que mil hermosas discusiones sobre el servicio. ¡Hay que lanzarse!
-No lo digo de todos vosotros: Yo sé a quienes escogí. Mas lo digo para que se cumpla la Escritura: El que come mi pan levantó contra mí su calcañar". Desde ahora os lo digo antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que "Yo soy".
Jesús piensa en Judas que va a dejar el grupo dentro de pocos minutos... Piensa quizá también en todos aquellos que rehusarán seguirle en el camino del servicio.
Jesús quiere prevenir a sus amigos contra el escándalo provocado por el abandono de uno de ellos. "Yo os lo digo por adelantado... habrá quienes fallarán... será un golpe duro para vosotros, hasta el punto de estremeceros... hay que aguantar, sin embargo...
Lo que Jesús espera de sus apóstoles no es un afecto infantil y gregario. Es suficiente hacer como todo el mundo. Es necesario sobre todo ser capaz de no dejarse influir por los abandonos de cualquier clase.
El "Yo soy" que termina esta frase es la definición misma de Dios, la Roca sólida, ¡aquel que existe!
-Sí, en verdad os digo: Quien recibe al que Yo enviare, a mí me recibe; y el que me recibe, recibe a Quien me ha enviado.
Hay aquí una cascada de meditaciones.
Recibir a un "enviado" de Jesús, es recibir a "Jesús", y es recibir a "Dios" Es todo el misterio de la Iglesia.
Jesús ha escogido no ser ya alcanzado "en directo" sino sólo por la mediación de "hermanos", de "ministros". Cuando Pedro bautiza, es Jesús quien bautiza.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág.
220 s.
6.
1. Hechos 13,13-25
a) Desde Chipre, Pablo y sus compañeros llegan a Antioquía, no la de Siria, desde donde habían partido, sino a la de Pisidia, cerca de Galacia, en la actual Turquía.
El discurso de Pablo -que leeremos entre hoy y mañana, viendo sus consecuencias al día siguiente- es el típico que pronunciará cuando sus oyentes son los judíos, o sea, cuando es invitado a predicar en la sinagoga: lo hace a partir de la historia de Israel en el AT. Como lo había hecho en su larga catequesis el diácono Esteban.
Con un recorrido que va desde la salida de Egipto y la conquista de la tierra prometida, hasta Jesús de Nazaret como el Mesías enviado por Dios, pasando por la figura de David y la de Juan, el precursor inmediato, Pablo presenta a Jesús como la respuesta de Dios a las esperanzas y las promesas de toda la historia de Israel. «Según lo prometido, Dios sacó de la descendencia de David un salvador para Israel, Jesús».
Nombrando a David, capta la atención y la simpatía de la sinagoga. Describiendo a Juan como precursor del verdadero Mesías, sale al paso de algunos que, posiblemente, todavía seguían considerándose discípulos del Bautista.
b) Cuando Pablo predicaba, siempre anunciaba a Jesús como la respuesta plena de Dios a las esperanzas humanas. Si sus oyentes eran judíos, como en el caso de hoy, les hablaba partiendo del AT. Si eran paganos, como cuando llegó a Atenas, les citaba sus autores predilectos y sabía apelar a su búsqueda espiritual del sentido de la vida.
¿Sabemos nosotros sintonizar con las esperanzas y los deseos de nuestros contemporáneos, jóvenes o mayores, creyentes o alejados, para poder presentar a Jesús como el que da pleno sentido a nuestra vida y a nuestros mejores deseos? ¿Somos valientes a la hora de presentar a Jesús como la Palabra decisiva, como el Salvador único, como aquél en quien vale la pena creer y a quien vale la pena seguir?
2. Juan 13,16-20
a) A partir de hoy, y hasta el final de la Pascua, leemos los capítulos que Juan dedica a la última Cena de Jesús con sus discípulos.
Esta cena empezó con un gesto simbólico muy elocuente: el lavatorio de los pies, una gran lección de fraternidad y de actitud de servicio para con los demás. Es una página entrañable que leemos el Jueves Santo. Aquí escuchamos la consecuencia que Jesús quiere que saquen sus discípulos.
El siervo tiene que imitar lo que hace su amo. El discípulo, lo que ha aprendido de su maestro. Ellos han visto cómo Jesús se ha ceñido la toalla, ha tomado en sus manos la jofaina y ha ido lavándoles los pies uno a uno. Es lo mismo que tienen que hacer ellos: «dichosos vosotros si lo ponéis en práctica».
También empieza a anunciar cómo uno de ellos, Judas, le va a traicionar. Y repite la idea de que así como el Padre le ha enviado a él, él les envía a ellos a este mundo. El que recibe a los enviados de Cristo, le recibe a él, y por tanto recibe al que le ha enviado, al Padre. La afirmación de la identidad de Jesús se repite también aquí: «para que creáis que yo soy».
b) Es fácil admirar el gesto del lavatorio de los pies hecho por Jesús. Y reflexionar sobre cómo ha entendido él la autoridad: «no he venido a ser servido, sino a servir». Pero lo que nos pide la Palabra de Dios no son afirmaciones lógicas y bonitas, sino el seguimiento de Jesús, la imitación de sus actitudes. En este caso, la imitación, en nuestra vida de cada día, de su actitud de servidor de los demás.
En la Eucaristía, dándosenos como Pan y Vino de vida, Jesús nos hace participar de su entrega de la cruz por la vida de los demás.
Él mismo nos encargó que celebráramos la Eucaristía: «haced esto» en memoria mía. Pero también nos encargó que le imitáramos en el lavatorio de los pies: «haced vosotros» otro tanto, lavaos los pies los unos a los otros. Ya que comemos su «Cuerpo entregado por» y bebemos su «Sangre derramada por», todos somos invitados a ser durante la jornada personas «entregadas por», al servicio de los demás. «Dichosos nosotros si lo ponemos en práctica».
«Conserva en nosotros los dones que tan generosamente hemos recibido» (oración)
«Cantaré eternamente la misericordia del Señor» (salmo)
«Dichosos los que no vieron y creyeron» (aleluya)
«Sabed que estoy con vosotros todos los días» (comunión)
«Que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas» (poscomunión)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 92-94
7.
Primera lectura : Hechos 13, 13-25 Dios eligió a nuestros padres y multiplicó al pueblo cuando vivía como forastero en Egipto.
Salmo responsorial : 88, 2-3.21-22.25.27 Anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Evangelio : Juan 13, 16-20 El que recibe a mi enviado, me recibe a mí
Esta perícopa forma parte del relato del lavatorio de los pies, acción con la cual Jesús quiere dejar claro a los apóstoles que el servicio es la misión a la que están invitados. Los versículos siguientes se refieren a la identificación que se crea entre Dios, su enviado y los que se comprometen con su invitación. Las acciones son las que establecen el vínculo que los une. Contrariamente a lo que ocurriría en el caso de un Dios lejano y autoritario, se nos ofrece ser Dioses convirtiéndonos en hijos de un Dios que quiere entregarse a los demás a través del servicio.
En los sinópticos (Lucas y Mateo) están escritas las bienaventuranzas, que Juan resume muy acertadamente al referirse a la dicha que acompañará a quien actúe como actúa quien lo envió a él, Dios. Es Jesús la figura que nos acerca a Dios porque lo transparenta en cada acercamiento al ser humano. Jesús es coherente. Sus palabras son ratificadas por su quehacer. Quien sigue su ejemplo se acerca a Dios. Quien es receptivo a las palabras y al actuar de Jesús recibe también a quien lo envió. Dios, su hijo y sus discípulos serán uno sólo, sus vidas son el parámetro para evaluar si es cierta esta unidad.
Actuar como Jesús actuó será la mayor dicha que puede alcanzar un ser humano. Sentirá en su interior la alegría de conocer verdaderamente a Dios, que es libertad, armonía, solidaridad y justicia. Será el fin de una existencia sin sentido, de un vivir por vivir». Pero la dicha de seguir a Jesús, si el compromiso es real, traerá también dificultades. En una sociedad donde los valores de Jesús obstaculizan los planes de los poderosos, se generarán fuerzas opuestas a todo quien lo siga . Pero si la decisión de comprometerse con la causa del Todopoderoso fue tomada a conciencia, se correrá el riesgo de correr la suerte de Jesús . Cada vez que una persona le tienda su mano a un perseguido por la causa de Dios, se estará acercando a El.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
8.
Saulo será llamado con su nombre gentil, "Pablo", a partir de la decidida entrega a la misión en las naciones extrajeras. En comunidad salen a evangelizar por las ciudades de la región de Antioquía.
Juan no asume la misión entre los gentiles y decide devolverse a Jerusalén. Allí se refugia entre los cristianos de tendencias judaizantes y comienza a provocar conflictos en la comunidad de Antioquía. Por eso, Lucas lo denomina con su nombre hebreo. Se reserva el nombre de Marcos para cuando este travieso personaje se decida a aceptar las orientaciones del Espíritu y se encamine hacia la misión entre los gentiles.
Pablo insiste en predicar en las sinagogas. A pesar de la adversa experiencia, él guarda la esperanza de que Israel acepte el camino de Jesús. Por esto, se esfuerza en presentar a Jesús como término de las expectativas mesiánicas del antiguo Israel. Señala su ascendencia davídica, el testimonio del profeta Juan y el cúmulo de expectativas monárquicas. El Espíritu le irá abriendo los ojos a Pablo para que se percate del rechazo generalizado de la sinagoga.
El evangelista Juan es el único que presenta la escena del lavatorio de los pies. Jesús mediante un gesto altamente simbólico, recuerda la condición principal del Hijo de Dios: servir a los demás con sencillez y generosidad.
El lavatorio es un símbolo de la libertad de los hijos de Dios, pues la mayoría permanecemos atados a la mentalidad y la ideología vigente, que busca oprimir a los demás para someterlos a nuestra voluntad. El gesto de Jesús requiere de una inmensa libertad interior y de una poderosa capacidad de acción. Se trata de ponerse del lado de Dios y servir a la humanidad sin esperar nada a cambio. Esto sólo se puede hacer si se ha roto con la mentalidad decadente, con el hombre viejo, atado a sus temores e incoherencias.
El lavatorio debe ser un gesto de generosidad y gratuidad. No puede ser la amargada expresión de personas que se sacrifican como un castigo infligido a sí mismos. Tampoco puede ser una demostración de poder. No se trata de humillar a los demás creyéndose superior a todos por estar realizando la Palabra del Señor.
El lavatorio es un gesto de libertad, de autenticidad, generosidad y sencillez. Así, se convierte en el sacramento de la solidaridad y del servicio.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
9. 2002
COMENTARIO 1
Jesús envía a sus discípulos a predicar por todo el mundo; su misión es
universal. Ahora va a cumplirse la promesa hecha a Abrahán: "serás padre de una
multitud de pueblos" (Gn 17,4s; 22,18). Galilea abre el camino hacia los
paganos. El medio para hacer discípulos será el bautismo, que vincula al Padre,
fuente del Espíritu, al Hijo, de quien se recibe, y al Espíritu mismo, que
potencia al hombre, completa su ser y lo pone en la línea del "Hijo del Hombre".
Quienes den la adhesión a Jesús, podrán repetir y actualizar las señales
salvadoras de Jesús: liberarán a la gente de las ideologías opresoras (echar
demonios); tendrán una capacidad de comunicación nunca antes vista (hablar
lenguas nuevas); el mal, representado en la serpiente, no les hará daño, y
devolverán la salud a los enfermos.
Ellos continuarán, por tanto, anunciando que la vida triunfará contra la muerte,
como mensaje central del mensaje de Jesús.
Con la resurrección de Jesús ha comenzado ya una nueva era en la que la
salvación de Dios no tiene fronteras y llegará a todos. Bastará con no cerrarse
a la luz.
COMENTARIO 2
Jesús se despide de los discípulos con un encargo: “Vayan por el mundo entero a
proclamar el mensaje”. De ahora en adelante no deberán limitarse al pueblo
judío, pues el mensaje es universalista y mira a la humanidad entera. Ya no hay
un pueblo elegido, sino que es toda la humanidad la elegida y destinada a
experimentar la salvación de Dios. Además no habrá lugar donde no se deba
anunciar este mensaje de resurrección y vida de Jesús: hay que proclamarlo “por
todas partes”. Ningún rincón de la tierra, ningún país, ningún grupo de personas
estará excluido en principio del Reino, pues Jesús ha venido para que no haya
excluidos del pueblo ni pueblos excluidos.
Pero la tarea iniciada por Jesús de hacer del mundo una fraternidad que confiese
a un solo Dios como Padre y considere que los hombres son hermanos queda aun por
completar.
Serán -seremos- sus discípulos quienes anunciemos que hay que cambiar de mente
-convertirse- y sumergir en las aguas de la muerte nuestra vida de pecado
-bautizarse- para llegar a la orilla de la comunidad donde todos entienden a
Dios como Padre y se consideran hermanos unos de otros.
Para ello contamos con la ayuda de Jesús, cuyos signos de poder nos acompañarán:
podremos arrojar los demonios de las falsas ideologías que no conducen a la
felicidad, seremos capaces de comunicar el mensaje de amor a todos, hablando
lenguas nuevas, el maligno no tendrá poder sobre nosotros -ni las serpientes ni
el veneno nos harán daño- y pasaremos por la vida remediando tanto dolor humano.
1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987
(Adaptado por Jesús Peláez)
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
10. DOMINICOS 2003
Sea hoy nuestras palabras introductorias dos referencias: una al cultivo de virtud, si la persona quiere estar abierta a la verdad, al amor, a la fidelidad, a la solidaridad; otra, al aprecio de sí mismo en sinceridad.
Primera:
Si cultivas la virtud en tu persona, ella será parte de tu ser. Si no, te
ignorará. Si la cultivas en el seno de tu familia, tu familia se mantendrá en
fidelidad y amor. Si la cultivas tú, y otros también la cultivan en la sociedad,
ésta prosperará. Si la cultivamos todos en nuestro mundo, entre todos haremos el
mundo nuevo que todos deseamos. Si no la cultivamos, no cabe reinado de paz,
amor, justicia, verdad.
Segunda:
Si acepto el amor con gratitud, me estoy abriendo a la verdad y belleza,
y éste me complacerá. Si aprendo a confiar en la iluminación de mi conciencia
sincera, avanzaré en la verdad. Si aprendo las lecciones que me da la vida por
medio de los demás, seré sabio. Si aprendo a reconocer mis limitaciones y
necesidades, tendré más cerca a los demás. Si examino los dones que poseo por
naturaleza y por gracia, sentiré que atesoro un caudal de energía que no debo
despreciar sino poner en servicio. Si no enciendo la luz dentro de mí, siempre
andaré entre nieblas.
ORACIÓN:
Danos luz, Señor Jesús, para aprender de ti el amor y devoción al Padre, la caridad misericordiosa con que hemos de tratar a los hombres más necesitados, la iluminación de todas las mentes con la claridad de tu verdad. Amén.
“En aquellos días, Pablo y sus compañeros de misión se hicieron a la vela en Pafos (Chipre) y llegaron a Perge de Panfilia. Juan Marcos los dejó y se volvió a Jerusalén. Desde Perge siguieron a Antioquía de Pisidia (en Frigia).
El sábado se fueron a la sinagoga y tomaron asiento, y, tras la lectura de un texto de la ley y los profetas, los jefes se dirigieron a ellos: hermanos, si queréis exhortar al pueblo, hablad.
Pablo aceptó y dijo: Israelitas...: el Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestro padres y multiplicó al pueblo cuando vivían como esclavos en Egipto; los sacó de allí con brazo poderoso..; les dio jueces y luego reyes... Y, según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel, Jesús...”
El pensamiento de san Pablo, tras su cambio radical de vida, sólo tiene un centro: Cristo, realización el mesianismo anunciado por los profetas de Israel. Ésa es su fe y nuestra fe.
“En la última cena, después que Jesús lavó los pies a sus discípulos, les dijo: Os aseguro: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que quien lo envía. Como ya sabéis esto, os digo que seréis dichosos si lo ponéis en práctica...
Y también os lo aseguro: el que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”.
Este texto enuncia que hemos de tener siempre en cuenta tres verdades en nuestra actuación evangélica: que somos ‘servidores’ de Cristo, no amos; que esa realidad no sólo hemos de ‘conocerla’ sino practicarla; y que quien actúa con ese espíritu debe ser recibido como se recibiría al mismo Cristo.
Pensemos en la urgencia paulina por anunciar la Buena Noticia de Cristo.
Los judíos, jefes de la sinagoga de Antioquía de Pisidia, al percibir su presencia y voluntad de comunicarse, le dieron oportunidad de hablar, y él se lanzó a exponer y comentar la continuidad de la acción de Dios sobre su pueblo, iluminándolo primero con profetas, jueces y reyes..., y finalmente con Jesús de Nazaret, Mesías, Salvador.
La revelación bíblica, tal como la hemos de presentar, llega a la luz de Cristo, Hijo de Dios encarnado, y en Él se culmina. Ocultarlo es traicionar a la verdad de fe.
El mensaje de Jesús a sus apóstoles, discípulos y seguidores es muy claro: éstos no deben confundir su papel de enviados en servicio de misión con otros papeles que nos recuerdan afán de poder y gloria.
El Hijo del hombre vino a servir y a lavar los pies a los pobres; y esta actitud, característica del Dios encarnado, es intocable, imborrable, irrenunciable.
Quien actúe de otro modo en la Iglesia, no es fiel al Señor ni a su conciencia.
La dignidad de quines son enviados por Cristo a proclamar el Reino o Buena noticia es muy grande, no por su poder material sino por la gracia de salvación que llevan en su mensaje y vida.
Todos los colaboradores de Cristo en su misión de salvación, anuncio de la Buena Noticia, están revestidos de Cristo, en sencillez y humildad, y deben ser recibidos como el mismo Cristo.
Quien así los recibe ha tener conciencia de que recibe al mismo Dios que crea, ama y salva.
Preguntémonos todos, sacerdotes, diáconos, laicos en misión: Nuestra actitud como evangelizadores, anunciadores del Reino, ¿es realmente la sugerida por Cristo con delicadeza, generosidad y entrañas de amor misericordioso?
11.
Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
Entrada: «Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo y acampabas con ellos y llevabas sus cargas, la tierra tembló, el cielo destiló. Aleluya» (cf. Sal 67,8-9.20).
Colecta (textos del Gelasiano y del Sacramentario de Bérgamo): «Oh Dios, que has restaurado la naturaleza humana elevándola sobre su condición original, no olvides tus inefables designios de amor y conserva, en quienes han renacido por el Bautismo, los dones que tan generosamente han recibido».
Ofertorio: «Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracias, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor».
Comunión: «Sabed que estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Aleluya» (Mt 18,20).
Postcomunión: «Dios Todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna; haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante, y que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas».
–Hechos 13,13-25: Dios sacó de la descendencia de David un salvador para Israel, Jesús. San Pablo presentó el mensaje cristiano en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, haciendo un resumen de la historia de la salvación, desde la elección de Israel en Egipto hasta el rey David, de cuya descendencia Dios suscitó como Salvador a Jesucristo. Se manifiesta la continuidad de Israel y de la Iglesia y el carácter único e irrepetible de Cristo, centro y clave de la historia. Por eso los Apóstoles exaltan tanto la pertenencia a la Iglesia. Orígenes decía:
«Si alguno quiere salvarse, venga a esta Casa, para que pueda conseguirlo. Ninguno se engañe a sí mismo: fuera de esta Casa, esto es, fuera de la Iglesia, nadie se salva» (Homilía sobre Jesús en la barca 5).
Y San Agustín llega a decir algo increíble:
«Fuera de la Iglesia Católica se puede encontrar todo menos la salvación. Se puede tener honor, se pueden tener los sacramentos, se puede cantar aleluya, se puede responder amén, se puede sostener el Evangelio, se puede tener fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y predicarla, pero nunca, si no es en la Iglesia Católica, se puede encontrar la salvación» (Sermón 6).
– El Señor ha sido fiel y del linaje de David nos ha dado un Salvador. Jesús, hijo de David, tiene un trono eterno, vence a los enemigos y extiende su poder a todo el mundo por medio de su Iglesia. Él es el Ungido que recibe una descendencia perpetua: los hijos de la Iglesia que se perpetuará en la Jerusalén celeste. Con el Salmo 88 cantamos la fidelidad y la misericordia del Señor: «Cantaré eternamente la misericordia del Señor. Anunciaré su fidelidad por todas las edades. Porque dije: “Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad”. Encontré a David mi siervo y lo he ungido con óleo sagrado, para que esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso. Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán, por mi nombre crecerá su poder. Él me invocará: “Tú eres mi Padre, mi Dios, mi Roca salvadora”».
–Juan 13,16-20: El que recibe a mi enviado me recibe a Mí. Después del lavatorio de los pies a sus discípulos, Jesús anuncia el cumplimiento de las profecías en la traición de Judas. Seremos bienaventurados si aprendemos esto: que no es el siervo mayor que su señor. Y lo que hizo Cristo fue darles un ejemplo de humildad por caridad. Esto es lo que todos hemos de practicar: la humildad por caridad. Es lo que les dirá muy pronto como un precepto nuevo: amar como Él ha amado. Lo que les dice en enseñanza sapiencial es lo que, con el lavatorio de los pies, les enseña con una parábola en acción. Los Apóstoles y todos los discípulos retendrán el espíritu de esta acción concreta, practicándolo con otras obras cuando la necesidad lo reclame. Con la humildad se relacionan todas las demás virtudes, pero de modo especial: la alegría, la obediencia, la castidad, el deseo de recomenzar, etc. De ahí procede una paz profunda, aun en medio de las debilidades y flaquezas.
12. DOMINICOS 2004
Dios se complace en los hijos fieles
Hoy puedes ser feliz lavando los pies a tus hermanos. Jesús fue feliz.
Hoy no pierdas las ocasiones de mostrarte amigo y hermano.
Hoy recibe a cualquier enviado de Dios, como si fuera Él mismo.
Si hacemos el propósito de cumplir cualquiera de esas tres sugerencias, nos
introduciremos en el espíritu de la liturgia cristiana, y mostraremos cuál es el
sentido de la presencia de Dios en nuestras vidas. A veces conviene que nos
preguntemos: ¿dónde espero y cómo quiero encontrar hoy a Dios?, ¿qué rostro de
Cristo es el que voy a tener delante de los ojos durante la jornada? Según cómo
formulemos la pregunta, estaremos dispuestos a obtener la respuesta que
merecemos: Dios está en el rostro del enfermo, en la alegría del niño, en las
lágrimas del sufre, en las migajas del pobre que caen de la mesa del señor, en
la generosidad del que comparte con los demás...
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 13, 13-25:.
“En aquellos días, Pablo y sus compañeros de misión se hicieron a la vela en
Pafos (Chipre) y llegaron a Perge de Panfilia. Juan Marcos los dejó y se volvió
a Jerusalén. Desde Perge siguieron a Antioquía de Pisidia (en Frigia).
El sábado se fueron a la sinagoga y tomaron asiento, y, tras la lectura de un
texto de la ley y los profetas, los jefes se dirigieron a ellos: hermanos, si
queréis exhortar al pueblo, hablad. Pablo aceptó y dijo: Israelitas y los que
teméis a Dios, escuchad: el Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestro padres
y multiplicó al pueblo cuando vivían como esclavos en Egipto; los sacó de allí
con brazo poderoso...; les dio jueces y luego reyes... Y, según lo prometido,
Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel, Jesús...”
Evangelio según san Juan 13, 16-20:
“En la última cena, después que Jesús lavó los pies a sus discípulos, les dijo:
Os aseguro: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que quien lo
envía. Como esto ya lo sabéis, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.
No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que
cumplirse la Escritura: ‘El que compartía mi pan me ha traicionado’. Os lo digo
ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy
Os lo aseguro: el que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que me recibe a
mí, recibe al que me ha enviado” “.
Reflexión para este día
Leídos los textos de la Escritura,, conviene que nos interroguemos: ¿Tenemos
nosotros la misma urgencia que tuvo san Pablo para dar testimonio de nuestra fe
en cuanto se nos ofrece oportunidad para ello? Hay que vivir alerta. Una
anécdota como la de Antioquía, ofreciendo a Pablo la oportunidad de exponer la
Palabra, no se repetía con frecuencia en los tiempos paulinos, ni se repite
tampoco en nuestros días. Pero saber dar testimonio de la Verdad es una
obligación del cristiano, y, al hacerlo, conviene que el testimonio lo demos con
la prudencia, discreción y gozo de quien se siente servidor y enviado de Jesús.
La condición de ‘enviado’ , de colaborador con Cristo en su misión de salvadora,
debe ilusionarnos.
Anunciar la Buena Noticia, con sencillez y humildad, es un honor para el que se
siente hijo de Dios y seguidor de Jesús Maestro.
Si al hacerlo, somos recibidos como el mismo Cristo, bendito sea. Si somos
recibidos con desprecio, sufrámoslo con santa resignación, sin perder la
esperanza.
Ya sabemos que quien nos reciba con conciencia de que recibe al mismo Dios hace
una obra grata a Dios. Y que quien nos rechaza, nos purifica, para que sepamos
imitar al Señor en todo.
13. CLARETIANOS 2004
Queridos amigos y amigas:
Saboreemos en nuestro corazón las palabras calve de este Salmo: fidelidad,
misericordia, padre, roca salvadora...
Nos producen seguridad, paz, confianza... que alejan todo temor y desconcierto. Dios es fiel por naturaleza. Siempre cumple sus promesas. Pero, a su ritmo, y no al que nosotros, a veces, quisiéramos. Su amor es firme y su fidelidad eterna; más allá de “nuestros méritos”. Sus promesas nunca decepcionan.
De esa profunda convicción ha de surgir nuestra acción de gracias, canto de alabanza y anuncio a los demás. Su fidelidad y misericordia se transforman en fortaleza, seguridad y salvación para nosotros. Nos gloriamos de que nuestro Señor sea así.
Su promesa es firme, inamovible, abierta y
generosa. Y todo ello nos consuela, vivifica y da fuerzas para anunciar con la
vida y la palabra a un Dios que es, sobre todo, Padre. Que nunca nos abandona
que acepta nuestra debilidad y limitación pero que incluso éstas las transforma
en confianza y abandono a Él sí nuestra actitud es de disponibilidad a su
gracia.
Nos fijamos hoy en las últimas palabras del texto evangélico. Es una clara
alusión al envío y al apostolado. Jesús es quien envía y a Él es a quien
anunciamos. Somos meros transmisores e instrumentos de la evangelización. Él nos
impulsa, apoya y respalda.
Al igual que su envío nace de la perfecta identificación con el Padre; nuestro compromiso ha de nacer del entrañamiento con Jesús y su Causa: el Reino de Dios.
La fe, el conocimiento y el amor a Cristo son la fuente de nuestro compromiso como cristianos: testimoniar con nuestro ser y actuar que Jesús es el centro de nuestra vida.
Hemos recibido un don extraordinario y tesoro que no podemos guardar. Hemos de transmitirlo y compartirlo para que otros participen de esta Vida.
Este testimonio ha de traducirse, sobre todo, en servicio gratuito hacia los demás. En nuestro mundo de hoy, donde priman el interés y la eficacia... ¿qué mayor testimonio que la ayuda gratuita, el servicio desinteresado, sin esperar nada a cambio?
No están de moda estas actitudes, modo de ser y
estar. Quizá no nos comprendan... Pero la respuesta a ello también nos la da el
Evangelio: “...el enviado no puede ser superior al que le envió”.
Vuestra hermana en la fe,
Mª Luz García (filiacio@teleline.es)
14.
Comentario: Rev. D. David Compte i Verdaguer (Manlleu-Barcelona,
España)
«Después de lavar los pies a sus discípulos...»
Hoy, como en aquellos films que comienzan recordando un hecho pasado, la
liturgia hace memoria de un gesto que pertenece al Jueves Santo: Jesús lava los
pies a sus discípulos (cf. Jn 13,12). Así, este gesto —leído desde la
perspectiva de la Pascua— recobra una vigencia perenne. Fijémonos, tan sólo, en
tres ideas.
En primer lugar, la centralidad de la persona. En nuestra sociedad parece que
hacer es el termómetro del valor de una persona. Dentro de esta dinámica es
fácil que las personas sean tratadas como instrumentos; fácilmente nos
utilizamos los unos a los otros. Hoy, el Evangelio nos urge a transformar esta
dinámica en una dinámica de servicio: el otro nunca es un puro instrumento. Se
trataría de vivir una espiritualidad de comunión, donde el otro —en expresión de
Juan Pablo II— llega a ser “alguien que me pertenece” y un “don para mí”, a
quien hay que “dar espacio”. Nuestra lengua lo ha captado felizmente con la
expresión: “estar por los demás”. ¿Estamos por los demás? ¿Les escuchamos cuando
nos hablan?
En la sociedad de la imagen y de la comunicación, esto no es un mensaje a
transmitir, sino una tarea a cumplir, a vivir cada día: «Dichosos seréis si lo
cumplís» (Jn 13,17). Quizá por eso, el Maestro no se limita a una explicación:
imprime el gesto de servicio en la memoria de aquellos discípulos, pasando
inmediatamente a la memoria de la Iglesia; una memoria llamada constantemente a
ser otra vez gesto: en la vida de tantas familias, de tantas personas.
Finalmente, un toque de alerta: «El que come mi pan ha alzado contra mí su
talón» (Jn 13,18). En la Eucaristía, Jesús resucitado se hace servidor nuestro,
nos lava los pies. Pero no es suficiente con la presencia física. Hay que
aprender en la Eucaristía y sacar fuerzas para hacer realidad que «habiendo
recibido el don del amor, muramos al pecado y vivamos para Dios» (San Fulgencio
de Ruspe).
15.Si me conoces a mi conoces al Padre
Fuente: Catholic.net
Autor: Oscar Lomán
Juan 13, 16-20
Después que Jesús lavó los pies a sus discípulos les dijo: En verdad, en verdad
os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía.
Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo
conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come
mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que
suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os
digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a
Aquel que me ha enviado.
Reflexión:
Nos encontramos en la última cena. Un ambiente de familia e intimidad llena la
sala del banquete. La luz vacilante de las velas nos invita al silencio y la
contemplación.
Hace tan sólo unos instantes, el Maestro ha lavado los pies a sus discípulos.
Grande lección de humildad y servicio. Los apóstoles no terminan de creérselo.
Después de este acto de servicialidad Jesús les invita a servir a los demás como
Él se los acaba de enseñar. Pero el Maestro aún no termina la lección y añade:
“En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más
que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís”.
¡Qué bien enseña Jesús! Nos enseña la verdadera humildad. Tan sencillo como
ponerse en su sitio. La humildad no es ir todo tímido, hablando en voz baja,
timorato, desconfiado. ¡Nada de eso! Muy bien decía santa Teresa de Jesús: “Dios
es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener
cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende,
anda en mentira”. Es decir, ponerse en su puesto. Sé que soy una criatura débil,
pues me pongo en mi lugar. Esto no quiere decir que no aceptemos las virtudes
que tenemos, porque sería ofender al que nos las regaló.
La Santísima Virgen María lo supo intuir muy bien. Por eso, en el Magnificat,
María reconoce las maravillas que ha obrado el Señor en Ella. Se reconoce como
criatura que ha recibido unos dones de Dios especialísimos, sin dejar de vivir
la humildad. Yo no me imagino a María timorata y desconfiada. Todo lo contrario,
me la imagino más alegre que unas castañuelas, pero con la alegría profunda del
alma. María tenía que ser alegre porque un santo triste es un triste santo.
En este mes dedicado a María, lancémonos a imitar a nuestra Madre en su ejemplo
de humildad.
Reconocer lo que soy y como soy, bendiciendo a Dios con el gozo profundo del
alma.
16.
Reflexión
El seguimiento de Jesús, implica, como lo hemos venido viendo, el poner en
práctica su palabra. En este pasaje Jesús acaba de darles la mayor muestra de
humildad y de servicio al lavarle los pies a sus discípulos. La invitación es a
entender el signo y a ponerlo en práctica. Se trata de entender que la verdadera
felicidad se encuentra en el servicio a los demás y la humildad, en no pensar
que uno es mayor que los otros a pesar de nuestro puesto (sea en la casa, en la
oficina, en el gobierno). Hemos sido llamados a imitar a Jesús, que siendo Dios
no retiene para sí ese título y se hace uno de nosotros; que siendo el Señor se
hace siervo; que siendo maestro, se hace discípulo del Padre. Si entendemos esto
y lo ponemos en práctica seremos dichosos.
Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
17.
Jesús al igual que muchas de nosotras y nosotros
ha sentido el dolor de la traición. Él sabe que es ser traicionado por uno que
se ha sentado a su mesa y ha compartido su pan, su cuerpo. Saberse traicionado
por alguien a quien una ama, alguien a quien una ha elegido para compartir su
vida, en cualquier sentido, es un dolor tan profundo, una herida tan inmensa que
cuesta muchas veces recuperarse, seguir adelante y vivir. Sin embargo, Jesús lo
hizo. Salió victorioso de la traición de Judas Iscariote demostrándonos que
nosotras y nosotros también podemos salir vencederos. Sólo tenemos que recibirle
a Él y estaremos recibiendo al Padre que todo lo puede.
Señor, en este momento quiero pedirte por todas aquellas personas que, en algún
momento de mi vida me han traicionado. Quiero igualmente pedirte por mí, por la
heridas que ellas me han causado. Sánalas tú Señor y abre mis ojos para ver las
bendiciones que me han llegado a raíz de esa traición.
Dios nos bendice,
Miosotis
18. 2004
LECTURAS: HECH 13, 13-25; SAL 88; JN 13, 16-20
Hech. 13, 13-25. Toda la historia de salvación culmina en Jesús. No podemos
negar toda la historia de amor que Dios escribió en la Antigua Alianza. Pero no
podemos quedarnos en la promesa cuando Dios ya la ha cumplido enviándonos a su
propio Hijo para el perdón de nuestros pecados y para que, quien crea en Él,
tenga vida eterna. Quien niegue que Jesús es Dios Salvador estará perdiendo la
única oportunidad de salvarse que tenemos, pues no hay otro nombre en el cual
podamos alcanzar la vida eterna. Pablo y Bernabé van desde Perge de Panfilia
hasta Antioquía de Pisidia, recorriendo a pie cerca de quinientos kilómetros
entre las inclemencias del tiempo y el peligro de salteadores. Pero para el
anuncio del Evangelio no pueden existir barreras, pues Dios va siempre con
aquellos que Él ha enviado. Ojalá y el ejemplo de estos primeros misioneros nos
ayude dejar nuestras instalaciones y comodidades y a ponernos en camino para
hacer llegar a todos el Evangelio, la Vida y el Amor de Dios.
Sal. 88. Dios es fiel a sus promesas. Nosotros muchas
veces hemos fallado, pero Dios permanece siempre fiel. Y a pesar de nuestros
pecados Él jamás ha dejado de amarnos y de procurar nuestro bien. Y el amor de
Dios hacia nosotros consiste en esto: Que siendo nosotros pecadores, Él nos
envió a su propio Hijo para perdonarnos y hacernos hijos suyos. Dios, que
mediante la Unción de su Espíritu nos ha hecho de su misma familia, quiere que
vivamos, sostenidos por Él, libres de todas nuestras esclavitudes manifestando,
con una vida llena de buenas obras, que en verdad es nuestra la victoria de
Cristo sobre el pecado y la muerte. Por eso podemos afirmar con toda certeza que
quien tenga a Dios con Él lo tendrá todo, pues Dios será su Padre y su protector
y su salvador.
Jn. 13, 16-20. Jesús nos ha dado ejemplo del amor convertido en servicio en
favor de la salvación de aquellos a quienes Él ama. Al contemplar el amor que
Cristo nos ha tenido hasta el extremo, cumpliendo con aquello de que nadie tiene
amor más grande que el que da la vida por los que ama, abramos nuestro
entendimiento y nuestro corazón para que comprendamos el amor misericordioso y
fiel de Dios por nosotros. Ojalá y al comprender el amor de Dios también
nosotros lo pongamos en práctica, y no nos convirtamos en traidores de ese amor.
Sepamos que al anunciar el Evangelio y al entregar, por amor, nuestra vida por
los demás, no vamos a nombre propio, sino a Nombre del mismo Cristo, que es
quien nos envía, de tal forma que, desde nuestra propia vida fortalecida por su
Espíritu Santo, el mundo comprenda y experimente el amor de Dios, pues quien nos
reciba y escuche estará recibiendo y escuchando al mismo Cristo y a Aquel que lo
envió.
Nos reunimos no sólo para celebrar el Memorial de la Pascua de Cristo, sino
también para compartir su Pan Eucarístico con los hermanos. El Señor nos une a
sí mismo y nos hace partícipes de su Señorío; pero no un señorío opresor, sino
un señorío de servicio, mediante el cual lleguemos, incluso, a dar nuestra vida
con tal de que la salvación, que Dios nos ofrece en Cristo Jesús, llegue a
todos. Nosotros no somos más importantes que Aquel que nos envía; por eso la
obra de salvación no se realiza conforme a nuestros pensamientos o planes
humanos, sino conforme a la Palabra de Cristo, y a la Gracia y al Espíritu que
de Él hemos recibido. Al participar de la Eucaristía sepamos abrir nuestro
corazón para que la Palabra del Señor cobre vida en nosotros; y, entrando en una
auténtica comunión de Vida con el Señor, vayamos al mundo entero en su Nombre,
para que a través de nuestro servicio amoroso y fraterno, el mundo reconozca en
la Iglesia a su Señor y Dios, que sigue amando y dando su vida por todos.
No queramos compartir el Pan del Señor como traidores. Seamos fieles al amor de
Dios y demos testimonio de Él no sólo en el templo, sino en todos los ambientes
en que se desarrolle nuestra vida. El Señor quiere una Iglesia que sepa amar
sirviendo a los demás. El Señor quiere que aprendamos a compartir también
nuestro pan con el hambriento. Él quiere que todos y cada uno de nosotros nos
convirtamos en un signo de su amor salvador para toda la humanidad. Él quiso
lavar los pies de sus apóstoles no sólo para darnos ejemplo, sino para dejarnos
un auténtico testamento en el que nos invita a amar sirviendo como Él lo ha
hecho. Si queremos alimentar la fe, la esperanza y el amor de quienes han
perdido el rumbo de la vida, tenemos que ceñirnos la túnica y armarnos de una
jofaina y una jarra de agua, e inclinarnos ante los pecadores para lavarles sus
miserias. Mediante este humilde servicio prestado por la Iglesia el mundo
entenderá que Dios le sigue amando. Entonces los males en el mundo tendrán un
remedio nacido no sólo porque nosotros nos pongamos al servicio de los que
sufren, sino porque hayamos logrado que, por obra del Espíritu Santo, la gracia
llegue a los autores de la maldad, de la injusticia, del egoísmo que destruye a
los demás, para que dejen de hacer el mal y aprendan a hacer el bien. Entonces
surgirá, realmente, una humanidad nueva en Cristo. Pero, como Iglesia, ¿estamos
dispuestos a llevar adelante este trabajo, en favor del Reino de Dios, conforme
al ejemplo y mandato que el Señor nos dio?
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, que nos conceda la gracia de saber amar a Dios con todo nuestro ser; pero
que también nos ayude a amar a nuestro prójimo poniendo nuestra vida al servicio
de su salvación eterna. Amén.
www.homiliacatolica.com
19. ARCHIMADRID 2004
HABLAR DE DIOS DESDE EL SUFRIMIENTO
Hay en la capilla del colegio donde suelo decir Misa una señora viuda, Sagrario,
que resulta ser una especie de “sacristana” (palabra que me horroriza, por otra
parte), y que cuando llego un rato antes para confesar, ya ha preparado todo lo
necesario para celebrar la Eucaristía. Yo diría que lo anecdótico es el servicio
que hace a la Parroquia, ya que lo heroico resulta ser su talante de mujer y de
cristiana. Padece una enfermedad realmente dura de sobrellevar (que le
acompañará hasta que se muera), pero siempre está con una sonrisa y animando a
los que le rodean. Sabe “estar” y “callar”, pero, sobre todo, sabe servir a los
demás con alegría.
“Hermanos, si queréis exhortar al pueblo, hablad”. Existen diversidad de formas
de hablar, y nuestra condición de cristianos nos ayuda a que sea (¡en tantas
ocasiones!) el propio Espíritu Santo quien hable en nuestro lugar. Y al relatar
el caso de mi amiga Sagrario (ya cumplidos los setenta), me ayuda a entender que
también desde el dolor y el sufrimiento se puede hablar muy bien de Dios. Los
que por naturaleza somos un tanto “quejicas” ante el menor sufrimiento físico,
nos admira ver a esos hombres y mujeres que, con gallardía, llevan adelante su
enfermedad, también con sentido sobrenatural.
Y tampoco hace falta llegar a la ancianidad para adquirir semejante virtud, pues
hace unos días me comentaban el caso de una adolescente que, ahora en proceso de
beatificación, sufrió lo indecible durante su largo proceso de cáncer. Su
nombre: Alexia. Cuando exhumaron el cadáver (que es algo que suele hacerse en
las causas de beatificación), los allí presentes fueron testigos de las huellas
que, dicha enfermedad, dejaron impresas en sus restos. Me comentaban que debió
pasar un auténtico calvario durante su larga estancia en el hospital. También he
leído alguna publicación de esta chiquilla y, puedo aseguraros, que si Dios no
estuvo presente en semejante “Gólgota”, cualquier razonamiento humano resultaría
absurdo.
“Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para
acabar su vida, decía: ‘Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien
no merezco desatarle las sandalias’.” Sublime manera de hablar san Pablo acerca
de aquél que poco conoció, pero que debió impresionarle profundamente. ¿Qué es
lo que quedó grabado en el apóstol de los gentiles de la figura del Bautista:
que su humildad y su abandono en Dios eran fruto de una vida que nunca tuvo en
propiedad (“cuando estaba para acabar su vida”), sino que pertenecía
exclusivamente a su Señor. Semejante desprendimiento resulta una “bofetada” para
los que, con remilgos, buscamos justificarnos porque aún no hemos obtenido el
antojo pertinente. Mirar a estos personajes es contemplar el mismo rostro de
Cristo que, desde el Huerto de los Olivos hasta su muerte en la Cruz, nos
interroga acerca de nuestras preocupaciones. ¿Será para tanto? Es cierto que no
os tengo a todos delante de este comentario del Evangelio, pero puedo sospechar
(es también mi experiencia), que siempre habrá alguien que sufra mucho más que
tú y que yo… y dé gracias a Dios por ello.
“El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al
que me ha enviado”. ¿Nunca te has parado a pensar que alguien que llora o sufre
con sentido cristiano (o quizás sonría por no hacerte sufrir a ti), desde el
lecho de su enfermedad, se transforma en verdadero apóstol de Cristo? ¡Fíjate
con qué “instrumentos de guerra” nos enfrentamos ante el mundo!
Esas mismas armas las conocía María, la Madre de Jesús: “¡Y a ti misma una
espada te atravesará el alma!”… Clarificadoras palabras de Simeón, mientras
bendecía a la Virgen y a José, su marido.
20. Fray Nelson Jueves 21 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: Del linaje de David Dios hizo nacer un Salvador * El que
recibe al que yo envío, me recibe a mí.
1. Historia de salvación
1.1 El discurso de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia es un testimonio
maravilloso de la comprensión que los primeros cristianos tuvieron de una verdad
fundamental: en Cristo Jesús el mensaje y la promesa del Antiguo Testamento
tienen continuidad pero sobre todo alcanzan plenitud. Cristo es la plenitud de
la antigua alianza, y en él Dios está cumpliendo toda promesa hecha a los
patriarcas, reyes y profetas.
1.2 Las palabras de Pablo retoman los momentos centrales del caminar de Israel:
Dios eligió a este pueblo, les dice, y va recorriendo la historia del pueblo
elegido que, a través de la opresión de los extranjeros y de su propia
infidelidad va descubriendo su debilidad y su fortaleza. Es débil, en efecto,
porque es pequeño y puede ser perseguido; es débil porque una y otra vez cae en
idolatría y se "prostituye" detrás de los ídolos.
1.3 Pero también es "fuerte" en la medida en que va descubriendo que Dios camina
a su lado: Moisés en el desierto; los jueces, en la conquista de Canaán, hasta
llegar a Samuel; luego David, imagen del rey que deja reinar a Dios... son los
grandes hitos que preparan la llegada del Mesías, anunciado por el ministerio
integérrimo de Juan, el bautista.
1.4 A este conjunto de hechos y promesas bien podemos llamarlo "historia de
salvación". Revisar nuestro pasado no es, como era para los griegos o para
incontables naciones paganas, dar círculos en un "eterno retorno", según
expresión de Nietzsche. Revisar nuestro pasado, como lo hace Pablo en Antioquía
de Pisidia, es descubrir una línea, una tendencia, una flecha que apunta hacia
más y hacia mejor, es decir, que mira hacia Jesucristo.
2. El Enviado nos envía
2.1 Es bella la palabra "enviar", en español. Indica precisamente lo que suena
al pronunciarla: ser puesto "en la vía".
2.2 Jesucristo es el gran "Enviado", como lo destaca especialmente el Evangelio
según san Juan. Quien lo envía, es el Padre. Quien el acompaña en la vía, es la
Unción, es el Espíritu. La "vía" que recorre es la más larga imaginable: entre
la grandeza infinita de Dios y la infinita pequeñez de nuestra condición de
creaturas y sobre todo, de pecadores.
2.3 Él, Jesucristo, es el que ha recorrido la distancia inmensa entre el cielo
de Dios y la tierra de los hombres, y luego, entre la tierra de nuestros deseos
de cielo, y el cielo de las delicias que aguardamos en su Nombre y por su
Gracia.
2.4 Ahora, en el evangelio que hemos oído, el Enviado nos recuerda en qué
condiciones nos envía: "un siervo no puede ser mayor que su señor, ni un enviado
puede ser superior a quien lo envió"; mas, por otra parte, "todo el que reciba a
quien yo envíe, me recibe a mí mismo y, al recibirme a mí, recibe al que me
envió". Sublime dignidad y profunda humildad; digna sobriedad y sobria dignidad
de los enviados del Señor Jesús. ¡Tal es la condición de los discípulos, tal es
la esencia de nuestro llamado!