SÁBADO DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch/09/31-42 

2ª: Jn/06/61-70 = DOMINGO 21B


1.

-Las Iglesias...

En plural. Era la costumbre en escritos primitivos. Cada comunidad es una iglesia con su originalidad. Y el conjunto «de las» iglesias se comunican entre sí.

-Las Iglesias gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaría.

Después del período de crisis y de persecución provocado por las verdades algo desconcertantes, valientemente proclamadas por el diácono Esteban, vemos que las iglesias de Palestinas gozan de un período de paz, que las respectivas comunidades aprovechan para activarse y continuar difundiendo la buena nueva.

-Se edificaban y vivían en el temor del Señor y estaban llenas de la consolación del Espíritu Santo.

Para los primeros cristianos la vida transcurre sencillamente, en la pena y en la alegría... en la persecución y en la paz... Lo aceptan todo como viniendo del Señor. Lo aprovechan para "edificar", construir, avanzar:

-"en el temor del Señor"... es decir, estimulados por sus exigencias,

-"en la consolación del Espíritu"... es decir, arrastrados por su amor.

Ayúdanos, Señor, a desarrollar esas actitudes.

«Ser activos y constructivos»: ¿qué es lo que tengo que construir, edificar, hoy?

«Ser exigentes»: ¿qué santo temor he de tener? ¿me adormezco alguna vez?

«Estar alegres y tranquilos»: ¿cual es mi consuelo? El Espíritu de Dios, ¿es mi alegría?

Pedro cura a un paralítico, llamado Eneas... y resucita a una mujer, llamada Tabita...

Los «hechos» de los apóstoles reproducen los "hechos" de Jesús. ¡Los tullidos andan, los muertos resucitan! La vida surge allá donde el decaimiento y la muerte hacen su obra.

La resurrección de Jesús continúa y trabaja a la humanidad desde el interior. El mal retrocede.

Yo no tengo el «milagro» a mi disposición, como se lo diste a Pedro para facilitar la primera expansión de tu Iglesia. Pero puedo actuar «en el sentido de la vida»: ¿cómo puedo traducir, concretamente, el poder de tu resurrección en mis responsabilidades, en mis compromisos, en mis relaciones... para que crezca la vitalidad profunda de la humanidad? Para que retrocedan el mal, el pecado, la injusticia, el egoísmo.

-Tabita era rica en buenas obras y en limosnas que hacía... Las viudas de la ciudad mostraron a Pedro las túnicas y mantos que confeccionaba cuando estaba con ellas.

En su sencillez esas túnicas y esos mantos son una llamada. Se las muestran a Pedro para que entienda mejor !cuán útil sería que ella resucitase... para poder continuar!

Argumento conmovedor: ¡era tan buena! Ya lo comprendéis.

Merecer la resurrección siendo buenos.

-Pedro hizo salir a todos, y, puesto de rodillas, oró:

"¡Tabita, levántate!"

Siempre la misma frase: «¡levántate!» La misma que Pedro había dirigido ya al mendigo de la Puerta Hermosa en Jerusalén... esa palabra que Jesús había dicho tan a menudo a los enfermos, a los pecadores. (Mateo 9,5;17,7. Juan 5,8)

Todo Joppe -ciudad de Tabita- supo la noticia de esa resurrección y muchos creyeron en el Señor.

El milagro está en función de la fe. Y la fe se propaga.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 208 s.


2.

Vamos a ver hoy el efecto que el discurso de Jesús hizo al auditorio:

--el escándalo y el rechazo de la gran mayoría...

--la mayor fidelidad de los doce apóstoles...

Los otros tres evangelistas han notado también este momento crucial en la vida de Jesús: ¡es la crisis! Hasta aquí las muchedumbres le han seguido y buscado. Pero la revelación del misterio eucarístico repele a la mayor parte de los oyentes.

Al final de este capítulo no quedarían más que los doce para constituir el "pequeño resto", germen de la futura comunidad de los creyentes.

La fe no es ante todo una "enseñanza", casi podría decirse que es un "compromiso", un "requerimiento': hay que elegir... y muchos se van.

-Muchos de sus discípulos gritaron: "¡Duras son estas palabras! ¿Quién puede escucharlas?" "¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?" Lejos de retirar sus afirmaciones o de explicarlas simbólicamente, Jesús las subrayará.

-"¿Esto os escandaliza? Pues, ¿qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde antes estaba?..."

Se trata pues efectivamente de un misterio "divino" para las simples fuerzas humanas.

Jesús alude a su "ser" divino: va a subir "allá donde antes estaba". Solamente por la razón o la inteligencia humana la eucaristía no podrá ser nunca explicada.

El hombre no puede sino encontrar absurdas las palabras de Jesús... a no ser que se ponga, de entrada, en una perspectiva de humildad.

-"El Espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha para nada. Las palabras que Yo os he hablado, son Espíritu y son Vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen".

Las palabras de Jesús sobre la eucaristía más que todas las demás palabras suyas, presuponen la acción del Espíritu Santo.

Nos encontrarnos, verdaderamente, en el núcleo del evangelio.

Después de todo esto ¿cómo podría reducirse el evangelio a una predicación moral y aun generosa -"amaos los unos a los otros"-. Hay un aspecto abrupto del evangelio, que el mismo Jesús no atenúa en absoluto, al riesgo de ver en fin de cuentas, disminuir considerablemente el número de sus discípulos.

-A partir de este momento, muchos de sus discípulos se alejaron y dejaron de ir con El.

Entonces, Jesús dijo a los Doce: "¿Queréis iros vosotros también?"

"Yo no os retengo..." parece decir. Sois libres. En el conflicto actual entre muchos jóvenes y sus padres, cara a la eucaristía, recordemos ese gran misterio.

-Simón Pedro respondió: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo, el Santo de Dios."

Palabra humilde de Pedro. Palabra de amor delicado: Jesús es irremplazable para ellos.

Así, Jesús parece terminar por un fracaso su catequesis esencial sobre el más grande misterio de su Presencia.

Pero la Iglesia está ya aquí, en estos "doce" que confían en El. En estas últimas palabras de Pedro, tenemos un equivalente de la famosa "confesión de Cesarea". San Juan no embellece, no adorna el evangelio: dice, de otro modo, a su manera, las mismas cosas que Mateo, Marcos y Lucas.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 212 s.


3.

1. a) En la historia de la primera comunidad de Jerusalén llegamos ahora a una época de paz. Y aprovechando la ocasión, el protagonista de hoy, Pedro, sale de Jerusalén y hace un recorrido por las comunidades cristianas, a modo de visita pastoral, para reanimarlas en su fe.

Su presencia va acompañada por dos hechos milagrosos: la curación de un paralítico llamado Eneas, en Lida, y la resurrección de una discípula que había fallecido en Jafa, Tabita. La fuerza curativa de Jesús se ha comunicado ahora a su Iglesia, en la persona de Pedro, que explícitamente invoca a Jesús: «Eneas, Jesucristo te da la salud, levántate». Y también al resucitar a la mujer, primero se arrodilla y se pone a rezar, antes de mandarle: «Tabita, levántate». Es lo que habían hecho él y Juan a la puerta del Templo cuando curaron al paralítico «en el nombre de Jesús».

Vemos los protagonistas de la historia de la Iglesia: Jesús, su Espíritu y la comunidad misma, con sus ministros. Jesús, desde su existencia gloriosa, sigue presente a su Iglesia, la llena de fuerza por su Espíritu y sigue así actuando a través de ella. Se explica que Lucas pueda describir un panorama tan optimista: «la comunidad se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo».

b) Como Pedro en su tiempo, deberíamos ser cada uno de nosotros «buenos conductores» de la salud y de la vida del Resucitado.

Celebrar la Pascua es dejarnos llenar nosotros mismos de la fuerza de Jesús, y luego irla transmitiendo a los demás, en los encuentros con las personas. ¿Curamos enfermos, resucitamos muertos en nombre de Jesús? Sin llegar a hacer milagros, pero ¿salen animados los que sufren cuando se han encontrado con nosotros? ¿logramos reanimar a los que están sin esperanza, o se sienten solos, o no tienen ganas de luchar? Todo eso es lo que podríamos hacer si de veras estamos llenos nosotros de Pascua, y si tenemos en la vida la finalidad de hacer el bien a nuestro alrededor, no por nuestras propias fuerzas, sino en el nombre de Jesús.

La Eucaristía nos debería contagiar la fuerza de Cristo para poder ayudar a los demás a lo largo de la jornada. Salir de nosotros mismos -fue un buen símbolo que Pedro saliera de Jerusalén- y recorrer los caminos de los demás -saberles «visitar»-para animarles en su fe, podría ser una buena consigna para nuestra actuación de cristianos en la Pascua.

2. a) En el evangelio leemos hoy el pasaje final del capítulo 6 de san Juan, con las reacciones que produce en sus oyentes el discurso de Jesús sobre el Pan de la vida.

Para algunos resulta «duro», imposible de admitir. No se sabe qué les ha escandalizado más: el que Jesús -en definitiva, para ellos, un obrero del pueblo de al lado, aunque se haya mostrado buen predicador y haga milagros- afirme con decisión que él es el enviado de Dios y hay que creer en él para tener vida; o bien que afirme que hay que «comer su carne y beber su sangre», con una alusión al sacramento eucarístico que ellos, naturalmente, no podían entender todavía.

Jesús trata de darles pistas para que sepan entender su doble manifestación. Tanto la afirmación de que «ha bajado del cielo», como la de que hay que «comer su carne», sólo tendrán su sentido después de la Pascua: cuando Jesús haya «subido» glorioso al Padre, resucitado por el Espíritu, completando así su camino mesiánico, y cuando haya descendido el mismo Espíritu sobre los discípulos, dándoles los ojos de la fe para entender la donación del Jesús pascual como Pan verdadero. Pero no parece bastar: «desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él».

Menos mal que el grupo de discípulos, cuyo portavoz es -una vez más- Pedro, le permanecen fieles. Tal vez no han entendido del todo sus afirmaciones. Pero creen en él, le creen a él: «¿a quién vamos a acudir? tú tienes palabras de vida eterna».

b) También en el mundo de hoy, como para los oyentes que tenía en Cafarnaúm, Jesús se convierte en signo de contradicción, como había anunciado el anciano Simeón, cuando María y José presentaron a su hijo en el Templo.

Cristo es difícil de admitir en la propia vida, si se entiende todo lo que comporta el creer en él. Es pan duro, pan con corteza. No sólo consuela e invita a la alegría. Muchas veces es exigente, y su estilo de vida está no pocas veces en contradicción con los gustos y las tendencias de nuestro mundo. Creer en Jesús, y en concreto también comulgar con él en la Eucaristía, que es una manera privilegiada de mostrar nuestra fe en él, puede resultar difícil.

Nosotros, gracias a la bondad de Dios, somos de los que han hecho opción por Cristo Jesús. No le hemos abandonado. Como fruto de cada Eucaristía, en la que acogemos con fe su Palabra en las lecturas y le recibimos a él mismo como alimento de vida, tendríamos que imitar la actitud de Pedro: «¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna».

«Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él» (entrada)

«Jesucristo, testigo fiel, primogénito de los muertos, nos amaste y lavaste nuestros pecados con tu sangre» (aleluya)

«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (evangelio)

«Padre, que todos sean uno y así crea el mundo que tú me has enviado» (comunión)

«No ceses de proteger con amor a los que has salvado» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 77-80


4.

Primera lectura : Hechos 9, 31-42 Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas.

Salmo responsorial : 115, 12-13.14-15.16-17 ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

Evangelio : Juan 6, 61-70 ¿También ustedes quieren marcharse?

Los que se llamaban discípulos de Jesús, sólo por seguirlo, se escandalizan con sus palabras, que prometen vida eterna. Jesús sabe que varios del grupo lo siguen por interés y se lo manifiesta. Después de esto algunos lo abandonan. Al interrogar a los que permanecen, Simón Pedro manifiesta la fe del grupo con palabras que se consideran una confesión pos-pascual: la certeza de que Jesús es Dios . El último versículo termina ratificando la escogencia de Jesús del grupo de los verdaderos discípulos, incluyendo a quien lo entregaría.

Los verdaderos discípulos no lo abandonaron, aunque en ese momento pudiera ser que la mayoría no tenía claro lo que representaba la propuesta de Jesús ni el confesarse seguidores de su proyecto. Jesús vivió con ellos sus más hondas experiencias, se les reveló como hijo de Dios. A lo largo del camino que recorrieron los llenó de elementos que humanizaban, movió sus conciencias, les abrió los ojos a una nueva realidad. Cuando Jesús se alejó de ellos para volver a Dios, con el paso de los días se maravillaron del ser que permanecía entre ellos con más fuerza que antes y dijeron sin dudar que sus palabras eran de vida eterna.

Muchas fuerzas contrarias se oponen a la utopía propuesta por Jesús, perseguirán a sus seguidores, los llenaran de temores, los acorralaran, pero aun matándolos, no lograrán acabar con la raíz de este sueño que siempre retoñará en la humanidad. Es una fuerza ancestral, inherente a los seres humanos. El sueño de vivir en justicia, con la alegría de compartir lo mucho o lo poco que se tiene, de mirarnos a los ojos y sentirnos hermanos, sin engaños, sin trampas. Es un sueño que no tiene fin ni aun con la pesadilla diaria de la muerte diabólica que tortura y persigue.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


5.

Luego del asesinato de Esteban y el cambio de Saulo, la situación de las comunidades tiende a estabilizarse. Pedro aprovecha el ambiente de paz para comenzar una visita pastoral. En su primera salida encuentra a una comunidad paralizada y, en otra ciudad, una comunidad que ha perdido su vitalidad.

En Lida se hallaba una comunidad paralizada desde hacía ocho años. Su representante era un varón llamado Eneas, que significa «Siempre Nuevo». El requerimiento de Pedro lo reanimó y le permitió reincorporarse, volver a caminar. La comunidad que lo acompañaba también cambió de actitud y "se convirtieron al "Señor". De este modo, quedó restablecida y "continuó creciendo espiritualmente".

La comunidad de Jope acude de emergencia a Pedro. La mujer llamada Dorca, que significa «Gacela», había muerto y la comunidad perdía vitalidad. Al contrario del personaje anterior, que llevaba muchos años paralizado, Dorca era una persona de servicio activo y permanente: hacía el bien y ayudaba a los necesitados. El grupo de viudas, las más desprotegidas socialmente, le dan testimonio a Pedro de la solidaridad de Dorca. En paralelo con la acción de Jesús (Lc 8, 49-56), Pedro restablece la vida de la mujer. La llama por su nombre arameo, "Tabita". Ella se incorpora y con la ayuda de Pedro se pone de pie. La comunidad se alegra, especialmente el grupo de viudas. A partir de esta situación la comunidad comienza a crecer y a fortalecerse nuevamente.

Termina el primer ciclo de la visita pastoral en la casa de Simón, curtidor de pieles que vive cerca al mar. El oficio de curtir pieles era despreciable para los judío, y la cercanía al mar no era cosa muy loable a los ojos del puritanismo judío. La presencia de Pedro en esta casa demostrará cómo las comunidades que han roto con la mentalidad judía permanecen saludables y son lugar de revitalización para los misioneros.

En el Evangelio, los discípulos rechazan la propuesta de Jesús: "¿quién puede hacerle caso?". Las exigencias del llamado se les hacen absolutamente intolerables. Por esto, le dan la espalda y vuelven al judaísmo (1Jn 2, 19). Esta situación refleja un conflicto al interior de la comunidad de seguidores de Jesús. Muchos, prefieren la seguridad de la sinagoga al conflicto de la iglesia cristiana. En ese momento, la adhesión a Jesús no era un asunto trivial. Marcaba la diferencia entre la fidelidad y la deserción. Muchos lo abandonaron y él se queda con el grupo, nada seguro, de los doce.

La confesión de Pedro revela la mentalidad de estos últimos. Ellos confían en Jesús en la medida en que él se ajuste a sus expectativas. Por esto lo llaman "santo de Israel". Jesús, con su palabra y obra, les mostrará un camino de santidad que rebasa toda expectativa.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

No podía ser de otro modo. Había que volver a los verbos de movimiento. Y aquí los tenemos en sobreabundancia: "vacilar", "subir" ¡el Hijo del hombre!, "venir a mí", "se echaron atrás y no volvieron a ir con él", "marcharos", "¿a quién vamos a acudir?".

Es el momento de la decisión y hay que tomar partido. Todo este discurso está ya muy lejos de aquel primer movimiento por el que la gente se desplazó a Cafarnaúm en busca de Jesús. No era el líder que se esperaban. Parece que no les iba a resolver por artes extrañas e instantáneas los problemas de la cesta de la compra; ni daba clara impresión de querer desencadenar un cambio religioso, social y político rápido. Había que seguir cargando con la fatiga de la historia cotidiana y con la dureza de un camino incierto y complicado de libertad hacia una incierta y compleja libertad.

La crisis alcanza de lleno a los discípulos. Unos dicen: "este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso? Son palabras difíciles y aun imposibles de digerir". El discurso del pan de vida se les atraganta, y se retiran. Otros, representados por Pedro, se quedan y confiesan: "Tú tienes palabras de vida eterna. Quizá no te comprendemos muy bien, pero atisbamos algo de la verdad que revelas. Tú no eres un sofista, ni un líder "seductor y a la postre desastroso" (Tillich). No nos vendes un mesianismo triunfalista. No nos regalas holganza y satisfacciones sin cuento, éxitos terrestres a barullo, victorias a tutiplén. No nos das pan hasta saciarnos ni circo hasta cansar la mirada con espectáculos fuertes. Intuimos que respondes a nuestro deseo, al principio esperanza que nos habita, a la inquietud vivificante que Alguien ha sembrado en nosotros. Nos asusta esa misteriosa entrega sin medida de que hablas. Pero tú eres el Testigo de la Verdad. Sin tu palabra y tu entrega seríamos presas fáciles de la propaganda falaz. Nos mueves a ir más allá de las necesidades, y más allá de las "pequeñas trascendencias", hacia la realización de un deseo y de una trascendencia de mucho más vuelo. Nos quedan demasiadas preguntas por hacerte, pero ya iremos cobrando otras certezas a partir de esta certidumbre radical. Desde nuestro primer encuentro hemos vivido un itinerario de fe, afianzado luego por el signo de Caná, donde te contemplamos amigo de las alegrías humanas, sensible a los apuros de los pobres y anhelante de invitarnos al banquete anunciado por los profetas. Escúchanos también cuando te digamos: "no tienen vino", "no tenemos vino". Dentro de mucho dirá un filósofo: "en los seres humanos hay un impulso de secuacidad". Nosotros lo experimentamos ahora y queremos tenerte a ti como nuestro guía y nuestra meta. Sí, ¿a quién iremos, sino a ti, que has bajado a nosotros? Búscanos, para más buscarte. Háblanos, que tus palabras son espíritu y vida". Cada uno podemos reformular la pregunta y la confesión de Pedro, pero con palabras propias y con seguimiento propio.

Vuestro amigo.

Pablo Largo, cmf (pldomizgil@hotmail.com)


7. CLARETIANOS 2003

La semana se cierra con la memoria de San Juan de Ávila. En este día podemos preguntarnos cómo tiene que ser el sacerdote hoy, dado que San Juan de Ávila es el patrón de los sacerdotes españoles. Podemos acercarnos a esta cuestión desde un punto de vista experiencial o también desde un punto de vista magisterial. Lo importante es descubrir de qué modo este ministerio contribuye a que se realice hoy lo que, según el fragmento de los Hechos que leemos este sábado, se realizaba en la Iglesia apostólica: que se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo.

El evangelio cierra el capítulo 6 de Juan. Veo en este epílogo un movimiento en cuatro tiempos:

Primer tiempo: reacción increyente de los discípulos. La reacción de muchos discípulos ante las palabras de Jesús se parece mucho a nuestra reacción: Este modo de hablar es duro. ¿No es esta la impresión que a veces tenemos y tienen otras personas con respecto al Evangelio y, sobre todo, con respecto a algunas enseñanzas de la Iglesia?

Segundo tiempo: respuesta de Jesús. Las palabras, por sí mismas, no significan nada. El Espíritu es quien da vida...Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.

Tercer tiempo: pregunta de Jesús. Cuando experimentamos el desconcierto, el cansancio, la dificultad de un compromiso sostenido, cuando se nos hace dura la fidelidad, podemos sentir dirigidas a nosotros las palabras de Jesús: ¿También vosotros queréis marcharos?

Cuarto tiempo: reacción creyente de los discípulos. La experiencia del día a día se impone a las zozobras de los momentos de crisis. Pedro personaliza al creyente que somos cada uno cuando nos dejamos vivificar por el Espíritu: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes Palabras de vida eterna.

La dureza de la fe puede llevarnos al cansancio y al abandono. Son muchos los bautizados que han optado por marcharse, por buscar caminos más sencillos, por no “romperse el coco”. ¿Qué creyente no ha vivido alguna vez esta tentación? Aquí vale, aunque parezca un poco irreverente, el mensaje publicitario del que abusan los fabricantes de detergentes: Busque, compare, y si encuentra algo mejor ... Un creyente de hoy es el que, por más que lo intenta, no encuentra nada mejor que Jesús. Y se le nota. A veces, hasta es conveniente que corra alguna aventura de alejamiento, para que comprenda mejor el tesoro insondable que es Él.

Buen fin de semana. No olvidemos que mañana es el domingo del Buen Pastor. Oremos por nuestros pastores y pidamos al Señor que conceda pastores a su Iglesia “según su corazón”.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


8. 2002

COMENTARIO 1

vv. 61-64: 61Consciente Jesús de que lo criticaban sus discípulos, les dijo: -¿Esto os escandaliza?, 62¿y si vierais subir al Hijo del Hom­bre adonde estaba al principio? 63Es el Espíritu quien da vida, la carne no es de ningún provecho; las exigencias que os he estado exponiendo son espíritu y son vida. 64Pero hay entre vosotros quienes no creen. (Es que Jesús sabía ya desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.)

Jesús afronta la situación: Ellos lo esperan todo de un triunfo terreno; no han comprendido la calidad de vida que él posee y promete; la muerte física no significa un final, no interrumpe la vida (subir adonde estaba antes).

Los términos carne y espíritu reflejan dos concepciones del hombre y, en consecuencia, de Jesús y de su mi­sión: Carne es el hombre no acabado, sin capacidad de entrega y sin vida definitiva; espíritu es el hombre nacido del Espíritu (cf. 3,6), capaz de entregarse por los demás y que posee vida definitiva. Es éste úl­timo el único capaz de crear un mundo nuevo.

Un Mesías, rey do­minador, está destinado al fracaso ("carne"); el Mesías que da su vida para comunicar vida (Espíritu) lleva al éxito su empresa.

vv. 65-67: 65Y añadió: -Por eso os he venido diciendo que nadie puede llegar hasta mí si el Padre no se lo concede. 66Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. 67Preguntó entonces Jesús a los Doce:-¿Es que también vosotros queréis marcharos?

El Padre es quien concede el encuentro con Jesús a los que han aprendido de él (6,45) y se han dejado impulsar hacia Jesús (6,44); el encuentro con Jesús se rea­liza en el don del Espíritu, que el Padre concede. A pesar de la explica­ción, la mayor parte abandona a Jesús definitivamente.

vv. 68-70: 68Le contestó Simón Pedro:-Señor, ¿con quién nos vamos a ir? Tus exigencias comunican vida definitiva, 69y nosotros creemos firmemente y sabemos muy bien que tú eres el Consagrado por Dios 70Les repuso Jesús: -¿No os elegí yo a vosotros, los Doce? Y, sin em­bargo, uno de vosotros es un enemigo.

Jesús no acepta componendas y plantea la cuestión a los Doce, que por boca de Simón Pedro lo reconocen por Mesías (el Consa­grado por Dios) y le dan su adhesión; sin él, van al fracaso (15,4s). El grupo, sin embargo, no es compacto; en él se esconde un ene­migo, dispuesto a entregar a Jesús.



COMENTARIO 2

Después del relato de la conversión de Saulo, el libro de los Hechos vuelve a fijar su atención en Pedro, no sin hacernos antes un balance muy positivo de la situación de la Iglesia: nos dice que gozaba de paz, después de la tormenta de la persecución, y nos dice también que ya se encontraba extendida por todas las regiones de Palestina, el país de la Biblia, la tierra de Jesús. Tales regiones son enumeradas: Judea, Galilea y Samaria.

Hoy contemplamos a Pedro como misionero itinerante. Ha dejado la capital, la comunidad inicial que se ha formado en ella, y se ha encaminado a la región costera, concretamente a la ciudad de Lida, a medio camino entre Jerusalén y el mar. Allí en Lida cura a un paralítico de nombre Eneas. Son curaciones similares a las que hacía Jesús. Manifiestan la bondad y la misericordia de Dios para con los más pobres y necesitados. Corroboran la predicación de la Buena Noticia, el evangelio, que llevan los apóstoles. La fe cristiana se extiende por los alrededores de la ciudad y por la planicie del Sarón: entre las altas montañas y la llanura de la costa.

Luego se nos relata la muerte de una discípula cristiana: Tabita, famosa por sus obras de caridad en la ciudad portuaria de Jafa o Yafo, que actualmente es un suburbio de la moderna Tel-Aviv. La comunidad desamparada de su protectora manda llamar a Pedro porque sabían que se encontraba en la vecina Lida. Y Pedro reitera el milagro de Elías al resucitar al hijo de la viuda (1Re 17, 17-24), de Eliseo al resucitar al hijo de la Sunamita (2Re 4, 18-37) y de Jesús al resucitar a la hija de Jairo (Mt 9, 18-26 y par) o al hijo de la viuda de Naím (Lc 7, 11-17): Pedro resucita, orando lleno de fe, a Tabita y se la presenta viva a la comunidad. Porque la Buena Noticia, el evangelio que predican los apóstoles, es vida y resurrección, y el Señor quiere que lo sepamos con certeza.

Los primeros cristianos comprendieron que solo una particular y especial intervención divina podía explicar la prodigiosa difusión del Evangelio, primero por toda Palestina y los países limítrofes, y luego por todo el Imperio Romano. Por eso no dudaron en contar acciones portentosas, muy similares a las de Jesús, hechas por los apóstoles y sus colaboradores, que venían a apoyar y a confirmar su predicación. Más adelante se contarán acciones similares obradas por Pablo. Es que el Espíritu actúa con poder para mover a los seres humanos a creer.

Los milagros que hacen hoy los misioneros cristianos, los predicadores del evangelio, son un poco distintos de los que narra el libro de los Hechos. Pero expresan la misma realidad: La misericordia y la bondad divinas que asume nuestros dolores y sufrimientos. El amor compasivo de Dios manifestado en la cruz de Jesucristo. Por eso los mejores cristianos de todos los tiempos, y los cristianos de nuestro tiempo, se han entregado en cuerpo y alma al servicio de los pobres y los necesitados: los leprosos, apestados, huérfanos, viudas, encarcelados, cautivos, ignorantes, desempleados. Los enfermos de las peores enfermedades, del sida, por ejemplo, los alcohólicos y drogadictos, las prostitutas y los travestis. Todos aquellos a quienes la sociedad deja de lado en quienes vemos el rostro sufriente del Señor. Es este servicio a los más pobres el testimonio que corrobora la verdad de la Buena Noticia, del Evangelio de Jesús.

En la lectura del evangelio de Juan, la culminación del discurso eucarístico del capítulo 6º , ahora le toca el turno a sus discípulos, de asumir o rechazar la Palabra de Jesús. Como ayer habíamos leído que habían reaccionado los judíos en general, a los discípulos también les parece duro el lenguaje de Jesús. Ese realismo crudo con el que ha hablado de comer su carne y beber su sangre. Actitud que refleja los problemas que tenían algunos cristianos de las comunidades joánicas para comprender, aceptar y vivir el misterio de la eucaristía. Y Jesús los reta con un portento mayor: ¿qué tal que tuvieran que asistir a su entronización gloriosa como Hijo del Hombre, juez escatológico de vivos y muertos? ¿No será preferible, antes de eso, acercarse con humildad y sencillez a compartir con los hermanos el pan y el vino de la eucaristía? ¿A conmemorar la muerte violenta de Jesús por la que nos fueron perdonados los pecados y devuelta la amistad, la paternidad de Dios?

El pan de la eucaristía, carne de Jesucristo, es un pan espiritual, el vino de la eucaristía es una bebida espiritual. Es el Espíritu divino el que hace de la eucaristía un alimento vivificador. Como fue capaz de crear los mundos, de hablar por los profetas, de liberar al pueblo, de hacer que María concibiera virginalmente a Jesucristo, de levantar de la muerte al crucificado dotándolo de la vida misma de Dios. Se trata de confiarse en la palabra de Jesús, de aceptar que Dios Padre lo haya puesto ante nosotros como mediador y salvador, sin escandalizarnos de su humildad y de su mansedumbre.

Muchos discípulos se apartan definitivamente de Jesús. El no se sorprende, sabe que podrá ser negado y hasta traicionado. Conoce la capacidad de nuestra fe. Espera pacientemente nuestra respuesta, por eso interroga a los doce si también ellos quieren irse. Es significativa la respuesta, por boca de Simón Pedro en nombre de todos, incluso de nosotros, discípulos de veinte siglos después: “¿A quién iremos? Tú solo tienes palabras de vida eterna. Creemos y sabemos que eres el enviado definitivo del Padre”.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


9. DOMINICOS 2003

Sábado con María

Señor, tú hiciste de María la llena de gracia; te bendecimos.
María, en este nuevo sábado del tiempo pascual, celebramos tu gozo maternal.
Jesús, María, haced de nosotros y de nuestros corazones vuestra morada.
Jesús, María, sed nuestros reyes de paz, justicia, amor, solidaridad.

El Espíritu Santo y María nunca pueden ni deben estar ausentes en la liturgia de la Iglesia de Cristo y en el corazón de los fieles. Todos fuimos redimidos por el Hijo de Dios que se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María; y en su amor vivimos. Jesús y María son la realización perfecta del ideal de amor que el Evangelio proclama y al que nosotros, como cristianos, debemos aspirar amando a todos con perfecto altruísmo.

Recordemos la sentencia: Si amas al que te ama, bien está, es tu deber. Pero eso hacen incluso los pecadores. Si amas también a quien se te muestra indiferente o displicente contigo, este amor es mejor, pues en él tu corazón se hace más generoso.

Y si amas incluso al que te desprecia u odia, esto es perfecto, porque aquí tu amor sería puro amor, nacido de la grandeza de un corazón que, olvidado de sí, goza en el bien del otro por él mismo.

¿No es ésa la estampa de Jesús que sube hasta la cumbre del Calvario y derrama amor?  ¿No es ésa la estampa de María ofreciendo a su Hijo, ofreciéndose a sí misma, por amor a los pecadores que coronaron de espinas a su Hijo?

No hay tribunal de justicia humana que a ofensores y verdugos perdone su maldad. Pero hay entrañas de amor divino que desde la cruz y el corazón desgarrado perdonan al pecador para que su salvación lo alcance y transfigure.

ORACIÓN:

Jesús, María, que amáis sin medida, perdonáis sin medida, buscáis sin medida la felicidad de todos los redimidos; concedednos un amor tan limpio que, aun exigiendo justicia en el mundo, haga que se rasgue nuestro corazón ante cualquier desdicha que afecte a nuestros hermanos, sean quienes fueren y nos amen o desprecien. Amén.

Palabra en Paz y Fidelidad

Hechos de los apóstoles 9, 31-42:

“Pasado un tiempo, la Iglesia comenzó a gozar de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba animada por el Espíritu.

Pedro recorría el país y bajó a ver a los fieles que residían en Lida... Lida está cerca de Jafa, y en esa ciudad había una discípula llamada Tabita (que significa Gacela), que hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. Sucedió que en aquellos días cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba. Pero al enterarse los discípulos de que Pedro estaba en Lida, enviaron dos hombres a rogarle que fuera a Jafa sin tardar. Pedro se fue con ellos. Le llevaron a la sala donde estaba Tabita.., y mandó salir a todos. Él se arrodilló, se puso a rezar y dirigiéndose a la muerta, dijo: Tabita, levántate. Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó...”

Una delicadeza del divino amor. Una oración humilde de Pedro que se sintió movido por el Espíritu a realizar esa maravilla. Un signo de la ternura de Dios. No importa qué tipo de enfermedad o qué sentido tenía aquella muerte. Lo que nos valen son los `signos’ que hablan de Dios y de su amor.

Evangelio según san Juan 6, 61-70:

“Muchos discípulos de Jesús, al oírle hablar, se dijeron: este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso? Adivinando Jesús que sus discípulos le criticaban, les dijo: ¿esto os hace vacilar?, ¿y si vierais el Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen...

Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿acaso también vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna...”

Este texto nos revela la tensión interna e incluso social que se creó a las personas y discípulos ante el discurso sobre Cristo, Pan de vida. No era para menos. Entender el misterio era inviable. Comprender el valor nuevo de las palabras, en su sentido simbólico-sacramental y espiritual, no estaba al alcance de mentalidades muy sencillas, ligadas a experiencias. Lo cierto es que al mismo Jesús se le marcharon muchos discípulos.

 

Momento de reflexión

La Iglesia crecía bajo el impulso del Espíritu.

Los Hechos de los apóstoles nos muestran cómo la Iglesia primitiva fue entrando poco a poco en un proceso de regulación como comunidad organizada conforme al proyecto de vida evangélica y humana.

Al principio, todos sus caminos partían de Jerusalén, y Pedro, simbólicamente, los recorrió todos, animando a las comunidades, presidiendo su comunión, y engarzando a todos con Cristo Cabeza, Maestro, Fuente de vida. Y en algunas ocasiones no se recató de pedir al Señor que realizara por su mano las ‘maravillas’ que fortalecen la fe.

De aquellas primeras comunidades a la nuestra hay mucha diferencia en número, fuerza, organización. Pero uno solo es el Espíritu que las anima.

Cuidemos la vida de fe en la Iglesia.

Tras celebrar esa página de gozo y de triunfo en la Iglesia que crece y ama, la segunda lectura nos amonesta: Recordad vuestra fe es débil, custodiadla. Y lo hace invitándonos de una escena en la que Jesús habla de cosas fascinantes, pero tan profundas que muchos lo abandonan. Los pone aprueba, revelándoles sus misterios, y ellos se marchan. Al oír hablar del Pan de vida no saben elevarse de la materialidad de la “carne” a la “comida sacramental”.

Aprendamos nosotros. Seamos humildes, no nos suceda lo mismo. Cristo es la verdad y está presente como Pan de vida, pero no intentemos ‘demostrar’ cómo está. Vivamos su presencia y Él nos dará calor, seguridad, esperanza y fortaleza.  


10. ACI DIGITAL 2003

60. Por no haber abierto sus almas a la inteligencia espiritual del misterio, incurren en el sarcasmo de llamar "dura" la doctrina más tierna que haya sido revelada a los hombres. Confrontado en v. 41 y nota: Entonces los judíos se pusieron a murmurar contra El, porque había dicho: "Yo soy el pan que bajó del cielo". Nótese, como siempre, la ingratitud con que responden los hombres a las maravillosas revelaciones que Jesús acaba de hacerles. Véase v. 34 y nota: Le dijeron: "Señor, danos siempre este pan". Siguen creyendo que Jesús habla del pan multiplicado que ellos comieron. No acaban nunca de abrir su entendimiento y su corazón a la fe, como Jesús se lo reprocha en el v. 36. 61. Véase Luc. 20, 17 s., donde el Maestro manso y humilde de corazón es llamado por el mismo Dios "piedra de tropiezo", o sea de escándalo. Cf. Luc. 2, 34; Rom. 9, 32 s., etc. El mismo Jesús dijo muchas veces que los hombres, y también sus discípulos, se escandalizarían de El y de su doctrina, cuya generosidad sobrepasa el alcance de nuestro mezquino corazón (cf. Mat. 11, 6 y nota). De ahí la falta de fe que El señala y reprocha en los v. 36 y 64.

62. Subir: en el misterio de la Ascensión lo verán volver al cielo y ya no se escandalizarán (cf. v. 41 s.) de que se dijese bajado del cielo (v. 33, 46, 50 s., 58), ni podrán creer que les ha hablado de comerlo como los antropófagos (cf. v. 52).

63. La carne para nada aprovecha: Enseñanza tan enorme y preciosa como poco aprovechada. Porque es difícil de admitir para el que no ha hecho la experiencia y para el que no escucha a Jesús como un niño, que acepta sin discutirle al Maestro. Quiere decir que "la carne miente", porque lo tangible y material se nos presenta como lo más real y positivo, y Jesús nos dice que la verdadera realidad está en el espíritu, que no se ve (cf. II Cor. 4, 18). El hombre "prudente" piensa que las palabras son humo y ociosidad. Quiere "cosas y no palabras". Jesús reivindica aquí a la palabra - no la humana pero sí la divina - mostrándonos que en ella se esconde la vida, porque El es a un tiempo la vida y la Palabra: el Verbo. Véase 1, 4; 14, 6. Por eso S. Juan lo llama el Verbo de la vida (I. Juan 1, 1). Y de ahí que no solamente la Palabra es fuente de obras buenas (II Tim. 3, 16 s.) sino que el estar oyéndolo a El y creyéndole, es "la obra" por antonomasia (v. 29), la mejor parte (Luc. 10, 42), la gran bienaventuranza (Luc. 11, 28). 65. Véase los vers. 44 y 64: "Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió, no lo atrae; y Yo lo resucitaré en el último día. No es que alguien haya visto al Padre, sino Aquel que viene de Dios, Ese ha visto al Padre".

68. Los apóstoles (con excepción de Judas Iscariote, que más tarde fue el traidor) sostuvieron esta vez gloriosamente la prueba de su fe. Pedro habla aquí, como en otros casos, en nombre de todos (14, 27; Mat. 16, 16). El Santo de Dios: véase Luc. 1, 35: El ángel le respondió y dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios".

70. Jesús entrega a nuestra meditación esta sorprendente y terrible verdad de que el hecho de ser auténticamente elegido y puesto por El no impide ser manejado por Satanás.


11.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Por el Bautismo fuísteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con Él, porque habéis creido en la fuerza de Dios que lo resucitó. Aleluya» (Col 2,12).

Colecta (compuesta con textos del Gelasiano y del Gregoriano): «Oh Dios, que has renovado por las aguas del bautismo a los que creen en ti, concede tu ayuda a los que han renacido en Cristo, para que venzan las insidias del Mal y permanezcan siempre fieles a los dones que de Ti han recibido».

Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo, para que, bajo tu protección, no pierda ninguno de tus bienes y descubra los que permanecen para siempre».

Comunión: «Padre, por ellos ruego, para que todos sean uno en nosotros, y así crea el mundo que tú me has enviado, dice el Señor. Aleluya» (Jn 17,20-21).

Postcomunión: «Dios Todopoderoso, no ceses de proteger con amor a los que has salvado, para que así, quienes hemos sido redimidos por la pasión de tu Hijo, podamos alegrarnos en su resurrección».

Hechos 9,31-42: La Iglesia se iba construyendo y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo. La actividad apostólica de Pedro se desarrolla en un principio dentro de un período de paz para la Iglesia. El Apóstol cura a un paralítico de Lidia y resucita a una mujer en Jafa, provocando con ello nuevas conversiones. La asamblea eucarística realiza y construye continuamente la comunidad de salvación, que es la Iglesia. En ella encontramos la paz del Espíritu Santo y el aliento para una vida al servicio del Señor y de los hermanos. San Cipriano comenta:

«En los Hechos de los Apóstoles está claro que las limosnas no sólo ayudan al pobre. Habiendo enfermado y muerto Tabita, que hacía muchas buenas obras y limosnas, fue llamado Pedro y apenas se presentó, con toda diligencia de su caridad apostólica, le rodearon las viudas con lágrimas y súplicas... rogando por la difunta más con sus gestos que con sus palabras. Creyó Pedro que podría lograrse lo que pedían de manera tan insistente y que no faltaría el auxilio de Cristo a las súplicas de los pobres en quienes Él había sido vestido... No dejó, en efecto, de prestar su auxilio a Pedro, al que había dicho en el Evangelio que se concedería todo lo que se pidiera en su nombre. Por tal causa se interrumpe la muerte y la mujer vuelve a la vida y con admiración de todos se reanima, retornando a la luz del mundo el cuerpo resucitado. Tanto pudieron las obras de misericordia, tanto poder ejercieron las obras buenas» (Sobre las obras y limosnas 6).

–Con su resurrección Cristo ha vencido a la muerte. Las cadenas que nos ataban han quedado definitivamente rotas. Jesús nos ha salvado ¿Cómo pagar tan inmenso bien? La Santa Misa es la acción de gracias más agradable al Padre. Con el Salmo 115 decimos: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombres. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. Mucho le cuesta al Señor la muerte de su fieles. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor».

Juan 6,61-70: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Algunos discípulos abandonan a Jesús ante sus llamativas afirmaciones, pero Simón Pedro proclama su fe en Él, el Mesías, el Hijo de Dios. Comenta San Agustín:

«¿Nos alejas de Ti? Danos otros igual que Tú. ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Mirad cómo comprendió esto Pedro con la ayuda de Dios y confortación del Espíritu Santo. ¿De dónde le viene esta inteligencia sino de su fe? Tú tienes palabras de vida eterna. Porque Tú das la vida eterna en el servicio de tu cuerpo y de tu sangre y nosotros hemos creído y entendido. No entendimos y creímos, sino creímos y entendimos. Creímos, pues, para llegar a comprender; porque si quisiéramos entender primero y creer después, no nos hubiera sido posible entender sin creer. ¿Qué es lo que hemos creído y qué lo que hemos entendido? Que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, es decir, que Tú eres la misma vida eterna y que no comunicas en el servicio de carne y sangre sino lo que Tú eres» (Tratado 27,9 sobre el Evangelio de San Juan).


12. DOMINICOS 2004

Vivamos trabajando con María y con José

Señor, tú hiciste a María la llena de gracia; te bendecimos.

En la Pascua de luz, celebremos tu gozo maternal Jesús, María, haced en nuestros corazones vuestra morada.

La piedad popular y nuestra devoción se congratulan hoy, sábado, con María, la Madre de Cristo, el Señor, con san José Obrero.

En el corazón de los fieles, redimidos por el Hijo de Dios, encarnado en el seno de la Virgen María, siempre hay lugar reservado a la elegida por madre. A ninguna otra criatura podemos tener más cerca del trono de Dios, ni tan amada.

En el corazón, en el esfuerzo y en las manos de José tenemos el ejemplo de una vida laboriosa que da pan a la mesa familiar y gloria al Creador.

Pidámosles especialmente que nos ayuden y animen a propagar el misterio de Cristo resucitado, alegría de los pueblos, esperanza de los pobres, fortaleza de los débiles, misericordia perdonadora, y que nos fuercen amorosamente a ser solidarios en la tierra con los más necesitados de pan, justicia y amor.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 9, 31-42:
“Pasado un tiempo, la Iglesia comenzó a gozar de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu.

Pedro, por ejemplo, recorría el país, y bajó a ver a los fieles que residían en Lida..., cerca de Jafa. En Jafa estaba una discípula llamada Tabita (que significa Gacela), que hacía infinidad de obras buenas y de limosnas.

Por aquellos días precisamente Tabita cayó enferma y murió. Y, muerta, la lavaron y la pusieron en la sala de arriba de la casa. Pero algunos discípulos de Pedro, al enterarse de que él estaba en Lida, enviaron dos hombres a rogarle que fuera a Jafa sin tardar. Pedro les complació y se fue con ellos.

En Jefe, lo llevaron a la sala donde estaba Tabita... y él mandó salir a todos; se arrodilló, se puso a rezar, y, dirigiéndose a la muerta, dijo: Tabita, levántate. Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó...”

Evangelio según san Juan 6, 61-70:
“Muchos discípulos de Jesús, al oírle hablar {del pan de vida y de comer su carne}, se dijeron: este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: ¿esto os hace vacilar?, ¿y si vierais el Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen...

Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿acaso también vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna...”


Reflexión para este día
El libro de los Hechos nos muestra cómo la Iglesia se va organizando con sentido de comunidad, institución, proyecto de evangelización. A primera vista, todos sus movimientos parten de Jerusalén, como hoy nos lo sugieren las acciones de Pedro que preside la vida de los creyentes.

Si bien Jesús no instituyó una Iglesia orgánica al modo como hoy la tenemos, puso en marcha la comunidad de fieles discípulos que, dotados de cualidades humanas y espirituales, pondrán las primeras piedras del edificio con servicios de amor, fe, acogida, alabanza, misión evangelizadora.

La antorcha de su vida era la fe; su fuego, el celo de salvación; su meta, el Reino; y su alimento, la Eucaristía, Pan de vida. Séalo también


13.

Reflexión:

Hay que desconfiar de los que venden la felicidad a bajo precio, como sospechamos cuando en el mercado nos “brindan” la fruta o el pescado casi regalados, seguros de que están podridos o rancios. Ninguna felicidad VERDADERA es barata.

La felicidad que Cristo nos ofrece es tan luminosa y clara que mucha gente no la ve. Muchos la confunden con estrellas del antojo e ilusiones superficiales y endebles. Pero, claro, cuando a veces esta felicidad verdadera se oculta, se acobardan, se alejan, se amedrentan y como muchos de los discípulos no admiten y ven como inadmisibles las palabras de Jesús.

¿Por qué? Porque eran unos discípulos que buscaban la felicidad barata de los milagros, de los panes y peces gratis, que buscaban y estaban con Jesús mientras no se presentaba ninguna cuesta arriba.

Todas las “aventuras” con Cristo son calvarios, cuestan. Pero el que se embarque con Él será verdaderamente feliz aunque no vivirá despreocupado y comodón. Habrá cosas que ignorará y no comprenderá, pero quien persevera hasta el final se salvará. Será verdadera y eternamente feliz.


14. 2004

LECTURAS: HECH 9, 31-42; SAL 115; JN 6, 60-69

Hech. 9, 31-42. La realización de los milagros por parte de Pedro dan cumplimiento a la promesa del Señor: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes con sus manos y, aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y estos sanarán. El Señor confirma con señales el anuncio que se hace de su Palabra. No es el predicador quien busca su propia gloria; busca, más bien, la gloria de Dios. Pues no son los milagros que uno pudiera realizar en el Nombre de Jesús lo que indica que uno es santo, sino que más bien demuestra la santidad y el poder del Nombre del Señor. Efectivamente, nos dice el Señor: en aquel día muchos me dirán: ¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Pero yo les responderé: No los conozco. ¡Apártense de mí, malvados! Quien se hace propaganda a sí mismo haciendo gala de revelaciones o de milagros realizados, o quien acepta, incluso con una falsa humildad, ser glorificado por todo ello en esta vida, ya recibió su recompensa y todo se estará perdiendo en el aplauso de los hombres. La Señales con que el Señor confirma la autenticidad de sus enviados están al servicio del Evangelio, para que todos reconozcan y alaben al Señor. Nosotros, ante los logros que se vayan teniendo sólo tenemos derecho a decir: Somos siervos inútiles; sólo hicimos lo que debíamos hacer. Pero, además, debemos ser los primeros en aceptar y hacer nuestra la salvación de Dios, para que no sólo nuestras palabras, sino nuestras obras y nuestra vida misma, se conviertan en el testimonio mediante el cual anunciemos que el Evangelio realmente es eficaz y puede salvar a todo aquel que crea en Él.

Sal. 115. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Dios está siempre cerca de sus fieles para librarlos de la muerte. Quien invoque al Señor jamás será defraudado por Él. Desde la resurrección de Cristo el camino de la humanidad tiene un nuevo significado: Quien crea en Cristo Jesús, aun cuando tenga que pasar por la muerte, debe saber que después de la cruz está la resurrección y la glorificación junto a Él. Por eso no tengamos miedo en ofrecerle a Dios nuestra propia vida como una ofrenda agradable a su Santo Nombre, sabiendo que Él velará siempre por nosotros y nos llevará sanos y salvos a su Reino celestial.

Jn. 6, 60-69. La fe en Jesús no es obra del hombre, sino del Espíritu que habita en nosotros, porque Dios lo ha derramado sin medida en el corazón de los creyentes. Nadie puede decir: Jesús es Señor, sino movido por el Espíritu Santo. Creer en Jesús e ir tras sus huellas con toda lealtad significa que realmente hemos abierto nuestro corazón al Espíritu Santo. Quien aparentemente está con el Señor porque se arrodilla ante Él y lleva a efecto algunos actos de piedad, pero después vive como si no conociera a Dios está manifestando, más que con sus palabras con sus obras que ha abandonado al Señor para irse tras los propios pensamientos inútiles, pensando encontrar vida eterna en cisternas rotas que no pueden retener el agua. El Señor Jesús, convertido en nuestro pan de vida, ahora vive glorificado a la diestra de Dios Padre. ¿Nos dejamos atraer hacia Él para ser sanados de la ponzoña del pecado, o volvemos la mirada hacia otro lado rechazando a Aquel a quien el Padre Dios constituyó como nuestro único camino de perdón y de salvación? Ojalá y realmente creamos en Cristo no vivamos como traidores al amor que Él nos ha tenido.

Dios, el Dios de vida y no de muerte, ha venido a restaurar nuestra humanidad herida por el pecado y del que el pago es la muerte. Nosotros tenemos el precio de lo que vale la sangre derramada por el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, para que ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Al participar de la Eucaristía estamos permitiéndole a Dios que por medio del Misterio Pascual de su Hijo seamos restaurados en lo más íntimo de nuestro ser, para que volvamos a Él ya no como esclavos sino como hijos en el Hijo. Ojalá y nuestra presencia ante el Señor en la Eucaristía no esté envuelta en la hipocresía, de tal forma que aparentemente lo adoremos y bendigamos para después marcharnos lejos de Él y profanar su santo Nombre ante las naciones a causa de llevar una vida de escándalo, de maldad y de pecado. Si nos hemos hecho uno con Cristo manifestemos con nuestras buenas obras que en verdad el Espíritu Santo nos conduce a confesar no sólo con los labios, sino con la vida que Cristo es realmente nuestro Dios y Señor.

La Iglesia de Cristo está llamada a ser portadora de Vida; de la Vida que nos viene del mismo Dios. En el cumplimiento de la misión que el Señor nos ha confiado nos encontraremos con muchas personas deterioradas por el pecado, por la enfermedad, por la pobreza, por la injusticia. No podemos pasar de largo ante ellos sin ser unos traidores a Cristo y a su Evangelio. No sólo abandona a Cristo quien deja de orar, sino también quien cierra sus ojos ante el sufrimiento de su hermano y, para justificar su egoísmo, se pregunta: ¿acaso soy yo el responsable de mi hermano? La Eucaristía nos hace entrar en una comunión íntima con Cristo. Pero la Eucaristía nos lanza para que nosotros vayamos como Pan de Vida a continuar fortaleciendo a quienes necesitan de una mano que, en nombre de Dios, se les tienda para devolverles su dignidad, para levantarlos de sus tumbas de maldad y para ayudarles a caminar en el bien. Quienes recibimos la misión de proclamar el Evangelio de salvación y de vida no podemos llegar a los demás para después seguirlos presentando muertos a causa de sus pecados; mientras por medio nuestro el Señor no haga que hasta los muertos se levanten, estaremos fallando a la Misión que el Señor no confió de ir y buscar todo lo que se había perdido, para hacerlo volver a Dios a través del perdón de los pecados y de la reconciliación que nos ha ofrecido por medio de la entrega de su propio Hijo.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser portadores de signos de Vida y no de muerte, pues hemos sido bautizados en Cristo, Señor de la vida y Vida eterna, que quiere que ya desde ahora poseamos y manifestemos, como verdaderos discípulos suyos, el Don que de Él hemos recibido hasta que lleguemos a la posesión definitiva de los bienes eternos. Amén.

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15. ARCHIMADRID 2004

SEMBRADORES DE PAZ Y ALEGRÍA

“La Iglesia gozaba de paz”. La Bienaventuranza dirigida a los “pacíficos”, es de las más significativas de Jesús. La mansedumbre, la bondad, el anonadamiento… todos éstos son títulos que, o bien los dirigía la gente al Señor, o el propio Jesús se atribuía a sí mismo. Es cierto, vivimos tiempos en que los deseos de paz se han “institucionalizado” mundialmente. Pero, habría que preguntarse, si esos deseos corresponden a lo que todo ser humano necesita, o bien son meros mecanismos de las denominadas “sociedades democráticas”, que por demagogia, han establecido que hay que actuar con criterios de consenso. Es decir, la paz que nos da Cristo es la Paz de Dios, mientras la que nos ofrece el mundo es una paz tantas veces manejada por intereses o criterios de conveniencia. Esto no significa que las grandes instituciones internacionales, ong’s, etc, busquen sinceramente acuerdos que lleven a ciertos equilibrios de concordia o conciliación, sino que el interrogante viene si, en verdad, satisface las esperanzas profundas de toda persona. Sólo Dios puede calmar esa insatisfacción humana, porque sólo Él “conoce” el interior del hombre.

¿Nuestro papel en todo esto?… De la misma manera que hicieron los primeros cristianos, nuestra evangelización ha de consistir en sembrar paz y alegría. El pesimismo no existe en nuestro vocabulario, porque gracias a los meritos del Hijo de Dios, somos capaces de transformar todas las cosas mediante la oración y la entrega personal. Y es que la Iglesia es verdadera maestra en todo lo que concierne a obrar milagros, pero los de verdad, aquellos que anidan en el corazón, y que, de la misma manera que Tabita, puede decir en nombre de Cristo: “¡Levántate!”.

“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. La única correspondencia que nos pide Dios es la de la gratitud y la lealtad. Cuando Jesús relataba cada una de las Bienaventuranzas, pensaba en cada uno de nosotros: los perseguidos, los que lloran, los que sufren… pero, además, entraba en el mismo “saco” los limpios de corazón, los pacíficos, etc. Esa “mezcla” entre lo bueno y lo malo que puede aparecer a primera vista, es de una coherencia sobrenatural que debe asombrarnos. Se trata del mismo recorrido que hizo Cristo, y nosotros hemos sido llamados por Él para acompañarle y dar testimonio de lo que en verdad es el hombre: un ser limitado con aspiraciones de eternidad.

“Señor, ¿a quién vamos acudir?”. Esta expresión, independientemente de cómo puedan resultar de duras las palabras de Jesús, no es otra cosa sino abandonarnos al misterio de Dios: incompresible para el mundo, lleno de luz para los que creemos… porque, “Tú tienes palabras de vida eterna”.

¿No nos llena todo esto de una profunda alegría, y no nos empuja a contagiarla a los demás?

Mira, si no, la figura amable de San José (hoy en su fiesta “de faena”), trabajador incansable que es maestro de interioridad hecha entrega diaria. Y mira a María, hoy empezamos el mes dedicado a ella: que bajo su luz aprendas a hilvanar esa paz verdadera que viene de Dios.


16. Fray Nelson Sábado 16 de Abril de 2005

Temas de las lecturas: La comunidad cristiana crecía, animada por el Espíritu Santo * Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

1. Poder de Cristo
1.1 Solemos asociar la palabra "poder" con un riesgo, una amenaza. Sucede así porque los poderosos que hemos conocido utilizan a menudo su fuerza en provecho propio, de modo que su ascenso se logra sobre la ruina o desgracia de otros menos favorecidos.

1.2 Por eso es grande encontrarse con el poder de Cristo, el Señor de la Gloria, el Pastor Bueno, el Hermano Compasivo, el Humilde y Manso de Corazón. ¡He aquí por fin uno que une a su fuerza su misericordia, y a su sabiduría su incomparable poder!

1.3 El poder de Cristo brilla en todo pero nosotros lo descubrimos más rápidamente y mejor en los enfermos y caídos. Eneas, tullido, y Tabita, ya difunta, son la imagen viva de aquellos inocentes y bondadosos que han quedado tendidos a lo largo del camino. Viene en ayuda de su desfallecimiento la energía de Cristo, que ha vencido a la enfermedad y la muerte.

1.4 Nosotros tenemos seguramente algo o mucho de esos desfallecidos. Como Tabita hemos tratado de lograr muchas cosas buenas que nos han quedado a medio hacer. La palabra de Pedro en esta primera lectura nos levanta en el Nombre de Jesús y nos da el vigor que por nosotros mismos no teníamos.

2. ¿A quién iremos?
2.1 En el evangelio de hoy continuamos reflexionando sobre el Pan de la Vida. Cristo ha declarado su carne como alimento de verdad y ha enseñado que la bebida verdadera es su propia Sangre. Un anuncio que desborda nuestras expectativas y compromete de tal modo nuestro corazón en gratitud y obediencia, que muchos dan la espalda. Al fin y al cabo ya se habían llenado el vientre por una tarde.

2.2 En el Evangelio según san Mateo se llama a Cristo "Dios con nosotros". Lo que no es seguro es que queramos ser "Nosotros con Él". Él quiere ser Pan para nosotros; lo que no es seguro es que nosotros queramos ser hambre que acoge su pan.

2.3 El tono de Cristo en uno de los momentos más duros de su ministerio público sigue siendo claro y valiente. No entra en lamentaciones por los que se van ni en negociaciones con los que aún se quedan. Ha ofrecido todo su amor; no tiene cartas escondidas ni tampoco un "Plan B". Simplemente se ha dado a sí mismo. Acogerlo es salvarse; rechazarlo es condenarse.


17.