VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 5, 34-42 

2ª: Jn 6, 1-15  = DOMINGO 17B


1.

Fariseo de tendencia liberal, Gamaliel fue el profesor de Pablo de Tarso. Cuando fueron detenidos los apóstoles, sugirió al tribunal que dejara que las cosas siguieran su curso. Según él, si el movimiento cristiano venía de Dios, los hombres no podrían nada contra él; si, por el contrario, venía de los hombres, desaparecería por sí mismo. La historia reciente de Israel ¿no aportaba ejemplos de movimientos que sólo habían sido fuegos artificiales? Teudas, que pretendía hacer pasar el Jordán a pie enjuto a sus partidarios, había sido muerto; y en tiempos del propio Gamaliel, Judas el Galileo animaba el movimiento zelota, abiertamente opuesto a la ocupación romana.

En el fondo, el eminente doctor no había sospechado el carácter explosivo de la predicación de los apóstoles, la cual no tenía ningún fin político ni invitaba a retirarse a la austeridad del desierto, sino que se dirigía al corazón del hombre y pretendía dar respuesta a las preguntas que éste se plantea. Estaba animada por el Espíritu, y veía en la cruz de Cristo todo el amor con que el corazón de Dios se desborda por el hombre. Se iba a comprobar que, verdaderamente, un poco de levadura es suficiente para que la masa crezca.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 150


2.

-Un fariseo, llamado Gamaliel se levantó en medio del Gran Consejo.

Este fariseo prestigioso se atreve a comprometerse y da su opinión contraria a la de sus colegas. Gamaliel fue el maestro de san Pablo. (Hechos 22,3)

-Mirad: hace algún tiempo se levantó Teudas... Luego Judas, el Galileo... que reunieron algunos adeptos...

Gamaliel alude a las dos insurrecciones más recientes, ambas fracasaron. Su conocimiento de la historia le permite afirmar que el movimiento suscitado por los apóstoles tendrá la misma suerte si Dios no está con ellos.

Esto nos pone ante la situación en la que se hallaba el cristianismo primitivo: se tomaba por una secta, por un partido nuevo...

-Si su empresa viene de los hombres, se destruirá por sí misma.

Si realmente procede de Dios, no llegaréis a destruirla.

Este fariseo es un hombre recto y espiritual. Invita a los jueces a reconsiderarlo ¡ante «Dios»! ¿Cuál es el punto de vista de Dios respecto al asunto que tratamos de juzgar?

¡Esta era ciertamente la cuestión importante!. En mi vida personal es también "la" cuestión importante: edificar con Dios... trabajar en la empresa de Dios...

Cooperar a la acción de Dios en el mundo... Lo restante se destruirá por sí mismo.

Llegar a ver todo esto muy claro, me permitiría establecer una jerarquía en mis ocupaciones ¿Qué es lo útil, lo necesario? Señor, ¿en qué puedo cooperar con tu acción en el mundo, HOY?

-No sea que os encontréis luchando contra Dios.

Efectivamente, si se reflexiona, esa actitud aparece peligrosa y pretenciosa hasta el ridículo ¿Cómo podría uno oponerse a ti, Señor?

Y, sin embargo, lo hacemos con frecuencia. Cada uno de nuestros pecados es algo así.

¡Que ninguno de mis pecados sea hecho «exprofeso»! ¡Que ninguno sea calculado para oponerse a ti! Sé que me opongo a ti, Señor, con mis pecados, pero que sea por descuido u olvido. Concédeme la gracia de no entrar nunca "en lucha" contra ti, consciente y directamente.

-Después de haberles azotado, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y les dejaron libres... Salieron del Gran Consejo muy contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús.

Trato de imaginar esa "salida" ¡Unos hombres «muy contentos»!

La espalda lastimada por los golpes recibidos. Han sido flagelados -como Jesús-. Pero no están abatidos. Cantan, charlan alegremente. ¡Están contentos! Salen fortalecidos.

Nada les impedirá hablar y continuar. Tienen muchas cosas buenas y hermosas por decir. Son portadores de una buena nueva y se sienten felices de comunicarla.

¿Es así como concibo yo el apostolado?

-¡Y cada día en el templo, no cesaban de enseñar y anunciar la «Buena Nueva» de Jesucristo!

Sí, Jesucristo no está muerto.

Está vivo. Ellos viven.

Viven de El, viven con El. Todo un ser desbordado de vida y de vitalidad. Concédenos vivir contigo. Da a tu Iglesia esa vitalidad. A todos los cristianos, dales la fe... la fe en la vida, la fe en la Resurrección.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 194 s.


3.

Empezamos hoy la lectura del famoso capítulo 6 de san Juan: es una verdadera síntesis teológica sobre la eucaristía y sobre la fe. Según un procedimiento de composición, habitual en san Juan, tendremos el relato de dos milagros, luego un largo discurso de Jesús que expresa y prolonga la significación de estos dos "signos" prodigiosos. La lectura de este conjunto abarcará toda la próxima semana.

1) Multiplicación de los panes.

2) Marcha sobre las aguas.

3) Discurso sobre el Pan de Vida.

-Al otro lado del lago le seguía una gran muchedumbre porque había visto los signos que hacía... subió Jesús al monte y se sentó con sus discípulos. Estaba cercana la Pascua, la gran fiesta de los judíos.

La alusión explícita a la proximidad de la Pascua... y, como enseguida veremos, la fórmula de bendición de los panes (eucaristasas en griego) que es exactamente la utilizada durante la Cena-comida pascual... prueban que san Juan pensaba ciertamente en la Eucaristía. No olvidemos, además, que cuando Juan escribió este relato, la Iglesia tenía ya una práctica de al menos unos 40 o 50 años de celebraciones eucarísticas.

-Levantando pues los ojos, y contemplando la gran muchedumbre que venía a El, dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para dar de comer a estos?" Dios es amor, dirá san Juan en su primera Epístola.

Jesús es amor, nos revela a Dios.

Jesús ve las necesidades de los hombres. Jesús se preocupa de la felicidad de los hombres. Jesús tiene presente la vida de los hombres.

Su milagro de la multiplicación de los panes, como su sacramento de eucaristía... son gestos de amor.

¡Me paro a escuchar tu voz, Jesús! Eres Tú quien nos interroga, quien nos provoca. Eres Tú, Señor, quien nos pide saber mirar el hambre de los hombres, y sus necesidades aun las más prosaicas... "para que tengan de qué comer" Tú dices... ¡simplemente de qué comer! Y nosotros que tan a menudo soñamos en un Dios lejano, en las nubes. Eres Tú que nos conduces a nuestra vida humana cotidiana. Amar... ¡ahí está! es un humilde servicio cotidiano.

-Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente?

Ante los grandes problemas humanos -el Hambre, la Paz, la Justicia- repetimos constantemente la misma respuesta: "¿qué podemos hacer nosotros? esto nos rebasa."

Retengo la inmensa desproporción: 5 panes... 2 peces... 5.000 hombres.

-Jesús tomó los panes, y, habiendo "eucaristiado" -habiendo "dado gracias"- se los distribuyó.

Dar Gracias. Agradecer a Dios.

Tal es el sentimiento de Jesús en este instante. Piensa en otra multiplicación de "panes".

Piensa en el inaudito misterio de la comida pascual que ofrecerá a los hombres de todos los tiempos. No descuida el "hambre corporal", pero piensa sobre todo en el "hambre de Dios" que es de tal modo más grave aún para los hombres.

-"Verdaderamente éste es el gran profeta, que ha de venir al mundo." Pero Jesús conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey se retiró otra vez al monte El solo.

Jesús no quiere dejar creer que El trabaja para un reino terrestre. Su proyecto no es político, incluso si tiene incidencias humanas profundas. Jesús no entra directamente en el proyecto de "liberación" cívica en el que sus contemporáneos quisieran arrastrarle. Esto será por otra parte la gran decepción de estas gentes, que le abandonarán todos. Jesús piensa que su proyecto es otro: su gran discurso sobre el "pan de la vida eterna" nos revelará ese "proyecto".

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 198 s.


4.

1. a) Sensato razonamiento el que propone Gamaliel a sus compañeros del Sanedrín, indignados por el discurso de Pedro.

Gamaliel era doctor de la ley, y sabemos que fue maestro de Pablo. Era de la escuela de Hillel, conocida por su talante más liberal y una interpretación más humana y amplia de la ley.

Las autoridades de Israel no se tienen que precipitar en su juicio: no vayan a oponerse a la voluntad de Dios. Por muy incómoda que sea la actitud de estos discípulos de Jesús, los miembros del Sanedrín no se deberían dejar guiar de motivaciones viscerales, sino de una sensatez hecha de fe en Dios y de prudencia humana.

Los apóstoles, por su parte, siguen sorprendentemente valientes, impertérritos en su propósito de seguir anunciando a Cristo Jesús, a pesar de todas las prohibiciones. Al pie de la cruz casi todos habían huido cobardemente. Ahora, después de recibir los azotes, aparecen «contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús».

b) Una primera lección nos la da Gamaliel a los cristianos de hoy. No tendríamos que asustarnos demasiado de los varios movimientos, más o menos «mesiánicos», que van apareciendo también en nuestros tiempos. Es difícil ejercitar lúcidamente un discernimiento de estos casos. Cuántas veces en la historia, personas que habían sida perseguidas y tachadas de heterodoxas en su tiempo, luego resultaron ser proféticas -por tanto incómodas- y claramente movidas por el Espíritu para bien de su Iglesia. Y viceversa: movimientos que parecían brillantes se demostraron vacíos de Espíritu y cayeron por su propio peso.

El problema ha sido de siempre. En el libro de los Hechos, en días sucesivos, encontraremos momentos en que los responsables de la comunidad tuvieron que ejercitar -casi siempre comunitariamente, con el parecer de todos- el discernimiento sobre las situaciones que se iban creando, por ejemplo de los cambios que se iban a dar en la nueva comunidad de Antioquía.

No es que haya que ignorar los hechos o las direcciones nuevas que van surgiendo, que en efecto pueden ser o muy beneficiosas o perjudiciales para la vida de la comunidad. Pero el discernimiento hay que hacerlo sin angustias, sin prisas y comunitariamente. Y con la finalidad de ser fieles a la voluntad del Espíritu, no a nuestros gustos o intereses: discerniendo, por tanto, también nuestras propias motivaciones en el apoyo o en el rechazo de los varios casos.

Es lo que Jesús recomendó a sus discípulos, con la parábola del trigo y la cizaña, para que no se precipitaran ni en sus juicios ni en sus decisiones.

c) De nuevo el ejemplo de los apóstoles nos pone en evidencia.

Ellos están dispuestos no sólo a seguir predicando, sino a asumir los sufrimientos que su misión comporte. Siguiendo el ejemplo de su Maestro, ya saben que van a ser perseguidos.

Y hasta son capaces de entender ahora la bienaventuranza que en su tiempo tal vez les pareció extraña: «bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa: alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 11-12).

2. a) A partir de hoy, y durante ocho días, escuchamos el capítulo 6 del evangelio de Juan, el discurso del Pan de Vida.

Los evangelistas cuentan repetidas veces el milagro de la multiplicación de los panes. El relato de Juan es importante y programático para entender la persona de Jesús, y en concreto el lugar que el binomio Fe y Eucaristía ocupan en la comunidad cristiana.

La escena cuenta con detalles expresivos: la iniciativa del mismo Jesús conmovido por la fidelidad de la gente, a pesar del no excesivo entusiasmo de sus apóstoles por la idea; su protagonismo, más subrayado en Juan que en los relatos de los otros evangelistas; la cercanía del día de Pascua, matiz simbólico recordado por Juan; la simpática aportación de los cinco panes y los dos peces por parte de un joven; la reacción humana y «política» de la gente que quiere a Jesús como rey, entendiendo mal su mesianismo, Ia terminología «eucarística» del relato, aunque evidentemente no sea una Eucaristía: el milagro va a ser interpretado -como leeremos los próximos días- como un «signo» revelador de la persona de Jesús, y en último término referido claramente a la Eucaristía que celebra la comunidad cristiana.

b) En un mundo también ahora desconcertado y hambriento, Cristo Jesús nos invita a la continuada multiplicación de su Pan, que es él mismo, su Cuerpo y su Sangre.

También ahora la Eucaristía se puede entender como relacionada a los dones humanos y limitados, pero dones al fin, que podemos aportar nosotros. Los cinco panes y dos peces del joven pueden compararse a los deseos de justicia y de paz por parte de la humanidad, el amor ecologista a la naturaleza, la igualdad apetecida entre hombres y mujeres, y entre razas y razas, los progresos de la ciencia: Jesús multiplica esos panes y se nos da él mismo como el alimento vital y la respuesta a las mejores aspiraciones de la humanidad.

Nosotros, los que podemos gozar de la Eucaristía diaria, apreciamos más todavía el don de Cristo que se nos da como Palabra iluminadora y como Pan de vida.

«Para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz» (oración)

«Ningún día dejaban de enseñar anunciando el evangelio de Jesucristo» (1ª lectura)

«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?» (salmo)

«Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (salmo)

«Dios todopoderoso, no ceses de proteger con amor a los que has salvado» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 54-57


5.

Primera lectura : Hechos 5, 34-42 Si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios

Salmo responsorial : 26, 1-4.13-14 Una cosa pido al Señor: habitar en su casa

Evangelio : Juan 6, 1-15 Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces

La muchedumbre sigue a Jesús por diversas causas: o por sus milagros, o por curiosidad, o por necesidad, o por compromiso personal... El escenario de esta muchedumbre tan diversa es ahora el lago de Galilea. Aquí el evangelista Juan nos va a narrar, a su modo, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

La muchedumbre, en todo caso, a pesar de su diversidad, tiene algo en común: el hambre. Jesús quiere responder a este problema, pero dejándonos una enseñanza. No se trata sólo de llenar el estómago. Se trata de hacer nacer la solidaridad, que es el milagro del futuro. La narración comienza contradiciendo el planteamiento tradicional y natural de que para dar de comer a mucha gente, hace falta mucho dinero».

Jesús quiere demostrar que el dinero no lo es todo. Toma lo poco que los discípulos tienen -unos cuantos panes y unos peces-, lo bendice y se lo devuelve para que lo repartan. A partir de aquí, desde la entrega de lo que se tiene, se realiza el milagro. Lo importante es dar lo que se tiene», compartir. Y hay una cosa que los pobres siempre tienen: esperanzas, ilusiones, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, experiencia, lecciones duras que les ha dado la vida... Éste es el aporte de los pobres al milagro que esperan de mejorar su calidad de vida. ¡Cuántas transformaciones -cuántos milagros- empiezan con sólo las utopías, o los descontentos del pueblo!

En nuestros proyectos populares, por muy bien pensados y financiados que estén, siempre habrá lugar para el milagro, porque un proyecto popular no consiste en entregar al pueblo una obra, sino en que el pueblo se la apropie y aprenda a compartirla en solidaridad. Esto nunca es fruto del dinero, sino de la transformación interior: la cuota, el aporte de Dios. Dios hará ese milagro, si el pueblo pone su parte.

Esta dinámica del aporte permitirá organizar una sociedad alternativa, permitirá acercarnos un poco más a esa Sociedad Nueva que Dios en todo caso quiere que vayamos construyendo, donde el dinero no sea lo más importante, sino la complementariedad, el amor mutuo, la solidaridad de/con los pobres.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6.

El libro de los Hechos nos presenta el proceso de constitución de la Iglesia primitiva bajo la acción del Espíritu Santo. Después del segundo enfrentamiento con las autoridades del templo, los apóstoles continúan su enseñanza. Poco a poco van abandonando los lugares habituales de predicación (Templo, sinagogas, puertas de las ciudades) e inician la misión "puerta a puerta". La visita evangelizadora a las casas comienza a perfilarse como una opción razonable para una minoría que confía más en la decisión personal que en las grandes masas.

En el Evangelio, Jesús se refugia al otro lado del lago de Galilea luego de una discusión con los fariseos. Les critica haber cerrado el sentido de las Escrituras a su propia y exclusiva interpretación. El Pentateuco es un libro preparatorio para la llegada del Mesías, abierto a nuevas interpretaciones.

Jesús, al igual que Moisés, cruza el "mar". Lo sigue un pueblo hambriento y sin verdaderos líderes. Sube a una montaña en compañía de sus discípulos y observa la gran multitud dispersa y hambrienta. Plantea el problema del sustento a los discípulos, quienes de inmediato buscan la solución fácil: no hay suficiente dinero. Jesús se hace cargo de la situación y comienza a repartir lo poco que llevaban. Este gesto anima a la multitud y todos reciben alimento, a pesar de la escasez y la pobreza. Compartir es el gran milagro multiplicador.

La multitud lo aclama y ve en su capacidad de motivar a la masa la ocasión de elegirse un rey ajustado a sus necesidades. Jesús huye hacia el monte. Teme que lo fuercen a tomar un camino que abiertamente había rechazado. Tiene presente la negativa experiencia de Israel: la mayor parte de los reyes fue una verdadera calamidad para el pueblo. El poder, el dinero y el prestigio enajenaron a todos los descendientes de David y Salomón. La monarquía, desde la dinastía de David a la de Herodes, era una institución contraria a los planes de Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos: Paz.

Abrimos hoy el capítulo 6 del evangelio de Juan que contiene el discurso del pan de vida, precedido de este relato de la multiplicación de los panes y los peces.

Es el único milagro del ministerio de Jesús narrado por los cuatro evangelistas, y con notables coincidencias. Más todavía, son seis las narraciones que tenemos de este suceso que Marcos y Mateo presentan por duplicado. Todo ello nos indica la importancia que la primera Iglesia atribuyó a tal milagro, por el alcance de signo que tiene. Basta con pararse en la iconografía cristiana primitiva y ver el puesto destacado del pan y los peces en catacumbas y basílicas.

Dos son las precisiones que nos sitúan en un acontecimiento pascual y eucarístico. La aclaración inicial de que "estaba cerca la pascua" y la descripción de los gestos de Jesús: "tomó los panes, dijo la acción de gracias, y los repartió", el mismo esquema que subyace en nuestra eucaristía: presentación de dones, plegaria eucarística y rito de comunión.

Repartir el pan eucarístico es y seguirá siendo obra confiada por Jesús a su Iglesia, así como la solidaridad con los que padecen hambre de "pan" en toda su amplitud: física y afectiva. El pan compartido con los hermanos será el signo por el que demostremos que hacemos vida de nuestra vida el pan comulgado en la eucaristía.

Vuestro amigo.

Carlos M. Oliveras, cmf (carlosoliveras@hotmail.com)


8. CLARETIANOS 2003

Hoy celebramos la memoria de San Atanasio, pero quiero fijarme de manera especial en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, un libro que cobra protagonismo durante el tiempo de Pascua. Lucas nos transmite las primeras vicisitudes de la iglesia naciente. En sus descripciones encontramos varios elementos que nos ayudan a entender nuestra pertenencia eclesial hoy:

Los creyentes viven una fuerte experiencia de comunión, no exenta de tensiones e incluso de fraudes.
El papel de los apóstoles y su transmisión de la Palabra adquiere un valor de primer orden.

Las oraciones y la fracción del pan expresan la vitalidad litúrgica de la comunidad.

A pesar de las persecuciones, los apóstoles no tienen miedo de anunciar al Cristo muerto y resucitado. Más aún, se alegran de poder sufrir a causa de su nombre.

Creo que los tres primeros elementos encuentran bastante eco en nuestra manera de entender hoy la vida eclesial, pero quizá el cuarto ha perdido fuerza. ¿Qué significa hoy salir contentos de haber sufrido ultrajes por el nombre de Jesús? Lo más común es silenciar nuestra condición de testigos del Resucitado. Puede que de esta forma mantengamos el tipo, pero pagamos un alto precio: no experimentar el gozo de creer en él.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


9. 2001

COMENTARIO 1

La segunda Pascua (fiesta del éxodo liberador) está cercana; Jesús en esta escena va a anticipar el éxodo mesiánico y explicar cómo la nueva comunidad humana podrá subsistir, librándose de los sistemas explotadores. El libro del Exodo sirve de trasfondo al relato de los panes y peces; a este libro aluden, sobre todo, el paso del mar (v. 1), el monte (v. 3), la mención de la Pascua (v. 4), la tentación (v. 6) y el pan / maná (vv. 9.11.13).



vv. 1-2: Algún tiempo después se fue Jesús al otro lado del mar de Galilea (de Tiberíades). Solía seguirlo una gran multi­tud porque percibían las señales que realizaba con los en­fermos.

Jesús pasa el mar, pero sin llevarse detrás a las multitudes. No es un caudillo que arrastra; su comunidad se funda en una opción libre por la libertad. El Mar / lago de Galilea o de Tiberíades son los nombres judío y pagano, y representan una población mezclada. Jesús dará de comer por igual a todos.

El punto de partida del éxodo es la antigua tierra prometida, ahora tierra de esclavitud. La gran multitud veía en Jesús un liberador; aunque no están enfermos, son también débiles.



v. 3: Subió Jesús al monte y se quedó sentado allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los Judíos.

Es la primera subida de Jesús al monte, como Moisés (Éx 24,1s.9.12); el monte representa la esfera divina, el lugar donde reside la gloria de Dios, su amor leal, manifestado en Jesús. La Pascua de Jesús se contrapone a la Pascua oficial (v. 4).



vv. 5-6: Jesús levantó los ojos y, al ver que una gran multitud se le acercaba, se dirigió a Felipe: ¿Con qué podríamos comprar pan para que coman éstos? (Lo decía para ponerlo a prueba, pues él ya sabía lo que iba a hacer).

Jesús, situado al otro lado del mar, representa una alternativa frente al sistema judío. La multitud, que se acerca, da pie al diálogo con Felipe y a la intervención de Andrés (vv. 5-8). Jesús lleva la iniciativa previendo la necesidad del pue­blo, no espera a que le rueguen. Pone a prueba a Felipe, el discípulo que no ha salido de las categorías de la tradición judía, como Dios ponía a prueba a Israel en el desierto (Éx 15,25; 16,4; Dt 33,8); quiere ver Jesús si participa en su éxodo, si ha comprendido su mensaje.



vv. 7: Felipe le contestó: Doscientos denarios de plata no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo.

Felipe muestra su desaliento: en la economía del dinero, única que comprende, no hay solución para el hambre; para él, el éxodo fracasa.



vv. 8-9: Uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de ce­bada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?

Otra voz, la de Andrés, el discípulo de la plena experiencia cris­tiana (1,39b), que está dispuesto a compartir (solidaridad, amor). El muchacho es figura del grupo de discípulos en cuanto servidor de la multitud. Felipe duda de que pueda bastar con cinco panes de cebada y dos peces. Los panes de cebada aluden al ciclo del profeta Eliseo, cuando dio de comer con veinte panes de cebada a cien personas (2 Re 4,42-44).

vv. 10-11: Jesús les dijo: Haced que esos hombres se recuesten. Había mucha hierba en el lugar. Se recostaron aquellos hombres, adultos, que eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, pronunció una acción de gracias y se puso a repartirlos a los que estaban recos­tados, y pescado igual, todo lo que querían.

Jesús no hace caso del pesimismo de los discípulos. Comer recos­tado era propio de hombres libres; la libertad es el primer efecto de la acción de Jesús. La nueva Pascua no se come de pie y deprisa como la antigua (Éx 12,11); es la de los hombres libres, no la de los esclavos, y no hay largo camino que recorrer para llegar a la nueva tierra prome­tida.

La alusión a la mucha hierba, abundante pasto para las ovejas, representa la promesa de la fecundidad propia del tiempo mesiá­nico.

Los que eran multitud (v. 5) son ahora individuos, personas (hombres adultos), independientes y libres; éste es el efecto del servicio/amor en el seguidor de Jesús.

El número cincuenta, del cual es múltiplo cinco mil (Mt 14,21; Mc 6,44; Lc 9,14; Hch 4,4), se ponía en relación con las comunidades proféticas del libro de los Reyes (1 Re 18,4.13; 2 Re 2,7) formadas por grupos de ciencunta profetas; la comuni­dad mesiánica ha de ser una comunidad del Espíritu y, por tanto, profética.



v. 11: Jesús tomó los panes, pronunció una acción de gracias y se puso a repartirlos a los que estaban recos­tados, y pescado igual, todo lo que querían.

La acción de gracias de Jesús introduce un nuevo personaje: Dios Creador / Padre.

Pronunciar una acción de gracias es reconocer que algo que se posee es don del amor de Dios y alabarlo por ello. Al reco­nocer que el origen de los panes está en Dios, éstos quedan desvinculados de su poseedor humano, para ser de todos, como la creación misma.



vv. 12-15: Cuando quedaron satisfechos dijo a sus discípulos: Recoged los trozos que han sobrado, que nada se eche a perder. Los recogieron y llenaron doce cestos con trozos de los cinco panes de cebada, que habían sobrado a los que habían comido. Aquellos hombres, al ver la señal que había realizado, decían: Ciertamente éste es el Profeta, el que tenía que venir al mundo. Jesús entonces, dándose cuenta de que iban a llevár­selo por la fuerza para hacerlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.

Todos quedaron satisfechos (v.12): se ha superado la imposibilidad. Se llenaron doce cestos: abundancia para todo Israel.

La señal que da Jesús o el prodigio que cumple consiste en liberar la creación del acapara­miento egoísta que la esteriliza, para que se convierta en don de Dios para todos. Compartir es prolongar el amor de Dios hacia todos, multi­plicando el acto creador. Frente a la confianza en el dinero, la confianza en el amor.

La gente reacciona identificando a Jesús con "el Profeta", mayor que Eliseo (cf. 2 Re 4,42-44). Pero, en vez de aceptar a Jesús como servidor del hombre, pretenden hacerlo rey, darle una posición de superioridad y de fuerza.

Jesús, como Moisés después de la idolatría (Ex 34,3-4), sube solo al monte. La gente han traicionado el designio de amor que él ha realizado con su servicio.


COMENTARIO 2

La muchedumbre sigue a Jesús por diversas causas: o por sus milagros, o por curiosidad, o por necesidad, o por compromiso personal... El escenario de esta muchedumbre tan diversa es ahora el lago de Galilea. Aquí el evangelista Juan nos va a narrar, a su modo, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

La muchedumbre, en todo caso, a pesar de su diversidad, tiene algo en común: el hambre. Jesús quiere responder a este problema, pero dejándonos una enseñanza. No se trata sólo de llenar el estómago. Se trata de hacer nacer la solidaridad, que es el milagro del futuro. La narración comienza contradiciendo el planteamiento tradicional y natural de que «para dar de comer a mucha gente, hace falta mucho dinero».

Jesús quiere demostrar que el dinero no lo es todo. Toma lo poco que los discípulos tienen -unos cuantos panes y unos peces-, lo bendice y se lo devuelve para que lo repartan. A partir de aquí, desde la entrega de lo que se tiene, se realiza el milagro. Lo importante es «dar lo que se tiene», compartir. Y hay una cosa que los pobres siempre tienen: esperanzas, ilusiones, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, experiencia, lecciones duras que les ha dado la vida... Éste es el aporte de los pobres al milagro que esperan de mejorar su calidad de vida. ¡Cuántas transformaciones -cuántos milagros- empiezan con sólo las utopías, o los descontentos del pueblo!

En nuestros proyectos populares, por muy bien pensados y financiados que estén, siempre habrá lugar para el milagro, porque un proyecto popular no consiste en entregar al pueblo una obra, sino en que el pueblo se la apropie y aprenda a compartirla en solidaridad. Esto nunca es fruto del dinero, sino de la transformación interior: la cuota, el aporte de Dios. Dios hará ese milagro, si el pueblo pone su parte.

Esta dinámica del aporte permitirá organizar una sociedad alternativa, permitirá acercarnos un poco más a esa Sociedad Nueva que Dios en todo caso quiere que vayamos construyendo, donde el dinero no sea lo más importante, sino la complementariedad, el amor mutuo, la solidaridad de/con los pobres.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10. 2002

Sin buscarlo, los apóstoles encuentran un defensor ante el supremo consejo judío. Se trata de Gamaliel, un respetado maestro de la ley perteneciente al grupo de los fariseos y miembro del sanedrín. Más tarde se nos informará, en el mismo libro de los Hechos, que Pablo fue su discípulo. Otros grandes maestros de la tradición rabínica judía llevan ese nombre. Gamaliel expone ante sus colegas un argumento muy convincente: en Israel, en esos tiempos agitados del siglo I DC había habido muchos movimientos revolucionarios, de carácter mesiánico, es decir, que sus líderes se presentaban como el enviado definitivo, escatológico, de Dios para salvar a su pueblo. Gamaliel menciona la insurrección de un tal Teudas y la de Judas, el galileo, ambas tuvieron lugar por la época del nacimiento de Cristo, relacionadas con los levantamientos populares que siguieron a la muerte de Herodes el Grande en el año 4 AC. Junto con otras muchas revueltas de los judíos contra sus opresores romanos, éstas, de Teudas y de Judas, son mencionadas por el historiador judío, Flavio Josefo, que vivió en el siglo I DC, contemporáneo por tanto del nacimiento del cristianismo y de muchos de los acontecimientos que narra. Gamaliel recuerda a los senadores judíos que esas insurrecciones acabaron en nada: sus jefes fueron muertos violentamente y sus seguidores dispersados. Les aconseja entonces que no den mucha importancia al naciente movimiento de los apóstoles: si es de los hombres se disolverá por sí mismo. Si es de Dios nada podrán contra ellos.

Seguramente Gamaliel no era cristiano en secreto, tal vez tampoco simpatizaría con el cristianismo. Era más bien un hombre tolerante, respetuoso de las ideas de los demás, enemigo de la violencia y de la injusticia. Hombres como él están muy cerca del Reino de Dios, son los que llamamos “hombres de buena voluntad” que, sin saberlo, encarnan muchos de los valores y de las virtudes evangélicas.

El consejo de Gamaliel fue acogido por sus compañeros. Pero no se libraron los apóstoles de ser azotados por desobedientes, seguramente con los 49 azotes que se acostumbraban, uno menos que los 50 prescritos por la ley. Y les fue nuevamente prohibido que predicaran en el nombre de Jesús. Prohibición que ellos, evidentemente, no acataron. La lectura termina diciéndonos cómo los apóstoles se alegraron por ser hallados dignos de sufrir por el evangelio, y cómo reanudaron su predicación evangelizadora incluso en el mismo templo, con gran éxito entre la gente.

El largo capítulo 6º de san Juan, con sus 71 versículos, está dedicado todo él al “Pan de Vida”, a la eucaristía, teniendo en cuenta que hace las veces de gran relato de la institución de dicho sacramento, pues san Juan, a diferencia de los sinópticos, no la relata en el contexto de la última cena, en donde la reemplaza por el gesto del lavatorio de los pies.

Se trata de uno de los siete grandes “signos” que realiza Jesús según el 4º evangelista, signos que deben suscitar la fe de los testigos presenciales y que, en todo caso, ilustran nuestra fe de cristianos, veinte siglos después. Jesús va con sus discípulos, en la barca, al otro lado del lago de Genesaret, el mar de Galilea. En una región deshabitada llegan a reunirse cientos de personas que siguen a Jesús “porque había visto los signos que hacía con los enfermos”. Seguramente esperan ver más signos, tal vez llevan enfermos para pedirle que los cure. Jugando con el simbolismo de los números, que en este pasaje juega un papel importante, el evangelista nos dirá que eran unos cinco mil hombres; como es usual en la Biblia, no se cuentan ni las mujeres ni los niños. Cinco mil, es decir, una gran multitud, una porción representativa de todo el pueblo de Dios.

Todos los elementos del relato son significativos: Jesús está en la montaña, como un nuevo Moisés, desde donde puede ver a la multitud que se va agolpando a su alrededor. Lo rodean los discípulos, las primicias de la Iglesia. Está cerca la Pascua judía, la gran celebración de la liberación de Egipto, del paso del Mar Rojo, de los portentos de la travesía por el desierto: el maná, el agua de la roca y tantos otros. Ya no es la multitud la que pide comida, es Jesús el que la quiere alimentar, y prueba a sus discípulos preguntándoles de dónde sacar plata para comprar el alimento necesario para tanta gente. Alguien señala una desproporción: cinco panes de cebada, el pan de los pobres, y dos peces, son puestos por un muchacho a disposición de todos. Cinco panes para cinco mil hombres! Los discípulos hacen de intermediarios entre Jesús y la multitud. Hacen que se sienten en pleno campo y, mientras tanto, Jesús mismo prepara la cena, dice la bendición y comienza a repartir los panes, luego los peces. Todos comen hasta saciarse.

Ya en el desierto Dios había alimentado al pueblo con el maná (Ex 16). Y el profeta Eliseo había alimentado a cien hombres con veinte panes de cebada que alguien le había llevado de regalo, y también en aquella ocasión había sobrado pan (2Re 4,42-44). Ahora Jesús, el profeta por excelencia, el mediador de la nueva alianza alimenta al pueblo hambriento en el desierto. No es necesario especular acerca de cómo pudo hacerlo, ni imaginar gestos de magia o de prestidigitación. La Palabra de Dios, por la cual fueron hechos los mundos, puede hacer que una multitud egoísta se convierta en familia que comparte lo que tiene. Al final los discípulos, por orden de Jesús, recogen las sobras: doce canastos, otro número que simboliza al pueblo de Dios, a la iglesia de Jesucristo.

Actualmente, en el naciente siglo XXI de las telecomunicaciones, la globalización y el mercado mundial, todavía hay millones y millones de seres humanos hambrientos. Millones de niños siguen muriendo de la enfermedad más elemental que podamos sufrir: el hambre, la desnutrición. El milagro de Jesús es una protesta por nuestra falta de solidaridad. Con lo que desperdiciamos en vanidades, en comidas superfluas que después nos hacen daño: golosinas, helados, exquisiteces, con eso nada más podríamos alimentar a nuestros hermanos necesitados. Con lo que los países desarrollados gastan en producir armas, la humanidad podría solucionar el problema del hambre en el mundo. Pero nosotros no somos como Jesús, no somos capaces de compadecernos, ni de invitar fraternalmente a la solidaridad.

La gente agradecida reconoce que Jesús es “el profeta que tenía que venir al mundo” (Dt 18,15), el nuevo Moisés, y quieren hacerlo rey, porque El sí se compadece de sus sufrimientos y los alivia, no como los reyes de este mundo que solo han explotado al pobre pueblo. Pero Jesús sabe que su reino no es de este mundo, ha despreciado el poder universal que le ofrecía el tentador, sabe que su misión es hacer la voluntad del Padre, por eso se retira, solo, a la montaña.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


11. DOMINICOS 2003

No sabemos hablar de Dios

Hoy nos van a sirven de introducción unas palabras sapienciales de Gamaliel, doctor de la ley en Israel,  amonestando al Consejo que juzgaba a los apóstoles:

‘Israelitas, pensad bien lo que hacéis... No os metáis con esos hombres... Si lo suyo es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondrías a luchar contra Dios’.

¿Luchar contra Dios? Gamaliel era creyente. Para él Dios era y es el máximo Viviente, la fuente suprema de la vida, la sabiduría subsistente, el amor de dimensiones infinitas, la providencia sobre el cosmos, la clave de bóveda de toda la existencia.

Ciertamente, él no había visto a Dios,  ni podía demostrar cómo era, ni siquiera su existencia. Pero Gamaliel, si no tenía a Dios como Ser fecundo y Verdad eterna, escondido a nuestros ojos en el misterio, pero Creador providente,  no podía ni sabía concebir que los demás seres ‘existamos’ en la armonía y perfección de nuestra pequeñez. Por eso, él nunca se hubiera atrevido a decir: 

Comamos y bebamos que mañana moriremos y volveremos al polvo; Dios no existe; sobre nosotros no hay Providencia ni hay nadie que nos pida cuentas; somos hijos del azar, de la fortuna, del aire y del viento...

Éstas serían para él palabras de necio, de insensato; y pronunciarlas supondría desafiar al Desconocido, al Ser-misterio. No. Aunque sea entre nubes, Él se nos hace finalmente luz, armonía, vida, inteligencia, poesía, ciencia, arte.

Y lo serían también frases de escalofrío, como éstas: Dios ha muerto. Lo hemos matado nosotros por injusto, razonando sobre los desastres que Él no corrige en el mundo, nuestra sabiduría ya no necesita de Dios, porque hemos logrado que las cosas se explican  por sí mismas.

 Necios, diría, ¿es que os contentáis con ser animales asociados, hijos del azar, pensantes por casualidad, efectos de una cadena de genes que se proclaman a sí mismos geniales, luminosos, creadores, eternos? A muy poco aspiráis, si con eso os basta.

Yo os digo más bien que os veáis pobres, débiles, efímeros, que no presumáis de construir la historia del cosmos y la historia de Israel, pues más allá de vosotros hay un poder misterioso y divino, creador y recreador, contra el que no cabe rebelarse y luchar, porque eso sería vuestra destrucción. Prolongando el pensamiento de Gamaliel, añadimos nosotros: en la plenitud de los tiempos, Jesús de Nazaret con su discipulado no aparecieron en el mundo por azar, por capricho, por determinismos naturales, sino por voluntad de Dios. Y en esa fe y confianza decimos y oramos:

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, tú que te ocultas en el misterio pero nos alumbras dándonos inteligencia, tú que no eres palpable ni manipulable pero te muestras en el rostro de los niños y en la dureza de las rocas, tú que no te interfieres el proceso de nuestras vidas libres y responsables pero nos mantienes en ellas, concédenos descubrir tus designios y cumplirlos con rendido corazón. Amén.

Palabra, Providencia y Pan

Hechos de los apóstoles 5, 34-42:

“En el proceso contra los discípulos de Jesús, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, respetado por todo el pueblo, pidió la palabra en el Consejo. Mandó que sacaran fuera un momento a los apóstoles y dijo: “Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. No hace mucho salió un tal Teudas, dándoselas de hombre importante y se le juntaron 400 hombres. Fue ejecutado, dispersaron a todos, y todo acabó en nada...

En el caso presente mi consejo es este: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su nación son cosa de hombres, se dispersarán; si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios. Le dieron la razón y soltaron a los apóstoles.”

Quien no cree en Dios actúa según su propia razón, y con esa luz se contenta. No hay otra. Quien cree en Dios, y necesita de Dios para disponer de suficiente luz. Gamaliel y los apóstoles trabajaban a la luz de su saber, experiencia y fe.

Evangelio según san Juan 6,1-15:

“Un día Jesús se marchó a la otra parte del lado de Tiberíades. Le seguía mucha gente... Subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos... Al ver que acudía mucha gente, dijo a Felipe : ¿con qué compraremos panes para que coman todos estos?... Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastarían para dar a cada uno un pedazo de pan... Entonces Andrés dijo: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces. Pero ¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: decid a la gente que se siente... Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió... Y todos se saciaron... Al recoger los pedazos que han sobrado... llenaron doce canastas...”

Para el hombre sin fe, sin confianza en Jesús, sin entrañas de misericordia, esta escena es irreal. ¿Qué poderoso da su pan y se queda sin nada o multiplica los bienes para ser solidario con los hambrientos? Eso lo hace la fe, el amor, la solidaridad.

 

Momento de reflexión

Alabemos la sabiduría de los prudentes

Alabemos la sabiduría y prudencia de Gamaliel: experiencia de sabio y creyente.  Alabemos la sabiduría de los sabios y maestros que obran con discernimiento, sea éste meramente humano o también divino, fruto de la fe, esperanza y amor.

Y a imitación de ellos, hagamos nuestra su conducta:   pensemos bien lo que hacemos, no nos dejemos guiar por mal espíritu; tratemos de acertar con la verdad, la justicia, la solidaridad, el amor, la misericordia.

Dios está por encima de todo lo nuestro, y nuestro mayor acierto será ponernos en sus manos activamente, haciendo el bien y respetando los designios de lo alto. No obremos por pasión, por interés, sin piedad. Busquemos el bien y la verdad. Dios es Dios.

La misericordia del Señor llena la tierra.

Misericordia, compasión, cercanía a las gentes, son palabras fundamentales en la vida de Jesús. Eso es lo que se pone de manifiesto en el texto tomado del evangelio de Juan.

Se trata de un discurso y acción de Jesús que prepara o anuncia lo que será después el pan de la Eucaristía : pan que a todos llega,  a todos alimenta, a todos nutre sin agotarse nunca,  dejando siempre doce cestas simbólicas que hablan de la grandeza y abundancia de su amor y vida compartida.

Haya en nosotros entrañas de amor, compasión, caridad, como las hubo en todas las acciones de Jesús, sobre todo repartiendo el pan, su Pan de Vida. Eduquémonos como miembros de un hogar, escuela, sociedad, iglesia, que ofrecen por doquier experiencias de compasión, solidaridad, amor a los necesitados


12. ACI DIGITAL 2003

1. Después de esto. Véase 5, 1 y nota sobre el orden invertido de los capítulos: "Después de esto llegó una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén". Según admiten muchos (Lagrange, Joüon, Olivier, Pirot, etc.), el cap. 5 debe ponerse después del cap. 6. Una fiesta: (varios mss., quizás de antes de la inversión de los capítulos, dice la fiesta): la Pascual, de la cual en 6, 4 se dice que está próxima. Sería la segunda Pascua de Jesús en Jerusalén. Para la primera, cf. 2, 13 y 23; para la tercera y última, cf. 12, 1.

11. Jesús da gracias al Padre anticipadamente (cf. 11, 41 s.), a fin de referirle a Él la gloria del milagro. "Por El y con El y en El te es dado a Ti, oh Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y gloria" (Canon de la Misa).

12. La importancia de esta operación, destinada a grabar en la memoria de los discípulos la magnitud del prodigio, se puede apreciar en Marc. 8, 17 - 21 y en Mat. 16, 8 - 10.

13. En Mat. 14, 13 - 21; Marc. 6, 31 - 44; Luc. 9, 10 - 17, se dan mayores detalles.

14. Véase 11, 27. El profeta, esto es, el Mesías Rey. Así lo entiende Jesús en el vers. 15. Cf. Mat. 21, 11: "Y las muchedumbres decían: "Este es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea".

15. Sólo una vez Jesús se dejó aclamar por Rey: fue el Domingo de Ramos (cf. 12, 12 s. y nota). Bien sabía nuestro Salvador que había de prevalecer en el pueblo el sentir hostil hacia El de los jefes de la nación y que la afirmación de su realeza sobre Israel, anunciada por el ángel a María como una realidad futura, sería el capítulo principal de su acusación por los judíos cuando éstos le hiciesen comparecer ante el gobernador romano (Luc. 1, 32; 23, 2).


13.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Con tu sangre, Señor, has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; has hecho de ellos una dinastía sacerdotal que sirva a Dios. Aleluya» (Apoc 5,9-10).

Colecta (del misal anterior, y antes del Gregoriano): «Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la Cruz; concédenos alcanzar la gracia de la resurrección».

Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo, para que, bajo tu protección, no pierda ninguno de tus bienes y descubra los que permanecen para siempre».

Comunión: «Cristo nuestro Señor fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Aleluya» (Rom 4,25).

Postcomunión: «Dios todopoderoso, no ceses de proteger con amor a los que has salvado, para que así, quienes hemos sido redimidos por la Pasión de tu Hijo, podamos alegrarnos en su resurrección».

Hechos 5,34-42: Salieron contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Una notable intervención de Gamaliel –el maestro de Saulo– inclina a los sanedritas a dar libertad a los Apóstoles. Pero, no obstante esto, fueron azotados y amenazados. Sin embargo, ellos salieron gozosos por haber sufrido a causa del nombre de Jesús. La situación es dispar: para los judíos sanedritas el nombre de Jesús se convierte en causa de rabia, fracaso, envidia y venganza; pero para los fieles seguidores de Cristo es fuerza, valentía, liberación y gozo en el sufrir por Él. El sentido de la alegría de los Apóstoles por padecer por Cristo nos lo da Juan Pablo II: 

«La alegría cristiana es una realidad que no se puede describir fácilmente, porque es espiritual y también forma parte del misterio. Quien verdaderamente cree que Jesús es el Verbo Encarnado, el Redentor del hombre, no puede menos de experimentar en lo íntimo un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz, abandono, resignación, gozo... ¡No apaguéis esa alegría que nace de la fe en Cristo crucificado y resucitado! ¡Testimoniad vuestra alegría! ¡Habituaros a gozar de esta alegría!» (Alocución de  24-III-1979)

–El cristiano es hombre que vive su presente proyectado hacia el futuro; salvación consumada que es vida eterna. Gozo de esperar la patria celeste. Espera vivida con la ayuda del Señor. Así lo proclamamos con el Salmo 26: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la Casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su Templo. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor».

Juan 6,1-15: Jesús repartió los panes; todo lo que quisieron. La multiplicación de los panes y de los peces renueva el prodigio del maná en el desierto; Jesús se muestra en el presente caso como un nuevo Moisés, a quien aventaja en todo. Pero el milagro conecta también con la Última Cena y con las comidas con el Resucitado. La consignación de este episodio por seis veces en los cuatro Evangelios, evidencia el entusiasmo que debió despertar en la catequesis primitiva, sin duda por el valor simbólico que esta multiplicación tuvo desde muy pronto. Comenta San Agustín:

«Ciertamente es mayor  milagro el gobierno de todo el mundo que la alimentación de cinco mil hombres con cinco panes. Y con todo de aquello nadie se admira. De esto nos admiramos, no porque sea mayor, sino porque es rara. Y a la verdad, ¿quién ahora alimenta a todo el mundo sino Aquél que con pocos granos produce los alimentos? Jesucristo obró, pues, como Dios. Con el mismo poder con que multiplica pocos granos produciendo las mieses, hizo que en sus manos se multiplicasen los cinco panes. El poder estaba en las manos de Cristo. Aquellos cinco panes eran como semillas, no puestas en la tierra, sino multiplicadas por Aquél que hizo la tierra. Presentó, pues, este milagro a nuestros sentidos para ejercitar nuestra mente. Quiso que admirásemos al Dios invisible a través de sus obras visibles, a fin de que, robustecidos en la fe y purificados por ella, deseáramos ver a aquel Dios cuya invisible realidad nos manifiestan las cosas visibles... Preguntemos a los mismos milagros qué nos predican de Cristo, pues también ellos tienen un lenguaje para quien sabe comprenderlos. En efecto, siendo Cristo el Verbo de Dios, todo lo que hace el Verbo es también una Palabra para nosotros» (Tratado 24 sobre el Evangelio de San Juan).


14. DOMINICOS 2004

Lo que es de Dios supera a los hombres

Con tu sangre compró el Señor para Dios a todos los hombres.

No apaguemos la voz de Dios en hombres y mujeres de bien.

Multipliquemos los frutos del amor y de la fraternidad.

El proceso de amedrentamiento de los apóstoles y discípulos de Jesús, por parte de las autoridades judías, fue un hecho innegable. Esas autoridades creían luchar con una secta que destruía la tradición de Israel.

Pero las gestas de heroísmo, por parte de los cristianos, hacían mella incluso en los maestros del pueblo y en autoridades y sacerdotes.

Es digno de recordar, por ejemplo, a Gamaliel, prestigioso fariseo y doctor de la ley. Él, admirado de lo que veía, hizo reflexionar prudentemente a sus prosélitos, diciendo: no os atreváis a luchar contra Dios, pues, queráis o no, sus obras se cumplirán o realizarán.

Esta palabra de Gamaliel encierra dos mensajes: anima a todos a secundar la voluntad de Dios, y, al mismo tiempo, alerta a todos sobre la dificultad que tenemos en acertar qué obras son de Dios y cuáles no.

Apropiémonos su lección. Intentemos cada uno, y todos juntos, ser fieles a la divina voluntad en nuestra vida, y acoger la luz del Espíritu y de la Conciencia.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 5, 34-42:
“En el proceso contra los discípulos de Jesús, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, respetado por todo el pueblo, pidió la palabra en el Consejo. Mandó que sacaran fuera un momento a los apóstoles y dijo: “Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. No hace mucho salió un tal Teudas, dándoselas de hombre importante y se le juntaron 400 hombres. Fue ejecutado, dispersaron a todos, y todo acabó en nada...

En el caso presente mi consejo es éste: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su nación son cosa de hombres, se dispersarán; pero si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios. Le dieron la razón y soltaron a los apóstoles.”

Evangelio según san Juan 6,1-15:
“Un día Jesús se marchó a la otra parte del lado de Tiberíades o de Galilea. Le seguía mucha gente... Subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos...

Al ver que acudía mucha gente, dijo a Felipe: ¿con qué compraremos panes para que coman todos estos?.. Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastarían para dar a cada uno un pedazo de pan... Entonces Andrés dijo: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces. Pero ¿qué es eso para tantos?

Jesús dijo: decid a la gente que se siente... Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió... Cuando se saciaron, dijo a los discípulos: recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Y recogieron doce canastas...”


Reflexión para este día
Alabemos la sabiduría y prudencia de Gamaliel.
Alabemos la sabiduría y discernimiento de todos los verdaderos sabios y maestros.

Y, a imitación de ellos, hagamos nuestra su conducta: actuemos de manera racional,

pensando bien lo que hacemos, no dejándonos guiar por mal espíritu, tratando de acertar en nuestra búsqueda de verdad, justicia, solidaridad, misericordia.

Dios está por encima de todo lo nuestro, y nuestra mayor verdad será ponernos en sus manos activamente, haciendo el bien en el mundo y respetando los designios de lo alto, sobre todo en favor de los pobres, humildes, necesitados.

Nunca obremos por pasión, interés, despiadadamente, sino por amor a la verdad y al hombre.

Recordemos que la misericordia del Señor llena la tierra. Y comencemos a vivir el misterio o don de la Eucaristía –que es mesa de hermandad, pan partido y servido, abrazo de amigos, compromiso de fidelidad- en el preámbulo de todas las buenas acciones. Compartamos lo poco que tenemos con quienes más lo necesitan, y de esa mesa humilde en el compartir pasaremos a la gran Mesa Eucarística. Después, volveremos al punto de partida llevando más amor.


15. CLARETIANOS 2004

“TOMÓ LOS PANES Y, DESPUÉS DE DAR GRACIAS, LOS REPARTIÓ”

¿Cómo alimentar y dar vida a este mundo nuestro, tan hambriento? ¿Cómo ser “pan de vida” que haga vivir a tantos que mueren de hambre? ¿Cómo ser para ellos amor que sacie? Existe una “receta casera” para fabricar pan de vida. La inventó Jesús y nos la recuerda hoy. Basta con realizar tres acciones sucesivas: tomar-agradecer-repartir. Expresan en condensada síntesis lo que Él mismo realizó en su vida. Desvelan la metodología eucarística para convertirse también en “pan de vida”.

Lo primero es dejarse tomar. Permitir que otros tomen posesión del propio yo. Entregar-se-lo. Es, justamente, lo contrario del individualismo egoísta. Éste, en contra de lo que puede parecer a primera vista, no prescinde de los demás, sino que, sencillamente, los utiliza en exclusivo beneficio. El individualista no permite que nadie entre de veras en la propia vida. Jesús, por el contrario, estimula a ser excéntricos, a salir del en-simismamiento, a huir de la cárcel del propio ego, a romper las cadenas de la oscura autoclausura. Machado lo reconoció con voz de poeta: «Poned atención: / un corazón solitario / no es corazón». Quien “es tomado” abandona los chatos intereses que le condenan a la autoclausura del miedo, del propio interés, del aislamiento, de la incomunicación, de la autorreserva ... Es una llamada a confiar en otros, dejándose mecer entre las manos del Otro.

Lo segundo es dar gracias, o lo que es igual, ser agradecidos. Se trata de un acto en sí mismo transformante. Expresa aquella actitud tan olvidada de dejarse querer; y, al hacerlo, reconocer que todo, absolutamente todo, es regalo inmerecido. La gratitud despierta una insospechable gratuidad. Desde el reconocimiento cabal de que todo es dado, se entiende la propia vida, toda ella, como un inmenso bien recibido. No es sana, ni justa, ni inteligente la pretensión de los exigentes que ven a los demás solamente como deudores. Es también muy triste la lógica de quienes, al no haberse reconciliado con la propia vida, no logran descubrir aún el derroche del amor; o de quienes, al repasar su historia pasada, se sienten despreciables, pobres, vacíos, heridos o, inclusive, como individuos a quienes la vida o los otros los han tratado injustamente.

Finalmente , lo tercero es dejarse partir para ser repartido. La perfecta alegría nace en el terreno fecundo de la gratitud, traspasando la mortificación de la entrega que exige. La actitud interior de gratitud debería llevar al trabajo de lectura de la propia vida. Solo cuando se experimenta cuánto se ha recibido, se dispara una inimaginable capacidad de dar sentido y de decidir lo mejor. Si la vida es un bien recibido, por su naturaleza tiende a convertirse en un bien dado y repartido. Una vez reconocido y agradecido el don la entrega brota espontánea, remecida, generosa. Nos convertimos en alimento apto para ser comido por otros de manera que les alimente y haga crecer. Nos convierte en pan para el hambriento.
Vuestro hermano en la fe,

Juan Carlos Martos (martoscmf@claret.org)


16. 2004

LECTURAS: HECH 5, 34-42; SAL 26; JN 6, 1-15

Hech. 5, 34-42. Debemos estar abiertos para escuchar al Señor que nos habla a través de quienes Él ha elegido libremente y les ha confiado el mensaje de salvación. No apaguemos el don que Dios ha concedido a aquellos a quienes Él ha querido escoger libre y amorosamente. No queramos exponernos a luchar contra Dios. Aprendamos a vivir en una verdadera comunión fraterna, de tal manera que Jesucristo y su Palabra sean ocasión de unión, y no queramos convertirlos en causa de división entre nosotros. Muchas veces hurgamos hasta encontrar aquello que nos pone a discutir unos y otros y a dividirnos, en lugar de buscar puntos de coincidencia que nos ayuden a afianzar nuestra unión fraterna en torno a nuestro único Dios y Padre. Anunciemos todos los días sin cesar el Evangelio de Cristo; hagámoslo a pesar de que pudieran amenazarnos, perseguirnos o acabar con nosotros por causa de Cristo. Ese día alegrémonos y saltemos de gozo, pues nuestros nombres estarán inscritos en el Reino de los cielos.

Sal. 26. Querer vivir en la casa del Señor puede ser el mejor de los deseos; pero el querer encontrar refugio, consuelo y apoyo en el Señor no puede convertirse para nosotros en un signo de huida del mundo y del cumplimiento de nuestros compromisos temporales. No nos importa tanto el templo, sino el saber que al llegar a él nos vamos a reunir con aquellos con quienes disfrutamos de la misma fe, con quienes tenemos las mismas aspiraciones para darle un nuevo rumbo a nuestra historia. Ahí nos sentiremos fortalecidos por Dios y por los hermanos. Ahí encontraremos fuerzas para seguir luchando por el Reino de Dios y su justicia. Busquemos al Señor para orar, para escuchar su Palabra y para vivir totalmente comprometidos en el trabajo a favor de su Reino entre nosotros.

Jn. 6, 1-15. Jesús no sólo se conforma con anunciar el Evangelio; también se preocupa, lleno de compasión, por el bienestar de quienes le siguen con fidelidad. Multiplica para ellos el pan. Pero en esta acción en que Dios se muestra misericordioso para con los suyos, quiere que los suyos pongan lo que poseen al servicio de los demás. La medida de lo que se ofrece manifiesta el grado de amor que se tiene hacia los demás. Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos. Y la vida pueden ser dos moneditas de muy poco valor, o pueden ser cinco panes y dos pescados. Puesta nuestra vida en manos de Dios Él nos bendecirá y hará que de nuestro interior brote un río de vida eterna para todos. Esto es obra de Dios y no del hombre. En nuestra entrega, en nuestro servicio a los demás no busquemos nuestra propia gloria, sino sólo la gloria de Dios. Huyamos de quienes quieran centrar su vida en nosotros y no en Cristo, el cual es el único camino de salvación para todos los hombres.

Y la Pascua de Cristo se convierte para nosotros en un Memorial con el que somos abundantemente saciados, colmados en nuestras esperanzas de plenitud y de eternidad. El Señor se ha hecho alimento para la humanidad entera de todos los tiempos y lugares. Dejémonos saciar por Él. Busquémoslo no como a Aquel que colma nuestras esperanzas temporales y pasajeras. Él, antes que nada, quiere que su vida esté en nosotros para que, junto con Él, seamos hechos hijos de Dios y herederos de la gloria que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre. Por eso, además de venir a alabar y adorar al Señor, vengamos con el corazón dispuesto a escuchar su Palabra para vivir conforme a sus enseñanzas y para hacer que toda nuestra vida, guiada por el Espíritu Santo, se convierta en alimento de vida para todos, de tal forma que les ayudemos a levantar su esperanza y a fortalecerse en su camino hasta que logren su perfección en Dios junto con nosotros.

Si nos encontramos con Cristo y en verdad nos alimentamos de Él entonces su vida está ya en nosotros. A partir de nuestra unión a Cristo debemos abrir los ojos ante el hambre que padecen muchos hermanos nuestros. No podemos guardar lo nuestro mientras haya millones de seres humanos que continúan siendo víctimas del hambre, de la desnudez, de la injusticia, de la falta de paz, de la enfermedad, de la persecución injusta, de la explotación como si fueran bestias o esclavos. Quienes creemos en Cristo hemos de poner no sólo lo nuestro, sino nuestra vida misma al servicio de quienes viven desprotegidos y angustiados, y que esperan una mano que se les tienda para ayudarles. Ojalá y no seamos nosotros mismos quienes se conviertan en destructores de la vida de los demás.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de sabernos amar como hermanos, no sólo con buenas palabras y deseos, sino con un amor que nos lleve a compartir lo nuestro con quienes nada tienen. Entonces Dios nos verá como a sus hijos amados, a quienes invitará a participar de su Banquete eterno. Amén.

www.homiliacatolica.com


17. ARCHIMADRID 2004

GAMALIEL

Muchas veces me da vergüenza escribir estos comentarios, poner pedacitos de mi oración sobre un papel (o una pantalla), pues no me creo maestro de nada, es más, me cuesta mucho mi oración y, como me conozco un poco, sé lo lejos que estoy de empezar a amar a Dios. Me amarro a la Virgen pidiéndole por vosotros y que sea ella, dándole un empujoncito a su Esposo, el Espíritu Santo, para que os sirvan para vuestra alma. Muchas veces noto mi falta de vida interior cuando tengo que celebrar la tercera o cuarta Misa: un funeral al que ha fallado el sacerdote que tenía que celebrarlo. Ya me ha roto mis planes, el tiempo que tenía dedicado para otra cosa lo tengo que “usar” en la Misa ¡y me cuesta! (qué burro soy). Cuando veo unas cien personas en la parroquia y comienza la Misa y nadie sabe contestar, santiguarse sólo algunos, y es preciso decir cuando hay que levantarse o sentarse, hablan, suenan móviles, se saludan antes, durante y después y se oyen los besos desde el altar, cuando todos se vuelven al abrirse la puerta a ver quién entra, excepto en el momento de la paz (que eso sí se lo saben todos), cuando el resto les da igual, se animan a comulgar unos a otros como si dieses un cupón para una rifa, es indiferente si lees el evangelio o la receta del cocido; entonces me siento un payaso, un tonto, un bufón, alquilado por cinco euros que te entregan al acabar la Misa (los que se acuerdan) con grandes aspavientos, como si te hicieran el favor de tu vida. Me siento un bufón –como decía-, pero me suele ocurrir que cuando al comienzo de la Misa empieza a “subirme la soberbia” y te dan ganas de celebrar una Misa “de trámite” (rapidita y “s´acabó”) me doy cuenta de que estoy haciendo el bufón delante de Dios, que esas personas pondrán poco amor y lo tendré que poner yo, que tendré que pedir perdón por mis pecados y por todos los que no lo piden, que tendré que proclamar la Palabra de Dios con más cariño, que la predicación me la tengo que dedicar en primer lugar a mí mismo, que tendré que ofrecer mi vida y las cien vidas que tengo delante al Señor, que es necesario arrodillarme por mí y por un centenar de corazones que siguen en la cima de su despiste, que puedo sentirme hermano e hijo de un mismo Dios con aquellos que no se saben el padrenuestro “nuevo” y el “viejo” se les ha olvidado por falta de uso, que debo comulgar con tanta devoción que tape la blasfemia que se va a cometer a continuación y no puedo impedir, es decir, que al final son las Misas que más sufro y más disfruto, aunque empiezan pésimamente mal por mi actitud interior.
“Si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondrías a luchar contra Dios”, este consejo de Gamaliel me ayuda cada día, ante las dificultades que parecen insalvables, o las batallas que parecen perdidas. La Santa Misa es de Dios, ni un centenar ni un millar de incrédulos, ni siquiera la estupidez del sacerdote (“cinco panes de cebada y un par de peces”), podrá cambiar el hecho de que Dios quiera partirse y repartirse y hacer el acto más grande y sublime de la historia. Y eso aunque sea despreciado.
La Eucaristía es de Dios, no te expongas a “luchar contra Dios”: ámala, venérala, adórala, respétala, quiérela -por muy malas que sean las circunstancias exteriores-, por los que no la aman, no la veneran, no la respetan ni la quieren. A ver si por sentarte encima de un cardo en la gran explanada donde Cristo reparte los panes y los peces te vas a ir sin comer. Si se lo pides a la Virgen ella cambiará esa espina en el trasero por un cojín que te hará disfrutar cada día más de Cristo Eucaristía.


18. Fray Nelson Temas de las lecturas: Los apóstoles se retiraron del Consejo, felices de haber padecido ultrajes por el nombre de Jesús * Jesús distribuyó el pan a los que estaban sentados, hasta que se saciaron.

1. Muerte sin derrota
1.1 Gamaliel recoge de la memoria de los judíos varios ejemplos en los que hay un común denominador: a la muerte de un líder sigue la dispersión de sus seguidores. Y con juicio sensato estima este maestro de la ley que en esos hechos asoma un buen criterio para analizar lo que sucede con ese fenómeno que es nuevo para ellos: los seguidores del crucificado.

1.2 Afirma Gamaliel que, si todo es cosa de hombres, seguirá la regla de las cosas humanas: muerto el líder se dispersarán sus discípulos. Al fin y al cabo, se supone que nadie va detrás de un fracasado; nadie da la vida por quien ya ha muerto.

1.3 Uno podría pensar que este criterio no es absoluto, porque hemos conocido obras simplemente humanas que duran muchos siglos. Religiones paganas y credos orientales han resistido miles de años sin diluirse. Mas hay que tener en cuenta el contexto en el que habla Gamaliel: no se refiere él a las religiones en general, sino a un momento y un lugar específicos, pues todos sus ejemplos tienen en común la fe en Dios y en sus promesas.

1.4 Las religiones paganas no tienen una promesa más allá del ciclo infinito de la naturaleza a la que divinizan; las prácticas orientales son básicamente anestésicos para la mente. Este tipo de religiones adormecen los anhelos más profundos del alma, aquellos que en cambio encontramos con fuerza colosal en la palabra de los profetas del Antiguo Testamento. La muerte de un adormecido no hace suficiente ruido como para despertar a sus seguidores; la muerte de un macabeo, en cambio, o la de un mártir de la alianza necesariamente confronta a sus seguidores: ¿vale la pena seguir ese mismo camino?

1.5 Y es aquí donde resulta notable la fe cristiana: una religión que no dopa, un credo que nos estrella con el rostro abominable de la muerte, y que sin embargo da un vigor superior a la muerte. Una religión que canta la gloria del Resucitado.

2. Pan de Vida
2.1 El evangelio de hoy nos ofrece una mirada distinta al misterio del Cristo Vivo: él es que da la vida. Tal es la razón del pasaje de la multiplicación de los panes, en el capítulo sexto de San Juan, texto que aquí escuchamos sobre todo porque habla de la vida que nos da Cristo con su ofrenda.

2.2 En efecto, así como el pan se parte para repartirse, y muere cuando se comparte, para así darnos vida, así Cristo con su ofrenda de Pascua es el pan que da la vida que no acaba. Porque el pan que conocemos, ese que llega a nuestras mesas, no da la vida; aplaza la muerte. Y en el precioso milagro que hoy escuchamos Cristo toma el pan nuestro y lo hace pan suyo, y de un pan que retrasa la muerte hace un pan que comunica la vida que no acaba.

2.3 La gente quería hacer a Cristo su rey. Un reinado que él no acepta, porque han recibido el pan sin entender el signo. Y para el Señor es más importante el signo, que abre una puerta hacie el cielo, que el solo pan, que es vida que acaba en esta tierra.


19.

Reflexión

Quisiera hoy sólo destacar dos pequeños elementos que surgen de nuestro texto. El primero es la acción de gracias de Jesús. Esto es algo que se ha perdido mucho en nuestra vida. Con la mayor naturalidad nos sentamos a comer y nos paramos de la mesa sin haber agradecido a Dios el don que nos ha dado. Ciertamente es producto de nuestro trabajo, pero es don de Dios el ser agradecidos, pues todos los dones nos vienen de su generosa mano. El otro elemento en el cual podemos reflexionar es el de “no ser desperdiciados”. Esto parece trivial, pero mucha comida y mucho tiempo se tiran a la basura por descuido nuestro. En un mundo en donde miles mueren de hambre, o de menos la padecen, o no tienen un trabajo, lo menos que podemos hacer es no desperdiciar. Debemos aprender a servirnos lo que vamos a comer, y acostumbrarnos a que lo sobrante no se puede tirar. Lo mismo podemos decir sobre nuestro tiempo, el cual no se puede desperdiciar.

Si verdaderamente los reconocemos cual dones de Dios, el tirarlos o desaprovecharlos, es como desaprovechar el don de Dios. Esta instrucción de Jesús nos abrirá la puerta no sólo a la caridad y a la generosidad, sino a valorar lo que tenemos y a usarlo correctamente.

Pbro. Ernesto María Caro