LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS:

1ª: Hch 4, 23-31 

2ª: Jn 3, 1-8 


1.

Puestos en libertad por el sanedrín, los apóstoles se dirigen a casa de "los suyos" (versículo 23), expresión que parece designar no la comunidad cristiana sino los demás miembros del cuerpo apostólico. El tema subyacente de la oración pronunciada durante la reunión es, en efecto, el de la misión de los apóstoles y de las emboscadas con que tropieza.

La oración de los apóstoles parte de los acontecimientos (versículo 23); es el fruto de una reflexión sobre los "hechos de vida" y se formula a partir del momento en que se ha descubierto en ellos claramente la presencia de Dios.

Comienza con una introducción (vv. 24-25) constituida por una invocación, por un versículo de salmo (Sal 145, 7) y por una fórmula cultual. Prosigue con un canto del salmo 2 (versículos 25-26) y se termina con una meditación cristiana sobre el salmo mencionado (vv. 27-31), en el que la Palabra de Dios en la revelación es confrontada con la Palabra de Dios en la actualidad.

a) La unidad entre la acción de Dios en los acontecimientos y en su Palabra está profundamente expresada en esta oración. Ya en la invocación los apóstoles interpelan a Dios con un título muy raro en el Nuevo Testamento (Amo-Déspota; cf. Lc 2, 29; Ap 6, 10, oraciones en que se apela, ante todo, al poder de Dios sobre el curso de los acontecimientos). La cita que hacen a continuación de un versículo del salmo 145 subraya la acción de Dios en el mundo ("Tu eres quien ha hecho...", mientras que la fórmula cultual siguiente ("Tu eres quien ha dicho...") recuerda la eficacia de su Palabra. Los apóstoles realizan, pues, una confrontación entre el acontecimiento vivido y la Palabra proclamada. La continuación de la oración lo confirma: primero releen la Palabra de Dios contenida en el salmo 2. Se trata de un salmo profético y mesiánico que se han habituado a aplicar al Señor (Act 13, 33; Heb 1, 5; 5, 5), pero inmediatamente añaden a ese encuentro de Dios en su palabra (vv. 25-26) un encuentro de Dios en los acontecimientos (vv. 29-30). Pues bien: esta segunda parte de la oración está tejida de palabras tomadas ya del salmo 2 (amenazas, servidores, tu palabra), ya del relato mismo del primer proceso de los apóstoles (seguridad, anunciar tu palabra, nombre, signo).

Así, pues, el hecho de vida (aquí la persecución) es el motivo para la comunidad de confrontar su situación y la Palabra de Dios, incluso de remitir a Dios, en oración, la palabra que ha inspirado.

Pero una confrontación de este tipo no puede hacerse si no es a través de la persona de Jesús. De ahí que los vv. 27-28 constituyan el nudo de la oración: porque Cristo cumple la Palabra del salmo y es a la vez el acontecimiento decisivo que ilustra los hechos vitales de la comunidad primitiva es por lo que los cristianos pueden de ahora en adelante rezar el salmo confrontando la Palabra de Dios y su experiencia.

Para comprender religiosamente su situación de comunidad perseguida, la Iglesia de Jerusalén se apoya tan solo en Cristo y su misterio pascual, pero le sitúa en la encrucijada de la Palabra de Dios y del desarrollo de los acontecimientos que la dan cumplimiento: los "hechos de vida" y las "maravillas" de la historia de la salvación encuentran conjuntamente su elucidación en la persona de Cristo.

b) El objeto mismo de la oración sobre la libertad de hablar (v. 29, reproducido en el 31). Esa libertad y esa seguridad habían sorprendido a los miembros del sanedrín (act 4, 13) y Pablo las reivindicará frecuentemente como características de su ministerio (Act 9, 27-28; 13;46; 14, 3; 18, 26; 19, 8; 26, 26; 28, 31).

Si los apóstoles piden el poder de hacer milagros (v. 30) es porque estiman que ese poder puede ayudarles psicológicamente a encontrar el valor necesario para hablar en voz alta. Pero la verdadera fuente de la libertad y del valor es el Espíritu Santo (v. 31; cf. Act 1, 8; Lc 24, 38-49).

La oración cristiana se sitúa, pues, en la confluencia de la historia de la salvación encarnada por Jesús y de los hechos de vida encarnados en la Iglesia. La oración apostólica nos proporciona el ejemplo de dos dimensiones esenciales de la oración: el aspecto anamnético que repasa la historia de la salvación y el aspecto epiclético que espera la revelación de esa salvación en la vida actual. La oración eucarística edificada sobre estas leyes permite comprender cómo la asamblea litúrgica reúne el presente y el pasado para disponernos mejor para el futuro.

Por eso no basta hacer memoria de la resurrección para vivir su fe; se necesita además situarla correctamente en la vida de la Iglesia y de los hombres. Se trata continuamente de aclimatar, si así puede decirse, la vida del Resucitado en tal o cual espacio cultural.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969
.Pág. 51


2. EVANGELIZACIÓN

-Una vez libres, Pedro y Juan volvieron junto a sus hermanos.

Después del milagro de la curación del tullido, Pedro y Juan pasaron una noche en la cárcel.

¡El primer Papa en la cárcel! por haber curado a un enfermo y haber anunciado la resurrección de Jesús. Te ruego Señor, por todos los que están «encarcelados» por haber dado testimonio de su fe... por todos los que tienen dificultad en ser testigos, porque el ambiente en que viven es opresivo y constituye a su alrededor algo así como una cárcel que les impide vivir y anunciar a Jesucristo.

Los hermanos elevaron la voz hacia Dios: "¿Por qué esa agitación de las naciones?" (Salmo, 2)

El primer reflejo de esa «comunidad de hermanos» es orar.

No es un grupo humano ordinario, es un grupo que se sitúa delante de Dios. Inmediatamente, dilucidan la situación en la que viven -¡un arresto de dos de los suyos!- por medio de la Palabra de Dios. Un salmo muy conocido de todos, el salmo segundo, les viene espontáneamente a la memoria y a los labios. El suceso vivido es confrontado a esa Palabra.

«Por qué esas naciones en tumulto, y esos vanos proyectos de los pueblos?
«Se levantaron los reyes de la tierra contra el Ungido del Señor.
«Pero Dios, desde el cielo se sonríe.
"Os anuncio el decreto del Señor: Tú eres mi Hijo... te doy en herencia las naciones!"

¡Qué valentía y audacia debieron sacar de tales plegarias!

-Efectivamente, en esta ciudad se han aliado Herodes, Poncio Pilato y los pueblos paganos con Israel...

La aplicación concreta es también inmediata, y sin inquietarse por preocupaciones diplomáticas. Son pobres. No tienen nada que perder. Se atreven a enfrentarse al Poder político y religioso dominante.

-Ten en cuenta, Señor, sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con valentía.

Hacía poco que este mismo Pedro temblaba de miedo ante unas criadas del sumo sacerdote.

Y ahora se halla rebosante de audacia y valentía.

Ser apóstol no requiere tener cualidades excepcionales, ni competencias extraordinarias.

Ninguno de los apóstoles tiene instrucción.

Concede, Señor, a todos los cristianos, a todos los bautizados que sepamos dar testimonio en todos los ambientes en los cuales vivimos.

-Acabada su oración todos quedaron llenos del Espíritu Santo.

Este estribillo se repite continuamente en los primeros tiempos de la Iglesia.

Es el tiempo del Espíritu. Es el fruto de la resurrección.

¡Señor, elévanos! ¡Señor, envía tu soplo sobre nuestras vidas! ¡Señor, llénanos de tu Espíritu! y danos la gracia de serle fieles.

En este tiempo pascual, haznos descubrir la devoción al Espíritu Santo.

El espíritu va unido a la plegaria: «acabada su oración...»

Concédenos la perseverancia en la oración para llenarnos del Espíritu.

-Entonces predicaron la Palabra de Dios.

El apostolado, la evangelización, se derivan de ello.

No hay conflicto en ellos entre «contemplación» y «acción».

Pasan sin interrumpir de la oración a la proclamación del Evangelio.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 186 s.


3. /Jn/03/01-15:

EVANGELIOS DE LUNES Y MARTES.

A partir del segundo capítulo, el Evangelio de Juan se preocupa de los signos presentados por Cristo y de la actitud que provocan. Al de Caná, los discípulos respondieron con la fe (Jn 2, 1-12), pero ante el del Templo, los judíos hicieron manifestación de su incredulidad (Jn 2, 13-25). Juan destina los capítulos 3 y 4 al análisis de las reacciones diversas ante los signos mesiánicos propuestos por Cristo: un judío, Nicodemo; una semipagana, la samaritana, y un pagano, el centurión, vienen sucesivamente a dar cuenta de su actitud ante el Señor.

Al Evangelio de este día refiere, hasta el v. 12, la conversación de Nicodemo y de Jesús, y los vv. 13-15 parecen exponer las reflexiones del apóstol en torno al desarrollo de esta conversación. Esto es característico del método de Juan, quien, partiendo de un episodio cualquiera (aquí el diálogo de Nicodemo y de Jesús) introduce algunas afirmaciones misteriosas del Señor que él completa (vv. 13-15) y retoca para que sus lectores encuentren en ellas los temas principales de su Evangelio.

a) El problema fundamental del pasaje es el de la fe en Cristo.

Después de haber analizado los hechos y los gestos de Jesús, Nicodemo concluye que este último debe tener seguramente a Dios consigo y ser un rabino válido (vv. 1-2). Pero Jesús sale inmediatamente al paso a este silogismo: no basta con "ver" cómo se cumplen los signos (theoraô: cf. Jn 2, 23), hay que "ver" el Reino (oraô: cf. v. 3), cosa que no está al alcance de la ciencia..., a menos de que "se nazca de arriba).

Al oír por primera vez esta última expresión, Nicodemo formula una pregunta que refleja la ingenuidad de su fe (v. 4). Cristo emplea entonces una expresión paralela, pero más tradicional y más bíblica: "nacer del Espíritu". El Espíritu (v. 6) hace precisamente que el hombre cumpla una misión que por sí mismo, en su estado de "carne", no puede realizar (cf. Ez 36, 26-28; Sab 9, 16-18).

Cristo presenta la recepción del Espíritu como necesaria para ver el Reino como un nacimiento (imagen similar a la de Mt 18, 3; "hacerse como niños"). Se trata de hacerse pequeño ante Dios, de aceptar el depender de El, de no empeñarse en salvarse por uno mismo (que es lo propio de la carne"). La expresión "nacer del Espíritu" designa, pues, un giro completo de la existencia que sitúa al hombre en dependencia de Dios en la fe.

Nicodemo hubiera debido comprender esto, ya que el Antiguo Testamento preparaba las mentes para asimilar esta idea. Ahora bien: una vez más da señales de su asombro (v. 9) y Cristo, cansado ya de tanta cerrazón, no puede por menos que remitir al sabio a su conocimiento de las Escrituras (v. 10) y concluir que todo es cuestión de fe y que la fe, por lo demás, es un don de Dios brindado a quienes se abren a la iniciativa divina (versículos 11-12).

Ahora es cuando el evangelista introduce su propia conclusión (vv. 13-15): para creer en Cristo no basta solo con "ver" sus signos, hay que verle, sobre todo, en la cruz (v. 14; cf. Jn 12, 32) y en su gloria (v. 13). Su misterio de muerte y de resurrección es la fuente de la fe porque la humanidad muere ahí a sí misma y ahí renace enteramente transfigurada por la gloria del Espíritu.

b) El discurso de Cristo a Nicodemo podía servir de punto de partida para una iniciación de catecúmenos. Las condiciones para el ingreso en el Reino están claramente definidas en él, así como el objeto y las condiciones de la fe.

Este contexto catecuménico ha inspirado sin duda la introducción del tema del nacimiento bautismal en el agua (v. 5). A lo largo de su conversación con Nicodemo, Cristo no ha hablado de bautismo porque todavía no estaba instituido. Esta expresión hubiera provocado, por lo demás, un movimiento de rechazo sin posible retroceso. En cambio, después de la Ascensión ya pudo Juan precisar las condiciones requeridas para entrar en el Reino: hacerse semejante a un niño pequeño, creer y aceptar el bautismo.

Este nexo entre conversión, fe y bautismo será, por otra parte, una constante en la tradición primitiva (Mc 16, 15-16; Mt 28, 19; Act 2, 38; 8, 12, 36-37 según la Vulgata; cf. 1 Jn 5, 6-8).

Al hablar de "nacimiento en el agua y el Espíritu", el evangelista no pretende limitar la acción de Espíritu solo al bautismo: piensa también en el "nacimiento en el Espíritu" como una vida de conversión y de dependencia respecto a Dios. El agua hace referencia ciertamente al momento preciso del bautismo, pero la acción del Espíritu no se limita a ese momento: impregna y transfigura gradualmente toda la vida.

Tampoco basta un conocimiento perfecto de las Escrituras y de los signos realizados por Cristo; no basta para comprender el misterio de la personalidad de Cristo y a fortiori el del Padre y de su amor. Por eso Juan propone un itinerario preciso para pasar de un conocimiento externo a la fe, de una simple simpatía por la obra de Jesús a la adhesión al Padre y al don que ha hecho de su vida.

Todo cristiano tiene también la misión de proponer a quien quiera se presente a él un itinerario que le lleve de la simpatía o de la religiosidad a la verdadera fe. Pero ¿cuántos hombres no se habrán visto rechazados por una falta de fe en lugar de ser conducidos a Cristo? ¿Y cuántos otros, acogidos al principio, se quedan en una simple religiosidad sin recibir una verdadera educación de la fe?

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 53


4. J/LUZ  NOCHE/TINIEBLA  NICODEMO  LEY/FARISEO REINO DE DIOS. NOVEDAD: NUEVA CRIATURA. ESFUERZO. GRACIA.

v. 1:Es un fariseo influyente que pertenece al órgano supremo del gobierno judío. Como fariseo se distinguía por su adhesión y fidelidad a la Ley mosaica y a la tradición que sobre ella se había formado. Esperaban y deseaban el Reino de Dios, no por medios violentos, sino a través del cumplimiento exacto de la Ley, cuya observancia aceleraría la llegada del Mesías y, con Él, la del Reinado de Dios.

Esta escena va a describir, por tanto, un diálogo de Jesús con representantes de la Ley, entendida en sentido religioso y espiritual como sabiduría, norma de vida y medio de perfección para el hombre.

v. 2:Impresionado por la actuación de Jesús quiere manifestarle que él y otros como él, están de su parte.

Sin embargo, Nicodemo va a verlo de noche, circunstancia que está en relación con la tiniebla. La noche significa la resistencia a dejarse iluminar por Jesús, la luz, por causa de una ideología que se opone al amor gratuito de Dios por el hombre. El mundo de la Ley, que representa Nicodemo, es tiniebla, es decir, enemigo de la vida contenida en el proyecto de Dios. Con esta disposición Nicodemo se acerca a Jesús, la luz.

"Sabemos que has venido en nombre de Dios". Habla en plural, en nombre de un grupo que lo considera el Mesías-Maestro, que, inspirándose en la Ley, llevaría a cabo la reforma e instauraría el Reinado de Dios, enseñando a los israelitas la perfecta observancia de la Ley de Moisés. No perciben, en los signos que hace Jesús, la manifestación del amor que culminará en la cruz.

Para el grupo fariseo, la Ley es el camino hacia Dios, y toda esperanza de mejora se centra en el conocimiento y fidelidad a la Ley. Ella, la Ley, es para los fariseos, la educadora del hombre y la que le permite llegar a ser lo que Dios espera de él. La respuesta de Jesús es categórica: "Te lo aseguro", es decir, esto que te afirmo no admite excepciones. "Te lo aseguro: el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios". La expresión que se traduce "de nuevo", significa en griego al mismo tiempo "de nuevo" y "de arriba".

Jesús no admite los presupuestos de Nicodemo: la Ley no puede llevar al hombre al Reino de Dios; la Ley es de abajo, no es fuente de vida; la vida viene de arriba, de un nuevo nacimiento.

Para Jesús, el Reino de Dios, siendo una realidad social, está ligado, sin embargo, al cambio personal: si uno no nace de nuevo.

NACER/RENACER: Nacer de nuevo significa independizarse de un pasado, comenzar una experiencia y una vida. Cada uno somos el resultado de una historia personal y comunitaria, que no sirve ni como base ni como preparación al Reino de Dios.

"Nicodemo le pregunta: ¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?" La objeción de Nicodemo -siendo viejo- califica de utopía la exigencia de Jesús. Cada uno es hijo del propio pasado, de una tradición y de una experiencia; sobre ella puede construir y desarrollarse, pero es ilusorio pretender comenzar de nuevo. Se encierra en su determinismo y niega a Dios la posibilidad de intervenir en su historia personal con un nuevo gesto creador: excluye la posibilidad de un cambio radical.

Jesús, por el contrario, afirma el poder creador de Dios: es posible romper con ese pasado, porque es posible esperar de Dios una vida nueva.

Nicodemo concibe el cambio propuesto por Jesús como resultado del propio esfuerzo: el hombre tendría que desandar su camino para volver al seno materno y nacer otra vez. Para Jesús, el nuevo nacimiento, no resulta del esfuerzo humano, sino de la acción de Dios que responde a la aceptación del hombre. Nacimiento de arriba, de lo alto. Nacimiento de Dios. Nacimiento de arriba que ha sido posibilitado porque el de arriba vino a la tierra. Ya lo había anunciado el evangelista en el prólogo (1. 12-13). El nacimiento de la "carne y la sangre", que comprende todas las posibilidades humanas, es totalmente insuficiente en orden a la pertenencia al Reino. No basta el deseo del Reino. Es imprescindible la presencia del Espíritu que, a través de Jesús, entra en escena como un agente regenerador. Le es regalado gratuitamente al hombre por Dios.

"Jesús le contestó: Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios".

Nacer de nuevo/arriba es lo mismo que nacer del agua y del Espíritu. "Tiene que ser levantado en alto el Hijo del Hombre..." (3. 41). Jesús tiene que ser elevado sobre la tierra para que el hombre pueda nacer de arriba.

La respuesta de Jesús a Nicodemo anticipa la escena de la cruz, cuando del costado de Jesús, traspasado por la lanza, saldrá sangre y agua. El agua es el Espíritu: el amor que él comunica al hombre, el bautismo que él iba a conferir.

"Lo que nace de la carne, es carne". La carne indica, por supuesto, toda la persona humana según todas sus posibilidades. Lo que nace del Espíritu, es espíritu, es decir, sólo cuando el Espíritu de Dios toca al hombre, crea en éste una especie de personalidad nueva, gracias a la cual es capaz de responder a Dios.

El Espíritu de Jesús es la fuerza divina: sólo él hace nacer a una vida nueva y sólo quien ha nacido de él puede entrar en el Reino de Dios. Nicodemo pensaba que el hombre podía acabarse/realizarse a sí mismo, por su fidelidad, obediencia, a la Ley. Jesús afirma que la creación del hombre ha de ser terminada por Dios, infundiendo al hombre el aliento de la vida definitiva. (Ver evangelio domingo segundo de Pascua).


5.

Los publicistas, que no son ningunos ignorantes, conocen los resortes ocultos del hombre. Permanecer joven, mantener la forma de los veinte años: ése es el hombre que tratan de "vendernos", porque todos aspiramos a serlo. El viejo sueño del paraíso no ha muerto, y el mito del doctor Fausto nos acosa... ¿Dónde estás, eterna juventud? Pero ¿es posible renacer? Cada vez penetramos más en los secretos del mundo y dominamos los mecanismos de la vida; somos notables y sabios. Pero nuestros conocimientos no pueden aplacar nuestra sed ni apagar el fuego que nos quema: ¿para qué vivir, si al fin y al cabo vamos a morir? Tenemos hambre de razones para vivir, y acudimos de noche a consultar a Jesús.

¡Lo que ha nacido de la carne es carne! La vida del hombre sólo puede ir a la perdición. Muchos se consumen intentando amar y, aunque a veces consiguen crear lazos más poderosos que la muerte, sus victorias son demasiado aleatorias para seguir viviendo con ilusión. Muchos intentan construir un mundo más humano, consagran a ello sus fuerzas e incluso dejan la vida en el intento: noble y heroico esfuerzo que, sin embargo, no puede disimular lo frágiles que son los lazos humanos. ¡No vivimos más que de armisticios temporales! "¡Lo que ha nacido de la carne es carne!". La vida se nos escapa en el momento en que pensamos alcanzarla, como el agua corre entre nuestros dedos, que creían poder detenerla. "¡No te extrañes de que te haya dicho que tienes que renacer!". El secreto de la vida está escondido en un jardín donde el destino del hombre se ha invertido, porque un sepulcro se ha abierto...

No podía retener cautiva a la Vida nueva. ¡No se echa vino nuevo en odres viejos, porque éstos reventarían! No se puede encerrar al Espíritu... !Siempre hace saltar la piedra por los aires! Hay que nacer del Espíritu, que es quien transfigura ya la debilidad de nuestros amores humanos para que puedan anunciar algo del mundo nuevo. Nacer del Espíritu... Nuestras comuniones, consagradas por la Vida, constituyen el lugar en que se inauguran los encuentros que van tejiendo ya la trama del mundo nuevo.

Nacer del Espíritu... ¡Nacer del viento! Pero nadie sabe hacia dónde va... Nadie puede saber dónde nace la novedad de Dios, pero por la fe podemos afirmar que la resurrección de Jesús sigue actuando en estos tiempos. Cuando elevamos hacia Dios la humilde invocación de nuestra fe, el lugar en que nos hallamos se pone a temblar... ¡Como el sepulcro en la mañana de Pascua!

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 138


6. /Jn/03/02  V/SENTIDO/SV:

Al personaje Nicodemo sólo se le utiliza aquí como aliciente para una determinada función. Es la figura del judío piadoso a la vez que destacado, al que inquieta el problema de la salvación, de la vida eterna, problema que plantea a Jesús, aun cuando sea el propio Jesús el que lo expone como la cuestión central. Nicodemo es además la figura de cualquier hombre acuciado por el problema de la salvación, por la cuestión del sentido, pues según Jn se puede decir que en realidad no hay hombre alguno al que no acucie ese problema central de la vida. Quien se pregunta por la salvación o por el sentido último de la vida, se topa de alguna forma con Jesús. Por ello se trata también en este texto del núcleo de la fe cristiana. ¿Cuál es la cuestión que mueve al hombre a creer y cuál la respuesta que puede ofrecer la comunidad a esa cuestión?

"Rabí, nosotros sabemos que has venido de parte de Dios en calidad de maestro, porque nadie puede hacer esas señales que tú haces, si Dios no está con él". Para Nicodemo está claro que, habida cuenta de las señales, sólo se puede llegar a esta conclusión: Dios es un aliado de este hombre y está por completo de su parte. Rompe, pues, en cierto modo con el prejuicio existente acerca de Jesús. Más tarde intervendrá también a favor de Jesús en presencia de sus colegas y acabará colaborando en el sepelio de Jesús. Su apertura de espíritu es buena prueba de su manera de pensar y actuar. Y el hombre que quiere llegar a la fe en Jesús debe sin duda mostrar ese interés general y positivo por Jesús y por el problema de la salvación.

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN/4-1A
HERDER BARCELONA 1983.Pág. 242 s.


7. /Jn/03/08

"El viento sopla donde quiere: tú oyes su silbido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así le sucede a todo el que ha nacido del espíritu." Para el hombre antiguo el soplo del viento era algo totalmente misterioso; al viento no se le puede aferrar, no se le puede meter en un puño, no se le puede comprender; ni siquiera se puede establecer su dirección. Y eso es exactamente lo que ocurre con el que ha nacido del espíritu. En definitiva ese tal resulta incomprensible, alguien sobre cuyo pensar, querer y actuar no se puede hacer ningún cálculo, porque su persona y existencia se fundan en Dios y en el Pneuma divino. La existencia pneumática escatológica del "nacido del espíritu", del creyente, no se puede comprender con medidas, normas y categorías mundanas. Es una existencia que participa del soplo del espíritu y, por tanto, de Dios.

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN/4-1A
HERDER BARCELONA 1983.Pág. 254


8.

Durante seis semanas haremos una lectura casi continua del evangelio según san Juan. El tiempo pascual es un tiempo de plenitud: la resurrección de Jesús ha revelado su "ser' profundo... su misterio divino. Era bastante natural, en este momento del año, colocar el evangelio que ha ido más lejos en la contemplación de la "Persona" de Jesús. El tema fundamental de san Juan podría expresarse así:

El Hijo único de Dios se ha encarnado y ha sido entregado por el Padre al mundo a fin de revelar y comunicar a los hombres las riquezas misteriosas de la vida divina

-Nicodemo fue de noche a Jesús y le dijo: "Sabemos que has venido como maestro de parte de Dios..."

Nicodemo es un hombre de buena fe. Ha observado a Jesús y de sus observaciones ha sacado la conclusión de que "Jesús viene de Dios".

-Respondió Jesús y le dijo: "Sí, en verdad te digo que quien no naciere de nuevo no podrá entrar en el reino de Dios."

El "reino", o "reinado" de Dios... era una noción frecuente en los otros tres evangelios. San Juan, reemplaza esta noción por la de "vida". La fe da acceso al hombre a un modo de existencia totalmente nuevo, porque es "divino": ¡es la vida de Dios... en el hombre! Es necesario pues "un nacer de nuevo". San Pablo habla de un "injerto". Cada autor, a su modo, intenta revelarnos el misterio.

Ser bautizado, es renacer. Es como si todo volviera a empezar.

Es una resurrección. Un nuevo ser. Señor, haz que yo renazca, nuevo cada día.

-Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu.

"Nacido de la carne"... "Nacido del Espíritu..." Dejo resonar en mí esta oposición.

Yo sé lo que es la "carne": es la naturaleza humana con sus posibilidades y sus límites... es una maravilla frágil.

Adivino lo que es el "Espíritu"... es la potencia divina.

Desde mi bautismo, habita en mí el Espíritu de Dios.

Yo he "nacido del Espíritu".

¿Pero es realmente verdad que soy "espiritual", que soy "espíritu"? ¿Qué exigencias debería tener esto en mi vida cotidiana?

-El viento sopla donde quiere. Oyes su voz. Pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.

Así es todo hombre nacido del Espíritu.

En griego, la misma palabra "pneuma" designa a la vez el "viento" y el "espíritu".

La imagen es sugestiva: Jesús subraya el carácter "misterioso, invisible, difícil de controlar, del viento. No se sabe de dónde viene ni adónde va.

Estar bautizado es ser conducido por ese soplo divino invisible.

¿Acepto yo que sea Dios, el Espíritu, quien me impulse hacia adelante, quien me conduzca "no sé adónde"? "El viento sopla donde quiere." ¡Vivir con lo invisible! "Lo esencial es invisible para los ojos", escribía ·Saint-Exupery-A en el "Pequeño Príncipe".

-No te maravilles si te he dicho: "Es preciso renacer."

Sí, es una novedad radical... un "hombre divinizado", un hombre animado de una vida superior, un hombre participante actualmente de la vida divina.

Es conveniente hallar de vez en cuando el tiempo para pensar en ello, para realizar esta vida de verdad: la oración, tiempo privilegiado de empalmar con el Espíritu.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984
.Pág. 190 s.


9.

1. a) La primera comunidad cristiana nos da un ejemplo magnífico de oración a partir de los hechos de la vida

Cuando Pedro y Juan volvieron a donde estaban reunidos «los suyos» y contaron lo que había pasado en su encuentro con las autoridades, todos se pusieron a orar. Podían haber tenido otras reacciones: preparar subterfugios para escapar de la persecución, apelar a otras influencias. Pero se pusieron a orar a Dios, a partir de las circunstancias que estaban viviendo.

Saben «orar la vida», viéndola desde los ojos de Dios. Lo hacen sirviéndose del salmo 2. Por esto lo rezamos hoy como responsorial. Este salmo se refería a otra etapa de la historia, en que unos reyes y príncipes conspiraban contra «el ungido», o sea, el rey de Israel. Aquí la comunidad de Jerusalén lo reza aplicándolo a su propia historia: son Pilato y Herodes y los judíos los que han tramado la muerte del Ungido por excelencia, Jesús de Nazaret («Mesías» en hebreo, y «Cristo» en griego, significan lo mismo: el «Ungido»). Y piden a Dios una cosa que tal vez nosotros no hubiéramos puesto en primer lugar. Nos hubiera resultado más espontáneo pedir que Dios nos liberara de la persecución. Ellos pidieron «valentía para anunciar la Palabra». Querían, como expresaría otras veces san Pablo, la libertad para la Palabra. Sea lo que sea lo que nos pase a nosotros -podemos perder la libertad e ir a parar a la cárcel- lo que pedimos es que la Palabra nunca se vea maniatada. Que pueda seguirse anunciando la Buena Noticia del Evangelio a todos. Si para ello hacen falta carismas y milagros, también los pedimos a Dios, para que todos sepan que se hacen en el nombre de Jesús.

El temblor del lugar de la reunión se interpreta en la Escritura como asentimiento de Dios: Dios escuchó la oración de aquella comunidad. Los llenó de su Espíritu, como en un renovado Pentecostés. Y así pudieron seguir predicando la Palabra, a pesar de los malos augurios de la persecución.

b) Ojalá supiéramos interpretar y «rezar» nuestra historia desde la perspectiva de Dios. Por ejemplo, a partir de los salmos.

Los salmos que rezamos y cantamos se cumplen continuamente en nuestras vidas. Con ellos no hacemos un ejercicio de memoria histórica. Cuando los rezamos pedimos a Dios que salve a los hombres de nuestra generación, alabamos a Dios desde nuestra historia, meditamos sobre el bien y el mal tal como se presentan en nuestra vida de cada día, protestamos del mal que hay ahora en el mundo, no por el que existía hace dos mil quinientos años.

Como la primera generación aplicaba el salmo 2 a su historia (y el salmo 21, a Cristo en la cruz: ¿por qué me has abandonado?), nosotros los tendríamos que hacer nuestros, con su actitud de alabanza, de súplica o de protesta.

Una oración así da intensidad y a la vez serenidad a nuestra visión de la historia, la eclesial, la social, la personal.

Otra lección que nos da la comunidad de Jerusalén: ¿tenemos ese amor a la evangelización que tenían ellos? ¿estamos dispuestos a ir a la cárcel, o soportar algún fracaso, o entregar nuestras mejores energías para que la Buena Nueva de Cristo Jesús se vaya extendiendo en torno nuestro? ¿andamos preocupados por nuestro bienestar, o por la eficacia de la evangelización en medio de este mundo a veces hostil?

2. a) A partir de hoy, durante todo el Tiempo Pascual, leeremos el evangelio de Juan. Empezando durante cuatro días por el capítulo tercero, el diálogo entre Jesús y Nicodemo.

El fariseo, doctor de la ley, está bastante bien dispuesto. Va a visitar a Jesús, aunque lo hace de noche. Sabe sacar unas conclusiones buenas: reconoce a Jesús como maestro venido de Dios, porque le acompañan los signos milagrosos de Dios. Tiene buena voluntad.

Es hermosa la escena. Jesús acoge a Nicodemo. A la luz de una lámpara dialoga serenamente con él. Escucha las observaciones del doctor de la ley, algunas de ellas poco brillantes. Es propio del evangelista Juan redactar los diálogos de Jesús a partir de los malentendidos de sus interlocutores. Aquí Jesús no habla de volver a nacer biológicamente, como no hablaba del agua del pozo con la samaritana, ni del pan material cuando anunciaba la Eucaristía. Pero Jesús no se impacienta. Razona y presenta el misterio del Reino. No impone: propone, conduce.

Jesús ayuda a Nicodemo a profundizar más en el misterio del Reino. Creer en Jesús -que va a ser el tema central de todo el diálogo- supone «nacer de nuevo», «renacer» de agua y de Espíritu. La fe en Jesús -y el bautismo, que va a ser el rito de entrada en la nueva comunidad- comporta consecuencias profundas en la vida de uno. No se trata de adquirir unos conocimientos o de cambiar algunos ritos o costumbres: nacer de nuevo indica la radicalidad del cambio que supone el «acontecimiento Jesús» para la vida de la humanidad.

b) El evangelio, con sus afirmaciones sobre el «renacer», nos interpela a nosotros igual que a Nicodemo: la Pascua que estamos celebrando ¿produce en nosotros efectos profundos de renacimiento? El día de nuestro Bautismo recibimos por el signo del agua y la acción del Espíritu la nueva existencia del Resucitado. Celebrar la Pascua es revivir aquella gracia bautismal. La noche de Pascua, en la Vigilia, renovamos nuestras promesas bautismales. ¿Fueron unas palabras rutinarias, o las dijimos en serio? ¿hemos entendido la fe en Cristo como una vida nueva que se nos ha dado y que resulta más revolucionaria de lo que creíamos, porque sacude nuestras convicciones y tendencias?

Nacer de nuevo es recibir la vida de Dios. No es como cambiar el vestido o lavarse la cara. Afecta a todo nuestro ser. Ya que creemos en Cristo y vivimos su vida, desde el Bautismo, tenemos que estar en continua actitud de renacimiento, sobre todo ahora en la Pascua: para que esa vida de Dios que hay en nosotros, animada por su Espíritu, vaya creciendo y no se apague por el cansancio o por las tentaciones de la vida.

«Cristo ya no muere más: la muerte ya no tiene dominio sobre él» (entrada)

«Acrecienta en nosotros el espíritu de hijos» (oración)

«Anunciaban con valentía la Palabra de Dios» (1ª lectura)

«Cristo ha resucitado, él nos ilumina» (aleluya)

«Paz a vosotros» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 42-45


10.

Primera lectura : Hechos 4, 23-31 Ahora, Señor, mira como nos amenazan, y da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra

Salmo responsorial : 2, 1-3.4-6.7-9 Dichosos los que se refugian en el Señor

Evangelio : Juan 3, 1-8 El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios

Dentro del inquieto corazón de Nicodemo existe una preocupación, que a pesar de ser judío no puede esconder. Lo que hace y propone Jesús tiene mucha relación con un Dios muy cercano al querer de los seres humanos. Es por eso que se atreve a llamarlo Rabbí o Maestro. Pero el mismo Jesús le hace saber que la única manera como es posible acercarse al Dios de su anuncio es a través de un renacer desde lo más profundo que posibilite asumir una nueva actitud en su vida.

A los judíos del tiempo de Jesús no deja sorprenderles la manera como éste anuncia y enseña acerca de lo que es el Reino. Y les advierte que si no se tiene el deseo de querer ser una persona nueva ese Reino estará distante. Así le ha sucedido ya a Él, y lo siente porque en su actuar ha comenzado a reflejar la voluntad de Dios con quien se identificará en la medida que haga sus obras.

Los doctores de la ley ya han empezado a ver que los argumentos de su religión han sido rebasados por un aparecido del cual nadie nunca tuvo noticias y que está mostrando a un Dios que cada vez se le irá haciendo más verdadero al pueblo oprimido.

En nuestras comunidades hay muchos Nicodemo, que tocados por la gracia del Señor se le acercan queriendo clarificar su puesto en una estructura que los aliena, deseosos de concientizarse de la paternidad de Dios, y tener definido si desean ser sus hijos o no. Nicodemo es también la voz de toda la comunidad que tiene necesidad de encontrar un camino de conversión, sin importar lo que se era antes. ¿Qué fuerza se debe tener dentro para convertirse? Esa fuerza interior la dará Dios si le abrimos el corazón.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


11.

Jesús sube con sus discípulos a Jerusalén para celebrar la Pascua. La multitud, entusiasmada por las señales, lo aclama, pero él no se confía de esos arrebatos momentáneos de la masa. La expulsión de los mercaderes del templo es una señal mesiánica (Zac 14, 21) que pone en tela de juicio las prácticas del templo como contradictorias con el designio de Dios. Allí Jesús enfrenta a un grupo de judíos comandados por los fariseos que cuestionan su autoridad.

En la oscuridad de la noche, se le acerca sigilosamente uno de estos hombres, llamado Nicodemo. En el saludo le da muestras de reconocimiento como Maestro o Rabí.

Conversan de igual a igual. Nicodemo representa al grupo de tradicionalistas moderados, más abiertos a la novedad. Por eso, habla en plural, "sabemos". Las señales de Jesús en el templo constituyen un inequívoco signo de los nuevos tiempos. La presencia de Dios se manifiesta en sus profetas, y Jesús es, para algunos judíos, uno de ellos.

La respuesta de Jesús sorprende por el giro que le da al pomposo saludo de Nicodemo. El conocimiento que Jesús tiene de las intenciones humanas le permite poner en evidencia las intenciones de sus interlocutores. Nicodemo reconoce los evidentes prodigios divinos que acompañan a los hombres de Dios. Jesús por el contrario, considera que la única señal divina es la conversión, el cambio de mentalidad, como condición para poder percibir el reino de Dios.

La respuesta de Nicodemo sorprende aun más. Para este representante de la más fina legalidad y el prestigio nacional, la historia de cualquier ser humano es incambiable. El hombre y la mujer están irremediablemente sumergidos en una mentalidad fijada por las condiciones sociales, la educación y la historia individual. Para cambiar algo de esto sería necesario renacer en el vientre materno y comenzar una historia diferente.

Jesús cuestiona esta habitual manera de pensar. El ser humano tiene en sí mismo la capacidad de abrirse a la acción del Espíritu y transformar en cualquier momento de su vida toda la historia personal y comunitaria. Nacer de nuevo es abandonar al ser humano viejo. Liberarse de ideologías atrofiadas. Buscar la "Voz del Viento". Ser como el Espíritu: una acción permanente de innovación.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


12. CLARETIANOS 2003

¿Nacer de nuevo? ¿Es esto posible? El mensaje de hoy podría resumirse con esta exhortación: ¡Aprendamos a vivir en el Espíritu! Es el fruto de la resurrección de Jesús. Esto significa que:

Hay una manera “vieja” de vivir, la manera según la carne. Vivimos según la carne cuando nuestros criterios coinciden con los que mueven el mundo. ¿Cómo podemos saber si nosotros participamos de ellos? ¡Examinando lo que hay detrás de las decisiones, pequeñas o grandes, que tomamos en nuestra vida! Si sólo examinamos nuestras ideas, es muy probable que siempre nos sintamos en sintonía con la novedad del evangelio. Pero, ¿qué sucede cuando examinamos nuestras decisiones? Pues que a menudo comprobamos que hay un enorme abismo entre lo que decimos creer y lo que, de hecho, mueve nuestra vida. He conocido padres “cristianísimos” que lo eran hasta que su hija ha quedado embarazada (y entonces han hecho lo imposible por librarla del “trauma” recurriendo al aborto) o hasta que su hijo les ha sugerido que quería hacerse religioso (y entonces han puesto en marcha toda su artillería disuasoria). Los ejemplos pueden multiplicarse. La vieja manera de vivir, basada en el prestigio, el interés, la comodidad, aparece cada vez que la vida nos coloca ante las cuerdas de una decisión. Es la manera que funciona automáticamente, “por defecto”, como se dice en el lenguaje informático. Si no introducimos una decisión nueva, nuestra manera espontánea de funcionar siempre se ajusta a los criterios de la carne.

Hay una manera “nueva” de vivir, la manera según el Espíritu. Vivimos según el Espíritu cuando nos des-centramos, cuando no llevamos obsesivamente el control de nosotros mismos, cuando no andamos obsesionados con nuestros intereses. Lo propio del Espíritu es actuar como el viento, que sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.

Esta segunda semana de Pascua comienza con una llamada a la novedad. Pero de una novedad que se nos concede.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


13. 2001

COMENTARIO 1

vv. 3-8. La segunda reacción es propia de un grupo fariseo, representado por un miembro del Consejo, Nicodemo (3,1). Como hombre de la Ley, ve en Jesús al Mesías-maestro (3,2: Rabbi), enviado por Dios para establecer su reinado por medio de la observancia de la Ley mosaica.

Jesús cambia radicalmente el planteamiento de Nicodemo. La socie­dad humana alternativa que Jesús propone (3,3: el reino de Dios) no se formará por la imposición de una Ley externa, sino por la creación de un hombre nuevo. Supone una ruptura con el pasado y el comienzo de una vida de calidad diferente (nacer de agua y Espíritu = 1,13: nacer de Dios = 1,16: recibir de su plenitud) (5). Nace carne (6), lo débil y tran­sitorio, en este caso el hombre no acabado; la Ley, que no cambia al hombre, lleva al fracaso. Nace espíritu, 19 fuerte y definitivo, el hombre personalizado por su nueva capacidad de amar, umbral de la plenitud humana; el Espíritu transforma al hombre. El viento/Espíritu sopla dónde quiere (cf. Gn 2,7), el reinado de Dios no conoce fronteras, no se limitará a Israel.


COMENTARIO 2

Dentro del inquieto corazón de Nicodemo existe una preocupación, que a pesar de ser judío no puede esconder. Lo que hace y propone Jesús tiene mucha relación con un Dios muy cercano al querer de los seres humanos. Es por eso que se atreve a llamarlo Rabbí o Maestro. Pero el mismo Jesús le hace saber que la única manera como es posible acercarse al Dios de su anuncio es a través de un renacer desde lo más profundo que posibilite asumir una nueva actitud en su vida.

A los judíos del tiempo de Jesús no deja de sorprenderles la manera como éste anuncia y enseña acerca de lo que es el Reino. Y les advierte que si no se tiene el deseo de querer ser una persona nueva ese Reino estará distante. Así le ha sucedido ya a Él, y lo siente porque en su actuar ha comenzado a reflejar la voluntad de Dios con quien se identificará en la medida que haga sus obras.

Los doctores de la ley ya han empezado a ver que los argumentos de su religión han sido rebasados por un aparecido del cual nadie nunca tuvo noticias y que está mostrando a un Dios que cada vez se le irá haciendo más verdadero al pueblo oprimido.

En nuestras comunidades hay muchos Nicodemo, que tocados por la gracia del Señor se le acercan queriendo clarificar su puesto en una estructura que los aliena, deseosos de concientizarse de la paternidad de Dios, y tener definido si desean ser sus hijos o no. Nicodemo es también la voz de toda la comunidad que tiene necesidad de encontrar un camino de conversión, sin importar lo que se era antes. ¿Qué fuerza se debe tener dentro para convertirse? Esa fuerza interior la dará Dios si le abrimos el corazón.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


14. DOMINICOS 2003

  En luz de Eternidad

Una y mil veces tenemos que recordar esta gran verdad de nuestra fe: “Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene dominio sobre él” (Antífona de entrada).

Alimentémonos espiritualmente con ella y asumamos el triple estadio de Vida – Muerte – Resurrección  como esquema que marca los pasos de nuestra existencia, hasta que alcancemos la plenitud  de vida bienaventurada.

Llamados a la vida, hemos de saborearla como un don de Dios. La vida se nos da para vivirla conscientemente; y es prudencia de sabio ‘gastarla’, mas no ‘malgastarla’. Sabiendo, pues, a dónde vamos, hagamos nuestras jornadas cubriendo afanes terrenos, pero hagámoslas teniendo en perspectiva un más allá misterioso, que la ciencia no puede clarificar, y que sólo por fe en la palabra del Señor -que nos ama y no engaña-  podemos abrazar ya en esperanza.

Cuando resucitemos para la eternidad, daremos alcance al ansiado deseo de ser, amar, pensar siempre como conciencias vivas. Mientras ese acontecimiento llega, esperémoslo implicándonos de corazón en la solicitud por todos aquellos que, como nosotros,  viven en la tierra sin ser habitantes definitivos de sus moradas.

ORACIÓN:

Cristo, luz de vida, te damos gracias por la revelación que nos hiciste de Dios Padre. Cristo, ejemplo de vida, queremos pasar por la tierra sembrando amor, como tú lo hiciste. Cristo, amigo fiel, tú nos dijiste que sepamos ‘perder la vida’ para ‘encontrarla”, danos sabiduría para comprender ese mensaje. Cristo, Hijo y rostro del Padre, haznos vivir con necesidad de ti y de tu mensaje, pues sólo así haremos de la virtud felicidad, de la compasión colaboración, de la verdad divina camino de vida humana. Amén.

 

Palabra con Espíritu

Hechos de los apóstoles 4, 23-31:

“En aquellos días, Pedro y Pablo, puestos en libertad, volvieron al grupo de los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los senadores. Al oirlo, todos juntos invocaron a Dios en alta voz, diciendo: “¡Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que contienen...!  ‘¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean un fracaso...? Señor, en Jerusalén se aliaron Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y con el pueblo de Israel contra tu santo siervo, Jesús, tu Ungido...’ Y ahora,  Señor, mira cómo nos amenazan. Danos a tus siervos valentía para anunciar tu Palabra. Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía la palabra de Dios”.

El texto corresponde al reencuentro de los apóstoles excarcelados con sus gentes. Al hacer juntos oración recuerdan pasajes de la historia de salvación y versos de los salmos, y, sobre todo, imploran una gracia especial que les dé fortaleza en la confesión de su fe, pues se sienten débiles ante las adversidades.

Evangelio según san Juan 3, 1-8:

“Un fariseo llamado Nicodemo, magistrado judío, fue a ver a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro..., pues nadie hace las señales que tú haces si Dios no está con él. Jesús le contestó: Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo (de lo alto) no puede ver el Reino de Dios... Nicodemo: Pero ¿cómo puede nacer un hombre que ya es viejo?... Jesús: Te lo aseguro, el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne; lo que nace del Espíritu es espíritu...”

El buen fariseo, Nicodemo, se muestra abierto, reconocido ante Jesús, pero no expresa su modo de pensar. Jesús se lo descubre:: mira, entrar en el Reino es cambiar de raíz en el modo de pensar y sentir. Hay que nacer de nuevo, según el Espíritu. ¿Tú quieres ser ‘hombre nuevo’?

 

Momento de reflexión

Apóstoles sostenidos por el Espíritu.

Pedro y Juan, testigos de Cristo, mediadores de gracias y de milagros en el nombre del Señor Jesús, habían sido llevados ante el Sanedrín y fueron sometidos a juicio por sus acciones. Éstas no se atenían a cánones de legalidad oficial. Pedro y Juan respondieron a sus acusaciones diciendo que ellos no estaban dispuestos a desobedecer a Dios sino a seguir el mensaje de Cristo. Y como no había en su conducta motivo de condena, los despidieron con amenazas.

Ellos volvieron a su comunidad de creyentes, narraron lo sucedido y lo compartieron todo en clima de oración. En su debilidad, elevaron todos juntos sus brazos al cielo, pidiendo a Dios fortaleza en las adversidades.  Todos débiles, todos creyentes, todos confiados, se realimentaban ‘en el encuentro con el Señor’.

Y sucedió una o muchas veces que la gracia inflamó sus corazones: “después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos, y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y comunicaban la palabra de Dios con valentía”.

En clima de oración, con calor de caridad, unidos entre nosotros y en Dios, hacemos prodigios.

Renacer en el Espíritu.

¿Qué sugiere y pide Jesús a Nicodemo? Le dice que para adherirse a Él y vivir en el Espíritu, en el Amor, en la Caridad, hay que abrir e iluminar la mente, hay que caldear el corazón, y que esto se logra únicamente contando con la acción del Espíritu.

Percibir lo que es amor sincero, dejarse guiar por la luz de lo alto, impregnar de fe y esperanza todos los gestos de la vida.

Hacer todo eso supone ir olvidando el interés de sí mismo y dejar a Dios que con sus insinuaciones y dones sea viento que nos lleve sin saber incluso a dónde, bajo su providencia. Y tal cosa no acontecerá si no nos hacemos solidarios y servidores y amigos de todos los hombres, porque Dios es Padre de todos.


15.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Aleluya» (Rom 6,9).

Colecta (tomada del Sacramentario de Bérgamo): «Dios todopoderoso y eterno, que nos permites que te llamemos Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida».

Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno».

Comunión: «Jesús se puso en medio de sus discípulos y les dijo: “Paz a vosotros”. Aleluya» (Jn 20,19).

Postcomunión: «Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa».

Hechos 4,23-31: Al terminar la oración, los llenó a todos el Espíritu Santo y anunciaban con valentía la Palabra de Dios. Después de la liberación de Pedro y de Juan, la comunidad cristiana ora rememorando las palabras del Salmo 2, interpretadas como una profecía de la pasión y de la resurrección del Mesías. Se trata de la primera oración comunitaria de la Iglesia. La persecución provoca y acentúa una mayor unión de sentimientos y el recurso a Dios, que escucha la súplica de la Iglesia reunida. En la acción eucarística, al hacer presente la actuación salvífica de Dios en Cristo, pedimos y recibimos la fuerza del Espíritu, que se ha de manifestar en el testimonio valiente de nuestras palabras y de nuestras obras.

San Agustín habla muchas veces sobre la oración pública y privada, sobre sus cualidades y eficacia:

 «Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. Mali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque pedimos mal, con poca fe y sin perseverancia, o con poca humildad. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros» (La Ciudad de Dios 20,22).

 «Hablar mucho en la oración es como tratar un asunto necesario y urgente con palabras superfluas. Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante y lleno de afecto a la puerta de Aquél que nos escucha. Porque con frecuencia la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras y expresiones verbales» (Carta 130 a Proba).

–Cristo resucitado, sentado a la derecha del Padre, lleva a plenitud el significado del salmo 2. Todo se lo ha dado el Padre. Su herencia: las naciones; su posesión: los confines de la tierra. Él intercede por nosotros como Pontífice supremo de nuestra fe. Es el Mediador y presenta al Padre nuestra oración. Con el Salmo 2 cantamos a la grandeza de Jesucristo:

«¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías: “Rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo”. El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: “Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, en mi monte santo”. Voy a proclamar el decreto del Señor: Él me ha dicho: “Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy; pídemelo: te daré en herencia las naciones; en posesión, los confines de la tierra. Los gobernarás con cetro de hierro, Los quebrarás como jarro de loza”».

Juan 3,1-8: El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Jesús manifiesta a Nicodemo el misterio del bautismo, como nuevo nacimiento a la vida divina y como entrada en el Reino de Dios. Todo está relatado en orden al Bautismo. Comenta San Juan Crisóstomo:

 «En adelante nuestra naturaleza es concebida en el cielo con Espíritu Santo y agua. Ha sido elegida el agua y cumple funciones de generación para el fiel... Desde que el Señor entró en las aguas del Jordán, el agua no produce ya el bullir de animales vivientes (Gén 1,20), sino de almas dotadas de razón, en las que habita el Espíritu Santo» (Homilía sobre el Evangelio de San Juan 26,1).

Y San Agustín:

«No conoce Nicodemo otro nacimiento que el de Adán y Eva, e ignora el que se origina de Cristo y de la Iglesia. Sólo entiende de la paternidad que engendra para la muerte, no de paternidad que engendra para la vida. Existen dos nacimientos; mas él sólo de uno tiene noticia. Uno es de la tierra y otro es del cielo; uno de la carne y otro del Espíritu; uno de la mortalidad, otro de la eternidad... Los dos son únicos. Ni uno ni otro se pueden repetir» (Tratado 11,6 sobre el Evangelio de San Juan).


16. DOMINICOS 2004

Vivamos con Cristo y con los hombres

Jesús se puso en medio y dijo: ‘Paz a vosotros’

El Señor me ha dicho: ‘Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy’

Tienes que nacer de nuevo para entrar en el Reino de Dios.

El sentido de la oración litúrgica en el día de hoy encarece intensamente que vivamos en el corazón del Padre, Dios, y que apreciemos nuestra condición de hijos.

El espíritu de hijo es camino seguro para conducirnos en el siglo XXI por la cercanía de Dios y en cercanía a los hombres. Y nos hace (o debe hacernos) sensibles al amor que nos da vida desde arriba, y a la urgencia de amor a los hermanos que, peregrinos en la tierra, andan faltos de justicia, comprensión, verdad, solidaridad, y que denuncian nuestras cobardías, silencios, ausencias en momentos difíciles.

Dejémonos ganar y guiar por el espíritu de hijos, que nos hace hermanos entre nosotros, y obremos como hombres nuevos.


La luz de la Palabra de Dios
Hechos de los apóstoles 4,23-31:
“En aquellos días, Pedro y Pablo, cuando fueron puestos en libertad, volvieron al grupo de los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los senadores. Al oírlo, todos invocaron al Señor, diciendo : ‘Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar...; tú inspiraste a tu siervo, nuestro padre David....’’

Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo y salieron a anunciar con valentía la palabra de Dios’.

Evangelio según san Juan 3, 1-8:
“En aquel tiempo, había un fariseo llamado Nicodemo, magistrado judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro, pues nadie puede hacer las cosas que tú haces si Dios no está con él.

Jesús le contestó: Te lo aseguro, el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.

Nicodemo le preguntó: ¿Cómo puede nacer de nuevo un hombre siendo viejo?... Jesús le contestó: el que no nazca del agua y del Espíritu (bautismo) no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne; lo que nace del Espíritu es espíritu...’


Reflexión para este día
Nazcamos de nuevo, por obra del Espíritu.
¿No es excesiva la complacencia que tenemos con las obras de la carne egoísta?

El mundo y el hombre fueron creados, por amor, para vivir en el amor, y nosotros con frecuencia nos odiamos.

Los hijos de Dios hemos sido invitados a la mesa o banquete de hermandad, y muchas veces nos negamos mutuamente el pan en vez de abrazarnos y hacernos solidarios.

El Reino de Dios en la tierra es preludio de vida eterna, pero con frecuencia las mezquindades humanas, las pasiones desmedidas, las ambiciones nos hacen insensibles al bienestar y dignidad de los más necesitados, y nos cierran el camino a una eternidad feliz.

Entendamos, pues, el lenguaje de Jesús que, por medio del renacimiento espiritual, nos eleva a un nivel insospechado de colaboración y vida en el Reino y por el Reino.


17. CLARETIANOS 2004

“FUE DONDE JESÚS, DE NOCHE”

El evangelio de los primeros días de la 2ª semana de la Pascua presenta a Nicodemo. Nicodemo fue un fariseo noctámbulo. Buscó a Jesús de noche. Supuso que, como él, el Maestro también velaba de noche. Y supuso bien, porque Jesús solía aprovechar muy bien las noches. Nicodemo nos atrae por lo que se nos parece. Fue un cobarde atrevido; desde su oscura vergüenza se acercó a Jesús. Era como nosotros. A oscuras, sin que nadie nos vea, a veces nos atrevemos, como él, a hacerle a Jesús las preguntas más decisivas. Eso sí, sin lanzarnos a ningún ruedo peligroso. Van Gohg también lo reconocía abiertamente confesando: “cuando siento una terrible necesidad de religión salgo de noche para pintar las estrellas”. Tenemos que agradecer a Nicodemo que su ingenuo atrevimiento nos haya permitido explorar más a fondo el alma de Jesús y descubrir estrellas que guíen nuestro camino.

Nicodemo comienza su conversación, como buen fariseo, tanteando al Maestro: ¡habla en primera persona del plural piropeándole! Solo que cuando le oye decir que hay que “nacer de nuevo”, entonces ya se pierde. ¡Demasiado para él! No era capaz de digerir aquello. Pero no se marcha. Continúa conversando con Jesús, ahora que su noche se vuelve más oscura aún. Acabará entendiéndole. Por eso, aquella fue para Nicodemo su noche pascual: pasó de lo oscuro a la luz.

Este relato recuerda a los “habitantes de la noche”.Son muchísimos. Los vemos todos los fines de semana en los bordes de nuestros pueblos y ciudades. Algún sesudo experto los ha llamado “hijos de la cultura sublunar”. La noche es su escenario vital; en su negrura despiertan a la vida. La oscuridad de la noche abre las puertas cerradas de su soledad, ahuyenta sus miedos y, entre sombras, encuentran libertad y amistades. Se acercan a otros y se comunican. ¡No es tan mala la oscuridad!. La noche deshace inhibiciones y rubores; hace saltar palabras, presencias y silencios limpios y auténticos.

Por eso Jesús no despidió a Nicodemo. Le habló de noche. Jesús nunca desprecia la noche ni despacha a quienes en la noche le visitan. Los acoge y pacientemente coloca los pies de su alma en un escalón más alto. Sabe encontrar siempre la ocasión pedagógica para decirles como a Nicodemo: “Hay que nacer del agua y del Espíritu”. Y con una zambullida en ese bautismo les hace nacer a una vida nueva. Desde aquella noche, en cualquier rincón de la tierra, un cielo negro tachonado de estrellas seguirá siendo testigo mudo del encuentro entre un Nicodemo que busca y el Maestro que bautiza.
Vuestro hermano en la fe,

Juan Carlos Martos (martoscmf@claret.org)


18.

Comentario: Fray Josep Mª Massana i Mola OFM (Barcelona, España)

«El que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios»

Hoy, un «magistrado judío» (Jn 3,1) va al encuentro de Jesús. El Evangelio dice que lo hace de noche: ¿qué dirían los compañeros si se enterasen de ello? En la instrucción de Jesús encontramos una catequesis bautismal, que seguramente circulaba en la comunidad del Evangelista.

Hace muy pocos días celebrábamos la vigilia pascual. Una parte integrante de ella era la celebración de Bautismo, que es la Pascua, el paso de la muerte a la vida. La bendición solemne del agua y la renovación de las promesas fueron puntos clave en aquella noche santa.

En el ritual del bautismo hay una inmersión en el agua (símbolo de la muerte), y una salida del agua (imagen de la nueva vida). Se es sumergido con el pecado, y se sale de ahí renovado. Esto es lo que Jesús denomina «nacer de lo alto» o «nacer de nuevo» (cf. Jn 3,3). Esto es “nacer del agua”, “nacer del Espíritu” o “del soplo del viento...”.

Agua y Espíritu son los dos símbolos empleados por Jesús. Ambos expresan la acción del Espíritu Santo que purifica y da vida, limpia y anima, aplaca la sed y respira, suaviza y habla. Agua y Espíritu hacen una sola cosa.

En cambio, Jesús habla también de la oposición de carne y Espíritu: «Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu» (Jn 3,6). El hombre carnal nace humanamente cuando aparece aquí abajo. Pero el hombre espiritual muere a lo que es puramente carnal y nace espiritualmente en el Bautismo, que es nacer de nuevo y de lo alto. Una bella fórmula de san Pablo podría ser nuestro lema de reflexión y acción, sobre todo en este tiempo pascual: «¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rom 6,3-4).


19. 2004 Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
 

1ª Lectura
He 4,23-31
23 Puestos en libertad, fueron a reunirse con los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. 24 Después de escucharlos, hicieron todos juntos, en voz alta, esta oración a Dios: «Soberano Señor, tú eres el Dios que has hecho el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos; 25 el que por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen proyectos vanos? 26 Se levantan los reyes de la tierra y los príncipes conspiran a una contra el Señor y su mesías. 27 Así ha sido. En esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato se confabularon con los paganos y gentes de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu mesías, 28 para hacer lo que tu poder y tu sabiduría habían determinado que se hiciera. 29 Ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra, 30 y extiende tu mano para curar y obrar señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo Jesús». 31 Acabada su oración, tembló el lugar en que estaban reunidos, y quedaron todos llenos del
Espíritu Santo, y anunciaban con absoluta libertad la palabra de Dios.

Salmo Responsorial
Sal 2,1-3
1 ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen proyectos vanos? 2 Se levantan los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y su mesías: 3 «¡Rompamos sus cadenas, sacudamos su yugo!».

Sal 2,4-6
4 El que mora en el cielo se sonríe, el Señor se burla de ellos. 5 Luego les habla enfurecido, y con su ira los llena de terror: 6 «Ya tengo yo a mi rey entronizado sobre Sión, mi monte santo».

Sal 2,7-9
7 Proclamaré el decreto que el Señor ha pronunciado: «Tú eres mi hijo, yo mismo te he engendrado hoy. 8 Pídeme y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra. 9 Los destrozarás con un cetro de hierro, los triturarás como a vasos de alfarero».

Evangelio
Jn 3,1-8
1 Había entre los fariseos un hombre importante, llamado Nicodemo. 2 Una noche fue a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces si no está Dios con él». 3 Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios». 4 Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y nacer de nuevo?». 5 Jesús respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. 7 No te extrañe que te diga: Es necesario nacer de nuevo. 8 El viento sopla donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así es todo el que nace del Espíritu».

* * *

Retomamos las cuarta parte del conjunto de Hch 3, 1 - 4, 31. Las tres primeras partes las comentamos el Jueves, Viernes y Sábado de la semana pasada.


Reunión de la comunidad: 4, 23-31: Tenemos aquí el testimonio quizás más antiguo sobre una reunión litúrgica de la comunidad cristiana. El texto refleja una comunidad perseguida a causa de la Palabra y que está decidida, a pesar de la persecución, a seguir predicando la Palabra con toda valentía. Es la reunión de una comunidad más bien misionera y carismática, no tanto una comunidad establecida, como sería el caso en 2, 42. El eje aquí es la predicación de la Palabra, no tanto la didajé, la koinonía y la Eucaristía por las casas (cf. comentario anterior sobre los sumarios de la comunidad). No es la asamblea de los 5 000 creyentes, sino más bien la reunión de una comunidad itinerante y evangelizadora, que se reúne en medio de las persecuciones.


La estructura subyacente en la reunión es la siguiente:

(1) Reunión y análisis de lo sucedido (v.23)

(2) Oración (v. 24, pero la oración sigue durante toda la reunión)

(3) Lectura de la Palabra de Dios: Salmo 2, 1-2 (vv.25-26)

(4) Comentario (en comunidad y en oración) de la Palabra (vv.27-28)

(5) Petición: predicar la Palabra con valentía y poder (vv. 29-30)

(6) Experiencia comunitaria del Espíritu Santo (terremoto) (v.31a).

(7) Acción: predicaban la Palabra de Dios con valentía (v.31b)

Lucas da testimonio de la reunión de la comunidad y construye un paradigma de comunidad misionera. Ningún elemento de este paradigma puede faltar en las reuniones futuras de las comunidades evangelizadoras (itinerantes y carismáticas).

Llama la atención la unidad de los apóstoles con la comunidad: comparten lo sucedido, rezan e interpretan juntos la Palabra de Dios, todos viven la misma experiencia del Espíritu Santo (esta vez en forma de terremoto) y todos se comprometen en continuar con valentía la predicación de la Palabra de Dios. Se subraya la unanimidad (uso del vocablo "homothumadón" = "unánimes" v. 24; lo mismo en 1, 14 / 2, 46 / 5, 12). La interpretación del Salmo 2 es tradicional, aplicada al triunfo del Mesías, pero su aplicación a la pasión no es usual. La alianza de Herodes con Pilatos está en la tradición del Evangelio de Lucas (cf. Lc 23, 1-25). La conspiración de Herodes y Pilatos contra Jesús y la alianza de las naciones no judías (ethnos) y los pueblos judíos (laos) contra el Mesías debió ser un motivo tradicional. La comunidad no pide que cese la represión, sino que Dios conceda a sus misioneros seguir predicando la Palabra de Dios con valentía ("parresía", término técnico que designa la actitud del aquel que sin temor predica y da testimonio). La expresión" tu santo siervo Jesús" también pertenece a la tradición antigua que utiliza Lucas. El v. 31 es importante: "retembló el lugar donde estaban reunidos y todos quedaron llenos del Espíritu Santo". Hay aquí una semejanza con Pentecostés: el temblor es paralelo con el viento impetuoso de 2, 1 y en ambos casos "todos quedan llenos del Espíritu Santo". Pentecostés no fue un hecho aislado: se vivió al comienzo (2, 1-13), aquí en la comunidad misionera, y también se renovará en casa del centurión romano Cornelio (10, 44-46). El terremoto es un signo muy común en la literatura apocalíptica para expresar la presencia divina y su fuerza transformadora de la historia. Podemos decir que la oración de la comunidad hizo "temblar" a la ciudad de Jerusalén y al Templo.


Reflexión pastoral sobre el conjunto 3, 1 - 4, 31

1) Tenemos aquí (en 3, 1 -4, 31), presentado en forma narrativa, un paradigma para la acción y el testimonio de la Iglesia. Es una eclesiología narrativa. Los cuatro elementos (liberación, anuncio, confrontación, comunidad) son importantes y no deben faltar hoy en el testimonio de las comunidades y de la Iglesia. Mirémonos como Iglesia en este texto y preguntémonos si respondemos al modelo de Iglesia que Lucas aquí nos presenta.

2) Lo que desencadena el testimonio es el encuentro de Pedro y Juan con el tullido. El tullido, que representa al pobre y al pueblo que está reducido a condición de objeto por la ley y el templo, es el que cambia el programa de Pedro y Juan. ¿Cómo se da en la actualidad este encuentro entre la Iglesia y el pobre? ¿Cuáles son las consecuencias?

3) Pedro y Juan no tienen oro y plata ¿Qué es lo que tienen? La Iglesia hoy en día ¿actúa con la fuerza del Espíritu o con el poder del oro y la plata? ¿Dónde y cómo manifiesta la Iglesia el poder liberador de la resurrección de Cristo?

4) Pedro, pescador pobre de Galilea, habla con poder y autoridad y da un testimonio claro e irresistible, porque esta "lleno del Espíritu Santo". ¿Dónde y cómo vive la Iglesia hoy este testimonio?

5) Hay en el texto una clara contraposición entre testimonio apostólico y autoridades del Templo, incluso la afirmación que es necesario obedecer a Dios más que a la autoridades (4, 19-20). ¿Es posible que hoy día lleguemos a vivir tal contraposición y tal dilema? ¿Dónde, cómo, cuándo?

6) Hagamos un análisis en el texto de la "parresía" (audacia, valentía) de Pedro y Juan, como la actitud característica de los testigos de a resurrección, que hablan llenos del Espíritu Santo. Reflexionemos cómo vivimos hoy personalmente y como la Iglesia esta parresía.

7) ¿Cual es la relación entre Testimonio y Comunidad? ¿Cómo la comunidad acompaña a los testigos en momentos de persecución?

8) ¿Cómo vivimos todos los momentos de la reunión litúrgica de la comunidad en Jerusalén (4, 23-31) hoy día en nuestras liturgias? Descubra en esa reunión en Jerusalén el método VER-JUZGAR-ACTUAR que hoy empleamos en las CEBs y otras comunidades.


20.

Reflexión

Jesús, dice a Nicodemo, que hay dos maneras de vivir la vida humana: o movido por los impulsos naturales del hombre (vida de acuerdo a la carne), o movido por la gracia de Dios, por la acción del Espíritu (Vida en el Espíritu). Para san Pablo esta será la gran novedad del cristianismo. El hombre ahora puede enfrentar la vida, que es en sí difícil pues está marcada por el pecado (personal y social), con la fuerza divina. Mientras el hombre no “renace” a esta vida, continua sujeto, dirá san Pablo; Esclavo, de sus pasiones y busca resolver sus problemas con sus propias fuerzas. El “renacido”, es una nueva criatura en Cristo. Su manera de pensar, de actuar de dirigir su vida, está ahora marcada por la presencia del poder de Dios, el cual se manifiesta en amor. Ciertamente al ser bautizados, esta nueva vida se ha hecho una realidad en nosotros, pero es necesario que como toda vida: crezca, se desarrolle y dé fruto. Abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu. Hagámonos conscientes, que la muerte no reina más en nosotros y dejemos que El Espíritu Santo crezca y conduzca nuestra vida.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


21.

Visita de Nicodemo

Fuente: Catholic.net
Autor: Misael Cisneros

Reflexión

¿Nacer de lo alto? Pero, ¿Qué significa esta pregunta y afirmación de Cristo? ¿Acaso un espíritu puede engendrar algo? Efectivamente. Da a luz a un nuevo ser pero como hijo de Dios. Como dice el catecismo en el número 782 “nacer de lo alto significa ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el “nacimiento de arriba”, “del agua y del Espíritu”, es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo”.

En qué conflictos doctrinales se metería Cristo con lo judíos de ese tiempo pues decir que era necesario nacer de lo alto significaba introducir nuevas doctrinas difíciles de interpretar y que además venían dichas por el “hijo del carpintero”. Qué gran ejemplo de Cristo en enseñarnos cómo se transmite su palabra dada por su Padre. Deja de lado los conocimientos eruditos de los judíos y les predica la verdadera doctrina de la salvación. El bautismo que les abrirá las puertas del Reino de Cristo y les hará verdaderos hijos de Dios.

Nosotros como bautizados hemos recibido esta gracia de Dios. Ya somos sus hijos merecedores de su herencia, del cielo y sobre todo de su amor. Ahora como hijo de Dios debemos hacer honor a nuestro nombre cuidando el gran tesoro de la gracia. No podemos derrochar la magnífica herencia que se nos tiene preparada por un placer terrenal pasajero. Podemos conservar el nombre de hijos de Dios manteniendo limpia nuestra vida de gracia, que significa amistad con Cristo. ¿Cómo trataríamos a un amigo que tanto queremos y estimamos? De la misma forma hay que tratar a Cristo, como un amigo que quiere corresponder a su amistad.


22. 2004

LECTURAS: HECH 4, 23-31; SAL 2; JN 3, 1-8

Hech. 4 23-31. La Iglesia, a través de la historia, se convierte en la sierva humilde, decidida y comprometida a favor del Evangelio de su Señor, Cristo Jesús. Sólo cuando se levante en su contra la persecución de los poderosos de este mundo, porque se sientan afectados en sus intereses egoístas, será cuando la Iglesia se dé cuenta de que en verdad va tras las huellas del Señor. Y Él continuará, por medio nuestro, su obra de salvación realizando obras maravillosas. No podemos, por tanto, dejarnos amedrentar ante las amenazas, persecuciones y peligros de muerte a que seamos sometidos por cumplir con la misión que Dios nos ha confiado. En los momentos más arduos que tengamos que padecer por proclamar la Buena Nueva, sepamos acudir con gran fe y confianza a Dios; Él velará por los suyos y los llevará sanos y salvos a su Reino celestial.

Sal. 2. Dios ha constituido a su Hijo en Señor y Mesías de todo lo creado. ¿Podrá alguien oponerse al Plan de salvación de Dios? Dios nos ha unido a su propio Hijo como se unen la Cabeza y los demás miembros del cuerpo. Dios Nos ha constituido en la prolongación de la encarnación de su Hijo, para que, a través de las historia, la Iglesia sea la responsable de hacer que la salvación llegue a todas las naciones, hasta el último rincón de la tierra. La Iglesia vive en medio de tribulaciones y persecuciones dando testimonio de su Señor, muerto y resucitado para que seamos perdonados de nuestros pecados y tengamos vida nueva. Su Señor le ha prometido a su Iglesia que los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. ¿Podrá alguien oponerse al Plan de Dios sobre nosotros? Por eso vivamos confiados en el Señor, pues Él hará que su Iglesia reine, junto con su Hijo, eternamente.

Jn. 3,1-8. La Iglesia de Cristo, al igual que su Señor, debe estar abierta a todos. No podemos hacer de nuestras preferencias por algunos grupos de la sociedad una decisión unilateral. Quien tiene preferencia por los pobres, como la tuvo Cristo, no puede levantarse en armas contra los que lo tienen todo. Cristo convivió también con los poderosos y corruptos de este mundo; los recibió en casa, o fue a la casa de ellos. Pero su presencia entre ellos siempre se convirtió en un fuerte llamado a la conversión, como lo hizo con Zaqueo. A los líderes religiosos de su tiempo les indica que el culto, sin un compromiso real con Dios y con la humanidad, es un culto vano que se le tributa a Dios, cercano como Padre a todas las personas. Por eso es necesario renacer de lo alto, siendo engendrados por el Espíritu Santo como criaturas nuevas. Quien ha nacido del Espíritu se deja guiar por Él, pues ya no se pertenece a sí mismo sino a Dios. Sabemos que nuestro espíritu humano es el que nos guía en nuestros pensamientos, sentimientos, decisiones, etcétera. Quien ha nacido del Espíritu Santo vivirá conforme a los impulsos del mismo Espíritu, de lo contrario estará indicando que en verdad no es ni vive como hijo de Dios.

No sólo celebramos, sino que participamos de la Eucaristía; en ella Dios nos comunica toda la fuerza de su Espíritu Santo. Por el mismo Espíritu, en el día de nuestro bautismo, renacimos de lo alto como hijos de Dios. Y el Padre Dios nos reúne a sus hijos en torno a la mesa en que su propio Hijo es nuestro alimento, nuestro Pan de Vida, y Vida eterna. Renacidos de lo alto el Señor nos alimenta con su Palabra para que podamos vivir conforme a sus enseñanzas. Efectivamente Él nos dice que quedaremos santificados por la Palabra que nos comunica. A partir de que la Palabra de Dios, por la fuerza del Espíritu Santo, cobre vida, se encarne en nosotros, podremos decir que la Santidad de Dios se ha hecho realidad en nosotros. Por eso entrar en comunión de vida con Cristo, recibirlo en su Palabra y en su Eucaristía, recibirlo en nuestros hermanos, significa todo un compromiso de amor y de fe, con la esperanza cierta de que llegaremos a la plenitud de la Vida eterna, movidos, no por nuestros caprichos y pensamientos personales, sino porque el Espíritu de Dios llevará, a los renacidos de lo alto, por donde Él quiera para que lleguen a donde Él quiere: la vida que, en Cristo, tenemos escondida en Dios.

Quien ha renacido de lo alto vive en el Reino de Cristo. Y esto no es realidad sólo cuando acudimos al culto, pues somos hijos de Dios y su Pueblo Santo en cualquier lugar, circunstancia o ambiente social en el que se desarrolle nuestra existencia. Dejarnos conducir por el Espíritu de Dios significará el que le permitamos siempre dar testimonio de la verdad desde nosotros, y el dejarnos convertir, por Él, en un auténtico fermento de santidad en el mundo. Ciertamente seremos muchas veces incomprendidos o blanco de la burla y de las persecuciones venidas de los demás, pero no por eso daremos marcha atrás en el testimonio del Evangelio que se nos ha confiado. Sólo quien no posee el Espíritu Santo, o quien ha apagado su voz en su interior, será un cobarde que buscará conservar su vida, claudicando de su responsabilidad en la fe que había depositado en Dios. Tratemos de ser, en verdad, un signo profético del Señor para las gentes de nuestro tiempo, presentándonos ante todas las naciones como criaturas realmente renovadas en Cristo Jesús.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de dejarnos ir formando día a día, por el Espíritu Santo, como una imagen más perfecta de Jesús, su Hijo muy amado y hermano nuestro, para que seamos un signo real del amor de Dios y de su salvación para todas las gentes. Amén.

www.homiliacatolica.com


23. ARCHIMADRID 2004

TE LO ASEGURO

“Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” Ya son más de diez años como sacerdote en parroquias y casi dos décadas con grupos de jóvenes que se preparan a recibir el sacramento de la Confirmación. Cuando he preguntado: ¿qué es la Confirmación? casi todos los confirmandos y sus catequistas me han dado prácticamente la misma respuesta en casi todos los lugares: “Confirmar mi fe, me bautizaron de pequeño y no me enteré, ahora ya soy mayor y quiero decir conscientemente un “sí” a mi vida cristiana.” ¡Qué lástima!, cada vez que me dan esta contestación intento explicarles lo equivocado de la respuesta, cómo se sitúan en el centro del sacramento desplazando de un empujón al Espíritu Santo.
Curiosamente ese “sí” adulto, consciente y maduro a la fe cristiana suele ser el primer paso para decir adiós a la parroquia, a la frecuencia de sacramentos (si existía antes), a la oración, a participar en la vida de la Iglesia. Más que un “nacer de nuevo” parece un matar definitivamente la ilusión por el seguimiento de Cristo, tendríamos que cambiarle el nombre y al igual que antes se llamaba a la Unción de enfermos la “extrema Unción” a este sacramento deberíamos llamarle la “extrema confirmación” pues se recibe justo antes de morir a la vida de la Gracia por muchos años.
“El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.” Desde tu bautismo (en este tiempo de Pascua estamos intentando renovar los sacramentos de la Iniciación Cristiana), el Espíritu Santo está actuando en ti. Sería absurdo que te quejases a tu madre por haber nacido pequeño y haber perdido unos valiosos años en tener que crecer, adquirir hábitos y conocimientos, fortalecerte, aprender a hablar. En ese tiempo de la infancia que, desde nuestra mentalidad de “adultos responsables” nos parece perdido, hemos aprendido más de lo que aprenderemos en toda nuestra vida. No sólo me refiero a conocimientos, hemos aprendido la dulzura de la madre que nos abraza, la cercanía de nuestro padre que juega con nosotros, hemos ido adquiriendo sus gestos, sus formas de ser, nos hemos construido como personas completas.
Así hace Dios desde nuestro bautismo, no hay que despreciarlo como un sacramento del que no nos hemos enterado o ¿acaso desprecias el día de tu cumpleaños?. Es la gracia de Dios la que celebramos en los sacramentos, Él es el protagonista principal y en ellos, en cada sacramento que recibes, te tiene cogido en sus brazos y por eso tú eres importante. En la Confirmación se tiene la madurez de la edad que se tenga cuando se reciba (y como dice un amigo mío, los adolescentes adolecen sobre todo de saber que lo son) y Dios no te pide un “test psicológico” para darte su gracia.
“Dichosos los que se refugian en ti, Señor”, tengan la edad que tengan. Tú, como Nicodemo, acude esta noche a Jesucristo y pídele que sea Él el que te explique cómo ha ido actuando en ti. Dale gracias por tu bautismo y proponte vivirlo a diario, dale gracias por tu confirmación y, si no te enteraste en ese momento, entérate hoy y siempre de la gracia que recibiste (y si por dejadez, aburrimiento o hastío del grupo en que estabas no te confirmaste proponte acercarte a tu parroquia para recuperar el tiempo perdido). Y pídele a la Virgen que te explique las gracias que recibes en cada Comunión y cada vez que se te absuelven los pecados: son los sacramentos cotidianos del amor de Dios y del trato asiduo con Cristo, nadie sabe más de ello que nuestra madre María. Anímate a planteártelo a diario. “Así es todo el que ha nacido del Espíritu”.


24. 04 de Abril 352. La imaginación

I. En un diálogo íntimo, Nicodemo le pregunta a Jesús por su misión. Jesús le contesta: es preciso nacer de nuevo. Se trata de un nacimiento espiritual por el agua y el Espíritu Santo: es un mundo completamente nuevo el que se abre ante los ojos de Nicodemo. Estas palabras constituyen un horizonte sin límites para todos los cristianos que queremos dejarnos llevar dócilmente por las inspiraciones y mociones del Espíritu Santo. La vida interior no consiste solamente en adquirir una serie de virtudes naturales o en guardar algunas formas de piedad. Tenéis que despojarnos del hombre viejo según el cual habéis vivido en vuestra vida pasada, decía San Pablo a los Efesios (5, 22). Es una transformación interior obra de la gracia en el alma y de nuestra mortificación de la inteligencia, de los recuerdos y de la imaginación. Así como la imaginación puede ser de gran ayuda en la vida interior, para la contemplación de la vida del Señor, podría convertirse en “la loca de la casa” si nos arrastra a cosas vanas, insustanciales, fantásticas y aun prohibidas. Su sometimiento a la razón se consigue con mortificación.

II. Dejar suelta la imaginación supone, en primer lugar, perder el tiempo, que es un don de Dios. Cuando no hay mortificación interior, los sueños de la imaginación giran frecuentemente alrededor de los propios talentos, de lo bien que se ha quedado en determinada actuación, en la admiración que se despierta alrededor, lo que lleva a perder la rectitud de intención y a que la soberbia tome cuerpo. Otras veces la imaginación juzga el modo de actuar de otros y por lo tanto a cometer faltas internas de caridad, porque lleva a emitir juicios negativos y poco objetivos: sólo Dios lee la verdad de los corazones. Vale la pena que hoy examinemos cómo llevamos esa mortificación interior de la imaginación, que tanto ayuda a mantener la presencia de Dios y a evitar muchas tentaciones y pecados.

III. La mortificación de la imaginación no está en la frontera del pecado, sino en el terreno de la presencia de Dios, del Amor. Purifica el alma y facilita que aprovechemos bien el tiempo dedicado a la oración; nos permite aprovechar mejor el tiempo en el trabajo, haciéndolo a conciencia, santificándolo; nos permite vivir la caridad al estar pendiente de los demás. La imaginación purificada nos ayuda en el trato con Dios porque nos ayuda a meditar las escenas del Evangelio y a meternos en él como un personaje más. Imitemos a la Santísima Virgen, que guardaba todas estas cosas –los sucesos de la vida del Señor- y las meditaba en su corazón (Lucas 2, 19).

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre