SÁBADO
DE LA PRIMERA SEMANA DE PASCUA
Libro de los Hechos de los Apóstoles
4,13-21.
Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y
Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura.
Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús, pero no podían
replicarles nada, porque el hombre que había sido curado estaba de pie, al lado
de ellos. Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar,
diciendo: "¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han
realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes de
Jerusalén. A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos
amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre". Los
llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o
enseñaran en el nombre de Jesús. Pedro y Juan les respondieron: "Juzguen si está
bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios.
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído". Después de amenazarlos
nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por
temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido.
Salmo
118,1.14-21.
¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
El Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria resuena en las carpas de los justos: "La mano
del Señor hace proezas,
la mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas".
No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte.
"Abran las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor".
"Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella".
Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
Evangelio según San Marcos
16,9-15.
Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció
primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella
fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y
lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no
le creyeron. Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban
caminando hacia un poblado. Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero
tampoco les creyeron. En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban
comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían
creído a quienes lo habían visto resucitado. Entonces les dijo: "Vayan por todo
el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
LECTURAS:
1ª: Hch 4, 13-21
2ª: Mc 16, 9-15
1.
-Los miembros del gran consejo estaban maravillados, viendo la valentía de Pedro y Juan y enterados de que eran hombres sin instrucción ni cultura. Hacía solamente tres años que Pedro y Juan estaban reparando sus redes a la orilla del lago, puesto que eran pescadores. Efectivamente son gente «sin instrucción». Pero esos tres años los han pasado en la familiaridad de Jesús y, sobre todo, ellos han visto a Cristo resucitado.
La fe y el contacto cotidiano con la Palabra de Dios son capaces de transformar a los más humildes en hombres valientes y seguros de sí mismos.
¡Ayuda, Señor, a todos los bautizados a adquirir esa "seguridad"!.
Han pasado apenas tres meses que ese mismo Pedro soslayaba las preguntas indiscretas que le hacía una criada en el patio del gran sacerdote, por miedo de dar a conocer su fe. Hoy, por su audacia apostólica deja maravillados a ese mismo gran sacerdote. ¿Qué ha pasado entre tanto?
Pedro ha recibido el Espíritu. ¡Pentecostés ha intervenido aquí! Es la fuerza de Dios en el débil Pedro, es la inteligencia de Dios en la escasa instrucción de Pedro.
-Los reconocieron, como «aquellos que habían estado con Jesús».
Señor, hoy no puedo dejar de pensar en el sucesor de Pedro, en el Papa, que es hoy el encargado de «hablar» ante el tribunal del mundo entero, y no sólo ante el tribunal de Jerusalén. Da tu fuerza y tu luz al sucesor de Pedro.
He aquí una definición de los apóstoles: «los que han estado con Jesús». Debería ser también la definición de todo cristiano: «los que están con Jesús»
¡Esto es lo que les ha transformado! Señor, quédate hoy conmigo.
Señor, quédate hoy con todos los hombres.
"EI Señor esté con nosotros -Y con vuestro espíritu". Anhelo esencial, nunca suficientemente repetido. Que yo lo diga de veras en cada misa.
¿Se me tiene también como alguien que está contigo, Señor? ¿En qué se nota? En el anuncio de la resurrección.
En la vida que emana de un ser. En el amor que emana de un ser.
-¿Qué haremos con estos hombres? ¿Para que esto no se divulgue más?
El clima de la Iglesia primitiva nunca fue la «facilidad».
La expansión de la fe no se hizo sin dolor y sin dificultades.
Los hechos de los apóstoles son un largo relato de esfuerzos y de martirios.
-¡Juzgad si es justo delante de Dios, obedeceros a vosotros más que a Dios!
En cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.
Se les comprende en parte. ¿Cómo guardar para sí esas cosas? ¿Cómo callarse, cuando se han visto tales cosas? ¿Cómo se puede vivir una vida cristiana individualista, cada uno para sí? ¿Cómo se puede se cristiano, sin se apóstol?
Pero para ello, hay que haber hecho la experiencia, haber comprobado hasta qué punto Dios es una «buena nueva» para el hombre.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 184 s.
2.
La exégesis moderna reconoce la canonicidad de este pasaje, pero niega su autenticidad como de Marcos. Parece, en efecto, que esta conclusión del Evangelio de Marcos fue sustituida, en el siglo I o II, por un final hoy perdido. Por otro lado, no es la única conclusión conservada por la tradición; en realidad es la más larga y la más extendida y refleja muy bien la mentalidad de los círculos cristianos primitivos sobre las apariciones del Señor resucitado.
a) La primera aparición del Señor fue para la Magdalena (v. 9).
El relato de Marcos está, pues, de acuerdo con la tradición joánica (Jn 20, 11-18) y se separa en este punto del relato de Mateo que hablaba de dos mujeres (Mt 28, 9-10).
Marcos confirma así que la experiencia de Cristo resucitado la hicieron primero personas extrañas al grupo de los apóstoles con las que había mantenido relaciones de amistad.
Lo mismo sucede con la segunda aparición, reservada a los discípulos de Emaús (v. 12) y sobre la que Lucas proporciona detalles más abundantes (Lc 24, 13-35). Marcos y Lucas se preocupan así de conceder la prioridad en la fe en el Señor resucitado a personas o a discípulos más o menos al margen del grupo de los Doce. Se hacen así eco sin duda del sentir de comunidades cristianas helenísticas más o menos opuestas a los "hebreos" (cf. Act 6, 1-6).
Solo en tercer lugar se benefician los apóstoles de una aparición del Señor (v. 14). Los "Once" no son, pues, los primeros en haber creído: encontramos aquí otra vez una idea capital del Libro de los Hechos: si los Doce y la estructura que ellos montan son responsables de la autentificación de la fe cristiana, no son ellos quienes la hacen necesariamente brotar: cosechan en donde no han sembrado (Jn 4, 37-38), ven muchas veces cómo nace la fe allí donde no han predicado (Act 8, 4-7; 11, 19-22) y hasta encuentran en su camino predicadores y apóstoles que no han recibido de ellos su misión (Gál 1, 18-19; 2, 9; 1 Cor 11, 23; 12, 11-12).
Una tensión seria ha debido de producirse necesariamente entre la institución y la vida de fe en la Iglesia primitiva, y pasajes como el Evangelio de este día son muy apropiados para mostrar que si bien son necesarias en la Iglesia las estructuras, no pueden ser suficientes para que nazca la fe y para proporcionarla un alimento exclusivo.
b) En el cuadro que nos presenta la conclusión del Evangelio, los apóstoles aparecen incluso bastante incrédulos, mientras que en torno a ellos, discípulos y mujeres poseen la fe y la proclaman.
Los demás evangelistas reflejan a veces esa incredulidad de los Once frente a las mujeres anunciadoras de la resurrección (Lc 24, 11), pero Marcos es el único que da testimonio de su falta de fe en el mensaje de fe de los dos discípulos de Emaús (v. 13, en contraposición a Lc 24, 33-34). En la pluma de varios evangelistas esa incredulidad de los apóstoles forma parte del arsenal apologético: prueba al menos que la idea de resurrección de Cristo no nació de imaginaciones demasiado ingenuas. Esta finalidad apologética es patente en la conclusión del Evangelio de Marcos, y un concepto más eclesiológico inspira este relato: si las mujeres y los discípulos dan muestras de más fe que los apóstoles, y si Cristo reprocha a estos últimos su ridícula incredulidad (v. 14), sin embargo, es a ellos -y no a los discípulos fieles- a quienes Cristo confía la responsabilidad de la misión (v. 15) y el cuidado de establecer, con vistas al Juicio final, quiénes tienen la fe y quiénes no la tienen (v. 16).
Es posible que el relato de la aparición a los Once englobe en un solo episodio una serie de experiencias o de descubrimientos realizados a lo largo de los "cuarenta" días que siguieron a la Resurrección. Marcos traza así los rasgos de la aparición-modelo al grupo apostólico, que también era un grupo-modelo y decisivo.
Así, pues, el cuerpo apostólico no es por sí solo portador de la presencia del Resucitado y su fe no es necesariamente más viva y más profunda que la del resto del cuerpo eclesial. Cada miembro de la Iglesia es responsable de su fe y de su existencia bautismal. Pero para que esta integre realmente el misterio pascual del Señor es necesario que esté existencialmente referido a El, y no puede estarlo sino mediante la mediación de la función apostólica, aun en el caso de que esta última sea ejercida por incrédulos.
De esta forma, la presidencia del sacerdote en la Eucaristía implica su conciencia de hombre y, sin embargo, recibe todo su valor del hecho de que se realiza in persona Christi, como un signo del Resucitado, querido por El mismo y que sirve de punto de cita para la fe del Cuerpo místico.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág.
22
3.
"¡Cristo ha resucitado!". Desde hace una semana, lo cantamos en todos los tonos. Pero que nadie se llame a engaño: nuestro testimonio no es la afirmación de un hecho del pasado, todo lo importante que se quiera, pero que no pasaría de ser un piadoso recuerdo.
El objeto último de nuestra fe tampoco es un hecho verificable por una investigación histórica. Nuestra fe es ésta: damos testimonio de que hoy, para nosotros y para todo hombre, Jesús vive en la situación de resucitado y ya no experimenta las limitaciones de la condición humana. Hombre entre los hombres, el Nazareno, como nosotros, veía limitado su universo por sus posibilidades de contacto y de intercambio. Hoy, resucitado, se han dilatado las fronteras de su persona. Se encuentra con todos los hombres de todos los tiempos en lo secreto de su corazón, en la fuente inexpresable de su vida. En adelante, ningún hombre ni nada humano le es ajeno. Toda empresa humana está secretamente habitada por su Espíritu, hasta el punto de que trabajar por el crecimiento de la humanidad significa, tal vez secretamente, hacer que crezca su Cuerpo. Al confesar la resurrección de Jesús damos testimonio de que todo está bajo el movimiento del Espíritu, que merece la pena intentarlo todo, ya que en todo es él quien continúa viviendo y creciendo.
"Nosotros no podemos dejar de contar lo que hemos visto y oído".
Prosiguiendo en la historia de hoy la profesión de fe de quienes han experimentado la victoria de la vida, también nosotros creemos en el Cristo resucitado cuando -a pesar de estar insertos en una vida atacada a diario por la muerte-, midiendo con una lucidez cada vez mayor la dificultad de amar, seguimos viviendo y amando con sobrenatural obstinación.
DIOS CADA
DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 135
4.
Este relato, la primera parte del último capítulo del evangelio de Marcos, menciona brevemente las apariciones de Jesús a la Magdalena, a los discípulos de Emaús y a los once. Pero la fuerza del relato recae en la incredulidad de los discípulos a quienes el Señor reprocha el no haber dado fe a quienes le habían visto. Es una clara amonestación a los creyentes que vendrían después para que crean a los testigos de la resurrección, aunque personalmente no hayan visto al Señor.
No la creyeran. No les creyeron.
Los apóstoles reciben este duro reproche: "se apareció Jesús a los once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado".
Esto es lo más importante de este relato: la incredulidad de los apóstoles. Debemos agradecer que tuvieran el corazón tan duro para aceptar lo que les decían los demás y lo que estaban viendo sus ojos. Porque nuestra fe se apoya en la fe de los apóstoles, no en la fe de los discípulos de Emaús ni en la fe de la Magdalena.
Y no hay nada en la S. E. capaz de hacernos suponer que los apóstoles esperaran una Resurrección. Ni siquiera creían que Jesús era Dios. Los apóstoles no tuvieron fe durante la vida terrena de Jesús. Ni siquiera durmiendo el subconsciente de los apóstoles hubiera podido crear la imagen de un Dios hecho hombre que muere, resucita y se lleva tan campantemente su cuerpo al cielo.
Al contrario, bien despiertos, se resistieron siempre a aceptar esta idea y ni siquiera se rindieron ante la evidencia. Porque aunque sus ojos lo estaban contemplando creían que se trataba de un fantasma.
Las ilusiones de aquellos hombres se enterraron con Cristo en el sepulcro. Pero todo cambia radicalmente. Solamente la presencia de Jesús resucitado pudo ser la causa de este milagro moral de hacer vibrar de nuevo aquellos corazones con más osadía que antes, y hacerlos capaces de dar un testimonio a favor de la realidad de un Jesús vivo, con el cual ellos han convivido después de su muerte.
Los apóstoles aparecen como incrédulos, mientras que junto a ellos, otros discípulos, hombres y mujeres, poseen la fe y la proclaman.
Y ocurre algo que no encaja perfectamente en nuestros esquemas mentales; si las mujeres y los discípulos dan muestras de más fe que los apóstoles y si Cristo reprocha a estos últimos su incredulidad y la dureza de su corazón, sin embargo, es a ellos -y no a los discípulos fieles- a quienes. Cristo confía la responsabilidad de la misión, porque el versículo siguiente a este texto del evangelio dice: "Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que no crea se condenará".
Los que salen a proclamar el evangelio por todo el mundo son unos individuos doblemente culpables. Culpables de haber abandonado al Maestro en la Pasión y culpables de incredulidad después de su resurrección.
Precisamente a estos discípulos que han fracasado estrepitosamente en estas dos pruebas decisivas, es a quienes se ordena: Id por todo el mundo hablando de mí. Difícilmente puede expresarse mejor la realidad del que predica el evangelio: es el hombre que lleva un mensaje que no le pertenece, que no es fruto de su propio terreno, y además está siempre sostenido por la fuerza de Otro; si deja de apoyarse en esa fuerza vuelve otra vez a su traición y a su incredulidad, que es la cosecha de su propio corazón. Por eso tiene que proclamar el evangelio; no por ser el mejor o el más inteligente; sino por ser un pecador que ha obtenido el perdón; por ser un incrédulo que ha sido liberado de su incredulidad.
5.
Hoy leemos la "conclusión" del evangelio según san Marcos... muy probablemente no escrita, por la misma persona que escribió el resto del evangelio. Esta conclusión es una especie de resumen del conjunto de las apariciones relatadas por los otros tres evangelistas y que hemos leído esta semana.
-Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.
Ella fue quien lo anunció a los que habían sido sus compañeros y que estaban sumidos en la tristeza y el llanto.
El autor subraya que la "pecadora" era ahora la favorecida.
En casa de Simón el fariseo, Jesús ya lo había dejado entrever: "aquél a quien poco se le perdona, poco ama." Así el pecado puede llegar a ser el inicio de una gran aventura espiritual.
"Feliz falta, que nos ha valido un tal Redentor" canta la liturgia de la noche pascual, a propósito del pecado de Adán.
Esto puede ser también verdad de nuestras faltas.
-Pero ellos, oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
El autor subraya la incredulidad de los once.
He aquí una insistencia que jamás será del todo explorada.
Eran doce discípulos. Abandonaron a su maestro. Lo negaron. Uno de ellos lo traicionó y se ahorcó. Después de su muerte todos quedaron desanimados y entristecidos se dirigían a sus casas...
Al poco tiempo se les encuentra formando una comunidad ferviente, que proclama con valentía en Jerusalén e incluso delante del sanedrín que le condenó, que Jesús vive. Evidentemente no han exagerado. Necesariamente algo ha de haber pasado.
-Después de esto se mostró en otra forma a dos de ellos que iban de camino y se dirigían al campo. Estos, vueltos, dieron la noticia a los demás; ni aun a estos creyeron. Decididamente eran duros de mollera.
Al fin se manifestó a los once, estando recostados a la mesa, y les reprendió su incredulidad y su terquedad por cuanto no habían creído a los que le habían visto resucitado.
Feliz duda que nos proporciona una mayor certeza. No se trata pues de personas ingenuas o de iluminados... sino de gentes concretas, de inteligencia roma. Ayúdanos, Señor, en nuestras búsquedas y nuestras dudas, a conservar en nosotros una disponibilidad, una abertura...
Los evangelistas no nos dejan saciar nuestra curiosidad cuando sentimos la tentación de hacerles preguntas indiscretas:
¿Cómo se realizó la resurrección? ¿Qué fue de su cadáver? ¿Qué es un cuerpo resucitado? Solamente nos han dicho "lo que ellos han visto". Modestia admirable de los apóstoles que no hacen sino balbucear ese algo que sucedió, y que les constriñe a "cambiar de opinión... como humildemente reconocen.
Después les dijo: "Id por todo el mundo y predicad la buena nueva a toda criatura". El envío a la misión. Hay que dar crédito a las maravillas de Dios... mientras esperamos verlas con toda claridad, al final.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág.
188 s.
6.
1. Continúa la escena de ayer: los apóstoles están delante de las autoridades, después de haber pasado la noche en la cárcel.
Los miembros del Sanedrín no saben qué hacer. No acaban de entender la valentía y el aplomo de unas personas incultas que dan testimonio de Jesús a pesar de todas las prohibiciones. Los que se creen sabios no han captado la voluntad de Dios, y los sencillos sí. Pero de por medio está el milagro que acaban de hacer los apóstoles con el paralítico, que les ha dado credibilidad ante todo el pueblo.
La nueva prohibición se encuentra, de nuevo, con la respuesta de Pedro, lúcido y decidido a continuar con su testimonio sobre Jesús. «No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído». Los apóstoles muestran una magnífica libertad interior: los acusados responden acusando al tribunal por no querer entender los planes de Dios y el mesianismo de Jesús. Nadie les podrá hacer callar a partir de ahora.
Éste es el fin del primer enfrentamiento con las autoridades de Israel. Luego vendrán otros, hasta que se consume la dispersión de los cristianos fuera de Jerusalén.
De nuevo el salmo 117, mesiánico y pascual, nos ayuda a entrar aún más en la gozosa convicción de esta semana: «hay cantos de victoria en las tiendas de los justos... no he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor».
2. a) Hoy leemos el final del evangelio de Marcos.
Desde luego, los apóstoles no están muy dispuestos a creer fácilmente la gran noticia de la resurrección de Jesús. Parece como si el evangelista quisiera subrayar esta incredulidad.
Primero es una mu jer, María Magdalena, la que les anuncia su encuentro con el Resucitado. Y no le creen. Luego son los dos de Emaús, y tampoco a ellos les dan crédito. Finalmente se aparece Jesús a los once, y les echa en cara su incredulidad.
La palabra final que les dirige es el envío misionero: «id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación».
b) También nosotros, los cristianos de hoy, hemos recibido el mismo encargo: predicad la buena noticia de Cristo Jesús por toda la tierra.
Pudiera ser que también nosotros, en alguna etapa de nuestra vida, sintiéramos dificultades en nuestra propia fe. A todos nos puede pasar lo que a los apóstoles, que tuvieron que recorrer un camino de maduración desde la incredulidad del principio hasta la convicción que luego mostraron ante el Sanedrín.
Ojalá tuviéramos la valentía de Pedro y Juan, y diéramos en todo momento testimonio vivencial de Cristo. Ojalá pudiéramos decir: «no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído». Para eso hace falta que hayamos tenido la experiencia del encuentro con el Resucitado.
La evangelización, el anuncio de la Buena Noticia de Cristo, ha sido siempre difícil. Desde la primera generación hay quien no quiere escuchar el anuncio de Cristo Resucitado, que comporta un estilo de vida especial y un evangelio que abarca toda la existencia y revoluciona los criterios familiares y sociales. Los profetas que osan dar el testimonio van a parar a la cárcel o a la muerte.
Pero la dificultad mayor no viene de fuera, sino de dentro. Si un cristiano no siente dentro la llama de la fe y no está lleno de la Pascua, no habla, no da testimonio. Mientras que cuando uno tiene la convicción interior no puede dejar de comunicarla. El que tiene una buena noticia no se la puede quedar para sí mismo. El río que lleva agua, la tiene que conducir hacia abajo, por más diques que le pongan. Lo peor es si el río está seco y no lleva agua: entonces no hace falta que le pongan diques, y no podrá dar origen a ningún pantano. Si el cristiano no tiene convicciones ni ha experimentado la presencia del Señor, entonces no hace falta ni que le amenacen: él mismo se callará porque no tiene ninguna noticia que comunicar.
Cada vez que celebramos la Eucaristía, después de haber escuchado la Palabra salvadora de Dios y haber recibido a Cristo mismo como alimento, tendríamos que salir a la vida -a nuestra familia, a nuestro trabajo, a nuestra comunidad religiosa- con esta actitud misionera y decidida: aunque, como a la Magdalena o a los de Emaús, no nos crean. No por eso debemos perder la esperanza ni dejar de intentar hacer creíble nuestro testimonio de palabra y de obra en el mundo de hoy.
«Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído» (la lectura)
«El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación» (salmo)
«No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor» (salmo)
«Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo» (aleluya)
«Que estos misterios pascuales sean para nosotros fuente de gozo incesante» (ofrendas)
«Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo» (comunión)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 37-39
7.
Primera lectura : Hechos 4, 13-21 Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús
Salmo responsorial : 117, 1.14-15.16ab-18.19-21 Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste
Evangelio : Marcos 16, 9-15 Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación
El resucitado aparece muy de mañana a María Magdalena a quien había purificado, enseguida corre a hacer saber la noticia a los adoloridos y llorosos compañeros de Jesús, pero éstos no creen lo que escuchan, como si la esperanza que Jesús sembrara en ellos hubiera desaparecido con su muerte. En últimas, ni los mismos discípulos creían lo que les contaban. Aquí se palpa cuán difícil es creer en el Resucitado, debido a que todo su proyecto, según muchos, terminó en un fracaso.
A pesar de los tantos testimonios de las apariciones del Resucitado, son muchos los que en aquel entonces no creían, incluyendo a sus mismos discípulos. Esta incredulidad es refutada por el mismo Jesús cuando se les aparece y lo primero que hace es recriminarlos por su falta de fe, ya que no fueron suficientes los testimonios que recibieron para creer en lo que se les decía. Las apariciones deben ser tomadas como toques dados a la conciencia por la experiencia viva que se vive dentro con el resucitado; son importantes porque a Jesús no hay que buscarlo fuera de la historia, sino a través de procesos internos de toma de conciencia.
La comunidad debe tener claro que las apariciones están ligadas a la reconstrucción de la conciencia personal y grupal. Esta recuperación de la conciencia se da cuando se sale de la crisis que se experimenta por las tantas dudas y temores, y se experimenta que Jesús está vivo y nos está llamando a reconstruir la vida en torno a un proyecto comunitario que se creía acabado.
Es importante también cómo la comunidad reconstruye su conciencia y vuelve nuevamente a la alegría de poder tener esperanzas. Ya reconstruidos, y con la experiencia de haber vivido desde dentro el proceso de la conversión, serán capaces de anunciar la Buena Nueva.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
8.
Pedro y Juan son hombres del pueblo. Ante las autoridades se defienden con la propia experiencia y el testimonio del lisiado. Los jefes buscan la manera de callarlos imponiéndoles el silencio. Pedro y Juan recurren a su derecho de comunicar la verdad: deben dar testimonio de lo que han visto y oído. La gente, asombrada, impide que los apóstoles sean torturados.
La curación del paralítico llamó poderosamente la atención del pueblo. Pero, para las autoridades, el hecho tenía un peligroso significado y graves consecuencias. Significaba la ruptura de las normas vigentes que impedían el acceso al templo de defectuosos físicos. El lisiado, que tenía unos cuarenta años, siempre estuvo a la puerta del templo, pero sin ser admitido. Era un israelita de segunda clase. La puerta "Hermosa" a donde era llevado para pedir limosna constituía una burla a sus padecimientos.
La situación del paralítico era un espejo del pueblo pobre. Por sus carencias económicas y por ignorancia quebrantaba permanentemente alguna de las seiscientas trece leyes. Los de su tipo eran israelitas de segunda clase, comparados con los estrictos Fariseos o los poderosos Saduceos. El Templo era para la gente sencilla una terrible carga económica y un fastuoso testimonio de la marginación. De él estaban excluidos los enfermos, las mujeres y los extranjeros.
El apoyo popular que ganaban los seguidores de Jesús se convertía en una dura recriminación a la conducta de las máximas autoridades. Los discípulos de un hombre que había muerto como un criminal se transformaban en motivo de admiración. El «nombre» de Jesús, que había sido repudiado por blasfemia, se convertía en consigna de liberación. El movimiento que las autoridades consideraban extinguido resurgía con un vigor absolutamente inesperado. De este modo, el Espíritu del resucitado reivindicaba la causa de Jesús: la liberación de los pobres.
En el Evangelio, una adición posterior nos hace un balance de los relatos de la resurrección. Destaca la incredulidad de la comunidad que se resiste al certero testimonio de las mujeres. Al final, la presencia del resucitado se impone por la evidencia. Comienza una nueva etapa para la comunidad cristiana: se lanzan en todas las direcciones a anunciar el Evangelio y a conformar nuevas comunidades de discípulos de Jesús.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
9. CLARETIANOS 2002
Queridos amigos:
A los discípulos el Resucitado les pide que vuelvan a Galilea , donde todo
comenzó ("La cosa comenzó en Galilea", dirá Pedro en su famoso discurso de los
Hechos de los Apóstoles). Pero cuando están en su patria, en el escenario de
siempre, reciben la orden de no quedarse allí. Galilea no es un refugio: es un
trampolín. El Resucitado los pone en danza.
Este mismo signo se repite hoy. ¿En qué notamos
que el Resucitado se ha colado en nuestras vidas? ¡En que nos pone en danza, nos
descoloca, nos envía!
Vuestro amigo.
Gonzalo Fernández (gonzalo@claret.org)
10. CLARETIANOS 2003
Hoy concluimos la octava de Pascua. Es probable que algunos de vosotros hayáis disfrutado de una semana de descanso, incluso fuera de vuestros hogares o comunidades. Otros, por el contrario, habréis vuelto al trabajo, tras el paréntesis del fin de semana pasado. Las preocupaciones siguen ahí. No desaparecen milagrosamente por el hecho de que un año más hayamos revivido el misterio de la resurrección de Jesús. Pero, ¡cómo cambia todo cuando colocamos la clave verdadera! En la batalla del día a día se nos van colando muchas claves para interpretar nuestra vida: la clave de la competencia, del bienestar, de la prisa, de la revancha, de la comodidad, del resentimiento, de la búsqueda de nosotros mismos. Necesitamos que, de vez en cuando, de manera muy nítida, la liturgia de la Iglesia nos recuerde la única clave que permite dar sentido a todo: la clave del Resucitado. De no ser así, acabaríamos sucumbiendo al poder de seducción de las otras, y, como consecuencia, seguiríamos prisioneros de la ansiedad, de la tristeza, de la falta de horizonte.
En este sábado, Jesús nos regala dos últimos
mensajes que se refieren a nuestro compromiso misionero:
Id al mundo entero. Un seguidor de Jesús traspasa los límites del espacio y del
tiempo porque empieza a vivir en clave de resurrección. El mandato de ir al
mundo entero inaugura en nosotros un talante de apertura universal. La
resurrección elimina todas las barreras étnicas, culturales, económicas,
religiosas que los hombres hemos construido para acotar este mundo. Pensemos en
el significado de estas palabras en este comienzo del tercer milenio, en el que
vivimos una etapa de globalización. El mundo entero se ha convertido en la
“aldea global”. Esto no significa que tengamos que ir de un sitio para otro, o
que estemos todo el día conectados a internet. Significa que hemos tomado
conciencia de que todos formamos parte de la red de hijos e hijas de Dios, y de
que todo lo que sucede en este mundo tiene que ver conmigo. El mundo entero está
concentrado en cada uno de nosotros y en el pequeño mundo de nuestro entorno. La
novedad está en contemplar esto con ojos de universalidad. A los ecologistas les
gusta decir aquello de “Piensa globalmente y actúa localmente”. Quizá es una
manera de traducir la universalidad cristiana que se inaugura con la
resurrección de Jesús.
Predicad el evangelio a toda la creación. En este “diálogo de vida” cada vez más amplio, somos invitados a reconocer las huellas del Resucitado dondequiera que se encuentren, sobre todo, en las manos y los pies traspasados. Donde hay una mujer o un hombre que sufre, allí contemplamos el rostro del Cristo que prolonga su pasión. No hay diálogo cuando no hay experiencia que compartir, cuando todo se reduce a un intercambio de frases vacías o de fórmulas protocolarias. La experiencia que nosotros proponemos es la del evangelio de Jesús, porque no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído. La resurrección nos abre a un diálogo universal, pero no a un universo vacío. Hablar de Jesús con el lenguaje de la propia vida es algo a lo que no podemos renunciar.
Hasta la próxima semana, si Dios quiere.
Disfrutemos de la alegría del domingo.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
11. 2001
COMENTARIO 1
El Evangelio de Marcos concluía en el capítulo 16, v. 8, con la frase que
refiere la actitud de miedo de las mujeres ante el anuncio del ángel: "ellas
salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no
dijeron nada a nadie, del miedo que tenían (Mc 16,7-8). Pero algún escritor
posterior consideró que este final no era adecuado a la lógica del relato
evangélico y añadió en síntesis tres relatos de los otros evangelistas en los
que se insiste en la incredulidad de los discípulos. Éstos no aceptan el mensaje
de María Magdalena (vv. 9-10), ni el de los dos de Emaús (vv. 12-13), y tienen
que ser recriminados por Jesús mismo, que les echa en cara a los once su
incredulidad y terquedad en no creer a los que lo habían visto resucitado (vv.
14-16).
Como antes de resucitar, los discípulos tienen la mente obcecada: "teniendo ojos
para ver no ven, y teniendo oídos para oír no oyen". Tendrá que venir el
Espíritu y abrirles el corazón para que acepten la buena noticia de la
resurrección, verdadera subversión del mundo, este "desorden" que llamamos
"orden establecido": aquél que ellos creían un mortal entre los mortales, vive.
Dios le ha dado la razón, confirmando de este modo que quienes se empeñaron en
dejarlo encerrado en la losa del sepulcro, no tienen autoridad. Pues solamente
tiene autoridad quien la utilizar para servir y dar vida y no para generar
muerte.
Como Jesús hizo con el ciego de Jericó, imagen de los discípulos, será esta vez
el Espíritu quien venga a abrirles los ojos a un nuevo mundo, a la sociedad
alternativa que Jesús anunciaba, para que comprendan que el testimonio de los
que han tenido la experiencia de Jesús resucitado es más que suficiente para
adherirse a él y que ya no hace falta ver para creer, sino abrir el oído y
prestar atención a quienes siente vivamente que la Vida ha triunfado
definitivamente sobre la muerte.
Ayer como hoy este mensaje es difícil de aceptar. El sistema mundano se encarga
de mostrarnos cada día que, quien así piensa, termina mal. Exactamente igual que
en tiempos de Jesús. A quien proclama que es posible la vida, cuando todo
conduce a la muerte, tiene que pagar con su muerte el precio de dar vida a los
otros. Así de trágico, pero así de maravilloso. Las palabras de Jesús siguen en
pie: "Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su
cruz y entonces me siga; porque el que quiera poner a salvo su vida, la perderá;
en cambio, el que pierda su vida por causa mía y de la buena noticia, la pondrá
a salvo" (Mc 8,35-36). Es la gran paradoja. Para dar vida hay que dar la vida.
Sólo queda lo que damos.
COMENTARIO 2
El Resucitado aparece muy de mañana a María Magdalena a quien había purificado,
enseguida corre a hacer saber la noticia a los adoloridos y llorosos compañeros
de Jesús, pero éstos no creen lo que escuchan, como si la esperanza que Jesús
sembrara en ellos hubiera desaparecido con su muerte. En últimas, ni los mismos
discípulos creían lo que les contaban. Aquí se palpa cuán difícil es creer en el
Resucitado, debido a que todo su proyecto, según muchos, terminó en un fracaso.
A pesar de los tantos testimonios de las apariciones del Resucitado, son muchos
los que en aquel entonces no creían, incluyendo a sus mismos discípulos. Esta
incredulidad es refutada por el mismo Jesús cuando se les aparece y lo primero
que hace es recriminarlos por su falta de fe, ya que no fueron suficientes los
testimonios que recibieron para creer en lo que se les decía. Las apariciones
deben ser tomadas como toques dados a la conciencia por la experiencia viva que
se vive dentro con el resucitado; son importantes porque a Jesús no hay que
buscarlo fuera de la historia, sino a través de procesos internos de toma de
conciencia.
La comunidad debe tener claro que las apariciones están ligadas a la
reconstrucción de la conciencia personal y grupal. Esta recuperación de la
conciencia se da cuando se sale de la crisis que se experimenta por las tantas
dudas y temores, y se experimenta que Jesús está vivo y nos está llamando a
reconstruir la vida en torno a un proyecto comunitario que se creía acabado.
Es importante también cómo la comunidad reconstruye su conciencia y vuelve
nuevamente a la alegría de poder tener esperanzas. Ya reconstruidos, y con la
experiencia de haber vivido desde dentro el proceso de la conversión, serán
capaces de anunciar la Buena Nueva.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
12. 2002
El anuncio de la resurrección supera de tal modo
las expectativas humanas, que, en lugar de llenarse de alegría, las mujeres
huyen del sepulcro temblorosas y desconcertadas, hasta el punto de no comunicar
a nadie la noticia que habían recibido. Será Jesús mismo, en Galilea, quien se
dejará ver vivo por los discípulos y, en particular, por Pedro, tal vez porque
Pedro se muestra en el evangelio de Marcos especialmente terco a la hora de
aceptar el camino de su maestro, un camino que debía surcar la muerte como paso
previo y necesario para llegar a la vida-resurrección.
Tras este desconcertante final del evangelio de Marcos, alguien añadió otro
texto en el que se resalta de nuevo la incredulidad de los discípulos que no
aceptan el testimonio de María Magdalena ni el de los das de Emaús y tiene que
ser Jesús mismo también quien se les aparezca y les reproche su incredulidad,
dándoles como tarea "proclamar la buena noticia a toda la humanidad".
Y la buena noticia que -ayer ellos, y hoy nosotros- tenemos que anunciar es que
Jesús llevaba razón, que Su vida no fue un sinsentido, que su camino fue un
camino de vida, aunque tuviera que pasar por la muerte, que "si uno quiere
salvar su vida, la perderá; Y que, en cambio, el que pierda su vida por Jesús y
por la buena noticia, la salvará (Mc 8,35)". Lo sabemos de Sobra, pero hay que
llevarlo a la práctica cada día.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
13. DOMINICOS 2003
Hoy, sábado de la semana pascual, comencemos saludando a María en el gozo de la Encarnación, en el dolor de la Pasión y en la alegría de la Resurrección de Jesús:
¡Salve, María!
Dichosa tú
que creíste
al Señor que te eligió.
Dichosa, pues en tu seno
el Verbo se anonadó.
¡Salve, del
dolor Señora!
Las espadas de dolor
hijos tuyos nos hicieron,
¡oh madre del Redentor!
¡Aleluya,
reina nuestra!
Hoy el fruto de tu vientre
te corona, gran Señora.
Y nosotros repetimos: ¡Aleluya!
Llegamos a la liturgia del sábado y en la celebración nos asociamos al gozo de María, madre, virgen, señora, reina.
Hace una semana contemplábamos a Jesús en su pasión y muerte. Hoy lo vemos resucitado y glorioso. Hace cinco o seis días encontrábamos, en penumbra, a discípulos y apóstoles turbados, cabizbajos, vagando sin horizonte seguro. Hoy los vemos animados, por efecto de la resurrección que los conforta. Hace cinco o seis días que unas mujeres privilegiadas, audaces, fieles, lloraban al amado muerto, y hoy las vemos gratamente sorprendidas por la delicadeza del Maestro, hecho hortelano, revelándose en palabras de subido amor, y enviándolas a confortar a los hermanos.
Celebrémoslo en la liturgia de la Palabra asistiendo a hechos muy significativos:
- Al hecho jubiloso de que los apóstoles entran y salen del templo dando testimonio de la resurrección del Señor con auténtico ardor. Ya no les importa ser perseguidos por el nombre de Jesús, pues se sienten fuertes y testigos del resucitado. Y , al verlo de esa forma, algunos griegos de judíos, estimulados por sus signos de amor y gracia, se abren a la verdad de Cristo.
- Y al canto de las pequeñas comunidades de creyentes que nos recuerdan una y otra vez el acontecimiento salvífico de la resurrección del Señor: Quien cree que Jesús es el Hijo de Dios y que ha resucitado, está en el seno del Reino Nuevo.
“Los sumos sacerdotes, los ancianos y los letrados estaban sorprendidos por el aplomo con que hablaban Pedro y Juan, pues sabían que eran personas sin letras ni instrucción, y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús.
Como tenían a su lado al paralítico que habían curado, no sabían qué decir.
Optaron por mandarlos salir fuera de la reunión, y ellos deliberaron: ¿qué vamos a hacer con esta gente?... Volvieron a llamarlos y les prohibieron predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan replicaron: ¿puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de obedecerle a Él...?”
El texto de los ‘Hechos’ es de carácter pascual y pentecostal. La actuación valiente e iluminada de los apóstoles confunde a los letrados.
La sencillez y la humildad de los discípulos de Jesús, cuyos signos dan fe de su confianza absoluta en el Maestro, derrumban cualquier castillo de los supersabios.
Para quedar bien, sin reconocerse públicamente vencidos, los miembros del Consejo les prohíben actuar con libertad de expresión. Pero saben que eso será inútil...
Comienza una etapa nueva, pentecostal, deslumbrante, en la historia de salvación. Los apóstoles son los testigos cualificadisimos de ella, tras la iluminación y gracia de Pentecostés.
“Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban tristes y llorando. Ellos, al oirla decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban de camino a una finca. También ellos se fueron a anunciarlo a los demás, pero no les creyeron. Por último, se apreció Jesús a los Once, cuando estaban en la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación”.
Con la sencillez que es habitual en el relato evangélico de Marcos, se señalan en este texto algunas claves de lectura que debemos recordar y agradecer:
|
La primera persona agraciada con la aparición de Jesús resucitado es la Magdalena; y los apóstoles, extrañamente aturdidos, no la creyeron. ¡Era una verdad demasiado bella! |
|
Los segundos agraciados fueron los dos discípulos que iban a Emaús. Y los demás tampoco les creyeron lo que contaban. ¡También esto era demasiado bello! |
|
Después se apareció a todos los apóstoles, y les recriminó su incredulidad. ¡Con razón! |
Pero consideremos este hecho singular: Jesús, que siempre es fiel, a pesar de la actitud de incredulidad que observa en los suyos, se dirige a todos, apóstoles, discípulos, elegidos, y los confirma en la misión para la que los había llamado : ir por el mundo a anunciar el Evangelio de salvación.
¡Señor Jesús! Si a tus débiles discípulos primeros, los confirmaste en su misión, acógenos también a nosotros, pecadores. Queremos anunciar al mundo que Tú eres el único camino de salvación para el mundo. Amén.
14. ACI DIGITAL 2003
9. El evangelista parece querer destacar, como una
paradoja de la divina misericordia, esta preferencia de Jesús por aparecerse a
Magdalena, la que estuvo endemoniada. El v. 6 nos muestra que ella fue la
primera en tener noticia de la resurrección, y que recibió también el honor de
anunciarla a los apóstoles. Así quiso el Maestro recompensar la fidelidad de
quien había antepuesto a todo su divina Palabra (Luc. 10, 39), su perdón (Luc.
7, 37 ss.), su culto (14, 13 ss) y su apostolado (Luc. 8, 2), siguiéndolo, junto
a la Madre fidelísima, al pie de la Cruz (Juan 19, 25).
11. Esta impresionante incredulidad general muestra cuán lejos estuvo el Señor
de ser glorificado visiblemente hasta que el Padre lo glorificó en el cielo
sentándolo a su diestra (v. 19; S. 109, 1) en el Tabernáculo "no hecho de mano
de hombre" (Hebr. 9, 11 y 24; S. 109, 4). De ahí que el Espíritu Santo no
viniese hasta después de la Ascensión (Juan 7, 39), y que ni en ésta ni en la
resurrección (que nadie presenció) se mostrase El glorioso como en la
Transfiguración, donde El quiso manifestarse con la gloria que ostentará también
en su segunda venida. Cf. 9, 1; S. 109, 1 ss.; II Tes. 1, 10; Hebr. 1, 6.
12. Alusión al episodio de Emaús que sólo narra San Lucas (24, 13 - 25).
14. Esta aparición se realizó el día de la resurrección por la tarde,
probablemente en la casa de María, la madre de S. Marcos, donde los discípulos
solían reunirse.
15.
Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
Entrada: «El Señor sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo. Aleluya» (Sal 104,43).
Colecta (compuesta con textos del Gelasiano y del Gregoriano) : «Oh Dios, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar el número de tus hijos, mira con amor a los que has elegido como miembros de tu Iglesia, para que, quienes han renacido por el Bautismo, obtengan también la resurrección gloriosa».
Ofertorio: «Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio de estos misterios pascuales; y ya que continúan en nosotros la obra de tu redención, sean también fuente de gozo incesante».
Comunión: «Los que os habéis incorporado a Cristo por el Bautismo, os habéis revestido de Cristo. Aleluya (Gál 3,27)».
Postcomunión: «Mira Señor con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa».
–Hechos 4,13-21: No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído. Pedro y Juan se niegan a hacer caso a las prohibiciones de los jefes del Sanedrín, para que no hablen más que de Jesús, puesto que, como ellos mismos dicen, tienen que obedecer a Dios antes que a los hombres. A pesar de todas las amenazas, prosiguen proclamando el mensaje de la resurrección de Jesús. Así manifiesta el nombre de Jesús toda la plenitud de su poder salvífico; no sólo salva de la enfermedad, sino que es la única fuente de salvación, que infunde una valentía, un poder superior, contra el que chocan todos los planes humanos que intentan destruirlo.
Nuestra participación eucarística nos pone en contacto experimental con la situación de Jesús resucitado. Adquirimos de este modo un compromiso de obediencia y de testimonio y recibimos la fuerza del Espíritu para vivir y proclamar libre y valientemente la salvación que hemos experimentado.
La profundidad y amplitud del misterio de Cristo se expresa en la inefable riqueza de los nombres con que es designado el Salvador. Así se expresa Nicetas de Remesiana:
«Se llama Verbo, porque ha sido engendrado sin pasión alguna por Dios Padre... O bien porque por su medio habló Dios Padre a los ángeles y a los hombres. Se dice Sabiduría, porque por medio de Él se ordenó todo sabiamente al principio. Se llama Luz, porque Él iluminó las primeras tinieblas del mundo y con su venida hizo desaparecer la noche de los corazones de los hombres. Se llama Potencia, porque ninguna criatura lo puede vencer. Se dice Diestra y Brazo, porque por su medio fueron creadas todas las cosas y Él las abarca todas. Se llama Ángel del Gran Consejo, porque Él es personalmente nuncio de la Voluntad paterna. Se llama Hijo del Hombre, porque por nosotros los hombres se dignó nacer como hombre. Se dice Cordero, por su inocencia singular. Se llama Oveja para que quede patente su Pasión. Se dice Sacerdote, bien porque ofreció a Dios Padre en favor nuestro su Cuerpo como oblación y sacrificio, bien porque se digna ofrecerse cada día por nosotros. Se dice Camino, porque por medio de Él llegamos a la salvación. Verdad, porque rechazó la mentira. Se llama Vida, porque destruye la muerte. Se llama Vid, porque al extender los ramos de sus brazos en la Cruz proporcionó al mundo el gran fruto de la dulzura... Se llama Médico, porque con su visita curó nuestras enfermedades y heridas... Se dice Paz, porque reunió en la unidad a los que estaban dispersos y nos reconcilió con Dios Padre. Se llama Resurrección, porque resucitará todos los cuerpos... Se llama Puerta, porque por su medio se abre a los fieles la entrada del Reino de los cielos» (Catecumenado de adultos B P 16,32-38).
–El salmo responsorial es el mismo que ayer.
–Marcos 16,9-15: Id al mundo entero y predicad el Evangelio. La fe de los apóstoles se basa en la experiencia directa y en una renovación de la convivencia con el Señor. Así quedan constituidos en testigos y reciben el homenaje del Resucitado para difundirlo por todo el mundo. San Juan Crisóstomo dice:
«El mensaje que se os comunica no va destinado a vosotros solos, sino que habéis de transmitirlo a todo el mundo. Porque no os envío a dos ciudades, ni a diez, ni a veinte; ni tan siquiera os envio a toda una nación, como en otro tiempo a los profetas; sino a la tierra, al mar y a todo el mundo, y a un mundo, por cierto muy mal dispuesto. Porque al decir: “Vosotros sois la sal de la tierra”, enseña que los hombres han perdido su sabor y están corrompidos por el pecado. Por ello exige a todos sus discípulos aquellas virtudes que son más necesarias y útiles para el cuidado de los demás» (Homilía sobre San Mateo 15, 6).
Lo único importante es que Cristo sea anunciado, conocido y amado. Él es el que actúa por medio de los apóstoles de entonces y de ahora. Así lo expresa San Agustín:
«Podemos amonestar con el sonido de nuestra voz, pero si dentro no está el que enseña, vano es nuestro sonido... Os hable Él, pues, interiormente, ya que ningún hombre está allí de maestro» (In 1 Jn. 2,4).
16. DOMINICOS 2004
Me voy a pescar. Vamos contigo
¡Señor!, mira con amor a quienes has elegido para tu Reino.
Te doy gracias, Señor, por mi fe en tu resurrección y vida.
Este es el día en que actuó el Señor; reine la alegría...
En nuestro calendario oracional, hace una semana que Jesús murió y fue
sepultado. Hace pocos días que los apóstoles, turbados, huyeron. Sólo algunas
mujeres audaces, privilegiadas, se mantuvieron unidas, probablemente con Maria
la madre de Jesús.
Ellas fueron las primeras en dar la alerta porque el sepulcro estaba vacío y
unos ángeles lo custodiaban; ellas se encontraron con el hortelano que dijo
palabras muy subidas de amor y fidelidad y despabilaron a algunos apóstoles...
Pero no las creyeron...
En el desconcierto reinante tras la muerte de Jesús, mientras que muchos
emigraron de Jerusalén a sus tierras de origen, María, la madre de Jesús, se
quedó, sin duda, en Jerusalén. Su corazón no podía estar ausente del tesoro que
había perdido en aquella ciudad. ¿Cómo sería el reencuentro de Jesús resucitado
con su Madre? Díganlo los corazones maternos que esperan al hijo perdido,
muerto, que prometió volver.
La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Hechos de los apóstoles 4, 13-21:
“Los sumos sacerdotes, los ancianos y los letrados estaban sorprendidos [en su
Consejo] viendo el aplomo de Pedro y Juan, sabiendo que eran personas sin letras
ni instrucción, y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús.
Pero viendo junto a ellos al paralítico que habían curado, no encontraban
respuesta.
Les mandaron salir fuera de la reunión y deliberaron: ¿qué vamos a hacer con
esta gente?...
Decidieron volver a llamarlos y les prohibieron predicar y enseñar en nombre de
Jesús. Pero Pedro y Juan replicaron: ¿puede aprobar Dios que os obedezcamos a
vosotros en vez de obedecerle a Él...?”
Evangelio según san Marcos 16, 9-15:
“Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero
a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a
anunciárselo a sus compañeros, que estaban tristes y llorando. Ellos, al oírla
decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban de camino a una
finca. También ellos se fueron a anunciarlo a los demás, pero no les creyeron.
Por último, se apreció Jesús a los Once, cuando estaban en la mesa, y les echó
en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que
le habían visto resucitado. Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el
evangelio a toda la creación “.
Reflexión para este día
Una misma alegría toma cuerpo en dos momentos de gracia y de luz.
Primero, según el orden de las lecturas, en la ofrenda postpentecostal de los
apóstoles y discípulos que han llegado a la asimilación profunda del mensaje
salvífico del Maestro resucitado y de su Espíritu Santo.
¡Están alegres tanto en la cárcel o en el tribunal como en la calle! ¡Son de
Cristo!
Después, en el realismo, en las lágrimas, en la emoción, en la vergüenza, en el
entusiasmo; y sobre todo en la confianza que se va suscitando poco a poco en los
apóstoles y discípulos incrédulos cuando van siendo sorprendidos por el nuevo
rostro del mismo Jesús que los convoca.
Los convoca por medio de la Magdalena, de los discípulos camino de Emaús, de
once comensales sorprendidos, de todo el apostolado ...
¿No es para estar alegres el comprobar que Jesús, a pesar de las infidelidades
cometidas por ellos, cuenta con su servicio, les da la mano y el corazón y los
pone en camino de misión?
¡Oh admirable caridad que arde en el Corazón de Cristo!
Poniéndonos en el lugar de los discípulos, salgamos también nosotros a predicar
que Cristo ha resucitado y es nuestra salvación.
17.
Comentario: P. Raimondo Sorgia
i Mannai, OP (San Domenico di Fiesole-Florència, Italia)
«María Magdalena fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, pero
no creyeron»
Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de meditar algunos aspectos de los
que cada uno de nosotros tiene experiencia: estamos seguros de amar a Jesús, lo
consideramos el mejor de nuestros amigos; no obstante, ¿quién de nosotros podría
afirmar no haberlo traicionado nunca? Pensemos si no lo hemos mal vendido, por
lo menos, alguna vez por un bien ilusorio, del peor oropel. En segundo lugar,
aunque frecuentemente estamos tentados a sobrevalorarnos en cuanto cristianos,
sin embargo el testimonio de nuestra propia conciencia nos impone callar y
humillarnos, a imitación del publicano que no osaba ni tan sólo levantar la
cabeza, golpeándose el pecho, mientras repetía: «Oh Dios, ven junto a mí a
ayudarme, que soy un pecador» (Lc 18,13).
Afirmado todo esto, no puede sorprendernos la conducta de los discípulos. Han
conocido personalmente a Jesús, le han apreciado los dotes de mente, de corazón,
las cualidades incomparables de su predicación. Con todo, cuando Jesucristo ya
había resucitado, una de las mujeres del grupo —María Magdalena— «fue a
comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y
llorosos» (Mc 16,10) y, en lugar de interrumpir las lágrimas y comenzar a bailar
de alegría, no le creen. Es la señal de que nuestro centro de gravedad es la
tierra.
Los discípulos tenían ante sí el anuncio inédito de la Resurrección y, en
cambio, prefieren continuar compadeciéndose de ellos mismos. Hemos pecado, ¡sí!
Le hemos traicionado, ¡sí! Le hemos celebrado una especie de exequias paganas,
¡sí! De ahora en adelante, que no sea más así: después de habernos golpeado el
pecho, lancémonos a los pies, con la cabeza bien alta mirando arriba, y...
¡adelante!, ¡en marcha tras Él!, siguiendo su ritmo. Ha dicho sabiamente el
escritor francés Gustave Flaubert: «Creo que si mirásemos sin parar al cielo,
acabaríamos teniendo alas». El hombre, que estaba inmerso en el pecado, en la
ignorancia y en la tibieza, desde hoy y para siempre ha de saber que, gracias a
la Resurrección de Cristo, «se encuentra como inmerso en la luz del mediodía».
18. 2004.
Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
1ª Lectura
He 4,13-21
13 Al ver, por una parte, la valentía de Pedro y Juan, y comprendiendo, por
otra, que eran hombres sin instrucción y cultura, estaban sorprendidos.
Reconocían que habían estado con Jesús; 14 pero al ver con ellos en pie al
hombre que había sido curado, no podían replicarles nada. 15 Les ordenaron salir
de la sala del tribunal, y se pusieron a deliberar entre ellos, 16
preguntándose: «¿Qué haremos con estos hombres? Porque ciertamente han hecho un
milagro notorio y manifiesto a todos los habitantes de Jerusalén, y no podemos
negarlo. 17 Pero para que no se divulgue más entre el pueblo, vamos a
amenazarlos para que no vuelvan a hablar a nadie de ese hombre». 18 Los
llamaron, y les ordenaron que no volvieran a hablar ni a enseñar nada sobre la
persona de Jesús. 19 Pedro y Juan les replicaron: «¿Os parece justo ante Dios
que os obedezcamos a vosotros antes que a él? 20 Nosotros no podemos dejar de
decir lo que hemos visto y oído». 21 Pero ellos los despidieron amenazándoles de
nuevo, sin encontrar modo de castigarlos por causa del pueblo, porque todos
alababan a Dios por lo sucedido,
Salmo Responsorial
Sal 118,1
1 ¡Aleluya! Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.
Sal 118,14-15
14 mi fuerza y mi grito de guerra es él, a él le debo la victoria. 15 Clamor de
alegría y de victoria en la tienda de los justos: la diestra del Señor hace
proezas,
Sal 118,16-18
16 la diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor hace proezas. 17 No,
no moriré, seguiré viviendo para contar las obras del Señor; 18 el Señor me ha
castigado duramente pero no ha permitido que muera.
Sal 118,19-21
19 Abridme las puertas de la justicia, que voy a entrar a dar gracias al Señor.
20 Ésta es la puerta del Señor; que entren los justos. 21 Te doy gracias porque
me has escuchado, a ti te debo la victoria.
Evangelio
Mc 16,9-15
9 Jesús resucitó al amanecer del primer día de la semana, y se apareció primero
a María Magdalena, de la que había lanzado siete demonios. 10 Ella fue a
decírselo a los que habían andado con él, que estaban llenos de tristeza y
llorando. 11 Ellos, al oír que vivía y que ella lo había visto, no lo creyeron.
12 Después de esto se apareció con una figura distinta a dos de ellos en el
camino, cuando iban al campo. 13 Éstos volvieron a dar la noticia a los demás,
pero tampoco les creyeron. 14 Después se apareció a los once estando a la mesa,
y les reprendió su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a
los que lo habían visto resucitado de entre los muertos.
MENSAJE FINAL. LA ASCENSIÓN
15 Y les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
* * *
La reacción de los jefes del Sanedrín expresa su
total derrota frente a Pedro y Juan (vv.13-17).
Lucas usa tres verbos en imperfecto (acción prologada y persistente en el
presente): se admiraban, reconocían y no tenían nada que replicar (el sujeto de
los tres verbos es el mismo: los jefes del Sanedrín). Se admiraban (ethaumazon)
viendo la valentía (parresía) de Pedro y Juan y sabiendo que eran hombres sin
instrucción ni cultura (agrammatoi kai idiotai).
Reconocían (epegínoskon) que Pedro y Juan eran discípulos de Jesús y al mismo
tiempo veían de pie junto a ellos al hombre sanado. Y la conclusión es obvia: no
tenían nada que replicar (oudén eijon anteipein). Los jefes del Sanedrín se
sienten derrotados por la valentía y el poder de los pobres, representados aquí
por los discípulos Pedro y Juan. Como no pueden negar la evidencia de la
curación del tullido, recurren a lo único que pueden manejar: la amenaza.
No se niega el signo, pero se reduce al silencio a sus testigos. Es
impresionante la similitud con Jn 11, 45-54 (se reconoce el milagro/señal
realizada por Jesús, pero deciden matarlo para que no tenga impacto en el
pueblo).
El segundo testimonio de Pedro y Juan (vv. 18-22) es más radical: "disciernan si
es justo delante de Dios escucharlos a Uds. más que a Dios, puesto que nosotros
no podemos no hablar sobre lo que vimos y oímos" (traducción literal de vv.
19-20). La función del Sanedrín es discernir los hechos y Pedro los llama a
ejercer esa función, pero la respuesta de los jefes, escribas y ancianos de
Israel es otra vez la amenaza.
La reunión de la comunidad (4, 23-31), que es el acto cuarto de esta conjunto y
que no puede ser separado de todo lo anterior lo veremos el lunes 19 de abril.
19.
Juan Pablo II, papa
Novo millenio ineunte, 29
“...el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos
salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba con ellos..” (Mc 16,
19-20)
La vuelta de Cristo al cielo: “..yo estoy con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo.” (cf Mt 28,20) Esta certeza, queridos hermanos y hermanas, ha
acompañado a la Iglesia durante dos mil años y se ha renovado en nuestros
corazones por la celebración del año santo. Debemos sacar de aquí un renovado
empeño para nuestra vida cristiana, haciendo de esta verdad la fuerza
inspiradora de nuestro caminar. Conscientes de esta presencia del resucitado
entre nosotros, nos hacemos hoy la pregunta que fue dirigida a Pedro en
Jerusalén, después de su discurso de Pentecostés: “¿Qué tenemos que hacer?” (Hch
2,37)
Nos interrogamos con un optimismo lleno de confianza, sin olvidar los problemas.
No nos dejamos seducir por una perspectiva ingenua, como si existiera una
fórmula mágica para enfrentarnos a los grandes desafíos de nuestro tiempo. No,
no es una fórmula mágica que nos salvará, sino una persona y la certeza que nos
inspira: “yo estoy con vosotros...”
No se trata, pues, de inventar un “nuevo programa”. El programa ya existe: es el
de siempre, sacado del evangelio y de la Tradición viva. Está centrado, en
último término, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar, imitar, para
vivir en él la vida trinitaria y para transformar con él la historia hasta su
plenitud en la Jerusalén celestial... Con todo, es necesario que este programa
se traduzca en orientaciones pastorales adaptadas a las condiciones de cada
comunidad...En las iglesias locales hay que fijar los elementos concretos de un
programa...que permita llegar a las personas con el mensaje de Cristo y modelar
las comunidades, actuar en profundidad, por el testimonio de los valores
evangélicos, en las sociedades y la cultura...Se trata, pues, de un
relanzamiento pastoral lleno de entusiasmo que nos concierne a todos.
20.
Apariciones de Jesús
Fuente: Catholic.net
Autor: Omar López
Reflexión
Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. (1 Co, 15,14). Desde la primera
generación cristiana la Iglesia se reconoce en esta expresión de San Pablo. El
problema que se ha siempre presentado es aquél de cómo interpretar esta verdad
central del credo. ¿Quiere decir que ha resucitado verdaderamente, es decir, que
vive por siempre en su cuerpo y no solamente como simple manera espiritual?
Es esto lo que afirma la Escritura y la fe de la Iglesia. La resurrección en
cuanto tal, es decir, el acto por el cual Dios glorifica a Jesús, es inaccesible
y se puede alcanzar sólo por la fe. Por eso es importante que este hecho no huya
de la búsqueda histórica. Es inimaginable la primera predicación cristiana, sin
la experiencia pascual de los apóstoles que testimonian que Jesús se ha
manifestado muchas veces antes de la muerte. Sólo esta verdad da un significado
auténtico y trascendental a la propia existencia, la ilumina y la hace vivir con
optimismo. La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los
pecadores, gloria para los santos. Todo tiene razón de existir con la
resurrección de Cristo y el mismo dolor se transforma.
21. CLARETIANOS 2004
Queridas amigos y amigas:
El evangelista Marcos nos ofrece hoy un resumen de las apariciones de Jesús a
sus discípulos. Se apareció a una persona (María Magdalena); cuando ésta lo
contó los discípulos no le creyeron. Se apareció a dos personas (los discípulos
de Emaús), pero tampoco a éstos les creyeron. Al final, se apareció a los once y
parece que, después de la reprimenda, le creyeron.
Como en todas las apariciones, Jesús se deja ver poco tiempo (el justo para que
le reconozcan y crean en él) y el rato que está con ellos lo aprovecha para
transmitirles su mensaje de envío: id y proclamad.
Este envío a proclamar la Buena Noticia llega hasta nuestros días y hoy nos toca
a nosotros creerlo, acogerlo y asumirlo en nuestra vida. Unos cruzarán océanos y
llegarán a las tradicionalmente llamadas "tierras de misión" para anunciar el
Evangelio con su vida; otros nos haremos cargo de estas nuevas tierras de misión
(la vieja Europa), que también requieren un anuncio valiente y decidido.
Antes de volver al Padre Jesús nos hace a todos misioneros. De todos depende el
que el Dios de Jesús sea conocido, amado y servido (como diría Claret). Todos
estamos llamados a esta Misión que ahora llamamos Compartida. (Mira este enlace)
Para este anuncio quizá no nos hagan falta muchas palabras; tal vez sean más
eficaces los gestos de cada día (podemos recordar el del Buen Samaritano).
Gestos que hablen no de nuestra bondad, sino de la bondad de Dios; gestos que
remitan, que hagan mirar a la Fuente de la Vida.
La presencia del Resucitado en la primera comunidad fue motivo de alegría, de
esperanza, de querer salir a todo el mundo. Ojalá en nuestras comunidades
cristianas se viva esa vitalidad misionera.
Vuestra hermana en la fe,
Miren Elejalde (mirenelej@hotmail.com)
22. 2004
LECTURAS: HECH 4, 13-21; SAL 117; MC 16, 9-15
Hech. 4, 13-21. ¿Acaso podrá uno dejar de proclamar la misericordia que Dios nos
ha tenido al perdonarnos nuestros pecados y darnos nueva vida, mediante la
muerte y resurrección de su Hijo? Si somos conscientes de que Jesús es el único
camino que nos conduce al Padre, ¿podremos guardar silencio para no proclamarlo
ante todas las naciones, sin ser culpables de que ellos continúen viviendo lejos
del Señor y de la salvación que nos ofrece? El Señor nos ha confiado el anuncio
del Evangelio; ¿obedeceremos al Señor? ¿Lo anunciaremos como auténticos profetas
del Señor, sin dejarnos intimidar por los poderosos? La Palabra de Dios debe
llegar a todos los corazones para sanar las heridas que dejó el pecado y hacer
que todos se pongan en camino como testigos de un mundo que, día a día y por el
poder del Señor, se va renovando en Cristo Jesús.
Sal. 117. Nosotros somos pecadores; pero el Señor se ha
mostrado misericordioso para con nosotros perdonándonos y convirtiéndose en
nuestra fuerza y alegría. Así, quienes hemos aceptado la salvación que Dios nos
ofrece, hemos sido hechos partícipes de su victoria, que nos lleva a elevar un
himno de acción de gracias al Señor, no sólo con los labios sino con las obras y
con la vida misma. Dios, conociendo nuestros pecados, no nos abandonó a la
muerte sino que nos ha liberado del pecado y de la muerte, y nos llama para que,
al final de nuestra vida, entremos en su gloria para gozar de Él eternamente.
Amemos constantemente al Señor, pues Él salvará a quienes aceptando su amor y su
Vida, le permanezcan fieles y se dejen conducir por su Espíritu, que habita en
el corazón de los creyentes.
Mc. 16, 9-15. Dichosos los que, sin haber visto al Señor, creemos en Él por el
testimonio de quienes convivieron con Él. Nuestra fe en Cristo nos lleva a
escucharlo por medio de su Palabra, que se nos proclama en su Iglesia. A través
de ella también se nos hace partícipes del perdón de Dios y de la salvación, que
nos ofrece por medio de su Hijo Jesucristo. A nosotros corresponde continuar la
obra de salvación de Dios en el mundo. No dejemos que las tentaciones ni las
preocupaciones por las cosas pasajeras emboten nuestro espíritu y nos impidan
creer en Jesús, muerto y resucitado para nuestra salvación. Si abrimos nuestro
corazón al Don de Dios, entonces estaremos aceptado convertirnos en testigos
suyos en el mundo entero, pues no podremos encerrar, para nosotros mismos, la
Luz del amor y de la verdad que Dios ha encendido en nuestra vida.
Cuando acudimos a la Eucaristía, ¿venimos con una fe firme en Cristo Jesús? Al
paso del tiempo, en que con cierta frecuencia hemos participado del Memorial de
la Pascua de Cristo, nuestra propia vida debe haber alcanzado una madurez cada
vez mayor en el Señor, pues la fe no es sólo proclamar con los labios que Jesús
es Señor en nuestra vida, sino vivir como personas que cada día se renuevan más
y más en Él. Vivir en comunión de vida con el Señor nos ha de llevar a
revestirnos de Él para que nuestro testimonio sea creíble a los demás. Por eso,
en el anuncio del Evangelio, debemos primero entrar en una relación personal con
Cristo, hacer vida en nosotros su Palabra, e ir tras sus huellas cargando
nuestra propia cruz. Quien proclame el Nombre del Señor no puede hacerlo desde
sus propias imaginaciones, pues no somos nosotros, sino el Señor, quien continúa
evangelizando y salvando al mundo. Nosotros sólo somos sus colaboradores; ojalá
y lo seamos con gran amor y con gran responsabilidad.
La Palabra que Dios ha pronunciado sobre nosotros no podemos anunciarla sólo a
los miembros de nuestra familia o de la comunidad de fe (parroquia) en la que
vivamos. Ciertamente que la Iglesia necesita continuamente ser evangelizada,
hasta lograr su plenitud en Cristo. Pero la Iglesia nació para el mundo, como
signo de salvación para todos los hombres. No podemos, por tanto, vivir
limitados en el anuncio del Evangelio. El Señor nos ha enviado al mundo entero a
predicar la Buena Nueva de salvación a toda la creación. Así, en primer lugar la
humanidad entera, pero también toda la creación, deben verse beneficiados de la
Resurrección de Cristo. No podemos continuar destruyéndonos unos a otros; no
podemos mal utilizar ni malbaratar la creación, los recursos naturales. Nosotros
debemos vivir con mayor madurez las virtudes y los valores internos propios de
nuestra condición humano-cristiana; pero también debemos conservar los bienes de
la tierra, tratando de que lleguen a cumplir, en plenitud, su misión de servicio
justo y recto a todas las personas.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, que nos conceda la gracia de ser obedientes a la Misión que nos ha
confiado de anunciar su Evangelio, y de pasar haciendo el bien a todos, a imagen
de nuestro Dios y Señor, Cristo Jesús. Que en esa forma colaboremos, desde
nuestra propia condición de miembros en la Iglesia de Cristo, para que a todos
llegue, con eficacia, el anuncio del Evangelio para salvación del mundo entero.
Amén.
www.homiliacatolica.com
23. ARCHIMADRID 2004
PERO NO LOS CREYERON
Sábado de la octava de Pascua, las lecturas no nos hablan de la Virgen, pero
vamos a leerlas con ella, con sus ojos de madre.
María Magdalena “fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y
llorando”, pero… “no la creyeron.”
Los discípulos de Emaús “fueron a anunciárselo a los demás, pero no los
creyeron.”
¿Dónde estaba la Virgen?. ¿Por qué no s e fiaron de ella?. Permitidme pensar con
San Ignacio y tantos otros autores espirituales, que Jesús resucitado se
apareció en primer lugar a su madre y sanó la herida, dolorosa pero llena de
esperanza, que le provocó esa espada que le traspasó el alma. Pero María no fue
corriendo a anunciárselo a los apóstoles, no fue a transmitir su “experiencia”.
Me imagino que cuando los apóstoles le contasen: “Mira lo que ha dicho ésta...
mira lo que han dicho éstos”, ella les miraría con cariño y pensaría: “¿Por qué
os cuesta tanto creer, hijitos?” Y callaría.
Comprendo que voy en contra de muchos pastoralistas y catequetas con muchos años
de trabajo a sus espaldas y montones de libros publicados, pero creo que se ha
abusado en estos años de las palabras “experiencia y testimonio”. Hay que
“experimentar” un montón de cosas: el gozo pascual, la eficacia de la oración,
el encuentro con Cristo, el gozo del Espíritu, el sentido de reconciliación, la
fraternidad, el espíritu solidario, la “metanoya” del ser en su mismidad... y
para ello se nos ponen un montón de testimonios con rango de autoridad
incontestable: “Juanita y Felipín fueron de convivencia con su grupo y ...”. Se
crea en el interior una especie de complejo según el cual si no sientes y
experimentas esas cosas es que no eres “de los buenos”. Pocos manuales de
catequesis han reflejado mis “experiencias” más comunes: me aburro o me duermo
en la oración, me olvido de Cristo muchas veces al día, me hastían las
celebraciones largas, me dan “repelús” los sensibleros y me encuentro con Cristo
habitualmente no cuando yo quiero sino cuando Él quiere. Los testimonios de
otros son, efectivamente, de otros y sus experiencias, por eso mismo,
irrepetibles o ¿acaso puedo exigirle a Dios, cuando me acabe la biografía del
beato Padre Pío de Pieterlcina, que me conceda los estigmas?.
“Les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a
los que lo habían visto resucitado.” Antes que buscar una experiencia basada en
un testimonio está la confianza. Confianza en Dios que elige a sus testigos,
confianza en el Espíritu Santo que calladamente actúa en nuestras almas,
confianza en la Iglesia que es la que salvaguarda el depósito de la fe. No
intentes ser como los otros, no intentes tener “sus” experiencias o ser igual a
cualquiera que no sea Cristo pues en el bautismo has sido identificado con Él y
eso no es una experiencia, es una realidad.
Confía, ten fe, y proclamarás “que es eterna su misericordia”. En los momentos
en que no te des cuenta o se te oscurezcan las maravillas que ya está haciendo
Dios en tu vida, acude a María que te mira con cariño de Madre y calla.
24. Fary Nelson Sábado 2 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: No podemos callar lo que
hemos visto y oído * Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
1. Un milagro problemático
1.1 Estos días de la Octava de Pascua hemos presenciado el tremendo impacto que
tuvo en el pueblo y en las autoridades judías el milagro de la curación de un
paralítico de nacimiento. El milagro, que debía ser un motivo de gozo, se
convierte en piedra de tropiezo para los sumos sacerdotes que llegan a decir
cosas como: "¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Han hecho un milagro
evidente, que todo Jerusalén conoce y que no podemos negar..." ¡No parece sino
que el manifiesto amor de Dios se ha convertido en un problema para ellos!
1.2 El ser humano es un manojo de contradicciones. Nada le hace tanta falta como
el amor de Dios, ¡y cuando llega este amor a visitarlo a menudo le cierra la
puerta! Aprendamos de este pasaje de la primera lectura a preguntarnos si acaso
no será nuestro caso: ¿no será que pedimos a Dios que nos ayude, y nos ponemos
en sus manos, y luego saltamos de esas manos para buscar nuestros caprichos? He
conocido parejas que quieren que Dios los defienda porque se sienten acosados
por "malos espíritus" mientras viven... en adulterio.
1.3 La contradicción parte de cómo entendemos eso de que Dios "nos ayude". Es
fácil entenderlo como una fuerza "extra", que viniendo del Omnipotente, no puede
fallar, y que va a lograr lo que nuestras fuerzas exiguas no podían. ¡Esto es
pura magia! La magia es utilizar fuerzas adicionales a nuestras fuerzas para
buscar NUESTROS propósitos. La fe, por el contrario, es acoger la luz divina
para conocer los propósitos DEL SEÑOR.
2. No podemos callar
2.1 La fuerza interior de los apóstoles nos impresiona. Ni las amenazas, ni las
humillaciones, ni las torturas logran achicarlos. Se levantan serenos, ni
humillantes ni humillados, ante las autoridades y anuncian con valor y dignidad
de dónde proviene su ministerio: "Digan ustedes mismos si es justo delante de
Dios obedecerlos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos dejar de contar
lo que hemos visto y oído".
2.2 Necesitamos cristianos así. Esa cosa fofa, que a veces se denomina "postmodernidad",
se ha venido a convertir como en una gran cobija con la que todos pretendemos
tapar nuestras mediocridades, perezas, inconsistencias e inconstancias. Es fácil
así vender la verdad, comprar amigos, negociar el amor, alquilar esperanza...
mientras nos burlamos de todo, nos entristecemos de todo, y mientras todo se va
hundiendo en un cieno espeso y pegajoso.
2.3 Necesitamos voces que digan: "no podemos callar". Gente que sea valiosa pero
que no se venda; hombres y mujeres que tengan no sólo "medios" y "recursos" sino
también principios y fines claros y nobles. ¿Alguien podrá darnos semejante
tesoro, si no es Cristo, el que llegó al extremo de la Cruz y se levantó del
sepulcro yerto?