LUNES DE LA SEMANA PRIMERA DE PASCUA

 

Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,14.22-32.

Entonces, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia. Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos.

Salmo 16,1-2.5.7-11.

Mictán de David. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: "Señor, tú eres mi bien, no hay nada superior a ti".
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás la Muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.


Evangelio según San Mateo 28,8-15.

Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

LECTURAS: 

1ª: Hch 2, 14.22-32 = PASCUA 03A

2ª: Mt 28, 8-15 


 

1. /Hch/LIBRO:

Durante la "cincuentena" pascual que sigue a la "cuarentena" de la cuaresma, de ahí el nombre de Pentecostés, nos introduciremos en el ámbito de la Iglesia naciente. San Lucas, como prolongación de su evangelio, nos relata los treinta primeros años de la Iglesia, hasta el año 63 después de Jesucristo. En los cinco primeros capítulos veremos el nacimiento de la Iglesia en Jerusalén. En los capítulos seis a once, contemplaremos la expansión de la Iglesia hacia Samaría y Siria. En fin, a partir del capítulo doce, el evangelio gracias a la actividad misionera de San Pablo se extiende por todo el oriente Medio y Grecia.

Hombres y mujeres, Apóstoles y cristianos han vivido esa sorprendente epopeya misionera. Pero, tras los «hechos» de los apóstoles, se halla un solo "actor", ¡el Espíritu! o, más exactamente, el Señor Jesús viviente, glorificado, resucitado, que actúa por su Iglesia en la potencia del Espíritu.

El dinamismo extraordinario de la Iglesia de los primeros tiempos, proviene por entero de la convicción, de la Fe, que animaba a los primeros creyentes: Jesús ha resucitado... Jesús está vivo... Jesús está presente entre nosotros.

Por esta razón se leen los Hechos de los Apóstoles como prolongación de la Pascua ¡Espíritu de Dios, ven a nosotros! ¡Abre nuestros corazones y nuestras mentes! Durante esos cincuenta días -pentecostés significa "cincuenta"- haznos descubrir que tu resurrección no es solamente un maravilloso hecho histórico del pasado, que se ha desarrollado en fecha precisa y en lugar concreto... sino que esta Resurrección es un misterio actual que perdura siempre, un dinamismo vital que actúa continuamente todavía HOY.

-Pedro, de pie en medio de los once, decía con voz fuerte: Escuchad...

Imagino la escena. Es el día de Pentecostés, el primer día de la Iglesia: los apóstoles acaban de ser sorprendidos, embargados por el Espíritu. Salen a la entrada de la casa. «El viento violento» que ha sacudido el barrio ha provocado una aglomeración.

Pedro, rodeado de los once, toma la palabra: habla muy alto, seguramente llegarán a tomarlo por ebrio.

-Jesús el Nazareno, el que matasteis en una cruz, Dios lo ha resucitado. Los acontecimientos son recientes. En una ciudad limitada como Jerusalén, se conservan en el recuerdo de todos.

De hecho, un condenado a muerte ¡no es cosa de cada semana! Se le recuerda. Muchos de los auditores de Pedro debieron de haber ido a ver la ejecución sobre el Gólgota.

Debieron de ver su cadáver, colgado por los clavos en el patíbulo. Pudieron ver también el lanzazo final que abrió el corazón del condenado.

Y Pedro acaba de decirles: después de todo esto ¡nosotros le hemos vuelto a ver! ¡más vivo que antes!

-El salmo de David dice de Cristo: «Mi carne descansa confiada: Tú no puedes abandonar mi espíritu al abismo... No dejarás que tu Santo vea la corrupción. Pedro, para un público de judíos, se refiere a la Biblia, cita un salmo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 174 s.


2. RS/SEPULCRO 

Del sepulcro vacío parten dos embajadas: la de las mujeres convertidas en mensajeras de la resurrección, y la de los guardianes del sepulcro, que se dirigen a los sumos sacerdotes para comunicarles lo ocurrido. Hay un hecho cierto que nadie se atreve a negar; el sepulcro vacío. Lo afirman, por supuesto, las mujeres mensajeras; lo declaran los guardianes del sepulcro; no lo pueden negar los sumos sacerdotes. Sin embargo, este hecho, admitido por todos, tiene diversas posibilidades de explicación; es decir, del sepulcro vacío no se deduce con evidencia la resurrección de quien había sido puesto en él.

El presente relato de Mateo recoge dos posibilidades de las apuntadas; una: que Jesús ha resucitado; otra, que el cadáver de Jesús había sido robado. Las dos posibilidades son expuestas por el evangelista aparentemente con gran neutralidad. Debe ser el lector del evangelio quien se decida por una u otra.

¿Es convincente la versión dada por los sumos sacerdotes? Evidentemente que no. El lector debe decidirse a admitir la primera posibilidad: la resurrección de Jesús atestiguada por las mujeres.

Pero lo que ocurrió en los primeros momentos, sigue ocurriendo. La resurreccción de Jesús no es un hecho controlable, sino un hecho sobrenatural admisible únicamente desde la fe. Cuando se cierra el corazón a la fe, la resurrección pasa automáticamente al terreno de la leyenda. En el momento en que escribe Mateo su evangelio continuaban las discusiones entre los judíos y los cristianos. El simple hecho de la existencia de la comunidad cristiana en Jerusalén y de su predicación era una denuncia constante contra las autoridades judías.

El libro de los Hechos de los Apóstoles constituye el mejor testimonio de ello.

La presencia cristiana entre los judíos era molesta e intolerable porque, en definitiva, significaba que ya había tenido lugar la última y definitiva intervención de Dios en la historia, que habían comenzado los últimos tiempos, que había comenzado el mundo nuevo, el Reino de Dios. Que los judíos siguiesen esperando todo esto para el futuro estaba, por tanto, fuera de lugar. Ellos habían perdido ya su razón de ser. Debían, por tanto, convertirse a la nueva realidad. Ellos, en lugar de hacerlo, prefieren divulgar una calumnia, que volverá a repetirse muchas veces a lo largo de la historia de la Iglesia.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1099 s.


3.

Durante la primera semana después de la Pascua, leemos algunos relatos que nos hablan de la resurrección.

-Al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María...

Son amigas de Jesús.

Han vuelito a la tumba de Jesús por amistad, como entre nosotros, después del sepelio de un ser querido suele hacerse una visita al cementerio.

Son las mismas, precisamente que en la tarde del viernes asistieron al amortajamiento.

(Mateo, 27, 55-56). No hay pues error posible sobre esta tumba. ¡Danos, Señor, tu amor!

Sólo se ve bien con el corazón. Sólo el amor introduce en el conocimiento profundo de los seres con los que vivimos.

-Después de haber visto al ángel del Señor, que les había dicho: "No temáis. Buscáis a Jesús, no está aquí, ha resucitado como había dicho".

Se alejaron rápidamente del sepulcro... llenas de temor...

¡Dios está ahí! Hay dos signos claros para todo el que conoce el lenguaje bíblico:

--"el ángel", mensajero de Dios.

-- el "temor", sentimiento constante en presencia de lo divino.

Yo también quisiera dejarme aprehender por esta Presencia.

-Y con gran gozo corrieron a comunicarlo a los discípulos.

Temor y gozo, a la vez.

Primera reacción: correr... ir a llevar la noticia... Son muchos los que "corren" la mañana de Pascua. Pedro y Juan pronto también correrán para ir a ver. (Juan, 20, 4) ¿Tengo yo ese gozo? ¿Anuncio la "gozosa nueva" de Pascua?

-Jesús les salió al encuentro diciéndoles: Dios os salve. Ellas, acercándose, le abrazaron los pies y se postraron ante El.

Es Jesús el que toma la iniciativa. Es El quien se presenta, quien les da los "buenos días". Es siempre tan "humano" como antes. Probablemente les sonríe.

Pero ellas, manifiestamente ¡están ante la majestad divina! Como derrumbadas, el rostro en tierra. Su gesto es de adoración.

Entonces Jesús les dice: "No temáis".

Es lo que Dios dice siempre. El temor es un sentimiento natural ante Dios. Pero Dios nos dice: "No temáis".

-"Id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea y que allí me verán.

Jesús, netamente, envía a la misión. Si se da a conocer a algunos, no es para que nos regocijemos de ello... sino para que nos pongamos en camino hacia nuestros hermanos. "Id a avisar a mis hermanos." Después de esta meditación, ¿qué voy a hacer? Estoy entre los "amigos" de Jesús si participo en la evangelización.

-Mientras iban ellas, algunos de los guardias vinieron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. Reunidos estos en consejo tomaron bastante dinero y se lo dieron a los soldados diciéndoles: "Decid que viniendo los discípulos de noche, lo robaron mientras nosotros dormíamos..." Esta leyenda se difundió entre los judíos hasta ahora.

Esta es la solución que los "enemigos" han encontrado para explicar la tumba vacía... que les estorbaba. Los jefes judíos no desmienten el "hecho": le buscan otra explicación... inverosímil.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 178 s.


4.

1. Qué valentía la de Pedro cuando el día de Pentecostés, ante todo el pueblo, proclama la resurrección de Jesús.

El que hacía pocos días le había negado, asustado ante los guardias y las criadas del palacio de Pilato, jurando que ni le conocía, ahora comienza, ante el pueblo y luego ante las autoridades de Israel, una serie de testimonios a cuál más intrépidos, que iremos leyendo a lo largo de esta semana. Entre sus negaciones y su testimonio ha habido un acontecimiento decisivo: la resurrección de Jesús y el envío de su Espíritu en Pentecostés. Pedro y los suyos han madurado mucho en la fe.

Esta primera predicación de Pedro es una catequesis clara y contundente sobre la persona de Jesús, dirigida precisamente a los habitantes de Jerusalén, los que habían estado más directamente implicados en su muerte: «vosotros lo matasteis en una cruz, pero Dios lo resucitó, y nosotros somos testigos».

Pedro centra con decisión su anuncio en la muerte y resurrección de Jesús. Cuando le vieron morir, parecía como que Dios le abandonaba: «ha salvado a otros, que se salve a sí mismo; si confía en Dios, que le salve, porque ha dicho que es el Hijo de Dios» (Mt 27,42s).

El mismo Jesús grita desde la cruz: "¿por qué me has abandonado?". Pero Dios le resucitó, y ahora Pedro y los suyos son testigos de cómo le ha reivindicado delante de todos.

En la lectura, y luego en el salmo responsorial, tenemos un ejemplo muy claro de cómo la primera generación «cristianizaba» los salmos, cómo los interpretaba desde Cristo.

Allí donde el salmista, un judío creyente sumido en el dolor pero lleno de confianza, afirmaba: «con él a mi derecha no vacilaré... mi carne descansa serena, porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción, me enseñarás el sendero de la vida», Pedro, y con él la comunidad cristiana, ponen estos sentimientos en boca del mismo Cristo Jesús. Consideran que la resurrección de Jesús ya estaba anunciada proféticamente en este salmo, que ahora resulta un verdadero «Magnificat» puesto en boca del Resucitado.

2. a) Dos grupos de personas han visto el sepulcro vacío y corren a anunciarlo, aunque de forma muy distinta: las mujeres y los guardias.

No es pequeño el mérito de aquellas mujeres seguidoras de Jesús. Le habían acompañado y ayudado durante su ministerio. Estuvieron presentes al pie de la cruz, con una valentía que dejaba en evidencia la cobardía de la mayoría de los apóstoles. Son también las que acuden antes al sepulcro, y ahora merecen la primera aparición del Resucitado.

Al ver el sepulcro vacío y oír las palabras del ángel que les asegura que «no está aquí, ha resucitado», se marchan presurosas, llenas a la vez de miedo y de alegría. Y en seguida se les aparece el mismo Jesús. Ellas venían en busca de un muerto y ahora le encuentran vivo. La primera palabra que les dirige es: «alegraos... no tengáis miedo», y les da un encargo: «id a comunicar a mis hermanos...». Estas mujeres creyentes son las que primero pueden dar testimonio de la resurrección de Jesús y se convierten en mensajeras de la gran noticia para con los mismos apóstoles: apóstoles de los apóstoles. Aunque no les van a hacer mucho caso.

Los guardias también han visto el sepulcro vacío. Su primer sentimiento es el miedo, porque han descuidado la misión que les habían encomendado. Pero aceptan el soborno que les proponen: la corrupción es un mal muy antiguo. Y hacen correr la voz de que han robado el cadáver del crucificado.

b) No tengáis miedo. Id a decir...

También nosotros nos sentimos animados por esta palabra, que nos invita ante todo a no perder nunca la esperanza. Y además, a seguir dando testimonio del Resucitado en nuestro mundo.

Primero fueron aquellas mujeres. Y como ellas, cuántas otras, a lo largo de la historia de la Iglesia, han dado parecido testimonio de Cristo Jesús en la comunidad cristiana, en la familia, en la escuela, en los hospitales, en las misiones, en tantos campos de la vida social.

Después de las mujeres vinieron Pedro, Juan y los demás apóstoles, y generaciones y generaciones de cristianos a lo largo de dos mil años. Y ahora, nosotros. En medio de un mundo que sigue prefiriendo la versión del robo, u otras igualmente pintorescas, los cristianos recibimos el encargo de anunciar a Cristo Resucitado, único salvador de la humanidad. Ante tantos que sufren desorientación y desencanto, nosotros nos convertimos en testigos de la vida y de la esperanza.

Probablemente, ante las dificultades y la apatía de muchos, también nosotros necesitemos oir la palabra alentadora: «alegraos... no tengáis miedo... seguid anunciando...». Nuestro testimonio será creíble si está convertido en vida, si se nos nota en la cara antes que en las palabras. La Resurrección de Jesús no es sólo una noticia, una verdad a creer o un acontecimiento a recordar: es una fuerza de vida que el Resucitado nos quiere comunicar a cada uno de nosotros.

Uno de los momentos privilegiados de nuestro encuentro con él es la Eucaristía. Cada vez que la celebramos deberíamos salir, como las mujeres del evangelio, llenos de la buena noticia y de la experiencia de comunión con el Señor, dispuestos a comunicar con verdadero aire de alegría a nuestra sociedad, a nuestra familia, a nuestra comunidad religiosa, el mensaje de vida que nos ha encargado el Señor resucitado.

También nosotros, como el salmista creyente y como Jesús en el trance de su muerte, podemos decir el salmo 15 con sentido. Si estamos experimentando momentos de desconcierto o de dolor, digámosle a Dios, al inicio de la Pascua: «con él a mi derecha no vacilaré... me enseñarás el sendero de la vida». Las dificultades de la vida pertenecen a nuestro seguimiento de ese Cristo que llegó a la nueva existencia a través de la pasión y de la muerte. Con él estamos destinados todos a la vida

Por eso escuchamos y creemos la consigna del Resucitado: «alegraos».

«El Señor ha resucitado de entre los muertos: alegrémonos todos, porque reina para siempre» (entrada)

«Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia» (1a lectura)

«Alegraos, no tengáis miedo» (evangelio)

«Señor, que la gracia del misterio pascual llene totalmente nuestro espíritu» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 21-24


5.

Primera lectura : Hechos 2, 14. 22-32 Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte

Salmo responsorial : 15,1,1-2a.5.7-8.9-10.11 Protéjeme, Dios mío, que me refugio en ti

Evangelio : Mateo 28, 8-15 Comuniquen a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán

Las mujeres ansiosas y entusiasmadas por la noticia dada por el Angel de sobre la resurrección de Jesús, abandonan presurosas el sepulcro y van a avisar a los discípulos. Jesús se les aparece y las saluda. La alegría las embarga de emoción. Jesús las insta para que vayan a avisar a sus hermanos y les pone cita en Galilea. Este hecho, tan pronto es conocido por las jerarquías del templo, es ocultado, para que no llegue a oídos del gobernador romano. La pregunta obligada es: ¿por qué los sacerdotes judíos quisieron esconder la resurrección de Jesús tanto a las autoridades romanas como al pueblo?

Existe el propósito de los sacerdotes judíos de aquel entonces que desean contrarrestar la resurrección de Jesús. Saben que este hecho les debilitará sus pérfidas verdades, las que han querido hacer aparecer como grandes absolutos. La gran verdad que encierra la resurrección será su preocupación y para desvirtuarla agotarán todos sus energías hasta sus más mínimos recursos. Pero sus intentos siempre terminarán en el fracaso ya que la resurrección es un fenómeno interior.

Las posteriores comunidades auténticamente cristianas saldrán invictas frente a esta confabulación sencillamente por el hecho de que la resurrección será interpretada como un hecho interior de fe. Ahí la aparición física de Jesús ante sus ojos cuenta muy poco, porque al Jesús que todo lo transforma comienzan a sentirlo desde dentro, en la medida que comienzan a sentir la necesidad de transparentarlo. Es por lo que los judíos, por mucho que sobornaran a soldados e inventaran cualquier cantidad de calumnias y mentiras, no destruirían nunca ese hecho interior irrefutable. Por eso una comunidad convencida de su fe puede pasar por todo tipo de persecuciones, calumnias o toda suerte de vejámenes, que nunca le podrán destruir su experiencia interior.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6.

Los discípulos se encontraban reunidos en una casa por temor a las autoridades judías. El Espíritu de Jesús irrumpe y los obliga a enfrentar la realidad. Al salir de la casa, Pedro se pone de pie, toma la palabra y se dirige a los asistentes para aclarar lo que allí ha ocurrido.

"Ponerse de pie" es una expresión con alto contenido simbólico. Muestra la transformación de un estado de postración (tullido) y de temor en un salto decisivo hacia adelante. Se encaran las situaciones por difíciles que sean. El espíritu del Resucitado es el que provee la fuerza e inspira las palabras y las actitudes oportunas.

Pedro dirige su "discurso" a judíos y gentiles. A todos les recuerda que ellos no actúan por fanatismo: "éstos no están borrachos". A los israelitas les recuerda lo que ellos habían hecho con Jesús de Nazaret. A pesar del juicio injusto, la muerte ignominiosa y la difamación pública de su nombre, Dios quiso realizar sus designios en Jesús. Por la resurrección confirmó la autenticidad de su práctica. Este acontecimiento que revierte completamente el curso habitual de la historia, es testificado por un grupo de hombres y mujeres que están dispuestos a dar su vida por él.

En el evangelio de Mateo, María Magdalena y la otra María son las primeras testigos de la resurrección. Después de los bochornosos acontecimientos del viernes, ellas van el primer día de la semana al sepulcro del Maestro. Sin embargo, el mensajero de Dios las invita a buscar a Jesús entre los vivos y no en medio de los cadáveres.

"Ellas salieron del sepulcro con temor y gran gozo". El estado de postración y de sufrimiento por la muerte del Maestro es reemplazado por la decisión y el entusiasmo. Ellas salen decididas a anunciar la "Buena Noticia". De camino, Jesús les sale al paso y confirma la certeza de su misión. Las envía a dar las noticias a toda la comunidad cristiana y a congregar a los discípulos en Galilea, en el sitio de partida. La resurrección es el nuevo comienzo, el primer día de la nueva creación. Las mujeres, las primeras protagonistas de este acontecimiento.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Estrenamos mes y estrenamos tiempo litúrgico: ¡Estamos en Pascua! No sé cómo habréis vivido el triduo sacro y especialmente la "madre de todas las vigilias", pero imagino que muchos de vosotros os encontraréis ahora un poco cansados y, al mismo tiempo, serenamente alegres. Cansados por los "excesos" de los días pasados. Alegres por esa transformación interior que el Espíritu hace en quienes se abren al misterio de Cristo. Tenemos 50 días para ir saboreándolo. Esta primera semana, que conocemos como "octava de Pascua", es como una obertura a todo el tiempo pascual. A lo largo de estos días iremos conociendo los encuentros del Resucitado con María Magdalena y "la otra María" (lunes), con María de Magdala sola (martes), con los discípulos de Emaús (miércoles), con la comunidad de Jerusalén (jueves), con sus discípulos junto al lago de Tiberíades (viernes). El sábado, el evangelio de Marcos nos presentará una síntesis catequética de los diversos encuentros.

Hoy lunes tenemos el encuentro del Resucitado con las dos Marías, la de Magdala y "la otra". Es a ellas, según Mateo, a quienes Jesús les sale al encuentro en primer lugar. Este encuentro tiene tres momentos: iniciativa de Jesús (que saluda afectuosamente e invita a no temer), reacción por parte de las mujeres (que se postran en señal de adoración) y encargo por parte de Jesús (que las convierte en mensajeras de la buena noticia, en misioneras).

¿No os parece que de modo parecido sigue aconteciendo hoy nuestro encuentro con el Resucitado? Comenzamos experimentándolo como una presencia que nos libera del temor y nos inunda de gozo. Nos estremecemos ante su gloria. Y sentimos que esa experiencia genera en nosotros la necesidad de comunicarla.

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández (gonzalo@claret.org)


8. CLARETIANOS 2003

¡Feliz Pascua de Resurrección! Os digo esto y no sé bien lo que digo. Detrás de este saludo, que es un eco del mensaje pascual proclamado en la solemnidad de ayer, se esconden muchas convicciones:

Que quien ama acaba siempre venciendo.
Que no estamos hechos para las lágrimas.
Que la muerte no destruye nuestra vocación de vida plena.
Que la fe en Jesús no es absurda.
Que el testimonio de su comunidad es verdadero.
Que siempre, siempre, siempre, hay futuro.

La liturgia de este Lunes de Pascua nos propone un fragmento del discurso de Pedro el día de Pentecostés. Sus palabras constituyen una mini-cristología. Nos habla de Jesús mencionando los principales hitos de su existencia:

Su origen: Os hablo de Jesús Nazareno.

Su ministerio: El hombre que Dios acreditó realizando por su medio milagros, signos y prodigios.

Su final: Vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz.

Su triunfo: Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte.

Pedro cita el salmo 15, que es el que la liturgia incluye hoy como salmo responsorial. Me detengo en un versículo que alcanza la plenitud de significado en la Pascua de Jesús: Se me alegra el corazón ... porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Escuchemos ahora la voz del Resucitado. Lo seguiremos haciendo, paso a paso, a lo largo de toda esta semana.

Hoy nos dice a nosotros lo mismo que, según el relato de Mateo, dijo a las mujeres. Son tres palabras de futuro que se van a repetir con acentos diversos durante los próximos días:

Alegraos. La invitación de Jesús a la alegría no es un consejo, sino una orden de obligado cumplimiento. En el círculo de nuestras tristezas, el Resucitado enciende la llama de la alegría. ¡Tenemos tanta necesidad de respirar!

No tengáis miedo. No hay nada que nos paralice más que el miedo. Hemos empezado el siglo XXI acorralados por el miedo. ¿Quién nos puede transmitir la confianza que necesitamos? ¡Sólo el Resucitado!

Id a comunicar. La resurrección inaugura una urgencia. Acomodados en nuestras seguridades de siempre cavamos nuestra propia tumba. Cuando nos ponemos en camino, la fuerza del Resucitado nos restaura.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


9. 2001

COMENTARIO 1

Las mujeres buscan en el sepulcro a Jesús el crucificado, es decir, piensan que Jesús está definitivamente muerto. De hecho, habían ido a visitar el sepulcro sin esperar nada extraordinario, pensando que allí estaba encerrado el cuerpo de Jesús.

El ángel ha corrido la losa para que pueda constatarse que Jesús no está en el sepulcro. Las mujeres deben ser testigos del hecho, para comunicarlo inmediatamente a los discípulos.

Al contrario que en Mc, evangelio en el que no dicen nada a nadie "del miedo que tenían", el miedo de las mujeres en el evangelio de Mateo está mezclado de gran alegría, y van a cumplir el encargo, y ellas mismas tienen un encuentro con Jesús. El saludo de éste («alegraos») es el ordinario de la cultura griega, traducido en 27,29 por «salud». En este con­texto, sin embargo, recuerda la recomendación de Jesús a los dis­cípulos para el tiempo de persecución (5,12): «alegraos y regoci­jaos, que Dios os va a dar una gran recompensa». La recompensa allí anunciada es la vida que supera la muerte, visible ahora en Jesús.

Jesús las exhorta a no temer. Su resurrección es sólo causa de alegría, repite el encargo del ángel: "No tengáis miedo; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán" (v. 10). El Resucitado llama a los discípulos «sus hermanos». Ahora, cuando está disponible el Espíritu, puede lla­marlos así: el Espíritu los hace hijos del mismo Padre.

"Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad e informaron a los sumos sacer­dotes de todo lo sucedido. 12Éstos se reunieron con los se­nadores, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una suma considerable (vv. 11-12)".

Mateo quiere subrayar de nuevo la mala fe de los dirigen­tes judíos. Lo mismo que las mujeres han ido a dar la noticia a los amigos de Jesús, los guardias van a sus enemigos. Ante el informe de los guardias, se reúne de nuevo el Gran Con­sejo (cf. 26,3.59; 27,1.7.62) para tratar de contrarrestar los hechos. No les interesa lo que realmente suceda, sino la repercusión que pueda tener en el pueblo. Se adivina la ofensiva de las comunida­des judías contra la primitiva predicación cristiana.

"Encargándoles: -Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais, y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo calmaremos y os saca­remos de apuros. Los soldados aceptaron el dinero y siguieron las ins­trucciones. Por eso corre esta versión entre los judíos hasta el día de hoy" (vv. 13-15).

Encargan a los soldados que difundan un rumor y les prometen su apoyo ante Pilato, si fuese necesario. El gobernador es vulnerable después de la sentencia que le han obligado a pronunciar (27,26). Los pretorianos eran mercenarios y están dispues­tos a ser sobornados. Aceptan el dinero como lo había aceptado Judas (26,l4-l6). Insiste Mateo en el poder corruptor del dinero, arma del sistema opresor. Con dinero se habían apoderado de Jesús; con dinero quieren impedir la fe en él: el dios falso se opone al Dios verdadero. El efecto del rumor llega hasta los tiempos de Mateo.


COMENTARIO 2

Las mujeres ansiosas y entusiasmadas por la noticia dada por el Angel sobre la resurrección de Jesús, abandonan presurosas el sepulcro y van a avisar a los discípulos. Jesús se les aparece y las saluda. La alegría las embarga de emoción. Jesús las insta para que vayan a avisar a sus hermanos y les pone cita en Galilea. Este hecho, tan pronto es conocido por las jerarquías del templo, es ocultado, para que no llegue a oídos del gobernador romano. La pregunta obligada es: ¿por qué los sacerdotes judíos quisieron esconder la resurrección de Jesús tanto a las autoridades romanas como al pueblo?

Existe el propósito de los sacerdotes judíos de aquel entonces que desean contrarrestar la resurrección de Jesús. Saben que este hecho les debilitará sus pérfidas verdades, las que han querido hacer aparecer como grandes absolutos. La gran verdad que encierra la resurrección será su preocupación y para desvirtuarla agotarán todos sus energías hasta sus más mínimos recursos. Pero sus intentos siempre terminarán en el fracaso ya que la resurrección es un fenómeno interior.

Las posteriores comunidades auténticamente cristianas saldrán invictas frente a esta confabulación sencillamente por el hecho de que la resurrección será interpretada como un hecho interior de fe. Ahí la aparición física de Jesús ante sus ojos cuenta muy poco, porque al Jesús que todo lo transforma comienzan a sentirlo desde dentro, en la medida que comienzan a sentir la necesidad de transparentarlo. Es por lo que los judíos, por mucho que sobornaran a soldados e inventaran cualquier cantidad de calumnias y mentiras, no destruirían nunca ese hecho interior irrefutable. Por eso una comunidad convencida de su fe puede pasar por todo tipo de persecuciones, calumnias o toda suerte de vejámenes, que nunca le podrán destruir su experiencia interior.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10. 2002

Con la reacción de las mujeres, testigos de prime­ra hora de la resurrección de Cristo, y la de los solda­dos, también testigos a su manera, se presentan las das posibilidades que todo ser humano puede asumir frente a Jesús y a su mensaje de vida. Las mujeres, y luego los discípulos, elegirán el servicio del Dios de la vida, que se ha hecho presente plenamente en la re­surrección de Jesús. Su aceptación del mensaje pascual las llena de alegría y las capacita para transmitir un mensaje que supera la muerte.

Por el contrario, los soldados y los jefes del pue­blo querrán silenciar ese mensaje que pone de mani­fiesta su furia homicida y su adoración del dinero, fuente de muerte y de silenciamiento de la verdad en la sociedad de Jesús y en nuestra sociedad. El ídolo que produce muerte ha ocupado en ellos el lugar del Dios verdadero, revelado por la vida y la práctica de Jesús.

Ambas prácticas llegan hasta el "hoy" en que se escribe el Evangelio y siguen presentes a lo largo de toda la historia humana. El dinero, aliado indisoluble de la muerte, sigue siendo causa de opresión y de mentira. Frente a él se yergue más fuerte la Vida reve­lada por Jesús, y nosotros debemos continuar su obra

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


11. DOMINICOS 2003

El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho. Alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre. ¡Aleluya!

Quien le viera cargado con el madero, véalo ahora radiante en su gloria.
Quien oyera de Él palabras de denuncia, dolor, misericordia, perdón, oiga ahora el himno que en el cielo se canta al Cordero.
Quien le creyó vencido por la traición y muerte, véalo ahora como Rey de gloria.
Quien ascendió con Él por el camino del calvario, suba ahora con Él al monte de esperanza. Él no defrauda.
Quien lloró arrepentido sus miserias, reciba ahora la bendición del Hijo del Padre, que espera a las ovejas perdidas.
Quien dudó de su poder y gracia, siéntase ahora salvado por el amigo que le espera.

Desde hoy el gozo espiritual en Cristo se asume con la seguridad de que “incluso el dolor” tiene sentido, pues no representa sino una dimensión de nuestro camino hacia Dios, siguiendo las huellas del Hijo encarnado.

Eso es verdad porque Cristo ha resucitado, nos lo dicen sus apóstoles, nos lo proclaman los testigos, nos lo asegura la fe.

 

Palabra y Reflexión

Hechos de los apóstoles 2, 14.22-32:

“Escuchadme, israelitas: os hablo de Jesús Nazareno, el hombre a quien Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis.

Conforme al plan previsto..., os lo entregaron, y vosotros, por mano de los paganos, lo matasteis en la cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte... Dios resucitó a ese Jesús y todos nosotros somos testigos”

Las palabras de san Pedro fueron dichas no el día de la Pascua sino tras el acontecimiento excepcional de Pentecostés. Nos declaran, recuerdan y testifican –dirigiéndose a los judíos- la verdad de fe que los discípulos confiesan abiertamente, y que a nosotros nos ilumina con su resplandor: Cristo, Hijo del Padre, que se encarnó, que vivió como uno de nosotros, sometido al realismo de la historia, que fue juzgado inicuamente y condenado, que murió por nuestra liberación, que resucitó por la fuerza del Espíritu, ahora vive con el Padre y es principio animador de toda nuestra existencia. Cristo es todo en todos.

Evangelio según san Mateo 28, 8-15:

“Las mujeres, impresionadas y llenas de alegría, se marcharon del sepulcro a toda prisa, y corrieron a anunciar a los discípulos.

De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Salve! Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él. Jesús les dijo: no temáis; Id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán...”

Por la forma en que san Mateo relata los hechos acaecidos tras la resurrección de Jesús da la impresión de que quiere ofrecernos en pocas palabras diversos datos de muy distinto valor teológico e histórico.

Por ello, para nuestro provecho espiritual, haremos bien en concentrarnos en cuatro piezas fundamentales y fáciles de retener:

Grandeza de Cristo que, por amor, muere, y, por poder, resucita .

Actitud incondicional de fe y amor en algunas mujeres .

Persuasión de que Cristo vive para siempre.     

Conciencia de que nos acompaña y nos otorga sus dones.

Pero en el conjunto del relato hay que destacar este rasgo: las personas más incondicionales de Jesús, tanto vivo como muerto, fueron algunas mujeres que le acompañaron en el camino del calvario, y que ahora lo hacen también en el triunfo de la resurrección.

Valoremos en alto precio esta delicadeza femenina, por ejemplo, en el hecho de acudir al sepulcro, antes de amanecer, para conversar espiritualmente con el Maestro que reposaba en el silencio del sepulcro, y, si ello fuere posible, para derramar sobre él los perfumes predilectos.

Resulta verdad incontrovertible en la historia del corazón humano que quien ama mucho busca al amado, quien ama mucho da por él cuanto tiene, y que quien ama y busca acaba encontrando al Amor.

¡Señor, haz que nuestra vida sea testimonio de una fe inquebrantable en ti, el Resucitado!


12.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «El Señor nos ha introducido en una tierra que mana leche y miel, para que tengáis en los labios la Ley del Señor. Aleluya (Ex 13,5-9). O bien «El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho; alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre. Aleluya»

Colecta (del Misal anterior y antes del Gelasiano y Gregoriano): «Señor Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre nuevos hijos; concede a cuantos han renacido en la fuente bautismal, vivir siempre de acuerdo con la fe que profesaron».

Ofertorio: «Recibe, Señor, en tu bondad, las ofrendas de tu pueblo, para que, renovados por la fe y el bautismo, consigamos la eterna bienaventuranza».

Comunión: «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Aleluya» (Rom 6,9).

Postcomunión: «Te pedimos, Señor, que la gracia del misterio pascual llene totalmente nuestro espíritu, para que, quienes estamos en el camino de la salvación, seamos dignos de tus beneficios».

Hechos 2,14.22-32: Dios resucitó a este Jesús y todos nosotros somos testigos. Sigue Pedro anunciando a todos la resurrección de Jesucristo, en quien se cumplieron las profecías de la Escritura. Este es el tema central de la primera proclamación del mensaje cristiano: el Misterio de Cristo muerto y resucitado, según el plan de salvación de Dios. La celebración eucarística, al hacer presentes de nuevo los acontecimientos salvíficos, en-rola y compromete toda nuestra vida actual en el plan salvífico de Dios, que se manifestará en plenitud cuando experimentemos la liberación definitiva en la vida gloriosa. Dice San Juan Damasceno:

 «El Señor recibió en herencia los despojos de los demonios, o sea, aquellos que desde antiguo habían muerto, y liberó a todos los que se hallaban bajo el yugo del pecado. Habiendo sido contado entre los malhechores, él fue quien implantó la justicia. La semilla de los incrédulos se abolió; el luto se cambió en fiestas y el llanto en himnos de gozo. En medio de las tinieblas brilló para nosotros la luz; de un sepulcro surgió la vida y del fondo de los infiernos brotaron la resurrección, la alegría, el gozo y la exultación» (Homilía sobre el Sábado Santo 27).

–La resurrección de Cristo es esperanza de incorrupción. Ella hace posible que las afirmaciones del autor del Salmo 15 tengan plenitud de sentido en los labios cristianos. Por Cristo el cristiano puede vivir su vida en esperanza de inmortalidad: «Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti; yo digo al Señor: “Tú eres mi bien”. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en su mano. Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena; porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha».

Mateo 28,8-15: Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán. Las santas mujeres se encuentran con Jesús resucitado, que les encarga que avisen a sus discípulos que vayan a Galilea. Entre tanto, los guardianes de la tumba reciben dinero para que defiendan la idea de que han robado el cuerpo de Jesús, mientras ellos dormían. Es una preparación para la manifestación a los Apóstoles, que serán los verdaderos testigos de la Resurrección. San Agustín dice atinadamente:

 «Pusieron guardas para custodiar el sepulcro. Tembló la tierra y resucitó el Señor. Sucedieron tales milagros junto al sepulcro que aun los mismos soldados, que habían ido a custodiarlo, habrían servido de testigos, si hubieran querido decir la verdad. Mas aquella avaricia que se apoderó igualmente de los soldados los inutilizó. “Os damos este dinero, les dijeron, y decid que, estando vosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se lo llevaron”. Verdaderamente se cansaron en vano discurriendo tales cavilaciones. ¿Qué es lo que has dicho, infeliz astucia? ¿Hasta ese extremo abandonas la luz de la verdadera prudencia y te sumerges en el abismo de la malicia que dices: “afirmad que estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se lo llevaron”? ¿Alegas testigos dormidos? Verdaderamente tú mismo dormías, cuando en tales cavilaciones caíste» (Comentario al Salmo 63).


13. DOMINICOS 2004

Dios resucito a Jesús, nosotros somos testigos

El señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho.
Alegrémonos, regocijémonos todos, porque reina para siempre. Aleluya.

Jesús, el Señor, ha vencido a la muerte con la VIDA.

Jesús, por el camino del dolor, ha ascendido a la gloria del triunfo, y es SEÑOR.

Todos estamos salvados por Él. Dios es nuestro Padre, Amigo, Esperanza, Hogar, Futuro.

Hoy, en el gozo espiritual con Cristo, incluso el dolor tiene sentido, pues no representa un castigo sino una dimensión de nuestro camino hacia Dios, siguiendo las huellas del Hijo encarnado.

Eso es verdad porque Cristo ha resucitado, nos dicen sus apóstoles, proclamándose sus testigos fieles.



La luz de la Palabra de Dios
Hechos de los apóstoles 2, 14.22-32:
“Escuchadme, israelitas, decía Pedro: os hablo de Jesús Nazareno, el hombre a quien Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto..., os entregaron a Jesús, y vosotros, por mano de los paganos, lo matasteis en la cruz.

Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte... Dios resucitó a ese Jesús y todos nosotros somos testigos”

Evangelio según san Mateo 28, 8-15:
“Las mujeres, impresionadas y llenas de alegría [por lo que les dijo el ángel], se marcharon del sepulcro a toda prisa, y corrieron a anunciar a los discípulos [lo que habían visto].

De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Salve!. Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él.

Jesús les dijo: no temáis; íd a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán...”



Reflexión para este día
Las palabras de san Pedro, dichas no el día de la Pascua sino tras el acontecimiento excepcional de Pentecostés, declaran y testifican ante los judíos su fe iluminada por la gracia de Cristo Señor:

Cristo, el Hijo del Padre, que se encarnó y vivió como uno de nosotros sometido al realismo de la historia, fue juzgado inicuamente y condenado.

Murió por nuestra liberación, pero resucitó por la fuerza del Espíritu, vive con el Padre y es principio animador de toda nuestra existencia. Él es todo en todos.

Animados por esa fe, imitemos en la historia a las personas más incondicionales de Jesús, a las mujeres que lo acompañaron vivo y muerto, y que merecieron ser las privilegiadas por su amor en la alborada de la resurrección.

Siempre es verdad para el corazón humano que quien ama busca, quien ama da y quien así obra es el primer correspondido por Dios Amor.


14.

Comentario: Rev. D. Joan Costa i Bou (Barcelona, España)

«Las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos»

Hoy, la alegría de la resurrección hace de las mujeres que habían ido al sepulcro mensajeras valientes de Cristo. «Una gran alegría» sienten en sus corazones por el anuncio del ángel sobre la resurrección del Maestro. Y salen “corriendo” del sepulcro para anunciarlo a los Apóstoles. No pueden quedar inactivas y sus corazones explotarían si no lo comunican a todos los discípulos. Resuenan en nuestras almas las palabras de Pablo: «La caridad de Cristo nos urge» (2Cor 5,14).

Jesús se hace el “encontradizo”: lo hace con María Magdalena y la otra María —así agradece y paga Cristo su osadía de buscarlo de buena mañana—, y lo hace también con todos los hombres y mujeres del mundo. Y más todavía, por su encarnación, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre.

Las reacciones de las mujeres ante la presencia del Señor expresan las actitudes más profundas del ser humano ante Aquel que es nuestro Creador y Redentor: la sumisión —«se asieron a sus pies» (Mt 28,9)— y la adoración. ¡Qué gran lección para aprender a estar también ante Cristo Eucaristía!

«No tengáis miedo» (Mt 28,10), dice Jesús a las santas mujeres. ¿Miedo del Señor? Nunca, ¡si es el Amor de los amores! ¿Temor de perderlo? Sí, porque conocemos la propia debilidad. Por esto nos agarramos bien fuerte a sus pies. Como los Apóstoles en el mar embravecido y los discípulos de Emaús le pedimos: ¡Señor, no nos dejes!

Y el Maestro envía a las mujeres a notificar la buena nueva a los discípulos. Ésta es también tarea nuestra, y misión divina desde el día de nuestro bautizo: anunciar a Cristo por todo el mundo, «a fin que todo el mundo pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad (...) contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia de ella» (Juan Pablo II).


15.

Reflexión

El mundo de muchas maneras ha tratado y seguirá tratando de detener el anuncio del Reino, de negar de una o de otra forma que Jesús ha resucitado, que la Vida en Abundancia es posible, que hemos sido perdonados de nuestros pecados, que el Espíritu vive en nosotros… en fin, que somos una nueva criatura en Cristo. Sin embargo Jesús continua saliéndonos al camino, para decirnos: “No tengan miedo”. Por ello, debemos ahora más que nunca mostrar con nuestra vida, con nuestras palabras que Cristo verdaderamente ha resucitado, que vive en nosotros, que nuestra vida está unida a la de él. Jesús nos sale al encuentro en la Eucaristía, en la Sagrada Escritura, en nuestro mismo interior, para enviarnos a testificar que la muerte no lo retuvo, que ha vencido el pecado y nos ha dado vida, y Vida en Abundancia. Nada detendrá este anuncio… Jesús está vivo y es Señor. Amén.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


16. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

1ª Lectura
He 2,14
14 Entonces Pedro, en pie con los once, les dirigió en voz alta estas palabras: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: percataos bien de esto y prestad atención a mis palabras.

He 2,22-32
22 Israelitas, escuchadme: Dios acreditó ante vosotros a Jesús el Nazareno con los milagros, prodigios y señales que hizo por medio de él, como bien sabéis. 23 Conforme al plan proyectado y previsto por Dios, os lo entregaron, y vosotros lo matasteis crucificándolo por manos de los paganos; 24 pero Dios lo ha resucitado, rompiendo las ligaduras de la muerte, pues era imposible que la muerte dominara sobre él. 25 Porque David dice de él: Veía siempre al Señor en mi presencia, lo tengo a mi derecha, y así nunca tropiezo. 26 Por eso se alegra mi corazón, se gozan mis entrañas, todo mi ser descansa bien seguro, 27 pues tú no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu fiel amigo vea la corrupción. 28 Me has enseñado el camino de la vida me has llenado de gozo en tu presencia. 29 Hermanos, hablemos con franqueza. El patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro subsiste entre nosotros hasta el día de hoy. 30 Pero era profeta y sabía que Dios le había jurado solemnemente sentar sobre su trono un descendiente suyo. Por eso 31 previó y anunció la resurrección del Mesías cuando dijo que no sería abandonado en el abismo ni su cuerpo vería la corrupción. 32 Dios ha resucitado a éste, que es Jesús, de lo que todos nosotros somos testigos.

Salmo Responsorial
Sal 16,1-2
1 Canto de David Guárdame, Dios mío, pues me refugio en ti. 2 Yo digo al Señor: «Tú eres mi Señor, mi bien sólo está en ti».

Sal 16,5
5 Señor, tú eres mi copa y mi porción de herencia, tú eres quien mi suerte garantiza.

Sal 16,7-8
7 Yo bendigo al Señor, que me aconseja, hasta de noche mi conciencia me advierte; 8 tengo siempre al Señor en mi presencia, lo tengo a mi derecha y así nunca tropiezo.

Sal 16,9-10
9 Por eso se alegra mi corazón, se gozan mis entrañas, todo mi ser descansa bien seguro, 10 pues tú no me entregarás a la muerte
ni dejarás que tu amigo fiel baje a la tumba.

Sal 16,11
11 Me enseñarás el camino de la vida, plenitud de gozo en tu presencia, alegría perpetua a tu derecha.

Evangelio
Mt 28,8-15
8 Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y con miedo y gran alegría corrieron a llevar la noticia a los discípulos. 9 De pronto Jesús salió a su encuentro y les dijo: «Dios os guarde». Ellas se acercaron, se agarraron a sus pies y lo adoraron. 10 Jesús les dijo: «No tengáis miedo; id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán».

SOBORNO DE LOS GUARDIAS
11 Mientras ellas se iban, algunos de los guardias fueron a la ciudad y contaron a los sumos sacerdotes todo lo que había ocurrido. 12 Éstos se reunieron con los ancianos y acordaron en consejo dar bastante dinero a los soldados, 13 advirtiéndoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y lo robaron mientras dormíais. 14 Y si eso llega por casualidad a oídos del gobernador, nosotros le convenceremos y conseguiremos que no os castigue». 15 Ellos tomaron el dinero e hicieron como les habían dicho. Y este rumor se divulgó entre los judíos hasta el día
de hoy.

* * *

El discurso de Pedro (vv. 14-36): El discurso tiene dos partes: vv. 14-21 y vv. 22-36. En la primera parte Pedro se dirige a "los judíos y a todos los habitantes de Jerusalén", donde se incluye implícitamente sobre todo a los visitantes piadosos de todos los pueblos presentes en Jerusalén. Pedro en esta parte responde directamente a los hechos extraordinarios de Pentecostés (narrados en los vv. 1-13), especialmente al relato antiguo (vv. 1-4), donde se da el fenómeno de glosolalia, que causa la impresión de que todos los que reciben el Espíritu están borrachos (vv.12-13). En la segunda parte de su discurso (vv.22-36), Pedro se dirige exclusivamente a los "Israelitas" y se refiere explícitamente a los judíos de Galilea y Judea, que vivieron de cerca y en vivo todos los hechos de Jesús hasta su muerte; ahora el hecho de Pentecostés queda integrado en un discurso global eminentemente kerigmático y cristológico.


Pedro utiliza tres textos bíblicos en su discurso: Joel 3, 1-5 / Sal 16, 8-11 y Sal 110,1. El discurso ha sido compuesto por Lucas, pero ciertamente recoge la tradición histórica de la primera generación cristiana, especialmente la forma cómo se interpretaba la Biblia Hebrea. Ninguno de los textos bíblicos citados se refiere a lo que la comunidad está viviendo: la resurrección y exaltación de Jesús y los hechos de Pentecostés. Sin embargo la comunidad interpreta los hechos a la luz de las escrituras, con lo cual tanto la realidad que viven, como los textos que citan, adquieren un nuevo sentido. Los hechos interpretan las Escrituras y éstas explican los hechos. En esta hermenéutica apostólica los textos son leídos e interpretados, y a veces incluso re-construidos, con bastante libertad.


En la primera parte de su discurso Pedro cita Joel 3, 1-5, pero cambia el comienzo del texto de Joel: en vez de "sucederá después de esto", Pedro dice como palabra de Joel: "sucederá en los últimos días". Es un texto claramente apocalíptico: "los últimos días" (v.17) y "el día grande del Señor" (v. 20), no es el día del juicio final, sino el día inaugurado por la resurrección de Jesús y que se prolonga por su exaltación (ascensión) y la efusión del Espíritu a lo largo de la historia. Las transformaciones cósmicas de los vv.19-20: prodigios en el cielo y señales en la tierra; sol en tinieblas y luna en sangre, es el lenguaje típico de la apocalíptica cristiana para interpretar transformaciones históricas del tiempo presente (cf con el mismo sentido Apoc 6, 12-18). Los signos cósmicos son utilizados teológicamente para interpretar la importancia transcendental de hechos que suceden en el tiempo histórico presente. Pentecostés es la manifestación fundamental de este tiempo escatológico y apocalíptico inaugurado por la resurrección de Jesús. Lo fundamental de este tiempo apocalíptico del Espíritu, es que el Espíritu es derramado "sobre toda carne": hijos e hijas, jóvenes y ancianos, esclavos y esclavas. En este tiempo del Espíritu todos y todas son profetas. El versículo final de la profecía de Joel subraya este universalismo: "todo el que invoque el nombre del Señor se salvará". En el texto griego del A.T. el título "Señor" traduce el nombre de Dios, que la comunidad cristiana primitiva aplicó directamente a Jesús. Este versículo le sirve a Lucas como transición para la segunda parte del discurso.


La segunda parte del discurso de Pedro es cristológica (vv.22-36) y se dirige explícitamente a los "israelitas" (v. 22) y a "toda la casa de Israel" (v. 36). La estructura y contenido de esta sección es así:


(1) vv. 22: vida pública de Jesús antes de su muerte: hombre acreditado por Dios con milagros, prodigios y señales.

(2) v.23: muerte de Jesús: Pedro acusa directamente al pueblo judío: "Uds. lo mataron clavándolo en la cruz por mano de los impíos". Aquí Pedro acusa al pueblo, pero claramente la acusación es contra los jefes, ancianos, escribas y sumo-sacerdotes (cf 4, 5.10 y 5, 28).

(3) vv. 24-32: resurrección de Jesús. A este Jesús Dios le resucitó (esta frase se repite al comienzo y al final de este párrafo). Aquí Pedro utiliza el Salmo 16, 8-11. Este texto bíblico no habla del mesías ni de su resurrección, sino del hombre perseguido que pone toda su confianza en Dios. Pedro, sin embargo, lo aplica a Jesús, con lo cual reconstruye el sentido del salmo y simultáneamente interpreta la muerte y resurrección de Jesús a la luz de las Escrituras. Como ya dijimos: la comunidad entiende las Escrituras, cuando a la luz de ellas, entiende la realidad actual. Pedro da testimonio de la resurrección de Jesús. El anuncio va acompañado del testimonio: Pedro compromete públicamente su vida en lo que afirma solemnemente. No basta interpretar las escrituras, es además necesario el testimonio personal de los discípulos.

(4) vv. 33-35: Jesús es exaltado, recibe el Espíritu y lo derrama a todos, que es lo que todos están viendo y oyendo. Nueva interpretación bíblica, esta vez el salmo 110, 1. Pedro termina refiriéndose a los hechos de Pentecostés, que es lo que motivó el discurso.

(5) v. 36: conclusión


17.La mañana de Pascua

Fuente: Catholic.net
Autor: Xavier Caballero

Reflexión:

La Pascua se refiere al paso del Señor sobre la tierra de Egipto antes de la liberación del pueblo de Israel. Aquella noche, Yahvéh hizo sentir el brazo de su justicia sobre los egipcios y liberó al pueblo elegido. Su paso no fue indiferente. Para todo cristiano, la Pascua, no puede sucederse sin más. La vida de estas mujeres de las que nos habla el Evangelio, no fue la misma después del encuentro con Cristo Resucitado. Los resucitados son los que tienen un «plus» de vida, un «plus» que les sale por los ojos brillantes y que se convierte enseguida en algo contagioso, algo que demuestra que la vida es más fuerte que la muerte.

El Evangelio de hoy nos ofrece dos de las posturas que podemos adoptar tras la Resurrección del Señor. Por una lado, las mujeres que se acercan a los pies de Jesús, se postran y le adoran; por otro, los guardias y los príncipes de los sacerdotes han visto, saben lo que ha ocurrido, pero se niegan a aceptarlo. Vendieron su libertad, su salvación e incluso, un recuerdo digno en la memoria de la historia: «Esta noticia se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy».

Y es que, no basta ir a la playa para mojarse. Hace falta ponerse el bañador y sumergirse sin miedo en el agua, penetrando las profundidades del mar. Dejémonos penetrar por la fuerza de la Resurrección del Señor. Que su “Pascua” por nuestras vidas no nos deje indiferentes, que nos libere y nos transforme como lo hizo con los primeros cristianos que fueron capaces, incluso, de dar su vida por la causa del anuncio de la Buena Nueva. «El Evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad y una fuerza de liberación. Liberación es, en primer lugar y de modo más importante, liberación radical de la esclavitud del pecado. Es el fin y el objetivo la libertad de los hijos de Dios, como don de la gracia». (Libertatis Nuntius, Introducción).

Acerquémonos a Jesús Resucitado como aquellas mujeres y, postrados de rodillas, adorémosle, pidámosle que nos libere con su gracia de todo aquello que nos impida ser testimonios de alegría y de amor para nuestros hermanos.


18.El Evangelio de Hoy me llena de un gozo inmenso. Es el gozo que invade a estas mujeres que fueron al sepulcro y vieron la tumba vacía. El gozo de unas mujeres que reencuentran al Amado y no hacen más que entrar en una profunda adoración hacia Él. El Maestro está vivo y con él, están vivas todas nuestras esperanzas y anhelos. No tenemos porque seguir buscando, Él día a día es quien llega a nuestro encuentro. Sólo basta que le abramos nuestro corazón y le coronemos como señor de nuestras vidas.

Feliz Pascua de Resurrección!!!!!!!!!

Dios nos bendice,

Miosotis


19. CLARETIANOS 2004

Queridas amigos y amigas:

Cuando en nuestra vida está a punto de suceder algo importante, algo en lo que nos hemos volcado totalmente, en lo que hemos puesto alma, corazón y vida (el nacimiento de un hijo, los últimos exámenes de la carrera, el alta médica después de una larga enfermedad, la concesión de un crédito para comprar un piso,...), se mezclan en nuestro interior dos sentimientos. Vivimos estos momentos con TEMOR, no sabiendo muy bien si es real o no lo que estamos viviendo, y sintiendo la amarga duda de ¿y si al final algo falla y no vemos cumplidas nuestras esperanzas? También los vivimos con ALEGRÍA, invadidos por el gozo de ver próximo, hecho realidad, nuestro anhelo. En esos momentos de tanta emoción es el corazón quien nos guía y quien nos mueve; la razón, la cabeza, quedan en un segundo plano. Sentimos que hay algo fuerte dentro de nosotros y lo expresamos con total naturalidad, sin prejuicios, siendo plenamente nosotros mismos (aunque pasado el momento digamos que "estábamos fuera de nosotros mismos").

Algo así debieron vivir las primeras mujeres que se acercaron al sepulcro y escucharon el anuncio del ángel: no está aquí, ha resucitado como dijo. Ellas, que siempre habían acompañado a Jesús, y habían permanecido al pie de la cruz, fieles hasta el final, ven hecha realidad la promesa de Jesús: resucitaré al tercer día. Y por si esto fuera poco, Jesús mismo sale a su camino y les saluda. Ellas no pueden articular palabra y simplemente le adoran. El Resucitado les tranquiliza y les envía a decir a sus hermanos que vayan a Galilea, que allí le verán. Es decir, el Resucitado se hará presente allí donde comenzó la historia y donde están convocados a continuarla los que siguen creyendo en el Padre y en su sueño para la humanidad.

La alegría del encuentro con el Resucitado nos lleva a volver a la vida cotidiana con el deseo renovado de querer seguir colaborando en el proyecto que Jesús inició, precisamente en Galilea: el Reino. El Resucitado nos invita a salir, a convocar a otros, a vivir siendo Buena Noticia para los demás, a compartir con otros lo que para nosotros es la Vida. Aquí encontramos un criterio para saber si de verdad nos hemos encontrado con el Resucitado: vivir la alegría de sentirnos enviados a la Misión.

Vuestra hermana en la fe,

Miren Elejalde (mirenelej@hotmail.com)


20. 2004

LECTURAS: HECH 2, 14. 22-33; SAL 15; MT 28, 8-15

Hech. 2, 14. 22-33. A Jesús, rechazado, crucificado y muerto por nuestros Pecados, el Padre Dios lo resucitó de entre los muertos; y fue llevado a los cielos por el poder de Dios. Así ha sido constituido en salvación nuestra. Dios ha llevado así adelante su plan de salvación por nosotros. A pesar de que muchos se opongan a ese plan, no podrán impedir que se cumpla. Y los apóstoles son testigos de que Dios ha cumplido sus promesas de salvación para todos los hombres. Por eso los Apóstoles no son transmisores de fábulas o de inventos humanos, sino de una realidad experimentada por ellos, que tuvieron la gracia de verlo resucitado, de comer con Él y de haber recibido la misión de anunciarlo a todas las gentes. Pero ellos no van con un poder propio, sino con el poder del Espíritu Santo que, recibido del Padre, el Hijo ha comunicado a quienes Él ha elegido para esta misión. Nosotros, Iglesia de Cristo, elegidos por Dios para proclamar al mundo sus maravillas, no podemos dedicarnos al anuncio del Evangelio con la fuerza y confianza depositada en nuestro planes al margen de Dios. No somos nosotros; es Dios quien da fortaleza a nuestras palabras para que su obra de salvación se realice conforme a sus designios de amor a favor de todos. Confiemos en Él y dejémonos guiar por su Espíritu, que habita en nosotros.

Sal. 15. Dios no abandonó a su Hijo al poder de la muerte, sino que al tercer día lo resucitó de entre los muertos, y lo constituyó en causa de salvación para todos los que creen en Él. Saber escuchar a Dios día y noche, y tenerlo a nuestro lado por caminar amorosamente fieles en su presencia, nos hará vivir alegres y tranquilos aun en medio de las grandes pruebas. A partir de la resurrección de Cristo sabemos que nuestro destino final está escondido con Cristo en Dios; desde entonces tiene sentido amar sin fronteras. Sólo quien, tras las huellas de Cristo y poseyendo su Espíritu Santo, sabe involucrarse en el plan de salvación de Dios, caminando no conforme a los caprichos personales, sino conforme a la Voluntad Divina, podrá gozar de la Vida que Dios quiere concedernos para siempre en su presencia, saciándonos de alegría perpetua junto a Él. Aprendamos a vivir con fidelidad ante nuestro Dios y Padre.

Mt. 28, 8-15. Dios ha llevado a cabo su obra de salvación en favor de todos los hombres de todos los tiempos y lugares. Y el Banquete está servido; falta que los invitados quieran participar de Él. La salvación dada por Cristo requiere de la fe personal de cada uno de nosotros. Quien evite comprometerse con Cristo y trate de seguir sus propios caminos hacia la perfección en Dios estará rechazando a Aquel que es el único Camino que nos conduce al Padre. El Señor convoca a sus hermanos en Galilea. Allá lo verán. Allá donde empezó todo se iniciará la Misión de quienes convivieron con Jesús desde que Juan Bautizaba en el Jordán hasta que suba a los Cielos para estar en su Gloria eternamente. El camino de la Iglesia es el hombre que sufre agobiado por la enfermedad, por la pobreza o por la esclavitud al pecado. El Señor ha resucitado de entre los muertos; y nos ha confiado a nosotros el anuncio del Evangelio de salvación. No podemos hacerlo buscando nuestras comodidades o nuestra gloria; debemos empezar por Galilea, esas galileas de gente sencilla y pobre, de gente humillada y necesitada de salvación. Ahí, en esas galileas de nuestros tiempos es donde veremos a Cristo. Aprendamos a servirlo amorosamente y a dar nuestra vida por Él.

Quienes tenemos la dicha de encontrarnos con el Señor en la Eucaristía, de escuchar su Palabra, de ser testigos de su Muerte y Resurrección en el Sacramento, Memorial de su Pascua, no podemos vivir al margen del testimonio de nuestra fe en los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida. Participamos del Banquete de amor y de salvación que Dios preparó para nosotros. Pero ¿somos conscientes de las consecuencias que conlleva el aceptar al Señor en nuestra vida, de creer en Él? Pidámosle al Señor que nos llene de su Espíritu Santo para que, fortalecidos con su gracia, sepamos vivir como testigos fieles de su amor en medio de nuestros hermanos. Que no queramos ocultar la Verdad de la salvación que Dios nos ha comunicado. Que no seamos personas con una fe cobarde solamente limitada al culto, sino que nos decidamos a confesar el Nombre de Dios en nuestra vida diaria para poder llegar a ser, así, un auténtico fermento de santidad en el mundo.

También nosotros, a causa de nuestro egoísmo y nuestras esclavitudes al pecado o a lo pasajero, podemos negar la presencia de Cristo en nosotros mismos, en los demás, en la Iglesia, en los sacramentos. Muchos que dicen que no creen en Dios no hacen otra cosa que expresar que no quieren tener conciencia del mal que hacen para destruir a los demás. La Iglesia de Cristo no puede sólo proclamar el Nombre de Dios con los labios. Mientras no nos convirtamos en una cercanía de amor para quienes viven en situaciones de pobreza material o moral, y no nos esforcemos para remediar sus males, estaremos negando la resurrección de Cristo, que vino no sólo a hablarnos del Padre, sino a convertirnos en un signo de la vida nueva que, habitando en nosotros, ha de hacerse llegar a los demás. Quien se encuentre con Cristo no podrá sino ir y anunciarlo a sus hermanos con gran alegría. Quien se cierre al Señor llegará incluso a robarlo del corazón de quienes, con una fe incipiente, lo han aceptado en su vida, convirtiéndose para ellos en ocasión de escándalo a causa de una vida llena de signos de maldad y de muerte. Tratemos de ser congruentes con la fe que hemos depositado en el Señor como Salvador nuestro.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber encontrarnos con Cristo para vivir comprometidos con Él tanto en la escucha fiel de su Palabra y puesta en práctica de la misma, así como en el Servicio amoroso a nuestro prójimo para ayudarle en su camino hacia la plena unión con Dios. Amén.

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21. ARCHIMADRID 2004

LOS LADRONES DE CUERPOS

Hace mucho tiempo que no veo esa película clásica de terror de los ladrones de cuerpos, aunque con tantas cadenas de televisión seguro que estará programada cualquier día de estos. El argumento trata de unos extraterrestres (cómo si nos hiciera falta gente de otro planeta para hacer el bestia), que querían invadir el planeta y los muy vainas ponían unas “idem” al lado de la persona que querían clonar y al día siguiente había un ser físicamente igual al susodicho pero mentalmente muy rarito y que entre ellos se comunicaban sus maldades por una especie de telepatía.

“Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. (…) y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy”. Parece un buen antecedente del argumento de la película de la que hablaba al principio: Los apóstoles (hombres que habían demostrado su arrojo y su valor abandonando a Cristo en las horas difíciles) se disfrazan de “Ninjas” para robar cadáveres moviendo discretamente una pesada losa de piedra, mientras los soldados (misteriosamente recompensados en vez de ser suspendidos de empleo y sueldo desde ese momento) disfrutaban de un sueñecillo reparador. No sé si la literalidad de la historia inventada por los sumos sacerdotes tuvo éxito en su tiempo y no voy a meterme a historiador así que saltamos “hasta hoy”.

Hoy a muchos se les ha robado a Cristo, no han conocido nunca y nunca han tratado al Dios encarnado para nuestra salvación, entregado para nuestra justificación, resucitado para nuestra glorificación. Como en la película han conocido una especie de clon de Jesucristo lleno de normas y consejos morales, pero que parece incapaz de pronunciar las primeras palabras que salen de sus labios una vez resucitado: “Alegraos”, “No tengáis miedo”. Nos roban el cuerpo glorioso de Cristo y nos ponen al lado una vaina cuyo fruto es la rutina, la tristeza, el desencanto, las caras largas, la angustia, la depresión, el desconsuelo. Nos quitan a Jesucristo de la historia para convertirlo en un personaje de cuento, en alguien irreal y, sinceramente, a mí no me consuela nada que los tres cerditos se escapasen del lobo.

“No tengáis miedo”, así comenzaba el Papa su pontificado. “No tengáis miedo”, así comienza Cristo resucitado a dar sentido a toda la historia de la Salvación. No tengas miedo desde hoy, desde ahora, desde tu lugar de trabajo o de descanso, desde ahora mismo a decirte en tu interior: “No quiero que nadie me robe la alegría. No estoy dispuesto a que ninguna circunstancia me lleve a no “enterarme bien de lo que pasa”. Me niego a que me cambien la buena noticia que es proclamada por esas santas mujeres, por Pedro –valiente otra vez-, por la Iglesia en toda su historia, ¡hoy!. Renuncio a las falsas imágenes de Dios que me impiden acercarme a la alegría, rechazo a los que me roban a Dios para poner en su lugar un ser anodino, taciturno y triste”.

“Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada”, acercarse a Cristo es acercarse a la alegría auténtica del corazón que ama sin temor, sin miedos. No se nos ahorrarán esfuerzos, mil veces diremos “protégeme, Dios mío, que me refugio en ti” y aun en medio de la más brutal desolación oirás a María, tu madre, que reza serenamente contigo al oído: “Reina del cielo alégrate, aleluya. Porque el que mereciste llevar en tu seno, aleluya. Resucitó como dijo, ALELUYA”.


22. Fray Nelson Lunes 28 de Marzo de 2005

Temas de las lecturas: A este Jesús, Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos * Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea; allí me verán.

1. Sentido de la Octava Pascual
1.1 Hemos abierto ayer con toda solemnidad las celebraciones de la Pascua. Extasiados por la luz de la gloria, nuestros ojos saludan la alegría de la vida nueva, como se saluda un amanecer, o como quien pudiera estar junto a Dios el primer día de la creación. Aunque es mayor la fiesta que celebra nuestra Madre, la Iglesia, pues sin comparación el orden de la redención rebasa y trasciende al orden mismo de la creación cuanto la gracia sobrepasa a la naturaleza.

1.2 Hay fiesta en la Iglesia y en todo nuestro ser. Los oídos se reponen del largo ayuno del "aleluya", y santamente se desquitan cantando una y otra vez con el salmo: "¡este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo!". Pero más grande aún es el alimento que esperan y por eso se abren atentos a la Palabra Divina, que de tantos modos y con tantos testimonios quiere esclarecer nuestro entendimiento para que el reinado de Jesús, el Vencedor, tenga sólido trono en el alma de los creyentes.

1.3 Por eso, hermanos, unámonos al regocijo universal y, ebrios de fe y de esperanza, dediquemos estos días de la grande Octava de Pascua al ejercicio santo de contemplar y mejor amar a nuestro Divino Redentor. Si tanto nos encogió el corazón verle así destrozado en la Cruz, "que ni siquiera parecía humano" (Is 52,14), ahora, por razón de justicia, nos corresponde abrir el alma y dejarla volar en pos de su Adorable Dueño y Señor. Tal es el sentido de este Domingo de ocho días, de este Domingo inmenso, de este Domingo santo, solemne y grande, que se llama "Octava de Pascua".

2. Pascua y Pentecostés
2.1 La primera lectura de hoy nos transporta del principio al final del tiempo llamado "pascual". Este tiempo litúrgico empieza con la Solemnidad misma de la Pascua y se prolonga hasta Pentecostés. Pues bien, precisamente desde el día de Pentecostés nos alcanza la palabra del apóstol Pedro: "A Jesús de Nazareth, que conforme a los planes y propósitos de Dios, fue entregado, ustedes lo mataron, crucificándolo por medio de hombres malvados. Pero Dios lo resucitó, liberándolo de los dolores de la muerte, porque la muerte no podía tenerlo dominado".

2.2 Sin Pascua no hay Pentecostés, porque Cristo dijo: "si no me voy, el Paráclito no vendrá para estar con ustedes" (Jn 16,7). Pero sin Pentecostés no es posible recibir ni entender el misterio de la Pascua, pues dijo Cristo también: "Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a la verdad completa... El Paráclito mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes" (Jn 16,13.14).

2.3 Así entendemos el vínculo íntimo entre el ascenso de Cristo desde el seno de la tierra, que se celebra en Pascua y el descenso del Espíritu desde el seno del Padre, que se celebra en Pentecostés. Cristo envía al Espíritu, y el Espíritu trae a nosotros el misterio, la presencia y la gracia de Cristo.

3. Las dos versiones
3.1 Bien quisiéramos que el gozo de la Pascua a todos llegara y en todos se quedara para siempre; pero no puede ser así. Bien quisiéramos que la alegría del perdón fuera el lenguaje universal y el canto único en este día, pero por ahora no será así. Junto a la "buena nueva", que hoy inicia su carrera, una "mala nueva", una "nueva perversa" se apresta ya a correr, en satánica competencia con el vuelo del Evangelio de Cristo.

3.2 Es lo que nos cuenta el pasaje del evangelio de hoy. Un testimonio contradictorio —soldados dormidos que aseguran lo sucedido en su sueño— es la única base de la primera mentira con que el enemigo del género humano quiere hacer guerra a la gran verdad del amor divino manifiesto en la resurrección de Cristo.

3.3 Corren así desde el mismo día dos versiones, una cierta y otra engañosa, una verdadera y otra mentirosa, que quieren ser dueñas de nuestro corazón. La versión de los apóstoles se alimenta del testimonio inmediato de aquellos que vieron la tumba vacía y se encontraron con el Resucitado; la versión de los sumos sacerdotes se alimenta del engaño urdido por el temor y el odio. La versión genuina cuenta con el poder del Espíritu Santo; la espuria, con el poder del dinero y las argucias humanas. La primera trae la noticia novedosa del perdón; la segunda, la noticia repetida de la envidia. Ahora hemos de escoger.


23.

Reflexión:

Hech. 2, 14. 22-23. Pedro se pone de pie, junto con los once. Adopta la actitud de quien toma la palabra para dirigirse a quienes se han congregado, atraídos por los signos cósmicos, que han acompañado a la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús, reunidos en el Cenáculo.

Pedro se dirige a esa multitud, y en ellos también a nosotros, con gran valentía, para declarar que Jesús es el Mesías esperado, ya que Dios lo acreditó como tal a través de los milagros, prodigios y señales que hizo por su medio, pero especialmente resucitándolo de entre los muertos, ya que nosotros fuimos los que, utilizando a los paganos, lo clavamos en la cruz. Llevado a los cielos, ha derramado el Espíritu Santo prometido sobre su Iglesia, para que no sólo se escuchen, sino que se vean las maravillas de Dios.

El Espíritu Santo, que se nos ha comunicado, no es un espíritu de cobardía, sino de valentía para proclamar, sin rodeos, el mensaje de Dios, y señalar a los culpables. Sólo así será posible el arrepentimiento, la conversión, y el inicio de una vida nueva a impulsos del Espíritu, para proclamar con los labios y con las obras, el Misterio Pascual de Cristo, por cuya resurrección hemos recibido un corazón nuevo y un espíritu nuevo para dar testimonio de nuestra fe, afrontando todos sus riesgos, hasta llegar a ser glorificados, junto con Él, a la diestra de Dios Padre.

Sal 16 (15) El salmista suplica pidiendo la protección de Dios. Pero sobre todo manifiesta su confianza plena en el Señor, a quien le tiene como única herencia, y en cuyas manos ha colocado su vida de forma total. Dios, respondiendo a esa confianza, no abandonará a la muerte ni a la corrupción a su siervo. Por eso no sólo hemos de buscar ser instruidos en los caminos de Dios, sino caminar hasta saciarnos de gozo en su presencia, y de alegría perpetua a su derecha.

En Cristo, que puso toda su confianza en su Padre Dios, y en cuyas manos encomendó su espíritu, se ha cumplido esta Escritura, pues no fue abandonado a la muerte, ni sufrió la corrupción. Por su filial obediencia, y por su confianza total en Dios, ahora vive glorificado eternamente a la derecha de su Padre Dios.

Aquellos que queramos participar de su Gloria hemos de vivir en esa confianza total en Dios, sabiendo que, a pesar de que nos persigan y asesinen, si permanecemos fieles hasta el final, Dios velará por nosotros, y nos concederá la Gloria prometida a quienes le aman y le son fieles.

Mt 28, 8-15. Las mujeres han recibido la noticia de que el Señor ha resucitado, y corren presurosas a anunciarlo a los discípulos y a decirles que Jesús les espera en Galilea. Y en su camino se encuentran con Jesús ante quien se postran y abrazan. ¡Lo que hace el amor! Sólo a través de él es posible reconocer que Jesús es Dios y comprometerse con Él. Jesús confirma la misión que los ángeles les habían encomendado a esas mujeres: anunciarles a sus discípulos que Él los esperaría en Galilea.

Sólo en la fidelidad a lo que el Señor nos ha confiado, sólo puestos en camino para proclamar la resurrección de Cristo es como podremos encontrarnos con Él. En el fondo debe movernos el amor. Cuando buscamos al Señor no es sólo para contemplarlo o para comprobar su existencia; lo buscamos para vivir comprometidos con Él en la fe, y para esforzarnos en darlo a conocer sabiendo que, de un modo especial, lo encontraremos en tantas galileas, ahí donde la gente es considerada maldita, porque no conoce a Dios, ahí donde la tierra de sombras y de muerte necesita la luz y la esperanza de una vida renovada. Cristo nos llama para que, con la fuerza de su Espíritu continuemos su obra salvadora en el mundo.

Por desgracia el Evangelio también nos habla de quienes han rechazado a Cristo, y urden un sinfín de artimañas para evitar cualquier compromiso de fe con Él. No resistamos al Espíritu Santo; abramos más bien nuestro corazón a Él, para que la proclamación del Evangelio llegue primero a nosotros y nos ayude a rectificar nuestros caminos. Sólo entonces podremos ser testigos de la vida nueva que Dios ofrece a todos, pues no hablaremos de oídas, sino desde nuestra propia experiencia del Señor.

Participar en la Eucaristía es para nosotros todo un compromiso de reconocimiento del Resucitado como el Señor, no sólo ante quien nos postramos, sino a quien escuchamos para ser portadores de la Buena Nueva de su amor y de la vida que nos comunica. Nos alegramos de estar con Él, de que nos salude con el saludo de la paz, y de que nos invite a ser portadores de su amor. No defraudemos esta confianza que el Señor nos ha tenido. Aprendamos a vivir a sus pies en oración, escuchándolo para saber cuál es su voluntad y hacer que nuestra existencia vaya por sus caminos. Ser testigos de Cristo no puede reducirse a la transmisión de un mensaje, sino en la transformación que el Espíritu Santo realice en nosotros para configurarnos conforme a la imagen del Hijo de Dios, y poder ser portadores del Evangelio con nuestra vida misma. Y esta comunión de Vida con Cristo, en que nos hacemos uno con Él, se realiza con mayor plenitud en la celebración Eucarística. Aprovechemos, por tanto, este momento de Gracia del Señor para nosotros.

Sólo cuando llevemos su mensaje de amor a los demás y lo proclamemos no sólo con los labios, sino que nosotros mismos nos convirtamos en la Buena Nueva que se hace vida en servicio de amor por los que sufren, y por los que buscan a Dios para encontrarse con Él desde sus pobrezas y debilidades interiores, para iniciar el camino hacia Él; sólo cuando, partiendo de la Eucaristía cumplamos con esa misión, podremos en verdad encontrarnos con el Señor que sale a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento. Algún día, finalmente lo contemplaremos en la Patria eterna; mientras, hemos de cumplir con el encargo de dar testimonio de Él a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que viven en las sombras del pecado, u oprimidos por la pobreza y sus consecuencias, pues a ellos el Señor nos ha enviado para que, en su Nombre, los libremos de todo mal y los ayudemos a caminar con la dignidad que les corresponde como hijos de Dios.

Que María, la mujer fiel, la del sí amoroso a Dios, la que llevando en su seno hizo brincar de gozo al precursor del Mesías, la que oró junto con la Iglesia naciente, ruegue por nosotros para que nuestro encuentro con Cristo sea todo un compromiso de fidelidad a la Alianza con Él para que, por medio nuestro, alegre a los tristes, fortalezca a los débiles, socorra a los necesitados y conduzca a los pecadores al arrepentimiento para el perdón de sus pecados, y poder así participar de la vida eterna que nos ha logrado mediante su Misterio Pascual. Amén.

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24. 28 de Marzo 345. La alegría de la resurrección

I. El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho, alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre. ¡Aleluya! (Antífona de entrada de la Misa). Nuestra Madre la Iglesia nos introduce en estos días en la alegría pascual a través de los textos de la liturgia; nos pide que esta alegría sea anticipo y prenda de nuestra felicidad eterna en el Cielo. Se suprimen en este tiempo los ayunos y otras mortificaciones corporales, como símbolo de esta alegría del alma y del cuerpo.. La verdadera alegría no depende del bienestar material, de no padecer necesidad, de la ausencia de dificultades, de la salud... La alegría profunda tiene su origen en Cristo, en el amor que Dios nos tiene y en nuestra correspondencia a ese amor. Y yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar (Juan 16, 22). Nadie: ni el dolor, ni la calumnia, ni el desamparo..., ni las propias flaquezas, si volvemos con prontitud al Señor, sabernos en todo momento hijos de Dios.

II. En la Última Cena, el Señor no había ocultado a los Apóstoles las contradicciones que les esperaban; sin embargo, les prometió que la tristeza se tornaría en gozo. En el amor a Dios, que es nuestro Padre, y a los demás, y en el consiguiente olvido de nosotros mismos, está el origen de esa alegría profunda del cristiano (Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona ). El pesimismo y la tristeza deberán ser siempre algo extraño al cristiano. Algo, que si se diera, necesitaría de un remedio urgente. El alejamiento de Dios, el descamino, es lo único que podría turbarnos y quitarnos ese don tan preciado. Por lo tanto, luchemos por buscar al Señor en medio del trabajo y de todos nuestros quehaceres, mortificando nuestros caprichos y egoísmos. Esta lucha interior da al alma una peculiar juventud de espíritu. No cabe mayor juventud y alegría que la del que se sabe hijo de Dios y procura actuar en consecuencia.

III. Estar alegres es una forma de dar gracias a Dios por los innumerables dones que nos hace. Con nuestra alegría hacemos mucho bien a nuestro alrededor, pues esa alegría lleva a los demás a Dios. Dar alegría será con frecuencia la mejor muestra de caridad para quienes están a nuestro lado. Muchas personas pueden encontrar a Dios en nuestro optimismo, en la sonrisa habitual, en nuestra actitud cordial. Pensemos en la alegría de la Santísima Virgen, “abierta sin reservas a la alegría de la Resurrección; sus hijos en la tierra, volviendo los ojos hacia la madre de la esperanza y madre de la gracia, la invocamos como causa de nuestra alegría” (Paulo VI, Gaudete in Domino).

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre