TIEMPO DE NAVIDAD

 

DÍA 10 DE ENERO

 

1.- 1 Jn 4, 19-5, 4

1-1.

Esta actitud de fe y de amor contrapone al cristiano al "mundo". El cristiano es el hombre abierto a la iniciativa de Dios; el "mundo" es el hombre replegado sobre sí mismo (cf 1 Jn 3,2). Pero Juan aporta aquí una idea nueva -la única de este pasaje- : el cristiano ha vencido al mundo (vv. 4-5). Esta victoria es a la vez pasada (v.4) y presente (v.5). El pasado es el momento de la conversión; el presente es la fe de cada día.

Pero Juan piensa también en la victoria inicial y decisiva de Cristo sobre el mundo (Jn 16, 33).

Esta victoria no es de orden externo, como la de un ejército sobre otro. La gana Cristo sobre lo que, en El, hubiera podido ser tentación de salvarse por sí mismo. Y en cada discípulo de Cristo es la victoria sobre la tentación de autodivinización y el abandono de nuestra salvación a la iniciativa de Dios: de ahí que la victoria haya comenzado en el momento de la conversión y se prosiga todo el tiempo que la fe en Dios inspire el comportamiento del discípulo.

* * *

Esta imagen de la oposición entre el cristiano y el "mundo", por justa que sea en la pluma de Juan, que da al "mundo" un sentido muy particular, corre el riesgo de ser muy equívoca para la mentalidad actual. Esta opinión de Juan, en efecto, podría acreditar la idea de que la Iglesia está separada del mundo, y la intención, llena de buena voluntad, que tiende a establecer un diálogo entre la Iglesia y el mundo. Esta visión dualista de dos sociedades separadas es falsa. De hecho, la Iglesia no tiene que "ir al mundo" para llamarlo a la conversión y para darle lo que tiene, la fe y la caridad. La Iglesia es el mundo en vías de hacerse; ella tiende a ser la humanidad reunida por el Espíritu de amor. Pero sólo conseguirá esto poniéndose, como Cristo, al servicio de los hombres, con el fin de ser el catalizador de su fraternidad.

En el momento en que una institución eclesiástica, escuelas, partidos, sindicatos, opone a los hombres entre sí no actúa como Iglesia, aun cuando se apoye en una desacertada interpretación de 1 Jn 5, 1-5. La misión esencial de la Iglesia es la comunión de los hombres y debe cumplirla en nombre de Jesucristo, al cual se refiere explícitamente la asamblea eucarística, única institución eclesial decisiva.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 296


1-2.

-Queridos mios: podemos amar nosotros porque Dios nos amó primero.

No fundamentamos nuestra seguridad sobre nuestros propios méritos. Si consideráramos nuestra propia vida, más bien tendríamos muchas razones para "temer" a Dios; pero todo descansa en el hecho que «Dios nos amó primero», antes de cualquier mérito nuestro. Nos ama tal como somos, es decir, «pecadores». No nos ama por ser más o menos agradables, atractivos, simpáticos... o por ser personas «bien»... Nos ama para que seamos amables -tengamos amor-, para salvarnos. Dios nos ama primero, aun siendo «deformes», repelentes, llenos de egoísmo... nos ama tal como somos.

Gracias, Señor, por amarme de ese modo.

-Si alguno dice: «amo a Dios» y aborrece a su hermano, es un mentiroso.

San Juan se atreve a comparar la actitud que tengo con Dios... a la que tengo con el señor o la señora X...

Mi actitud hacia mis prójimos es el test de mi actitud hacia Dios.

Si no llego a soportar, a amar a tal o cual de mis colegas, de mis parientes, de mis vecinos... tampoco alcanzo a amar a Dios.

Y si digo que amo a Dios, en ese caso, soy un mentiroso.

-Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.

Toda la argumentación conduce al último miembro de la frase. Juan es un realista, en el fondo: el amor de un ser «invisible» puede ilusionarnos... ¡es un sentimiento muy fácil! Pero amar, soportar, aceptar diariamente a un ser concreto, próximo a nosotros es verificable: uno sabe muy bien, por desgracia, si se lo soporta o no se lo soporta.

El amor al prójimo, a quien vemos, es nuestro medio de controlar nuestro amor de Dios, a quien no vemos.

Esos «hermanos que veo»... ¿quienes son? Cuidado, ninguna ilusión posible. Repaso en mi memoria todos los rostros de los «que veo» ¡Son, para mí, el rostro de Dios a «quien no veo»!

Concédeme, Señor, saber aceptar las dificultades de la vida fraterna.

Señor, ayúdame a amar a los que Tú me has dado.

-Este es el mandamiento que hemos recibido de El: «Quien ama a Dios... ame también a su hermano...» Insistencia. San Juan nos lo ha repetido varias veces. En el pasaje que hoy hemos leído, es la tercera repetición.

Amar a Dios.

Amar a Nuestros Hermanos

Esto debería ser el punto de referencia constante de cada uno de nuestros exámenes de conciencia. ¿Tengo amor? ¿Amo a Dios? ¿Amo a mis hermanos? ¿Cómo se traduce concretamente ese amor? Que ese amor no sea un sueño.

Empezar primero por lo más sencillo, lo más elemental: tolerarse, aceptarse diferentes, soportarse, hacernos la vida agradable, en lo posible.

Y adelantar hacia lo más perfecto: prestarse ayuda mutua, tomar la propia parte en las cargas comunes, participar, estar abiertos al máximo, vivir en comunión, en unión de voluntades, ser uno solo.

-Conocemos que amamos a los hijos de Dios, si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.

El amor a los demás -llamados aquí "hijos de Dios" tiene su fuente y origen en el amor de Dios. Se trata de amar a «los que Dios ama».

Dios ama al Sr. X... Sra. Z... a los que tanto me cuesta amar.

Sustituir los puntos suspensivos por nombres concretos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 88 s.


2.- Lc 4, 14-22

2-1.

Ver DOMINGO 03C


2-3. SINAGOGA:

Cuando Mateo presenta a Cristo con los rasgos de un rabí ambulante (Mt 4, 12-17), Lucas, más liturgista, comienza y termina su Evangelio por la narración de acontecimientos que se desarrollan en el Templo (Lc 1, 5-23; 24, 50-53), y da comienzo al ministerio de Cristo dentro de la liturgia sinagogal del sábado.

Esta última exigía generalmente dos lecturas. La primera, sacada de la Ley (Pentateuco), era leída y comentada por un "doctor de la Ley"; la segunda, de origen más tardío, tenía que ser extraída de los profetas y podía ser leída y comentada por cualquiera que tuviese al menos treinta años. Jesús tiene treinta años y reivindica el derecho de leer y comentar esta segunda lectura. Su primer discurso público es, pues, una homilía litúrgica.

* * *

a) Lucas no ha conservado el mismo discurso de Cristo, pero resume lo esencial de él en una sola frase: "Hoy se cumple" (v. 21). Todas las leyes de la homilía están contenidas en este pequeño versículo. La liturgia de la Palabra no es una simple lección moral de catecismo, ni la afirmación de la esperanza escatológica fomentada por los profetas; esta liturgia proclama el cumplimiento del designio del Padre en el hoy de la vida y de la asamblea. No se contempla ya un pasado cumplido, aunque sea edad de oro u ocasión de caída; ya no se sueña más en un futuro extraordinario; se vive el tiempo presente como momento privilegiado para la venida del Señor.

Los apóstoles, a su vez, han respetado este procedimiento homilético de Jesús (cf. Act 13, 14-42; 16, 13-17; 17, 1-3; 18, 4). La liturgia cristiana de la Palabra es por consiguiente hija de la de la sinagoga; cumple el recuerdo de ésta del pasado y la esperanza del futuro en la "celebración de hoy". ¿Sin embargo, puede uno preguntarse si los sermones pronunciados en las asambleas cristianas son fieles a los de Cristo o a los de los doctores de la Ley?

b) Cristo (o San Lucas) parece haber detenido intencionadamente su lectura en el momento en que la profecía de Is 61 anunciaba "un año de gracia". Pasa en silencio el versículo siguiente, que anunciaba el juicio de las naciones: "y un día de venganza para nuestro Dios" (Is 61, 2), para insistir exclusivamente, sin duda, en la gracia de Dios. Estas palabras de gracia provocan el asombro de la asamblea (v. 22) y son el origen de los incidentes narrados en los vv. 25-30. Precisamente para reforzar la idea de que su misión, toda, es de gracia y no de condenación, Cristo (o Lucas) ha añadido dentro de la cita de Is 61, 1-2 un versículo, tomado de Is 58, 6, sobre la libertad ofrecida a los prisioneros.

Cristo define de una vez su misión como una proclamación del amor gratuito de Dios a todo hombre. Tal revelación sólo podía producir escándalo a los judíos que esperaban la escatología con todo el ardor que el odio a los paganos podía producirles.

c) Lucas atribuye mucha importancia a la misión del Espíritu en la vida de Cristo: está en el bautismo para confirmar la vocación mesiánica de Jesús (Lc 4, 1); le presta su poder en la realización de los milagros de Jesús (Lc 5, 17; 6, 19; 9,1); le ayuda en la elección de sus discípulos (Act 1, 2), y le reconforta en su misión (Lc 10, 21). El es el don del Padre (Lc 11, 13) y característica de los últimos tiempos (Lc 24, 49; Act 1, 4-8; 11, 16; 2, 1-4). Se comprende entonces que Lucas haya conservado la homilía de Cristo en Cafarnaum, en cuanto constituye el reconocimiento por parte de Cristo de su vocación en el Espíritu.

* * *

HOY/HOMILIA: Decir que hoy se cumple la Palabra de Dios -esta es la misión de la homilía- no solo significa que se realiza una profecía antigua o que un texto inspirado toma repentinamente importancia. Lo que se cumple no es ante todo la Palabra de los profetas o de los teólogos, sino esta Palabra de Dios más profunda que cristifica a la humanidad, así como la vida y la condición de los hombres. Decir que la palabra de Dios se cumple quiere decir que la humanidad, hoy, ha incorporado a Dios en Jesucristo. No se trata, pues, de hacer una homilía que tratara de aplicar tal o cual texto inspirado, tal o cual palabra profética a los acontecimientos vividos por los miembros de la asamblea; se trata más bien de revelar, como lo hace el Evangelio con el acontecimiento privilegiado Jesucristo, cómo el acontecimiento vivido actualmente por los hombres y los cristianos es revelador del designio cristificador de Dios. Las fuentes y el vocabulario bíblicos deben desdoblarse en fuentes y vocabulario sociológicos y psicológicos. Para esto es preciso disociar la obra de Jesucristo del contexto sociocultural al que está ligada, lazo que la "palabra" de los evangelistas ha reforzado con frecuencia, para verla en acción en el ambiente contemporáneo como una respuesta a la búsqueda de Dios que lleva a cabo un pueblo concreto al que se dirige la homilía.

De esta manera, en el momento actual de los hombres es como la homilía incorpora el "hoy" de Dios y merece ser el ministerio de la Palabra de Dios.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 297


2-4.

Otra epifanía de Cristo, su manifestación en Nazaret, el pueblo de su infancia y juventud donde se revela muy diferente a como se lo imaginaban sus vecinos.

-Jesús, impulsado por el Espíritu, se volvió a Galilea. Su fama corrió por toda la región; enseñaba en las sinagogas, siendo celebrado por todos.

Sí, es una epifanía, un reguero de pólvora... el hombre que llega de repente a la celebridad.

Jesús, al principio de su ministerio conoció la gloria: atraía a las gentes. Era un "seductor", dirán de él sus adversarios (Mateo, 27, 63).

Cuando el éxito nos acompaña, ayúdanos, Señor, a vivirlo como Tú, en la paz, sabiendo su fragilidad, dando gracias al Padre por las obras que El nos propone hacer.

Llegó a Nazaret, donde se había criado y según su costumbre, entró el día de sábado en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.

La sinagoga era el local donde se reunía la comunidad judía.

El sabbat se celebraba en cada casa con ritos y plegarias familiares. Pero los hombres estaban también invitados a celebrarlo en la sinagoga, con la lectura pública de la Ley o de los Profetas, seguía una homilía y se cantaban Salmos. Todo judío adulto podía tomar allí la palabra. Pero se solía confiar esa tarea de comentarista a los que por haber estudiado las Escrituras eran competentes (Hechos, 13, 15).

La fama de Jesús. Los discursos pronunciados en otros lugares hacen que se espere su palabra con impaciencia.

Se levanta, sube al púlpito.

Contemplo a Jesús, de pie, dispuesto a hacer la lectura.

-Abrió el libro y dio con el pasaje del profeta Isaías.

Da la impresión de que ha buscado "este" pasaje intencionadamente.

-Donde está escrito: "El Espíritu del Señor está sobre Mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres".

Cuán emocionante es pensar que nosotros leemos también textos sobre los cuales los ojos de Jesús se han posado, textos que sus labios han pronunciado, textos sobre los cuales El mismo ha meditado, y en los que se ha reconocido.

Leer la Biblia es, incluso materialmente, un medio de unirnos al pensamiento de Jesús.

Que sea yo fiel a ello, Señor. Dame la estima de la Sagrada Escritura.

-Y cerrando el libro se lo devolvió al servidor y se sentó.

Lucas nos describe el desarrollo detallado del rito. Jesús se ha sometido a esos humildes ceremoniales. La Escritura merece veneración. El desorden no ha sido nunca señal de respeto. En los gestos que uno hace se manifiesta lo que se considera sagrado e importante.

Contemplo los gestos rituales de Jesús, por los cuales pasa todo su amor por su Padre y por los textos sagrados.

-Todos tenían los ojos fijos en él. Comenzó a decirles. "Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oir".

Este es el principio mismo de la homilía, cuya tarea esencial es la de aplicar la Palabra eterna e intemporal al día de hoy de los hombres.

Señor, ilumina a los que tienen esta responsabilidad en tu Iglesia de hoy, y de todos los países... ¡para que sepan efectivamente traducir tu buena nueva, en el lenguaje de sus contemporáneos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 92 s.


2-5.

1. De nuevo Juan repite los temas que ha ido desarrollando, cada vez con matices nuevos, a lo largo de su carta, sobre el amor que Dios nos tiene y el amor que nosotros debemos tener a Dios y al hermano.

Los argumentos se suceden en cadena:

-Dios nos amó primero, por eso debemos amarle nosotros también, -pero la segunda respuesta a ese amor de Dios es que amemos también al hermano.

Aquí la antítesis es muy expresiva: «Si alguien dice que ama a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso: pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve»,

-el que dice creer en Jesús debe también aprender y cumplir la doctrina que él nos enseñó: el doble mandamiento del amor, íntimamente unido, amar a Dios y amar al prójimo,

-el que sabe que es hijo, nacido de Dios, debe cumplir sus mandamientos: pero el mandamiento principal de Dios es el amor al hermano,

-cumplir estos mandamientos, y por tanto amar al hermano, no es una carga pesada: porque ya participamos en la victoria de Cristo contra el mal del mundo.

Hay veces que las lecturas bfblicas no necesitan mucha explicación, porque se entienden muv bien: lo que nos cuesta es llevarlas a la práctica.

2. Es una escena programática y llena de significado la que escuchamos hoy en el evangelio, con la primera homilía y su manifestación mesiánica a los de su pueblo, Nazaret.

Jesús, como buen judío, acudía cada sábado a la sinagoga. Ese día le encargaron que leyera la página del profeta. Lo hizo de pie; al terminar de leer, enrolló el códice y se lo devolvió al ayudante; y a continuación dijo la homilía, cosa que se permitía hacer a los laicos sólo si habfan cumplido los treinta años y se trataba, no de la Ley, sino de los profetas.

El pasaje de Isaías es central: el futuro Mesfas, lleno del Espfritu de Dios, es enviado a cumplir su misión para con los pobres, a dar libertad a los oprimidos y anunciar el año de gracia del Señor. Pero lo que Lucas quiere subrayar es el inicio de la homilía de Jesús: «hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». Se presenta, portanto, a los de su pueblo, como el Mesías esperado. Y en un principio consigue la admiración y el aplauso de sus oyentes.

Estamos en este tiempo de prolongación navideña, en que se suceden las diversas manifestaciones o epifanías de Jesús al inicio de su ministerio.

3. a) El examen de conciencia que Juan nos ha propuesto en su carta nos afecta a todos en la vida de cada día: sólo podremos afirmar que amamos a Dios si amamos al hermano, que está a nuestro lado. Si no, somos unos mentirosos.

Al terminar nuestra vivencia de la Navidad, se nos pregunta sobre la coherencia con lo que hemos celebrado. Lo fácil es cantar cantos al Niño nacido en Belén, y alabar a Dios por su amor. Quedar satisfechos porque «amamos a Dios». Lo diffcil es sacar las consecuencias para nuestra vida: que en el trato con las personas que nos rodean seamos tan comprensivos y generosos como Dios lo ha sido con nosotros.

b) También la escena del evangelio nos invita a reflexionar sobre cuál es nuestra escucha de la Palabra y nuestra reacción ante ella.

La frase de Cristo Jesús es la mejor definición de lo que es la homilía en la celebración: «hoy se cumple esta Escritura». Las lecturas bíblicas no las hacemos para enterarnos de lo que sucedió hace dos mil años. Sino para captar lo que Dios nos está queriendo decir con ellas hoy y aquí a nosotros.

En la celebración, y en nuestra historia de salvación actual, se cumplen las promesas y se actualizan los acontecimientos salvadores que leemos. La Navidad ha sido acontecimiento nuevo este año, y su gracia ha querido llenar de nuevo nuestra existencia.

Es precisamente lo que la homilía debería ayudar a captar siempre.

Hoy se nos ha anunciado el programa mesiánico de Jesús, en el que destaca su preferencia por los pobres y los oprimidos. En la Plegaria Eucarística IV le damos gracias a Dios parque nos ha enviado como salvador a su Hijo Jesús, el cual «anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo (la alegría, mejor)».

Exactamente la cita que Jesús leyó en la sinagoga y que se aplicó a sí mismo.

Es el programa que él cumplió a lo largo de su vida, y el que se nos propone a nosotros si somos seguidores suyos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Pág 149 ss.


2-6

Primera lectura: 1 de Juan 4,19 - 5,4
Si alguno dice: "Amo a Dios" y aborrece a su hermano, es un mentiroso.

Salmo responsorial: 71, 2.14.15bc.17
Que todos los pueblos te sirvan, Señor.

Evangelio: San Lucas 4, 14-22a
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Nos encontramos frente a un texto del Evangelio que recoge la razón de ser del ministerio de Jesús. El expone frente a la asamblea sinagogal, en Nazareth, para qué lo envió su Padre, cuál era su verdadera misión. Un cristiano no podrá negar nunca que Jesús vino a salvar a la humanidad. Pero tendrá también que afirmar, con el evangelio en la mano, que lo vino a hacer a través de la realidad del Reino: "anunciar la Buena Noticia a los pobres y oprimidos" por el egoísmo de las personas y de las estructuras.

Para entender este tipo de salvación centrada en el pobre, el evangelista retoma unos signos muy concretos, los mismos que el profeta Isaías había señalado para anunciar su propia misión: dar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, liberar a los oprimidos e inaugurar un "Año de Perdón de Deudas" (por eso se llama un "Año de gracia" que se proclama en nombre de Dios). Llegar a hacer esto en la sociedad, presupone cambiar sus estructuras: de insolidarias, de elitistas, de excluidoras, de usureras... hay que hacerlas pasar a ser solidarias, igualitarias, fraternas. Por eso, este trabajo del Reino que toca realidades sociales, y es el trabajo más espiritual que se pueda pensar: exige la conversión interior de personas y estructuras.

Unas líneas más adelante, el evangelio nos dice que, por causa de esta propuesta, la asamblea sinagogal se alborotó e intentó despeñarlo. Así se mataba la persona y su propuesta. Los seguidores de Jesús no pondrán nunca olvidar su proclama del Reino. Es una propuesta revolucionaria que jamás podrá darse sin dificultades y sin persecución. Quien acepte ser discípulo del Reino, habrá de tener claro que la propuesta de Jesús toca lo social, ya que el Reino de fraternidad que Jesús anuncia debe comenzar a palparse en esta vida. De lo contrario Dios no tendría sentido concreto para los pobres.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-7.

1 Jn 4, 19 -5,4: ¿Cómo se puede amar a Dios sin amar al prójimo?

Sal 71, 2, 14-15.17

Lc 4, 14-22a: El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha ungido...

Una nueva «verdad fundamental», contundente, mayor, nos presenta hoy, como todos estos día pasados, la carta de Juan. Cada día una verdad fundamental. Hoy se trata de la contradicción entre un amor a Dios (invisible) junto a un desamor al prójimo (visible).

En realidad habría que caer en la cuenta de que lo que Juan nos presenta como contradictorio e imposible no lo es -en un primer sentido al menos-. No sólo no es imposible, sino que es la experiencia nuestra de cada día: estamos hartos de ver y conocer personas que dicen amar mucho a Dios, tanto, que no quieren distraerse con ninguna otra preocupación referente a los humanos, y que por eso mismo no quieren saber del «mundo», la política, de la economía, del sistema social que a tantos seres humanos está dificultado la vida. ¿Miente esta gente? No. Lo que pasa es que tienen una idea (imagen) de Dios que no es la de san Juan.

Hay gente que piensa a Dios como un ente separado del mundo y de los seres humanos, un Dios que está por encima de las nubes y que podría ser pensado o amado con independencia de cualquier referencia a los humanos. Los dioses griegos eran así, por ejemplo; eran dioses que vivían en el Olimpo, en otro mundo.

Pero el Dios del que Juan habla es el Dios cristiano. Esa es la diferencia.

Si se habla o se piensa en un Dios que no sea sino el concepto universal de las religiones, es posible amarlo y no amar al prójimo, ¿por qué no?, y eso es algo que vemos con demasiada frecuencia.

Pero si se habla del Dios de Jesús, del Dios encarnado, que se ha identificado con todos los hombres y especialmente con los más humildes (Mt 25, 31ss), entonces no es posible amar a Dios y no amar al prójimo. Juan tiene toda la verdad, siempre que entendamos que está hablando del Dios de Jesús. Si se tratara de otro dios, las cosas serían distintas.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-8. CLARETIANOS 2002

¿Nos acercamos hoy a la primera lectura? Quizá se pueda decir que la primera carta de Juan es un tratado de discernimiento de espíritus. Probablemente os habréis preguntado más de una vez: "pero, bueno, ¿se puede saber si amo a Dios?". Y no sería de extrañar que luego os plantearais la cuestión: "¿se puede saber en qué consiste eso de amar a Dios?". Y seguidamente podríais formular más preguntas, como el escriba del evangelio (Lc 10), que quería justificarse ante Jesús por haberle preguntado cuál era el mandamiento primero de la ley.

¿Quieres saber si amas a Dios? ¿Quieres evitar alguna de las muchas trampas que pueden conducirte al autoengaño? Aquí tienes un primer punto de referencia: examina tu grado de obediencia al querer de Dios. Sopesa luego qué calidad tiene esa disciplina, no te vayas a parecer al hijo mayor de la parábola de Lc 15,11-31. De seguro que descubrirás que ese amor-obediencia es perfectible en sus realizaciones y en su inspiración. Si, no obstante, adviertes en ti un impulso a vivir "como hijo de su agrado", da gracias a Dios con toda sencillez y sigue adelante.

Luego se te ofrece una nueva indicación en la Primera de Juan: ama a tu hermano. En el segundo tercio del siglo XX, sobre todo, hubo una corriente filosófica que recibió el nombre de "empirismo lógico". La gran debilidad, incurable, que creía advertir en los sonoros enunciados religiosos era que no había manera de verificar el sentido de tales proposiciones. Si, por ejemplo, digo: "está lloviendo", tengo que saber traducir esta frase a un enunciado de observación que permita verificarla: "me asomo a la ventana y observo la caída de gotas de agua en esa forma de precipitación que llamamos 'lluvia'".

¿Cuáles serían los enunciados de observación que nos permitieran verificar proposiciones como "Dios nos ama", "Dios es eterno"...? Vengamos a nuestro caso: ¿cuál sería el enunciado protocolar que me permitiría decir: "pues, sí, con toda la cautela con que hay que afirmar estas cosas, creo que el don del amor a Dios, derramado en mí por su Espíritu (Rom 5,5), no lo tengo muerto"? Nos lo dice la misma carta: puedes decir que amas al Dios invisible si amas a tu hermano al que ves, si al que llama a tu puerta para que le atiendas en una necesidad, no lo despides vacío con un "Dios te ampare, hermano".

Son cosas requetesabidas, pero en ocasiones puedes percibirlas con una lucidez especial. Si te pasa eso, ya lo sabes: a mayor conciencia, mayor responsabilidad.

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail.com)


2-9.

“Un profeta nunca es bien recibido en su propia casa” Estas palabras, Jesús las dice por la falta de fe de sus compatriotas. En esta ocasión se encuentra en casa. Según su costumbre, dice el pasaje, se levantó para leer en la sinagoga. Usa todos los momentos para poder dar a conocer el mensaje de la salvación que está por llegar. No quiere perder ninguna oportunidad para enseñarles a los hombres un poco más acerca de su Padre. El Espíritu del Señor está sobre mí. Qué realidad de la vida de Cristo. Siempre ha sido movido por el Espíritu, es más, antes cualquier empresa importante en su vida precede un tiempo magnifico, y bien aprovechado, de oración. Momentos muy preciados en su vida. La oración en Jesús siempre toma un lugar predilecto. Él así lo vive y así nos lo enseña.

P. José Rodrigo Escorza


2-10. CLARETIANOS 2003

Venimos haciendo esta semana la lectura continuada del al primera carta de San Juan. Hoy nos fijamos en ella. Los versículos de nuestra lectura orante de hoy corresponden al final del capítulo cuarto y comienzo del capitulo cinco. Están enmarcados en la sección sobre las fuentes del amor y de la fe. Acaba de decirnos “y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es amor” (v 7b-8).

El amor con el que Dios nos ama es lo primero. Es lo radical y fundante. Es activo, difusivo, creativo. Constituye el mejor rostro de Dios. Se revela y se realiza en nosotros. Constituye una historia de amor hacia nosotros y con nosotros. Se nos comunica en el Hijo de su amor, entregado y resucitado por nosotros.
La iniciativa de ese amor suscita y espera respuesta por nuestra parte. Pero esa respuesta es auténtica si se da en una doble dirección, que podemos representar en sentido espacial: horizontal y vertical. Acoger y entender el regalo del amor de Dios incluye el amor fraterno. Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Al Dios-amor no se puede acceder sin los hermanos. Sólo con el amor fraterno se corresponde a la iniciativa amorosa de Dios.

Mas también la vertical nos remite a la horizontal. No se puede amar verdaderamente al Dios que es amor sin amar a los hijos de Dios; quien ama verdaderamente a Dios ama a los que han nacido de él. La vertical señala la autenticidad de la horizontal: “en esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos” (5,2). El amor de Dios consiste en que guardemos sus mandamientos.

En la distancia temporal esto de guardar los mandamientos suele sonarnos a cumplir la ley moral de decálogo. Pero en este contexto inmediato se refiere al mandamiento del amor, que antes de ser tarea es gracia y don. Y aquí estamos tocando simultáneamente el centro de la vida humana, de la vida cristiana y de Dios mismo. Así de simple. Así de unificante. Para embelesar nuestra mente y nuestro espíritu de discípulos.

Bonifacio Fernández (boni@planalfa.es)


2-11. COMENTARIO 1

CUALQUIER LECTURA REDUCTIVA DE LA BIBLIA

PROMUEVE EL FANATISMO RELIGIOSO

La escena tiene lugar en la sinagoga de Nazaret, bastión del nacionalismo más exaltado, merced a su complicada orografía, que favorecía la resistencia armada contra las tropas de ocupación. Jesús regresa a su pueblo con la aureola de predi­cador y taumaturgo de que viene rodeado por su actividad en Cafarnaún (cf. 4,23). Jesús tiene por costumbre acudir a la sina­goga el sábado, para enseñar y encontrarse con el pueblo (4,15). En Nazaret, sin embargo, proclama el cambio total que se ha producido en su vida después de la gran experiencia de Dios que ha tenido en el Jordán. Jesús tiene ahora plena conciencia de ser el Mesías que ha de inaugurar el reinado definitivo de Dios en la historia de la humanidad. Pero sabe muy bien que su mesianismo no comulga con el triunfalismo que lo rodea. Las tentaciones del desierto han servido para clarificar este concepto.

El ambiente de la sinagoga es de suma expectación. Pretende que Jesús se pronuncie públicamente a favor de la causa nacio­nalista y que se ponga del lado de los fanáticos. Jesús es quien toma la iniciativa de levantarse para tener la lectura. El respon­sable de la sinagoga pone en sus manos el rollo del profeta Isaías, que contenía ciertas profecías mesiánicas que todos se sabían de memoria. Jesús abre el volumen en el pasaje preciso (4,17: «dio», después de buscarlo, «con el pasaje donde estaba escrito») donde se habla sin ambages del cambio histórico que el Mesías debía llevar a cabo a favor de Israel y contra las naciones paganas que lo oprimen. Lee en voz alta este pasaje, pero interrumpe la lectura al final del primer hemistiquio de un verso, silenciando el otro hemistiquio que todos esperaban. El texto de Isaías (61,ls) decía:



«El Espíritu del Señor descansa sobre mí,

/ porque él me ha ungido...

para proclamar el año favorable del Señor

/ y el día del desquite (de Dios).»



Jesús proclama que la profecía se acaba de cumplir en su persona (4,21: «Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante vosotros que lo habéis escuchado») y centra su homilía en la inauguración del Año Santo por excelencia, «El año favorable del Señor», pero omite cualquier referencia al desquite y castigo contra el Imperio romano opresor. De ahí que «todos estaban extrañados de que mencionase tan sólo las palabras sobre la gracia» (4,22a).

Los traductores y los comentaristas de Lucas andan de cabeza acerca de la interpretación de la expresión griega lucana, a causa de su ambivalencia. En efecto, el verbo «dar testimonio», se puede construir, en griego, de dos maneras, con dativo favorable o desfavorable. Generalmente se interpreta que «todos daban testimonio a su favor», cuando aquí lo que es más propio es el sentido opuesto: «Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase tan sólo las palabras sobre la gracia.» La frase despectiva con que lo apostrofan a continuación lo confirma: «Pero ¿no es éste el hijo de José?» (4,22b), el hijo del Pantera, apodo de la familia de Jesús (según antiguos documentos rabíni­cos y cristianos).

Con esta manera de hablar, rehuyendo hacer suyos los ideales político-religiosos del pueblo, obligado a pagar enormes impues­tos de guerra y sometido al vasallaje de las tropas de ocupación, no se parece en nada –dicen- a su padre ni continúa la tradición de los Pantera.

El rechazo de que es objeto en su «patria» presagia el rechazo de que será objeto en Israel. Lucas lo anticipa, como anticipa también la futura extensión del programa mesiá­nico de Jesús a todas las naciones paganas: «Os aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su tierra» (4,24). Las dos analogías, la de la «viuda de Sarepta» y la de «Naamán el sirio», ambos extranjeros, que les echa en cara, dejan entrever que el alcance de la misión no se circuns­cribirá sólo a Israel.

El fanatismo religioso de sus compatriotas no se contenta con recriminarle su falta de compromiso político: «Mientras oían aquello, todos en la sinagoga se fueron llenando de cólera y, levantándose, lo expulsaron fuera de la ciudad y lo empujaron hasta un barranco del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con la intención de despeñarlo» (4,28-29). De hecho, al final de su vida, lo sacarán «fuera» de la ciudad de Jerusalén y lo ejecutarán como si fuese un zelota más, crucificándolo en medio de dos malhechores, y, para más inri, en la inscripción de la cruz se lo reprocharon de nuevo, echándole en cara, esta vez, que se haya autoconstituido «rey de los judíos», Mesías de Israel. Sea como sea, conseguirán hacerlo callar de momento, porque su mensaje estorba a unos y a otros. Al fin, todos se pondrán de acuerdo contra él. Ya se veía venir... desde el prin­cipio.

Pero Jesús, abriéndose paso entre ellos, emprendió el cami­no» (4,30). Con todo, nunca podrán ahogar su clamor universa­lista: su persona y su mensaje continuarán influyendo en la his­toria, encarnándose en hombres y mujeres que, fieles a su com­promiso, se alejarán de todo sistema de poder e irán creando pequeños oasis de solidaridad y de fraternidad.


COMENTARIO 2

Jesús anuncia su proyecto en una sinagoga donde el ambiente era de suma expectación. Todos espera­ban que Jesús se pronunciara a favor de la causa na­cionalista y que se pusiera del lado de los fanáticos del pueblo. Pero no; Jesús anuncia que el texto de Isaías se acaba de cumplir en su persona y centra su predicación en la inauguración del "año favorable del Señor". Jesús centró el anuncio de su programación mesiánica en la gracia, de allí el repudio de los maes­tros de la sinagoga: ¿cómo un laico, uno que no pertenecía al ambiente sacerdotal se atrevía proclamar el año de gracia-perdón de Dios? De esta forma Jesús define su tiempo como el tiempo permanente de jus­ticia, libertad, restitución y humanidad.

El proyecto de Dios fue en el tiempo de Jesús y sigue siendo hoy la posibilidad histórica de experi­mentar al Dios y Padre que desde el AT liberó a su pueblo del dominio de Egipto con mano fuerte y bra­zo extendido, y que a través de los profetas los fue fortaleciendo con su palabra y con su testimonio y que con Jesús lo entregó todo para que cada persona logre tener en su propia vida la Vida, la Gracia.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-12. Regreso de Jesús a Galilea

Fuente: Catholic.net
Autor: Carlos Llaca

Reflexión:

El Espíritu Santo, el mismo que estuvo presente en el bautismo de Jesús, el mismo que lo llevó al desierto durante cuarenta días y cuarenta noches para orar con su padre y ser tentado por el diablo. ¿Quién es este Espíritu que algunos le llaman el gran desconocido?

La representación más común que le damos es con la figura de paloma o lenguas como de fuego. Pero la tercera persona de la Santísima Trinidad no puede quedarse con tan pocas alabanzas. Es también, fuente viva que sacia nuestra sed de Dios, es fuego que hace arder nuestros corazones, es caridad que conforta nuestra alma cansada, es el dedo de Dios que modela nuestra alma y la transforma en la obra de arte que Dios Padre quiere, es el don del Dios altísimo, es decir, el mejor regalo que pudimos recibir, es el guía de nuestro caminar por este mundo incierto; es, en definitiva, el arquitecto de nuestra santificación y dulce huésped de nuestra alma. ¿Cómo trataríamos a una persona que desde un inicio ganó nuestra simpatía y conquistó nuestra atención?

Pues de la misma forma debe ser tratado nuestro dulce huésped del alma. Con respeto y veneración. Realizando lo que a Él le agrada, pero sobre todo dejándonos transformar por Él. Hay que aprender a escucharlo en el silencio de nuestro interior, permitiendo que sea Él quien nos ilumine en todas nuestras decisiones y no nuestros gustos y conveniencias. “Espíritu Santo sé Tú la luz que guíe mis pasos”


2-13. DOMINICOS 2004

Quien cree, ése ha nacido de Dios

Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios. Y todo el que ama a aquél que da el ser, ama también al que ha nacido de él (Juan) Sirvan, pues, al Señor todos los pueblos creyendo en Cristo y siguiendo en la vida su mensaje salvador..

Continuamos en la liturgia de la Palabra, y para saborear mejor el manjar eucarístico, leamos la Carta de san Juan, que canta al amor y rechaza cualquier género de odio, y leamos también un párrafo del Evangelio de Lucas en el que Cristo se descubre a sí mismo como el Enviado por Dios en calidad de Mesías vaticinado por los profetas.

Amando de verdad, aprenderemos a amar cada día más intensamente a Quien nos ama, y perdonaremos a los hombres que, por debilidad, se enfrían en el amor fraterno.


La luz de la Palabra de Dios
Primera carta de san Juan 4, 19-5,4:
“Queridos hermanos: Amemos a Dios, pues él nos amó primero.

Si alguno dice “Amo a Dios”, pero aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.

Del Señor hemos recibido este mandamiento: Quien ama a Dios, ame también a su hermano.

Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser, ama también al que ha nacido de él...”

Evangelio según san Lucas 4, 14-22:
“En aquel tiempo, Jesús, con la fuerza del Espíritu, volvió a Galilea, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en la sinagoga y todos lo alababan.

Un día fue a Nazaret, donde se había criado; entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie a leer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías, y desenrollándolo encontró el pasaje donde está escrito: el Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres...

Y se puso a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír...”


Reflexión para este día
Si amamos, cumplimos los mandamientos.
Una vez más hemos de reflexionar hoy sobra la pieza clave en el edificio de nuestra vida espiritual: el precepto del amor. Saber que Dios es amor y que nos ama, es cosa grande.

Carecer de ese conocimiento es verse cada cual privado de la sensibilidad de hijo de Dios.

Pero todo amor verdadero está sometido a prueba, y ha de estar avalado por los compromisos que, en su virtud, se cumplen.

¿Qué ha de hacer quien ama? Sentirse amado de Dios, encontrar en los mandamientos las pautas de la vida en el amor, y secundarlos con la mirada puesta en Dios y en las criaturas de Dios.

Presumir del amor a Dios y despreciar a los hombres es farisaico e indigno de la condición humana. Presumir de amor a los hombres y no sentirse unido a Dios, al amar a los mortales, es pobreza espiritual.

Roguemos a Dios que todos lleguen a apreciar esa verdad como se merece.


2-14. 2004 SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

1Jn 4,19-5,4:Quien ama a Dios ame también a su hermano
Salmo responsorial: 71,2.10.12-13
Lc 4,14-22: Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír
Hoy leemos otra Epifanía de Jesús, otra de sus manifestaciones luminosas. Se trata de su participación en el culto de la sinagoga de su propio pueblo, en la pequeña aldea de Nazaret. Jesús lee ante sus paisanos un texto que anuncia la venida de un enviado de Dios, lleno de su Espíritu, para anunciar la buena noticia, el evangelio, a los pobres, curándolos de paso de todas sus enfermedades. Terminada la lectura Jesús se aplica el texto diciendo simplemente: "hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír".

El mismo evangelista nos ha dicho, al comenzar el pasaje que leímos hoy, que Jesús recorría toda Galilea, enseñando y mereciendo la alabanza de quienes lo escuchaban y seguían. No comienza Jesús enseñando en el templo de Jerusalén a las gentes piadosas que allí acudían diariamente, ni se dirige a los poderosos sacerdotes, ni a los sabios escribas, ni a los agentes del poder romano. Jesús anuncia su evangelio, su buena noticia del amor de Dios, a las pobres gentes de Galilea. Jesús entra a enseñar a las pequeñas sinagogas de su tierra, como viene a enseñarnos ahora, en nuestras humildes y rústicas iglesias, en nuestras propias casas pobres. Su evangelio no es tanto para los doctores y los poderosos, preferentemente para los más pobres y humildes del mundo, en los más apartados lugares de la tierra, allí donde haya hombres y mujeres que sufran y que esperen en Dios, hasta allí llega la palabra salvadora del evangelio, de la buena noticia de Jesús.


2-15.

Comentario: Rev. D. Llucià Pou i Sabaté (Vic-Barcelona, España)

«El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido»

Hoy recordamos que «quien ama Dios, ame también a su hermano» (1Jn 4,21). ¿Cómo podríamos amar a Dios a quien no vemos, sin no amamos a quien vemos, imagen de Dios? Después que san Pedro renegara, Jesús le preguntó si le amaba: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17), respondió. Como a san Pedro, también a nosotros nos pregunta Jesús: «¿Me amas?»; y queremos responderle ahora mismo: «Tú lo sabes todo, Señor, tú sabes que te amo a pesar de mis deficiencias; pero ayúdame a demostrártelo, ayúdame a descubrir las necesidades de mis hermanos, a darme de verdad a los otros, a aceptarlos tal como son, a valorarlos».

La vocación del hombre es el amor, es vocación a darse, buscando la felicidad del otro, y encontrar así la propia felicidad. Como dice san Juan de la Cruz, «al atardecer seremos juzgados en el amor». Vale la pena que nos preguntemos al final de la jornada, cada día, en un breve examen de conciencia, cómo ha ido este amor, y puntualizar algún aspecto a mejorar para el día siguiente.

«El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4,18), dirá Jesús, haciendo suyo este texto mesiánico. Es el Espíritu del Amor que así como hizo del Mesías el «ungido para llevar la buena nueva a los pobres» (cf. Lc 4,18), también “reposa” encima nuestro y nos conduce hacia el amor perfecto: como dice el Concilio Vaticano II, «todos los fieles, de cualquier estado o condición, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad». El Espíritu Santo nos transformará como hizo con los Apóstoles, para que podamos actuar bajo su moción, otorgándonos sus frutos y, así, llevarlos a todos los corazones: «El fruto del Espíritu es: caridad, paz, alegría, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Gal 5,22-23).


2-16.

Orígenes (hacia 185-253) presbítero y teólogo
Homilía sobre San Lucas 32, SC 87, pag. 386-392

“Todo los que estaban en la sinagoga tenían sus ojo clavados en él.”


Cuando lees que Jesús enseñaba en las sinagogas y que todo el mundo hablaba bien de él (Lc 4,15), guárdate bien de creer que sus oyentes eran afortunados mientras que tú te consideres privado de sus enseñanzas. Porque, si la Escritura dice verdad, el Señor habla igual ahora que entonces, igual en nuestras reuniones que en la asamblea de los judíos.

“Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres.” Los pobres son los paganos. En efecto, ellos eran pobres, no poseían nada, ni a Dios, ni la ley, ni los profetas. ¿Por qué razón le envió como Mensajero a los pobres? Para “proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar una año de gracia del Señor.” (Lc 4,18) ya que por su palabra y su doctrina los ciegos recobran la vista...

“Después, Jesús enrolló el libro, se lo dio al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga tenían sus ojos clavados en él.” (Lc 4,20) Ahora, en nuestra asamblea sigue siendo posible fijar los ojos en el Salvador. Porque cuando tú pones la atención en lo más profundo de tu corazón para contemplar la Sabiduría, la Verdad y el Hijo único de Dios, tus ojos verán a Jesús. Dichosa la asamblea en la que la Escritura nos da este testimonio: Todos tenían clavados sus ojos en él. ¡Cómo quisiera yo que nuestra asamblea mereciera semejante testimonio y que los ojos de todos, catecúmenos y fieles, mujeres y hombres y niños vieran a Jesús con los ojos, no del cuerpo, sino del espíritu! Porque cuando lo hubieseis contemplado, vuestro rostro y vuestra mirada quedarían iluminados de su luz y podréis decir: “Haz, Señor, brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!”


2-17. 2004

LECTURAS: 1JN 4, 19-5, 4; SAL 71; LC 4, 14-22

1Jn. 4, 19-5, 4. El Señor se ha levantado victorioso sobre el autor del pecado y de la muerte. Quien cree en Jesucristo y lo acepta en su vida, participa ya desde ahora de esa victoria, y pertenece al Reino y Familia de Dios. La vida del creyente debe caminar en el amor teniendo como fuente el amor que Dios nos ha tenido antes a nosotros. Quien no ama permanece en el pecado y en la muerte. Quien no ama a su prójimo y dice amar a Dios es un mentiroso. Si queremos permanecer como hijos de Dios, debemos amarnos los unos a los otros sabiendo que todos tenemos a Dios por Padre. No podemos amar a Dios y desentendernos de nuestro prójimo; no podemos separarnos de los demás pensando que así evitaríamos contaminarnos con el pecado, pues Cristo nos amó y se entregó por nosotros para que fuésemos purificados de nuestros pecados. Así, quien ama a Dios debe amar a su prójimo estando dispuesto a dar la vida por él.

Sal. 71. Ya el Señor nos dice en el Evangelio: Con el dinero, muchas veces adquirido con muchas injusticias, gánense amigos que, al morir, intercedan por ustedes ante el Padre Dios. No vivamos esclavos de lo pasajero. Sepamos compartir lo nuestro con los demás. Lo que Dios ha puesto en nuestras manos es para que no pasemos de largo ante el sufrimientos de los pobres, de los enfermos, de los marginados. Dios quiere seguir amando a sus hijos y quiere manifestarles su amor providente por medio nuestro. Entonces seremos motivo de bendición para los más desprotegidos. Pero sobre todo, seremos ocasión de que quienes reciben de parte nuestra una participación de los bienes que nos vienen de Dios, bendigan al Señor por sus beneficios.

Lc. 4, 14-22. Ya los pobres, los cautivos, los ciegos, y los oprimidos pueden alegrarse. Dios se acordó de ellos. Dios los ama. Por ellos envió a su propio Hijo hecho uno de nosotros para liberarlos de todos sus males. Así Dios se ha manifestado para con nosotros como un Padre misericordioso, cercano a nosotros y puesto de parte nuestra para elevarnos a la dignidad que como a Hijo le corresponde. Esto, más que llenarnos de orgullo o separarnos de los demás, nos compromete a convertirnos para todos, especialmente para los más desprotegidos, en un signo del Señor que los sigue amando, salvando y liberando de todos su males por medio de su Iglesia. Ojalá y cada día demos cumplimiento a esta Palabra de Dios en nosotros y, desde nosotros, en favor de los demás.

En la Eucaristía el Señor se nos manifiesta cercano a nosotros, pobres, cautivos de muchas esclavitudes, ciegos a causa de nuestros egoísmos y oprimidos por tantas injusticias. Dios nos ama hasta el extremo de haber entregado a su propio Hijo para que fuésemos liberados de todo mal. Esa es la misión de Jesús; misión anunciada desde el profeta Isaías y que Jesús no rehusó, sino que aceptó con gran fidelidad a Dios y al hombre, a quien fue enviado para llevarlo de regreso a la casa paterna. Hoy estamos ya en la casa del Padre, reunidos para sentarnos a su mesa. Ya no somos siervos, sino hijos. Y si hijos, también herederos, junto con Cristo, de la vida eterna. Ojalá y no vengamos sólo para estar con el Señor faltos de un verdadero compromiso, sino para dejar que su Espíritu también repose sobre nosotros y nos envíe, también a nosotros, a continuar la obra de salvación de Dios en el mundo.

Por eso quienes participamos de la Eucaristía, debemos hoy dar cumplimiento al año de gracia del Señor. No podemos seguir siendo los causantes de las esclavitudes ni de los males que aquejan a la humanidad. El Señor nos quiere totalmente comprometidos con el bien del hombre. Para eso nos ha hecho partícipes de su mismo Espíritu. No sólo nos hemos de sentir amados como hijos de Dios, sino comprometidos y enviados, como el Hijo de Dios, pues, unidos a Él, participamos de la misma Misión Salvadora que Él recibió del Padre. Si en lugar de manifestar un amor auténtico hacia nuestros hermanos, viviendo cercanos a ellos y tratando de remediar sus males, les hacemos más pesada la vida, no podemos decir que conocemos a Dios y mucho menos que lo amamos. Dios espera de su Iglesia que sea un signo claro y creíble de su Hijo que, por amor a nosotros, se hizo cercano a todos los hombres, se compadeció de los pobres y perdonó a los pecadores dando su vida por todos. ¿Hacemos nosotros lo mismo?

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir a la altura de la entrega del mismo Cristo por nosotros, conforme al mandato que nos dio, no sólo de anunciar su Evangelio, sino de amarnos los unos a los otros como Él nos amó a nosotros.

www.homiliacatolica.com


2-18. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

En este Tiempo de Navidad tomamos conciencia de que Dios siempre cumple sus promesas. Es un Dios de palabra. Por eso, en este Tiempo, el pasaje de Lucas sellado con la afirmación “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” , cobra la fuerza del Dios que da su palabra y la cumple. Él puede prometer, promete y cumple. Y es que el pasaje de Lucas que contemplamos hoy es la manera concreta como realizará su tarea el Mesías. Pero, más aún, toda la escena (Lc 4, 14-30) es el programa del ministerio de Jesús, en el que se refleja lo que va a acontecer: el anuncio de la salvación a todos los hombres, la petición de signos de los incrédulos, el rechazo del pueblo judío que intenta matarlo, y la libertad de Jesús que se abre camino entre ellos y vence a los enemigos, incluida la muerte. Todo está consumado.

El texto de este día se queda en el primer paso: el anuncio de la salvación a todas las gentes. Propio del Tiempo. Sin olvidar los momentos siguientes, que nos sirva de confianza en nuestro Dios-fiel-a-su-palabra. Que aumentemos nuestra fe en quien trae la buena noticia, la libertad, la vista... a quienes todavía somos algo-mucho de tiniebla o vivimos en sombras. Que aumentando nuestra fe, demos también nosotros palabra a quien antes nos ha dado su palabra. Que demos palabra de amor, palabra de optimismo, palabra de libertad, palabra de luz. No como quien cumple y miente, sino como quien corresponde fielmente, reconociendo en justicia lo que ha recibido y negociándolo sabiamente.

Que en este Tiempo de Navidad y en todo Tiempo, demos palabra a quien nos ha dado la Palabra y la cumplamos con la dignidad de los hijos de Dios.

¡Hasta otra ocasión!

Vuestro hermano en la fe,
Luis Ángel de las Heras, cmf ( luisangelcmf@yahoo.es )


2-19. ARCHIMADRID 2004

LOS DESAGÜES QUE NO VEO

Cuando el otro día vinieron los fontaneros a casa, no podía imaginarme que la obra de “El Escorial” iba a quedar en nada comparada con lo que debían hacer en el pequeño cuarto de baño. Y es que el quedarnos en las cosas de fuera, cuando en realidad lo que está podrido es lo de dentro, nos puede no sólo hacer perder el tiempo, sino poner el corazón en las cosas que, de una manera u otra, hay que cambiar o, simplemente, quedan inutilizadas.

Todo empieza por unas manchas que salen en la pared. Posteriormente, notas que la pintura del techo empieza a resquebrajarse, y avisas al presidente de la comunidad para ver si puede venir alguien del Seguro de la casa. Van pasando los días, y la cosa no cambia, mejor dicho, nadie viene a dar una solución. Al fin, después de tanto insistir, un fontanero se presenta y abre un boquete en el techo, y ¿qué descubres?: unas cuantas tuberías roídas por la herrumbre… y tienen que tirar toda la pared para el arreglo pertinente.

“Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. Nos puede resultar fácil el escudarnos en las cosas que no vemos para actuar a nuestro antojo y que hacemos ordinariamente a la vista de todos. Me explico. Puedo suponer, y esto es lo normal, que las dichosas tuberías del desagüe funcionan estupendamente, y que incluso me olvide de ello para siempre (más bien hasta que llega la fatal avería), pero es extremadamente importante que cuide aquello con lo que habitualmente utilizo: la ducha, los grifos, el lavabo, etc. De la misma manera ocurre en el orden sobrenatural; decir que Dios es el sentido de mi vida significa que lo demuestro en mis acciones más cotidianas. Esto, sobre todo, se ve reflejado en las relaciones humanas. Puedo dedicarme a rezar horas, a ir todos los días a Misa, y tener todas las devociones particulares que quiera, pero si juzgo, murmuro o desprecio al que tengo al lado (mi vecino, mi compañero de trabajo, alguien de mi familia), mi vida con Dios es un engaño. “Quien ama a Dios, ame también a su hermano”, dice el apóstol San Juan; y esto, fundamentalmente, se realiza con el contacto diario en el que no busco mi propio interés, sino cómo puedo acercar a esa persona en concreto un poco más a Él.

Espero que en unos días la avería del cuarto de baño quede arreglada, pero mientras tanto hay que buscar otros remedios y, sobre todo, tener mucha paciencia. “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Jesús anuncia lo esperado durante siglos por el pueblo de Israel; lo tienen ahí delante y da la impresión de que no se enteran; es más, será perseguido y criticado hasta que lo condenen a muerte. ¿Cómo actúa el Señor?: con paciencia. Primero con sus discípulos, y después con los miles de hombres, mujeres y niños que le siguieron. No le importa repetir las cosas las veces que se necesario, porque sabe que el Evangelio que anuncia es lo más sagrado que el ser humano va a recibir de Dios. Jesús no viene a dar su lección magistral y después marcharse, sino que entra en cada uno de los corazones que lo escuchan a Él, y les invita a imitarle.

También el 2004 que acaba de comenzar es un año de gracia para todos. Quizás sea el año definitivo para muchas cosas que aún nos quedan por hacer o cambiar. Sin embargo, Dios al que no vemos, espera de cada uno un propósito muy concreto con esa persona con la que te cuesta tanto reconciliarte. Y recuerda: si ves goteras en el techo, quizás la tubería del desagüe no funcione correctamente… Dios nos avisa, a veces, de esta manera.


2-20. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

1Juan 4,19-5,4: Quien ama a Dios, ame también a su hermano
Salmo responsorial: 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Lucas 4,14-22a: Hoy se cumple esta Escritura

La prueba del contraste es necesaria. Por seguridad. Una afirmación no está del todo terminada de hacer mientras no se hacen las negaciones complementarias. Hay que marcar los límites. Hasta dónde llega la afirmación positiva, se sabe cuando nos topamos en sus límites con la afirmación negativa.

Es lo que hace Juan en el texto de hoy: no basta decir que «amo a Dios»; eso hay que verificarlo con los contrastes. ¿Amo a Dios y aborrezco a mi hermano? (O sea: ¿me apunto al amor vertical y me niego al amor horizontal?). Eso es una contradicción, señala Juan. Por tanto, el que lo afirma es un «mentiroso». Palabra fuerte ésta. Podría Juan haber dicho: «esa persona está equivocada, o engañada». Y es que para Juan no hay mucho que dialogar al respecto: amor a Dios y amor al prójimo con convertibles, se exigen mutuamente, y esto debe ser dado ya por supuesto, y por tanto, si alguien lo ignora, es que miente...

En el evangelio tenemos hoy uno de los episodios simbólicamente más interesantes de la vida de Jesús: cuando él llega en su evolución de conciencia a ver su vocación: opta por dedicar su vida a dar/ser la buena noticia para los pobres, de parte de Dios... (Esa es también la vocación de cada uno de nosotros, claro).


2-21. Fray Nelson

Temas de las lecturas: El que ama a Dios, que ame también a su hermano * Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura.

1. Amar a los nacidos de Dios
1.1 Un hecho en el que no solemos reparar es que el amor cristiano es fundamentalmente amor a los hermanos. El amor cristiano no es una vaga simpatía por la humanidad ni una romántica declaración del bien de la raza humana; tampoco puede traducirse en simple filantropía o en un programa político o de construcción de la sociedad, así se trate de aquella sociedad que nos parece que retrata mejor los valores del Reino.

1.2 El amor predicado por el apóstol es aquel que nace ante la obra del amor. Así como en el plano puramente humano amamos lo amable, según los sentidos o según los intereses, así en este nivel de la vida de la gracia que ha llegado por Jesús amamos lo amable, es decir, amamos la obra que Dios ha hecho en alguien, arrancándolo de las tinieblas y acercándolo a la luz.

1.3 Este modo hablar puede extrañarnos. Estamos dispuestos a pensar el amor cristiano como una realidad sin fronteras y parece que al decir que amamos a los nacidos de Dios estamos encerrándonos sólo en los que son o piensan como nosotros. La cosa es más compleja. Cada amor se define por su objetivo, el amado, pero también por su motivo, su causa. El amor cristiano tiene siempre una causa: Dios y lo que nace de Dios. Esto implica que amamos a los que ya son de Dios y amamos a los que no son para que sean de él, para que nazcan de él. Amamos a todos pero esto no quiere decir que aprobamos a todos ni que estamos de acuerdo con todos ni que nos parecen iguales todos.

1.4 Con otras palabras: amamos a los que ya son hermanos, porque sentimos y sabemos que han nacido de Dios, y amamos a los que no lo son para que un día estén en comunión con nosotros, y con el Padre y el Hijo.

2. Sus mandamientos no son pesados
2.1 Seguramente nos puede extrañar la frase del apóstol Juan: "sus mandamientos no son pesados" (1 Jn 5,3). Es una expresión que deberíamos leer en paralelo con aquello que nos dice el Señor en alguna parte del Evangelio: "mi yugo es suave" (&&). En contraste con las obligaciones onerosas de los fariseos, Jesús habla de un yugo suave, y su apóstol nos habla de mandamientos que no son pesados.

2.2 La clave está en ese concepto que Juan nos ha venido repitiendo: nacidos de Dios. Por eso dice: "Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo" (1 Jn 5,4). Nacer de Dios es empezar a tener la vida de Dios. Y con la vida que él nos da están también la fuerza y la gracia para realizar lo que a él le agrada. Lo difícil, pues, no es obedecer a Dios, sino obedecerlo sin tener por dentro su vida.

2.3 Esta es otra manera de referirnos al tema tan frecuente de la relación entre la ley y la gracia. La ley prescribe cosas buenas (Rom 7,12) pero que resultan a la larga impracticables (Rom 7,14-18). De este modo su función es más la de una denuncia que la de una curación de nuestros pecados. Por eso tenía que venir un tiempo de distinto, que san Pablo llama "la gracia" y san Juan "nacer de Dios". En ese nuevo estado sí somos capaces de obedecer como por propio impulso lo que Dios quiere, porque ya no sólo lo quiere afuera de nosotros sino también adentro.


2-22. Jesús en la sinagoga de Nazaret

Autor: P Juan Pablo Menéndez
Fuente: Catholic.net

Reflexión

“Un profeta nunca es bien recibido en su propia casa” Estas palabras, Jesús las dice por la falta de fe de sus compatriotas. En esta ocasión se encuentra en casa. Según su costumbre, dice el pasaje, se levantó para leer en la sinagoga. Usa todos los momentos para poder dar a conocer el mensaje de la salvación que está por llegar. No quiere perder ninguna oportunidad para enseñarles a los hombres un poco más acerca de su Padre.

El Espíritu del Señor está sobre mí. Qué realidad de la vida de Cristo. Siempre ha sido movido por el Espíritu, es más, antes cualquier empresa importante en su vida precede un tiempo magnifico, y bien aprovechado, de oración. Momentos muy preciados en su vida. La oración en Jesús siempre toma un lugar predilecto. Él así lo vive y así nos lo enseña.