TIEMPO DE NAVIDAD

 

DÍA 7 DE ENERO

 

1.- 1 Jn 3, 22-4, 6

1-1.

Si la verdadera comunión con Dios está reservada para la eternidad (1 Jn 3,2), si esa comunión está ya actuando en la vida presente, aunque de manera misteriosa, que se sustrae a las miradas del mundo (1 Jn 3,1), ¿de qué criterios disponemos para saber si esa comunión nos acompaña realmente en esta tierra; qué seguridad podemos tener ante Dios sobre si esa presencia no es incluso percibida por nosotros mismos? A esta preguntas viene a contestar este pasaje.

* * *

Podemos conocer experimentalmente que Dios mora en nosotros (v. 24) por la manera en que guardamos los mandamientos. Esa observancia de los mandamiento hará que nuestro corazón no nos acuse (v. 21), que estemos seguros ante Dios (ibidem) hasta el punto de poder pedirle con la seguridad de ser escuchados (v. 21); la misma doctrina encontramos en Jn 15, 15-17.

El mandamiento que nos dará la seguridad delante de Dios y nos garantiza su estancia entre nosotros es doble: creer en el nombre de Jesucristo y amarnos los unos a los otros (v. 23).

Estos dos preceptos nos los presenta Juan de tal manera que no parecen constituir sino uno. Juan estima, en efecto, que no hay dos virtudes distintas: la fe por una parte y la caridad por otra, sino que esas dos virtudes no son más que las dimensiones trascendente e inmanente de una sola actitud (cf, Jn 13, 34-36; 15, 12-17): somos hijos de Dios por nuestra fe y la caridad entre hermanos deriva de esa filiación (1 Jn 2, 3-11).

* * *

Atenerse al mismo tiempo a la dimensión horizontal y a la dimensión vertical del mandamiento de Dios no es fácil. Hoy, en particular, la tentación del cristiano es la de buscar un amor fraterno más auténtico y más universal, pero sin referencia necesaria a Dios, olvidando que la salvación del hombre depende de una sola palabra: el amor, pero un amor que hunde sus raíces en la vida misma de Dios.

Creer en Jesucristo como pide San Juan, es creer que el Padre ama a todos los hombres a través de su propio Hijo y querer participar en esa mediación del amor. Creer en Jesucristo es admitir igualmente que Jesús es la mejor réplica humana al amor del Padre y querer imitarle en su renuncia total a sí mismo y en su filiación obediente a su Padre.

Cada Eucaristía sitúa al cristiano en relación simultánea con Dios y con todos los hombres; nos reúne para dar gracias a Dios y después volverse hacia los hombres: la simultaneidad de ambas misiones es su misterio por excelencia.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 287


1-2.

-Dios nos concede cualquier cosa que le pedimos confiadamente porque somos fieles a sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.

¿Cómo podemos saber que «Dios está con nosotros»? ¿Qué seguridad tenemos de estar «en comunión con Dios» y de que nuestras oraciones sean atendidas? San Juan contesta:

Estamos en comunión con Dios si «hacemos lo que le agrada... si permanecemos fieles a lo que nos manda...».

Es lo mismo que sucede con las personas que amamos: la verdadera unión, la verdadera prueba de amor consiste en hacer lo que agrada al otro. Se da entonces la comunión de pensamientos y de voluntades. Si dos se aman son sólo uno: Todo lo mío es tuyo.

Agradarte, Señor. Hacer tu voluntad.

Mis proyectos, mis actividades, mi jornada entera, todo según tu propio proyecto divino.

Está claro entonces que mi plegaria será atendida, porque correspondo con todo mi ser a «lo que Tú quieres», a "lo que te agrada".

-Y este es "su" mandamiento:

Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo...

Y que nos amemos unos a otros...

Son dos aspectos de un solo mandamiento: creer y amar.

No son dos preceptos, son el mismo, "su" mandamiento.

Para san Juan, según parece, la fe y la caridad no son dos vIrtudes distintas, sino una sola virtud: "ser hijo de Dios".

¿Constituye esto el fondo de mi vida?

-Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él.

Procuro que esas palabras penetren profundamente en mí.

Permanecer en Dios... ¿"Permanezco yo en Dios"? o bien ¿me aparto de El con frecuencia? ¿tal vez, por el pecado, me sitúo fuera de Dios?

Conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos dio.

El Espíritu de Dios no es algo material, un regalo, un don inerte. Es un Impulso, es un Pensamiento, es un Querer, es un Proyecto, es una Persona... Es el Espíritu de Dios en nosotros.

¿Correspondo yo a ello?

¿Dejo que ese espíritu me vivifique?

-No os fiéis de cualquier «inspirado».

Con esa doctrina a la que san Juan da tanta importancia, un cierto «subjetivismo» muy individualista sería de temer: ¡cada uno podría creerse «inspirado» por el Espíritu! En tiempo de san Juan no faltaban los falsos profetas de ese tipo. En nuestro tiempo tampoco faltan los por así decir profetas que, muy «concienzudamente» seguros de sí mismos, afirman saber lo que conviene a la Iglesia. Hoy se insiste, en particular y con razón, en la «dimensión horizontal»: el amor fraterno, el compromiso en la promoción de los hermanos... y san Juan no deja nunca de insistir en ese aspecto.

Pero no podemos olvidar que su fuente, su origen se halla en una «dimensión vertical» igualmente esencial: el amor de Dios, la fe en Cristo, la oración...

-Mirad como podréis conocer si el espíritu de Dios les inspira: Todo «inspirado» que confiesa que Jesucristo es el Mesías venido ya en carne mortal, procede de Dios. Jesucristo vuelto, a la vez, hacia Dios y hacia los hombres.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 82 s.


2.- Mt 4, 12-17. 23-25

2-1.

VER DOMINGO 03A


2-2.

Esta es la semana de los "signos", de las "epifanías": la Iglesia nos propone un cierto número de gestos que "manifiestan" a Cristo.

-Habiendo oído que Juan había sido preso, Jesús se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se fue a morar en Cafarnaúm, ciudad situada a orillas del mar, en los términos de Zabulón y Neftalí.

Jesús cambia de domicilio; deja el pueblo donde había vivido hasta ahora y va a habitar a una ciudad más importante. En nuestro siglo de tanta movilidad, me gusta pensar que Jesús, El también, debió acostumbrarse a una nueva vecindad, a hacer nuevas relaciones, a cambiar de medio.

-Así se cumplió lo que el Señor había dicho por el profeta Isaías ¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habita en tinieblas vio una gran luz.

Jesús no cambia de domicilio sin una razón. Es un signo.

Este gesto tiene una significación misionera. Galilea era una provincia en la que convivían varias razas, una "feria de gentiles", un camino de invasión, un país abierto por donde pasaban las caravanas que iban hacia el mar.

Jesús va a vivir en ese cruce de caminos, en ese lugar de trasiego de pueblos: allí es donde piensa que podrá evangelizar a muchos de aquellos que viven aún "en las tinieblas" y que esperan la luz. Durante toda su infancia, Jesús ha vivido en un pueblo bien protegido, Nazaret, al margen de las grandes corrientes humanas de su época: aquel día escogió habitar en Cafarnaúm, donde hay gentes ansiosas y que buscan...

Señor, ¿tengo yo recelo de entrar en contacto con el paganismo, o el ateísmo? ¿Qué cualidad tienen mis reflejos misioneros?

-Y para los que habitan en la región de sombras y de muerte, una luz se levantó.

He ahí lo que viene a hacer Jesús. Dejo resonar estas palabras en mí. Las prolongo en la oración.

-Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "Arrepentíos porque se acerca el reino de Dios". Recorría Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando la buena nueva del Reino...

Te contemplo, Señor, avanzando por los caminos, de pueblo en pueblo, predicador ambulante. ¿De qué trataban tus homilías? ¿De qué les hablabas? ¿En qué consistía tu "enseñanza? La totalidad del evangelio nos lo dirá.

Pero, por el momento, ya sabemos una cosa: que el reino de los cielos ha llegado... ¡esto es! Dios está ahí, con nosotros, si queremos acogerle. Y precisamente, el clamor de Jesús, su "proclamación" es que nos dispongamos a acoger a Dios: "¡convertíos! ¡Cambiad de corazón! ¡Cambiad de vida!" Todo puede llegar a ser hermoso y bueno: es un "algo bueno', una buena nueva. No transformemos la predicación de Jesús exclusivamente en predicación moralizante: hay que hacer esto; no hay que hacer aquello. Es ante todo un nuevo estado de espíritu -que lo cambia todo, evidentemente, también nuestros comportamientos morales- ¡El evangelio, es "bueno"!

-Y curaba en el pueblo toda enfermedad, toda dolencia... Le traían todos los que sufrían... y El los curaba...

He ahí la epifanía de Dios; el signo de que ¡Dios está obrando allí! Muy simplemente, me imagino estas escenas: toda la desventura de los hombres, todo el mal que como una ola humana afluye hacia ti, Señor.

Sálvanos, hoy también. Salva a los que están en "la sombra de la muerte.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 86 s.


2-3.

Durante las ferias que pueda haber desde la Epifanía del día 6 hasta el domingo siguiente, la fiesta del Bautismo del Señor (que puede caer desde el día 7 hasta el 13), la primera lectura seguirá siendo la de la carta de Juan, que da unidad a todo el Tiempo de Navidad.

Los evangelios serán una selección de pasajes de los cuatro evangelistas, en que leemos unas manifestaciones de Jesús Mesías, como la multiplicación de los panes y la calma de la tempestad, a modo de prolongación de la epifanía a los magos de Oriente y de preparación a la fiesta del Bautismo. El milagro de las bodas de Caná, tan propio de este tiempo, se ha guardado para el domingo segundo del Tiempo Ordinario.

* * * * *

1. En la página de hoy, Juan insiste en varias de las direcciones de su carta que ya hemos escuchado los últimos días.

Ante todo, la doble dirección del mandamiento de Dios: la fe y el amor, la recta doctrina y la práctica del amor fraterno. Creer en Cristo Jesús y amarnos los unos a los otros. Quien guarda esos mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Y podrá orar confiadamente, porque será escuchado.

Aparece también el tema del discernimiento de espíritus y de la vigilancia contra los falsos profetas, los anticristos, que no aceptaban a Cristo venido como hombre, encarnado seriamente en nuestra condición humana. El Espíritu Santo nos ayudará a saber distinguir los maestros buenos y los malos.

Finalmente insiste en nuestra lucha contra el mundo, en la tensión entre la verdad y el error, entre la luz y la tiniebla. Los cristianos estamos destinados a vencer al mundo en cuanto contrario a Cristo Jesús. Y como Dios es más fuerte que el anticristo, nuestra victoria está asegurada si nos apoyamos en él.

2. Jesús inicia su ministerio mesiánico en Cafarnaúm. El que ha sido revelado a los magos con una intención universalista, en efecto empieza a actuar como Mesías en una población de Galilea muy cercana a los paganos.

Desde el principio de su predicación se empiezan a cumplir los anuncios proféticos que tantas veces oímos durante el Adviento: «el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande». Jesús anuncia la cercanía del Reino de los cielos, los tiempos mesiánicos que Dios preparaba a su pueblo y a toda la humanidad.

El Niño de Belén, adorado por los magos de Oriente, ahora ya se manifiesta como el Mesías y el Maestro enviado por Dios. Enseña, proclama el Reino, cura a los enfermos, libera a los posesos. Y, de momento. el éxito le acompaña: una gran multitud cree en él y le sigue.

3. a) Algunos dan mayor importancia a la ortodoxia de la doctrina, por ejemplo, sobre la persona de Cristo. Otros, a la ortopraxis de la caridad fraterna. La carta de Juan nos ha dicho claramente que los dos mandamientos van unidos y son inseparables.

Por una parte, debemos discernir las muchas voces que escuchamos, guiados por el Espíritu de Dios, sabiéndonos defender de la seducción de otros espíritus, que pueden obedecer al egoísmo, la facilidad o el materialismo ambiente

Por otra debemos fortalecer en nuestra vida la actitud de caridad fraterna. Es la lección que también nos da ese Jesús que empieza su vida misionera y andariega por los caminos de Palestina, totalmente dedicado a los demás. Sus destinatarios primeros y preferidos son los pobres, los marginados, los enfermos, los que sufren las mil dolencias que la vida nos depara.

b) Imitando el estilo de actuación de Cristo Jesús es como mejor permanecemos en la recta doctrina y como mejor cumplimos su mandamiento del amor a los hermanos. Ojalá al final de este año que ahora estamos empezando se pueda decir que lo hemos vivido «haciendo el bien», como se pudo resumir de Cristo Jesús: ayudando, curando heridas, liberando de angustias y miedos, anunciando la buena noticia del amor de Dios.

Se trata de ver a Dios en los demás, sobre todo en los pobres y los débiles, en los marginados de cerca y de lejos. Se trata de que este amor que aprendemos de Cristo lo traduzcamos en obras concretas de comprensión y ayuda. El Bautista daba como consigna de la preparación al tiempo mesiánico una muy concreta: el que tenga dos túnicas, que dé una. El amor no es decir palabras solemnes, sino imitar los mil detalles diarios de un Cristo entregado por los demás.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Pág 142 ss.


2-4.

Primera lectura: 1 de Juan 3, 22-4, 6
Nosotros somos de Dios.

Salmo responsorial: 2, 7-8.10-11
Te daré en herencia las naciones.

Evangelio: San Mateo 4, 12-17.23-25
A los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz les brilló.

Cuando Jesús ve que encarcelan a Juan resuelve trasladarse de Judea a Galilea. Trasladarse a Galilea, en cierta forma, le facilitaba a Jesús su trabajo. Galilea era un territorio alejado de Jerusalén, del poder central legalista e intransigente. Galilea tenía fama de región gentil, contaminada de paganos, desinteresada de la Ley y de la oficialidad del templo, foco de revolucionarios. Allí Jesús podía caminar con libertad, junto a los empobrecidos y marginados del norte.

Vale la pena preguntarse cuál era la propuesta del Reino que Jesús hacía, y cuál era la del pueblo. Toda la historia de los pobres de Israel gravitaba sobre los pobres del tiempo de Jesús. El hambre, la carencia de trabajo, la opresión política y militar de los Herodes y de Roma, la opresión religiosa del Sanedrín, el abandono y la marginación... pedían y exigían ser redimidas. Lo que el pueblo esperaba era respuestas a sus necesidades. Por eso, la figura de un rey poderoso, como David, que reapareciera para liberarlos de toda aquella situación, los seguía atrayendo.

La propuesta del Reino de Jesús era diferente: había que descubrir y destruir más bien el egoísmo interior, lo mismo que las estructuras sociales que lo fomentaban. Y había que hacerlo partiendo de las víctimas de ese egoísmo, los empobrecidos y marginados que no cabían en la sociedad diseñada por el Sanedrín, por los Herodes y por Roma. Por eso los pobres se sentían acogidos por Jesús y los ricos se sentían ofendidos y desplazados. Pero Jesús era objetivo y equilibrado: a ambos lados, a todos les pedía conversión: a los pobres para que sin odio construyeran un proyecto de humanización, y a los poderosos para que, sin rabia soltaran lo que tenían atrapado y pertenecía a otros. En definitiva, para Jesús, el problema del Reino era un problema de transformación del corazón, pero una transformación real, de las que se demuestran en la práctica.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-5.

1 Jn 3, 22 - 4,6: Su mandato es que creamos a su Hijo y que nos amemos.

Sal 2, 7-8.10-11

Mt 4, 12-17.23-25: Comienzo de la vida pública de Jesús.

Mateo comienza presentándonos la vida de Jesús. Después de las fiestas de estos días en torno a Jesús niño, en un momento hacemos un cambio mental y ponemos ante nuestros ojos a un Jesús, adulto pleno, que después de muchos años de vida sencilla y oculta en Nazaret junto a su madre, ya con unos treinta años, deja Nazaret y se lanza por los caminos polvorientos de Palestina...

Mateo, como Marcos, señala que Jesús tomó la decisión de dejar Nazaret al oír que había sido encarcelado Juan. Jesús hizo su «análisis de coyuntura». El acallamiento de la voz profética del momento, que Jesús había escuchado con fervor, le hizo tomar su decisión. Llegó «su hora». Y Mateo ve en este paso que da Jesús el «cumplimiento» de las palabras de Isaías.

Notemos que se trata efectivamente del comienzo de su ministerio: es el momento brillante, cuando comienza a tomar fama, y las gentes van a pasarse el mensaje de persona a persona, y muchedumbres van a acudir a él hasta casi asfixiarlo y no dejarle tiempo para sí mismo. Es el momento del triunfo, el momento agradable, el éxito inicial. Tiempos vendrán pronto en los que esta línea triunfal se torcerá.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-6.

1 Jn 3, 22- 4,6: Ustedes han vencido al mundo

Salmo 2, 7-12

Mt 4, 12-17.23-25: Está cerca el Reino de Dios

Retomamos la primera carta de Juan en estos tres últimos días del tiempo de Navidad.

Se trata de exhortaciones a la comunidad para que asuma dos actitudes básicas: la fe en Jesucristo, hijo primogénito de Dios; y el amor a los hermanos, piedra de toque, prueba de autenticidad de la fe que dice profesar. Al parecer, la comunidad, a la que iban dirigidas las tres cartas de Juan, sufría el efecto disgregador de nacientes herejías: se negaba la verdadera humanidad de Cristo, tal vez por parte de judeocristianos que llegaban hasta aceptar su condición de Mesías pero no su divinidad; o se afirmaba que la humanidad de Cristo era aparente (docetismo), una especie de disfraz para hacerse presente la divinidad entre los hombres, a la manera de los dioses de la mitología pagana, pues se pensaba que la corporeidad era indigna del ser divino. Tales especulaciones enfrentaban a los hermanos, disgregaban la comunidad. De ahí la insistencia del autor: la fe y el amor son los mandamientos de Cristo.

Veinte siglos después también a nosotros se nos exige una fe plena, adulta, lúcida, en la presencia de Dios en Jesucristo, cuyo nacimiento estamos acabando de celebrar, ya en las vísperas del tercer milenio de su realización histórica. Dicha fe en Jesucristo como Hijo de Dios hecho hombre, como Palabra encarnada de Dios, es esencial al cristianismo; es lo que nos define como cristianos, lo que nos distingue de otros que también creen en Dios y lo buscan diligentemente. Una fe que, por supuesto, debe demostrarse primeramente en el amor comunitario que irradiará sobre el mundo necesitado de este testimonio.

En los dos primeros capítulos de su evangelio, Mateo ha narrado el nacimiento y, en el tercero, nos ha presentado la actividad precursora de Juan Bautista, el bautismo y las tentaciones de Jesús. Ahora, en el capítulo cuarto, sin preocuparse por satisfacer la curiosidad de quienes quisieran saber todo el itinerario formativo de Jesús, nos lo presenta actuando en Galilea, una región al norte de Palestina en donde convivían, a veces con dificultad, judíos y paganos. Por eso evoca el evangelista el texto de Isaías que habla de la iluminación de "los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte". Ya insistíamos en Epifanía que la venida de Jesús era en favor de todos los hombres, sin distinción ni de raza, ni de condición, ni de creencias.

El pasaje evangélico que hemos leído es, además, como un resumen de lo que hará Jesús a lo largo de su vida pública: predicará por aldeas, caminos y sinagogas; anunciará en su predicación la llegada del reinado de los cielos, es decir, del reinado de Dios que, como rey, realiza su voluntad. Y manifestará que la voluntad real de Dios es la salud, la felicidad, la vida de todos los hombres y mujeres del mundo; por eso Jesús sanará a los enfermos y liberará a los endemoniados. No es de extrañar que las multitudes lo sigan, lo busquen y anhelen su presencia.

Nosotros, como Iglesia de los discípulos de Jesús, hemos de continuar su tarea, con el gozo, el entusiasmo, la plena dedicación con que Él la realizó. Para salvar a nuestro mundo atribulado, sometido a la injusticia, las guerras y todo género de violencias, el dolor y el llanto de los más pobres y débiles.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-7. CLARETIANOS 2002

La presencia de Juan Bautista en el desierto de Judea y en las márgenes del Jordán no fue un azar; ni una vulgar ocurrencia. Tenía un sentido muy hondo: el pueblo de Dios necesitaba rehacer la experiencia fundante del primer Israel, por lo que debía volver al desierto y atravesar el Jordán como en tiempo de Josué. Eran los nuevos comienzos para la constitución del Israel definitivo de Dios.

A Jesús lo vemos en la Galilea de los gentiles. También tiene su hondo sentido: mostrar el esplendor de una luz grande al pueblo sumido en densas tinieblas. De ahí que Jesús, en lugar de establecerse en un lugar resguardado, se haga presente donde impera la muerte. Va a la periferia, se instala en la frontera y allí lanza su anuncio.

Estos comienzos galileos no pueden ser una lejana y extremosa aventura que cabe relegar tranquilamente al olvido. Piden ser prolongados. Y, en efecto, en una especie de "inclusión", Mateo dirá que el Resucitado convocó a los suyos a Galilea y allí les confirió solemnemente la misión pascual (Mt 28,16-20). Al peregrino de hoy se lo recuerda el monolito Euntes docete situado en las inmediaciones del Monte de las Bienaventuranzas, cerca de la iglesia de la multiplicación de los panes y no lejos de las ruinas de Cafarnaún.

Sin duda hay una variada presencia eclesial en lugares de tinieblas y muerte: el 25 % de las instituciones dedicadas a los enfermos de SIDA son eclesiales; misioneras y misioneros están diariamente en el filo entre la vida y la muerte, y rondan la treintena los que mueren al año de forma violenta (en el año 2001, el número exacto ha sido de 33); sacerdotes, laicos y religiosos se infiltran en instituciones penitenciarias. El sacerdote francés Léon Burdin acaba de publicar un libro titulado "Decir la muerte" (Claret, Barcelona 2001), en el que narra su modo de acompañar a quienes mueren en un gran hospital de París. El filósofo B.-H. Lévy escribe en el prólogo: "He aquí el libro más conmovedor que pueda hoy leerse sobre nuestro común destino: el de 'seres mortales'. El autor es sacerdote. O mejor diríamos, 'barquero' del más allá... ayuda a los moribundos a 'pasar' a la otra orilla, recoge su último aliento o su última palabra, les prodiga los últimos consuelos, los acompaña en su postrer viaje... con el hombre que ha escrito este libro no podemos menos de... sentirnos inmensamente solidarios".

La Iglesia deberá hacer más intensa y más extensa esa presencia. Pero nosotros damos gracias a Dios de que la comunidad de Jesús siga anunciado el reino de la vida en una cultura que lleva, no sin culpa, profundos estigmas de la muerte.

Pablo (pldomizgil@hotmail.com)


2-8.

Todos somos testigos de la gran luz que nos ha iluminado. Cristo niño se ha hecho hombre por amor a nosotros para convertirse en la luz que guiará nuestros pasos. Se dice que cuando la noche es más oscura es cuando más brillan las estrellas. Podríamos decir también que cuando más oscuro es nuestro peregrinar por este mundo es cuando más brilla la luz de Cristo en nuestros corazones. Cuando más solos nos sentimos es cuando Cristo está más cerca de nosotros. Porque como dice el profeta Isaías: “este mundo camina en tinieblas pero ya ha visto una gran luz que viene a salvarle”. No permitamos que la ceguera de nuestro egoísmo entenebrezca la luz de Cristo en nuestros corazones. Tengamos bien abiertos los ojos de la fe en Dios para caminar por la senda del verdadero amor y de la verdadera esperanza. Sabemos por el evangelio de hoy que el Reino de los cielos ha llegado, pero ¿cómo le hemos recibido? ¿Nos hemos dado cuenta de su llegada? O por el contrario, ¿hemos permitido que otras luces que no es la de Cristo guíen nuestra vida? No gastemos nuestro fuego en otros infiernillos. Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo llenará las ansias de felicidad que buscamos.

P. José Rodrigo Escorza


2-9. CLARETIANOS 2003

La palabra de Dios tiene muchas dimensiones. Las palabras humanas contienen la palabra de Dios y por eso se alargan más allá de sí mismas. Un versículo del evangelio puede convertirse en una fuente de inspiración y de vida; puede impulsar todo un camino de espiritualidad; puede dar nacimiento a nuevas formas de vida carismática.

En el texto del evangelio de doy se ponen de relieve varios aspectos. Estos cinco al menos. Podemos detener amorosamente nuestra atención para contemplarlos todos y cada uno de ellos:

1. El arresto de Juan el Bautista fue significativo para Jesús. El destino de su maestro le hace cambiar de lugar. Deja Nazaret y se establece en Cafarnaúm, junto al lago. Este va a ser su centro de operaciones.

2. El evangelista da un interpretación profética de este hecho. Y lo conecta con el tema de la luz. Jesús es la luz en la Galilea de los gentiles; ilumina al pueblo que habitaba en las tinieblas del de muerte. La misión de Jesús tiene dos dimensiones distintas y complementarias:

3. Es proclamación del evangelio del reino. Jesús es heraldo del reino de Dios, es su profeta y anunciador. Y el reino es un evangelio. Es una gran buena noticia para todos. No es una amenaza apocalíptica. Jesús recorre las sinagogas. Predica y enseña; es profeta y maestro.

4. La misión de Jesús incluye también la sanación, la curación de los enfermos. Su misión es decir y hacer, proclamación y transformación. El texto de Mateo hace un sumario sobre la actividad taumatúrgica de Jesús.

5. La respuesta a la proclamación del reino y a las curaciones es el seguimiento. La multitudes siguen a Jesús. Vienen a él de todos partes. Jesús es la nueva referencia. Señala en nuevo rumbo de sus vidas.

Bonifacio Fernández (boni@planalfa.es)


2-10. COMENTARIO 1

vv. 12-16. La actividad de Juan ha encontrado fuerte oposición. Hay quienes lo han denunciado a las autoridades y ha sido dete­nido. Se apaga así una voz, la de Juan, que culmina y cierra el AT (cf. 11,11.13); empieza una voz nueva, la de Jesús, que es la de Dios mismo (cf. 1,23). Jesús se retira a Galilea, de donde había llegado para su bautismo (3,13). Abandona, sin embargo, Nazaret para trasladarse a Cafarnaún, la capital judía de Galilea. (Tiberíades era la residencia del rey, pero por sus costumbres paganas era evita­da por los judíos. Se la consideraba, además, impura, por estar edificada sobre un antiguo cementerio.) Cafarnaún era cruce de caravanas y punto de encuentro de muchos pueblos. Su situación a la orilla del lago o mar de Galilea le abría la puerta a los países paganos de la orilla opuesta. Mt señala la situación de Cafarnaún en relación con el antiguo reparto de la tierra (Zabulón y Neftalí) para preparar la cita de Isaías que sigue. En ella, el profeta prometía la liberación a dos tribus sometidas al yugo extranjero. La perícopa de Isaías anuncia el fin de la opresión y de la guerra por el nacimiento de un niño que ocupará el trono de David (Is 8,23b-9,6). «El camino del mar» era el que unía Egipto con Mesopotamia. Galilea «de los paganos» es el país de población mezclada. «La ti­niebla» es símbolo del caos e imagen de la muerte; «la luz», símbolo de vida. En la tierra y sombra de muerte surge repentinamente una luz, como en una nueva creación. Así interpreta Mt la presen­cia de Jesús en Cafarnaún: es el liberador que se prepara a la acción. No se precisa aún cuál es el poder opresor del que vendrá a librar.



v. 17. La proclamación de Jesús recoge la del Bautista: pone la misma condición, la enmienda; hace la misma afirmación, la cer­canía del reinado de Dios. El que lo proclama en Galilea es «el más fuerte» (3,11); por eso su presencia es ya promesa de libera­ción efectiva. A diferencia de Juan, Jesús no asocia su proclama­ción a un bautismo en agua ni a rito alguno, ni tampoco anuncia en ella un juicio contra los que no la acepten. Este pregón inau­gura la primera fase de la actividad de Jesús, destinada al pueblo; la segunda, centrada en los discípulos, comienza con una frase se­mejante: «Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discí­pulos» (16,21).



v. 23. Jesús comienza su actividad con una gira por toda Galilea. Al pueblo oprimido (4,16) tiene que presentar una alternativa. Su actividad es triple: «enseña en las sinagogas», es decir, expone en ellas el mensaje del reino basándose en las Escrituras; «proclama la buena noticia del reino», o sea, fuera de las sinagogas anuncia la cercanía del reino de Dios, en que consiste la buena noticia (4,17); finalmente, «cura toda enfermedad y toda dolencia»: el reino de Dios es salvación para el hombre entero. Son las enfer­medades del «pueblo». El término designa a Israel; aún no es «el pueblo de Jesús» (1,21).



vv. 24-25. Su fama se extiende por toda la provincia de Siria, es de­cir, traspasa las fronteras del país judío y llega a las comarcas circundantes. De todas partes le llevan enfermos y él los cura. La variedad de las enfermedades mencionadas por Mt y la proceden­cia de los enfermos señalan el ofrecimiento de una salvación total y universal. Con estas curaciones confirma Jesús la realidad de la salvación que él trae.



COMENTARIO 2

Las políticas aplicadas en el ordenamiento del mundo actual producen cada vez más un mayor número de excluidos. El mundo en que vivimos se ha convertido en un nuevo Zabulón y Neftalí donde cada vez mayores franjas de población viven postradas en ti­nieblas y en las sombrías regiones de la muerte.

Sobre todo para ellas, el mensaje de Jesús asume las características de una luz que ilumina sus oscuras situaciones.

De un lado y otro de la frontera de esos territorios la humanidad doliente acude a Jesús como el cumplimiento de la Palabra divina de consuelo para sus males y enfermedades.

En esto radica la originalidad del Reino de Dios predicado por Jesús: no se construye por exclusiones humanas de ningún tipo y por ello los excluidos del presente son los primeros beneficiarios de su acción. Ellos son los nuevos privilegiados en el Reino de Dios.

Los seguidores de Jesús de Nazaret no pueden dejar caer en el olvido esta actuación de su Maestro. Si quie­ren convertirse en "sacramento de unidad" para todos los humanos, deben cambiar "su vida y su corazón",

Toda su actuación debe ser en favor de todos los que, carentes de bienes, están en mejores condicio­nes para entender el significado de esta nueva forma de ejercicio de la autoridad que la presencia de Jesús revela.

Sólo entre los abandonados de Zabulón y Neftalí de hoy se puede descubrir el Reino de Dios y su justi­cia.

J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica), distribuido en España por Ediciones El almendro, Córdoba


2-11.

Comentario: Rev. D. Jordi Castellet i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà-Barcelona, España)

«El Reino de los cielos está cerca»

Hoy, por así decirlo, recomenzamos. «El pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz» (Mt 4,16), nos dice el profeta Isaías, citado en este Evangelio de hoy, y que nos remite al que escuchábamos en Nochebuena. Volvemos a comenzar, tenemos una nueva oportunidad. El tiempo es nuevo, la ocasión lo merece, dejemos —humildemente— que el Padre actúe en nuestra vida.

Hoy comienza el tiempo en que Dios nos da una vez más su tiempo para que lo santifiquemos, para que estemos cerca de Él y hagamos de nuestra vida un servicio de cara a los otros. La Navidad se acaba, lo hará el próximo domingo —si Dios quiere— con la fiesta del Bautismo del Señor, y con ella se da el pistoletazo de salida para el nuevo año, para el tiempo ordinario —tal y como decimos en la liturgia cristiana— para vivir in extenso el misterio de la Navidad. La Encarnación del Verbo nos ha visitado en estos días y ha sembrado en nuestros corazones, de manera infalible, su Gracia salvadora que nos encamina, nuevamente, hacia el Reino del Cielo, el Reino de Dios que Cristo vino a inaugurar entre nosotros, gracias a su acción y compromiso en el seno de nuestra humanidad.

Por esto, nos dice san León Magno que «la providencia y misericordia de Dios, que ya tenía pensado ayudar —en los tiempos recientes— al mundo que se hundía, determinó la salvación de todos los pueblos por medio de Cristo».

Ahora es el tiempo favorable. No pensemos que Dios actuaba más antes que ahora, que era más fácil creer cerca de Jesús —físicamente, quiero decir— que ahora que no le vemos tal como es. Los sacramentos de la Iglesia y la oración comunitaria nos otorgan el perdón y la paz y la oportunidad de participar, nuevamente, en la obra de Dios en el mundo, a través de nuestro trabajo, estudio, familia, amigos, diversión o convivencia con los hermanos. ¡Que el Señor, fuente de todo don y de todo bien, nos lo haga posible!


2-12. San León Magno (hacia 461) papa, doctor de la Iglesia
Tercer sermón para Epifanía SC 22, pag. 209-211

El pueblo que habita en las tinieblas vio una gran luz

Instruidos en estos misterios de la gracia divina, queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras primicias y aquél en que comenzó la salvación de lo paganos. Demos gracias al Dio misericordioso, quien, según palabras del Apóstol, “nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz; él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.” (Col 1,12-13) Porque, como profetizó Isaías, “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló.” (Is 9,1) También a propósito de ello dice el propio Isaías al Señor: “Naciones que no te conocían te invocarán, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti.”(Is 55,5)

Abrahán vio este día y se llenó de alegría, cuando supo que sus hijos según la fe serían benditos en su descendencia, a saber, en Cristo, y él se vio a sí mismo, por su fe, como futuro padre de todos los pueblo, “dando gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete.” (Rm 4,21) También David anunciaba este día en los salmos cuando decía: “Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre(Sal 85,9); y también: El Señor da a conocer su victoria, revela a la naciones su justicia.” (Sal 97,2)

Esto se ha realizado, lo sabemos, en el hecho de que tres magos, llamados de su lejano país, fueron conducidos por una estrella para conocer y adorar al Rey del cielo y de la tierra. La docilidad de los magos a esta estrella nos indica el modo de nuestra obediencia, para que, en la medida de nuestras posibilidades, seamos servidores de esa gracia que llama a todos los hombres a Cristo. Todos los que en la Iglesia viven en la piedad y la castidad, todos los que aprecian las realidades del cielo más que las de la tierra, se parecen a esta luz celestial. Mientras mantienen en su vida el esplendor de una luz santa, muestran ante el mundo, como una estrella, el camino que lleva a Dios. Tened todos este deseo. Así brillaréis como hijos de la luz e el reino de Dios.


2-13.  2004 SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Ayer celebrábamos la fiesta de la Epifanía, de la manifestación de Jesús al mundo. Hoy se nos dice, en san Mateo, cómo fue en concreto esa Epifanía, dónde y para quiénes. Fue en la región de Galilea, al norte del territorio de Palestina, junto a su actual frontera con la república del Líbano. En esa época era un territorio habitado por judíos y paganos, que forzosamente tenían que convivir. Por eso la región y sus habitantes eran mirados con desconfianza por los orgullosos habitantes de Judá y Jerusalén, que se consideraban a sí mismos como la flor y nata del judaísmo y despreciaban a sus hermanos que vivían lejos, sospechando que algo se les pegaría de los pecados y los vicios paganos. Ya el profeta Isaías, citado por Mateo, había anunciado la aparición de esta luz divina no solamente en la ciudad santa, sino también en esas regiones limítrofes, cuyos habitantes parecían sumidos en tinieblas y en sombras de muerte. Para ellos brilla ahora, como una esplendente estrella, la persona adorable de Jesús con sus palabras y sus gestos de curación.

Jesús anuncia allí, en esa región, la llegada del "Reinado de los cielos", es decir, el comienzo de la realización de la voluntad amorosa y salvífica de Dios a favor de los pobres, los humildes, los pecadores. No se trata de un código moral, ni de una doctrina teológica abstracta. Jesús anuncia la llegada de algo que todos soñamos y que los profetas bíblicos habían anunciado: la llegada de un mundo nuevo en el que los seres humanos, todos sin distinción alguna, podamos ser felices viviendo en libertad, justicia, paz, solidaridad fraterna y prosperidad. Para ratificar sus palabras Jesús cura a los enfermos que le traen: así reina Dios, dándonos vida, salud y felicidad.


2-14. 2004

LECTURAS: 1JN 3, 22-4, 6; SAL 2; MT 4, 12-17.23-25

1Jn. 3, 22-4, 6. ¿Realmente creemos en Dios? Nuestra fe en Él se ha de manifestar siendo fieles a su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros conforme al precepto que nos dio. Quien rechaza a Jesucristo como Hijo de Dios es el anticristo; quien no ama a su prójimo como Cristo nos ha amado a nosotros también es del anticristo. No podemos confesar nuestra fe en Jesús como Hijo de Dios sólo con los labios; es necesario que nuestras obras sean congruentes con nuestra fe. Quien amolda su vida a las enseñanzas de Jesucristo, ese es de Dios y permanece en Aquel que es la Verdad, pues está escuchando a Dios y está poniendo en práctica su Palabra. No vivamos pecando; no destruyamos a nuestro prójimo; no pasemos de largo ante sus necesidades. Jesucristo nos enseñó, con su propia vida, que amar a los demás es llegar, incluso, a dar nuestra vida por ellos. Mientras en este aspecto nos quedemos en medianías, o hagamos distinción de personas, seremos muchas cosas, menos verdaderos cristianos.

Sal. 2. Tú eres mi Hijo amado en quien tengo puestas mis complacencias. Hoy, el hoy de la eternidad, el eterno presente en el que es engendrado el Hijo de Dios por el Padre Dios, lo hace igual a Él en el ser y en la perfección, de tal forma que quien contempla al Hijo contempla al Padre, pues el Hijo está en el Padre y el Padre en el Hijo. A nosotros corresponde reconocer al Hijo de Dios, encarnado, como Señor de nuestra vida siéndole fieles al escuchar su Palabra y ponerla en práctica; postrándonos de rodillas ante Él para estar atentos a su voluntad y permitirle que Él lleve a efecto su obra salvadora en nosotros. Aquel que vive en la rebeldía a Jesucristo, aquel que va por caminos de pecado y de muerte, a pesar de que acuda a dar culto a Dios, no le pertenece a Dios, pues sus obras son malas. Manifestemos nuestra fe no sólo con palabras, sino con una vida íntegra entregada a realizar el bien conforme a las enseñanzas del Señor. Entonces estaremos demostrando, con la vida misma, que en realidad pertenecemos al Reino y familia de Dios.

Mt. 4, 12-17. 23-25. En verdad que Jesús, el Hijo de Dios encarnado, ha venido a buscar todo lo que se había perdido, vino a reunir a los hijos que el pecado había dispersado. Él cargó sobre sí todas nuestras culpas, y por sus heridas nosotros fuimos curados. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y nos da la luz para que en adelante ya no vayamos tras las obras de las tinieblas, del error, del pecado, sino que caminemos a la luz del Señor, revestidos de Cristo. Por eso hemos de reconocer con humildad nuestros desvíos y hemos de pedir perdón para volver al Señor y estar continuamente en su presencia. No basta con llamarnos hijos de Dios para serlo; hay que demostrarlo con la vida que se ha dejado iluminar por Cristo y que se convierte en portadora de la bondad del Señor para con los enfermos, los pobres, los pecadores. Pues así como Dios nos ha amado a nosotros, así nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Si Cristo nos ha iluminado, seamos luz, y no tinieblas, ni ocasión de tropiezo para los demás.

En esta Eucaristía nos acercamos no a celebrar un rito, sino a unir nuestra vida al Señor. Hacemos nuestra la luz, que es Cristo. Su salvación, antes que nada, ha de llegar a nosotros, pecadores. En nuestros oídos resuena con toda su fuerza aquella invitación del Señor: Conviértanse porque ya está cerca el Reino de los cielos. Y nuestro arrepentimiento y conversión se ha de manifestar en la capacidad de amar que procede del mismo Dios, a quien le hayamos abierto las puertas de nuestra vida. Habiendo entrado en comunión con el Señor debemos ser un signo de su amor salvador para todos los pueblos. Es entonces cuando en realidad estaremos siendo guiados por el Espíritu de Dios y seremos de Cristo.

El hombre de nuestro tiempo sufre muchas enfermedades y dolencias que necesitan ser curadas. El egoísmo ha anidado en muchos corazones y les ha llevado a querer lograr los propios objetivos incluso a costa de pisotear los derechos de los demás. Muchos se aferran al poder de tal manera que por conservarlo se dedican a sacrificar inocentes, sólo con el afán de conservar la propia imagen. Muchos se han autodenominado salvadores de los demás y se han vuelto implacables perseguidores de quienes no comulgan con sus ideas. Muchos, en el afán desmedido y enfermizo de poseer bienes temporales, se convierten en traficantes de drogas o se dedican al secuestro de personas. Mucho otros han perdido el sentido de la propia vida y queriendo olvidarse de sus propias pobrezas o tristezas se dedican a enviciarse o a envilecerse. Quienes pertenecemos a Cristo no podemos quedarnos contemplando las enfermedades y dolencias de la gente de nuestro tiempo. Es necesario ponernos en camino para tratar de remediar todos esos males, no por nuestras propias fuerzas, sino por la fuerza del Espíritu de Dios que habita en nuestros corazones e impulsa nuestra vida para que seamos un signo de Cristo Salvador para nuestros hermanos.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con mayor lealtad nuestra fe, dejando a un lado nuestros caminos de maldad y esforzándonos en dar una solución adecuada a los males de nuestro mundo, para que así la salvación que Dios nos ofrece llegue, por medio de su Iglesia movida por el Espíritu Santo, hasta los últimos rincones del mundo. Amén.

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2-15.En su tiempo, el profeta Isaías anunciaba para los países de Zabulón y Neftalí que sus tinieblas, sus sombras de muerte verían una luz grande. Esa luz era Jesús quién se estableció allí a raíz del apresamiento de Juan, el Bautista. Jesús llamaba a la conversión. Llamaba a salir de las tinieblas y a dejarse alumbrar por la luz verdadera. Hoy su llamado no es distinto.

Hoy, las palabras del profeta Isaías también se hacen vida en nosotros. Nos ha visitado el sol que nace de lo alto. Estamos siendo alumbrados con la luz verdadera. Para que la luz penetre todas nuestras sombras y tinieblas sólo hace falta una condición, que la invitemos a entrar aceptándola como nuestra salvadora. La luz está ahí, nació de lo alto! Pero necesita de nuestro consentimiento para inundarnos.

Te pido Señor Jesús que entres en mi vida. Que tomes todo mi ser y que tu luz alumbre todas mis tinieblas. Es ahí, en tu luz, donde quiero vivir.

Dios nos bendice,

Miosotis


2-16. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Con el eco de la celebración de la Epifanía del Señor, seguimos avanzando por el Tiempo de Navidad. Hoy celebra la Iglesia la memoria libre de San Raimundo de Peñafort, dominico. Longevo, murió a los 100 años, fue un incansable trabajador. Su milagro de la travesía de Mallorca a Barcelona os resultará curioso. E interesante la razón del viaje.

En el pasaje evangélico de este día se descubre el cumplimiento de la profecía de Isaías (Is 9, 1) que anuncia el destino universal del mensaje de Jesús. Luz grande que ve el pueblo que habitaba en las tinieblas. Luz que brilla en tierra y sombra de muerte. Luz para todas las gentes, signo de que el Reino está cerca. Luz que libera de todas las enfermedades y dolencias en cualquier parte del mundo. Luz que es vida, allá donde la vida está más amenazada.

Hay algunos “espíritus” que hablan a favor de la vida. Muchos a favor de la buena vida. Pero, como nos avisa el texto de hoy de la 1ª Carta de Juan, no nos podemos fiar de cualquier espíritu. Hemos de confiar en quienes hablan a favor de la vida en abundancia, fundamentada en el amor de los unos a los otros, no de algunos a otros . La vida en plenitud que ofrece el Reino de Dios. Vida digna, vida justa, vida pacífica, vida que ha vencido a la muerte y va más allá. Hemos de confiar en quienes hablan a favor de la vida de los demás, aun a costa de la propia. En quienes entregan su existencia, como Jesucristo encarnado, para que otros tengan vida y la tengan en abundancia. Hemos de confiar en quienes no guardan su vida. En quienes no quieren conservar privilegios, en quienes no tienen miedo a amar, a servir, a denunciar injusticias. Hemos de confiar en quienes se entregan impulsados por el Espíritu que es Vida.

Confiemos. El Reino está más cerca que cuando empezamos.

Vuestro hermano en la fe,
Luis Ángel de las Heras, cmf ( luisangelcmf@yahoo.es )


2-17. ARCHIMADRID 2004

DÍSELO CON FLORES


“Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada “. Si hemos estado atentos a las lecturas de estos días de Navidad, no deja de resultar curioso, al hilo de las cartas del apóstol San Juan, cómo se nos insiste, casi machaconamente, en que nos fiemos de Jesús. La existencia del maligno es algo cierto, pero podemos vencerle “fácilmente” si somos fieles. Y lo pongo entre comillas, porque esa facilidad no depende de ninguna varita mágica, sino de nuestra predisposición interior a que el Espíritu Santo, verdaderamente, actúe. Por tanto, esa eficacia tampoco se subordina a nuestro estado de ánimo, ni siquiera a que gocemos de buena salud. En este orden de cosas, un rato de oración, hacer eso que quizá nadie vea con rectitud de intención, o sencillamente una sonrisa a tiempo (situaciones en las que, en muchas ocasiones, actuamos a “contrapelo”, es decir, sin gana ninguna), son un claro síntoma de que hacemos lo que agrada a Dios.

“Queridos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo”. Mi amigo Juan me comentaba el otro día el singular brindis de Nochevieja. Reunidos en familia (son ocho hermanos con sus respectivas mujeres e hijos), y llegado el momento de levantar las copas por el año nuevo, Juan alzó la suya diciendo: “Quiero que brindemos, no por algo que dejamos en manos de Dios, sino por aquello que espera Él de nosotros: que vivamos en amor”. Comentaba mi amigo que el silencio se apoderó de todos, y no sabían cómo salir de la situación; sobre todo, cuando antes se habían producido otros brindis en un tono muy distinto. La palabra “amor” en ese contexto especial de una reunión familiar adquirió una connotación singular: el que las cosas cambien en el mundo depende, muy en primer lugar, de cuál sea nuestra aptitud personal ante ellas… lo demás ya lo ha hecho Cristo por nosotros.

“Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error”. No tengamos, por tanto, miedo a decir las cosas como son. Siempre, por supuesto, contando con la prudencia y el tacto necesario en nuestras relaciones personales; pero lo esencial nunca puede callarse, empezando con nuestro propio ejemplo. A lo mejor no será lo más aplaudido, ni lo que más apetezca oír, pero hemos de tener la absoluta certeza de que, a pesar de lo criticados que seamos por nuestras convicciones, siempre nos tendrán como amigos de la verdad, y que la mentira poco puede hacer en nuestros juicios y valoraciones.

“Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Es un error pensar que ese espíritu de conversión al que nos anima la Iglesia lo releguemos para el Adviento o la Cuaresma. Cada día, que nos trae un nuevo afán, ha de tener también nuestra propia aportación, que ha de empezar con el pequeño propósito de cambiar, y ha de culminar con un verdadero espíritu de agradecimiento a todo lo que Dios nos concede… O, como dice mi amigo Juan, “cada mañana me pregunto seriamente qué puedo hacer hoy para que sea un día grande”. Curiosamente, cuando se trata de pequeños detalles (como el llevar una flor a su mujer, o rezar juntos durante unos minutos, aunque no sea el aniversario de nada), todo resulta agradablemente especial. Y es que Dios trata muy bien a sus amigos.


2-18. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

1 Jn 3, 22-4,6: Examinad si los espíritus vienen de Dios
Salmo responsorial: 2
Mateo 4,12-17.23-25: Está cerca el reino de los cielos

Interesante este evangelio para ver que Jesús, según el evangelista, ya desde el mismo comienzo de su ministerio tenía claro el Norte hacia el que caminaba: el Reinado de Dios. «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos», les decía. La proximidad del Reinado de Dios es una noticia que exige cambio de vida. En dos sentidos: porque se aproxima ese Reino, hay que cambiar, y, también, para que venga, debemos cambiar. O lo que es lo mismo: cambiemos y hagamos cambiar las cosas, para acomodarlas, adecuarlas, prepararlas para las exigencias del Reinado.

Sabemos que la utopía de «otro mundo posible», un mundo soñado por todos los que en esta sociedad se sienten desplazados y agobiados, esa utopía que entonces se llamaba Reinado de Dios (Malkuta Yahvé) fue la utopía de Jesús, su sueño, su obsesión, la Causa por la que gastó y dio su vida.

Ser cristiano, o sea, ser discípulo de aquel soñador, «seguirle»... no puede ser sino reproducir en nosotros una respuesta ante la vida estructuralmente idéntica a la de Jesús: «vivir y luchar por la misma Causa», el Reinado de Dios. Por eso nuestra vida tiene que anunciar -como dice el evangelista que hacía Jesús- el «evangelio del Reino», la buena noticia de la utopía, el anuncio de que esa utopía estaba llegando...


2-19. Fray Nelson Lunes 3 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: El que permanece en Dios no peca * Ya está cerca el Reino de los cielos.

1. Discernimiento cristiano
1.1 Juan nos exhorta al discernimiento. Es una monición extraordinariamente actual, por doble motivo: porque siempre necesitamos estar despiertos para no dejarnos confundir, y porque el tipo de engaños que él denuncia están hoy muy vivos, especialmente a través de esa difusa religiosidad que se denomina "Nueva Era".

1.2 Los anticristos, los grandes enemigos que denuncia Juan, son en realidad enemigos de la carne de Cristo. Hablarán de él como de un maestro (uno entre muchos); dirán que es puro, bello, majestuoso, luminoso, pero callarán el misterio que da su sentido más hondo a todos esos elogios: él es de nuestra naturaleza; su carne es nuestra carne; ha cargado sobre sí nuestros delitos; nos conoce por dentro; ha vencido desde dentro al enemigo que nos acechaba y ahora nos ofrece no sólo su ejemplo sino su preciosa gracia, sin la cual es imposible vencer.

1.3 Es sumamente valiosa por esto la síntesis que nos ofrece este capítulo tercero de la primera carta de Juan: "éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros" (1 Jn 3,23). Esta es la vida cristiana: creer y amar.

1.4 ¿En dónde se encuentran el creer y el amar? En la carne de Jesucristo. Creemos que su misterio no es una fábula, porque sucedió en una carne y en una historia como nuestra carne y como nuestra historia. Amamos, porque nuestra existencia en una carne como la suya sólo puede ser espejo de la vida nueva que hemos recibido y que proviene de él, de su carne misma.

2. El ministerio del Bautista y el ministerio de Jesús
2.1 El texto del evangelio de hoy nos permite articular el ministerio de Juan Bautista y el de Jesús. Entre estos dos ministerios no hay solamente una secuencia de tiempo; hay algo mucho más profundo, y con la ayuda del Señor deseamos descubrirlo cuanto Dios nos lo conceda.

2.2 Jesús inicia su predicación después del arresto de Juan. No es sólo un orden temporal de hechos; estamos ante una lectura de los signos de los tiempos realizada por Jesús, después de superar las tentaciones del desierto, luego de haber sido bautizado por el mismo Juan.

2.3 Jesús deja Nazaret, y con ella, a María, su Madre. Desde este momento su morada será cada vez más incierta hasta el día en que tenga que decir que no tiene dónde reclinar su cabeza (Mt 8,20). Por ahora, su primera escala es la ciudad costera de Cafarnaúm, en donde habrá de realizar un magnífico ministerio pero con frutos escasos para sus ojos ávidos de más amor y obediencia a Dios Padre (cf. Mt 11,23). Después dejará Galilea del todo para emprender la peregrinación final hacia Jerusalén (Lc 9,51). Y por último lo dejará todo para subir a la Cruz.

2.4 Jesús deja su casa materna. El Génesis enseñaba: "el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne". Cuando Jesús deja su casa en Nazaret, parte para sus bodas. Sale a buscar a su Novia, a sanar a su Esposa, embellecer a su Preferida. Sale Jesús, como verdadero Novio (cf. Mt 9,15; 25,1), según dijo el mismo Bautista (Jn 3,29), y va tras aquella Iglesia, su Amada, con quien un día celebrará bodas (Ap 19,7). ¡Dichosos los invitados a ese banquete, preparado con tantas renuncias y tantísimo amor, cuyo preludio es la Santísima Eucaristía!


2-20.

Una de las ideas centrales que recorren el Nuevo Testamento, principalmente de los evangelios, es la de la conversión. Los evangelios sinópticos inician prácticamente con esta invitación hecha, sea por el mismo Jesús o por san Juan Bautista. Es importante entender que la conversión no es algo que sucede en nuestras vidas de una vez por todas, sino que es un proceso que se inicia cuando nos adherimos a la enseñanza del Evangelio y decidimos comenzar a vivir de acuerdo con éste. Este proceso de conversión durará toda la vida y nos llevará a experimentar la plenitud del amor de Dios. Por ello esta invitación a convertirnos es siempre válida y actual. No importa en qué estado de conversión estés… siempre podremos responder con mayor generosidad a Dios. Hoy en particular, ¿cómo podrías dar una respuesta más generosa al Señor?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


2-21. Jesús predica en Galilea

Fuente: Catholic.net
Autor: P Juan Pablo Menéndez

Reflexión

Todos somos testigos de la gran luz que nos ha iluminado. Cristo niño se ha hecho hombre por amor a nosotros para convertirse en la luz que guiará nuestros pasos.

Se dice que cuando la noche es más oscura es cuando más brillan las estrellas. Podríamos decir también que cuando más oscuro es nuestro peregrinar por este mundo es cuando más brilla la luz de Cristo en nuestros corazones. Cuando más solos nos sentimos es cuando Cristo está más cerca de nosotros. Porque como dice el profeta Isaías: “este mundo camina en tinieblas pero ya ha visto una gran luz que viene a salvarle”. No permitamos que la ceguera de nuestro egoísmo entenebrezca la luz de Cristo en nuestros corazones. Tengamos bien abiertos los ojos de la fe en Dios para caminar por la senda del verdadero amor y de la verdadera esperanza.

Sabemos por el evangelio de hoy que el Reino de los cielos ha llegado, pero ¿cómo le hemos recibido? ¿Nos hemos dado cuenta de su llegada? O por el contrario, ¿hemos permitido que otras luces que no es la de Cristo guíen nuestra vida? No gastemos nuestro fuego en otros infiernillos. Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo llenará las ansias de felicidad que buscamos.


2-22.

 Comentario: Rev. D. Jordi Castellet i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà-Barcelona, España)

«El Reino de los cielos está cerca»

Hoy, por así decirlo, recomenzamos. «El pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz» (Mt 4,16), nos dice el profeta Isaías, citado en este Evangelio de hoy, y que nos remite al que escuchábamos en Nochebuena. Volvemos a comenzar, tenemos una nueva oportunidad. El tiempo es nuevo, la ocasión lo merece, dejemos —humildemente— que el Padre actúe en nuestra vida.

Hoy comienza el tiempo en que Dios nos da una vez más su tiempo para que lo santifiquemos, para que estemos cerca de Él y hagamos de nuestra vida un servicio de cara a los otros. La Navidad se acaba, lo hará el próximo domingo —si Dios quiere— con la fiesta del Bautismo del Señor, y con ella se da el pistoletazo de salida para el nuevo año, para el tiempo ordinario —tal y como decimos en la liturgia cristiana— para vivir in extenso el misterio de la Navidad. La Encarnación del Verbo nos ha visitado en estos días y ha sembrado en nuestros corazones, de manera infalible, su Gracia salvadora que nos encamina, nuevamente, hacia el Reino del Cielo, el Reino de Dios que Cristo vino a inaugurar entre nosotros, gracias a su acción y compromiso en el seno de nuestra humanidad.

Por esto, nos dice san León Magno que «la providencia y misericordia de Dios, que ya tenía pensado ayudar —en los tiempos recientes— al mundo que se hundía, determinó la salvación de todos los pueblos por medio de Cristo».

Ahora es el tiempo favorable. No pensemos que Dios actuaba más antes que ahora, que era más fácil creer cerca de Jesús —físicamente, quiero decir— que ahora que no le vemos tal como es. Los sacramentos de la Iglesia y la oración comunitaria nos otorgan el perdón y la paz y la oportunidad de participar, nuevamente, en la obra de Dios en el mundo, a través de nuestro trabajo, estudio, familia, amigos, diversión o convivencia con los hermanos. ¡Que el Señor, fuente de todo don y de todo bien, nos lo haga posible!