SÁBADO DE LA QUINTA SEMANA DE CUARESMA

 

Libro de Ezequiel 37,21-28.

Entonces les dirás: Así habla el Señor: Yo voy a tomar a los israelitas de entre las naciones adonde habían ido; los reuniré de todas partes y los llevaré a su propio suelo. Haré de ellos una sola nación en la tierra, en las montañas de Israel, y todos tendrán un solo rey: ya no formarán dos naciones ni estarán más divididos en dos reinos. Ya no volverán a contaminarse con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeldías. Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios. Mi servidor David reinará sobre ellos y todos ellos tendrán un solo pastor. Observarán mis leyes, cumplirán mis preceptos y los pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que di a mi servidor Jacob, donde habitaron sus padres. Allí habitarán para siempre, ellos, sus hijos y sus nietos; y mi servidor David será su príncipe eternamente. Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi Santuario en medio de ellos para siempre. Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifico a Israel.

Jeremías 31,10-13.

¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor, anúncienla en las costas más lejanas! Digan: "El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo cuidará como un pastor a su rebaño".
Porque el Señor ha rescatado a Jacob, lo redimió de una mano más fuerte que él.
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor, hacia el trigo, el vino nuevo y el aceite, hacia las crías de ovejas y de vacas. Sus almas serán como un jardín bien regado y no volverán a desfallecer.
Entonces la joven danzará alegremente, los jóvenes y los viejos se regocijarán; yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los consolaré de su aflicción.


Evangelio según San Juan 11,45-57.

Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación". Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?". No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?". Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

LECTURAS 

1ª: Ez 37, 21-28 

2ª: Jn 11, 45-46 


1.

En la primera lectura el profeta anuncia la restauración mesiánica de Israel después de los sufrimientos del Exilio. Es la continuidad de la promesa hecha a los patriarcas, A Moisés, a David. Dios establecerá una Alianza nueva y definitiva de paz y de bienestar con su pueblo.

MISA DOMINICAL 1990/07


2.

En el evangelio de hoy, Jesús es presentado como el que da su vida «para reunir en la unidad a los hijos de Dios dispersos».

El profeta había ya desarrollado ese tema de la «reunión de los dispersados», cuando el exilio en Babilonia.

Palabra del Señor: recogeré los hijos de Israel de entre las naciones a las que marcharon... Los congregaré de todas partes.

Los hombres aspiran a la unidad. Estar juntos. Estar de acuerdo. Amar y ser amado. Sin embargo, la humanidad siempre ha sido desgarrada, y los conflictos de hoy son, sin duda, más profundos que nunca. Pero la aspiración subsiste como un anhelo de felicidad.

¿Cuál es el hombre que no prefiere la "caricia" al «puñetazo»? ¿Cuál es el niño que no prefiere la paz familiar a la discordia entre sus padres? ¿Cuál es la empresa en la que los trabajadores no preferirían la concordia y solidaridad a la atmósfera de suspicacia y de dominio? Cooperación y diálogo, en vez de rivalidad y blocaje.

Dios se presenta como «el que procura la unión». «Voy a congregarlos...» El mismo es, en sí mismo, un misterio de unidad: Tres constituidos en uno. Dios hizo la humanidad, cada hombre, a su imagen.

Evoco en mi memoria los esfuerzos de los hombres para vivir más solidarios unos de los otros, para ayudarse mutuamente, para dialogar. Dios está obrando en ello...

Evoco también las situaciones contrarias: racismos, separatismos, conflictos, silencios, no querer dar el primer paso, espíritu partidista, orgullo... Perdón, Señor.

-No volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos.

Piensa el profeta en una situación histórica muy precisa: el cisma entre el Reino de Judá al sur y el Reino de Israel, al norte. Pero tal situación es símbolo de todas las rupturas entre hermanos, entre esposos, entre naciones, entre grupos sociales, entre Iglesias.

Hijos del mismo Padre, amados del mismo Dios. Toda ruptura entre hermanos comienza por desgarrar el corazón de Dios. Toda división entre hombres, hechos para entenderse, comienza por ser contraria al proyecto de Dios. Y, para la Iglesia, es un escándalo: "¡que todos sean uno para que el mundo crea!" «os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros.»

«Felices los constructores de paz, serán llamados hijos de Dios.»

¿Qué llamada es oída más intensamente por mí a través de esas Palabras de Dios? ¿En qué punto de la humanidad he de ser «constructor de unidad», lazo de unión, elemento de diálogo?

-Yo seré su Dios... y ellos serán mi pueblo... Y las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifica a Israel.

La reputación de Dios está comprometida con el testimonio de unidad que da, o que no da, una «comunidad cristiana». La desunión de los cristianos, el rechazo del diálogo y de la búsqueda en común... impiden reconocer a Dios. Las «naciones no sabrán que El es el Señor» si no se hace ese esfuerzo de unidad.

(·QUESSON-1/3.Pág. 160 s.)

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3. /Ez/37/15-28

La división del pueblo elegido en dos reinos (Israel y Judá) a la muerte de Salomón, con sus secuelas de enemistades y de odios entre los dos pueblos hermanos, era un hecho que había preocupado a muchos israelitas, y la unión de los dos reinos era también tema de muchos oráculos mesiánicos. La restauración y resurrección (lectura de ayer) no se podrá conseguir sin la reunificación del país.

La lectura de hoy nos presenta una acción simbólica, con su interpretación correspondiente, que termina con unas promesas mesiánicas. La acción es sencilla: Ezequiel toma dos varas. Una lleva el nombre de Judá (es decir, el Reino del Sur); la otra, el de «José, el tronco de Efraín» (es decir, el Reino del Norte:

Efraín, hijo de José, es la tribu más importante del Reino del Norte; cf. Gn 48). En la mano de Ezequiel están las dos unidas, de forma que parecen una sola vara: se significa así la unidad de los dos reinos, insistentemente manifestada con la expresión «uno solo», «uno solo».

Pero los dos reinos están ahora en el exilio: hacia el año 721 cae Samaría (capital del Reino del Norte), y hacia el 587 Jerusalén (capital del Reino del Sur), y sus habitantes son llevados al exilio. Por eso, como primer paso, es preciso que todos los desterrados vuelvan a la patria, a una patria que será común gobernada por un solo rey: un rey davídico, dado que la unidad primera -la constitución de las doce tribus en un solo pueblo- fue obra de David.

Reunidos ambos reinos comenzará la alianza nueva, la vida nueva cimentada en el cumplimiento de las leyes de Yahvé, sobre todo en su recto conocimiento y culto (v 23). Así volverán a habitar una misma tierra, bajo un mismo rey y en la presencia constante de un mismo Dios.

En otras palabras: "Yahvé será su Dios y ellos serán su pueblo", que es la alianza definitiva y eterna que se hará realidad en la persona de Cristo (Lc 22,20). Esta es la meta del camino de la renovación y de la restauración.

La Iglesia vive en estos tiempos de la nueva alianza, unos tiempos que han de estar marcados por la unidad y no por la división y el odio, una unidad que se alcanza por una fidelidad cada vez más completa a las enseñanzas del Señor, una unidad que sobrepasa el legítimo pluralismo que puede haber en todos los campos. Recordemos la intensa plegaria de Jesús por la unidad (Jn 17,20ss), y recordemos también que «él es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno» (Ef 2,14). Pues «ya no hay judío ni griego, ya no hay esclavo ni libre, ya no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3,28).

J. PEDROS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 821 s.


4.

En una sesión del sanedrín, se decide la muerte de Jesús. San Juan extrae su vocabulario de los salmos de los pobres y de los justos perseguidos, y da a la declaración de Caifás una dimensión que no poseía, descubriendo en ella el anuncio de la eficacia universal del sacrificio de Cristo. Esta escena evangélica nos pone en disposición de iniciar el camino de la Semana Santa.

MISA DOMINICAL 1990/07


5. FE/PASOS/MISTERIO

Su respuesta aparece como la de un típico político realista: es preferible que muera un solo hombre por todo el pueblo que no la ruina de todo el pueblo. En una situación tan precaria como la que viven, conviene sacrificar a un hombre tan peligroso, ofrecérselo como carnaza a los romanos, a fin de mantener al menos la paz pública. En todo caso es mejor que una carnicería llevada a cabo por los romanos. Debemos reconocer que Caifás es un hombre de una mentalidad realista. Y además tanto las grandes familias sacerdotales como los romanos, tenían intereses comunes en el mantenimiento de "la paz y el orden", lo cual contribuía al mantenimiento de las respectivas posiciones de poder.

El evangelista aporta una observación interesante, cuando dice que Caifás no dio tal consejo por su "propio impulso sino que por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos".

Para el Sumo Sacerdote, desde luego, permaneció oculto el verdadero sentido de las palabras que pronunciaba. El pensaba que con su consejo salvaría la existencia de su pueblo, cuando, en realidad, al proclamar el principio de que un solo hombre debía morir por el pueblo, estaba anunciando proféticamente, sin saberlo ni quererlo, el sentido y el fin propio de la muerte de Jesús; salvar al pueblo de la perdición eterna y reunir a los hijos de Dios dispersos por el mundo, o sea, a los gentiles, para formar una sola Iglesia, un solo rebaño bajo un solo pastor.

Si volvemos a meditar todos los textos que la Iglesia nos ha ido presentando a lo largo de la cuaresma, nos daremos cuenta del progresivo acercamiento que ha intentado realizar en nuestros corazones, no sólo al Padre, sino a la adorable persona de Jesús.

Tras las primeras semanas, consagradas a motivaciones variadas y profundas sobre el pecado y la conversión, hemos ido entrando en temas más cercanos y entrañables que nos aproximaban a Jesús y nos invitaban a seguirle.

Estamos hoy ante la última lectura de Cuaresma. Tenemos delante un texto duro, terrible, comprometedor. Ante unos mismos hechos, interpretados de la misma manera, vistos por unos y otros sin posibilidad de engaño ni trampa, unos judíos creen en Jesús y otros deciden darle muerte.

"Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Y aquel día decidieron darle muerte".

El texto nos enfrenta, una vez más, con el más terrible y acuciante de los problemas vitales de que uno puede ser testigo desde su experiencia religiosa. ¿A qué se debe este misterio de la fe que yo abrigo en mi corazón? ¿Qué ha hecho o ha dejado de hacer mi vecino para no creer? ¿Qué es Cristo para mí? ¿Por qué creo en él? ¿Y por qué no cree ése? ¿Qué es Cristo para él? Vamos a comenzar la Semana Santa con esta angustiosa preocupación. Miles y miles de hombres y de mujeres asistirán a conmemoraciones masivas y solemnes, unos creerán y se volverán al Señor. Muchos otros quedarán fríos e insensibles.

En realidad, tenemos que reflexionar y madurar los caminos de la fe. La fe viene de la palabra, de lo que se oye en la predicación, de lo que se aprende de los hermanos creyentes. La fe cristiana no es una invención propia. Nadie la puede lograr por un mero reflexionar sobre la naturaleza o sobre el hombre. Para creer es preciso oír lo que no se ha visto. Para creer hay que oír lo que Cristo nos ha comunicado del Padre. La voz que nos da a conocer a Cristo es la Iglesia, es decir, el conjunto de hombres y mujeres que creen en él, que están en el área de su luz y de su vida.

Esto es así. Esto, dicho así, parece fácil y asequible. Pero todo hombre tiene que franquear puertas difíciles para llegar a la fe, tiene que salir de sí mismo, que es la sala de estar más agradable que podemos encontrar.

Los obstáculos son variados e irrepetibles en cada uno de nosotros. Lo cierto es, sin embargo, que existen a nuestro lado hombres y mujeres que creen en Jesús. Es posible, por lo mismo, que yo también crea.

El primer paso a dar hacia el encuentro del Señor es esa voluntad de salir de sí mismo e ir a buscar en los hermanos la verdad que les salva y les lleva al Señor. Hay una brújula externa que nos guía hacia él: el conocimiento profundo de la palabra de Dios comentada en la Iglesia. Hay otra brújula interior que nos indica el camino verdadero: el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, que se nos regala gratuitamente si lo pedimos con insistencia.


6.

Puesto que Dios nos ha amado hasta entregarnos a su Hijo...

-Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos convocaron consejo contra Jesús

El gran Sanedrín convoca consejo. La decisión se va precisando. Vamos a ver el desarrollo de la reunión y de sus deliberaciones.

-¿Qué hacemos? Si le dejamos así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación...

Es por una razón seria que te condenan: por razón religiosa y por razón de Estado.

¡Hay intereses graves en todo este juego! Mas también reconocen la gran atracción que

Tú provocas: "todos creerán en El."

-Caifás, sumo sacerdote, dijo: "Conviene que muera un solo hombre por todo el pueblo...

A fin de evitar que perezca toda la nación.

Sorprendente sustitución: Tú solo, en el lugar de todos.

Por su parte es un horrible cálculo interesado, para salir ellos ilesos del asunto. Pero no creían haber estado tan acertados. Porque ¡ésta es la verdad!

-No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel ano, profetizó...

Caifás imaginaba haber acertado a decir una palabra inteligente humanamente. De hecho, sin él saberlo, cumplía así el plan de Dios.

Me pasa a menudo no ver muy claro en mi propia vida.

Hazme, Señor, un instrumento d tus proyectos, aunque yo no lo vea.

-Jesús había de morir por la nación, y no sólo por la nación, sino para reunirse en la unidad todos los hijos de Dios que están dispersos.

Ayúdame, Señor, a meditar detenidamente esta palabra.

Según san Juan, este es el secreto de tu muerte. Por ello has ofrecido tu vida. Es una de tus intenciones más profundas.

He ahí el fin, el objetivo que Tú buscabas: "reunir todos los hombres en la unidad".

Hacer que se amen los hombres divididos entre sí. Acercar a los antagonistas, no solamente a los de tu raza, sino hasta todos los extremos de la tierra. "Porque todos son hijos del mismo Padre." No es una visión política, ni simplemente humana la que te guía. Es algo mucho más profundo que cualquier humanitarismo o solidaridad natural. Es también el secreto de cada una de las misas.

"He aquí mi Cuerpo entregado. He aquí mi Sangre derramada". Jesús se da para enrolar en su movimiento de amor a toda la humanidad. "Humildemente, te suplicamos, que participando al Cuerpo y a la Sangre de Cristo, seamos reunidos en un solo cuerpo".

La fraternidad universal de la familia humana -familia de Dios- es un don del Padre, que la sangre de Jesús nos ha merecido. La humanidad desgarrada de hoy tiene siempre la misma necesidad de sacrificio. Racismos. Oposiciones. Luchas y violencia. La humanidad es un gran cuerpo descuartizado. Cristo ha dado su vida para que, en El, la humanidad llegue a ser un Cuerpo único.

¿Y yo? ¿Trabajo en esa gran obra de Dios?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 164 s.


7.

1. Dentro de una semana estaremos ya en el corazón de la Pascua: estaremos meditando junto al sepulcro de Jesús.

Pero el sepulcro no es la última palabra. Hoy el profeta nos pregona el programa de Dios, que es todo salvación y alegría:

- Dios quiere restaurar a su pueblo haciéndole volver del destierro,

- quiere unificar a los dos pueblos (Norte y Sur, Israel y Judá) en uno solo: como cuando reinaban David y Salomón,

- lo purificará y le perdonará sus faltas,

- les enviará un pastor único, un buen pastor, para que los conduzca por los caminos que Dios quiere,

- les hará vivir en la tierra prometida,

- sellará de nuevo con ellos su alianza de paz

- y pondrá su morada en medio de ellos.

¿Cabe un proyecto mejor?

Es también lo que dice Jeremías, haciendo eco a Ezequiel, en el pasaje que nos sirve de canto de meditación: «el Señor nos guardará como pastor a su rebaño... el que dispersó a Israel lo reunirá... convertiré su tristeza en gozo».

2. El desenlace del drama ya se acerca. Se ha reunido el Sanedrín. Asustados por el eco que ha tenido la resurrección de Lázaro, deliberan sobre lo que han de hacer para deshacerse de Jesús.

Caifás acierta sin saberlo con el sentido que va a tener la muerte de Jesús: «iba a morir, no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios dispersos». Así se cumplía plenamente lo que anunciaban los profetas sobre la reunificación de los pueblos. La Pascua de Cristo va a ser salvadora para toda la humanidad.

3. La lectura del profeta parece más un pregón de fiesta que una página propia de la Cuaresma. Y es que la Pascua, aunque es seria, porque pasa por la muerte, es un anuncio de vida: para Jesús hace dos mil años y para la Iglesia y para cada uno de nosotros ahora. Dios nos tiene destinados a la vida y a la fiesta

Los que no sólo oímos a Ezequiel o Jeremías, sino que conocemos ya a Cristo Jesús, tenemos todavía más razones para mirar con optimismo esta primavera de la Pascua que Dios nos concede.

Porque es más importante lo que él quiere hacer que lo que nosotros hayamos podido realizar a lo largo de la Cuaresma. La Pascua de Jesús tiene una finalidad: Dios quiere, también este año, restañar nuestras heridas, desterrar nuestras tristezas y depresiones, perdonar nuestras faltas, corregir nuestras divisiones.

¿Estamos dispuestos a una Pascua así'? En nuestra vida personal y en la comunitaria, ¿nos damos cuenta de que es Dios quien quiere «celebrar» una Pascua plena en nosotros, poniendo en marcha de nuevo su energía salvadora, por la que resucitó a Jesús del sepulcro y nos quiere resucitar a nosotros? ¿se notará que le hemos dejado restañar heridas y unificar a los separados y perdonar a los arrepentidos y llenar de vida lo que estaba árido y raquítico?

«Tú concedes a tu pueblo, en los días de Cuaresma, gracias más abundantes» (oración)

«Caminarán según mis mandatos, haré con ellos una alianza de paz, con ellos moraré, yo seré su Dios» (1ª lectura)

«Convertiré su tristeza en gozo; los alegraré y aliviaré sus penas» (salmo) «Jesús iba a morir para reunir a los hijos de Dios dispersos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 107-109


8.

Primera lectura : Ezequiel 37, 21-28 Los haré un solo pueblo en su tierra, en las serranías de Israel

Salmo responsorial : Jeremías 31, 10.11-12ab.13 El Señor nos guardará como pastor a su rebaño

Evangelio : Juan 11, 45-56 Este hombre hace muchos milagros

Los fariseos y los Sumos Sacerdotes estaban preocupados porque Jesús atraía cada vez más seguidores. Temían que, de continuar así, todos creyeran en él y se pusiera en peligro la nación. Por eso llegaron a la conclusión de que era necesario matar a Jesús. Era preferible que muriera uno sólo, a que peligrara la nación entera. El evangelio de Juan, con estos planteamientos, nos coloca en el punto central de la vida de Jesús: el significado comunitario de su muerte y la razón de la misma. Juan llega a la convicción de que la doctrina de Jesús era una amenaza para el sistema social instaurado en Palestina por judíos y romanos. Creer en Jesús significaba dejar de creer en el proyecto social dominante. Y si esto sucedía, el Imperio actuaría con todo su poder.

Esto nos lleva a sacar conclusiones como éstas: la muerte de Jesús fue planeada por los que detentaban el poder; no fue algo accidental, ni algo que hubiera sido querido directamente por Dios. La muerte de Jesús fue el fruto de la libertad de unos líderes que decidieron acabar con la vida de una persona que ponía en peligro sus planes, porque movía las conciencias dándoles contenido crítico y porque sus actos cuestionaban unas estructuras diseñadas para que unos cuantos vivieran bien, a costa del trabajo de muchos. Ante el peligro que corrían si el pueblo se organizaba entorno a las ideas de Jesús, una vida no tenía valor para ellos.

Jesús, según los planes de los líderes, tenía que desaparecer. Sin embargo, su muerte y la causa de la misma, dejaría huellas imborrables en las conciencias de los seres humanos.

Su muerte era sólo el principio de un proceso que duraría por todos los siglos. Los que compartieron con él pusieron en marcha este proceso. Las ideas de Jesús, que han llegado hasta nosotros, están vivas. Todos los días nos interrogan y, por lo mismo, tienen la capacidad de transformarnos, de rendirnos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


9.

Ultimo día de la cuaresma; ya mañana tenemos otro tiempo, otra experiencia, tenemos el desenlace de lo que suceda hoy. Es también la penúltima cuaresma del siglo XX; el siglo XXI será lo que hicimos en este siglo XX.

Al iniciar el relato evangélico de hoy tenemos la propuesta de final que harán los grandes de la nación judía: dicen que definitivamente es mejor que muera uno por el bien del pueblo. Es más fácil hacer ese tipo de elucubración que ponerse en camino de conversión y de cambio; es más fácil contraponer la palabra del hombre a la Palabra de Dios, al fin y al cabo, esa Palabra de Dios no es la palabra del Sumo Sacerdote.

Jesús se vuelve un hombre escondido por un tiempo, la Palabra de Dios se oculta y se queda con algunos pocos en la región de Efraín, allá junto al desierto (recordemos que la cuaresma empezó en desierto, y este dato no es gratuito, en Juan es todo un signo) y se queda con sus discípulos. Al iniciar estaba solo, ahora está acompañado, esto también en Juan debe ser un signo.

La pregunta de todos es saber si Jesús viene o no viene a la celebración de la Pascua. Si asiste o no la cita crucial y definitiva. Claro que acude y enfrenta allí las consecuencias de ello, de asistir a la Pascua, de vivir como vivió, de haber dicho lo que dijo, de haber sido lo que fue.

Queda pendiente sobre Jesús una condena, una acusación, una traición. Queda Jesús con una vida, con una misión cumplida, una comunidad de hermanos.

Quedamos nosotros en esta cuaresma, con un trabajo, una misión, una comunidad. El compromiso se hará realidad en la vida, el sitio y el trabajo que nos corresponde en la historia, ésa que se repite pero que progresa, esa misma cuaresma de hace años, que vivimos hoy pero que deja unas tareas diferentes a las de ayer.

Esta cuaresma debió dejarnos convertidos, transformados, o al menos con ganas de escuchar la Palabra de Dios y actuar en consecuencia, como Jesús.

Acabamos de iniciar la penúltima semana santa del siglo. Y aunque sigue el dolor, ya podemos entrever la felicidad de la Pascua...

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


10. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Asistimos en estos días a un drama. Está tramándose la pasión y muerte de Nuestro Señor. En lenguaje histórico, es la lucha a muerte de los judíos contra Jesús. En lenguaje simbólico, es la guerra de las tinieblas contra la luz.

Jesús no es solo una figura humana que destella divinidad y humanidad. Jesús concentra contra sí una gran animosidad. Es la resistencia misma contra el ser de Dios. En lo más profundo del corazón del hombre dormita, junto a la nostalgia de la fuente eterna, origen de todo lo creado, y que es la única que mantiene la plenitud absoluta, la rebelión contra el mismo Dios; o, lo que es lo mismo, el pecado que espera la ocasión propicia para actuar. Cualquier pretexto le sirve para ponerse a la obra: el que Jesús cure en sábado, el que coma con los pobres y calumniados, el que viva una vida suficientemente ascética, el que resucite a un muerto ... El verdadero motivo no es nunca el que se da a conocer, antes bien es el movimiento misterioso, incomprensible, que subleva el corazón del hombre caído contra el Dios tres veces santo.

Se percibe claramente lo que va a suceder. Se dice expresamente que es preciso que muera uno por la salvación del pueblo. Pero todavía no ha llegado la "hora" y el poder de las tinieblas.

En medio de este mundo malévolo aparece irresistible, egregia, la figura de Jesús ante la cual se estrella la violencia humana. Todas las maquinaciones humanas en contra de él no van a adelantar ni un segundo "su hora". Morirá cuando quiera. Este Cristo Jesús da qué pensar.

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández (cmfcscolmenar@ctv.es)


11. CLARETIANOS 2003

Pocos días hay una unidad temática tan estrecha entre la primera lectura, el salmo responsorial y el evangelio. Podríamos formularla así: en la muerte de Jesús se realiza el oráculo profético sobre la reunificación del pueblo. Veámoslo con detalle.

Ezequiel, el profeta del destierro, le anuncia al pueblo una promesa de Dios: Voy a recoger a los israelitas de las naciones a las que marcharon ... los haré un solo pueblo en su tierra.

El salmo responsorial toma un texto del capítulo 31 de Jeremías en el que se anuncia: El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño.

Finalmente, en el evangelio, Caifás habló proféticamente anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Podríamos decir que la liturgia de este último sábado del tiempo de Cuaresma nos ofrece una clave para interpretar la muerte de Jesús en perspectiva de globalización. Su muerte va a restañar las heridas, va a llevar a cabo el sueño que él mismo había presentado al Padre: Que todos sean uno.

La humanidad está viviendo en las últimas semanas una fuerte tensión. El conflicto de Irak ha sido el detonante de la división que caracteriza a nuestro mundo: Norte-Sur, mundo musulmán-civilización “occidental”, aliados de Washington-países no alineados, etc. El germen de la división fructifica en muchos campos.

Por desgracia, nuestra Iglesia no siempre se entrega plenamente al servicio de la unidad de la familia humana. A pesar de que esta misión pertenece a su esencia católica, a lo largo de la historia, y también en el presente, la Iglesia se siente más segura en actitudes provincianas. Sigue activa esa atávica tríada “tierra-patria-religión” que tantos disgustos nos da. ¿No estamos llamados a una visión de onda larga? ¿No pertenece a la vocación cristiana luchar, como Jesús, para reunir a los hijos de Dios dispersos? Aquí no se habla de ningún proyecto megalómano que elimine las diferencias, sino de algo más sencillo: contribuir a que la comunión de la familia humana, el sueño de Dios, se haga realidad, hacer que muerte de Jesús no sea inútil.

Es probable que algunos de los que os asomáis regularmente a la ventana de Ciudad Redonda paséis esta Semana Santa fuera de vuestros hogares, algunos, incluso, en misión pastoral. Que el Señor os acompañe y os haga portadores de su paz, que podáis ver en todo hombre o mujer a un hermano que Él os regala.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


12. 2002

COMENTARIO 1

Tras la reanimación del cadáver de Lázaro, muchos de los judíos dieron "su adhesión a Jesús" (v. 45).; la comunidad, mientras tenía miedo a la muerte, ni interpelaba ni se veía diferencia alguna entre los judíos y los discípulos de Jesús. Ahora, la comunidad es un testimo­nio del amor de Dios que libra al hombre del temor más profundo, raíz de todas las esclavitudes. En cambio, los incondicionales del orden in­justo (v. 46) dan la noticia de la resurrección de Lázaro a los fariseos, que controlan la situación (9,13). Que el hombre tenga vida y sea libre es para ellos motivo de inquietud.

Por eso, los sumos sacerdotes y los fariseos se reúnen para deliberar sobre su modo de proceder: "¿Qué hacemos?, porque ese hombre realiza muchas señales. Si lo dejamos seguir así, todos van a darle su ad­hesión y vendrán los romanos y quitarán de en medio nuestro lugar sagrado e incluso nuestra nación" (vv. 47-48).

Jesús realizaba "muchas señales", esto es, hechos que apuntan a una realidad superior, que ellos se niegan a reconocer; son señales liberadoras y ellos, los opresores, las ven como un peligro para su hegemonía (v. 48). Que los hombres pierdan el miedo a la muerte alarma al sistema de poder. Sus adversarios buscan en el terreno político (los romanos) un motivo que justifique su oposición a Jesús: un alboroto mesiánico habría provocado la intervención romana. No se preguntan si Jesús es verdaderamente el Mesías; Dios no entra en sus cálculos.

Caifás (v 49), el que actúa como jefe del pueblo, ejerce su función, proponiendo una salida: sacrificar a un hombre en beneficio del pueblo. Habla con rudeza, sin respeto al Consejo (no tenéis idea), pero apela al interés corporativo (os conviene) (v. 50).

En Israel, el sumo sacerdote había sido instituido para ser interme­diario entre Dios y el pueblo y, como tal, Dios habla ahora por su medio anunciando que "Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios dispersos" (vv. 51-52). Este es el designio de Dios. Los sacerdotes usan la injusticia para defender el templo y la nación; quieren derramar sangre inocente. Queda sellado de este modo el rechazo de Jesús: "los suyos no lo acogieron" (1,11). Las palabras de Caifás son profecía: "el pueblo" a que él se ha referido abarcará hombres de otras razas y pue­blos. Su distintivo no será la consanguinidad con Abrahán (8,33.37.39), sino la consanguinidad con Dios (los hijos de Dios), por haber nacido de él (1,13) mediante el Espíritu (3,6).

Reunir en uno, «lo uno», «la unidad» son la expresión de Juan para designar el reino de Dios. La muerte de Jesús por el pueblo universal será la del pastor que da la vida para defender a sus ovejas, para darles vida (10,10).

El discurso de Caifás tiene éxito (53) y la sentencia es unánime: "así aquel día acordaron matarlo" (v. 53). Tienen por pa­dre al Enemigo, homicida desde el principio (8,44).

Y ante el rechazo definitivo de la institución judía, Jesús va a Efraín, otro nombre de Samaria, el pueblo que lo recibió (4,30.39), y primicia de los pueblos que lo aceptarán. Es fuera del mundo judío donde Jesús tendrá su ciudad. Donde está él, se asienta su comunidad.

Por tercera vez se nombra ahora la pascua de los judíos (vv.55-57). Recogiendo las dos anteriores, la Pascua y el tem­plo antiguos van a quedar definitivamente sustituidos por la nueva Pas­cua y el nuevo santuario (2,19), de donde brotará el agua del Espíritu (7,39; 19,34). La gente sube a purificarse, (2 Cr 30,15-2,9); gracias a la muerte de Jesús va a existir la posibilidad de verdadera purificación (Zac 13,1; 14,8). Pero Jesús no irá a esta fiesta, que, según la narración evangélica, nunca será celebrada. El va a celebrar su propia Pascua. Mientras tanto, "los sumos sacerdotes y los fariseos tenían dada la orden de que si alguien se enteraba de dónde estaba, que avisara, para prenderlo (v. 57).


COMENTARIO 2

Los capítulo 11 y 12 de Juan preparan la hora de la muerte de Jesús. El último milagro, la resurrección de Lázaro (11, 1-44), será el motivo final para que el sanedrín decida la muerte de Jesús. Frente al Jesús dador de vida se presentan dos opciones: "creer por lo que ha hecho", o también, "contarle a los fariseos lo que había hecho". La misma opción sigue planteada para el mundo de hoy: creer en el Dios de la vida y en la vida del pueblo, o huir del conflicto adhiriéndonos a proyectos que dan seguridad y "pagan bien" a costa de la muerte. Los dueños de los proyecto del mal saben bien que hay que callar, a cualquier precio, las experiencias que despiertan la conciencia liberadora de un pueblo. Saben que a ese tipo de cosas no se les puede dar ventaja. De las palabras de Caifás Juan hace una profecía que convierte la muerte de Jesús en una acción salvífica para todos los pueblos de la tierra. A partir de Jesús todos los que dan la vida por los demás, se convertirán en semillas de nueva vida para el pueblo. Con este Evangelio, también la profecía mesiánica de Ezequiel adquiere características propias en Jesús. Ciertamente estamos ante un Pastor único, de la dinastía de David, pero que no es David. De un solo reino, pero no monárquico, sino comunitario; y, además, eclesial, en el sentido de asamblea que se reúne, ora y trabaja en la construcción de un Reino que es vida, justicia y paz. De un Dios con todos nosotros, en todas partes y en todo momento.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


13. 2002

¿Previó Jesús su muerte? ¿Qué sentido le dio? Él sabía a qué riesgos se exponía al asumir su tarea y estaba dispuesto a afrontarlos, por graves que fue­ran, en obediencia a Aquel de quien se consideraba enviado. Cuando habló de estas cosas con sus discípulos les enseñó que uno debe estar dispuesto a todo, hasta a morir dolorosa y violentamente, con tal de anunciar la buena noticia del amor de Dios a todos los humanos, especialmente a los pobres, a las víctimas de la injusticia de la historia.

¿Quién fue responsable de la muerte de Jesús? Las respuestas han sido muchas. Desde Dios mismo hasta el propio Jesús, pasando por los judíos en su totalidad, los romanos, hasta por sus discípulos y ter­minando por implicarnos a todos.

Nuevamente tenemos que volver a los evangelios. Para encontrar no una sino varias respuestas desde diversos puntos de vista. Históricamente, la responsa­bilidad parece recaer sobre las supremas autoridades religiosas de los judíos. Al representante del poder romano de ocupación, a Poncio Pilato, también cabe responsabilidad, pues terminó por ratificar una con­dena a muerte completamente injusta.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


14. DOMINICOS 2003

CRISTO,  MISTERIO DE LUZ                     

Cerramos la semana, y el calendario litúrgico nos alerta: mañana es Domingo de Ramos o de las Palmas o de la Entrada de Jesús en Jerusalén.

Comienzan los días más grandes de nuestra historia de salvación:

Jesús sube a Jerusalén y acepta el reto de proclamar el Reino, mientras sus adversarios traman su condena.

En nuestra vida de fe, tres palabras o frases lapidarias de la liturgia llaman la atención e iluminan nuestra mente.

Una la pronuncia Caifás, sumo sacerdote, con cierto desprecio para los demás : No comprendéis nada. Conviene que uno muera por el pueblo. Su nombre es Jesús.

La segunda la pronuncia Ezequiel en nombre de Yhavé: Haré de todos un solo pueblo en su tierra, dice el señor. Y al proclamarla, Jeremías veía entre nieblas al Mesías; pero no sabía que el Mesías sería Jesús.

La tercera es del evangelista Juan:  Jesús murió para reunir a los hijos de Dios dispersos, y esa frase contiene nuestra salvación universal por Cristo y en Cristo.

Releamos la palabra de Ezequiel:

Es como un grito de esperanza en medio de la prueba.

En el capítulo 37 de sus oráculos, escritos poco después de la destrucción de Jerusalén y del destierro, Ezequiel declara dos cosas: que las divisiones territoriales y los errores cometidos por políticos, administradores, sacerdotes y pueblo generaron la cruz del destierro para Israel; pero que ese triste acontecimiento no lleva consigo el fin del pueblo elegido, pues en lontananza se divisa el advenimiento de un Salvador.

Se trata de un Salvador que llegará a Israel con bandera de paz,

de reunificación, de reencuentro con su historia, y de esperanza.  

Por eso hay que  mantener el ánimo y vivir anticipadamente ese día venturoso.  

 

Releamos también la terrible frase del sumo sacerdote, Caifás:  

Es un grito desilusionante. Caifás, personaje experimentado en crisis y turbulencias de su pueblo, contempla la figura de Jesús, sus acciones y mensajes, y se atreve a proclamar:

vosotros no entendéis nada;

no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo,

 y que no perezca la nación entera. 

El que debía morir era Jesús de Nazaret, y, muerto Él, todo su movimiento quedaría destruido. ¡Qué error!  Se equivocaba.  Jesús vive.

ORACIÓN:

Señor Jesús, por boca del profeta Jeremías nos haces tomar conciencia de nuestros errores, pero nos animas a esperar sin desfallecimiento días de paz y felicidad. Te damos gracias, pues eres amor misericordioso.

Pero al escuchar la voz del sacerdote Caifás, presentándote como merecedor de la muerte, sus palabras son reflejo de nuestras infidelidades y de las traiciones que te llevaron al Calvario. Perdónanos, sin poner medida en tu generosidad. Queremos volver y vivir contigo. Acógenos. Amén.

PALABRAS DE ESPERANZA Y VIDA

Profeta Ezequiel 37, 21-28 :

“ Esto dice el Señor {por boca del profeta}:  voy a recoger a los israelitas de las naciones a las que marcharon desterrados; voy a congregarlos de todas partes; los voy a repatriar, y los haré un solo pueblo en su tierra...

No volverán ya a ser dos naciones ni volverán a desmembrarse en dos monarquías. No volverán a profanarse con sus abominables idolatrías y con sus crímenes; los libraré de los lugares donde pecaron; los purificaré. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios...”

Inagotable amor el de Dios. Ternura de padre y madre. Convocatoria a vivir bajo las alas de su  Providencia. El pueblo, nosotros, para Dios,y Dios preparando hogar.

Evangelio según san Juan 11, 45-56 :

“Un día, al ver lo que había hecho Jesús {resucitar a Lázaro}, muchos que habían acudido a casa de María, creyeron en él.  Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el  sanedrín y dijeron: ... Este hombre hace muchos milagros. Si le dejamos seguir, todos creerán en él y vendrán los romanos y nos destruirán... Entonces Caifás dijo: vosotros no entendéis ni palabra : ... conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación...”

¡Valiente reacción ante el milagro de Jesús!

¡Que muera el taumaturgo, el amigo, el benefactor! Necia sentencia.

 

MOMENTO DE REFLEXIÓN

1. Grande amor el de Dios, que no muere ni defrauda.

Ezequiel cumple su papel de profeta anunciando un cúmulo de cosas que interesan sobremanera a Israel, y que nos interesan también a nosotros:

- Las idolarías, crímenes, infidelidades de Israel son un hecho innegable. Y, a razón de esos errores, devisiones, pérdida de poder e infidelidades, han sobrevenido muchos males, por ejemplo, el destierro .

- Pero en el plan de Dios ese destierro no es el final del camino: Dios sigue siendo fiel, compasivo y misericordioso, y, tras la destrucción del templo, pueblo y comunidad, volverá a amanecer nuevamente la obra de su mano poderosa, es decir, el retorno, la unidad y la paz.

- Y efectuado el retorno e implantada la paz, la alianza de amor se restablecerá con caracteres indelebles. Ya no hará nuevos fracasos: Israel será pueblo de Dios, y Yahvé será su Dios.

¿Cumplió Israel, y cumplimos nosotros, ese buen deseo que el Espíritu suscitó y suscita?

2. Conviene que uno muera por todos.

Es proverbial en el Evangelio la sentencia del sumo sacerdote Caifás ante un pueblo revuelto y conmocionado por las obras de Jesús : vale más que muera uno, condenado por nosotros, que poner en peligro a la nación provocando a Roma.

¿Es que Jesús curando al paralítico o resucitando a Lázaro era un peligro nacional? ¿No era más bien peligrosa la actitud de incomprensión ante su Palabra y sus Gestos?

El evangelista Juan es quien nos pone en situación de comprender las palabras de Caifás a los suyos: Cuando dijo que convenía que Jesús muriera por todos, el Espíritu hablaba por medio de él sobre la redención del hombre por el Hijo de Dios  que se entregaba por nosotros... 

¡Gracias, Señor! ¡Gracias, Salvador!

¡Por tu muerte y resurrección nos has salvado, Señor!


15.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. Soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo» (Sal 21,20.7).

Colecta (Gelasiano): «Señor, tú que realizas sin cesar la salvación de los hombres, y concedes a tu pueblo en los días de Cuaresma gracias más abundantes, dígnate mirar con amor a tus elegidos y concede tu auxilio protector a los catecúmenos y a los bautizados».

Comunión: «Cristo fue entregado para reunir a los hijos de Dios dispersos» (Jn 11,52).

Postcomunión: «Humildemente te pedimos, Señor, que así como nos alimentas con el cuerpo y la sangre de tu Hijo, nos des también parte en su naturaleza divina»

Ezequiel 37,21-28: Los haré un solo pueblo. El profeta Ezequiel asegura no solo el retorno de Israel a su tierra, sino también su purificación. Los miembros del pueblo elegido se congregarán bajo el báculo de un nuevo David, que reinará para siempre, luego de pactar una alianza eterna.

Todo ello se realiza en Cristo, verdadera presencia de Dios en su pueblo. Todo es nuevo y eterno en Cristo, lo que muestra su trascendencia mesiánica. Los judíos no lo ven. No quieren verlo. De momento tampoco lo ven los Apóstoles. Lo verán más tarde. San Teófilo de Antioquía dice:

«Dios se deja ver de los que son capaces de verle, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos, pero algunos los tienes bañados de tinieblas y no pueden ver la luz del sol» (Libro I, 2,7).

Y San Agustín:

«Que tus obras tengan por fundamento la fe, porque creyendo en Dios, te harás fiel» (Coment. al Salmo 32).

–El canto de Jeremías 31,10-13 es un anuncio de libertad y de unidad para el pueblo de Dios disgregado en Babilonia: Dios dará la libertad a Israel. Si antes del cautiverio el pueblo de Dios conoció la división en dos reinos, ahora, el que dispersó a Israel lo reunirá. Fue el pecado y la infidelidad lo que dividió al pueblo de Israel, lo que disgregó ya en los días de Babel a la humanidad entera.

Pero Dios reunirá  definitivamente a su pueblo. Así lo ha prometido por los profetas y con ese fin envió a su Hijo Unigénito: «Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas; El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño. Porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte. Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor».

Juan 11,45-56: Jesús debía morir para reunir a los hijos de Dios dispersos. La resurrección de Lázaro acrecienta el número de los que creen en Jesús, pero provoca la conjura de los sacerdotes y fariseos contra Él. El Sumo Sacerdote, sin caer en la cuenta, profetiza la muerte de Jesús por el pueblo y esto será el signo de la reunión de los hijos de Dios dispersos por el mundo. Comenta San Agustín:

«También por boca de hombres malos el espíritu de profecía predice las cosas futuras, lo cual, sin embargo, el evangelista lo atribuye al divino ministerio que como pontífice ejercía... Caifás solo profetizó acerca de los judíos, en la cual estaban las ovejas de las cuales dijo el Señor: No he venido sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel.

«Pero el evangelista sabía que había otras ovejas que no pertenecían a este redil, a las cuales convenía atraer, para que hubiese un solo redil y un solo pastor. Todas estas cosas han sido dichas según la predestinación, porque entonces los que aún no habían creído no eran ovejas suyas ni hijos de Dios» (Tratado sobre el Evangelio de San Juan 49,27).


16. DOMINICOS 2004

"Cristo fue entregado para reunir a los hijos de Dios dispersos"

La luz de la Palabra de Dios

1ª Lectura: Ezequiel 37,21-28

Y dirás: Esto dice el Señor Dios: Yo recogeré a los israelitas de entre las naciones a las que emigraron y los congregaré de todas partes para llevarlos a su tierra.

Haré de ellos un solo pueblo en mi tierra, en los montes de Israel; tendrán todos un solo rey y ya no serán dos naciones, dos reinos divididos.

No se contaminarán más con sus ídolos, sus acciones repugnantes y sus crímenes. Los salvaré de todas las infidelidades que cometieron y los purificaré.

Serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Reinará sobre ellos mi siervo David. Todos ellos tendrán un solo pastor y caminarán por la senda de mis mandamientos, guardando mis leyes y poniéndolas en práctica.

Habitarán la tierra que yo di a mi siervo Jacob, donde habitaron vuestros padres. Allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos siempre. David, mi siervo, será su príncipe eternamente.

Haré con ellos una alianza de paz que no tendrá fin; los estableceré y los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre.

Sobre ellos estableceré mi morada; seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

Y sabrán las gentes que yo, el Señor, consagro a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos por siempre».

Evangelio: Juan 11,45-56

Muchos de los judíos que habían venido a casa de María y vieron lo que hizo creyeron en él. Pero algunos se fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el consejo y decían:

«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos milagros. Si lo dejamos, creerán en él todos y vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación».

Uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo:

«Vosotros no sabéis nada; no os dais cuenta de que nos conviene que muera un solo hombre por el pueblo antes que perezca la nación entera».

Esto no lo dijo por propia iniciativa, sino que, como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús debía morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Desde aquel momento decidieron matarlo. Por eso Jesús no andaba ya públicamente entre los judíos, sino que se fue a una región cerca del desierto, a una ciudad llamada Efraín, y allí se quedó con sus discípulos. 

Estaba próxima la pascua de los judíos, y muchos de la región fueron a Jerusalén antes de la pascua para celebrar los ritos de purificación. Buscaban a Jesús en el templo y se decían: «¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?». 

 

Reflexión para este día

“Esto dice el Señor: Voy a recoger y congregar a los israelitas. Los haré un solo pueblo. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios”.

            El exilio, la dispersión y la desunión de Israel fue el fruto amargo de su traición a la Alianza pactada con Dios. Pero el Señor permanece fiel y quiere recuperar al amor y la unidad de su Pueblo. Ezequiel es su portavoz dolorido y cualificado. Les recuerda que el pecado, la traición, el desamor dispersa y divide. Ezequiel les proclama que la fidelidad de Dios y a Dios unifica, conforta, libera, pacifica y alegra.

            Ese deseo y vaticinio de Ezequiel se realiza plenamente en Jesucristo: Su fiel amor al Padre, hasta la muerte, “conseguirá reunir, unificar a los hijos dispersos”.

“Conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera. Jesús morirá no sólo por Israel, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos”.

         Jesús ha resucitado a su amigo Lázaro. Este signo del poder de su amor provocó dos reacciones opuestas: La conjura de los sacerdotes y fariseos contra Él, y la de muchos judíos sencillos que creyeron en Él.

            Es evidente que Jesús siempre esta a favor de la vida. El Señor quiere que todos vivan y lo hagan con dignidad. Así rompe el cerco reducido de Israel y amplía sin límites el horizonte del verdadero amor.  Esta decisión de amor a todos la ha proclamado en su predicación y la ratificará con su muerte en la Cruz y su Resurrección en la mañana de Pascua.

            Nuestra tarea, como cristianos, es dejarnos amar así por el Señor e intentar amar así a todos. Este es el amor que une y salva.


17. CLARETIANOS 2004

Queridas amigos y amigas:

Termina la semana, en vísperas ya de la Semana Santa, con sentimientos y situaciones encontradas. A la apremiante y entrañable llamada a la confianza de la primera lectura, sigue la concretísima amenaza, inminente ya, sobre la vida de Jesús.

El texto del profeta Ezequiel promete restauración y perdón. Más aún: promete hacerlo todo nuevo, borrar el pecado y colmar el corazón de la certeza de que Dios está cerca. Quien ha gustado alguna vez la paz de esta certeza, sabe por experiencia que no hay nada que pueda comparársele. Y lo más llamativo de este texto de Ezequiel, es la gratuidad del Don. La bondad será el fruto maduro de la presencia de Dios en el corazón del hombre y de la bondad nacerá una profunda alegría. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño. Sólo una cosa puede impedirlo: nuestra personal determinación de volver la espalda a Dios y alejarnos de su ternura en busca de otros horizontes que, al cabo, sólo generarán desazón y muerte.

El texto del Evangelio de San Juan resulta sobrecogedor. “Los grandes” del pueblo de Israel están realmente espantados ante las acciones de Jesús. No le acusan de nada malo: simplemente reconocen que “hace muchos milagros” y su mayor miedo es que “el pueblo crea en él”. Esta posibilidad, que podría implicar el derrumbe de su propia posición de privilegio en la sociedad, les espanta. Y, sin más deciden darle muerte.

En los próximos días veremos desencadenarse el drama pero también su desenlace que, en línea con el texto anterior y con el salmo –que repite, como un eco, “el Señor nos guardará como pastor a su rebaño”– ya no sólo nos asegura sino que nos demuestra que su poder es más fuerte que la muerte, que el triunfo final no será del mal aunque hayamos de pasar por el valle terrible de la mayor desolación.

Pero, entre tanto, tenemos que andar y que luchar y, muchas veces, es grande la tentación de usar las mismas armas, de mentir y de medrar, de responder con odio al odio que nos salpica y que nos hiere. Aunque me alargue un poco, hoy quisiera terminar este pequeño tiempo de compartir con todos vosotros los sentimientos que suscita la Palabra, pidiendo prestado su decir a un poeta hermano, el P. Jesús Bermejo, cmf, que nos ha regalado esta plegaria:

“El mundo tiene corazón de lobo
y es el rencor su garra y su cadena.
Doble fulgor de aullidos y clamores
llena su historia: páginas inmensas
de destrucción, de muerte, de congoja:
negra nube que azota las alas de la tierra
y no la deja levantar el vuelo
hacia tu amor, hacia tu luz serena.
Esta es la dura suerte del hombre, sus afanes.
Lo sabes bien, Jesús, por experiencia.
Y mandas sin cesar, heroicamente,
entre lobos, las tímidas ovejas.
Si es éste siempre, mi Señor, tu modo
de proceder, hazme paloma, sella
en dulce paz mi corazón. No existe
otra razón de gloria en esta tierra
más que el amor sencillamente puro
que opone al mal pasiva resistencia.
Dame, Señor, un alma de cordero
como la tuya. Frena
en lo más hondo de mi ser el lobo,
impaciente y feroz,
y extingue su violencia.”(1)

Vuestra hermana en la fe,
Olga Elisa Molina (olga@filiacio.e.telefonica.net)

(1) Jesús Bermejo: Orar bajo la luz del Evangelio – Publicaciones claretianas, Madrid, 1999, pág. 72


18.Comentario: Rev. D. Xavier Romero i Galdeano (Cervera-Lleida, España)

«Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos»

Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe perseguido, vigilado, sentenciado, porque cuanto más grande y novedosa ha sido su revelación ?el anuncio del Reino? más amplia y más clara ha sido la división y la oposición que ha encontrado en los oyentes (cf. Jn 11,45-46).

Las palabras negativas de Caifás, «os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación» (Jn 11,50), Jesús las asumirá positivamente en la redención obrada por nosotros. Jesús, el Hijo Unigénito de Dios, ¡en la Cruz muere por amor a todos! Muere para hacer realidad el plan del Padre, es decir, «reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52).

¡Y ésta es la maravilla y la creatividad de nuestro Dios! Caifás, con su sentencia («Os conviene que muera uno solo...») no hace más que, por odio, eliminar a un idealista; en cambio, Dios Padre, enviando a su Hijo por amor hacia nosotros, hace algo maravilloso: convertir aquella sentencia malévola en una obra de amor redentora, porque para Dios Padre, ¡cada hombre vale toda la sangre derramada por Jesucristo!

De aquí a una semana cantaremos ?en solemne vigilia? el Pregón pascual. A través de esta maravillosa oración, la Iglesia hace alabanza del pecado original. Y no lo hace porque desconozca su gravedad, sino porque Dios ?en su bondad infinita? ha obrado proezas como respuesta al pecado del hombre. Es decir, ante el ?disgusto original?, Él ha respondido con la Encarnación, con la inmolación personal y con la institución de la Eucaristía. Por esto, la liturgia cantará el próximo sábado: «¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Oh feliz culpa que mereció tal Redentor!».

Ojalá que nuestras sentencias, palabras y acciones no sean impedimentos para la evangelización, ya que de Cristo recibimos el encargo, también nosotros, de reunir los hijos de Dios dispersos: «Id y enseñad a todas las gentes» (Mt 28,19).


19. Conviene que uno muera por todos

Fuente: Catholic.net
Autor: Marco Antonio Lome

Juan 11, 45-56

Reflexión:

?Conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca todo la nación?. He aquí la frase que envuelve el misterio de la cruz de Cristo, el misterio de nuestra salvación.

Caifás presentaba con esta profecía al nuevo Cordero de la Pascua, Aquel que quitaría el pecado del mundo. Jesucristo ya había dicho que daría su vida en rescate por muchos, y por ello probó el sufrimiento para alcanzarnos la salvación. ?Convenía, en verdad, que Aquel por quien es todo y para quien es todo, llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación?, nos dice el apóstol San Pablo en la carta a los Hebreos.

De esta manera, Cristo nos ha dejado a los cristianos el mejor recuerdo en los momentos de dolor, de alegría, de gozo: el consuelo de su cruz. Sucede que muchas veces los ?cristianos? llevamos una cruz sobre nuestro pecho... pero tan solo una cruz externa. Cuando el peso de la cruz cae sobre nuestros hombros, se templa el verdadero corazón del cristiano. Aquel que sabe elevar una mirada de fe y balbucear ?hágase tu voluntad, Padre?. La cruz no sólo se presenta en la sangre fecunda que derraman los mártires, sino cuando viene un dolor físico, moral, espiritual... Y así como hay ejemplos de grandes mártires que abrazaron la cruz de Cristo, hay tantos cristianos que se clavan en su dolor viendo el rostro de Cristo, viendo su mano amorosa que viene a modelarlos y fraguar su amor con el dolor. Ven a Aquél que dio su vida por muchos. Pero también puede suceder que en algunos corazones se siembre la actitud de los fariseos que era la tortura de no reconocer a Cristo como su Redentor ¿Por qué tenía que morir el Mesías? ?Si eres el Mesías, baja de esa cruz?.

Termino con unas palabras del Card. Nguyen van Thuan, en su libro ?Testigos de esperanza?: ?Mira la cruz y encontrarás la solución a todos los problemas que te preocupan? Los mártires le han mirado a Él...


20. Juan 11, 45-56


Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación». Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación - y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Desde este día, decidieron darle muerte. Por eso Jesús no andaba a en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudada llamada Efraím, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?»


Sábado de la Quinta Semana de Cuaresma

Prendimiento de Jesús

La traición se consuma en el cristiano por el pecado mortal. Todo pecado, incluso el venial, está relacionado íntima y misteriosamente con la Pasión del Señor. Por muy grandes que puedan ser nuestros pecados, Jesús nos espera siempre para perdonarnos en la Confesión, y cuenta con nuestra flaqueza, los defectos y las equivocaciones.


I. Levantaos, vamos ?dice Jesús a los que le acompañan en el Huerto de Getsemaní- ya llega el que me va a entregar. Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran gentío con espadas y palos (Mateo 26, 46-47): se consuma la traición. Judas fue elegido y llamado para ser Apóstol por el mismo Señor, experimentó la predilección de Jesús, y llegó a ser uno de los Doce más íntimos. También fue enviado a predicar, y vería el fruto copioso de su apostolado; quizá hizo milagros como los demás. ¿Qué ha pasado en su alma para que ahora traicione al Señor? El resquebrajamiento de su fe y de su vocación, debió producirse poco a poco. Permitió que su amor al Señor se fuera enfriando y sólo quedó un mero seguimiento externo. El acto que ahora se consuma ha sido precedido de infidelidades y faltas de lealtad cada vez mayores. Por contraste, la perseverancia es la fidelidad diaria en lo pequeño. Perseverar en la propia vocación es responder a las sucesivas llamadas que el Señor hace a lo largo de una vida, aunque no falten obstáculos y dificultades y a veces errores aislados, cobardías y derrotas.

II. La traición se consuma en el cristiano por el pecado mortal. Todo pecado, incluso el venial, está relacionado íntima y misteriosamente con la Pasión del Señor. Por muy grandes que puedan ser nuestros pecados, Jesús nos espera siempre para perdonarnos en la Confesión, y cuenta con nuestra flaqueza, los defectos y las equivocaciones. Debemos recordar que Dios no pide tanto el éxito, como la humildad de recomenzar sin dejarse llevar por el desaliento y el pesimismo, poniendo en práctica la virtud teologal de la esperanza. Judas rechazó la mano que le tendió el Señor, y su vida, si Jesús, quedó rota y sin sentido.

III. Jesús se quedó solo. Los discípulos han ido desapareciendo poco a poco. Pedro le seguía de lejos (Lucas 22, 54). Y de lejos, como comprendería pronto Pedro después de su negación, no se puede seguir a Jesús. O se sigue al Señor de cerca o se le acaba negando. Hoy nosotros le aseguramos a Jesús que queremos seguirle de cerca, y nunca dejarlo solo. Le pedimos a la Virgen que nos dé las fuerzas necesarias para permanecer junto al Señor en los momentos difíciles, con afanes de desagravio y de co-redención.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


21. 2004 Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

1ª Lectura
Ez 37,21-28
21 y dirás: Esto dice el Señor Dios: Yo recogeré a los israelitas de entre las naciones a las que emigraron y los congregaré de todas partes para llevarlos a su tierra. 22 Haré de ellos un solo pueblo en mi tierra, en los montes de Israel; tendrán todos un solo rey y ya no serán dos naciones, dos reinos divididos. 23 No se contaminarán más con sus ídolos, sus acciones repugnantes y sus crímenes. Los salvaré de todas las infidelidades que cometieron y los purificaré. Serán mi pueblo y yo seré su Dios. 24 Reinará sobre ellos mi siervo David. Todos ellos tendrán un solo pastor y caminarán por la senda de mis mandamientos, guardando mis leyes y poniéndolas en práctica. 25 Habitarán la tierra que yo di a mi siervo Jacob, donde habitaron vuestros padres. Allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos siempre. David, mi siervo, será su príncipe eternamente. 26 Haré con ellos una alianza de paz que no tendrá fin; los estableceré y los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. 27 Sobre ellos estableceré mi morada; seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 28 Y sabrán las gentes que yo, el Señor, consagro a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos por siempre».

Salmo Responsorial
Jer 31,10
10 Naciones, escuchad la palabra del Señor, y anunciadla en las islas lejanas; decid: «El que dispersó a Israel lo reúne, lo guarda como un pastor su rebaño».

Jer 31,11-12
11 Sí, el Señor ha reivindicado Jacob, lo ha librado de una mano más fuerte. 12 Y vendrán cantando de alegría a la altura de Sión, volverán a gozar de los bienes del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y los bueyes. Su alma será un huerto bien regado y no volverán ya a languidecer.

Jer 31,13
13 Entonces las jóvenes se alegrarán bailando, jóvenes y viejos vivirán felices; cambiaré su luto en alegría; los consolaré, los alegraré después de su dolor.

Evangelio
Jn 11,45-56
45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María y vieron lo que hizo creyeron en él. 46 Pero algunos se fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. 47 Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el consejo y decían: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos milagros. 48 Si lo dejamos, creerán en él todos y vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación». 49 Uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo: 50 «Vosotros no sabéis nada; no os dais cuenta de que nos conviene que muera un solo hombre por el pueblo antes que perezca la nación entera». 51 Esto no lo dijo por propia iniciativa, sino que, como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús debía morir por la nación; 52 y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. 53 Desde aquel momento decidieron matarlo. 54 Por eso Jesús no andaba ya públicamente entre los judíos, sino que se fue a una región cerca del desierto, a una ciudad llamada Efraín, y allí se quedó con sus discípulos. 55 Estaba próxima la pascua de los judíos, y muchos de la región fueron a Jerusalén antes de la pascua para celebrar los ritos de purificación. 56 Buscaban a Jesús en el templo y se decían: «¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».

* * *

Análisis

Al terminar el signo de Lázaro se desencadena el drama, al parecer definitivamente. Los signos de Jesús provocan reacciones diversas fe u oposición total (7,43; 9,16; 10,19); la opción por Jesús provoca división. Como es común en el relato de Lázaro los "judíos" aparecen ligados a María. Pero en este caso, muchos creen, y esto es terrible (12,9), ya que amenaza en convertirse en un movimiento de masas (12,13), algo que temían los dirigentes (11,48) y veían impotentes los fariseos (12,19).

Los fariseos son los que manejaban el judaísmo en tiempos del evangelista y aquí juegan el papel principal de "enemigos". Quizá reemplaza el habitual papel que juegan los "judíos" que en el cap. 11 no son vistos con tanta animosidad como en el resto del evangelio.

Los sumos sacerdotes y fariseos convocan al Sanedrín, pero los fariseos no podían convocarlo (si los sacerdotes, ancianos y escribas) lo que constituye una nueva referencia al papel de los fariseos en tiempo del Evangelio, más que de tiempos de Jesús: en ese tiempo la mayor parte de los escribas eran fariseos. Estamos ante una simplificación, a Jn le interesan más los grupos judíos de su tiempo que los de tiempos de Jesús (ver 7,32b. 45; 18,3). La idea de convocar recurre al mismo verbo que en v.52: los judíos se reúnen para matar a Jesús, él reúne para dar la vida (ver 6,12-13)

El grupo reunido se pregunta, ¿qué hacemos? pero la construcción de la frase lleva a la respuesta "-nada"; esto denota la importancia. Los signos son innegables, pero no se plantean la posibilidad del reconocimiento de Jesús (ver 9,34). La ortodoxia señala que este no puede ser el Mesías; por eso se hace un llamado a la prudencia. La referencia a "los signos" ilumina la sentencia de muerte a la luz de todos los signos obrados por Jesús, más allá de este último de Lázaro. Como es frecuente en los signos -y como lo hemos venido viendo en estos últimos días- muchos creerán en él con lo que se suscitará un movimiento popular. Esto tiene un riesgo claro: los romanos y por lo tanto debe llamar a la prudencia característica del Sanedrín. Los saduceos son expertos en esta prudencia. Pero más alla de lo histórico- político está a la vista la incapacidad de reconocer a Jesús (5,44; 12, 43), ni siquiera frente a un signo tan grande como el de Lázaro son capaces de reconocer la intervención divina. Los romanos podrán destruir el lugar y la nación (ver 2Mac 1,29; 5,19). El lugar (Santo) ver 4,20; Mt 24,15; Hch 6,13; 21,28 es el templo. Los dirigentes se preocupan por la libertad religiosa, y con eso aparece expresada la razón política y religiosa de la condena de Jesús. Allí está la ironía, se niegan (por el orgullo) a la verdadera religión. Y lo que buscan impedir, ocurrió de hecho: los romanos (en tiempos del evangelista) destruyeron el templo y deportaron el pueblo. Pero la principal ironía es que el mismo Jesús es el templo (2,21) y el pueblo (15,1) como ya se ha dicho.

De Caifás se nos dice que era sumo sacerdote aquel año; Caifás duró 19 años, lo que demuestra su capacidad política para mantenerse en un cargo tan conflictivo y codiciado; 18-36; 11,51;18,13; ver Num 35,25; finalmente fue destituido poco antes de la expulsión de Pilato lo que permite sospechar que podría haber habido un arreglo financiero. Los sumos pontífices de Asia Menor y Siria eran anuales, los judíos de por vida, aunque los romanos solían destituirlos. ¿Estamos ante un error histórico del Evangelista? Pero el acento está puesto en "aquel", es decir, en "ese año memorable" en que Jesús quiso morir, en favor del pueblo y de todos los hijos de Dios. En 18,13 se destaca que (a pesar de no ser Sumo Sacerdote) Anás sigue ejerciendo mucha influencia. La intervención de Caifás dice que no entienden nada, pero a pesar de su profecía involuntaria, tampoco Caifás entiende nada. La frase se ubica coherentemente en la arrogancia sacerdotal.

Que uno muera por ¿es una muerte sacrificial o es simplemente "en lugar de"? la expiación de los pecados aparece en Jn (1,29; 6,51c; 17,19), pero parece más bien que piense en muerte "en lugar de " (10,11.15; 15,13; 17,19). La importancia de la muerte de Jesús en Jn está puesta sobre todo en la donación de vida (6,33.51c) Si bien en este caso está en boca de Caifás, ¿no es una clásica ironía joánica ya que, de hecho, comienza la destrucción? Pero esto está presentado como ?profecía?, en aquella época sin profetas, el encuentro con Dios se reservaba al culto, y por tanto al Sumo Sacerdote. Los efectos de esta muerte son reunir (synagogê, literalmente "juntar en uno"; 10,16: un solo rebaño; el verbo es usado por Ez 32,12s LXX que está en la base de Jn 10). Reúne a los hijos (tekna, sólo Jesús es Hijo, ?uios), estos son los que creen en él (1,12). De estos hijos se dice que están dispersos (con lo que rompe el ethnos, v.50), se cumplen las promesas del AT de reunir a los dispersos (Is 11,12; Mi 2,12; 4,6; 7,11s; Jer 23,3; Bar 4,36s; Ez 11,17; 20,34; 28,25; 34,12.16... ver Si 36,13.16; 2 Mac 1,27). Pero los paganos no son gentiles que se acercan al pueblo de Dios, sino que esto implica una eclesiología más evolucionada: un nuevo y único pueblo, no son las tribus sino "hijos de Dios" (en 1,12 los creyentes tienen capacidad de llegar a ser hijos, aquí ya lo son). No todos los hombres son hijos de Dios (8,42), aquí son los gentiles destinados a la fe (ver Jr 31,8-11 donde se asocia dispersos a la paternidad de Dios).

La jugada política de Caifás los decidió. Recordar que en los Sinópticos lo que causa la decisión de matarlo parece relacionado con el Templo, probablemente la expulsión de los vendedores, como Jn adelanta la purificación del Templo al cap. 2 el contraste aparece entre uno que da la vida (signo de Lázaro) y otros que buscan darle muerte.

Como es Jesús el que marca el tiempo de su muerte, se retira. En este caso a la región de Efraín; la huida más que un hecho histórico es un recurso dramático para indicarnos el clima que se va viviendo. El marco es semejante a 10,40-42: ?se marchó...Jordán... se quedó? en 11,54: ?se marchó... desierto... se quedó?.

El relato termina con una ubicación cronológica que -al terminar la Cuaresma- nos prepara para el desenlace de los acontecimientos: cerca la Pascua, ¿vendrá a la fiesta? Juan prepara todo este drama con el capítulo 12 que remarca cómo se va desenlazando la situación. La liturgia, en cambio, mañana nos dirá que Jesús va a Jerusalén y el desenlace, la hora de Jesús ha llegado a su plenitud.

Comentario

Caifás -lo sabemos por la historia- era un hábil político; sabía de componendas y ?arreglos?. Por eso permaneció muchos años amigo de los romanos, aunque eso lo alejara del pueblo, lo que parecía no preocuparle. El pueblo es, precisamente, el problema en este texto. Muchos, demasiados para su ?prudencia diplomática? van detrás de Jesús al ver los signos. Eso no es políticamente conveniente. Y los que no dan con una respuesta al problema es porque ?no saben nada?. Para eso se reúne el grupo, para dar con la solución adecuada.

Jesús provoca otra reunión, una misteriosa, porque la muerte que están planeando para él no quedará sin fruto. Hay muchas ovejas dispersas que serán reunidas por la muerte del pastor. Será la reunión de los hijos que se encuentran ante su padre.

Con ironía nos dice Juan que Caifás profetizó. Ciertamente su intencionalidad política es leída -como tantas veces en Juan- en otro nivel de lectura, en el nivel de Dios. Jesús muere en favor del pueblo, muere y da vida, mientras los judíos le dan la muerte. Pero -como ya lo sabemos- no da la vida que Caifás esperaba, sino la vida que Dios regala y el signo de Lázaro ha anunciado, la vida que nace de la fe y es vida de Dios. Porque mientras el cálculo político se guía por el desinterés por el otro, la entrega de Jesús es en favor de la vida de las ovejas. Por eso será muerte ?por? el pueblo. Para que tengamos vida y vida en abundancia.

Ahora sí la condena a muerte es oficial, ahora sí la muerte ronda al pastor. Pero sólo morirá cuando él entregue su vida libremente, cuando llegue ?la hora?. Por ahora, Jesús se retira, para mañana subir a la fiesta.


22. 2004

LECTURAS: EZ 37, 21-28; JER 31; JN 11, 45-56

Ez. 37, 21-28. El llamado a la salvación no es sólo a un grupo, o a un pueblo, sino a la humanidad entera, de todos los tiempos y lugares. Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, ha venido para reunir a todos los hijos de Dios que había dispersado el pecado. Dios ha levantado su templo en nuestros corazones. Él es nuestro único Pastor y Rey, que nos une no sólo como a su Pueblo Santo, sino que nos reconoce como a hijos suyos por nuestra unión a su Hijo único. En la historia, que arranca de Cristo y jalona hasta la Parusía, la Iglesia es el Sacramento de Salvación y de unidad para toda la humanidad, pues por medio de ella el Señor continúa su obra salvadora en el mundo y su historia. Dios nos quiere a todos fraternalmente unidos en torno a Él, reconocido como Padre nuestro. Nosotros no debemos romper más esa unidad, sino que hemos de trabajar para que el Reino de amor, de santidad, de justicia y de paz se vaya haciendo realidad ya desde ahora entre nosotros.

Jer. 31, 10-13 Dios se conmueve ante el grito de sus hijos, que claman ante Él después de haber sido despojados de su tierra y llevados al destierro. Dios jamás da marcha atrás en su amor por los suyos. A pesar de los grandes pecados de su pueblo, el Señor lo sigue amando y mimando como a un niño sumamente querido. Por eso levanta el castigo de su pueblo y, entre gritos de júbilo y ante la admiración de todos los pueblos, lo hace volver a la posesión de la tierra que prometió, con juramento, dar a sus antiguos padres y a su descendencia. Dios, por medio de su Hijo nos ha manifestado su amor hasta el extremo. Él quiere perdonarnos porque nos ama; y por ese amor que nos tiene, nos ha elevado a la dignidad de hijos suyos haciéndonos partícipes de su vida y de su Espíritu, para que seamos capaces de escuchar su Palabra y de ponerla en práctica, de tal forma que, reconocidos como sus hijos, podamos, finalmente estar con el para siempre. Alabemos y glorifiquemos al Señor por su misericordia y por el amor que nos tiene.

Jn. 11, 45-56. A pesar de tantos signos, muchos prefirieron las tinieblas a la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo: Cristo Jesús. Él vino para salvar, no sólo a la nación judía, sino a toda la humanidad; vino para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así, unidos a Cristo, formamos con Él un sólo Cuerpo y un sólo Espíritu. Nadie puede llegar a ser hijo de Dios, sino sólo en Cristo Jesús. A Jesús se le condena para evitar que continúe haciendo señales milagrosas y que la gente se vaya tras de Él. Pero quien no tome su cruz y vaya tras las huellas de Cristo no podrá dirigirse al Padre, para estar con Él eternamente, pues sin Cristo nada podemos hacer; Él es el único Camino, Verdad y Vida, y nadie va al Padre sino por Él.

Aquel que es la vida nos ha dado vida a nosotros por medio de su muerte. Él no ha muerto inútilmente. Él, levantado en alto, ha atraído a la humanidad entera hacia Él para llenarla de su Amor, de su Paz, de su Luz, de su Vida. Quien hace suya la Redención de Cristo, lleno de su Ser Divino, debe irradiar ante el mundo toda la Verdad del mismo Cristo. No podemos venir a la Eucaristía para después retirarnos igual que como venimos. Llegamos ante el Señor para convertirnos nosotros mismos en una ofrenda que se consagra a Dios y que recibe de Él, no sólo su vida, sino la Misión de continuar su obra de salvación en el mundo. La Eucaristía nos hace entrar en comunión de vida con el Señor y nos compromete a ser sus testigos, siendo luz y no tinieblas, para nuestros hermanos. Dios quiera que su Iglesia sea realmente un signo de Verdad y de Amor para la humanidad de todos los tiempos y lugares. Sólo entonces también nosotros seremos un signo de la Pascua de Cristo para todos.

Nosotros estamos llamados a hacer el bien a todos. No podemos ocultar la Luz que Dios mismo ha encendido en nosotros. A pesar de que seamos criticados, perseguidos o amenazados de muerte, no podemos, cobardemente, dejar de dar testimonio de nuestro ser de hijos de Dios. Es verdad que debemos ser prudentes, pero la prudencia no puede confundirse con la cobardía; y el no ser cobardes no puede confundirse con lo temerario. Dios sabe el día y la hora en que deberemos partir de este mundo hacia Él. Mientras llega esa hora seamos testigos de la verdad. Amemos y hagamos el bien a todos. Trabajemos constantemente para que quienes viven adormilados, o muertos a causa de sus pecados, vuelvan a la luz y, libres de sus ataduras, inicien un camino nuevo en la Vida según el Espíritu de Dios. Nosotros hemos de ser los primeros en ir por este nuevo camino, pues no podemos convertirnos en sólo predicadores del Evangelio; hemos de ser testigos de la vida nueva que Dios ha infundido en nosotros.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de que este tiempo Pascual, que estamos por celebrar, sea realmente para nosotros un tiempo especial de gracia, porque, vueltos de nuestros pecados, podamos participar de la Vida que Dios nos ofrece en Cristo Jesús, y podamos, así, convertirnos en luz que ilumine el camino de la humanidad hacia la unión plena con Dios. Amén.

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23. ARCHIMADRID 2004

ES HORA DE HABLAR DE PENITENCIA

Nos encontramos a las puertas de la Semana Santa. Como se suele decir, el tiempo ha pasado “volando”. Durante estas semanas nos hemos ido situando frente a ese misterio central de nuestra fe, que dará comienzo con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Resultan, por otra parte, alentadoras y firmes las palabras del profeta Ezequiel que nos brinda la lectura de hoy: “Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra”. Sin embargo, si hemos de ser sinceros, y a la vista de las antífonas de las misas de todos estos días de Cuaresma, en donde se nos ha invitado a la conversión, a la penitencia, a la penitencia… y a más penitencia, nos hemos de preguntar: ¿en qué ha consistido esa reparación, sacrificio o desagravio diario? Y no vale aquí decir que “¡bastante penitencia tenemos con lo que nos ‘cae’ cada día por culpa de los demás”. La penitencia a la que me invita la Iglesia no es otra sino aquélla a la que positivamente contribuyo con mi mortificación personal. ¿Cosas del medioevo?… Ríete de las penitencias que realizaban nuestros antepasados, comparadas con las que nos “presta” esta modernidad contemporánea nuestra (regímenes alimenticios, horas extraordinarias, entrenamientos deportivos, “puestas a punto” de actrices, cirugías estéticas…).

Sería bueno recordar, por otra parte, que la penitencia para el cristiano es la manera más eficaz de ejercitar el deporte que necesita nuestra alma. ¡Mirad esos rostros cansinos y tristes!, no son otra cosa sino el fruto de haber olvidado la gimnasia que hemos de realizar en nuestro interior. Y lo realmente gratificante, es que esas pequeñas negaciones a nosotros mismos, se transforman en afirmaciones al amor y a la libertad. El “señorío” humano, de esta manera, es capaz de romper las cadenas de la esclavitud y de la muerte, volviendo el rostro, sereno y paciente, ante la contradicción, la contrariedad y el sufrimiento.

“Y aquel día decidieron darle muerte”. ¡“Pobrecitos” aquellos que piensan que tienen en sus manos el destino de Dios! Cristo entregará su vida cuando crea llegada la hora y, desde luego, que no se ahorrará ninguna penitencia… quizás veamos en su Pasión las huellas de aquellos momentos que, tú yo, renunciamos a padecer. En cambio, para el cristiano que vive con fidelidad su penitencia, ese “destino” del que tanto habla el mundo, se transforma en abundante Providencia divina. Se escandalizaba el Sanedrín por la cantidad de milagros que hacía Jesús y, sin embargo, eso no les valió para su conversión, sino para incrementar su odio… ¿Aún eres capaz de decirle a Dios que si realizara un signo en tu vida (ese “milagrito” que tanto ansías), sólo entonces cambiarías? El único milagro que da frutos es el de la generosidad de nuestra penitencia, porque entonces se manifiestan las obras de Dios, y no los caprichos de los hombres.

“Se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos”. El Señor se reúne con sus íntimos en vísperas de lo que ha de acontecer. La oración, es la antesala de la penitencia, y ésta la mesa del sacrificio. Pero Jesús, además de acompañarse de sus discípulos, cuenta contigo y conmigo, y en ese altar de la Eucaristía se encuentra toda la humanidad, esperando, una vez más, la pequeña penitencia que hoy hayamos podido realizar. Sólo así, ganaremos almas para Dios.


24.

La cercanía a la Semana Santa va haciendo que la Iglesia nos vaya presentando a Jesucristo en contraposición con sus enemigos. En el Evangelio de hoy se nos presenta la auténtica razón, la razón profunda que lleva a los enemigos de Cristo a buscar su muerte. Esta razón es que Cristo se presenta ante los judíos como el Enviado, el Hijo de Dios. Este conflicto permanente entre los dirigentes judíos y nuestro Señor, se convierte también para nosotros en una interrogación, para ver si somos o no capaces de corresponder a la llamada que Cristo hace a nuestra vida.

Cristo llega a nosotros, y llega exigiendo su verdad; queriendo mostrarnos la verdad y exigiéndonos que nos comportemos con Él como corresponde a la verdad. La verdad de Cristo es su dignidad, y nosotros tenemos que reflexionar si estamos aceptando o no esta dignidad de nuestro Señor. Tenemos que llegar a reflexionar si en nuestra vida estamos realizando, acogiendo, teniendo o no, esta verdad de nuestro Señor.

Cristo es el que nos muestra, por encima de todo, el camino de la verdad. Cristo es el que, por encima de todo, exige de los cristianos, de los que queremos seguirle, de los que hemos sido redimidos por su sangre, el camino de la verdad.

Nuestro comportamiento hacia Cristo tiene que respetar esa exigencia del Señor; no podemos tergiversar a Cristo. No podemos modificar a Cristo según nuestros criterios, según nuestros juicios. Tenemos necesariamente que aceptar a Cristo.

Pero, a la alternativa de aceptar a Cristo, se presenta otra alternativa —la que tomaron los judíos—: recoger piedras para arrojárselas. O aceptamos a Cristo, o ejecutamos a Cristo. O aceptamos a Cristo en nuestra vida tal y como Él es en la verdad, o estamos ejecutando a Cristo.

Esto podría ser para nosotros una especie de reticencia, de miedo de no abrirnos totalmente a nuestro Señor Jesucristo, porque sabemos que Él nos va a reclamar la verdad completa. Jesucristo no va a reclamar verdades a medias, ni entregas a medias, ni donaciones a medias, porque Jesucristo no nos va a reclamar amores a medias. Jesucristo nos va a reclamar el amor completo, que no es otra cosa sino el aceptar el camino concreto que el Señor ha trazado en nuestra vida. Cada uno tiene el suyo, pero cada uno no puede ser infiel al suyo.

Solamente el que es fiel a Cristo tiene en su posesión, tiene en su alma la garantía de la vida verdadera, porque tiene la garantía de la Verdad.“El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”.

Nosotros constantemente deberíamos entrar en nuestro interior para revisar qué aspectos de mentira, o qué aspectos de muerte estamos dejando entrar en nuestro corazón a través de nuestro egoísmo, de nuestras reticencias, de nuestro cálculo; a través de nuestra entrega a medias a la vocación a la cual el Señor nos ha llamado.
Porque solamente cuando somos capaces de reconocer esto, estamos en la Verdad.

Debemos comenzar a caminar en un camino que nos saque de la mentira y de la falsedad en la que podemos estar viviendo. Una falsedad que puede ser incluso, a veces, el ropaje que nos reviste constantemente y, por lo tanto, nos hemos convencido de que esa falsedad es la verdad. Porque sólo cuando permitimos que Cristo toque el corazón, que Cristo llegue a nuestra alma y nos diga por dónde tenemos que ir, es cuando todas nuestras reticencias de tipo psicológico, todos nuestros miedos de tipo sentimental, todas nuestras debilidades y cálculos desaparecen.

Cuando dejamos que la Verdad, que es Cristo, toque el corazón, todas las debilidades exteriores —debilidades en las personas, debilidades en las situaciones, debilidades en las instituciones—, y que nosotros tomamos como excusas para no entregar nuestro corazón a Dios, caen por tierra.

Nos podemos acomodar muchas cosas, muchas situaciones, muchas personas; pero a Cristo no nos lo podemos acomodar. Cristo se nos da auténtico, o simplemente no se nos da. “Se ocultó y salió de entre ellos”. En el momento que los judíos se dieron cuenta de que no podían acomodarse a Cristo, que tenían que ser ellos los que tenían que acomodarse al Señor, toman la decisión de matarlo.

A veces en el alma puede suceder algo semejante: tomamos la decisión de eliminar a Cristo, porque no nos convence el modo con el que Él nos está guiando. Y la pregunta que nace en nuestra alma es la misma que le hacen los judíos: “¿Quién pretendes ser?”. Y Cristo siempre responde: “Yo soy el Hijo de Dios”.

Sin embargo, Cristo podría regresarnos esa pregunta: ¿Y tú quién pretendes ser? ¿Quién pretendes ser, que no aceptas plenamente mi amor en tu corazón? ¿Quién pretendes ser, que calculas una y otra vez la entrega de tu corazón a tu vocación cristiana en tu familia, en la sociedad? ¿Por qué no terminar de entregarnos? ¿Por qué estar siempre con la piedra en la mano para que cuando el Señor no me convenza pueda tirársela?

Cristo, ante nuestro reclamo, siempre nos va a responder igual: con su entrega total, con su promesa total, con su fidelidad total.

Las ceremonias que la Iglesia nos va a ofrecer esta Semana Santa no pueden ser simplemente momentos de ir a Misa, momentos de rezar un poco más o momentos de dedicar un tiempo más grande a la oración. La Semana Santa es un encuentro con el misterio de un Cristo que se ofrece por nosotros para decirnos quien es. El encuentro, la presencia de Cristo que se me da totalmente en la cruz y que se muestra victorioso en la resurrección, tenemos que realizarla en nuestro interior. Tenemos que enfrentarnos cara a cara con Él.

Es muy serio y muy exigente el camino del Señor, pero no podemos ser reticentes ante este camino, no podemos ir con mediocridad en este camino. Siempre podremos escondernos, pero en nuestro corazón, si somos sinceros, si somos auténticos, siempre quedará la certeza de que ante Cristo, nos escondimos. Que no fuiste fiel ante la verdad de Cristo, que no fuiste fiel a tu compromiso de oración, que no fuiste fiel en tu compromiso de entrega en el apostolado, que no fuiste fiel, sobre todo, en ese corazón que se abre plenamente al Señor y que no deja nada sin darle a Él.

Cristo en la Eucaristía se nos vuelve a dar totalmente. Cada Eucaristía es el signo de la fidelidad de la promesa de Dios: “Yo estaré contigo todos los días hasta el fin del mundo”. Dios no se olvida de sus promesas. Y cuando vemos a un Dios que se entrega de esta manera, no nos queda otro camino sino que buscarlo sin descanso.

Buscarlo sin descanso a través de la oración y, sobre todo, a través de la voluntad, que una vez que ha optado por Dios nuestro Señor, así se le mueva la tierra, no se altera, no varía; así no entienda qué es lo que está pasando ni sepa por dónde le está llevando el Señor, no cambia.

Dios promete, pero Dios también pide. Y pide que por nuestra parte le seamos fieles en todo momento, nos mantengamos fieles a la palabra dada pase lo que pase. Romper esto es romper la verdad y la fidelidad de nuestra entrega a Cristo.

Que la Eucaristía abra en nuestro corazón una opción decidida por nuestro Señor. Una opción decidida por vivir el camino que Él nos pone delante, con una gran fidelidad, con un gran amor, con una gran gratitud ante un Dios que por mí se hace hombre; ante un Dios que tolera el que yo muchas veces haya podido tener una piedra en la mano y me haya permitido, incluso, intentar arrojársela. Y sobre todo, una gratitud profunda porque permitió que mi vida, una vez más, lo vuelva a encontrar, lo vuelva a amar, consciente de que el Señor nunca olvida sus promesas.