JUEVES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA

 

LECTURAS 

1ª: Ex 32,7-14  = DOMINGO 24C 

2ª: Jn 5, 31-47 


1.

En el Evangelio de hoy, Jesús reprocha a sus contemporáneos no haber escuchado realmente a Moisés: «si creyerais en Moisés, creeríais también en mi». La primera lectura nos da «precisamente» una actitud de Moisés.

-El becerro de oro...

Al bajar de la Montaña del Sinaí, donde había estado hablando con Dios, Moisés encuentra al pueblo en adoración ante una estatua de metal, ¡un becerro!

Esta es una verdad de todas las épocas y de todos los hombres. Las «cosas de la tierra»... los «alimentos terrestres»... los «bienes temporales»... el dinero. Todo esto es necesario y tentador. Todo esto es un don de Dios.

-Se han apartado de mí... Se han postrado ante un becerro...

El hombre se rebaja cuando da tanta importancia a esas «cosas» ¡que son aún menos importantes que él!

La adoración al verdadero Dios es la única que no envilece ni rebaja.

Sólo Tú, Señor, mereces nuestras sumisiones y nuestros sacrificios.

-Mi ira se encenderá contra ellos y los exterminaré...

¡Porque es un pueblo de dura cerviz!

La «ira» de Dios es una imagen también, una manera de hablar: prestamos a Dios sentimientos humanos para significar que Dios no puede pactar con el mal. Dios toma la defensa del hombre, contra sí mismo, si es preciso: ¡Vamos! ¡no os rebajéis de ese modo!

¿Qué conversiones son urgentes en mi vida?

-Entonces Moisés se esforzó en aplacar al Señor, su Dios, diciendo...

Admirable actitud de Moisés. No se desolidariza de sus hermanos pecadores. Ruega por ellos. Ruega por ese pueblo Idólatra.

Jesús también ha intercedido por los pecadores... ¿Encomiendo a Dios a los que veo que se portan mal? ¿Ruego por aquellos cuyas actitudes o pecados me causan sufrimiento?

O bien, ¿busco solamente la compañía de los justos?

-"Abandona, Señor, el ardor de tu cólera. Deja de lanzar el mal contra tu pueblo".

¡Que audacia! ¡Que oración más atrevida!

-Entonces el Señor cambió de opinión y no amenazó más a su pueblo.

Aquí también se presta a Dios sentimientos humanos. Ese «dejar de...». Ese «cambio de parecer» de Dios es emocionante. ¡Es la plegaria de Moisés lo que ha obtenido ese resultado! ¿Cómo puedes Tú, Señor, conceder tanta importancia a nuestras pobres plegarias humanas?

Te ruego en nombre de todos los hombres pecadores. Yo soy uno de ellos, me conozco. Sé también muy bien que muchos están como pegados, ligados a sus hábitos de injusticia, de egoísmo, de impureza, de orgullo, de desprecio, de violencia... ¡nuestros ídolos! y Tú Señor, no puedes dejar de condenar todo esto. Es normal: ¡de tal manera quieres el bien de la humanidad!

Pero, sé también que Tú perdonas. Que esperas nuestra intercesiones, nuestras plegarias. Ten piedad de nosotros.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 144 s.


2.

En el evangelio, Jesús aporta testimonios que autentifican su misión. El del precursor (válido exclusivamente para los que le habían conocido) y el de Dios mismo, que se hace accesible a los hombres de dos maneras: por las obras divinas que Cristo realiza, y por las Escrituras. Para reconocer este testimonio sobre JC hay que creer en Dios, es necesario que su Palabra habite entre nosotros. Y eso será verdad en la medida en que amemos a Dios y busquemos su gloria y no la nuestra.

MISA DOMINICAL 1990/07


3.

"Padre, he venido a este mundo para glorificar tu nombre. He llevado a término tu obra; glorifícame". La Luz ha venido al mundo para iluminar con una nueva luz la vida de los hombres. En aquel Nazareno pudieron los hombres contemplar el verdadero rostro de Dios: un Dios de amor. Pudieron descubrir que sólo Dios podía dar la vida, pues Jesús curó a aquellos a quienes la muerte ya había marcado. Pudieron descubrir que sólo Dios podía salvar, ya que Jesús no tuvo miedo de decir: "Tus pecados te son perdonados".

¡Pobre Jesús! Pretende que sus obras den testimonio de él, y precisa- mente le rechazan por ellas. ¿Puede Dios compartir la mesa de los pecadores públicos? Jesús predica un Dios "diferente" (Ch. Duquoc): ¿cómo podían sus obras dar testimonio de que venía "de Dios"? Los que hoy anuncian "otro" Dios, ¿cómo pueden invocar a Dios? A lo largo de la historia religiosa de los hombres, siempre se ha hecho la misma acusación. Dios no puede tener ese rostro tan excesivamente humilde y vulgar. Preferimos el Dios de los héroes y de los santos; no podemos aceptar el de los pequeños y los pecadores. Pero "mi gloria no la recibo de los hombres", dice Jesús.

"Mis obras dan testimonio de que el Padre me ha enviado". En el momento de la cruz, el Enviado será objeto de burla. Pues he aquí "la obra" que autentifica su misión: una vida entregada hasta el final. La cruz derriba los pedestales de los falsos dioses. Los dioses de los justos, de los ricos, de los satisfechos; los dioses cuyas gracias se compran y cuyos favores hay que ganarse...; esos dioses sólo sirven para ser derribados, pues no son más que becerros de oro de pacotilla, imágenes deformadas de quienes las han fabricado. Dios tendrá para siempre el rostro de un crucificado, expulsado fuera de las murallas de la ciudad, ridiculizado, injustamente condenado.

"El Padre que me ha enviado es el que da testimonio de mí". En el desierto, los hombres se habían unido a dioses conformes a sus deseos. También en el desierto, Moisés erigió otra señal, un bastón coronado por una serpiente de bronce. Señal desconcertante e irrisoria. Sin embargo, dice la Escritura que los que la miraban eran salvados. Dios, por su parte, ha erigido en el universo la única señal en la que se reconoce: una cruz plantada en el corazón del mundo. Los que la miran quedan salvados.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 88


4. J/SALVADOR/SVRS:

V. 31-32: "Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí y sé que es válido el testimonio que da de mí".

El testimonio que una persona da a su favor puede ser interesado. Normalmente lo es. Por eso no es válido en un proceso. Por eso, ahora, Jesús va a aducir testimonios en favor suyo. No va a apoyarse en el suyo propio. Sabe que tiene a su favor otro testigo irrecusable que demostrará la legitimidad de su postura.

V. 33-34: "Vosotros enviasteis mensajeros a Juan y él ha dado testimonio a la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre, si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz".

Aduce en primer lugar, el testimonio del Bautista. Todo lo que Juan negaba ser, lo afirmaba de Jesús: la luz, el Mesías, el Profeta, el más fuerte, el preexistente, de quien no era digno de desatar la correa de su sandalia. En realidad, Jesús no necesitaba el testimonio del Bautista. Su testimonio iba destinado a otros para que creyeran en Jesús. El no era la luz, sino una lámpara. Esta es la diferencia entre Jesús y Juan: la que existe entre la luz como tal, y una lámpara. Y sin embargo, los judíos prefirieron lo secundario, la lámpara, a lo primario, la luz; prefirieron el testigo en lugar de lo testimoniado por él, que era Jesús.

V. 36: "Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado".

Testimonio mayor que el de Juan lo constituyen las obras mismas de Jesús. En estas obras, con su carácter significativo de "signos", se fija particularmente el evangelio de Juan. Los signos, fueron hechos "para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo tengáis vida en su nombre" (20, 30-31).

Todo el que reconozca que Dios es Padre, tiene que reconocer que las obras de Jesús, que como las del Padre, comunican vida al hombre, son de Dios (5, 17-21) (anteayer). Jesús está apelando implícitamente a un rasgo claramente expresado en el A.T., que descubre la solicitud de Dios por su pueblo, especialmente por los débiles.

Se le llamaba "justo" porque hacia justicia al oprimido. Esta era también su exigencia, expresada con fuerza por los profetas.

Is 58, 6-7: El ayuno que yo quiero es éste -oráculo del Señor- abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne".Lc 4, 16-21.

De estos y otros muchos textos que podrían citarse se ve claramente que Dios está en favor del indefenso, del desgraciado. Quien hubiera penetrado en esta característica de Dios, tan de relieve en el A.T., tenía que concluir que la obra de Jesús en favor de los débiles era la de Dios, que Jesús era su enviado y que hacia lo que le ha enseñado el Padre.

V. 37-38: "Y el Padre que envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis".

Jesús les reprocha que nunca han escuchado el mensaje de amor que Dios les proponía. Por eso en Caná faltaba el vino. Dios había querido dar vino de amor a su pueblo, pero había sido sofocado por la institución judía, encarnada en la ley, a la cual daban valor absoluto.

Se enfrentan aquí dos concepciones de Dios: el Dios de Jesús, el Padre que ama al hombre y se manifiesta, dándole vida y libertad, y el Dios de los dirigentes, el Dios soberano, que impone y mantiene un orden jurídico, prescindiendo del bien concreto del hombre. Por eso Jesús puede afirmar que no conocen en absoluto al Padre; es más, incluso el mensaje de la Alianza, expresado desde el principio con la acción de Dios, que los hizo un pueblo precisamente al sacarlos de la esclavitud, tampoco lo han conservado. Ellos han olvidado esta imagen dada por el mismo Dios, para fabricarse la suya.

V. 39-40: Por eso les dice: "Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, y no queréis venir a mí para tener vida". Tampoco hacen caso de las Escrituras porque su modo de leerlas es equivocado.

Piensan que van a encontrar en ellas lo que no contiene: la vida definitiva. Han dado un valor absoluto a la Escritura y la han convertido en un todo completo y cerrado, en lugar de ver en ellas, una promesa y una esperanza.

El verdadero papel de la Escritura era el mismo de Juan Bautista: dar testimonio preparatorio a la llegada del Mesías. Ellos no hacen caso de este testimonio porque su clave de lectura es falsa. (Manera falsa de leer el A.T.)

V. 42-47: "Os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros".

Les asegura nada menos que les falta ese "amor de Dios": amor a Dios y amor de Dios. Carecen de aquella apertura fundamental a Dios que es imprescindible en el amor; por eso les falta también la capacidad de acercarse a Jesús y reconocerlo como enviado de Dios. Y si no se admite al enviado de Dio,s ¿qué ocurre? Pues lo que está ocurriendo en nuestro tiempo: existe el gran peligro de aceptar sin crítica alguna a muchos otros que llegan en su propio nombre y ponen siempre por delante sus grandes exigencias personales, a pesar de lo cual se les sigue con gran fidelidad.

Pensad en todos los guías, profetas, líderes, maestros, libertadores echadores de cartas, adivinadores del porvenir e ideologías, a los que se entrega alma y vida, esperando encontrar la salvación. "¡Y no queréis venir a mí para tener vida!"

Dice un comentarista: "Sordo a la verdadera autoridad que le habla desde el más allá, el mundo recibe el castigo de inclinarse siempre ante unos guías que no poseen ninguna verdadera autoridad, sino que en ellos sólo se dejan sentir las tendencias de su propio querer".


5.

Escuchar la voz de Dios.

-El Padre que me ha enviado, Él da testimonio de Mí.

Yo no doy testimonio de Mí mismo...

Yo no recibo testimonio de hombre...

Jesús es consciente de estar en comunicación con lo invisible.

Dios está ahí con Él.

-Vosotros no habéis oído jamás su voz.

No habéis visto jamás su faz.

Para Jesús, esta voz y esta faz ¡son algo real! Habla de ellos con amor, como quien los conoce bien. Jesús, que ha gustado de la intimidad de Dios, quisiera hacer partícipes de ese gozo a los demás. Sabe lo que significa ser amado de Dios. Sabe cuán terrible es para el hombre la ausencia de Dios. Es la mayor desesperación... que nada puede reemplazar. Es patente hoy, en nuestro mundo ateo, a qué vacío y soledad suele enfrentarse el hombre.

Señor Jesús, haznos descubrir la "faz" de nuestro Padre; que oigamos su "voz".

-No tenéis su palabra en vosotros, porque no habéis creído...

Hacer habitar, tener en sí la Palabra de Dios.

Uno de los esfuerzos privilegiados de la Cuaresma es "hacer que la Palabra de Dios habite más en nosotros": una especie de familiaridad... vivir con...

No existe un procedimiento automático para esto. Pero tampoco esto se hará solo.

-Escudriñáis las Escrituras... Dan testimonio de mí.

La meditación asidua es, ciertamente, un medio de "hacer habitar la Palabra" en nosotros. Fijar la mente, la imaginación en una escena evangélica... Repetir, interiorizar una frase.

-No tenéis en vosotros el amor de Dios.

Es la razón por la cual los judíos no ven, ni oyen.

Tampoco nosotros correspondemos a menudo a la "visita" de Dios, por falta de amor.

Dios es amor. Quien no ama, no conoce a Dios.

Entre el Padre y el Hijo, la cuestión es de amor.

Te lo ruego, Señor. Ayúdame a amarte. Haz que yo sea "amor" de pies a cabeza, para que pueda revelar algo de ti.

Me pregunto, a veces, cómo podría yo revelarte, Señor, a los que te ignoran: pero se trata de que el amor mismo sea atrayente y revelador.

Tantos hombres, a mi alrededor, parecen ignorar a Dios y vivir sin El.

-¿Cómo vais a creer vosotros, que recibís la gloria unos de otros... y no os preocupáis lo más mínimo de la gloria "que procede del Único"?...

Sí, sería necesario orientar la búsqueda en esa dirección.

Pues si uno se queda dando vueltas, siempre en lo humano, no hay modo de salir del cielo desesperante "producción-consumo"... producir para destruir...

Haría falta que el hombre levantase un poco la cabeza y valorase en sí mismo sus aspiraciones al infinito, al absoluto...

Encontrar a Dios. Escuchar a Dios. Contemplar a Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 148 s.


6.

1. Esta vez es Moisés el que aparece como lazo de unión entre las dos lecturas y como figura de Cristo Jesús. Moisés intercediendo por su pueblo, y Jesús caminando a la cruz para entregar su vida por la salvación de todos.

El diálogo entre Yahvé y Moisés es entrañable. Después del pecado del pueblo, que se ha hecho un becerro de oro y le adora como si fuera su dios (pecado que describe muy bien el salmo de hoy), Yahvé habla a Moisés distanciándose del pueblo: «se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto... Este pueblo es de dura cerviz: déjame que mi ira se encienda contra él».

Pero Moisés le da la vuelta a esta acusación, tomando la defensa de su pueblo ante Dios: «¿por qué se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto»? No es el pueblo de Moisés, sino el de Dios. Ése va a ser el primer argumento para aplacar a Yahvé. Además, le recuerda la amistad de los grandes patriarcas, para que perdone ahora a sus descendientes. También utiliza otra razón: se van a reir los egipcios si ahora el pueblo perece en el desierto.

Yahvé, además, había puesto una especie de «trampa» a Moisés: al pueblo le va a destruir, pero «de ti haré un gran pueblo». Moisés no cae en la tentación: se pone a defender al pueblo. Hoy no lo leemos, pero más adelante le dice a Dios que si no salva al pueblo, le borre también a él del libro de la vida.

El autor del Éxodo parece como si atribuyera a Moisés un corazón más bondadoso y perdonador que a Yahvé. Y concluye: «y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo».

2. Sigue el comentario de Jesús después del milagro de la piscina y de la reacción de sus enemigos.

Les echa en cara que no quieren ver lo evidente. Porque hay testimonios muy válidos a su favor: el Bautista, que le presentó como el que había de venir las obras que hace el mismo Jesús y que no pueden tener otra explicación sino que es el enviado de Dios; y también las Escrituras, y en concreto Moisés, que había anunciado la venida de un Profeta de Dios.

Pero ya se ve en todo el episodio que los judíos no están dispuestos a aceptar este testimonio: «yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibisteis», «os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros».

Si Moisés excusaba a su pueblo, ahora no podría hacerlo con los que no creen en Jesús: les acusaría claramente.

3.

a) La primera lectura nos interpela en una dirección interesante: ¿se puede decir que nosotros tomamos ante Dios la actitud de Moisés en defensa del pueblo, de esta sociedad o de esta Iglesia concreta, de nuestra comunidad, de nuestra familia o de nuestros jóvenes? ¿intercedemos con gusto en nuestra oración por nuestra generación, por pecadora que nos parezca? Recordemos esa postura de Moisés: mientras rezaba a Dios con los brazos en alto, su pueblo llevaba las de ganar en sus batallas.

En la oración universal de la Misa presentamos en presencia de Dios las carencias y los problemas de nuestro mundo. Lo deberíamos hacer con convicción y con amor. Amamos a Dios y su causa, y por eso nos duele la situación de increencia del mundo de hoy. Pero a la vez amamos a nuestros hermanos de todo el mundo y nos preocupamos de su bien. Como Moisés, que sufría por los fallos de su pueblo, pero a la vez lo defendía y se entregaba por su bien.

b) Pero todavía es más apremiante el ejemplo del mismo Jesús en su camino a la Pascua. A pesar de la oposición de las personas que acabarán llevándole a la muerte, él será el nuevo Moisés, que se sacrifica hasta el final por la humanidad.

Ciertamente nosotros somos de los que sí han acogido a Jesús y han sabido interpretar justamente sus obras. Por eso creemos en él y le seguimos en nuestra vida, a pesar de nuestras debilidades. Además en el camino de esta Cuaresma reavivamos esta fe y queremos profundizar en su seguimiento, imitándole en su entrega total por el pueblo. El evangelio de Juan resume, al final, su propósito: «estas señales han sido escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre» (Jn 20,31).

Se trata de aceptar a Cristo, para tener parte con él en la vida.

Por eso sentimos todos la urgencia de la evangelización de nuestros hermanos de todo el mundo. Con ocasión del Jubileo del 2000 renovamos este compromiso y hacemos lo posible para que todos se enteren de que la salvación está en ese Jesús que Dios envió hace dos mil años a nuestra historia, y le acepten en sus vidas.

«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz» (1ª lectura)

«Acuérdate de nosotros, por amor a tu pueblo» (salmo) 88

«Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibisteis» (evangelio)

«Que esta comunión nos purifique de todas nuestras culpas» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 85-88


7.

Primera lectura : Exodo 32, 7-14 Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo
Salmo responsorial : 105, 19-20.21-22.23 Acuérdate de nosotros, por amor a tu pueblo
Evangelio : Juan 5, 31-47 Estudiáis la Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna.

Uno de los problemas que enfrenta el Evangelio de Juan es el de la autoridad de Jesús. Jesús mismo la fundamenta en su unión con el Padre, unión que lo lleva a obrar en conformidad con su voluntad divina. La autoridad de Jesús no está sólo en sus palabras, está en sus obras. Si éstas se leen a la luz de la Palabra de Dios, son divinas. Y si la Palabra de Dios se interpreta desde sus obras, éstas hablan de las mismas y les dan razón. Jesús da un giro a la hermenéutica que hace el grupo judío: Los judíos no pueden seguir teniendo como único referente las solas Escrituras. Estas sirven si iluminan la realidad y si se dejan cuestionar por la misma. Reorientando la interpretación de las Escrituras, podría el judaísmo comprender realmente las palabras y hechos de Jesús.

Jesús nos descubre la trampa de una lectura bíblica descontextualizada, ajena a la realidad del momento y ajena a la situación concreta del sujeto y hace un cuestionamiento básico: con sólo el estudio descarnado de las Escrituras nadie llega a comprender su persona. Buscar la salvación por medio de una lectura donde la Biblia se interpreta a sí misma, tiene el peligro de caer en un fundamentalismo que aleja al sujeto de su propia realidad, es fundar la esperanza en una interpretación piadosa más que en un Jesús vivo y actuante en la historia, un Jesús que interpela, que llama a ser testigos y obreros del Reino de Dios.

La diversidad en Nuestra América es un hecho: nuevos sujetos -mujeres, niños, ancianos, negros, indígenas, pobladores urbanos, etc.- hacen oír su voz. Y desde su realidad concreta, desde su cultura, tratan de interpretar la Biblia, buscando al Dios Liberador que les hable desde su propia situación. Aquí cobra vida el cuestionamiento básico que hace Jesús y la imperiosa necesidad de que su Reino se haga realidad desde la diversidad.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


8.

Por cuestiones desconocidas en la historia bíblica, el capítulo 6 de Juan (la multiplicación de los panes y el discurso del pan de vida) se ha introducido entre los capítulos 5 y 7, que conforman un solo relato; parece un error al enganchar o pegar las hojas sueltas de pergamino o papiro, error que se ha mantenido en los más antiguos manuscritos y por eso lo conservamos en algunas de nuestras biblias: la versión de la Biblia Latinoamericana, por ejemplo, trata de corregirlo. Por eso en la "lectio continua" que estamos haciendo no comentamos el capítulo 6.

Hoy se hace una referencia grande y profunda a Moisés en el Evangelio. Figura excepcional para el pueblo judío: fundador, liberador, líder, guía, legislador. Este personaje tiene una influencia y autoridad extraordinaria. Así como Moisés está al inicio de la experiencia de la Ley del pueblo, Moisés está al lado de la nueva experiencia de libertad que propone Jesús, con su palabra, de parte del Padre.

Hay un nuevo pueblo que nace, hay una nueva ley que proponer, hay una nueva experiencia. Jesús, como buen israelita, conoce la importancia de Moisés, sabe de su autoridad, y entronca, une, la propuesta que tiene de parte de Dios, a la que ya el pueblo conoce.

De cara a este legislador del pueblo Jesús evalúa a las autoridades y representantes sociales; será Moisés quien los juzgue.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


9. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Seguimos con el evangelio de Juan. Hemos seleccionado una de las frases finales del pasaje de hoy. Nos invita a reconocer realidades de la vida en sus diferentes niveles.
No se puede dar el paso segundo sin haber dado el primero. Las cosas tienen un orden. Si no hacemos caso al "pedagogo", al que nos lleva a la escuela, y nos resistimos a que nos conduzca, tampoco podremos entrar en contacto con el maestro. Cada acción tiene su sentido, y una nos prepara para la siguiente. Como cada etapa de la vida quiere ser un equipamiento para la que viene a continuación.

Si no acogemos los dones menores y preparatorios de Dios, tampoco acogeremos el don mayor, el que trae el cumplimiento. Aceptemos las diligencias que tenemos que realizar hoy y mañana. Es la mejor manera de capacitarnos para la gran diligencia de pasado mañana. Ningún acto es vil, todos tienen su calidad; y todos tienen su precio, su costo, y también su preciosidad.

Aceptemos, pues, los rudimentos por que hay que pasar. ¡Ah! Pero no nos aferremos a ellos como si fueran el no-va-más. Acojamos su don y asomémonos a su promesa. Moisés trae un don grande, pero Dios suscitará otro profeta mayor que Moisés, como el propio Primer Testamento apunta. No nos instalemos en las chozas del Tabor cuando estamos llamados a acercarnos a la cumbre de la Pascua.

En una palabra: vayamos de diligencia en diligencia, de fe en fe, de Moisés en nuevo Moisés, cuyo nombre es "el Señor Jesús".

Vuestro amigo.

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail.com)


10. CLARETIANOS 2003

El evangelista parece empeñado en averiguar por qué los judíos no creyeron a Jesús, ni quisieron ir a él, ni lo recibieron. Y acumula explicaciones. Primera: no hicieron caso al testimonio de Juan, por Dios como testigo de la luz, a diferencia de aquellos dos discípulos de Juan que se dejaron conducir por la palabra de su líder: “ése es el Cordero de Dios” y, después que le oyeron, siguieron a Jesús (Jn 1,36-37). Segunda: no prestaron atención al testimonio de las propias obras de Jesús, a diferencia del funcionario real que supo caminar desde un crédito rudimentario hasta una fe íntegra y comunal. Tercera: nunca escucharon el testimonio del Padre, y, si no conocían al Dios verdadero, se incapacitaban para conocer a su enviado. Cuarta: no está en ellos el amor de Dios, y como el amor de Dios es “los ojos de la fe”, su ceguera les impide acceder al revelador; en cambio, advertimos cómo el discípulo amado, y que corresponde al amor, ve el sepulcro vacío y cree, o identifica inmediatamente a Jesús en medio de la bruma matinal. Quinta: no buscan la gloria que viene del único Dios, sino la propia gloria, mientras la fe entraña un despojo de la autosuficiencia, el reconocimiento agradecido de que Dios da el pan a sus amigos mientras duermen, la superación de la red de intereses en que me atrinchero con mi grupo. Y sexta: mucho presumir de Moisés, sí, pero en realidad no creen a Moisés ni dan fe a sus escritos. Les pasa (cambiamos de registro evangélico) como al epulón y a sus hermanos: si no dan fe ni hacen caso a Moisés ni a los profetas, aunque resucite un muerto no le harán caso. Y, claro, así no hay manera.

Todos conocemos la simpática historia del P. Tobías, que, ante la inundación que va cubriendo todo, se sube al tejado de la iglesia y aguarda que Dios lo salve. Primero pasa una pequeña barca, luego viene una lancha motora, al final le mandan un helicóptero, pero él, aupado en el alero del templo y en “su fe berroqueña”, acaba ahogándose. Cuando en el cielo protesta con furia por no haber sido atendido en las legítimas esperas de su fe, le replican: Apues aquí consta que se le han lanzado nada menos que tres cables. )Cómo ha desdeñado Vd. esos impagables medios de salvamento?

Es para hacer un repaso sobre todos los testimonios e impulsos para la fe que se nos dan y sobre el grado de nuestra acogida.

Pablo Largo: pldomizgil@hotmail.com


11. 2001

COMENTARIO 1

La situación se concibe figuradamente como un litigio en que Jesús, frente a un adversario, tiene que probar la validez de su causa (v. 31). Jesús ha declarado que su actitud en favor del hombre es la única norma de conducta establecida por Dios, el único criterio para distinguir entre bien y mal. El adversario implícito es, pues, la Ley, que, según la opinión de todos, tenía a su favor el testimonio de Dios.

Toca, pues, a Jesús aducir testimonios que corroboren su pretensión. Como lo que se discute es quién goza de autoridad divina -Jesús o la Ley- sólo Dios mismo puede dirimir la cuestión; por eso Jesús no acepta testimonios humanos, ni siquiera el de Juan (32-34).

El argumento único y decisivo de su misión divina es su propia acti­vidad; Jesús no emplea dialéctica, aduce obras (5,17). Dios da testimonio en favor de Jesús a través de las obras que éste realiza. Quien conciba a Dios como dador de vida (Padre) tiene que concluir que las obras de Jesús, que efectúan el bien concreto del hombre comunicándole vida, son de Dios (Is 1,17; 58,6s; 61,1; Jr 21,11s; 22,15s; Ex 34,2-4; Sal 72,4.12-14).

Jesús ataca a los dirigentes, pretendidos depositarios de la autén­tica tradición, que se han endurecido desde antiguo ("nunca"): han desobedecido a Dios, no han conservado su alianza y han dejado perder el mensaje de justicia / amor que ésta pretendía comunicar y que había sido renovado por los profetas. Se encuentra aquí dos concepciones de Dios opuestas: el Padre, que ama al hombre y lo muestra dándole vida y libertad; el Dios de los dirigentes, el Sobe­rano que impone un orden jurídico prescindiendo del bien concreto del hombre (vv. 37b-38).

El papel de la antigua Escritura, de la cual es parte la Ley que ellos han absolutizado, es ser promesa y anuncio de la realidad que se verifica en Jesús. Considerarlas como fuente de vida en sí mismas, suprimiendo su relación esencial al futuro, impide comprender su verdadero sentido (vv. 39-40).

Hay una segunda invectiva: los dirigentes buscan su riqueza y prestigio (gloria hu­mana), y esto los hace explotadores; no buscan el amor (gloria que viene de Dios). Los que se dicen representantes de Dios carecen de la única credencial que les permitirá afirmarlo (vv. 41-42). Aceptarían a uno que fuese como ellos (v. 43). Quienes no conocen el amor al hombre no pueden dar la adhesión a Jesús (v. 44). Moisés, realizador del éxodo, ad­quiere su pleno significado como figura que anunciaba la actividad libe­radora de Jesús (vv. 45-47).


COMENTARIO 2

En el evangelio de Juan, los judíos entran en conflicto con Jesús porque no comprenden que la Escritura es una mediación para entrar en comunión con el Dios de la vida y con la vida del pueblo, y no como ellos que terminan idolatrando la ley. Jesús sigue presentando su defensa como si estuviera ante un tribunal. De acusado pasa a acusador, al demostrar con una serie de testigos la ceguera, la sordera y la falta de fe de sus adversarios. Dan testimonio de Jesús, Juan Bautista, sus obras realizadas, la Escrituras y el mismo Moisés. Jesús resalta la importancia de las obras al considerarlas como un testimonio mayor que el de Juan. Las obras son los signos realizados. Así como el pueblo veía y era consciente de las obras realizadas por Dios en la historia de Israel, desde la liberación de Egipto hasta el momento mismo de Jesús, en la práctica de la vida cotidiana las olvidaba. De igual manera, aunque ha visto las obras de Jesús, el pueblo no se ha convertido a su Palabra. No hay duda de que para los cristianos las obras son la mejor manera de demostrar la fe en el Señor Jesús. Por esto asusta cuando se escucha que un país con el 98% de cristianos, alcanza también altos porcentajes de desigualdad social, de corrupción, de violación de los derechos humanos, intolerancia política, etc.

Las últimas palabras de Jesús a sus adversarios suenan desconcertantes: "No piensen que seré yo quien los acuse ante el Padre. Es Moisés quien los acusa, aquel mismo en el que ustedes creen". Moisés, a quienes ellos pretenden seguir, los condena por haberle robado la vida a la ley, inundándola de normas y cargas pesadas.

Desde esta perspectiva podemos entender cómo muchos hombres y mujeres se llaman cristianos a pesar de que alimentan estructuras sociales injustas, corruptas, violadoras de derechos humanos, por sus intereses mezquinos y egoístas. La razón es simple, creen como los fariseos que con cumplir algunas normas (ir a misa, confesarse, dar limosna, ir en peregrinación a Roma o Tierra Santa, etc) tienen la salvación en las manos, sin darse cuenta de que, mientras la fe no se traduzca en obras de amor y de vida, no estamos siguiendo al Jesús del evangelio.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


12. 2002

¿Cuántas veces resuena la palabra "testimonio" en la lectura del evangelio de hoy? Diez veces en apenas 16 versículos. Jesús dice que El no da testimonio de sí misma porque, obviamente, un testimonio así no tendría ningún valor.

Luego enumera Jesús, como hemos oído, una se­rie creciente de testimonios a favor suyo; menciona finalmente el de las Escrituras que los judíos leen y escudriñan con ahínco. Termina Jesús evocando la figura de Moisés. El ya no intercederá por su pueblo: lo acusará ante Dios por no haber aceptado su testimo­nio, consignado en las Escrituras, a favor de Jesús.

¿Y nosotros, veinte siglos después? También es­cudriñamos las Escrituras y tal vez encontramos en ellas muchos mensajes, pero el que más importa, el testimonio fundamental que todos nos dan es que Jesús ha sido enviado por Dios para darnos la vida en pleni­tud. Que lo hemos de acoger y hemos de regir nuestra vida por su Evangelio. Que nos toca ahora a nosotros convertirnos en testigos de Jesús. Ya sabemos que la palabra "testigo" suena en griego como "mártir".

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


13. DOMINICOS 2003

Saber y poder con deber

Yo he venido en nombre de mi Padre, dice Jesús en el evangelio de hoy, y no me creéis; os he traído la gran verdad de Dios que os ilumina y salva, pero vosotros preferís actuar sin comprometeros con ella; os he hablado a la intimidad de la conciencia, para que actuarais conforme al deber de fidelidad, pero habéis preferido el tener, el saber, el poder, al deber. Por eso se dice en el libro del Éxodo que sois ‘de cabeza dura’ y de ‘corazón desleal’.

Hoy, como ayer, ese juicio de Dios sobre la conducta humana responde a la cruda realidad. Tanto es así que ahora mismo la auténtica novedad en la historia humana -el cielo nuevo y la tierra nueva-  sería mantener bien ordenados y moderados los planos del saber, del poder y del deber, conforme al diseño divino sobre el hombre, no  conforme a nuestros intereses mezquinos.

Recordemos una frase célebre sobre las consecuencias del saber y del poder humano ejercidos en nuestro siglo sin conciencia, sin prudencia, sin virtud: con el poder destructor de las bombas de Hiroshima, con el horror de los campos de concentración de Auschwitz y de Dachau, con la manipulación de la vida, con la muerte por hambre de millones de niños... la ciencia ya no es inocente y creadora sino pecadora. Y lo es porque le falta espíritu, responsabilidad, conciencia.

Intentemos, pues, no ser tan duros de cerviz, tan ansiosos de hacer todo cuanto quepa y se pueda hacer, y obremos con sentido de dignidad ante Dios, ante la vida, ante los hombres.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, Tú nos pusiste en la existencia adornados con cualidades excepcionales de inteligencia, voluntad y libertad; Tú nos dotaste de ingenio para descubrir una parte de los misterios de la naturaleza y de la vida; Tú pusiste en nuestras manos el poder ser creadores contigo y destructores de tu obra. Concédenos vivir y enseñar a vivir con conciencia responsable en todos los plano de la existencia. Amén.

 

Palabras a la conciencia responsable

Libro del Éxodo 32, 7-14:

“ En aquellos días dijo el Señor a Moisés: Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo ... Se han desviado del camino que yo les había señalado, y se han hecho un toro de metal, y se postran ante él, y le ofrecen sacrificios... Veo que es un pueblo de dura cerviz..., y mi ira se va a encender contra ellos...

¡Señor!, dijo Moisés, ¿se va a encender tu ira contra tu pueblo que sacaste de Egipto con gran poder..? ¿Tendrán que decir los egipcios que ‘con mala intención los sacaste para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos’...? Por favor, acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac.... Y el señor se arrepintió de su amenaza...”

Dios habla con Moisés en el espíritu y nos abre horizontes de paz y amor. El pueblo habla con falsos dioses,  en la tierra, y fabrica para su honor becerros de metal que nos esclavizan. Ante ambas evidencias, un mediador, Moisés, clama y amonesta a los infieles, y pide misericordia y perdón para ellos. Así una y mil veces, porque Dios no es como nosotros.

 

Evangelio según san Juan 5, 31-47:

“Un día dijo Jesús a los judíos: si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Pero hay otro que da testimonio de mí... Vosotros enviasteis mensajeros a Juan y él ha dado testimonio a la verdad... Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado... Pero, claro, ¿cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?... Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí...”

Jesús recuerda la historia del Éxodo y de Moisés, de la zarza ardiente y del becerro, de la fidelidad e infidelidad. Pero lo hace a otro nivel: Soy el Hijo, el último enviado del que hablan los signos. Si no abrís el corazón quedará cerrado para siempre.

 

Momento de reflexión

Conciencia nueva de hijos, e imágenes falsas de Dios

Es admirable el diálogo que, según el texto, mantienen Dios y Moisés en el Monte. Moisés, agradecido por los dones de lo alto, recibe en manos las tablas de los mandamientos, que graba en su conciencia.

Pero luego, confundido por la infidelidad de los suyos,  tiene conciencia de que merecen reprensión. ¿Qué hacer? Se humilla y suplica al señor que no ejerza su ira contra los elegidos, aunque, olvidados del Libertador, se han fabricado una imagen de Dios con barras de oro.

¿Es que el pueblo no es religioso, no cree en Dios? No es que renieguen de lo divino. Es que, con inaudita ceguera mental, caen en el error de imaginar que a Dios lo tienen más cercano y propicio cuando lo presencializan en estatuas y lo hacen ‘manejable’, según sus intereses.

¡Pobre conciencia! Perdónalos, Señor, y perdónanos a nosotros que somos tanto y más infieles que ellos cuando no solamente presencializamos a Dios en una estatua de oro sino que adoramos al oro, plata, poder, placer, ambición.

Danos, Señor, un corazón puro para amarte.

En el evangelio de Juan no se habla de imágenes de Dios. Se habla de algo más profundo: del misterio de creer en Dios mismo. Pero ¿en qué Dios? Moisés hizo añicos el becerro de oro, porque confundían a su Dios con el oro o con un toro sagrado. Y contra esa iniquidad fulmina desde el cielo rayos incandescentes. El Dios de nuestra fe ha de ser un Dios puro, espiritual. 

Pero ¿qué nos sucede cuando Jesús -u otro maestro o profeta-  nos revela el rostro verdadero de Dios en términos de Amor, Paternidad, Misericordia, y nos da a su Hijo para nuestra salvación? ¿Le creemos de verdad y nos entregamos a él? Los signos de amor, paternidad, misericordia, compasión están ahí; pero no creemos. Nos falta grandeza de mente y corazón.

Danos, Señor, un corazón puro en el amor, una mente limpia en la verdad, una búsqueda constante de Ti, para que, cuando hables, te escuchemos, acojamos, adoremos; y que cuando actuemos lo hagamos a conciencia!


14.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro» (Sal 104,3-4).

Colecta (del Gelasiano y del Sacramentario de Bérgamo): «Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar bien dispuestos a las fiestas de Pascua».

Comunión: «Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo, dice el Señor» (Jer 31,33).

Postcomunión: «Que esta comunión, Señor, nos purifique de todas nuestras culpas, para que se gocen en la plenitud de tu auxilio quienes están agobiados por el peso de su conciencia».

–Éxodo 32,7-14Arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Moisés intercede ante Dios que quiere castigar a su pueblo por haber sido infiel a la alianza, y obtiene el perdón. Dios, que es misericordioso y fiel, perdona la infidelidad de su pueblo por la intercesión de Moisés. En esa gran misericordia se manifiesta de forma máxima su omnipotencia, dice Santo Tomás de Aquino (Suma Teológica, 2-2 30,4). Casiano explica que la misericordia de Dios perdona y mueve a conversión:

«En ocasiones Dios no desdeña visitarnos con su gracia, a pesar de la negligencia y relajamiento en que ve sumido nuestro corazón... Tampoco tiene a menos hacer nacer en nosotros abundancia de pensamientos espirituales. Por indignos que seamos, suscita en nuestra alma santas inspiraciones, nos despierta de nuestro sopor, nos alumbra en la ceguedad en que nos tiene envueltos la ignorancia, y nos reprende y castiga con clemencia. Más aún, su gracia se difunde en nuestros corazones para que ese toque divino nos mueva a compunción y nos haga sacudir la inercia que nos paraliza» (Colaciones, 4).

San Gregorio Magno ensalza la misericordia de Dios:

«¡Qué grande es la misericordia de nuestro Creador! No somos ni siquiera siervos dignos, pero Él nos llama amigos. ¡Qué grande es la dignidad del hombre que es amigo de Dios!» (Homilía 27 sobre los Evangelios). «La suprema misericordia no nos abandona, ni siquiera cuando la abandonamos» (Homilía 36 sobre los Evangelios).

–El pueblo pecó adorando a un becerro. La historia de Israel es la historia de su infidelidad a la alianza. Pero Moisés intercede y Dios, rico en misericordia, vuelve a perdonar. El Señor es fiel para siempre.

–Proclamamos esto con el Salmo 105: «En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba. Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos en el Mar Rojo. Dios hablaba de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a Él, para apartar su cólera del exterminio. Acuérdate de nosotros por amor a tu pueblo». Y Dios perdona a su pueblo.

Juan 5,31-47: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza, será vuestro acusador. Juan Bautista había dado testimonio acerca de Jesús. También las Escrituras daban testimonio sobre Él. Pero ahora es Dios mismo quien atestigüe la verdad de las palabras de Jesús, mediante las obras que las acompañan. San Agustín dice:

«¿Por qué creéis que en las Escrituras está la vida eterna? Preguntadle a ellas de quién dan testimonio y veréis cuál es la vida eterna. Por defender a Moisés ellos quieren repudiar a Cristo, diciendo que se opone a las instituciones y preceptos de Moisés.

«Pero Jesús los deja convictos de su error, sirviéndose como de otra antorcha... Moisés dio testimonio de Cristo, Juan dio testimonio de Cristo y los profetas y apóstoles dieron también testimonio de Cristo... Y Él mismo, por encima de todos estos testimonios, pone el testimonio de sus obras. Y Dios da testimonio de su Hijo de otra manera: muestra a su Hijo por su Hijo mismo, y por su Hijo se muestra a Sí mismo. El hombre que logre llegar a Él no tendrá ya necesidad de antorcha y, avanzando en lo profundo, edificará sobre roca viva» (Tratado 23 sobre el Evangelio de San Juan, 2-4).


15.

Yo no busco recibir gloria de los hombres; pero os conozco y sé que no hay amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en nombre propio a ése lo recibiríais. ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único Dios? No penséis que yo os acusaré ante el Padre; hay quien­ os acusa: Moisés, en quien vosotros esperáis. En efecto, si creyeseis a Moisés, tal vez me creeríais a mí, pues él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras? (Jn 5, 41-47).

I. Jesús, está claro que no puedo amarte si primero no creo. La fe es muy importante, porque es el paso previo a la caridad, al amor. Por eso, he de fomentarla y cuidarla; no puedo jugar con la fe, ponerla en peligro. En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte (San Agustín, Comento sobre el salmo 39).

La fe se robustece con el estudio, con la formación. No es coherente que vaya creciendo mi cultura, mi ciencia, mi capacidad crítica, y continúe con una formación religiosa «de primera comunión»: con explicaciones de la fe que no dan respuesta a las preguntas de una vida de adulto, ni pueden contrarrestar los ataques a la fe solapados bajo un lenguaje pseudocientífico y «progresista». Por eso es importante asistir a charlas de formación, pedir consejo para leer libros interesantes sobre la doctrina y la vida cristiana, etc...

Si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras? Jesús, lo mismo que dices sobre Moisés, lo dices también sobre los apóstoles y los ministros de tu Iglesia: Quien a vosotros oye, a mí me oye; quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia (Lc 10, 16.). Si no oigo las enseñanzas de la Iglesia, si no las sigo, ¿cómo voy a creer? Los judíos «creían» en las escrituras; sin embargo, Tú les dices que no creen en los escritos de Moisés porque creen a su modo, interpretan a su manera. Igualmente, yo no puedo interpretar la escritura a mi manera. Quien a vosotros oye, a mí me oye.

II. Te aconsejo que no busques la alabanza propia, ni siquiera la que merecerías: es mejor pasar oculto, y que lo más hermoso y noble de nuestra actividad, de nuestra vida, quede escondido... ¡Qué grande es este hacerse pequeños!: ¡«Deo omnis gloria!» -toda la gloria, para Dios (Forja, 1051).

¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único Dios? Si me busco a mí mismo: quedar bien, triunfar, y que los demás me admiren, ¿cómo voy a entenderte? Tú mismo has dicho: Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños (Mt 11,25). Por eso, ¡Qué grande es este hacerse pequeños!

Jesús, Tú eres Dios y naces en un establo, vives pobre en una aldea perdida, mueres ajusticiado en una cruz, y te escondes bajo las especies de los alimentos más vulgares de la tierra: vino y pan. ¿Por qué actúas así? ¿Qué me estás queriendo enseñar con esto? Posiblemente quieres enseñarme que es mejor pasar oculto, y que lo más hermoso y noble de nuestra actividad, de nuestra vida, quede escondido.

No significa que deba hacer las cosas mal, o que me tenga que dedicar a labores de segunda categoría. Tú me quieres con prestigio profesional y humano, y en los lugares en los que el ejemplo de mi vida cristiana pueda llegar a más gente. Pero sin buscar la alabanza propia, ni siquiera la que me merecería. Toda la gloria te la mereces Tú, que eres quien me ha dado mi inteligencia, tantos medios materiales, la formación religiosa, continuas gracias espirituales, una familia como la que tengo, etc... Ayúdame, Jesús, a buscar siempre y en todo tu voluntad y tu gloria.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo I, EUNSA


16.

Reflexionaremos en el gesto que tiene María de Betania con Jesucristo nuestro Señor cuando ella unge a Jesús, según narra San Juan. Este Evangelio, en el que María realiza la unción de Jesús, nos habla de una mujer que ha puesto totalmente, sin reticencias de ningún tipo y con mucha firmeza, su corazón en Jesucristo. Lo que la lleva a dar testimonio público de agradecimiento para nuestro Señor.

Esta mujer se presenta ante el mundo como fiel seguidora de Jesucristo. Es un gesto de amor, de gratitud, pero que en el fondo, es un gesto profundo de compromiso; porque la unción compromete a María a estar cada vez más cerca de Cristo.

¿Cuáles son los detalles que María de Betania muestra? Delante de todos, toma una libra de perfume de nardo puro, muy caro, unge los pies de Cristo y los seca con sus cabellos. No mide su gratitud con Aquél que es objeto de su amor. Es alguien que está convencida del bien que Cristo ha hecho en su vida, porque Cristo ha hecho un cambio profundo en ella. Detrás de todo está la sensibilidad profunda que la lleva a no medir su gratitud.

El gesto de la mujer, que es el gesto de una profunda gratitud, es el fruto de un corazón comprometido, que no sólo quiere recibir, sino dar agradecimiento. Esta dimensión cambia totalmente el gesto, porque hace de un gesto común, un detalle de amor, de donación personal, de compromiso.

Siendo Jesús un hombre discreto, que no gusta de honores, deja que María lo haga, porque Jesús ve en su corazón el compromiso personal que ella tiene con Él. Dice Jesús: “Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura”, la estoy uniendo al misterio más grande, que es mi donación personal por la salvación de los hombres. Jesús une ese darse de María de Betania al misterio de su cruz, al gesto de su don personal en la cruz; hace que esa mujer se asocie al don que Él va a dar en la cruz. Jesús llama de esta forma al amor a María de Betania: la llama a seguirlo con decisión hasta la sepultura; hasta compartir con Él el misterio de su pasión.

Así es Jesús. Jesús, cuando ve a un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él. Esto es lo que el Señor ve en todas las almas a las que llama a un mayor compromiso, a las que pide un paso más de entrega: ve un corazón como el de María de Betania.

“A Mí no siempre me tendréis”. Ésta es la segunda dimensión con la que Jesús mira a María de Betania. La dimensión de una mujer que ha captado que seguir a Cristo es un compromiso exigente, firme, sin remilgos. María quizá no había entendido quién era Cristo, pero había experimentado que seguirlo a Él no puede dejar indiferente su vida, que para seguirlo tiene que transformar hasta las fibras más íntimas de su corazón. Es un implícito acto de adoración a Cristo, de adoración a Alguien que la une a su misterio doloroso, a su misterio de don al hombre, a Alguien que se convierte para ella en una persona.

Cristo es una persona que me ha unido a su misión redentora y que además es mi Señor. Al ser llamados, no nos podemos quedar con el buen deseo de amarlo, tenemos que llegar a la dimensión de que Cristo es el Señor, el Creador Todopoderoso, y que, además, me ha querido unir a su don a la humanidad, al misterio de salvación que es su entrega por cada uno de los hombres.

Si es grande el misterio de su llamada, es más grande el misterio de la respuesta de María, que se entrega en ese momento, se pone a su disposición ante la llamada a hacer del amor a Cristo un amor personal, y hacer de la decisión por Cristo una opción y una decisión eficaz, sin otro límite que el del propio corazón. Esta opción nace de la conciencia profunda de haber hecho la experiencia profunda de Cristo en su alma.

El gesto de María no tendría sentido si no fuera fruto del conocimiento personal de su opción por Cristo. Los gestos debemos llenarlos de sentido. Nuestra opción por Cristo debe tener un sentido en todas partes: en casa, en el apostolado, en la sociedad, porque los mismos gestos tienen diferente contenido, porque es una opción ofrecida a Jesucristo nuestro Señor por amor a Él.

Cada uno de nosotros tiene que ser consciente de que, por el bautismo, es una persona más unida a Cristo, porque en cada gesto, en cada detalle que hace, hay una particular donación de su vida a Jesucristo.

En nuestras vidas hay los mismos gestos, pero el amor es diferente, porque amamos con más profundidad, porque hemos sido unidos más a la sepultura del Señor, a la redención de Cristo, al misterio de la salvación de la humanidad.

Cristo es dado a la humanidad. En cierto sentido, María de Betania, por su experiencia de Cristo, es también dada a Cristo. María es de Cristo porque ha tocado, ha descubierto la dimensión personal del Señor, y para ella ser cristiana no es pertenecer a una religión, sino enamorarse de una persona, tener arraigada en el corazón a una persona. Ser cristiano es seguir a Cristo, es amar a una persona, seguirla y vivir según esa persona. Es un compromiso distinto, sobre todo cuando vemos que el compromiso nace de dos dones: el don de Cristo a mi vida y el don de mi vida a Cristo para la salvación de la humanidad, en mi ambiente, en mi casa, con los míos.

Pidámosle a Jesucristo que la unción en Betania tenga sentido en nuestras vidas, porque de la opción personal por Cristo depende todo lo que hagamos. Debemos ver a María de Betania como la mujer que ve a su Señor, se une a Él, se acerca a Él y lo experimenta personalmente.