MIÉRCOLES DE LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

 

Libro de Jonás 3,1-10.

La palabra del Señor fue dirigida por segunda vez a Jonás, en estos términos: "Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y anúnciale el mensaje que yo te indicaré". Jonás partió para Nínive, conforme a la palabra del Señor. Nínive era una ciudad enormemente grande: se necesitaban tres días para recorrerla. Jonás comenzó a internarse en la ciudad y caminó durante todo un día, proclamando: "Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida". Los ninivitas creyeron en Dios, decretaron un ayuno y se vistieron con ropa de penitencia, desde el más grande hasta el más pequeño. Cuando la noticia llegó al rey de Nínive, este se levantó de su trono, se quitó su vestidura real, se vistió con ropa de penitencia y se sentó sobre ceniza. Además, mandó proclamar en Nínive el siguiente anuncio: "Por decreto del rey y de sus funcionarios, ningún hombre ni animal, ni el ganado mayor ni el menor, deberán probar bocado: no pasten ni beban agua; vístanse con ropa de penitencia hombres y animales; clamen a Dios con todas sus fuerzas y conviértase cada uno de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos. Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta, y aplaque el ardor de su ira, de manera que no perezcamos". Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió.

Salmo 51,3-4.12-13.18-19.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.
Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado.


Evangelio según San Lucas 11,29-32.

Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

1ª LECTURA: Jon 3. 1-10  VER DOMINGO 03B 

2ª LECTURA: Lc/11/29-32 Ver LUNES de la Semana 28ª


 

1.

En el evangelio de hoy, Jesús invita a sus oyentes a «convertirse» y a "hacer penitencia". Les pone como ejemplo la ciudad pagana de Nínive, que se convirtió al escuchar la predicación de Jonás.

El libro de Jonás es una "parábola", un género literario que vemos usado frecuentemente por Jesús: se narra una historia ficticia para ilustrar una lección.

-Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad pagana, y proclama allí el mensaje que te doy para ella.

La historia es pues la de un profeta judío -del "pueblo escogido" que Dios envía para que predique, en tierra enemiga, a los paganos de Nínive. El profeta, de momento, por un reflejo egoísta, rehúsa ir allá y toma otra dirección.

Pero Dios se las arregla -con humor y con la ayuda de un enorme pez- para conducirlo a la fuerza a su misión.

¡Esta es HOY, como siempre, la orden de Dios! La Iglesia debe ser misionera, es enviada a los paganos para que les proclame el mensaje de Dios ¿Cómo podría ser yo mismo, especialmente durante esta cuaresma, portador de la Palabra de Dios para mis hermanos no-creyentes? ¿Cuál será mi manera de proclamar la "buena nueva", en mi barrio, en mis relaciones humanas, en mi familia, en mi lugar de trabajo?

-"Dentro de cuarenta días... Nínive será destruida".

En lenguaje violento, el lenguaje de los profetas, esto quiere decir: convertíos, haced penitencia, el reino de Dios está cerca... ¡es urgente! ¡dentro de un mes, será demasiado tarde!

Jesús repitió esas palabras.

De los cuarenta días de esa cuaresma que me ha sido dada, han pasado ya siete. ¿Qué he hecho de estos siete días primeros?

¿Sigo dándome, quizá, buenas excusas? «comprendedlo, no tengo tiempo, mi trabajo me absorbe». Había decidido dedicar un poco más de tiempo a la oración: ¿he avanzado algo en este sentido? Había tomado tal resolución: ¿continúo, quizá, en mi ronroneo habitual? Faltan todavía treinta y tres días para la Pascua. No hay tiempo que perder.

-Sin tardar, los Ninivitas creyeron en Dios. ordenaron un ayuno. Cada uno se convirtió de su mala conducta.

Lo que el "pueblo elegido", a pesar de las invitaciones apremiantes de muchos profetas y sacerdotes, no había hecho jamás -la conversión radical y colectiva- he ahí que un pueblo pagano lo hace, y a la voz de un solo profeta que cruza, un día, sus calles.

Esta es la lección que Dios quiere darnos HOY también.

Lección que Jesús repetirá explícitamente.

Ayúdanos, Señor. Ayuda a tu «pueblo elegido» del día de hoy, a convertirse, a vivir una verdadera cuaresma, a abandonar su mala conducta

Concédeme que sepa aprovechar bien el tiempo que me queda.

-Viendo su actitud, Dios renunció a enviarles el castigo con el que los había amenazado.

Dios ama a los paganos.

Dios ama a los pecadores.

Dios ama a todos los hombres.

A Dios no le agrada castigar. Todo el relato tiene por objeto llegar a esta conclusión: los Ninivitas van a poder "vivir"; su conversión les lleva a ser más felices, a vivir en plenitud. El mal comporta su propio castigo. El esfuerzo para hacer el bien, comporta también su recompensa.

Señor, cambia mi corazón.

PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 106 s.


2.

Así como los ninivitas supieron reconocer en la predicación de Jonás la verdadera llamada de Dios y se convirtieron, así "nuestra generación" debe creer en Jesús, no buscando signos espectaculares, sino a través de su Palabra, de su Vida.

MISA DOMINICAL 1990/05


3. MIGRO/LIBERTAD: JONAS/SIGNO:

Este pasaje evangélico es uno de los más complicados por lo artificial que parece el ensamblaje de los episodios y de las enseñanzas y no encierra ninguna lección común. Nos limitaremos a comentar aquí los vv. 38-42 (signo de Jonás y ayuno de los ninivitas). La continuación (vv. 43-45: retorno ofensivo del demonio) no es inteligible, sino remitiendo a Mt 12, 24-30, y el final (vv. 46-50: bienaventuranza de quienes escuchan), no lo es sino en conexión con la curación del sordo en Mt 12, 22-23. El procedimiento hebreo de la inclusión interviene aquí en toda su plenitud, pero habrá que comenzar la lectura en el v. 12 para darse perfecta cuenta de ello.

a) La tradición evangélica ha conservado cuatro alusiones al famoso signo de Jonás (/Mt/12/38-42; /Mt/16/01-04; Lc/11/29-32; /Mc/08/11-12). Estas diferentes versiones se remontan ciertamente a palabras pronunciadas por Cristo mismo dentro de un contexto que permitía interpretar fácilmente un pensamiento cuyo sentido se ha perdido hoy. En todo caso, es cierto que la interpretación de Mateo de este signo es tardía.

Cristo ha querido decir sin duda a los judíos que, para favorecer su conversión, no dispondrían de más signos que los ninivitas (Jon 3, 1-10): deben bastar para incitarlos a la conversión la sola presencia del profeta de Dios y el contenido de su mensaje (cf Mc 8, 11-12 y Mt 16, 1-4). Pero a medida que la comunidad primitiva se planteaba la cuestión de Cristo, esa forma de hablar de Jesús fue considerada como una pista capaz de arrojar alguna luz sobre su personalidad. Entonces se hizo del mismo Cristo el signo esperado. Ya en este sentido identificaba Lc 11, 29-32 a Jonás y al "HIjo del hombre".

Cuando más se profundizaban las investigaciones sobre la personalidad significativa de Jesús más se concentraban en torno al misterio pascual: encontrando un paralelo entre los tres días de Jonás en el mar y los tres días de la Pascua del Señor, la comunidad primitiva hizo del "signo de Jonás" el signo mismo de la obediencia y de la resurrección de Cristo. Esta es la versión -bastante alegorizante- recogida por Mateo.

Dos conceptos del signo interfieren, pues, en la versión de Mateo del signo de Jonás: la idea de que la palabra del profeta encuentra en sí misma su propia confirmación y no necesita pruebas extrínsecas; y la idea de que el verdadero signo ofrecido a la fe de los hombres no es otro que el misterio del Hombre-Dios muerto y resucitado.

b) El Evangelio de este día es, pues, ocasión para una excelente exposición de los signos de la fe. Los judíos se sitúan en el plano más externo: necesitan milagros maravillosos para tener fe y convertirse. Cristo penetra en el corazón del problema cuando proclama que la fe descansa únicamente sobre la confianza puesta en la persona del enviado. La comunidad cristiana ha necesitado más aún: no hay fe fuera del misterio de muerte y de resurrección del enviado.

El hombre moderno no corre el peligro de exagerar en el sentido de los judíos: el milagro físico le molesta y cree más fácilmente a pesar de los milagros que a causa de ellos. Cierta creencia en el milagro podría inducir a pensar que Dios no está más que en lo que supera al hombre, mientras que Dios está también en el hombre y en sus obras.

Además, el milagro físico no tiene verdadera significación más que si es expresión de la personalidad de quien lo realiza y si interpela a la persona del testigo. Por eso la mayoría de los milagros de Cristo son curaciones, signos de su función mesiánica y de su bondad (Mt 8, 17; 11, 1-6), incluso de sus relaciones con el Padre (el tema de los "signos" en el Evangelio de San Juan). Y por eso también la mayoría de los milagros solicitan la conversión interior y la fe; la solicitan, pero no la dan: se necesita ya de antemano la acción del Espíritu en el corazón para que éste acepte, como solicitante y no como juez, el signo propuesto por Dios.

No obstante, cabe extrañarse de que Dios, y tras Él Cristo, no facilite en absoluto las cosas a los fariseos y a los ateos de hoy dándoles el signo que esperan. ¿Por qué no escribe bien legible su nombre en el cielo para que la duda resulte imposible? Al contrario, se dirá: cuanto más evoluciona la humanidad hacia el progreso y la secularización, más se "desacraliza" y más parece que le son negados los signos de Dios.

Si Dios actuase de esa forma, ya no sería el Dios que ha escogido convertirse en servidor de los hombres para merecer su amor y su confianza gratuita. Sería una marca de publicidad a la que nadie podría resistir; quebrantaría probablemente todas las resistencias humanas... ¿Pero seguiría siendo testigo de la libertad e iría en busca de un amor libre y confiado? Realmente no hay otros signos que el de Jesús porque Dios ha escogido no violentar al hombre, sino ganar su amor muriendo por él. Y precisamente porque es el Dios del amor, no da otro signo que el que se cumple en Jesucristo.

El verdadero creyente, sin menospreciar el papel eventual del milagro, no pide ya signos exteriores porque en la persona misma de Cristo Hombre-Dios descubre la presencia discreta de Dios y su intervención. El verdadero milagro es de orden moral: es esa condición humana de Jesús, asumida en fidelidad, en obediencia y amor absolutos y totalmente irradiada de la presencia divina hasta el punto que, en la misma muerte, Dios ha estado presente a su Hijo para resucitarle. En este signo de Jonás culminan precisamente todos los milagros del Evangelio, llamadas a la conversión y a la apertura a la salvación de Dios; signos de su presencia espiritual en el combate contra el pecado y la muerte.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 177s


4. J/SIGNO. J/CENTRO.

La presencia de Jesús en el mundo obliga a los hombres a tomar partido por él o contra él (cf. 11. 23). Muchos hombres piden signos, prodigios. Con ello pretenden excusarse de tomar decisión en su favor. Así les parece poder continuar viviendo tranquilos, sin comprometerse, sin decidir, sin creer. Jesús rechaza esta petición de signos (cf. Jn 4. 48; 1Co 1. 22). Y se ofrece a sí mismo como señal única, suficiente, definitiva. Él y su Palabra. Él y su vida. Él, que es mayor que todos los reyes, superior a todos los profetas, basta para mover al hombre a adherirse a Él, a creer en Él. Buscar otros signos es una actitud perversa, es no querer convertirse, es encerrarse en sí mismo (cf. Jn 6. 30-31). De la decisión tomada frente a Jesús, frente a su persona y a su mensaje, depende la salvación de los hombres.

COMENTARIOS BIBLICOS-5.Pág. 537


5. 

Convertirse, cambiar de vida, hacer penitencia.

-Como concurriesen las turbas alrededor de Jesús, comenzó a decirles: "Esta generación es una generación mala; reclama un "signo".

La palabra "generación" es siempre empleada por Jesús en modo peyorativo. Es una alusión típica a un momento de la Historia del pueblo de Israel, la primera "generación", la del desierto, la de los cuarenta años primeros... la que ha pasado su tiempo reclamando "signos de Dios. "Cuarenta años esta generación me ha disgustado... estas gentes no han conocido mis caminos... y no obstante veían mis acciones..." (Salmo, 95, 9-10) También en tiempos de Jesús, y en los nuestros... se seguía pidiendo a Dios que se mostrara, que manifestara su poder.

¡Si Dios escribiera su nombre en el cielo! ¡Si Dios aplastara a los malos! ¡Si bajase de la cruz y se enfrentase con los que le injuriaban! ¡Si movilizase, de hecho, a "doce legiones de ángeles" para no ser arrestado por un escuadrón de soldados romanos! En fin, ¿por qué Dios no se manifiesta a los ateos... para que sea imposible seguir dudando?

-Y no les será dada otra señal que la de Jonás. Si Dios pusiera un "signo en el cielo", dejaría de ser Aquel que ha escogido ser. Aplastaría. Nadie podría resistirle... Ahora bien, Dios ha elegido ser el "servidor", el que ama a los hombres, y que espera discretamente su respuesta confiada y libre. Dios no quiere forzar la mano. Las postraciones de los esclavos no le dicen nada.

-Porque como fue Jonás señal para los ninivitas, así también lo será el Hijo del hombre para esta generación.

Sí, las gentes de Nínive no tuvieron grandes cosas como signos.

¡Jonás no hizo ningún milagro sensacional! Simplemente pronunció su mensaje e invitó a la "conversión".

¿Realmente me afecta la "invitación" a cambiar de vida que el Hijo del hombre me transmite y que la Iglesia me repite en ese tiempo cuaresmal?

-Los ninivitas se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque hicieron penitencia a la predicación de Jonás y hay aquí más que Jonás.

Hicieron penitencia... sin otro signo que la predicación del profeta.

Yo conozco bien la conversión y el cambio que Dios espera de mí.

¿Qué es lo que yo voy a hacer durante toda esta cuaresma?

-La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón y hay aquí algo más que Salomón.

Los habitantes de Nínive: la gran ciudad pagana... La Reina de Saba: princesa pagana... He aquí a los que Jesús pone como ejemplo. Ellos se esforzaron.

Y nosotros, hemos recibido mucho más que ellos. Hemos oído a Jesús, tenemos los sacramentos a nuestra disposición, tenemos sus divinas Palabras.

Señor, dame un corazón nuevo.

Señor, otórgame la valentía necesaria para esos cambios que debo llevar a cabo.

Repíteme, Señor, la urgencia de esta conversión. El Juicio se acerca. Mañana puede ser demasiado tarde. ¿Estaré yo también "condenado" con esta generación mala que pedía signos?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984
.Pág. 110 s.


6.

Los judíos le piden a Jesús un signo, piden que demuestre que El es verdaderamente el Mesías, aquel de quien hablan Moisés y los Profetas. Piden un signo y, de esta manera, renuevan la tentación del desierto: Jesús debería proporcionar una prueba palpable, es decir, la prueba experimental que se exige en el orden de las cosas materiales, físicas.

Ahora bien, es preciso que el hombre supere el espacio de las cosas físicas, de lo tangible, para ser redimido, para situarse en la verdad íntima de la idea creadora de Dios; únicamente superando ese espacio y abandonándolo puede alcanzar la certeza propia de las realidades más profundas y eficaces: las realidades del espíritu. Llamamos fe a ese camino que consiste en un superar y en un abandonar. La exigencia de una demostración física, de un signo que elimine toda duda, oculta en el fondo el rechazo de la fe, un negarse a rebasar los límites de la seguridad trivial de lo cotidiano y, por ello, encierra también el rechazo del amor, pues el amor exige, por su misma esencia, un acto de fe, un acto de entrega de sí mismo.

Los judíos piden un signo. En este sentido, también nosotros somos judíos. La teología moderna busca con frecuencia una certeza que es propia del ámbito de las ciencias (naturales, empíricas) y, arrancando de aquí, se ve conducida a reducir el anuncio bíblico a las dimensiones de esta demostrabilidad. Pienso que este error, que afecta a la esfera de la certeza, se halla en el corazón de la crisis modernista, crisis que se ha hecho de nuevo presente después del Concilio. Detrás de semejante fenómeno se oculta un empobrecimiento de la idea de realidad, y así, en el fondo de esta tendencia, se da una reducción espiritual, la miopía de un corazón demasiado centrado en la búsqueda del poder físico, de la posesión, del tener.

«Esta generación pide un signo». También nosotros esperamos la demostración, el signo del éxito, tanto en la historia universal como en nuestra vida personal. Y nos preguntamos hasta qué punto el cristianismo ha transformado realmente el mundo, hasta qué punto ha creado este signo del pan y de la seguridad, al que se refería el diablo en el desierto. El argumento de Marx, según el cual el cristianismo ha tenido tiempo suficiente para demostrar sus principios y dar pruebas de su éxito creando el paraíso en la tierra, y que después de tanto tiempo habría llegado la hora de emprender la tarea echando mano de otros principios, este argumento, digo, impresiona a no pocos cristianos; son muchos los que piensan que, al menos, es necesario estrenar un cristianismo de nuevo cuño, un cristianismo que renuncie al lujo de la interioridad, de la vida espiritual. Pero es justamente así como impiden la verdadera transformación del mundo, que no puede surgir más que de un corazón nuevo, de un corazón vigilante, de un corazón abierto a la verdad y al amor; es decir, de un corazón liberado y verdaderamente libre.

La raíz de esta equivocada exigencia de un signo no es otra que el egoísmo, un corazón impuro, que únicamente espera de Dios el éxito personal, la ayuda necesaria para absolutizar el propio yo. Esta forma de religiosidad representa el rechazo fundamental de la conversión. ¡Cuántas veces nos hacemos también nosotros esclavos del signo del éxito! ¡Cuántas veces pedimos un signo y nos cerramos a la conversión!

2. Jesús no rechaza todo género de signo, sino tan sólo el signo que pide «esta generación». El Señor promete y ofrece su signo, la certeza que verdaderamente responde a esta verdad: «Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación» (Lc 11,30). Mateo introduce un acento un tanto diferente del que aparece en el Evangelio de San Lucas: «Porque, como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra» (/Mt/12/40). Comparando ambas versiones, descubrimos dos aspectos del signo de Jonás que se renueva y llega a cumplimiento en Jesús, el verdadero Jonás.

a) Jesús mismo, la persona de Jesús, en su palabra y en su entera personalidad, es signo para todas las generaciones. Esta respuesta de San Lucas me parece muy profunda; no deberíamos cansarnos de meditarla. «El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,8s). Queremos ver y, de este modo, estar seguros. Jesús responde: «Sí, podéis ver». El Padre se ha hecho visible en el Hijo. Ver a Jesús; ésta es la respuesta. Nosotros recibimos el signo, la realidad que se demuestra a sí misma. Porque, ¿no es un signo extraordinario esta presencia de Jesús en todas las generaciones, esta fuerza de su persona que atrae aun a los paganos, a los no cristianos, a los ateos? Ver a Jesús, aprender a verlo. Estos Ejercicios nos ofrecen la ocasión de comenzar de nuevo; y éste es, en definitiva, el único objetivo que justifica los Ejercicios: ver a Jesús. Contemplémoslo en su palabra inagotable; contemplémosle en sus misterios, como dispone San Ignacio en el libro de los Ejercicios: en los misterios del nacimiento, en el misterio de la vida oculta, en los misterios de la vida pública, en el misterio pascual, en los sacramentos, en la historia de la Iglesia. El rosario y el viacrucis no son otra cosa que una guía que el corazón de la Iglesia ha descubierto para aprender a ver a Jesús y llegar así a responder de la misma forma que las gentes de Nínive: con la penitencia, con la conversión. El rosario y el viacrucis constituyen desde hace siglos la gran escuela donde aprendemos a ver a Jesús. Estos días nos invitan a entrar de nuevo en esta escuela, en comunión con los fieles que nos han precedido en un pasado de siglos.

Se impone aquí también otra consideración. Los habitantes de Nínive creyeron en el anuncio del judío Jonás e hicieron penitencia. La conversión de los ninivitas me parece un hecho muy sorprendente. ¿Cómo llegaron a creer? Y ésta es la única respuesta que encuentro: al escuchar la predicación de Jonás, se vieron obligados a reconocer que al menos la parte manifiesta de aquel anuncio era sencillamente verdadera: la perversión de la ciudad era grave. Y así alcanzaron a entender que también la otra parte era verdadera: la perversión destruye una ciudad. En consecuencia, comprendieron que la conversión era la única vía posible para salvar la ciudad. La verdad manifiesta venía a confirmar la autenticidad del anuncio, pero el reconocimiento de esa verdad exigía la actitud sincera de los oyentes. Un segundo elemento que apoyó sin duda la credibilidad de Jonás fue el desinterés personal del mensajero: venía de muy lejos para cumplir una misión que lo exponía al escarnio y, ciertamente, no se hallaba en condiciones de prometer ninguna ganancia personal. La tradición rabínica añade otro elemento: Jonás quedó marcado por los tres días y las tres noches que pasó en el corazón de la tierra, en «lo profundo de los infiernos» (Jon 2,3). Eran visibles en él las huellas de la experiencia de la muerte, y estas huellas daban autoridad a sus palabras.

Aquí nos salen al paso algunas preguntas. ¿Creeríamos nosotros, creerían nuestras ciudades si viniese un nuevo Jonás? También hoy busca Dios mensajeros de la penitencia para las grandes ciudades, las Nínives modernas. ¿Tenemos nosotros el valor, la fe profunda y la credibilidad que nos harían capaces de tocar los corazones y de abrir las puertas a la conversión?

b) Volvamos a la interpretación del signo de Jonás según la tradición sinóptica. Mientras que San Lucas ve este signo simplemente en la persona y en la predicación de Jesús, Mateo subraya el misterio pascual: el profeta, que permanece tres días y tres noches en el vientre del cetáceo, es decir, en «lo profundo de los infiernos», en el abismo de la muerte, prefigura al Mesías muerto, sepultado y resucitado por nuestra causa. La diferencia entre ambos evangelistas no es ciertamente sustancial; el misterio pascual pertenece a la persona de Jesús, de manera que este aspecto no se halla del todo ausente en San Lucas. Pero San Mateo acentúa con más fuerza el misterio de la Pascua, la fuerza creadora de Dios, que se revela y evidencia en el Señor resucitado, en quien comienza realmente la nueva creatura, la victoria sobre la muerte, la victoria del amor, más fuerte que el «último enemigo» (1 Cor 15,26), la muerte. Dios inaugura en Cristo un milagro inaudito: vence a la muerte; el Jonás que ha vuelto de «lo profundo de los infiernos» -Jesús- nos dirige la palabra: «¡Confiad; yo he vencido al mundo!» (Jn 16,33). Dios ha escuchado por fin la súplica del rico epulón: «Te ruego, padre, que siquiera le envíes (es decir, a Lázaro) a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les advierta, a fin de que no vengan también ellos a este lugar de tormento» (/Lc/16/28). Ha vuelto el verdadero Lázaro; ya no tenemos únicamente a Moisés y a los Profetas; tenemos a Jesús, que se ha levantado de entre los muertos y que nos advierte; pero la profecía de Abraham sigue siendo verdadera: «Si no oyen a Moisés y a los Profetas. tampoco se dejarán persuadir si un muerto resucita» (Lc 16,31). La dureza de corazón resiste incluso al signo de Jonás, a la resurrección de Lázaro-Jesús.

El aspecto pascual de la figura de Jonás ha sido también subrayado por la enseñanza rabínica. Según cierta tradición, Jonás quiso morir en el mar por la salvación de Israel. Ofreció voluntariamente su muerte: «Tomadme y echadme al mar» (Jon 1,12). Según los rabinos, lo hizo así porque temía que los paganos hicieran penitencia, se convirtieran y obedecieran la palabra de Dios; de este modo, habría podido acontecer que Dios, comparando la penitencia de los paganos con la dureza de Israel, repudiara a su pueblo. La muerte de Jonás -de acuerdo con la tradición rabínica- fue una muerte voluntaria por la salvación de Israel, y por esta razón fue Jonás «un justo perfecto». El signo del verdadero justo, del justo perfecto, es la muerte voluntaria por la salvación de los otros. Este signo nos lo ha ofrecido Jesús. El es el verdadero justo. Su signo es su muerte. Su signo es su cruz.

Con este signo volverá al final de los tiempos, y será este signo el juicio del mundo, el juicio de nuestra vida. Pongamos desde ahora mismo nuestra vida bajo este signo, día tras día; aceptemos y reconozcamos el signo de Jonás haciendo la señal de la cruz al principio y al final de nuestras oraciones.

c) Una última observación. A Jonás le irritó la gracia y la bondad de Dios; anunciaba el juicio y se burlaban de él. ¿No es éste un riesgo que corren todos los devotos, un peligro al que nos hallamos expuestos también nosotros cuando pensamos que la práctica de la fe tiene sentido únicamente si los otros son castigados? ¿No nos decimos, tal vez: para qué la fe si hay también gracia para los que no la tienen? De esta manera demostramos que nuestra fe no brota del amor de Dios, sino que manifiesta más bien un amor propio que busca tan sólo la seguridad personal. Demostramos que no hemos entendido todavía el signo de Jonás, el signo de la cruz, de la muerte por los demás. Recemos para que Dios nos haga comprender cada vez mejor el signo de Jonás, el amor que vence al mundo y a la muerte.

JOSEPH RATZINGER
EL CAMINO PASCUAL
BAC POPULAR MADRID-1990.Págs. 37-42


7.

El profeta Jonás -el único personaje judío que aparece en este libro- no es precisamente un modelo de creyente ni de profeta. Si por fin va a predicar a Nínive es porque se ve obligado, porque él bien había querido escaparse de su misión. Nínive era una ciudad considerada frívola, pecadora, y Jonás teme un estrepitoso fracaso en su misión. Además, se enfada cuando ve que Dios, compadecido, no va a castigar a los ninivitas. Mal profeta.

No hace falta que consideremos como histórico este libro de Jonás. Es un apólogo a modo de parábola, una historia edificante con una intención clara: mostrar cómo los paganos -en este caso nada menos que Nínive, con todos sus habitantes, desde el rey hasta el ganado- hacen caso de la predicación de un profeta y se convierten, mientras que Israel, el pueblo elegido, a pesar de tantos profetas que se van sucediendo de parte de Dios, no les hace caso.

2. La reina de Sabá vino desde muy lejos, atraída por la fama de sabio del rey Salomón. Los habitantes de Nínive hicieron caso a la primera a la voz del profeta Jonás y se convirtieron.

Jesús se queja de sus contemporáneos porque no han sabido reconocer en él al enviado de Dios. Se cumple lo que dice san Juan en su evangelio: «vino a los suyos y los suyos no le reconocieron». Los habitantes de Nínive y la reina de Sabá tendrán razón en echar en cara a los judíos su poca fe. Ellos, con muchas menos ocasiones, aprovecharon la llamada de Dios.

3. Nosotros, que estamos mucho más cerca que la reina de Sabá, que escuchamos la palabra de uno mucho más sabio que Salomón y mucho más profeta que Jonás, ¿le hacemos caso? ¿nos hemos puesto ya en camino de conversión? Los que somos «buenos», o nos tenemos por tales, corremos el riesgo de quedarnos demasiado tranquilos y de no sentirnos motivados por la llamada de la Cuaresma: tal vez no estamos convencidos de que somos pecadores y de que necesitamos convertirnos.

Hoy hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. ¿Hemos entrado en serio en este camino de preparación a la Pascua? ¿está cambiando algo en nuestras vidas? Conversión significa cambio de mentalidad («metánoia»). ¿Estamos realizando en esta Cuaresma aquellos cambios que más necesita cada uno de nosotros?

La palabra de Dios nos está señalando caminos concretos: un poco más de control de nosotros mismos (ayuno), mayor apertura a Dios (oración) y al prójimo (caridad). ¿Tendrá Jesús motivos para quejarse de nosotros, como lo hizo de los judíos de su tiempo por su obstinación y corazón duro?

Jonás anunció que «dentro de cuarenta días Nínive será arrasada». A nosotros se nos está diciendo que «dentro de cuarenta días será Pascua», la gran ocasión de sumarnos a la gracia de ese Cristo que a través de la muerte entra en una nueva existencia. ¿De veras podremos celebrar Pascua con él? ¿de veras nos creemos la oración del salmo de hoy: «oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme»?

La Cuaresma es la convocatoria a la renovación: «has establecido generosamente este tiempo de gracia para renovar en santidad a tus hijos, de modo que, libres de todo afecto desordenado, vivamos las realidades temporales como primicias de las realidades eternas» (prefacio II de Cuaresma).

«Los que esperan en ti no quedan defraudados» (entrada)

«Cuando vio Dios cómo se convertían de su mala vida, tuvo piedad de su pueblo» (1ª lectura)

«Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme» (salmo)

«Que se alegren los que se acogen a ti con júbilo eterno» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Pág. 33-34


8. 

Aparece otra vez un grupo de personas ansioso por ver a Jesús hacer algún milagro. Jesús, por su parte, vuelve a dar la respuesta que él juzga más fiel con la voluntad del Padre: enseñarle al pueblo a que tenga mirada de fe y descubra el gran milagro que Dios hace a diario. Este milagro es el de la misericordia. Por eso le dice al pueblo que la señal que recibirá será la de Jonás. Es decir, así como este profeta fue instrumento de misericordia para con un pueblo extranjero y pecador, así mismo Jesús será el mediador de la misericordia y el perdón para con su pueblo.

Quien no tenga ojos para la misericordia, seguirá pidiéndole a Jesús milagros que lo acrediten. A quien entienda el lenguaje de la misericordia, le bastará ver a Jesús cercano a los pobres, marginados y pecadores, para entender que un mayor milagro y un mayor testimonio no se puede pedir. Cuando oímos hablar del signo de Jonás, casi siempre pensamos en el famoso cetáceo que, según el relato bíblico, se tragó al profeta. Y nos olvidamos de lo más importante: de la rebeldía del profeta a aceptar a un Dios misericordioso y de su conflicto espiritual por no querer ser mediador de la misericordia.

Nosotros, como el profeta Jonás, pensamos que muchas veces sería mejor aplicar la así llamada "justicia vindicativa" en la que, para escarmiento, "el que la hace la debe pagar". Jesús prefiere el camino del Padre: ganar, por la misericordia, hijos para la vida. No existe mayor «milagro» que reconstruir interiormente a un ser humano. En este sentido, al poder practicar la misericordia, tenemos en nuestras manos el mejor instrumento para convertir nuestra creación en un milagro permanente. Aunque nos cueste la vida, como le ocurrió a Jesús. Habrá gente a quien la misericordia le estorba, pues le daña sus planes de poder. Pero la misericordia tiene siempre la gran atracción de hacernos semejantes a Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


9.

Este tiempo que pide signos y milagros (igual al tiempo de Jesús) y no tendrá otro signo que el de Jonás. Y lo importante de este signo no es el relato de la ballena ( o el pez que sea) y los tres días que pasó el profeta en su vientre. Eso pertenece a un tipo de literatura muy en uso en los pueblos orientales y que que está lejos de nuestro alcance en este tiempo. No se trata de libros históricos sino de enseñanzas a través de situaciones idealizadas . Pero el signo, el milagro, es la actitud que toman los ninivitas, desde el rey hasta los animales, según el relato: cambian de vida, se transforman en su manera de comportarse, injusta y perversa, y llegan a actuar desde los criterios de Dios.

Hoy no tenemos más signo que el de Jonás, hoy no tenemos más remedio que cambiar si queremos que el Señor habite en nuestra sociedad.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


10. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

La palabra "conversión" en la sensibilidad de nuestros contemporáneos, por muy oída, despierta indiferencia, cuando no prejuicio. No resulta, por otra parte, muy agradable, acostumbrados como están a entenderla como un conjunto de renuncias y penitencias.

Jesús, sin embargo, al comienzo de su ministerio en Galilea, proclama ante aquellas gentes: "Convertíos y creed en el evangelio" (Mc 1,15). ¿Qué significa, pues, convertirse? Para nosotros que vivimos nuestra fe con indiferencia y con falta de tensión, tal vez apegados excesivamente a las cosas, sin tiempo ni espacio para encontrarnos con Dios o acaso sin deseo alguno de buscarlo, convertirnos significará una decisión eficaz de salir de esa indefinición para ponernos de nuevo en camino reanudando una relación diferente y personal con Dios, y también, como consecuencia, un comportamiento de verdad fraterno con los humanos. De esta forma, los valores del reino que con tanta intensidad buscan los hombres de este tiempo, como justicia, solidaridad, compasión, austeridad, limpieza de corazón, autenticidad, reinarán de nuevo o al menos comenzarán a reinar en el corazón de los hombres.

Son estos valores, estos grandes valores, los que curan hondamente las dolencias del pueblo.

Dejemos, pues, a un lado esas resonancias negativas que puede sugerirnos la palabra "conversión" y reemprendamos con ardor esta bella tarea de seguir apropiándonos estos valores, estos grandes valores del Reino. La Cuaresma es un buen momento.

Vuestro amigo,

Patricio García Barriuso cmf. (cmfcscolmenar@ctv.es)


11. CLARETIANOS 2003

Hoy vemos al obediente Jonás, un profeta que vive de cara a Dios y que por eso es capaz de jugarse el tipo por un pueblo. Caminó un día entero por Nínive pregonando la conversión y, mira por dónde, los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y hasta el rey se vistió de sayal.

También Jonás había vivido la experiencia de llamar a Dios en su angustia y de haber sido escuchado. Y es que Dios es compasivo y clemente, paciente y misericordioso y escucha la voz de los que, arrepentidos, lo invocan; como también rezamos hoy con el salmo 50.

En el versículo anterior al evangelio que escuchamos, una mujer espontánea le grita a Jesús en medio de la multitud: ¡viva la madre que te parió!! Me imagino a Jesús que no sale de su asombro. No están entendiendo nada. La gente pide señales “al gusto” y no es capaz de ver lo que tiene a un palmo de sus narices. Como nosotros. Necesitamos señales para creer. Que nos asusten para movilizarnos. Tiempos especiales para reflexionar y hacernos planteamientos.

¿Qué pasa con nuestra vida cotidiana? El gesto, la cercanía, la palabra, el apoyo, el “tocar” que da vida, la no indiferencia, la preocupación, el gritar no a la guerra y sí a la paz.....ahí Dios se manifiesta, ahí se hace presente para ti y para el otro. Ahí Dios está. Hoy ayuno, ...y mañana??

A Dios no le satisfacen los sacrificios sin corazón.

Cada día, en lo pequeño, .... Dios ve, .......porque es compasivo y misericordioso.

¿Dónde buscamos la presencia de Dios? ¿En lo vistoso y maravilloso, en lo espectacular, en las multitudes,...?

Un buen camino de cuaresma: escuchar la Palabra y convertirnos en la acción.

Que el señor aumente nuestra fe y cure nuestras cegueras.

Mila (saneugenio@infonegocio.com)


12. 2001

COMENTARIO 1

LA UNICA SEÑAL: JESUS Y SU MENSAJE,
COMO LA DE JONAS

Al ver que la gente iba tomando partido a su favor (11,29a), Jesús se pone a denunciar la perversidad de los que se aprovechan de la gente que se acaba de liberar y que lo quieren comprometer también a él a lanzarse ciegamente a una empresa que llevaría el pueblo a un fracaso estrepitoso. De falsos mesías ha habido ya una colección. Son los que incitan el pueblo a tomar las armas en nombre de Dios («le exigen una señal que viniera del cielo»). Reclaman una señal espectacular, una intervención contundente de Dios en la histo­ria. Jesús les sale con algo imprevisto. En lugar de una señal irrebatible y prodigiosa, provocada por un deus ex machina que interviene en los asuntos humanos imponiendo su poder a diestra y siniestra con una «santa cruzada», les anticipa que su señal será el fracaso del Hombre, su muerte, en manos de los poderosos y explotadores del hombre.

Con una analogía, «la señal de Jonás», y dos ejemplos, «la reina del Sur» y «los ninivitas», Jesús responde de manera cate­górica a los que, en lugar de escuchar el mensaje, se dedican a comprometer la empresa de Dios entre los hombres: «Porque de la misma manera que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive», invitándolos a la conversión, «así va a serlo también el Hombre para esta generación. La reina del Sur se pondrá en pie en el juicio para carearse con esta generación y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y hay más que Salomón aquí. Los habitantes de Nínive se alzarán en el juicio para carearse con esta generación y harán que la condenen, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí» (11,30-32). 'Escuchar' la sabiduría de su mensaje, superior a la de Jonás, es la invitación que dirige Jesús, el Hombre por antonomasia, a todo hombre de buena voluntad: notad que los dos ejemplos han sido tomados intencionadamente a partir de personajes ajenos a la promesa hecha a Israel. Se han invertido los términos: los dirigentes religiosos y los responsables políticos de Israel serán condenados por el testimonio de extranjeros, considerados por ellos como depravados e incrédulos.


COMENTARIO 2

Aparece otra vez un grupo de personas ansioso por ver a Jesús hacer algún milagro. Jesús, por su parte, vuelve a dar la respuesta que él juzga más fiel a la voluntad del Padre: enseñarle al pueblo a que tenga mirada de fe y descubra el gran milagro que Dios hace a diario. Este milagro es el de la misericordia. Por eso le dice al pueblo que la señal que recibirá será la de Jonás. Es decir, así como este profeta fue instrumento de misericordia para con un pueblo extranjero y pecador, así mismo Jesús será el mediador de la misericordia y el perdón para con su pueblo.

Quien no tenga ojos para la misericordia, seguirá pidiéndole a Jesús milagros que lo acrediten. A quien entienda el lenguaje de la misericordia, le bastará ver a Jesús cercano a los pobres, marginados y pecadores, para entender que un mayor milagro y un mayor testimonio no se puede pedir. Cuando oímos hablar del signo de Jonás, casi siempre pensamos en el famoso cetáceo que, según el relato bíblico, se tragó al profeta. Y nos olvidamos de lo más importante: de la rebeldía del profeta a aceptar a un Dios misericordioso y de su conflicto espiritual por no querer ser mediador de la misericordia.

Nosotros, como el profeta Jonás, pensamos que muchas veces sería mejor aplicar la así llamada "justicia vindicativa" en la que, para escarmiento, "el que la hace la debe pagar". Jesús prefiere el camino del Padre: ganar, por la misericordia, hijos para la vida. No existe mayor «milagro» que reconstruir interiormente a un ser humano. En este sentido, al poder practicar la misericordia, tenemos en nuestras manos el mejor instrumento para convertir nuestra creación en un milagro permanente. Aunque nos cueste la vida, como le ocurrió a Jesús. Habrá gente a quien la misericordia le estorba, pues le daña sus planes de poder. Pero la misericordia tiene siempre la gran atracción de hacernos semejantes a Dios.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


13. 2002

El pueblo de Israel, ha tenido una experiencia consecutiva de innumerables mesías falsos. Mesías que por todos los medios buscaban únicamente que el pueblo tomara las armas en nombre de Dios, para luchar a sangre y fuego contra el imperio de turno y lograra para Israel la tan anhelada libertad política económica y social.

La gente del tiempo de Jesús estaba mal acostumbrada con esos mesías que le habrían hecho creer al pueblo que el Dios de Israel haría una intervención espectacular y contundente en su historia y que dicha manifestación le traería a Israel la libertad soñada desde tiempo atrás.

Jesús, el Mesías verdadero, la voz autorizada del Padre, es para el evangelio de Lucas, como para la comunidad que está detrás de dicho texto, la única señal. El se convierte en la única señal que debe comprender todo hombre y toda mujer, que desee descubrir el misterio amoroso del Padre.

Jesús invierte los valores mesiánicos de ese momento histórico. Su vida, obra y muerte a mano de los poderosos, se convierte en la señal que debe ser asimilada por los cristianos. Es el Dios que fracasa en la historia en la persona de Jesús. Es el Dios que muere en Jesús a manos de los poderosos y explotadores del ser humano. Es el Dios que en Jesús y por Jesús comparte la suerte de los empobrecidos de la historia y que le toca vivir la impotencia que viven los sencillos, cuando son amedrentados por los poderosos. Esta es la señal. No es otra. No es una intervención metafísica de Dios. Ni es una acción arbitraria del Padre de Jesús en la historia. La señal es un acto ordinario en la vida, es una realidad histórica, es una realidad cotidiana, porque Dios no acontece violentando la historia, sino asumiendo la historia y las realidades humanas, por más bajas y sucias que sean.

Es importante detectar en el texto leído cómo la crítica de Jesús se dirige a los dirigentes religiosos y a los responsables políticos de Israel. Pero es necesario comprender cómo el evangelista nos presenta a dos extranjeros, a Jonás y a la reina del sur, considerados por los dirigentes como depravados e incrédulos, condenando a aquellos que se han considerado como los elegidos de Dios, los amados de Dios por mérito. Aquellos que han manipulado la ley colocándola a su servicio.

Lucas lo deja muy claro: Jesús y su mensaje es la única señal de Dios Padre para la humanidad. Es la señal como lo fue Jonás para Nínive. Jesús es la sabiduría que debe ser escuchada y abrazada por todos. El, por ser el ser humano original tiene toda la sabiduría, una sabiduría mayor que toda religión y toda ley. El es la sabiduría del mismo Dios, que nos lo regaló para que la humanidad alcance su plenificación.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


14. DOMINICOS 2003

Dureza de conciencia y terquedad

La liturgia de hoy nos habla al espíritu por medio de una preciosa leyenda profética: la de Jonás. En esa narración intencionada, un protagonista, Jonás, tocado por el dedo de Dios, es llamado a cumplir un papel que él se resiste a asumir: predicar en Nínive, que es símbolo de la maldad humana.

Jonás, hombre terco, desobedece al Señor y en vez de tomar el camino de Nínive se dirige a Tarsis. Dios le sale al encuentro de forma pintoresca, en las aguas del mar, y, al final, Jonás rectifica, accede a predicar a los ninivitas, a todos los pecadores, a cuantos precisan de conversión, y, a disgusto, cumple con su deber profético.

Buena ocasión es ésta para reflexionar sobre la “conciencia”, no sólo en su aspecto psicológico de saber que obramos como ‘hombres’, sino también en el aspecto de “responsabilidad moral”. Jonás sabe lo que hace, y se presenta incluso como un ‘creyente en Yhavé’, pero luego en su actitud se nos muestra demasiado autónomo, incluso en el modo de entender los proyectos de Dios. ¡Mala cosa! Ese obrar no es ‘religioso-moral’

Todo obrar con claridad de ‘conciencia moral’ supone sentirse responsable, es decir, actuar con discernimiento, sabiendo que lo hecho, pensado o deseado posee la condición de bueno o malo, de correcto o incorrecto, leal o desleal, fiel o infiel, bienhechor o destructor, gratificante o deprimente.
Por eso decimos: cuando una persona no se preocupa, no valora, no reconoce en sus actos la propia dignidad corporal-espiritual, ni la dignidad de los demás, incluido el Creador, esa persona carece de conciencia moral-responsable, o la adormece o la está matando. Lo cual es una tragedia. Que no nos suceda tal cosa.

ORACIÓN:
Danos, Señor, un corazón sensible, abierto, respetuoso, comprensivo, solícito por el bien propio, por el bien de los demás y por la gloria de Dios; golpea a las conciencias para que no fomenten o aprueben guerras, discordias, atropellos, deshonra de los demás; y haz que todos recuperemos nuestra dignidad de hijos y colaboremos mutuamente a la felicidad. Amén.

Dureza de conciencia y terquedad

Profeta Jonás 1,1-3; 3, 1-10:
“La palabra de Dios vino un día sobre Jonás y le dijo: levántate y vete a Nínive, la gran capital, y pregona allí el pregón que te diré. Pero Jonás, huyendo de Yhavé, se dirigió a Tarsis... Una y otra vez, volvió a dirigirse la palabra de Dios a Jonás: Levántate y vete a Nínive... Por fin, Jonás, arrepentido, se levantó y fue a Nínive... Entró en la ciudad y caminó por ella durante un día pregonando: dentro de cuarenta días Nínive será arrasada. Los ninivitas, al oírle, creyeron en Dios, proclamaron el ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños... Cuando vio Dios estas reacciones, y que se convertían de su mala vida, tuvo piedad de su pueblo...”

Una conciencia, la de Yhavé, acucia a la conciencia de Jonás y le ordena: actúa como lo que eres y cumple tu deber profético y de salvación. Pero una y otra vez la terquedad humana no le responde. Hasta que, al fin, triunfan la gracia y la Palabra, mostrando que Dios es mucho más fiel que el hombre en su alianza de amor.

Evangelio según san Lucas 11, 29-32 :
“La gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:

Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación...

Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”

Este texto asemeja los signos de Jesús a los signos de Jonás, no en lo que Jonás puso de ‘infidelidad’ sino en el hecho-signo de que así como ‘tres días en el vientre del cetáceo’ fueron previos a la salvación de Nínive por medio de Jonás, otros ‘tres días en el sepulcro’ serán previos al triunfo total de Cristo.

Momento de reflexión

El libro de Jonás
Este libro es una leyenda profética cargada de enseñanzas religiosas y morales, dentro de un conjunto fantasioso. Está muy bien construido para hablar a la conciencia del lector humano-religioso:

- Dios elige a Jonás como mediador en la predicación-conversión de los ninivitas, que representan a toda la mala gente del mundo; y Jonás se resiste y huye.

- Dios le envía una tempestad pavorosa que hace zozobrar la barca. Capitán y marineros, paganos, creen ver un castigo de Dios en la tormenta. Y, al descubrir el pecado de Jonás, le compadecen, pero para calmar a Dios, lo arrojan al mar.

- Recogido en el vientre de un mítico pez, Jonás ora, y misteriosamente es escupido en tierra. Allí vuelve a recibir la misión de ir Nínive, a predicar y convertirlos, y ahora obedece. En Nínive, con su palabra logra el arrepentimiento, y Dios perdona al pueblo pecador.

- Y en esa situación, Jonás, nuevamente terco en su actitud, defraudado por el modo misericordioso del proceder divino, pide al Señor, a quien no entiende, que le quite la vida.

¡Qué malo es no querer entender a Dios y no ponerse en sus manos, prefiriendo el propio criterio y discernimiento pobre, mezquino, reduccionista! ¿Quién de nosotros puede pensar que la salvación es cosa reservada a unos elegidos? La salvación sea para todos.

¿Hemos superado nosotros la actitud la terquedad de Jonás?  

A veces parecería que estamos a su nivel, pues, como la ‘generación perversa’ que no cree en Jesús, también nosotros nos permitimos reclamar ‘nuevos signos’ al Señor.

Escuchemos a Jesús: los ninivitas ‘creyeron’ a Jonás; los judíos ‘no creyeron a Jesús que es mucho más que Jonás’; y nosotros parece que esperamos un mesías nuevo, superior a Jonás y Jesús. Nos engañamos. No hay nuevos mesías.

Definitivamente, Jesús ya actuó. Quien no lo encuentre en el Evangelio y en la vida, no lo encontrará por ningún lado. Oremos por quienes no tienen fe.


15.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas, pues los que esperan en Ti no quedan defraudados. Salva, oh Dios, a Israel de todos tus peligros» (Sal 24,6.3.22).

Colecta (del Misal anterior y antes del Gelasiano y Gregoriano): «Señor, mira complacido a tu pueblo, que desea entregarse a Ti con una vida santa; y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, transfórmales interiormente mediante el fruto de las buenas obras».

Comunión: «Que se alegren los que se acogen a Ti con júbilo eterno; protégelos para que se llenen de gozo» (Sal 5,12).

Postcomunión: «Tú, Señor, que no cesas de invitarnos a tu mesa, concédenos que este banquete en el que hemos participado sea para nosotros fuente de vida eterna».

Jonás 3,1-10: Los habitantes de Nínive se arrepintieron de su mala conducta. Es una lectura con gran valor teológico sobre el perdón de los pecados. Gran contraste entre Israel, el pueblo elegido, que no escucha a los profetas y es castigado, y Nínive, ciudad pagana, que escucha a Jonás y hace penitencia, obteniendo el perdón de sus pecados. Escuchemos a San Clemente Romano:

«Fijemos con atención nuestra mirada en la sangre de Cristo y reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos de Dios, su Padre, pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de la penitencia para todo el mundo.

«Recorramos todos los tiempos y aprendamos cómo el Señor, de generación en generación, concedió un tiempo de penitencia a los que deseaban convertirse a Él. Noé predicó la penitencia y los que lo escucharon se salvaron. Jonás anunció a los ninivitas la destrucción de su ciudad, y ellos, arrepentidos de sus pecados, pidieron perdón a Dios y, a fuerza de súplicas, alcanzaron la indulgencia, a pesar de no ser  de no ser del pueblo elegido. De la penitencia hablaron inspirados por el Espíritu Santo, los que fueron ministros de la gracia de Dios.

«Y el mismo Señor de todas las cosas habló también, con juramento, de la penitencia: “Por mi vida, oráculo del Señor, que no quiero la muerte del pecador, sino que cambie de conducta“. Y añade aquella hermosa sentencia: “Cesad de obrar el mal, casa de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: Aunque vuestros pecados lleguen hasta el cielo, aunque sean como púrpura y rojos como escarlata, si os convertís a Mí de todo corazón y decís: `Padre´; os escucharé como a mi pueblo santo”.

«Queriendo, pues, el Señor que todos los que Él ama tengan parte en la penitencia, lo confirmó así con su omnipotente voluntad» (Carta a los Corintios 7,4–8,3).

–Una vez más utilizamos el Salmo 50 –que ya comentamos el Miércoles de Ceniza–, texto magnífico para expresar el arrepentimiento de los pecados. Convertíos a Mí de todo corazón en ayunos y lágrimas y llantos, dice el Señor. Rasgad vuestros corazones y convertíos al Señor, porque Él es benigno y misericordioso, paciente y bondadoso y siempre dispuesto a perdonar el mal... Perdona, Señor, perdona a tu pueblo y no des al oprobio tu heredad (cf. Joel)

Dios quiere la penitencia. Una penitencia cordial y sincera. Quiere el arrepentimiento, la contrición, pero también las obras externas de mortificación y de ejercicio de la virtud de caridad.

Lucas 11,29-32: A esta generación no se le dará otro signo que el de Jonás. A lo largo de la Cuaresma todos somos invitados a la penitencia y a la conversión. Comenta San Agustín:

«Jonás anunció no la misericordia, sino la ira, que era inminente... Solamente  amenazó con la destrucción y la proclamó; no obstante, ellos, sin perder la esperanza en la misericordia de Dios, se convirtieron a la penitencia y Dios los perdonó. Mas, ¿qué hemos de decir? ¿Que el profeta mintió? Si lo entiendes carnalmente, parece haber dicho algo  que fue falso; pero, si lo entiendes espiritualmente, se cumplió lo que predijo el profeta. Nínive, en efecto, fue derruida.

«Prestad atención a lo que era Nínive y ved que fue derruida. ¿Qué  era Nínive? Comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; se entregaban al perjurio, a la mentira, a la embriaguez, a los crímenes, a toda clase de corrupción. Así era Nínive. Fíjate cómo es ahora: lloran, se duelen, se contristan en el cilicio y la ceniza, en el ayuno y en la oración. ¿Dónde está aquella otra Nínive? Ciertamente ha sido derruida, porque sus acciones ya no son las de antes» (Sermón 361,2).


16. DOMINICOS 2004

"Nuestro Dios es misericordioso"

La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Jonás 3,1-10
De nuevo el Señor dijo a Jonás: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, a predicar lo que yo te diga».

Jonás se puso en marcha y se dirigió a Nínive, conforme a la orden del Señor. Nínive era una ciudad extraordinariamente grande; para recorrerla hacían falta tres días. 4 Jonás entró en la ciudad, caminando durante una jornada y predicando así: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida».

Los ninivitas creyeron a Dios y ordenaron un ayuno; se vistieron de saco chicos y grandes. El rey de Nínive, al enterarse, se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de saco y se sentó en el suelo.

Y por orden del rey y de sus magnates se publicó en Nínive este bando: «Hombres y bestias, ganado mayor y menor no probarán bocado, no pastarán, ni beberán agua. Que se cubran de saco los hombres y los animales, y que invoquen a Dios con fuerza; que cada uno se convierta de su mala conducta y de la violencia de sus manos. A lo mejor Dios cambia de parecer, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos».

Al ver Dios lo que hacían y cómo se habían convertido de su mala conducta, tuvo compasión de ellos y no llevó a cabo el mal con el que los había amenazado.

Evangelio Lucas: 11,29-32
Como la gente se apelotonaba a su alrededor, se puso a decir: «Esta generación es malvada; pide una señal milagrosa y no se le dará otra que la señal de Jonás. Como Jonás fue una señal para los ninivitas, así el hijo del hombre lo será para esta generación. La reina del Sur se levantará en el día del juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra a escuchar la sabiduría de Salomón, ¡y aquí hay algo que es más que Salomón! Los hombres de Nínive se levantarán en el día del juicio con esta generación y la condenarán, porque se arrepintieron por la predicación de Jonás, ¡y aquí hay algo que es más que Jonás!»


Reflexión para este día
“Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, tuvo piedad de su pueblo”.
En este miércoles de Cuaresma, sobresale la oferta de salvación universal por parte de Dios y la acogida de los ninivitas a esta oferta. Nínive era una ciudad pagana. Desconocía al Dios creador y único en el que creía y al que adoraba el pueblo de Israel. El profeta Jonás es el portavoz que anuncia la voluntad salvífifica del Señor. Pide a los ninivitas que se “conviertan de su mala vida y de las injusticias cometidas”. Los habitantes de Nínive se convirtieron, hicieron penitencia, como signo de su acogida al mensaje del Dios de Israel.

Jesús también nos invita hoy a convertirnos y a dejarnos salvar por Él. Es verdad que “la gente se apiñaba alrededor de Jesús”. Pero parece que esperaba más los milagros y los signos deslumbrantes, que escuchar el mensaje salvador del Señor, que es lo que realmente compromete y salva. A Jesús le duele esto y se lo echa en cara: “Esta generación es una generación perversa”. ¿Por qué esa calificación de perversidad?. Porque quienes le oían hablar no se decidían a cambiar, a abandonar su “mala vida y las injusticias”.

¿Qué hacemos hoy los cristianos?. Jesús nos invita a escuchar su Palabra y nos envía a profetizar en su nombre. Quiere que anunciemos, con valentía y decisión, su oferta de salvación universal. Su verdad y su amor a todos deben ser la luz y el fuego que purifique la perversidad latente en nuestra sociedad. Los cristianos debemos creer de verdad que es posible transformar “a esta generación y ayudarla a cambiar de su mala vida y de sus injusticias”. Dios tuvo piedad de los ninivitas arrepentidos. También la tendrá de los hombres y mujeres de hoy: “Porque su Hijo enviado como Salvador, es más que Jonás”. Y nosotros, sus enviados, sus testigos tenemos la fuerza de su Espíritu y la esperanza de participar de su resurrección.


17. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Necesitamos una señal para esta generación. ¿Qué señal? Acabo de pasar por Cuba. El país entero está lleno de “señales”: proclamas revolucionarias que en otro tiempo debieron de resultar estimulantes y que hoy suenan ridículas y falsas: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”, “Cuba tiene un pueblo forjado por la revolución”, “Esta bandera la defenderemos a cualquier precio”. Leyendo los grandes carteles en las orillas de las carreteras, en los muros de algunos edificios o en las vallas de los estadios, he tenido la misma impresión que tengo a veces oyendo los mensajes del evangelio de labios cansados: ¡Esto no se lo cree ni el más pintado!

El “signo” que siempre nos desconcierta es Jesús mismo. Él es “más que” Jonás, y más que George Bush, Fidel Castro, Mick Jagger, David Beckham o el Dalai Lama. Ese escandaloso “más que” es el signo desconcertante y salvador en nuestro tiempo. La tendencia a nivelar todo, a hacer de Jesús “uno más” en este inmenso panteón de líderes, guías religiosos y “signos de salvación” nos impedirá percibir su fuerte llamada a vivir de otra manera.

La Cuaresma nos introduce poco a poco en el misterio de este “uno más” que se va haciendo “uno menos”. ¡He aquí la verdadera, escandalosa, insuperable señal!

Vuestro hermano en la fe:

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


18.

Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«Aquí hay algo más que Salomón; y aquí hay algo más que Jonás»

Hoy, el Evangelio nos invita a centrar nuestra esperanza en Jesús mismo. Justamente, Juan Pablo II ha escrito que «no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ‘¡Yo estoy con vosotros!’».

Dios —que es Padre— no nos ha abandonado: «El cristianismo es gracia, es la sorpresa de un Dios que, satisfecho no sólo con la creación del mundo y del hombre, se ha puesto al lado de su criatura» (Juan Pablo II).

Nos encontramos empezando la Cuaresma: no dejemos pasar de largo la oportunidad que nos brinda la Iglesia: «Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación» (2Cor 6,2). Después de contemplar en la Pasión el rostro sufriente de Nuestro Señor Jesucristo, ¿todavía pediremos más señales de su amor? «A aquel que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que nos hiciéramos justicia de Dios en Él» (2Cor 5,21). Más aún: «El que ni a su propio Hijo perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él todas las cosas?» (Rom 8,32). ¿Todavía pretendemos más señales?

En el rostro ensangrentado de Cristo «hay algo más que Salomón (...); aquí hay algo más que Jonás» (Lc 11,31-32). Este rostro sufriente de la hora extrema, de la hora de la Cruz —ha escrito el Papa— es «misterio en el misterio, ante el cual el ser humano ha de postrarse en adoración». En efecto, «para devolver al hombre el rostro del Padre, Jesús debió no sólo asumir el rostro del hombre, sino cargarse incluso del “rostro” del pecado» (Juan Pablo II). ¿Queremos más señales?

«¡Aquí tenéis al hombre!» (Jn 19,5): he aquí la gran señal. Contemplémoslo desde el silencio del “desierto” de la oración: «Lo que todo cristiano ha de hacer en cualquier tiempo [rezar], ahora ha de ejecutarlo con más solicitud y con más devoción: así cumpliremos la institución apostólica de los cuarenta días» (San León Magno, papa).


19.Dios siempre nos envía señales

¿Cómo nos envía Dios señales? Dios nos las envía fundamentalmente a través de nuestra conciencia. Una conciencia que tiene que estar buscando constantemente a Dios; una conciencia que no tiene que detenerse jamás a pesar de las barreras de las murallas que hay en la propia alma.

Autor: P. Cipriano Sánchez
Jon. 3, 1-10
Lc. 11,29-32

Jesucristo califica con mucha dureza a la gente de su tiempo y dice que son una generación perversa. Perversa porque tienen una señal y no están dispuestos a aceptar la señal que Dios les da. La señal que Cristo dará, será su Resurrección. Pero Cristo mismo es consciente de que no es suficiente con que Dios dé señales a los hombres; Cristo es consciente de que es necesario que los hombres aceptemos las señales que Dios nos da, que estemos dispuestos a abrir nuestro corazón a las señales; de otra forma, nuestro corazón es un corazón perverso.

¿Qué significa esto? Esto significa que nuestro corazón puede estar caminando de una forma alejada de Dios Nuestro Señor, viviendo de una forma torcida, porque no está aceptando el modo concreto en el cual Dios llega a su vida. Todo este camino que es nuestra existencia, está sembrado por señales de Dios. Está de una forma o de otra, con una constante presencia de un Dios que nos va señalando, indicando, prestando, como una luz que parpadea en todo momento de nuestra vida. Así es Dios en nuestro corazón, con todas las señales que constantemente nos va marcando.

Señales que a veces podrían parecernos extrañas, como el que “la reina del Sur vaya a ver a Salomón”. ¿Qué es lo que la reina del Sur había hecho para ir a ver a Salomón? Simplemente había oído hablar de su sabiduría. ¿Qué es lo que Jonás predica a los ciudadanos de Ninive? Simplemente el hecho de que Ninive va a ser destruida. La reina del Sur cambia su vida y es capaz de ir hasta Israel para ver a Salomón y los ninivitas cambian su vida y se convierten. Es decir, no es problema el cómo Dios Nuestro Señor nos manda una señal particular para que cambiemos nuestra vida, el problema está en si nuestro corazón va abriendo los ojos a esas señales, si está dispuesto en todo momento a escuchar lo que Dios le quiere decir.

Y aquí donde Jesucristo nos pone en guardia: cuidado, porque a ustedes no se les van a dar otras señales más que la señal del profeta Jonás, la Resurrección de Cristo. Esta señal, se nos presenta en la vida de una forma que nosotros tenemos que tomarla arriesgando nuestra vida. Cristo cuando se nos presenta en la vida de una forma que nosotros tenemos que tomarla arriesgando nuestra vida. Cristo cuando se nos presenta en nuestra vida, no nos da mucha seguridad, al contrario, más bien nos pone en más riesgo. Cristo cuando llega a nuestra existencia, nos hace arriesgarnos más. La reina del Sur podría haber dicho: “¿Cómo voy a ir yo hasta allá para escuchar a un rey que dicen que es muy sabio?” Los habitantes de Ninive podrían haber dicho”. ¡Este señor esta mal! ¿Por qué va a tener que destruir nuestra ciudad dentro de tres días si no cambiamos nuestra existencia?”. Y a la reina del Sur se hubiera quedado sin conocer la sabiduría y los habitantes de Ninive se habrían quedado sin conocer la Misericordia de Dios. No habrán sido capaces de captar la señal con la que Dios, en ese momento, estaba pasando por sus vidas. No habrían sido capaces de captar la luz con la que Dios, en ese momento, quería iluminar su existencia.

Cuando uno mira para atrás de la propia existencia y empieza a ver la cantidad de señales que no ha captado y la cantidad de veces que la luz no brilló en nuestro corazón, podría preguntarse: ¿qué hago ahora si he dejado muchas señales, muchas luces de Dios? ¿No será un paso gigante para mi alma? ¿Tendré posibilidad de dar marcha atrás? ¿La reina del Sur tendría posibilidad de volverse a encontrar con Salomón? ¿Los habitantes de Ninive habrían tenido posibilidad de volver, otra vez a escuchar a Jonás? No lo sabemos. Sabemos una cosa como decíamos en el Salmo “Un corazón contrito. Dios no lo desprecia”. Que si en nuestro interior hay el anhelo y el deseo de volver a Dios, Él siempre va a esta listo para darnos de nuevo su luz. Dios siempre va a estar listo para presentarse de nuevo en nuestra vida.

¿Cómo nos envía Dios señales? Dios nos las envía fundamentalmente a través de nuestra conciencia. Una conciencia que tiene que estar buscando constantemente a Dios; una conciencia que no tiene que detenerse jamás a pesar de las barreras de las murallas que hay en la propia alma.

Lo contrario de la perversión es la conversión. Si nuestra alma está constantemente convirtiéndose a Dios, así encuentre un su vida mil defectos, mil problemas, mil reticencias, mil miedos, encontrará al Señor. Es lo mismo que les ocurrió a los habitantes de Nínive. Es la frase final, con la cual el rey de Nínive termina su mandato: “Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos”. Aunque halla murallas, dificultades; aunque seamos nosotros mismos los primeros que nos sintamos como obstáculo al regreso de Dios N. S., no olvidemos que Él siempre está en el camino de la conversión. Él siempre está ahí, dispuesto a darnos la mano, a tendernos la posibilidad de regresar a Él.

¿Por qué descorazonarnos, cuando en nuestro camino de conversión encontramos algo que se nos hace tremendamente difícil de superar? ¿Somos más grandes nosotros que la Misericordia de Dios? ¿Es más milagroso el hecho de que una mujer vaya a escuchar a Salomón, o el que una ciudad completa, se convierta ante la voz de una profeta, que la Resurrección del Hijo de Dios?

En esta Cuaresma tenemos que ir viendo hasta qué punto estamos aceptando las señales de Dios N. S. nos da. Viendo cómo Dios me habla, que detrás de ese cómo Dios me habla, a veces gozo, con penas, a veces con un quebranto tremendo de corazón y a veces con una grandísima alegría en el alma. Estas señales de Dios, tienen detrás un sello que es la Resurrección de Cristo y si nosotros las aceptamos, no simplemente vamos a estar aceptando a un Dios que pasa por nuestra vida, sino que vamos a estar aceptando la garantía con la cual, Dios N. S. pasa por nuestra vida.

Hagamos de nuestra existencia, de nuestro camino, de nuestro encuentro con Dios, un constante aceptar el modo en el que Dios me ha hablado, aunque yo no lo entienda. “Aunque este muy lejos Salomón”. Abramos nuestros ojos, abramos nuestro corazón, nuestra vida a las señales de Dios y permitamos que el Señor vaya señalando, indicando por dónde nos quiere llevar.

Si algún día no sabemos por dónde nos está llevando, que solamente nos preocupe el no perder de vista las señales de Dios. No importa por dónde nos lleve, eso es problema de Él. Nuestro autentico problema, es no perder de vista las señales de Dios, porque por donde Él nos lleve, tendremos siempre la certeza de que nos está llevando por el camino siempre correcto, por el que nosotros necesitamos ir.

Que ésta sea nuestra oración y el más profundo fruto de esta Cuaresma: ser tan auténticos con nosotros mismos, que seamos capaces de ver la autenticidad con la que Dios nos habla. Que nunca la autenticidad de Dios, choque con la inautenticidad de nuestra vida. Que la autenticidad con la que Él se manifiesta en nuestra existencia, a través de sus señales, encuentre siempre como eco el corazón abierto, dispuesto, auténtico, que recibe todas las señales que el Señor le da.


20. Miércoles de la primera semana de Cuaresma

Confesar los pecados

Muchas veces a lo largo de la vida hemos pedido perdón, y muchas veces nos ha perdonado el Señor. Cada uno de nosotros sabe cuánto necesita de la misericordia divina

I. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas (Salmo 24, 6), leemos en la Antífona de la Misa. La Cuaresma es un tiempo oportuno para cuidar muy bien el modo de recibir el sacramento de la Penitencia, ese encuentro con Cristo, que se hace presente en el sacerdote: encuentro siempre único y distinto. Allí nos acoge, nos cura, nos limpia, nos fortalece. Cuando nos acercamos a este sacramento debemos pensar ante todo en Cristo. Él debe ser el centro del acto sacramental. Y la gloria y el amor a Dios han de contar más que nuestros pecados. Se trata de mirar mucho más a Jesús que a nosotros mismos; más a su bondad que a nuestra miseria, pues la vida interior es un diálogo de amor en el que Dios es siempre el punto de referencia. Somos como el hijo pródigo que vuelve a la casa paterna. Debemos sentir deseos de encontrarnos con el Señor lo antes posible para descargar en Él el dolor por nuestros pecados.

II. Muchas veces a lo largo de la vida hemos pedido perdón, y muchas veces nos ha perdonado el Señor. Cada uno de nosotros sabe cuánto necesita de la misericordia divina. Así acudimos a la Confesión: a pedir absolución de nuestras culpas como una limosna que estamos lejos de merecer. Pero vamos con confianza, fiados no en nuestros méritos, sino en Su misericordia, que es eterna e infinita, siempre dispuesto al perdón. La confesión debe ser concisa, concreta, clara y completa. Confesión concisa, de no muchas palabras: las precisas, sin adornos. Confesión concreta, sin divagaciones: pecados y circunstancias. Confesión clara, para que nos entiendan, poniendo de manifiesto nuestra miseria con modestia y delicadeza. Confesión completa, íntegra, sin dejar de decir nada por falsa vergüenza.

III. La Confesión nos hace participar en la Pasión de Cristo y, por sus merecimientos, en su Resurrección. Cada vez que la recibimos con las d as disposiciones se opera en nuestra alma un renacimiento a la vida de la gracia, fuerzas para combatir las inclinaciones confesadas, para evitar las ocasiones de pecar, y para no reincidir en las faltas cometidas. La Confesión sincera deja en el alma una gran paz y una gran alegría. “Ahora comprendes cuánto has hecho sufrir a Jesús, y te llenas de dolor: ¡Qué sencillo pedirle perdón, y llorar tus traiciones pasadas! ¡No te caben en el pecho las ansias de reparar!” (SAN JOSEMARIA. ESCRIVÁ, Via Crucis)

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


21. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

Análisis
La multitud se agolpa, pero el Evangelio no nos dice que pida nada. ¿A qué viene la referencia de Jesús de que la gente “pide un signo”? Sin duda se refiere a lo que acaba de ocurrir: Jesús ha curado un mudo, y unos lo atribuyen a Beelzebul, y otros piden un signo (11,16). Se dice, expresamente que lo hacen “para ponerlo a prueba”. Este texto, entonces, se encuentra relacionado con aquel.

Para comenzar señalemos que el texto tiene una fuente en Marcos, pero también en Q y -como es frecuente- Lc opta por esta última. Mateo presenta la primera parte duplicada repitiéndose idénticamente en 12,39 y 16,4 palabra por palabra. La nota importante que aporta Q es la referencia a que aunque no se le dará “ninguna señal” se añada: “sino la señal de Jonás”. Puesto que el texto no es claro, y Jonás sólo es aludido aquí en todo el NT, se ha pretendido entender Iôna como abreviación de Juan, en cuyo caso aludiría al Bautista, o remitiendo a su significado semita: paloma, en cuyo caso se alude al Espíritu de Dios. Pero la referencia a los ninivitas revela que al menos ya la fuente Q entendió que se refería al profeta. Sin embargo, la diferente lectura que sobre el “signo” hacen Mateo y Lucas revela que este signo no es claro, o que su significado había perdido parte de su sentido. Como se ve, Mt hace una lectura alegórica refiriendo a los tres días de Jonás en el pez como “signo” de la Pascua. Lc no parece explicar en qué consiste el signo.

A continuación Mt y Lc siguen casi al pie de la letra la misma fuente. Lc parece agregar que los juzgados son los “hombres de esta generación” y no “esta generación”, como Mt. La diferencia está dada en el orden, y no es fácil saber si es Mt o si es Lc el que ha invertido el orden de su fuente: ¿estaba primero la referencia a la reina del sur y luego la de Jonás, o era a la inversa? Puesto que para Mt los ninivitas no parecen jugar papel alguno en el “!signo”, mientras que en Lc “Jonás fue signo para los ninivitas”, parece improbable que Lc hubiera pospuesto la referencia a los habitantes de Nínive. De este modo, termina con Jonás como había comenzado. Mt, en cambio, no deja en claro la referencia a la reina del sur en el actual contexto, pero la referencia a Nínive queda unida al signo de Jonás, aunque ya no sea signo para ellos, sino para los lectores de Mt.

No es claro, en el texto, a qué se refiere con “signo de Jonás”: ¿un signo que recibe Jonás? ¿un signo que es Jonás? ¿un signo que da Jonás? Lucas parece entenderlo en el segundo sentido: Jonás es un signo para los paganos. Así se entiende la referencia también a la reina del sur, otra pagana; hay una sabiduría, la de Salomón, que es recibida por una pagana; hay una predicación, la de Jonás, que es recibida por paganos; “esta generación” en cambio (¿todo Israel? ¿el Israel contemporáneo?), no ha recibido la sabiduría de Dios, la predicación de Dios que se da en Jesús, que es más que Jonás, más que Salomón. Si Israel no se abre a los caminos de Dios, tendrá que descubrir como signo de Dios la apertura de los paganos, y eso será para Israel una suerte de juicio.

Queda un elemento que debemos tener presente: el NT con mucha frecuencia nos recuerda que Israel con frecuencia “pide signos”. Pablo ya lo dice como característico (1 Cor 1,22a), y los Sinópticos lo recuerdan con frecuencia, por ejemplo: Mt 24,3; o Lc 16,27-31; ver Lc 23,8. diferente es el caso de Juan para quien Jesús hace signos pero no saben verlos como tales sino que se “quedan en la cáscara”. Los signos pueden ser obstáculo a la fe. Una cosa es saber leer los signos en los que descubrimos el paso de Dios, signos de los tiempos, y otra pedir signos para creer. La fe es la que ilumina los signos, y no se apoya en ellos “para” creer. Jesús no da un signo tampoco aquí, invita a reconocer el signo que está, aunque a nosotros hoy no nos quede claro cual es. Sin embargo, en el texto de Lucas, estamos invitados a ver como signo la conversión de los paganos. Para Jesús ese es un verdadero signo de Dios, y no lo es, en cambio, pretender cosas extraordinarias y maravillosas.

Comentario
Con mucha frecuencia nos dice el NT que los “judíos piden signos”. Son signos “para” creer. Y con la misma frecuencia Jesús se niega a dar esos signos, es más, invita a sus oyentes a que descubran como signos lo que tienen a la vista, o los que ellos pueden comprender. Es verdad que muchos de los signos que Jesús invitaba a ver hoy no los comprendemos, y es normal porque los signos son “de los tiempos” y es en cada tiempo donde los pueblos deben aprender a leer qué les dice Dios. Muchos de esos signos nos relecturas de la Biblia, como es el caso de Jonás ola reina del Sur; otros son cotidianos como la misma presencia de Jesús lo era para sus contemporáneos, pero lo importante es ir descubriendo la palabra de Dios, su voluntad en nuestro tiempo.

A veces, en las crisis y angustias de los pueblos, pretendemos que Dios nos hable, o que haga milagros para que podamos creer, porque -nos parece- hay un terrible “silencio de Dios” que aterroriza nuestra fe y martilla nuestra conciencia. Sin embargo, Jesús nos dice hoy que Dios está hablando, que él no se ha callado, el problema es que a veces no tenemos los oídos preparados para oír. El problema no es que Dios sea mudo sino que nosotros somos sordos.

Pero tampoco nos faltan quienes nos andan proponiendo milagros o signos extraordinarios, sanaciones o manifestaciones maravillosas de Dios y pretenden que así podamos creer, no faltan quienes nos proponen un Dios con una “catarata” de signos y palabras que nos aturde y que -en el fondo- nos pretende crear “culpa” por no saber escuchar “todo” lo que Él dice. En este caso, quizá lo difícil sea reconocer la auténtica voz de Dios entre tantos signos y palabras. Y nuevamente descubrir a Jesús como “el” signo y “la” palabra de Dios nos ayudarán a escuchar a Dios en los signos de nuestro tiempo.


22.

Reflexión

A veces me pregunto: ¿Qué estamos esperando para ser santos? ¿Qué señal estoy buscando para arrepentirme y cambiar mi vida? Jesús ya me ha dado no solo la muestra de su amor y su poder muriendo y resucitando por mi, sino que incluso ha enviado el poder del Espíritu Santo para que tenga vida y la tenga en abundancia. Recuerdo que me decía mi director espiritual: “Si Dios le hubiera concedido la mitad de las gracias que me a dado a mi a cualquiera de mis hermanos sacerdotes, ellos ya serían santos y yo no he podido salir de mi mediocridad”. No esperemos más… no pidamos una señal para empezar a cambiar nuestra vida (la salud de un familiar, encontrar trabajo, la solución de un problema especifico, etc.). La única señal que Dios nos ha dado y nos dará es la resurrección de Cristo y la presencia activa del Espíritu en nuestro corazón. Tengamos el coraje de tomar la decisión de ser santos viviendo de acuerdo a la Palabra de Dios.

Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


23. 2004

LECTURAS: JON 3, 1-10; SAL 50; LC 11, 29-32

Jon. 3, 1-10. Dios nos llama a todos a participar de su vida. Él a nadie creó para la condenación. Él no se recrea en la muerte de los suyos, sino que, al amarnos, nos envió a su propio Hijo para que, mediante su muerte, fueran perdonados nuestros pecados; y mediante su gloriosa resurrección tuviéramos nueva vida. Quien da su sí inicial a Cristo deja a un lado sus caminos equivocados y recibe el Bautismo, que es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Sin embargo sabemos que la concupiscencia permanece en nosotros, a fin de que nos sirva de prueba en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios. Por eso afirmamos que la Iglesia recibe en su propio seno a los pecadores y que, siendo santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación. Este tiempo de la Cuaresma, tiempo especial de gracia que el Señor nos concede, debe ayudarnos a reflexionar sobre la fidelidad a nuestro compromiso bautismal, pues nuestra unión a Cristo por la fe no puede quedarse en una vana palabrería. Pero, puesto que somos frágiles, acudamos al Señor para que sea Él quien nos fortalezca, de tal forma que no nosotros, sino la gracia de Dios con nosotros lleve a buen término la obra de salvación, que Dios mismo ha iniciado en nosotros.

Sal. 50. Dios, a pesar de la infidelidad manifestada en el pecado de los hombres y del castigo que merece, mantiene su amor por mil generaciones. Dios revela que es rico en misericordia llegando hasta dar su propio Hijo para que nosotros seamos perdonados. Él es nuestro Padre; y nos ama sin dar marcha atrás en su amor por nosotros. Nosotros no podemos vivir indiferentes ante ese amor que Dios nos tiene. Con humildad hemos de volver a Él, que constantemente nos llama a la conversión, pues tanto con las palabras como con las obras de su Hijo Jesús, nos ha manifestado que es un Padre rico en misericordia para con todos. Que este tiempo especial de gracia nos lleve a confesar con humildad ante Él nuestros pecados para obtener su misericordia y la reconciliación con su Iglesia. Si volvemos al Señor Él nos perdonará todas nuestras faltas; sin embargo también nos enviará diciendo: Ve primero a reconciliarte con tu hermano. Dios no sólo nos quiere unidos a Él, sino también unidos nosotros como hermanos guiados por el amor fraterno. Por eso no sólo le hemos de pedir a Dios que nos perdone nuestros pecados, sino también que cree en nosotros un corazón nuevo y un espíritu nuevo capaz de alabar su Nombre y de hacer, en adelante, el bien a todos, pues todos somos hijos del mismo Dios y Padre.

Lc. 11, 29-32. Jonás fue un signo para los Ninivitas de la misericordia que Dios tiene a todos, sin distinción. Jesús es la Divina Misericordia encarnada. En Él Dios nos ha manifestado su rostro amoroso, misericordioso y cercano a todos. Ojalá y nosotros nos acerquemos a Él con gran fe y amor, no sólo para escuchar sus palabras llenas de Sabiduría, mediante las cuales nos revela a Dios como Padre nuestro, lleno de amor y de misericordia para con todos. Sino que esa Palabra de Dios anide en lo más profundo de nuestro corazón, de tal forma que, amoldando a ella nuestra vida, nos manifestemos como verdaderos hijos de Dios. El Señor dirige a nosotros su Palabra salvadora, invitándonos a una sincera conversión. Confrontando nuestra vida con su Palabra nos damos cuenta que muchas veces no hemos caminado como hijos de Dios. Pues aun cuando lo hemos buscado, tal vez sólo lo hemos hecho con el interés de recibir sus beneficios y sus dones. El Señor nos quiere no sólo junto a Él; no sólo como siervos que hacen en todo su voluntad; Dios nos quiere como hijos suyos, que demuestren con sus obras que en verdad su Vida y su Espíritu están en nosotros. Por eso aprovechemos este tiempo de cuaresma para buscar sinceramente a Dios y para vivir totalmente comprometidos con Él como hijos fieles suyos.

El Señor nos reúne en esta Eucaristía para hacernos conocer su voluntad. No vengamos sólo a rezarle para exponerle nuestras angustias y esperanzas. Vengamos porque en verdad queremos entrar en comunión de vida con Él. Dios conoce que somos frágiles, y que muchas veces el pecado pudo haber dominado nuestra vida. Pero el Señor, mediante su Misterio Pascual, está dispuesto a perdonarnos, si con humildad confesamos ante Él nuestros pecados y recibimos, por medio de sus ministros consagrados, el perdón de nuestras culpas. Dios no nos quiere convertidos en unos malvados y destructores. Nuestro Dios quiere que nosotros sus hijos seamos santos como Él es Santo. Para esto Él entregó su vida por nosotros. Ese es el amor que nos tiene hasta el extremo. Hagamos nuestro ese amor de Dios y acojámonos a su divina misericordia para que su salvación llegue a su perfección en nosotros.

El Señor, rico en misericordia para con nosotros, quiere que también nosotros seamos misericordiosos para con los demás. Si hemos buscado al Señor para llenarnos de su amor, para recibir su perdón y para aceptar en nosotros el don de su Espíritu Santo, es para que nosotros seamos portadores de su amor, de su misericordia y de su Espíritu para todos los hombres. Por eso la Iglesia de Cristo, unida fielmente a su Señor, es un signo del amor de Dios para todos. A ella corresponde hablar no con la sabiduría de los hombres, sino con la Sabiduría de Dios para que todos le conozcan y le amen. A ella le corresponde invitar constantemente a todos a la conversión para que se unan a Él por medio de la fe y del bautismo, o retornen a Él si, a causa del pecado, vagaron lejos del Señor como ovejas sin pastor. Seamos, por tanto, esa Iglesia de Cristo comprometida en el testimonio del amor que Dios infundió en nosotros. Alejémonos de todo aquello que pudiera estorbar la llegada del Reino a nosotros. Dejémonos conducir por el Espíritu del Señor para que, por medio nuestro, Dios siga realizando su obra de salvación en el mundo y su historia.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de tener un corazón renovado en Cristo, de tal forma que en verdad seamos un signo de su amor para todos y podamos, así, ser un lenguaje creíble del Señor no sólo con nuestras palabras, sino con una vida íntegra amoldada a las enseñanzas de Cristo y a la inspiración del Espíritu Santo, que habita en nosotros. Amén.

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24. ARCHIMADRID 2004

JONÁS Y LA MIRADA DE DIOS

Jonás debió de ser un personaje contradictorio. Por un lado, le vemos arrumbado por aquellos que le persiguen, y casi le pide a Dios que le quite la vida, pues se ve un profeta fracasado. Por otro lado, es capaz de cometer las hazañas más grandes, recorriendo la ciudad de Nínive, para convencer al propio rey sobre la necesidad de transformar su vida a base de saco y ceniza.

Sin embargo, creo que todos tenemos un poco de Jonás. ¡Cuántas veces nos hemos visto con ganas para “comernos” el mundo!… y, otras, casi vamos por la vida mendigando compasión y lástima, pues parece que todo se ha vuelto en contra nuestra. Y es que el término medio, del que es tan fácil predicar, no es algo de lo que podamos echar mano cuando más nos convenga… “es que es mi carácter”; “es que no me comprenden”; “es que van a por mí”; “es que no me consideran”… es que, es que, es que. El “es que” es la condición con la que justificamos nuestros deseos no cumplidos, pensando siempre, en definitiva, que somos merecedores de algo mejor.

Hemos olvidado, una vez más, que nuestros méritos no se adquieren por el mero voluntarismo, o por la búsqueda de una satisfacción personal. Hay algo mucho más grande, mucho más definitivo, y que ya ha sido alcanzado. ¡Fíjate!, Dios no ha puesto su mirada en ti por lo que valgas o por lo que tengas, simplemente te ha mirado… ¡y punto! Y la mirada de Dios es la misma que la de Cristo, cuando dirigiéndose a aquellos que le exigen un milagro para que demuestre su condición divina, les dice: “Esta generación es una generación perversa”. En un tono más amable, significaría: “¿Es que aún no os enteráis?”. Seguimos empeñados en lo externo, porque tenemos “durezas” en el corazón que nos impiden ver en el interior. Y ahí, precisamente, es donde habla Dios… y nos mira.

Por otro lado, cuando Jesús se pone en el lugar de Jonás en más de una ocasión, es porque, humanamente hablando también, sentiría admiración por él. Y es que leyendo la vida de ese profeta, a pesar de su continuos desvaríos y cambios de opinión, al final perseveró, que es, verdaderamente, lo que cuenta. Porque, cumplir la voluntad de Dios no es seguir una línea recta, matemáticamente ideal: para Dios, más que lo que tenemos, cuenta con lo que somos, que es algo bien distinto. Sólo nos queda, por tanto, fiarnos de Él; confiar, no en nuestras estrechas limitaciones, sino en Su inmenso poder. Y esto no se alcanza con vitaminas, ni con la varita mágica de “Harry Potter”, sino, de la misma manera que los habitantes de Nínive confiaron en la palabra de Jonás, nosotros nos fiamos de lo que nos dice Jesús.

Perdóname, pero no hay otro camino para la conversión a la que se nos invita en la Cuaresma. Si nuestros sacrificios y penitencias no van acompañados de volver, una y otra vez, nuestra mirada al rostro de Cristo, de poco nos servirá tanto esfuerzo. ¿No recuerdas a Marta, yendo de acá para allá, mientras María, su hermana, se dedicaba a mirar y a escuchar a Jesús?… “Ella ha elegido la mejor parte”, dirá el Señor a Marta. Nosotros también tenemos la misma oportunidad en cualquier momento del día… Creo que Jonás llegó a entenderlo, y ya al final le dio igual lo que otros pensaran. Se dejó “atravesar” por la mirada de Dios, y los respetos humanos quedaron sustituidos por cumplir Su voluntad en todo momento.


25. Fray Nelson Miércoles 16 de Febrero de 2005
Temas de las lecturas: Los habitantes de Nínive se arrepintieron de su mala conducta * A la gente de este tiempo no se le dará otra señal que la del profeta Jonás.

1. Rectificar el camino
1.1 Es humillante y doloroso darse cuenta de un error y por eso nuestro ego suele resistirse a reconocer sus fallas. A través de disculpas o de intentar echar la culpa a otros pretendemos ocultar nuestras equivocaciones. A menudo este proceder conduce a que sean maltratados inocentes y a que nosotros mismos multipliquemos nuevas fallas y desaciertos.

1.2 En realidad el camino más sencillo para librarse de los errores es reconocerlos. He leído que el empresario más rico del mundo actualmente, Bill Gates, tiene como estrategia difundir con rapidez y precisión de los errores que aparecen en los productos de Microsoft o en sus métodos de mercadeo.

1.3 La idea es que cuando algo sale mal todo el mundo en la empresa debe saber que eso salió mal y debe enterarse de por qué salió mal. Sin embargo, el énfasis nunca está en quién fue el "culpable" pues no se trata de un ejercicio de justicia sino de una política de entrenamiento continuo. Es como poner a todo Microsoft a aprender todos los días cómo hacer las cosas mejor por vía de reconocer con honesta sencillez qué salió mal.

1.4 El fruto de esta estrategia de Gates es notable: todo el mundo, también yo, tiene algo qué criticarle a Microsoft y sus productos, pero ello no exaspera a este genio de los sistemas, pues su actitud de mantenerse rectificando el camino SIEMPRE convierte cada crítica en una oportunidad.

1.5 Tal vez no sobre aclarar que mi admiración por este aspecto de la vida de Bill Gates no me hace menos crítico de muchas otras cosas de su modo de obrar y de enriquecerse. Pero nada nos impide aprender de aquellos con los que no estamos de acuerdo incluso en cosas esenciales.

2. Hacer penitencia
2.1 La cuaresma quiere que hagamos el ejercicio honesto de rectificar nuestros caminos reconociendo nuestros errores. Mas además del reconocimiento de errores hay algo que se nos invita a hacer: penitencia.

2.2 La penitencia es uno de los conceptos de más difícil comprensión para nuestra época. Habla tú de penitencia y la gente creerá que estás contando historias de mentes enfermizas, almas masoquistas o clérigos de oscuras tendencias sádicas. La morbosidad ronda al tema de la penitencia y crea una nube pegajosa que no nos deja reconocer la belleza que también tiene este aspecto de la vida cristiana.

2.3 Hacer penitencia es al alma lo que un gimnasio es para el cuerpo. ¿Has visto la cara quehace la gente mientras levanta pesas o estira durísimos resortes? No son rostros sonrientes y tranquilos, sino imágenes de un esfuerzo tenaz y a veces incluso de dolor. Pero ese dolor tiene un sentido, que es la reforma del cuerpo. Después de esas "torturas" repetidas durante días o semanas, van desapareciendo las formas indeseables y el cuerpo adquiere el perfil que se quería.

2.4 Algo así es la penitencia para el alma: a través del dominio de nosotros mismos nos volvemos escultores de nuestra vida y recuperamos posesión de nuestros sentidos y emociones. El ayuno, así como otras formas de penitencia, son un verdadero gimnasio en el que alcanzamos belleza no para este mundo sino para la eternidad.


26.

 Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás. Porque así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará; porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron penitencia ante la predicación de Jonás; pero mirad que aquí hay algo más que Jonás. (Lc 11, 29-32).

1. Jesús, Jonás llama al arrepentimiento a Nínive, y los habitantes de esa ciudad creen en él y hacen penitencia. Pero Tú eres más que Jonás. Tú eres el Hijo de Dios, eres Dios. Y en este tiempo de Cuaresma me pides más penitencia, para purificar mis pecados y los pecados de todos los hombres. ¿Qué he hecho esta primera semana? ¿Me he concretado alguna mortificación para ofrecértela cada día? ¿Me he propuesto rezar un poco más? ¿He procurado servir más a los que me rodean? ¿Cómo aprovecho mi trabajo para tenerte presente y presentarte a los demás?

Hay gente que gasta su vida buscando la sabiduría y la verdad con gran esfuerzo. Pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. Tú eres la misma Sabiduría, porque eres Dios. A pesar de todo, cómo me cuesta obedecer tus mandamientos, cómo me cuesta seguir los consejos de los ministros de tu Iglesia. Prefiero seguir mis ideas pequeñitas porque las entiendo más fácilmente, o porque me exigen menos esfuerzo.

Ayúdame Jesús a no pedirte tanta señal, y, en cambio, que me decida a obedecerte más. Que me deje exigir en la dirección espiritual; que ponga empeño en cumplir esos propósitos que hago en la oración o esos consejos que me dice el sacerdote.

II. Señales inequívocas de la verdadera Cruz de Cristo: la serenidad, un hondo sentimiento de paz, un amor dispuesto a cualquier sacrificio, una eficacia grande que dimana del mismo Costado de Jesús, y siempre -de modo evidente- la alegría: una alegría que procede de saber que, quien se entrega de veras, está junto a la Cruz y, por consiguiente, junto a Nuestro Señor (1).

Así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. Jesús, Tu eres señal del mundo, Tú me has dado una señal clara: la señal de la Cruz, que es la señal del cristiano. Para llegar a Dios, Cristo es el Camino; pero Cristo está en la Cruz (2). Jesús, en este tiempo de Cuaresma quiero verte en la Cruz y preguntarte muchas veces ¿Por qué estás ahí? ¿Cómo puede ser que me quieras tanto y yo, en cambio, me olvide de Ti?

Jesús, viéndote clavado en la Cruz, que es señal de lo que me quieres, me pregunto: ¿es mi amor un amor dispuesto a cualquier sacrificio? A veces no. A veces veo que me pides más esfuerzo en el trabajo, más sacrificio y generosidad a la hora de encontrar tiempo para ir a Misa o para hacer cada día la oración, más mortificación en los sentidos. Ayúdame desde la Cruz a ser generoso, a no dejarme llevar por la comodidad o la pereza.

Jesús, cuando me cueste obedecerte, he de volver la mirada a la Cruz. Allí encontraré la fuerza que necesito para seguir adelante. Díjome una vez (el Señor) que no era obedecer si no estaba determinada a padecer; que pusiese los ojos en lo que Él había padecido y todo se me haría fácil (3).

Jesús, los frutos de seguir tu señal, de vivir pegado a tu Cruz, son inequívocos: la serenidad, un hondo sentimiento de paz, un amor dispuesto a cualquier sacrificio, una eficacia grande, una alegría profunda, porque procede de saber quequien se entrega de veras, está junto a la Cruz, y, por consiguiente, junto a Ti.
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Notas

1. Forja, 772.
2. Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, Vía Crucis, X. estación. 3. Santa Teresa. Vida, 26.

Meditación extraída de la colección “Una cita con Dios”, Tomo II, Cuaresma por Pablo Cardona.


27. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Jonás es una hermosa sorpresa entre los libros bíblicos. Sorpresa desconcertante, por cierto. Su nombre en hebreo significa “paloma”, nombre nada convencional para un varón. Su actitud y su carácter poco tienen que ver con las típicas de un profeta misionero. El final del relato no deja buen sabor: Jonás está enojado porque Dios salva a la ciudad extranjera! En fin, es un relato “chocante” para espíritus devotos.

Hacia el año 400 a.C., se ha instaurado en el Israel post-exílico una fe exclusivista, excluyente, cerrada. El templo estaba restaurado, Jerusalén re-edificada y la Ley en pleno vigor. Nehemías y Esdras habían logrado su cometido: reconstruir la identidad alrededor del Templo, la Ley y Jerusalén. Esto daba seguridad. La conciencia de elección y exclusividad había retornado con medidas agresivas como la expulsión de los extranjeros y la imposición de la ley de la pureza. En medio de la “nueva” seguridad obtenida como “favor” del Imperio Persa, irrumpe el sorprendente y molesto relato de Jonás apostando por nuevas perspectivas para la fe de Israel.

En este mismo tiempo y frente a estas circunstancias, otros movimientos de resistencia se expresan teológica y políticamente. Joel, por ejemplo, en lenguaje apocalíptico anuncia la irrupción del Espíritu entre esclavos y esclavas (Jl 2,28 y 3,2). Rut muestra que la alternativa no viene de Jerusalén, sino del campo y de las mujeres extranjeras. El Mesías vendrá de Belén! El Eclesiastés (Qoélet) encuentra utopías escondidas allí donde los horizontes se han cerrado. El Cantar de los Cantares expresan la divinidad del amor y de la sensualidad sin leyes ni sacralismos. Estas obras de los sabios son fuertes críticas a quienes se habían acomodado a las leyes, sacrificios y dogmatismos del Templo y de la Ley. Jonás, entre novela y profecía, se inserta en esta tradición crítica. Paradójicamente son también cinco libros… ¿un “Pentateuco alternativo”?

El capítulo 1 y el capítulo tres están relacionados. Así como el 2 y el 4. El uno nos lleva al navío y tiene a los marineros como protagonistas de un “culto ecuménico”. El tres nos lleva a Nínive y tiene al pueblo de la ciudad como protagonistas de una extraordinaria conversión. Lugares y protagonistas de la fe insospechados en la “ortodoxia” judía del Templo y la Ley. El protagonismo de las personas extranjeras (marineros, habitantes de Nínive), y el protagonismo de la naturaleza (viento, mar, pez, animales, hierba, gusano…) se presenta como lugar de profecía, de acontecimientos proféticos. Se desplazan así las cercas etnocéntricas y antropocéntricas para la ampliación de posibilidades inclusivas y sorprendentes de revelación.

Los ninivitas son para el capítulo 3 más interesantes que el profeta Jonás, así como lo demuestra el hecho que la mayoría de los versículos (3,5-9) están enfocados en el pueblo de esta ciudad y cómo este pueblo interpreta el anuncio profético. Actúa inmediatamente al comprender el sentido del anuncio. Cree y convoca al ayuno. La reacción es plena, completa, profunda, sincera. El rey también reacciona (3,6-9) pero dentro de la cadena de reacción del pueblo, en continuidad a él, sin proponer nada nuevo. Refuerza lo que ya el pueblo está haciendo: cree y ayuna. En fin, población, rey y hasta los animales creen y se convierten. La conversión asume una diáfana dimensión ética: “se convirtieron de su mal camino” (3,10). La conversión ética tiene que ver con la conversión a Dios!

“Los de afuera” (los mismos excluidos por el Templo y la Ley) son los que enseñan al pueblo “escogido” cómo se recibe y se responde a la profecía de Dios, y es su reacción positiva y acogedora la que dice al pueblo de Israel que la conversión y la misericordia es el centro de la fe; no solo por causa del carácter inclusivo y universal de Dios, sino también porque la compasión de Dios devuelve la vida a aquellos que están al borde de la destrucción y la muerte.

Nínive está en la memoria de Israel como ciudad desmesuradamente sanguinaria, cruel y opresora. La memoria es larga, se remonta al siglo VIII a.C, cuando Asiria dominaba el mundo. Que Nínive se arrepienta, se convierta y sea perdonada por Dios no deja de ser un “golpe” para la fe más tradicional de Israel. La reacción ofendida y resistente de Jonás es un paradigma de la reacción de cualquier judío observante de la época. Esta fe cerrada y autosuficiente tiene que aprender que si hasta Nínive se arrepintió no existe un arrepentimiento imposible y que el proyecto de Dios no puede ser limitado por ninguna frontera étnica, política o religiosa. Nínive emerge del libro de Jonás como una poderosa señal de que Dios es universal y misericordioso y que está a favor de la vida de la ciudad. Que el resultado del encuentro entre la ciudad y el juicio de Dios es la conversión de aquella y la compasión de éste. Lo sorpresivo y lo desconcertante es que este modelo de conversión y de misericordia venga desde “los de afuera”… Una urgente lección para estos tiempos tan colmados de nuevos fundamentalismos agresivos y excluyentes.