TIEMPO DE ADVIENTO

DÍA 19

1.- Jc 13, 2-7. 24-25

1-1.

La gesta de Sansón tiene, sin duda, como punto de partida la historia de un campesino palestiniano célebre por su fuerza extraordinaria y sobre la que la imaginación popular inventa a placer. Por encima de las imágenes folklóricas se manifiesta una intención religiosa: toda fuerza poseída por el hombre no puede ser más que un don de Dios.

* * *

a) El interés principal de este anuncio del nacimiento de Sansón es ayudar a comprender que estos anuncios pertenecen a un género literario muy concreto y que se le utiliza para el anuncio del nacimiento de Isaac (Gén 18, 9-15) y para los de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1, 5-25; Mt 1, 18-25). Siempre, en estos casos, se presenta un ángel al padre para describirle la misión del hijo anunciado; el padre responde describiendo un obstáculo a superar (su vejez y la esterilidad de su mujer), el ángel replica apelando para ello a una señal que Dios hará para acreditar su acción en la concepción. Finalmente, estos anuncios de nacimiento terminan con frecuencia en un comentario sobre el nombre dado al niño.

b) Para un hebreo, la forma clásica de subrayar que la fuerza de un hombre es un don de Dios, consiste en decir que había sido prometida a este hombre desde antes de su nacimiento en circunstancias en que se revela precisamente toda la debilidad del hombre.

Este es el caso de Sansón, de Juan Bautista, de Samuel y de muchos otros. Para Sansón, la debilidad está representada por la esterilidad de su madre, la avanzada edad de su padre y su propia repulsa de los medios normales de subsistencia (v.7). La fuerza que le domina aparece así como un don de Dios. Sansón morirá, precisamente, el día en que utilice esta fuerza en provecho propio, y no como un don de Dios, sino como un título de su gloria personal.

* * *

FUERZA/DEBILIDAD: ¿Y si Dios no estuviera del lado de la fuerza? ¿Si la debilidad fuera, por el contrario, la mejor señal que pudiera dar de El mismo? ¿Y si toda la vida de Jesús sobre la tierra no fuera un paréntesis en la vida eterna de un Dios todopoderoso, sino el reflejo más perfecto de lo que Dios puede tener de mejor: su amor a los hombres?

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 173


1-2.

La situación de las tribus israelitas en la tierra de promisión -muerto ya Josué- no fue siempre tranquila. Los filisteos molestaban mucho a las tribus del sur. Dios quiso suscitar a un hombre para que defendiese a su pueblo frente a los filisteos.

El ángel de Dios se aparece a la mujer de Manoaj, que era estéril, anunciándole un hijo.

Este sería un don especial de Dios y habría de serle consagrado por el nazareato. Como nazareno tenía que llevar una vida que implicaba privaciones.

En este pasaje se nos muestra el proceder de Dios en la historia de la salvación. Escoge a una mujer estéril para ser madre del que había de ser defensor de su pueblo. De este modo quiere mostrar Dios su bondad y omnipotencia, que utiliza las criaturas humanamente inservibles para llevar a cabo su plan salvador.


1-3.

Historia del nacimiento de Sansón. Ese tema de nacimientos milagrosos se repite a lo largo de toda la historia de Israel. La obra de Dios desorienta a los hombres y los rebasa.

Los nacimientos extraordinarios narrados en la Biblia señalan la intervención muy especial de Dios cuando comunican la maternidad original de María, el nacimiento de Isaac, Sansón, Samuel, Juan Bautista, Jesús...

Son hijos «dados por Dios»...

-En todos ellos, un ángel se presenta al padre del niño.

-En todos ellos, el padre contesta aduciendo un obstáculo insuperable, como la vejez o la esterilidad.

-En todos ellos, el ángel replica y da un «signo».

-En todos ellos, Dios impone el nombre, el nombre del niño.

-El ángel del Señor se apareció a la mujer de Manoa: «Bien sabes que eres estéril y que no has tenido hijos; pero tú concebirás y darás a luz un hijo... que será dedicado a Dios desde su concepción».

Para subrayar que la fuerza de Sansón no procede de sí mismo, sino que es un don de Dios, la Biblia señala que esa fuerza había sido prometida por Dios antes de su nacimiento, ¡momento en el cual la debilidad del hombre es más manifiesta!

La debilidad está representada por la fragilidad del recién nacido y la esterilidad de su madre. Lo que será de mayor es pues un don gratuito.

Ciertamente Dios no parece preferir la fuerza; antes bien es la debilidad el mejor signo de su cercanía.

Así, la vida humilde y sencilla que llevó Jesús en la tierra no fue un paréntesis excepcional en la vida eterna de un Dios todopoderoso, sino el más perfecto reflejo de lo que Dios tiene en mayor estima: ¡su amor! ¡Sánanos, Señor, de nuestros sueños de grandeza!

Contemplo tu infancia, la humildad de María, tu madre.

El aparente fracaso de tu cruz.

-El comenzará a salvar a Israel.

Sansón fue un salvador temporal, un liberador que luchó contra los enemigos humanos de Israel, pero a través de esa salvación temporal, Dios ayudaba humanamente a su pueblo y le dejaba entrever otro tipo de «liberación».

El verdadero salvador es Jesús. Su nombre, Jesús, en hebreo significa: «Dios salva».

Señor, libéranos del pecado. ¡Líbranos del «mal»! Líbranos de todo mal.

-En lo sucesivo, no bebas vino ni bebida fermentada.

Es un signo de vida austera, el signo del «nazir», del que ha renunciado a muchas cosas para consagrarse exclusivamente a Dios. Juan Bautista también será un nazir. Es el origen lejano de la vida monástica, consagrada.

El niño creció, el Señor le bendijo, y el espíritu del Señor comenzó a conducirle.

Sabemos por la historia de Sansón que éste no permaneció siempre digno de la misión que había recibido. Morirá precisamente el día que usará su fuerza sobrehumana en provecho personal..., como un título de gloria personal y no como un don de Dios.

Ayúdanos, Señor, a ser siempre dóciles a la moción de tu Espíritu.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 46 s.


1-4. /Jc/13/01-25

El anuncio del nacimiento de Sansón tiene muchos puntos en común con otras anunciaciones del Antiguo y Nuevo Testamento, con la de Isaac (Gn 18,9-15), con la de Samuel (1 Sm 1, 9-18), con la de Juan Bautista (Lc 1,5-20) y hasta con la de Jesús (Lc 1,26-38).

Como en otras anunciaciones, dos aspectos sobresalen aquí: que el nacimiento del muchacho se debe a una decisión divina -ya que su madre era estéril- y que el muchacho que nacerá, consagrado a Dios (= nazir), tendrá una misión importante dentro del pueblo escogido. Esta misión es indicada en 13,5: "El empezará a liberar a Israel de la mano de los filisteos".

Sansón inicia, pues, de manera individualista, la resistencia a la dominación filistea. Su fuerza es proverbial y los cc. 13-16 de Jueces recogen de ello algunas anécdotas, coloreadas por la exageración popular: con las manos «descuartizó al león como quien descuartiza un cabrito» (14,6), y en otra ocasión hizo frente a los filisteos con una quijada de asno por toda arma, «y derrotó con ella a mil hombres» (15,15). Sansón atacando con una quijada, puede ser un símbolo de la inferioridad en que por mucho tiempo se encontró Israel frente a los filisteos, debilidad debida al hecho de que éstos conocían ya la técnica del hierro que equivale a decir que poseían un armamento más avanzado. La lucha antifilistea duró de hecho hasta David.

Con Sansón toma Dios una nueva iniciativa de salvación en favor de su pueblo. El padre de Sansón, Manoj, lo reconoce cuando presenta un sacrificio a Yahvé, «que obra maravillas» (13,19). Con esta expresión, cargada de sentido, Manoj exterioriza una actitud fundamental del Antiguo y del Nuevo Testamento: es el reconocimiento del amor admirable de Dios tal como se concreta en la historia del pueblo escogido. Los grandes momentos que configuran la fe de Israel son posibles gracias a la decisión eficaz del Señor. La promesa hecha a Abrahán de darle una descendencia topó primero con la esterilidad de Sara, pero «¿hay algo imposible para Yahvé?» (Gn 18,14). Asimismo, la salida de Egipto y la posesión de la tierra prometida son vistas bajo esa luz: «Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, con terribles portentos, con signos y prodigios, y nos trajo a este lugar, dándonos una tierra que mana leche y miel» (Dt 26,8-9). El reconocimiento de los prodigios del Señor motiva la alabanza en muchos salmos (98,1-9,2; 17,7). El agradecimiento de Manoj porque Dios hace revivir su hogar y da esperanza de liberación a su pueblo puede ser hoy compartido por nosotros. Agradezcamos las grandes gestas de Dios y la acción incomparablemente prodigiosa realizada por Cristo Jesús.

D. ROURE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 652 s.


2.- Lc 1, 5-25

2-1.

El sacerdote Zacarías que pide una señal (1, 18), como había hecho, entre otros, Gedeón (Ju 6, 17), se revela como hombre del tiempo antiguo; queda "sobrepasado" por una novedad que no puede entender y que le deja con la boca abierta, en el sentido más fuerte de la palabra. El mutismo impuesto a Zacarías es significativo: quien pertenece al tiempo antiguo no puede decir nada acerca de la novedad que se presenta ante él. Rechazando la Palabra, ya no puede hablar; y al contrario, recuperará el uso de su lengua cuando haya aceptado la desconcertante novedad que trastorna su vida porque trastorna al mundo; hablará cuando haya aceptado la Palabra.

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE LUCAS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 46


2-2.

En el evangelio tenemos otra anunciación: la de Juan el Bautista. También se debe a la fuerza exclusiva de Dios: porque Isabel, la madre, era estéril, y los dos, también Zacarías, el padre, eran de edad avanzada.

La vocación de Juan Bautista "que será grande a los ojos del Señor", no surge por generación espontánea; está preparada en el corazón y la vida de sus padres, que "eran justos a los ojos de Dios".

Esto quiere decirnos que en nuestro modo de vivir ya están en juego otras vidas, otras personas.

Antes del nacimiento y de la educación de los hijos, ya se está orientando la vida de los hijos, según sea la vida del chico y de la chica, que han de ser sus padres.


2-3.

-Zacarías... Isabel... Ambos eran justos a los ojos de Dios.

Leeremos otra "anunciación", la del nacimiento de Juan Bautista. La vocación de Juan Bautista, el que "caminará delante de Dios" está preparada en el corazón y la vida de sus padres que "eran justos a los ojos de Dios".

Responsabilidad de los padres y de las madres. En su modo de vivir, y antes del nacimiento y de la educación de sus hijos, ya están en juego otras vidas.

Te ruego, Señor, por todos los padres de la tierra. Que estén contentos de sus hijos y que sean conscientes de su tarea educativa que se enraiza ante todo en su modo de vida.

-Isabel era estéril... A Zacarías le cuesta creer en un posible nacimiento, duda. Humanamente, se comprende. "Soy un hombre viejo y mi mujer de edad muy avanzada".

Normalmente ya no hay esperanza de fecundidad. Será pues un nacimiento excepcional como el de Jesús.

Y San Lucas evoca algunos natalicios milagrosos del Antiguo Testamento: Isaac, nacido de Abraham de edad muy avanzada . Y de Sara, estéril... Samuel que viene al mundo como un "don de Dios" a una pobre madre sin hijos... y luego José, y Sansón, etc. Un tema bíblico que anuncia el de la maternidad virginal de María: "no hay nada imposible para Dios".

-No temas, Isabel te dará un hijo que será para ti objeto de gozo y de júbilo y muchos se regocijarán en su nacimiento.

¡La salvación comienza! Una sarta de alegrías empieza. Los evangelios de la infancia están inmersos en una atmósfera de alegría. Es el ambiente de Navidad y de Año Nuevo.

-Caminará delante de Dios revestido del espíritu y de la virtud de Elías.

Recuerdo bíblico; Elías fue el primer profeta... el hombre celoso de la gloria de Dios... cuyo retorno se esperaba para preceder al "mesías".

Juan Bautista, como sus padres, "caminará delante de Dios".

¿Camino yo en la presencia de Dios?

-Para reunir los corazones de los padres con los de los hijos y conducir los incrédulos a la prudencia y fe de los hombres rectos a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto capaz de acogerle.

Maravillosa tarea: trabajar para Dios, preparar a los hombres para que sepan "acoger" a Dios. Recuerdo bíblico: el evangelista cita aquí una fórmula del profeta Malaquías (2, 6).

¿Trabajo yo también para Dios? En el mundo de hoy hay "preparaciones". Por medio de una contemplación optimista, busco, en las corrientes actuales de la historia, lo que en germen se está preparando.

¿Participo en ello? Señor, Venga a nosotros tu reino.

-Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, de quien he sido enviado a hablarte y a traerte esta feliz nueva.

"En la presencia de Dios", "Delante de Dios". La fórmula se repite sin parar en este comienzo del evangelio.

Reflexiono en lo que esta fórmula puede significar para mí.

"Estoy delante de ti, ante tu mirada... luego, no estoy nunca solo".

"Buena nueva". Lo que viene de Dios ¡es bueno! Me detengo a pensar en lo que me llega en este momento, y que debería ser una "buena nueva" si yo supiera ver más allá de las apariencias.

-Y desde ahora quedarás mudo, por cuanto no has creído...

"¡He aquí lo que el Señor ha hecho en mí!" decíase Isabel.

La duda de Zacarías lo condujo al silencio, hasta el día que cantará su "benedictus".

Isabel, canta ya su acción de gracias en su corazón.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 46 s.


2-4.

1. A partir de hoy las dos lecturas de cada día presentan paralelismos y contrastes muy claros, según el estilo de «las vidas paralelas», para ayudarnos a entender los planes de Dios. Hoy, por ejemplo, escuchamos el anuncio del nacimiento de Sansón y el de Juan Bautista.

Sansón debió ser un forzudo campesino, que llegó a hacer cosas increíbles, seguramente exageradas por los relatos populares. Pero la página que hemos leído subraya que ha sido Dios quien le ha elegido como instrumento en su plan de salvación para Israel. Le hace nacer de padres estériles, cuya oración escucha, y da su fuerza a este joven que ha quedado consagrado por el voto del nazireato.

Dios, que se sirve muchas veces de las personas más débiles, esta vez busca la colaboración de un hombre conocido por su mucha fuerza para que libere al pueblo de la opresión de los filisteos. Pero cuando Sansón se cree protagonista, y utiliza la fuerza para si mismo, Dios le retira su ayuda, y cae en manos de los enemigos.

En el salmo reconocemos humildemente que Dios es nuestra roca y nuestro refugio, el que nos libra de las dificultades, el que ya desde el seno de nuestra madre nos conoce v nos acompaña a lo largo de nuestra vida.

2. En el evangelio, Dios interviene preparando el nacimiento del precursor del Mesías.

También aquí los padres son estériles: así se ve siempre más claro que es Dios el protagonista de nuestra historia de salvación. El hijo de Zacarías e Isabel se llamará Juan, llenará de alegría a todos, también estará consagrado por el nazireato (no beberá vino, por ejemplo), estará lleno del Espíritu y convertirá a muchos israelitas al Señor. Será el precursor de Jesús. En el anuncio del ángel se describe muy bien esta misión: «irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto».

3. a) Es Dios quien salva, también hoy. No debemos fiarnos de nuestras propias fuerzas: ni de las físicas como las de Sansón ni de las intelectuales o espirituales, si creemos tenerlas. Cuando Sansón se independizó de Dios perdió su fuerza. El Bautista nunca se creyó el Salvador, sino sólo la voz que le proclamaba cercano y presente.

Nuestra actitud en vísperas de la celebración navideña es la de una humilde confianza.

Como Dios escuchó la oración de aquella buena mujer israelita y le concedió un hijo que fue decisivo para la liberación de Israel, como se fijó en aquel buen matrimonio de ancianos, Isabel y Zacarías, para hacerlos padres del profeta precursor de Jesús: así se fija en nosotros, escucha nuestra oración, nos llena de su alegría y además nos llama a ser colaboradores suyos en la gracia salvadora de esta Navidad para con los demás, siendo evangelizadores del Salvador y liberadores de los males de este mundo en que vivimos.

b) Cada uno colabora con las cualidades que tiene, pocas o muchas. No todos seremos héroes forzudos. No todos tendremos el cargo sacerdotal del incienso en el Templo de Jerusalén. Dios puede hacer brotar la salvación de un tronco seco o de un matrimonio estéril o de una persona sin cultura. Lo importante es que pongamos lo que podemos y sabemos al servicio de Dios, y así contribuyamos a que la Navidad sea un tiempo de gracia para nosotros y para nuestra familia, comunidad o parroquia.

Lo podemos hacer si ayudamos a que sucedan este año y entre nosotros las señales que el ángel describía: si hay más alegría en nuestro entorno, si preparamos los caminos al Señor, si hacemos que haya reconciliación entre padres e hijos, si colaboramos a que las personas sean más sensatas...

c) Antes de ir a comulgar, en cada misa, se nos invita a un gesto de reconciliación con los demás. Era también uno de los signos que según el ángel iban a preceder a la venida del Salvador: la reconciliación de padres e hijos. Hoy este gesto preparatorio de la comunión puede tener un sentido especial de preparación antes de la celebración de la Navidad.

O Radix Iesse

«Oh Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos,
ante quien los reyes enmudecen
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más»

Jesé fue el padre de David. Por tanto «la raíz o el renuevo de Jesé» es la descendencia de la familia de David. El padre de Jesús, José, era de la familia de David, como se había anunciado que seria el Mesías.

Pablo ve en este anuncio la universalidad del reinado de Cristo: «Como dice Isaías (11,1.10), aparecerá el retoño de Jesé, el que se levanta para imperar sobre las naciones. En él pondrán los gentiles su esperanza» (Rm 15,12).

Nosotros también deseamos que venga a liberarnos de nuestros males.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs.79-82


2-5.

Jc 13, 2-7.24: El niño será nazareo de Dios desde el vientre de su madre

Salmo 70 (71): Tú, Señor, eres mi confianza desde mi juventud

Lc 1, 5-25: Será lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre

Tiempos heroicos fueron los que Israel vivió en la época de los Jueces. Su misión era salvar al pueblo cuando éste caía en la apostasía y en la consecuente explotación por parte de sus enemigos. Entre los jueces uno de los más conocidos fue Sansón. Es cierto que su moral era dudosa, pero tenía fe en que poco a poco se iba purificando. El tuvo como tarea librar a Israel del acoso de sus adversarios y para hacerlo capaz de realizar esa misión fue consagrado al Señor desde el seno de su madre. Su vida fue agitada; era fuerte frente a los filisteos y débil frente a la mujer, y terminó su existencia trágicamente, pero logró librar a Israel de sus enemigos. Sansón es un ejemplo de cómo el instrumento puede ser deficiente, pero el que actúa es el Señor.

Como Sansón, también Juan Bautista fue consagrado al Señor desde antes de su nacimiento. Sansón en cuanto liberador era un tipo del Mesías. Juan el Bautista es una figura de contraste. Sansón es como agua que se desborda, Juan Bautista es austero. Sansón no desdeña la compañía de las mujeres, Juan el Bautista censura a Herodes su adulterio. Sansón vive en la ciudad, Juan Bautista se retira al desierto. Sansón no predica, actúa; Juan el Bautista ejerce su misión con la palabra.

Dos figuras muy disímiles; pero unidas por una misma misión: preparar al pueblo para el advenimiento del Mesías. Sansón en cuanto que lo libra de enemigos poderosos. Juan en cuanto que anuncia al Mesías presente. Ambos entregan su vida por el reino de Dios. Sansón por su etapa terrena, Juan en su etapa decisiva. En ambos casos actúa el Espíritu en Sansón para hacerlo valiente frente a los adversarios, en Juan el Bautista para darle fortaleza en la denuncia de las injusticias.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-6.

Jue 13, 2-7. 24, 25a: El pasaje nos narra el nacimiento de Sansón. El tópico de la esterilidad de la mujer y su posterior fecundidad por obra de Dios, es marcante en la literatura bíblica. Sara, Rebeca, Raquel, Ana, entre las mujeres del Antiguo Testamento, e Isabel en el Nuevo son algunas figuras representativas. Otro tópico es la anunciación, unas veces a los hombres (Jacob, Zacarías...), otras, a las mujeres. Ser estéril era para la mujer judía un oprobio y una maldición. Su condición de mujer, propiedad del hombre, la urgía a ser fecunda, para perpetuar la raza. La fecundidad, siempre atribuida a la misericordia y al poder de Dios, redimía a la mujer. Además, el tópico resalta esas dos propiedades de Dios: su poder y su misericordia. "Porque para Dios nada es imposible" (Lucas 1, 37).

Lc1, 5-25: El "Evangelio de la Infancia" ocupa dos largos capítulos. Lucas organiza el relato en secciones paralelas: dos anunciaciones, dos nacimientos, dos himnos de acción de gracias: "Magníficat" y "Benedictus"; una madre estéril y una madre virgen. Primero las dos anunciaciones; luego los dos nacimientos, y en medio, como uniendo ambos acontecimientos, el encuentro de las dos madres y también el encuentro prenatal y regocijado de los dos niños: Juan y Jesús. Juan lo precede en el tiempo, Jesús en la dignidad.

El texto que nos ocupa narra la anunciación del nacimiento de Juan. Zacarías e Isabel son ancianos, y ella estéril. Representan así al pueblo de Dios, al "resto" justo y fiel que esperaba la liberación. Ellos son el pueblo pobre, que sin poder recurrir a nadie más, depende de Dios y de sus designios divinos.

Así comienza la Buena Nueva: en un rincón del mundo, con una pareja de ancianos que no han tenido hijos y que sólo confían y esperan en Dios. Comienzos humildes para una gran obra.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-7.

Jue 13,2-7.24-25: El anuncio y nacimiento de Sansón.

Lc 1,5-25: Anuncio del nacimiento de Juan.

Estamos transcurriendo la semana previa a la celebración del Nacimiento de Nuestro Señor. Y hoy la liturgia presenta dos acontecimientos que, por simbólicos o míticos que fueran, no dejan de manifestarnos ciertos aspectos del plan de salvación de Dios.

En ambas lecturas los relatos son muy similares (incluso si los comparamos con los anuncios a Abraham y Sara y posteriormente a María).

En todos estos pasajes la intención de los autores es la misma: demostrar que de lo que no parece tener vida, de lo que está descartado como productor vital, saldrá la vida, y de esa vida, algún tipo salvación.

Los nacimientos milagrosos, en la Biblia, guardan las características de lo sorprendente, fundado en la iniciativa divina, en función de una plan de salvación para el pueblo.

Sansón será encargado de liberar al pueblo de Israel, en plena tarea de la conquista de las tierras, de la amenaza filistea. Y luego Juan Bautista será elegido para señalar el camino hacia Jesús. Ambos, entonces, guardan una íntima conexión y asociación.

Pero lo que en verdad se resalta es que la madre de Sansón no podía tener hijos, al igual que los padres del Bautista. En ambos relatos la esterilidad es como un signo de ausencia de bendición, que en este caso se transforma en un modo de demostrar más maravillosamente la intervención de Dios en la historia.

Es cierto que podemos cuestionar la "historicidad" de estos acontecimientos. Sabemos que la Biblia abunda en relatos épicos y legendarios, mezclados con mitos, poesía y teología. Pero lo que no hemos de negar es la concepción de Dios que subyace en estos relatos. Se trata de interpretar la historia como el lugar desde el cual Dios actúa y salva, pero no desde cualquier lugar de la historia, sino desde los pobres, desde lo que aparentemente (o realmente) se muestra como estéril, como incapaz de salvar, como impotente de cualquier acción y decisión. Y es desde allí, justamente desde lo que no es, desde donde Dios actúa, crea, y salva.

Repetimos que nos encontramos en la semana de preparación a la Navidad. El Niño pobre nuevamente nos enseñará que Dios salvará desde la pobreza. Y los pobres celebrarán esto.

Y lo celebrarán también como esperanza de que desde su esterilidad, impotencia, incapacidad a los ojos humanos, también ellos salvarán al mundo y a los hombres y mujeres. También desde ellos Dios manifiesta la salvación y se manifiesta a sí mismo como salvador y liberador.

El anuncio del nacimiento de Sansón, el anuncio del nacimiento de Juan, el anuncio del nacimiento de Latinoamérica, son la más clara muestra de que Dios nace de la tierra, de abajo, para llevar a todos hacia su dignidad de hijos de Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-8. CLARETIANOS 2002

Este evangelio de hoy es el primer acto de la historia del nacimiento de Jesús. El evangelio es un recuerdo del Antiguo Testamento donde ya se contaba con el hecho maravilloso de la procreación de hijos pese a la esterilidad de los padres. El caso más típico allí fue el de Sara y Abraham, que serán los precedentes lejanos de Zacarías e Isabel. El milagro era doble: la superación de la esterilidad y la superación de la vejez. A cualquier hijo nacido así le aguardaba un destino magnífico. La concepción de Juan el Bautista es el final de la película del Antiguo Testamento: el último hombre grande antes de Dios-hecho-hombre. El Precursor se anuncia, ya desde el vientre materno, superando la vejez y la esterilidad. El mensaje de la presencia de Dios entre los hombres trae la juventud y deshace la sequedad. No es compatible con quienes ya no están dispuestos a sorprenderse de nada, o a volver a creer en algo. Creer que nuestra vida ya no puede dar más de sí, que lo que es, es lo que es, impide cree. Dios nace en el mundo porque cree en sus posibilidades nuevas. Eso empezó demostrándoselo a dos personas mayores, que ya no albergaban expectativas de familia. Tener capacidad de sorpresa es absolutamente imprescindible para la fe. El conformismo con lo dado cierra la posibilidad de sueños y visiones. Hoy, Zacarías es un visionario un tanto escéptico, pero no importa demasiado su duda. Aceptó la posibilidad. Nosotros también podemos abrirnos a lo imposible.

Pedro Sarmiento cmf
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


2-9. 2001

COMENTARIO 1

EL PASADO RELIGIOSO DE ISRAEL: DIOS SE APIADA DE LA ESTERILIDAD DE SU PUEBLO

«Hubo en tiempos de Herodes, rey del país judío (lit. "de Judea"), cierto sacerdote de nombre Zacarías, de la sección de Abías; tenía por mujer a una descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel. Ambos eran justos delante de Dios, pues proce­dían sin falta según los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril, y eran ya los dos de edad avanzada» (1,5-7). Lucas empieza trazando las coorde­nadas espacio-temporales que enmarcarán el relato. En primer lugar traza el eje horizontal, formado mediante la confluencia de un dato temporal, «Herodes» el Grande (vivió entre los años 40-5/4 a.C.), y otro espacial, (rey del) «país judío». Más adelante trazará el eje vertical, mediante la mención de «Galilea» (1,26) y del «César Augusto» (2,1).

Zacarías es presentado como un personaje representativo de una casta («cierto sacerdote»), real o histórico (nombre). Tanto él como su mujer, Isabel, son descendientes de Aarón (entronque con el pasado religioso de Israel) y son descritos como observan­tes intachables de la Ley: representan a la institución judía, fun­dada sobre el culto y la Ley. Podríamos muy bien decir que constituyen la quintaesencia de la religión judía. Lucas se apre­sura, sin embargo, a calificarla de estéril: no tienen descendencia ni esperanza alguna de tenerla. No tener hijos, en aquella cultura, constituía una vergüenza muy grande (cf. 1,25) y era considerado frecuentemente como signo de castigo divino, al igual que tener hijos era signo de bendición. No sólo Isabel era estéril como Rebeca y Raquel, sino que ambos eran ya viejos como Abrahán y Sara. El contraste entre su actitud profundamente religiosa, de observantes intachables de la Ley, y su vergonzosa situación ante la sociedad judía, recalcada al máximo, está servido.


«Mientras prestaba su servicio sacerdotal ante Dios en el turno de su sección, le tocó entrar en el santuario del Señor a ofrecer incienso, según la costumbre del sacerdocio; toda la asamblea del pueblo estaba fuera orando durante el rito del incienso» (1,8-10). A la descripción estática de su condición sacerdotal intachable sigue ahora otra dinámica. Lucas detiene la imagen en el preciso momento en que Zacarías, uno de los 18.000 sacerdotes de rango inferior (a diferencia de los sumos sacerdotes) que estaban al servicio del templo de Jerusalén, se encuentra ofreciendo el incienso dentro del santuario, el lugar más sagrado de la institución religiosa judía. El incienso ofrecido simboliza la oración oficial, recitada por el representante de turno de la casta sacerdotal, antes de los sacrificios matutino y vespertino. Sólo una vez en la vida -dado el elevado número de sacerdotes- se le permitía ofrecer el incienso a un simple sacerdote. Se subraya el aspecto que hoy llamaríamos de funcio­nario («en el turno de su sección», «le tocó», «según la costum­bre») y, por encima de todo, se pone de relieve la excepcional importancia de ese momento culminante en la ya larga vida de Zacarías (lit. «le tocó ofrecer incienso después de entrar en el santuario del Señor»).

En contraste con él, «toda la asamblea del pueblo», es decir, todo el pueblo de Israel («el pueblo» es un término técnico para designar a Israel como contradistinto de «las naciones paganas»), se encuentra «fuera» del recinto sagrado. Lucas se recrea en la distinción entre la clase sacerdotal dirigente, representada por Zacarías, y el pueblo laico. Del primero ha escogido el que muy bien podríamos llamar día más feliz y trascendental de su vida, el día en que ha tenido acceso al santuario; del segundo, en cambio, se dice literalmente que «estaba orando fuera a la hora del incienso». El pueblo, a diferencia de sus dirigentes, quienes lo han institucionalizado todo, a pesar de encontrarse «fuera», todavía abriga esperanzas de cambio («estaba orando») e intuye que se avecina un acontecimiento histórico excepcional: «toda la asamblea del pueblo» de Israel se ha congregado precisamente «a la hora del incienso».

Entra ahora en escena un tercer personaje: «Se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso» (1,11). El mensajero divino acude puntualmente a la cita. Su presencia aterroriza a Zacarías. No se lo esperaba. El rito había ahogado la experiencia personal. Pero el mensajero divino está ahí, «de pie», con un mensaje muy concreto.



ASCETA Y PROFETA:
LA FLOR Y NATA DE LA RELIGIÓN JUDÍA

«No temas, Zacarías, que tu ruego ha sido escuchado: tu mujer, Isabel, te dará a luz un hijo y le pondrás de nombre Juan» (1,13). En otro tiempo, el 'ruego' de Zacarías habría tenido relación con el hecho de tener un hijo. Obviamente no ahora (cf. v. 18): su incredulidad frente al anuncio delata que ya había perdido toda esperanza. Pero... el pueblo de Israel seguía alimen­tando una tenue esperanza de liberación.

El hijo que va a tener Zacarías no se parecerá a su padre, no heredará la tradición paterna cifrada -como veremos- en el nombre. Se llamará «Juan»: «será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre de su madre» (1,15). Será un gran asceta, pero también un profeta, y por cierto que desde su nacimiento.

Después de describirnos su condición, pasa Lucas a concretar cuál será su misión: «convertirá a muchos israelitas al Señor su Dios y lo precederá con el espíritu y fuerza de Elías, para recon­ciliar a los padres con los hijos y enseñar a los rebeldes la sensatez de los justos, preparando así al Señor un pueblo bien dispuesto» (1,16-17). No se prevé un cambio institucional (culto del templo y Ley), pero sí cierta ruptura (vida ascética) a cargo de un profeta superior a los antiguos, pues se llenará de Espíritu Santo ya antes de nacer. Promoverá un potente movimiento de conversión en su calidad de Precursor del Mesías. Podemos concretar ahora algo más sobre cuál era el objeto del 'ruego' que un día compar­tían sacerdocio y pueblo: la salvación de Israel mediante una intervención divina que salvase a su pueblo. Ese 'ruego' empieza a realizarse ahora contra toda esperanza con el anuncio del na­cimiento del Precursor.


LOS RITOS VACÍOS GENERAN INCREDULIDAD

La actitud de Zacarías frente al anuncio del ángel es de incredulidad: «¿Qué garantía me das de eso? Porque yo soy ya viejo y mi mujer de edad avanzada» (1,18). ¿Qué sentido tenía entonces el rito que con tanta solemnidad estaba celebrando? ¿Creía en lo que hacía o se trataba de un mero formalismo? A pesar del precedente de Abrahán y Sara (Gn 17,15-21; 18,14-15), que se encuentra en el trasfondo de la escena, ni el culto ni la observancia le han procurado la fe. La petición de una señal podría entenderse positivamente, como en el caso de Abrahán (Gn 15,8), pero el tono que le imprime («porque...») revela su falta de fe en lo que el ángel da ya como un hecho («tu mujer te dará a luz un hijo»). Su actitud incrédula repercute en todo el sacerdocio a quien él está representando: su relación con Dios es puramente formal y rutinaria. No cree en lo que dice; está convencido de que es ya demasiado tarde («viejo/edad avanza­da») para que Dios pueda intervenir en la historia. Menos mal que Israel todavía sigue abrigando esperanzas de liberación.


LA MUDEZ TEMPORAL EVITARÁ QUE ZACARÍAS
SIGA EMBAUCANDO AL PUEBLO

El ángel no se inmuta. Es más, revelando su nombre y el significado de su función confiere realismo al anuncio: «Yo soy Gabriel, "el que está a las órdenes inmediatas de Dios", y me han enviado para comunicarte de palabra esta buena noticia» (1,19). Ante la incredulidad de Zacarías, Gabriel, la Fuerza de Dios que actúa en la historia del hombre, no puede menos que dejarlo «mudo», para que no pronuncie palabra alguna hasta que no se haya realizado el contenido de su anuncio: «Pues mira, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día que eso suceda, por no haber dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento» (1,19). La incredulidad de la institución sacerdotal a la que él representa no podrá impedir que el plan de Dios se lleve a cabo, pero su misión, de momento, ha terminado. Si siguiera hablando, podría comprometerla.


LA EXPECTACIÓN CONTRA TODA ESPERANZA
DEL PUEBLO DE ISRAEL

El pueblo estaba aguardando a Zacarías, extrañado de que tardase tanto en el santuario. Pero cuando salió no podía hablar­les, y comprendieron que en el santuario había tenido una visión. El les hacía gestos, pero permanecía mudo» (1,21-22). El pueblo de Israel no ha perdido la esperanza, a pesar de la tardanza proverbial que ha ido aparejada a la realización de la promesa. Intuye que algo excepcional ha ocurrido, pero ignora cuáles son los términos de la experiencia profunda que ha tenido Zacarías en el santuario. Las experiencias interiores son expresadas en esta cultura a base de visiones e imágenes externas. Se subraya la «mudez» de Zacarías, que a la postre se revelará también en términos de «sordomudez», por haberse cerrado a cal y canto al mensaje del ángel (cf. 1,62).


EN LA CASA, FUERA DEL RECINTO DEL TEMPLO,
SE CUMPLE LA PROMESA

Toda la escena se ha desarrollado hasta ahora en el recinto del templo y, más en concreto, en el interior del santuario. Sólo cuando Zacarías «regrese a su casa», situada en las inmediaciones de Jerusalén, «una vez que se cumplieron los días de su servicio» litúrgico, vacío de contenido, la historia podrá seguir su curso: «Después de aquello concibió Isabel, su mujer, y estuvo cinco meses sin dejarse ver. Ella se decía: "Esto se lo debo al Señor, que ahora se ha dignado librarme de esta vergüenza mía ante los hombres" » (1,23-25). De las relaciones interpersonales («casa», «su mujer») nace la vida. La concepción de Juan ha sido extraordinaria en su anuncio, pero no en el modo como se ha realizado. Llevará la impronta de la tradición paterna, pero su misión no se verá frenada por ella, ya que no ha sido por iniciativa humana, sino por la intervención de Dios en la historia de Israel como se ha podido superar la «vergüenza» secular de un pueblo que se llamaba «el pueblo de Dios», pero que perma­necía estéril ante la humanidad. Dios ha visitado a su pueblo en la persona de Isabel y le ha dado la fecundidad. Los «cinco meses» presagian el «sexto mes» en que la historia del hombre recomenzará con la formación del Hombre nuevo, a imagen y semejanza de Dios, completando la creación primordial del hom­bre hecho únicamente «a imagen de Dios», el sexto día (cf. Gn 1,26-27).


COMENTARIO 2

El Evangelio, tomado de los relatos del nacimiento que trae Lucas, nos presenta otra anunciación con elementos semejantes y diferentes a la de Sansón. Aquí se trata de una solemne función en el templo de Jerusalén. Un sacerdote llamado Zacarías debe entrar, señalado por la suerte, a ofrecer el incienso en el santuario de Dios, mientras el pueblo espera afuera, al aire libre, que salga a bendecirlo. Pero el sacerdote se demora más de lo usual cumpliendo su tarea: ve de pie, a la derecha del altar del incienso, a un ángel del Señor que le anuncia lo inaudito, él y su mujer Isabel que es estéril y ambos ya viejos, tendrán un hijo, del cual se anuncian grandes cosas. Como Sansón, el niño prometido será consagrado a Dios desde el seno de su madre, será un "nazir" de Dios, un elegido. La vocación de este niño es anunciada por el ángel con términos grandiosos: dice que estará lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre materno, que su nacimiento será de alegría para muchos, que su misión será la del profeta Elías: prepararle al Señor que viene un pueblo bien dispuesto. Además se anuncia el nombre que se deberá imponer a este portento: se llamará Juan, "Yohannan" en hebreo, que significa, "Dios es misericordioso". Ante la admiración dubitativa de Zacarías, que no puede creer la maravilla de que ya viejos él y su esposa vayan a engendrar un hijo, el ángel le da una señal para su duda: se quedará mudo hasta que la anunciación se realice.

San Lucas es el único evangelista que nos habla de los orígenes de Juan Bautista; lo hace en paralelismo con los de Jesús, presentándolos a ambos incluso como familiares. El mensaje de la lectura es muy claro: Dios dirige la historia según sus designios salvadores, el prevé cada cosa hasta en sus mínimos detalles, sobre todo tratándose de introducir en ella al Salvador del mundo. Su llegada debe ser precedida y anunciada por un digno mensajero que le prepare el camino. Es Juan Bautista, cuya figura y cuya misión hemos tenido tan presentes en estos días.

A nosotros corresponde alegrarnos por la obra de Dios, asumir nuestra fe con decisión, aprovechar estos últimos días de preparación a la Navidad para revisar nuestra vida y orientarla de nuevo en el seguimiento de Jesús, a quien debemos anunciar ante los hombres, con el desinterés y valentía con que lo hizo Juan Bautista

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-10. 2002

El libro de los Jueces recoge tradiciones anteriores al establecimiento de la monarquía en Israel, es decir del siglo X a.C. para atrás. El pueblo vive en aldeas de campesinos agricultores, gobernado por los ancianos de cada tribu. Y sufre grandemente la opresión de los vecinos hostiles: los madianitas, los edomitas pero sobre todo los filisteos. Dios suscita de tanto en tanto, cuando las circunstancias son más apuradas, un líder, un caudillo, para que salve al pueblo de sus opresores por medio de heroicos gestos de fuerza, de astucia o de guerra. Los israelitas conservaron agradecidos el recuerdo de estos caudillos a quien dieron el nombre genérico de jueces, porque en efecto algunos de ellos administraron justicia, y porque la palabra hebrea para designarlos puede significar también "líder" o "gobernante".

Hoy la lectura nos presenta la anunciación del nacimiento de una de estos jueces más queridos y populares, Sansón, el héroe de fuerza descomunal, astuto y despreocupado, que tanto dio que hacer a los filisteos. Se nos dice que su madre era estéril, que un misterioso mensajero divino le anuncia el nacimiento milagroso de un hijo que será consagrado a Dios desde antes de nacer. Se predice que el niño comenzará a salvar a los israelitas de sus temibles enemigos. Es un típico relato de anunciación como hay tantos otros en el AT. Pueden considerarse también relatos de vocación, porque en ellos se anuncia el destino de alguien a quien Dios ha elegido para llevar adelante su obra salvadora. En el caso de los jueces, como en el de los profetas y aún el de los primeros reyes, Saúl y David, se nos dice también que el Espíritu divino los posee, los agita, moviéndolos a actuar. Este Espíritu, el "ruah" de Dios es concebido como una fuerza poderosa que se manifiesta en la naturaleza, o en la palabra de los seres humanos inspirados y en la prudencia de los gobernantes. Cuando él decide actuar el ser humano no puede oponérsele. Sansón derrotará a los filisteos movido por esta fuerza misteriosa.

El evangelio, tomado de los relatos del nacimiento que trae Lucas, nos presenta otra anunciación con elementos semejantes y diferentes a la de Sansón. Aquí se trata de una solemne función en el templo de Jerusalén. Un sacerdote llamado Zacarías debe entrar, señalado por la suerte, a ofrecer el incienso en el santuario de Dios, mientras el pueblo espera afuera, al aire libre, que salga a bendecirlo. Pero el sacerdote se demora más de lo usual cumpliendo su tarea: ve de pie, a la derecha del altar del incienso, a un ángel del Señor que le anuncia lo inaudito, él y su mujer Isabel que es estéril y ambos ya viejos, tendrán un hijo, del cual se anuncian grandes cosas. Como Sansón, el niño prometido será consagrado a Dios desde el seno de su madre, será un "nazir" de Dios, un elegido. La vocación de este niño es anunciada por el ángel con términos grandiosos: dice que estará lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre materno, que su nacimiento será de alegría para muchos, que su misión será la del profeta Elías: prepararle al Señor que viene un pueblo bien dispuesto. Además se anuncia el nombre que se deberá imponer a este portento: se llamará Juan, "Yohannan" en hebreo, que significa, "Dios es misericordioso". Ante la admiración dubitativa de Zacarías, que no puede creer la maravilla de que ya viejos él y su esposa vayan a engendrar un hijo, el ángel le da una señal para su duda: se quedará mudo hasta que la anunciación se realice.

Lucas es el único evangelista que nos habla de los orígenes de Juan Bautista; lo hace en paralelismo con los de Jesús, presentándolos a ambos incluso como familiares. El mensaje de la lectura es muy claro: Dios dirige la historia según sus designios salvadores, el prevé cada cosa hasta en sus mínimos detalles, sobre todo tratándose de introducir en ella al Salvador del mundo. Su llegada debe ser precedida y anunciada por un digno mensajero que le prepare el camino, que le tenga lista a la audiencia. Es Juan Bautista, cuya figura y cuya misión hemos tenido tan presentes en estos días.

A nosotros corresponde alegrarnos por la obra de Dios, asumir nuestra fe con decisión, aprovechar estos últimos días de preparación a la Navidad para revisar nuestra vida y orientarla de nuevo en el seguimiento de Jesús, a quien debemos anunciar ante los seres humanos, con el desinterés y valentía con que lo hizo Juan Bautista

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-11. ACI DIGITAL 2003

6. Apareció un hombre: Juan Bautista. Véase v. 15 y 19 ss.

19. Sacerdotes y levitas. Confrontado en Lucas 10, 31 s.

20. Muchos identificaban a Juan con el Mesías o Cristo; por eso el fiel Precursor se anticipa a desvirtuar tal creencia. Observa S. Crisóstomo que la pregunta del v. 19 era capciosa y tenía por objeto inducir a Juan a declararse el Mesías, pues ya se proponían cerrarle el paso a Jesús.

21. El Profeta: Falsa interpretación judaica de Deut. 18, 15, pasaje que se refiere a Cristo. Cf. 6, 14 s.

26. Yo bautizo con agua: Juan es un profeta como los anteriores del Antiguo Testamento, pero su vaticinio no es remoto como el de aquellos, sino inmediato. Su bautizo era simplemente de contrición y humildad para Israel, a fin de que reconociese, bajo las apariencias humildes, al Mesías anunciado como Rey y Sacerdote, como no tardó en hacerlo Natanael. Pero para eso había que ser como éste "un israelita sin doblez". En cambio a los "mayordomos", que usufructuaban la religión, no les convenía que apareciese el verdadero Dueño, porque entonces ellos quedarían sin papel. De ahí su oposición apasionada contra Jesús y su odio contra los que creían en su venida.

Confrontado en San Juan 9, 22: "Los padres hablaron así, porque temían a los judíos. Pues éstos se habían ya concertado para que quienquiera lo reconociese como Cristo, fuese excluido de la Sinagoga".


2-12. 2003

El libro de los Jueces nos traslada al momento histórico en que, después de la muerte de Josué, las tribus de Israel se hallan inquietas por su suerte al verse amenazadas por los filisteos. Dios va a suscitar, dentro de esa serie de nacimientos que jalonan todo el AT, un salvador, Sansón, haciéndolo nacer precisamente de una mujer estéril.

Casi la misma escena es la que se repite en el evangelio. Aquí se trata de Juan el Bautista. Dios ha elegido para madre suya a una mujer también estéril.
A través de todo esto nos es dado comprender que Dios se complace en mostrar su fuerza allí donde abunda la debilidad. El escoge lo sencillo, lo impotente y lo inútil para hacer grandes cosas.

Zacarías e Isabel, los padres de Juan Bautista, eran justos y santos en la presencia de Dios; su vida transcurría en el cumplimiento de sus obligaciones religiosas con Dios nuestro Señor. Dios los premió con la alegría de tener un hijo, pese a lo avanzado de su edad.
El evangelio resalta la santidad de vida del Bautista y su consagración a la misión precursora de el Mesías; es decir, nos describe al Bautista como un hombre consagrado a Dios. Si bien lo miras, tú también estás consagrado a Dios por el bautismo, y tú también debes sentir la necesidad de “estar lleno del Espíritu Santo”; si lo estuvieras, qué distinto sería tu acento cuando hablas de Dios, qué distinta tu motivación y tus palabras y sobre todo qué distinto sería el calor que comunicarías a los que te rodean: el calor de la santidad. Debes invocar con frecuencia al Espíritu Santo y cuando lo hagas, debes hacerlo de un modo consciente; la mayor alabanza que podría decirse de ti, es que “estás lleno del Espíritu de Dios”.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


2-13. En nosotros se realiza la Redención

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Cipriano Sánchez

Faltando tan pocos días para la Navidad, tenemos que revisar con qué actitud nos estamos acercamos al momento del encuentro con Jesús recién nacido, quien a su vez viene a nuestro encuentro. Podríamos tener varias actitudes ante este Cristo que se acerca a nuestras vidas. Podríamos ser un poco incrédulos y decir que para qué ponerle ganas a la vivencia de la memoria del Nacimiento de Jesús, que qué sentido puede tener para mí algo que pasó hace 2000 años. Y podríamos olvidarnos de que precisamente porque los hechos de Dios son eternos, también llegan a nuestra vida; y podríamos dejar de lado esa gran realidad de que Dios sigue actuando en nuestro tiempo, sigue caminando entre nosotros, sigue vivo en la historia particular de cada uno de los seres humanos.

¡Qué pena da cuando encontramos un corazón cerrado al misterio de la venida de Dios! ¡Qué triste es cuando nuestro corazón de apóstoles, nuestro corazón conyugal, nuestro corazón familiar, se cierra a la venida del Señor! Porque cuando uno cierra su corazón a la venida de Dios, se vuelve incapaz de percibir los milagros que Dios realiza en su vida, y también de beneficiarse de los dones que el Señor viene a traernos.

A Jesús se le llama “el Deseado de las Naciones”. Es decir, Jesús es Aquel en quien ponemos nuestra auténtica esperanza. En nuestra vida, tan necesitada de una presencia que nos llene el corazón, tan urgida de alguien que nos diga: “sigue creyendo, sigue adelante; la entrega merece la pena, vale la pena lo que haces por los demás”, ¡qué triste sería que dejásemos pasar la oportunidad de encontrar la esperanza! ¡Qué triste sería que dejásemos pasar de largo al que es el Deseado de las Naciones, a Aquel que viene a cumplir la esperanza de nuestros corazones! Obviamente que, a veces, el desánimo puede aparecer en nuestra vida. Pero si nosotros nos presentamos ante Jesús que viene a nuestro encuentro, podremos tener en el corazón la esperanza, que en todo momento nos ayuda a salir adelante.

Hay una segunda actitud que también podemos tener ante el misterio de Cristo: la actitud de Zacarías. Este hombre se nos presenta en el Evangelio como una persona buena, piadosa, cumplidora de la Ley de Dios; sin embargo, incapaz de ver las maravillas que Dios puede hacer en su vida. Cuántas veces podemos tener el corazón de Zacarías: ser personas que siguen a Dios, que cumplen sus preceptos, pero incapaces de creer que en nosotros pueda realizarse de modo auténtico, práctico y concreto la redención que Cristo nos trae.

Sabemos por el Evangelio que cuando en el templo el ángel anuncia a Zacarías que va a ser el padre de Juan Bautista, el precursor del Mesías, Zacarías duda: ¿Cómo en mí se va a realizar una obra tan grande? Y Dios le deja mudo, como un signo, como una señal de que Juan va a ser el que grita en el desierto, quien hable delante del Mesías. Zacarías, en el fondo, no es capaz de aceptar el poder tener en su vida la Palabra que lo santifica: la Palabra de Dios.

Yo me hago la pregunta de si esta historia de Zacarías que queda mudo ante el mensaje del ángel no se repite con frecuencia en nosotros. ¿Cuántas veces el maravilloso plan de Dios sobre ti, por el cual tú puedes ser una persona capaz de anunciar a Jesús y de transformar los corazones de los demás en corazones que reciben a Jesús, no lo crees?

Muchas veces perdemos de vista que la redención, la esperanza y el amor, que Cristo viene a traernos, es para cada uno de nosotros en particular, no es para la humanidad. Qué diferentes serían las cosas si nos diésemos cuenta de que la venida de Cristo habría tenido sentido sólo para mí. Que si yo hubiera sido la única persona de la humanidad, por mí habría nacido Cristo, por mí habría muerto Cristo.

Ciertamente que nuestro corazón puede caerse ante esta maravilla tan impresionante. Muchas veces nos da miedo la grandeza del amor de Dios, porque nos da miedo lo que el amor de Dios puede hacer en nosotros. ¿No nos pasa muchas veces en lo cotidiano, que también nos da miedo el amor? Y nos la pasamos manejando amores chiquitos, amores que no hagan mucho ruido ni nos causen dificultades.

Tenemos que darnos cuenta de que de la misma manera que Dios toma posesión de la voz de Zacarías y de la vida de su hijo, Juan Bautista, Él puede, con nuestra libertad, con nuestra cooperación y con nuestro corazón abierto, hacer maravillas. Démonos cuenta de que Dios puede venir a ese templo, que somos cada uno de nosotros, que Jesucristo puede venir a esa vida estéril, que puede ser nuestra vida, que el Señor puede llegar a ese corazón, a veces cerrado a la vida de Dios, que puede ser el nuestro, si se lo permitimos.

En este camino de preparación al encuentro con Jesucristo en Belén, pidámosle la gracia de no dudar de su esperanza para mí; de no dudar de su Redención para mí; de no dudar de la obra maravillosa que, con mi libertad, Él puede realizar en mi vida. Roguémosle que nos dé un corazón abierto de par en par a la venida de Cristo en esta Navidad


2-14. DOMINICOS 2003

¡Ven, Retoño de Jesé, no tardes!

Ven, Señor, a los corazones heridos por el desamor de los hermanos.
Ven, Señor, a los hogares que no tienen pan suficiente en la mesa de sus hijos.
Ven, Señor, a las manos de los trabajadores que esperan en la plaza para ser contratados.
Ven, Señor, a las barcazas de los emigrantes que dejan su tierra en busca de otra más próspera y fecunda.
Ven, Señor, a la mente de los intelectuales y políticos que están llamados a dirigir los pasos de la humanidad en este momento de crisis.
Ven, Señor, y no tardes en mostrarte a cuantos te desconocen...


La Luz de la Palabra de Dios
Lectura del libro de los Jueces 13, 2-7.24-25:
“En aquellos tiempos, había en Sorá un hombre llamado Manóaj, de la tribu de Dan. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. Un día el ángel del Señor se le apareció y le dijo: Bien sabes que eres estéril..., pero en adelante deja de beber vino u otra bebida fermentada y no comas nada impuro. Porque vas a concebir y dar a luz un hijo... La mujer dio a luz un hijo y le llamó Sansón. El niño creció y el Señor le bendijo.

Luego el espíritu del Señor comenzó a agitarlo en el campamento de Dan”.

Evangelio según san Lucas 1, 5-25:
“En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, que estaba casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel. Los dos eran justos ante Dios...

Un día, cuando Zacarías oficiaba delante de Dios..., le tocó entrar en el santuario a ofrecer el incienso..., y se le apareció el ángel del Señor... que le dijo: No temas, tu ruego ha sido escuchado: tu mujer dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Juan.

Tú te llenarás de alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento... Él irá delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías...”


Reflexión para este día
Los hijos, bendición de Dios.
En los textos de las lecturas de hoy se nos ofrecen dos signos del amor y providencia de Dios. Dos matrimonios estériles, por esterilidad de la mujer y por edad avanzada, acuden a Dios en súplica de bendición, y ambos son escuchados.

La bendición se concreta en la fecundad o maternidad. Manóaj da a luz a uno de los Jueces, Sansón; Isabel, a Juan Bautista, precursor del Señor Jesús, Mesías, Hijo de Dios e Hijo del hombre.

Ambas mujeres pudieron decir, con gozo: Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres, dándome un hijo de mis entrañas.

En la historia de Israel, que es una cadena de manifestaciones de la predilección de Dios por su pueblo, siempre se destaca que el mejor salario y gesto de bendición es el fruto del vientre: los hijos. Sin ellos parece que no se cumplen los deseos y esperanzas de felicidad y de pervivencia que reclama la sangre, el amor, la esperanza. Sansón y Juan hacen felices a sus progenitores

Pero ¿quién podía suponer en la psicología del Antiguo Testamento que cuando llegara la plenitud de los tiempos y de la historia, cuando lloviera del cielo el Mesías esperado, éste habría de nacer de una doncella que no conocía varón y que estaba desposeída de toda ambición y apetencia de gloria y perduración en la tierra? Siempre el misterio de Dios, con sus designios, nos deslumbra y nos llena de gracia y consuelo.


2-15. CLARETIANOS 2003

Quien no cree… ¡bloquea los sueños!

La experiencia es, a veces mala consejera. Tener mucha experiencia puede convertirse en un impedimento para creer en lo nuevo, en posibilidades inéditas. A veces, los más ancianos son los que más creen en la esterilidad. ¡Qué pena! Veámoslo en el siguiente evangelio.

Cuando hay algún anuncio de novedad, cuando apunta o asoma algún brote de nueva vida, siempre aparece alguna persona incrédula, o incluso alguien con instintos asesinos, como Herodes, que quiere matar lo que nace. La novedad suele casi siempre tener opositores. A veces se hace en nombre de la experiencia, pero en el fondo, es en nombre de un tremendo orgullo, según el cuál sólo lo que nace de mí es bueno y no lo que nace de los demás.

Zacarías, el viejo sacerdote, fue agraciado con una revelación de Dios que lo implicaba en una admirable novedad. Podía haber sido el mensajero de la noticia más esperada por el pueblo, de una primicia única. El pueblo estaba reunido a las puertas del Templo. Esperaba la salida del Sacerdote. ¡Qué oportunidad tan magnífica para traer la alegría a la gente! Pero todo quedó frustrado. A Zacarías le faltó el riesgo de la fe. Esa fe que muestran muchos de nuestros periodistas a la hora de captar una primicia y transmitirla. Zacarías no creyó al ángel, ni siquiera en el mismo santuario. Se dejó llevar por su biología gastada y por su falta de entusiasmo vital. Su falta de fe lo bloqueó mucho más todavía: perdió el habla y se retiró a su casa. Allá continuó Dios su proyecto. Obviamente Zacarías –tal vez incrédulo- se unió a su mujer y concibió ella. Quizá Zacarías hiciera gala de su incredulidad hasta que pudo ver con sus propios ojos…

Este Zacarías incrédulo tiene muchos seguidores e imitadores. Quienes así son retardan la esperanza, frenan los sueños, bloquean los dinamismos del entusiasmo. No serán capaces de destruir la obra de Dios, pero por desgracia, todo llegará más tarde y después de no haber podido evitar el mal, ni impedido la victoria del bien.

José Cristo Rey García Paredes
 (jose_cristorey@yahoo.com)


2-16.

Comentario: Rev. D. Ignasi Fuster i Camp (La Llagosta-Barcelona, España)

«El ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo’»

Hoy, el ángel Gabriel anuncia al sacerdote Zacarías el nacimiento “sobrenatural” de Juan el Bautista, que preparará la misión del Mesías. Dios, en su amorosa providencia, prepara el nacimiento de Jesús con el nacimiento de Juan, el Bautista. Aunque Isabel sea estéril, no importa. Dios quiere hacer el milagro por amor a nosotros, sus criaturas.

Pero Zacarías no manifiesta en el momento oportuno la visión sobrenatural de la fe: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad» (Lc 1,18). Tiene una mirada excesivamente humana. Le falta la docilidad confiada en los planes de Dios, que siempre son más grandes que los nuestros: ¡en este caso, ni más mi menos que la Encarnación del Hijo de Dios para la salvación del género humano! El ángel encuentra a Zacarías como “despistado”, lento para las cosas de Dios, como estando en “fuera de juego”.

Cuando ya faltan pocos días para la Navidad, conviene que el Ángel del Señor nos encuentre preparados, como María. Es necesario tratar de mantener la presencia de Dios a lo largo del día, intensificar nuestro amor a Jesucristo en nuestro tiempos de oración, recibir con mucha devoción la Sagrada Comunión: ¡porque Jesús nace y viene a nosotros! Y que no nos falte la visión sobrenatural en todos los quehaceres de nuestra vida. Hemos de poner visión sobrenatural en nuestro trabajo profesional, en nuestros estudios, en nuestros apostolados, incluso en los contratiempos de la jornada. ¡Nada escapa a la providencia divina! Con la certeza y la alegría de saber que nosotros colaboramos con los ángeles y con el Señor en los planes amorosos y salvadores de Dios.


2-17.Reflexión

Es triste comprobar que vivimos en un mundo de MUDOS. No es fácil encontrar personas en nuestros ambientes que hablen de Dios, de sus maravillas, de la vida evangélica. Esto, de acuerdo a este pasaje, es producto de nuestra poca fe. Muchos de nuestros cristianos creen que tienen como Dios a un Dios que no puede salvar, a un Dios pequeñito. El Dios que nos revela la Sagrada Escritura es un Dios creado, soberano de todas la cosas y para quien no es difícil NADA, absolutamente nada. Si yo no creo que Dios esta en mi vida, en mi familia, en mi ambiente; si pienso que Dios está lejos, allá en su cielo, ¿cómo podré hablar de él? ¿Qué cosas podría decir? El Adviento nos invita a crecer en el conocimiento de Jesús a través de su palabra. Hablemos un poquito más de Dios a los demás. Recuerda que “es por la predicación que se suscita la fe”.

Ernesto María Caro, Sac.


2-18. Anunciación del Precursor

Autor: P. José Rodrigo Escorza

Reflexión

“No temas Zacarías, no tengas miedo”. Por más que el ángel se esfuerza por tranquilizarle no lo logra. Y la historia que le cuenta sobre su futuro hijo aún le pone más nervioso y acaba reaccionando como quien no se la cree del todo. A Zacarías Dios le ha “pillado” desprevenido. Hasta cierto punto es un contrasentido que esto le ocurra a un sacerdote en el momento en que se dispone a ofrecer el sacrificio en el Templo. Y entonces, el mensaje de Dios en vez de alegría provoca desconfianza.

Los mensajes de Dios son motivo de paz y serenidad. Es verdad que en determinados casos, puede costar aceptar su voluntad, pero siempre al fin se dará la paz. Por eso, cuando hay temores y desconfianza, nos cerramos a la voz de Dios y la paz se “esfuma”. Entonces entra en juego el “yo” que nos exige su contrapartida, o sea, pasar por el rasero de la inteligencia lo que Dios quiere o dispone. Nos cuesta ser humildes y entender que el designio de Dios no obedece a nuestra lógica. Porque ¿en qué lógica humana cabe este anuncio del nacimiento de Juan, sino es desde Dios? Para Él no hay nada, absolutamente nada imposible.

Zacarías estaba en la Casa de Dios, en el lugar más sagrado del Templo, donde la intimidad con Él debía ser mayor, y sin embargo, quizás su corazón no estaba preparado en aquel momento. A nosotros Jesús nos ha invitado a orar en nuestra habitación, a cerrar la puerta de nuestro espíritu para estar con Él. No tengamos miedo de “abrir de par en par las puertas a Cristo” como ha repetido tantas veces el Papa Juan Pablo II. No importa donde estemos o qué hagamos. Lo que sí importa es la actitud de nuestro corazón: abierta, confiada y dispuesta a recibir con gratitud las inspiraciones de Dios. Y, eso sí, invitando al egoísmo a hacerse a un lado para que Dios no nos “pille” desprevenidos y podamos acogerle con la misma sencillez de María.


2-19.

San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte) doctor de la Iglesia. Sermón para la natividad de San Juan Bautista, PL 38, pag. 1327-1328)

"El silencio de Zacarías"

El nacimiento de Juan se encuentra con la incredulidad de su padre y éste se vuelve mudo; María cree en el nacimiento de Cristo y concibe por la fe. Como no somos capaces de escrutar las honduras de un misterio tan grande, por falta de tiempo o de capacidad, será el Espíritu en vuestro corazón que os hablará, incluso en mi ausencia; el Espíritu que ocupa vuestro pensamiento lleno de afecto, aquel que habéis acogido en vuestro corazón, del que vosotros sois templo santo.

Zacarías calla y pierde el habla hasta el nacimiento de Juan, precursor del Señor que le devuelve la palabra. Le es devuelta el habla a causa del nacimiento de aquel que es la voz, porque le preguntaron a Juan, cuando ya anunciaba al Señor: “Tú ¿quien eres?” El respondió: “Yo soy la voz del que clama en el desierto.” (Jn 1,22-23) La voz es Juan mientras que el Señor es la Palabra: “Al principio ya existía la Palabra.” (Jn 1,1)


2-20.Infancia espiritual

ADVIENTO, 19 de Diciembre

I. Jesús se enfada con los discípulos cuando intentan alejarle a los niños que se arremolinan a su alrededor. Él está a gusto con las criaturas. Nosotros hemos de acercarnos a Belén con las disposiciones de los niños: con sencillez, sin prejuicios, con el alma abierta de par en par. Es más, es necesario hacerse como niño para entrar al Reino de los Cielos: si no os convertís como niños no entraréis al Reino de los Cielos (Mateo 18, 3), dirá el Señor en otra ocasión.

Jesús no recomienda la puerilidad, sino la inocencia y la sencillez. El niño carece de todo sentimiento de suficiencia, necesita constantemente de sus padres, y lo sabe. Así debe ser el cristiano delante de su Padre Dios: un ser que es todo necesidad. El niño vive con plenitud el presente y nada más; el adulto vive con excesiva inquietud por el “mañana”, dejando vacío el “hoy”, que es lo que debe vivir con intensidad por amor a Jesús.

II. A lo largo del Evangelio encontramos que se escoge lo pequeño para confundir a lo grande. Abre la boca de los que saben menos, y cierra la de los que parecen sabios. Nosotros, al reconocer a Jesús en la gruta de Belén como al Mesías prometido, hemos de hacerlo con el espíritu, la sencillez y la audacia de los pequeños. Hacerse interiormente como niños, siendo mayores, puede ser tarea costosa: requiere reciedumbre y fortaleza en la voluntad, y un gran abandono en Dios. Este abandono, que lleva consigo una inmensa paz, sólo se consigue cuando quedamos indefensos ante el Señor. “Se pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa).

III. Esta vida de infancia es posible si tenemos enraizada nuestra conciencia de hijos de Dios. El misterio de la filiación divina, fundamento de nuestra vida espiritual, es una de las consecuencias de la Redención. Al ser hijos de Dios somos herederos de la gloria. Vamos a procurar ser dignos de tal herencia y tener con Dios una piedad filial, tierna y sincera. Los niños no son demasiado sensibles al ridículo, ni tienen esos temores y falsos respetos humanos que engendran la soberbia y la preocupación por el “qué dirán”. El niño cae frecuentemente, pero se levanta con prontitud y ligereza y olvida con facilidad las experiencias negativas. Sencillez y docilidad es lo que nos pide el Señor: trato amable con los demás, y siempre dispuesto a ser enseñado ante los misterios de Dios. Aprenderemos a ser niños cuando contemplamos a Jesús Niño en brazos de su Madre.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


2-21. 2003

LECTURAS: JUE 13, 2-7. 24-25; SAL 70; LC 1, 5-25

Jue. 13, 2-7. 24-25. Sansón, perteneciente al clan más pequeño de su tribu, y el último de su casa, es escogido por Dios para liberar a su pueblo de la mano de los filisteos. No lo hará su mano, sino el Espíritu de Dios que reposa en él y que lo consagra desde el vientre de su madre. Con eso Dios nos está recordando que la obra de salvación en nosotros es su obra; que Él llama a quien quiere y que no importan los orígenes humildes de la persona, sino su disposición y su apertura al Espíritu de Dios. Llegada la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios se manifestará a nosotros en la sencillez de nuestra carne, viviendo pobre de tal forma que las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar su cabeza. Él confiará el anuncio del Evangelio a unos hombres rudos y pobres. San Pablo, que muchas veces pasó hambre y pobreza por el Evangelio, nos dirá: entre ustedes no hay muchos sabios ni ricos según los criterios de este mundo. Y, a pesar de eso, la Iglesia continúa proclamando eficazmente el Mensaje de salvación. Así alcanzamos a entender que todo esto no es obra del hombre, sino de Dios. Quien se ponga en manos de Dios y se deje guiar por su Espíritu, hará que la Palabra del Señor llegue a su pleno cumplimiento en el mundo.

Sal. 70. Dios sale al encuentro del hombre, que ha sido dominado por el pecado, o azotado por la pobreza, por la enfermedad o por la injusticia, para librarlo de todo aquello que lo oprime, pues a Él no se le olvida que somos sus hijos. Aún antes de que fuésemos concebidos Él no sólo sabía nuestro nombre, sino que ya nos amaba entrañablemente. Dios quiere vernos libres de todas las esclavitudes, especialmente de la del pecado y de sus consecuencias. Para eso vino al mundo hecho uno de nosotros. Pero Él quiere continuar su obra en el mundo mediante su Iglesia, en la que ha infundido su Espíritu Santo. Quienes pertenecemos a ella no podemos convertirnos en transmisores de fábulas o de inventos humanos, sino de la salvación y del Evangelio que el Señor nos ha confiado para hacerlo llegar hasta los últimos confines de la tierra.

Lc. 1, 5-25. Dios puede hacer que los desiertos florezcan y se llenen de frutos. Cuando el Espíritu de Dios reposa sobre nosotros y tenemos la apertura suficiente a Él, la Palabra de Dios, sembrada en nuestros corazones, no puede quedar infecunda. Dios pronuncia su Palabra sobre Zacarías e Isabel; y, a pesar de la incredulidad de Zacarías la Palabra de Dios no perderá su eficacia y se cumplirá a su debido tiempo. Ante las oraciones llenas de esperanza que eleva Zacarías, y ante la respuesta de Dios, y ante la incredulidad de Zacarías frente a esa respuesta, podemos preguntarnos: ¿Qué sentido tiene orar cuando sólo se hace de un modo mecánico? ¿Qué sentido tiene pedir la salvación si cuando se hace presente se rechaza? ¿Tiene sentido creer en algo que incluso, tal vez, anunciamos a los demás, pero no hemos hecho nuestro? Juan Bautista, lleno del Espíritu Santo desde el seno materno es figura de toda la obra de salvación que Dios realizó en el Antiguo testamento mediante la Ley y los Profetas: Llamar a la conversión y prepararle el camino al Señor mediante la fidelidad a sus mandatos. Zacarías representa al pueblo, que a pesar de ser el Pueblo de Dios, permaneció incrédulo ante la revelación y prefirió dar culto a Dios con los labios, mientras su corazón permaneció lejos de Él. Ojalá y la Iglesia de Cristo, que somos nosotros, no se quede en un conocimiento teórico de Cristo, sino que llegue hasta tener una experiencia personal de Él para amoldar a Él no sólo las palabras, sino sobre todo las obras y la vida misma.

Reunidos en esta Eucaristía, convocados por el Señor, venimos a ella no por mera costumbre o por tradición; pues esto lo único que haría sería tranquilizar nuestra conciencia aparentemente. Y el Señor no nos quiere poltronamente instalados en la fe; Él nos quiere como peregrinos testigos de su amor, para propiciar en todos un encuentro personal con el Señor y poder tener, en Él, la salvación. A pesar de que hemos de pasar por muchas pruebas, el Señor, si se lo permitimos, hará su obra de salvación en nosotros y nos llenará de su Espíritu hasta que lleguemos a ser santos como Dios es Santo. La Iglesia, Santa porque Cristo, su Cabeza, es Santo, compuesta por hombres frágiles y pecadores, constantemente escucha la voz del Señor que le llama a la purificación y se deja perdonar por Él para poder llegar a ser un signo creíble del Señor en medio del mundo. Ojalá y no rechacemos el amor que Dios nos ofrece y, en verdad, lleguemos a ser dignos templos del Espíritu, que habita en nuestros corazones.

Creerle al Señor no es sólo profesar nuestra fe con los labios. Cuando nos acercamos al Señor para pedirle que nos salve, que nos fortalezca para caminar en el bien, hemos de creer que esa salvación ha llegado ya a nosotros por medio de Cristo Jesús. Quien le pide a Dios que renueve su vida y cierra sus oídos a la Palabra de Dios; quien espera la salvación como venida de otro lugar menos de Cristo, está manifestando que, por más palabras de fe en Cristo que pronuncie, vive al margen de la aceptación del amor misericordioso que ya Dios nos ha ofrecido por medio de Jesús. ¿Tendrá alguna razón prepararnos para el nacimiento de Cristo sólo queriendo celebrar un aniversario del mismo? ¿Acaso el Señor queda complacido sólo con celebraciones externas? ¿No podría recriminarnos diciendo: este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí? Ojalá y quienes participamos de la Eucaristía no salgamos mudos en nuestra fe; tal vez satisfechos por haberle dado culto a Dios pero faltos de un auténtico compromiso con el Señor, que no sólo nos pide que oremos, sino que sepamos estar al servicio de la vida. No importa que a veces al encontrarnos con nosotros mismos, o al abrir los ojos ante nuestro prójimo, constatemos que nuestra existencia se ha deteriorado demasiado a causa del pecado o del vicio, y que pareciera que es imposible que ahí surja nuevamente la vida. Recordemos: Dios puede hacer que los desiertos florezcan y produzcan abundantes frutos de salvación. Creámosle a Dios; Él nos ama y quiere renovar nuestra existencia. Ese es el sentido de la presencia del Señor entre nosotros. No desaprovechemos la oportunidad que hoy nos da el Señor.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, de tal forma que, transformados por Ella, seamos en adelante un signo de vida y no de muerte para nuestros hermanos. Amén.

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2-22. LAS ESTÉRILES.


Las lecturas de hoy nos hablan de mujeres estériles, Manoj e Isabel, que son bendecidas por Dios engendrando cada una de ellas un hijo Sansón y Juan, que se entregarán al servicio del Señor. No deja de ser curioso: en la antigüedad la esterilidad se concebía como una maldición de Dios, hoy en día parece que la maldición de Dios son los hijos. Siempre me han llamado la atención las conversaciones de novios o parejas jóvenes cuando se plantean el número de hijos- suele ser par y no llegar a cuatro-, y cuál va a ser su futuro: su posición en la sociedad, sus estudios, su salida laboral…, como si fuese una inversión a medio o largo plazo. Cuando pasa el tiempo y nace su primer hijo lo habitual es el asombro (ninguna letra del tesoro maravilla tanto) y el sentimiento de responsabilidad. Cuando lo mecen entre sus brazos se dan cuenta que es alguien distinto, autónomo, libre, con futuro distinto, pero inseparable, al suyo. Cuando se sujeta a un niño entre los brazos se percata uno de que realmente es una bendición de Dios; qué distinto a cuando es sólo una idea, una hipótesis, una posibilidad dependiendo del tamaño de nuestra cartera, entonces, naturalmente pierde el encanto y, en vez de una criatura, se imagina uno a una hucha de esas de cerdito pero que nunca podremos abrir.

Manoj e Isabel recibieron la bendición de Dios y cambiaron la suerte de su pueblo. No se te olvide que seguimos acompañando a Santa María y a San José. María la embarazada en la expectación del parto que siente moverse en sus entrañas a la vida, a la Palabra de Dios hecha carne, a Aquél que cambiaría la suerte de toda la humanidad, anterior y posterior a Él, pues abriría a todos los hombres la puerta de la Vida.

Pon tu mano sobre el vientre de María como haría San José y, con dulzura, mientras el Niño-Dios va abriéndose camino al mundo, medita en la generosidad de la Virgen, la entrega de San José, el silencio cómplice de ambos que- con asombro- eran testigos principales del plan de salvación de Dios. Ningún otro acto será tan importante en la historia de la humanidad pero, medita también en silencio, cada una de tus decisiones y de tus obras: pueden ser fecundas o estériles, pueden acercar el Reino de Dios a los hombres o retrasar su venida, pueden ser fuente de vida o de muerte o de nada.

No te hagas en tu vida planteamientos cicateros y egoístas -como los novios o las parejas que no saben lo que es dar vida-, plantéate miras altas, metas de eternidad. Pon el día de hoy en las manos del niño Dios y en esas pequeñas manos hasta lo más pequeño que te pueda parecer que vas a hacer hoy se te presentará como algo muy importante, fundamental para la vida de la humanidad y la tuya propia, pues cualquier menudencia hecha con amor se convierte en un acto importante que “prepara al Señor un pueblo bien dispuesto”.

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