EL DOLOR

¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad!

¡Qué triste es mi caminar!
Llevo en el pecho escondido
un gemido de pesar,
y en mis labios un cantar
para esconder mi gemido.

Y es que temiendo, Señor,
que este mundo burlador
se burle de mis pesares,
voy ahogando entre cantares
los ayes de mi dolor.

No quiero que en mi cantar
mi pena se transparente;
quiero sufrir y callar,
no quiero dar a la gente
migajas de mi pesar…

Tú sólo, Dios y Señor,
Tú, que por amor me hieres;
Tú, que con inmenso amor,
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres.

Tú sólo lo has de saber;
que sólo quiero contar
mi secreto padecer
a quien lo ha de comprender
y lo puede consolar.

Por eso, Dios y Señor,
por tu bondad y tu amor,
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor,
¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!

José María Pemán