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Himnos feriales para Laudes
Viernes
“Camina en mi presencia y sé perfecto”
“Camina en mi presencia y sé perfecto” (Gn 17,2). Es lo que Dios dijo a
Abraham (entonces Abrán) en una memorable circunstancia. Tenía entonces
nuestro padre en la fe 99 años, y Dios Yavé se le apareció para una
Alianza y circuncisión. Pero lo principal era caminar en la presencia de
Dios, en la fe del Dios viviente; la circuncisión vino como sello de la
fe, recordará Pablo (cf. Rm 4,11).
Nosotros despertamos como caminantes para reemprender, día a día, un
camino que, por pura gracia iniciamos en el bautismo.
La ruta de Abraham es nuestra ruta, no hay otra; es la ruta de la
fe: su humilde y ciega fe, nuestro talante. Por esa fe vino toda la
bendición al mundo, porque la fe, el abandono absoluto en manos de Dios,
nuestro Padre, es el único camino.
Un ejemplo de fe valiente, que se traduce en celo de Dios, es el ejemplo
de Elías. Perseguido, camina en obediencia de fe, hasta que el mismo Dios
se le muestra, escondido en una brisa suave en el monte Horeb.
Mas para el cristiano, el peregrino por excelencia es Jesús. Él es el
paradigma supremo en quien toda fe halla su cumplimiento. Por eso decimos:
pusiste entre sus manos tu destino / y en él resucitado te encontraste.
La resurrección de Jesús es el triunfo de la fe, la garantía de toda
nuestra esperanza.
Estos son los sentimientos que nos animan a nosotros, comunidad del
Resucitado, al reemprender el camino cotidiano, y con este aliento está
creado este himno.
“Camina en mi presencia y sé perfecto”,
reemprende tu camino, caminante;
ya el sueño ha recreado faz y brazos,
el mundo y tu misión están delante.
La ruta de Abraham es nuestra ruta,
su humilde y ciega fe, nuestro talante;
el pueblo del Señor será su pueblo,
la tierra del amor será su parte.
Elías peregrina en obediencia,
el celo del Señor es su combate,
camina, y al llegar a la montaña,
su alma se encontró con Dios amable.
Y tú eres peregrino, Nazareno,
oh Cristo, que en el Padre confiaste,
pusiste entre sus manos tu destino
y en él resucitado te encontraste.
Oh Dios de la mañana que nos llamas,
alúmbranos la fe que regalaste,
y un día en tu morada cantaremos
con Cristo luz la luz de tu semblante. Amén.
Año 2001
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