30 de noviembre
San Andrés, Apóstol
Seguiste tú al Cordero aquella tarde
San Andrés es venerado en la Iglesia griega como el Protocleto, es decir,
el primer llamado, mientras que Pedro es el Corifeo, el Jefe de los
Apóstoles. Se alude con aquel título a la escena, llena de encanto, con
que el Cuarto Evangelio presenta la vocación de los primeros discípulos (Jn
1,35-39). Ese es el pasaje evangélico que evocamos en las tres primeras
estrofas del himno.
La Iglesia griega lo
venera con especial honor, y de él transmite que sufrió el martirio en
Acaya, crucificado (cuarta estrofa). El venerable Patriarca Atenágoras,
pionero del ecumenismo entre Oriente y Occidente, para conmemorar el
abrazo de paz que se dieron él y el Papa Pablo VI en Jerusalén, hizo al
Papa el obsequio de un icono en el que puede leerse: “Los dos santos
hermanos, Pedro el Corifeo, Andrés el Protocleto. Al santísimo Papa de
Roma Pablo VI el Obispo de Constantinopla Atenágoras, en memoria de su
encuentro en Jerusalén, 5 enero 1964”. Era el cordial abrazo de los dos
santos hermanos Pedro y Andrés, mientras Jesús bendice desde el cielo. La
Iglesia de Oriente y Occidente, la Iglesia Ortodoxa y Latina, se daban el
abrazo de comunión y paz en el símbolo de los santos hermanos y de los dos
venerados pastores (estrofa quinta).
En la doxología resuena el
eco de aquellas palabras que unos griegos dijeron a Felipe, el cual fue a
decírselo a Andrés: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21).
Seguiste tú al Cordero
aquella tarde,
Andrés, cuando el Bautista lo anunciaba:
Miradle ya venir, preciosa Víctima;
el Dios de nuestros Padres nos lo manda.
Pasaste con Jesús aquella noche,
pendiente de su boca ¡oh noche santa! .
¿Qué dijo el Nazareno al corazón,
que tú encontraste el rumbo que buscabas?
Al alba tu secreto era el Mesías,
tu vida para siempre estaba dada;
corriste como apóstol a tu hermano,
Simón se fue a Jesús tras tus pisadas.
Y víctima en la cruz tú fuiste un día,
uniéndote a la víctima inmolada;
regaste con la sangre el Evangelio,
Andrés, testigo y mártir en Acaya.
Oriente y Occidente, afán fraterno,
en busca van del Único a quien aman:
¡oh Cristo, compasivo y deseado,
apiádate, y colma la esperanza!
¡Jesús, venido al mundo para todos,
queremos ver tus ojos y tu cara,
Cordero que eres Pascua, resplandece,
y baña nuestras almas en tu alma! Amén.
Jerusalén, 1986
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ,
Himnario de los Apóstoles, en: Fovenda Sacra Liturgia. Miscelánea en honor
del Doctor Pere Farnés. Barcelona, Centro de Pastoral Litúrgica 2000,
véase pp. 354-355
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