P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM


 

San Jerónimo
doctor de la Iglesia

30 de septiembre de 2009



Cuando el Papa Pío XII publicó la encíclica “Divino Afflante Spiritu” (“Bajo la inspiración del Espíritu Santo”), la firmo en Roma de esta manera: “el día 30 del mes de septiembre, en la festividad de San Jerónimo, Doctor Máximo en exponer las Sagradas Escrituras, el año 1943, quinto de Nuestro Pontificado”. El amor a la Escritura, ese “suave y vivo amor a la Escritura” del que hablará el Concilio (Sacrosanctum Concilium, 24), es la gracia de que se vio favorecido san Jerónimo, y que supo irradiar en la Iglesia.

San Jerónimo (340-420), hombre de gran cultura literaria, asceta, pasó los 35 últimos años de su vida en Belén, al borde de la Escritura, día y noche. Allí hizo su magna obra: la versión al latín de los textos originales de la Biblia, escrita en hebreo y griego, consciente de que antes de que él, por encargo del Papa Dámaso, pusiera manos a la obra, ya existía la Biblia en latín, en la que se llama “Vetus Latina”. El texto de San Jerónimo tomó el nombre de la “Vulgata” (la edición divulgada”), la versión oficial que poco a poco prevaleció en la Iglesia hasta que en 1979 se publicó la Nova Vulgata, es decir, la nueva traducción de la Biblia al latín, según la crítica textual de hoy, pero respetando al máximo las frases y palabras de la Vulgata. En el ámbito científico no existe una traducción que respete verbalmente mejor la frase y estilo del original del hebreo y del griego que la Nova Vulgata o Neovulgata. En suma, la Vulgata de San Jerónimo ha pasado hoy a ser Nova Vulgata, introduciendo todas las mejoras que ha sugerido la crítica textual y el estudio gramatical de los originales.

En Roma había cultivado un círculo de amistades espirituales. Tal el caso de la matrona Paula y su hija Eustoquio, que recalaron en Belén. El Martirologio Romano ha asignado al 28 de septiembre el recuerdo de Santa Eustoquio, a quien el santo doctor había escrito: Que el sueño nocturno te sorprenda inclinando la cabeza sobre la Sagrada Página.

De suave y vivo amor a la Escritura
tenía el alma entera traspasada,
y a Cristo, Dios viviente, en cada hoja
presente lo palpaba y explicaba.

Oh corazón de asceta vigilante
Jerónimo, volcán de Cristo en brasa,
tu vida hecha pasión al escritorio
labró amorosa la Biblia divulgada.

Te dio la augusta Roma hermosa lengua
la gruta de Belén la lengua santa,
y tú diste a la Iglesia, nuestra Madre,
lenguaje de oración y de enseñanza.

Traspásanos a Cristo, buen discípulo,
maestro que guiaste a Eustoquio y Paula,
condúcenos a aquella fuente pura
que está regando el huerto de la amada.

Que caiga nuestra frente al fin del día
encima de la Página inclinada,
y cuando surja Cristo matutino
al Libro abierto se abra la mirada.

¡Oh Cristo amado, Luz resplandeciente,
de todos los profetas voz ansiada,
a ti te salmodiamos con los ángeles,
el alma a tu Palabra cobijada! Amén.


Año 2001