P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM



24 de junio


Natividad de san Juan Bautista


Nacía Juan, y el monte de Judea…


La solemnidad de san Juan Bautista no está enunciada en los libros litúrgicos de la Iglesia como la fiesta de un santo del calendario, sino como la celebración de un acontecimiento evangélico. Esta es la exacta perspectiva. No es del caso enaltecer los méritos y virtudes de un santo, como hombre de Dios, sino de celebrar un acontecimiento salvífico, y precisamente el del Nacimiento del Precursor, cuando la criatura no tenía ningún mérito adquirido.

Celebramos al Precursor en la órbita del Evangelio de la Infancia, con un calendario que hace referencia tanto al Anuncio del Señor (25 de marzo) como a la Natividad de Jesús (25 de diciembre).

En la Anunciación a María, su pariente Isabel ya estaba en el sexto mes. Ya en tiempos de san Agustín el recuerdo de la Natividad de Juan Bautista el 24 de junio pertenecía a la tradición eclesiástica.

Desde aquí – es cierto – recordamos la figura de Juan. Nos referimos a su vida: el sentido de su bautismo, y la valoración que hace Jesús de la persona de Juan. “En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él” (Mt 11,11). En esta sentencia de Jesús no se pretende valorar la santidad “interna” de Juan, al llamarle el “mayor nacido de mujer”, sino la misión salvífica que le ha cumplido en orden al Mesías: entre todos los grandes nadie más grande que él, porque lo está señalando con el dedo. Pero ahora viene el contraste y la paradoja: el menor en esta época del Reino de los cielos (uno de nosotros, yo mismo) (cf. Lc 16,16), es más grande que el más grande de la época precedente. Y todo es a honor de Jesús, protagonista del Reino.


Nacía Juan, y el monte de Judea
se llenaba de hogueras y alegría;
parabienes daban a Isabel
y un himno alzaba el mudo Zacarías.

Tan cerca está el siervo del Señor,
la vigilia y la fiesta tan unidas,
que al sentir el rocío de la aurora
gozábamos del sol de mediodía.

Con agua pura Juan purificaba
y bautizaba al alma arrepentida;
pero un baño de Espíritu y de fuego
del Mayor y Esperado prometía.

Juan es grande entre todos los nacidos,
el Viejo Testamento toca cima;
luego al bajar al valle es más dichoso
el más pequeño siervo del Mesías.

Como marea, gracia sobre gracia,
una gracia mayor llega a la orilla:
si hoy nace el Precursor, saltad de gozo
que tras él viene el Hijo de María.

Cante la Iglesia santa recordando
cómo entonces también ella nacía;
cante y bendiga al Padre dadivoso
en quien la vida nace y finaliza. Amén.


San Juan Bautista 1978