P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM


 

Celebraciones en el tiempo de Navidad

Octava de Navidad - 2


Al octavo día
Circuncisión del Niño
e imposición del Nombre


Este poema (que más que a himno suena a villancico) evoca el texto evangélico que se lee en la octava de Navidad: la circuncisión del Niño y la imposición del Nombre “…A los ocho días, cuando debían circuncidarlo, le pusieron el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción” (Lc 2,21). Nos referimos a este día con la expresión de “liturgia de sangre”. En efecto, en Israel y en otro pueblos de Oriente, ayer y hoy, al nacido varón se le hace una pequeña incisión en su miembro viril, rito de virilidad, que Israel tiene el valor sagrado de incorporación al Pueblo de la Alianza.

Con la circuncisión venía el nombre, algo decisivo, porque el nombre le va a quedar como identificación para toda la vida. Nosotros tomamos ese momento singular del nombre: ¿Qué nombre habrá que darle a este Niño? Y estrofa tras estrofa, con sorpresa ingenua, amorosa, nos preguntamos por el nombre de esta criatura… ¿Cuál ha de ser su nombre?

El evangelista tiene la respuesta. Su nombre será el que Dios ha dispuesto, revelado por el Ángel: JESÚS. Jesús es el Nombre Divino de aquel infante de Belén. En Jesús está la salvación y todo el amor de Dios.


Al octavo día,
que era liturgia de sangre,
tuvieron que dar al Niño
un nombre para llamarle.

¿Nombres los había,
voces, símbolos audaces,
para nombrar la Palabra
en el confín de la carne?

¿Secreta armonía
en lo suave de los aires,
que a él música le diera
cuando su nombre sonase?

¿Amor y osadía
y pasión tan formidable,
que fuera volcán ardiente
nuestro placer de invocarle?

¿Cómo le decía
en sus delicias el Padre,
que si es posible - ¡oh locura! -
intentaremos copiarle?

¿Y la Profecía,
de alado rumor de aves,
el nombre del Esperado
exacto no se lo sabe?

El lo llamaría
- oíd lo que dice el Ángel -
JESUS, así tan sencillo,
tan simple de pronunciarse.

JESUS sonaría
cuando alguien le gritase
familiarmente: ¡Jesús,
oye que te llamo, párate!

La Sabiduría
se puso nuevo ropaje
al ver el nombre de Dios
circulando por la calle.

¡Amén! ¡Alegría!
Y felices los que alcancen
cuando pronuncien JESÚS
al Hijo Amado del Padre.


De viaje, 30 diciembre 1976