AÑO SACERDOTAL EN POESÍA
P. RUFINO MARÍA GRÁNDEZ, ofmcap.

 

 

Para ser buen sacerdote
(Propósitos en la santa Comunión)



Fui invitado a dar unos Ejercicios a un grupo de sacerdotes jóvenes de la diócesis de Cuautitlán Izcalli, donde a la sazón yo residía. Acudieron 12. Los hicimos en el Seminario Diocesano Guadalupano de Cuautitlán Izcalli (“Guadalupano” por venerarse aquel el lugar de nacimiento de San Juan Diego), del 18 al 22 de julio de 2005. Fue una experiencia muy grata de comunicación y sinceridad.

El Obispo, Mons. Manuel Samaniego Barriga, hombre sencillo y santo, quería dirigir cada día media jornada, desde su silla de ruedas, pero el Señor le llamó a sí unos días antes (26 junio 2005).

Este poema oracional fue escrito en esta ocasión y para esta ocasión, como acto de consagración después de la comunión, en la misa de santa María Magdalena.

Pedíamos un corazón siempre fiel “para ser buen sacerdote”. “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote” es el lema de este Año sacerdotal.


Un corazón siempre fiel
ante tus ojos divinos,
y ante el dolor del hermano
un corazón compasivo:
para ser buen sacerdote
humildemente te pido.

Celebrar la Eucaristía
de gozo y fervor transido,
y gustar de tu Palabra
como el manjar exquisito:
para ser buen sacerdote
humildemente te pido.

Acoger y perdonar,
yo, pecador muy contrito,
y dar a todos tu paz
que en la cruz has conseguido:
para ser buen sacerdote
humildemente te pido.

Jamás aspirar a nada
si no es el don de ti mismo;
no buscar bienes humanos,
sino darme sin respiro:
para ser buen sacerdote
humildemente te pido.

Jesús de mi vida y Pascua,
mi Dios en quien yo confío,
tenerte a ti día y noche
como el único latido:
para ser buen sacerdote
humildemente te pido.


Seminario de Cuautitlán Izcalli (México),
22 julio 2005.

(Nota. Al morir don Manuel Samaniego, el arzobispo de Morelia, don Alberto Suárez Inda, escribió: “Auténtico sacerdote de Cristo, fue hombre de oración y de estudio, desprendido y entregado totalmente a su ministerio. Conjugaba la sencillez con una elegante dignidad. Su gran carisma fue animar el apostolado de los laicos brindándoles acompañamiento y ayudándolos en su formación. Con un don de amistad extraordinario se ganó el aprecio de toda clase de personas”).