San
Juan de Ávila
Carta del auctor á una muger trabajada de graves y peligrosas tentaciones; avísale que se esfuerce á padecer, porque el fructo que se cogerá de los trabajos será grande, si los sabe llevar
«Consolaos,
consolaos, pueblo mío, dize el Señor Dios nuestro, hablad al coraçón á
Hierusalem, y llamadla, porque cumplida es su pena, y perdonada su maldad.»
Confiad, hermana, que estas palabras dizen á vos, y manda que os consoléis con
su favor, que os defiende, aunque los infernales poderes y adversarias maldades
trabajen de os derribar; porque si muy cuidadosos andan en perseguiros, más lo
está Cristo en abrigaros, y defenderos, y sacaros de la guerra llena de muchas
coronas, más alegres cierto y de estimar, que es la tribulación que tenéis
para lastimar. ¿Qué avéis, qué os lastima, qué os espanta? Vuestro Dios es
salud destas llagas: no miréis á ellas; y en el día que os las acabare de
atar, resplandecerá á vos un sol más luziente siete vezes que el que antes
deste trabajo os luzía: serán vuestras espirituales prosperidades muy
aventajadas á las passadas, pues lo que agora padecéis es más amargo que lo
passado; porque estas tales avenidas de angustias víspera suelen ser de
abundancia de espirituales regocijos, como las tribulaciones de Job fueron
mensajeros de doblada hazienda y descanso que Dios le dió. Amargólo, y
después consolólo; probólo y coronólo; escondiósele un poco, mas después
se le mostró más dulce que primero airado. Esta es la condición del Señor
con los suyos, mortifícalos aun hasta parecer que los mete en tormentos de
infiernos, mas sácalos y alívialos sin que la ballena pueda retener ni empecer
al que tragó. Mucha sobervia tienen los demonios, nuestros adversarios, y dizen
que nos tragarán; mas digámosles: «Juntaos contra nosotros, que vencidos
avéis de ser: entrad en consejo, que destruído será, porque Dios es con
nosotros.» No os passe, hermana, por pensamiento temer estos infernales lobos,
que el que una vez en la cruz los venció, los ha vencido y vencerá en vos, y
los despojará con gran deshonra suya: y aunque os parezca ser la guerra brava y
el enemigo fuerte, que os haga temer, no desmayéis, porque el Señor dize:
«¿Por ventura será quitada la presa del fuerte?: ¿y lo tomado por el robusto
podrá ser salvo?» Verdaderamente será quitado el captivo de la mano del
fuerte, y será hecho salvo lo que el fuerte avía tomado: y esto porque la mano
de Dios peleará por vos, y pasará sobre vos como aves que buelan, defienden y
abrigan con sus extendidas alas á los pollicos que mucho aman. ¡O si viessen
nuestros ojos el zelo de Dios con que guarda á nuestras ánimas, y quán en
salvo las tiene quando ellas piensan que están ya perdidas!
Hacia
arribasuelen arrojar el vidrio los que quieren enseñar cómo saben recebir lo
que arrojan en alto; y si el vidrio sintiesse, temblaría de verse echado en
alto é ir á caer en las piedras duras, donde parece que se ha de hazer
dozientos pedaços; mas socorre la mano de quien lo arrojó y tómalo en sí sin
lisión. Y assí vos, viéndoos sacada de vos y combatida de fuegos tan vivos y
penas tan crudas, teméis y tembláis, pensando que os avéis de hazer pedaços
y caer en offensas de Nuestro Señor; mas pensad que el Señor que en esse
trabajo os puso Él mismo os sacará dél: esse que se absconde porque
padezcáis, está muy cerca de vos para defenderos, que de otra manera
estuviérades diez mil vezes tragada de la crueldad de vuestros contrarios. Él
os arroja y Él os recibe; Él mueve el alboroto en la mar, mas Él os guarda
porque no os ahoguéis; porque lo que sentís no lo hazéis vos, sino sufríslo;
y por esso quien lo haze, que es el demonio, esse lo pagará. Bien vee Dios
vuestro coraçón, que es amador de sus mandamientos, y aborrecedor de sus
offensas; el qual os guarde, como lo ha hecho; que de lo que el demonio os trae
no tengáis cuidado, pues aunque sea feo y os duela, no os verná por ello mal.
Cosas
son estas que á muchos suelen acaecer, y no sólo las que vos ternés, mas sin
ninguna comparación otras mayores y que parecen ser traslado al mismo infierno,
y del fuego y lenguaje que allá ay. Mas no por esso dexa Dios á sus ánimas;
antes quando todo el humano consejo y fuerça ha faltado, entonces acorre con su
poderosa mano, quitando la copa del amargor de la boca, da por ella diez mil
consuelos, y conócese la persona por flaca, pues vió por experiencia su grande
miseria, y conoce la fuerça y maldad de sus enemigos, y procura de huir más
dellos y arrimarse más á Dios, el qual sólo vee ser bastante á librarla de
tales refriegas; y assí saca de los males passados luz para tenerse en menos, y
mayor confiança en su Dios, y grande cautela para más recatadamente vivir por
aver conocido las traiciones y maldades de los demonios. Lo qual no es de tener
en poco; porque assí como nuestra vida consiste en conocer y amar á Dios,
assí es gran parte de los espirituales avisos conocer al demonio, no para
amarlo y honrarlo (que esto para Dios es), sino para huir y escapar de sus
lazos, los quales de pocos son conocidos, aunque les parezca que conocen á
Dios. Y por esso es de estimar en mucho el provecho que destas refriegas se
saca, porque se haze el ánima experimentada en la guerra contra este astuto
enemigo; y estas cosas y otras muchas saca el benigno Señor destos males en que
nuestro adversario nos querría hazer caer, y assí le haze perder lo que
pensava ganar, y haze burla dél, purificando y aprovechando el ánima por el
medio que él pensava dañar.
E
pues os avéis offrecido al servicio de Cristo, y no sois vuestra desde el día
de vuestro bien, no le tengáis por olvidadizo pastor; pues si olvidaros
quisiera, no os llamara, ni halagara, ni os hiziera tan dulces promesas.
Acordaos en el día del mal del día del bien, para que no os derribe lo
presente, templándolo con lo favorable de entonces. Y pensad que si Cristo no
os amara, no levantara ni diera la joya; y pues sabéis que por Él començastes
este camino, y que le avéis desseado agradar, y según vuestra flaqueza lo
avéis procurado, no deis tal mancha en vuestra honra, que assí perdáis la
confiança en Aquel, que, estando vos apartada, os llegó Él á sí, y os dió
espíritu nuevo y blando en vuestras entrañas, y os señaló con su señal,
para que fuéssedes suya, y por tal os tuviéssedes. Y si el lobo infernal ha
osado acometer á la que estava herrada con la señal de Jesu Cristo, y que le
desseava servir, no os espantéis, que pruevas son de nuestra fe y de nuestro
amor á ver si desmayamos y tornamos atrás.
No
hay virtud firme si no es provada, y la fe se prueva entre los peligros y
disfavores de Dios; mas si fina es, no sólo no desmaya, mas quando más
acosada, más esfuerço toma, y de la soledad saca compañía, porque sabe que
esta es costumbre del señor, poner á los suyos en los cuernos del toro, y
esconderse Él, para provar la fe de ellos; y como no está arrimada á la
vista, sino á la bondad de su Señor, no cura de mirar lo que siente, ni de
qué parte sopla el viento, sino engendra una confiança, que como áncora
fixada en el suelo de la mar, ássese firmemente con el Crucificado, y fixa su
pensamiento y dize: «Tú, Señor, moriste por mí antes que yo naciesse, y me
buscaste con dolores sin buscarte ni llamarte yo: agora que te llamo y te quiero
no me desampares. Si abrigaste á quien te era enemiga, no desecharás á quien
te dessea servir, y á la que ya tomaste por tuya, y en esta fe vive, y está
segura entre todas las olas y tempestades que en la mar se le offrecen, aunque
parezca que ya se le hunde la nao, y trabaja por no desmayar, porque no se
levante el Señor y le riña, como á los Apóstoles hizo, diziendo: «¿Qué
estáis temerosos, hombres de poca fe?» En lo qual veréis qué de verdad
quiere el Señor que estemos esforçados, porque aun entrando las olas en la
navecilla ya para sumilla, aún riñe con los que entonces tienen temor: y esto
porque los que con Él se embarcan no quiere que sean temerosos, pues van con el
verdadero Señor de las almas y fiel provisor en las oportunidades. Y pues vos
saliste de tierra y os embarcastes con Él entrando á servirle, ¿qué es lo
que agora teméis, pues avéis caminado y estáis en compañía de Jesu Cristo?
Acordaos que Sant Pedro andava con los pies sobre las aguas de la mar quando
tuvo fe; y quando vió los vientos rezios y las olas altas, temió, y luego
començó á hundirse, para dar á entender que con la fe andava seguro, y por
atibiarse ella, se hundía, y oyó de la boca del Señor: «Hombre de poca fe,
¿por qué dudaste?» Y de la misma manera lo dize á nosotros si temerosos nos
vee, por grandes peligros que á los ojos veamos. E si aquel cuidado tuvo el
Señor en librar al discípulo de la muerte del cuerpo, mayor lo tendrá en
libraros á vos de la muerte del ánima, y hazer que no os ahogue la gran
tempestad que contra vos se ha levantado. Solamente, hermana, no desmayéis ni
huyáis de la guerra, que aquí no por ser tentados, sino por huir ó ser
vencidos se pierde la corona. Offreceos á padecer dolores y fuegos por honra de
Aquel que por vos los sufrió: y quanto mayores fueren, por más ciertas prendas
las tened del amor entre Cristo y vos. E pedilde que os esfuerce á padecer y no
que os lo quite, y será un purgatorio con que quedéis apurada delante de Dios,
y seros ha compañía la cruz de vuestro amado Señor, que es la cosa que más
sus amadores deven dessear, y quedaréis como oro en crisol, tanto más
resplandeciente quanto más fuistes atribulada. Mirad que qualquier amador ha de
passar algo que duela por amor de su amado.
E
pues avéis entrado en la guerra del amor, no os acovardéis; mas acordaos de lo
mucho que muchas mugeres flacas padecieron por Cristo, unas en fuegos, otras en
golpes, otras en ser carmenadas las carnes, y teníanse por bienaventuradas en
padecer por amor de su Señor: pues por Él padecéis; que si á Él dexassedes,
no os perseguirían los enemigos; mas porque os passastes al bando de Josué,
por esso mueven guerra contra vos. E si faltan sayones hombres, succeden en su
lugar sayones diablos, que son más crueles y menos se cansan, y con peines de
hierro y parrillas de fuego os atormentan, y más en el ánima que en lo
exterior. Devéis pensar que estáis en un martirio por amor de Jesu Cristo,
pues por servirlo sois martirizada.
Haced vuestros exercicios de confessión y comunión, aunque sea de mala gana, y aunque os lo estorve el demonio, como lo suele hazer, aun hasta enmudecer la lengua que no pueda confessar, y haze entender que han comido de noche para que no comulguen. Holladle con todas sus astucias, y orad al Señor en la cruz, y traelda con vos, y armaos con ella, y offreceos tan de verdad a padecer que si el Señor quisiere que os dure toda la vida, que estéis contenta con ello: y quanto vos más os pusiéredes en la voluntad dél, tanto más presto os remediará, porque no desecha al que á Él va: y acordaos que no ay amor sin dolor, y que por muchas tribulaciones hemos de entrar en los reinos de los cielos, adonde una sola hora que veáis á Dios en su hermosura, daréis por bien empleados dos mil años que passéis lo que padecéis. Y pues Dios allá os ha de llevar, según lo podéis esperar, no seáis covarde en padecer, y tibia en amar, que no os dexará el que por vos murió, y para sí os llamó. Él sea vuestro consuelo. Amen