San
Juan de Ávila
XIV
Carta del auctor á un señor de estos reinos, consolándole en su enfermedad, y enseñándole como es merced de Dios; y lo que el Señor quiere dezir en la enfermedad al enfermo
Sabido
he que está Vuestra Señoría mal dispuesto, y no sé si me pene ó si me goze,
porque me paresce aver causa para lo uno y para lo otro. Si á su cuerpo miro,
compassión le tengo, porque es grave género de padecer el estar enfermo; si á
su ánima, no puedo sino gozarme, porque confío de Nuestro Señor que esta
corporal molestia es para mucho bien de ella. Resta, que por una parte me pena
su pena, y por otra me alegro de su ganancia: y quanto más vale ánima que
cuerpo, tanto es mayor el gozo de su bien que la pena de la enfermedad del
cuerpo.
Trabájese
V. S. de entender á Dios, cuyas obras son palabras; porque la Escriptura dize
que «es acepto á su señor el siervo que entiende»; y la experiencia declara
que cosa es molesta al señor la torpeza del criado que entiende uno por otro,
quanto más si entiende lo contrario de lo que le dizen. Jesu Cristo quiere
salvar essa su ánima muy de verdad. Y esto no es mucho que se crea, pues que
las llagas y muerte que por ella passó dizen á vozes que la ama. Y no ama y
desmampara, sino quiere hazer mucho bien á quien ama, porque su amor cosa
fecunda es, y no estéril: y queriéndola salvar, le solicita por muchas maneras
esta salvación; muchas de las quales serán á Vuestra Señoría notas, pues
sabe las inspiraciones, las occasiones que para su bien Dios le ha procurado, y
otras no entenderá por ser encubiertas, ó por no mirar él en ellas. ¡Y es
posible que todavía Vuestra Señoría se haga sordo y sea la dureza tal que con
tanta blandura no se ablande, y que aya hecho olvidar los buenos propósitos que
Cristo le ha dado! Y como según la palabra del Apóstol, Dios sea rico en
misericordia, añide Él bondad y mercedes, aunque ayamos destroçado las que
no[s] ha hecho; y ponemos casa y caudal de nuevo, aunque jugamos y perdimos lo
que primero nos dió: y inmenso es Dios, y de su propria naturaleza dadivoso,
suffridor, y de mucha misericordia, y nunca el hazer bien le pudo ahitar. Muy
grande es la sed que tiene de nuestro bien (porque es Él bueno), mayor mucho
que la que el más cobdicioso hombre pudo tener de su bien é interesse proprio;
y por esto tornar de nuevo á acordar á V. S. lo que muchas vezes le ha dicho,
que le quiera tomar por padre, y Él le tomará por hijo; que quiere tratar con
él, y que Él se holgará de ello; y que todo el provecho será de V. S.;
porque Dios no quiere más de gozarse de nuestro bien, porque nos ama, y porque
ay algunos hombres pesados, para ir á Dios á gozar dél; y Él en todo caso
quiere que vayan tras Él por diversos medios, hasta que los cansa, y
experimenten que fuera de Él no ay sino angustias, desmayos y perdición: dales
amarguras muy vivas, que con ningún dinero, estado, favor ni medio se pueden
quitar, para que provando lo amargo de todo lo criado, y la falta y poquedad de
ellos resurtan de ello y vayan á gozar del Señor, que es todo suave; como el
niño herido corre á los pechos de su madre, y quando no lo era andava lexos de
ella, y quiçá con peligro.
Tenga
Vuestra Señoría por cierto que esto que le embía es mensaje de amor y de paz,
aunque parece cruel guerra y açote, y que como á pece grande le trae río
abaxo y río arriba hasta cansarle, no por cansarle, que su padre es, y no se
deleita con verle padecer, sino para que viéndose cansado, se vaya á Jesu
Cristo á descansar, y. sea dél recebido con braços abiertos; y entonces dirá
Cristo: «Porque gozasses deste abracijo te embié aquel açote, y por sanarte
en lo más, te herí en lo que es menos, y por medio de lo que parece ira, te he
hecho participante en mi misericordia.»
Este
es el fin de la vara del castigo de Dios: y mirando este fin tan rico y suave
sufframos lo amargo del medio; que Hester besó el cabo de la vara que el rey
Assuero tenía en la mano.
Agradezca
Vuestra Señoría á Jesu Cristo Nuestro Señor este trabajo, y sepa
aprovecharse de él, mirando lo que la Escriptura dize: «Hijo no te desmayes ni
desprecies en tu enfermedad, mas ora al Señor, y curarte ha.» Ya sabe que
dizen: si no sabes orar, entra en la mar; porque somos tales, que si no es en el
tiempo de los trabajos, no oramos atentamente al Señor: y llamo orar al gemido
que sale del coraçón por las offensas de nuestra vida passada, y el [firme]
propósito de renovar nuestra vida. Esto se haze más fácilmente en la
enfermedad que en la salud; porque viéndonos en peligro de vida esnos ayuda
para tener en poco la vida, y para enmendar la que nos queda.
Y
pues Cristo con amor le visita, V. S. con amor le salga al camino, y le offrezca
de buen coraçón los trabajos de la enfermedad, los quales Él recebirá como
un muy precioso don, assí por ser cosa qu[e] mucha duele, como por ser
offrecidos con humilde obediencia: y quanto más padesciere su cuerpo, tanto
más se goze su ánima; porque tanto queda ella más rica, quanto el cuerpo
affligido. El mal del cuerpo se passará, el bien del ánima no.
Esfuércese
agora V. S. un poco, y haga cuenta que entra en guerra, que aun Séneca dixo que
el varón fuerte también tiene en qué exercitar su fortaleza en la cama,
padeciendo enfermedades, como en el campo exercitando la guerra; porque la
principal parte de la fortaleza es suffrir, más que acometer: y la Escriptura
dize que es mejor el varón paciente que el fuerte. Y pues V. S. es amigo de
sonido de atambor y de guerra, exercite agora su desseo en pelear contra unas
tercianas: pelee contra la poca gana del comer, y coma sin gana quando es
menester: otro tiro, no comiendo lo que le daña, aunque lo aya gana; y otros
mil ardides ay, que V. S. bien entenderá. Y piense que se saca desta pelea
mayor honra y riqueza que de otro qualquier vencimiento: la joya de aquello es
una ciudad, ó reino, ó reinos; mas en fin, son de tierra y polvo: la de acá
es el perdón de los peccados, los quales por la penitencia perdona Dios. Es el
tener domada la carne, que es un muy peligroso enemigo quando está fuerte; es
la amistad de Cristo, el qual particularmente ama á los trabajados, porque Él
lo fué, y vee en ellos imagen dél; es en fin la joya Dios, el qual se da á
trueco de trabajos: y por esso se deve Vuestra Señoría animar á salir
victorioso de aquesta pelea; y quando flaco se viere, mire á Jesu Cristo
sudando y angustiado en la suya; y viendo á su Rey tan fatigado, haya
vergüença el cavallero de tornar atrás por más trabajos que vengan: y pida
esfuerço al mismo Cristo, que si Él no esfuerça, no ay fuerça; y según fué
dicho á un rey por boca de un profeta: «Si p[i]ensas que la victoria consiste
en fuerças humanas, hará el Señor que seas de tus enemigos vencido, porque de
Dios es dar victoria, y de Dios es hazer huir.»
Pida
Vuestra Señoría la medicina al que embió la herida; que para sanar hirió, no
para herir: llámele, que cierto le oirá, y muy mejor que quando estava sano:
use el sacramento de la confessión y comunión, con que tenga fuerças para
llevar su trabajo: haga dar largas limosnas, porque su mal sea alivio de males
agenos: y pida que offrezcan al Padre Eterno su Hijo en sacrificio en el altar,
para que su misericordia esfuerce la flaqueza de Vuestra Señoría y le perdone
lo errado, le enmiende lo que va tuerto, consuele lo que está triste, descargue
lo que da pesadumbre, asegure lo que le da temor, y quando su sancta voluntad
sea, le levante de essa cama sano del cuerpo y del ánima, [y] con tanta gracia
que le sea un leal servidor, y por tal reine en el cielo con Él.
Larga carta es esta para enfermo: mándela Vuestra Señoría leer á pedaços, quando la terciana diere lugar: y sea Jesu Cristo su salud. Amen.