San
Juan de Ávila
Carta que escrivió el Padre Maestro Juan de Avila á un señor deste reino, siendo Assistente de Sevilla. Dale algunos avisos para exercitar bien el officio
Muy
illustre sennor:
Si
no entendiera aver dado Dios á Vuestra Señoría aquella caridad de la qual
dize Sant Pablo qu[e] patiens est, mucha pena me diera la falta que he
hecho en no aver respondido á la carta de V. Señoría: y si no temiesse mi
proprio amor, que ciega á los hijos de Adán para escusar sus culpas en lugar
de acusarlas, procurara de aliviar mi culpa con mis ocupaciones forçosas y
continua enfermedad, que no me dexan cumplir con lo que desseo y devo. Y
también he sospechado que pues por la gran misericordia de Dios la vida y
gobernación de Vuestra Señoría tiene por qué ser imitada más que avisada,
se ha dilatado mi respuesta por no ser menester: y con todo esto me determino á
obedecer á Vuestra Señoría, que manda que le dé algunos avisos, confiado en
que por merecimiento de Vuestra Señoría y por respeto del bien público el
Señor me dará algo de provecho que diga.
El
dechado que el Padre Eterno ha dado á todo género de personas para que
acierten á servir á Dios según su contento es su bendictíssimo hijo Jesu
Cristo Nuestro Señor, cuya doctrina y vida ha de ser el nivel de la nuestra, y
ha de ser la que nos ha de juzgar en el día postrero: y assí en el monte Tabor
sonó la voz: «Este es mi Hijo, muy amado: á Él oid.» Y el mismo Señor,
dado por maestro en la doctrina, amonesta muchas vezes á la imitación de su
vida, assí en obrar virtudes como en la mortificación de la cruz, aun hasta
perder por su amor en ella la vida. Y como la grandeza deste Señor es muy
grande, es dado por exemplo á pequeños y grandes: á unos para que sepan vivir
teniendo cuenta consigo solos; á otros para que, no olvidando sus proprias
obligaciones, tengan cuidado de la gobernación y provecho de otros: porque el
ser bueno para sí sólo cosa imperfecta es, y el ser bueno para otros y no para
sí cosa es dañosa: y aquel será llamado grande en el reino de los cielos que,
siendo él bueno, procure de hazer lo mismo á los otros, teniendo tanta
vigilancia que cumpla con entrambas obligaciones, sin que la obligación de
mirar por sí le haga estrecho para contentarse con ellas, ni el cuidado de
mirar por los otros le haga afloxar el cuidado de sí. Et
ad haec quis idoneus?
dize Sant Pablo. Ninguno por cierto si mira sus fuerças proprias: y por
esto aun en lumbre natural halló Platón y otros filósofos que el hombre
cuerdo no deve buscar, ni pedir, ni dessear officio de regir á otros; y que por
muchas partes buenas que para ello tenga, por solamente ingerirse al officio, es
hecho indigno dél, y por el mismo caso se le deve negar. Cosa recia es que
siendo tan difficultoso negocio alcançar un hombre las virtudes que ha menester
para sí solo, cual experimentan los que las quieren alcançar (y lo tienen por
fácil los que no ponen las manos en el arado para reformar su corazón), sea un
hombre tan atrevido que piense cumplir con lo uno y con lo otro, ó sea tan malo
que por ganar á los otros se pierda á si mismo. Y si éstos se uviessen
hallado presentes á aquella cuenta estrecha que Dios tiene amenazado que ha de
tomar á los que presiden á otros, como parece Sapientiae, 6, donde dize
el Spiritu Sancto: Judicium durissimum in his qui praesunt fiet, creo que
temerían y huirían deste juizio duríssimo, y procurarían de evitar tan gran
peligro. Pues no hará poco quien en aquel día estuviere en pie, pues ha de ser
estrecho y duro juizio aun para los que tienen cuidado de sí solos. Y esta
misma sentencia de los filósofos naturales confirma el Spíritu Sancto diziendo:
Noli ab homine ducatum quaerere, neque a rege cathedram honoris. Y el
mismo dechado nuestro Jesu Cristo Nuestro Señor: Non semetipsum clarificavit,
ut Pontifex fieret. Mas fuélo por la voluntad y obediencia del Eterno Padre
que acá le embió.
Y
tanto más libremente digo estas cosas quanto, con mayor certidumbre sé que
Vuestra Señoría ha estado muy lexos de meterse en esse officio y peligro, y
que está en él por pura obediencia de quien no es lícito dezirle de no. Resta
que pues Dios ha hecho merced que la entrada de Vuestra Señoría no sea por
bardales sino por la puerta legítima, que es Jesu Cristo Nuestro Señor, pida
á su misericordia que Él que ha guardado su entrada, ordene el processo de
ella de manera que también guarde la salida de todo peccado y condenación. Y
porque es menester con la oración hazer un hombre lo que es de su parte, deve
Vuestra Señoría poner sus ojos en el dechado que es Jesu Cristo, y dél
aprenderá el buen uso de su officio, de manera que no sólo evite condenación,
mas alcance galardón en el cielo; y no qualquiera sino el que el mismo Señor
ha prometido á los que bien exercitan los officios públicos, y que dan á sus
consiervos la justa medida de trigo en el tiempo conveniente, diziendo que el
tal siervo es bienaventurado: Et super omnia bona sua constituet [e]um.
Mire
Vuestra Señoría á este Señor de dentro y de fuera, porque todo Él es digno
de ser mirado y imitado; y principalmente mírele su coraçón, pues que de
allí, según Él dixo, procede lo exterior. Acuérdese muchas vezes de aquellas
palabras que con tanta razón se dizen dél: Zelus domus tuae comedit me: et
opprobria exprob[r]antium tibi ceciderunt super me. Considere quanto más
lastimado y espinado andava aquel sacratíssimo Coraçón con ver á su Padre
tan offendido que su sacratíssima cabeça lo fué con la corona de espinas que
en el día de su passión en su cabeça pusieron. Este zelo fué tan grande que
se dize aver comida al mismo Señor; porque de tal manera se enseñoreó dél,
que le hizo poner su honra y su vida porque se effectuasse el desseo del zelo,
que era que Dios no fuesse offendido, sino honrado, y las ánimas no condenadas,
sino salvas. Lo cual no fue concedido á este Señor de balde, sino muy á su
costa; pues las deshonras de los que deshonravan á Dios vinieron sobre Él,
porque pagó los peccados del mundo por pura caridad sin tener culpa de uno,
chico ni grande.
Este
zelo, muy ilustre señor, deve procurar Vuestra Señoría que se encienda en su
coraçón si quiere bien exercitar su officio, porque sin éste un governador de
república será un brasero sin asquas, una aparencia sin existencia, cuerpo sin
ánima, y altar de sacrificios sin tener fuego para offrecerlos á Dios. Este
zelo le ha de comer las entrañas; porque assí como uno que come una cosa la
convierte en si mismo, assí este zelo ha de tragar, comer y convertir en sí
mismo al que tiene persona pública, de manera que como Aris[tóteles] le llama
ley animada, que quiere dezir ley viva, assí ha de ser un fuego vivo que todo
lo abrase. Este ha de hazer que por el amor de la honra de Dios y el bien
público no se tenga cuenta con hacienda, salud, honra ni vida, cuando fuere
menester offrecerlo todo por la buena execución de su officio. No es pequeño
negocio ser uno persona pública si lo ha de ser de verdad y henchir con las
obras lo mucho que pide este nombre. Coraçón real y divino ha de tener, porque
si lo tiene particular y encorvado hacia sí mismo, no tiene parte en este
negocio, pues con particular coraçón no se puede exercitar officio de persona
pública. Professión es de hazer bien á muchos, aun con pérdida propria; y
quien no es rico en amor vuélvase de esta guerra, que no es para él. Y he
passado del zelo al amor porque á la verdad el zelo hijo es del amor, pues
aquello procuraremos bien y de aquello queremos quitar el mal á lo qual
verdaderamente amamos, y qual es el amor tal es el zelo; pues de causa flaca
nace flaco effecto, y de padre enfermo hijo enfermo: mas el amor que se requiere
para engendrar el zelo que es menester para cumplir la obligación deste officio,
no es de los de por sí (como dizen), pues según leyes de filosofía moral y de
cristiandad llega esta obligación hasta poner la vida por el bien público; y
para esto requiérese un amor fuerte, qual está pintado en la Escriptura, que
dize: Fortis est ut mors dilectio: dura sicuti infernus aemulatio. No
halló la Escriptura divina cosa más fuertes que muerte y sepultura, ó muerte
é infierno; pues la una á todos vence, y la otra á todos recibe y los tiene
encerrados: y á la primera compara al amor, y á la segunda el zelo, para dar
á entender que han de ser tan fuertes que todo lo que les fuere contrario lo
vençan y por todo passen, aunque sea por lanças, por llegar á lo que dessea,
que es el bien del amado.
No
es este pequeño negocio: que las aguas muchas de las persecuciones que de fuera
vengan, ó de affecciones y de intereses que dentro del coraçón estén, no
puedan apagar este fuego del amor zeloso, aunque sean aguas muchas y que corran
con torrente como río; porque todo esto se ha de poner debaxo de los pies, por
poner encima de nuestra cabeça el contentamiento de Dios y el bien público.
Mire y remire el que govierna república si tiene esta fortaleza de amor, que
como fuerte vino le embriague, y saque de sí y de sus intereses, y passe á ser
padre de muchos con el amor y esclavo de ellos con el trabajo. Y á todo aquello
que á esto le contradixere, desconocerlo, por muy conocido y amado que sea, y
dezirle lo que el Señor dixo á su benditíssima Madre: «Muger, ¿qué á mí
contigo?» ¡Qué parentesco, qué conjunción puede aver más íntima que la
que el Hijo de Dios tenía con su benditíssima Madre?: y quando se offreció
que convenía á la honra del Padre, que eternalmente lo engendró, quel milagro
se hiziesse, no quando era pedido, desconoce tal Hijo á tal Madre: para darnos
exemplo de tener cuenta con lo que Dios quiere, sin tenerla poco ni mucho con lo
que á esto contradixere.
Desnudo
fué puesto el Hijo de Dios en la cruz, quando exercitó officio público,
offreciéndose en ella por el bien público del género humano: y el officio
público cruz es; y desnudo de todos los affectos proprios, y vestido del amor
de los muchos, ha de estar el que en esta cruz uviere de subir para imitar al
Hijo de Dios, y que su cruz sea provechosa para sí y para los otros. Dizese que
el monge que tiene un cornado, no vale un cornado: y tambien podemos dezir lo
mismo de la persona pública; porque, ya que pueda tener y posseer honra, y
hazienda, y cosas semejables, mas ninguna, chica ni grande, ha de tener que no
la tenga offrecida al provecho común, como cosa menor á mayor. Y si un
cornadito, una cosa poca la tiene con amor proprio sin tenerla offrecida en su
coraçón al bien común, como es dicho, aquélla le estorvará la ligereza de
la corrida que en el officio ha de tener, y de aquello poquito verná á ser
mayorel impedimento, porque la yerva mala crece presto: y lo que primero por ser
poco le estorvaba la ligereza, después le atará los pies, para que no pueda
dar passo con que cumpla su obligación.
Y
porque el hombre no venga á tanto mal, que el officio de hazer bien á muchos
se le torne en daño proprio y daño de eterna condenación, avisa Dios con sus
entrañas de misericordia al que tal officio toma que no se atreva á tomar
carga sobre sí sin que se examine primero si tiene fuerças para llevarla. Cosa
por cierto muy justa; pues uno que gana de comer á llevar cargas haze lo mismo,
tanteando una y otra vez si ay proporción entre la carga y las fuerças; y si
no la ay, no quiere aventurar el daño que le puede venir con caer debaxo de la
carga por el interesse que le offrecieron por la llevar. Las palabras del
Spiritu Sancto son éstas: Noli velle fieri judex, nisi virtute valeas
irrumpere iniquitates: ne forte extimescas faciem potentis, et ponas scandalum
in agilitate tua. No puede tener fortaleza para castigar las maldades el que
no ha vencido en su coraçón con fortaleza las proprias affecciones que le
pueden hazer temer la faz del poderoso y ponerle tropieço en la ligereza que
pide su officio, que es tanta qual el Señor significó á sus Apóstoles quando
les embió á entender en el provecho de otros, y como también lo avisó Elías
á su discípulo Elíseo quando le embió á dar vida al muerto, diziendo: «A
ninguno saludes en el camino; y si alguno te saludare, no le respondas»: porque
el embiado al bien público ha de ir tan ligero á hazer este officio que
ninguna cosa contraria le impida dél, ni le aparte dél; ni buscándola él,
que esso es saludar, ni recibiéndola, aunque se la den, que esso es ser
saludado; mas matar todo aquello por el cumplimiento de la ley de Dios, para ser
uno de aquellos en cuya alabança se dize: «Dixo á su padre y á su madre: no
os conozco, y á sus hermanos lo mismo, y á sus hijos lo mismo. Estos guardaron
tu palabra, y tu concierto, y tus juizios y ley; y assí será participante en
las bendiciones que se siguen: echa, Señor, tu bendición á la fortaleza dél,
y recibe las obras de las manos dél.» Sentencia del Señor es, y muy justa,
que á la fortaleza del que fuertemente busca el bien público le eche Dios su
bendición con se la acrecentar y galardonar, y al que en esto es flaco le
quiten lo bueno, si algo tenía: Qui enim habet, dabitur, et abundabit: qui
autem non habet, et quod habet auferetur ab eo.
He
sido tan largo en hablar del amor y zelo que se requieren, porque importa mucho
asentarse en nuestros coraçones esta verdad; que como esta virtud es la más
principal de todas para la salvación del cristiano, assí también lo es para
el buen uso del officio público, con la qual verdad se deven desengañar los
que piensan que lo principal de la buena gover[na]ción consiste en resta[u]rar
los muros de la ciudad, en empedrar las calles, proveer de mantenimientos, y á
lo más castigar bien los delictos y dar á cada uno lo suyo quando traen
pleito. Buenas son estas cosas y necessarias, mas ni son bastantes ni las
principales. El fin que deve pretender el que govierna república es hazer
virtuosos á los ciudadanos, segun affirman todos los filósofos que desta
materia hablaron. Y como la virtud esté en ánima, que es la principal parte
del hombre, assí se han de ordenar las cosas de la república, de manera que el
principal cuidado se ponga en lo que es principal, y fin y paradero de todo lo
otro, sin que se dexe de proveer lo que es menos, aunque necessario para
alcançar lo que es más: y para esto sirve el amor de la honra de Dios y del
bien público, para hazer que no se contente el hombre con hazer estas cosas
pocas, sino que pretenda con todo su coraçón que Dios sea servido y no
offendido, y que los ciudadanos alcancen el bien más excellente, que es la
virtud, y virtud cristiana, porque ya que en lumbre natural es cosa muy clara
que lo que deve pretender el que govierna república es la virtud humana, y
conversación pacífica de los ciudadanos, mas en la lumbre cristiana también
es cosa cierta que, como el fin que nos demuestra la fe es más excellente que
el que demuestra la lumbre natural, assí el poder y governación temporal ha de
servir para la edificación de las ánimas, y ser subjecto á las reglas del
poder spiritual; que no en balde se dize en la Escriptura: «El reino de los
fieles, reino sacerdotal», sino porque no sólo ha de ser regido por humana
razón para alcancar su fin y ser llamado humano, mas también por la ley divina
para ser llamado sancto y cristiano, passando de lo humano á lo divino, como
quando á uno baptizan y le ponen nombre de nuevo. Y cumplir con esta
obligación no se puede haz[e]r si no arde en el coraçón del governador este
celestial fuego, que le queme el coraçón, procurando que Dios sea honrado, y
sus ciudadanos alcancen virtud.
Tampoco
basta para buena governación ser uno buen castigador de peccados, porque esto
una parte es del officio, que se encomienda al alcalde de la justicia, y aunque
necessaria, cierto muy costosa y dolorosa, y que no se deve amar ella por sí,
ni començar por ella poniéndola en execución, sino que ha de venir á la
postre de otros muchos remedios, como un cauterio de fuego, que se da á más no
poder. Mata un hombre á otro, pongo por caso; ya perdió aquel hombre la vida,
y la república perdió un miembro suyo, y los parientes un pariente, y muchas
vezes se pierde en él padre y marido; y con esta pérdida se junta que el
matador ha de huir, y lo pierden la república y sus parientes, y queda su casa
tan perdida como la del muerto quedó; y esto á buen librar, como dizen, porque
se escapó de las manos de la justicia: mas ya que la justicia le tome y haga en
él su operación, ¿qué será sino matarlo como él mató, y seguirse las
pérdidas que del primer muerto se siguieron, de manera que del delicto y del
remedio dél se siguió igual pérdida? Verdad es que este castigo es justo, y
si justo, bueno, assí para que satisfaga el culpado su culpa, como para exemplo
de otros, y que pueda vivir el bueno entre los malos con seguridad. Mas este
remedio tan necessario ha de ser el postrero de los otros remedios, porque le
han de preceder muchos avisos y muchos buenos medios que ayuden al hombre para
no hazer cosa que aya menester castigo. Xenofón, filósofo, dixo esto muy bien,
y todos los que tratan de república convienen en ello, que es muy mejor
governación prevenir los delictos que castigarlos después de hechos, y vivir
por buenas costumbres mejor que por buenas leyes. Y por esto concuerdan todos en
que puesto caso que el castigar sea parte necessaria de la buena governación,
mas que la principal es acostumbrar á los ciudadanos á que con buenas y
freqüentes operaciones sean virtuosos, y tales, que con facilidad y deleite
puedan cumplir las buenas leyes que les son puestas; porque de otra manera,
¿qué son las buenas leyes dadas á hombres malos, sino carga pesada en flacos
hombros, tropieços con que más caigan, y ocasiones de derramar sangre, no por
culpa de ellas, sino por flaqueza de ellos? La qual flaqueza devían procurar de
esforçar los que goviernan con todos los medios possibles, aunque muy costosos
le fuessen.
Desengáñense
todos los que piensan cumplir con officio de reinar ó governar con sólo hazer
buenas leyes, y castigar á los que las quebrantan; porque, pues la ley que el
mismo Dios dió, justa, y con amenaza de castigos y execución de ellos, no
bastó hazer buenos á aquellos á quien se dió, grande ignorancia será pensar
que ley de hombres alcançará lo que no alcançó la ley del Señor de los
hombres, el qual con el grande amor que tuvo á los hombres, y gran compassión
de ver que se perdían por no guardar su sancta ley, descendió de los cielos, y
el mismo que dió la ley, con los trabajos y muerte que passó en la tierra
ganó fuerças para que los hombres pudiessen cumplir lo que Él mandaba en su
ley. Y si tenemos ojos para saber mirar aquesta obra tan llena de humildad y de
amor, hallaremos que no sólo da materia para alabar, y para la agradecer al
Señor que la hizo, mas que también es dechado, al qual deven imitar los que
goviernan y reinan; para que no se contenten con sólo mandar (que aquello sin
amar se puede hazer), mas desciendan de su magestad por subir en la bondad, y
dexen el ocio y regalo, y tomen el açadón en la mano, y caven con sudor de su
cara la dura tierra de los coraçones de sus súbditos, si quieren gozar del
fructo y del nombre de governadores cristianos, imitadores de Jesu Cristo.
Y
porque ay pocos que entiendan desta carga anexa al officio público de procurar
de hazer buenos á los que le son encomendados, no sólo con mandar como
señores, mas con poner buenos medios como buenos padres, para que sus hijos
sean virtuosos, ay tantos que desean estos officios quando no los tienen, y
están muy contentos quando los han alcançado; y sin conocer ni hazer lo que
deven á lo principal de ellos, están assegurados, y por ventura esperan
alcançar de Dios el gualardón prometido á los buenos governadores. Mas quando
sean presentados en el juizio de Dios, y ellos presenten los muchos castigos que
han hecho á los que han quebrantado las buenas leyes, y se les replique de
parte del justo Juez: «El castigo ha de ser prevenido con buenos medios, para
que no sea necessaria medicina tan costosa; ¿qué es de los buenos exemplos que
avéis dado á vuestros súbditos, las paternales amonestaciones, los maestros
para que les enseñen virtud, y para que los críen en ella?; si no avéis
sembrado aquesta buena semilla ¿cómo esperábades coger el fructo de la
virtud? El coraçón del hombre es como una fuente, que, si está clara, claros
arroyos salen de ella, y, si suzia, suzios; contentavádesos vosotros con
alimpiar la tierra que avía ensuziado el agua suzia, y como no alimpiábades la
fuente, luego tornava á echar de sí lo mismo que antes, y assí se gastó la
vida de los súbditos haziendo maldades y la vuestra en las castigar; mas si
trabajárades en alimpiar el hondo de la fuente, gozárades del fructo de los
buenos árboles regados con el riego de la virtud.» Esta cuenta, y más
estrecha y con más espantables palabras, será tomada á los que pensavan que
sin poner trabajo en hazer á sus súbditos buenos, porque les faltaba el amor,
cumplían con castigar sus delictos, no se les dando mucho porque no cayessen en
ellos, exercitando officio más de rigurosos señores que de amorosos padres. Y
no sólo es el amor necessario para esta parte tan principal, que es hazer á
los súbditos buenos, más aun también lo es para usar bien de la menos
principal, que es el castigo, porque castigar sin amor cerca está de vengança,
ó de crueldad, ó dureza de coraçón, y por esto muy lexos del castigo humano,
y muy más lexos del castigo cristiano. El hombre deve compassión á otro
hombre, y aunque la justicia le compela á lo mal tractar, no tiene licencia
para desnudar sus entrañas de compassión y misericordia para el que es hombre
como él, y que, como aquél cayó, pudiera caer quien lo juzga en aquel delicto
ó en otros, y por ventura ha caído. Y el cristiano, cuya virtud muy principal
es la misericordia, y tan embevida en su coraçón que se diga tener entrañas
de misericordia, en todo deve mezclar esta virtud, conociendo que por
misericordia fué él criado de nada, fué hecho cristiano, no fué condenado
quando peccó, fué perdonado quando se convirtió, es tenido en pie para no
tornar á caer, y en fin espera ser salvo por la misericordia de Dios:y no es
razón que quien copiosamente la ha recebido la niegue al próximo en la manera
que se la puede dar; si es persona particular perdone su injuria; si pública,
sea quan moderado pudiere ser en dar el castigo; y el que diere siéntalo
primero en su coraçón, y duélale porque no puede dexar de dar el cauterio de
fuego á un hijo suyo ó hermano; de lo qual puede y deve tomar exemplo del
soberano Dios, supremo Juez, que dize por Isaías: Heu! vindicabor de
inimicis meis, dando á entender que precede el hay! de la compassión al
castigo de los malos. Y esto mesmo declara el Hijo de Dios encarnado, que
primero lloró á Hierusalén, y á cabo de muchos años la castigó. Y pues el
Criador que con tanta justicia puede castigar al culpado que le offendió, se
inclina a compadecerse primero que castigue, ¿quánto más lo deve hazer el
hombre juez con otro hombre semejable á él, y por ventura menos malo que él?
Poco es razón que duerma la noche antes que uviere de darsentencia de
condenación; y dévese passar en gemidos y oraciones, suplicando al Señor
consuele, y esfuerce, y haga misericordia á aquel su hermano, al qual es él
forçado á dar el trabajo de la condenación. Esto conviene hazerse assí, por
cumplir con lo que deve á su próximo, y también para que con esta
misericordia provoque á la de Nuestro Señor, que le sea favorable quando el
mismo que agora juzga sea presentado como reo en el juizio de Dios. Y pues tanto
importa hazerse assí este negocio, y esto no se puede hazer sin amor,
claramente se vee qué necessario es el amor, assí para evitar los delictos,
como para bien castigar á los que en ellos uvieren caído.
Aún
ay más cosas para que sirva el amor á la persona pública que lo quisiere ser
como deve ser; y es una de ellas no estar atado á la estrechura de leyes
particulares, mas vivir en la anchura del amor, que comprehende obligación de
justicia y obligación de caridad. Digo esto porque algunos que goviernan
repúblicas tienen tan limitado su zelo, que no se estienden sino á quitar
aquellos delictos que por leyes particulares están vedados, y no entienden la
obligación en que les pone la ley del amor de la honra de Dios y del bien
público, aun de la persona particular. Cierto es que un próximo no es obligado
por obligación de justicia á prestar dineros á otro, aunque esté en gran
necessidad, ni á evitarle un daño, ni á corregirle de un peccado, si no
uviesse alguna particular obligación por ser su padre, ó cura, etc.: mas la
ley de la caridad obliga más que la ley de la justicia, y condena, y con pena
eterna, al que la quebranta, aunque la ley de la justicia le absuelva; porque la
misma ley del amor ella sola por si tiene fuerças para obligar á evitar el
daño notable del próximo temporal, y a fortiori el espiritual: y á
semejança desto, como á la persona pública le esté encomendada la honra de
Dios y el provecho público, tiene obligación de remediar unas cosas limitadas
por leyes particulares, y otras por esta general obligación que tiene de evitar
deshonras de Dios y daños notables públicos.
¿Quién
duda sino que si se offreciesse una particular irreverencia á un templo, ó á
una cosa de Dios, sería obligadoel governador de la república á la impedir,
ó á la castigar? Y si los ciudadanos hiziessen notables excessos en vestir,
comer, atavíos de sus personas y casas, y otros excessivos gastos, devría el
governador irles á la mano por esta ley general, que es daño de la república
empobrecerse los ciudadanos por estos medios tan fuera de razón. Y si un
súbdito suyo fuesse murmurador, ó se embriagasse, ó cosas semejantes á
éstas, aunque ley particular no le obligasse al remedio desto, oblígale la ley
de Dios por el precepto de la caridad, el qual no cessó, antes más se
fortificó, porque como el precepto de hazer bien al próximo ó evitarle el mal
obligue más á quien más tiene, ó más sabe, ó más puede (pues conforme á
la possibilidad es la obligación de ponerla en obra), claro es que, pues la
persona pública puede más siéndolo, que podrá siendo particular, correrá
más en él la obligación del aprovechar que quando era persona particular; y
esto es lo que S. Gregorio dezía, que crece la cuenta quanto crecen los dones.
Y el Señor, que mentir no puede, lo affirma, diciendo: «Al que mucho le es
dado mucha cuenta le será pedida»; y Él galardona á quien bien granjea y
trae ganancia de los talentos recebidos, y castiga con infierno á los que no
emplean el talento que Él dió. Y no se contenta con que se lo tornen entero,
si no se lo dan con ganancia: y talento, como S. Gregorio declara, se entiende
ser todo aquello con que el hombre puede aprovechar á su próximo ó evitarle
el mal. Terrible cosa y muy nueva para los que piensan que no ay que temer en
las riquezas ó poder que les es dado, y por esso no piensan tener obligación
sino quando por vía de estrecha justicia son compellidos á ella. Adviértase
bien como los que tien[e]n mandos públicos, mediante su auctoridad y la
necessidad que los súbditos tienen de ellos hallan casamientos muy buenos para
sus hijos; pueden mucho sus ruegos con chicos y grandes; y en fin, por medio de
sus personas públicas alcançan muchas cosas para sí y para sus amigos, que no
alcançaran si fueran personas particulares. Por lo qual claramente se vee cómo
su talento es más crecido, y por esso más obligatorio: y será la razón de su
condenación muy clara; pues empleándolo en cosas proprias ganavan mucho, y no
lo quisieron emplear en provecho de otros, donde también fuera la ganancia muy
cierta. Y si esto, que tan claro es, las personas públicas quisiessen
considerar de propósito y tantear el bien que pueden hazer y males que evitar
por sí, ó echando terceras personas y en fin por los medios que acostumbran
negociar lo que á ellos cumple, sería tanto el provecho que hiziessen en sus
repúblicas que en breve tiempo las tuviessen todas reformadas, ó á lo menos
muy mejoradas; y ternían cuenta de siervos fieles para el día de su juizio,
offreciendo al Señor ganancia de cinco por cinco, y de dos por dos: y oyendo
aquella alegre y dichosa palabra: «Gózate siervo bueno y fiel; entra en el
gozo de tu Señor» evitarían el temeroso tronido de la otra contraria, dicha
al que no empleó bien el talento: «Atadlo de pies y de manos, y echadlo en las
tinieblas de fuera.» Quán valerosa cosa es el amor, y necessario para bien
usar del officio público, pues él es el que haze emplear bien los talentos, y
ser gualardonado por ello; y la falta dél haze al hombre descuidado y floxo, y
lo echa en penas eternas; pues según dizen los sanctos, lo que es el ojo en el
cuerpo del hombre es el que govierna á la república.
Notoria
cosa es para cumplir bien con este officio ser necessaria la lumbre de la
prudencia con la qual disponga bien los medios con que alcance su fin, que es la
paz y virtud de los ciudadanos; y deste tal dize el Spíritu Sancto: Judex
sapiens judicavit populum suum, et principatus sensati stabilis erit: y de
aquel á quien falta esta prudencia se dize: Si caecus caecum ducit, ambo in
foveam cadunt: echándose á perder á sí y á su ciudad, según está
escripto: Rex insipiens perdet populum suum: et civitates in[h]abitabuntur
per sensum prudentium. La ciudad semejança tiene de nao, y el que la rige
se llama governador, de donde parece quán necessaria es la prudencia para bien
governar, como es el arte en el piloto para dar buena cuenta del governalle
donde va puesto: y acreciéntase la difficultad de llevar bien la nao, si la
navegación es por mares donde ay corrientes contrarios, ó freqüentes y
grandes tempestades, ó peligrosos vaxíos; y sobre todo esto si la navegación
es por donde ha mucho que no ha ido nao, y no ay de quien aprender la altura del
norte y los peligros que ay en la navegación. E acrecienta el temor saber que
ha avido muchos pilotos que juntamente con sus passajeros han caído en el
profundo del mar; y con todas estas difficultades que esta tal navegación
ternía, no llega á la que tiene la governación de la república, en la qual
nunca faltan vientos contrarios, porque, ya que de fuera no aya quien los
levante, los mismos passajeros que en la nao van mueven unos contra otros guerra
cevil, y por esto más peligrosa. Difficilmente es domado el hombre, como dize
Platón; y domar tantos, unos altos y otros baxos, ricos y pobres, sabios é
ignorantes, sobervios y humildes, y en fin malos y buenos, cosa es que requiere
aquella prudencia, con la qual dize Sant Pablo: Omnibus omnia factus sum, ut
omnes facerem salvos. Y como por nuestros peccados estén las repúblicas
tan mal governadas, y de muchos años atrás, y las cosas tan fuera de sus
principios, y los ciudadanos tan duros para ser corregidos, que el ser lo toman
por menoscabo de honra, es cosa difficultosa el abrir camino que tan cerrado ha
estado con las malas costumbres, y ser condenado de novedad lo que es tornar los
negocios á las buenas costumbres antiguas.
Séneca
comparó al que se encarga de regir la república á un médico que entrasse en
una enfermería donde uviesse muchos enfermos de diversas enfermedades: y tiene
razón, pues no ay otra tan dañosa y peligrosa enfermedad como el vicio del
ánima. Muy sabio médico ha de ser aquel que sepa proveer á tanta differencia
de enfermedades y muchedumbre de enfermos; mas para curar las malas costumbres
de la república mayor maña se requiere, pues los enfermos son más, las
enfermedades más peligrosas, y los enfermos más desganados de tomar medicinas,
y algunos las aborrecen, y al médico que los quiere curar: y con esto se junta
que en un cuerpo enfermo ordinariamente ay unaenfermedad, ó pocas más, y acá
hallarán en un ciudadano tres y quatro, y cinco y más vicios, y algunas vezes
unos contrarios á otros; y para medicinar tantos y tales enfermos ¿quis
idoneus? Muchas cosas dixeron los sabios ser provechosas para alcançar la
prudencia necessaria que tal cura requiere: una es que el tal governador sea de
su misma naturaleza prudente, é inclinado al amor de la sabiduría; y esta
misma es la primera que el Concilio Cartaginense dize que deve tener el obispo;
condición por cierto muy necessaria, porque como sea cosa muy difficultosa
pelear un hombre contra su naturaleza, queriendo alcançar lo que ella le negó,
pocas vezes succede bien al arte que no se funda sobre abilidad natural junta
con afición: y en tanto estimava esto Platón, que dixo: que no duraría más
el bien de la república de quanto durasse en ella seguir cada uno aquel arte ó
ministerio á que es inclinado y afficionado; porque desta manera salen los
hombres señalados y excellentes en sus officios, y los llevan con suavidad y
deleite, y con provecho de aquellos que los han menester.
Y
hablando como cristianos, podemos dezir que estas tales son señales de querer
Dios que el hombre siga aquel camino y tener vocación para él. El que esta
prudencia natural tiene, haga cuenta que le ha dado Dios fundamento sobre que
edifique la casa de la sabiduría. Mas si se contenta con esto sólo, no será
ábil para governar, como tampoco la tierra, por fértil que sea, ni el árbol,
ni la vid, ni cosas semejantes, darán buen fructo si no se junta con la virtud
natural que ellos tienen el cuidado y trabajo de quien los cultiva. Y Platón
tiene por cosa casi impossible aver ingenio que por sí sólo sea suficiente á
bien gobernar, pues que es cosa diffícil hazerlo bien aun á quien tiene muchas
partes para ello: que cierto si aquel filósofo que era esclavo sacado á la
plaça á ser vendido, y preguntado qué officio sabía, respondió que mandar
á hombres libres, si dixo verdad, mucho sabía; porque arte de artes es el
regimiento de ánimas, como Sant Gregorio dize: y el fin del legislador es hazer
en su manera á los ciudadanos virtuosos, lo qual es regimiento de ánimas.
Ayuda
para alcançar la prudencia del bien governar la lección de los filósofos que
trataron de la buena orden que ha de tener la república; porque aunque no todas
las cosas que dizen convengan para nuestra religión, ni para nuestros tiempos,
mas muchas ay que sí, y á lo menos se aprende de ellos quán caídas están
nuestras repúblicas y quán pocos ay, aun de los que goviernan, que sepan
regirlas ni aun entender lo que son. También se conoce la perdición de los
ciudadanos y pueblo, y quán fuera de quicios van sus costumbres, aun cotejadas
con la lumbre y razón natural, y quán dignos son de condenación pues son
hallados peores y muy más desordenados que aquellos hombres que no tenían más
lumbre que la natural. También se requiere lección de las leyes del reino, y
de otras, si para ello tuviere abilidad; porque la lección da lumbre á quien
no la tiene, y acrecentamiento de ella á quien tiene alguna. También notaron
los filósofos que no se deve encomendar regimiento á mancebos; porque como
para bien exercitarlo se requiere prudencia, según se ha dicho, y esta pide
experiencia, y de muchas cosas y tiempo, faltando ésta á la mocedad, no puede
ser ábil para su officio. Confírmase lo que estos filósofos dizen por la
Escriptura divina, en la qual se cuenta que fué dicho á Moisés que eligiesse
para Juezes á viejos: y el juez que el profeta Daniel vió, dize que era
antiguo de días y tenía la cabeça blanca.
Ser
el governador amigo de su parecer es cosa muy peligrosa y contraria á la
prudencia, como en otra qualquiera persona; y antes se ha de escoger un hombre
que sepa menos, si conoce su falta y la remedia con el consejo de los más
sabios, que otro que sepa más y está confiado que él es el que acierta y los
otros no. Verdad es esta de Dios, el qual dize: Vidisti hom[i]nem [sapientem]
sibi videri? Magis illo spem
habebit in[s]ipiens.
Las historias divinas y humanas están llenas de exemplos de los que han
acertado por vía de tomar consejo y han echado á perder á sí y á otros por
seguir el proprio. Si un hombre no sabe toda razón, pide que pida consejo, y si
es sabio, el Espíritu Sancto dize, que oyendo el sabio, será más sabio. Lo
que conviene advertirse es; que tome consejo con el sabio y bueno, pues sabemos
aver perdido el rey Roboán de doze partes del reino las diez por aver seguido
el consejo de moços y desechado el que le davan los viejos. Un filósofo dixo,
y con mucha razón, que la ira y la aceleración en los negocios son enemigos
del buen consejo; y assí conviene mucho mirar que el que ha de ser hombre de
los otros no tenga él su ojo ciego con la ira, pues el officio della es impedir
el conocimiento de la verdad; y esto es assí verdad, aunque al airado le
parezca que tiene mucha razón en lo que haze. Porque pues la ira es breve furor
no ay por qué creer que el que está loco acierte á juzgar, y, pues también
emborracha la ira al ánimo, como el vino al cuerpo, y Platón manda que el que
rige á la república no beva vino, claro está que hasta que se passe la ira,
de ninguna cosa se deve fiar el airado, como tampoco el embriago hasta que aya
dormido el vino, y tornado á su júizio, que con la embriaguez avía perdido. Y
á esto atendió el bienaventurado Sant Ambrosio quando dió por penitencia
preservativa al emperador Teodosio que ninguna sentencia de sangre que diesse se
executase hasta passados treinta días, en castigo de una cruel sentencia que el
emperador avía dado arrebatadamente contra los de la ciudad de Thesalónica.
Sócrates dixo á un su criado: «Castigárate sino porque estoy enojado.» ¡Quánto
más deve mirar y temer su propria ira quien tiene á cargo de castigar no
esclavos sino libres, y no qualesquiera sino á gente principal!
Perniciosíssimos yerros, y algunas vezes irremediable[s] se siguen de ser los
governadores airados; y por esso deven procurar con todas sus fuerças, y
principalmente pidiéndolo á Dios, tener muy desarraigada de su coraçón esta
pon[z]oñosa bívora, y vestirse de mansedumbre, para que sean imitadores del
soberano Juez, que no con ira, sed cum tranquilitate omnia judicat. Y
particularmente deve huir de palabras injuriosas y mal criadas, porque éstas
antes suelen dañar que enmendar; y quando son blandas, hazen que aunque uno
vaya castigado, vaya consolado.
Justo
ha de ser el governador, y si fuere menester, riguroso en sus obras, mas en las
palabras blando y muy comedido. Y alcançar esta virtud de man[s]edumbre los que
goviernan los pueblos es cosa difficultosa; porque las desobediencias y malas
crianças de los súbditos, la muchedumbre y diversidad de sus negocios y
passiones, los delictos y sinrazones y agravios que hazen, y el no querer ser
castigados ni reprehendidos por ellos, las malicias y calumnias con que á otros
offenden y á ellos se offenden, todas estas cosas y otras muchas, son
occasiones tan vehementes para mover á ira el ánimo del superior, que, si no
trae siempre el freno en la mano contra su ira, recelando la caída, como quien
va cavalgando con una bestia rixosa por un monte y senda muy estrecha, que en
saliendo de ella dará el hombre consigo en grandes despeñaderos, no podrá el
tal superior dexar de caer en la ira. Y tanto más deve temer esto, y procurar
por no dormirse ni descuidarse, quanto más se viere inclinado á esta passión,
especialmente si algunas veces ha sido vencido de ella; porque grave culpa es no
hazerse el hombre avisado para no errar quando primero ha errado, y no sanar con
tan costosa medicina. Procure pues de no hazer cosa con ira ni con poca
deliberación, y arrepentirse a pocas vezes de lo que assí uviere hecho, y
terná el ojo de la razón claro para usar de la prudencia que con los dichos
medios uviere alcançado; y después de la larga deliberación sea breve la
execución, porque tanto defecto es tardança en la execución, quanto la
presteza en la deliberación.
Son
tantos, tan graves y tan differentes los negocios que ha de atender el que
govierna república, que por mucho que se ha dicho de los medios para alcançar
la prudencia que ha menester, aún queda por dezir lo más necessario; y ninguno
se maravillará de aquesto si considerare la difficultad que ay en regir á
personas tan differentes, que cada uno ha menester medicina y freno por sí: uno
ha menester blandura, otro rigor; una pena merece quien pecca por ignorancia ó
flaqueza, y otra quien pecca por malicia; una cosa es quando una comunidad toda
entera, ó la mayor parte, delinque, otra quando un particular. Algunas vezes
conviene dissimular el castigo porque no se siga mayor mal, y otras esperar
tiempo más conveniente para lo hazer. Conviene entender las malicias de los
malos sin aver sido malo, para se las impedir por vías secretas, que no las
entiendan; prevenir los alborotos y sossegarlos después de venidos; y
finalmente, siendo uno, hazerse muchos qual cada uno lo ha menester. Y como es
negocio de actos particulares, en los quales concurre diversidad y muchedumbre
de circunstancias, no unas siempre, mas muy differentes, y una sola que falte,
ó que venga de nuevo, haze variar la determinación, resulta de aquí tanta
incertidumbre en la prudente determinación, que aun los muy sabios muchas vezes
tienen differentes pareceres, como por experiencia se vee, assí en lo escripto
como en los consejos se practica, que más parece el acertar, quando se acierta,
ser á caso que no por reglas de arte cierta. Y assí los filósofos dixeron que
las particulares circunstancias no caen debaxo de arte por su grande variedad, y
déxanse al arbitrio del prudente varón; y tan difficultoso es el negocio, que
ninguna humana prudencia es bastante para no errar: y por esto es necessaria al
governador la lumbre del cielo, que fortifique la prudencia acquisita, y supla
quando ella faltare. Esta verdad alcançó Platón, y se affirma en ella una y
muchas vezes, y con tanta certidumbre, que se determina á dezir, que nunca la
república será bien regida, ni se pondrá fin á sus males hasta que el
regidor della con la potencia espiritual de su ánima se junte con Dios, y de
aquel conocimiento viva su ánima, y se mantenga y traiga lumbre, para regir á
los hombre[s] por las leyes y regla que conoció en Aquel que es verdad y bondad
de sí mismo, y no por agena participación. A este tal governador llama hombre
divino, por ser más que hombre, y dize que ha de exceder á los regidos por
él, como excede un hombre á un niño: y que assí como para guardar ó
apacentar ovejas ó bueyes ninguno pone animal, que tenga este cargo, sino á
hombre, que tiene razón, assí quien á hombres ha de regir, más que hombre ha
de ser, y éste se llama hombre divino. Cosa de maravillar es cómo este varón
alcançasse aquesta verdad; mas no devemos dudar en ella, porque la tenemos
confirmada y aun dicha por Dios muchos años antes que Platón la dixesse, y
aún que naciesse. Léese en el libro de los Números que quexándose Moisén á
Dios de la grande carga que le avía echado á cuestas mandándole llevar sobre
sus hombros todos los negocios de la governación de aquel innumeroso exército
del pueblo de Israel, que salió de Egipto, y diziendo que él no podía suffrir
á solas carga tan pesada, le respondió el Señor: «Elige setenta varones de
los que tú has conocido, quod senes populi s[i]nt ac magistri: et duces eos
ad ostium tabernaculi foederis, faciesque ibi stare tecum, ut descendam et
loquar tibi: et auferam de spiritu tuo, tradamque eis, ut sustentent tecum onus
populi, et non tu solus graveris. Traxo Moisés los varones, y el Señor les
dió del espíritu que tenía Moisés sin quitarle nada del que él tenía; y
los varones con el espíritu del cielo, que en ellos vino, profetizaron, y con
perseverancia y con este spíritu regieron el pueblo. Y es de advertir que este
regimiento no era spiritual, sino secular, y para hazerlo como se devía hazer
fué dado espíritu sobrenatural; y lo mesmo parece en Moisés, pues también
regía el pueblo, y juzgava entre ellos de las cosas temporales, y consultava
con Dios qué pena daría al que traspassava la ley, por qué tierra iría, qué
capitanes embiaría á la guerra, y todas las demás controversias que en aquel
pueblo acaescían, no obstante que él fuesse docto en la sapiencia humana, en
que abundaban los sabios de Egipto.
Tanta
es la flaqueza de nuestra prudencia que aun para governación de cosas
temporales no basta; y esto se declara bien por cierta experiencia en el
capitán Josué, elegido por Dios, el qual con los principales de Israel fué
engañado de los gabaonitas, y la causa de ello no quiso la Escriptura divina
callarla, por no quitarnos un exemplo, que nos amonestasse de nuestra flaqueza y
nos hiziesse recurrir á pedir lumbre á Dios en los negocios que nos
acaescier[e]n. La causa pues del engaño fué porque si fiaron de las
conjecturas, que á su parecer eran claras para determinación del negocio, y no
preguntaron á la boca del Señor, pidiendo que les enseñasse lo que avían de
hazer. Estos dichos exemplos, ó otros semejantes movieron al rey Salomón, que
aviendo rescebido el señorío de todo Israel, temió peso de tan gran carga,
cotejado con la flaqueza de su entendimiento: y como el temor sea causa de
buscar remedio y consejo, estimulado dél, fuesse á Dios, y pidióle de todas
sus entrañas (como él lo testifica), que le diesse lumbre de sabiduría para
regir el reino para el qual el mismo Dios lo avía elegido. Alega para esto
muchas razones, y una es confessarse por insufficiente para el entendimiento del
juizio y de las leyes, humano y divino, según las quales avía de juzgar:
también alega que pues Dios le eligió para el reino y para edificarle templo,
le diesse lumbre para bien lo hazer, pues es su costumbre dar lo necessario para
bien administrar la dignidad que Él mismo es servido de dar: alega también el
impedimento que para pensar bien los negocios y alcançar la humana prudencia da
el cuerpo corruptible que traemos á cuestas, y la difficultad, y, por mejor
dezir, la impossibilidad que en nosotros ay para alcançar la sciencia y consejo
de Dios, assí en las cosas especulativas de los misterios de su alta deidad,
como el consejo de su sancta voluntad en las cosas particulares que hemos de
hazer; porque déstas se entiende, según lo declara la Glossa, lo que el dicho
rey Salom[ó]n dize: Cogitationes mortalium timidae, et incertae providentiae
nostrae.
No
ay certidumbre de evidencia que dé entera seguridad en el juizio de las cosas
particulares, sino mezcla de temor, aunque aya inclinación mayor á creer uno
que otro. Incierto es lo que juzgamos de presente, incierto lo que proveemos
para adelante, y el errar esso es cosa cierta, y el acertar muy dudoso. Y porque
ninguno piense que está fuera de esta necessidad, por muchos dones naturales
que tenga, y le comprehenda la sentencia de la divina Escriptura, que dice: Qui
confidit in corde suo, stultus est, y con esta confiança se descuide de
pedir á Dios la sabiduría que pidió Salomón, diziendo que por ventura aquel
era moço ó no de muy buen entendimiento, proveyó el Espiritusancto para el
remedio de tan dañosa confiança y ciega sobervia, que no sólo el rey Salomón
confessasse la necessidad que tenía su propria persona de la lumbre de Dios
para la buena governación de su reino, mas, tendiendo los ojos de su
entendimiento por todo el género humano, dió esta sentencia de todo él por
lumbre de Dios, diziendo: Et si quis erit consummatus inter filios hominum,
si abfuerit ab illo sapientia tua, in nihilum computabitur; y lo mesmo
quando en el mesmo capítulo dize: [Quis enim hominum] poterit scire
consilium Dei, aut quis poterit cogitare quid velit Deus? Bien parece que
avia leído el mesmo testimonio de la gran necessidad que la humana flaqueza
tiene de la lumbre de Dios que avía dado su padre David quando dixo: Dominus
scit cogitationes hominum quoniam vanae sunt. Y porque no pensassen los que
se tienen por sabios que no les toca á ellos este reproche, infamia de poco
saber, declara S. Pablo con espíritu de Dios que estos hombres, cuyos
pensamientos son vanos, son los [s]abios, diziendo: Novit Dominus
cogitationes sapientium quoniam vanae sunt, dando á entender que no habla
David de la vanidad de pensamientos tocante al desseo de cosas baxas, sino de
los engaños del entendimiento en que caen los sabios; y no sólo en uno ó dos,
mas en pueblos enteros; y no sólo en personas baxas, mas también en las muy
principales, como parece claro en otro testimonio, que da el mesmo David,
diziendo: Dominus dissipat consilia gentium: reprobat autem cogitationes
populorum, et reprobat consilia principum. Y esto es porque estos consejos
son planta que no ha plantado el Padre celestial, que los que Él inspira de
éstos, se dize: Consilium autem Domini in aeternum manet, etc. Y el no
entender los que goviernan reinos y repúblicas esta profunda insufficiencia de
la humana sabiduría para la buena governación de los súbditos, y el
descuidarse de no hazer lo que Salomón hizo, por lo qual se quedan sin recebir
la lumbre que él recibió, es la causa de la mala governación en las
repúblicas, y por consiguiente de la perdición dellas, según lo testifica el
E[s]piritusancto, diziendo: Cum prophet[i]a defecerit, dissipabitur populus:
y llámase aquí profecía la divina Escriptura y la lumbre celestial de que
hemos hablado. Destos tales se quexa Dios, y á éstos amenaza diziendo: Vae
filii desertores ut faceretis consilium et non ex me, et ordiremini telam, et
non per Spiritum meum. Mal irá á las repúblicas hasta que sean regidas
por hombres regidos por Dios, según lo ha dicho el Espíritu Sancto en la dicha
auctoridad. ¿Qué se concluye de aquí sino que pues de lo dicho consta, según
dize una glossa, que para la buena governación es necessaria esta sabiduría
del cielo, que el que tiene este officio no esté sin esta lumbre si quiere
acertar á hazerlo, como él se salve y su república sea bien governada? Y
assí como arriba hemos dicho que para alcançar la humana prudencia sirve mucho
la naturaleza del ingenio inclinado á ella, assí para alcançar la divina haze
mucho al caso tener un hombre inclinación á no presumir de su saber, y á
pedir á Dios lumbre de todo lo que ha de hazer: y tras esto conviene que tenga
alguna noticia de la sciencia y palabra de Dios, que está en la Escriptura
divina, pues allí están los principios y avisos para governar un hombre á sí
mismo, que no es pequeña parte para governar bien á otros; y tambien ay
doctrina particular para los que rigen á otros. Ay exemplos de buenos reyes á
quien seguir, y castigos de malos que pongan temor: y no sin causa mandava Dios
que el libro de su ley fuesse dado á los reyes por mano de los sacerdotes, sino
para que, leyendo en él conociessen de cúya mano tenían el reino, y cómo lo
avían de governar según las leyes que en la Escriptura divina están.
Especialmente servirá para esto la lección de Proverbios, Ecclesiástico y
Sabiduría y libro de Reyes, y algunos lugares de los Profetas que tienen
particular cuenta con los que rigen á otro; y el Testamento Nuevo, cuya
doctrina es más excellente que otra ninguna. Y converná tener una Glossa
ordinaria para declaración de algunos lugares que tengan alguna difficultad.
También les aprovechará leer algunos lugares de los Sanctos Concilios de la
Iglesia y el Pastoral de S. Gregorio; porque como se tratan en estos libros
cosas de govierno ecclesiástico, puédese de allí tomar aviso para el
temporal, y también de lo que á los obispos se manda; pues, sacada la
administración de los sacramentos y cosas espirituales y de la palabra de Dios,
en muy muchas cosas conviene el officio del obispo con el del señor ó
governador temporal. Y si otros más libros de sanctos quisiere leer, no por
curiosidad de saber, sino para remedio de su ignorancia ó flaqueza, y
escogiendo lo más provechoso, no perderá, antes ganará mucho con tal lección
para sí y para governar. Quán conveniente cosa sea el tomar consejos en
negocios importantes, y quánto lo sean los de la governación de la república,
la Escriptura divina y humana y razón natural y experiencia nos lo demuestra. Y
assí como para alcançar lo que devemos hazer según humana prudencia, se ha
dicho arriba que se deve tomar consejo con los que la tienen, assí para regir
según la divina conviene también consultar á los que la tienen; porque
aunque, según se ha dicho arriba, el mismo que rige deve tener esta lumbre para
no estar del todo colgado de la sabiduría de otro, mas no por esso ha de pensar
que de tal manera la tiene que le baste para todos sus negocios sin aver
menester pedir lumbre á los que la tienen; porque no ay cosa más contraria á
esta sabiduría, que desciende del cielo, que la sobervia y confiança de sí,
ni tan cierta señal que uno la tiene como tener humildad; porque escripto
está: Ubi humilitas, ibi et sapientia. Deve pues el tal governador, alto
ó baxo, sabio ó no sabio, ser amigo de pedir consejo, y blando para recibirlo;
porque una de las condiciones que Sanctiago Apóstol pone de la sabiduría que
del cielo desciende es no ser porfiada, ni tiessa, sino pacífica y que se dexa
persuadir: de lo qual tenemos exemplo en David, que teniendo el espíritu del
Señor, y muy familiar, traía consigo al profeta Gad, y después al profeta
Nathán, por el parecer de los quales regía su persona y negocios. Sant
Augustín dize que, aunque viejo y obispo, estava aparejado á ser enseñado por
el que era obispo de un año. Todo lo qual se entiende quando el hombre acierta
con personas spirituales, que tengan sciencia espiritual y dón de consejo; y
acertar con estos es dón de Dios muy particular, y darles crédito también lo
es; porque aunque la buena vida á solas alguna vez sea tanta parte con Dios
para alcançar lumbre de lo que se deve hazer, según dize la Escriptura: Anima
viri sancti enuntiat aliquando vera, quam septem circunspectores sedentes in
excelso ad speculandum; mas esto no es cosa ordinaria, aunque no se deve
tener en poco: mas lo que se deve en mucho estimar es quando se junta sciencia
divina con vida espiritual y perfecta, y dón particular de consejo. Y de esto
se entiende: Multitudo sapientium sanitas est orbis terrarum, porque ni
la filosofía ni la Escriptura divina llama sabios á los que tienen qualquiera
sciencia que sea, aunque sea la divina, si con ella no se junta la vida ya
dicha; porque, á quien ésta falta, está subjecto á muchos errores, y tanto
más peligrosos quanto más se fía de ellos, porque los tiene por
acertamientos: engáñase con la aparencia de su sabiduría, y engáñanse
muchos viéndola en él, porque ay pocos que sepan conoscer los verdaderos
sabios, y, arrimándose á lo que no tiene existencia y firmeza, por fuerça han
de dar muchas caídas.
En
el concilio Cabilonense se dize que los que rigen los pueblos tomen consejo con
los obispos en las cosas de importancia y que fueren dubdosas: y lo mismo manda
el emperador Justiniano con spíritu muy cristiano: y los reyes de Castilla
passados usaron esto mucho; uno de los quales pidió á los obispos congregados
en un Concilio Toletano, que le diessen leyes con que el reino viviesse, y
diéronlas: y también los reyes presentes tienen por de su Consejo á los
sagrados obispos. Semejança tiene esto con lo que Dios mandó en tiempos
passados, que si los juezes de los pueblos del reino de Israel tuviessen varias
opiniones en algún negocio, que subiessen á Hierusalem, y lo consultassen con
el Summo Sacerdote, y siguiessen el parescer dél. Y es de mirar que este
recurso que en las cosas dudosas se manda tener á los obispos, no estando por
la mayor noticia de leyes humanas que ellos tengan, sino por la mayor lumbre
celestial que de la contemplación de Dios resulta, y mora en ellos como en otro
Moisés, con la qual declaran lo que la humana prudencia no podía alcançar:
mas si la dicha lumbre les falta faltarles ha lo principal. Y cosa es muy
importante que el tal governador elija confessor que tenga las dichas dos partes
de sciencia y de spiritual vida, y que sea desinteresado de toda vida humana,
pretendencia, y desocupado de todo otro negocio; porque si ha de usar bien su
officio, terná tanta ocupación en guardar de peligros la conciencia de quien
tantos negocios dependen, que no le vagará á entender en otros.
Tras
esto se sigue imitar al rey Salomón en la oración que al Señor hizo
pidiéndole esta sabiduría tan necessaria: y digo imitar, no sólo al pedir,
sino con las circunstancias que él lo pidió; conviene á saber, de todas sus
entrañas, con profundo conoscimiento y temor de su propria insufficiencia, y
con coraçón no afficionado á riquezas: aunque por este mismo hecho el Señor
se las dió, y en gran abundancia, por añadidura de la sabiduría á que se
afficionó y pidió, según el Señor lo acostumbra hazer, y ha prometido hazer,
quando dize: Quaerite primum regnum Dei, etc. También alegó que pues el
Señor le avía elegido por Rey le diesse sabiduría para que bien supiesse
exercitar officio de rey; y començando por esta última circunstancia, paresce
claro que los que se ingiren y procuran por los medios que ellos saben de
alcançar estos tales officios, no ternán lengua para dezir al Señor: «Pues
que tú me elegiste para esta dignidad, dame prudencia para el buen exercicio de
ella.» Ni el Señor terná occasión de la dar, pues ellos sin Él se metieron
en ella. De los quales Él se quexa, diziendo: Ipsi regnaverunt, et non ex
me: Principes steterunt, et non cognovi, quiere dezir, lo no aprové.
Andarán estos miserables entronizados en lo de fuera, y honrados en los ojos de
los hombres, mas tenidos por viles en el acatamiento de Dios; gente que no
entró por la puerta á regir las ovejas de Dios, caminando por peñas y
resvaladeros, tinieblas de noche, en donde se siguen muchas caídas de peccados,
y después en las tinieblas de la noche eterna.
Lo
primero y que más pena da, es ver á Nuestro Señor tan offendido con
juramentos falsos, ó diziendo mentira en lo de presente, ó no cumpliendo lo
que se jura: y donde más se usa esta desventura es donde más lexos avía de
estar, conviene á saber, en el exercicio de la justicia y cosas tocantes á
ella. Los que en este caso más desenfrenados están son los escribanos; que
jurando todos de guardar el aranzel destos reinos, casi ninguno lo guarda; y
aunque es verdad que era cosa muy justa acrescentarles los derechos, pues los
tiempos son differentes, mas no por esso dexan ellos de peccar quebrantando lo
jurado, pues juramentum debet impleri in specifica forma, ni Dios dexa de
ser offendido. Y ¡quién dirá las vezes que en esto lo es? Cuéntense los
contractos, testamentos, actos judiciales, y en fin escripturas que hazen, y
todas las vezes que las hazen, y súmense quántos perjurios avrá cada día en
essa ciudad, y qüéntense todos los demás que se hazen en el reino, y
parescerán ser tantos que no aya coraçón cristiano donde entre esta
consideración que sea capaz de recibirlos sin rebentar de dolor, ni sin temor
del castigo que tantas y tales offenssas meresce. No es de creer que Dios dexa
sin castigo tantos perjurios, pues un solo juramento que hizo Josué á los
gabaonitas, aunque engañado dellos, el qual el rey Saúl después quebrantó,
se offendió tanto Nuestro Señor que en castigo dél estuvo tres años sin
llover en el reino, y hasta que fueron satisfechos los gabaonitas con la muerte,
y muerte de cruz, de siete personas descendientes de Saúl, no se amansó la ira
de Dios, ni embió su pluvia sobre la tierra. Y para mí tengo que una de las
causas por que el Señor nos açota en cosas temporales y espirituales, con
estirilidad de unas y otras, es por este peccado, como Sant Hierónimo dize: y
la razón está clara; que pues la divina Escriptura dize: Vir multum jurans
replebitur iniquitate, et de domo ejus non discedet plaga, ¡quánto más
vendrá este castigo sobre el varón que multum perjuratur! Lo mismo se
dize Zachariae, 5 cap., y en otras partes de la divina Escriptura. Y
aunque algunos dizen que el remedio desto se ha pedido á la Real Magestad, y
que se responde que, aunque se acrecentassen los derechos, todavía los
llevarían demasiados, paresce que á lo menos se les quitaría la occasión de
alegar que por no se les pagar lo justo lo toman ellos. Mas entretanto que la
Real Magestad no provee esto, ellos verdaderamente quebrantan el juramento, y
tienen propósito de lo quebrantar, y por esso están en peccado mortal y no
pueden ser absueltos en el sacramento de la Penitencia; y assí ha parescido á
muchas personas doctas, que por mandado del Reverendísimo Obispo de Córdoba se
juntaron á conferir sobre este negocio. Y no sólo corren peligro por
quebrantar el juramento, mas por ser tan excesivos los derechos que llevan, que
por mucho que el Rey se los tassasse no serían tanto, ni con mucho, como los
que ellos llevan, ó pidiéndolo, ó rescibiéndolo; y lo uno y lo otro les
está vedado por leyes de aquestos reinos, aunque pocas personas ay que quieran
dar de su voluntad más de lo que deven; y si lo dan es por entender que el
escribano no le despachará con diligencia su negocio, si no es á peso de
dinero; y como los escribanos hagan demostraciones sufficientes para que esta
voluntad suya se entienda, en buen romance tanto es como pedirlo, y, constreñir
que se le dé. Los juezes tienen obligación á remediar esto, assí por vía
del perjuizio, pues es cosa pública, como por vía del excesivo precio que
llevan, y assí está mandado por leyes del reino que sean castigados por ello;
ni los tales juezes se pueden excusar en el juizio de Dios con dezir no ay quien
los accuse, ni se les pide nada en residencia, porque ya se sabe que si no ay
passión que mueva á pedir estas cosas, no ay á quien se le dé nada por
ellas, y por temor de los mismos escribanos, pues es gente que puede dañar, ó
por lo que á cada uno se le antoja, quiere más callar que meterse en estos
pleitos. Y por tanto, pues esto consta á V. S., tiene obligación de lo
castigar y remediar, y no es cosa difficil al zelo y prudencia que Dios á V. S.
ha dado, tomar á esta gente con el hurto en las manos, porque como es cosa
ordinaria y continua exceder en los derechos en todas las escripturas que hazen,
quienquiera podrá dar testimonio de lo que á él le han llevado, y assí avrá
tantos testigos quantos uvieren hecho escripturas con ellos; y si por ser cada
uno singular no fuere bastante para condenación, fácil cosa es de hazer que
vayan con él al tiempo de pagar al escribano un par de amigos suyos
dissimuladamente, ó con achaque de hazer ellos alguna escriptura, ó de ser
testigos de la que el amigo haze, ó con otra dissimulación, y assí avrá
probança sufficiente para el delicto, y no faltará sino que succeda el castigo
y remedio para que Dios no sea offendido, ni el próximo damnificado. Y aunque
entrambas cosas dan causa de justo dolor, la primera más. Y cierto si uviesse
remedio para no tomalles juramento de guardar el aranzel, como él lo mandó,
sino como se usa, y aunque del todo se dexasse de tomar, yo lo ternía por menor
inconveniente que lo que agora passa, pues no avría entonces más de un peccado
contra el próximo, y agora ay otro mayor, y estotro no cessa.
En
este estado del Señor Marqués de Priego se haze muy bien, porque ay tassadores
para todo lo que hazen los escribanos, y éstos, y otras vezes el juez, tassan
lo justo, y assí está este barranco allanado. Dios alumbre á V. S. para
quitar de essa ciudad y su tierra tan graves peccados; y si se diesse gracia
para que de la Magestad Real alcançasse remedio para todo el reino, sería
doblada merced. Los alguaziles del campo y guardas de montes, los quales guardan
sus juramentos tan mal, ó poco menos que los escribanos, dáseles occasión con
no darles salario con que se mantengan, y han menester hazer lo que hazen para
sólo comer. Yo, si pudiera, no recibiera juramento de personas de tan baxa
suerte y conciencia por la poca esperança que dan de los cumplir.
También
ay otra cosa que en esto da pena, y es que quando denuncian de uno, jura ser
verdadera la denunciación, y también toman juramento al denunciado; y todo
este negocio se funda muchas vezes sobre un ramo de árbol, que á duras penas
puede valer siete ó ocho maravedís; y aunque el denunciado jure que no tiene
culpa se juzga por el juramento del denunciador: de manera que no sirve aquel
juramento sino de ponerle lazo en que caiga su ánima. Averiguar los malos
conciertos que hazen, tomando dádivas por dissimular con los que entran en lo
vedado, es fácil cosa, aviendo personas que dissimuladamente lo pregunten á
los que tratan con ellos.
El
secreto de los Cabildos de las ciudades, aunque jurado, se guarda muy mal:
sería bien avisarles de ello; y para esto y para el buen exemplo dellos sería
cosa conveniente que alguna persona religiosa les hiziese plática una vez en la
semana, ó á lo menos en el mes, y en la quaresma más á menudo. Pida V. S.
por merced á Nuestro Seño[r] le dé gracias para dexar introduzida esta buena
costumbre en este su Cabildo: cerca de lo qual no digo más, porque la materia
es larga, y V. S. que la trata de más cerca la entenderá mejor.
Bien
será V. S. encargue mucho á sus officiales la guarda de sus juramentos, assí
[e]n lo que toca á llevar derechos, como en hazer bien y fielmente sus officios;
porque la negligencia en esto sería culpa doblada, y todavía se puede temer
que excedan y falten en algo. Rastree V. S. los passos que dan, pues aun según
el juizio de las leyes humanas, se imputa al Corregidor la culpa de sus
ministros; y no se espere á que se remedie con la residencia, porque si V. S.
no se la toma, y cada día po[r] la agena poco se remedia. Y también les
encargue que todo lo que pudieren excusar lícitamente tomar juramentos, los
excusen, y especialmente quando se teme razonablemente que se ha de jurar falso,
ó á lo menos ay más licencia para esto quando se toma de officio, y no á
petición de parte. Igualmente tenga V. S. cuidado de examinar cómo se guardan
los juramentos que se toman á fieles executores, y á los que tienen cargo de
mirar los officios mecánicos, que se hagan bien hechos, porque es tanta la
facilidad con que se toman y hazen, quanta se tiene en no los cumplir.
También
ay costumbre de que la primera cosa que haze un juez con un delinqüente es
tomarle la confissión con juramento; y pues ay tan poco temor de Dios que por
interesse de un real se comete un perjurio, por aquí se puede entender quán
poco crédito se deve dar siendo en causa criminal y en persona de ruín vida.
Sant Pablo dize que el fin de toda controversia es juramento: y estos juizios
hazen al principio lo que avían de ser al fin; y aunque juran no por esso se
acaba la controversia, ni sirve de otra cosa que de cometerse aquel peccado
mortal. Tienen el pedir juramento en tan poco, que aunque para condenar á
tormento dan traslado de los indicios á la parte, para pedirle juramento no se
curan de ello: no sé otra cosa sino porque se tiene el daño del cuerpo en más
que el peccado del ánima. He dicho esto, no ignorando que la práctica está en
contrario, mas para que Vuestra Señoría haga en ello todo lo que pudiere
porque el nombre de Dios no sea despreciado, pues ay tantas causas para creer
que en estos juramentos lo es. Y téngase mucho cuidado con inquirir juramentos
falsos de testigos, y, hallados, castíguense con exemplares castigos, porque la
gravedad del delicto y freqüencia lo piden assí.
Oído
he dezir á personas fidedignas que algunos corregidores y juezes tienen por
costumbre de reprehender á los que sin necesidad juran delante dellos, y con
buena criança y risa les hazen pagar un quarto por cada vez que juran:
paréceme buena costumbre, y si no se pudiere sacar el dinero, déseles
reprehensión.
El
mal recaudo que ay en las escuelas de niños, y lo que importa averlo bueno, por
ser aquella edad el fundamento de toda la vida, notorio es á V. S. Téngase
mucho cuidado de buscar maestros de buenas costumbres, aunque sea á costa de
dineros de la ciudad, y procúrese alguna persona religiosa que haga pláticas
á los dichos maestros, juntándolos en uno, declarándoles lo que importa á la
ciudad hazer bien el officio, pues de aquellos chicos que él enseña ha de
salir el cuerpo de la ciudad; y el galardón ó castigo que, según lo hiziere,
recibirá de Nuestro Señor. Y creo haría V. S. particular servicio á Nuestro
Señor en llamar algunas vezes á los dichos maestros, y enseñarles regalo y
favor, si bien hizieren su officio. No parecerá esto cosa indigna á quien
considerare que la Magestad de Dios descendió á hazerse nuestro ayo y maestro,
y á lavar los pies á unos pobres hombres, no sólo dándonos materia para
dezir «bendicto sea Dios que tanto se humilló», mas mandándonos que le
imitássemos en esta humildad á baxos y altos. Téngase también cuidado que en
las dichas escuelas se diga la Doctrina cristiana, y que una ó dos vezes en la
semana fuesse algún Padre á hazer alguna plática, conforme á la capacidad de
los oyentes, y se ordenasse que el niño que oyesse jurar á otro, ó ofrescer
al demonio, ó palabra desonesta, ó cosa semejante, avise de ello al maestro
para que lo castigue.
Una
cosa he desseado: no sé si por ser essa ciudad tan grande se podría hazer, mas
no se pierde nada en dezirlo. Muchos mancebicos de diez y más años se quedan
ordinariamente sin oír missa los domingos y fiestas, y se están jugando ó
haziendo otros peores recaudos; y como tengan edad para ser obligados al
precepto de la Iglesia, que manda oír missa, es cosa de lástima verse cometer
tantos peccados mortales, y públicamente. Y de allí quedan con indevoción de
oir missa quando grandes, y dispuestos para hazer otros muchos peccados. Dezir
á sus padres que los lleven á missa es por demás, é ya que lo quieran hazer
ay mal aparejo en las iglesias, porque están llenas de gente de más edad, y
serles ía molesta la inquietud que tienen los mochachos quando están juntos.
Sería cosa conveniente que se deputase para esta gentezilla iglesias ó
horipitales donde no fuesse otra gente, donde los domingos y fiestas los
llevassen los maestros de las escuelas á oír missa de algún sacerdote
diputado para ello, el qual les hiziesse una plática de buenas costumbres con
algún buen exemplo, y cómo se ha de oír missa, y lo que han de rezar. Y para
esto era menester que anduviessen aguaziles por las calles cogiendo los
mochachos para llevarlos al lugai de la missa, y encomendar á los padres de los
niños que aprenden en la escuela que los enviassen á la dicha escuela para
cumplir el mandamiento de Dios, pues los embían el día de entre semana para
que sepan leer y escrevir. Grande ayuda sería para esto la ayuda y favor del
Prelado: procúrese de cobrar; y quien advirtiere lomucho que va en la buena
criança de la primera edad, lo qual aún conoció Aristóteles sin lumbre de
fe, qualquier trabajo terná por pequeño por salir bien con esta empressa: y lo
mismo se entienda de la casa de la doctrina de los ni[ñ]os perdidos que se
recogen: y aunque esta materia era más larga, lo refiero al zelo y prudencia de
V. S.
Las
casas públicas de ruines mugeres se permiten para remedio de la concupiscencia
carnal, que pone en aprieto al hombre flaco para hazer mayor mal si no se apaga
con aquel menor. Y está este negocio tan fuera de quicios como otros muchos.
Convernía que no dexasen parar á hombre en la dicha casa, porque de estar
allí irritan á la misma concupiscencia con las muchas ocasiones que para ello
ay, y toman por ocasión de abivar lo que se permite por remedio para apagar lo
abivado si la concupiscencia le vence: si va allí, véngase luego, que [no] es
menester abivar lo ya muerto, pues aquello es tornarse en gula lo que se ordenó
para necessidad: conviene cierto no dexarlos parar.
Ite[m],
no se deve consentir que estas tales mugeres se pongan á las puertas, donde
irriten la concupisciencia de los que las veen, como se escrive en los
Proverbios: Quae vocat transeuntes itinere suo. Y algunas vezes hazen
esta persuasión no sólo con palabras, mas con obras: basta que los hombres
miserables sepan que ay casa para cumplir sus miserias: no es menester que ellas
estén donde sean vistas ni oídas. El que se llama padre de ellas es muy
perjudicial, porque éste las trae quando no las ay, y otras vezes las recibe en
empeño, y otras les empresta él más cantidad de lo que la pregmática real
manda, y de aquí viene impedir él la conversión de ellas, y también lo mucho
que deven. La escusa que para esto dan los dichos padres de ellas es lo mucho
que les cuesta el arrendamiento de la casa pública, como hazen los escrivanos
que tienen arrendadas escrivanías de los señores por tales precios, que, si
ellos no roban, no pueden pagar la renta y comer. Y desta manera están los
señores debaxo de aquella grave reprehensión del profeta Isaías, que dize: Principes
tui infideles, socii furum: y está claro, pues ellos y escrivano reparten
entre sí lo que el uno hurta y el otro dió ocasión de hurtar. Y assí parece
acá, que llevándoles tal quantidad qual no puedan pagar sin hazer estos
peccados, son participantes en ellos, como si ellos los hiziessen. Convernía
que se buscase un hombre temeroso de Dios, y fuesse puesto en aquel officio, y
le pagassen sufficiente salario sin que pudiesse llevar más, ora oviesse muchas
mugeres ora pocas, y no interessando éste nada, cessarían los inconvenientes
ya dichos, y también daría noticia de los rufianes, que no es pequeño
provecho. Y mírese que no se les preste más á las dichas mugeres de lo que
manda la pregmática.
El
cuidado de las cárceles, y que no sea largo el tiempo de ellas, y abogado y
procurador para pobres.
Que
en mesones y ventas no aya ruines mugeres ya V. S. lo terná advertido y obrado.
Algunos
ventiquatros son tan largos en dezir su voto, que son causa de dilatarse muchos
negocios: sería bueno que lo abreviasen en siete ó ocho renglones.
Las
mugeres cantoneras es razón que no estén mezcladas con las buenas; y es mejor
que se les diputen tres ó quatro callejuelas, donde estén, que no todas juntas
en una: y no se devía consentir que saliessen muy acompañadas, ni muy
ataviadas, porque es grave escándalo la prosperidad déstas para hazer titubear
la castidad de las buenas mugeres, que padescen necessidad. Y si es verdad lo
que he oído dezir que á las de la corte las mandan traer una cierta señal,
sería bien hazer lo mesmo en essa ciudad.
Muchos
males se hazen por occasión de los jubileos, yendo juntos hombres y mugeres.
Cosa conveniente sería que, pues se pueden ganar por la tarde y otro día,
fuesen en un día los varones, y en otro las mugeres.
Correr
toros es cosa peligrosíssima para la consciencia de quien los manda ó da
licencia para los correr, y á muchas personas doctas paresce ser pecado mortal,
si no fuesse de manera que no se siguiessen los inconvenientes que se siguen
muchas vezes. Haga V. S. lo que de su parte fuere, y si no pudiere más, avrá
librado su ánima del peligro.
En
los pueblos sub[j]ectos á essa ciudad, si es como en otras partes, avrá un
grande mal, y digno de mucho remedio; conviene á saber, que algunos escrivanos
del pueblo tienen por trato con alguno otro de la ciudad de enviarle todas las
informaciones, aunque sean de renzillas muy livianas entre vezinos, y aunque se
ayan ellas perdonado, va un alguazil allá y haze tal ricia en ellos que llega
á venderles sus bestezuelas y alhajas, de tal manera, que sé yo de algún
pueblo del qual por sola esta causa se desavecindavan muchos vezinos. El hecho
es éste: V. S. procure de se informar muy particularmente destas mañas tan
perjudiciales, y de los agravios que de parte de la justicia de essa ciudad
resciben los pueblos.
En
la visita sería bueno mirar las ordenanças que tienen los pueblos, porque
abrá alguna que convenga quitar, ó alterar, ó añadir otras. Y es buen aviso
que quien haze ordenanças que tenga intención de no obligar á más culpa de
lo que la ley de Dios ó la humana obligan por aquel caso, sino á sola la pena.
Muy
muchas cosas ay dignas de remedio, que no puedan ser sabidas inmediatamente por
los juezes, por muy vigilantes que sean: y por esto es cosa importantíssima
buscar personas, assí en la ciudad como en los pueblos della, que temen á
Dios, y mandar y encargarles mucho la consciencia, que den aviso de las cosas
que an menester remedio, si no fuere de las ocultas; y aun si V. S. podía
remediar éstas guardándose el orden del Evangelio declarado por los teólogos,
no como juez sino como padre, por sí ó por tercera persona, les podrá dezir
V. S. que aun estas tales cosas se le pueden por este orden descubrir. Y ternía
par cosa más acertada que estos tales avisos de lo uno y de lo otro, de la
ciudad y de fuera, viniessen al c[o]nfessor de V. S., porque el aviso sería
más secreto, y menos cargoso, y más fácil de dar: y en ponerse en efecto esta
advertencia cierto va mucho.
El
grande excesso que ay en los vestidos en essa ciudad, no hablo; porque aunque
sea una de las cosas que tienen echada á perder la república, no sé si Vuessa
S. tiene mano en lo remediar más de lo que la Pragmática manda: y aunque
aquélla se guarde, no dexa de aver cerrajero en essa ciudad, ó lo ha avido,
que haziendo su officio está con jubón y musclos de calças de carmesí, y
agora ay plateros que también hazen su officio con jubones de raso y calças de
terciopelo; y oído he dezir que bodegoneras se sientan en coxines de carmesí:
pocos años ha que los señores ó el Rey no usaban más que esto.
No
encargo el buen exemplo que es menester que V. S. y sus officiales den al
pueblo, assí en la freqüencia de las confessiones y comuniones como en todo lo
demás, porque creo que se haze mejor que yo puedo dezir.
La
reverencia á la Iglesia y eclesiásticos encomiendo á V. S., no mirando á que
somos indignos de ser bien tratados mirando á nosotros, sino á Jesu Cristo
Nuestro Señor, que meresce que todo lo que á Él toca sea muy estimado y muy
bien tratado.