Carta
del auctor á un sacerdote enseñándole lo mucho que deve ser agradecido á
Dios por averle hecho sacerdote, y de la manera que deve tener en su vida para
ser buen sacerdote
Pues
que por la gracia de Jesu Cristo es V. Merced sacerdote, asaz tiene en qué
entender para dar buena cuenta de officio tan alto y tremendo aun para hombros
de ángeles. Estime mucho este misterio, agradezca esta merced, y esta
consideración le sea bastante á recogerse quando estuviere distraido, y á
ponerse espuelas quando se viere floxo; y ansí se enseñoree de su coraçón
esta merced, que por ella se tenga por muy obligado á servir con gran
diligencia al Señor y le ponga gran cuidado para assí exercitar officio tan
soberano que agrade á los ojos de el que se lo dió.
Sea
pues la primera regla de su vida esta: que en recordando de noche del sueño le
parezca que oye en sus orejas aquella voz: Ecce sponsus venit, exite obviam
ei; y pues el aver de recebir á un amigo, especialmentesi es gran señor,
tiene suspenso y cuidadoso al que lo ha de recebir ¿quanto más razón es que
del todo nos ocupe el coraçón este huesped que aquel día emos de recebir,
siendo tan alto y tan á nosotros conjunto, que es adorado de ángeles y hermano
nuestro? Y con esta consideración reze sus horas, y después póngase, de
reposo y espacio, á lo menos por hora y media, á más profundamente considerar
quien es el que ha de recebir, y espántese de que un gusano hediondo aya de
tratar tan familiarmente á su Dios, y pregúntele: Señor, ¿quién te ha
traído á manos de un tal peccador, y otra vez á destierro, y portal y pesebre
de Bethleem? Acuérdese de Sant Pedro, que no se halló digno de estar en una
navezica con el Señor; el Centurión no le osa meter en su casa; y otras
semejantes consideraciones por las quales aprenda á temer hora y obra tan
terrible, y á reverenciar á tan gran Magestad: piense que esto es un traslado
de aquella obra, quando el Padre Eterno embió á su Hijo al vientre virginal
para que salvasse el mundo, y de la vida y muerte del Señor; y assí viene
agora á aplicarnos la medicina y riquezas que entonces nos ganó en la cruz, y
aplicarnos aquella paga.
Acuérdese
deste misterio de la passión y muerte del Señor y agradézcasela. Luego
presente delante su Magestad los peccados que toda su vida ha hecho en general,
y particularmente las passiones y defectos que de presente tiene; y como enfermo
que enseña sus llagas al médico, pídale conoscimiento y salud para ellas.
Luego offrezca al Eterno Padre este sacrificio, que es su Hijo, por las personas
particulares que tiene obligación, y por la Iglesia Católica, acordándose de
como se offreció el Señor en la cruz por todo el mundo, y pídale una poquita
de aquella encendida caridad, para que el ministro sea conforme con el Señor:
luego suplique á Nuestra Señora, por el gozo que uvo en la Encarnación, que
le alcance gracia para bien recebir y tractar al Señor que ella recibió en sus
entrañas, y diga la oración Deus, qui de Beatae Mariae Virginis utero,
acordándose de la Encarnación; y pida gracia al mismo Señor para lo mismo,
diziendo: Deus, qui corda fidelium, y lea algo que hable de este
Sanctíssimo Sacramento, assí como Contemptus Mundi, en el quarto libro,
ó otros si hallare; mas si con la oración estuviere muy recogido y devoto no
cure de leer.
La
missa se dirá el lunes por las ánimas del purgatorio; martes y miércoles, por
quien quisiere ó fuere encargo; jueves, viernes, sábado, domingo, por la
reformación de las costumbres de la Iglesia.
Acabada
la missa, recójase media hora ó una hora, y dé gracias al Señor por tan gran
merced de aver querido venir á establo tan indigno; pídale perdon del ruin
aparejo; y suplíquele le haga mercedes, pues suele dar gracia por gracia. Es
buen exercicio acordarse de algún passo del Evangelio donde el Señor hizo
algún beneficio, assí como quando sanó al leproso y libró á los discípulos
de la tempestad del mar, començando un Evangelista desde el principio, y rumiar
cada día después en un passo, y suplicar al Señor que está dentro de nos que
haga la misma merced en nuestras ánimas, pues ay la misma necessidad. Desde
aquel tiempo hasta comer puede leer algo y rezar las horas que faltan: después
de comer y dormir rezará sus horas, y luego leerá un poquito brevemente, y
terná una poca de oración, acordándose de como el Señor ha sido aquel día
su huesped: y después haga algún exercicio corporal, sin que se canse, porque
no ahogue el spíritu de la devoción, ó en algún huertecito, ó escriviendo
algo, ó cosa semejante, hasta hora de Vísperas, y entonces dígalas, y
después lea un rato: y si uviere algún enfermo que visitar, ó si fuere
menester irse al campo, ó visitar á alguien para provecho del ánima, entonces
se haga. A la noche ha de aver otro espacio de hora y media como el que se dixo,
en que se entienda en rezar completas y leer un poquito, especialmente si
estuviere indevoto; y luego pensar en la hora de la muerte y en el juizio de
Dios, y haziendo cuenta que estamos delante dél, y que el cuerpo está echado
en la sepultura, acusarnos general y particularmente de la passado lo uno, y de
lo presente lo otro. Mirar lo que el Señor con nos ha hecho, y quán mal se lo
hemos servido, y examinarnos allí con verdadero examen, á intento de conocer
quán defectuosos somos, y conocer las raices de nuestras passiones muy de
verdad, que sin este conocimiento no es cierto el edificio: y aunque desta
consideración no se saque tanta devoción como de otras, no por eso es de menos
valor, porque no por dessabrido es peor.
Puede
el hombre pensar que es esclavo, y obligado á servir con diligencia á su
Señor, conforme á los de los talentos, y como quien entra en capítulo, y
examinarse bien como quien está en el artículo de la muerte, según se ha
dicho; que grande mal es no pensar primero lo que cierto ha de passar por nos: «Ante
judicium interroga te ipsum» ait Sapiens: también es buen pensamiento,
pensando en la muerte propria y de todos, mirar todas las cosas como acabadas
ya, y los hombres como montones de tierra y huessos; y considerar que solo Dios
es el que ha de ser nuestro arrimo; y tener en poco todo lo visible.
Los
libros en que ha de leer por agora son estos: la Glossa ordinaria, el Nuevo
Testamento, y esto después de Vísperas; y en los otros ratos que he dicho de
leer han de ser: Contemptus Mundi, Casiano, y á Sant Juan Climaco, Morales
de Sant Gregorio (y este leer no hasta cansar, sino para levantar el coraçón),
Meditationes Augustini et Bernardi. El pensar ha de ser sin cansarse la
cabeça, y en sintiendo que se cansa sosegarse, y si puede estar de rodillas
toda hora y media es mejor, y si no, esté hasta que se canse, y si puede estar
dos horas en el dicho exercicio es mejor. Bueno es descansar el pensamiento con
una senzilla attención á Dios, especialmente después que uviere pensado el
dicho rato; porque alguna vez suele el Señor darnos entonces más que quando
hemos toda la noche trabajado nosotros con nuestro pensamiento.
Jueves
y viernes es bien dormir en alguna tabla, por acompañar al Señor, que
padesció en aquellos días.
Propria
voluntad nunca en sí la consienta en poco ni en mucho, y sea Jesu Cristo
crucificado su espejo y dechado, con el qual trabaje por se conformar.