PROFETAS
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

Dos son los temas que se desarrollan en este artículo: el profeta como mediador de revelación y la vocación profética como momento privilegiado de esa mediación. Parece apropiado en un diccionario de TF centrar la atención en las dimensiones hermenéuticas y metodológicas de estos temas, remitiendo a los lectores y a los respectivos artículos de cualquier buen diccionario bíblico para un extenso elenco de textos pertinentes y para la discusión de sus problemas exegéticos en detalle. La reflexión metodológica es imprescindible en el presente caso, puesto que una mirada a algunos de los manuales de TF publicados en los años 1980 ha demostrado que en varios casos los profetas son presentados de forma que reflejan posiciones exegéticas corrientes en los años 1960, sin que se advierta ningún indicio del cambio considerable experimentado por el estado de la cuestión en las décadas siguientes.

Por eso habrá que situar los dos temas particulares antes mencionados dentro del horizonte más amplio de una estrategia de lectura general de los textos proféticos. Para ser más precisos, se pueden distinguir estos tres tipos ideales:- una lectura orientada al futuro, una lectura orientada al pasado y una lectura transtemporal orientada al texto. Puede existir cierto peligro de excesiva simplificación en esto, pero al menos servirá para descubrir cuestiones metodológicas importantes que no se pueden ignorar impunemente.

1. LOS PROFETAS COMO VATICINADORES. En el primer tipo de aproximación, los profetas son leídos ante todo en cuanto que predicen al detalle la vida y misión de Jesús de Nazaret, el mesías y Señor. Su importancia estriba en que apuntan a lo que, desde su situación, está en el futuro. Con raíces en los escritos del NT, este tipo de lectura fue muy desarrollado por los escritores del siglo ii (especialmente Justino e Ireneo); continuó en los siglos siguientes y, finalmente, se formalizó como la "prueba de la profecía" de la apologética clásica.

Una característica sobresaliente de este tipo de lectura es su considerable selectividad. El centro está naturalmente en aquellos textos (en la práctica, realmente no muchos) que parecen prestarse ellos mismos a este tipo de lectura. Hubo incluso una tendencia no sólo a acentuar, sino también a multiplicar los textos mesiánicos; determinadas opciones de traducción de la Vulgata influyeron en esto. Pero aun así, grandes bloques de material de los libros proféticos siguieron sin ser susceptibles de esta estrategia de lectura (p.ej., anuncios de invasiones, de destrucción, de exilio; crítica de abusos sociales, de maniobras políticas, y así sucesivamente). Este material tendía a ser ignorado, si no atribuido al aspecto "imperfecto" del AT, que es superado en el Nuevo; otros optaron por la solución de lecturas alegóricas.

La densa concentración en una lectura orientada al futuro de los textos en esta perspectiva tuvo su efecto sobre los dos temas aquí en cuestión. Los profetas serían considerados como mediadores de revelación predominante (o exclusivamente) en la medida en que predecían el culmen de la revelación en Jesucristo; la lectura era una lectura referencial a Cristo. Habría pues, relativamente poco interés por la llamada inicial de los profetas como momento privilegiado de revelación, ya que la lectura no hacía primariamente referencia al profeta ni estaba particularmente interesada en la experiencia propia del .profeta y en su público inmediato.

¿Cómo evaluar esta primera estrategia de lectura? Pueden observarse tres puntos:

a) La existencia de un pequeño número de textos que pueden legítimamente denominarse "mesiánicos" es admitida prácticamente por todos los investigadores actuales. Sin 'embargo, prescindiendo de aquellos de tendencias fundamentalistas en las diversas confesiones cristianas, existe igualmente acuerdo en que una lectura histórico-crítica de esos textos es incapaz de demostrar que cualquiera de ellos contuviera desde el comienzo una predicción directa y unívoca de aspectos de la vida y misión de Jesús de Nazaret. La metodología científica no es capaz de llegar a una identificación personal específica de la figura mesiánica de los textos. Consecuentemente, una prueba apologética por la profecía entendida como argumentación histórica racional no es factible. La cuestión es diferente para lectores que ya creen en Jesús como el mesías; a estos lectores algunos textos proféticos pueden traerles a la mente diversos aspectos de la vida y misión de Jesús. Mas para estos lectores los textos proféticos tienen una función de anámnesis, no argumentativa; la creencia en Jesús como el salvador prometido es el presupuesto, no la conclusión, de tal lectura; el efecto de esta lectura no es fundamentar la fe, sino profundizarla e iluminarla.

b) Cuando la prueba apologética de la profecía se tomaba en un sentido fuerte, corría el peligro de alimentar (independientemente de las intenciones personales) una actitud antijudía o incluso polémica. Éste podía ser el caso, si el argumento tomaba la forma de una demostración racional de que los textos mesiánicos claramente señalan a Jesús de Nazaret, lo que implicaría que cualquier persona de inteligencia normal que acepte la autoridad de los textos proféticos como Escritura, y sin embargo rehúsa reconocer a Jesús como el Cristo, debe estar en mala fe subjetiva. Esta conclusión puede sin duda haber contribuido, junto a otros varios factores de naturaleza socioeconómica y psicológica, a suscitar una actitud muy extendida de hostilidad a las comunidades judías, especialmente en Europa en los siglos pasados. Las horrendas consecuencias prácticas de esto son bien conocidas. Después de Auschwitz, estos temas no pueden pasarse en silencio en una discusión teológica sobre el uso de textos proféticos.

c) Finalmente, la drástica selectividad inherente a esta estrategia de lectura de los profetas. es un argumento decisivo contra su suficiencia.

Una gran parte de la literatura profética ha sido en la práctica ignorada o degradada por los intereses del enfoque de "predicción". Y esto tiene el paradójico efecto de empobrecer una lectura cristiana de los textos proféticos.

2. LOS PROFETAS COMO PERSONALIDADES RELIGIOSAS EXTRAORDINARIAS. Un segundo tipo de estrategia de lectura se centra en lo que se encuentra del pasado detrás de los textos proféticos, a saber: las figuras históricas de los profetas vistos corno excepcionales personalidades religiosas, cuyas intuiciones inspiradas llevaron a la religión de Israel a un plano más alto, preparándola de este modo para la etapa de cumplimiento en Jesucristo. Este tipo de lectura surgió con la aproximación histórico-crítica a la Biblia, y se desarrolló en sus primeras etapas, especialmente en Alemania, bajo la doble influencia del romanticismo y del idealismo. La influencia romántica fomentó el interés por la biografía de los profetas, sus vicisitudes personales y sus experiencias religiosas. La influencia idealista acentuó la superioridad del pensamiento profético sobre las formas inferiores de religión cúltica corrientes entre sus contemporáneos, tendiendo a menudo a establecer este contraste dentro del marco de una visión evolutiva del desarrollo de la religión de Israel. Diferentes autores se vieron afectados de diversos modos por estas dos influencias, pero existió una tendencia común a valorar por encima de todo lo que era personal y original en los profetas y a despreciar la obra posterior de discípulos, redactores, editores y glosadores, que continuaron el proceso de formación de los libros proféticos después de los propios profetas. Estas contribuciones posteriores, calificadas normalmente de "inauténticas", tendían a ser vistas por la mayor parte como ineptas, y a veces incluso como una corrupción del mensaje profético original.

Dentro de este segundo tipo de estrategia de lectura tienen probablemente los dos temas propuestos para este artículo su Sitz im Leben original. Hablar de un profeta como de un mediador de revelación pare presuponer que se puede elaborar un retrato histórico claro del profeta en cuestión sobre la base del material "auténtico" del libro profético y de otras fuentes disponibles, y que se puede reconstruir la situación del público original al que el profeta transmitía la revelación en primer lugar. Es claro, además, que el particular interés ponla inicial experiencia de vocación del profeta y su valor revelador está relacionado con la aproximación biográfica, centrada en la persona, típica de la línea de investigación histórico-crítica influida por el romanticismo. Debe añadirse, desde luego, que- los temas, como los tipos de texto pueden desplazarse de su Sitz ¡ni Leben original y ser utilizados en otros contextos; por eso no se puede concluir que los dos temas en cuestión aquí estén inseparablemente ligados al segundo tipo de estrategia de lectura. Es útil, sin embargo, tener en cuenta su marco original.

¿Cómo podría evaluarse esta segunda estrategia de lectura? De nuevo se pueden afirmar tres puntos:

a) Un rasgo indudablemente positivo es que este tipo de lectura recupera mucho del material profético que había sido ignorado en la práctica por la aproximación "que predice a Jesús", y lo trata al menos como de significado potencial para lectores posteriores.

b) Otro valor positivo reside en la aguda conciencia de la dimensión histórica y de la naturaleza contextualizada del ministerio de los profetas.

Sin embargo, un punto débil de initivo, que se ha hecho cada vez más claro para los investigadores en la segunda mitad del siglo xx, se encuentra en el enfoque unilateral sobre los personajes proféticos a expensas de los libros. En su peor forma, esta actitud tendía a considerar los libros proféticos como deplorables obstáculos que había que desmantelar críticamente en la medida de lo posible, para llegar a la ipsissima vox del propio profeta, el único objeto de estudio digno de consideración, el único depositario de valores religiosos de validez permanente. Los profesionales de teología fundamental quizá deban considerar hasta qué punto una influencia inconsciente de esta postura puede estar presente en su imagen de los profetas.

3. LOS PROFETAS EN CUANTO TEXTOS. El tercer tipo ideal se puede describir como orientado al texto o transtemporal. Está orientado al texto porque toma en serio el hecho innegable de que el dato primario de que dispone el lector es el libro-profético, y porque considera que su tarea primordial es lograr una mejor comprensión de ese libro en toda su complejidad -literaria e histórica. Es transtemporal porque el centro no se sitúa unilateralmente en un período particular (ya sea el de la vida de Jesús o el de la vida del profeta cuyo nombre va unido al libro), sino que abarca todo el espacio temporal en el que tuvo lugar la génesis del libro. Colocadas en orden cronológico (que, sin embargo, no es el orden operativo de la tarea exegética aquí), estas fases temporales son: todos aquellos factores anteriores al profeta que influyeron en la manera en que el mensaje fue formulado (historia de la tradición); el propio ministerio y mensaje del profeta en tanto que esto pueda reconstruirse históricamente; las diversas fases de transmisión y desarrollo del material profético hasta la formación del libro tal como lo tenemos ahora (historia de la redacción); un estudio del libro completo como una unidad (estudio de la forma final).de composición (no de autor). La problemática de la historia de la tradición tuvo mucho auge en las décadas de los años 1950 y 1960 (la Teología del AT de G. von Rad es un notable ejemplo). Las cuestiones de la historia de la redacción empezaron a adquirir importancia y se desarrollaron de modo marcadamente radical en las décadas de los años 1970 y 1980 (aunque, desde luego, se pueden encontrar también antes de este período). El estudio de la forma final se ha desarrollado en las dos últimas décadas también bajo una variedad de influencias (el estructuralismo, la aproximación canónica, intentos de aplicar varias teorías generales del texto y de la literatura a los libros proféticos).

¿Cómo podría tener todo esto influencia en la formulación de los dos temas sugeridos para este artículo? Se pueden hacer tres observaciones:

a) Parece imprescindible una presentación más matizada al hablar de un profeta como mediador de revelación. Mientras pueda proponerse una reconstrucción probable del ministerio histórico de un profeta dado (sobre esto, ver la siguiente observación), tendrá que admitirse, a la luz de los estudios históricos de la tradición, que el mensaje del profeta no era una revelación totalmente nueva, que existía una considerable medida de diálogo con puntos de vista anteriores y de contestación de los mismos; en suma, que los profetas fueron gente de su tiempo en mayor grado del que podría deducirse de las obras científicas de una época anterior. Si esto es así, se plantea entonces la cuestión: ¿es quizá algo unilateral centrar la atención de manera tan específica en los profetas como mediadores de revelación en el AT? ¿No deberíamos esperar también leer artículos sobre los teólogos narrativos deuteronomistas, o los salmistas, o los maestros de sabiduría como mediadores de revelación?

b) La reconstrucción histórica del ministerio de cualquiera de los profetas se ha convertido en una tarea mucho más difícil a la luz de los estudios más radicales de la crítica de la redacción de los años recientes. Por ejemplo, las últimas ediciones del comentario de O. Kaiser a Is 1-39 concluyen que los contornos históricos de la vida de Isaías están velados por una oscuridad casi total; a una conclusión similar ha llegado R. Carroll para Jeremías en su comentario de 1986 sobre este libro. Indudablemente hay otros investigadores más optimistas sobre las posibilidades de recuperar datos históricos acerca del ministerio de los profetas (p.ej., el comentario de H. Wildberger sobre Is 1-39 y el comentario extraordinariamente optimista sobre Jeremías de W. Holladay); pero la realidades que la aproximación biográfica es actualmente un asunto de considerable debate exegético. Sería poco aconsejable para los teólogos de teología fundamental ignorar la existencia de estas discusiones y continuar hablando de "los profetas" como si hubiera pocos problemas para alcanzar un consenso acerca de su ministerio histórico. Esto afecta al propio uso de los relatos de vocación de los libros proféticos, por poner sólo un ejemplo. Existe una tendencia creciente entre los exegetas a leer los "textos de vocación" ante todo (o incluso exclusivamente) como declaraciones teológicas programáticas, cuya principal finalidad no es aportar información biográfica o psicológica sobre la experiencia del profeta, sino más bien ofrecer una legtimación teológica del papel del profeta y un sumario de los puntos clave del mensaje. En esta perspectiva, los relatos de vocación no nos dan acceso directo a los momentos privilegiados de la experiencia de revelación del profeta; en cambio, son textos cuya posición prominente y contenido programático nos ofrecen un papel privilegiado en la estructura del libro profético como composición redaccional.

c) La dificultad de reconstruir un cuadro histórico de los profetas implica también (según algunos investigadores actuales) problemas de descripción de la función. Se pueden citar dos ejemplos. Primero, el término hebreo nábi; traducido como "profeta" a partir de la versión de los LXX, es la designación más común para la función profética en los escritos exílicos y posexílicos de la Biblia, pero es dudoso que los profetas del siglo viH (Amós, Oseas, Isaías y Miqueas) usaran jamás este título para sí mismos. ¿No tiende un indiscriminado uso del término "profeta" quizá a ofrecer una imagen excesivamente uniforme de lo que puede bien haber sido una serie de papeles mucho más complejos en la historia religiosa de Israel? En segundo lugar, el sintagma débdr Yhwh ("la palabra del Señor', presentado generalmente como un rasgo específico de revelación profética es de hecho muy raro en textos proféticos que puedan datarse con sólida probabilidad del siglo viii; se hace frecuente sólo en el período exílico y después (en Jeremías, Ezequiel, y la historia deuteronomista). ¿No corre el riesgo una generalización indiscriminada acerca de los profetas como portadores del débár Yhwh de simplificar quizá demasiado una serie más compleja de términos y papeles de revelación?

Resumiendo, el estado actual de la discusión exegética sobre los profetas (refiriéndose a los libros y a los personajes) sugiere que la TF debería repensar la razón fundamental de su tradicional interés y de su discurso sobre los profetas. La aproximación centrada en la persona, ingenuamente experiencial, que se ha dado por sentada en muchas obras de TF hasta la actualidad, necesita reflexionar sobre el nuevo estado de la cuestión surgido de la reciente investigación exegética y sus implicaciones hermenéuticas. Sólo así puede la TF esperar seguir en diálogo efectivo con la ciencia bíblica en este tema.

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Ch. Conroy