ZACARÍAS
DicTB


SUMARIO: I. El profeta y su tiempo.
II. Primera parte (cc. 1-8); III. Los capítulos 9-14.


1. EL PROFETA Y SU TIEMPO. Zacarías (en hebr., Zekarjiah, "Yhwh se ha acordado"), hijo de Berequías, hijo de Idó, mencionado con el profeta /Ageo por Esd 5,1 y 6,14, es el penúltimo de los doce profetas menores. Probablemente es la misma persona mencionada como jefe de la familia sacerdotal de Idó (Neh 12,16), donde se tendría la confirmación de que era de familia sacerdotal, y lo cual explicaría su gran interés por el templo y el culto, a la vez que se comprende el motivo de la impresión que su escrito deja en el lector.

El período de la actividad profética está definido con precisión en su libro (como en el de su contemporáneo Ageo): la llamada a la penitencia y la promesa del perdón divino (1,1-6) tienen fecha de octubreno-viembre del año 520; las ocho visiones (1,7-6,8) son de febrero del año, 519; la respuesta a la cuestión relativa al ayuno (cc. 7-8) es de noviembre del 518. Así pues, Zacarías inició su ministerio dos meses después que Ageo, pero siguió aún por dos años después de la última fecha que podemos asignar a la actividad profética de éste (cf Ag 2,20).

Nadie discute la autenticidad de los primeros ocho capítulos de Zacarías, aunque dejan la impresión de que acá y allá hay interrupciones y retoques. En cambio, es diverso el juicio en lo que se refiere a los capítulos 9-14, o sea la segunda parte del libro, según se verá.

Puede parecer exagerado que los dos profetas posteriores al exilio de mayor interés (Ageo y Zacarías) hayan atribuido tanta importancia a una obra tan exterior como la erección del templo; sin embargo, hay que recordar que en las condiciones de los que "volvían" del destierro babilónico, los judíos tenían necesidad, experimentada sobre todo por las personas más significativas, de encontrar su identidad. Además hay que tener presente que estos "retornados" (sacerdotes y laicos) estaban diversamente compenetrados por el espíritu ritualista del gran profeta Ezequiel y que renunciar a la reconstrucción del templo hubiera sido una bancarrota de la fe y de las esperanzas de los "retornados", aunque las dificultades eran muchas.

II. PRIMERA PARTE (cc. 1-8) El mensaje del profeta comienza con una invitación apremiante a la penitencia (1,1-6), a la que siguen ocho visiones dirigidas a infundir ánimo al pueblo. En la primera (1,7-17) ve el profeta cuatro caballeros que montan corceles de diverso color. Un ángel explica que las naciones han excedido la medida al castigar a Israel, por lo cual Yhwh se volverá de nuevo hacia Israel (hacia Jerusalén), su templo será reconstruido y las ciudades de Judá volverán a abundar en toda clase de bienes. En la segunda visión (2,1-4) el profeta descubre cuatro cuernos y cuatro herreros dispuestos a abatirlos (es decir, a derribar el poder que representan); se. trata de cuatro naciones. En la tercera visión (2,5-17) el profeta ve a un hombre con una cinta que se dispone a medir Jerusalén; de hecho, se reedificará mucho más grande de lo que era antes de la destrucción, y desde ahora sus hijos están invitados a volver a la ciudad que Yhwh rodeará con un muro de fuego, volviendo él mismo a ella. En la cuarta visión ve el profeta (3,1-10) al sumo sacerdote Josué ante el tribunal celeste con las vestiduras sucias y a Satanás que lo acusa, pero un ángel hace que el sumo sacerdote se revista de vestiduras limpias y le reprocha a Satanás no haber comprendido las verdaderas intenciones de Yhwh (el profeta quiere significar la restauración del sacerdocio en sus funciones institucionales, interrumpidas con la destrucción del templo y el destierro). En este punto el profeta se dirige directamente a Josué y le anuncia la venida del mesías, que aquí es llamado "germen" (en hebr., úsemah), como más adelante en 6,12 y en Jer 23,15: obsérvese que la versión griega y la versión latina en lugar de "germen" tradujeron "sol naciente", "oriente", versión seguida por el evangelio de Lucas (1,78) y por la liturgia latina en la antífona de adviento O Oriens... Con este término el profeta quería designar a Zorobabel como mesías. En la quinta visión (4,1-14) el profeta ve dos olivos y un candelabro de siete brazos, es decir, los "siete" ojos de Yhwh y sus dos "ramas de olivo", es decir, "dos ungidos que están ante el Señor de toda la tierra", es decir, los dos mesías, Zorobabel y Josué, verosímilmente un mesías "secular" y otro "sacerdote", dos mesías de los cuales hablan los manuscritos de los esenios de Qumrán. Está claro el simbolismo de la sexta visión (5,1-4): el profeta descubre un rollo de pergamino cubierto de maldiciones que vuela por encima de toda Judea, significando que todo pecador será eliminado antes de la llegada de la salvación. Más complicada es la séptima visión (5,5-11): el profeta ve a una mujer sentada en un efá (unidad de medida) y transportada por dos mujeres aladas; es el pecado de Judá que es extirpado y llevado a un país enemigo, donde se convertirá en una falsa divinidad. En la octava visión (6,1-8) el profeta tiene delante cuatro carros arrastrados por caballos que anuncian por todas partes la señal del cumplimiento del programa mesiánico. La visión termina con una palabra de Yhwh al profeta: con el oro y la plata llevados por los judíos venidos de Babilonia debe Zacarías mandar hacer una corona para coronar rey mesías a Zorobabel, "su nombre es germen". Es probable que en esta segunda parte haya intervenido algún retoque determinado por el oscuro fin que tuvo Zorobabel.

En los dos últimos capítulos (cc. 7-8) el profeta trata de diversas cuestiones; en noviembre del año 518 se le hace una pregunta al profeta respecto al ayuno en recuerdo de la destrucción del templo (cf 2Re 25,8-9); la respuesta es aplazada. El profeta invita ante todo a seguir la justicia, el juicio justo, el amor y la misericordia antes que el ayuno (7,4-14). Siguen siete promesas que tienen por tema la grandeza de la nueva Jerusalén, el retorno de todos los desterrados y la reedificación del templo (cada promesa es presentada con las palabras "Así habla el Señor": 8,2.3.4.6.7.9. 14). Finalmente, en 8,18-19 está la respuesta a la cuestión del ayuno: el ayuno del cuarto mes (junio julio) conmemora la irrupción de los babilonios a través de los muros de Jerusalén (cf Jer 39,2-3), el del quinto mes la destrucción de la ciudad (cf Jer 52,12), el del séptimo mes el asesinato de Godolías (cf 2Re 25,25; Jer 41, 1 ss), el del décimo mes el comienzo del asedio de la ciudad (cf 2Re 25,1).

Como Ageo, también Zacarías ha dejado un escrito muy caracterizado por el tiempo de composición también bajo el aspecto religioso, pues se caracteriza notablemente por el escatologismo mesiánico que distinguía los ideales de los "retornados" del destierro babilónico.

III. LOS CAPÍTULOS 9-14. En Zac 9-14, la crítica histórica y literaria, lo mismo que el examen del contenido, ponen de manifiesto una mano y unas ideas muy diversas de los capítulos 1-8. En cuanto al tiempo de composición, nos movemos en un campo de hipótesis. Algunos estudiosos consideran los capítulos 9-14 preexílicos; otros ven en ellos un apocalipsis compuesto después del tiempo de Alejandro Magno. La opinión más verosímil es la siguiente: no hay ningún indicio para atribuir aun mismo autor los capítulos 1-8 y los capítulos 9-14; en los capítulos 9-14 hay una referencia concreta al surgir y a la caída de la potencia grecomacedónica (9,1-11,3).

De la alegoría del buen pastor (11,4-17) saca Mateo un texto que aplica a Jesús: el profeta, despreciado, habla y obra en nombre de Yhwh, por lo cual resulta más estrecha la tipología con Jesús: "Ellos tasaron mi salario: treinta siclos de plata..." (cf Mt 27,3-10); treinta siclos era el precio de un esclavo (cf Ex 21,32). Al citar nuestro texto, Mt lo combina con Jer 32,6-9, atribuyéndolo todo al profeta Jeremías. En los capítulos 12-14 se leen, en cambio, expectativas generales de índole escatológica sobre la destrucción de las naciones y sobre el respectivo comienzo de las fortunas de Jerusalén. Una fecha, incluso sólo razonable, de estos capítulos es imposible (hipotéticamente se piensa en los siglos iv-iii).

Así pues, en los capítulos 9-14 se ven dos partes distintas, división que parece insinuar también el hecho de comenzar el capítulo 9 con "Mensaje. Palabra del Señor...", las mismas palabras con que comienza también el capítulo 12. Por eso algún crítico habla de Déutero-Zacarías (cc. 9-11) y de Trito-Zacarías (cc. 12-14) [/ Malaquías I].

Sin embargo, en esta segunda parte del libro podemos ver también cinco actos distintos de un drama apocalíptico, del modo siguiente: a) un invasor enviado por Dios (acaso Alejandro Magno) devasta Siria, Fenicia y Filistea; pero un "resto" se convierte, y en él viene el príncipe mesiánico de la paz (9,1-10); b) los judíos de la diáspora unen sus fuerzas con las de Judea y Efraín y derrotan a los griegos (9,11-17); c) guerra victoriosa de independencia, en la cual los judíos debilitan el poder de los Tolomeos y de los Seléucidas (10,3-11,3); d) liberación de Jerusalén atacada por judíos y gentiles: la ciudad llora a un justo asesinado (11,4-13,6); e) saqueo de Jerusalén, liberación milagrosa de la mitad de la población, el suelo será extraordinariamente fecundo, la mayor parte de los gentiles serán eliminados; los que de ellos sobrevivan, serán obligados a celebrar la fiesta de las cabañas en Jerusalén.

Del pasaje 12,10 extrae el evangelista Juan un texto que aplica a Jesús en la cruz, traspasado por la lanza: "Volverán sus ojos hacia el que traspasaron..."; se trata de un texto más bien oscuro e indudablemente denso, como por lo demás todos estos capítulos, rebosantes de expectativas mesiánicas y escatológicas.

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L. Moraldi