SUMARIO: I. Introducción. II. La verdad en el A T y en el judaísmo: 1. La verdad de Dios; 2. La verdad de los hombres; 3. La verdad en el judaísmo. III. La verdad en el NT: 1. Herencia bíblica; 2. La verdad del evangelio: a) La verdad y la fe, b) Verdad y vida cristiana, c) La sana doctrina y el error, d) Cristo y la verdad; 3. La verdad en san Juan: a) La palabra del Padre y Cristo-verdad, b)
El espíritu de la verdad, c) Verdad y santidad. IV. Verdad bíblica y verdad cristiana.I. INTRODUCCIÓN. La noción de verdad ocupa un puesto fundamental, no sólo en todos los sistemas filosóficos yen todas las grandes culturas. Es ya de uso corriente en la vida cotidiana: se dice que un pensamiento o un modo de juzgar es verdadero cuando está conforme con la realidad; o bien se llama verdadero a lo que es real, genuino, no falsificado (un hecho verdadero, un arrepentimiento verdadero). Se habla también de verdad en un nivel más alto del saber humano: se emplea la noción de verdad en la ciencia (es verdadero lo que se ha verificado), en el derecho (un delito verdadero), en la historiografía (un hecho histórico). Pero, obviamente, en el campo de la filosofía es donde con mayor frecuencia se habla de la verdad. Desgraciadamente, la noción de verdad ha asumido a través de los siglos múltiples significados, hasta el punto de que se ha dicho con razón: se puede considerar la historia de la filosofía como historia de la búsqueda de la verdad. Una definición clásica de la verdad es la de Aristóteles, recogida por santo Tomás: adaequatio intellectus et rei. En nuestro tiempo ocupa un puesto central en la ontología de Heidegger la noción de verdad como revelación o desvelamiento: es una concepción que ha tenido gran influjo en la exégesis juanista de Bultmann.
Pero es importante observar que existe también una noción específicamente bíblica de verdad, diversa de todas las que se han mencionado hasta ahora. Es un concepto esencialmente religioso, que describe las relaciones del hombre con Dios o la vida del hombre a la luz de Dios. Esta noción ha pasado, sin embargo, por una notable evolución; mientras que en el AT la verdad es principalmente la fidelidad a la / alianza, en el NT se convierte en la plenitud de la revelación realizada en / Jesucristo.
II. LA VERDAD EN EL AT Y EN EL JUDAÍSMO. El verbo hebreo `aman (cf el amén litúrgico: 2Cor 1,20), del cual se formó `emet (verdad), significa fundamentalmente ser sólido, seguro, digno de confianza; por tanto, la verdad es la cualidad de lo que es estable, probado, aquello en lo que podemos apoyarnos. Una paz de verdad (Jer 14,13) es una paz sólida, duradera; un camino de verdad (Gén 24,48) es un camino que conduce seguramente a la meta; "en verdad" significa a veces (Is 16,3): de modo estable, para siempre. Aplicada a Dios y a los hombres, habrá que traducir frecuentemente la palabra por "fidelidad": la fidelidad de alguien nos invita a confiar plenamente en él.
1. LA VERDAD DE DIOS. La emet de Dios está ligada a su intervención en la historia en favor de su pueblo. Yhwh es el Dios fiel (Dt 7,9; 32,4; Sal 31,6; Is 49,7). La importancia de este atributo no se explica bien más que en el contexto de la alianza y de las promesas: "El Señor, tu Dios, es Dios, el Dios fiel que conserva su alianza y su amor por mil generaciones a los que le aman" (Dt 7,9). A menudo `emet va asociado
a hesed (p.ej., Sal 89; 138,2) para indicar la actitud fundamental de Dios en la alianza: es una alianza de gracia, a la que Dios no ha faltado nunca (Ex 34,6s; cf Gén 24,27; 2Sam 2,6; 15,20). En otras partes la fidelidad va unida a los atributos de justicia (Os 2,21s; Neh 9,33; Zac 8,8) o de santidad (Sal 71,22), y asume un significado más general, sin referencia a la alianza. En varios salmos la estabilidad divina es presentada como una protección, un refugio para el justo que implora el socorro divino; de ahí la imagen del baluarte, de la armadura, del escudo (Sal 91), que ponen de manifiesto la firmeza del apoyo divino (cf Sal 40,12; 43,2s; 54,7; 61,8).La `emet caracteriza también a la palabra de Dios y a su ley. Los salmos celebran la verdad de la ley divina (Sal 19,10; 111,7s; 119,86.138.142. 151.160); según el texto citado en último lugar, la verdad es lo que hay de esencial, de fundamental en la palabra de Dios; es irrevocable, permanece para siempre.
2. LA VERDAD DE LOS HOMBRES. También aquí se trata de una actitud fundamental de fidelidad (cf Os 4,2). "Hombres de verdad"(
Ex 18,21; Neh 7,2) son hombres de confianza; pero ambos textos añaden: "temerosos de Dios", lo cual une esta apreciación moral con el texto religioso del yahvismo. Ordinariamente, la "verdad" de los hombres designa directamente su fidelidad a la alianza y a la ley divina. Por tanto, describe el conjunto del comportamiento de los justos: de ahí el paralelismo con perfección (Jos 24,14), corazón íntegro (2Re 20,3), el bien y el derecho (2Crón 31,30), derecho y justicia (Is 59,14; cf Sal 45,5), santidad (Zac 8,3). "Hacer la verdad" (2Crón 31,30; Ez 18,9) y "caminar en la verdad" (1Re 2,4; 3,6; 2Re 20,3; Is 38,3) quiere decir ser fieles observantes de la ley del Señor (cf Tob 3,5).Para las relaciones de los hombres entre sí reaparece la fórmula "hacer la bondad y la verdad" (Gén 47,29; Jos 2,14): significa obrar con benevolencia y lealtad, con una bondad fiel. También aquí se encuentra el matiz fundamental de solidez: una lengua sincera "permanece para siempre" (Prov 12,19).
3. LA VERDAD DEL MISTERIO REVELADO. En la tradición más reciente, sapiencial y apocalíptica, la noción de verdad adopta un sentido parcialmente nuevo, que prepara el NT: designa la doctrina de sabiduría, la verdad revelada. En algunos salmos (25,5; 26,3; 86,11), la expresión "caminar en la verdad de Dios" da a entender que esta verdad no es simplemente el comportamiento moral, sino la ley misma que Dios enseña a observar. Los sacerdotes deben transmitir "una doctrina de verdad" (Mal 2,6): es la enseñanza que viene de Dios. Así pues, "verdad" se convierte en sinónimo de t sabiduría: "Hazte con la verdad y no la vendas; con la sabiduría, la instrucción y la inteligencia" (Prov 23,23; cf 8,7; 22,21; Qo 12,10); "Hasta la muerte lucha por la verdad" (Si 4,28 LXX).
La palabra "verdad", por indicar el designio y el querer de Dios, es también afín a / misterio (Tob 12,11; Sab 6,22). En el momento del juicio, los justos "comprenderán la verdad" (Sab 3,9); no en el sentido semítico de que deberán experimentar la fidelidad de Dios a sus promesas, ni tampoco en el sentido griego de que verán el ser de Dios, que es verdad, sino en el sentido apocalíptico: comprenderán el designio providencial de Dios sobre los hombres. Para Daniel, "el libro de la verdad" (Dan 10,31) es aquel en el que está escrito el designio de Dios: la verdad de Dios es la revelación de su designio (9,13); es también una visión celestial y la explicación de su significado (8,26; 10,1; 11,20), es la verdadera fe, la religión de Israel (8,12).
4. LA VERDAD EN EL JUDAÍSMO. Este uso del término se observa en el judaísmo apocalíptico y sapiencial. En Qumrán "la inteligencia de la verdad de Dios" es el conocimiento del misterio (1QH 7,26s), pero que se obtiene mediante la interpretación verdadera de la ley: "convertirse a la verdad" (1QS 6,15) significa "convertirse a la ley de Moisés" (5,8). Doctrina revelada, la verdad tiene también un alcance moral, se opone a la iniquidad: los "hijos de la verdad" (4,5) son los que siguen "los caminos de la verdad" (4,17). La verdad termina así por designar en Qumrán el conjunto de las concepciones religiosas de los hijos de la alianza.
III. LA VERDAD EN EL NT. 1. HERENCIA BÍBLICA. En Pablo, más que en ninguna otra parte del NT, la noción de verdad (alétheia) presenta los matices que tenía en los LXX. El apóstol se sirve de ella en el sentido de sinceridad (2Cor 7,14; 11,10; Flp 1,18; ICor 5,8) o en la expresión "decir la verdad" (Rom 9,1; 2Cor 12,6; Ef 4,25; lTim 2,7). Profundamente bíblica es la fórmula "la verdad de Dios" para designar la fidelidad de Dios a sus promesas (Rom 3,7; cf 3,3; 15,8; 2Cor 1,18ss: las promesas de Dios fiel tienen su "sí" en Cristo); igualmente alétheia, en el sentido de verdad moral, de rectitud: opuesta a la injusticia (Ef 5,9; 6,14), caracteriza el comportamiento que Pablo espera de sus cristianos (Col 1,6; 2Cor 13,8). El juicio de Dios se caracterizará también por la verdad y la justicia (Rom 2,2).
La antítesis entre "la verdad de Dios" y la mentira de los ídolos (Rom 1,25; cf lTes 1,9) se inspira en la polémica judía contra la idolatría pagana (Jer 10,14; 13,25; Bar 6,7.47.50): el verdadero Dios es el Dios vivo, con el cual se puede contar, el que escucha a su pueblo y lo salva.
2. LA VERDAD DEL EVANGELIO. Aquí aparece la noción de verdad cristiana. Enlaza con el tema sapiencial y apocalíptico de verdad revelada. Los judíos se hacían la ilusión de poseer en su ley la expresión misma de la verdad (Rom 2,20), de encontrar en ella depositada toda la voluntad de Dios (2,18). Pablo sustituye la expresión judía "la verdad de la ley" por "la verdad del evangelio" (Gál 2,5.14) o "la palabra de verdad"(Col 1,5; Ef 1,13; 2Tim 2,15). Objeto de una revelación (2Cor 4,2) exactamente como el misterio (Rom 16,26; Col 1,26; 4,3), es la palabra de Dios predicada por el apóstol (2Cor 4,3.5).
a) La verdad y la fe.
Los hombres a los que va dirigido este mensaje deben escuchar la palabra (Ef 1,13; Rom 10,14), deben convertirse para llegar al conocimiento de la verdad (2Tim 2,25). La aceptación de la verdad del evangelio tiene lugar mediante la fe (2Tes 2,13; Tit 1,1; 2Tes 2,12; Gál 5,7; Rom 2,8); pero esta fe exige al mismo tiempo el amor de la verdad (2Tes 2,10). "Llegar al conocimiento de la verdad" es en los textos posteriores (lTim 2,4; 2Tim 3,7; cf Heb 10,26) una expresión estereotipada para decir adherirse al evangelio, abrazar el cristianismo, porque los fieles son precisamente los que conocen la verdad (lTim 4,3); ésta no es otra cosa que la fe cristiana (Tit 1,1).b) Verdad y vida cristiana. Según las cartas católicas, los fieles han sido engendrados a la nueva vida por la palabra de verdad (Sant 1,18; 1Pe 1,23); han santificado sus almas mediante la obediencia a la verdad en el momento del bautismo (1Pe 1,22). Por eso no hay que extraviarse alejándose de esta verdad una vez abrazada (Sant 5,19), reforzándose en la verdad presente con vistas a la parusía (2Pe 1,12); hay que continuar deseando esta leche de la palabra a fin de crecer para la salvación (IPe 2,2). De ese modo el cristiano, añade Pablo, se reviste del hombre nuevo y realiza la santidad que exige la verdad (Ef 4,24).
c) La sana doctrina y el error.
En las pastorales la polémica contra los herejes confiere al tema un matiz nuevo; la verdad es ahora la buena doctrina (1Tim 1,10; 4,6; 2Tim 4,3; Tit 1,9; 2,1), opuesta a las fábulas (lTim 1,4; 4,7; 2Tim 4,4; Tit 1,14) de los doctores de la mentira (lTim 4,2). Estos han vuelto la espalda a la verdad (Tit 1,14; cf 1. Tim 6,5; 2Tim 2,18; 4,4); se alzan incluso contra ella (2Tim 3,8). Pero la Iglesia del Dios vivo es "la columna y el fundamento de la verdad" (lTim 3,15).d) Cristo y la verdad.
Entre la verdad y la persona de Cristo existe un lazo estrechísimo. El objeto del mensaje del apóstol no es una doctrina abstracta, sino la persona misma de Cristo (2Cor 4,5; cf Gál 1,16;1 Cor 1,23; 2Cor 1,19; 11,4; Ef 4,20; Flp 1,15): Cristo "manifestado en la carne..., proclamado a los paganos, creído en el mundo", es la verdad, de la cual la Iglesia es guardiana; es el misterio de la piedad (1Tim 3,16). El Cristo-verdad anunciado por el evangelio no es, pues, un ser celestial en el sentido gnóstico, sino el Jesús de la historia, muerto y resucitado por nosotros: "La verdad está en Jesús" (Ef 4,2).3. LA VERDAD EN SAN JUAN. En la teología de Juan, que es ante todo una teología de / revelación, la noción de verdad ocupa un puesto notable. Se interpreta frecuentemente la alétheia juanista en el sentido dualista metafísico, platónico o gnóstico, de ser subsistente y eterno, de realidad que se desvela. Pero Juan no llama nunca a Dios mismo la verdad, lo cual sería esencial según estos sistemas. En realidad, no hace más que desarrollar el tema apocalíptico y sapiencial de la verdad revelada recogido en otras partes del NT, pero insistiendo más en el carácter revelado de la verdad, en su nexo con Cristo y en la fuerza interior que suscita en el creyente.
a) La palabra del Padre y el Cristo-verdad.
Para Juan la verdad no es el ser mismo de Dios, sino la palabra del Padre (Jn 17,17; cf 1Jn 1,8: "La verdad no está en vosotros", y 1,10: "Su palabra no está en vosotros"). La palabra que Cristo ha escuchado del Padre (Jn 8,26.40; cf 3,33) es la verdad que él viene a "proclamar" (8,40.45s) y de la cual viene a "dar testimonio" (18,37; cf 5,33). Por tanto, la verdad es al mismo tiempo la palabra del Padre y la palabra que el mismo Cristo nos dirige y que debe llevarnos a creer en él (8,31s.45s). La diferencia entre esta revelación y la del AT se subraya fuertemente: "La ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad nos ha venido por Jesucristo" (1,17), porque con él y en él ha aparecido la revelación total, definitiva. Mientras que el demonio es el padre de la mentira (8,44), Cristo proclama la verdad (8,45), está "lleno de la gracia y de la verdad" (1,14). La gran novedad cristiana es ésta: Cristo mismo es la verdad (14,6); lo es no por poseer la naturaleza divina, sino porque, Verbo hecho carne, nos revela al padre al revelarse a sí mismo como el Hijo unigénito (1,18). Jesús mismo explica el sentido de este título, uniéndolo a otros dos: él es "el camino, la verdad y la vida"; es el camino que conduce al Padre precisamente porque él, el hombre Jesús, en cuanto verdad, nos transmite en sí mismo la revelación del Padre (17,8.14.17) y de ese modo nos comunica la vida divina (1,14; 3,16; 6,40.47.63; 17,2; lJn 5,1 lss). Así pues, este título revela indirectamente la persona divina en Cristo; si Jesús, único entre los hombres, puede ser para nosotros la verdad, es porque ha vivido como Hijo unigénito, "vuelto al seno del Padre" (1,18), y por revelar así en sí mismo "al Verbo dirigido hacia Dios" (1,2), "la vida eterna vuelta hacia el Padre" (Un 1,2); en una palabra, Jesús es la verdad, la plenitud de la revelación, porque se revela como el Hijo unigénito venido de junto al Padre (1,14).b) El Espíritu de la verdad. Una vez terminada la revelación al mundo (Jn 12,50), Jesús anuncia a sus discípulos la venida del Paráclito, el Espíritu de la verdad (14,17; 15,26; 16,13). Para Juan, la función fundamental del Espíritu es dar testimonio de Cristo (15,26; Un 5,6), llevar a los discípulos a toda la verdad (16,13), traerles a la memoria todo lo que Jesús les había dicho, es decir, hacerles comprender su verdadero sentido (14,26). Consistiendo su función en hacer comprender en la fe la verdad
de Cristo, el Espíritu es llamado también "la verdad" (1Jn 5,6); él es en la Iglesia "el que da testimonio", suscitando con ello nuestra fe en Cristo.c) Verdad y santidad.
Juan subraya con fuerza la función de la verdad en la vida de los cristianos. El fiel debe "ser de la verdad"(Jn 18,37; Un 3,19); después de adherirse de una vez para siempre a la nueva vida mediante la fe (cf Sant 1,18; IPe 1,22s), el cristiano debe nacer del Espíritu (Jn 3,5.8) y esforzarse por estar habitualmente bajo el influjo de la verdad que permanece en él (2Jn 4), a fin de ser un hombre nacido del Espíritu (Jn 3,5.8). Solamente el que permanece así en la palabra de Jesús llegará a conocer la verdad y a ser liberado internamente del pecado mediante esta verdad (Jn 8,31s): porque si la fe purifica (He 15,9), también la palabra de Cristo hace puro (Jn 15,3); ella nos permite vencer al maligno (1Jn 2,14); cuando el fiel permite que la palabra "permanezca" activamente en él, se hace impecable (Un 3,9), se santifica en la verdad (Jn 17,17.19).Juan ve, pues, en la alétheia el principio interior de la vida moral y confiere a las antiguas expresiones bíblicas una novedad de sentido cristiano: "hacer la verdad" quiere decir acoger en sí y hacer propia la verdad de Jesús (3,21) o convertirse en él, reconociéndose pecador (1Jn 1,6); "caminar en la verdad" (2Jn 4; 3Jn 3s) significa caminar a la luz del precepto del amor (2Jn 6), dejarse dirigir en la propia acción por la verdad, por la fe. Amar a los hermanos "en la verdad" (2Jn 1; 3Jn 1) significa amarlos con la fuerza de la verdad que permanece en nosotros (2Jn lss; cf 1Jn 3,18); la adoración "en el Espíritu y en la verdad" (Jn 4,23ss) es una adoración que brota de dentro; es un culto inspirado por el Espíritu y por la verdad de Jesús, que el Espíritu de verdad hace activos en los que ha hecho renacer; Jesús-verdad se convierte así en el nuevo templo, en el ambiente de comunión en el cual se practica la oración distintiva de los tiempos mesiánicos. Finalmente, la verdad implica también para el fiel obligaciones apostólicas: colaborar con la verdad (3Jn 8) significa cooperar con la fuerza interna de la verdad que está en nosotros para realizar la expansión del mensaje evangélico en el amor fraterno.
Así pues, la verdad en sentido cristiano no es el campo inmenso de lo real, ni tampoco el mundo divino de las ideas (la "llanura de la verdad") que tendríamos que conquistar con un esfuerzo de pensamiento o de contemplación, como en el platonismo, sino que es la verdad del evangelio, la palabra reveladora que viene del Padre, que está presente en Jesús-verdad y que es iluminada por el Espíritu de la verdad; es aquella verdad que debemos acoger en la fe, a fin de que nos transforme en hijos de Dios. Esta verdad de la revelación resplandece siempre para nosotros en la persona de Cristo, que es el mediador y al mismo tiempo la plenitud de toda la revelación.
IV. VERDAD BÍBLICA Y VERDAD CRISTIANA. La noción bíblica de verdad, que es diversa de la griega, ha permanecido viva en toda la tradición de la Iglesia (en los padres que no experimentaron el influjo platónico, en la liturgia y en los documentos del magisterio); pero aquí reviste acentos diversos. El término verdad designa la revelación cristiana, la verdadera fe; Para san Ireneo, la verdad es "la doctrina del Hijo de Dios" (Adv. Haer III, 1,1: SCR 211,20); regula veritatis es para él casi sinónimo de regula fidei. San Cromacio de Aquilea observa que el alma fiel se nutre "de la divina Escritura, del alimento de la fe y de la palabra de verdad" (Sermo 12,6: CCL 9A,55). Según san Gregorio, viven siempre en la Iglesia "almas que irradian la luz de la verdad" (Moralia 19,17: PL 76,106). En los textos litúrgicos vuelven diversas veces las fórmulas siguientes: la verdad del evangelio, la luz de la verdad, la verdad cristiana (o católica), etc. El Vat. II permanece fiel a esta tradición: a la luz de la fe hay que "escudriñar toda la verdad encerrada en el misterio de Cristo" (DV 24); y en un texto largamente discutido, el concilio dice que "los libros de la Sagrada Escritura enseñan aquella verdad que para nuestra salvación quiso Dios que quedara consignada en las letras sagradas" (DV 11).
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I. de la Potterie