TIMOTEO (Cartas a)
DicTB
 

SUMARIO: I. Cartas pastorales: El debate sobre las cartas pastorales. II. Origen histórico: 1. Canonicidad de las pastorales; 2. Autor, lugar y tiempo de composición: a) El cuadro histórico de las pastorales, b) Características literarias y teológicas. III. Origen literario: 1. Situación vital; 2. Género literario de las pastorales; 3. Elementos temáticos comunes. IV. Estructura y mensaje teológico-espiritual: 1. Primera carta a Timoteo: a) Estructura literaria y temática, b) Mensaje teológico-espiritual; 2. Segunda carta a Timoteo: a) Estructura literaria y temática, b) Mensaje teológico-espiritual.


I. CARTAS PASTORALES. La primera carta a Timoteo abre la serie de las tres cartas que en el canon cristiano forman parte del grupo de los escritos paulinos. A partir del siglo XVIII, estos escritos son conocidos como "cartas pastorales". Constituyen un complejo unitario, caracterizado por los siguientes elementos distintivos. Ante todo son escritos dirigidos a discípulos o colaboradores particulares de / Pablo: Timoteo y Tito; pero, a diferencia de la carta o billete enviado a Filemón, se trata de personajes del círculo paulino responsables de comunidades cristianas locales. De ahí deriva el segundo elemento que califica a este grupo de escritos: la perspectiva eclesial o comunitaria, que justifica la designación de "cartas pastorales". En la tradición cristiana que se remonta a Agustín, las tres cartas son llamadas "pontificiae". Esta caracterización depende de que en los tres textos se recogen instrucciones y normas para la vida de la comunidad cristiana, para las varias situaciones y categorías de personas. A esto se añaden las motivaciones de carácter doctrinal en forma de catequesis, himnos, profesiones de fe y doxologías. Finalmente, un tercer elemento justifica la colocación de estos tres escritos en una colección homogénea: el estar emparentados entre sí por la terminología,
el estilo y el género literario. También los intereses teológicos y el clima espiritual convergen en los tres escritos, aunque con diversos acentos. Por eso estimamos oportuno anteponer una presentación común de los tres textos en lo que concierne a su origen histórico y literario. En cambio, en la determinación de su estructura y del mensaje teológico respectivo se puede tener en cuenta la fisonomía peculiar de las tres cartas, distintas por la diversa amplitud y por los temas particulares que subraya.

La primera carta a Timoteo, la más amplia de las tres, comprende seis capítulos y está al principio en el orden canónico. La segunda carta dirigida a Timoteo es un breve escrito de cuatro capítulos, en forma de "testamento" espiritual de Pablo en vísperas de su muerte. Finalmente, la carta enviada a / Tito vuelve sobre algunos temas característicos, pero con comentarios y motivaciones propias.

EL DEBATE SOBRE LAS CARTAS PASTORALES. El interés por los tres breves escritos que cierran el canon de las cartas paulinas está ligado ciertamente a la eficacia de su mensaje pastoral. Encaja firmemente en la tradición paulina y de la primera Iglesia. Pero la atención de los lectores modernos puede verse en parte desviada o monopolizada por el debate de carácter controvertista desarrollado en el pasado todavía reciente en torno a las tres cartas mencionadas. Este se concentra en dos puntos calientes; concretamente: la autenticidad o no autenticidad paulina de las pastorales, y el valor teológico y espiritual de estos escritos. Este segundo problema depende en parte de la cuestión histórico-crítica del origen paulino de las tres cartas, si bien el valor espiritual y teológico de un texto no está ligado a su autenticidad literaria e histórica. Por eso es útil aclarar estas posiciones desde el principio para evitar simplificaciones que obedecen más a prejuicios que a una investigación histórica sincera y correcta. Ello permitirá valorar en su tenor teológico y espiritual los tres escritos del canon cristiano.

II. ORIGEN HISTÓRICO. La atribución de los tres escritos a Pablo tiene raíces muy sólidas en la tradición cristiana. Sólo en una época reciente, con el estudio histórico-crítico, se desarrolla la duda hasta llegar a la propuesta de nuevas hipótesis acerca del origen histórico y literario de las cartas pastorales. Es éste un problema de carácter histórico, que puede contribuir a la definición de la imagen tradicional de Pablo, pero que no impugna en nada el valor de los tres escritos ni prejuzga la interpretación del texto para captar el auténtico mensaje teológico y espiritual.

1. CANONICIDAD DE LAS PASTORALES. LOS tres escritos son acogidos sin dudas ni impugnaciones a partir de finales del siglo I y principios del II. La autoridad de las tres cartas se puede deducir de que en ellas se inspiran algunos escritos del siglo n (cartas de Ignacio de Antioquía). Una afinidad particular con las pastorales se encuentra en la carta escrita por Clemente Romano (finales del siglo i). El documento más antiguo que atribuye las tres cartas a Pablo y las acepta como canónicas e inspiradas es la lista de los escritos cristianos sagrados redactada en Roma en la segunda mitad del siglo u, y conocida como canon de Muratori. Esta tradición de la Iglesia romana es confirmada por el obispo de Lyón, Ireneo (Adv. Haer. praef cita 1Tim 1,4). Semejante atribución y autoridad paulina de las pastorales se repite en la Iglesia alejandrina (Clemente y Orígenes), siendo testigo de ello también el historiador Eusebio de Cesarea (Hist. Eccl. III, 3.5). La única voz que desentona en este concierto de testimonios es la de Marción. En su Apostolicon, lista de los escritos sagrados, ignora las tres cartas pastorales. A este respecto quizá haya que admitir la sugerencia de Tertuliano, el cual estima que la omisión de Marción obedece a una censura suya, porque en las cartas mencionadas los herejes o disidentes son desenmascarados y condenados sin medias tintas (Adv. Marc. V, 21).

En conclusión, se puede decir que las tres cartas son consideradas como textos autorizados del canon cristiano y atribuidas concordemente al apóstol Pablo. Esta conclusión no queda debilitada por el hecho de comprobar algunas carencias textuales en el papiro paulino más antiguo (siglo III) P46, conocido como Chester Beatty. Pero esa ausencia se puede considerar casual, debida a la falta de espacio. Por algo la escritura del texto se espesa hacia el final. También en el códice Vaticano, B (siglo IV), la falta de las tres pastorales se puede atribuir a la pérdida de los últimos folios. En cambio, los testimonios de los otros códices más autorizados y de los papiros más antiguos que citan los textos paulinos son unánimes en reproducir el texto de las cartas pastorales.

2. AUTOR, LUGAR Y TIEMPO DE COMPOSICIÓN. Como se ha indicado, la autenticidad paulina de las tres cartas, que aparece en forma indiscutible por el encabezamiento y por los saludos finales, es puesta en discusión a principios del siglo xix, cuando el estudio histórico-crítico del canon cristiano toma en consideración nuestros textos. Los argumentos aducidos para negar la autenticidad paulina de las pastorales son de tres órdenes: de orden histórico, de orden lingüístico-literario y de orden teológico.

a) El cuadro histórico de las pastorales. Tomando por base las cartas enviadas respectivamente a Timoteo y a Tito, donde se han conservado algunas indicaciones autobiográficas de Pablo, se puede reconstruir un cuadro de la actividad misionera y pastoral del apóstol. Se mueve él por la zona del Asia proconsular, teniendo como centro Efeso (lTim 1,3). De aquí se desplaza a varias localidades (visita Mileto y Colosas); toca también la isla de Creta, donde deja a Tito para proveer ala organización de aquella Iglesia. En Efeso se queda Timoteo con el mismo encargo, y, tocando Tróade, llega Pablo a Macedonia, desde donde proyecta dirigirse a Nicópolis, en Epiro, para pasar allí el invierno (Tit 3,12). A este cuadro de la actividad pastoral y misionera de Pablo se debe añadir el que ofrece la segunda carta a Timoteo, la más rica en informaciones biográficas paulinas (2Tim 4,9-18). Pablo está en vísperas de su condena a muerte (2Tim 4,6-8); se encuentra en la cárcel o encadenado en Roma (2Tim 1,8.16-17). Se lamenta de verse abandonado por algunos cristianos, antes colaboradores suyos, que han traicionado su confianza (2Tim 4,11). Pide al amigo y colaborador Timoteo que vaya a verle junto con Marcos y que le lleve el manteo que se dejó en Tróade, en casa de Carpo, junto con los libros y pergaminos (Biblia). Este conjunto del cuadro histórico y de la situación de Pablo prisionero está construido mediante noticias fragmentarias esparcidas por las cartas pastorales. Los nombres de los personajes allí mencionados, excluyendo los disidentes o tránsfugas, son todos, o casi todos, conocidos por el epistolario paulino y por los Hechos de los Apóstoles.

El cuadro histórico de las pastorales supone una actividad misionera y pastoral de Pablo en Oriente, sucesiva a su primer arresto o encarcelamiento romano, conocido por He 28,30-31. Además, tomando como base la segunda carta a Timoteo, se debe suponer un segundo encarcelamiento o detención romana de Pablo. Ahora bien, esta actividad de Pablo en Oriente no se puede incluir cronológicamente en el período que precede al último viaje a Roma bajo custodia militar. Además se debe observar que la segunda carta a Timoteo no sabe nada de una detención anterior del apóstol. Pues se habla de una primera audiencia del proceso, en la cual Pablo no fue asistido por nadie (2Tim 4,16-17). Finalmente, los datos que se pueden obtener de los documentos externos —Hechos de los Apóstoles, otras cartas paulinas y escritos cristianos antiguos— no concuerdan con lo que dicen las pastorales. En el texto de los Hechos, donde se cita el discurso de adiós de Pablo a los presbíteros de Efeso convocados en Mileto, declara él explícitamente: "Yo sé que todos vosotros, entre los que he pasado predicando el reino, no me volveréis a ver" (He 20,25.38). Lucas, que escribe hacia mediados de los años ochenta, no sabe nada de un segundo viaje y actividad misionera y pastoral de Pablo en Oriente. Esta imagen tradicional es confirmada por lo que escribe el mismo Pablo en la carta enviada a la Iglesia de Roma hacia el 57/ 58 desde Corinto, donde, hacia el final del escrito, expone sus futuros programas misioneros, comprometiendo en ellos a la comunidad cristiana de la capital. Apelando a su principio misionero —no construir sobre fundamento ajeno, Rom 15,20—, Pablo estima que ha agotado el campo de acción en las regiones orientales, por lo cual, "como desde hace tiempo tengo muchas ganas de ir a veros, en mi viaje para España espero pasar por ahí; como también espero que, tras disfrutar durante algún tiempo de vuestra compañía, me ayudéis a continuar el viaje..." (Rom 15,23-24; 15,28). En otros términos, Pablo considera concluida su actividad misionera y pastoral en Oriente, y su mirada se dirige a Occidente, a España. Esta imagen iconográfica tradicional de Pablo es confirmada por los escritos cristianos más antiguos, como la carta de Clemente Romano (ICor V, 7) y por el canon de Muratori (cf Eusebio de Cesarea, Hist. Eccl. II, 22,1-8). Basándose en los textos mencionados, se podría pensar en una campaña misionera paulina en España en los años sucesivos a la primera detención romana, es decir, en los años 63-67. Pero en este espacio de tiempo y en el ambiente de esta actividad es difícil incluir el marco histórico supuesto por las informaciones biográficas de las cartas pastorales.

b) Características literarias y teológicas. Más impresionantes que las dificultades de carácter histórico son las derivadas del examen del léxico, del estilo y de la concepción teológica de los tres escritos comparados con los de las cartas atribuidas concordemente a Pablo. Se han contado unos 305 vocablos que aparecen de forma nueva y original en las tres cartas pastorales, ausentes en los escritos paulinos considerados auténticos. No obstante, en un examen más atento, sólo unos 40 vocablos llaman la atención y merecen consideración en la valoración de las tres cartas para su atribución o no atribución a Pablo. En efecto, en las cartas pastorales faltan algunos términos específicos que cualifican la teología de Pablo, como los pares lexicográficos "libertad-ley", "carne-espíritu" y el vocabulario paulino relacionado con la "justificación" y el "ufanarse" o "gloriarse". En lugar de ello, en las tres cartas pastorales aparece una terminología desacostumbrada respecto a la paulina conocida por los otros escritos, y que revela una cierta afinidad con el mundo greco-helenístico de Filón alejandrino: "piedad", "sabiduría", "dignidad", "sobriedad". Son notables y originales las expresiones "sana doctrina", "buena conciencia", y el título dado a Dios y a Jesús: "salvador". Pero lo que sorprende al lector, además de estos datos de carácter lexicográfico, es el estilo y algunas características literarias de los tres escritos. En ellos falta el estilo típico paulino, nervioso y dinámico, intensamente personalista. También la estructura literaria de los tres escritos se asemeja más a un manual de instrucciones y de normas para la vida de la comunidad y de los cristianos particulares que a una carta de sólida base teológica. No faltan ciertamente párrafos de carácter teológico; pero éstos se presentan en forma de citas de himnos, fórmulas de fe y doxologías con un sabor tradicional y arcaico.

A esta situación de carácter estilístico-literario va unida la dificultad derivada del planteamiento teológico de las tres cartas comparadas con las atribuidas concordemente a Pablo. El mundo teológico y espiritual de los tres escritos se puede puntualizar observando algunos desplazamientos de acentos respecto a los textos paulinos auténticos: de Cristo, el centro se desplaza a la Iglesia, presentada como "columna y fundamento de verdad" (cf 1Tim 3,15); de la fe subjetiva, como adhesión a Cristo, se pasa a subrayar la fe objetiva, como "credo" o conjunto de verdades; todavía se indica el papel de la caridad, pero el acento se coloca en las "obras buenas"; finalmente, en lo que se refiere a la organización de la Iglesia, la nueva perspectiva respecto a las otras cartas de Pablo se puede resumir diciendo que se pasa del carisma a la institución, poniendo el acento en las normas y disposiciones eclesiales. Se tiene la impresión, al contacto con las cartas pastorales, de que el Pablo creador de los primeros escritos se convierte en un escritor sin inspiración, el cual para motivar las normas de carácter práctico no sabe más que remitir a fórmulas de catequesis o fragmentos hímnicos y doxologías.

Por este conjunto de problemas evidenciados a nivel histórico, estilístico, literario y teológico se puede comprender la diversa orientación de los autores acerca del origen histórico de las cartas pastorales. Los que proponen el origen paulino de las tres cartas suponen la intervención de un secretario o redactor. Su obra explicaría las novedades de carácter lingüístico y literario, así como el diverso enfoque teológico. En cambio, esas particularidades teológicas y literarias no se pueden explicar simplemente con la evolución de Pablo, ni recurriendo a las nuevas y diversas situaciones históricas, culturales y eclesiales en que surgieron nuestros tres escritos. Para los que sostienen el origen paulino por la mediación de un secretario-redactor, los años de composición oscilan entre el 63 y el 67; desde Macedonia (Filipos) habría sido compuesta la primera carta a Timoteo y la de Tito, mientras que la segunda carta a Timoteo habría sido escrita desde la prisión romana, y sería la última en orden de tiempo.

Los autores que proponen un origen pospaulino recurren a un discípulo anónimo, el cual habría adoptado el pseudónimo o pseudoepigrafía para encubrir con la autoridad de Pablo el conjunto de normas e instrucciones dirigidas a los cristianos y a las comunidades que estaban bajo el influjo de la gran tradición paulina. Se trataría de las comunidades que giran en torno a Efeso, y el tiempo de composición de las tres cartas habría que suponerlo hacia los años ochenta.

III. ORIGEN LITERARIO. Independientemente de las varias hipótesis para explicar el origen histórico de los tres escritos pastorales, es de fundamental importancia definir, con la mayor precisión posible, el ambiente vital en que nacieron. Se trata de establecer o reconstruir el ambiente de la comunidad a la que van dirigidas las cartas, así como el frente de adversarios que son denunciados o condenados.

1. SITUACIÓN VITAL. Las tres cartas van dirigidas a dos colaboradores históricos de Pablo, a Timoteo, originario de Listra (cf He 16,1), y a Tito (cf 2Cor 2,13), respectivamente. La tarea fundamental confiada a los dos colaboradores y responsables de las Iglesias locales de Efeso y Creta es proveer a la organización de la Iglesia, nombrando presbíteros y guiando las varias categorías de personas según la sana doctrina y el "depósito" o tradición cristiana. El segundo cometido es precisamente el de la defensa de la "sana doctrina" frente a los disidentes o "herejes". Por lo que se refiere a la organización de la Iglesia local, las cartas pastorales documentan una estructura que está a medio camino entre el episcopado monárquico atestiguado en las cartas de Ignacio de Antioquía y la organización de las Iglesias históricas paulinas. En estas últimas están presentes, además de los misioneros o "apóstoles", los profetas y los maestros, y tienen un cierto espacio las iniciativas y funciones provenientes de los dones espirituales o carismas. En lo que respecta al vocabulario y a la estructura eclesial subyacente, las cartas pastorales remiten a dos ámbitos. Designan a los responsables de la Iglesia con el apelativo de "presbíteros", en plural, que supone un comité o colegio, y con el de "epíscopos". El primero podría remontarse a la tradición judeo-palestinense, mientras que el segundo está más cercano de la tradición paulina y del ambiente greco-helenístico. A estos dos términos hay que añadir el título diákonos, que sirve para designar bien la actividad evangelizadora de Pablo y de sus colaboradores, bien algunas figuras de la estructura organizativa de la Iglesia (cf iTim 3,8.12). Se puede observar la afinidad de este vocabulario eclesial con el de los Hechos de los Apóstoles a propósito de las Iglesias de Asia (cf He 20,17.28).

Por lo que se refiere al grupo de los llamados "herejes", ante los cuales los responsables de las Iglesias deben vigilar y defender la ortodoxia y la coherencia ética, se pueden resumir sus características en estos términos: representan un movimiento sincretista de matriz judaica, pero con influjos helenísticos; se trata de una orientación teórico-práctica, en la que se dejan sentir algunas tendencias de matiz gnóstico. En el plano teórico, los disidentes o falsos maestros se entregan a disquisiciones sobre "genealogías", definidas por nuestro autor como "mitos y fábulas" (1Tim 1,4; Tit 3,9). Se trata probablemente de especulaciones sobre el destino de los hombres basándose en su origen o genealogía. La afinidad con el ambiente judío la indica también la referencia explícita a la "ley" y a la "circuncisión" (1Tim 1,5), mientras que los elementos pregnósticos se pueden entrever en las prohibiciones de carácter ascético, como la relativa a los alimentos y al matrimonio (lTim 4,3-5; Tit 1,15). Una confirmación de esta orientación gnóstica se puede obtener también de la insistencia del autor en la búsqueda de la "verdad" como auténtico conocimiento fundado en el evangelio, al cual corresponde una coherencia en el plano ético (1Tim 6,20; Tit 1,16). El frente de los adversarios es censurado no sólo por su orientación teórica amiga de fábulas, sino también por la corrupción ético-espiritual que les caracteriza. Esta última tendencia se podría hacer provenir de un espiritualismo de carácter entusiasta, que descuida el compromiso práctico.

2. GÉNERO LITERARIO DE LAS PASTORALES. La forma externa de los tres escritos es la de la carta con una dirección y un saludo inicial, y un saludo final breve y genérico. El esquema reproducido en los tres escritos asume estos acentos: "Pablo, apóstol de Jesucristo, a Timoteo (Tito), verdadero hijo en la fe, gracia y misericordia y paz de parte de Dios Padre de Jesucristo, nuestro Señor" (1Tim 1,1-2). En este esquema epistolar entran también las informaciones dadas por el remitente, Pablo, al respectivo destinatario, Timoteo o Tito, acerca de su situación actual o a los proyectos misioneros y pastorales futuros. Pero fuera de este marco epistolar externo, en los tres escritos falta la que es la característica del diálogo epistolar conocido por las cartas auténticas de Pablo. Las tres pastorales se asemejan más a una colección de normas e instrucciones de carácter general que a verdaderas y auténticas cartas. Aparecen, en efecto, con frecuencia listas de virtudes, de cualidades y deberes, a los cuales se contrapone en el aspecto negativo la lista de los vicios de los disidentes o adversarios. Las motivaciones de estas normas e instrucciones las dan párrafos de catequesis, fragmentos de himnos y doxologías, introducidas a menudo con fórmulas repetidas: "Esta doctrina es digna de crédito y debe ser aceptada" (1Tim 1,15; 3,1; 4,5; 2Tim 2,11; Tit 3,8). En una palabra, las cartas pastorales se parecen más a un manual para la guía de la comunidad cristiana dirigido al responsable de la Iglesia que a verdaderas y auténticas cartas.

De este modelo general se aleja en parte la segunda carta a Timoteo porel acento particular de la relación entre el apóstol, Pablo, y el destinatario, Timoteo. Se caracteriza por algunos pasajes que evocan el pasado (2Tim 1,3-5; 3,10-11), así como por la frecuente invitación a la confianza y a tener ánimo en medio de las tribulaciones, siguiendo el modelo del apóstol, que está encarcelado por el evangelio. Finalmente, se añade la perspectiva para el futuro inmediato que espera el apóstol: la condena a muerte violenta (2Tim 4,6-8.16-18). Este conjunto de elementos da una nueva connotación a este escrito, que se podría definir como el testamento espiritual de Pablo, en el cual el apóstol se propone como prototipo de los pastores y de los cristianos, llamados a testimoniar su fe.

3. ELEMENTOS TEMÁTICOS COMUNES. Dentro del esquema epistolar, pero con acentos propios del discurso pastoral, aparecen algunos temas con particular insistencia en los tres escritos. Se los puede distribuir en cuatro niveles o ámbitos:

1.° El de la ordenación comunitaria o eclesial; prevalece en la primera carta a Timoteo y en la de Tito.

2.° La denuncia o condena de los disidentes o "herejes"; este tema se halla presente en los tres escritos, pero con mayor fuerza en la segunda carta a Timoteo.

3.° El retrato ideal del pastor, del cual Pablo es el prototipo y modelo para los cristianos; está presente con particular insistencia en la segunda a Timoteo.

4.° Una serie de motivaciones teológicas que marcan el ritmo de la colección de instrucciones y normas pastorales; son breves relatos catequísticos, himnos, fórmulas de fe y doxologías; más relevantes y amplias son las referidas en la carta a Tito.

El empleo de estos temas o motivos no sigue un orden preciso. Se alternan según la índole propia de los tres escritos, con acentos más o menos marcados, como se ha observado antes. Sin embargo, se puede observar una cierta alternancia de la instrucción y exhortación positiva con la motivación teológica respectiva, y el toque de alerta frente a la amenaza herética. En otros términos, se alternan las propuestas positivas que adquieren seriedad y urgencia sobre el fondo del modelo negativo.

IV. ESTRUCTURA Y MENSAJE TEOLÓGICO-ESPIRITUAL. Después de la presentación general de los tres textos, conocidos como "cartas pastorales", relacionados entre sí por afinidad estilístico-literaria, es posible establecer contacto con el texto para captar el mensaje teológico y el dinamismo espiritual de cada una de las cartas.

1. PRIMERA CARTA A TIMOTEO. La carta dirigida a Timoteo, como se ha dicho antes, es el escrito más amplio del grupo de las pastorales. Para una lectura e interpretación correctas del texto bajo el aspecto teológico y espiritual es oportuno tener en cuenta, sobre el fondo de las temáticas comunes aludidas, su organización en esta primera carta:

a) Estructura literaria y temática. El escrito no tiene un orden preciso y coherente. Los términos se alternan en un juego de contrapunto entre exhortaciones, instrucciones, motivaciones y toques de alerta frente a la disidencia herética. Sin embargo, se puede ofrecer una radiografía de la carta basándose en los elementos comunes mencionados para tener una guía de lectura e interpretación. El escrito se abre con el esquema fijo de la dirección y saludo inicial (ITim 1,1-2). Le sirve de contrapeso simétrico la exhortación final de toda la carta y el brevísimo saludo general (lTim 6,20-21). En el interior, el material de la carta se puede distribuir en estas grandes articulaciones o unidades literario-temáticas:

1.a Denuncia polémica contra los herejes e instrucciones pastorales positivas (lTim 1,3-20).

2.a Ordenación eclesial o comunitaria (lTim 2,1-3,16); dentro de esta unidad más amplia se pueden distinguir las instrucciones reservadas a la oración litúrgica de los hombres y de las mujeres y la lista de las cualidades requeridas en los candidatos al episcopado y al diaconado.

3.a Denuncia polémica y condena de los herejes, e instrucciones pastorales positivas (lTim 4,1-16).

4.a Ordenación eclesiástica (lTim 5,1-6,2); dentro de esta regla pastoral se colocan las instrucciones a las varias categorías de personas; y de modo más detallado, la regla para las viudas y la de los presbíteros.

5.a Denuncia polémica de los disidentes o herejes e instrucciones pastorales positivas (lTim 6,3-19).

b) Mensaje teológico-espiritual. Teniendo en cuenta el género literario de la carta y su intención inmediata de carácter pastoral, se puede reconstruir el mensaje teológico y su importancia espiritual tomando por base algunos textos más significativos, pues el mensaje teológico se concentra en algunos fragmentos de profesión de fe y de catequesis. Pasando revista a algunos de estos textos se advierte el acento colocado en la iniciativa salvífica de Dios, como se manifiesta en Jesucristo y se prolonga en la comunidad de los creyentes. El autor de la primera carta a Timoteo subraya la gratuidad y eficacia de la voluntad salvífica de Dios presentando la figura de Pablo como prototipo de los salvados. Con una fórmula bien conocida para introducir un dato tradicional, nuestro autor resume la acción salvífica de Dios en estos términos: "Esta doctrina es digna decrédito y debe ser aceptada sin reserva: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, el primero de los cuales soy yo" (lTim 1,15). Esta apelación a la experiencia salvífica de Dios sirve para infundir confianza a cuantos se encuentran comprometidos en el camino de fe. El delegado de Pablo, Timoteo, debe sacar motivo de coraje y fuerza para exhortar a la perseverancia a los cristianos. Esa motivación se reitera en el pasaje que se puede considerar una especie de regla para la oración litúrgica. El texto se abre con una exhortación de carácter general sobre la oración (lTim 2,1-2). Sigue en este punto la motivación teológica, que tiene su vértice en un fragmento cristológico: "Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, también él hombre, que se entregó a sí mismo para liberarnos a todos; testimonio dado a su debido tiempo, del que yo he sido nombrado pregonero y apóstol —digo verdad, no miento— para instruir a los paganos en la fe y en la verdad" (1Tim 2,3-7). En este texto tenemos un eco de la primitiva profesión de fe. En ella se pone de relieve la iniciativa salvífica de Dios, "nuestro salvador", que tiene su culminación histórica en la autodonación de Jesucristo. Se debe notar también la amplitud universal del horizonte salvífico: el Dios único quiere la salvación de todos los hombres. Una atención particular merecen los dos títulos, atribuido el uno a Dios, "salvador", y el otro a Jesucristo, "mediador" único, Esta terminología tomada del ambiente greco-helenístico, transcribe con nuevos acentos la fe tradicional cristiana, que hunde sus raíces en la Biblia.

A este núcleo de la profesión de fe cristiana hay que añadir otro texto, colocado como conclusión de las normas para la elección de los candidatos que han de guiar a la comunidad cristiana. El texto, inspirado en el estilo epistolar, presenta a la Iglesia como espacio ideal en el cual se revela y se lleva a cabo la obra salvífica de Dios, que tiene su punto más alto en la existencia de Jesucristo: "Aunque espero ir a verte pronto, te escribo estas cosas por si tardo, para que sepas cómo has de conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad. Y sin duda alguna es grande el misterio de la piedad:

"El que se ha manifestado en la carne,
ha sido justificado por el Espíritu,
se ha mostrado a los ángeles,
ha sido anunciado a las naciones,
creído en el mundo,
elevado a la gloria' ".

(ITim 3,14-16)

Son particularmente interesantes las imágenes y los títulos referentes a la realidad de la Iglesia: "casa de Dios", "columna y fundamento de la verdad". La primera imagen remite al contexto de las relaciones familiares, donde el responsable debe ejercer su guía autorizada; en cambio, la otra recuerda las razones de seguridad y solidez en la experiencia de fe vividas en la Iglesia. Precedido de una breve fórmula de cita, el fragmento hímnico celebra el "gran misterio de la piedad", es decir, el plan de la revelación salvífica de Dios llevado a cabo por Jesucristo. El himno está construido mediante tres breves estrofas articuladas en estilos contrapuestos y binarios: carne/espíritu; ángeles/naciones; mundo/gloria. La vida entera de Jesús, el misterio de la piedad, es contemplada en sus diversas fases, pero poniendo de relieve la dimensión gloriosa y universal. Eco de este texto es una doxología que cierra la serie de exhortaciones dirigidas al responsable de la comunidad (cf lTim 6,13-16). El pastor, modelo de los creyentes, vive con coherencia y valor su testimonio en espera de la manifestación (gr., epipháneia) de nuestro Señor Jesucristo.

En el marco de esta visión teológica y cristológica se coloca el retrato del pastor ideal, que se puede reconstruir a través de los párrafos relativos a la ordenación eclesial. El centro de la carta lo ocupa la serie de instrucciones para la elección de los responsables de guiar a la comunidad. Con una fórmula de cita se indican dieciséis cualidades, seis negativas y diez positivas, a través de las cuales se define la figura ideal del responsable de la Iglesia. Lo que impresiona en esta lista de dotes es el relieve que se da a la madurez humana y espiritual, definida no sólo por el autocontrol y por la moderación, según un modelo griego-helenístico, sino por la capacidad de establecer relaciones justas (lTim 3,1-7). Análogamente, también las cualidades requeridas para los candidatos diáconos, hombres y mujeres, ponen el acento en este equilibrio humano y espiritual, del que son prueba o verificación esencial la conducción de la propia familia y una vida conyugal buena y lograda (lTim 3,8-13; cf Tit 1,6). También la regla para los presbíteros obedece a este criterio de la madurez humana y espiritual (1Tim 5,17-25). Por eso se recomienda al responsable delegado por el apóstol que proceda a un cuidadoso discernimiento en la elección de los candidatos antes de "imponerles las manos" (ITim 5,22). Pues a través de este gesto ritual, que apela a la tradición bíblica, se transmite no sólo el encargo de guiar, sino que se obtiene el don espiritual —carisma—correspondiente. Es lo que da a entender la indicación con que se cierra la exhortación a la perseverancia dirigida al jefe de la comunidad: "No descuides el carisma que has recibidoy que se te confirió en virtud del Espíritu cuando te impusieron las manos los presbíteros" (lTim 4,14; cf 1,18; 6,11-12).

El responsable de la comunidad, cuyo retrato se define por las cualidades aludidas, debe proponerse a su Iglesia como modelo de vida cristiana. Por eso las normas que se dan para el pastor o presbítero valen también para trazar el proyecto de vida cristiana según el intento pastoral de nuestro escrito. Pero junto a estas instrucciones "pastorales" se pueden obtener algunas normas para la vida de la comunidad articulada en las varias categorías y funciones. Lo que merece destacarse a este respecto es el retrato de la mujer ideal propuesto tanto en la instrucción de la oración como en la regla de las viudas (lTim 5,1-16). Contra la tendencia de los grupos disidentes, que desprecian la vida matrimonial, y la de algunas mujeres que descuidan su familia en busca de novedades extravagantes, nuestro autor propone la figura de la mujer ejemplar. Esta debe distinguirse no por el ornato y 10 rebuscado del vestir, sino por la realización de "buenas obras" (lTim 2,10). También la función eclesial de la mujer se inspira en este porte y decoro; ella realiza su vocación mediante la función conyugal y materna (1 Tim 2,15). Igualmente para las mujeres candidatas al orden de las viudas se exige una conducta de vida íntegra, cuya prueba la constituye la entrega a las buenas obras: educar a los hijos, practicar la hospitalidad, socorrer a los atribulados (lTim 5,10). En resumen, se puede decir que el autor, basándose en una sólida tradición, propone un modelo de Iglesia en el que se viven las relaciones justas, definidas por la caridad fraterna. En este marco se coloca el testimonio creíble de la verdad cristiana frente al ambiente externo.

2. SEGUNDA CARTA A TIMOTEO. El escrito, puesto bajo el nombre de Pablo y dirigido a Timoteo, "hijo queridísimo", forma parte del grupo de las pastorales, aunque se distingue por el acento de la relación personal entre el apóstol y el discípulo. Tal connotación espiritual depende de las circunstancias en que está situada la carta: Pablo escribe desde la cárcel de Roma en vísperas de su muerte. Por eso este texto adopta los tonos del testamento espiritual del apóstol. Pero, a pesar de esta caracterización, el texto conserva el esquema de las otras dos cartas en lo que se refiere al contenido teológico y al mensaje espiritual.

a) Estructura literaria y temática. Se puede definir la estructura literaria del texto registrando la sucesión de los varios temas. La carta se abre con la dirección y el saludo inicial (2Tim 1,1-2), a lo cual corresponde la serie de saludos finales (2Tim 4,19-22). En este marco epistolar se coloca el discurso pastoral, subdividido en cuatro partes:

1.a Retrato del verdadero pastor, que tiene su modelo en Pablo (2Tim 1,3-2,13); la sección se abre con el "recuerdo" al estilo de los discursos de adiós, a lo que sigue una instrucción con la relativa motivación teológica.

2.a Denuncia del grupo disidente, en tonos de dura polémica, y grupo de instrucciones positivas dirigidas al responsable de la comunidad (2Tim 2,14-3,9).

3.a Retrato del verdadero pastor, que tiene su prototipo en Pablo (2Tim 3,10-4,5).

4.a Perspectivas futuras, con las instrucciones dirigidas al discípulo y las informaciones sobre la condición del apóstol (2Tim 4,6-18).

b) Mensaje teológico-espiritual. Dentro de esta estructura del texto, dominado por el pathos del apóstol que da las consignas a su discípulo amado, se puede reconstruir el mensaje teológico de la carta alrededor de dos puntos centrales: el proyecto salvífico de Dios y la imagen del pastor ideal. El primer tema se encuentra en las motivaciones que marcan el ritmo de las instrucciones y exhortaciones dirigidas al responsable de la comunidad. Esta articulación se encuentra desde el principio, después del párrafo del recuerdo (2Tim 1,6-14). El texto se abre con la exhortación "reavivar el carisma de Dios que te fue conferido por la imposición de mis manos" (2Tim 1,6). El don espiritual correspondiente a la función eclesial viene de Dios por medio del gesto de transmisión del encargo. En virtud de este carisma, el discípulo de Pablo está llamado a vivir con confianza y sabiduría en medio de las dificultades conexas con el testimonio del evangelio (2Tim 1,7-8). Sigue a esta exhortación la motivación teológica, que pone el acento en la acción eficaz y gratuita de Dios, revelada ahora con Cristo y condensada en el anuncio evangélico: "(Dios), que nos ha salvado y nos ha llamado a una vida consagrada a él, no por nuestras obras, sino por pura voluntad suya y por la gracia que nos ha dado en Cristo Jesús desde toda la eternidad, y que ahora se ha manifestado con la aparición de nuestro Señor, Cristo Jesús, que destruyó la muerte y ha hecho brillar la vida y la inmortalidad por el evangelio" (2Tim 1,9-10).

Eco de esta exhortación inicial, con la motivación teológica relativa, es la invitación a la perseverancia a pesar de las pruebas. Se funda en el recuerdo del contenido esencial de la fe: "Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, del linaje de David, según el evangelio que predico y por el que sufro estas cadenas como si fuera un criminal; pero la palabra de Dios no está encadenada. Todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que tenemos en Cristo Jesús y la gloria eterna" (2Tim 2,8-10). A esta síntesis catequística le sigue, mediante la fórmula habitual de introducción, un fragmento hímnico de carácter cristológico en función parenética: compartir el destino de Jesús, por medio de la fidelidad en las tribulaciones, es la condición para participar también de su gloria. Es el misterio pascual inserto en la existencia de todo cristiano, que tiene su prototipo en la figura del apóstol Pablo (2Tim 2,11-13).

Sobre el fondo de estas motivaciones teológicas y cristológicas se presenta el retrato ideal del pastor, que sigue a Pablo con perseverancia incluso en medio de las pruebas, para llegar a la meta de su esperanza, la salvación final (2Tim 3,1-13). Pero la nota distintiva del hombre de Dios, que es el pastor, es la entrega constante a la palabra de Dios. Esta palabra, que se le ha confiado, constituye su habilitación para el ministerio y define sus funciones eclesiales. Aquí se inserta la reflexión sobre la acción eficaz y salvífica de la palabra de Dios consignada en la Escritura. Es el texto clásico que atestigua la fe de la primera Iglesia en la inspiración de toda la Escritura: "Tú, en cambio, permanece fiel en lo que has aprendido y de lo que estás convencido. Conoces bien a tus maestros. Desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, las cuales pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por la fe en Jesucristo. Pues toda la Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, dispuesto a hacer siempre el bien" (2Tim 3,14-17). En virtud de esta palabra de Dios eficaz para equipar perfectamente al que es encargado de guiar a la comunidad, el autor insiste en el cometido o ministerio fundamental del pastor: debe anunciar la palabra en toda circunstancia y forma, dedicándose a esto como a su servicio privilegiado y distintivo (2Tim 4,1-5).

En conclusión, el texto de la segunda carta a Timoteo recoge los grandes motivos de la tradición pastoral, pero con un acento y calor particulares, derivados del hecho de que el remitente, Pablo, se encuentra encadenado en vísperas de su muerte. La urgencia de las exhortaciones y la fuerza de las motivaciones teológicas radican en esta situación crítica del apóstol, que entrega su testamento al discípulo y colaborador Timoteo.

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R. Fabris