TEOLOGÍA BÍBLICA
DicTB
 

SUMARIO: I. Historia: 1. Los comienzos: Biblia y teología; 2. De la teología a la razón crítica; 3. De la doctrina a la historia (Gabler y Bauer); 4. De la historia a su interpretación (F.Ch. Baur); 5. De la historia a la historia religiosa; 6. De la historia religiosa al "kerigma"; 7. Del "kerigma" al pluralismo metodológico. II. Método: 1. El método histórico-crítico; 2. El método teológico; 3. Principio hermenéutica y estructura. III. Teología del AT.: orientaciones actuales: 1. Crisis de la teología del AT; 2. Métodos en uso: a) El método descriptivo, b) El método dogmático-didáctico, c) El método diacrónico, d) El método selectivo del centro temático; 3. Conclusión. IV. Teología del NT: orientaciones actuales: 1. La orientación históricokerigmática; 2. La orientación de "historia de la salvación"; 3. La orientación histórico-positiva; 4. La orientación sistemática; 5. Antiguo y Nuevo Testamento. V. ¿Hacia una teología bíblica?

 

I. HISTORIA. Para saber enseguida de qué se trata, comenzamos con una definición provisional de teología bíblica: es "la comprensión unitaria expresada en una síntesis doctrinal, crítica, orgánica y progresiva de la revelación histórica de la Biblia (o bien del AT y del NT) en torno a categorías propias, a la luz de la fe personal y eclesial". Para comprender sus problemas debemos ante todo conocer su historia.

1. LOS COMIENZOS: BIBLIA Y TEOLOGÍA. El camino hacia la teología bíblica lo prepararon los humanistas (Lorenzo Valla, Erasmo), que propiciaron la vuelta a los textos originales de la Biblia. Sobre la onda del humanismo, Lutero pudo proponer su principio de la "sola Scriptura", que dio el impulso decisivo. Pero él, aunque escribió traducciones y comentarios a la Biblia, no compuso nunca una teología bíblica. Sólo después de unos cien años se llegó a la palabra.

Los antecesores de la teología bíblica fueron obras que pulularon entre los años 1500 y 1700, llamadas "Collegia biblica". Eran prontuarios de pasajes escriturísticos organizados según las tesis del símbolo de fe luterano o de la teología sistemática. Estas obras no practicaban aún ninguna interpretación del texto sagrado, sino que eran solamente instrumentos al servicio de la teología dogmática luterana.

El nombre "teología bíblica" lo usó por primera vez W.J. Christmann en el 1629; pero de su obra nos ha quedado sólo el título en los catálogos. La primera obra que poseemos con este nombre es la de Henricus a Dienst: Theologia biblica, editada en Denver en el 1643. Pero no se aparta de los "Collegia biblica" ya mencionados.

La separación de la teología bíblica de la dogmática se vio favorecida por el pietismo a finales del siglo xvlll, en el ambiente de los "Collegia philobiblica" o "pietatis", donde se meditaba con afecto la Biblia. El contacto personal con la escritura se contraponía a la teología escolástica, fría; por lo cual se sintió la necesidad de hacer una teología sacada de la "sola" Sagrada Escritura (A.F. Büsching, Epitome theologiae e solis sacris literis concinnata, Gotinga 1756). De todas formas, ni la práctica de los "loci theologici" ni el pietismo distinguían la teología bíblica de la sistemática. Pues los primeros pensaban fundar la teología en la Escritura recogiendo los textos que probaban las verdades de la fe; y los segundos identificaban la teología con la teología bíblica, que a la postre había de sustituir a la dogmática.

2. DE LA TEOLOGÍA A LA RAZÓN CRÍTICA. Con el pietismo la teología bíblica se presentaba como rival de la dogmática y quería sustituirla. Pero sólo con el iluminismo se presenta la teología bíblica como ciencia crítica de la teología sistemática. Las premisas son: el deísmo, para el cual el último juez de la verdad es la razón; y la crítica histórica, que se sirve de un rico material puesto a disposición por la filología y por la investigación histórica aplicada a la Biblia; en ella había que encontrar la religión racional o según la razón. Lo que en los textos parecía contrario a la razón se atribuía a la mentalidad primitiva y al mito, que revestía las ideas (C.G. Heine para el AT y J.G. Eichhorn para el NT). No ya la teología, sino la razón se convertía en el criterio para comprender la Escritura. La teología bíblica iluminista se fundaba, pues, en la autoridad de la razón más que en la Biblia. Se partía de la convicción de que las verdades de la razón estaban contenidas en la Biblia. El fin era apologético: hacer que aceptaran el libro sagrado los hombres de cultura, racionalistas, de su tiempo. El producto más refinado de este estadio iluminista es la obra en cuatro volúmenes de G.T. Zachariá (1729-1777) titulada Biblische Theologie (Gotinga-Kiel 1771-1775). Zachariá refuta el método precedente de los "dicta probantia". No basta citar los textos bíblicos. Es preciso interpretarlos de modo que se vea lo que es válido o no en la teología sistemática. Había comprendido, pues, la necesidad de la interpretación y asignaba al proceso interpretativo de la Biblia una función crítica respecto a la teología: "Por tanto, olvídese por algún tiempo el sistema doctrinal de nuestra Iglesia y, a través de un atento estudio de toda la Escritura, búsquese determinar nosotros mismos las doctrinas teológicas en ella contenidas; se tendrá así una nueva teología..., la auténtica teología bíblica", que se ha de considerar como criterio último de verdad, con el cual confrontar las tesis teológicas. Zachariá seguía identificando el contenido de la Biblia con las enseñanzas de la fe; su interés, aunque crítico, se centraba todavía en la teología sistemática.

3. DE LA DOCTRINA A LA HISTORIA (GABLER Y BAUER). El paso metodológico decisivo para el establecimiento de una verdadera y auténtica teología bíblica, distinta de la sistemática, lo dio J.Ph. Gabler (1753-1826) con su discurso inaugural en la universidad de Altdorf, titulado De justo discrimine theologiae biblicae et dogmaticae regundisque recte utriusque finibus (1787). Su célebre tesis suena así: "La teología bíblica tiene carácter histórico, ya que transmite lo que los hagiógrafos pensaron sobre las cosas divinas; la teología dogmática, en cambio, tiene carácter didáctico, pues enseña lo que todo teólogo según su capacidad o la cultura del tiempo, según las circunstancias, el tiempo, el lugar, las sectas, la escuela y otras cosas por el estilo filosofa sobre las cosas divinas". La teología bíblica, por argumentar históricamente, permanece en sí siempre igual, aunque es presentada en forma diversa según los varios sistemas; en cambio, la teología dogmática está sujeta a las varias mutaciones de las otras disciplinas a las que está ligada. Por eso era preciso separar lo que era humano (teología dogmática) de lo que era divino (teología bíblica), para ponerse al abrigo del ataque de los racionalistas. Adentrándose en el tema específico de la teología bíblica, ponía de relieve la diversidad de tiempos y de autores bíblicos, sosteniendo la parte del autor humano, aunque poseía el carisma de la inspiración. Los autores del A y del NT son colocados ante todo en su secuencia temporal, distinguiendo las concepciones religiosas sucesivas de los patriarcas, de Moisés, etc.; sólo en un segundo momento se pasaba a una confrontación para destacar las enseñanzas comunes a los varios autores, válidas para todos y para todos los tiempos.

G.L. Bauer (1755-1806) es el primero en aplicar el método histórico-crítico en la composición de una teología bíblica, aunque no sigue en su estructura la metodología propuesta por Gabler. Quiere demostrar la evolución de la teoría de la religión del A al NT, donde alcanza su culminación con la religión racional. Los diversos autores bíblicos son presentados sucesivamente según temas comunes (cristología, teología, antropología) y sólo yuxtapuestos los unos a los otros. Por eso a la reconstrucción histórico-literaria no corresponde la interpretación teológica, como quería Gabler. Se termina así teniendo diversas teologías, yuxtapuestas las unas a las otras, sin relación entre sí. En la interpretación de los textos Bauer no es muy personal; a menudo se contenta con referir de modo ordenado las opiniones de varios autores, quizá por miedo a ser acusado de racionalista. El predominio del método histórico sobre el teológico, además de preferir la reconstrucción a la interpretación, conduce enseguida a la división entre teología del AT y teología del NT (Biblische Theologie des A T, Leipzig 1796; Biblische Theologie des NT, 4 vols., Leipzig 1800-1802). Esta división, que rompe la unidad teológica del canon, permanece prácticamente hasta hoy.

El influjo de Gabler y de Bauer fue grande. Después de ellos hubo quien siguió el método puramente histórico y quien sólo el teológico. Pero las mejores realizaciones se debieron a los que practicaron el método histórico unido al teológico. El autor más válido fue F.G.C. von C6lln, que escribió una teología bíblica en dos volúmenes, uno para el AT y otro para el NT, publicada póstumamente (Leipzig 1836).

4. DE LA HISTORIA A SU INTERPRETACIÓN (F.Ch. BAUR). El rico estadio de la teología bíblica iluminista, aunque propuso y usó el método histórico, iba aún preferentemente dirigido a la reconstrucción de modo descriptivo, pues no había conseguido formular un principio interpretativo unitario. Se había dado cuenta de la importancia del ambiente cultural de la Biblia (filología, mentalidad, mito...), pero no de la del ambiente vital, es decir, de la comunidad en la cual y por la cual fueron transmitidos y luego escritos los libros de la Biblia. Fue F.Ch. Baur (1792-1860), fundador de la escuela de Tubinga, el que introdujo en la teología del NT un principio unitario: hermenéutico y estructural. Para comprender la teología del NT de Baur hay que tener presente la preparación histórico-crítica que él adquirió. Estudió la literatura del NT y la historia del cristianismo primitivo. En cuanto a la literatura, comienza con las cartas de Pablo, reducidas a cuatro (Gál, Rom, 1-2Cor); Baur separa además el cuarto evangelio de los otros tres. En cuanto a la historia del cristianismo primitivo, ve su evolución en forma dialéctica según la lógica hegeliana: la tendencia petrina del judeocristianismo, la paulina del cristianismo helenístico, la protocatólica de síntesis, representada por la literatura juanista. En su Theologie des NT, publicación póstuma (Leipzig 1864), en vez de presentar a los autores el uno después del otro sin notar las relaciones entre ellos (como había hecho Bauer), los presenta en bloques unitarios y en relación dinámica entre sí de contraposición o de integración. La religión de Jesús, puramente moral, deducida de los evangelios sinópticos (especialmente de Mateo), no pertenece, según Baur, a la teología del NT, sino a sus premisas. La verdadera y auténtica teología comienza sólo con la fe de los apóstoles. Semejante planteamiento continuará en la teología liberal e influirá también en la teología del NT de Bultmann. Además de esta reconstrucción unitaria, también la interpretación lo es; también ella se inspira en la filosofía de Hegel, en su concepción positiva de la historia como desarrollo del espíritu humano hacia la conciencia, la libertad y la interiorización. En el iluminismo, el ambiente histórico-cultural de la Biblia se concebía como un revestimiento secundario de las verdades de razón. En cambio, para Baur la reflexión sobre la historia es el medio para alcanzar la verdad, que sólo se puede captar en la historia, en la totalidad del desarrollo histórico del espíritu humano. También este principio hermenéutico encuentra una analogía en la teología del NT de Bultmann, el cual utiliza como principio hermenéutico la autocomprensión de sí en la fe.

5. DE LA HISTORIA A LA HISTORIA RELIGIOSA. La segunda mitad del siglo xix está dominada por el romanticismo y por el liberalismo, por las grandes investigaciones históricas positivas y por el consiguiente nacimiento del método histórico-religioso (Religionsgeschichte Schule). Omitimos la corriente romántico-liberal, cuyo mejor producto es la Theologie des NT, de H.J. Holtzmann, en dos volúmenes (Friburgo-Leipzig 1896-97), y nos detenemos en la escuela histórico-religiosa por el influjo que ha ejercido y que sigue ejerciendo en la teología bíblica de nuestro siglo. Iniciadores de esta escuela fueron el teólogo sistemático E. Troeltsch y el círculo de Gotinga. Tres son sus principios metodológicos de fondo: el de la crítica (duda crítica) y los de la analogía y la correlación de los acontecimientos históricos entre sí. W. Wrede (1857-1906) lo aplica a la teología del NT con su famoso escrito programático Uber die Aufgabe und Methode des sogenannten NT (Gotinga 1897). Critica el método histórico como se solía practicar en teología bíblica por estar adulterado por el teológico. En consecuencia, sostiene el método histórico puro, independiente de los supuestos teológicos de la inspiración y del canon. La Biblia no contiene una historia de ideas, sino una historia del espíritu y de las experiencias religiosas, una historia de la religión. Por eso no tiene ya sentido hablar de "teología" ni de "teología bíblica". De hecho, las obras de teología bíblica, fruto de este método historicista, no llevan ya el título de "teología", sino el de "religión": "La religión de Israel" para el AT y "La religión de Jesús y del cristianismo primitivo" para el NT. Para el AT, los nombres más conocidos son los de A. Eichhorn, H. Gunkel y H. Gressmann. Para el NT, J. Weis, H. Weinel y sobre todo W. Bousset con su obra de teología bíblica Kyrios Christós (Gotinga 1913; 19655), en la cual, siguiendo el principio metodológico de Wrede, supera el canon del NT llegando hasta Ireneo, imitado en esto por R. Bultmann. El error del positivismo histórico es pensar ingenuamente que es posible una posición crítica neutral ante la historia. Semejante ingenuidad ha sido demostrada por la hermenéutica, que quita la razón a Wrede y confirma la necesidad de unir al método histórico el teológico para una verdadera y auténtica teología bíblica.

Las obras de este período, marcado por el método histórico-religioso, destacan por la erudición y la reconstrucción histórica; en cambio pecan por la interpretación teológica. Contra la escuela histórico-religiosa y su método positivista, calificado de "ateo", combatió aisladamente A. Schlatter, revalorizado hoy como exegeta y como teólogo.

6. DE LA HISTORIA RELIGIOSA AL "KERIGMA". Un giro positivo para la teología bíblica es el marcado por la teología dialéctica, iniciada después de la primera guerra mundial por K. Barth, al cual se adhirió los primeros años también R. Bultmann. Es recuperado el método teológico, a veces de modo radical, respecto al histórico-crítico. La teología dialéctica se sitúa así en neto contraste con la liberal precedente, que exaltaba la religión, humillando la fe y la teología. Esta nueva teología, que implica un nuevo método, que comprende en primer lugar la fe, coloca en el centro la palabra de Dios y el kerigma como mensaje dirigido por Dios al hombre, y no ya en primer lugar como verdad que creer o como historia religiosa que estudiar con el método histórico-crítico. La intención pastoral que anima a este nuevo método es la de hacer actual la palabra de Dios contenida en la Escritura. Las dos realizaciones de teología bíblica que dominan el campo a mediados de nuestro siglo son la de G. von Rad para el AT y la de R. Bultmann para el NT, ambas influidas por la teología kerigmática, si bien de modo diverso. Como Von Rad es presentado luego, en t III, 2c, nos limitamos aquí a exponer la teología del NT de R. Bultmann ( Theologie des NT, Tubinga 1948-53; 19777).

Esta resume la mejor tradición crítica a partir de la escuela de Tubinga. Al método histórico-crítico más riguroso, que le permite una reconstrucción histórica de la teología del NT (de acuerdo en esto con la importancia del método histórico-crítico, en contra de K. Barth), une una fuerte sensibilidad hermenéutica: la autocomprensión de sí en la fe frente al kerigma, utilizando la filosofía de la existencia del primer Heidegger. La fuerza de Bultmann estriba justamente en la interpretación, en el significado teológico-existencial que consigue sacar a luz. De ese modo interpreta bien muchos textos bíblicos, especialmente los de Pablo y de Juan, pero deja otros en la sombra. Es, pues, una teología parcial y unilateral; Jesús como profeta escatológico pertenece sólo a las premisas de la teología, como en Baur. La verdadera teología del NT comienza con el kerigma: el judío y el helenístico. En realidad, Bultmann la identifica luego con la de Pablo y de Juan. Ya con las cartas deuteropaulinas comienza el declive hacia el protocatolicismo, que se consuma al llegar a Ireneo. Bultmann, pues, presenta la teología del NT superando el canon, en lo cual sigue a Bousset. A pesar de los límites y de las críticas que se pueden formular tanto a nivel de reconstrucción histórico-literaria como a nivel de interpretación, la teología del NT de Bultmann sigue siendo hoy una obra clásica, con la cual hay que contar [t luego, IV, 1].

7. DEL "KERIGMA" AL PLURALISMO METODOLÓGICO. Se necesitaron quince años para que, después de Bultmann, apareciese una nueva teología del NT. A partir de mediados de los años sesenta comienza de nuevo a pulular una multitud de teologías bíblicas del A y del NT. Pero, prescindiendo de alguna excepción, a la cantidad no siempre responde la calidad. Por ello se habla de una crisis de la teología bíblica, en el sentido de que se asiste a un caos metodológico y se auspicia desde diversas partes la vuelta a una verdadera teología bíblica integral. Volveremos más adelante sobre este asunto [t luego, V], una vez que hayamos presentado las orientaciones actuales de teología bíblica del AT y del NT.

II. MÉTODO. Por la historia brevemente pergeñada se ve con claridad que el principal problema de una teología bíblica ya desde los comienzos lo presenta el método. De hecho, la teología bíblica se distinguió de la teología sistemática por su método en el tratamiento de los textos de la Biblia: el método histórico-literario y el histórico-crítico. Pero el método histórico, alrededor de un siglo después de Gabler, reclamó, con Wrede en el 1897, derechos absolutos sobre la teología hasta el punto de situarse como alternativa del teológico. Con ello se perdía la misma teología. Por eso es necesario practicar un equilibrio metodológico entre el método histórico-crítico y el teológico al construir una teología bíblica. ¿Cuál es entonces el estatuto de una teología bíblica? Hay unas premisas que respetar; está la práctica del doble método: histórico-crítico y teológico, y la elección de un principio hermenéutico y de una estructura.

1. EL MÉTODO HISTÓRICO-CRITIco. La exigencia de practicar el método histórico-crítico al componer una teología bíblica está hoy fuera de discusión, justamente porque la teología es la autocomprensión crítica de la fe bíblica. Por otra parte, la Biblia es obra de Dios, pero a través de la obra literaria e histórica de los hagiógrafos. Por eso la ley de la encarnación requiere el uso del método histórico-crítico. Hoy no vivimos ya en un ambiente precrítico. Si acaso, la situación actual es poscrítica, en el sentido de que se relativiza el método histórico-crítico y se critica su pretensión absoluta. De modo radical lo rechazan sólo los fundamentalistas. Por eso la cuestión versa no tanto sobre el método cuanto sobre el modo de practicarlo, que a veces atomiza de tal forma el texto que no permite ya su comprensión, o bien acumula hipótesis críticas sin suficiente fundamento, creando confusión. Pero "abusus non tollit usum". El método histórico-crítico comprende un conjunto de críticas, de las cuales las más fundamentales son la textual, la literaria y la histórica. Pero hoy la metodología se amplía, y junto al método diacrónico de acercamiento a los textos se va afianzando el sincrónico del análisis estructural, que se presta mejor a comprender el texto actual de la Biblia. El método histórico-crítico es genético, y por tanto ayuda a la reconstrucción histórico-literaria de la revelación bíblica. Pero la interpretación, y con ella el sentido del texto, sólo se puede captar mediante una consideración unitaria del texto, como conjunto estructurado en orden a un fin: un mensaje que transmitir.

2. EL MÉTODO TEOLÓGICO. Si se quiere hacer teología bíblica, habrá que apreciar los dos términos: "teología" y "bíblica". El primero indica la comprensión crítica de la fe como se contiene en la Biblia; el segundo, el ámbito de la revelación contenida en los libros sagrados. La categoría de la "historia" no ha de separarse de la "teología", como ocurrió en la metodología histórico-religiosa; pero tampoco la teología se ha de separar de la historia, como ha sucedido en la teología kerigmática más radical.

De estas premisas generales pasamos a exponer los contenidos del método teológico. La fe teológica presupone: la revelación de Dios en la historia, que ha tenido su culminación y cumplimiento en Cristo, Verbo encarnado; la inspiración de la Sagrada Escritura, que abarca el canon; la relación de la literatura bíblica con la historia de la salvación allí narrada e interpretada; en la interpretación, el círculo hermenéutico con la tradición viva de la Iglesia y con el magisterio. Estos supuestos del método teológico no resuelven ciertamente el problema de una teología bíblica, sino que más bien lo plantean. Deseo recordar aquí a este respecto sólo tres puntos problemáticos.

Ante todo el problema de la unidad histórica y teológica, pues el canon es un dato de fe, no una delimitación de libros, resultado de una crítica histórica. La unidad de la teología bíblica desde que se comenzó a aplicar el método histórico-crítico se ha convertido en un problema, pues se ha considerado el AT y el NT como dos entidades históricas separadas, ligadas entre sí por la literatura del judaísmo tardío y la apócrifa. Por eso, desde que se comenzó a aplicar el método histórico, se dividió la teología bíblica del AT de la del NT, división que continuó, como se ve también por este artículo. Si se pasa luego de la unidad histórica a la teológica, el problema se agudiza aún más, especialmente para el AT, y en parte también para el NT; y mucho más, por supuesto, para la unidad de los dos Testamentos. En realidad, las mejores teologías bíblicas presentan la comprensión crítica de la fe bíblica en términos de evolución o proceso histórico y teológico. Para superar esa dificultad se ha buscado un centro unitario del AT (p.ej., la alianza en la teología del AT de Eichrodt) y del NT (la persona de Jesús, la justificación mediante la fe...); se trata del problema conocido en el ambiente protestante como búsqueda del "centro del canon", un centro crítico que debería dar unidad al canon. A mi entender, el centro crítico de una teología crítica del AT no puede ser más que el NT, el cual apela explícita o implícitamente al AT. El círculo hermenéutico debe moverse, pues, del NT al AT. En el NT el centro es indudablemente la persona de Cristo en su condición divina y humana y en su existencia terrena y celestial.

El segundo problema es la relación entre historia y verdad trascendente a la historia, pero en ella presente. Mientras que la historia es objeto de la razón crítica, la verdad trascendente a la historia no puede ser más que objeto de la fe, aunque no es una realidad abstracta, sino de experiencia y de vida: la existencia y la vida nueva en Cristo.

Finalmente, para la interpretación teológica de la Biblia es fundamental el círculo hermenéutico entre Biblia y tradición viva. La tradición que transmite y narra la historia sagrada, la palabra de los profetas, las sentencias y las oraciones de los sabios, la palabra de Jesús y a Jesús-Palabra, al mismo tiempo la interpreta y la reinterpreta continuamente dentro de un proceso histórico-hermenéutico que, desde que la Biblia es "canon", tiene en ella su punto de referencia seguro. Luego la tradición interpretadora continúa también hoy. Además del círculo hermenéutico entre la Biblia, la tradición y el hoy, hay otro que es muy apreciado por algunos autores recientes (B.S. Childs): el círculo hermenéutico entre el canon como Escritura y cada uno de los libros en él contenidos. El contexto más general cn el que habría que interpretar cada uno de los libros de la Escritura sería justamente el del canon.

3. PRINCIPIO HERMENÉUTICO Y ESTRUCTURA. ¿Cómo intervienen el método histórico-crítico y el teológico en la construcción de una teología bíblica? Lo podemos inducir de las mejores teologías bíblicas ya realizadas en los casi doscientos años de historia de esta disciplina. El problema de fondo es el de la relación entre reconstrucción e interpretación. La reconstrucción, si atañe a la historia, se vale preferentemente del método histórico-crítico, mientras que la interpretación debe valerse de los dos métodos juntamente. La reconstrucción impone también la estructura en una teología bíblica planteada históricamente. Pero hay que apresurarse a advertir que la estructura, que sigue la reconstrucción histórica, es también un elemento formal no calificador. En la calificación de la estructura y de sus partes interviene la interpretación. Por ejemplo, la obra y la enseñanza de Jesús en las teologías de Bauer (1800), de Jeremias, de Goppelt y de otros muchos son presentadas como fundamento de la teología bíblica del NT, mientras que en las de Baur (1864), de Bultmann, de Conzelmann y de otros son consideradas, en cambio, sólo como una premisa de la verdadera y auténtica teología, que comienza con el kerigma y con la reflexión de fe sobre Jesús. Las dos valoraciones diversas influyen evidentemente también en el juicio teológico del Jesús terreno, de su predicación y de su obra. Para Bultmann, por ejemplo, Jesús es un profeta escatológico, que predica el reino de Dios y permanece en el ámbito del judaísmo. Desde el punto de vista teológico, que es el "específico" de una teología bíblica, de los dos elementos que entran en su construcción el más importante es sin duda la interpretación, y por tanto el principio hermenéutico unitario que anima su estructura. Desde ésta se puede juzgar si se trata de una comprensión crítica de la fe bíblica o de una interpretación que se detiene en la historia sin llegar a la fe. Por eso A. Schlatter a una interpretación histórica que no llega a la fe la califica de "atea". Pero también cuando el principio hermenéutico es claramente teológico, se puede examinar críticamente si es lo bastante comprensivo de fe e historia, de Biblia y tradición interpretativa, de canon y comprensión integral. La relación entre unidad teológica de fe y pluralidad histórica y teológica dentro del canon será siempre una relación en tensión, como la que se da entre teología bíblica y teológica sistemática. Pero, en todo caso, la búsqueda de la unidad oculta que, teológicamente hablando, depende de Dios, autor de esta historia y autor literario de la historia narrada, es condición imprescindible de la comprensión teológica. Cuanto más se consigue, no tanto afirmar cuanto mostrar y demostrar críticamente la continuidad, los hilos ocultos que unen acontecimientos tan diversos y lejanos, libros y concepciones tan diversos y lejanos entre sí en el tiempo y en el género, tanto más se contribuye a la interpretación y comprensión propiamente teológica de la Biblia, y por tanto a una verdadera y auténtica teología bíblica. El "cómo" depende, obviamente, de la genialidad de los exegetas y de los teólogos, que tienen por cometido interpretar la Biblia para la Iglesia de hoy.

G. Segalla


III. TEOLOGÍA DEL AT: ORIENTACIONES ACTUALES.
1. CRISIS DE LA TEOLOGÍA DEL AT. La teología bíblica ha cumplido ya doscientos años, pues nació en el 1787 con la obra de J.Ph. Gabler [t supra, I, 3]. Mas, paradójicamente, hoy no existe consenso entre los exegetas sobre ninguno de los problemas fundamentales que plantea. Ningún período de su historia ha visto una crisis tan generalizada y profunda. No obstante, desde el 1969 hasta hoy han visto la luz al menos una quincena de obras de "Teología del AT". Un interesante artículo de G. Hasel en la prestigiosa revista Zeitschrift für Alttestamentliche Wissenschaft (93 [1981] 165-183) documenta tanto la proliferación frenética de "teologías bíblicas" como la crisis de este ramo del saber teológico. Obviamente, la crisis no se puede superar multiplicando frenéticamente los intentos, repitiendo surcos ya trazados con variaciones superficiales, sino revisando el problema metodológico [l supra, II]. Pues la raíz del problema es la cuestión del método o de la fundamentación hermenéutica; pero la I hermenéutica es problema filosófico-teológico. Puesto que se trata de "teología bíblica", donde el adjetivo no es más que una determinación material del sustantivo, diría que se le pide al biblista que sea simplemente "teólogo". Pues lo que es fundamental para la teología bíblica es que sea verdaderamente teología. Los principios de la teología bíblica no deben contradecir a principios de la teología sin más.

La "crisis" de la teología bíblica, reconocida por todos y visible en diversos niveles, requiere, pues, un repensamiento del problema del método antes incluso que de sus contenidos. A este problema vamos a dedicar nuestra atención. Partiremos de un análisis de los métodos practicados y hechos valer en las obras publicadas, para dar una valoración crítica de ellos. No intentaremos aquí una propuesta positiva nueva, sino que nos bastará con informar sobre el problema hoy fundamental para cualquier intento de escribir una teología bíblica: la cuestión del método.

2. MÉTODOS EN USO. Cada "Teología del AT", entre las publicadas, propone un método más o menos elaborado, más o menos explicitado. En las páginas que siguen intentaremos una agrupación o esquematización en cuatro métodos principales. Se trata, obviamente, de una clasificación que obedece a razones didácticas y que puede que no haga perfectamente justicia a las obras a las cuales se hace referencia; pero ello nos permite no demorarnos demasiado. Para cada uno de los "tipos"considerados citaremos una obra "muestra". Estos cuatro modelos sirven sobre todo para discernir las líneas de tendencia, sin pretender ser una definición rigurosa adecuada.

a) El método descriptivo. Es un método que define a la teología bíblica como disciplina histórica, mientras que concibe la dogmática como disciplina sistemática. Según este método, la teología bíblica tiene como cometido recoger con cuidado los conceptos y los términos, las opiniones y las ideas de los autores sagrados.

1) La "Teología del A T"de E. Jacob ( Teología del Antiguo Testamento, Marova 1969). El autor da esta definición de la teología del AT: "La teología del Antiguo Testamento puede ser definida como la exposición sistemática de las nociones religiosas específicas que se hallan en el conjunto del Antiguo Testamento y que constituyen su unidad profunda". Notemos: el campo de investigación es el AT; la teología es una exposición sistemática de nociones; las nociones que son objeto de la teología bíblica son las que constituyen la unidad profunda del AT. Se trata, como dice el autor, de una "ciencia descriptiva". No es una historia de Israel; la piedad, las instituciones religiosas y la ética no forman parte del ámbito específico de la teología del AT; no es una historia de la religión de Israel. La teología del AT "no tratará más que de Dios y de su relación con el hombre y el mundo". La unidad profunda del AT se ve alrededor del tema de la presencia y de la acción de Dios. Sin embargo, Jacob va mucho más allá para encontrar la unidad del AT cuando afirma: "Una teología del Antiguo Testamento que no esté fundamentada en ciertos versículos aislados, sino en el conjunto del AT, no puede ser sino una cristología, porque es en Cristo donde se ha reunido y llevado a la perfección lo que en la antigua alianza se ha manifestado. (...) Una afirmación así no significa en absoluto que no debamos considerar el AT más que a la luz de su cumplimiento. (...) Fuera del principio de unidad de los dos Testamentos y a fortiori de la unidad interna del AT mismo, no es posible hablar de una teología del AT". Pero no se pone en práctica ningún intento de lectura unitaria de la Biblia en clave cristológica.

Jacob afirma que se podría también hablar, en vez de teología, de "fenomenología del AT". Admite él usar el término "teología", pero lo entiende en "sentido amplio". La "teología en sentido estricto" es la teología dogmática, a la cual el teólogo bíblico procura los "materiales básicos".

2) Valoración crítica. En la concepción de la teología bíblica como ciencia descriptiva parece estar subyacente la distinción entre "lo que el texto significaba", objeto de la teología bíblica, y "lo que el texto significa", objeto de la teología sistemática. La intencionalidad encarnada literariamente en el texto bíblico no puede variar con los tiempos: lo que el texto "significaba" para la comunidad creyente que lo acogió y lo ha transmitido no puede ser diverso de lo que el texto "significa" para los creyentes de hoy.

Además, nos parece que está en juego el sentido de teología, que no es simplemente una ciencia histórica descriptiva, sino inteligencia de las razones lógicas de la fe bíblica, "justificación" del sentido del texto bíblico frente a la instancia crítica. La teología no es simple reexposición ordenada y diligente de las "teologías" contenidas en la Biblia, sino búsqueda de comprensión crítica de las razones lógicas de las diferentes teologías e inteligencia de su recíproco nexo o coherencia dentro del discurso bíblico.

No logramos evitar la impresión de que la noción de teología bíblica como disciplina puramente descriptiva e histórica tiende a considerar la revelación como doctrina. Jacob, en efecto, define la teología del AT como "exposición sistemática de nociones religiosas"; para él, el AT contiene una doctrina consiguiente a una revelación divina. La teología del AT no haría más que exponer, con orden y sistemáticamente, la doctrina difundida y esparcida en el AT.

Está en juego el sentido de "teología", que Jacob está incluso dispuesto a olvidar en favor de "fenomenología". Para nosotros, la teología bíblica es la comprensión crítica del testimonio-mediación canónico-normativa de la revelación en la Biblia. Ello supone que una teología del AT no puede prescindir de su centro, que es Jesucristo. La "verdad" del AT no es distinta, por incompleta y en camino que esté, de la verdad de Jesucristo, cumplimiento del AT.

b) El método dogmático-didáctico. Hemos adoptado esta formulación para designar un método que toma de la dogmática el esquema de tratamiento y sigue el planteamiento de los manuales, o sea una línea didáctica. Muchas teologías bíblicas, tanto del AT como del NT, son exposiciones sistemáticas de las ideas de la Biblia sobre Dios, hombre, pecado y salvación. El orden y el esquema expositivo se toman no de la Biblia misma, sino de los manuales de teología dogmática.

1) La "Teología del AT" de M. García Cordero. Este método lo sigue M. García Cordero (Teología de la Biblia, Antiguo Testamento, Madrid 1970). Para él la teología bíblica es teología positiva, que ordena y sistematiza datos bíblicos en un conjunto doctrinal, teniendo en cuenta tanto el proceso evolutivo ideológico ascendente de la historia de la salvación como la unidad doctrinal de la Biblia.

El esquema de la obra de Cordero se articula en cuatro partes: 1) las creencias: trata de Dios, de los ángeles y de la antropología; 2) las esperanzas: trata de la espera mesiánica, del reino de Dios y de la escatología; 3) las obligaciones religiosas y morales: trata de la moral del AT; 4) caída y rehabilitación del hombre: trata del pecado, de la conversión, del perdón de los pecados: el esquema evoca las tres virtudes teologales (fe, esperanza, caridad), con la adición sobre el pecado y la penitencia. La sistematización se toma siguiendo la teología católica, no de la Biblia misma.

2) Valoración crítica. Ya por la brevísima alusión hecha se puede comprender que este método es insatisfactorio, puesto que toma de la teología sistemática lo que en cambio debería pedir a la Biblia misma. La unidad teológica del AT se da por supuesta más bien que probarla y demostrarla; sin embargo, nos parece que la intención de indagar sobre la coherencia lógica del pensamiento del AT está en la línea de una correcta noción de teología bíblica. Pero, sustancialmente, Cordero, con cuantos siguen este método, no abandona el terreno de la teología entendida como disciplina histórica y descriptiva, aunque toma prestados de la dogmática los esquemas de pensamiento y el planteamiento formal del tratamiento. Esto no significa que la teología bíblica deba operar exclusivamente con categorías bíblicas, a menos de caer en un biblismo radical y repetitivo. Ni siquiera las "categorías" bíblicas pueden rehuir la criba crítica del teólogo bíblico, el cual justamente mediante esta crítica intenta encontrar la revelación, con la cual ellas no se identifican perfectamente. Las categorías y el lenguaje bíblicos son parte del testimonio canónico de la revelación; por eso no se los podrá dejar nunca a un lado, sino que también sobre ellos ha de ejercerse la crítica teológica. La teología bíblica tiene por objeto la revelación divina mediata y testimoniada normativamente —pero de modo históricamente situado— por la Biblia; y, a su vez, la teología bíblica está siempre históricamente situada, y por ello está siempre abierta a revisiones.

c) El método diacrónico. Es el método que abandona los parámetros de los conceptos escolásticos, no para limitarse a una simple exposición de la historia de la religión de Israel ni para seguir el proyecto irrealizable de una exacta cronología del desarrollo de las ideas del AT. Es el método que nace del ejercicio exegético del llamado análisis crítico-histórico de la Biblia, que ha asumido plenamente en exégesis la categoría epocal de la historia.

1) La "Teología del AT" de G. von Rad. Se trata de una obra que ha marcado una cesura epocal, de modo que los años de la teología del AT se cuentan según "antes" y "después" de Von Rad; es actualmente la obra más eminente y significativa de nuestra disciplina; para algunos es incluso la realización de un sueño acariciado largo tiempo. En tales elogios hay su parte de retórica encomiástica; pero ciertamente la obra de G. von Rad Teología del AT (2 vols., Sígueme, Salamanca 19825) es un punto de referencia ineludible.

El objeto esencial de una teología del AT es la palabra viva de Yhwh tal como, en el mensaje de sus grandes obras, fue dirigida a Israel. Las grandes obras de Dios descubren y transmiten un mensaje en el cual resuena la palabra de Yhwh. Es obvio entonces que la teología bíblica tiene su punto de partida y su centro en la acción en la cual se ha revelado Yhwh. Las acciones históricas de Yhwh no podían captarse y expresarse sino mediante la fe y las profesiones de fe, primero en fórmulas breves y luego en sumarios de la historia salvífica de carácter confesional que narraban en contextos más vastos la acción de Dios en la historia. Así Israel elaboró un conjunto de testimonios de su fe, en los cuales narraba las acciones históricas de Yhwh.

Por tanto, para Von Rad la teología bíblica no puede limitarse a exponer el pensamiento prescindiendo de la historia. Pero el orden de la exposición no será el cronológico de la crítica histórica, sino la sucesión de los acontecimientos tal como los ha visto la fe de Israel, o sea la sucesión de los hechos y las conexiones internas que el mismo Israel ha dispuesto. Por eso el teólogo bíblico intentará identificarse íntegramente con la mentalidad teológica israelita, evitando reconstruir líneas ideales de conexión y contextos sistemáticos allí donde el mismo Israel no los ha visto o no los ha subrayado.

El cometido de una teología bíblica parece definirse por su función puramente histórico-descriptiva, y por ello —como dice Von Rad— la forma más legítima para tratar del AT bajo el aspecto teológico es siempre la de repetir sus narraciones (die Nacherzdhlung) o repetir adecuadamente sus testimonios.

El teólogo bíblico debe tener siempre presente, instruido por la exégesis crítico-histórica, cuánto difieren entre sí los testimonios aducidos por las diversas unidades literarias, de modo que no existe una síntesis ni en la mente de los autores sagrados ni en los textos del AT. Por consiguiente, la teología bíblica deberá renunciar a una exposición sistemática u orgánica, porque un mundo conceptual religioso situado a posteriori en un contexto orgánico no sería más que una abstracción, ya que jamás existió en Israel de esa manera completa y sistemática. Además, a diferencia del NT, el AT no tiene un centro, dado que la manifestación de Jesucristo es el verdadero fin de la historia de Israel con Dios. Pero ese fin es "extrínseco" al AT y no se puede tomar como criterio para la reconstrucción y la exposición de la teología del AT. Puesto que el único principio unitario y el único elemento de continuidad es el pueblo de Israel en su testimonio histórico de fe, la teología bíblica no podrá sino asumir la forma de una Nacherzdhlung de los testimonios de Israel. Semejante noción de teología bíblica supone que es evidente que desde el principio al fin Israel parte del supuesto de la preeminencia del "hecho" respecto al "lógos", es decir, mira preferentemente a coordinar e interpretar teológicamente el material transmitido, dando siempre la prioridad a la coherencia histórica más que a la lógico-teológica.

La obra de Von Rad es una teología de las tradiciones históricas (vol. I) y proféticas (vol. II) de Israel. La expresión "teología de las tradiciones" es usada a menudo por el mismo Von Rad para definir su empresa teológica. Pues para él el objeto que la teología tiene como mira no es el mundo religioso de Israel, ni sus condiciones espirituales, ni el conjunto de su fe, sino solamente lo que el mismo Israel directamente dijo de Yhwh. Los salmos, los libros sapienciales, los cuerpos legislativos no se han de considerar como tradiciones; constituyen la respuesta que dio Israel a la revelación de Yhwh, son la expresión de la situación en la que Israel se vio colocado por la revelación.

2) Valoración crítica. La obra de Von Rad es grandiosa y se ha impuesto como un resultado en muchos aspectos estimable. Sin embargo, él mismo admite que "parece que la enojosa cuestión del enfoque de una teología del AT sigue aún abierta y que hay que hacer y aclarar aún muchas cosas antes de poder escribir debidamente esa teología". Además confiesa que su teología del AT no es "completa en todos los sentidos". Estas declaraciones animan, a pesar de la mole y la genialidad de la obra realizada, a hacer un análisis crítico de la misma. Obviamente, nos limitamos, igual que para las otras propuestas, a alguna breve anotación.

Ante todo, Von Rad vacila vagamente, con perplejidad, oscuridad y reflexiones, entre kerigma e historia, sin llegar a una reconciliación satisfactoria de los dos aspectos. De hecho, quizá sea verdad que Von Rad ha dado la preferencia al kerigma respecto a la historia. La razón de fondo, a mi entender, está en la no resuelta ambigüedad del concepto de /revelación. La "verdad" de la revelación no equivale a las "verdades reveladas" ni se identifica con la "verdad" (= realidad) de los hechos históricos, sino que es la transparencia y la presencia de la salvación divina en el mismo corazón de los acontecimientos históricos. Por consiguiente, la teología bíblica, que se fija como objeto la verdad de la revelación, no se propone como alternativa a la historia ni es sólo ciencia histórica.

En cuanto Nacherzdhlung, la teología bíblica de Von Rad no es más que la historia de la fe vivida y proclamada por Israel, reexposición de las teologías contenidas en la Biblia, y no teología o reflexión sobre la Biblia. Von Rad llega incluso a comparar al teólogo bíblico con el egiptólogo o el romanista, que estudian la historia de Egipto o de Roma. Mas esto, en último análisis, es coherente con la noción de teología bíblica como ciencia puramente histórico-descriptiva, que renarra las teologías contenidas en la Biblia. Y a esa noción de teología bíblica parece corresponder coherentemente el concepto de revelación como "doctrina revelada" que hay que volver a proponer y a exponer. De ese modo Von Rad parece renunciar propiamente a hacer teología, puesto que evita preguntarse por la verdad, es decir, por el sentido y el valor, por las razones lógicas e históricas de la fe israelita. En este sentido nos parece aceptable la severa crítica de C.A. Keller, el cual dice: "En el fondo, el libro de Von Rad no es una teología, sino una `Einleitung' ".

Paradójicamente, Von Rad asume como "centro" de su teología ¡la falta de un centro en el AT! En realidad, el principio de su exposición es la tradición kerigmática en su sucesión histórica. Por eso la teología de Von Rad tiende a presentarse como una fenomenología del pensamiento religioso de Israel.

Finalmente, Von Rad auspicia, aunque es difícil de imaginar, una teología de la Biblia (AT y NT juntos), observando que "es consolador que hoy se la pida con mayor insistencia cada vez". Para que sea consoladora, es preciso que la insistencia sea razonable y esté justificada. Pero ¿cómo puede estar justificada si todas las premisas puestas conducen a negar su legitimidad, dado que —como afirma Von Rad— "es preciso atenerse al criterio de explicar cada texto lo más claramente posible según su ratio interna al AT"? ¿O bien la ratio interna al AT puede coordinarse con la ratio cristocéntrica, con lo cual es concebible y realizable el proyecto de una teología de toda la Biblia? Es el problema de la unidad de los dos Testamentos, que Von Rad advierte, pero que afronta sólo como apéndice de su obra [/ luego, V].

d) El método selectivo del centro temático. Definimos así el método que, al no aceptar el principio histórico-genético ni un planteamiento sistemático tomado de la dogmática, busca en el mismo AT un "tema" que sea central y permita una exposición unitaria y dinámica del pensamiento del AT. En su raíz, también ese método es esencialmente descriptivo, porque no hace más que presentar la "teología" contenida en el AT.

1) La "Teología del AT" de W. Eichrodt (Theologie des Alten Testament, Gotinga, I, 19674; II-I11, 19747; trad. esp., 2 vols., Cristiandad, 1975). Para Eichrodt, la teología bíblica tiene como cometido comprender el mundo de fe veterotestamentario en su unidad estructural e interpretar su significado más profundo teniendo presente por un lado la religión de los países circunstantes y por otro su relación sustancial con el NT. No basta, según el autor, el método seguido normalmente por la ciencia veterotestamentaria, a saber: un procedimiento de génesis histórica. Por eso hemos de intentar hacer una sección de las categorías veterotestamentarias que permita tener una panorámica exhaustiva y distinguir las realidades esenciales de las marginales, poniendo de manifiesto las columnas sustentadoras y toda la estructura. Por tanto, el análisis histórico no se considera inútil ni se descuida; incluso nos basamos en sus resultados. Pero en lugar del análisis genético entra la síntesis sistemática y ordenada de la fe de Israel, no según esquemas dogmáticos, sino siguiendo la dialéctica que se filtra del mismo AT. Así pues, hay que articular juntamente el principio histórico y el sistemático en torno al tema que permita captar la unidad de todo el AT, a saber: la idea de alianza. No el término berit, que en muchos textos no está presente, sino la idea o contenido de la alianza es el centro unificador. Para Eichrodt, el concepto de alianza en sentido amplio compendia la conciencia básica de Israel acerca de su particular relación con Dios. "Alianza" es, pues, más que un concepto preciso; es un "movimiento vital".

Aunque se limita al AT, Eichrodt escribe: "Lo que a nosotros nos interesa es una exposición de las ideas y de la fe veterotestamentaria que tenga siempre presente que la religión del AT, con toda su indiscutible singularidad, sólo puede ser entendida en su esencia a partir del cumplimiento que encuentra en Cristo". Por tanto, el contenido central del NT reconduce al testimonio de Dios en el antiguo pacto.

2) Valoración crítica. La teología del AT de Eichrodt se apoya en tres pilares: a) comprender significa reducir a unidad; b) el AT se puede reducir a unidad encontrando un centro unificador; c) la alianza es una categoría que unifica el AT.

Si, como lo admite el mismo Eichrodt, Jesucristo es el único sujeto omnicomprensivo de toda la revelación divina, la teología bíblica regional del AT no puede constituirse si no es teniendo como centro a Jesucristo. Pero el cristocentrismo de la teología bíblica no parece en absoluto operante en el planteamiento de Eichrodt. En efecto, sostiene él que es preciso usar categorías bíblicas internas a la dialéctica del AT, y por este motivo escoge la categoría de alianza, no tanto como "cifra" expresiva de la autorrevelación de Dios en Cristo, sino solamente en el sentido veterotestamentario. Por consiguiente, tampoco Eichrodt escapa a la concepción de la teología como disciplina histórica y descriptiva. "Alianza" es una "supercategoría" veterotestamentaria, supuesta por Eichrodt como idea única y unívoca, cuando en realidad en el AT hay formas y sentidos diferentes y varios de "alianza". Por otra parte, la revelación no es una masa enorme de verdades o doctrinas que el teólogo simplemente ha de "reducir a unidad" ordenándolas y disponiéndolas alrededor de una idea central. En pos de Eichrodt, una multitud de biblistas ha propuesto otros "temas" como centro unificador del AT: el dominio de Dios (L. Kdhler), el reino de Dios (G. Klein), la elección (H. Wildberger), Yhwh (W. Zimmerli), el libro del Deuteronomio (S. Herrmann), el primer mandamiento (H. Schmidt), la realeza de Yhwh (J.L. McKenzie), etcétera. Es obvio que no existe consenso entre los estudiosos.

3. CONCLUSIÓN. En los proyectos de "Teología bíblica" a los que se ha hecho alusión en un rápido "muestrario", ha resultado dominante, y hasta integrante, la categoría epocal de "historia", que se ha afirmado como horizonte imprescindible, y por tanto como la concepción histórica de la revelación. Consiguientemente se ha impuesto, sobre todo dependiendo del método histórico-crítico de la exégesis y debido especialmente a G. von Rad, la exigencia de una teología bíblica que tenga en cuenta la diferencia de época entre el AT y el NT; se ha legitimado así la elaboración de una teología separada del AT. Y otra consecuencia: se ha asignado a la teología bíblica una tarea histórico-descriptiva o de narración de las tradiciones históricas, proféticas y sapienciales de Israel.

También los varios intentos de discernir un centro del AT suponen la concepción del AT como una "historia" separada del NT, o por lo menos un trozo de historia autónomo, que solamente luego en el giro histórico llevado a cabo por Jesucristo ha sido asumido juntamente con la "historia" del NT, dando así lugar a la historia de la salvación. En este sentido ha ejercido una función hegemónica la categoría de "historia" separada de la "teología".

Se ha afirmado también, por parte de varios autores, el cristocentrismo de la revelación. Pero la realización de tal concepción cristocéntrica, al menos en las teologías del AT, se ha entendido de modo extrínseco: Jesucristo es el "término" al que tiende el AT, el cual tendría en sí mismo su inteligibilidad intrínseca. El principio de inteligibilidad teológica está tomado del AT.

Volvamos a las observaciones hechas al principio: la crisis de la teología bíblica es una crisis que se refiere ante todo al método. Mientras no se aclare esta cuestión básica, es estéril multiplicar las tentativas de publicar obras "nuevas" de teología bíblica. La teología bíblica no puede seguir siendo exposición o compilación de las "teologías" contenidas en la Biblia, si bien este trabajo que compendia los resultados de la labor exegética es un momento necesario e importante. Es preciso que sea de veras "teología", es decir, saber auto-crítico de la fe. Puesto que la fe es hacer propia la fe bíblica en la revelación, la teología bíblica es un momento de la teología sin más en cuanto comprensión crítica del saber de la fe bíblica. Lo que especifica a la teología bíblica es la referencia exclusiva a los textos bíblicos, comprendidos a partir de la verdad de Jesucristo como punto omnicomprensivo de la revelación, y por tanto de toda la Escritura. Esto no significa una nivelación de AT y NT, porque el cristiano acoge el AT por Jesús, el cual revela y funda la identidad propia del AT justamente en cuanto "antiguo", y al mismo tiempo manifiesta e instituye el lazo orgánico del AT con el NT. Sin embargo, nos parece legítimo hacer una "teología del AT" entendida como delimitación o regionalización funcional, análogamente a "circunscripciones regionales" del saber teológico, tales como la eclesiología, la cristología, la antropología, etc. De esa manera podría tener espacio y sentido destacar la peculiar perspectiva de cada uno de los libros o corrientes de pensamiento dentro de la misma Biblia.

A. Bonora


IV. TEOLOGÍA DEL NT. ORIENTACIONES ACTUALES. Para una guía breve dentro de las teologías más recientes del NT, tomamos como criterio de calificación el principio hermenéutico elegido por los autores al construir su teología. Pues bien, desde este punto de vista podemos distinguir cinco metodologías diversas, para cada una de las cuales tomamos en consideración la obra o las obras más importantes: 1) la histórico-kerigmática; 2) la de "historia de la salvación"; 3) la histórico-positiva; 4) la sistemática; 5) y, finalmente, algún intento de una teología bíblica que comprende AT y NT.

1. LA ORIENTACIÓN HISTÓRICO-KERIGMÁTICA. Esta primera orientación arranca de la Teología del NT de R. Bultmann [/ supra, I, 6], la cual ha dominado hasta el punto de hacer desistir durante quince años de todo intento ulterior. En efecto, hay que llegar de los años cincuenta a 1967, con H. Conzelmann, para encontrar una nueva "Teología del NT". Conzelmann, discípulo de Bultmann, intenta poner al día y en parte corregir la obra de su gran maestro. Revaloriza los elementos históricos del mensaje del NT, abandonando como único principio interpretativo el de la comprensión de la fe en sentido existencial, que arrancaría todavía —según él— de un "esquema pietista". Los componentes históricos los saca a la luz la "historia de la tradición", que recupera las primitivas confesiones de fe cristológica y el credo. Así pues, Conzelmann vuelve al objeto, es decir, al texto, y consiguientemente de la antropología a la cristología. Pero semejante vuelta a la historia se queda sólo a mitad de camino, porque no alcanza al mensaje del Jesús terreno, si bien Conzelmann revaloriza la teología de los evangelios sinópticos utilizando los resultados de la crítica redaccional, de la que fue uno de sus iniciadores. A diferencia de Bultmann, hace que la teología comience con el kerigma de la comunidad primitiva y coloca "el desarrollo de la Iglesia primitiva" no después de Juan, como en Bultmann, sino después de Pablo y en conexión con él, sobre todo para evitar una negativa prejuzgada sobre esta literatura epistolar.

No obstante, Conzelmann sigue dependiendo de su maestro: por su precomprensión luterana; por el consiguiente escepticismo respecto al Jesús histórico, que permanece aún entre las premisas de la teología, y por la unilateralidad de la interpretación kerigmática, que entraña la desvalorización de Hechos y Apocalipsis. Pero hay que afirmar positivamente que la elección kerigmática le permite resolver a su modo el problema fundamental de toda teología bíblica: unir en armonía reconstrucción e interpretación, salvaguardando así la unidad teológica dentro de la variedad histórica. En efecto, él encuentra la unidad hermenéutica y estructural justamente en el kerigma. A pesar de sus limitaciones hermenéuticas y teológicas, su intento de unificar la teología del NT alrededor del kerigma es digno de la máxima consideración.

2. LA ORIENTACIÓN DE "HISTORIA DE LA SALVACIÓN". Esta segunda orientación hermenéutica contempla la unidad de la teología del NT no en el kerigma, sino sobre el fondo de "historia de la salvación". Tiene una larga historia a sus espaldas, que se remonta a la escuela de Erlangen, y en particular a J. Ch. K. von Hoffman (1810-1877). Los dos autores recientes más conocidos que han elegido esta orientación son O. Cullmann y L. Goppelt. La teología del NT como "historia de la salvación" tiene en común tres principios: 1) la Biblia, A y NT, se considera en su aspecto unitario; 2) se la interpreta como historia de la salvación, por lo cual se coloca en primer plano la obra de Dios en la historia, mientras que pasa a segundo plano el aspecto doctrinal; 3) se coloca en el centro la persona de Jesús, cumplimiento de la promesa, en el cual se concentra pasado (AT) y futuro (escatología).

Aunque O. Cullmann es el más conocido representante de esta orientación, no ha escrito una verdadera y auténtica teología del NT, sino una teología de la historia de la salvación (Historia de la salvación, Barcelona 1968) con resultados interesantes a nivel hermenéutico, pero decepcionantes en la perspectiva de una presentación global de la fe neotestamentaria. En efecto, las tres primeras partes de la obra intentan aclarar la terminología y establecer una confrontación crítica con otras interpretaciones, principalmente con R. Bultmann y su escuela (pp. 13-186). Sólo la cuarta parte profundiza el tema central con una exégesis teológica de los cuatro momentos principales de la revelación neotestamentaria (Jesús, la Iglesia primitiva, Pablo y Juan), mientras que la quinta propone una disposición sugestiva para una teología fundamental (pp. 285-327). Mas, a mi entender, la verdadera y auténtica teología de Cullmann es la cristología de sus dos obras más importantes: Cristo y el tiempo y Cristología del NT (Estela, 1968, y Sígueme, 19804, respectivamente).

L. Goppelt ha dejado una teología del NT "incompleta", acabada y editada por su discípulo Roloff (Teología del NT, 2 vols., Brescia, 1982-83), quizá la mejor escrita hasta ahora, al menos en lo que se refiere a la primera parte. Trazando al principio la historia de la disciplina, él mismo se coloca en la orientación de "historia de la salvación", y se propone unir una seria crítica histórica con un profundo esfuerzo de comprensión del NT que permita llegar a un diálogo crítico entre la hermenéutica histórica (J. Jeremias) y la existencial (R. Bultmann). De este modo quiere ligar profundamente a la vez reconstrucción e interpretación en un sano equilibrio. En el fundamento de la teología del NT está no sólo la predicación de Jesús (Jeremias), sino toda la obra de Jesús en su significado teológico. Pero el punto de partida de la teología del NT sigue siendo el kerigma de la muerte y resurrección (1 Cor 15,1-5). Ese kerigma se desarrolla luego en dos direcciones: la una hacia atrás, hacia el Jesús terreno (He 10,37-41), fundamento histórico-teológico del kerigma, y la otra, en cambio, en dirección a la vida de la Iglesia con la profundización de la cristología y la soteriología del kerigma. El kerigma pascual, que consiste en la continuación de la obra de Jesús con la resurrección, no encuentra modelo alguno en el ambiente religioso circunstante, judío y grecorromano. Es absolutamente único. El anuncio y la obra de salvación de Jesús son continuamente puestos en relación por Goppelt entre sí y sobre todo con la persona de Jesús, por lo cual la salvación tiene lugar siempre por una relación estrechamente personal con Jesús. Precisamente basándose en esta tesis fundamental postula Goppelt la continuación de la relación personal con Jesús también en el tiempo de la Iglesia, hecha posible por la muerte y resurrección y por la presencia "espiritual" consiguiente del Señor resucitado en la comunidad y en los sacramentos. En coherencia con el principio históricohermenéutico, la estructura de la teología del NT parte de su fundación (la obra de Jesús en su significado teológico: desde la venida del reino a pentecostés); luego pasa a su punto central: el kerigma como principio de la reflexión de fe sobre la obra de Jesús, para considerar luego cómo la tradición de Jesús es recibida y desarrollada por Pablo (Ef y las cartas pastorales no serían de Pablo) y por los escritos pospaulinos. Pablo no es leído en clave antropológica existencial (Bultmann) ni sobre el fondo de una "historia de la salvación" entendida en su relación con el AT (Rom 4), como hacen Kümmel y Ridderbos, sino como desarrollo de la tradición de Cristo en su acontecimiento salvífico, acogido e interpretado.

La gran teología del NT del americano G.E. Ladd (Grand Rapids, 1974), aunque intenta seguirla orientación culmanniana de "historia de la salvación", vuelve en realidad a la teología descriptiva de tipo doctrinal, rechazando el método histórico-crítico, unido a un escaso esfuerzo de interpretación.

3. LA ORIENTACIÓN HISTÓRICO-POSITIVA. Agrupamos bajo este título genérico aquellas teologías del NT que siguen una exposición histórica, fundándola en el método histórico-crítico, y no en el kerigma ni en una concepción unitaria de "historia de la salvación". Por encima del método todavía no cualificante, las opciones hermenéuticas son diversas en los varios autores que se pueden colocar en esta orientación. Nos detenemos en los que consideramos los dos exponentes principales: Kümmel y Jeremias.

W.G. Kümmel escribe una teología del NT según los principales testimonios del NT: Jesús, Pablo y Juan (Teología del NT, Brescia 1976). Aparece en primer plano una polémica intencional con Bultmann y la escuela kerigmática, en que evita cuidadosamente la terminología de la hermenéutica existencial, comenzando por la palabra kerigma. Se atiene con rigor al método histórico-crítico para volver al mensaje del Jesús histórico y a la tradición de la Iglesia primitiva. En semejante orientación, en la que se da la preferencia a la reconstrucción crítica, el problema crucial es el de la unidad teológica de los escritos del NT, discutida ya por Lutero: "El cometido de una teología del NT sólo puede ser... el de hacer hablar antes de nada a cada uno de los autores según su lenguaje, y sólo en un segundo momento preguntarse por la unidad que de ahí puede seguirse, o también comprobar las diferencias no conciliables". Esta unidad o centro del NT la descubre Kümmel en un tema teológico principal, que aparece en los tres testimonios principales del NT: "Ellos están de acuerdo en anunciar que Dios hizo comenzar en Jesucristo la salvación prometida para el fin del mundo; que Dios en este acontecimiento de Cristo ha venido a nuestro encuentro y que quiere encontrarnos como Padre que intenta librarnos de la esclavitud del mundo y hacernos capaces de un amor efectivo. Que ese centro del NT es cierto no lo puede establecer el historiador...", sino el creyente. Así pues, la salvación presente y futura es el verdadero centro del NT, tesis querida de Kümmel. De todos modos, se queda uno perplejo al ver a Jesús puesto entre los testimonios principales, junto con Pablo y Juan. Además, el afán del historiador por la reconstrucción disminuye el interés por la verdadera y auténtica interpretación teológica.

J. Jeremias sólo tuvo ocasión de escribir la primera parte de su teología del NT, pero para él la más importante y decisiva: La predicación de Jesús (Sígueme, Salamanca 19804). Lo que para Bultmann es sólo un presupuesto histórico de la teología del NT, es en cambio para Jeremias su centro: la predicación y el mensaje del Jesús histórico. El principio teológico-hermenéutico que le guía se expresa en una obra poco voluminosa: II problema del Gesú storico (Brescia 1964). Evangelio de Jesús y kerigma en la Iglesia se consideran, respectivamente, como llamada de Dios y respuesta a él: "Esta respuesta procede siempre en doble dirección: es adoración laudativa de Dios y es testimonio ante el mundo. La respuesta está inspirada por el Espíritu de Dios, pero no es parte de la llamada. El elemento decisivo es la llamada, no la respuesta. El testimonio multiforme de fe de la comunidad primitiva, de Pablo, de Juan..., se debe medir por la predicación de Jesús. En nuestra protesta contra la planificación de evangelio y kerigma entra el concepto de revelación. Según el testimonio del NT, el Lógos encarnado, y sólo él, es la revelación de Dios. La predicación de la Iglesia de los orígenes, por el contrario, es el testimonio, inspirado por el Espíritu, de la revelación. El testimonio de la Iglesia no es él mismo revelación" (p. 39). Jeremias parece identificar aquí revelación y teología, cerrando además la revelación con el Jesús terreno. Pero puede que sólo intente poner de manifiesto la importancia fundamental de una teología del NT, pues la segunda parte (nunca realizada) se concibe como respuesta a la predicación de Jesús y válida en cuanto respuesta (p. 355 de la Teología del NT, 4.a ed.). El principio teológico en el cual se funda es el de la encarnación, pero entendido de modo más riguroso incluso que en el evangelio de Juan, en el cual Jesús preanuncia la continuación y el cumplimiento de "su" revelación mediante el Paráclito. Es importante tener presente el principio teológico-hermenéutico de Jeremias, que permite comprender su gigantesco esfuerzo por aprontar un instrumento crítico riguroso con el que poder llegar a la predicación del Jesús histórico, "porque nada ni nadie más que el Hijo del hombre, que su palabra... pueden conferir plenitud de autoridad a nuestra predicación" (Las parábolas de Jesús, Verbo Divino, Estella 1976, 142). Con las debidas reservas sobre su radicalidad teológica, hay que tener presente de todas formas la protesta de Jeremias contra la teología kerigmática del NT.

4. LA ORIENTACIÓN SISTEMÁTICA. El que estructura la teología del NT por grandes temas, en general se inspira en los tratados de teología sistemática. Existe, pues, el peligro de que se pierda ya sea la reconstrucción histórica, ya la verdadera y auténtica interpretación. Por eso es la más problemática.

La obra reciente más significativa en esta línea es la teología del NT del exegeta católico K.H. Schelkle, en cuatro partes y cinco volúmenes (cuatro en la ed. española, Herder, Barcelona 1975-1978). Las grandes temáticas son las siguientes: I. Creación: mundo, tiempo, hombre. II. Dios estaba en Cristo, que incluye la teología trinitaria en la cristología. III. Ethos cristiano, organizado en 25 temas que cubren el área de la moral fundamental y especial. IV. Consumación de la creación y de la salvación, o sea escatología presente y futura; la comunidad de los discípulos y la Iglesia: eclesiología y sacramentos. Cada una de las cinco partes podría considerársela como independiente, pues han sido publicadas en tiempos diversos y con diversas modalidades. Una reflexión metodológica y teórica se registra sólo en el volumen III (pp. 13-38: versión ligeramente diversa de un artículo precedente). Una tesis teológica sirve de guía a esta obra: "La Escritura es palabra de Dios". "Habrá que definir una teología del NT como una `palabra acerca de Dios' sobre la base de la palabra con que Dios se revela en la nueva alianza, que incluye asimismo la antigua alianza, y que está consignada en el libro del NT como testimonio de esa revelación" (III, p. 14). Del hecho de ser el NT "palabra de Dios" o "testimonio de la palabra" deriva su unidad fundamental, dentro de la variedad de la evolución histórica y de los autores. Esa unidad no es sólo de pensamiento, sino de "historia de la salvación" dentro del NT en su relación con el AT. Esta búsqueda de una unidad dinámica aparece sobre todo en el volumen I. Pero luego cada volumen tiene su principio hermenéutico de unidad: en el 1 son la creación y el Dios creador, que superan las tensiones negativas, presentes en el mundo, con la apertura a la redención, y por tanto a la cristología, tema del volumen sucesivo. En el II el centro lo ocupa Cristo, en el cual encuentra unidad la revelación histórica del Dios trino. En el III, el principio hermenéutico del éthos cristiano es la obediencia de la fe. Más difícil es discernirlo en los volúmenes IV y V. La unidad del conjunto es más teológica que hermenéutica. Aunque útil como término inmediato de confrontación con la teología dogmática, no corresponde, sin embargo, a un proyecto ideal de teología bíblica, que en la estructura y en el principio hermenéutico debe inspirarse en el NT y en su ambiente vital, y no en la teología posterior. Las teologías de este género acaban siendo una "teología según la Biblia" más que una "teología de la Biblia"; esta distinción de Wrede la ha recogido y tematizado Ebeling.

5. ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO. Para concluir, deseo aludir brevemente a los intentos de una teología de la Biblia que comprenden A y NT.

H. Clavier, profesor calvinista de la universidad de Estrasburgo, al término de su larga carrera, en el 1976, realizó un proyecto acariciado desde los años de su juventud: escribir una teología bíblica del AT y del NT siguiendo las grandes corrientes de pensamiento presentes en la Biblia: la arcaica o mítica, la mística, la profética y la cultual. La tesis hermenéutica, o sea, la intención, es poner de manifiesto la unidad y la variedad del pensamiento bíblico (Les variétés de la pensée biblique et le probléme de son unité, Leiden 1976). La unidad es contemplada en la persona de Jesús, cumplimiento del AT y centro del NT. La variedad, presente en las corrientes de pensamiento que atraviesan los dos Testamentos, se exagera por una dedicación puntillosa a una ciencia histórica positivista que es ya un sueño del pasado a la luz de la actual conciencia hermenéutica. La teología bíblica de Clavier es significativa sólo como testimonio de una etapa ya pasada: la dominada por la búsqueda afanosa de la objetividad histórica mediante una crítica elevada a dogma. Pero la precomprensión calvinista de Clavier es harto evidente en su áspera polémica anticatólica, que está fuera de moda. Sin embargo, plantea problemas reales sobre la unidad y la variedad del pensamiento bíblico, aunque responde de un modo erróneo.

Más modesto, aunque más sugestivo, es el intento de teología bíblica de S. Terrien (The Elusive Presence, Towards a New Biblical Theology, Nueva York - San Francisco - Londres 1978). Terrien contempla la continuidad, y por tanto la unidad entre AT y NT, en el "Deus absconditus atque praesens" experimentado en la fe. La descubre en las apariciones de Dios a los patriarcas, en la teofanía del Sinaí, en la presencia de Dios en el templo, en las visiones proféticas, en las expresiones de la presencia de Dios contenidas en los salmos y en los libros sapienciales, en la expectativa de una epifanía de Yhwh hasta en la presencia de Dios en la Palabra, lo mismo en el AT que en el NT, que alcanza su culminación en el relato de la transfiguración, en la experiencia de Pablo en el camino de Damasco y en las expresiones neotestamentarias sobre la glorificación del nombre de Dios (el nuevo templo, el templo del Espíritu, el templo de su cuerpo).

Como se puede ver, hay una variedad de metodologías al componer una teología del NT. Mas en estos últimos años ha surgido una exigencia común: la de una teología bíblica que sea verdaderamente teología de toda la Biblia y que haga ver su unidad dinámica.

V. ¿HACIA UNA TEOLOGÍA BÍBLICA? En los años setenta comienza una nueva orientación en la teología bíblica. Se empieza a pensar (el primero fue Von Rad en la última parte de su Teología del AT) [/ supra, III, Ic] que la división entre teología del AT y del NT, que se remonta, con Gabler y Bauer, a los comienzos mismos de la disciplina [/ supra, I, 3], ha sido un camino equivocado, por lo que es preciso emprender uncamino nuevo. A Von Rad se asocian Schlier, Kraus, Goppelt y otros muchos. Una auténtica teología de la Biblia debería expresar el proceso de tradición que lleva desde el AT a los umbrales del NT; o bien debería ser una teología del NT abierta al AT que intente unir tradiciones e interpretaciones de las tradiciones del AT y del NT. Ante esta exigencia se han formulado tres respuestas diversas. Dado que los estudiosos del AT están aún lejos de estar de acuerdo sobre un centro, y por tanto sobre la unidad del AT, ese proyecto no se podrá pensar más que a partir del NT. Las premisas teológicas las hemos recordado ya al hablar del método [I supra, II]: el canon bíblico único, aunque distinto, y la revelación histórica, que tiene su cumplimiento en Cristo.

La escuela bultmanniana (Grásser, Strecker, Becker, Schmithals, Klein), en cambio, aunque no excluye el proyecto en principio, sostiene que no es factible. En realidad, tiende a situar dialécticamente AT y NT: el AT como ley es superado en el NT; como historia del hombre que intenta salvarse así mismo, es negado mediante la justificación por la fe en Cristo; las mismas promesas del AT no se habrían cumplido. El NT respecto al AT es superación más bien que cumplimiento. El lazo histórico del NT con el AT pasa más bien a través de la literatura judía intertestamentaria (hay que recordar aquí que los protestantes, siguiendo la tradición humanista, tienen para el AT el canon breve, con lo cual excluyen del canon la literatura veterotestamentaria más cercana al NT).

A la escuela bultmanniana se opone la escuela de Tubinga (H. Gese y P. Stuhlmacher), la cual sostiene, en cambio, la posibilidad del proyecto, considerando no tanto las estructuras ontológicas semejantes cuanto el proceso de la revelación que termina en la muerte y resurrección de Cristo. En esta concepción, el AT sería una prehistoria del NT. Se han realizado intentos partiendo de cada uno de los temas ideológicos, como la ley, la justicia, la redención, pero sin gran éxito.

H. Hübner, en un artículo aparecido en Kerygma und Dogma (1981, 1-19), ha propuesto un camino más largo, pero según él más seguro: partir de la reflexión teológica de las teologías del NT sobre el AT. Y ha aducido dos ejemplos concretos: las citas del AT en Mateo, donde el AT es concebido como promesa que se cumple en el NT, y el tratamiento del AT en la carta a los Romanos de Pablo, donde éste no sólo acepta el AT como Escritura, sino en parte también como "ley" (mientras que en la carta a los Gálatas lo rechazaba de manera absoluta como "ley"). O. Merk, en su artículo de la Theologische Realenzyklopadie, de 1980, ha sugerido también el método de los pequeños pasajes con el estudio de concepciones comunes y de temas que enlazaban a ambos Testamentos (fidelidad de Dios, unicidad de Dios, etcétera).

Así pues, el único modo de llegar a una teología bíblica global parece ser hacer una teología del AT partiendo del Nuevo. Tendríamos así "una teología neotestamentaria del AT", según la feliz expresión de H. Hübner, justificada teológicamente por el hecho de ser Cristo el cumplimiento de la revelación histórica de Dios al hombre. En todo caso —como lo sostiene A. Bonora en este mismo artículo— existe la posibilidad y la legitimidad de una teología del AT independiente [/supra, III, 3].

Hace unos años nació una revista que debate el problema de una teología bíblica: Horizons in Biblical Theology (Pittsburgh, 1979ss). Ya es significativo que todos los exegetas, cualquiera que sea su tendencia, si son creyentes, sientan la exigencia teológica de superar la división entre A y NT, creada por el uso del método histórico-crítico, y que se orienten a dar la razón al canon bíblico y a la tradición viva de la Iglesia, que ha leído siempre el AT a la luz del Nuevo, y viceversa. Quizá sea éste el cometido que tiene ante sí la teología bíblica actual. Sería ya un avance que en las futuras teologías del NT hubiese al menos un capítulo que tratase la teología neotestamentaria del AT [/ Exégesis bíblica; / Escritura].

G. Segalla

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