SOFONÍAS
DicTB
 

SUMARIO: I. Fondo histórico. II. Estructura y redacción. III. Terror y esperanza.


I. FONDO HISTÓRICO. El título redaccional de la obrita de este profeta, cuyo nombre teofórico significa "Yhwh protege", nos ofrece, junto a la secuencia genealógica de hasta cuatro generaciones (Cusí, Guedalías, Amarías, Ezequías), una interesante indicación cronológica: "en tiempo de Tosías, hijo de Amón, rey de Judá". Estamos, pues, a comienzos de una época breve pero gloriosa del reino de Judá, que alcanzará su
vértice con la famosa reforma religiosa del 622 a.C., apoyada por Josías y por Jeremías. Probablemente el profeta había concluido su ministerio poco antes de este giro histórico registrado por 2Re 22 [/ Deuteronomio I, 3].

Su predicación se resiente, en consecuencia, de este clima de espera. En realidad, los registros poéticos y temáticos sobre los que articula giran en torno a dos tonalidades: el juicio implacable de Dios de todos los traidores de la fe yahvista (dignatarios de la vieja corte corrompida, idólatras, seguidores de prácticas mágicas, mediadores de engaños y rapiñas, etcétera) y la esperanza en un área de salvación para todos los marginados y los 'anawim. Es significativa, pues, la línea fronteriza que se establece entre los que se habían pervertido, sobre todo bajo los reinados precedentes de los infames Manasés y Amón, y los que, aunque perseguidos, mantuvieron encendida la antorcha de la esperanza y de la fe. `Buscad al Señor, vosotros todos, pobres del país (anawin), que cumplís sus órdenes, buscad la justicia (sedeq) y la humildad ('anawah)" El contexto internacional, que contempla el declive irreversible de Asiria, la superpotencia que controlaba Judá, y que no comprende aún la intervención de Egipto, fatal para Josías, permite al rey y al profeta dar un corte neto con el pasado y establecer de acuerdo con el reencontrado "libro de la ley" (¿Dt?) un orden nuevo de relaciones sociales y religiosas.

II. ESTRUCTURA Y REDACCIÓN. Los 53 versículos de la profecía de Sofonías se pueden leer teniendo presentes algunas grandes unidades estilísticas y temáticas. El primer bloque literario hay que aislarlo en 1,2-2,3. Se trata de una áspera colección de oráculos de juicio, marcados por referencias al "día de Yhwh", la famosa categoría de teología elaborada por Amós (1,7.8.9.10.12.14.15. 16.18; 2,3). Por algo la tradición cristiana medieval se inspiró justamente en esta página para crear la secuencia del Dies irae ("dies illa, dies calamitatis et miseriae"; cf 1,15).

Una segunda unidad, más complicada, está presente en 2,4-3,8, donde se recuerda el tradicional módulo de los oráculos contra las naciones. Desfilan ante el juicio de Dios los filisteos, Moab, Amón, Etiopía y Asur con su gran capital Nínive, cuya inminente caída intuye el profeta. El último puesto de esta procesión le corresponde a Jerusalén, "ciudad rebelde, opresora y contaminada" (3,1), a la cual no le ha servido de nada la lección de la suerte de las naciones paganas (3,6-8); más aún, "se ha apresurado a corromper aún más todas sus acciones" (3,7). Pero, de improviso, se presenta el gran cambio: en la tercera parte (3,9-20) se ilumina el horizonte, y el "resto" fiel a Dios y las mismas naciones justas (3,9-10) verán iniciarse una era de gozo y de paz. Yhwh volverá a ser el habitante de Sión, y alrededor de él y de la ciudad santa se construirá un movimiento de atracción. Todos los dispersos de Israel confluirán allí para encontrar su patria y su futuro de esperanza.

Pero esta estructura tripartita revela huellas redaccionales que van de los simples retoques o encadenamiento de textos, como en el caso de las fórmulas introductorias y de recuerdo (1,1; 1,8s.10a), hasta inserciones más amplias que actualizan la obra de Sofonías durante la época exílica y posexílica. Tal es el caso de la promesa de conversión de las "islas" en 2,11, que es un eco del Segundo Isaías (Is 41,1.5; 42,4.10.12; 51,5), sobre todo del conocidísimo oráculo sálmico de 3,14-20 ("Alégrate, hija de Sión..."), que parece reflejar estilo y espíritu del Segundo y Tercer Isaías. El libro de Sofonías es, pues, un testimonio ulterior de la fidelidad viva, nada aséptica o árida, con que la palabra de Dios se transmitía en la tradición de Israel (ver Sal 78,1-7).

III. TERROR Y ESPERANZA. Aunque la originalidad de Sofonías es escasa a nivel temático ("El día de Yhwh", como se ha dicho, es un motivo amosiano, y el de los "pobres de Yhwh" es isaiano), el calor de su pasión colora el mensaje ya conocido y lo hace en algún punto incandescente. El primer tema, el de la ira y el juicio divino (ver Is 30,27-33), es el más intenso y ardiente. Las aberraciones religiosas, la violación de los derechos, las prevaricaciones morales, los ritos cananeos del campo, el culto infanticida de Moloch, las supersticiones astrales asirias, la avidez rapaz de los comerciantes de Jerusalén, el ateísmo práctico de los que dicen: "Yhwh no hace ni bien ni mal", las modas paganas de las clases altas son denunciados con una fuerte dosis de sarcasmo e indignación. Pero sobre este panorama escuálido va a irrumpir el "día de Yhwh", que el profeta prepara con una escena de silencio cargado de tensión: "Silencio ante el Señor Dios, porque su día está cercano" (1,7). Se lo describe irónicamente como el día de una fiesta sacrificial a cuyo banquete sagrado son invitados todos los perversos (1,7-8). Sobre aquel regocijo ficticio cae el juicio divino como una espada. De forma creciente, en una letanía implacable de términos paralelos, el "día de Yhwh" aparece con toda su violencia cósmica de forma que se sepa que "hay un Dios que hace justicia en la tierra" (Sal 58,12): "Día de ira será el día aquel, día de tribulación y de angustia, día de calamidad y miseria, día de tinieblas y de oscuridad, día de nubes y espesos nubarrones, día de trompetas y de alarmas..." (1,15-16).

De este día de la ira del Señor escapan sólo los 'anawim (2,3), los "pobres" del AT, los que han sido fieles a la confianza en Dios y a la moral de la alianza. A ellos se les reserva el horizonte de luz, que constituye el segundo elemento del mensaje de Sofonías. Entre ellos no hay políticos, "leones rugientes" y deseosos sólo de presa y de prepotencia; no hay jueces corrompidos, "lobos de la noche" siempre hambrientos; no hay "profetas impostores" y sacerdotes perversos (3,3-4). Entre ellos se encontrarán, en cambio, inesperadamente los extranjeros justos, a los que Dios mismo purificará para su alabanza (2,11; 3,9-10). En este "pueblo humilde y pobre" que confía sólo en el nombre de Yhwh (3,12), en este "resto de Israel" (3,13), se establecerá el mismo Señor. Pues Dios escoge volver al seno de esta nueva Sión: "El Señor, rey de Israel, está en medio de ti... El Señor tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador" (3,15.17). Es interesante notar que el hebreo beqereb, "en medio de...", tiene un matiz muy intenso: "en tus entrañas, en tu seno" (Lev 3,3.8.9.14; 8,21; 9,14). Así pues, la ciudad santa vuelve a ser la "hija de Sión", en cuyo seno está la presencia espacial (el templo) e histórica (la casa de David) del Señor (cf Is 12,6). En esta área de salvación, destinada a los pobres, a los fieles, a los oprimidos, a los cojos, a los dispersos, a los humillados (3,19), desembocará la alegría intacta y continua, expresada por el eco de los verbos de felicidad que impregnan el salmo final de los versículos 14-20. "Y entonces —dice el Señor—yo mismo os guiaré" (3,20).

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G. Ravasi