POBREZA
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SUMARIO: Introducción. I. El vocabulario bíblico de la pobreza: 1. El AT; 2. El NT. II. Pobreza, bendición y maldición: 1. El Pentateuco; 2. La pobreza como efecto de maldición; 3. Pobreza y vicio. III. Pobreza e injusticia: 1. Las situaciones injustas de pobreza; 2. La condena de los profetas: a) Natán y Elías el tesbita, b) El profeta Amós, c) La predicación de los otros profetas, d) El Deuteronomista, e) La enseñanza de Jesús, f) La acusación de Santiago; 3. La ayuda al pobre: a) La legislación sinaítica, b) La predicación de los profetas, c) Los modelos del amor a los pobres, d) La exhortación de los sabios de Israel, e) La parénesis del NT. IV. Teología de la pobreza: 1. Dios defiende a los pobres; 2. La espiritualidad de los pobres: a) Los pobres del Señor en el Salterio, b) La búsqueda de la pobreza, c) ¿Forman los pobres de Yhwh un partido o un grupo religioso?, d) El mesías pobre, enviado a los pobres, e) María Virgen, la pobre del Señor. V. Pobreza por el reino: 1. Dichosos los pobres!: a) La pobreza en sentido social, b) La pobreza "de espíritu"; 2. Necesidad de la pobreza voluntaria: a) Jesús exige la pobreza, b) La perspectiva del misterio pascual.

 

INTRODUCCIÓN. Los pobres en la Biblia ocupan un puesto de gran relieve. Mientras que la historia profana casi siempre ignora a estas personas y se limita a hablar de ellas sólo en las raras ocasiones en que son protagonistas con rebeliones, sublevaciones y revoluciones (cf la revuelta de los plebeyos contra los patricios en la joven república de Roma o la insurrección de los esclavos guiados por el gladiador Espartaco, etc.), la Sagrada Escritura, por el contrario, aborda expresamente el tema de la pobreza; es más, llega a proponer este estado, humanamente despreciable y mísero, como ideal de vida. Si puede parecer excesivo considerar que los pobres son los protagonistas de la historia de Israel, es indiscutible, sin embargo, que esta categoría de personas atrae la atención de los legisladores, de los profetas y de los salmistas en el AT, y de Jesús y de los autores inspirados en el NT.

El pueblo de Dios nació en la pobreza más extrema; Israel en el desierto tuvo la experiencia de este estado de penuria: "(El Señor) te ha humillado y te ha hecho sentir hambre para alimentarte luego con el maná" (Dt 8,3). Más aún, entre los miembros del pueblo de Dios no existía ningún rico o acaudalado, sino que todos dependían completamente para la subsistencia de la intervención divina, tanto para el alimento (el maná, las codornices, etc.; cf Ex 16) como para la bebida (los milagros con los cuales Moisés hizo brotar agua de la roca o purificó fuentes contaminadas; cf Ex 15,22ss; 17,1 ss). Así pues, el nacimiento de Israel está marcado profundamente por la pobreza más extrema, por las privaciones y por los sufrimientos.

Sobre todo no se debe desvalorizar el factor teológico siguiente: los protagonistas de la fase final o escatológica de la historia salvífica son los pobres: el profeta de Nazaret y su madre, la virgen María, vivieron en la pobreza más absoluta; además, Jesús exigió de sus seguidores la elección de ese estado, mientras que la comunidad cristiana de los orígenes vivió en la más perfecta comunión de bienes, después de haber vendido sus miembros sus riquezas, poniendo lo recabado a disposición de todos los hermanos.

I. EL VOCABULARIO BÍBLICO DE LA POBREZA. La importancia del tema de la pobreza para la Sagrada Escritura lo sugiere también el léxico rico y diversificado que se emplea para indicar la condición de las personas indigentes, que no tienen medios de subsistencia y viven en la miseria.

1. EL AT. La Biblia hebrea indica a los pobres con varios términos: entre ellos, el más frecuente es ciertamente el sustantivo 'ani o 'anaw (unas 105 veces), que aparece con mucha frecuencia en plural (anawim); la fórmula "los pobres del Señor", 'anawim Yhwh, se hizo célebre en la teología y en la espiritualidad veterotestamentaria, como veremos en breve.

La traducción griega de los LXX tradujo estas voces sobre todo por adynatos, asthenés, endeés, pénes, penijrós, prays, ptojós, tapeinós y sus derivados.

2. EL NT. Los autores del NT utilizan el vocabulario de los LXX; las voces más frecuentes son las que tienen la raíz ptoj- y tapein-. La frecuencia de estos términos insinúa ya el relieve dado en el NT a la temática de la pobreza; en efecto, la estadística indica que las voces ptojós, ptojéia, ptojeúein aparecen 38 veces, mientras que las de la segunda raíz (tapeinós, tapeinoún, tapeínosis) lo hacen 26 veces.

II. POBREZA, BENDICIÓN Y MALDICIÓN. El estado de indigencia más absoluta lo experimentó Israel durante el / éxodo, que luego será presentado como un ideal de vida religiosa, pero no ciertamente social. En el primer estadio de la historia del pueblo hebreo, la pobreza es considerada una necesidad y una condición para poder gustar la futura abundancia de los bienes de la tierra prometida. A este respecto es muy significativo el aviso o recuerdo de Dt 8,14-18: "(No te olvides) del Señor, tu Dios, que te ha sacado de Egipto, de la casa de la esclavitud; que te ha conducido a través de vasto y horrible desierto, de serpientes venenosas, de escorpiones, tierra de sed y sin agua; que hizo brotar para ti agua de la roca más dura y te alimentó en el desierto con'el maná, desconocido por tus mayores, con el fin de humillarte y probarte para prepararte un futuro dichoso" (vv. 14-16). Por ese motivo Palestina es descrita como la región bendita, en la cual fluyen leche y miel, y que produce aceite, vino y trigo en gran abundancia (cf Ex 3,17; Núm 13,21-24.27; Dt 6,18; 11,9): "El Señor, tu Dios, te va a introducir en una tierra buena; tierra de los torrentes, de fuentes, de aguas profundas, que brotan en el fondo de los valles y sobre los montes; tierra de trigo y de cebada, de viñas, higos y granados; tierra de olivos, aceite y miel; tierra que te dará el pan en abundancia sin carecer de nada; tierra donde las piedras son de hierro y de cuyas montañas sale el bronce. Comerás hasta saciarte y bendecirás al Señor, tu Dios, en la buena tierra que te da" (Dt 8,7-10).

1. EL PENTATEUCO. El Señor bendecirá a su pueblo dándole con munificencia los frutos del suelo, por lo cual Israel nadará en la abundancia y se saciará de los bienes de la tierra. Esta es la promesa de Yhwh a su pueblo esclavo en Egipto: "He determinado sacaron de la opresión de Egipto á la tierra... que mana leche y miel" (Ex 3,17).

Esa eliminación de la pobreza es presentada, pues, como la concretización de la promesa y de la bendición del Señor a su pueblo fiel a las cláusulas de la alianza (Lev 26,3ss). La bendición divina tiene por objeto también la fertilidad del suelo y la abundancia de sus frutos (Dt 6,14-19.24s; 7,11-15; 11,8s.13ss; 28,1-6.8.11s). De este modo se realiza la bendición de Yhwh a los padres de Israel: a / Abrahán (cf Gén 12,1ss.7; 13,14-17; 15,18; etc.) y a / Jacob (cf Gén 28,13): "No por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón vas a entrar en posesión de la tierra, sino... para cumplir el juramento hecho (por el Señor) a vuestros padres Abrahán, Isaac y Jacob. Reconoce que el Señor, tu Dios, no te da la posesión de esa buena tierra debido a tu justicia" (Dt 9,5s). Pero esa bendición está ligada a la observancia de los preceptos del Señor: "Haz lo que es justo y bueno a los ojos del Señor, para que seas dichoso y entres a tomar posesión de la hermosa tierra que el Señor prometió con juramento a tus padres" (Dt 6,18).1487

En los libros sapienciales encontramos la exaltación de la riqueza como fruto de la bendición divina a los justos (cf Prov 3,16; 15,6; 19,23; 28,20; Job 5,24; 42,10ss).

3. LA POBREZA COMO EFECTO DE LA MALDICIÓN. Por el contrario, el Señor maldecirá la tierra si su pueblo se muestra infiel al pacto sinaítico; por eso Israel experimentará nuevamente la penuria, la pobreza y la miseria (cf Lev 26,14ss; Dt 11,16s; 28,14-46). Por tanto, en la Biblia la indigencia es considerada a menudo consecuencia del castigo divino por los pecados de su pueblo. De este modo se afirmó no sólo la idea de que el justo es bendecido con las riquezas, sino que el pobre es un pecador. Mientras que Abrahán, el amigo de Dios, y los otros patriarcas son bendecidos con la propiedad económica (cf Gén 13,2; 26,13s; 30,30; 33,11; etc.), los impíos son castigados con la pobreza; por eso la pérdida de los bienes es considerada como castigo del pecado (cf Job 22,6s).

4. POBREZA Y VICIO. Los sabios de Israel presentan con frecuencia la pobreza también como consecuencia de la pereza y el desarreglo en los placeres: los vicios de la gula y del sexo reducen a menudo al hombre a la miseria (cf Prov 6,6-11; 10-4; 12,11; 14,23; 20,13; 21,17; 23,20s; 24,30-34; 28,19; Si 18,33s). Por eso amonesta Tobías a su hijo: "En la ociosidad y la penuria está el hambre, pues la ociosidad es la madre del hambre" (Tob 4,13).

III. POBREZA E INJUSTICIA. Pero no siempre el estado de indigencia en Israel es fruto de la maldición divina; con frecuencia la pobreza de muchas personas es consecuencia de la injusticia y de la avidez de los poderosos, los cuales extorsionan, despojan y reducen a la miseria a sus hermanos.

1. LAS SITUACIONES INJUSTAS DE POBREZA. Después de la entrada en Palestina, aunque la división con la asignación de las tierras por Moisés y Josué se hizo inspirándose en criterios de equidad basándose en la población de cada una de las tribus (cf Núm 32,Iss; Jos 13-21), lentamente se produjo una fuerte disparidad de bienes y riquezas, haciéndose algunos israelitas cada vez más ricos y poderosos, mientras que otros, a causa de deudas y de otros factores económicos, se empobrecieron cada vez más, e incluso hubieron de vender sus terrenos y en algunos casos fueron reducidos desgraciadamente a la esclavitud.

Para evitar que se agudizaran semejantes situaciones injustas e inicuas, el legislador de la tórah en el código de la alianza creó la institución del jubileo y del año sabático (Ex 21,1s; 23,10s; Lev 25; Dt 15,1-11), después de condenar la explotación de los _pobres y las injusticias sociales (cf Ex 21,16; 22,20s.25s; Lev 19,13s). En particular, la ley de Moisés exige la justicia en favor de los humildes y de los indefensos: "No violarás el derecho del pobre en sus causas... No explotarás al emigrante, porque vosotros conocisteis la vida del emigrante, pues lo fuisteis en Egipto" (Ex 23,6.9). [/ Ley / Derecho VII].

2. LA CONDENA DE LOS PROFETAS. Las situaciones de injusticia social, por las cuales también en Israel los bienes y las riquezas se encontraban en manos de unos pocos individuos, mientras que la gran masa del pueblo vivía en la miseria y en apuros, suscitó la indignación y las iras de los hombres carismáticos animados por el Espíritu del Señor. Las desigualdades sociales, demasiado marcadas y escandalosas, rompen la solidaridad sagrada del pueblo de Dios y violan la justicia.

a) Natán y Elías el tesbita. El rey David cometió una gran injusticia contra Urías, súbdito suyo y soldado fiel. No sólo incurrió en adulterio con la mujer de Urías, sino que se las arregló para que éste pereciese en la batalla (2Sam 11,2ss). La fábula del rico y del pobre, narrada al rey por el profeta Natán, es muy elocuente al respecto. El profeta, con gran valor, denunció en nombre de Dios la prepotencia del rey en perjuicio del pobre (2Sam 12,1-12).

/ Elías el tesbita mostró no menor fortaleza al enfrentarse con otro rey prepotente, que había hecho asesinar a un súbdito para aduefiarse de su viña (1 Re 21,1 ss). El intrépido profeta se enfrentó a Ajab justamente cuando éste iba a tomar posesión de la viña de Nabot, denunciando abiertamente su delito en perjuicio de un pobre, y anunciándole los tremendos castigos divinos por la usurpación perpetrada (IRe 1,19ss).

b) El profeta Amós. El primer gran profeta escritor que amenazó con tremendos castigos divinos a los injustos ricos propietarios de Israel fue / Amós. Con lenguaje rudo, fustigó los vicios de cuantos oprimían a los pobres. Hablando en nombre del Señor, acusó a los poderosos de haber vendido al pobre por un puñado de dinero, cambiándolo por un par de sandalias; más aún, de haber pisoteado como polvo de la tierra la cabeza de los infelices (Am 2,6s; 8,6) después de haberlos despojado de sus vestidos (Am 2,8). Los notables de Samaría acumularon en sus palacios violencia y rapiña (Am 3,10), y con semejantes latrocinios y extorsiones pudieron edificarse casas para el invierno y casas para el verano, grandes palacios con piedras labradas y adornados con lujosos objetos de marfil (Am 3,15; 5,11s). Sus mujeres, llamadas despectivamente "vacas de Basán", no les van a la zaga a sus maridos en oprimir a los débiles (Am 4,1). Estos voluptuosos que viven en el lujo más desenfrenado y en francachelas (Am 6,4ss), pisoteando la justicia más elemental (Am 6,121, oprimen a los pobres y los humildes (Am 8,4), cometen engaños y fraudes (Am 8,5s). A causa de tales delitos, Amós amenaza con la venganza divina en el día del Señor (Am 2,13ss; 3,14s; 8,9s). Y vendrán la guerra y la deportación Am 4,2s; 6,7).

c) La predicación de los otros profetas. No menos lacerantes son las invectivas contra los ricos y poderosos lanzadas por otros hombres de Dios en defensa de los pobres y de la justicia.

/ Oseas, el profeta de la ternura y del amor, no puede menos de señalar con el dedo acusador a los israelitas que defraudan y engañan, evidentemente en perjuicio de los pobres (Os 12,8).

/ Isaías comienza sus oráculos condenando la hipocresía de los notables de Judá, semejantes a los jefes de Sodoma y Gomorra, los cuales se muestran observantes y precisos en los actos externos del culto, pero no tienen el menor escrúpulo en derramar sangre y en oprimir a los humildes (Is 1,10-16), pisoteando el rostro de los pobres y quitándoles sus pocos bienes imprescindibles (Is 3,11s). También este profeta amenaza con el castigo del Señor a los opresores que viven en el lujo más desenfrenado (Is 3,16ss; 5,8-24, 9,9-10,4; 32,9-14), privando del espacio vital a los pobres, defraudando y despojando a los infelices. De igual modo / Jeremías no calla tampoco el pecado de los judíos hipócritas, que van al templo de Jerusalén a celebrar el culto y al mismo tiempo viven en la injusticia, oprimiendo a los pobres y derramando su sangre (Jer 7,1-11; 22,3.13ss); más aún, les anuncia ya la inminente venganza del Señor, la destrucción de la ciudad santa, la deportación de sus habitantes (Jer 7,12ss; 22,5ss) y el fin ignominioso de su rey, que será sepultado como un asno (Jer 22,13. 17-19).

El que comete tales abominaciones, oprimiendo al pobre y al indigente y perpetra rapiñas e injusticias contra el prójimo, ciertamente no vivirá, sino que será castigado con la muerte (Ez 18,12s). Elifaz el temanita estima que la terrible prueba abatida sobre Job, ya próximo a su fin, debe considerarse como una severa lección de Dios contra su amigo, porque éste habría vejado a los hermanos, despojándolos y robándolos, e incluso mostrándose sin piedad con los pobres y los infelices (Job 22,6-10). Pues el Señor venga a los oprimidos: "Yo vendré a juzgaros; seré testigo del acusador... contra los que explotan al jornalero, a la viuda y al huérfano y violan el derecho del extranjero sin ningún temor de mí" (Mal 3,5).

d) El deuteronomista. En el último libro del Pentateuco encontramos algunas leyes contra los opresores de los pobres: el que secuestra a una persona debe ser muerto (Dt 24,7); el que ha tomado como prenda el manto de un pobre debe restituirlo al ponerse el sol, a fin de que también el infeliz pueda dormir con lo único que tiene para arroparse (Dt 24,12s). El deuteronomista ordena además, en nombre del Señor, no defraudar el salario de un pobre e indigente, sino dárselo antes de ponerse el sol (Dt 24,14s). Asimismo, el israelita justo no herirá el derecho de los indefensos (el extranjero y el huérfano), ni tomará en prenda los vestidos de la viuda (Dt 24,17s); el que se comporte de ese modo injusto, hiriendo el derecho del forastero, del huérfano y de la viuda, será maldecido por todo el pueblo (Dt 27,19).

El justo Tobías (4,14s) se inspira en esta legislación cuando exhorta a su hijo a comportarse con el prójimo con justicia, respeto y amor. También el Sal 82,2-4 contiene la orden de Dios a los jueces de Israel de tomar la defensa de los pobres sin favorecer a los poderosos.

e) La enseñanza de Jesús. Los "iay!"de los profetas contra los ricos que oprimen a los pobres del tercer evangelista son puestos en boca de Jesús (Le 6,24). El profeta de Nazaret amenaza severamente a los ricos y enseña que muy difícilmente podrán participar de la gloria del reino de los cielos; es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el / reino de Dios (Mc 10,23ss y par).

f) La acusación de Santiago. Pero el autor del NT que usa un lenguaje profético particularmente duro contra las injusticias perpetradas por los ricos en perjuicio de los pobres es el "hermano del Señor": "Vosotros, los ricos, llorad con fuertes getnidos por las desventuras que van a sobreveniros...", etc. (cf Sant 5,1-5).

3. LA AYUDA AL POBRE. La Biblia no sólo condena las injusticias perpetradas contra los humildes y los indigentes, presentando a Dios como vengador de estas personas indefensas y sin protección humana, sino que inculca también el deber de socorrer a los pobres para aliviar su miseria y hacer menos duro su estado de indigencia.

a) La legislación sinaítica. Moisés, al transmitir las órdenes del Señor al pueblo, no olvida a las personas más pobres e indefensas: legisla sobre ellas para protegerlas, ante todo prohibiendo el interés en los préstamos al indigente y exigiendo la restitución de la prenda antes de ponerse el sol (Ex 22,24ss; Dt 23,20s). Igualmente ordena que los hacendados, durante la siega y la vendimia, dejen las espigas al borde de los campos y los racimos de la vid para los pobres y los forasteros que viven en la miseria (Lev 19,9s).

Los israelitas deberán amar a los extranjeros como a sí mismos (Lev 19,33s; Dt 10,19) y sentirse solidarios con los hermanos caídos en la miseria, ayudándoles concretamente (Lev 29,35ss); y cada tres años ofrecerán los diezmos de las cosechas a los necesitados: el levita, el forastero, el huérfano y la viuda (Dt 26,12s).

b) La predicación de los profetas. La parénesis de los enviados de Dios para educar la fe de los israelitas no podía omitir la ayuda a los pobres. Isaías exhorta a los jefes del pueblo a hacer el bien, a buscar la justicia, socorriendo al oprimido, haciendo justicia al huérfano y defendiendo la causa de la viuda (Is 1,17). Análoga es la parénesis de Jeremías al rey de Judá, a sus ministros y a todo el pueblo: "Esto dice el Señor: Practicad el derecho y la justicia y librad al oprimido de las manos del explotador; no maltratéis al extranjero, al huérfano y a la viuda; no les hagáis violencia, ni derraméis sangre inocente en este lugar" (Jer 22,3).

El Trito-Isaías, por su parte, enseña que el ayuno aceptable al Señor consiste en dejar libres a los oprimidos, en compartir el pan con el hambriento, en introducir en casa a los míseros sin techo, en vestir al desnudo, socorriendo al propio hermano pobre (Is 58,6ss).

c) Los modelos del amor a los pobres. El AT nos ofrece ejemplos sublimes de caridad con los indigentes: el piadoso rey Josías es descrito, en antítesis con el comportamiento del hijo impío Joaquín, como el monarca ideal, que defendía la causa del pobre y del desgraciado (Jer 22,16). Análogamente, Job, al presentar su apología, se describe como un hombre misericordioso y benévolo con los pobres (Job 31,16-22); lloraba con el oprimido y tenía compasión del pobre (Job 30,25), examinaba la causa del desconocido, trituraba las muelas del malvado y de entre sus dientes arrancaba la presa (Job 29,16s).

Tobías constituye otro ejemplo excepcional modelo de justicia y de caridad con los miserables: ofrecía la décima parte del tercer año a los huérfanos, a las viudas y a extranjeros (Tob 1,8), daba limosna a los israelitas indigentes, pan a los hambrientos y vestido a los desnudos; si veía a alguno de sus connacionales muerto y arrojado fuera de los muros de Nínive, lo enterraba (Tob l,l6s). La grave desgracia de la ceguera le ocurrió a Tobías durante el ejercicio de la caridad y ella fue el comienzo de todas las pruebas y desventuras: este santo personaje deseaba que algún pobre participara de su opulenta mesa festiva, por lo cual envió a Tobías a buscar a alguno; pero, informado de que un hebreo estrangulado yacía en la plaza y que nadie se atrevía a darle sepultura, Tobías se levantó de la mesa, dejando intacta la comida, para realizar la obra de misericordia de enterrar a los muertos (Tob 2,lss). Justamente por haber ofrecido ejemplos tan heroicos de caridad con los necesitados y los pobres, podía luego Tobías amonestar con eficacia a su hijo (cf Tob 4,7ss).

d) La exhortación de los sabios de Israel. La abundante y varia parénesis que puede encontrarse en los libros sapienciales no ha descuidado el tema que estamos ilustrando: los sabios del pueblo hebreo exhortaban férvidamente a socorrer al pobre. Aunque el indigente es odiado incluso por el amigo, se proclama dichoso al que tiene compasión de los humildes y los socorre (Prov 14,20s); éste, en el día de la desventura, será librado por el Señor (Sal 41,2). El que tiene compasión del miserable será honrado por el Creador, mientras que el que oprime al pobre o se burla de él ofende a Dios (Prov 14,31;17,5). El que da con generosidad su pan al indigente será honrado y bendecido no sólo por los hombres, sino también por Dios (Prov 22,9). Igualmente, el rey que juzga con equidad a los pobres consolida su trono (Prov 29,14).

El que practica la caridad con el indigente hace un préstamo al Señor, el cual le pagará la buena acción (Prov 19,17; cf 11,25) también con la abundancia de bienes. "El que da a los pobres no sufrirá la miseria, el que cierre sus ojos será maldito" (Prov 28,27). La persona benéfica prosperará, y el que largamente da largamente recibirá (Prov 11,25). En cambio, el que cierra los oídos al grito del pobre, en la desgracia llamará, pero no obtendrá respuesta (Prov 21,13); igualmente, el que cierra los ojos al pobre tendrá grandes maldiciones (Prov 28,27), lo mismo que el opresor de los desgraciados atraerá sobre sí los castigos divinos (Prov 28,3).

El justo se distingue claramente por el amor a los pobres; por eso cuida de la causa de los miserables (Prov 29,7; Sal 112,9). De modo análogo, la mujer sabia y perfecta se distingue también por su generosidad y por el amor a los indigentes: "Tiende su brazo al desgraciado y alarga la mano al indigente" (Prov 31,20).

e) La parénesis del NT. En los evangelios y en los demás escritos neotestamentarios encontramos no sólo calurosas exhortaciones a socorrer a los pobres y a los necesitados, sino que se nos presentan modelos extraordinarios de caridad para con los humildes y los infelices. La justicia evangélica exige el ejercicio de la limosna, aunque practicada con un estilo nuevo (Mt 6,2ss). Es más; el juicio final se realizará en base a las obras de misericordia a favor de los pobres: los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los enfermos, etc. (Mt 25,34ss). Jesús exige de sus seguidores que querían ser perfectos la venta de los bienes para distribuir a los pobres lo recabado a fin de aliviar su indigencia (Mc 10,21 y par), mientras que condena a los ricos que cierran el corazón a los pobres y a los miserables: la parábola del rico epulón ilustra con rara eficacia esta enseñanza y es altamente estimulante para abrir a la sensibilidad activa en favor de los infelices (Lc 16,19ss).

En los escritos lucanos, además, se nos ofrecen modelos no comunes de amor concreto a los desgraciados y a los pobres. La parábola del buen samaritano muestra cómo hay que comportarse con el prójimo indefenso, oprimido y herido casi de muerte (Lc 10,30ss). Zaqueo es presentado como un verdadero convertido a las exigencias del evangelio, pues declara no sólo que quiere reparar las injusticias cometidas restituyendo el cuádruple, sino que se compromete a distribuir la mitad de sus bienes a los pobres (Lc 19,8). Para Lucas en particular, la ética evangélica exige la limosna y la ayuda activa a los indigentes: el que quiera convenirse en serio deberá hacer partícipes a los pobres de sus bienes (alimento y vestido; Lc 3,11). Para obtener la pureza de corazón hay que distribuir las riquezas propias a los necesitados (Lc 11,41), construyéndose así un tesoro inagotable en los cielos (Lc 12,33s) y haciéndose amigos en el reino escatológico (Lc 16,9). Por lo demás, Jesús mismo, aunque era pobre, con las ofertas recibidas de sus bienhechores ayudaba a los indigentes (Jn 13,29; cf Mc 14,5 y par).

En los Hechos de los Apóstoles, Lucas presenta otros modelos de solidaridad y de servicio en favor de los pobres. Los "siete" fueron elegidos para este fin (He 6,1 ss). Tabita es una discípula muy amada en vida y llorada en la muerte, porque abundaba en obras buenas y hacía muchas limosnas, además de confeccionar túnicas y mantos para las viudas (He 9,36.39). También el centurión Cornelio ejercitaba la beneficencia; por eso el ángel de Dios le reveló que sus limosnas, con sus oraciones, habían subido a la presencia del Omnipotente (He 10,Iss). Pablo declara a los amigos de Efeso que les ha enseñado cómo es preciso cuidar de los débiles, acordándose de las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Hay más felicidad en dar que en recibir" (He 20,35).

Pablo había tomado muy a pecho socorrer a los pobres: He 11,29s nos informa de la colecta hecha en Antioquía y llevada a los hermanos necesitados de Jerusalén; en 2Cor 8-9 y en Rom 15,25ss, el apóstol habla de semejante colecta de bienes para ofrecerlos a los cristianos de la Iglesia madre. Las cartas paulinas nos informan además de que la asistencia o servicio a los pobres constituía uno de los ministerios de las comunidades cristianas (cf Rom 12,7s; 1Cor 13,3ss).

Santiago enseña que la religión pura delante de Dios consiste en socorrer a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones (Sant 1,27), mientras que Pablo exhorta a los creyentes a ser solícitos en las necesidades de los hermanos y diligentes en la hospitalidad (Rom 12,13-13).

IV. TEOLOGÍA DE LA POBREZA. Las últimas reflexiones sobre el deber de ayudar a los indigentes muestran hasta qué punto la Sagrada Escritura considera importante la solidaridad en favor de los pobres. Sin embargo, aunque ese socorro humano llegara a faltar, la Biblia enseña que los miserables y los humildes tienen un poderoso defensor en Dios. Pues el Señor escucha el grito de los oprimidos, protege y socorre a los pobres y venga a los miserables y a los indefensos. Por eso el que conculca a estas personas ofende a Dios. Por lo demás, los pobres, conscientes de esa protección divina, a menudo se dirigen al Señor y esperan de él socorro y justicia, confiando en su ayuda. En el Salterio encontramos numerosas súplicas, con frecuencia conmovedoras, de los miserables, que son oprimidos y humillados por la arrogancia de los prepotentes y de los impíos.

1. DIOS DEFIENDE A LOS POBRES. Los humildes y los indigentes se encuentran en una relación especial con el Señor, protector de los pobres y de los indefensos, además de ser justo retribuidor del que ama a los oprimidos y a los miserables.

En el código de la alianza sinaítica [/ Ley/Derecho II] encontramos la prohibición de maltratar a las personas indefensas, porque si claman al Señor, éste las escuchará; se encenderá su ira y matará con la espada a los opresores, haciendo viudas a sus mujeres y huérfanos a sus hijos (Ex 22,21ss). Igualmente se manda aquí devolver al pobre el manto recibido en prenda, antes de ponerse el sol, porque, no teniendo con qué cubrirse para dormir, invocará la ayuda del Señor y su clamor será escuchado en el cielo (Ex 22,25s). De modo análogo, la ley mosaica ordena no defraudar al asalariado pobre y necesitado, porque éste podría clamar al Señor contra el rico (Dt 21,14s). Porque Dios es testigo en contra de los defraudadores y los opresores de los pobres (Mal 3,5) y los venga (Sant 5,4).

El Dios de Israel hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al extranjero, le da pan y vestidos (Dt 10,17s) y protege a todas las personas indefensas. Por eso el que oprime al pobre ofende a Dios, mientras que el que tiene compasión del miserable honra al Creador (Prov 14,31). Asimismo el que se burla del pobre ofende al Señor, que lo ha creado (Prov 17,5); por el contrario, el que practica la caridad con el pobre hace un préstamo al Señor (Prov 19,17). Por tanto, el que oprime a los miserables se atrae los castigos divinos (Prov 28,3), mientras que el que da generosamente al pobre será bendecido con la abundancia y con el éxito (Prov 11,25; 22,9; 28,27). Dada esa protección por parte de Dios de los humildes, el sabio amonesta: "No robes al pobre porque es pobre, ni oprimas al débil en el tribunal; porque el Señor defiende su causa y quitará la vida a los que los despojan" (Prov 22,22s).

2. LA ESPIRITUALIDAD DE LOS POBRES. Conscientes de la especial protección que el Señor reserva a los miserables, en Israel se formó una auténtica espiritualidad propia de los pobres; los salmos son la prueba y la documentación más elocuente de ello. Muchas de esas oraciones inspiradas y a menudo conmovedoras contienen las súplicas angustiosas de estas personas humildes que viven en la opresión y en medio de restricciones económicas, pero que confían totalmente en Dios y en él sólo. En efecto, los salmistas se manifiestan con frecuencia como pobres y piadosos que invocan con profunda confianza al Señor para ser librados de su situación de miseria, de vejación y de angustia. También en los oráculos proféticos no raras veces encontramos ecos de semejante espiritualidad de los pobres, que se consideran los protegidos especiales de Dios.

a) Los pobres del Señor en el Salterio. Los humildes y los oprimidos encuentran un abrigo y un refugio seguro en aquel Dios que escucha el grito de los afligidos (Sal 9,10.13.38s; 14,6) y cuida de los pobres y los infelices (Sal 40,18), por ser el padre de los huérfanos y el defensor de las viudas (Sal 68,6), de todas las personas humildes e indefensas (Sal 146,7-9). Los pobres se abandonan a Dios para encontrar en él sostén (Sal 9,35), sustento (Sal 22,27; 132,15), libertad (Sal 35,10) y protección contra los engaños de los impíos (Sal 35,20; 116,6). El Señor se alza para juzgar, es decir, para salvar a todos los pobres y miserables que se dirigen a él (Sal 76,10). Pues Dios escucha la oración de los rechazados y no desprecia su súplica (Sal 102,18); levanta al pobre de la miseria (Sal 107,41) y se pone a su derecha para salvar de los jueces su vida (Sal 109,31). El Señor "levanta del polvo al indigente y saca al pobre del estiércol, para sentarlo con los príncipes...; instala a la estéril en su casa, madre gozosa de toda la familia" (Sal 113,7-9). Por eso los pobres, sobre todo en el peligro y en la angustia, se dirigen con fe a su divino protector, implorando su socorro: "Mira mi miseria, obra de mis enemigos" (Sal 10,14); "Yo soy un pobre y desgraciado, Señor, socórreme; tú eres mi ayuda y mi liberador, Señor, no tardes" (Sal 70,6; cf Sal 74,21s; 109, 22.26).

Los miserables están seguros de no ser olvidados por Dios; más aún, están firmemente convencidos de ser guiados por Dios y amaestrados por el Señor (Sal 25,9); por eso su esperanza no se verá decepcionada (Sal 9,19). Los salmistas ponen en boca de Dios expresiones como ésta: "Por la opresión del débil y el gemido del pobre ahora me levanto yo, dice el Señor; yo daré mi auxilio al que lo ansía" (Sal 12,6). Pues el grito de los pobres es escuchado por el Señor (Sal 34,7.18). He aquí una clara profesión de fe en Dios, protector de los pobres: "Yo sé que el Señor hará justicia a los humildes y defenderá el derecho de los pobres" (Sal 140,13). Por eso los humildes son invitados a alegrarse en el Señor (Sal 34,3), porque ellos heredarán la tierra y gozarán de una paz profunda (Sal 37,11). Pues Dios escucha su oración (Sal 69,33s).

Los pobres, en efecto, son los piadosos, los inocentes y los bondadosos, contrapuestos a los impíos y a los malvados, a los poderosos, los ricos y los orgullosos, que oprimen a los pobres y desprecian al Señor (Sal 10,2ss; 34,10s.16s.20ss). En cambio, los impíos desaparecerán de la faz de la tierra, mientras que los humildes reinarán para siempre (Sal 37,10ss. 20ss.28s). Los impíos, violentos y malvados traman para oprimir al pobre; pero éste invoca al Señor y es salvado (Sal 140,2ss), porque Dios sostiene a los humildes y humilla hasta la tierra a los impíos (Sal 147,6); más aún, corona a los pobres con la victoria (Sal 149,4).

b) La búsqueda de la pobreza. No sólo el Señor no desprecia un corazón abatido y humillado (Sal 51,19), sino que él, el Altísimo y excelso, que mora en el lugar santo del cielo, vive también con los pobres, oprimidos y humillados, para reavivar su espíritu y reanimar su corazón (Is 57,15). Por tanto, el omnipotente y el soberano del cielo y de la tierra se encuentra en una relación especialísima con los humildes y los miserables. Por esa relación privilegiada de los pobres con el Señor es no sólo comprensible, sino lógica, la exhortación del profeta a dedicarse a buscar la pobreza para evitar los efectos tremendos del juicio punitivo: "Buscad al Señor vosotros todos, humildes de la tierra, que habéis puesto en práctica sus preceptos; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá podáis quedar seguros el día de la ira del Señor" (Sof 2,3).

c) ¿Forman los pobres de Yhwh un partido o un grupo religioso? En los últimos decenios algunos estudiosos han sostenido que "los pobres del Señor" constituían un verdadero partido religioso. Este grupo de devotos, formado después de la vuelta de los hebreos del destierro, habría compuesto la mayor parte de los salmos. Esta asociación religiosa habría sido perseguida por los judíos política y económicamente poderosos, pero infieles a la ley mosaica y contagiados por el paganismo.

Sin embargo, otros autores contemporáneos prefieren considerar a los " pobres del Señor" como un movimiento religioso de judíos piadosos, y no como un verdadero y auténtico partido o fracción organizada. Diversos estudios realizados en los años 1925-1955 sobre estas personas humildes, bondadosas y míseras, consideraban a tales devotos no como un grupo socialmente organizado, sino como individuos particulares, los cuales, aunque pobres e infelices, se mantenían fieles a la alianza con Yhwh, y por ello se oponían a los impíos, ricos y poderosos, pero traidores al pacto sinaítico.

Los monjes de Qumrán eran "los pobres", que ponían en común sus bienes y formaban una auténtica comunidad religiosa. Se los podría considerar los herederos o los descendientes espirituales de los autores de tantos salmos compuestos por los "pobres del Señor". Esa espiritualidad de la pobreza monástica de Qumrán se trasluce con evidencia en sus documentos recientemente descubiertos; a este respecto es muy significativo el peser, es decir, comentario al Sal 37, encontrado entre los manuscritos de esta comunidad [! Judaísmo II, 7 d].

d) El mesías pobre, enviado a los pobres. La espiritualidad de los pobres del Señor encuentra su expresión suprema en la figura del personaje mesiánico, que en algunos oráculos veterotestamentarios es presentado como un pobre, bondadoso, manso y como el profeta y salvador de los miserables y de los humildes. En el Sal 22 el mesías paciente es descrito como el pobre que en la opresión y en la humillación, obra de los poderosos impíos, invoca a Dios para ser librado en tiempo de angustia mortal (vv. 2ss); en realidad, el Señor no ha despreciado ni desdeñado la aflicción de este fiel suyo mísero y pobre (v. 25). En el cuarto canto del siervo del Señor, este personaje mesiánico es presentado como humillado (Is 53,4). Estos textos insinúan, pues, que el Cristo habría de ser un pobre. Esa alusión es explicitada en el canto de Zac 9,9s, donde se describe al rey mesiánico como un justo, humilde y manso: "Salta de júbilo, hija de Sión; alégrate, hija de Jerusalén, porque tu rey viene a ti: justo y victorioso, humilde y montado en un asno" (Zac 9,9).

No sólo el Cristo es un pobre del Señor, sino que es enviado a los pobres: será el vengador de los humildes (Sal 72,4), "él liberará al pobre que suplica, al miserable que no tiene apoyo alguno; se cuidará del débil y del pobre; a los pobres les salvará la vida; él los defenderá contra la explotación y la violencia, su sangre tendrá un gran precio ante sus ojos" (Sal 72,12-14). El personaje mesiánico será el mensajero de la buena nueva de la salvación a todos los pobres (Is 61,1ss).

/ Jesús [III] de Nazaret realiza plenamente esos oráculos, como lo enseña explícitamente Lucas en la descripción de la escena inaugural del ministerio del Salvador (Lc 4,16-21). Cristo es el pobre perfecto, de corazón manso y humilde, como él mismo declara a sus discípulos al invitarles a ir a él (Mt 11,28s). Con la entrada real en la ciudad de David realiza el oráculo de Zac 9,9s sobre el mesías pobre y humilde, según se apresura a puntualizar el primer evangelista al describir esa escena (Mt 21,4s). Es el modelo de la pobreza más absoluta y más radical en todas sus dimensiones. Aunque Hijo de Dios, creador, omnipotente y rey de reyes, eligió nacer no en un palacio o en una familia acomodada, sino de pobres pobrísimos, y además en un establo en el campo, cerca de Belén (Lc 2,4-7). Durante su ministerio vivió en la pobreza más completa: "Las raposas tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza" (Mt 8,20 par). Esta expresión de tono pintoresco y paradójico contiene el timbre del lenguaje del Cristo histórico, y por eso resulta muy preciosa para manifestarnos su auténtico pensamiento sobre la pobreza. Con la crucifixión Jesús fue despojado también de sus vestiduras, muriendo en la pobreza más total (Mc 15,24ss y par).

El profeta de Nazaret no sólo practicó concreta y radicalmente la pobreza, desprendido de todos los bienes terrenos,'sino que vivió en la actitud religiosa del pobre de Yhwh, abandonándose completamente al amor del Padre, confiándole toda su persona, hasta el gesto extremo del grito en la cruz en el instante de su muerte: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46). En las horas de la crucifixión, Cristo se presenta realmente como el pobre abandonado totalmente en las manos de Dios, como lo describió por anticipado el Sal 22 (Mc 15,34 y par).

El himno cristológico de la carta a los / Filipenses [III, 1] sintetiza poéticamente todo el misterio de la salvación realizada por el Hijo de Dios como un camino de pobreza desde el despojo de la naturaleza divina para asumir la condición de esclavo, haciéndose hombre y aniquilándose hasta la humillación suprema de la crucifixión (Flp 2,3ss). Por tanto, en esta perspectiva la encarnación y la redención forman el estado de pobreza radical, que podríamos llamar "metafísica" o "sustancial", porque toca a la esencia o naturaleza del Hijo de Dios. Humillación o pobreza más profunda no es imaginable.

e) María Virgen, la pobre del Señor. El mesías, pobre y profeta de los míseros y de los humildes, quiso tomar carne humana de una madre pobre; mejor, de la pobre del Señor por excelencia. El tercer evangelista nos presenta a / María Virgen en esa perspectiva al considerar el estado de esta mujer como una condición de pobreza "metafísica", análoga a la de la encarnación y de la crucifixión de Cristo; pues no por casualidad en los primeros versículos del Magnificat canta la madre del mesías la misericordia salvífica de Dios por haber dirigido su mirada benévola a la pobreza (tapeínosis) de su sierva (Lc 1,47s), temática que halla eco en el himno cristológico que acabamos de recordar, donde encontramos los mismos conceptos referidos al Hijo de Dios, que se hace siervo, humillándose (etapeínosen) o escogiendo el camino de la pobreza "metafísica" (F1p 2,7s). Sin embargo, la perspectiva propia del Magníficat no es la de la cruz, como en el himno cirstológico de Flp 2,5ss, sino la del estado de virginidad. La condición de pobreza o humillación suprema de María la constituye su estado virginal, que Dios sin embargo transformó y exaltó con la maternidad divina.

Según el metro humano y la sensibilidad del pueblo judío, la exaltación y la riqueza de la mujer se derivan de su maternidad, y por tanto la esterilidad y la virginidad se consideran objeto de desprecio y motivo de llanto; piénsese en el drama de la hija de Jefté, que debe morir virgen (Jue 11,37ss), o de la esterilidad de Ana (lSam 1,4ss). Pero la Virgen de Nazaret eligió este estado de pobreza radical porque no quiso "conocer varón" (Lc 1,34). Mas, así como el Señor transformó la situación humillante de Ana, haciéndola fecunda y dándole un hijo excepcional (lSam 1,19ss; 2,lss), así en el caso de María realizó el Señor un portento análogo, obrando el prodigio de la fecundidad virginal (Lc 1,34ss.46ss). Las analogías entre la situación de Ana y la de María, además de las estrechas correspondencias literarias entre sus dos cánticos, hacen indiscutible la concretización de la pobreza y la situación humilde y despreciable de la madre del mesías en el estado de virginidad, elegido ciertamente por las exigencias del reino, bajo la acción del Espíritu Santo. Aunque de modo inconsciente, es decir, sin darse cuenta plenamente del significado de su gesto con vistas a la inauguración inminente del tiempo mesiánico, María de Nazaret abrazó el estado de pobreza radical constituido por la virginidad para estar en sintonía con la novedad que iba a nacer con la llegada de Cristo.

V. POBREZA POR EL REINO. Entre las exigencias del reino inaugurado por el mesías, la pobreza radical forma uno de los elementos más significativos. El profeta de Nazaret no sólo mostró con su ejemplo, fuertemente estimulante, que la pobreza concreta es una condición indispensable del reino mesiánico, sino que exigió de sus seguidores el abandono de todos sus bienes y proclamó dichosos a los pobres, porque de ellos es el reino de Dios. El reino pertenece a los pobres; es de los humildes y de los miserables.

1. ¡DICHOSOS LOS POBRES! Jesús, al comienzo de su primer gran discurso, tal como se nos refiere en el primero y en el tercer evangelio, no hace otra cosa que proclamar dichosos a cuantos son miembros del reino mesiánico. Estas personas se reducen, en sustancia, a los pobres, porque Lucas ignora las bienaventuranzas sobre la misericordia y la bondad, referidas por Mateo después de las de la pobreza evangélica (Mt 5,3-9; [/ Bienaventuranza/ Bienaventuranzas].

Mas, en concreto, ¿a quién alude Jesús cuando declara dichosos a los pobres? ¿Se trata de los miserables y de los indigentes, o sea de las personas que no tienen ni casa, ni pan, ni vestidos, ni medicinas, o bien de los que no ponen su confianza en las riquezas, aunque posean bienes de fortuna? Sobre este problema específico difieren profundamente las dos redacciones evangélicas de las bienaventuranzas, pues, según Lucas, Jesús proclama dichosos a los pobres en sentido social, mientras que tomando como base la versión de Mateo se declara dichosos a los pobres "de espíritu", o sea a los humildes, que no confían en las riquezas, sino sólo en Dios padre.

a) La pobreza en sentido social. Probablemente el tercer evangelista refiere con mayor fidelidad las expresiones sobre las bienaventuranzas salidas de la boca del Cristo histórico (Lc 6,20ss). De acuerdo con esa versión, el profeta de Nazaret declara dichosos a los miserables, es decir a cuantos tienen hambre y lloran en la pobreza más absoluta; se les contrapone a los ricos, a los que gozan, a los epulones, declarados malditos, y por ello dignos de los terribles "¡ay!" (Lc 6,24s). Se trata, pues, evidentemente, de los pobres en sentido social, semejantes a Lázaro, los cuales son presentados en antítesis con el rico epulón (Lc 16,19ss). Estas personas son evangelizadas por Cristo; más aún, se presentan como el objeto principal de la acción mesiánica (Lc 4,18; 7,22); son llamadas al banquete escatológicoy ocupan el puesto de los invitados oficiales (Lc 14,21ss). Por esa razón son proclamados dichosos los pobres (Lc 6,20ss).

b) La pobreza "de espíritu" En la redacción del primer evangelio Jesús proclama dichosos a los pobres de espíritu, o sea a los mansos, los afligidos y cuantos tienen hambre y sed de justicia (Mt 5,3-6). Evidentemente, con esta expresión el profeta de Nazaret especifica la categoría de los pobres considerados dichosos: no deben ser considerados dichosos todos los pobres, sino sólo los que lo son "en espíritu". ¿Qué significa con precisión esta locución semítica, que se encuentra también en los documentos de Qumrán? ¿Se trata de los pobres en el sentido social o de otra especie de pobres?

La expresión "en espíritu" no aparece en ningún otro sitio en el primer evangelio; pero es semejante a la locución "de corazón", que se emplea en la sexta bienaventuranza para indicar la pureza interior, la del ánimo (Mt 5,8). La expresión "de corazón" significa "en lo íntimo", "en lo secreto del propio corazón" (cf Mt 5,28; 9,4; 24,48). También en el pasaje de Mt 11,29 encontramos un dicho de Jesús muy similar al de la primera bienaventuranza, como se ve por el cotejo de los textos:

"Bienaventurados los pobres DE ESPÍRITU"(Mt 5,3).

"(Yo) soy afable y humilde "DE CORAZÓN" (Mt 11,29).

Así como Jesús se caracteriza en lo más profundo de su ser por la afabilidad y por la humildad, así los hijos del reino deben caracterizarse por la pobreza interior, es decir, del ánimo.

La locución "pobres de espíritu", aunque en el NT aparece sólo en Mt 5,3, se emplea más de una vez en los documentos de Qumrán: en el Manual de la guerra (1QM 14,7) y en los Himnos (1QM 14,3). Es una traducción de la expresión hebrea ánwej rúah, que indica la actitud espiritual de los siervos del Señor, débiles y humildes, que consiguen la victoria sobre los soberbios, los impíos y los poderosos, porque su confianza está puesta en Dios (cf 1QM 11,8-11; 14,4-12). El Señor no abandona a los necesitados, a los huérfanos, los humildes y los pobres (cf 1QH 5,20-23); los libra de todas las asechanzas de Belial (cf 4QpPs 37,2.8-11).

El peser, o comentario al Sal 37, es particularmente precioso para la recta comprensión de la pobreza de espíritu, pues se la presenta como síntesis de humildad y confianza, como característica del pueblo de los pobres, en antítesis con los impíos, los malhechores y los malvados, que viven en la opulencia. Pues el justo, aunque se encuentra en la pobreza (Sal 37,16), pone su confianza en el Señor (vv. 3.5.17), espera en él (vv. 7.9); es el afable que poseerá la tierra, aunque ahora sea miserable e indigente (vv. 11.14.22). Los pobres del Señor se abandonan a la fidelidad de Dios, mientras que los poderosos y los impíos no ponen su confianza en Dios, sino que confían en sus grandes riquezas (Sal 52,9s). Así pues, la pobreza de espíritu indica la profunda confianza de los humildes en solo Dios.

2. NECESIDAD DE LA POBREZA VOLUNTARIA. Dada la especialísima relación existente entre el / reino de Dios y los pobres, resulta lógica y comprensible la elección del estado de pobreza para vivir una relación de particular intimidad con el Señor y para ser miembros del reino celeste. Si la felicidad verdadera y profunda se reserva a los pobres, no hemos de extrañarnos que Cristo pida a sus seguidores la opción por la pobreza.

a) Jesús exige la pobreza. El profeta de Nazaret dio el ejemplo de la pobreza más heroica; por eso pudo pedir a sus discípulos el abandono de todas las riquezas y de todo bien temporal para seguirlo de modo radical. Si en la descripción de la llamada de los primeros discípulos no se ve que Jesús pidiera explícitamente la elección de la pobreza, sin embargo los evangelistas observan que estos pescadores abandonaron la barca, las redes y al padre para seguir al maestro (Mt 4,20.22 y par); más aún, Lucas indica que lo dejaron todo (Lc 5,11). Pedro le recordará a Jesús que lo había abandonado todo, como hicieron sus compañeros (Mc 10,28 y par).

En el dicho del Señor, ya mencionado, de Mt 8,18s (= Le 9,57s), el profeta de Nazaret exige de su seguidor que comparta su pobreza más absoluta, debido a la cual no puede disponer ni de un lugar donde resguardarse, ni de una almohada o de un lecho. Al rico deseoso de heredar la vida eterna, Jesús le enseña la necesidad de vender todos sus bienes y de distribuir lo recabado a los pobres (Mc 10.21 y par), después de haberle instruido sobre el deber religioso de observar los mandamientos de Dios (Mc 10,17ss y par). En el loghion de Lc 12,33, Jesús exhorta a vender todos los bienes para ejercer la beneficencia con los pobres. Además, Cristo exige de sus misioneros el ejercicio de la pobreza más completa y radical (Mc 6,8s y par).

Aunque no todos los amigos y discípulos de Jesús abandonaron todos sus bienes y vendieron sus posesiones, porque entre ellos se cuentan también personas ricas que proveían a su sustento y al de los apóstoles (cf Lc 8,3; 19,3ss; Mc 14,3; 15,43 y par), sin embargo, el profeta de Nazaret exigió a todos el desprendimiento del dinero y la libertad de espíritu ante las riquezas.

La primera comunidad cristiana vivió a la letra la exigencia de la elección de la pobreza radical, pues Lucas en los primeros sumarios de los Hechos observa que los recién convertidos vendían cuanto poseían para llevar lo obtenido a los apóstoles, los cuales lo distribuían según las necesidades (He 2,44s; 4,32ss). El levita Bernabé es presentado como un modelo de desprendimiento total de sus bienes, pues vendió el campo de su propiedad y consignó su importe a los apóstoles (He 4,36s).

Con la elección de la pobreza por Cristo y su evangelio se realiza un negocio inteligente, porque se adquiere el más fabuloso de los tesoros; se compra la perla más preciosa que pueda existir, símbolo del reino de los cielos (Mt 13,44ss).

b) La perspectiva del misterio pascual. Cerramos la panorámica de la teología de la pobreza ilustrando brevemente un aspecto importante de esa temática, que, sin embargo, no resalta a primera vista: la dimensión pascual de este estado elegido por el reino. En efecto, en las cartas paulinas el misterio de Cristo es presentado también como una elección de pobreza radical, o sea de impotencia y de humillación suprema, para permitir que Dios transforme esa condición mísera en poder, en riqueza y en gloria; se trata, pues, del misterio pascual en su doble aspecto de aniquilamiento y de glorificación. En 2Cor 8,9, Pablo insinúa esa perspectiva pascual de la pobreza, pues presenta el misterio de la obra salvífica de Cristo como una acción de aniquilamiento para hacer a los hombres ricos en vida divina; toda la obra de la gracia redentora, desde la encarnación a la muerte y resurrección, es vista, pues, a esta luz.

Estas claras alusiones al misterio pascual como humillación extrema o autoempobrecimiento del Dios de la gloria con un fin y un término de enriquecimiento o de glorificación, encuentran una explicitación indiscutible y manifiesta en el himno cristológico de F1p 2,5ss. Como ya se ha aludido, esta perícopa presenta poéticamente, en una síntesis admirable, toda la acción redentora del Hijo de Dios, desde su encarnación a su pasión, muerte y glorificación, en una perspectiva de humillación suprema, concretizada en el despojamiento de la gloria divina y el empobrecimiento supremo en la esclavitud de la condición humana hasta la muerte de cruz (aspecto negativo del misterio pascual), con el epílogo sublime de la glorificación, verdaderamente superior a toda imaginación, mediante el don del nombre del Señor (Kyrios) al hombre Jesús.

El creyente que desee ser discípulo de Cristo debe seguir a este maestro recorriendo las etapas de su existencia, reviviendo su misterio salvífico de glorificación a través de la pasión y la muerte. Por algo Jesús recuerda al que quiera seguirle la empresa ardua y heroica que constituye semejante gesto, porque éste deberá compartir la pobreza total, sin pretender poseer ni siquiera un lecho o una almohada (Lc 9,57 y par).

Por lo demás, el seguimiento de Cristo consiste en caminar en pos de Jesús, llevando cada día la cruz propia, concretizada en perder la vida en este mundo y en negarse a sí mismo, renunciando al deseo de construirse fortunas en este mundo (Mc 8,4ss y par). Por eso el auténtico discípulo para seguir a Cristo "odiará" no sólo a las personas más queridas (el padre, la madre, la mujer y los hijos), sino también su misma vida (Lc 14,25ss); además renunciará a todos sus bienes para poseer la vida eterna (Mc 10,28ss y par.). El Señor, que rebaja a los ricos y a los soberbios, exalta a los pobres y a los humildes (Lc 1,52). Justamente así obró con la Virgen María (Lc 1,48) y con su Hijo (Flp 2,5ss).

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S. A. Panimolle