NAHÚN
DicTB
 

SUMARIO: I. Las coordenadas históricas. II. La elegía satírica sobre Nínive. III. Juicio y esperanza.


I. LAS COORDENADAS HISTÓRICAS. El título redaccional tradicional (1,1) nos ofrece de este profeta solamente tres indicaciones esenciales: el nombre, Nahúm, "consolación"; su patria, la aldea desconocida de Elcós (Eikos), que Jerónimo situaba en Galilea, no sabemos por qué motivos; el tema de la profecía, Nínive. Este último dato es el más consistente, dado que está también confirmado en el interior del libro, el cual nos ofrece un cuadro violento de la destrucción de Nínive, la capital asiria, que cayó el año 612 a.C. bajo las tropas unidas de Ciajares, rey de los medos, y de Nabopolasar, fundador de la dinastía neobabilónica. Así pues, podemos colocar este pequeño pero extraordinario poema profético en un área cronológica afín a la de I Sofonías, bajo el reinado de Josías, con sus instancias reformadoras. En efecto, el párrafo 1,9-2,3 parece apoyar el gran giro político-religioso que inauguró aquel soberano en el 622 con el "descubrimiento" del "libro de la ley" (2Re 22; / Deuteronomio 1,3). Se abre entonces un nuevo horizonte para la "viña de Israel" (si se lee gepen, "viña", en vez del TM ge'ón, "magnificencia", en 2,3): "El Señorrestablece la viña de Jacob y la viña de Israel; los ladrones la habían despojado..."

No falta tampoco una alusión al pasado histórico: el año 661 a.C. el rey asirio Asurbanipal había destruido Tebas, la gran capital egipcia No-Amón. En 3,8-11, en el contexto del juicio divino sobre Nínive, Nahún evoca aquella fecha memorable en que los niños egipcios "fueron estrellados en las esquinas de todas las calles" (3,10). Tenemos, por consiguiente, un fondo histórico muy amplio, recorrido por inmensas tragedias nacionales, con un sentido muy vivo del juicio divino sobre la historia, pero también con algunos destellos de esperanza: "Mirad, ya viene por los montes el mensajero de la buena nueva, el que anuncia la paz" (2,1; cf Is 52,7-10).

II. LA ELEGÍA SATÍRICA SOBRE NÍNIVE. El corazón poético y temático del librito de Nahún está constituido por una elegía excepcional, totalmente impregnada de sarcasmo, sobre esta poderosa ciudad asiria, pesadilla y maldición para los hebreos. La elegía ocupa prácticamente casi todo el texto profético, y está introducida por un himno (1,2-8), que algunos consideran posterior: este himno tiene las características de un salmo alfabético (hasta la letra k); las letras que faltan se dispersaron quizá entre los oráculos sucesivos. En el centro destaca la figura del "Dios celoso y vengador", que se arma de ira, se venga de sus adversarios y se enfurece contra sus enemigos (v. 2), que "no deja pasar nada" (v. 3). Pero junto a su intervención colérica se asiste a su solicitud por los justos: "un refugio en el día de la angustia; él cuida de los que a él se acogen" (vv. 7-8).

El ataque a Nínive se despliega, a su vez, en una página brillante y poderosa al mismo tiempo. Tras una apertura incierta, redaccionalmente confusa debido a un continuo contrapunto entre los oráculos destinados a Judá y los reservados a Asiria, la elegía toma cuerpo en 2,3 y se desarrolla en un septenario de unidades literarias de gran nivel poético y de espléndida trama simbólica. Está, en primer lugar, el asalto y el asedio de la ciudad, recogidos casi como en una película con escenas convulsas, gritos, terrores, devastaciones, estragos (2,3-11). Viene a continuación un primer lamento irónico sobre el león de Asur, tan cobardemente asustado, impotente y capaz de continuar con sus rapiñas (2,12-14). La tercera sección (3,1-7) pone en escena a Nínive con "los escándalos de la prostituta, de la bella, graciosa y hábil encantadora", fuente de tentaciones idolátricas para todos los reinos de la tierra, pero que ahora yace en medio de la basura, desnuda y expuesta a la pública vergüenza, abandonada de todos sus amantes (los ídolos y sus aliados).

En este punto el pensamiento se dirige a la capital de la superpotencia rival, Tebas de Egipto, que había sido aplastada precisamente por Asiria (3,8-11): el destino de la enemiga recae ahora sobre Nínive, que tendrá que beber hasta las heces el cáliz de la cólera divina. En una especie de flash-back el profeta vuelve al asedio de Nínive, a todos los preparativos estratégicos que se habían hecho para proteger aquel poderoso centro urbano, preparativos que fallaron totalmente (3,12-15a): "Entonces el fuego te consumirá, te exterminará la espada" (3,15a). En efecto, los enemigos son implacables y, aunque los ninivitas se multiplicasen como las langostas, se verían obligados a retirarse ante el nuevo sol que está amaneciendo. Durante algún tiempo habían sido realmente como enjambres de insectos que ofuscaban el cielo de todos los países, pero ahora han levantado el vuelo y se han quedado dispersos e inertes (3,15b-17). Un lamento fúnebre final (3,18-19) cierra el poema con un cuadro surrealista de gran tensión: "¿Dónde están tus pastores? Muertos están, oh rey de Asiria; tus héroes están adormecidos, tu pueblo disperso por los montes y no hay quien los reúna" (3,18).

III. JUICIO Y ESPERANZA. El fuerte elemento "patriótico" de la profecía de Nahún se relaciona realmente con la teología de Isaías: las potencias históricas se engañan creyendo que son los árbitros de su destino y del de las naciones sometidas, pero en realidad el último árbitro es el Señor de la justicia. El pecado fundamental de Nínive y de todas las superpotencias es el de la hybris (cf Is 14 y Ez 28); es el hacerse como Dios (Gén 3), soberanos del cosmos, de la historia, del bien y del mal (3,1.4). Pero Dios no permanece indiferente, e irrumpe con su juicio, que tiene lugar en dos direcciones: el cosmos (1,3-6) y la historia. La descripción del pánico que origina la llegada del Señor recurre a una acumulación alucinante de verbos y de imágenes fulminantes, e impregna casi todos los 47 versículos de la profecía de Nahún.

Pero, como en Sofonías (2,15; 3,12), no falta el atisbo del gozo y de la esperanza: "Celebra tus fiestas, Judá, cumple tus promesas; porque el ser infernal no volverá a pasar por ti"(2,1). El Señor es bueno y delicado con todos los que confían en él (1,7-8); de ellos se aleja la angustia, se apartan las persecuciones; la patria queda restablecida, la alegría permanece intacta para siempre. De este modo, la caída de Nínive se convierte en símbolo de la victoria de Yhwh sobre el mal y de la esperanza en un futuro distinto.

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G. Ravasi